Fantasías sexuales de las españolas

sweetluis5g

Virgen
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Ago 29, 2022
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(XI) Icíar​



Icíar mira las puertas del autobús abiertas. Mira sin ver, claro, porque ella está otra cosa, observando de piel para dentro, no de pellejo hacia fuera. Un leve toque de bocina la sorprende y entonces sí, fija la vista y puede ver al conductor que la mira interrogante.

“Vas a subir o qué” parece decirle el chófer del autobús de la línea 7, la única que pasa por aquella parada. Ella mueve la cabeza negando vehemente y la puerta se cierra, arrancando entre volutas de humo oscuro que hace que los pulmones se le encojan, reticentes a recibir aquel aire cargado.

“Pero ¿no eran ya todos los autobuses eléctricos y de gas?”, se pregunta mientras una lágrima le recorre la mejilla. Ella no está ahí para coger ningún bus, sino porque es el único sitio un poco resguardado y solitario donde poder rumiar el cabreo y también el dolor de pecho, en el que su corazón parece que late hacia atrás en vez de hacia delante, como queriendo desandar el tiempo.

- ¡Malditas sean las fantasías y maldita sea la manía de querer convertirlas en realidad! - se dice a modo de conclusión. Si pudiera volver el tiempo atrás tres meses...Sí, aún recuerda bien aquella tarde en que ella y su novio retozaban en la cama después de una siesta veraniega. Todavía perezosos, despertándose poco a poco. Después de una buena comida, con la tripa llena y el calor, lo único que apetecía era echar un sueño pero ahora, ya más relajados, el deseo afloraba por cada poro de su piel tras una hora de húmedo sopor, como ella pudo comprobar al pasar la mano por el vientre de su chico y, tras bajar un poco más, abarcar un pene duro y erecto.

Antonio no necesitaba más invitación, tras los besos en el cuello y el intercambio de saliva de rigor, pretendió subirse sobre ella introduciéndose entre sus muslos. Pero Icíar, como siempre traviesa y con un punto de maldad, cerró las piernas. Le ponía mucho hacer sufrir a su chico. Cuanto más alargara la cosa y más juguetona se pusiera, mejor era luego su orgasmo.

- ¿Dónde vas tan rápido? espera un poco hombre…

- ¿A qué tenemos que esperar?

- Todavía no estoy lista.

- ¿Quieres que te....? - dijo él mirando hacia abajo y proponiendo sin decirlo un repaso de lengua por las partes bajas.

- Hoy no: me apetecen otras cosas. Cuéntame lo de tu prima.

- ¡Otra vez! ¡Si ya te lo he contado muchas veces!

- Es que me pone muy cachonda – ronronea ella con voz suplicante.

- Pues no lo entiendo, la verdad.

- Bueno, ya sabes que yo con mi primer novio, poco más que besitos y tocamientos y con el segundo ya sí que sí, pero era muy malo follando, así que poco tengo que contar, pero si hubiera tenido una buena aventura, seguro que te pondría conocerla y que te la contara con pelos y semanas señales ¿No te gustaría?

- ¿Por qué me iba a gustar oírte contar cómo has estado con otros?

- No pasa nada: eso fue antes de conocerte.

- Aun así no me hace gracia.

- Mira que eres tonto....y soso.

- Y tú demasiado espabilada, me parece a mí.

- Antonio, solo intento ponerle un poquito de picante a esto.

- No necesitamos ponerle picante ¿qué pasa? ¿Ya no te gusta?

- Sí cariño, pero así es mejor: la carne sola está buena pero si le pones una buena salsa mejora ¿verdad? - Dijo ella haciéndose la interesante mientras le besaba en el cuello y luego le mordía la tetilla de la oreja. Eso siempre funcionaba y Antonio terminaba por abatir el pendón y rendirse. Pero en esta ocasión se hizo el difícil.

- No me apetece volver a contarlo ahora - volvió a insistir, enfrentando la voluntad de Icíar y echándose a un lado boca arriba en la cama, con aspecto de “hasta aquí hemos llegado y no voy a dar mi brazo a torcer”.

Icíar hizo un mohín de fastidio y cruzó los brazos sobre sus pechos desnudos. La verdad es que este tipo de confidencias y de comentarios íntimos la ponía a cien, a pesar de que Antonio tenía razón: ya había contado demasiadas veces esa historia.

Recordó como se lo había tenido que sacar insistiendo mucho: a su novio no parecía importarle comentar aventuras anteriores (a diferencia de ella alguna había tenido), pero otra cosa era entrar en detalles del asunto como Icíar pretendía. Finalmente se salió con la suya y le contó la historia de su prima, una chica que vivía en el pueblo y con la que había coincidido en algunas vacaciones cuando sus padres lo mandaban allí con sus tíos. En una de esas nació el típico amor de verano. Nada especialmente interesante, solo dos adolescentes besándose y acariciándose sin atreverse a ir mucho más allá. Aventura que corta el inicio de curso y que se enfría después de muchos meses sin verse. En la próxima ocasión que vuelve al pueblo no coinciden por estar ella de vacaciones y en los años siguientes, es Antonio el que no vuelve porque ya es demasiado mayor y tiene planes con sus amigos, además de otro noviazgo incipiente. Otros planes y otras chicas en la cabeza, más lanzadas, más descaradas, más modernas, más de ciudad, piensa entonces un novato Antonio que no sabe que la oportunidad aparece donde menos se la espera y que clasificar a grosso modo a las personas es un error. Muy de tarde en tarde (no obstante) algún contacto con su prima, solo para comprobar que aparentemente ella sigue siendo la misma chica apocada y retraída que parece haberse quedado anclada cuatro años atrás. A pesar de todo, a Antonio aún le pone y siente algo removerse en su pecho cuando está cerca de ella: quizás los rescoldos de ese primer amor que nunca se olvida.

En fin, nada del otro mundo ni tampoco una historia de esas que te hacen subir la libido, hasta que viene la sorpresa: María del Pilar que se nos casa. Que viene del pueblo a montarse una despedida de soltera a 200 kilómetros de distancia, poniendo tierra de por medio para que la diversión no tenga coto de miradas indiscretas que luego alimenten lenguas viperinas. Se presenta con tres amigas. Su novio parece ser que se ha ido a la playa con su pandilla respectiva, pero ellas han elegido interior. Parece ser que por expreso deseo de la novia.

Misma chica pero distinta mirada. Hay algo perturbador en sus ojos que lo miran ahora ya con cierto descaro, aunque su cuerpo y sus gestos mantienen la pose de chica bien, formalita. Incluso se muestra un poco contrariada cuando una de las amigas le pregunta a Antonio la dirección de un espectáculo de boys, donde propone ir mientras las demás aplauden y ella afirma que no le parece buen sitio para acudir. Antonio no tiene claro si es una pose o realmente a ella no le apetece ver carne. Al final van, por supuesto. Les recomienda un sitio cercano para cenar y luego unos bares de copas, por los que Antonio queda en pasar para tomarse la última con ellas y llevarlas al hotel.

Y allí se planta casi a las dos de la mañana para encontrarlas bailando, con chupitos en la mano y formando corro para evitar a los moscones que intentan aprovecharse. Aunque no está muy claro que alguna de las amigas no quiera, porque se lanzan pullitas e intercambian miradas con algunos chicos. La llegada de Antonio parece ser la señal para que la cosa se desmadre un poco. Lo reciben entre gritos y lo obligan a bailar en el centro, después, le pasan una copa. Una de las amigas se arrima más de la cuenta, poniéndole el escote en la cara y lanzando un mensaje inequívoco de que hay una cama que no se quiere quedar vacía esa noche.

María del Pilar lo observa con esa mirada indefinible que ya no es de adolescente ni tampoco de chica retraída. Parece retarlo a que dé el paso, a que se acerque a su amiga y se la enrolle “¿Ves qué fácil Antoñito? te lo está poniendo en bandeja ¿no quieres darte un buen revolcón esta noche?”

Pero por algún motivo al novio de Icíar no parece interesarle el ofrecimiento. El sigue pendiente de su prima. El grupo se rompe y las chicas entablan contacto con los chicos del pub pero Antonio no se separa de María del Pilar. El escolta de la novia casadera protegiéndola (¿protegiéndola o guardándola? se pregunta): tiene que evitar que la molesten o que ella haga alguna tontería, aunque no puede evitar preguntarse quién es el lobo allí…

Finalmente ella avisa a las amigas: se va para el hotel, no quiere rollos raros avisa.

- Vosotras podéis hacer lo que queráis pero yo me caso en una semana… Coged luego un taxi y no volváis solas, que a mí me lleva Antonio. Y cuidado con quién os juntáis, no os vayáis a casa de ningún desconocido y si alguno de estos os gusta, os lo traéis al hotel, así por lo menos está la cosa controlada y estamos cerca si hay algún problema - afirma dirigiéndose a dos de sus amigas que están solteras, aunque no tiene muy claro que la que tiene novio no sea la primera en darle juerga a su coñito.

Las amigas protestan pero ella no les da opción: coge Antonio del brazo y le dice “vámonos”. Él todavía puede ver con el rabillo del ojo como alguna protesta ante la decepción, mientras que otra le da con el codo y le dije que se calle y la deje mientras le lanza una mirada… ¿de complicidad?

¿Qué está pasando allí? se pregunta mientras camina con María del Pilar del brazo hasta el coche. Conversación intrascendente mientras llegan al hotel, pero con los nervios a flor de piel. Una atmósfera densa que casi se puede cortar entre los dos ¿Está ella enfadada? ¿Por qué lo mira así? ¿Qué es lo que está sintiendo? A veces lo observa y parece como si le hiciera un mudo reproche ¿O acaso es otra cosa? Antonio está tan confuso que cuando detiene el coche en la puerta del hotel no sabe como despedirse.

Y entonces sucede. María del Pilar, con una seguridad que él quisiera para sí, le dice solo una frase.

- Habitación 102. Voy a entrar sola. Cuando aparques, sube tú.

Y se va sin esperar respuesta.

Antonio aparca y se lo piensa un rato. Está tentado de arrancar de nuevo el coche e irse a su casa, no quiere meterse en líos ni tampoco créaselos a su prima. Durante un par de minutos lucha contra la tentación pero antes de que se dé cuenta, está fuera del coche caminando hacia el hotel. Como si fuera un reflejo desde lo más hondo de su mente, el cerebro manda la orden sin que su voluntad intervenga. Entra al vestíbulo, pasa delante de recepción donde la persona que está a cargo le echa una mirada pero ni le detiene ni le pregunta dónde va. Es un hotel grande y céntrico, allí el trasiego es continuo. Sube y toca la puerta dos veces, dos golpes secos que compiten con los latidos de su corazón.

María del Pilar abre la puerta. Se ha desmaquillado y tiene el pelo revuelto pero aun así está guapa. Tras cerrar lo invita a pasar y le señala una botella de vino y dos copas. Mientras Antonio sirve, ella entra al cuarto de baño. A los dos o tres minutos sale con el pelo recogido y un albornoz con el logotipo del hotel. Antonio le tiende la copa: parece que la mano le tiembla y más aún cuando ella deja caer el albornoz a sus pies y se muestra con un conjunto de lencería negra que destaca sobre su piel blanca, casi lechosa. El chico agradece que alargue la mano y tome la copa porque está apunto de derramarla.

María del Pilar da un trago largo, luego se acerca y le echa los brazos al cuello tras dejar el vaso sobre el mueble. Un beso húmedo y a partir de ahí todo un derroche de deseo, un atracón de carne tibia, de besos húmedos, de pieles erizadas por el contacto ajeno. O no tan ajeno, porque tienen la impresión que sus cuerpos se buscan desde hace tiempo, que nunca han dejado de hacerlo.

Antonio no sabe quién embiste a quien. El trata de tomar la iniciativa pero ella no quiere dejarse hacer, lo busca con avidez, lo besa, lo lame, araña su cuerpo, le hace daño. Los dos enredados al margen del tiempo y del sitio en que se encuentran, como si estuvieran dónde hace cuatro años, en la viña, besándose y mirándose temerosos pero a la vez excitados ante la posibilidad de dar un paso más, de pasar de las caricias a algo más serio. Ahora no hay tiempo para plantearse nada de eso: si había un momento para decir algo o para poner algún reparo ya ha quedado atrás.

Unos momentos después, él está entre sus piernas bombeando fuerte, con desesperación y ella se corre casi enseguida. El segundo orgasmo le llega también pronto, subida encima y cabalgándolo y además es compartido. Cuando María del Pilar lo siente correrse, ella se pellizca la vulva y se corre entre gemidos que van creciendo hasta que prácticamente se pone a gritar. Este orgasmo es mucho más intenso y prolongado que el anterior y la deja deshecha sobre él, que la abraza sin que ninguno de los dos piense en desacoplarse. Solo un rato más tarde, ella se echa a un lado y se pone de pie para ir al servicio. Antonio sirve otras dos copas de la botella ya más que mediada y la espera.

Se tumban juntos cuando María del pilar sale y brindan sin palabras. Se recorren con la mirada, cada uno los ojos puestos en el cuerpo del otro, alargando la mano libre para acariciarse mutuamente como si no se lo creyeran. De nuevo, el tiempo se detiene cuando se acercan y se comen la boca. Siguen sin hablar un buen rato. Ahora se oye ruido en las habitaciones contiguas. Risas y alguna que otra voz en alto, rompiendo la noche. Antonio contiene su respiración: son las amigas que acaban de llegar. Unos pasos en el pasillo y alguien toca la puerta.

- María ¿estás durmiendo?

- Sí - contesta ella con una sonrisa y tan rápido que nadie se cree que puedan haberla despertado, cosa que no parece importarle lo más mínimo - anda acostaos, que menuda traéis.

- Abre, que te cuento…

- No, ya estoy en la cama y dejad de armar follón que nos van a llamar la atención. Son las tres de la mañana.

Las amigas no insisten y Antonio vuelve a respirar, preguntándose por qué es él el que está nervioso y no María. Al cabo de un rato están otra vez enganchados, fornicando como animales y ella vuelve a gemir y a gritar sin importarle que la puedan oír. Porque en un hotel se oye todo y las amigas, a estas alturas, o están muy borrachas o tienen que saber que los dos primos están follando como locos. Después de este polvo caen los dos rendidos. Ella se duerme en un sueño fácil y profundo mientras la abraza por detrás haciendo la cucharita. Cuando Antonio se despierta ha amanecido. Está desnudo sobre la cama y tiene una nueva erección. El cuerpo está apagado pero su mente sigue soñando que le hace el amor a su prima. Ella sale de la ducha con una toalla liada y lo mira desde la puerta. Otra vez esa sonrisa, otra vez esos ojos observándolo, aunque ahora ya sabe el significado de la mirada. La toalla que cae a sus pies y la muestra desnuda. Tiene un cuerpo muy bonito, ahora con alguna rojez y algún que otro arañazo de la batalla nocturna, pero eso la hace más apetecible. María se sube a la cama y se sienta sobre sus piernas, le agarra el falo y se lo pasa por los labios vaginales iniciando una lenta masturbación contra su clítoris.

- Vas a casarte... - susurra él. Al instante se arrepiente de haber dicho aquello. No parece ni el sitio ni el momento para sacar ese tema pero es que Antonio no entiende lo que está pasando.

Ella no se inmuta.

- Sí, dentro de una semana ¿por?

- No entiendo qué hacemos aquí entonces.

Ella levanta un poco el culo y sitúa la verga a la entrada de su coñito. Con cara de vicio, se restriega con el glande, bañándolo con sus jugos. Y cuando lo ha humedecido, se sienta sobre él introduciéndose el falo hasta el final.

- ¿Lo entiendes ahora? - pregunta con una cara de vicio tras la que le cuesta reconocer a esa chica que él creía recordar. Continúa follándolo lo poco a poco, con movimientos suaves, mientras se deja caer con todo su peso encima y con una mano se pellizca un pezón.

Antonio gime, es demasiado para él, no sabe si está todavía durmiendo o despierto ¿es verdad esto? Nota un cosquilleo electrizante en los testículos que sabe que antecede a la eyaculación, sobre todo en aquellos momentos en que está muy excitado. La empuja a un lado y María lo mira con cara de disgusto, mientras se incorpora y mira en el cajón de dónde ella saco anoche los condones.

- ¿No tienes más? – pregunta.

- Si no hay ahí, no quedan...

Antonio resopla enfadado.

- Joder, pues voy a tener que ir a buscar a ver si tienen abajo, en el bar del hotel - y se levanta, pero entonces, ella le corta el paso y lo besa fuerte en la boca:

- Ven.

- ¡Qué dices! ¿Estás loca?

- Ven te digo - le ordena y se pone a cuatro piernas sobre la cama con el culo levantado y los muslos separados ofreciéndole su sexo - ¡Tómame ahora mismo!

Antonio vacila un instante pero de nuevo su cuerpo actúa sin esperar a su cerebro. En un momento está bombeando fuerte muy dentro de ella, tan fuerte que espera que de un momento a otro, María le pida que pare, pero no lo hace, al contrario, vuelve a gritar, a jadear. Se llegue y gira el cuello buscando su abrazo y su boca. Antonio se la deja metida y la besa mientras con el brazo le aprieta a los pechos, apretando su pubis contra las nalgas de su prima. Se comen la boca mientras ella intenta mover el culo y entonces Antonio avisa:

- Me voy a correr.

Pero ella no se separa, al contrario, estrecha aún más el contacto, lista para recibir su descarga. La corrida es brutal y ella continúa pegada sin separarse ni un milímetro, fundiéndose con él y recibiéndolo en su interior, tratando de hacerse un solo cuerpo. Pasan los minutos así acoplados. Hasta que María, definitivamente, cae sobre la cama incapaz de mantener más tiempo la posición. Se gira abriéndose de piernas: el semen blanco chorrea y resbala por su perineo mojando la sabana. A ella no le importa.

- Ven - le pide. A Antonio se le ha bajado un poco la erección. Esa imagen de su prima, obscenamente abierta y rezumando esperma lo vuelve loco, pero el orgasmo ha sido brutal y se ha vaciado entero, le cuesta volver a ponerse. Ella está como con fiebre, tiene la urgencia que le marca el deseo y hace desaparecer la verga en su boca apenas se acerca. La chupa como sí dependiera de ella para respirar. En unos minutos recupera totalmente la erección y María del Pilar le pide que la vuelva a follar. Así con esas palabras. Sin enmascarar lo que desea. Clara y rotunda. Él se la le introduce, entra como un dedo en mantequilla derretida en la vagina aún lubricada por el semen, del que queda una buena cantidad dentro. Le falta una semana para casarse y allí está: copulando a pelo con su primo, gritando otra vez como una loca y con sus damas de honor en las habitaciones contiguas, posiblemente oyéndola correrse por última vez con un gemido agónico y prolongado.

Unos días después Antonio asiste con sus padres a la boda. Hay momentos de embarazo cuando le presentan al novio. Trata de controlarse, maldiciendo porque él no quiere estar allí. Pero a ver cómo justifica su ausencia sin delatarse. Cuando María del Pilar pasa con el velo junto al banco donde él se encuentra, camino del altar, no lo mira pero Antonio cree que ella sabe perfectamente que está allí. Durante el convite tampoco intercambian palabra, ella se limita a darle las gracias a sus padres por venir y a él también. Antonio asiente y le da un beso en la mejilla que ella le pone.

No le salen las palabras, no es capaz de felicitarla.

Es luego, durante la celebración en la discoteca del salón de bodas, con todos ya un poco borrachos y los mayores habiéndose retirado a las casas o al hostal, cuando una de las damas de honor se dirige a él y le pregunta si no va a sacar a bailar a la novia. Él no sabe que contestar y también ignora qué es lo que saben sus amigas. Es entonces cuando María del Pilar parece adivinar lo que está pasando. Se le acerca y tira de él hacia la pista de baile aprovechando la tercera canción lenta que ponen y el bajón del novio, que ha tomado ya demasiado alcohol para seguir dando vueltas en la pista.

- Quiero bailar con mi primo - informa a su ya marido - es el único de los chicos que hay aquí que todavía no me ha sacado.

Antonio está cortado: la situación no acaba de gustarle y sin embargo allí está dejándose mecer al ritmo de la música y llamándose a sí mismo gilipollas una vez más, por no haber puesto tierra de por medio en todas las ocasiones que ha tenido a lo largo del día de desaparecer. A esas alturas ya quedan pocos y cada uno a su rollo, no es el primero al que la novia le concede un baile y pocos se fijan en ellos, si acaso sus amigas que echan una mirada de vez en cuando e intercambian una sonrisa entre ellas. Antonio procura mantener la distancia pero es inevitable que los cuerpos se rocen, aún debajo de la tela gruesa del vestido de novia es capaz de percibir un latir, una pulsión que se une a la suya que retumba en sus sienes. “¿Es que nadie más la oye?”, se pregunta incrédulo. Cuando acaban, ella se quita uno de los jazmines que adornan su trenzado y se lo coloca en la solapa. Hace como que le va a decir algo al oído y rápidamente deposita un beso en su mejilla. Luego murmura un simple “gracias”. Es la única palabra que han intercambiado en toda la jornada. Después, vuelta a la ciudad, cada uno a lo suyo, María del Pilar a su nueva vida de casada y Antonio a continuar con la suya de soltero.

- Y desde entonces ¿nada más? - Le preguntó Idoia, ansiosa de noticias.

- Así hasta hoy.

Pero no, no fue ese el último episodio de la historia. No se lo quiere contar a su novia, se lo guarda para sí mismo. Es con lo que le ha contado hasta ahora y ella se ha puesto como una moto, incluso en alguna ocasión planteando la absurda idea de montar un trío, como para darle más alas. No necesita echar más leña al fuego contándole la traca final. Porque hubo otro encuentro con María del Pilar. Uno en el que rompieron cualquier convención y cualquier límite que les pudiera quedar.

Fue dos años y medio después de su boda y sin haberla vuelto a ver, teniendo solo alguna que otra llamada formal como forma de contacto. Su prima viene a casa, lo hace acompañada de su madre y embarazada de seis meses. Tenía que hacerse una prueba y le habían recomendado un médico de la ciudad con el que había cogido cita. Querían aprovechar también para hacer unas compras relacionadas con el bebé que estaba esperando. La oferta de complementos en el pueblo era muy restringida y Pilar quería visitar varias tiendas. En fin, apenas poco más que un día y una noche que pasarían en su casa como invitadas.

Él estaba un poco nervioso, ni mucho menos se había olvidado de su prima, pero ya no tenían esa comunicación y no sabía que podía esperar ¿Habría cambiado? ¿Sería ya una persona extraña y distinta a la que había conocido?

Cuando llegó de trabajar por la tarde, ellas ya llevaban todo el día allí y habían solventado el trámite de la consulta y las compras. María del Pilar se echó en sus brazos nada más verlo llegar, eliminando cualquier prevención o resquemor que pudiera albergar Antonio. Un abrazo cálido y prolongado que pretendía ser de primos que se estiman y se echan de menos, pero tras el que había más, mucho más, como siempre que se encontraba con su prima.

Cuando se separaron la tomó de las manos y la miró de arriba abajo. El plano general le permitía apreciar una tripita ya muy pronunciada que había notado perfectamente al abrazarla, un poco más ancha de caderas y la cara algo más redonda, los pechos hinchados, las mejillas sonrosadas. Tenía una luz especial que parecía manar de su rostro, no sabía si por su próxima maternidad, por la alegría de reencontrarse o por todo junto.

- Te veo guapísima ¡qué bien te sienta la maternidad! - fue lo único que se le ocurrió decir y era evidente que no mentía: sus ojos y su cara acompañaban cada gesto, ubicándolo y reafirmándolo.

Y así pareció entenderlo su prima que alcanzó a ruborizarse un poco, sabiendo que el cumplido le salía de lo más profundo y era tan verdad, como que ella todavía era capaz de ponerlo nervioso con su sola presencia.

- ¡Qué va! si estoy gordísima y deformada, vaya cara de pan que se me ha puesto.

Esta vez no pudo hablar, simplemente se limitó a negar con la cabeza dejando que fueran sus ojos los que lanzaran el mensaje que ella captó al instante. Luego saludó a su tía y apenas tuvo tiempo de más, porque María del Pilar lo arrastró a la calle.

- Pero ¿dónde vais? - dijo su tía - estás loca, si llevas todo el día andando y de pie…

- Tengo un antojo: llevo meses suspirando por uno de los pasteles que hacen en la plaza mayor, de bizcocho regado de anís y mi primo me va a llevar a que me coma uno ¿verdad?

- Pero deja al chico que no ha tenido tiempo ni de ducharse…

- No importa tía, no me cuesta nada acompañar a mi prima. Si es un antojo yo le doy el gusto, no vaya a ser que el niño le salga con un lunar en la frente.

María del Pilar coge su bolso, el abrigo y se cuelga del brazo de Antonio.

- ¿Pero dónde vas con el abrigo?

- Por si refresca mamá, que igual invito a Antonio a cenar ya que es tan amable de llevarme a la merienda.

- Pero hija ¿cómo que vais a cenar?

- Mamá, que llevo muchos meses en el pueblo sin divertirme y ahora con el bombo cada vez más grande no voy a poder ya ni salir casi de casa, así que déjame que me distraiga un poco. Solo quiero darme una vuelta por el centro con mi primo, con esta barriga no voy a ir muy lejos…

- Deja a los chicos que se recreen - le dice su hermana - estos dos son como hermanos, siempre se han llevado muy bien.

Sí, como hermanos, rumia Antonio que pesar de todo no tiene muy claro a qué atenerse con María del Pilar ¿Cuáles son sus verdaderas intenciones? Con esta chica nunca se sabe aunque supone que ha sido sincera, simplemente debe estar muy aburrida en el pueblo y más en su estado.

Tras un breve paseo se toman unos pasteles, con chocolate caliente ella y café con leche él. Charlan animadamente: a María del Pilar le falta tiempo para ponerlo al día de todos los detalles de su vida de casada y de las últimas novedades del pueblo, y también, de los planes para cuando dé a luz. A su vez, lo abruma con preguntas sobre su trabajo actual y sobre todo sobre su situación sentimental.

- ¿Aún sin novia? - Le dice con un tono que pretende ser de reproche pero con sus ojos desmintiendo la regañina, mientras brillan al saber que sigue sin compromiso.

Después pasean por el centro, cogidos del brazo como si fueran una pareja, cosa que no parece molestar a su prima que está feliz pasando de una tienda a otra. Más tarde, ella se queja de sus tobillos, ahora hinchados por la caminata y el peso que ha cogido en los últimos meses. Antonio propone descansar un poco, quizás su prima quiera volver a casa y tenderse un rato en la cama.

- Oye, ¿no estaba por aquí el hotel donde estuvimos en mi despedida de soltera?

Antonio se estremece: hasta ahora habían evitado el espinoso tema, pero ella lo pone encima de la mesa sin ningún tapujo ni aparente remordimiento.

- Sí, está aquí al lado ¿por qué lo dices?

- Las camas eran muy cómodas y tengo muy buenos recuerdos: en esa habitación me lo pasé muy bien ¿No sería divertido volver al mismo sitio y descansar allí?

- Estás loca ¿vas a pagar un hotel para descansar un rato?

Ella lo mira y se pega a su costado abrazándose.

- Venga, yo te invito. Podemos preguntar si tienen la misma habitación.

Antonio duda ¿realmente está proponiendo lo que parece? Joder, no quiere meter la pata y menos con la chica embarazada de seis meses. A ver si algún equivoco no le va a suponer una movida familiar... Pero ¿qué mayor equivoco que lo que ya hicieron juntos la víspera de su boda?

- No te gusto, ya no te gusto porque estoy gorda y preñada - dice ella sin separarse de él haciendo un mohín.

- ¿Pero qué dices? ¡Si estás más guapa que nunca! – Contesta impulsivamente para placer de María del Pilar que entonces lo toma de la mano y tira en dirección al hotel, demostrando que sabe perfectamente dónde está y que no es casual que sus pasos los hayan llevado a ese lugar ¡Vaya con su prima! ¡Si lo tenía todo calculado! piensa con admiración Antonio.

Entran y ella toma de nuevo la iniciativa.

- Disculpen ¿tienen libre la habitación 102?

- Un segundo - responde el recepcionista que tras comprobarlo contesta que sí, que está desocupada.

- Pues haga el favor de dárnosla - exclama mientras saca el DNI para registrarse – Mira, es que esa habitación es muy especial para nosotros, allí pasamos nuestra primera noche de casados - miente mientras observa la reacción de Antonio que se pone colorado por su descaro.

- Muy bien señora, pues les deseo una feliz estancia - dice mientras le tiende la tarjeta para abrir la puerta con una sonrisa.

- Si no te importa prefiero dejar pagada la habitación, por si salimos luego con prisas.

- ¡Cómo no! - afirma el recepcionista. Ella paga en metálico y le suelta un “yo invito” al oído a Antonio, mientras le besa la mejilla.

Al llegar a la habitación se repiten roles respecto a la situación, como en aquella ocasión hace algo más de dos años: María del Pilar se muestra juguetona y provocadora a la par que confiada y segura. Tiene claro lo que quiere y con quién lo quiere. Él sin embargo, está inquieto, igual que un párroco en un burdel. Tiene claro su deseo pero no consigue evitar ese profundo resquemor que le dice que lo que hace no está bien. Es su prima, está casada y para más inri, embarazada hasta las trancas ¿Alguna transgresión más Antoñín? se pregunta usando el diminutivo con que aún lo conocen en el pueblo.

Menos mal que está ahí ella para quitarle hierro al asunto “¿estamos a lo que estamos o qué? ¿A estas alturas todavía haciéndonos pajas morales?” parece querer decirle con la mirada y la pose desafiante. Lentamente se va quitando la ropa y mostrando parte a parte de su cuerpo, para que Antonio pueda calibrar los cambios que ha experimentado.

Sus pechos son todavía más grandes, con el pezón en punta (y mayores que se pondrán cuando empiece amamantar y se llenen más de leche) y se mantienen erguidos tal y como él los recuerda. Su vientre abultado atrae su mirada, posándose en su ombligo que él recordaba pequeño y hundido, y que ahora sin embargo forma un gran garbanzo hacia fuera. Debajo su sexo, ahora con mucho vello desordenado y formando caracoles, pero que sigue siendo carnoso y dulce, como el mismo Antonio podrá comprobar en breve.

Ella espera un gesto, parece decir “así soy ahora ¿qué te parece? ¿Te sigo gustando?” Él se ve impelido a hacer ese gesto, a decir lo que piensa:

- Eres maravillosa – susurra a la vez que le acaricia la cara.

Ella lo mira, ahora con ojos turbios y acuosos. No duda en tomar la iniciativa. Se aproxima a Antonio y tras reclamarle un primer beso comienza a quitarle la ropa.

María del Pilar se arrodilla y se abraza a sus muslos. Le besa el vientre y poco a poco se deja caer sobre los talones mientras baja hasta su verga. Antonio percibe el aliento caliente que precede al primer beso, a la primera caricia. La lengua de la chica recorre el falo desde los huevos hasta el prepucio solo con la punta, lentamente, un par de veces hasta que al final hace desaparecer el glande en su boca, chupándolo glotonamente mientras él cree morir de placer. La de veces que ha soñado con ese reencuentro, con una situación parecida y ahora ahí está María del Pilar a sus pies, aferrada a sus muslos, haciéndole una felación muy profunda. Le tiemblan las piernas, ella lo nota y deja de chupar. Se la agarra con una mano como si se estuviera sosteniendo y le sonríe desde abajo, con una cara de picardía y de vicio que por algún motivo su protuberante barriga no hace más que evidenciar, añadiendo morbo al morbo.

Él no se atreve ni a moverse y la observa mientras, con cuidado, se incorpora un poco y gatea hasta la cama, ofreciéndole a la vista su culo por el que asoma una mata de pelo que señala el lugar donde se oculta su sexo. Es lo más sensual que ha visto nunca, tiene una erección que casi le duele mientras la polla cabecea como si la buscara. Con movimientos lentos y parsimoniosos se sube a la cama, se gira y se abre de piernas esperándole.

Recuerda aquella vez que la vio en esa cama, en su primer encuentro, cuando se quedaron sin condones, llena de semen y también incitándolo en aquella misma postura. Antonio se acerca y se tumba a su lado, acariciándole el muslo a la vez que la besa en la boca. Luego baja por su cuello y se entretiene lamiendo sus tetas que están hinchadas, con las aureolas alrededor del pezón del tamaño de una galleta María, punteadas de pintitas y con venas que marcan su pecho. Se le están preparando para llenarse de leche y eso enardece aún más al chico, aunque también hace que sienta cierto temor reverencial, o más bien respeto. De nuevo la duda ¿está bien lo que hacen? María del Pilar parece adivinarle el pensamiento: le toma la mano y la deposita sobre su vientre hinchado.

- No temas, soy la misma - le susurra - Esto no cambia nada.

El la acaricia, la palpa como esperando sentir al bebé moverse dentro, pero no nota ningún movimiento, solo la piel estirada, caliente y el vientre duro.

- No eres la misma, eres mejor - balbucea mientras la gira y se abraza a ella desde atrás, besándole el cuello y la cara.

Ella vuelve la barbilla y desde esa postura, un poco incómoda, busca sus labios. Los dos se funden en un beso con lengua húmedo mientras Antonio acomoda su falo entre las glúteos de la chica. Ella empina el culo y lo mueve mientras, con la mano, agarra la polla y la encamina entre sus cachetes. Busca una postura más cómoda, deshaciendo el beso e inclinando el torso hacia delante y así sí, consigue que la picha se sitúe con la punta entre sus labios vaginales. Con la ayuda de Antonio, que empuja suavemente, consigue que entre sin apenas dificultad. El chico la percibe mojadísima mientras entierra la verga en el coñito peludo y caliente.

Luego, la desliza con suavidad atrás hasta casi sacarla y vuelta dentro, hasta que su pubis topa con las nalgas que lo reciben calientes y temblorosas, amortiguando el contacto. Lo hace con un exquisito cuidado, hasta que una impaciente María del Pilar mueve el culo pidiéndole más contundencia. La chica se deshace de deseo y quiere más y más fuerte. Y así se lo pide.

