Hola Aran, bienvenido al foro, a pesar de no haberte presentado, ¡bueno, no lo has hecho formalmente, tu relato lo hizo de especial manera, no lo he leído aún pero me ha dado buena impresión, en un rato te leeré, a pesar de que acabas de registrarte en el foro, tu no eres nuevo en este mundo de la comunicación. Nos conoceremos con el tiempo.Un mensaje que llega a quien no debe, un secreto que deja de serlo, una obsesión adolescente por la nueva pareja de su padre.
Una historia llena de mentiras, manipulación, secretos inconfesables y una infidelidad cruel.
ARAN SENEKA
Me gusta, acabo de leerlo, es puro morbo, lo has puesto tan interesante que se hara larga la espera hasta el próximo capítulo.El vídeo
El móvil emitió su característico tono al recibir un mensaje. Marta, sentada en su sofá frente al televisor con el volumen al mínimo, dejó la revista sobre sus piernas y se hizo con el aparato, molesta por la pequeña interrupción.
Era de Cristian, el hijo de su pareja.
No había texto, solo un vídeo, algún meme, seguramente. La sorpresa fue mayúscula al iniciar la reproducción. En la secuencia de imágenes solo aparecía una polla de considerable tamaño y la mano de quien la meneaba. Alguien se estaba masturbando.
El susto fue desagradable y más sabiendo de quién provenía. Chasqueó la lengua y frunció el ceño, molesta. Nunca hubiera esperado de ese chico ningún mensaje de referencia sexual. Y, aunque siempre se refería a él como su “ahijado” de forma coloquial y en tono de broma, su relación era distante, sin terminar de congeniar. No obstante, reprimió las ganas de apagarlo y continuó visionándolo a la expectativa de que el meme derivara en algo sumamente gracioso.
Pasaban los segundos y empezó a impacientarse, incómoda por verse compartiendo con el muchacho vídeos de esa índole. Siempre había sido un chico difícil, quizás porque no la aceptaba como la pareja de su padre. Y lo entendía, ella no dejaba de ser “la otra”. Como también entendía que se hiciera mayor y comenzara a disfrutar del lado prohibido de la vida, aunque no colegueando con ella, precisamente. Seguramente se lo enviaría por error.
Pasaba el tiempo, y el meme parecía un simple vídeo porno. Aun así, suspiró resignada dando un último voto de confianza a la espera del final sorprendente que hiciera que mereciera la pena verlo por completo.
Se recostó hacia atrás, poniéndose cómoda y apoyando el codo sobre la otra muñeca, pantalla en alto.
La polla, completamente erecta, apenas cabía en la mano que la meneaba. Era una polla grande. Grande y dura. Grande, dura y… muy bonita.
Carraspeó y se ajustó el cuello de la camisa inconscientemente. En el fondo, el vídeo no estaba nada mal. Un enorme y seductor glande coronaba lo que parecía la polla perfecta. Un hondo suspiro abandonó su pecho a la vez que se mordía el labio inferior. Se atusó el pelo y miró hacia la puerta del salón por acto reflejo, como si alguien pudiera entrar de sopetón y descubrir su húmedo deleite.
De repente, la enorme polla empezó a eyacular, barbotando largas cantidades de blanco fluido que se deslizaban por los dedos hasta alcanzar los testículos. Parecía que no iba a dejar de manar nunca en una corrida espectacular. Marta apretó las piernas y exhaló un nuevo suspiro.
Levantó una ceja preguntándose si éste sería el sorprendente final que pretendía mostrar el vídeo y se pasó la lengua por los labios resecos. La cámara del móvil con el que se grababan las imágenes cambió de ángulo. El pajillero se enfocó a la cara en primer plano y habló en susurros dentro de lo que parecía ser el interior de un baño público.
—Reto cumplido. Ahora te toca a ti.
Lanzó un beso a la cámara y el vídeo terminó dejando la imagen estática de su enorme sonrisa ocupando toda la pantalla hasta que ésta se fundió al negro.
El susto que se llevó fue de muerte, tanto que casi se le cae el móvil. Lo apagó y lo echó a un lado aún con la boca abierta y los ojos como platos. Había reconocido al pajillero al instante. Apenas unas horas antes le había preparado el desayuno antes de verle salir por la puerta en dirección a la universidad como cada día.
Cerró los ojos y se masajeó las sienes.
—Joder, qué bochorno.