- Más fuerte, por favor, más fuerte - grita dejándose ya de lindezas frente a la indecisión de Antonio que actúa como si pudiera hacerle daño. Finalmente, ella se revuelve anhelante, sacándose la polla se gira y lo empuja para ponerlo boca arriba. Luego, se sube y se empala directamente. El coño rezuma flujos mientras ella comienza una cabalgada furiosa. Antonio se sorprende de tanta brusquedad, de tanta fuerza, de tanto deseo contenido que está liberando.

Mira hipnotizado como los pechos se mueven arriba y abajo, la chica empieza a sudar y las gotas se acumulan en el canal, deslizándose hacia su barriga. Su prima está desbocada y busca el contacto al máximo, como si su vagina hubiera ensanchado y con tanta lubricación le costara sentir su polla dentro.

Pronto, los jadeos se vuelven roncos y cada vez más seguidos, los pechos caen ingrávidos en una muda petición para que Antonio los pellizque, los amase, introduzca los pezones entre las falanges y los aprisione con sus dedos. Ella deja de cabalgar y simplemente se deja caer a peso hasta que su coño toma contacto con los huevos y entonces, se restriega y retuerce manteniéndola enterrada lo más profundo hasta alcanzar el orgasmo. María del Pilar se yergue, escapando los pechos de las manos de Antonio. Se mantiene vertical y levanta la barbilla como si quisiera concentrar todo su eje de gravedad sobre el falo que tiene enterrado en su interior, mientras emite un gruñido salvaje y ahora es ella la que se pellizca los pezones, retorciéndolos y consiguiendo un clímax que le hace casi perder el control de su cuerpo. A duras penas se mantiene sobre su primo hasta que finalmente se echa un lado y cae derrumbada de costado. Antonio se incorpora sobre los codos y puede ver que su verga está llena de hilos de flujo y completamente empapada, toda su entrepierna lo está, igual que si lo hubieran regado con un Squirt.

Increíblemente él ha conseguido aguantar sin correrse. Acaricia la espalda de su prima que un par de minutos después se recupera y se da la vuelta.

- ¡Qué buen comienzo primo! ¡Qué ganas te tenía! - le dice mientras se apoya en su pecho. Antonio reacciona al instante y su pene cabecea nada más siente las tetas tocar su costado. Está hipnotizado por ellas. María del Pilar suelta una pequeña risita:

- ¿Te he dejado con ganas? Pobrecito, bueno, pues habrá que solucionarlo ¿no?

Se inclina hacía su picha dándole el culo. Antonio puede ver ahora de cerca e incluso tocar ese trasero redondo y macizo, en el que asoma la mata de vello. Separa los cachetes con cuidado y recorre con sus dedos la raja hasta llegar a su coñito. Los pelos están revueltos y con pegotes de flujo y semen. Cuando los aparta, puede ver una raja colorada por el frote, con un interior rosa. Siente como ella lo masturba, la tiene tan pringosa que la mano resbala sin dificultad, no obstante María humedece la punta. Cada lengüetazo es un latigazo de placer, después, escupe y frota la saliva con la mano para más tarde volverla hacer desaparecer en su boca, en una garganta todo lo profunda que puede, sin llegar a provocarse arcadas.

Luego, se sube sobre él, pero en postura reverse, dándole el culo. Busca el ángulo correcto y la hace desaparecer de nuevo en su vagina, comenzando a cabalgarlo. Antonio está embelesado, desde esa postura puede ver perfectamente como su polla entra en el coño y como sus nalgas se mueven gracias a que María del Pilar levanta un poco el trasero. Ahora sí, demasiado para él, que se corre sin remedio mientras que ella, para sentirlo, sustituye el mete y saca por un movimiento circular mientras la mantiene bien enfundada en su sexo.

Antonio se vacía entero, aferrado a sus caderas, intentando incorporarse en un arco tensionado de su espalda impulsado por el placer y el deseo de atraerla hacia sí lo más posible. Su prima no tiene prisa, se queda montada inclinada un poco hacia delante, dejándolo disfrutar del momento y contrayendo la vagina para estrujar su verga de forma que echa hasta la última gota. Ella percibe (ahora sí) cada una de las pulsaciones.

Tras un rato, levanta un poco el culo y antes de que la polla se salga, vuelve a bajarlo. Repite la operación un par de veces, juguetona, pero Antonio ya la tiene semiflácida y a la tercera se le sale, acompañada de un borbotón de semen blanco y espeso que cae sobre sus huevos. El coño se mantiene abierto un momento, antes de que el pelo vuelva a ocultar el interior rosado, señalado ahora por grumos de esperma que se quedan pegados al vello.

María se da la vuelta y él casi lamenta perder esa visión privilegiada de su culo y de su sexo desde atrás. Se acurrucan juntos y se abrazan sin hablar: no hay mucho que decir, nunca lo ha habido, entre ellos hay más sensaciones y sentimientos que palabras. Antonio parece comprender ahora lo que su prima ya asimiló desde que planeó su despedida de soltera: no hay nada que justificar, nada que explicar, nada que proponer, solo sentir… disfrutar sin poner condiciones y sin calcular consecuencias. Lo único que les importuna en ese momento es el tiempo, el maldito tic-tac del reloj que avanza y les roba minutos juntos. María del Pilar es consciente y no tarda mucho en restregar su muslo contra la verga, de nuevo erecta, de su primo.

- ¿Otro asalto antes de irnos? - le propone con picardía.

Por toda respuesta él le besa los pechos, se los pellizca con los labios y recorre con su boca el camino hasta su sexo, deteniéndose en la panza a depositar caricias antes de continuar hacia la entrepierna.

- Espera, espera, que voy a lavarme - dice ella entre suspiros, aunque sus dedos se enredan en el pelo de Antonio presionando hacia su coño, contradiciendo sus palabras.

- Tú no vas a ningún sitio - le gruñe él mientras su boca se abre paso entre el pelo hasta esa fuente de flujo y de semen aún reciente. Lame por fuera, busca su clítoris e introduce la lengua en su vagina mientras separa los labios con los dedos para tratar de llegar lo más profundo posible.

Sabe a muchas cosas mezcladas: a flujo acre, a pelo húmedo, a sudor y por supuesto a su leche fresca, pero a él no le importa, los suspiros que comienzan a llegarle de María son néctar para sus oídos. Se vuelve a centrar en su clítoris al que somete a tortura con su lengua, complementando con la introducción de un par de dedos en la vagina. Presiona hacia arriba y ella se mueve acompañando el masaje. Descubre que cabe un dedo más y posiblemente un cuarto, está empapada y dilatada, pero decide no arriesgar y aprovecha con los tres que ya tiene dentro para hacerle un fisting que la vuelve loca. La muchacha grita palabras inconexas mientras mueve su pelvis. Antonio no oye, o mejor dicho, no entiende.

- Cariño... sí... ¡joder! qué bueno... que me corro... - cree poder descifrar hasta que ella explota de nuevo. Se contrae, tiembla, grita, suelta más líquido por su chocho, empapando la mano de Antonio y finalmente estira las piernas y los brazos, agotada y deshecha, mientras su amante retira con cuidado la mano y se limita a depositar un beso en su sensible clítoris, al que ella responde con un estremecimiento.

- Ahora sí que puedes ir a lavarte - le murmura mientras la besa en la mejilla. Ella recupera el resuello como puede y le responde.

- Pero esto habrá que arreglarlo antes ¿no? - dice tomándole el falo con la mano y comprobando que de nuevo está duro. Acompaña el gesto de un beso en la boca, largo y profundo, intercambiando saliva. Cuando se retira le comenta

- Sabe a coño ¿Dónde has estado metido, primo?

- En el mejor de los sitios.

María del Pilar se incorpora poniéndose en pie. Está colorada, el maquillaje ha desaparecido, tiene marcas en los pechos y en los muslos, el pelo alborotado, es decir: está guapísima. Se acerca al borde de la cama y se pone a cuatro, separando las piernas, en una postura tan obscena y provocadora que Antonio tiembla de deseo. Su coño se abre, despegándose los labios mayores y mostrando de nuevo un interior húmedo y palpitante. Las nalgas lo atraen, carnosas y simétricas, invitándolo a la penetración.

- Ven, lléname otra vez.

Antonio no se hace repetir la orden que coincide letra por letra con sus deseos. No necesita humedecer su polla, apenas aprieta el glande contra los labios mojados de su prima que emergen entre los cachetes, estos se abren sin dificultad y engullen la verga. La folla a perrito con ella inclinada, la cabeza sobre las sabanas, su vientre apoyado también en el colchón y el culo en pompa, ofrecida y dispuesta a aguantar el asalto. Antonio se acelera, ya no tiene miedo de hacerle daño, toda precaución se desvanece y la folla con ansiedad, casi con violencia. Ella gime, pero no es un grito de dolor ni de molestia, se está excitando de nuevo. Le gusta lo que está pasando, le pone que Antonio haya perdido los papeles, que embista ciegamente, aunque ya ha tenido su segundo orgasmo y le cuesta llegar, pero la sensación es placentera y morbosa.

Él, sin embargo, se corre de inmediato. Demasiado para aguantarse. Con un quejido ronco la aprieta contra sí, clavándosela hasta lo más hondo y notando sus testículos contraerse mientras vuelve a soltar su leche dentro de María. Se quedan así un rato, como dos perros encelados. Ella vuelve a echarse de costado cuando finalmente se separan y se gira. Su sexo queda otra vez ofrecido a la vista impúdicamente, con las piernas flexionadas, los labios del coño aún abiertos y un nuevo reguero de semen corriendo desde su vagina hasta el perineo, mojando la sabana. Otra imagen para la posteridad que graba a fuego Antonio y que la recordará siempre que busque en su memoria los momentos más tórridos con su prima. Le gustaría quedarse ahí, con ella, recreándose la vista y el resto de los sentidos pero se les hace ya tarde, muy tarde para justificar más retrasos al volver a casa. María también se activa, se mueve al baño y se da una ducha. Para no perder tiempo Antonio se asea en el bidé y lavabo, pero sin perderla de vista. De hecho se queda de pie, desnudo, mirándola vestirse. Ella sonríe y coquetea un poco, satisfecha de tener a Antonio rendido a sus encantos. No sabía cómo iba a reaccionar al verla tan embarazada, se siente gorda, pesada y no demasiado sexy, pero sale de aquella habitación satisfecha por la sesión de sexo y empoderada.

Los dos llegan de muy buen humor a casa, recibiendo la mirada escrutadora de la madre de María, que se huele el desaguisado aunque no puede demostrar nada. Nuevamente la madre de Antonio trata de quitar hierro al asunto, incapaz de creer que su hijo sea capaz de meter la polla en olla ajena, o al menos haciendo como que no se lo cree.

Se toman una cena fría, justificándose en que han estado de tiendas y apenas han podido picar alguna tapa. Cuando se acuestan, Antonio no puede conciliar el sueño. Sabe que apenas un tabique lo separa de María del Pilar ¿Dormirá ella?

Sí, sí que lo hace, al menos al principio. Está agotada por el día intenso y todas las emociones vividas. Follar a gusto y con deseo también cansa, piensa divertida antes de cerrar los ojos. Pero ya de madrugada, la presión sobre su vejiga la despierta. Cuando esté de siete meses va a tener que vivir sentada en el wáter.

Tras mear de forma prolongada, se limpia y bosteza sentada en la taza. Le va a resultar complicado coger de nuevo el sueño, conforme el embarazo avanza, duerme cada vez peor. Entonces se le ocurre una maldad. Asoma la cabeza al pasillo y fija la vista en la habitación de su primo. Es de madrugada y no se oye ningún ruido, todos están durmiendo. Camina pegando el oído al pasar por la puerta de la habitación de su tía, de la que sale algún ronquido acompasado. En la de Antonio no se oye nada ¿Por qué no? piensa. El riesgo la excita. Si no fuera suficiente morbo lo que han hecho ya, meterse en su cama con toda la familia allí supone romper todas las barreras.

A María del Pilar le cuesta creer lo que está a punto de hacer. Es como si fuera otra persona. Jamás se atrevería a algo así en el pueblo pero, precisamente por eso, es todo tan excitante. Quiere a su marido pero lo cierto es que después de dos años de matrimonio la aburre en la cama. Ahora más: tiene la absurda teoría de que no se puede follar estando tan avanzado el embarazo, de que no es bueno. Si por lo menos tuviera arte con la lengua o con los dedos sería pasable, pero su marido tiene poca iniciativa para todo lo que no sea en embestir de frente. Y con su primo siempre ha sido especial. Es un rollo aparte, ella se transforma cuando está con él o tiene la posibilidad de estarlo. Se pone en modo de hacer locuras, a veces casi sin pensar en las consecuencias, como la que está a punto de perpetrar esa madrugada.

Un sorprendido Antonio, que sigue sin poder dormir, ve abrirse la puerta y como una sombra se escabulle dentro de la habitación para volver a cerrarla con mucho cuidado. Ni por un segundo duda de quién se trata. Su prima llega hasta él con un largo camisón y descalza. Se mueve sin hacer ruido, aparta la sabana y se mete con él en la cama.

- ¿Qué haces? ¿Estás loca? - susurra en voz muy baja.

- Será solo un momento, fui al baño y se me ha ido el sueño, solo he venido a darte un beso de buenas noches por si mañana no nos podemos despedir.

Antonio está caliente y ella fresca por el paseo fuera de la cama y haber andado descalza. María se aprieta contra él y Antonio la abraza para calentarla. De nuevo, la barriga que se interpone entre ambos lo excita ¿Que tiene esta chica que le gusta en todas las formas y situaciones? Intenta hacerla desistir de la travesura:

- Si se despierta tu madre y ve que no estás…

- No seas miedica, es solo una visita de cortesía - dice ella mientras le mete mano al paquete, provocándole una erección instantánea.

- ¡María!

- ¡Cállate que nos van a oír! - dice mientras lo masturba y para evitar que siga recriminándola, lo besa.

Antonio deja de protestar y le acaricia los pechos, no tiene voluntad cuando se trata de su prima. Si ella se lo pidiera sería capaz de follársela encima de la mesa del comedor delante de toda la familia.

María se levanta, se sube el camisón hasta la cintura y se quita las bragas que deja tiradas en el suelo. Luego aparta la sabana y bajándole el slip a su primo, se sube encima abriéndose de piernas. Una vez más, la verga se desliza en su interior sin ningún problema: vuelve a estar mojada. “Es tan bueno” piensa Antonio… “joder ¿cómo puede dar tanto gusto?”. Ella lo cabalga despacio para no hacer sonar el somier, sin quitarse el camisón. Diez minutos de lento vaivén, de movimiento suave mientras ella se acaricia el coño por debajo de la barriga, usando sus dedos para darse placer.

Le cuesta contener los jadeos pero al final consigue correrse sin formar demasiado alboroto. Se deja caer sobre su primo que la coge entre sus brazos. La erección es tremenda y cada latido de su corazón se transforma en una palpitación de su polla. María del Pilar se incorpora un poco y poniéndose a cuatro patas deja que la verga salga de su vagina. Baja por el pecho del chico repartiendo besos hasta llegar a su vientre, continuando luego hasta abrazar con sus labios el falo. Lo chupa con cuidado, despacito pero profundamente, introduciéndosela todo lo que puede en la boca. Alterna con la mano, pajeándolo, mientras le come los huevos.

Le hubiera gustado recibirla otra vez dentro, que se corriera en su coño, pero no es cuestión de ponerse ahora (a las tantas de la madrugada), a lavarse en el bidet. Aquello es mucho más práctico y seguro que le gusta a Antonio, piensa mientras se la mete otra vez en la boca. Chupa y masturba a la vez, y pronto nota como se tensa. Ella aguanta sin dejar de succionar, dispuesta a recibir todo lo que mane de su capullo. Cuando Antonio es consciente de lo que va a pasar se derrite de placer. Un chorreón de semen sale disparado hacia la garganta y luego otro, y otro más. María resiste el envite a pesar de que la primera lechada le ha llegado hasta el estómago y está a punto de provocarle un acceso de tos. Saca la vega hacia fuera para dejar solo la punta dentro y ganar espacio, y así recibe el resto de la eyaculación que se va distribuyendo por su lengua y por cada rincón de su boca. No puede evitar que rebose un poco, cayendo por su barbilla a la sábana y pegándose al falo y a los huevos del chico.

Ella aguanta sin retirarse hasta que Antonio acaba del todo y luego, continúa regalándole la mamada más épica que le han hecho en su vida. Le limpia la polla y los testículos también, tragándose todo lo que su lengua va recogiendo.

Apenas han tardado veinte minutos pero los dos han quedado satisfechos. Ahora es ella la que recupera el conocimiento y la responsabilidad:

- Será mejor que me vaya…

El asiente. Se dan un último beso antes de separarse: la boca de María sabe a su semen. Es el último recuerdo sexual que tiene de ella. Cuando se levanta para ir a trabajar, ella duerme y para cuándo vuelve a casa, ya se ha ido.
 

sweetluis5g

Virgen
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Este sí que fue el punto y final. La maternidad cambió a María del Pilar. Como suele suceder, sus instintos se aplacaron y se dirigieron al cuidado de su hijo y a que su entorno fuera estable. Fases de la vida. Ella siempre había tomado la iniciativa en sus encuentros, planificando y forzando las situaciones y sin ese empuje no hubo apenas posibilidades de repetir ninguna cita. Por otro lado, Antonio se había echado su primera novia y se creía enamorado, así que tampoco hizo por crear oportunidades. Esa chica le duro poco, fue solo un flash del verdadero querer que le llegó un par de años después y tras alguna relación más esporádica: su chica de ahora, Icíar, que es aquella que precisamente quiere resucitar todo eso.

Desde ese día se han visto contadas ocasiones y desde luego no han vuelto a estar juntos, afirma Antonio ante las insistentes preguntas de Icíar, obviando mencionar el encuentro con una María del Pilar embarazadísima.

-Pero ¿no te gustaría volver a estar con ella? - inquiere y él la mira con cara de “¿pero qué pregunta es esta?”

A Antonio le incómoda cada vez es más este tema:

- Si lo sé, no te cuento nada - afirma en repetidas ocasiones cuando ella le pide que le vuelva a narrar todo porque le fascina esta historia.

Y no, no ha sido fácil reconstruirla en todos sus detalles. Ha tenido que ponerse pesada hasta la saciedad para conseguir arrancarle cada vez un trocito de lo sucedido a su novio y luego, hay cosas que conociéndolo, ha tenido que reconstruir ella sola. Hay partes de este relato qué son más de Icíar que de Antonio, pero que a ella la hechizan igual.

- ¡Qué fuerte! - piensa con el subidón de adrenalina que le provoca el revisar los hechos. Una semana antes de su boda, sexo sin protección, una noche de locura, el último baile juntos… ¡si parece una puta telenovela!

Está impactada ¡Cómo le gustaría haber tenido una experiencia tan brutal como esa! Se imagina siendo la novia infiel, o a veces en el papel de seductora, siendo ella la que se folla al novio unos días antes de su boda. También se imagina viéndolo todo de testigo, disfrutando en directo todo lo que pasó aquel día e incluso participando. Esta parte la pone especialmente: es la que da el mayor subidón. Le gustaría formar parte de aquello, introducirse entre ellos dos, vivir su pasión alocadamente, hacer un sándwich con ambos, montar un trío. Todas las variantes la ponen pero últimamente se centra en el trío con su novio y otra chica. Quizás porque piensa que es lo que menos rechazo le provocaría a Antonio. Joder, ¿qué tío no ha tenido ese sueño? Y la posibilidad de que algún día se pudiera convertir en realidad la pone. De todas las fantasías, es la que cree que tiene más fácil llevar a cabo.

A veces piensa que va demasiado lejos en sus imaginaciones pero ¡qué coño! ¡Para eso son fantasías! ¿No?

Y Antonio que no sabe nada de esto pero que, a estas alturas, ya debe sospechar que a su chica le ponen según qué temas, por el interés que se toma en que le cuente detalles y la manía de sacarlo a veces antes de hacer el amor, como está pasando hoy. Pero parece que esta tarde no está por la labor. Ya han revisado su historia un montón de veces y esta vez parece que se raja. Él no tiene tanta imaginación como Icíar “¿por qué no simplemente pueden ponerse a follar y ya está?” parece pensar. Pero ella no da su brazo a torcer: si algo se le pone en el coño, a cabezona no le gana nadie. Así que tira por otro lado y explora nuevas posibilidades.

- Oye ¿jugamos a verdad verdadera?

- Te he dicho que no me apetece hablar de mi prima.

- Venga, solo una pregunta cada uno y te prometo que la mía no va a ser sobre tu prima - dice mimosa mientras vuelve acariciarle el vientre. Antonio parece pensárselo un momento, la conoce bien y sabe de su cabezonería, pero también sabe que cumple su palabra.

- Bueno, vale.

- Venga: pregunta tú primero.

- ¿Que te traes entre manos?

- Jajaja ¿esa es tu pregunta? Bueno, pues te contesto con la mía: A ver, lo que yo quiero saber es cuáles son nuestras fantasías sexuales más interesantes ahora mismo. Tú me dices lo que más te pone, lo que más te gustaría hacer y yo te respondo con la mía.

- Mi fantasía sexual más importante ahora es echar un polvo contigo y dejarnos de tanta tontería - comenta Antonio escamado, barruntando la encerrona.

- Pues si quieres que el polvo sea intenso y bueno vamos a jugar un poco ¿no? es que eres un soseras, hijo. Venga ¿qué te pone que no me hayas contado? Palabrita del niño Jesús que esto no sale de aquí. Dime eso que quieres hacer y que se te ha pasado por la cabeza pero no te has atrevido a pedir: ¿Un masaje prostático? ¿Participar en una orgía? ¿Probar un poco de rollo con otro hombre?

- No me gustan los hombres.

- Bueno, por eso hablaba de fantasías, para probar.

- Pero es que no me gusta nada de lo que has dicho…

- Pues hijo, opina tú. Yo solo daba ideas para animarte.

- Pero ¿por qué hay que complicar tanto las cosas? a mí me apetece estar contigo y ya está, estoy a gusto, me gusta lo que hacemos, eres buena en la cama y además nos queremos ¿no?

- Claro, eso sí que sí, no lo dudes.

- Pues entonces no necesito más.

- Pues entonces acabarás aburriéndote de mí ¿No te gustaría poner un poco de pimienta en nuestra relación? ¿Hacer algo distinto?

- Ya: algo distinto... - Refunfuña él entre dientes viéndola venir.

- Mira que te pones tenso cuando hablamos de estos temas – susurra Icíar mientras su mano llega hasta su pene y lo acaricia suavemente - Yo intentando que disfrutemos y tú siempre a la defensiva - dice mientras lo agarra y lo masturba mansamente.

Antonio suspira mientras ella, sin dejar de masturbarlo, recorre su vientre con la boca hasta llegar a su falo que besa con ternura. Luego saca un poco la lengua y lo recorre en su longitud lentamente, estimulándolo a la vez que continúa con el masaje.

- ¿No me preguntas cuál es mi fantasía? - dice solo un segundo antes de hacer desaparecer su glande en la boca, envolviéndolo con su lengua.

- Uffg - jadea Antonio mientras se tensa y esta vez es por el placer.

- ¿Cuál, cuál es tu fantasía? - consigue articular.

Ella la saca un momento de la boca y le pregunta:

- ¿Te sigue gustando tu prima? - Para acto seguido volver a introducirla recorriendo el tallo hasta llegar casi a los huevos y aguantando ahí unos segundos.

- Sí, digo no, bueno, quiero decir que me gustaba.

Icíar se retira y dejando la polla llena de saliva. La coge con la mano y resbala, lo que aprovecha para hacerle una paja ya en toda regla.

- No mientas, seguro que te la volvías a follar

- No sé nada de ella... Y ahora estoy contigo.

- ¿Eso es que no o que sí? - pregunta ella mientras le chupa un testículo, apretándoselo con los labios para luego volver a recorrer el falo con la lengua hasta el prepucio - ¡Venga! Dímelo, no me voy a enfadar ¿no ves que a mí me pone todo esto?

- ¡Estás loca! - gruñe Antonio aunque es incapaz de retirarse. Tiene que reconocer que Icíar lo está haciendo muy bien. El morbo y el placer que le provoca van de la mano y se deja llevar.

- Sí, sí me gustaría volver a follarla ¿es eso lo que querías oír? pero no lo voy a hacer aunque pudiera.

- ¿Y si te dijera que a mí no me importaría? Siempre que yo participara, claro - Y tras decir esto se la vuelve a introducir, chupando con fuerza mientras con la mano en la base del falo lo pajea.

Antonio se corre sin poder evitarlo. Apenas recibe Icíar el primer chorro de semen en su boca, aprieta con sus dedos, deja de mamar formando con sus labios un cerco y succiona sin dejar escapar una gota. La eyaculación es larga y abundante, piensa satisfecha. Ha conseguido poner muy cachondo a su chico. Traga lo que puede y cuando él acaba, todavía le queda un resto en la lengua que le enseña con cara de vicio antes de relamerse y engullirlo.

Antonio se queda agotado y flojo con los ojos mirando hacia el techo, mientras Icíar se aprieta contra su costado y le echa el muslo por encima de la pierna.

- ¿Lo decías en serio? - rompe por fin el silencio - lo del trío, digo.

- Bueno, me has preguntado por mí fantasía. Pues sí, la verdad es que eso me excita.

- ¿Eres bisexual? - pregunta Antonio sorprendido.

- Todas las chicas lo somos un poco ¿no? - comenta ella tratando de llevarse el agua a su molino - Pero no te preocupes que no van por ahí las cosas. No es tu prima la que me pone. Es la situación, es ver tu cara mientras te damos placer, que tú me lo des a mí... Ya sabes...

- No, no sé…

- Pues que tu lengua lama mis pechos después de haber tenido otros entre tus labios, que tu pene aun chorreando de otra vagina entre en la mía, chuparte los dedos y notar el sabor a otra mujer… Que igual que yo me he calentado viéndoos follar, ella ahora observe como me lo haces... Que vea cómo fornica una pareja enamorada y además con el subidón del morbo por lo que acabamos de hacer…

- Pero mi prima...

- ¡Ostia Antonio, que me da igual tu prima! Lo suyo me pone porque me parece muy morboso lo que hicisteis, pero ya está. De hecho preferiría que fuera alguien ajeno a nosotros, que no quiero que te enamores de otra. Solo estamos hablando de sexo.

- ¿Solo de sexo?

- Pues claro. Dime la verdad: ¿a ti no te pone nada de lo que te estoy diciendo? si es así, se acabó el tema.

El no niega pero le cuesta reconocerlo. Icíar se da cuenta. Y se pega de nuevo a su cuerpo, acariciando y besándolo en la boca, un beso húmedo, largo e intenso. Cuando se separan los labios le hace un gesto con la barbilla y él, al final, transige con un débil sí apenas susurrado.

- ¿Qué has dicho?

- Que sí.

- Que sí ¿Qué?

- Que me pone.

- ¡Venga! quiero oírte decir que es lo que te pone…

- Montármelo contigo y con otra chica a la vez.

- ¿Tener dos coñitos para ti en la misma cama?

- Si.

- Pues dilo así, con palabras guarras y sucias, que para eso son fantasías.

- Me gustaría tener dos coños para mí, para hartarme de follarlos.

- ¿Y cómo lo harías?

- Os pondría a chupar a las dos a la vez.

- Sigue, vas bien - dice Icíar mientras se toca entre las piernas.

- Luego, os pondría a cuatro patas las dos juntas, culo pegado a culo y empezaría por metérsela a ella.

Icíar gime y coge la mano de su chico colocándola en su sexo ya húmedo. El sigue por donde ella lo ha dejado, introduciendo un par de dedos y haciéndole un pequeño fisting como sabe que a ella le gusta.

- ¿Por qué a ella? - pregunta entre suspiros y jadeos.

- Porque quiero que tú veas como me la follo y porque quiero dejarte para el final. Aunque lo que hago es sacarla en un momento dado y te la pongo en la puerta de tu vagina. Estás tan caliente y mojada que entra del tirón.

- Me estás poniendo mala - gime Icíar.

- Luego la saco y se la vuelvo a meter a tu amiga, que lleva un rato pidiéndome que vuelva a estar dentro de ella.

- Pero tienes los huevos llenos de leche y estas follándote a otra chica ¿tú crees que aguantarás?

- Lo intentaré…

- No creo que aguantes: es un cuerpo distinto y está a cuatro patas jadeando. Le estás dando gusto y eso te pone a cien. Cuando notas que ella se corre, seguro que te vas tú detrás – afirma ella entre estremecimientos de placer y roncos jadeos.

- Tienes razón. Me corro y le vacío los huevos dentro. Mientras, ella también se corre con un alarido.

- Y yo ¿qué?

- Tú te masturbas mientras miras. Entonces, yo me voy recuperando, le pido a ella que me la chupe, que me la dejé bien mojada y lista y cuando estoy bien empalmado es tu turno – Antonio aparta la mano y lo que antes ocupaban los dedos ahora lo ocupa su verga, que se introduce entre los muslos de su novia mientras esta gime de gusto.

- Y entonces copulamos delante de la chica…

- Sí, pero es un polvo mucho más prolongado porque yo ya no tengo prisa y puedo aguantar. Le damos todo un espectáculo de cómo folla una pareja enamorada. Ella se vuelve a poner caliente y se toca: me pide con la mirada que le haga lo mismo pero yo estoy contigo hasta el final, hasta que los dos nos fundimos en un orgasmo que hace que se nos vaya la olla…

- Siiiiiii - grita ella mientras se corre con los movimientos frenéticos de la pelvis de su chico. Las piernas de Icíar se retuercen atrapando la mano de Antonio y todavía levanta el culo cinco o seis veces, mientras el orgasmo la recorre desde los pies a la cabeza en una explosión brutal que la deja desmadejada.

Él se vuelve a tumbar mientras la mira incrédulo por la corrida que se acaba de pegar.

- ¡Joder Antonio! – Suspira - ¡qué bien! Cariño, ha sido increíble…

- Oye ¿de verdad va todo esto en serio? - pregunta él cuando ella recupera cierto conocimiento...

- Solo estamos jugando, no te preocupes ¿acaso no te ha gustado?
 

sweetluis5g

Virgen
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Pasado un mes, ese juego se había convertido en habitual. Como sucede con todas estas historias, una vez que se normalizan dejan de llamar la atención y simplemente te puedes concentrar en disfrutar. Icíar tiene que reconocer que las disfruta y para su regocijo Antonio también. Su mente no para de bullir, parece que esto ya no es suficiente para mantener el subidón. El cuerpo, cuando normaliza algo, también se acostumbra igual que la mente. Y la suya no para de funcionar imaginando cuál es el siguiente paso, que por supuesto no es otro que llevar a la realidad esto. La sola idea de que todo esto pueda pasar la enerva. Y prevenida, va preparando el camino por si acaso, solo por si acaso.

En su última sesión de sexo pregunta a Antonio:

- Oye, si algún día yo te hiciera algún regalo...

- ¿Regalo? ¿Qué tipo de regalo?

- Digamos un regalo en forma de fantasía cumplida.

- Ya veo por dónde vas... Y no sé si es buena idea…

- También te parecía mala idea solo imaginarlo y fíjate lo que disfrutamos ahora.

- Tía, tienes una fijación con esto.

- No vamos a hacer nada que tú no quieras, cariño, solo estoy jugando a preguntar.

- Y ¿la pregunta era?

- ¿Hay alguna de mis amigas o de nuestras conocidas que te guste?

- Sabía yo que ibas a salir por ahí.

- Venga, solo como curiosidad…

- No hay ninguna que me guste como tú.

- Estamos hablando de follar, no de encariñarnos, en serio ¿no follarías con ninguna de las chicas que conoces?

Antonio parece dudar un momento y ella ya sabe que lo ha pillado.

- Venga ¿quién? dímelo cariño, anda.

- Joder, si solo es una tontería, que no es que me guste ni…

- Ya lo sé, no te preocupes, pero ¿quién es? - le achucha ella.

- Patri…

Icíar da un respingo y suelta una carcajada, incrédula.

- ¿La Patri te gusta? no me lo puedo creer: ¡pero si es boba!

- Ya, pero no estamos hablando de casarme con ella. Me has preguntado que quién me pone y aunque es una imbécil, bueno la verdad es que... - Antonio se apura y no sabe cómo seguir ni cómo salir del atolladero en que se ha metido – ¿Ves? por esto no me gusta hablar de estas cosas…

Icíar sigue con el ataque de risa:

- Pero ¿me quieres decir que es lo que te pone de ella?

- El culo – admite - Bueno verás, un día vino con un vestido de gasa blanca y se le transparentaba casi todo. Llevaba unas braguitas negras y pues… como que me llamó la atención. Desde entonces no hago más que darle vueltas. Es una tontería, solo es una fantasía pero ya está. Querías que te lo dijera ¿no? La verdad es que es la última persona a la que le pediría salir pero...

- Lo entiendo, lo entiendo - dice ella más calmada - A veces pasa. Te quedas pillado con un gesto, con una imagen, con algo y ya no te lo puedes quitar de la cabeza. Acaba convirtiéndose en un fetiche sexual. Lo cierto es que la Patri es alta y tiene buen tipo, lo que más llama la atención de ella son sus tetas, pero entiendo que su culo también te ponga aunque la verdad es que yo lo veo un poco grande, pero como ahora se llevan tipo Jennifer López...

- Es por...

- Sí, ya lo sé: es porque le viste los cachetes come bragas...No te gusta una chica, te gusta un culo.

Los dos se ríen, ahora Antonio está menos tenso y ella le abraza. Permanecen así un rato juntos.

Más adelante, Icíar le da una vuelta al asunto. Como fantasía resulta divertida: se imagina a su novio cepillándose a Patri, que por otro lado, no se sabe si tiene más de tonta o de engreída. Icíar la descarta automáticamente como candidata en caso de que la fantasía evolucionara hacia algo más real. Con la Patri imposible. Ella no se prestaría a este juego, eso suponiendo que quisieran involucrarla. Icíar sabe que sería muy mala idea, no es ni de lejos la persona más adecuada para plantearle un “menage a trois”. Como ha quedado claro durante la conversación, es solo un fetiche, pero en este caso la realidad y la fantasía son incompatibles. No, no es Patri la chica idónea.

Icíar da un repaso a todas sus amistades y conocidas pero no encuentra ninguna candidata que le pueda valer. Piensa en Estefanía, una compañera del bufete, algo alocada, divorciada recientemente y de las que no se corta a la hora de comentar sus aventuras en la hora del café o en el almuerzo. En la última fiesta de Navidad la lío parda y acabo acostándose con uno de los becarios de la empresa al que le sacaba más de 10 años. Ella e Icíar conectan bien.