Era Cristian y el vídeo debía ser para su novia. Lo peor era que él sabría que lo había visto debido al doble check azul. No iba a poder mirarle a la cara en un millón de años.
— · —
Cristian estaba en clase de cálculo en su primer año de universidad, repantingado tras su pupitre, mirando a la gente que le rodeaba. Absorto en sus pensamientos mientras la profesora garabateaba la pizarra. La clase era un ladrillo y la asignatura no le estaba resultando fácil de digerir. Aun así se encontraba feliz.
Unas filas más adelante, un grupito de alumnos parecía tener una conversación animada sobre algún tema relacionado con la asignatura. Alumnos cutres, de rostros cutres, hablando de temas cutres. Futuros perdedores con acné. Porque derrochaban acné por todos sus poros. Y virginidad.
Cristian no era como ellos.
Él era un triunfador, un líder. Y en el tema sexual les sacaba un mundo de diferencia. Su físico, su carácter de conquistador y su cara dura le habían proporcionado desde muy temprano acceso a un mundo que aquellos perdedores no podían ni imaginar.
Pobres borregos, preocupados por sus miserables vidas, sus comics y sus películas para niños grandes, cuyo logro más importante era conseguir ver las bragas de alguna compañera al agacharse con una falda más corta de lo habitual.
Mientras tanto, él se hinchaba a follar con su novia Cristina. Una chica espectacular con un culo de infarto. Y lo mejor de ella no era su físico, ni su preciosa cara con aquellos labios que le volvían loco, sino su madurez. Pese a que era más joven, tenía más mundo que él en cinco vidas suyas juntas y, en el plano sexual, no tenía comparación. Con ella había experimentado más que en toda su existencia.
El lema entre ellos era: CONTIGO, TODO.
Y eso hacían, de todo, sin tabúes. Follaban como animales. Y lo mejor era que no se cansaba nunca. Siempre había algo nuevo y excitante por hacer. Nada de anclarse en el sexo convencional.
Lo último había sido grabarse en los aseos de la universidad, en el descanso entre clases, y enviárselo a ella. No pudo resistir la tentación de ojear la pantalla del móvil para ver lo que decía. Pero, para su desgracia, no encontró el icono de mensaje entrante.
Acabó la clase y volvió a ojear el móvil, impaciente. De nuevo, nada. Frunció el ceño y abrió la aplicación de mensajería instantánea. En el chat pudo leer las últimas líneas de conversación con Cristina. Le sorprendió que no apareciera el vídeo que acababa de grabar.
«Juraría que había adjuntado el archivo», pensó. Retrocedió hasta visualizar los últimos chats cuando un relámpago de angustia le golpeó el estómago al ver el de la compañera de su padre en el primer lugar, justo encima del de Cristina.
—No, no, no. No puede ser.
Sus temores se confirmaron. El vídeo estaba allí. Enviado, recibido y, para su desesperación, visto.
Un mareo llegó desde detrás de la nuca mientras su respiración aumentaba como si hubiese acabado de correr los 100 metros lisos. Los latidos del corazón golpeaban sus sienes y a sus oídos dejaron de llegarle sonidos del exterior de su cabeza.
Intentó borrar el vídeo con movimientos torpes de sus dedos temblorosos pero, a estas alturas, ya no serviría de nada. Quería llorar. Quería gritar. «Qué bajón, la novia de mi padre viendo pajearme».
Marta, su actual pareja, le enojaba e intimidaba a partes iguales. Era una mujer fría que le tenía absorbido el coco a su padre. Desde que estaban juntos, su progenitor, ya no se acordaba de la que había sido su mujer durante casi veinte años, su madre. Marta la había desplazado por completo.
— · —
Cuando llegó a casa al mediodía, su padre y ella se encontraban en la cocina. La voz de él era perfectamente reconocible. Cerró los ojos con fuerza y tragó saliva. «Mierda», pensó. Si había algo peor que enviarle un vídeo porno de sus pajas a Marta, era que su padre se enterara. Respiró hondo y rezó por su discreción. «Que no se lo haya dicho, por Dios».
Se quedó bajo el quicio de la puerta de la cocina, expectante. Su padre estaba sentado de espaldas a él, en el fondo de la estancia. Marta, trasteando entre los cacharros en la encimera, lo miró de reojo, pero no dijo nada. Casi pudo sentir su desprecio.
Caminó hasta la mesa pasando detrás de ella. Cuando llegó a la altura de su progenitor, lo rodeó y se colocó frente a él, tomando asiento lentamente. Por la actitud y los comentarios que hizo a continuación, dedujo que no sabía nada del tema.