Puntos a favor: le gusta el sexo no convencional, parece dispuesta a probar nuevas experiencias y seguramente no es de las que se echarían las manos a la cabeza ante una proposición así. Acaba de salir de una relación y no parece muy dispuesta a meterse en otra, al menos a corto plazo. Todo indica que se está dando un tiempo para disfrutar y lo está aprovechando bien. Es mona y aunque menudita tiene buen cuerpo. Cree que puede gustarle a Antonio. También a favor que si en la cama hace todo lo que dice y promete, puede dar mucho juego.

En contra: está demasiado acelerada. Es una cabeza loca un poco imprevisible. Más bien la definición sería inestable. Imposible que guarde el secreto ¿Conviene arriesgarse a que toda la empresa se entere de la movida? Porque con Estefi, las posibilidades están entre: casi seguro que se va de la lengua y ya lo ha soltado. Tanto si acepta entrar en el juego como si no, ésta se va de la lengua fijo. Finalmente Icíar la descarta. Hay cosas que la ponen mucho y le gustaría probar, pero el trabajo es el trabajo y ella se considera una buena profesional. Un tema así en un bufete como el suyo, es un San Benito que te cuelgan para toda la vida y bastante pega ya el callo para que a partir de ahora la conozcan como la del trío. Y además, está Antonio, que no parece del todo convencido ni mucho menos. Y la posibilidad que sea alguien conocido parece que le provoca rechazo. Se trata de animarlo, no de darle motivos para echarse atrás. Así que tanto Estefanía como la Patri se quedan fuera de la ecuación. En realidad, nunca han sido una variable de la misma pero...ahora ¿dónde buscará?

A Icíar se le vienen rápidamente a la mente las redes sociales y aplicaciones como Tinder. Empieza a curiosear y pronto descubre que para relaciones no convencionales, son mejores los foros. En internet encuentra varios en una primera pasada, con sus subforos específicos de tríos. MHM y HMH son términos que pronto empiezan a resultarle familiares. Lo que ella pretende es un encuentro mujer – hombre - mujer. Encuentra un par de sitios para este tipo de encuentros y pronto observa que las chicas no se suelen anunciar. Son las parejas las que buscan. Por lo que puede ver apenas hay anuncios de chicas solas. La mayoría son parejas que solicitan una chica, a veces con características muy concretas, y luego se ve que responden por privado.

Algunos cuelgan sus experiencias y ella se enciende leyéndolas. Algunas están muy bien narradas e incluyen alguna foto o video con la cara tapada. Es lógico, piensa, la gente solo suele contar cuando le va bien. Hay pocas experiencias negativas en el foro. Al final se anima y sube un post.

“Pareja joven entre los 30 y los 33 años, serios, educados y cultos, buscan chica para trío. Damos y exigimos discreción, buen rollo y ganas de pasarlo bien. Sería nuestra primera vez.”

De momento se abstiene de poner fotos aunque sabe que una foto suya y de Antonio con poca ropa, podría animar a más de una. Los dos aparentan menos edad de la que tienen, buenos cuerpos ya que no perdonan los tres días de visita al gimnasio más lo que salga el fin de semana (senderismo, trekking, bicicleta...). Y además evitan los excesos con la comida. Y son guapos. Hacen una pareja muy molona pero mejor no subir fotos suyas, aunque sea cara tapada, a un sitio como ese y menos aún sin consultar con Antonio.

Por cierto, piensa ella ¿cómo reaccionara él? De momento han incorporado la fantasía sus juegos pero eso es una cosa y otra muy distinta hacerla realidad.

Conoce a su novio: es mejor presentarle las cosas cuando ya estén hechas, cuando tenga una chica dispuesta. Ante la sorpresa lo puede pillar con la guardia baja y la verga alta. De momento seguirán jugando a fantasear mientras trabaja para hacerlo realidad. Hasta que no esté todo listo no se lo contará a Antonio. Será su sorpresa, su regalo.

Más tarde, entra en otra web similar, después de un par de días mirando ya tiene localizadas las dos que parecen más serias y ahí también cuelga su anuncio. Ahora toca esperar. Icíar deja pasar un par de días evitando la tentación de entrar. A la tercera noche, entra con el perfil que se ha creado y consulta los mensajes en las dos webs. Unos veinte. De ellos, la mitad son de hombres que ofrecen trío ¡Qué pesados a pesar de haber puesto que no es lo que buscaba! Tenía que haber especificado como otros anuncios, abstenerse hombres solos o parejas solas, buscamos chica. Hay tíos que hay que decirles las cosas dos veces y ni haciéndoles un dibujo.

La otra mitad se dividen entre ocho chicas jóvenes (todas ellas con muy buen tipo), que a poco que escarba se da cuenta que son profesionales que cobran por cada encuentro y las otras dos, son maduras de cincuenta años para arriba, que aparentemente van en serio. Una de ellas es atractiva y tiene buen cuerpo, pero no es lo que busca Icíar. Quiere una chica que como mínimo esté tan buena como ella, que impresione a Antonio y que despierte en él deseo instantáneo. Para que no se lo piense demasiado. Además, si es joven mejor, porque estará en su onda. La verdad, no se ve haciendo un trío con una mujer que le saca veinte años de diferencia. No cuadra con la fantasía de ambos.

¿De ambos? se pregunta Icíar ¿realmente es de los dos o está ella arrastrando Antonio? Sea lo que sea, lo que importa es el resultado, piensa descartando cualquier remordimiento ¿A qué chico no le va a gustar hacer un trío con dos mujeres? De hecho, es la fantasía más recurrente de cualquier hombre. Y está segura que si lo hace bien y busca la persona adecuada, Antonio no será una excepción. Pero de momento la persona adecuada no llega.

No obstante, Icíar, sabe esperar. Su profesión le ha enseñado a ser paciente y a insistir: las cosas no se consiguen a la primera. Renueva los anuncios, participa en algunos de los hilos abiertos, tiene conversaciones con algunas parejas y finalmente, se decide a poner una foto suya solo de cuerpo.

“Si yo estoy bien, imagínate mi chico”, añade debajo para animar al personal femenino. A partir de ahí se multiplican los mensajes de tíos insistiendo hasta la pesadez, pero Icíar los va bloqueando. Al final, la mayoría de desisten aunque siempre queda algún pelmazo. Igual pasa con las profesionales. Las únicas interesadas de verdad siguen siendo bastante mayores que ellos, hasta que al final entran dos o tres chicas más jóvenes.

La primera impresión es que parecen estar más curioseando que otra cosa. Pero una de ellas le cae bien. Gloria, una chica parece que un poco parada y tímida. Se muestra interesada en ella y reconoce que es la foto la que la he hecho contactar. Intercambian mensajes y al final la cosa se pone interesante. Gloria es un contacto de verdad, no es un fake. Se cuentan sus fantasías y hablan de los que les gustaría hacer. Se establece un vínculo entre ellas. Icíar, al final, se queda con la impresión de que a la chica le gusta más ella que su novio y si contacta, es porque tiene cierta tendencia lésbica. Como que quiere curiosear. Reconoce que le llama la atención el cuerpo de Icíar y que le pone montárselo con una abogada y su novio, aunque ella piensa más bien que es lo de la abogada lo que le llama la atención.

Itziar tiene que admitir que también le pone la experiencia de estar con otra mujer. No solo compartir a su chico, sino experimentar como es acariciar y ser acariciada por manos femeninas. No la acaba de convencer un rollo puramente lésbico, pero la mezcla le da morbo. En el caso de Gloria, cree que se trata más bien de poner el trío como excusa para llegar a una experiencia lésbica. En su conversación hay varios indicios que pueden apuntar en esa dirección. Le da la impresión de que la chica es algo inmadura y no se aclara muy bien con su sexualidad. Cómo que anda buscándose, posiblemente también en lo personal. Bueno, en el fondo nada que la incomode a ella. Mejor incluso: así resultará más manejable.

En apenas dos o tres semanas la cosa se concreta y la fantasía pasa a convertirse en posibilidad. Y la posibilidad se convierte en planificación. Gloria está dispuesta a quedar, de forma que ahora es el momento de dar el paso con Antonio. Y para ello busca la ayuda de su nueva amiga que pasa a convertirse en cómplice.

Icíar elige bien el momento. Un viernes por la noche después de no haber tenido sexo en tres o cuatro días. Antonio está de buen humor por el próximo fin de semana y con las ganas a flor de piel. Nuevamente, la táctica de hacerse la interesante y hacerlo esperar, de calentarlo y de introducir sus fantasías en los prolegómenos. Y cuando él está ya en sus manos esperando que caiga maná del cielo, aprovecha.

- Uf qué placer - gime mientras su novio bucea entre sus piernas - ¿No te gustaría que hubiera otro coñito aquí al lado del mío para saborearlo también?

- Sí, sí - responde mecánicamente él.

- Conozco a una chica - comienza ella dejándolo caer entre suspiros.

Antonio se detiene y levanta la cabeza:

- ¿Una chica?

- Sí, he estado curioseando por algunos foros de Internet…Es una chica muy maja que quiere probar un trío.

- Pero ¿cómo es? - Pregunta Antonio un poco desconcertado, sin tener muy claro exactamente lo que quiere preguntar, si como es la chica o como es que ella anda metida en esos foros ¿Y por qué ha tomado la iniciativa sin decirle nada?

Icíar no lo deja pensar demasiado:

- Es una buena chica, he estado hablando con ella varias veces a través del chat. Solo quiere probar igual que nosotros.

Ese “nosotros” suena un poco forzado, Antonio no las tiene todas consigo pero en ese instante no tiene precisamente la sangre en el cerebro, sino en la polla. Su novia ha sabido elegir bien el momento.

- ¿Quieres verla? me ha mandado alguna foto.

Icíar coge el móvil que está convenientemente cerca y lo desbloquea. En realidad, le ha mandado muchas fotos y ella ha seleccionado las mejores, en las que sale más favorecida y también las más explícitas. En la primera se ve una chica de piel clara, en eso se parece a su prima, bien maquillada y con una sonrisa pícara le va mostrando sus pechos, menudos pero puntiagudos. Apenas apuntan los pezones por encima de la tela dentro de una aureola rosa. Lo suficiente para captar la atención de Antonio.

Las siguientes dos o tres solo de la cara y finalmente, un par de ellas vestida con unas mallas ajustadas y un top. El entremés antes de mostrarle una sentada desnuda, con la rodilla levantada tapándole estratégicamente el pecho y el sexo.

- ¿Te gusta?

- No está mal - reconoce él casi refunfuñando pero sin poder apartar la mirada de la pantalla del móvil, para regocijo de Icíar que comprueba que está llevando a Antonio por donde ella quiere.

Luego, otra de ella tumbada, hecha desde atrás de forma que se puede ver un culito respingón, con dos cachetes divididos por una rajita oscura que promete muchas diabluras. Después, una de ella de frente con las piernas cruzadas y un pequeño triangulito de vello asomando entre las pantorrillas.

Y por fin, jaque mate, ella en la misma posición pero esta vez con los muslos abiertos. Al final de ellos, como si de un camino con jardín al fondo se tratara, su sexo se exhibe impúdico, dos labios vaginales no muy gruesos pero si alargados, solo con un poco de pelo en la parte de arriba, y separados por una línea rosa. A diferencia del de Icíar, mucho más carnoso y con los labios menores sobresaliendo. Se presenta como un coñito elegante, compacto, bien definido y morboso más por lo que oculta que por lo que enseña.

Antonio permanece hipnotizado sin saber qué decir: resulta evidente que la chica le gusta. Icíar deja la última imagen en pantalla y coloca el móvil sobre la almohada. Ahora es ella la que se mete entre las piernas de Antonio y combina un masaje de sus testículos con una chupada de su glande.

- Uffff - exclama rendido a la caricia íntima. Ella sigue hasta que lo lleva a ese punto de no retorno en que ambos sabe que ya solo vale el orgasmo, el derrame de semen, la dulce agonía del placer extremo. Solo se interrumpe un momento para sacársela de la boca y decirle a su novio:

- Coge el móvil y mira la foto. Imagínate que es ella la que te lo está haciendo, imagínate que te la follas… esos pechos, esa boca, ese coño pueden ser para ti.

Antonio se remueve mientras sus dedos se aferran a las sábanas intentando agarrar algo sólido, como si quisiera sostener sobre algún asidero su voluntad, pero está ya quebrada e Icíar lo sabe, lo nota, mientras acelera la paja con la mano que ahora agarra el falo y a la vez con la boca que succiona a la punta. Lo siente vibrar y percibe las pulsaciones previas antes de que el semen recorra el falo y brote por su capullo.

Cuando recibe el primer borbotón profundiza abriendo sus labios y metiéndose la verga, todo lo hondo que puede. Luego, vuelve a presionar la base del falo, esta vez con la boca, hasta que Antonio expulsa la última gota. Después lo recorre presionando con los labios en sentido contrario, para estrujarla y dejarla del todo seca, pasando un par de veces la lengua sobre el glande, aunque sabe que esto le provoca cosquillas justo después del orgasmo, una pequeña maldad marca de la casa.

Él se estremece y suavemente le aparta la cabeza mientras espira, todavía más en el otro mundo que en este.

Con la boca llena de leche de su novio, Icíar sonríe para dentro. Todavía protestará un poco, se mostrara algo inseguro y vendrán algunos contactos virtuales para conocerse antes de quedar, pero sabe que lo tiene ya ganado para su causa.
 

sweetluis5g

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A Icíar le pone cachonda organizar toda esta "sorpresa". Más de una vez se ha tenido que masturbar antes de contactar con Gloria o después, cuando van perfilando detalles juntas y programando su hoja de ruta antes de hacer realidad cada hito de la misma, con un Antonio que piensa que todo es más improvisado de lo que realmente es. Que lo ve como un juego en el que todo es sobrevenido. A Icíar casi le da risa lo inocentes que son los tíos. Una mujer siempre va muy por delante de todo. Y es bueno que sea así porque, en este tiempo, Gloria, ya es una más en la cama aunque todavía no esté. No se encuentra entre las sábanas pero si está en sus mentes. Se han acostumbrado a ella y ya no es una extraña aunque no la hayan visto nunca. Forma parte de sus fantasías y el trío virtualmente ya está hecho porque además, han dado el paso de conocerse a través de videoconferencia y Antonio cada vez está más cómodo con el tema. Bueno, más cómodo o más interesado: han conseguido despertarle el gusanillo del morbo. Ha visto a Gloria y de tanto nombrarla, imaginarla y ver sus fotos y algún que otro vídeo, ya la desea. Es inevitable porque se la han metido en la cabeza. Así que finalmente Icíar concluye en que están listos para dar el paso de quedar físicamente.

Es un momento delicado. Icíar cree que una vez estén los tres juntos será todo más fácil, que Antonio no se echará atrás, pero primero tiene que aceptar el encuentro y una cosa es decir que sí en la calentura de sus juegos sexuales, y otra muy distinta, dar el visto bueno en frío. Pero al final la cosa resulta sorprendentemente fácil: la fantasía ha debido calar también en su novio de forma más profunda lo que ella pensaba porque acepta con un “bueno vamos a ver qué sucede, por conocernos no creo que pase nada”.

Y allí están todos juntos un viernes por la noche, cenando en un restaurante italiano y conversando animadamente una vez roto el hielo. Como siempre, Icíar ha trazado un plan con Gloria para manejar la situación sin que lo parezca, pero al principio se crea una situación un poco extraña. Gloria parece una chica normalita a primera vista, físicamente, Icíar la supera: es más alta, más guapa y tiene mejores curvas. Pero la chica tiene fondo: posee unos pechos pequeños pero bonitos y puntiagudos, una sonrisa natural que la hace parecer más mona de lo que es y unos ojos verdes increíbles. De cuerpo es algo más menuda que ella misma pero con la ropa adecuada, se puede sacar mucho partido y resultar más apetecible de lo que a simple vista pudiera parecer.

Se trata de impresionar y seducir a Antonio pero ella no acaba de encajar en el papel. Trata de esforzarse en resultar sensual y provocativa pero no puede dejar de transmitir inseguridad y cierto toque de inmadurez. Afortunadamente eso la hace especial para Antonio, que enseguida la adopta. Esa mezcla entre la chica que quiere ser sexy y morbosa y la muchacha aparentemente inexperta, parece que le pone y eso es bueno.

No tenían nada previsto más allá de la cena según el guion oficial, porque en el plan secreto sí que estaba acabar en la cama, de manera que de una forma u otra, al final las expectativas se cumplen, porque cuando Icíar propone ir a su apartamento nadie pone ninguna objeción. Hay una cierta tensión cuando entran y se quedan un poco como bobos, mirándose entre los tres sin saber muy bien que hacer y que, Icíar, rompe abriendo una botella de cava que había dejado estratégicamente a enfriar. El alcohol termina de desinhibir y tras un pequeño rato para que Gloria se acostumbre al nuevo entorno y Antonio a la nueva situación, finalmente Icíar hace una señal a la chica para que sea ella la que tome la iniciativa tal y como habían acordado.

Gloria, un poco nerviosa, se levanta y la coge de la mano y tira de ella hacia el dormitorio.

- Es por aquí ¿no? – Pregunta.

- Sí, esto es muy pequeño, no te perderás - contesta Icíar mientras la sigue a la entrada del pasillo. La muchacha se gira y le dice a Antonio:

- ¿Tú no vienes? si te quedas aquí te lo pierdes - Y sin mirar atrás tira de Icíar para dentro. El golpe de efecto da resultado y Antonio aparece en la habitación. Unos minutos más tarde está desnudo sobre la cama. Ellas se han ocupado de quitarle la ropa mientras se van alternando para besarlo y acariciarlo.

Luego, les toca el turno a las chicas y deciden montar el espectáculo, bueno decidir es una forma de hablar, porque tenían preparada la coreografía del momento. A los pies de la cama se acarician y muy lentamente se van quitando la ropa, hasta que quedan las dos solo con unas braguitas de tanga y un sujetador de lencería fina a juego.

Icíar acerca su boca al cuello de Gloria y deposita dos o tres besos en él, sintiendo como se estremece cada vez. Luego baja hacia sus pechos y le baja el sujetador tirando con los dientes del mismo hacia abajo. Puede ver de reojo como a Antonio se le encienden los ojos cuando los dos pechos, pequeños pero duros, saltan fuera. Luego llega su turno y es Gloria la que le baja el sujetador de encaje blanco y se entretiene lamiéndole los pezones. Luego con más ternura que lascivia, deposita un beso en sus labios.

Icíar la nota nerviosa y más pendiente de ella que de su novio, lo que parece confirmar la sospecha de que la chica está allí por una tendencia lésbica. Pero eso le viene bien para sus intenciones, en cualquier caso, el trío ya está hecho.

Pero ¿qué siente Icíar ante las caricias y sobre todo cuando repiten el mismo protocolo para desembarazarse ambas de las braguitas? Ella nota que la calentura sube por momentos. El contacto con la chica no le desagrada, pero tampoco la pone especialmente. Es delicada y va despacito y su cuerpo reacciona a las caricias, pero no es lo que más la pone. Lo que realmente le está haciendo hervir la sangre es saber que unos instantes van a estar los tres entrelazados en la cama. Recuerda la historia de María del Pilar y se imagina que está allí con ellos. Fantasea si no es ella la que la está desnudando; la que le está depositando besos en cada rincón del triángulo que forma su pubis; que es su lengua la que se introduce a duras penas en su rajita mientras Gloria, de rodillas, intenta llegar a su clítoris.

Icíar se abre de piernas para facilitar la labor y pone las manos en su cabeza, atrayéndola para mantener el contacto y observa con mirada turbia a Antonio, que está alucinando en colores.

La caricia íntima es insegura e inexacta, se ve que Gloria no tiene mucha experiencia con mujeres pero precisamente por eso es algo diferente, nuevo y fresco que, unido a la fantasía que se está montando, pone a Icíar a punto de caramelo. Se ve más joven aunque apenas ha cumplido los treinta y tres años, y también ve a su novio hace diez años en aquella habitación de hotel con María del Pilar. Se imagina perpetrando la infidelidad con un trío, son los dos los que seducen a María. Los que la llevan hasta el éxtasis unos días antes de dar el SI QUIERO. Se imagina a su novio penetrándola mientras ella le aprieta los pechos y se los lame, mientras le besa la boca, desecho su rostro en un rictus de placer brutal por el acto prohibido, pero precisamente por eso, más intenso.

Cierra los ojos y se recrea en su fantasía, mientras Gloria sigue buscando las interioridades de su sexo con la lengua y los dedos. Piel más morena la suya contra piel más blanca, un contraste que parece poner más caliente a su novio. ¿Que estará pensando? probablemente él no recuerda en ese momento a su prima y no tenga ninguna fantasía, simplemente la excitación brutal con lo que está viendo.

- Puff… - Gloria ha dado con el punto bueno y ahora el placer le está llegando más intenso, tanto que es capaz de correrse allí de pie, así que le toma las manos con la cara y la separa, tirando de ella hacia arriba y dándole un muerdo húmedo y largo. La boca le sabe a su coño. No es algo que le dé asco pero tampoco supone un aliciente. Mira de reojo a su novio y lo ve con los ojos desorbitados por el espectáculo y eso sí, eso sí que la motiva. Un estremecimiento la recorre y la vagina se le humedece aún más.

Tira suavemente de Gloria intercambiando una mirada de complicidad. Ella ya sabe lo que toca ahora en la coreografía programada. Avanzan a cuatro piernas como gatas en celo, cada una siguiendo una pierna de Antonio. Le van besando, sus pechos rozan sus muslos y suben muy despacito hasta confluir las dos bocas en su entrepierna. Entonces empiezan a besar, a lamer, en una ensalada de lenguas y saliva que envuelven los huevos y el falo del hombre. Como ella le ha propuesto, Gloria lo mira a los ojos mientras chupa e intercambia saliva con ella. Las dos lo hacen.

Pasado un rato, Icíar le cede el protagonismo a la chica y la deja que se la introduzca entera en la boca, mientras ella se pone detrás y con sus dedos se hace abre paso entre los glúteos, pasando la yema del índice por el ano de la chica y luego bajando hasta encontrar su coñito. Lo encuentra húmedo y un ligero temblor recorre los muslos de Gloria cuando lo introduce. A la vez que la penetra con ese dedo, con el pulgar le roza el clítoris y por primera vez la oye jadear. Es un jadeo suave, un grito que empieza bajo y termina alto, y que ella repite cadenciosamente cada vez que me roza su nódulo.

Considera que ha llegado el momento. La cosa no está transcurriendo exactamente como su novio le había relatado aquella primera vez, cuando ella le forzó a imaginarse la escena, pero no quiere forzar más la situación: tanto él como Gloria están a punto de caramelo y es conveniente que empiecen con un buen orgasmo, mejor no tentar a la suerte. Si la cosa funciona, ya tendrán tiempo a lo largo de toda la noche y de otros encuentros de recrear más situaciones y fantasías. Se levanta y coge un condón de la mesita de noche. Aparta suavemente a Gloria mientras la besa. Ahora nota sabor a la polla de Antonio, un aroma conocido y eso sí que la excita. Se inclina y le pone el condón. Luego se la chupa un poco y finalmente empuja a Gloria hacia él, animándola a empalarse con la verga.

A ella le cuesta separarse de Icíar. Como que si pesar de todo le costara dar el paso y prefiriera estar con ella, así que la abogada la acompaña mientras se abre de piernas, se pone el prepucio en la entrada de la vagina y se deja caer despacito. En todo momento ella la acaricia y le da besos en la cara, en la boca y en el cuello.

Antonio tiene los ojos cerrados y una expresión de deseo en el rostro. Se está follando un coño nuevo después de casi cinco años de relación y de no haber estado con otra chica.

Gloria ya la tiene toda dentro y empieza a moverse despacito. Mientras le echa el brazo al cuello y mendiga más besos, le toma una mano y la dirige a su pecho. Está cabalgando a Antonio pero busca el contacto con ella, es como si usara a su chico como consolador mientras se reparten caricias. Poco a poco los grititos se van convirtiendo en jadeos más roncos y profundos y ella aumenta el ritmo de sus caderas.

Icíar le acaricia el culo y le lame un pecho y entonces ella alcanza el clímax. Le sujeta su mano contra la teta, forzándola a apretarla mucho más fuerte y delira cuando Icíar le atrapa el pezón con los labios en un bocado fuerte pero sin dientes. Se corre moviéndose como una loca y soltando jadeos secos y continuados. Demasiado para Antonio que también descarga, aferrándose a los muslos de la chica con las manos y empujando hacia arriba como si quisiera traspasarla, llenando el condón de leche caliente.

Ambos quedan exhaustos sin ser capaces de desacoplarse. Pasa un rato antes de que ella desmonte y se deje caer a un lado de la cama. Icíar le quita el condón a su chico y comprueba que, ciertamente, ha sido una eyaculación abundante y espesa. Lo limpia con la sábana y se abraza a él besándole la cara.

- ¿Te ha gustado? - le susurra - ¿ha estado bien mi regalo?

- Sí - murmura él en una afirmación larga arrastrando la “i” y sin abrir los ojos.

Todo parece ir bien, salvo que ahora Icíar está caliente como una perra y le cuesta esperar a que su chico este de nuevo a tono. Se contiene para darles tiempo a los dos, sirviendo algo de cava frío que revive a sus dos amantes. Pasado un rato en el que nadie habla, empieza a chupársela a su chico que recupera rápidamente la erección. Hace una señal a Gloria que se sitúa entre sus piernas y le pide que le coma de nuevo el sexo. Ella obedece. Siente que se hincha su vulva a la par que el falo de Antonio. De nuevo el placer, de nuevo se moja… es su momento: ahora sí.

- Fóllame - le pide a su chico.

Antonio no pierde el tiempo: le abre los muslos y en la postura del misionero la penetra sin contemplaciones. El golpeteo de los huevos y de su vientre contra el perineo y los muslos de Icíar resuenan con eco por toda la habitación, mientras Gloria observa fascinada como la penetran a pelo. Lleva la mano a su entrepierna y comienza a masturbarse mientras los mira y entonces, a Icíar se le ocurre un juego para llegar al orgasmo.

- Fóllame desde atrás - le pide a Antonio.

Él sabe lo que quiere decir, es una de las posturas favoritas de su chica: le gusta ponerse tumbada boca abajo mientras la penetra desde atrás, con las piernas cerradas para sentirla bien. Es una de las formas en que suele llegar al orgasmo sin tocarse.

Lo hacen así, solo que esta vez, ella, en vez de enterrar la cara entre las sábanas lo hace entre los muslos de gloria. Cada vez que su novio golpea sus nalgas y se la mete todo lo profunda que puede desde atrás, su boca se estampa contra los labios vaginales de la húmeda cómplice de juegos, que recibe cada chupetón y cada lametazo con un creciente placer.

Icíar está muy caliente y ya no puede más. Le basta con rozar su vulva contra la sábana para llegar al orgasmo y eso es exactamente lo que hace. Un placer intenso, liberador, la mezcla de fantasía y realidad… todo se agolpa en su mente haciendo verdad su sueño. Es brutal, casi tan brutal como si realmente estuvieran formando un trío en aquella ocasión con su prima y ella. Lanza un alarido de placer mientras se corre, amortiguado porque Gloria la aprieta contra su vulva. La imagen para ella también es impactante: Antonio está descargando dentro del coño de Icíar, se oye claramente el chapoteo del semen con cada embestida de la verga mientras que ella intenta respirar, pegada a su sexo, llenándoselo de babas por la corrida que se está pegando. Gloria está alcanzando también el séptimo cielo y a pesar de que Antonio ya se ha detenido exhausto y satisfecho, y ya sacado la polla dejándola apoyada en los glúteos de su novia, ella continua demandando su boca. Un grueso goterón de semen asoma por la punta, yendo caer entre las nalgas de la chica al presionar contra ellas.

Ahora, por fin, consigue que Icíar saque su lengua a pasear. Aunque agotada, es suficiente para proporcionarle un nuevo orgasmo a Gloria. Se sorprende al ver como la chica tiene un squirt que le moja toda la boca y parte de la cara, haciéndole chorrear la barbilla. Ha sido algo inesperado, es la primera vez que Icíar ve uno. A veces ella se moja mucho, pero nada parecido a esa especie de eyaculación femenina.

Al acabar, Icíar apoya la mejilla en el muslo húmedo de la chica, con la boca a escasos centímetros de su sexo que todavía permanece con los labios un poco separados y rezumando flujo. Mira hacia atrás y ve a su novio todavía apoyado en su culo, dónde algunos goterones de semen recorren su piel. Está mojada por fuera y por dentro, de leche y de flujos, tanto suyos como de Gloria. Cuando por fin puede articular palabra dice:

- Ha sido bestial ¡qué pasada! - Y se gira quedando boca arriba, cerrando los ojos y dejando que su corazón vaya cesando poco a poco en el galope frenético.

- ¡Qué pasada! - repite casi para ella misma…
 

sweetluis5g

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A la mañana siguiente, Itziar, observa a Antonio dentro del coche.

- ¿Que qué tal? - le empuja a definirse sobre lo que acaba de suceder.

Hace tan solo unos instantes han dejado a Gloria en su casa después de desayunar juntos. Ahora tocan tareas más prosaicas cómo ir a comprar al Mercadona, su rutina del sábado por la mañana. Pero antes, Icíar quiere disipar dudas y aclarar cosas, como por ejemplo, que opina Antonio de todo lo que han vivido esa noche y sobre todo si está dispuesto a repetir.

- Bueno, bien - responde él casi evitando su mirada.

- ¿Bien de circunstancias o bien, bien? A mí me ha parecido que bien, bien. Yo creo que lo has disfrutado.

A su novio parece que le cuesta reconocerlo pero no le queda más remedio, sería absurdo negar que esa noche se lo ha pasado bomba, al menos en el aspecto sexual.

- Sí, ha estado muy bien.

- Hijo ¿por qué te cuesta tanto reconocerlo? ¿Es por la moral? ¿Todavía te parece mal lo que hemos hecho?

- Lo hecho, hecho está.

- Pareces el profeta de Cafarnaúm, vaya sentencias que te gastas. En fin ¿para cuándo la próxima? le tendré que decir algo a Gloria…

- ¿No vas demasiado rápida? espérate a ver si asimilamos un poco esto.

“Mientras no se te haga bola”, piensa ella pero se abstiene de decirlo. Hay que darle espacio y tiempo, su chico es de digestión lenta.

A pesar de todo, la siguiente cita no tardó mucho en llegar. Y así van encadenando hasta diez encuentros. Ha habido días más intensos y días más tranquilos, desde luego, como la emoción y el subidón del primer encuentro ninguno, pero el balance que hace Icíar es positivo. Mucho sexo, mucho morbo y buena conexión entre los tres.

Gloria parece que ha despejado las dudas acerca de su lesbianismo. Como mucho, se siente bisexual, pero tras las primeras ambigüedades con ella, parece que se ha decidido más por el sexo convencional heterosexual. No renuncian a los jueguecitos juntas, porque eso forma parte del circo que montan para animar Antonio y animarse ellas, y tienen que admitir, que en las dosis justas les resulta excitante. Pero el sexo con Antonio de una y otra es el fin último y la guinda del pastel.

Icíar se siente cómoda porque temía que una deriva mayor de Gloria hacia la homosexualidad les cortara el rollo o creara alguna situación complicada, así que da por bueno el ver como su nueva amiga se lo pasa bien con su novio y deja las caricias entre chicas solo como complemento. Pero es precisamente su novio Antonio el que pone la nota discordante. En los tres o cuatro últimos encuentros se muestra remiso a quedar y es ella la que tiene que empujarle. Parece que hayan vuelto al inicio.

- Esto está yendo un poco lejos ya ¿no te parece? - le dice cuando ella le recrimina su renuencia a nuevos encuentros. Icíar no lo entiende porque luego, cuando están los tres juntos, se lo pasan bien y él no parece encontrarse a disgusto. Y así se lo dice pero las excusas que pone no acaba de comprenderlas: “Que si esto era solo un juego”, “que si tenía que haber sido una cosa puntual”, “que al final iban van a acabar adoptando a Gloria”, “que aquello ya no era una pareja sino que se estaba convirtiendo en un trío”…

- Pero ¿cuál es el problema si solo quedamos para follar? Ella no forma parte de nuestra vida de pareja.

- Yo creo que ya está bien, Icíar, ha sido un juego divertido pero deberíamos ponerle fin.

Ella no entiende a que vienen ahora esos reparos si estaban disfrutando. Cuando todo parecía que iba genial, su chico empieza a mostrarse cada vez más inquieto, tanto que la última vez que quedan se produce una situación un poco incómoda entre los tres, con un Antonio un poco tirante y molesto, sin que se sepa muy bien por qué, una Icíar un poco desconcertada y Gloria expectante ante una pareja que por primera vez, parece estar desunida en su intenciones.

Cuando dejan a la chica en su casa, comienza la discusión en el coche, con Antonio enfadado porque él era reacio a quedar de nuevo e Icíar también enfadada, porque no entiende a qué viene todo esto a estas alturas. Y su novio que no sabe explicarse más allá de que aquello no está bien y de que ya han hecho la prueba, pero mantener el contacto tantas veces como la misma persona no es correcto.

- ¿Por qué no es correcto?

- Porque no es lo que habíamos hablado, dijimos de probar pero no de establecer un trío fijo.

- Pues si ese el problema busquemos otra chica…

- Creo que mejor deberíamos dejarlo estar ¿No es ya suficiente?

Icíar no entiende a qué se debe el cambio de humor de su novio cuando todo parecía ir tan bien. Lo achaca a que una vez pasada la euforia inicial, su moral y sus reparos han vuelto a aflorar. Una vez han normalizado el trío él vuelve a sentirse incómodo con la situación. Un paso atrás en una situación que creía ya superada a base de mucho placer y buenos y excitantes polvos a tres. Eso, sumado al morbo que les impulsaba a follar como locos cuando están solos el resto de la semana. El recuerdo del encuentro con Gloria y la expectación de la próxima cita sobrevolaban sus relaciones íntimas, dándoles un plus de placer.

Todo parecía ir bien pero, en cualquier caso, Antonio parece tan decidido y se muestra tan tajante que Icíar decide no forzar la situación. Habrá que dejar pasar un tiempo. A lo mejor más adelante pueden retomar, bien sea con Gloria o con otra chica distinta. De momento que le quiten lo bailado y vamos a dejar que Antonio se tranquilice.

Con bastante mala gana llama a Gloria y le informa de que han decidido cortar sus encuentros. La chica se muestra un poco desconcertada pero no se enfada ni hace preguntas, parece respetar la decisión.

A partir de ahí vuelven a la normalidad anterior. Un sentimiento de desencuentro preside sus encuentros sexuales desde entonces. Algo no acaba de funcionar por mucho que ella se esfuerza. Antonio niega que exista cualquier problema, dice que está satisfecho por haber superado esa etapa y que están los dos mejor solos, pero ella lo conoce bien y sabe que hay alguna inquietud que ronda su cabeza, aunque no consigue que se sincere.

Decide darle tiempo y parece que al cabo de un par de semanas su carácter se suaviza. La convivencia se normaliza después de tanto altibajo. A Icíar le queda el regusto amargo de que en la cama el sexo vuelve a ser convencional, a veces, piensa que incluso de puro trámite. Su novio parece haberse quedado tocado y no entiende muy bien el porqué.

Hasta esta tarde.

- ¡Maldita sea mi estampa! – se dice. Y (efectivamente), el cuadro que presenta no es muy alentador: sentada en una parada de autobús mientras la lluvia le salpica los zapatos, ya mojados, y las luces de los coches que cruzan iluminan su figura desolada y patética.

Ahora está empezando a comprenderlo todo. Hace apenas media hora su vida ha dado un vuelco. Casualidades del azar. Hoy, a la salida del trabajo, en vez de acudir al gimnasio ha decidido pasar por el centro comercial y comprarse su perfume favorito, que hacía tiempo que tenía ya agotado. Esta tarde estaba de buen humor y pensaba también comprar algo de lencería. Recordó que Gloria le había comentado de una tienda de Intimissimi en el centro comercial donde ella trabajaba, que era outlet y tenían muchas ofertas. Así que allí se encaminó dispuesta a hacer un doblete de perfumería y moda íntima. Era hora de ir reconquistando a su chico, de espabilarlo. Llevaban tres o cuatro días sin hacer el amor y decidió que esa noche le iba a dar movimiento. Algo especial, algo distinto para sacudirle el alergatamiento. En el suelo, en dos bolsas de cartón húmedas por la lluvia, están la combinación de braguitas y sostén de seda y el bote de Carolina Herrera.

Pero la sorpresa se la ha llevado ella al salir de la tienda. En el pasillo, una muchedumbre de gente recorre los escaparates de las distintas franquicias. Entre todo el mundo, una pareja que le resulta familiar, andando unos metros por delante de ella. Cosas del destino. Icíar está en un sitio donde no debería encontrarse a esa hora ¿qué posibilidades hay de coincidir en un centro comercial en la otra punta de la ciudad y entre tanta gente? Pues el destino parece que quiere que abra los ojos porque la posibilidad, aunque remota, se cumple.

Una rubia con el pelo recogido, con un vestido de mono completo, con andares y figura que le resultan muy familiares y de su brazo, otra persona que no es que le resulte familiar, sino que la reconoce al momento ¡Como no reconocer a su Antonio que camina del brazo de Gloria!
Por un segundo, tonta de ella, se alegra. Su primer impulso es de satisfacción al ver que parece su chico ha reconsiderado el tema del trío, pero eso apenas dura unos instantes, hasta que la lógica le dice que es sumamente extraño que se hayan encontrado fortuitamente en aquel lugar. La familiaridad con la que andan y la complicidad de sus gestos, parecen apuntar en una dirección que no le gusta nada a Icíar, a la que se le va descomponiendo el gesto.

Ella continúa andando como un autómata detrás, sin poder apartar la vista hasta que los ve detenerse junto a uno de los ascensores que bajan a los aparcamientos. Allí, mientras esperan, les ve besarse. Un beso muy distinto de tantos que se dieron mientras participaban en su juego a tres. Un beso desprovisto de lujuria, de morbo y por tanto tan doloroso como una puñalada por lo que significa, por los otros sentimientos que refleja, sentimientos que no deberían estar ahí. Intrusos que le nublan la razón y le corroen el pecho.

Ella quiere reaccionar, intenta gritar sus nombres, pero solo un una especie de rugido sale de su garganta. Es incapaz de articular los sonidos, su voz no le responde. Desesperada, echa a correr hacia ellos. Tiene que alcanzarlos; debe detenerlos; debe separarlos; echarles en cara lo que está viendo; exigirles explicaciones; devolver las aguas a su cauce, restaurar el orden… Es su primer reflejo, aunque si pudiera pensar con tranquilidad, sabría que eso ya no es posible.

Les ve desaparecer en el ascensor agarrados de la cintura, y este, cierra las puertas mucho antes de que ella pueda darles alcance. Intenta desesperada llamar a otro elevador. En su desesperación no se fija en que planta se ha detenido: hay tres niveles de garaje. Cuando consigue subir a uno, marca la primera. Se desespera al pisarla: el parking es enorme y tiene varias salidas. Deambula como una loca inútilmente, va a ser imposible localizarlos.

De repente, una idea ilumina atribulada mente ¡Como no se le ha ocurrido antes! Saca el móvil y llama a Antonio. Varios timbrazos hasta que finalmente salta el buzón de voz. Lo vuelve a intentar un par de veces con idéntico resultado. Luego, llama al número de Gloria solo para encontrarse con que dicha numeración ha sido dada de baja.

- Mierda, mierda - se repite. Icíar no sabe muy bien que hacer y de repente, se ve corriendo por la rampa de vehículos hasta alcanzar la salida principal. Y allí se parapeta haciendo guardia durante una interminable media hora, escrutando con atención todos los vehículos que salen.
Al final, agotada y desesperada, cruza la avenida y se sienta en la parada de autobús, la misma en la que ahora soporta un aguacero a duras penas. No sabe el tiempo que lleva allí quieta. Debería encaminarse a la parada de metro pero no lo hace. Su cabeza gira y gira entorno a la misma cuestión ¿Cómo es posible? se pregunta.

Su cerebro trata de reaccionar poniendo orden en el caos para tratar de comprender y así tratar de (al menos), aliviar el estrés. Y sorprendida, se da cuenta de que lo que acaba de ver encaja con lo sucedido las últimas semanas. Ahora todo parece a cobrar sentido.
La incomodidad de Antonio en los últimos encuentros se podía deber a que estaba empezando a sentir algo por Gloria. Quizás por eso le pidió que cesaran los encuentros a pesar de como disfrutaban los tres. No se había atrevido a decírselo, pero la estaba avisando y ella debería haberse dado cuenta. Ese era el motivo de que quisiera acabar con todo y no que le resultara moralmente reprobable lo que hacían. Pero ella estaba demasiado absorta en su fantasía y lo bien que iba todo para prestar atención. Analizaba el comportamiento de ambos durante sus sesiones de sexo y se daba cuenta de que había lujuria y.... ¿pasión? ¿Dónde acababa una y empezaba la otra? ¿Hasta dónde llegaba la segunda? ¿Era pasión a secas o había detrás sentimientos?

A la luz de lo que acaba de ver empieza a vislumbrar que era algo más que deseo y morbo. Antonio lo sentía y no fue capaz de sincerarse, pero intentó evitar que aquello sucediera. Y ella ciega. Sí, debió ser así. Su chico debió pensar que podría manejarlo, que con apartarla sería suficiente. Pero a la vista está que no. Que algo había prendido entre esos dos. Que esas semanas después de cortar con Gloria, su chico no es que estuviera de mal humor o resentido, lo que sucedía es que estaba luchando para no volver a caer, para olvidarla. Cosa que evidentemente no había sucedido: batalla perdida. Y por fin la aceptación y la subsiguiente infidelidad. Por eso se mostraba más tranquilo pero también más inapetente, más distante en la cama. Su mente y su deseo estaban en otro lugar.

Icíar está noqueada. No sabe si sentirse víctima o culpable de lo que ha sucedido. Quizás sea ambas cosas. Pasa de considerarse una estúpida por haber metido a Gloria en sus vidas a sentirse ultrajada por lo que considera una traición. Ya se imagina a su novio excusándose: “la culpa fue tuya porque insististe en esto”, “yo no quería”. O bien “la culpa no es de nadie, que culpa tengo si me enamorado de ella, estas cosas suceden sin que podamos evitarlo”.

¡Qué más da todo! lo único cierto es que aquí la única que se fastidia de los tres es ella. Les ha visto besarse y también cómo se miraban y sabe que ya lo ha perdido.

Una ráfaga de aire le provoca un escalofrío. Constata que no está vestida para estar sentada a última hora de una tarde lluviosa en una parada de autobús, en plena calle. Pero es que todavía no está lista para emprender camino a ningún sitio. Necesita llorar un rato, aliviar la presión que siente en su pecho. De la misma forma que su cerebro ha puesto orden en el caos, ahora toca ordenar los sentimientos, aunque sabe que es tarea imposible hacerlo tan pronto.

De repente, suena el teléfono: es Antonio que ahora sí le devuelve la llamada. Pero en este momento es ella la que ya no quiere cogerlo. Ahora está cansada y desecha, no se encuentra con ánimos de afrontar lo inevitable ¿Que hará? ¿Tendrá fuerzas para reprocharle a Antonio su comportamiento? ¿Cómo reaccionará él? ¿Tienen alguna oportunidad todavía como pareja? ¿Quiere ella esa oportunidad? Demasiadas preguntas sin respuesta que solo se resolverán con el inevitable cara a cara. Finalmente ante su insistencia descuelga y simplemente le dice:

- Antonio, eres un cabrón - antes de colgarle y coger el camino del metro.
 

sweetluis5g

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(XII) Mónica​


Mónica, redujo la velocidad levantando suavemente el pie del pedal de aceleración y pasándolo al de freno. A 200 metros, unos destellos rojos anunciaban que otros vehículos ya habían llegado a la retención que se formaba todos los días a esa hora en la entrada a Madrid, por Villaverde. Entre quince y veinte minutos, según el día, que no había quien te quitara y que a Mónica se le hacían cada vez más pesados. Quienes iban acompañados podían charlar pero no era su caso. También había quien escuchaba música o las noticias en la radio, pero ella no tenía cuerpo para eso: recién levantada, todo le molestaba hasta que no llegaba al trabajo y tomaba su primer café para espabilarse. Claro que hubiera podido tomarlo en casa, pero su estómago a esas horas apenas admitía nada, bajo pena y riesgo de que cualquier cosa que le echara le sentara mal, y no era cuestión de que te diera un apretón, como ya le había sucedido alguna vez en medio de un atasco sin tener donde parar para aliviarse.

Cuando su vehículo finalmente se sumó a la fila de caracoles con luces, que reptaba metro a metro buscando la ciudad, la chica se relajó un poco.

Mierda de momento, casi el peor del día y encima era miércoles. Aún no había empezado su jornada de trabajo. Una larga andanza llena seguramente de rutina, prisas y problemas la esperaba y todavía no había ni siquiera arrancado. Efectivamente, era su peor instante. Al menos, cuando estuviera en el tajo estaría más distraída, pero ahora solo podría debatirse entre la morriña de que su mente aún estaba entre las sábanas y el necesario despertar a la realidad de su día a día.

Y ¿por qué los miércoles eran malos?

Bueno, eso venía desde hacía un mes más o menos: ese día había pasado de ser el favorito de la semana al más odiado. Los miércoles era el único día que coincidía con su pareja por la mañana. Su chico, Ricardo, vigilante de seguridad, había conseguido un contrato indefinido. La única pega es que le tocaba cubrir siempre el turno de noche, de forma que cuando llegaba a casa, ella ya se había ido. Estaban como Lady Halcón con, digamos, ciertas dificultades para coincidir en tiempo y ganas.

A esas alturas de su vida, ya con cuarenta y un años, había pasado por varias fases en lo que a temas sexuales se refería. Desde la intensidad y el morbo de los primeros encuentros, a un sexo mucho más tranquilo y organizado, como correspondía a una pareja con más de una década de relación a sus espaldas. Es cierto que Mónica no había sido precisamente una chica muy fogosa y era Ricardo el que casi siempre tiraba de ella, pero tampoco era una mojigata ni una inapetente. Le gustaba el sexo, lo único, que tenía que estar motivada y encontrar el momento, cosa que la rutina matrimonial no parecía favorecer en los últimos tiempos. Simplemente una cuestión de biorritmos. Los cambios de turnos y de horarios influyen por separado en la vida de cada uno, de forma que cuando ella tenía ganas, su marido no estaba y cuando su marido estaba, a ella el cuerpo le pedía otra cosa, generalmente descanso y desconexión.

Efectivamente, cuando llegaba por la tarde, agotada, había tenido que parar para hacer compra y aún tocaba cocinar algo para la cena, ordenar un poco la casa o cualquiera de las tareas que había que aprovechar para hacer antes que cayera la noche.

No es que Ricardo no ayudara, pero había algo a lo que él no renunciaba y era a su hora de gimnasio. Por la mañana dormía y después de almorzar, generalmente, se sentaba a ver la televisión mientras hacia la digestión. A media tarde es cuando iba al gimnasio: no era cuestión de ponerse a hacer deporte recién comido. Temas de su profesión, un guardia jurado tenía que mantenerse en buena forma según indicaba él, aunque Mónica sabía perfectamente que le apasionaba hacer deporte y era su mejor momento del día, de manera que procuraba no recriminárselo. Pero lo cierto es que apenas coincidían un rato antes de cenar. No era su mejor hora, desde luego, y las veces que tenían sexo solía ser apresurado e insatisfactorio, al menos para Mónica. De forma que trasladaban sus revolcones al fin de semana, cuando ella no trabajaba y podían permitirse el lujo de buscar mejor el momento en que cuadraban más sus deseos.

Con una excepción: los miércoles.

Rara era la semana que no tenía que completar la jornada partida con algunas horas extras que su jefe, por supuesto, nunca le pagaba: simplemente las acumulaban para disfrutar en algún momento de la semana siguiente. Ese momento era el miércoles por la mañana, un oasis en medio de la semana en el que podía retrasar la entrada, algunas veces, incluso hasta el mediodía. Y entonces, sí se producía esa maravillosa conjunción de astros que permitía a Ricardo llegar y encontrarse la cama caliente, carne tibia bajo las sábanas, entre el sueño y la vigilia.

La simple expectativa hacia que pasara buena parte del turno esperando el momento de salir, con lo cual estaba motivado y generalmente llegaba a la cama con una buena erección, pegándose a ella, acariciándola, metiendo mano debajo de su camisón o entre los pantalones del pijama, consiguiendo que un cosquilleo húmedo surgiera de su entrepierna mientras que sus pezones se hinchaban, volviéndose hipersensibles a cualquier roce o caricia.

En esa mezcla entre sueños y realidad, el deseo sí que acudía presuroso a su llamada. Saltándose la barrera de las obligaciones, el estrés, el cansancio del día. Era el momento en que no había dique que contuviera sus anhelos ni sus ganas. Ricardo lo percibía, se daba perfecta cuenta y eso hacía que su excitación fuera también brutal, sabiéndola dispuesta. No era un polvo de circunstancias, ni simplemente para quitarse la tensión ni las ganas, era una follada en toda regla, de esas que te dejan muerta y satisfecha, recreándote, conscientes que no había prisa ni porque él se tuviera que ir, ni porque ella tuviera que hacer lo propio. Y a veces repitiendo. Entonces sí, entonces Mónica conducía tranquila, relajada y optimista hacia su trabajo, sabiendo que se saltaba la hora del atasco y que le había ganado buena parte del día al estrés laboral ¡Joder! si es que era mejor incluso que el fin de semana ¡Benditos miércoles!

Hasta que se acabó el chollo. Qué poco dura la alegría en casa del pobre, que decía su abuela. La salida de un cliente de la cartera de negocio, les había dejado con déficit de actividad. Mónica incluso temió por el puesto de trabajo, aunque al final solo quedó la cosa en una reorganización. Eso sí, se acabaron las horas extras y también la alegría de los miércoles. Así que ahí estaba como todos los días, pisando embrague, metiendo primera, avanzando dos metros, pisando embrague, sacando marcha, frenando... Movimientos ya reflejos mientras avanzaba a paso de tortuga hasta el enlace con la M30, donde ya el tráfico fluía un poquito más despejado.

Definitivamente en este momento, nada podría ir a peor ¿o acaso sí? Un relámpago rasgó el telón de fondo del horizonte. El aire estaba cargado de humedad. Con la primera luz del día alcanzó a vislumbrar una capa de nubes grises y bajas.

El trueno llegó arrastrando una corriente de electricidad estática a lomos de las primeras gotas de lluvia, gruesas, que sonaban como golpes al impactar contra el techo y el capó del coche.

- Mierda - pensó Mónica echando de menos una vez más su cama. La lluvia fuerte en Madrid era sinónimo de accidentes, atascos y aún más ralentización de tráfico. Pues sí, definitivamente el día podía ir a peor.

Mónica resopló fastidiada. En su biorritmo y para su desgracia, ese era el momento en que estaba más predispuesta al sexo de todo el día. Allí, medio amorrada, evitando pensar en lo que tenía por delante y dejando su mente en blanco mientras de forma mecánica avanzada metro a metro, era cuando el cuerpo le reclamaba placer. Claro que también ella tenía parte de culpa porque esa mente en blanco la dejaba llenarse de fantasías y deseos. ¿Con qué otra cosa ocuparse si no? No soportaba la radio, la música le daba sueño y se negaba anticipar o planificar el día, que por otro lado, no era en nada distinto a los demás.

Así que se dedicaba fantasear. Con su marido y con los polvos que echaban aquellos miércoles ya perdidos. Con ese compañero del trabajo con el que había estado tonteando, aunque eso sí, sin cruzar la raya, lo que no quitaba que pudiese incorporarlo a sus fantasías eróticas imaginándose lo que hubiera podido pasar. Con ese chico guapo y trajeado en un BMW azul metalizado que a veces coincidía con ella en el atasco y de quién no sabía absolutamente nada, solo que se desviaba al tomar la M30 en sentido contrario al suyo. Una vez coincidieron en paralelo y ella no pudo evitar fijarse. Apuesto, joven, bien peinado y con unos ojos claros que la miraron curiosos durante unos segundos eternos antes de que ella se ruborizara como una colegiala pillada en falta y fijara la vista al frente para romper el contacto. Con cuarenta y un años y poniéndose colorada, peor aún: poniéndose cachonda al recordarlo y buscando con la mirada el vehículo cada vez que llegaba al atasco. Había podido identificarlo alguna que otra vez pero nunca habían vuelto a coincidir en paralelo, siempre breves retazos, imágenes que pasaban rápidas y borrosas aunque sabía que era él.

Bueno, pues ahora ya estáis en antecedentes de cómo y por qué, este era un momento engorroso pero también especial para Mónica. Sus veinte minutos de retención diaria donde ella se evadía, donde su mente desconectaba de la realidad para enchufarse a fantasías hedonistas, generalmente relacionadas con el sexo. Sin querer despertar aún pero estando ya despierta. En esa tierra de nadie donde ya has salido del refugio de la cama y del sueño, pero todavía no te has incorporado al duro día que acaba de comenzar.

Durante tantos meses había tenido la oportunidad de pensar en todo y en todos, de depurar la técnica para evadirse mentalmente mientras circulaba a paso de tortuga. Tanto era así que a veces la libido se le disparaba, de alguna forma, su cuerpo se había acostumbrado a reaccionar a esos estímulos y a esa hora: ya sabéis, el tema este del biorritmo que hablábamos antes…

Como si hubiera una predisposición de su mente, que finalmente arrastraba a su cuerpo. Aquel se había convertido en su momento, de la misma forma que antes lo era el despertar los miércoles cuando su marido llegaba la cama y se acurrucaba junto a ella metiéndole mano. Su cuerpo estaba preparado y su mente también, en aquellas ocasiones nunca decía que no porque las esperaba y las deseaba. Sus ganas y sus orgasmos eran similares a los que tenía cuando ovulaba una vez al mes, en que su organismo se inclinaba al sexo y sentía la llamada de la naturaleza.

Algo parecido a lo que le sucedía en aquellos momentos en que parecían alinearse los astros. Tanto era así que más de una vez llegaba al trabajo muy caliente. Generalmente, bastaba el trayecto con el tráfico más frenético de la M30 y cuando callejeaba camino del trabajo, para que el hechizo se fuera deshaciendo. Pero había llegado a tal grado de entrenamiento y de sugestión, que a veces el calentón le duraba hasta llegar a la oficina. El parking era concurrido y totalmente expuesto, si no hubiera sido por ello, más de una vez se habría hecho un dedo en el mismo vehículo. Incluso un par de días de estos que llegaba especialmente motivada, lo primero que hizo fue meterse en el aseo para hacerse una paja allí sentada en el váter. Pero no fue demasiado satisfactorio, especialmente la segunda vez: entró una compañera y al oír ruidos le pregunto si estaba bien, desconcentrándola y poniéndola nerviosa.

A ella le hubiera gustado tocarse en el momento álgido de la fantasía pero claro eso de hacerse una paja mientras conducía a la vista de todos los demás que circulaban, como que no. Todo un poco frustrante, la verdad.

Lo que antes eran goterones dispersos de repente se convirtió en una cortina de lluvia. Casi inmediatamente, se ralentizó la circulación hasta casi detenerse. El suelo se empapó y algunas ráfagas de viento arrojaron agua también sobre los laterales del vehículo, de forma que Mónica (al igual que todos los demás conductores) subió las ventanillas y puso a tope los limpiaparabrisas. La sospecha de que hoy el atasco se iba a prolongar más allá de los 15 o 20 minutos habituales llegó cuando vio parpadear las luces de emergencia, aproximadamente a un kilómetro de distancia. Los típicos cagaprisas que siempre iban pegados al de delante. Seguramente algún idiota se distrajo o no frenó a tiempo y ya teníamos el golpe. Con un poco de suerte, solo un carril atascado, pero de momento el parón era total.

Mónica no puede hacer otra cosa que dejar vagar su imaginación como todos los días, pero esta vez quizás de forma un poco más intensa y con más tiempo por delante. Pasa revista a sus fantasías más recurrentes. Comienza soñando que tiene la mañana libre en vez de estar metida en una mierda de atasco camino una vez más del trabajo. Está en su cama, calentita bajo el edredón. Su camisón por los muslos, los pechos aplastados mientras duerme de lado. Dulces y húmedos sueños recorren su mente y hacen que algo se remueva en su vientre: el gusanillo ese de cuando era jovencita, de cuando siendo adolescente su cuerpo recibió las primeras caricias. Casi puede reaccionar igual, con un mórbido deseo, con expectación, con su piel electrizada, tensa y sensible. Con su vagina humedeciéndose.

Sueños que pronto se hacen realidad al oír la puerta del dormitorio abrirse y sentir unos pasos pesados acercarse a la cama. No necesita abrir los ojos para saber que es su marido que acaba de llegar. Todavía trae el olor del uniforme, el olor a cuero de los cinturones donde cuelga las esposas y el arma. No sabe por qué, pero eso la excita mucho. Sin embargo, cuando se mete en la cama está desnudo. Mónica sabe que ha dejado la ropa en el vestidor y que cuando entra a la habitación, lo hace en pelotas. Pronto siente un brazo fuerte y musculoso rodeándola. Su chico son 86 kg de músculo enfundados en un cuerpo de 1,80 de alto. Él se pega haciendo la cucharita y Mónica nota el falo duro y caliente enterrándose entre sus nalgas. Ella ya era culona de jovencita, ahora en los cuarenta es todavía un poco más ancha de caderas y con un trasero aún más prominente, pero eso no parece restarle placer al interés que su marido siente por ella, todo lo contrario, siempre le han gustado macizorras y para él, tener más culo dónde perderse es una alegría. Así se lo ha dicho y así lo percibe ella cada vez que lo sorprende observándola desde atrás con mirada de deseo.

Casi enseguida la mano baja las bragas a medio muslo para luego posar la palma en su glúteo y apretarlo en una caricia que la moja, y más aún, cuando nota un dedo grueso y largo introducirse buscando la entrada de su vagina. Así comienzan los miércoles, con una Mónica entre el sueño y la realidad, jadeando mientras su marido la penetra desde atrás con el camisón y las bragas medio puestas, con su aliento en el cuello, resollando en su oído y una mano pellizcando su pecho.

Y así nace el primer orgasmo, en esa postura cómoda y fácil, con ella subiendo las rodillas y metiendo culo para sentir aún más las embestidas y que estás sean más profundas, para deleite de ambos.

Un breve pitido la hace abrir los ojos sobresaltada. La fila se ha movido unos metros adelante mientras ella estaba en otro mundo follando con su marido y el de atrás se impacienta. Tensa, mueve los pies para manejar los pedales y avanzar un poco antes de volver a detenerse. Hoy lleva un vestido de punto corto, por encima de las rodillas, sin medias ni pantys, que luego pasa calor en el trabajo con la calefacción. El interior de sus muslos está chorreado y pegajoso y percibe un cosquilleo. Es su clítoris que empieza a hincharse por lo que su celebro imagina. Imágenes, olores, sonidos, sensaciones… cierra los muslos y los frota, transformando la sensación de cosquillas en placer.

Una mano suelta el volante y sube desde la rodilla hasta su ingle por debajo de la tela. Se acaricia el monte de Venus y lanza un breve gemido apenas se roza con la yema de los dedos, pero su nódulo responde con un calambrazo que se transmite como si fuera el eco al interior de su vagina. Un grito que llega hasta el fondo, haciendo que sobre su tripa bailen mariposas.

Baja la mano un poquito más y toca la tela de sus bragas a la altura de los labios vaginales y puede darse cuenta que está mojada.

Fuera, la lluvia arrecia y a pesar de ir con las ventanillas subidas el olor a humedad invade el coche. Imposible distinguir nada. El vehículo de enfrente es solo un reflejo rojo de luces de freno y catadióptricos que devuelven la luz de sus faros. La luneta trasera empañada no le deja ver al que tiene detrás, salvo nuevamente lo que es un haz de luz, guardándola de miradas indiscretas. El vehículo que tiene al lado (apenas a metro y medio), es un borrón donde una figura irreconocible mira hacia el frente, también agobiada por ese inicio de jornada. A fastidiarse tocan. Pero ella está en su mundo y ahora se siente a salvo de miradas indiscretas, como en una burbuja. Hoy, con la que está cayendo, la posibilidad de que alguien pueda adivinar sus tejemanejes parece más remota.

Siempre ha soñado con aprovechar el subidón para masturbarse, pero nunca se hubiera atrevido a tal cosa ¿hoy sí?

Trata de desechar la idea más que atrevida, pero su cuerpo se niega a obedecerla atraído por el placer y el deseo. Esos dedos se cuelan entre la fina tela que cubre su pubis y uno de ellos se pierde entre los pliegues de su vagina. Mira de nuevo al lado pero el chaparrón sigue inclemente y le impide ver con claridad, de la misma manera que la otra persona tampoco podrá seguramente verla a ella. La puerta la oculta de hombros para abajo, pero ¿podrá distinguir su respiración agitada, sus pechos subiendo y bajando, su labio mordido en una mueca obscena? ¿Será el chico joven el que está situado junto a ella? Se lo imagina saliendo del vehículo, empapado, llamando a su ventanilla con los nudillos. Olor a Hugo Boss, como a ella le gusta y un rostro bien afeitado, cuerpo enfundado en traje caro, pidiéndole permiso para abrir la puerta y entrar a su lado.

Mónica lo ve como si realmente estuviera sucediendo. Los dos en el asiento trasero, comiéndose a besos, enredando sus lenguas, su mano buceando en la bragueta y sacando el miembro del chico. Su boca cerrándose sobre él, recorriéndolo mientras lo empapa con su saliva, apretándolo con sus labios…

Las bragas vuelan al asiento delantero. Mónica se sube a horcajadas buscando directamente el contacto, el vestido por la cintura y los muslos abiertos. Se la mete hasta el fondo mientras se vuelven a comer la boca y el aprieta sus nalgas con las manos, deseando abarcar su culazo imponente.

Follan como desesperados conscientes de que disponen solo de unos minutos, mientras afuera sigue cayendo la mundial en forma de aguacero, una cortina que les protege de miradas y de oídos indiscretos mientras los dos se derraman en un festival de saliva, semen y flujo que inunda el coche de olores y sabores a sexo puro y duro.

De nuevo la caravana avanza. Esta vez Mónica consigue arrancar antes de que el impaciente de atrás le pite. De nuevo frufrús de sus muslos, que aprieta haciendo presión sobre su coñito.

Cuando detiene el vehículo de nuevo, la mano se pierde otra vez debajo del vestido. Su vulva es como un imán al que no se puede resistir. Aparta la braguita un lado y los dedos se sumergen en la espesa humedad. Está chorreando. Desliza dos de ellos y los retira empapados. Casi sin darse cuenta, hace el gesto de llevárselos a la nariz para oler el flujo fresco.

Una tercera fantasía viene a su mente. Su compañero del trabajo Damián ¿Recordáis que al principio comentamos que había estado tonteando con él? Bueno es verdad que hay una conexión. Roces, miradas de entendimiento, gestos… pero nunca han pasado de ahí. Damián es demasiado serio y educado para traspasar la raya a menos que ella le diera pie y eso no ha sucedido. Que una cosa son juegos inocentes que sin embargo la ponen cachonda, y otra bien distinta, es lanzarse a una infidelidad poniéndole los cuernos a su marido. Mónica tiene claro que no va a provocar algo así.

Pero ahora imagina por un momento, sola en el coche y para ella misma, que hoy cuando llega a la oficina le hace una seña a Damián y este la sigue hasta el archivo. Una vez allí, ella echa el pestillo y situándose frente al él, se quita las bragas las deja encima de la mesa.

Damián abre la boca sorprendido, pero antes de que pueda pronunciar palabra Mónica le dice segura y convencida:

-No hables. No digas nada. Solo tómame.

Se abrazan. Sus manos recorren ansiosas todo su cuerpo. Ella se sienta en la mesa y se sube el vestido mientras abre los muslos y le muestra impúdicamente su sexo. Es su fantasía así que ¿por qué cortarse? Es algo que nunca haría (¿o sí?) Jugar con la posibilidad la pone caliente, o mejor dicho: más caliente aún.

¡Ah sí! ¿Por qué no ir más allá? Puestos a imaginar, se imagina a Damián loco de deseo, sacándose un miembro más que grande. De esos que raramente se ven fuera de las pelis porno, largos y gruesos. Se lo imagina loco de deseo entre sus muslos, maniobrando para metérsela mientras el glande roza su clítoris con cada torpe intento. Entonces la coge y la gira apoyándola contra la mesa. Desde atrás, apunta abriéndose paso con la polla hasta situarse a la entrada de su vulva. Ahora sí, empuja y poco a poco la va deslizando dentro. Mónica siente cómo dilata su vagina, como llega hasta el final, como su prepucio golpea contra su matriz...Uno de sus dedos ha desaparecido en su vagina eso sí es real. Con el pulgar se frota el clítoris a la vez que lo introduce y lo saca con la braga echada a un lado. Puede oír el chapoteo mezclándose con el ruido de la lluvia ¿De verdad se está haciendo una paja en el coche en medio de un atasco? Debe parar y concentrarse en la conducción, pero ya ha llegado un punto de no retorno, todo le da igual. Ahora son dos dedos los que desaparecen en su vagina mientras continua estimulándose.

Las luces se vuelven aún más borrosas y ya no distingue entre la lluvia golpeando el cristal y los latidos de su corazón acelerado. Alguien hace sonar el claxon pero parece que es lejos, muy lejos. El coche que está paralelo a ella se mueve, pero Mónica sigue a lo suyo, está tumbada boca abajo en la mesa del archivo mientras Damián la penetra con fuerza desde atrás e intenta decirle cuando le gusta, todo lo cachondo que le pone, pero no puede hablar, solo gruñe como un alazán en celo.

El orgasmo ya viene, fogonazos de placer en la vista perdida entre luces que ahora se vuelven psicodélicas y la cortina de agua del parabrisas; un nuevo pitido y Mónica emite un alarido apenas contenido mientras tiembla entera, difícilmente consigue pulsar las luces de emergencia antes de volver a aferrar con la mano izquierda el volante, tratando de retorcerlo mientras la otra mano continúa entre sus piernas.

Pasan unos minutos, hay varios coches que la adelantan. Se han acabado los bocinazos: parece que el de atrás ha entendido que está en problemas y pone intermitente para adelantarla. Las luces de emergencia le han procurado una pequeña tregua. Pone la cabeza contra el volante mientras trata de recuperar el aliento. Poco a poco se va a serenando.

Unas luces naranjas girando a su alrededor, pero sigue sin reaccionar hasta que de repente unos golpes en el cristal la sobresaltan. Una figura se recorta bajo la lluvia. Saca la mano de entre las piernas y tira del vestido hacia abajo, busca el interruptor del elevalunas y se da cuenta que tiene la mano pegajosa. Consigue bajar un poco la ventanilla y una figura verde asoma.

- ¿Se encuentra bien señora?

El guardia civil joven, con barba y bigote chorreando agua, asoma la cabeza en el interior.

- ¿Está usted bien? – repite.

Mónica no puede contestar así que asiente con la cabeza.

- ¿Le pasa algo al coche? - Ella niega con un nuevo movimiento de la cabeza. Se está fijando en el brazo fuerte y musculoso que está apoyado y la ventanilla. Mira fijamente al chico: le parece guapo.

- Pues si está todo bien, por favor, continúe.

Mónica ensaya una sonrisa y le da las gracias con palabras apenas susurradas. Quita las luces, mete primera y continúa camino. Apenas ha recorrido doscientos metros y vuelve a sentirse excitada recordando al guardia civil joven. Tiene los nervios a flor de piel y la libido por las nubes.

- “¡Joder! ¡Se ha masturbado en medio de un atasco!” piensa sin acabar de creérselo.
 

sweetluis5g

Virgen
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(XIII) Ángeles​


Ángeles estaba en el tálamo ibicenco, colchones mullidos con cojines de fino encaje y telas de gasa flotando a los lados. No el típico conjunto de playa basto y lleno de arena, sino uno mucho más sofisticado, con cobertor de lino muy fino y sábana de seda, una caricia para la piel. Su mirada descansaba en la piscina infinita con vistas a Santorini, donde una colchoneta se mecía suavemente en la lámina de agua a capricho de la brisa mediterránea, formando pequeñas ondas en la superficie de cristal. El daiquiri en la mano, gafas de sol y un minúsculo bikini de Paul Gautier que apenas dejaba nada a la imaginación.