—¿Qué tal, tigre? ¿Les has dejado anonadados con tus conocimientos?
—Bueno —dudó—, más bien no. Ya sabes, ante todo humildad.
—Ese es mi chico. Chócala. —Levantó la palma de la mano esperando el saludo.
—Prefiero no hacerlo, me siento ridículo.
—¿Saludo de meñiques? —dijo levantando el dedo pequeño.
—Eso es de críos. Tampoco voy a hacerlo.
—Bien dicho. Has pasado la prueba. Ahora sí que eres un hombre.
Su padre mostraba una sonrisa de oreja a oreja. Siempre estaba de broma. Era un hombre afable y de buen conformar. Le guiñó un ojo que le tranquilizó y le ayudó a relajarse. Otra cosa fue Marta que apenas le dirigió la palabra en toda la comida. Si bien, tuvo la deferencia de no delatarle.
Para ella tampoco fue plato de gusto bregar con aquella situación. El chico que ella conoció cuando comenzó a salir con su padre, se había convertido, de repente, en todo un hombre hecho y derecho; un hombre con una polla muy grande. Y ahora no podía quitársela de la cabeza, manando chorros de semen en un vídeo tan obsceno como bochornoso.
En la mesa evitó mirarle a los ojos fingiendo interés en el mantel o en su vaso mientras sus dedos juguetean inquietos con la servilleta en un ademán persistente.
Durante el resto de la tarde las cosas no mejoraron en absoluto. Marta se mantuvo distante y él, terminó por recluirse en su cuarto, estudiando.
Tampoco en la cena la cosa fue mejor. Un calco de la comida. Miradas de soslayo y silencios incómodos que duraron hasta la hora de acostarse, donde ocupó gran parte del tiempo interactuando con Cristina a quien le había ocultado deliberadamente su desliz con el vídeo. No quería que pensara que era descuidado con ese material tan sensible y, ni por asomo, estaba dispuesto a dejar de recibir ningún tipo de elemento explícito que su novia pudiera enviarle.
En el dormitorio adyacente, al otro lado de la pared, tampoco las cosas eran distintas. Marta no conseguía leer dos líneas seguidas de su libro mientras esperaba paciente a su amado para dormir.
Mario solía reposar la cena en el sofá mientras recorría los canales de la televisión antes de darse por vencido e ir a acostarse.
Cuando lo vio llegar al dormitorio, cerró su libro y se fijó en él mientras se desvestía. De repente se dio cuenta de que deseaba tener sexo. Se pegó a su espalda en cuanto se metió en la cama y le susurró un leve gemido en su oído.
La seña.
Apenas se volvió hacia ella.
—Vaya, lo siento, mi coronel, pero creo que este soldado no podrá ponerse firme. He tenido un día de mierda. Menuda guerra en el curro.
—Entiendo. ¿Ha habido heridos?
—Solo uno, pequeño y muy calvo.
Marta sonrió con ternura y mesó el cabello de su amor.
—Podría reanimarlo. Soy muy buena en tareas de ese tipo.
—Sí, he oído hablar de usted, doctora Zorrinton —dijo Mario mostrando una sonrisa ladina a la vez que se giraba un poco más hacía ella—, pero le aseguro que este pequeño cabrón está bien jodido. No conseguiría tomar la colina.
Marta sonrió por sus ocurrencias. Había captado el mensaje y no insistió más. Sin embargo, él notó su decepción.
—Amor, tú sabes que siempre estoy dispuesto a entrar en batalla —insistió—, pero justo hoy estoy hecho polvo. Me caigo de sueño.
—Lo sé, tranquilo, no pasa nada.
—Otro día, ¿vale? Mañana te prometo que…
—Ssssshh —silenció ella con dulzura—. No pasa nada, descansa. Otro día.
Se recostó a su lado intentando coger algo del sueño que a su novio le sobraba.
—Te puedo hacer una paja. ¿Quieres? —dijo girándose hacia ella.
Marta, bocarriba y con los ojos cerrados, fingió dormir. No lo culpaba por no poder montarla, pero la masturbación, como sustitutivo del coito, siempre le pareció algo frío y mecánico.
Aun así, no frenó su mano cuando éste comenzó a palparla. Un mínimo gesto, como un calambre, le indicó que ella reaccionaba a sus caricias. Y así, momentos más tarde, en mitad de la oscuridad y tapándose la boca con el dorso de la mano, terminó por correrse entre espasmos y con la espalda arqueada mientras su amante tocaba las mejores teclas de su cuerpo.
Además y aunque no lo buscase, él también terminó corriéndose. Ella no había parado de meneársela con una obstinación fuera de lo normal hasta que éste terminó por eyacular dentro del calzoncillo al compás de los gemidos de ella.
Acto seguido, ambos yacieron a cada lado de la cama. Mario había caído dormido como un tronco. En cambio ella seguía sin conseguir conciliar el sueño.
Su corazón seguía bombeando con velocidad y su cerebro era como si recibiera litros de cafeína que le impidieran descansar. Sacó una mano de entre las sábanas y la colocó frente a su cara, intentando verla a través de la penumbra. Era la que había utilizado para la paja de su amado. Todavía quedaban restos viscosos de semen. Lo palpó al tacto y cerró los dedos como si estuviera agarrándolo de nuevo. Visualizando su miembro bajo la tenue luz que entraba por la ventana.
Sin saber muy bien por qué, alcanzó el móvil que tenía sobre la mesilla y, con cuidado de no despertar a su cónyuge, reprodujo el vídeo de su ahijado. Se había acurrucado en su rincón de la cama ocultando la luz de la pantalla y había quitado el sonido. La diferencia de tamaño era considerable. La mano de él no abarcaba todo el miembro que permanecía inhiesto como un mástil. Cuando se quiso dar cuenta, el video había llegado hasta el final.
Lo reprodujo de nuevo, tal vez sin darse cuenta o quizás porque necesitaba volver a verlo, asombrándose con las imágenes tan perturbadoras como obscenas.
De repente el sonido de un mensaje entrante la sacó de su abstracción y dio un brinco asustada.
Cristian_
Lo has visto verdad?
El estómago le dio una descarga. No le apetecía lo más mínimo mantener con él una conversación sobre un asunto tan incómodo. Por otra parte, él sabía que estaba conectada en ese momento y, eludir el problema haciéndole el vacío, podría volverlo más en su contra. Tras unos momentos de duda, decidió responder y tratar el tema con todo el tacto posible. Al fin y al cabo, no dejaba de ser el hijo de su consorte.
Le temblaban los dedos.
Marta_
Si
Cristian_
Joder, lo siento.
Marta_
No pasa nada.
Cristian_
Q vergüenza he pasado.
Marta_
Tranquilo, a todos nos puede pasar algo así.
Cristian_
Ya, pero, que me hayas visto ahí, como un salido…
Marta_
No voy a hacer un drama de eso. Por lo que a mi respecta, esta todo bien.
Se hizo un silencio tan incómodo como largo que no supo si era una pausa de su charla o el final de la conversación.
Cristian_
Me muero de pensar que lo hayas visto. Y encima… así.
Marta dudó. Nunca había intercambiado tantas frases con él y menos de un tema tan incómodo.
Marta_
Ya está, Cristian. No le demos más vueltas. Es... natural. Supongo.
Cristian_
No sé si lo dices por quedar bien, o si en verdad te pareció horrible.
Marta cerró los ojos un segundo y resopló. Tecleó despacio.
Marta_
No me pareció horrible
Cristian_
En serio?
Marta_
Mira, no te voy a decir que fuera agradable recibir algo así y menos viniendo de ti. Me chocó. Mucho. Pero… no sé. No me pareció grotesco. Solo… muy íntimo.
Cristian_
¿Y… te pareció… demasiado?
Marta frunció el ceño y parpadeó confundida. Tuvo que releer el texto varias veces intentando comprender lo que quería decir. ¿Demasiado qué? ¿explícito? ¿grande?
Sopesó su respuesta con cautela.
Marta_
Fue inesperado, pero no. No me pareció… fuera de lugar. Técnicamente, es tu cuerpo. Y es… bueno, es evidente que tienes… buena salud.
Cristian estaba tumbado en su cama, sujetando con ambas manos el móvil sobre su cara. Se incorporó como un muelle. Esto se ponía interesante. Se pasó la lengua por los labios, eligiendo con cuidado sus palabras para no dar un paso en falso.
Cristian_
Buena salud? Te refieres a que tengo buena… forma?
Marta_
Cristian. No me hagas hablar más de esto, por favor. Bastante incómodo ha sido todo. Mejor dejémoslo aquí.
Cristian_
Perdona, solo quería asegurarme de que me ves normal y que no me odias.