Hoy vendrían a prepararle unos platos típicos un chef de la isla, moussaka y también saganaki, hecho con el mejor queso de la isla, todo regado con vinos del lugar. Después siesta y por la tarde visita turística. Un plan de lo más apetitoso.

Ninguna nube en su vida, todo despejado y con una magnífica tarde - noche por delante: ¿puede ser un día más perfecto?

- ¡Hola guapísima!

¡Si puede! su marido acaba de aparecer. La mirada con ojos de deseo se posa en su piel morena, perlada por las gotas de agua que un fino spray ha dejado sobre ella para refrescarla y que se eriza solo al oír su voz.

Angie, como la llama su marido, se revuelve perezosa como una gata en su cama y le lanza una mirada pícara, mientras adopta una postura un poco impúdica.

- ¡Cariño, estás aquí! – Ronronea - ¿Y la reunión?

- Hemos acabado pronto, el negocio se ha cerrado fácil así que he decidido saltarme la fiesta. Prefiero celebrar contigo - añade mientras le toma el daiquiri de la mano y le da un sorbo. Luego coge el inalámbrico que hay encima de la mesita y tras marcar recepción, pide que le suban a la suite una botella de vino blanco helado.

Ella se levanta y se abraza mimosa. Mete las manos por debajo de la chaqueta del carísimo traje y acaricia los abdominales de su hombre por encima de lo que es una segunda piel en forma de camisa (800 € la pieza, en una de las boutiques más exclusivas de París). Pietro le echa atrás la cabeza, tirando suavemente del pelo y la besa en los labios con pasión. Solo se separan cuando están al límite de la asfixia.

- ¿Por qué no te pones más cómodo? - le susurra Angie al oído - Ve a cambiarte...

- No quiero ir a cambiarme, tengo prisa por tenerte - responde tirando de nuevo de su pelo y provocando un grito ahogado de sorpresa y satisfacción, aliñado con un poquito de dolor.

Angie sonríe descarada sabiendo que su día de exclusividad, lujo y disfrute acaba de mejorar a pasos agigantados. Su vida es perfecta en este instante. Le quita la chaqueta y ve que a su chico los pectorales se le marcan bajo la camisa. Angie no puede evitar pasar la mano por su pecho, sintiendo como bajo la fina tela se le empitonan los pezones. Bajo el pantalón, un bulto se hace cada vez más evidente y ella gruñe de satisfacción. Ese pequeño gruñido que se le escapa cuando está en celo y que es característico de ella, un indicador para su marido de que está más que dispuesta a cualquier cosa que el desee hacer, abierta a lo que venga.

Su chico es guapo y está muy bueno: pleno al 15, le ha tocado la lotería, piensa.

- Angie - murmura mientras le besa el cuello salado por el sudor. Le gusta como lo enuncia, con ese acento italiano que fue lo primero que le atrajo de él: la primera vez que pronunció su nombre se enamoró. Hasta entonces era solo un chico guapo y con clase que la había atraído, pero era solo eso: atracción física, hasta que los presentaron y la llamó por su nombre repitiendo lo que ella había dicho. Ahí la atracción se convirtió en hechizo y ya supo que estaba enamorada.

Intenta desabotonarle la camisa pero él le coge la mano y se la aprieta. Con la otra, saca algo de su bolsillo y se lo pone entre los dedos. Angie se sorprende, pero lo toma sin bajar la vista: solo al tacto adivina lo que es.

- ¡Las has comprado!

- Las encargué y he pasado a recogerlas: plata de ley, lo mejor para mi chica…

Ella compone una sonrisa que le sale del alma. No la sonrisa de ternura, ni la de diversión, ni la de cariño… es una sonrisa más sucia, provocativa, preñada de deseo. Esa sonrisa exclusiva que Pietro conoce tan bien.

- Ya me desnudo yo para ti - dice mientras la gira de espaldas y la abraza. Angie puede notar el bulto presionar contra su culo, duro como un hierro. La empuja suavemente hacia la cama balinesa - Ya sabes lo que tienes que hacer - susurra.

Ella agacha la cabeza y camina hacia la cama muy despacio, exagerando solo un punto el movimiento de sus caderas, lo suficiente para atraer la atención de Pietro. Su culo duro y sin un gramo de grasa, gracias a su entrenador personal y el ejercicio que hace todos los días, hace desaparecer el fino tanga entre sus cachetes dejando poco a la imaginación. Se pone de rodillas en la cama, coge las esposas y las mira: efectivamente plata de ley, con un corazón y su signo del zodiaco grabado debajo de su nombre. Sabe cómo utilizarlas. Se las coloca, primero una muñeca, luego las pasa por una de las vigas de madera que sujetan la cama balinesa al techo de tela que hace de parasol. Entonces, se abrocha la otra y así queda encadenada. Cuando vuelve la vista atrás, ve a Pietro que se ha quitado la ropa, el caro traje tirado en el suelo. Cuerpo bronceado y perfilado también de gimnasio, la verga duda y levantada como un mástil al viento, cabecea con impulsos de deseo.

Ángeles se gira y se pone de rodillas sobre el lecho, ofreciéndole su culo, abriendo las piernas y dejando que la fina tela del tanga le marque su vulva. Siente los pasos de los pies descalzos sobre la tarima de madera que rodea el lecho y se moja mientras oye cómo se acercan. Ahora sí se empapa, moja el bañador y lamenta no habérselo quitado antes de encadenarse. Pero a Pietro no parece importarle, todo lo contrario: se lo deja puesto y simplemente se limita a apartar con los dedos la tela y acariciarle directamente el clítoris, suavemente, despacito, mientras ella sigue mojándose.

En esa posición, se agacha y la besa. La lame, introduce la lengua entre sus labios vaginales, sumando placer al placer, humedad a la humedad, morbo al morbo… Angie empina el trasero y se abraza a la madera.

- ¿Quieres seguir jugando? – pregunta su marido. Ella quisiera seguir un poco más, pero el cuerpo le pide pasar directamente a la acción.

- Fóllame ¡ahora! – gime.

Su marido todavía la ignora unos momentos más, mientras sigue estimulándola.

- ¡Por Dios, Pietro! ¡Métemela! - Ruega ella en una mezcla de orden y súplica.

Entonces nota el glande entre sus muslos, rozando los labios vaginales. Está húmedo y resbala hasta que por fin encuentra la entrada y presiona abriéndose paso. Una oleada de placer la envuelve. Desearía poder desatarse y tocarse el clítoris en ese momento pero, Pietro, que la conoce al milímetro, adivina sus pensamientos y con una mano y la agarra del pecho, pequeño moreno y duro apretándole el pezón, mientras la otra la dirige rodeando su cintura a la entrepierna y busca su nódulo del placer. Angie se retuerce: está tan caliente que casi le cuesta llegar al orgasmo.

- Más, más - reclama y entonces es su marido el que ya no puede contenerse. La aferra de la cintura y con un golpe se la introduce sin contemplaciones una y otra vez. Siente el golpeteo de sus muslos contra sus nalgas y la nota penetrar hasta lo más profundo: Plof, plof, plof, ese sonido de carne contra carne, de humedades que salpican, el roce de su cara contra la madera con cada empellón, la presión de las esposas en sus muñecas… se siente utilizada, se siente golfa, se siente puta por que le gusta, se siente poderosa por lo que provoca en su marido.

- Más, más – grita de nuevo espoleándolo.

En ese momento alguien toca la cristalera: un camarero asoma la cabeza. Viene con una bandeja en la que porta el vino en una cubitera fría y un par de copas. Rápidamente vuelve la vista hacia otro lado al encontrarse con la estampa.

- Disculpe, señor: el vino que había pedido.

Sin dejar ni un momento de follársela, Pietro señala la mesa y le hace un gesto.

- Déjalo ahí.

El camarero es joven, alto, moreno y guapo. No puede evitar mirarlos de reojo: Angie de rodillas, esposada a la madera, recibiendo duro sin poder evitar un jadeo que acompaña a cada golpe de riñón con el que su marido se la mete hasta el fondo, saliva y babas que le mojan la barbilla, agacha la cabeza y trata de enterrarla entre sus brazos y la sábana mientras le llega el orgasmo, fuerte, implacable e inevitable. Se corre a la vista del camarero, morbo sobre morbo, un chico guapo viendo como otro chico guapo disfruta de ella. No levanta la cabeza: la última imagen es la del camarero mirándola con ojos turbios mientras su chico se va en su interior inundándola de leche.

Quiere gritar y lo hace: un aullido animal de gusto y de desahogo que hace estremecerse al macho que la posee y al que observa sobrecogido.

- La crema de Bella Mañana ¿es mejor que la Shimio?

Angie despierta a la realidad: no está en Santorini, ni tiene una casa en Marbella, ni un marido brocker. Todavía vive con su madre y trabaja en una cadena de perfumerías aguantando clientas como la pesada que tiene ahora mismo delante: quince minutos dándole la paliza para una crema que apenas vale 20 €. Una sola gota del perfume que ella sueña con ponerse vale mucho más que eso.

- Señora son parecidas, están en la misma gama de precios

¿Por qué su fantasía es cada vez más recurrente? Quizás porque su vida cada vez es más un asco. Lo más cerca que está ahora mismo de ese cielo soñado son las clases de auxiliar de vuelo a las que se ha apuntado.

¡Quien le mandaría estudiar filología inglesa! Su madre insistió tanto que al final ella se convenció de que ahí efectivamente podía estar su futuro, pero a día de hoy, las únicas posibilidades de trabajo que logra encontrar son en academias de inglés, haciendo de profesora y desgraciadamente para ella, lo que le parecía una buena salida luego se confirmó como algo que no le gustaba en absoluto. Apenas tardó un par de meses en darse cuenta que ella no servía para profesora. Así pues ¿En qué otra cosa podía pensar sino que viniera su príncipe azul a rescatarla y a darle una vida regalada ya que ella no parecía capaz de proporcionársela por sí misma? Aparte de que le tocara la primitiva, cosa que también intentaba echando su boleto todas las semanas, su única opción evidente para salir de aquello era que un chico guapo y rico se enamorara y de golpe acceder a un mundo regalado. Porque no bastaba con que fuera rico, puestas a soñar ¡qué coño! ¡Que también fuera un chaval joven y resultón mejor que un viejo podrido de pasta!

Y el caso es que había estado a punto de conseguirlo, maldita sea. Tal vez ese fuera el problema, el haber estado tan cerca. Si todo aquello no hubiera sucedido, quizás se hubiera quitado de la cabeza a todas esas tonterías y se hubiera puesto en acción para conseguir un trabajo que al menos le permitiera vivir con holgura, una oposición o algo así…pero sucedió.

Con apenas 18 añitos recién cumplidos, empezando la carrera y con la cabeza llena de pájaros. Una chica normalita que no es que sea de las que llama la atención, ni tampoco de las que tiene una personalidad descarada y arrolladora, pero que de repente sintió un impulso. Siempre había tenido la fantasía de encontrar su príncipe azul. La ley del mínimo esfuerzo. Alguien que te rescate de una vida anodina enamorándose de ti, incorporándote a un mundo donde ya no te tienes que preocupar por nada, solo de disfrutar aquellos regalos que llueven del cielo como maná que cae sobre los hambrientos. Porque eso, ella estaba ávida de vivir una vida cómoda, incapaz de aceptar que la suerte juega un papel en la existencia y a no todo el mundo le toca la lotería de tener unos padres ricos, un boleto con el premio gordo o la suerte de que el millonario se fije en la doncella que le hace todos los días la cama y le barre el dormitorio. Y que todo lo que no es suerte, te lo tienes que buscar tú.

Pero, a ver, si es que era una criatura todavía por destetar. Ella se pensaba que por haber tenido ya dos novios y haber follado con el segundo, perdiendo la virginidad, ya sabía todo lo que había que saber y podía jugar el papel de mujer fatal ¡Y por Dios que lo jugó! al menos lo intentó, eso no podrá quitárselo nadie. Un buen día decidió que si ella quería un príncipe azul, igual tendría que empezar a frecuentar otras amistades y otros ambientes porque, lo que estaba claro, es que entre sus vecinos, amigos y compañeros de clase no lo iba a encontrar.

Precisamente una de sus compañeras de clase de la universidad sí que era de familia bien. Gloria, una muchacha apocada con algún que otro complejo, de las que llamaba poco o nada la atención pero con unos padres asquerosamente ricos. Así pues, si quería relacionarse con gente con posibles, Gloria era la única que podía abrirle la puerta, de modo que decidió hacerse su amiga. Bendita criatura, estaba sedienta de algo de emoción en su vida y ahora tenía una amiga fuera de su círculo. Angie pronto aprendió lo crueles que pueden ser los pijos acostumbrados a aparentar y a una dura competencia por destacar. Y con Gloria se habían cebado, así que la chica la vio como su ángel salvador. Se convirtieron en íntimas casi enseguida.

Pronto la introdujo en su círculo ante la mirada aprobatoria de sus padres que preferían una advenediza en su entorno, antes que una hija rarita sin amigas. Sin embargo, con el resto la cosa no fue tan fácil. Los posibles chicos que pudieran interesarle, en general, se dividían en dos bandos: los que la ignoraban olímpicamente, igual que ignoraban a Gloria y los que solo estaban interesados en aprovecharse de ella. Que Ángeles no es tan tonta como para no darse cuenta cuando un interés es genuino y cuando es fingido. Y a los pijos se le nota a kilómetro cuando pretenden alguna cosa. Son incapaces de disimular el desdén que sienten por todo aquel que sea de una clase inferior, es decir: todos los que no pertenezcan a la suya. Así que si te tratan bien es porque quieren algo. Y la mayoría, aunque traten de poner cara de que le interesas realmente, les aparece el tic repelente de “tú no eres de los nuestros y tú no deberías estar aquí”. Algunos tardan más, otros menos, pero no pueden negar su condición y en algún momento les sorprendes mirándote con cara de suficiencia, de lástima o directamente de asco. Algún gesto o alguna expresión se les escapa, las formas y maneras varían pero el fondo es el mismo: “tú no eres igual que nosotros” o traducido al cristiano para que todo el mundo lo entienda “nosotros somos mejores que tú”.

Todo un poco cargante, la verdad, y bastante insoportable. Hasta que dio con Rafa.

Chico bien, tímido y guapete aunque sin exagerar. Más bien resultón, pero suficiente para atraer a Angie. El cuerpo acompañaba, atlético y bien formado, lo normal en un joven de veinte años deportista y bien cuidado. Y por supuesto, con un padre asquerosamente bien situado, miembro del consejo de administración de varias empresas, entre ellas, un par de las que salían en el IBEX 35. Bueno, no era precisamente su protagonista de 50 sombras de Grey soñado, porque al chaval le faltaba cuajo y decisión, pero era lo más parecido que podía encontrar. Lo cierto es que al muchacho le faltaba un hervor y Ángeles llegó a la conclusión de que es posible que sufriera cierta discapacidad intelectual, aunque debía ser muy leve, porque solo se evidenciaba en ciertos ramalazos que había que estar muy atenta para detectar. Ahí comenzó a entender que el chico aun estuviera libre y nada maleado aun. Falta de confianza en sí mismo, sobreprotección de la familia, etc…

En fin, non problem, allí estaba ella para compensar y tomar la iniciativa. Y vaya si la tomó. Apenas se quedó sola con él la primera vez, en aquella fiesta a la que inexplicablemente habían invitado a Gloria y a ella misma, le echó los brazos al cuello y le metió la lengua hasta la campanilla. Luego, en el coche, le dio una sesión que lo dejó medio ido. Angie desplegó todos sus encantos, que no es que fuera una experta, hubo momentos de torpeza y confusión, pero suficiente sexo como para que el chaval se diera un atracón y no le importara nada más. Le dejó explorar al detalle su cuerpo, besar, lamer y tocar todo lo que quiso. Como no parecía atreverse a entrar a matar, fue ella la que le hizo a Rafa la primera felación de su vida. Mucho ruido y pocas nueces, porque a Angie nunca se le había dado bien chupar con sus novios anteriores, así que la cosa quedo más guarra que experta, pero al muchacho le encantó. Y luego folleteo en varias posiciones tratando de prolongar todo lo posible para que al final su corrida fuera épica, que lo fue. Eso sí, menos mal que tenía la precaución de llevar ella siempre preservativos en el bolso, porque Rafa nada de nada.

Con eso se dio por satisfecha la primera noche, pero luego subió el nivel dispuesta a no dejar escapar la presa. Aun no se atrevía a llamarlo novio, apenas se conocían, lo que sí iba viento en popa era el tema del sexo. El chaval nunca se había visto en una así y ella decidió explotarlo, sabía que era su mejor baza. En los siguientes encuentros decidió que debía dejar seco a su nuevo amigo, a la vez que ofrecía una imagen modosita de puertas para afuera, para no espantar a la familia. Y Rafa en esto al menos no defraudaba, el chico tenía una energía y unas ganas increíbles, siempre dispuesto a varios asaltos.

Así pues fue ella la que tomo el mando y le ofreció una amplia panoplia de todo el sexo que era capaz de dar e imaginarse, poniendo pocos límites. El chico flipaba porque sus encuentros eran intensos y preñados de todo un catálogo de prácticas y posturas.

Lo más inmediato era la mamada con final feliz. Una vez Rafa había descubierto eso de que se la chuparan bien chupada, no había día que una de sus corridas no fuera en la boca de Angie. Por cierto, un poco torpe el chico para devolverle el favor, pensó ella, que nunca consiguió que la hiciera llegar al orgasmo con su lengua.

Follaban en distintas posturas, las que permitía el coche donde invariablemente tenían lugar sus encuentros, sexo a pelo en alguna ocasión hasta permitiéndole correrse dentro, todo muy bien controlado por Ángeles que llevaba una cuenta exacta para no tener sorpresas. Que tampoco era cuestión de aparecer con un bombo: no se fiaba un pelo de la familia, ni como las gastaban, no fuera a ser que se viera sola y con una barriga, aparte de que por supuesto, en sus planes de disfrutar de la vida no entraba aún echarse encima la mochila de madre.

Incluso incorporaron el sexo anal. Algo sobre lo que tenía sus dudas. Pero un día, probando, al final consiguieron hacerlo y sin mucho dolor por su parte. También es cierto que no fue algo que le dio placer y luego tuvo molestias en el ano durante unos días. Al contrario que su novio anterior, que insistía continuamente en hacerlo y Angie siempre se lo denegó, Rafa no parecía muy interesado en esa práctica a pesar de que le permitía correrse todas las veces dentro, incluso en una de las ocasiones, se mostró un poco asqueado porque se le manchaba la punta del pene de marrón.

Pero lo que se acabó gustándole a su chico fue eso del masaje prostático. Angie había escuchado en más de una ocasión a otras chicas decir que a los chavales les gustaba eso de que le metieran en un dedo por atrás cuando iban a llegar al orgasmo. Decidió probar con mucho cuidado, primero acariciando la zona, luego presionando y poco a poco iba introduciendo una falange hasta que se convirtió en algo habitual que ya no provocaba rechazo en su chico, muy al contrario, le hacía sentir un cosquilleo agradable hasta que un buen día le metió el dedo entero y el orgasmo fue brutal. Junto con las mamadas se convirtió en una práctica casi fija en sus encuentros. La combinación de polla en la boca y dedo en el culo ponía a su Rafa en el séptimo cielo.

Y así fue todo bien durante un tiempo. Ella intento a partir de ahí dar pasos para integrarse en su entorno familiar. Necesitaba que la aceptara la familia, pero esta, mostraba una cierta distancia, no acababa de abrir el círculo. Empezó a sospechar que la toleraban como distracción únicamente para su hijo, pero que no la consideraban el modo alguno una candidata para entrar a formar parte del emporio familiar.

La verdad que durante esos meses no le faltó de nada porque Rafa le consentía todos los caprichos. La trataba como si realmente fuera su novia. El chico estaba encoñado. Bastaba con que ella mencionara un restaurante al que le apeteciera ir, una joya o un perfume y su chico perdía el culo para llevarla o comprárselo.

Hasta que pasó lo que tenía que pasar. Rafa se fue de la lengua con uno de sus primos. Demasiado inocente, demasiado manipulable: en un fin de semana, en una fiesta familiar a la que ella por supuesto no estaba invitada, dos de sus primos, aprovechando que estaban calentitos por el alcohol, le sacaron todo sus secretos acerca de lo que hacían en la cama.

- Ellos me contaron también lo que hacían con sus novias - trató de disculparse Rafa.

Pero ¿por qué serán los tíos tan imbéciles?

La cosa no debiera haber pasado de ahí pero uno de esos primos se lo contó a la hermana mayor, que en cuanto oyó qué en algunas ocasiones follaban a pelo, puso el grito en el cielo. No está claro si la familia llegó a pensar realmente que ella buscaba un embarazo para pegar un buen chochazo o simplemente que era una inconsciente, pero en cualquier caso decidieron no arriesgarse. El detalle de las cosas que hacían cuando estaban juntos tampoco sentó demasiado bien en una familia con una moral bastante apolillada y conservadora, aunque ese no fue el asunto principal. Ella no era ningún partido para Rafa y que de repente pudiera aparecer con una barriga, era la gota que colmaba el vaso para sus padres. Hasta entonces la habían tolerado como un capricho de su hijo. Estaba claro que para ellos la cosa había llegado demasiado lejos y había que cortar antes de que, según su criterio, acabará pasando algo o simplemente el chico se encariñara demasiado y luego ya no fuera posible convencerlo.

Al finalizar aquel verano, se encontró con que a su novio lo habían matriculado en el extranjero para continuar carrera y aprender a la vez inglés. Lo enviaban a Londres con uno de sus hermanos que ya estudiaba allí. Ponían mar de por medio para separarla del niño.

Y así acabó su aventura entre pijos. Gloria al fin se echó novio, otro chico casi tan insulso y atontado como ella y como era de esperar, le dio súper fuerte. Ya no tenía tiempo para nada que no fuera él. Fue probar a echar un polvo y se le fue la olla. En el fondo le da lástima, hay que ver lo necesitada que estaba esa chica, la falta que le hacía que la follaran bien follada. Pero Ángeles no había conseguido hacer ninguna otra amistad que le permitiera frecuentar esos ambientes, de modo que vuelta a su barrio.

En fin, que a estas alturas Angie ya lo ve complicado. Le queda el recuerdo de lo que pudo ser y no fue y su fantasía intacta, así que decide volver a Santorini ¿por dónde iba?

¡Ah sí! ella tumbada en la cama, su marido aún no se ha desacoplado y siente la verga en su interior, junto con una humedad que le rebosa por los labios del coño. Nota las piernas pegajosas, se le está saliendo el semen y se le pega a la cara interior de los muslos. Tiene la boca seca y todavía tiembla su cuerpo. Dios, como le encanta ser el juguete sexual de su chico. Qué pedazo de orgasmo y qué buena la travesura de permitir que el camarero jovencito sea testigo, eso la ha puesto a cien. Desea una copa de ese vino suave y carísimo, 200 € la botella mínimo, ya casi lo puede sentir bajando helado por su garganta. Ronronea de nuevo de satisfacción: no hay cosa ni deseo que no se cumpla, su vida es feliz y plena.

Pietro afloja la presión sobre sus caderas y ella se deja caer hacia delante. Se oye un chof y el semen sale a borbotones que su coño, mojando la sabana.

Hay otra explicación al morbo y al deseo que siente, no solo los jueguecitos que se traen, ni la travesura que acaban de cometer: está ovulando. ¿La habrá dejado Pietro embarazada?

Apenas acaba de terminar y ya siente ganas de nuevo de copular: el solo pensamiento de que la puede preñar la pone cachonda otra vez.

- Entonces, si no me gusta la Shimio ¿puedo devolverla?

¡Dios qué ganas de asesinar a la vieja esta!

- No señora, una vez que se abre el bote no se puede descambiar.

- Pues entonces no me lo llevo, voy a mirar otra más baratita.

Coñazo de vieja, imposible evadirse de esta mierda… Ángeles decide aplazar lo de Santorini para más tarde. Quizás después de comer, a la hora de la siesta, pueda hacerse una paja soñando con Pietro, una suite en el mar Egeo y un camarero mirón. Lo que pudo ser y no fue, lo que todavía no ha sido ¿Será alguna vez? se pregunta mientras resopla ofuscada mirando el reloj, todavía le quedan dos horas para salir.
 

sweetluis5g

Virgen
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(XIV) María​


María se da una larga ducha para relajar el cuerpo después de otra estresante media jornada trabajando de camarera en la cafetería de su tía. Solo son cuatro horas por la tarde, a veces menos, pero aquello es un no parar. Al principio era algo divertido que además le hacía ilusión por ganar su primer sueldo, el primer dinero que tenía para ella. La economía familiar estaba ciertamente maltrecha y María quiso colaborar pero su madre se negó a cogerle la paga. “Con que seas autosuficiente y tengas para comprarte tus cosas y para salir ya me ayudas”, le dijo.

María es joven pero tiene la cabeza sobre los hombros, sabe lo que cuesta llegar a fin de mes, así que una vez pasada la euforia inicial, había estado tentada de dejar el trabajo que le quitaba horas de estudio y sobre todo, tiempo para estar con su novio, pero no obstante, decidió continuar a pesar del esfuerzo que le suponía. Mientras dependiera de ella, no volvería a ser una carga para su madre que bastante tenía con hacer economías para cuadrar el presupuesto familiar. En fin, que no se quejaba porque sus jovencísimos dieciocho años le daban fuerza y energía para poder con todo eso y más
.
Ahora está contenta, esta noche cena con su novio. Le espera una velada muy excitante porque comen con sus suegros. Sí, habéis oído bien. Seguramente os estaréis preguntando qué tiene de excitante o de morboso una cena con tus suegros, pero para eso tendréis que esperar que avance un poco más el relato. Como en las buenas series, cada pieza tiene que encajar en el momento justo según el guion. Ahora estamos con los preliminares, con los canapés como si dijéramos.

De momento lo que hace María es recordar un poco todo su historial de fantasías sexuales, pasando por los hechos más relevantes a la espera de lo que ella desea que ocurra esa noche.

Una de sus fantasías más antiguas y recurrentes tiene que ver con su primera experiencia sexual. No fue algo muy satisfactorio pero María lo ha reconstruido a su gusto, consiguiendo montarse una película que le da morbo y ha protagonizado muchas de sus masturbaciones e incluso, alguno de sus orgasmos cuando tiene sexo con su novio y piensa en ello. Fue con el primer chico que estuvo. Un conocido de la plantilla del instituto que a ella le gustaba. Lamentablemente, las expectativas no estuvieron al nivel de lo que luego fue. El chico, algo chulito y descarado pero guapo, le había hecho tilín y ella (todavía muy inexperta y sin acabar de superar su timidez de primeriza) no acertaba a la hora de manejar el asunto, de forma que sus intentos de llamar la atención fueron mal descifrados. María quería comenzar una relación con él pero el chaval interpretó que ella lo que quería era sexo y punto. O quiso interpretar, que era muy listillo el pavo y lo mismo María se está echando culpas que no le corresponden.
Ocurrió en la fiesta que montaron unas amigas en su casa. Hubo un par de tonteos previos en forma de caricias y besos contenidos. Ya sabéis, el ritual típico tras lo cual ella esperaba algo más de romanticismo y una cita para seguir avanzando. Despacito y buena letra que diría su madre. Sin embargo, lo que ocurrió fue que tras un par de cubatas de vodka los dos acabaron metidos en una habitación, con el chaval disparado y ella un poco pedo, ciertamente confusa, navegando entre el deseo y la desorientación.

Se dejó besar y también acariciar los pechos, mano sobre piel, la primera vez que un chico se los tocaba. Estaba caliente (para que vamos a engañarnos), así que cuando de forma más o menos brusca le separó los muslos y puso la mano sobre su sexo, reaccionó humedeciéndose. Un largo y jugoso beso le impidió protestar, aunque realmente no deseaba hacerlo, sino que estaba expectante por el próximo paso, que sin duda consistiría en que apartaría la braguita a un lado y así podría sentir los dedos directamente acariciando su chochito.

Esto pareció cumplirse porque el chico le retiró las bragas en vez de apartarlas, tirando bruscamente de ellas hacia abajo y acabando por sacárselas por los pies, lo que la obligó a juntar los muslos. Ella se dejaba, en parte temerosa y en parte ansiosa por lo que vendría a continuación: una mano que se las volvía a separar de forma brusca e imperativa y unos dedos que recorrían su vulva sin contemplaciones, sin esperar una autorización que María no acertaba a dar, todavía un poco indeterminada ante aquella situación. El tacto era totalmente distinto a como se tocaba ella. Unos dedos recios y gordos que recorrían su vello público enredándose en él y luego, amasaban sus labios vaginales como si fueran pan, para después separarlos y tratar de introducir una falange dentro.

Demasiado rápido y muy poco tacto para una primeriza. María siente una pequeña punzada que se sobrepone al gusto, descolocándola. Él insiste y ella se asusta. Teme que pueda desflorarla con esos dedos tan gruesos y que le haga daño. Desde luego no es su idea de cómo debe ser su primera vez. Entonces cierra las piernas y tira de la mano del chico. Luego se levanta y se dirige a la puerta.

- ¿Pero qué pasa? - dice él - ¿dónde vas?

María, de repente, se detiene, se gira y vuelve a la cama a recoger sus bragas.

- Lo siento - afirma antes de salir, mientras su perplejo amante la ve irse.

De eso hace tiempo. Ya no es virgen y las relaciones con su novio no tienen nada que ver con aquella experiencia. Al final consiguió una primera vez placentera y bonita.

Sin embargo, aquello la pone cada vez que lo recuerda, entre otras cosas porque reconstruye a su gusto el recuerdo, adaptándolo de forma morbosa con todos aquellos añadidos que la hacen excitarse: los dedos del muchacho ya no son gruesos y bastos, sino delicados y finos y la acarician con sabiduría y tacto, preparándola para el placer; su aliento no sabe a vodka barato, más bien queda oculto bajo el perfume que le gusta a María; ella no está contraída ni tensa porque él se ha currado los preliminares y le dice palabras que la ponen cachonda, como que le va a comer su coñito y que sus tetas son las mejores que ha acariciado. De hecho, está mojada y cuando le introduce el dedo entra sin provocarle ningún dolor, todo lo contrario, María se derrite de placer y reclama un segundo dedo en su vagina. Lo que no cambia es la acción contundente de arrancarle las bragas: en ese punto ella se moja mucho ante el ímpetu y el deseo incontenible del chico. De hecho le pide más… más adentro, más fuerte, más dedos. Todos sus deseos son complacidos y ella se corre mientras nota la respiración caliente y agitada del chico en su cuello.
Es una fantasía muy recurrente, en la que ha eliminado todo aquello que no le gustó de la experiencia y añade detalles que le dan morbo. De hecho, la ha repetido no solo con ese chico, sino también con otros protagonistas. Cada vez que un hombre le llama la atención, se imagina de nuevo en ese trance.

El ultimo uno de sus compañeros camareros, un muchacho guapote y con buen cuerpo, un tío sociable y gracioso, excelente relaciones publicas que se lleva al huerto a toda la que se acerca. Aunque es diez años mayor que ella, en más de una ocasión ha fantaseado con que sustituye sus pantalones negros de faena por una faldita corta y consigue llamar su atención. En un momento dado, cuando el bar está tranquilo y sin mediar palabra, él la toma del brazo y tira de ella hacia el almacén donde está la despensa. Mientras su tía guisa en la cocina y organiza el tema de las raciones y tapas, le tapa la boca con una mano y con la otra le levanta la falda.

María intenta protestar pero él insiste y al final, acaba separando las piernas y dejando que le meta un dedo en la vagina. El chico retira los dedos de su boca y los labios ocupan su lugar. La besa a la vez que la masturba, ella está muy mojada y puede oír el chof chof del dedo mientras sale y entra, salpicando flujo. Se corre rápidamente, allí de pie y con las bragas a medio muslo. El sitio, la situación de riesgo (su tía puede descubrirlos), el hecho de que él no pregunte y prácticamente la fuerce son ingredientes que ella no toleraría en la vida real pero que en su cabeza, bien aliñados con otros detalles morbosos, componen una ensalada de placer que la pone cachondísima.

Es solo una fantasía, claro, porque ella nunca le pondría los cuernos a su Ramón. Por cierto, antes de continuar conviene presentar a Ramón, un chico del barrio que desde hace un año es su novio. María ha tardado en llegar al sexo si se compara con sus amigas, pero no ha perdido el tiempo desde que sale con Ramón.

Las primeras veces fueron solo caricias y masturbaciones mutuas, pero pronto pasaron al sexo oral y al final, en un lapso de apenas un mes, decidieron que todo aquello se les quedaba corto y que tenían que ir a por el premio gordo. Ahora que ya está abierto el grifo María no está dispuesta a cerrarlo, el sexo le gusta ¿a quién no? nunca pensó que aquello pudiera ser tan placentero y tan excitante. No acaba de entender los remilgos de algunas de sus amigas que incluso perdieron la virginidad antes que ella, pero que ahora pasan sobre el tema como de puntillas, como si con la práctica aquello hubiera perdido su gracia.

A ella, por el contrario, el cuerpo a cuerpo cada día le gusta más y lejos de calmar sus fantasías, lo que ha hecho ha sido espolearlas. Cualquier situación morbosa la recrea luego una y otra vez, cambiando las protagonistas, el sitio o la sucesión de hechos para montarse su propia película. Tanto cuando se masturba a solas como cuando está con su novio.

Ya han tenido varias de estas situaciones. Una de las más morbosas fue cuando fueron con su cuñada y el novio un par de días a la playa. María se lleva muy bien con ella, son casi de la misma edad. Valeria es una chica muy acelerada, algo hiperactiva, bastante descarada y con un punto de provocación bastante evidente. Nada más llegar, lo primero que hizo fue quedarse en topless. Un micro bikini con un minúsculo tanga hizo que las miradas del personal masculino se centraran pronto en ellas.

- Mucho ha tardado en quitarse el sujetador - comenta su novio Miguel con bastante guasa al ver su mirada un poco perpleja. Su hermano Ramón ya está acostumbrado y apenas le presta atención.