Marta_
Como voy a odiarte, por Dios. Lo que pasa es que… quiero pasar página y olvidar todo el asunto de la paja, nada más.
El adolescente no dejaba de mirar la pantalla como un perro que mira un hueso a través de una ventana. La conversación con la pareja de su padre le estaba dando puro morbo exhibicionista. Marta, tan seria, tan distante… observando su vídeo de “La Paja”.
Cristian_
Una última cosa, ¿vale?
Ella tardó más en responder.
Marta_
Qué?
Cristian_
Tú crees que es normal? El tamaño, digo.
Marta tragó saliva. Quizás era lo más destacable del vídeo, a parte de la cantidad de semen que manó de su miembro. Aun así, no quería responder a eso. No era un tema a tratar con el hijo de su pareja.
Marta_
Bueno… es… generosa.
Cristian_
Sí?
Marta_
Es decir… no me esperaba que fuera tan... exuberante.
Cristian sonrió lobuno. «Lo sabía».
Cristian_
Entonces… te parece grande?
Marta_
Ay, no soy experta en esto, Cristian.
Cristian_
Es que… tengo mis complejos, sabes? y q te lo parezca me sube la moral.
Marta_
Pues si, estate tranquilo. Con ese tamaño no tienes por que estar acomplejado.
Una pequeña contracción le oprimió el estómago mientras su polla se endurecía todavía más. La conversación se estaba volviendo mucho más morbosa.
Cristian_
Vale, vale, gracias. No sabes el subidon que me das. No te molesto mas.
Marta_
No me molestas. Y entiendo que te preocupe a tu edad. Que duermas bien.
Cristian_
Te deseo lo mismo. Siento haberte hecho pasar por todo esto. Te pegarias un buen susto cuando viste el video.
Intentaba continuar la conversación, el morbo era muy fuerte como para dejarlo aquí. Esperó paciente durante demasiado tiempo y, cuando ya iba a apagar el móvil, entró un mensaje de ella.
Marta_
Fue una sorpresa, sí.
Sonrió y se frotó la barbilla, eligiendo las palabras con cuidado. No olvidaba que estaba hablando con la cuasi mujer de su padre. Podría caerle la del pulpo si se pasaba de listo e iba a su padre con el cuento. Justo cuando empezaba a escribir su siguiente comentario, entró un nuevo mensaje.
Cristian_
Todo el tema de la escena porno. Y la eyaculación por toda mi mano.
Marta_
Ya, parecias un volcan.
Cristian_
Jajaja, tampoco t pases.
Marta_
Lo digo en serio. Me impresionó muchísimo. No imaginaba q se pudiera tener tanta cantidad.
Cristian_
Pues si eso te parece mucho, deberías haber visto una vez que me corrí en la cara de Cristina. La dejé bien guapa.
Marta_
Ay, por dios, Cristian. Pobre muchacha. pero por q le hiciste eso???
Cristian_
No, a ver, eso no es nada malo. Ella me lo pide. Le gusta que me corra sobre ella. Tambien las tetas….
Marta_
T lo pide ella? que la humilles?
Cristian_
No… es decir, sí. A ella le gusta sentirse… no sé como decirlo… sucia. Correrme sobre su cara es el clímax de una humillación consentida
Cada mensaje o cada réplica de Marta tardaba bastante tiempo en llegar. Como si le costase asimilar la información proporcionada por él o como si su lenguaje soez repeliera que siguiera hablándole. A Cristian sin embargo la conversación le estaba haciendo arder la sangre. Sin darse cuenta, empezó a pajearse por encima del calzoncillo.
Cristian_
Tb a mí me gusta. sobre todo cdo estamos en su casa. Metidos en su habitación mientras sus padres ven la tele en el salón.
Marta_
Lo hacéis en su casa con sus padres dentro!!????
Cristian_
es lo que más mola. Precisamente en uno de esos días fue cuando grabe la corrida sobre su cara que te comentaba antes.
Marta volvió a guardar silencio. La casilla en la pantalla donde se indicaba si la otra persona está escribiendo, aparecía vacía.
Cristian_
quieres ver cómo me corro en su cara?
Se hizo un largo silencio que Cristian soportó dando golpecitos con los pulgares en el canto del móvil.
Marta_
creo que no.
Cristian_
si lo vieras ibas a flipar. Cristina me había tenido cinco días castigado sin pajearme por culpa de un juego que tenemos entre los dos. Tenía las pelotas llenas.
Se mordió el labio inferior y sonrió a la vez que aceleraba las caricias sobre sus partes. Utilizaba palabras vulgares y lascivas. Decírselas directamente era tremendamente morboso.
Marta_
cinco días te parece mucho tiempo?
Cristian_
teniendo en cta q me pajeo cada día. En ocasiones hasta 3 veces…
De nuevo Marta tardó más de lo normal en escribir. Cristian se impacientaba por leer los comentarios sobre su vida sexual. Excitado por exponerse ante ella.
Marta_
dónde?
Cristian_
en casa.
Marta_
pero dónde?
Cristian_
pues… a veces en la ducha. Otras, en el váter, pero generalmente me las hago en mi cuarto, a la noche, antes de dormir.
Se pasó la lengua por los labios, esperando ansioso la réplica, pero pasaban los segundos y Marta no decía nada. Se la estaba meneando en toda regla a la espera de más material exhibicionista que alimentara su paja. Pensó en Cristina y si eso pudiera considerase como infidelidad. Después pensó en si Marta supiera para qué estaba sirviendo en realidad su conversación.
Cristian_
es la mejor hora, sabes? Después de pajearme me quedo tan relajado que duermo toda la noche como un bebé.
Tiró de nuevo el anzuelo a la espera de una réplica, pero nada. Sin respuesta. Auscultó la pantalla impaciente. Por fin la cabecera del chat indicaba que ella estaba escribiendo. El tiempo que tardaba en enviarlo parecía eterno.
Marta_
y el semen? Tendrás que limpiarlo con algo, no? O dónde lo echas?
Sonrió. La pareja de su padre empezaba a utilizar las mismas palabras vulgares que él. Eso hacía la conversación más excitante, más sucia.
Cristian_
sobre mi tripa. Luego me limpio con pañuelos q guardo en el cajón de abajo. A la mañana siguiente los echo por el váter cuando me levanto a orinar antes de que os despertéis alguno de vosotros.
Esta última confesión le puso a mil. El ritmo de la paja estaba siendo frenético. Estaba a punto de correrse. Revelar a la consorte de su padre detalles tan íntimos sobre sus pajas era como una suerte de exhibicionismo morboso. Se mordió el labio inferior intentando aguantar. No quería correrse todavía. Aún no.
Cristian_
y tú, cuantas pajas te haces?
Silencio.
Cristian_
una al día, una a la semana?
Silencio.
Cristian_
te las haces en la cama o en la ducha?
De nuevo, silencio y la paja a punto de llegar a su fin.
Cristian_
dime!
Intentó aguantar hasta conocer su respuesta, pero no resistió más y se corrió con tanta fuerza que tuvo que cerrar los ojos y diluir los gemidos respirando a bocanadas. Soltó el móvil para poder hacerse con los pañuelos de la mesilla y limpiarse antes de que el semen se le escurriera de entre los dedos. Se aseó con impaciencia para poder recuperar el móvil lo más rápidamente posible.
Marta seguía sin decir nada. Un presentimiento de duda atravesó por su mente. Y se preguntó si no se habría pasado, fruto del calentón. Casi cuando estaba a punto de darse por vencido, llegó por fin la respuesta. Tajante, solitaria, concisa.
Marta_
Ninguna
Acto seguido, dejó de estar en línea. Había salido de la aplicación.
—Mierda —se dijo—. Se ha mosqueado.
Releyendo la conversación se dio cuenta de que había quedado como un salido y un onanista empedernido. Y de hecho lo era. Un salido onanista que se pajea hablando de sexo con la que podría ser su madre. El calentón se le bajó de golpe. Justo cuando mejor parecía que iba todo.
Envió un escueto mensaje:
Cristian_
lo siento. Se me ha ido la pinza. Creo que me he pasado.
El mensaje no llegó a destino. Marta había apagado su teléfono.
— · —
Al otro lado de la pared, Marta dejaba el móvil sobre su mesilla, enfadada. La situación se le había escapado de las manos, y la responsable de ello había sido ella. No era su colega, ni su confidente ni tampoco su mejor amiga, sino la pareja de su padre, su cónyuge.
Se odió a sí misma por haber permitido que la charla hubiera fluido hacia puertos tan perversos, por haber incitado a su ahijado a contarle sus rutinas sexuales en un diálogo morboso como si fuera una colegiala o, peor, una vieja verde. Al menos había tenido la lucidez necesaria de pararlo antes de que hubiera ido más lejos.