María decide animarse y pronto sus pechos quedan libres a la brisa marina y el sol mediterráneo. Hay pocas posibilidades de disfrutar de algo así en Madrid de manera que se siente especialmente feliz. Arena, sol, cerveza fresquita, su novio a su lado y una situación morbosa con ella en el centro de la misma, atrayendo junto a Valeria la atención de los chicos de alrededor, incluida la de Miguel que a pesar de que tiene una buena hembra al lado, no puede evitar el interés por lo novedoso.

María tiene unas tetas más bien pequeñas, pero con una gran aureola negra y un pezón oscuro que de alguna forma las hacen destacar. Lo calentito del sol y el roce de la toalla hacen que se le ericen. Los tiene muy sensibles y cuando se quita la arena de ellos, el simple contacto de la mano le provoca placer y hace que su entrepierna palpite.

Los juegos de las dos parejas en el agua persiguiéndose, echando peleíllas con ellas sobre los hombros de sus novios, los pechos moviéndose, cuerpos mojados, culos en pompa… provocan una euforia en María (y no solo en ella) difícil de describir, simplemente son jóvenes disfrutando de la juventud.

Pero lo mejor está por llegar, porque tras una noche de juerga acaban en el minúsculo estudio donde solo hay una habitación con dos camas que tienen que compartir. Cuando se mete bajo la sábana y se abraza a su novio, no puede evitar llevar la mano su paquete y recorrer con sus dedos la verga dura como un hierro que moja su punta cuando ella la aprieta. Se comen a besos sin saber muy bien hasta dónde pueden llegar.

Su cuñada no parece tener problema con eso. María aguza el oído y pronto oye jadeos. Gira la mirada y ve un bulto tapado con sábanas donde aparecen manos, cabezas y de vez en cuando alguna pierna. La penumbra no basta para ocultar aquello que, con la luz de las farolas que se filtran por la ventana, ofrece un espectáculo más morboso por lo que cree ver que por lo que en realidad puede visionar.

Así pues, ella se anima y se sube encima de su chico. Tras frotar la verga contra su coñito un buen rato se la introduce, y si bien al principio está inclinada y sus movimientos son lentos y medidos, cuando empieza a llegarle el gusto se despreocupa y lo cabalga como si estuvieran solos en la habitación. Ahora hay silencio en la cama de al lado y eso la excita todavía más, consciente que de acaparar todo el protagonismo. Con movimientos de cintura se folla a Ramón hasta que se corren los dos juntos.

Por la mañana sigue caliente. Ha tenido sueños húmedos y se despierta sudorosa y excitada. Lleva la mano de su novio a su entrepierna y como en su fantasía más recurrente, le empuja la mano para que le introduzca un par de dedos. Se retuerce en la cama mientras se fija en su cuñada y el novio. Valeria duerme desnuda: se ha destapado y está boca abajo con su culo hacia arriba y un muslo flexionado. Pablo, su novio, levanta la mirada y se fija en ella. La está mirando mientras la masturban y eso hace que se corra de placer. Es lo más excitante que le ha pasado nunca.

Pablo y Valeria se vuelven íntimos para ella durante esos dos días, son sus colegas de morbo. En especial Pablo, con quien intercambia miradas de entendimiento, como si supiera lo que le corre por la cabeza pero teniendo el buen gusto de mantener la distancia física y no intentar nada que pueda estropear esos buenos momentos. A él le pone también esta situación, es igual que su novia, pero es solo morbo, esos dos están también enamorados y no traspasan con ellos ningún límite ni hacen nada inadecuado.

María vuelve de ese fin de semana cargada de material y combustible para una buena temporada de húmedas fantasías, a las que esta vez pone poco freno. Se imagina repitiendo la misma escena pero en esta ocasión a la luz del día, con las persianas levantadas y Miguel y Valeria viendo como se folla casi con desesperación a Ramón, moviendo sus caderas furiosamente, con sus pechos votando a un lado y a otro. La fantasía evoluciona hacia temas más extremos, con Miguel levantándose y ocupando el puesto de Ramón, dándole satisfacción a ella mientras su novio y su hermana observan desde la cama contigua. Más adelante la cosa acaba en un trío y finalmente, cuando la fantasía alcanza su paroxismo, es una orgia donde se mezclan incesto, lesbianismo e infidelidad consentida por todas las partes. María explora todas las variantes hasta que ya prácticamente agota este manantial de ideas. Últimamente ya no recurre tanto a esta ilusión, la tiene un poco gastada, pero le ha proporcionado muy buenos momentos y desde luego la ha empujado a romper los límites mentales. Ahora está dispuesta a aprovechar cualquier cosa que la excite.

Pero lo que es un clásico es la fantasía de que le metan mano, esa permanece de una forma u otra, con una u otra variante, incluso llevándola a la práctica, que es lo que más le pone a María. Ni una buena follada ni una buena comida de coño (sin despreciar ambas), lo que más la pone es que su chico sin previo aviso, la coja, le aparte las bragas o se las arranque y le introduzca los dedos en la vagina, pajeándola a la vez que la besa.

Lo cierto es que últimamente las situaciones lujuriosas parecen sucederse. Hace apenas un par de fines de semana estuvieron de celebración en un pub. A pesar de que fuera hacía frío, María no dudó en salirse a la terraza exterior con su chico. La temperatura dentro había subido muchos enteros y el alcohol había desatado la libido. Como cabía esperar, salvo una pareja fumando en la puerta, en el resto de la terraza no había nadie. Se buscaron un recoveco fuera de la vista pero con visión en dirección a la salida por si alguien más entraba y se le ocurría acercarse. Ver antes de ser vistos, ya sabéis, seguro que conocéis la técnica si alguna vez habéis hecho manitas u otras cosas incluso más arriesgadas en un sitio compartido. Estuvieron jugueteando un rato, solo roces por encima de la ropa, apretones e intercambio de saliva, hasta que la parejita desapareció en el interior tras lanzar la última voluta de humo al aire. Luego pasaron a lo serio: la mano de Ramón desapareció dentro de las mallas de María que movía el pubis buscando el contacto y tratando de facilitarlo. Estaba muy caliente así que le pidió a su chico lo que más deseaba:

- Méteme los dedos y dame fuerte, como tú sabes, venga.

Ramón no tuvo que hacerse repetir la orden y mientras ella separaba un poco las piernas, la masturbó con la maestría de quién conoce aquel coñito centímetro a centímetro. La verdad es que su chico ya tiene más que práctica, tanto que en alguna ocasión ha conseguido hacerle encadenar más de un orgasmo. Ese día fue una de esas ocasiones especialmente morbosas que María recuerda gratamente, con ella corriéndose y empapando sus braguitas de tantos fluidos que al final traspasaron a sus mallas.

Pero no quedo ahí la cosa. En agradecimiento, arrastró a Ramón a un escondrijo todavía más oscuro se arrodilló frente a él. Simplemente abrió la cremallera, le sacó la verga sin bajarle los pantalones y le dijo “vigila”. El glande desapareció en su boca rápido y ella se esmeró, glotona, en dejársela húmeda y resbaladiza con su lengua. Luego, se puso mirando hacia la entrada desde el recoveco oscuro dónde estaban y se bajó las bragas y las mallas un poco, hasta descubrir sus glúteos lo justo para que no se apreciara gran cosa y pudiera pegar el tirón para arriba en caso de emergencia. Se inclinó hacia delante, apoyando la mano en la esquina que los ocultaba para facilitar las cosas a Ramón, que no perdía el tiempo y ya maniobraba con su polla entre los cachetes de María, buscando la entrada a su vagina. Apenas tardan unos segundos en acoplarse y la penetración, en principio lenta y suave facilitada por la humedad de la corrida previa de María y el buen ensalivado de la verga de Ramón, pronto se vuelve dura y frenética. El chico está muy caliente. Embiste cada vez más fuerte, sin miramientos, agarrándola de la cintura para mantenerla pegada y evitar que se salga el miembro de su palpitante chocho.

El roce es tan intenso y la penetración tan profunda (todo unido a las cachetadas que se oyen y a lo morboso de la situación), que María no puede evitar ponerse pronto al mismo nivel de calentura que su novio. El clítoris, muy sensible por el anterior orgasmo, facilita las cosas y los dos llegan prácticamente a la vez en una explosión de goce mientras se quedan enganchados como dos perros callejeros, insensibles durante unos segundos a todo los que les rodea, simplemente jadeando de puro gusto.

Un episodio brutal que también queda anotado en el libro de fantasías especiales de María. De eso hace ya algún tiempo y no había habido muchas más novedades en su relación hasta una noche que se quedó en casa de Ramón hasta tarde. Habían quedado para estudiar juntos pero la oportunidad de disponer de una casa y una cama para ellos solos, resultaba un regalo tan evidente que fue imposible ignorarlo.
La familia de Ramón, desde que sucedió aquello con su hermana, siempre ha ocupado un lugar especial en los sueños húmedos de la chica. Han fornicado varias veces en su casa y esta ocasión, sus suegros estuvieron a punto de pillarlos. Volvieron antes de lo que esperaban interrumpiendo el polvo justo en todo su apogeo. Estaban en la cama de Ramón con ella abierta de piernas follando profundamente. Cuándo oyeron la puerta, ella se abrazó a su novio durante unos segundos, impidiéndole salirse mientras él intentaba retirarse. Fue una sensación súper excitante, de las mejores que María ha gozado mientras Ramón la follaba. Le hubiera gustado continuar mientras oía los pasos por el piso acercarse y que justo al correrse, los suegros abrieran la puerta del dormitorio y los pillarán así, a los dos enganchados, con ella corriéndose como una loca.

Pero claro ¿cómo iban a hacer algo así? Al final se separaron y se vistieron rápidamente mientras su novio salía al recibir a los padres y anunciarle que estaban en su dormitorio estudiando. Para cuando asomó la cabeza la suegra, ella había conseguido componerse en tiempo récord y ponerle la sonrisita de niña buena. De niña formalita con faldita de tablas a media pierna y rebeca encima de la camiseta, pero con las bragas debajo de la almohada de su novio y con su coño todavía húmedo al aire bajo la tela. Del sujetador ni idea, luego más tarde consiguió encontrarlo debajo de la cama: Ramón le había dado una patada para quitarlo de en medio.

El caso es que durante toda la cena María se removió inquieta y muy caliente por haberse quedado a medias. Ayudó a su suegra a recoger y luego se sentó en el sofá con su novio. Delante, una mesa con enagüillas hasta abajo les permitía taparse las piernas. El salón era algo grande y venía bien porque hacía frío. Los suegros no solían poner en marcha la calefacción. Ellos pasaron a ocupar un par de butacones orientados hacia la tele y allí se quedaron, de espaldas a ellos, viéndola y dejándolos un poco a su bola. A María y Ramón no le interesaba demasiado lo que estaban viendo y una vez comprobaron que a pesar de lo cerca que estaban, sus suegros no les prestaban demasiada atención, aprovecharon para darse un beso rápido y silencioso. Ella tomó su mano y la llevó entre sus piernas, convenientemente tapadas con la ropa de la mesa camilla. Ramón hizo un gesto como de apuro, señalándole con la cabeza hacia delante, pero ella sonrió y abriendo sus piernas colocó los dedos de su novio sobre su coñito, que en ese momento seguía húmedo por dentro. Ramón se lo acarició y le introdujo un dedo, lo cual provocó que ella se mordiera un labio. Luego lo saco y se negó a continuar.

María estaba muy caliente así que decidió que tenían que salir de allí. Se despidió de sus suegros agradeciéndoles la cena, recogieron sus cosas en el cuarto y Ramón se fue con ella para acompañarla a casa. No llegaron a salir ni del portal. Aprovechando que tenía llave del trastero junto al cuarto de contadores donde guardaba su bici, se metieron allí y echaron un polvo rápido e intenso.

Tan calientes estaban, sobre todo ella, que cuando se dieron cuenta que con las prisas se habían dejado los preservativos en el dormitorio de Ramón, no vacilaron en hacerlo a pelo. En una repetición del polvo que echaron en la terraza de aquel apartado polígono donde estaba el pub, follaron frenéticamente, con ella recibiendo por detrás tan fuerte que nuevamente se corrió casi enseguida. Estaba tan ida que a pesar de haber llegado al orgasmo continuó copulando hasta dejar seco a su novio. Fue él, el que tuvo que decirle “para, para” porque ella insistía en seguir follando mientras daba grititos de placer y se agarraba con los nudillos a una estantería, hasta que se le pusieron blancos de apretar.
En fin, otro orgasmo épico, de esos que no se te olvidan en la vida. Material del que están hechas las fantasías sexuales y que María sabe bien aprovechar.

Y ahora sí llegamos a la tarde del viernes en la que con la excusa de que hace una noche de perros, ellos deciden que no van a salir y se van a quedar en el cuarto de Ramón viendo una serie. Nuevamente María lleva una falda bastante moderada y esta vez es una blusa la que cubre sus pechos, abotonada por encima del escote. Sin embargo está excitada porque debajo no lleva nada, las bragas han quedado en su bolso y el roce de sus muslos la está poniendo a punto de caramelo. Comen muy juntos y su mano acaricia por debajo de la mesa el muslo de su novio sin llegar a tocarle el paquete. Ramón disimula todo lo que puede pero María intuye la erección.

Comienza el concurso del Got Talent que sus suegros no se pierden ni un solo viernes. El padre de Ramón, que está un poco sordo, sube el volumen de la televisión y se acomoda en su butaca relax a la que se le levantan los pies. Así estirado, queda apoltronado, lo cual hace más difícil que pueda girar la cabeza y asomar por detrás del sillón. Su mujer repite la misma operación. Los dos hacen tintinear una taza de manzanilla que se suelen tomar siempre después de la cena.

- ¿No queréis ver el programa? hoy son las semifinales...

- No papá, nos tomamos el postre aquí en el sofá y ahora nos vamos a mi cuarto para ver una serie.

- Vale, como queráis - dice situándose ya en posición y pareciendo como que da por terminado el momento de socializar.

Por debajo de la tela de la mesa, María toma la mano de su novio y la dirige a su pubis. El chico le acaricia el vello antes de que sus dedos bajen hacia el clítoris y lo acaricien con un movimiento circular. Se entretiene, no hay prisa. Su novia comparte con él un bol de arroz con leche y le va dando cucharadas alternativamente, una para ella y otro para él, para que Ramón no tenga que distraerse de su misión. Él sabe lo que le gusta a su chica y lo importantes que son para ella estas travesuras.

Los dedos se abren paso un poco más abajo, recorriendo por fuera sus labios vaginales, su perineo, escarbando incluso en dirección a su ano todavía virgen, provocando un estremecimiento en la chica. Se va entreteniendo en cada pliegue, en cada recoveco, antes de penetrar en su sexo húmedo y palpitante que ya lo reclama, hinchado y segregando flujo. El primer dedo entra sin ninguna dificultad porque María se ha abierto de piernas todo lo que ha podido. Ahoga un suspiro, su suegro es duro de oído pero la suegra oye muy bien y no quiere dar pistas de lo que está pasando unos metros detrás. Su chico la estimula como sabe que a ella le gusta, buscando profundidad pero a la vez rozándose con las paredes de la vagina. María cierra los ojos y no puede evitar relamerse. Está a punto de caramelo y aunque sin ruido ni resoplidos, su pecho se mueve agitado. Entonces, Ramón, introduce un segundo dedo, el anular, aumentando la presión en el interior de su coño. Luego lo tuerce hacia arriba y hace forma de gancho, estimulando desde atrás la parte superior de su vagina. A María le encanta esta caricia, es como si le frotaran el clítoris pero desde el interior. Mueve su pelvis de forma todo lo contenida que puede, tratando de acompañar el movimiento de los dedos de Ramón. La cara se le desencaja y la esconde bajándola y dejando que su pelo la cubra. Aprieta muy fuerte los muslos mientras se corre, ahogando los jadeos en su interior. No se puede creer que se hayan atrevido a pajearse a tres metros de sus suegros. Todavía está en una nube y se abraza a su novio un buen rato hasta que se recupera.

Él le hace un gesto indicándole el camino de su cuarto pero ella niega con la cabeza mientras compone una sonrisa pícara. Ahora es su mano la que desaparece por debajo de la ropa de la mesa camilla. Sus dedos se pelean un instante con el botón del pantalón y la cremallera antes de conseguir dejar el camino libre. Toma el pene y lo extrae. Tras conseguir liberarlo puede recorrerlo desde los huevos hasta la punta, comprobando su dureza, palpando sus venas hinchadas. Con cuidado tira hacia abajo descubriendo su glande. Para pedir hay que estar dispuesta a dar y dado que a María le gusta tanto que la masturben, ella se ha esmerado en aprender la técnica que mejor le va a su chico. El puño cerrado en la base, muy cerca de los testículos, apretándole a la vez que lo masajea y de vez en cuando, la mano que sube hasta la punta y la estimula un poco antes de bajar de nuevo y abrazar el falo en su parte más gruesa.

Ahora le toca a él sufrir intentando disimular y mantener el placer contendido. María aumenta el ritmo con la vista puesta en sus suegros, por si hacen algún movimiento extraño, deteniéndose un par de veces cuando percibe algún gesto qué puede indicar que se levantan. Pero no lo hacen, siguen embebidos en el programa. Ella se aprieta contra su costado, simulando un abrazo como si estuvieran arrebujados mirando la tele. En realidad lo que hace es transmitir su calor al chico, que note su aliento cercano y poner también en danza su otra mano, que se cierra sobre los testículos de Ramón apretándolos con fuerza.

No necesita mirar a su novio para saber que está apunto de eyacular: su falo se ha endurecido todavía más y por su prepucio corre líquido preseminal que le moja la mano y facilita que los dedos escurran mejor. Solo falta la guinda y ella sabe como ponérsela. Acerca sus labios al oído de Ramón y le susurra

- Cuando nos vayamos hacemos una visita al trastero, te la voy a chupar hasta que te corras en mi boca - y luego le muerde la tetilla de la oreja.

María nota perfectamente las contracciones del pene que un segundo después comienza a soltar esperma. Puede sentir el líquido pegajoso resbalando entre sus dedos y acumulándose en la base de la polla así como en los huevos. Con la mano izquierda estratégicamente tapando el prepucio, recibe buena parte de los lechazos impidiendo que salpique todo por debajo de la mesa. Pasados unos instantes, deja de pajearlo pero sigue apretándola y estrujándola lentamente, desde la base a la punta hasta que suelta la última gota. Tiene las manos encharcadas de semen y no se atreve a tocar nada.

- Coge la servilleta - le susurra.

Ramón obedece y lleva la tela hasta su entrepierna. María la toma y se limpia las manos como puede. Luego frota la verga de su novio y a tientas vuelve a guardarla, subiendo la cremallera y abrochando el botón. Hace una bola una servilleta para evitar manchar y fingiendo que se le ha caído algo, levanta un poco la tela y asoma la cabeza para detectar alguna salpicadura evidente que deba recoger en el suelo o en el sofá.

Aparentemente todo está bien. Se abraza a su novio y le da un beso. A ambos se les escapa una risita cómplice.

- Cualquier día verás tú la que vamos a liar - murmura Ramón.

- Schisssss - le chista ella, ahora temerosa de que puedan oírlos.

Su suegro se ha levantado: hay un intermedio en el programa y quiere aprovechar para ir al servicio, mientras que su suegra hace intención de recoger la mesa.

- Deja, deja, mamá, que ya lo hacemos nosotros - dice Ramón poniéndose en pie y cogiendo un par de platos y el bol de arroz con leche ahora ya vacío.

María hace ademán de levantarse pero justo en ese momento, cuando su novio se va hacia la cocina con los platos en la mano, el mantel vuela tras de él tirando todo lo que hay encima de la mesa al suelo.

Tres pares de perplejos ojos se fijan en un sorprendido Ramón que con las manos ocupadas mira hacia atrás intentando entender qué cojones ha pasado.

Precisamente a la altura de sus cojones está el problema. Un trozo de mantel ha quedado pillado en su bragueta, atrapado por la cremallera que su novia ha subido a tientas.

- Mierda…- murmura mientras una avergonzada María se tapa la boca con las manos, que todavía huelen a semen y empieza ruborizarse al ver que la mirada de sus suegros se dirige alternativamente de la bragueta de su hijo a ella.
 

sweetluis5g

Virgen
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(XV) Patricia​



Patricia levanta la vista, tiene los ojos cansados después de media hora de andar mandando mensajes y mirando chorradas en el móvil. Vaya fastidio, el puente aéreo lleva retraso por la borrasca que está azotando la mitad norte peninsular. Las condiciones de despegue no son las más idóneas así que los tiempos se dilatan y su vuelo acumula una hora de demora. El último aviso le indica que todavía tardarán otros 25 minutos en embarcar.

Bueno, no es la primera vez que se ve en esa situación: debido a su trabajo está acostumbrada a viajar por toda España, es usuaria asidua del puente aéreo entre Madrid y Barcelona y los trenes de alta velocidad son también su segunda residencia. Tiene sus métodos para distraerse y relajarse cuando ya no sabe qué hacer. Uno de ellos consiste en fijarse en las personas que la rodean. Una pequeña maldad que la estimula mucho es imaginarse como sería acostarse con algunas de ellas, con las que le llaman de alguna manera la atención. Suele fijarse casi siempre en los hombres y mujeres que van de traje, bien vestidos y elegantes, aunque si no hay mucho donde elegir amplía el círculo a los demás. Es un ejercicio que le gusta. Se distrae inventando historias, Patricia siempre ha sido una gran fabuladora y ¿por qué no decirlo? se estimula pensando en las aventuras que trama su mente, a veces con unos relatos que son tan buenos que le sirven luego para desahogarse en la intimidad de su dormitorio, o incluso, para satisfacer su vocación frustrada de escritora que alimenta publicando relatos en Internet, algunos con éxito limitado entre los parroquianos de alguna web de relatos eróticos.

Primero, fija su atención en un par de hombres, uno de ellos alto, con media melena, ojos grises, cabello y barba blancos. Demasiado mayor para ella pero sin embargo tiene algo que la atrae. Un punto de madurez y sabiduría, de control, como si no se le escapara nada de lo que sucede a su alrededor. Mirada dura pero adornada con ademanes suaves y controlados. Cree adivinar que el reloj que lleva es un Rolex Daytona, se ve que maneja. El iPad que lleva también parece de última generación.

Le debe doblar la edad a Patricia y sin embargo ella se excita, pensando en que quizás sea un buen amante. Cambiar algo de fogosidad por experiencia y conocimiento no le parece mala idea. Se imagina tumbada en la cama, con él acariciando su cuerpo en una suite de lujo, champagne y ostras al alcance de la mano para cuando decidan hacer una parada. La penetra, tiene un buen miembro y se lo hace muy lentamente, llenando cada centímetro de su vagina y recreándose en ello. Es capaz de mantener la erección y de controlar su eyaculación durante todo el tiempo que haga falta: un hombre maduro y sabio que le proporciona varias horas de placer casi ininterrumpido.

Junto a él otro hombre con el que conversa sin levantar la voz. Este es más menudo y un poco regordete, viste mucho más convencional. Tiene aspecto de profesional en lo suyo, sea lo que sea a lo que se dedica, aunque desde luego no le transmite morbo como amante ¿Cuajaría en un trío con el del pelo cano? No, no acaba de verlo: si no te entra por la vista no te entra, piensa Patricia. Quizás si lo conociera cambiara de opinión, hay veces que te sorprendes con la gente y descubres un lado oculto y morboso que los pone en la lista de los posibles para acabar en tu cama, pero por lo que puede ver, tanto en físico como en comunicación no verbal, el segundo hombre no parece alguien que pueda estimularla para ninguna de sus historias eróticas.

Pero el otro sí, sí que le parece interesante. Tiene aspecto de ser todo un personaje, alguien que fiscaliza, muy observador: a pesar de que está centrado en la conversación sus ojos vivos no dejan de recorrer la sala. Hay un momento en que se cruzan con los de ella y se la queda mirando fijamente, como si hubiera adivinado que los estaba observando.

Patricia se siente investigada con la mirada, son solo unos segundos, luego él vuelve la cabeza y continua con la conversación.

A unos metros, Santiago sigue su conversación con Paco. Se ha dado cuenta de que había una chica observándolos pero tras echarle un ojo resuelve que solo es aburrimiento. La muchacha ya estaba allí cuando llegaron y se muestra nerviosa y enfadada por el retraso. Ha estado fijándose en otros viajeros y ahora parece que son ellos los que le han llamado la atención. Su ojo experto y su memoria fotográfica se unen para analizarla y concluir que no es una amenaza, aunque como siempre, Santiago mantiene la guardia alta. No le gustan las sorpresas y menos cuando está trabajando, o sea, casi siempre. Pero últimamente está más susceptible.

Fue desde el asunto de Paloma, la arquitecta del ayuntamiento que ahora trabaja para ellos. Hay algo en esa mujer que no le gusta. De vez en cuando, sin que ella lo sepa le hace seguimiento, sin que hasta el momento le haya dado motivos de preocupación. Cumple, va a lo suyo y no mete las narices donde no debe. Pero no olvida la mirada que le echó la segunda vez que se vieron. De todo lo que podía haber pedido para hacer la vista gorda, le sorprendió que exigiera una entrevista con él. Se sabía pillada, aceptaba a regañadientes estar en sus manos, pero aun así, inclusive rindiéndose, era peligrosa. Las mujeres heridas siempre lo son. Si les tocas su orgullo, su amor o sus hijos pelean como leonas, contra toda esperanza si es necesario. Santiago lo ha visto muchas veces, es más fácil derribar a un tío que a una mujer. Pero cree que precisamente eso constituye su mayor debilidad: también aceptan lo que sea para proteger lo que más les importa. Sin embargo Paloma no miraba hacia atrás, sino hacia adelante. Quería saber, y eso, significa poner los cimientos del futuro. Él, que vive del negocio de la información lo sabe bien. Anticipaba su jugada. La mirada seria y resentida se lo decía, aunque su jefe insistiera en que solo quería aprender para que no la volvieran a pillar en un renuncio. No, no era solo eso. Su sexto sentido lo avisaba: “ten cuidado con ésta que es de las que no olvidan nunca”.

- ¿Qué pasa? – Pregunta Paco.

- No nada, sigue…

- Vale, como te comentaba, analizar toda esa información nos llevará una semana…

- Tiene que ser antes, la reunión es pasado mañana.

- No me jodas Santiago, no se puede hacer en dos días.

- Tienes el nuevo software.

- Que no es una varita mágica ¡hombre! esos programas hay que alimentarlos con datos.

- Haz lo que tengas que hacer pero si la información no me llega a tiempo no me sirve. Os pagamos una pasta precisamente para que nos resolváis papeletas complicadas. Si quisiéramos un trabajo de consultoría llamaríamos a cualquiera de las mil que hay en el listín telefónico.

- ¿Listín telefónico? Mira que eres antiguo.

- Paco, si tengo que hablar con tu jefe dímelo. Si solo no puedes le doy un toque y que refuerce la plantilla. Pero quiero soluciones.

Paco mueve la cabeza en una negación que en el fondo es una afirmación. Hace un gesto de impotencia y responde:

- Haz la llamada, si no llegan refuerzos no garantizo resultados en ese plazo de tiempo.

Santiago toma su Ipad y marca un número. Mientras habla Paco se levanta y da una vuelta para estirar los pies. Se asoma a la gran cristalera y observa como la lluvia forma remolinos de gotas impulsadas por el viento. Mierda de tiempo, ya debería de estar en Madrid. Estos viajes imprevistos lo matan. Ojalá estuviera ya en casa con Justina. Está deseando llegar a casa, darse una buena ducha y echar un polvo con su mujer.

Antes, en lo primero que pensaba era en la ducha y en cenar algo, quizás un poco de la sopa casera que hace Justina y un filete con guarnición de verduras a la plancha, pero ahora, desde aquella pequeña innovación que introdujeron con el tema de los vídeos grabados con cámara oculta del vestuario, el sexo ha escalado posiciones hasta el segundo lugar (y no lo pone el primero porque Justina para eso es muy maniática y si no hay ducha previa y está todo bien limpito no hay polvo). Le consta que su mujer se habrá estado pajeando estas noches con el vídeo que le grabó. Otra innovación que nunca había supuesto que pudiera ser tan excitante, es que antes nunca le confesaba que se masturbaba a solas y mucho menos le daba detalles, pero ahora, cuando hablan por teléfono si están solos y con cierta intimidad, Paco no vacila en preguntarle y ella le cuenta todo, cuántas pajas se ha hecho y quiénes han sido los protagonistas. Eso los pone a los dos calientes sobremanera, otro aliciente más para volver con su mujer y follar de nuevo como si fueran novios.

Precisamente Paco tiene otra sorpresa para ella. Después de aquello se prometió que nunca más se la jugaría, pero en el Congreso en el que han estado Santiago y él mismo, le han presentado entre otras cosas una nueva cámara. En realidad es un móvil, con apariencia de Smartphone normal, pero con una lente que detecta automáticamente las condiciones de luz y es capaz de grabar prácticamente a oscuras y con una nitidez asombrosa. Posee un estabilizador de imagen que absorbe los cambios y movimientos bruscos así como cámaras laterales para que el móvil pueda grabar en todas direcciones, sea cual sea la posición en que lo dejes. Igualmente, viene preparado para que parezca en todo momento que está apagado. Graba con la pantalla oscura y sin ningún piloto encendido ni sonido que avise.

No es algo que él usaría en cualquier circunstancia, sacar un móvil siempre supone poner en alerta a la gente que hay alrededor, pero cuando te enfrentas a gente poco profesional puede dar buen resultado ¡Que cosa más normal que sacar el móvil para consultar algo o dejarlo encima de la mesa para que no te apriete en el bolsillo del pantalón! Basta sacarse el móvil de un bolsillo, pasarlo por delante tuya y guardarlo en el otro, en un gesto más que normal, para que hayas grabado una panorámica de todo lo que hay a tu alrededor.

Como siempre y dado el volumen de compras que ellos hacen en temas de video vigilancia, le han dejado un prototipo para que lo pruebe y a pesar de que se prometió que no volvería a arriesgarse, no ha podido evitar usarlo. En el hotel donde estaba había un spa con sauna. Y también tenían un lleno completo debido al Congreso. Con una coreografía muy bien estudiada, Paco ha puesto a grabar en un par de ocasiones el móvil en el vestuario masculino. Apenas un par de minutos de grabación que convenientemente editado a cámara lenta se convierte en unos cinco o seis, suficiente material para entusiasmar a Justina que se lo premiará como suele hacer últimamente. El disponer de material nuevo seguro que la pone por las nubes. Y él se beneficiará de una mamada de esas que ahora ella le hace hasta el final, tragándose todo, o de un polvo pasional donde con un poco de suerte se correrán los dos a la vez entre jadeos, sudores y temblores de gusto.

Pero eso será si el puto tiempo mejora, piensa enfurruñado mientas observa a Santiago hablar con su jefe por el móvil. No levanta la voz y apenas cambia el gesto, pero lo conoce lo suficiente para saber que le está apretando las tuercas a su interlocutor. No le gustaría encontrarse a un tipo así en el bando contrario, Santiago es correcto pero implacable. Siempre exige que sea Paco el que trate con él, es reservado y nunca le cuenta ni un dato más de lo necesario para que haga su trabajo. Él lo prefiere así, mejor enterarse de lo menos posible. Claro que es inevitable que por sus manos pase información sensible, y a tenor de lo que puede ver, no es casualidad que sean sus mejores clientes, allí se mueve mucha pasta. Y donde hay dinero en juego suele haber mucha mierda, mucha información “sucia”.

Santiago le hace un gesto a Paco que vuelve a su lado.

- Mañana a primera hora llega la caballería, te pondrán a Jaime y Ortiz. Son internos y no debe haber problemas, ya saben de qué va esto y son de confianza.

- Perfecto.

- Pues todo hablado entonces – dice Santiago mientras echa otra mirada a la chica de antes. Ahora su atención esta fija en un par de mujeres que comparten un café de maquina no muy lejos de ella. Se tranquiliza, todo está bien. Santiago esta también ya loco por coger ese vuelo y volver a su casa en Madrid.

Patricia fija la vista en las dos mujeres que conversan muy juntas en uno de los bancos de la sala de espera.

Patricia se fija en ellas: hay algo (como en la anterior pareja de hombres) que le llama la atención, en este caso es que entre ellas parece haber una conexión íntima. Los gestos de cariño, como se cogen de la mano, las miradas con ese punto de picardía, etc... Esas dos están liadas, concluye.

Una es claramente mayor que la otra, le saca al menos siete años. No deben llevar mucho tiempo juntas, en sus miradas, en sus gestos, se nota la pasión de lo nuevo, del amor recién llegado que aún no se ha gastado con la convivencia. Dos tortolitas que se aguantan las ganas de besarse y darse alguna caricia, como haría cualquier pareja de enamorados, pero que parece que se sienten un poco cohibidas porque no quieren llamar la atención. Sobre todo, la mayor, porque la más joven ya ha intentado darle un piquito en los labios y la otra, avergonzada, ha girado para recibirlo en la cara mientras le dice un “¿qué haces?” que Patricia ha podido leer perfectamente en sus labios. Un pequeño reproche que tiene más de promesa para cuando estén solas que de enfado por el atrevimiento de su pareja en público.

Patricia las evalúa con la mirada y concluye que físicamente están bien, menudas pero delgadas, con buen cuerpo, la más joven razonablemente guapa y la mayor tampoco está mal. Gesto un poco más adusto y serio pero también apetecible. Patricia prefiere a los chicos aunque tampoco renuncia a pasárselo bien con una mujer si no hay hombres a mano. De hecho, sus primeras experiencias sexuales fueron lésbicas. Se inició con una amiga cuando las dos eran muy jovencitas. En ese momento le pareció muy apropiado: ellas se entendían y gastaron un exquisito cuidado a la hora de estrenarse, que seguramente ninguno de los chicos que ella conocía hubiera tenido. Si algo les sobraba era tiempo y ocasiones de estar juntas. Los primeros besos, las primeras caricias, las primeras masturbaciones juntas. Todavía recuerda bien los dedos de Maite recorriendo su sexo y se excita evocando aquellos primeros placeres. No estaban enamoradas pero sí que eran mucho más que amigas. En ese momento Patricia pensó que no necesitaba ningún chico, que con las mujeres le iría mejor, pero cuando empezaron a salir con muchachos, su cuerpo reaccionó y entonces se dio cuenta que no, que no era igual y que el placer que le proporcionaba un chico le resultaba mucho mejor y más completo. No obstante, aquello le sirvió de vacuna y al contrario que otras amigas que rechazaban de plano cualquier contacto con otra chica, a ella nunca le supuso un problema. No era lo habitual pero cuándo surgía la oportunidad le apetecía variar un poco. También si por algún motivo alguna chica le llamaba la atención, aunque ella casi nunca solía tomar la iniciativa. Es bueno jugar a dos barajas.