Abrió las mantas para airearse, estaba sofocada. En su mente revoloteaban las imágenes de Cristian meneando un enorme miembro, llenando pañuelos de semen que guardaba en un cajón apestando a almizcle. Sacudió la cabeza y dio gracias al cielo porque Mario, que dormía a su lado, no se hubiera enterado de nada.
«Mario», pensó. Su amor, su refugio, su hogar. Se pegó a él por detrás y lo abrazó, notando su respiración rasposa y profunda. Absorto, ingenuo.
Cerró los ojos e intentó dormir. Mañana sería otro día.
Fin capítulo I
Me parece bien que hagas tú prueba de aceptación, el relato me parece bueno, tienes una envolvente forma para desarrollar la escritura que hace leerte sin dar muestra de cansancio, otra cosa es que el resultado te deje sastifecho, la mayoría de la gente es más de multimedia que de lectura, quizás también seamos algo ingratos en demostrar nuestro entusiasmo dando Like a un trabajo desarrollado, espero que esto no te desanime, yo también escribo y es mi impresión. Ánimos.Hola, Jugodevida.
Tienes toda razón, he entrado al foro como un elefante en una cacharrería.
Imperdonable.
Soy escritor adicionado desde siempre pero utilizo el seudónimo de Aran Seneka desde hace un par de años, cuando decidí publicar de forma más seria. Tengo la intención de colgar aquí mi último relato completo a ver cómo cala entre los lectores de esta página. La idea es hacerlo a capítulo por semana y, entre tanto, leer los comentarios que vayan posteando.
Ya sabes, también de ego se alimenta el alma.
Tampoco espero mucho del relato, soy consciente de que no me conoce nadie y las primeras oportunidades hay que ganárselas con trabajo y tiempo.
Nos vemos.
Hola Aran, bienvenido!! Hacía diás q no ingresaba al foro y me encuentro con tan atrapante relato.El vídeo
El móvil emitió su característico tono al recibir un mensaje. Marta, sentada en su sofá frente al televisor con el volumen al mínimo, dejó la revista sobre sus piernas y se hizo con el aparato, molesta por la pequeña interrupción.
Era de Cristian, el hijo de su pareja.
No había texto, solo un vídeo, algún meme, seguramente. La sorpresa fue mayúscula al iniciar la reproducción. En la secuencia de imágenes solo aparecía una polla de considerable tamaño y la mano de quien la meneaba. Alguien se estaba masturbando.
El susto fue desagradable y más sabiendo de quién provenía. Chasqueó la lengua y frunció el ceño, molesta. Nunca hubiera esperado de ese chico ningún mensaje de referencia sexual. Y, aunque siempre se refería a él como su “ahijado” de forma coloquial y en tono de broma, su relación era distante, sin terminar de congeniar. No obstante, reprimió las ganas de apagarlo y continuó visionándolo a la expectativa de que el meme derivara en algo sumamente gracioso.
Pasaban los segundos y empezó a impacientarse, incómoda por verse compartiendo con el muchacho vídeos de esa índole. Siempre había sido un chico difícil, quizás porque no la aceptaba como la pareja de su padre. Y lo entendía, ella no dejaba de ser “la otra”. Como también entendía que se hiciera mayor y comenzara a disfrutar del lado prohibido de la vida, aunque no colegueando con ella, precisamente. Seguramente se lo enviaría por error.
Pasaba el tiempo, y el meme parecía un simple vídeo porno. Aun así, suspiró resignada dando un último voto de confianza a la espera del final sorprendente que hiciera que mereciera la pena verlo por completo.
Se recostó hacia atrás, poniéndose cómoda y apoyando el codo sobre la otra muñeca, pantalla en alto.
La polla, completamente erecta, apenas cabía en la mano que la meneaba. Era una polla grande. Grande y dura. Grande, dura y… muy bonita.
Carraspeó y se ajustó el cuello de la camisa inconscientemente. En el fondo, el vídeo no estaba nada mal. Un enorme y seductor glande coronaba lo que parecía la polla perfecta. Un hondo suspiro abandonó su pecho a la vez que se mordía el labio inferior. Se atusó el pelo y miró hacia la puerta del salón por acto reflejo, como si alguien pudiera entrar de sopetón y descubrir su húmedo deleite.
De repente, la enorme polla empezó a eyacular, barbotando largas cantidades de blanco fluido que se deslizaban por los dedos hasta alcanzar los testículos. Parecía que no iba a dejar de manar nunca en una corrida espectacular. Marta apretó las piernas y exhaló un nuevo suspiro.