Por eso ahora se imagina una variante que nunca ha hecho: estar con dos mujeres a la vez. En una ocasión se montó un trío con un chico y otra chica pero nunca con dos chicas. Se imagina en un sándwich con aquellas dos, una comiéndole el coño con la maestría que da la experiencia y la otra chupándole los pechos y el cuello, su punto débil. Sí, la verdad es que la pone. No estaría nada mal convertirse en el juguete sexual de esas dos y recibir placer a cuatro manos y dos lenguas. Dedos recorriendo cada rincón de su cuerpo, penetrando en cada orificio, anticipando la llegada de una boca húmeda para ir rematando la faena. Esta fantasía le gusta casi más que la anterior, hace mucho tiempo que no está con otra mujer y aquello la pone, si pudiera se iría con ellas a un hotel.

En ese momento la joven ríe: es una carcajada limpia y fresca, Silvia está alegre a pesar del mal tiempo y de los retrasos. Es la primera vez que salen de viaje desde que están juntas ¡Quién le iba a decir que su vida iba a cambiar tanto en tan pocos meses!

Ha pasado de estar casada y desengañada a sentir atracción por las mujeres y de ahí, a morbosear con su psicoterapeuta, para más adelante, hacer un doble salto al vacío poniendo fin a su matrimonio y declarándose a la mujer que le gusta. Directa, con desparpajo, como a ella le gusta hacer las cosas. Y la verdad es que le ha salido bien la jugada. De todas formas ¿que tenía que perder?

A Sofía le ha costado más, ha tenido que romper con más prejuicios y estereotipos, no estaba preparada para algo así. Como psicóloga se sabía la teoría, disponía de la técnica pero le faltaba decisión. Justo al contrario que ella. Hacen muy buena pareja: una complementa a la otra. Silvia pone la pasión, la decisión, las ideas… Sofía la práctica, la madurez, el conocimiento.

Tras un par de meses de tanteo se fue a vivir con ella y desde entonces todo ha resultado muy fácil. Tanto que ahora Silvia ejerce incluso de secretaria suya. Le gestiona las citas, atiende a los pacientes mientras esperan, rellena los expedientes y le facilita las fichas de cada cliente. Sofía insiste en pagarle un pequeño sueldo pero ella se niega a cobrar nada: le encanta hacer ese trabajo porque además le permite estar con ella en sus ratos libres. Comentan con entusiasmo cada caso siempre que tiene que transcribir los informes.

Por cierto, hablando de casos, acaba de acordar de algo. Con la emoción y los preparativos para el fin de semana que piensan pasar en Madrid se le había olvidado.

- Oye, que se me olvidó decirte: llamó Carmen para pedir cita - Carmen es su clienta más antigua, todavía recuerda el show que montó con el tema de que su marido no le quería hacer el cunnilingus.

- Vaya ¿qué tripa se le habrá roto ahora?

- Bueno, con estos nunca se sabe, la verdad es que funcionan por impulsos: de aquí a la semana que viene todavía puede llamar para anularla, cambiarla o decir que viene sola.

Sofía recuerda la crisis, una de tantas, cuando ella le pidió sexo oral y su marido entendió que era al revés, para luego ponerle cara de asco. Bronca y cabreo que les duró un mes y que hubiera puesto al borde de la separación a cualquier otra pareja, pero estos eran de los de ni contigo, ni sin ti.

Luego vino una temporada de paz a raíz del descubrimiento por parte de Carmen del satisfyer, lo más parecido que pudo encontrar a que alguien le hiciera un cunnilingus. A Sofía le extrañó porque ella siempre se había resistido al uso de juguetes sexuales, que según los definía, eran cosas del demonio porque promocionan la lujuria. La pareja era insufrible porque tenían claro que querían disfrutar, pero de forma que cualquier solución que se les presentaba tenía que pasar el aprobado de un señor con sotana, que en teoría era célibe y sabía de sexo lo que Sofía de física cuántica.

La psicóloga se negaba ya prácticamente a atenderlos porque habían entrado en vía muerta y le parecía casi una estafa seguir cobrándoles por sesiones que no conducían a nada, pero ellos insistían, sobre todo Carmen, que estaba claro que si quería desahogarse y hablar de sus intimidades tenía que pagar por ello, porque no había nadie en su ámbito con quién le pareciera apropiado hablar de eso, excepto para confesarlo como pecado a su párroco de cabecera que seguro que debía estar de ellos hasta el mismo pelo. Por mucho que insistía en despedirles, la pareja volvía a coger cita.

Sofía, simplemente por probar cosas nuevas, insistía en que usaran técnicas o juguetes sexuales que eran sistemáticamente rechazados, hasta que un buen día le hablo del satisfyer a Carmen. Esperaba una negativa pero ella pareció considerarlo y cuando volvió a su cita semanal, le comentó que se había comprado uno y que estaba muy contenta.

- Pero ¿tú no estabas en contra de usar estos artefactos lujuriosos?

- Bueno, es que casi todos son para metértelos en tus partes y claro, eso sí que es pecado, pero como este es por fuera...Quiero decir que no hay que introducirlo – aclaró como si Sofía fuera boba.

¡Madre mía! ¡No podía con Carmen! Silvia estuvo riéndose de la anécdota un mes seguido. Y ahora, tras un periodo de paz sin dar señales de vida, su paciente más antigua volvía a solicitar cita. En fin, podía esperarse cualquier cosa. A Sofía le hace gracia el interés de Silvia por conocer las nuevas novedades.

La psicóloga se acuerda de otras parejas que también estuvo atendiendo por aquella época, como por ejemplo Luisa y su marido Rogelio, aquel que se compró un consolador y un disfraz de sirvienta y tuvo que fingir que era un regalo para ella. En este caso, tras un mal comienzo, la cosa acabo sorprendentemente bien. Intentó tender puentes para que ambos se fueran contando sus fantasías sexuales. Lógicamente al principio solo pretendía un acercamiento. Es difícil decirle de sopetón a tu pareja que te gusta vestirte de criada y que use contigo un consolador, o a la contraria, que te gustaría ir a casa de un cliente y exhibirte delante de él hasta que se corriera salpicándote de semen, pero podían empezar por admitir que tenían fantasías y contarse la versión light.

Lo cierto es que tras unas primeras sesiones titubeantes la cosa cogió una velocidad inesperada y ahora ya no se ocultan nada. Hace ya unos meses que les dio el alta y no vienen por consulta, la última noticia de ellos es que él se ha convertido en el cliente testigo de sus shows y ella lo somete, haciéndolo vestirse con su ropa y castigándolo si no se porta bien. No entraron en demasiados detalles pero se ve que han descubierto un filón en el sexo guarro y extremo. Ella se masturbaba con el consolador o lo obligaba a darle placer de formas humillantes, ejerciendo de dómina. Rogelio disfrutaba siendo sometido. La última vez se les veía a gusto, cada uno disfrutado de su papel.

- Oye, parece que la parejita ha subido nuevo contenido ¿quieres que lo veamos esta noche en el hotel? - pregunta con picardía Silvia.

La muy jodida parece que le adivina el pensamiento. Se refiere a la otra pareja que coincidió en el tiempo con Silvia: la de Sara y Beni, aquellos que le gustaba el exhibicionismo y acabaron ofreciendo shows de sexo a través de webcam y cobrando por ellos. También les dio el alta en su día, parece que tenían canalizadas sus tendencias exhibicionistas y ahora ejercían el control sobre lo que hacían. A Silvia le faltó tiempo cuando supo del tema para empezar a mirar en sites de sexo hasta que dio con ellos. Además de sesiones privadas, ampliaron el negocio con una web en la que subían contenido propio. Como gancho, siempre dejan un par de vídeos o dos de acceso libre que cada tiempo van cambiando. Cada vez que suben algo nuevo Silvia la avisa y lo ven juntas. Tiene su puntito ver follar a gente conocida.

La verdad es que la pareja tiene su morbo, han cogido experiencia y se les da bien el sexo provocador pero que tiene la frescura de lo amateur. Se ve que hay una relación personal entre ellos y que se gustan y les gusta lo que hacen. El resultado es realmente excitante por lo fresco y auténtico, pero también por el morbo que da el que ellas si saben quiénes son realmente y cuál es su historia, más allá de los antifaces con los que se ocultan. La perspectiva de dormir esa noche en un hotel de Madrid y ver el vídeo juntas, las alegra a pesar del retraso y del mal tiempo.

Patricia sonríe mientras las observa, pegadas la una a la otra y disfrutando de cada momento sin dejar que nada les arruine el buen humor.
 

sweetluis5g

Virgen
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De repente, por megafonía anuncian por fin el embarque. Se forma un pequeño revuelo mientras la gente recoge su equipaje de mano y comprueba la puerta por la que tienen abordar. De nuevo tienen que pasar el control, ya que les habían ubicado en una sala de espera externa. Unos pasos por delante de Patricia, Mónica se fija en el guardia civil que hay en el puesto, apoyando al personal de seguridad por si hay algún imprevisto. Es un chico alto y delgado aunque musculoso.

“Parece que los eligen con buena planta y los ponen en los sitios estratégicos para que den buena imagen”, piensa Mónica cuando pasa a su lado y comprueba que además es guapete. No puede evitar un cosquilleo en el estómago y un leve temblor de piernas al recordar el episodio de su masturbación en la M40, aquel día lluvioso en que se vio casi interrumpida por el guardia barbudo, joven y apuesto. No ha vuelto a repetir aquella locura y mira que se ha chupado muchas horas de atascos desde entonces. Simplemente coincidieron varias circunstancias que convirtieron aquel en un momento único. Lo que sí le ha servido desde entonces, es como fantasía, para aliviarse cuando está sola y tiene ganas, o para ponerse subidita de tono cuando lo hace con su marido y por lo que sea le cuesta entrar en situación. Pero en el coche no, a lo más que ha llegado es a tocarse en un par de ocasiones por debajo de la falda, recordando el evento pero sin llegar a repetir la masturbación y el orgasmo, que sigue reservando para su intimidad. No obstante, desde entonces, cada vez que ve un uniforme verde no puede evitar sentir ese cosquilleo y que el cuerpo se le predisponga al sexo, igual que cuando era jovencita. Rápidamente enlaza con esos primeros polvos con su novio, entonces un chico de su instituto con el que follaba cada vez que tenían oportunidad. Lo que tiene descubrir el sexo compartido y dar salida a la calentura acumulada en su pubertad. Eso es lo que más le gusta a Mónica de todo: recuperar esa pasión y esa ilusión aunque solo sea por unos momentos, sin que eso signifique que no se lo pasa bien con su marido. También disfruta pero es un placer distinto. Otro orden de cosas que diría su jefa, cada una en su lugar. Sus fantasías son sus fantasías y que nadie se las toque.

Mónica pasa el control y se dirige al acceso a pista. En el pasillo contrario, separado por paneles de metacrilato, los pasajeros que vienen del vuelo de Madrid se cruzan con ella. Entre ellos Miguel Calalberche, que se detiene junto al guardia civil y le muestra la placa. Lleva su arma reglamentaria y sería una negligencia grave dejar que se la detectaran en el arco de rayos x sin avisar de que es policía.

Llega a Barcelona tras acabar su turno en Madrid. El traslado que pidió no le ha sido concedido de momento, pero la parte buena es que la policía de Barcelona le prestó atención y asumió su tesis de que el asesinato de Esther podía estar relacionado con los de Málaga y Madrid. Consiguió que lo comisionaran durante un mes para asesorar a la policía catalana y ha mantenido el contacto con ellos desde entonces, con visitas frecuentes durante sus vacaciones y fines de semana.

Su relación con Claudia se ha enfriado, lo cual ha provocado que se vuelque aún más en su trabajo. Ha sido propuesto para un ascenso, pero no tiene nada claro que lo vaya a aceptar si eso supone renunciar a meter la nariz en el caso del Chata. Y menos ahora, porque esta semana ha tenido lugar un acontecimiento que vuelve a cambiarlo todo. Ha aparecido otro cadáver en Barcelona. De nuevo una víctima joven, otra vez con señales de haber sido asfixiada, en este caso con una bolsa y con el ya clásico ritual de mutilaciones post mortem.

La policía de Barcelona reclama su presencia y él no ha dudado. Hay una novedad muy interesante y es que en este caso se trata de un chico. Aún no tiene los datos pero la policía está convencida que es el mismo asesino: han encontrado una relación más allá de lo circunstancial del procedimiento empleado. Miguel está excitado porque está convencido que en esta ocasión hay pruebas de peso y quizás eso les lleve al asesino hasta ahora muy escurridizo. Ha hecho las maletas y sale disparado a ver si llega a tiempo para la autopsia.

En esta ocasión se han movido los hilos y ya hay una solicitud oficial para que Miguel sea trasladado provisionalmente a Barcelona para colaborar en el caso. Han sido necesarias un par de muertes más para que alguien le preste atención, para que se acojonen los políticos y alguien tome la decisión de poner todos los medios necesarios para pillar a José Marchena.

Patricia por fin embarca. En la puerta, una azafata joven comprueba su billete y le indica su asiento dedicándole una bonita sonrisa. Ángeles, pone en su tarjeta de identificación.

Mientras se acomoda, Patricia sigue fantaseando ¿Qué tal sería montárselo con esa chiquita en el aseo del avión? Más que excitada está divertida por lo tópica que está resultando: montárselo con una azafata en pleno bueno vuelo.

- Por cierto - se dice a sí misma patricia - hoy están ganando las chicas ¿qué pasa aquí?

Es verdad, se está fijando más en las mujeres que los hombres. Es que hace bastante que no prueba pescado, últimamente ha sido todo carne y le apetece equilibrar la dieta, eso debe ser. Pasa revista a las chicas que conoce con las que podría tener una cita pero no se le ocurre ninguna disponible. Las chicas lesbianas o bisexuales como ella con las que ha tenido algún encuentro de cama, no están actualmente a su alcance y no se le ocurre ahora mismo ninguna con la que pueda quedar. Bueno en Madrid no, pero en Barcelona… quizás.

La semana que viene tiene que volver y deberá hacer al menos una noche. No muy lejos de su hotel habitual hay un garito de lesbianas, el Sweet Queen. Lo descubrió una de las noches que salieron a tomar una copa con los compañeros de trabajo. No se dieron cuenta hasta que el grupo no estuvo dentro. Era de los pocos sitios que vieron abiertos y decidieron entrar. Risas y cachondeos aparte, cuando se dieron cuenta de donde estaban, el lugar le resultó agradable, nada sórdido. Parece un sitio divertido y con gente respetuosa. Entonces Patricia se quedó con las ganas de intentar algo, de ligarse a una chica y llevársela al hotel, pero como iba acompañada decidió estarse quieta. No es que tenga nada que ocultar ni que le importe mucho que sus compañeros se enteren de que es bisexual, ella es bastante liberal y no se esconde, pero sabe cómo funcionan las cosas en el tema laboral y prefiere no dar que hablar en su trabajo. Como haya algún tema de sexo, al final te conocen solo por eso, ya puedes ser la más trabajadora de la empresa que cuando se refieran a ti serás la que se enrolló una bollera aquella noche en un bar de ambiente. El próximo viaje seguramente tenga que ir sola: ahí ya podrá montárselo como le dé la gana, quizás haga una visita ese bar.

Sí, la fantasía le gusta, quizás la que más en todo este rato que ha estado esperando e imaginando posibles candidatos y situaciones para un encuentro sexual. La semana que falta seguro que va a estar dándole vueltas a todo este asunto y más de una masturbación va a caer pensando en ello.

Ángeles sigue en la puerta del avión comprobando billetes y acomodando a los pasajeros. Está contenta, este trabajo le gusta mucho más que el de la perfumería. Trabaja menos horas y gana un poquito más. Cuando terminó el curso de auxiliar de vuelo y consiguió que la llamaran de la compañía aérea no dudo un segundo en dejar la tienda. Al principio solo era para sustituciones de última hora y bajas, pero en unos meses ya ha conseguido trabajar de forma estable. Su experiencia de cara al público le ha servido bastante y se ha creado buena fama de chica agradable y eficiente, lo que le ha supuesto la posibilidad de que le hagan contrato indefinido, aunque eso tampoco significa mucho en un sector tan volátil como es el de las compañías aéreas.

Con este trabajo se han vuelto a espabilar sus fantasías y sus sueños de pegar un buen chochazo, quizás con un piloto. Las historias que circulan sobre las tripulaciones son legendarias y excitan su imaginación. Pero lo cierto es que en los meses que lleva trabajando se ha dado cuenta que hay más de exageración que de realidad en todo lo que se cuenta. Quizás en los vuelos de largo recorrido donde hay que hacer noche en hoteles sí que haya más posibilidades, pero en el puente aéreo casi nadie hace noche fuera de casa, las tripulaciones son bastante estables y a ella siempre le tocan pilotos casados y algo mayores que no parecen muy dispuestos a meterse en líos, que ya se desahogaron lo suyo en su juventud y ahora buscan tranquilidad y estabilidad, evitando aventuras arriesgadas. A partir de ciertas edades pesa más el desastre económico de un mal divorcio que la posibilidad de desfogar con una azafata joven. Si quieren tener compañía por un rato y buscarse un alivio rápido, la cosa es tan fácil como hacer una llamada desde la habitación del hotel.

De hecho la única aventura que ha tenido Angie con un compañero de trabajo en todo ese tiempo no fue con un tipo con posibles, sino con otro auxiliar de vuelo de economía tan modesta o más que la suya. Fue una noche parecida a esta, en la que se canceló el puente aéreo y a ella le pilló en Barcelona. El avión aterrizó pero ya no pudo despegar y la compañía le buscó hotel para pasar la noche hasta que al día siguiente mejoraran las condiciones para volar. Unai se llamaba el buen mozo, que diría su madre. La tripulación cenó en el restaurante del hotel, pero hacía una noche de perros y no les apetecía demasiado salir, menos a los dos más jovencitos, claro, que decidieron darse un garbeo y completar la cena con una ronda de copas y música. Cuando volvieron al hotel de madrugada, bastante achispados, con pocas ganas de dormir y muchas de liberar testosterona, Angie ni se lo pensó.

- No me apetece dormir sola - le dijo en la puerta de su habitación a Unai. Este pareció titubear porque tenía novia aunque la duda le duró poco. Ella se metió para dentro, dejando la puerta abierta y para cuando su compañero asomó la cabeza, ya estaba en bragas y sujetador.

A los cinco minutos ya estaban revueltos entre sábanas, acometiéndose con ganas en un cuerpo a cuerpo intensamente placentero. De los mejores polvos que ha echado Ángeles, que además disfrutó toda la noche. No fue un combate y cada uno a su rincón, sino que fue una noche de gozo confuso pero continuado, en el que se alternaban las caricias, los besos, el sexo oral lento, pausado, casi relajante, con otros momentos de clímax intenso y frenético. Ratos de duermevela abrazados, sueño profundo y luego despertar de nuevo empujados por el deseo. Y vuelta a empezar: así hasta que salió el sol.

En el vuelo de vuelta estaba cansada pero contenta. La complicidad con Unai era evidente y perduró todo el tiempo que coincidieron de compañeros. Y no, no fue la última vez que se acostaron. Hubo varios encuentros más, esta vez buscados a propósito. Angie tiene que reconocer (aunque no le guste) que el hecho de que Unai tuviera pareja la ponía mucho. Nunca se había visto como una robanovios y siempre había condenado firmemente el adulterio, pero con ese chico le pasa algo que no sabe explicar. No es que esté enamorada pero tienen un vínculo muy especial y muy excitante. No sabe muy bien por qué, pero cuando está con él en la cama, piensa en que está comprometido pero es ella la que lo disfruta, la que lo acoge entre sus piernas, la que le arranca suspiros, besos y jadeos. Consigue a traerlo como un imán: le basta con llamarlo para que él busque como sea la oportunidad de tener un encuentro. A pesar de que le consta que el chico intenta resistirse, no puede evitar acudir siempre que ella lo llama, y eso le provoca una sensación de morbo fuerte y enervante. La pone muy cachonda.

Al final, los cambios de tripulación y circunstancias personales han hecho que dejen de coincidir. Quizás sea lo mejor, piensa, antes de que esa aventura les complique la vida. Sobre todo a él. La distancia es el olvido que decía la canción. Aunque cree que no es cierto del todo (cómo va olvidarse de esos polvos con Unai y esa noche mágica en Barcelona), sí es verdad que contribuye a enfriar mucho la atracción mutua que tienen. Ahora que no se rozan, que no intercambian miradas, que no se huelen, la lógica y el remordimiento le ganan terreno a la pasión. No hay proyecto de futuro juntos, lo suyo era circunstancial, así lo acepta Angie sin demasiados problemas, sintiéndose satisfecha a pesar de todo. Que le quiten lo bailao, piensa sin darle más vueltas al asunto. Menos mal que el tema no ha tenido consecuencias para Unai, al que no le desea ningún mal, todo lo contrario, ojalá sea feliz con su novia. Ahí quedará ese pequeño secreto entre ellos…

Así que de nuevo sigue allí, esperando su príncipe azul. Hay que reconocer que tiene más posibilidades de conocerlo en un avión que en una perfumería.

Ha pasado un rato y con el avión ya en el aire Angie se fija en el chico moreno de pelo rizado, ojos oscuros y apuesto, muy apuesto. Lo recuerda de otra ocasión ¡como para olvidarse de aquel guapazo! Esa vez iba acompañado por tres chicas con una pinta inconfundible de modelos: guapas, perfectamente maquilladas y con ropa de diseño, que caminaban por el pasillo de la cabina como si estuvieran en una pasajera. Delgadas y con la mirada altiva de las que se sienten observadas por su físico. Eso le hizo pensar que el chico también podía ser modelo, pero luego creyó captar algunos retazos de conversación cuando pasaba a su lado (y lo hizo unas pocas veces). Parece que era en realidad fotógrafo. Iban a un evento a Barcelona y mira por donde, esta noche se lo encuentra solo y haciendo el trayecto inverso ¿Será un artista famoso, un fotógrafo de esos cotizados?

- Mira, por mí como si no tiene donde caerse muerto - concluye mientras se estira un poco la chaquetilla del uniforme y desabrocha un botón de la blusa, quedando abierta justo a la altura del canalillo de sus pechos - No tengo nada que perder - se dice a sí misma mientras se dirige con la mejor de sus sonrisas y decisión hacia el chico.

Unos momentos después, Diego sonríe a la azafata mientras ésta se aleja moviendo las caderas con gracia, consciente de que él le está mirando el culo.

- Hola ¿todo bien? desplegaremos enseguida. Lamentamos el retraso pero las condiciones meteorológicas no han permitido hacer antes el embarque. Si necesitas cualquier cosa mi nombre es Ángeles - le ha dicho.

No le resulta en absoluto chocante que se haya dirigido solo a él y no haya informado de esa forma tan personal y directa a ningún otro pasajero. Es consciente de la atracción que genera en las chicas (y no pocos chicos). Algunas lo disimulan aguantándose estoicamente las ganas mientras le lanzan miradas que lo invitan a dar el primer paso; otras son claramente descaradas, tanto que no necesitan palabras para expresar sus deseos. Aún recuerda aquella fiesta hace un año donde conoció a una morena macizota con pechos grandes y voluptuosos, rostro un poco caballuno pero con cierto atractivo en el que pintaba una sonrisa de suficiencia, de aquellas que están acostumbradas a conseguir lo que se proponen y son conscientes de que tanto la mercancía como el escaparate, atraen la atención de los hombres.

Maribel se llamaba la chica y mientras Diego esquivaba como podía al resto del personal femenino (esa noche no le apetecía intimar), ella se limitaba a mirarlo y a sonreírle. Estaba a punto de marcharse cuando debió percibir que se le escapaba la presa y entonces, decidida, dejó de jugar y pasó a la acción. Diego entró al servicio, necesitaba mear antes de irse. No cerró la puerta con pestillo, no tenía motivos para hacerlo. Lo que no esperaba es que la abriera, entrara y se apoyara contra ella mientras lo veía desaguar.

- ¿Eres de los que se le corta la meada cuando lo están mirando? - le preguntó provocadora.

Él sonrió y termino luego se la guardó antes de darse la vuelta y situarse junto a la chica.

- ¿Me dejas salir?

- No.

- Por favor.

- Bueno, si lo pides por favor tendré que dejarte. Me pierden los chicos educados. Pero antes....

Maribel se levantó el vestido. Unos buenos muslos enmarcaban un pubis abultado, apenas cubierto por unas braguitas negras. Ella se las quitó, se las puso en la mano y con las suyas selló su puño.

- Dime dónde tengo que ir a recuperarlas...

La salida le hizo gracia. Últimamente pocas chicas conseguían impresionarlo o tan siquiera llamar su atención de alguna manera. Maribel resultó ser una mujer descarada pero vital y muy pasional. Estuvo saliendo un tiempo con ella hasta que vio que la cosa se ponía seria. La historia cien veces repetida. Tocaba retirada antes de que la chica se hiciera demasiadas ilusiones y acabara haciéndole daño de verdad.

Cómo cabía esperar no se lo tomó bien.

- ¿Por qué no podemos seguir follando? ¿Te he pedido yo algún compromiso?

Diego movió la cabeza. Ella no necesitaba pedir nada para que él ya supiera que estaba enamorada hasta las trancas. La chica no era tonta, simplemente trataba de hacerle ver que podían seguir disfrutando juntos sin exigirle nada, con la intención de ganar tiempo a su lado. Tiempo para que él se encariñe, para que ella pueda atraerlo, para quemar sus últimos cartuchos, para que suceda un milagro y aquel chico de ojos grandes y oscuros finalmente se quede con ella. Esfuerzo vano porque solo hay una chica por la que Diego se siente atraído. No es la más guapa, ni la más hermosa, ni la más espectacular, ni tampoco la más inteligente, ni la mejor artista, ni la mejor profesional con la que se haya podido encontrar. Es la novia de su primo, una chica que simplemente lo mira y consigue que se detenga el tiempo; que su imaginación se ponga a funcionar; que su cuerpo reaccione al instante; que su corazón ralentice su latido.

Paula es su musa, la que le inspira las mejores fotos y no solo como modelo, también cuando encuadra a otras chicas piensa que es ella y en como haría la foto. Aunque nada supera al deseo de captar su imagen: entonces no tiene que pensar, solo disparar la cámara y las fotografías salen solas, casi sin tener que componerlas. Siempre consigue capturar el momento congelado, ese trocito de vida real y auténtico.

Auténtica, sí, esa sería la palabra con la que definiría a Paula. La azafata pasa a su lado y le dedica una sonrisa. Diego tiene la impresión de que no va a ser la última en lo que queda de vuelo. Tiene un cierto parecido con la novia de su primo Jorge y eso hace que se haya fijado en ella. La chica no es de las que esperan que él se lance el abordaje, pero tampoco de las que como Maribel, inician el fuego disparando por toda la borda. Ha tomado la iniciativa de acercarse a dejar caer su mensaje. Sin ocultarse pero tampoco sin resultar molesta ni invasiva, cosa que Diego agradece.

Vuelve su pensamiento a Paula y a los sucesos de los últimos meses. Recuerda aquella fiesta en casa de sus tíos. Aquel diario encontrado (él sabía que no había sido por casualidad sino que estaba allí esperándolo, llamándolo). La primera vez que la vio desnuda haciendo el amor con Jorge. Aquella muda invitación en los ojos de su primo para que se acercara. Su alma de fotógrafo pidiéndole capturar esos momentos en los que ahora ya sí, sin ninguna duda, sin ningún velo, Paula aparece en todo su esplendor, con toda su fuerza, enseñando su alma y por tanto atrapando también la suya al captarla. Forjando el vínculo más poderoso entre ambos: el de artista y su musa, que deviene en el de artista y su obra.

Ella lo sabía, lo supo siempre. Y por eso lo aceptó. Por eso permitió que el la grabara, la fotografiara, que respirara el mismo aire en el que viajaban sus jadeos.

Diego trató de engañarse circunscribiéndolo todo a una cuestión de arte y metabolizando este en profesionalidad. Pero había más, mucho más, aunque él no quería admitirlo. Al fin y al cabo ¿qué es el arte sino una expresión de la misma vida, de aquello por lo que pasamos y percibimos?

Después de aquella fiesta repitieron en más ocasiones, con Diego haciendo de testaferro de sus momentos de pasión, sexo y amor. Pronto se convirtió en una figura que no era extraña ni novedosa en los encuentros sexuales de la pareja. En realidad, nunca lo había sido, las tres mentes bullían de fantasías en la que los otros dos participaban.

Así, hasta justamente el fin de semana anterior, dónde dieron un paso más. Nuevamente una coincidencia nada casual, puesto que su primo lo invitó a almorzar. Nadie más había en aquella comida, aprovechando que nuevamente la casa de los padres estaba vacía ese fin de semana. Diego les ofreció una colección de sus mejores imágenes, las que solo guardaban para ellos tres, que visionaron sentados al calor de la chimenea. Luego, fue la propia Paula la que tomó de la mano a su novio y tras lanzarle una mirada por la que invitaba a Diego a seguirles, fue a la habitación donde tuvo lugar la escena de su primera sesión íntima.

Cogió la cámara y los siguió en lo que se convirtió en la repetición de aquel primer encuentro. Jorge y Paula enredando sus cuerpos despacio, sin prisa, recreándose sin anticipar momentos de placer que iban llegando solos. Y Diego que desde hacía ya algún que otro tiempo, no se quedaba en la puerta ni mantenía la distancia, sino que se acercaba mucho hasta ellos, buscando encuadres, rincones para tomar la foto que mejor reflejara lo que estaba viendo. Entusiasmado pero ensimismado en su trabajo y también excitado por lo que veía. Y la pareja gozando pero también posando para él. Quizás las dos cosas sean lo mismo, hay un vaso comunicante entre ambas, que hasta entonces eran placenteras por separado, pero que al juntarse en un mismo punto, provocan un estallido de gusto.

Ella está tumbada en la cama boca arriba y Jorge la está poseyendo en la postura del misionero. Lo hace despacio, con tiento, buscando el contacto y el roce como sabe que le gusta a su chica. La imagen sabe a sexo con un punto ácido y pegajoso, suena a chapoteo húmedo y huele a flujo fresco, a coño excitado y anhelante de que llegue el gusto supremo.

Diego sabe que con Paula no hay fallos. Las fotografías (en este caso usa su cámara de instantáneas y no la de video), reflejan todo lo que está viendo y mucho más que ahora no percibe, pero que quedará capturado y aflorará más adelante.

Acerca la lente: quiere una perspectiva macro, capturar partes del cuerpo que lanzan su propio mensaje, que cuentan su propia historia dentro del relato general. Acerca mucho la cámara y centra su objetivo en los labios carnosos de Paula, que se fruncen suavemente y se entreabren con cada golpe suave de cadera de Jorge, que permite que su miembro entre hasta el fondo, para emitir jadeos profundos y sincronizados. Puede notar el calor que transmiten los dos cuerpos, la tensión que se va apoderando de ellos, esa que antecede al orgasmo.

Entonces Jorge le toma la mano. Ha sido un movimiento suave, casi natural, tanto que Diego no lo rechaza ni lo percibe como algo fuera de lugar. Luego la lleva a los pechos de su novia y la deposita allí, mano sobre mano. Jorge acaricia el pezón de Paula usando los dedos de su primo. Inicia un movimiento circular concentrándose en el pezón pero a la vez abarcando el pecho de la chica. Diego puede sentir como Paula se estremece, lo mira con sus ojos profundos y luego los cierra y se limita a dejarse tocar, en una caricia que ya continúa él solo sin necesidad de que su primo lo guíe. Los pechos, su cuello, los labios, el vientre… todo lo recorre Diego, hambriento de su cuerpo.

Una vez establecido el consentimiento tácito de las tres partes el trío se cierra y se complementa, encajando todas las piezas a la perfección, como si lo hubieran ensayado, como si siguieran un guion preestablecido.

La cámara reposa ahora en la cama mientras Diego acaricia con una mano un pecho de Paula y con la otra hurga en su clítoris, sintiendo como éste se mueve cada vez que la verga de Jorge entra y lo empuja hacia arriba. Su primo se las arregla para con una sola mano soltar el cinturón y abrirle la bragueta. Le toma el miembro, lo extrae y a partir de aquí comienza a masturbarlo sin dejar de follarse a Paula.

Pronto, los jadeos de los tres forman a coro una cacofonía de suspiros y gritos de placer que se van sincronizando. El primero en correrse es Jorge, la excitación brutal le ha impedido contenerse más y el siguiente es Diego, hipnotizado por los movimientos del cuerpo de Paula que ahora no solo puede ver, sino percibirla a través del tacto.

Su primo lo masturba hasta que eyacula sobre el cuerpo de la chica. Dos ráfagas de semen le cruzan el torso dejando un par de regueros tibios y espesos, salpicados luego con varias gotas más que le manchan el vientre, el pubis y los pechos. Apenas nota el esperma caliente en su cuerpo, la chica convulsiona y ahora sí, abre los ojos y los fija en el miembro de Diego que todavía sujeta Jorge, apretándolo con fuerza. El orgasmo es profundo y la hace gritar con un chillido ronco que no se sabe muy bien dónde nace, pero que seguro que es muy profundo.

Ahora que Diego es protagonista no puede evitar (deformación profesional) imaginarse la escena desde fuera ¿cómo fotografiaría él ese trío?

Solo de recordarlo, su cuerpo responde excitado al instante, a la evocación del momento. Sí, el fin de semana pasado rompieron una barrera. No sucedió nada más pero aquello no es el final, sin duda alguna, sino el comienzo de algo. Diego se pregunta a dónde les llevará su historia.

Si pudiera ver el futuro se sorprendería. Ni se imagina que Jorge se convertirá en un emprendedor que liderará un proyecto en Alemania, que le llevará al éxito y a la riqueza. Y con él partirá para instalarse allí una embarazada Paula. Diego no tardará en saber que ese hijo es suyo y tras muchas dudas volverá a reunirse con ella y Jorge en otro país, reeditando un trío bien avenido y sin fisuras.

Diego tampoco puede saberlo ahora, pero su hijo será modelo y tendrá una aventura con una chica alemana de la que nacerá una mujer que será una famosa artista, la personificación de todos aquellos sentimientos, de aquellas sensaciones, aquellos placeres, aquellos momentos inolvidables captados por primera vez en esa habitación de una casa de pueblo de la sierra de Madrid. Una mujer que bajo el seudónimo de Amapola Red asombrará al mundo.

Pero para eso todavía queda. De momento la azafata que le recuerda a Paula vagamente, ha vuelto a detenerse junto a él y sonriendo le pregunta si desea tomar algo. No sabe por qué pero a Diego le agrada es esta chica. Sonríe y le acepta un café lo que hace qué Ángeles se vuelva contenta al cuartito de restauración del avión. El café vale 3 € pero por supuesto ella no piensa cobrarle al chico, más bien está considerando la posibilidad de dejarle su teléfono y el nombre apuntado en la servilleta.

Entretanto, el avión continúa viaje sobre las nubes, esquivando la tormenta hacia Madrid.
 

sweetluis5g

Virgen
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Patricia llega por fin a casa.

Antes de subir decide entrar en la cafetería de la esquina. Tiene la nevera vacía y apenas hay nada que le pueda servir para prepararse una cena. Decide tomarse una caña y un bocadillo y así, cuando suba, solo tendrá que deshacer la maleta y darse una buena ducha.

Entra y busca una mesa tranquila en un rincón del local. La atiende María, una jovencita de dieciocho años que a veces ayuda a su tía Pepa en el local. Es una chica alegre y bien dispuesta, que todavía está estudiando y se gana un dinerillo echando unas horas en el bar. La verdad es que le ha llamado la atención desde siempre. Quizás porque le recuerda un poco a ella cuando tenía esa edad. Rebosa energía y una sensualidad contenida, de las que aparentan menos de lo que luego realmente son en la cama. Para no variar, Patricia ha tenido fantasías sexuales con ella, alimentadas por un episodio real que vivió hace apenas un par de meses. Dos calles más abajo hay un garito que es de los que cierran los últimos en el barrio. “La última copa” o algo así lo llaman, porque es el sitio de recogida de los del lugar cuando todos los demás ya han chapado.

Patricia estaba tomando unas copas con una amiga y vecina que vive en el mismo bloque de apartamentos. Allí vio a María que tiene novio, un tal Ramón, un chaval jovencito como ella, mono y aunque un poco bajito también es fuertote, con buena planta, de los que van al gimnasio y se cuidan. Quizá un poco musculado para el gusto de Patricia, pero bueno, en este caso el asunto la pone, al fin y al cabo forma también parte de su fantasía. Estaban allí y en un momento dado los perdió de vista. Supuso que ya se habían ido. Parecían algo achispados, habían estado de chupitos y estaban contentos. Muchas caricias y muchos besitos, contenidas las manos que se les iban solas, en fin, una parejita al final de la noche reclamando lo que es suyo y conteniéndose por estar rodeados de gente. Pero como eso tiene remedio, efectivamente se habían ido del local y allí estaban, en un callejón a la salida, justo detrás de unos contenedores, comiéndote a besos bajo el precario refugio de un portal cerrado.

Ellas dos pasaron al lado porque, aunque el sitio estaba un poco oscuro, acortaban camino.

Fue solo un instante, pero suficiente para ver que la chica tenía la minifalda muy arriba, las bragas bajadas a medio muslo y la mano de su novio estaba en su pubis. Demasiado oscuro y demasiado rápido para captar más detalles pero suficiente para imaginar el resto. Ni se coscaron que habían pasado a su lado y si lo hicieron no les importó. La chica movía la cintura acompañando la mano de su novio, mientras colgada de su cuello le comía la boca.

Se rieron y continuaron para casa haciendo comentarios subidos de tono. Ganas tuvo Patricia de invitar a su vecina a subir a su cama, pero no lo hizo porque conocía muy bien a Juana y sabía que aquello le provocaría rechazo. Desde entonces ha tenido más de una fantasía con aquella parejita. Cómo le gustaría hacer un sándwich con ellos, ejerciendo de relleno. Sería la repera, piensa, una parejita tan caliente y tan joven…

No es que ella sea mucho más mayor pero la cosa tiene su puntito morboso. Se imagina iniciando a María en los secretos del lesbianismo, porque la supone virgen en ese terreno. Otro aliciente más en su fantasía. Y su chico, Ramón, mirando como las dos se dan placer, deseoso de meter baza, pero ellas no lo dejan, no todavía. Inquieto y fogoso como un mastín que huele una presa, se lo imagina revolviéndose cuando por fin, tras conseguir que María tenga su primer orgasmo con una mujer, le sueltan la correa y lo dejan participar, tomando a Patricia por la cintura y rompiéndole el coño a pollazos.

¡Qué bruta eres, Patricia! se dice ella. No es una expresión que utilizaría con otras personas, pero le gusta el lenguaje obsceno cuando está en pleno apogeo: ¡Eso! que le rompa el coño a vergazos y que la llene de leche, frenético y exaltado por estar mojando en un coñito nuevo.

Patricia cierra las piernas al notar un cosquilleo. Al final va acabar mojando la magdalena. Tanto imaginar durante todo el día y sin poder desahogarse siquiera haciéndose un dedo… así que espera llegar a su casa para meterse en la ducha, darse un buen baño y hacerse una gran paja antes de quedarse dormida. Está agotada. En fin, con tanto movimiento le va a resultar difícil encontrar el protagonista de su corrida para esta noche, entre tanto candidato como ha desfilado por su cabeza a lo largo del día.

Bueno, que sobren candidatos no es malo, piensa mientras le da otro bocado al sándwich vegetal que se ha pedido junto con media ración de bravas. De hecho, se acaba de fijar en una pareja que acaba de entrar.

El hombre va entre arreglado e informal, con pantalones de pinza y chaqueta pero jersey de cuello vuelto. Ella va con un traje de falda y chaqueta cruzada azul marino. Patricia no puede evitar que le llamen la atención: la gente trajeada y bien vestida es algo que la pone.

El caso es que el chico le resulta familiar…

Está segura que lo conoce. A la mujer, sin embargo, no la ha visto nunca que recuerde. Tienen pinta de estar hablando de negocios: ella lleva un maletín del que saca unos papeles una vez que se han sentado y han pedido algo de beber.

Unos metros más allá, en la otra mesa, Sergio toma el bolígrafo que le tiende Icíar y sin leer ni una sola línea se va al final y estampa su firma.

- Ya está hecho - dice como si necesitara oírlo de su propia boca para confirmar lo que acaba de hacer.

- Es lo mejor - responde Icíar - estas cosas, si no son de mutuo acuerdo, al final acaban mal para las dos partes.

El mueve la cabeza como si negara.

- ¿Cómo ha podido pasar esto? - se pregunta incrédulo - hace cuatro meses tenía trabajo, una mujer que me quería, un hogar tranquilo… y ahora estoy en el paro, en la calle y solo.

- No le des más vueltas Sergio, es lo que hay… se trata de no empeorar la situación y a partir de ahí volver a levantarte y a reconstruir tu vida. Ahora todo te parece una putada pero volverás a encontrar trabajo y también podrás encontrar otra chica. No es el fin del mundo.

Icíar trata de entender a su cliente pero su capacidad de aguantar lloriqueos tiene un límite. Algunos tíos son bastante niños y con este ya había hecho de madre un buen rato, pasándole la mano por el lomo y consolándolo, pero ahora ya tocaba darle una guantada de realidad a ver si espabilaba.

- Mira, no quiero parecer borde, pero está claro que nada de esto tiene remedio. Tu mujer está decidida, ya ha firmado los papeles. El otro día vino ella a la reunión y lo tiene clarísimo, créeme. En cuanto lo del trabajo, cuanto antes dejes de darle vueltas y más pronto te pongas a buscar un nuevo empleo, mejor. Tienes que empezar a pagar la pensión a tu ex - hizo hincapié en esta última palabra - ella ya se ha puesto las pilas y ha encontrado algo de media jornada. Créeme que por mucho dinero que te parezca ahora son buenas condiciones. Si vamos a juicio te sacará más, al fin y al cabo tú has sido el infiel. De verdad Sergio, es lo que hay.

El empuja los papeles hacia ella y suspira cansado.

- Itziar, perdona es que ¡joder! Debo parecerte un idiota quejica pero es que esto es tan surrealista…he sido el infiel y ni siquiera he follado con ella.

- A efectos legales es lo mismo…

- Oye ¿me dejas que te cuente cómo pasó?

En ese momento llega María con una cerveza y un refresco, les sirve y después de sonreírles y ofrecerles la carta de tapas se retira.

“Bueno, de todas formas tengo que tomarme la Coca-Cola, no cuesta nada ser un poco amable”, piensa Icíar aunque no sabe si tiene ganas de escuchar una historia de cuernos después de lo que le pasó a ella.

- Claro, Sergio, dime.

- Desde el inicio ya me provocaba ¿sabes?

Icíar arruga la nariz en un gesto involuntario, aunque sabe cómo las gastan a veces las chicas (sobre todo las más jovencitas), también sabe que es la excusa principal de todos los tíos infieles.

- No, en serio - dice Sergio, a quien el gesto no le había pasado desapercibido - Al principio nos caímos bien simplemente porque éramos los dos más jovencitos del colegio. Todos lo demás eran profesores y profesoras viejas, monjas y algún que otro cura. Ella además no era de aquí y estaba sola, así que fue normal que nos lleváramos bien y se estableciera cierta complicidad entre nosotros.

>> Cuando llegó era más bien tímida pero luego, cuando cogió confianza, la cosa cambió. Al principio, simplemente comentarios que hacía refiriéndose a su novio, al que veía poco y lo sola que estaba. Más adelante, empezó a decir que le había hablado a su novio de mí y de que yo era el único compañero con el que se llevaba bien, para más adelante empezar a comentar que su novio se ponía bastante celoso cuando le hablaba de mí. Esto parecía hacerle mucha gracia pero luego empezó a ponerse ya un poquito pesada, como si no lo hiciera solo para enfurruñar a su novio o ponerlo celoso, sino como si a ella también le causara cierto placer morboso este jueguecito que se traía entre manos.

>> Icíar, creo que sabes que yo no soy un tipo acosador, ni tampoco soy el prototipo de hombre lanzado que va tirando la caña a todas las que pasan ¡Mierda! si hasta mi mujer dice que soy el tío más tímido del mundo…Te aseguro que yo no le daba pie a nada, debí haberla puesto en su sitio en ese momento, pero pensé que tampoco hacía daño a nadie y la verdad es que nos llevamos bien. En fin, que no encontré motivos para pararle los pies. Ahora me siento un imbécil.

>> Luego el tema se puso más serio: comenzó a insinuarse.

- ¿Insinuaciones explícitas?

- No, allí nunca nada es explícito, aquello es un colegio religioso, nada de escotes de vértigo, minifaldas ajustadas o palabras obscenas y directas. Todo era más sutil pero te puedo asegurar que los mensajes eran bastante inequívocos.

Itziar arruga de nuevo la nariz.

- Oye, pues por el resultado final sí que parece que había algo de equivoco con todo esto.

- Sí, sí, ahí está lo extraño, pero te aseguro que ella me provocaba, lo leía en sus ojos, en sus gestos, en sus palabras, en la forma que tenía de buscar oportunidades para que nos encontrábamos solos y entonces hacer alguna pequeña maldad.

- Una maldad ¿cómo cuál?

- Desabrocharse un par de botones más del escote, rozarse conmigo...

- Sergio, eso no es…

- Sí, ya sé lo que me vas a decir, para ti eso no significa mucho, pero es que tú no la conoces ni lo has vivido, te digo que ella me provocaba continuamente. Sé que parezco un sátiro o un desequilibrado pero no es así: es ella la desequilibrada.

>> ¿Te parece suficiente provocación bajarse el chándal y ponerse a mear delante de mí?

- ¿Cómo?

- Te juro que lo hizo en una excursión. Cuando nos quedamos a solas se quitó la parte de arriba del chándal para que no perdiera detalle de su culo con las mallas ajustadas y me lo estuvo restregando durante todo el camino, siempre por delante mía para que se lo viera bien, nunca a mi lado o por detrás. Aprovechó el momento en que estábamos solos sin los niños para pedirme que vigilara, que iba a hacer pipí… y no se escondió tras un árbol ni se fue lejos, lo hizo allí, delante de mí.

- ¿Contigo mirando?

- Se suponía que yo miraba para otro lado pero ella sabía perfectamente que en esa posición la podía ver, y además, llamó mi atención cuando vio que yo no miraba y entonces se quedó un momento de pie, recreándose con todo al aire, la pude ver por delante y por detrás.

Icíar mueve la cabeza, no está del todo convencida.

- A lo mejor no pensaba que estuviera provocando, igual para ella era algo natural, lo veía como algo normal…

- ¿Y lo que sucedió en conserjería? Allí ya no podía haber dudas, estaba deseando que la acariciara. Lo hice y se volvió loca: que si que me habría creído, que si qué poca vergüenza, que si no se esperaba esto de mí… Estaba bipolar, te lo aseguro.

- Bueno, vamos a ver, supongamos que tienes razón y que ella te provocaba como parte de un juego: igual ese juego tenía unos límites y tú los traspasaste.

- ¿Y cómo coño iba a saber yo que ese juego tenía unos límites? Ella no me dijo nunca nada, solo incitaba.

- Antes de hacer algo así hay que conseguir su aceptación explícita y tú no pediste permiso.

- Vale, tienes razón, te lo compro, soy un idiota, si eso es lo que quieres decir.

- No pongas palabras en mi boca que yo no he dicho, Sergio.

- Ya, pero ¿y lo que pasó después? me sentí fatal, te lo aseguro. Durante una semana no le dirigí la palabra, no sabía qué hacer ni qué pensar y al final, cuando hablé con ella, fue para pedirle perdón. Me disculpé, si había habido un malentendido quería que ella supiera que actué sin mala fe. Le dije que estuviera tranquila que nunca más iba a pasar una cosa así y ¿sabes lo que me respondió ella?:

>> “Eso espero Sergio, a partir de ahora las manos quietas. Podemos continuar como antes pero sin tocar” ¿Cómo interpretas tú eso?

- ¿A qué se refería con cómo antes?

- Pues te lo puedes imaginar, lo que yo te digo, está bipolar: siguió provocándome, además, ahora que parecía que habíamos dejado las cosas claras, de forma aún más explícita.

- Pero Sergio, después de los que me has contado ¿cómo se te ocurre seguir con los jueguecitos?

- No quería que ella se enfadara. Después de aquella reacción tan inesperada pensé que no estaba bien de la cabeza. Lo último que me hacía falta es que me montara un pifostio: recuerda que es un colegio religioso y por menos de nada te ponían en la calle. Cualquier escándalo podría suponer... Bueno como al final sucedió - tuvo que reconocer Sergio.

Icíar no necesitó poner palabras a su reproche que su interlocutor aceptó sin rechistar.

- Vale, vale, tienes razón, pensé con lo de abajo en vez de con lo de arriba. Reconozco que a mí también me ponía esa situación. Te aseguro que quería acabar con ello, pero al principio realmente me daba miedo aquella reacción inesperada, loca e inculpadora. Yo no sabía de lo que era capaz de acusarme si la enfadaba o la contrariaba. Y luego, bueno es que el morbo subió muchos enteros. Una vez parecía que habíamos aclarado las cosas y que el límite estaba en que yo no debía tocarla, ella se disparó. Tras ese susto cogió confianza sabiendo que ahora sí que manejaba la situación. Ya no había insinuaciones sino exhibicionismo, exhibicionismo obsceno y explícito.

- ¿A qué te refieres?

- Venía sin ropa interior. Se levantaba la falda y me enseñaba su sexo, su culo, sus pechos. Hacía posturas como si posara para mí. Un día me pidió que la llevara en el coche a casa. Llevaba un vestido abotonado por delante, tipo bata, y una gabardina por encima. Antes de llegar me pidió que entramos en un parking de un supermercado cercano al sitio donde vivía con su tía. Nos fuimos a la parte más oscura y menos transitada y entonces se abrió la gabardina, separo el vestido que ya llevaba desabotonado y se mostró totalmente desnuda. Esa fue la primera vez que se tocó delante de mí.

- ¿Se masturbó?

- No, solo se acariciaba para que yo lo viera.

- ¿No pensaste en los problemas que todo esto te podría generar?

- No sabría explicarte, Icíar, fue una mezcla por un lado de miedo pero por otra de morbo, la que me impulsó a seguir participando de su juego.

- Hasta que al final metisteis la pata...

Sergio agacha la cabeza y fija la mirada en su cerveza.

- Sí que la metimos. Pero solo yo salí perjudicado. Dimos un paso más ¿sabes? Idoia se envalentonó y aunque mantenía su regla de tener las manos quietas, decidió que yo también tenía que enseñar. Quería ver mis partes. Y al final accedí. Me bajé los pantalones para que ella pudiera observar. Al principio yo solo enseñaba y ella se tocaba pero luego me pidió que me masturbara. Ella sentada sobre la mesa con la falda remangada y sin bragas, tocándose mientras contemplaba mi pene. Aquello fue bueno, fue brutal, creo que nos volvimos locos. Me pidió que siguiera tocándome y estoy casi seguro que, como siempre, ella no tenía pensado llegar al final, solo jugar, pero fue un subidón y no se pudo contener, hasta se metió los dedos delante de mí. Los dos nos corrimos mirándonos mutuamente.

- Y claro, aquello os gustó.

- Pues sí, para que te voy a engañar. Me tenía atrapado. Yo era como un adicto, ya nadie me obligaba, quería participar en el juego.

- Pero podríais iros a jugar a otro sitio que no fuera al patio del colegio – arguye Icíar con cierta sorna.

- Sí, tienes toda la razón. Nos confiamos y esa fue nuestra perdición. La verdad es que era ella la que decidía cuándo y cómo. Y en principio no parecía tener mal criterio: elegía siempre el momento que parecía más adecuado.

>> Nos sorprendieron en mi oficina de secretaría, una de esas veces que piensas que lo tienes todo controlado. Ella estaba libre de clase durante una hora porque las niñas estaban en educación física. Cuando eso ocurría, normalmente el profesor quedaba libre de servicio y aprovechaba para irse a la sala de profesores o quedarse en su clase, corrigiendo o adelantando trabajo. Como solo teníamos un profesor de educación física, quedaba libre un docente cada vez. Ese día, además, el director estaba de viaje, así que se suponía que todo el mundo excepto ella y yo estaban ocupados.

>> No era la primera vez que venía a buscarme en esas horas, así que yo de alguna forma estaba prevenido. Efectivamente, apenas pasados unos minutos, entró a mi despacho y cerró la puerta. “Ven”, me dijo mientras se metía en el archivo. A esas alturas ya no me sugería ni se hacía la tonta, sino que directamente me daba órdenes. Allí solos, entre estanterías y papeles, me dijo que me bajase las pantalones. Quería que me quedara con mi sexo al aire. Yo dudé pero ella me lo volvió a pedir, esta vez diciéndome que tenía una sorpresa para mí. Y allí me quedé con los pantalones bajados hasta los tobillos, la camisa abierta para que ella tuviera buena visión de todo el asunto y mi pene colgando. Idoia se metió las manos por debajo del vestido y se sacó las braguitas, guardándolas en un bolsillo de la bata, despacito y con parsimonia para que yo la viera bien.

>> Entonces ella se sentó en la mesa y se subió la ropa abriéndose de piernas. Se lo había depilado todo hasta el último pelo. Es la primera vez que lo hacía, me dijo. Que ese fin de semana quería darle una sorpresa a su novio pero que antes me la iba a dar a mí. Lo recorrió con sus dedos, abriéndose los labios para que yo lo pudiera ver bien y comenzó a acariciarse. Te puedes imaginar que tuve una erección inmediata, en ese momento me olvidé de todo, mi atención estaba solo en su entrepierna y en su carita de vicio. Ella fue consciente del efecto que había logrado y también miraba mi entrepierna mientras se pasaba la lengua por los labios y se tocaba. Intenté acercarme, pero Idoia levantó la mano izquierda dándome el alto: en eso seguía siendo inflexible.

- Tócate tú - me pidió.

- Así que la complacía ¿qué otra cosa podía hacer? tenía un calentón que me impedía pensar en nada más. Y entonces pasó lo inesperado. Sor Lucía, una de las dos monjitas que teníamos allí…tuvo que ser precisamente ella, si hubiera sido cualquier otra habíamos oído el tacón de los zapatos golpeando en el suelo o el ruido de pasos, pero ésta siempre va con zapatillas de felpa por sus juanetes ¿Que probabilidades había de que una de las profesoras de religión (y en concreto Sor Lucía) necesitase ayuda con uno de los que proyectores? precisamente ellas que nunca utilizaban nada de material informático…Entró a la oficina sin que nos diéramos cuenta y para cuándo abrió la puerta del archivo al ver luz dentro, ya no pude reaccionar. Me vio a mí de frente, Idoia tuvo tiempo de ponerse de pie de un salto, con lo cual el simple efecto de la gravedad supuso que la ropa cayó y le tapó las vergüenzas, pero a mí me pilló con todo al aire.

>> A la monja por poco le da un soponcio, Idoia casi se me desmaya allí y yo como un gilipollas intentando subirme los pantalones. Parecía una canción de Javier Krae. No fui capaz de reaccionar y aunque lo hubiera hecho hubiera dado igual, como para explicarle a la monja esa que todo había sido un malentendido y que sus ojos no habían visto lo que habían visto.

>> Se montó un pollo del quince, ya te puedes imaginar. A Idoia le dio como una bajada de tensión y se la tuvieron que llevar al centro de salud. Yo me quedé allí a pasar la vergüenza, no podía hacer otra cosa ¿Qué cojones iba a explicar? me habían pillado con los huevos al aire y encerrado en el archivo con una profesora jovencita, no había nada que pudiera decir ni hacer para explicar aquello. Idoia se cogió la baja, no quería ni aparecer por el centro y el director adelantó su vuelta al día siguiente. Aquello era un escándalo y a nadie le importaba demasiado la verdad, sino como taparlo. Todos sospechaban que estábamos liados, pero dieron por buena la versión de que yo le había hecho una encerrona a la profesora en contra su voluntad y que era un exhibicionista.

- ¿Te comiste tú solo el marrón?

- Fue la condición que me pusieron para no armar más revuelo de la cuenta. Aceptaban darme mi liquidación y simular un fin de contrato para que me quedara prestación de desempleo y que tampoco constara en mi expediente el motivo, pero estaba claro que yo ya no voy a poder trabajar en ningún sitio de educación concertada, entre ellos se lo cuentan. Que mi compañera fuera culpable o no, no interesaba a nadie. Solo tapar el escándalo para el colegio.

>> Además ¿que ganaba yo señalándola a ella? de todas formas a mí ya no me salvaba nadie. En ese momento me pareció la solución menos mala. El problema está en que mi mujer no se creyó que me despidieran. Yo entre ahí por mediación de su familia que tenía buenas relaciones, así que insistió en ir a protestar. Traté por todos los medios de evitarlo pero no me hizo caso y llamó al director. Ese día, cuando volví a casa después de arreglar los papeles en el desempleo, me estaba esperando hecha una furia. Con razón, claro, el problema es que no me creyó. El golpe fue tan fuerte, que no pude quitarle de la cabeza la idea de que nos habíamos acostado y éramos amantes. En este caso la verdad era mucho más rebuscada que la ficción ¡A ver como coño la convencía de que no le había tocado un pelo!

>> Hablé con Idoia y le pedí que llamara a mi mujer, ya que me había comido solo aquella movida y había echado sobre mí toda la culpa. Por lo menos que la telefoneara y le explicara la verdad, trataba de salvar mi matrimonio. Pero no hubo forma: estaba muy asustada por todo lo que había pasado y se negó en redondo a hablar con mi esposa. No sé si por miedo o por vergüenza, o quizá por las dos cosas. Lo intenté a la inversa también, decirle a mi mujer que hablara con ella y que le contaría la verdad, pero yo había perdido ya todo crédito y no quiso tampoco escucharme. Y ahora aquí estoy, firmando los papeles del divorcio… mi vida se ha ido a tomar por culo.

- Como profesional lo único que puedo decirte es que este es el mejor acuerdo que te puedo conseguir y que haces bien en aceptarlo.

- Ya, pero ¿no te parece injusto que yo cargue con toda la culpa? Es normal que me haya resistido a firmar y aceptarlo ¿no te parece?

- Lo entiendo - responde Icíar.

Él hace un gesto de hastío.

- No, en serio te lo digo, de verdad lo entiendo. Todos cometemos errores. No eres el único que alguna vez ha metido la pata.

- Lo dices por contentarme ¿cuánta gente conoces a la que le haya pasado algo así?

- Mira, mi especialidad no son los divorcios, pero te puedo asegurar que he visto de todo. Y también sé cómo te sientes, puedo comprenderte, créeme.

Ahora es Sergio el que la mira escéptico, con una expresión burlona en la cara

- Sí, seguro que puedes entenderme - comenta por lo bajo irónicamente.

Icíar resopla, mira un lado, mira al otro y al final parece decidirse: ¡qué coño! igual le viene bien hablar de ello.

- Oye Sergio, todo lo que hablamos queda entre tú y yo, ya sabes, la confidencialidad entre abogado y cliente… pero al revés funciona igual ¿vale? si yo te cuento algo también queda entre nosotros.

- Por supuesto.

- Muy bien, sé que en este momento estás pensando “vaya tía idiota que me está dando coba para que firme los papeles y deje de molestar”, crees que no te entiendo pero te puedo asegurar que yo también sé lo que es que se te vaya la olla con el sexo; obsesionarte con algo o con alguien; pensar que todo está bien y acabar recibiendo una bofetada de realidad; se lo es sentirse traicionada y también que te jodan la vida: yo no perdí mi trabajo pero perdí a mi novio.

Ahora ya ha captado la atención de Sergio que está con la boca abierta, asintiendo sorprendido.

- Quieres decir que tú...

- No, yo no le fui infiel a mi pareja, fue algo… digamos más complejo ¿Crees que lo que te pasó a ti fue increíble? Pues yo estaba obsesionada con la prima de mi pareja.

- ¿La prima te gustaba?

- No la he visto en mi vida, el tema es algo más peliagudo. Bueno, sigamos: antes de conocerme, mi novio tuvo una relación con su prima un poco especial y eso a mí me ponía mucho, tanto que acabé prácticamente achuchándole para montamos un trío con otra chica. Era mi fantasía y pensaba que también podía ser la suya. El no parecía convencido, pero en fin ¿a qué tío no le gusta montárselo con dos chicas a la vez? Estaba segura que cuando lo probara también se convertiría en su fantasía e iría todo sobre ruedas. Todos contentos, ya sabes. Pero la cosa no salió como yo pensaba. Encontré a la chica ideal y todo se desarrolló según mi plan, montamos un trío increíble en la cama y repetimos varias veces.

- ¿Y?

- Acabaron enamorados y yo me quedé fuera de la ecuación.

- ¿En serio?

- Totalmente ¿Tú te consideras idiota por lo que te pasó? Pues fíjate yo: le busco amante a mi novio, me lo monto con ellos, lo organizo todo para que disfrute y… se enamoran y ahora me quedo yo con un palmo de narices. Y encima me entero la última.

-Pero no entiendo... ¿Por qué te daba morbo ver a tu novio con otra?

- Ya te he dicho que no es tan sencillo. Mira, a veces las cosas son complicadas y difíciles de explicar. Tú crees que Idoia estaba loca pero seguro de alguna forma, en su cabeza, sus fantasías tenían sentido. Sería largo de explicarte como la historia que él vivió con su prima me impactó y me puso cachonda. Y como todo eso evolucionó hasta montar un trío. Bueno, tampoco tengo claro que acabaras entendiendo, a veces ni yo misma lo comprendo. Pero lo cierto es que funcionó, fue muy excitante y morboso y te aseguro que estaba convencida de que aquello nos uniría más como pareja. Si hubiera sabido o sospechado siquiera lo que iba a pasar, jamás lo hubiera hecho. Llámame tonta si quieres por meter a la zorra en el gallinero, ahora es súper evidente que lo que podía pasar acabo pasando, pero en aquel momento yo no lo pensaba así y lo cierto es que durante unas semanas todo fue fantástico. No eres el único tonto, ya ves, algunas incluso te superamos…

- Oye, todo esto ¿no será una invención tuya para hacerme sentir mejor?

- Anda, pide otra ronda que ahora me paso a la cerveza.

Sergio llama la atención de la joven camarera y levanta dos dedos señalando a la cerveza. La chica asiente y unos segundos después, dos tercios de Mahou helada aterrizan sobre la mesa.

Patricia se cruza con María y se despide con un “hasta luego”. Al pasar junto a la pareja puede oír el tintineo de los botellines chocar y un extraño brindis:

- Por los patéticos…

- Por nosotros…

Mientras sale del local, una luz se enciende en su cabeza. Ya reconoce al chico, se acaba de acordar: es el conserje del colegio del barrio, ha coincidido con él algunas veces desayunando en el bar. Por cierto que hace ya semanas que no lo ve por allí ¿lo habrán trasladado?

La noche ya ha caído, hace fresco y la humedad acentúa la sensación de frio. Patricia llega por fin a su apartamento y agradece la ducha caliente. Relajada, se deja caer en el sofá y con una infusión en la mano, se adormece oyendo más que viendo un late night en la televisión. Decide irse a la cama antes de que le dé el bajón total, pero antes, se detiene a pensar quien va a ser el objeto de la fantasía sexual con la que se va a masturbar antes de dormirse. Ha sido un día largo, pasa revista a todos y todas las que han desfilado por él, desde el aeropuerto de Barcelona hasta el bar de la esquina ¿Con quién se quedará? ¿Quién o quiénes serán los protagonistas de su momento de placer esta noche?

Patricia se levanta y sonríe mientras se dirige al dormitorio. Ya ha decidido. Sí, la verdad es que la persona elegida la pone mucho. Deshace la cama y se quita el camisón a la vez que va hilvanando un relato morboso. Le gusta dormir desnuda y al principio la cama esta fría, pero en breve su cuerpo será un volcán, sobre todo su entrepierna.

Y luego a dormir.



FIN​

Autor:

Luis Yáñez de Gomera es el seudónimo de un escritor que ha publicado relatos eróticos en distintos foros y páginas web. Este es su segundo libro auto editado y puesto a la venta.
 

sweetluis5g

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Hola a todos/as.

Gracias a los que habéis llegado al final de este primer tomo de Fantasias sexuales de las españolas. SWi os ha gustado la serie agradeceria comentarios ya que para mi es muy importante vuestro feedback. Todavia estoy aprendiendo y las recomendaciones e impresiones de los lectores me ayudan mucho.

Me permito hacer un breve recordatorio de que ha ido esta serie de relatos, tal y como expuse al inicio.



Inicio una nueva serie de relatos titulada “Fantasias sexuales de las españolas”. Ya esta publicadaen otras dos paginas y tambien he optado por la publicacion en Amazon. Es la mejor forma de complementar con un ISBN y evitar que al menos ahí te lo pirateen y lo suban con otro titulo o nombre de autor, ya que en este caso actuan mas rapido si denuncias.

Está publicado con el seudonimo Luis Yañez de Gomera y con el titulo Fantasías sexuales de las españolas , al precio mínimo que me dejaba la plataforma. Si alguien no quiere esperar a la publicacion por capitulos aquí, o quiere comprarlo para tenerlo en formato digital o simplemente para colaborar en los gastos que me supone el registro y demás, le estaré muy agradecido. Igualmente, si lo leeis aquí y os gusta, también seria genial que lo valoreis o lo comenteis asimismo en la web de la selva.

En cualquier caso, el libro se publicará aquí entero y de forma continuada hasta su final, de forma gratuita.

Esta es una serie de narraciones con un denominador común. Están basadas en fantasías reales que fueron descritas por sus propias protagonistas. Partiendo de un artículo titulado “¿Qué fantasías sexuales tienen las mujeres en la cabeza? 30 se confiesan” publicado por Teresa Morales el 7 de octubre del 2016 en El País (ICON), se me ocurrió hacer una historia de cada fantasía a modo de relato corto. Recomiendo encarecidamente la lectura del artículo, que se puede encontrar en El Pais (podeis escribirme si no lo encontrais y os lo mando) y supone mucho más que una simple relación de qué es lo que excita a un grupo de mujeres españolas y/o latinas. Es una esclarecedora visión de como construyen las mujeres sus fantasías y como las viven, aportando algunas claves muy importantes para comprender su punto de vista y motivaciones, así como para establecer elementos diferenciadores respecto a la mirada masculina sobre el mismo tema.

Me gustaría aclarar que sobre una base real (la descripción en dos o tres frases de sus fantasías), he creado unos relatos en los cuales las circunstancias, diálogos y la misma trama es inventada. Como decían en las películas y series antiguas, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Tras leer el artículo me picó el gusanillo de volver a un formato de historias cortas, desarrolladas a partir de una confesión real en poco más de dos o tres líneas. Con una temática muy interesante: ¿Cómo y con qué fantasean las chicas?

Lo que me atrajo es una carencia que tenemos algunos autores, que es que nos cuesta trabajo construir personajes femeninos, es terreno pantanoso porque nos resulta difícil ponernos en la piel de una mujer. En el interés de comprender mejor sus formas de obtener placer o de desearlo, llegué a este artículo que me pareció muy interesante (más adelante daré algunas claves) y de ahí nació la idea de hacer otro mix de relatos cortos.

En esta ocasión son treinta, trabajo ingente que he dividido en dos partes de 15 cada una para no morir en el intento. Ahora os presento la primera y me tomaré un descanso antes de seguir con el proyecto.




Bueno, pues ahora toca seguir con el proyecto y estoy liado con la segunda parte, las 15 historias que faltan. Mucho trabajo y poco tiempo, no sé cuando las tendré listas, pero cuando esté acabado lo compartiré de nuevo con vosotros. Si alguien quiere ir mas allá y echar una mano al autor puede adquirir mis libros al precio de un par de cervezas en Amazon buscando por Luis Yañez de Gomera o escribiéndome un privado.

Un saludo y gracias a todos por leer.
 
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