Levantó una ceja preguntándose si éste sería el sorprendente final que pretendía mostrar el vídeo y se pasó la lengua por los labios resecos. La cámara del móvil con el que se grababan las imágenes cambió de ángulo. El pajillero se enfocó a la cara en primer plano y habló en susurros dentro de lo que parecía ser el interior de un baño público.
—Reto cumplido. Ahora te toca a ti.
Lanzó un beso a la cámara y el vídeo terminó dejando la imagen estática de su enorme sonrisa ocupando toda la pantalla hasta que ésta se fundió al negro.
El susto que se llevó fue de muerte, tanto que casi se le cae el móvil. Lo apagó y lo echó a un lado aún con la boca abierta y los ojos como platos. Había reconocido al pajillero al instante. Apenas unas horas antes le había preparado el desayuno antes de verle salir por la puerta en dirección a la universidad como cada día.
Cerró los ojos y se masajeó las sienes.
—Joder, qué bochorno.
Era Cristian y el vídeo debía ser para su novia. Lo peor era que él sabría que lo había visto debido al doble check azul. No iba a poder mirarle a la cara en un millón de años.
— · —
Cristian estaba en clase de cálculo en su primer año de universidad, repantingado tras su pupitre, mirando a la gente que le rodeaba. Absorto en sus pensamientos mientras la profesora garabateaba la pizarra. La clase era un ladrillo y la asignatura no le estaba resultando fácil de digerir. Aun así se encontraba feliz.
Unas filas más adelante, un grupito de alumnos parecía tener una conversación animada sobre algún tema relacionado con la asignatura. Alumnos cutres, de rostros cutres, hablando de temas cutres. Futuros perdedores con acné. Porque derrochaban acné por todos sus poros. Y virginidad.
Cristian no era como ellos.
Él era un triunfador, un líder. Y en el tema sexual les sacaba un mundo de diferencia. Su físico, su carácter de conquistador y su cara dura le habían proporcionado desde muy temprano acceso a un mundo que aquellos perdedores no podían ni imaginar.
Pobres borregos, preocupados por sus miserables vidas, sus comics y sus películas para niños grandes, cuyo logro más importante era conseguir ver las bragas de alguna compañera al agacharse con una falda más corta de lo habitual.
Mientras tanto, él se hinchaba a follar con su novia Cristina. Una chica espectacular con un culo de infarto. Y lo mejor de ella no era su físico, ni su preciosa cara con aquellos labios que le volvían loco, sino su madurez. Pese a que era más joven, tenía más mundo que él en cinco vidas suyas juntas y, en el plano sexual, no tenía comparación. Con ella había experimentado más que en toda su existencia.
El lema entre ellos era: CONTIGO, TODO.
Y eso hacían, de todo, sin tabúes. Follaban como animales. Y lo mejor era que no se cansaba nunca. Siempre había algo nuevo y excitante por hacer. Nada de anclarse en el sexo convencional.
Lo último había sido grabarse en los aseos de la universidad, en el descanso entre clases, y enviárselo a ella. No pudo resistir la tentación de ojear la pantalla del móvil para ver lo que decía. Pero, para su desgracia, no encontró el icono de mensaje entrante.
Acabó la clase y volvió a ojear el móvil, impaciente. De nuevo, nada. Frunció el ceño y abrió la aplicación de mensajería instantánea. En el chat pudo leer las últimas líneas de conversación con Cristina. Le sorprendió que no apareciera el vídeo que acababa de grabar.
«Juraría que había adjuntado el archivo», pensó. Retrocedió hasta visualizar los últimos chats cuando un relámpago de angustia le golpeó el estómago al ver el de la compañera de su padre en el primer lugar, justo encima del de Cristina.
—No, no, no. No puede ser.
Sus temores se confirmaron. El vídeo estaba allí. Enviado, recibido y, para su desesperación, visto.
Un mareo llegó desde detrás de la nuca mientras su respiración aumentaba como si hubiese acabado de correr los 100 metros lisos. Los latidos del corazón golpeaban sus sienes y a sus oídos dejaron de llegarle sonidos del exterior de su cabeza.
Intentó borrar el vídeo con movimientos torpes de sus dedos temblorosos pero, a estas alturas, ya no serviría de nada. Quería llorar. Quería gritar. «Qué bajón, la novia de mi padre viendo pajearme».
Marta, su actual pareja, le enojaba e intimidaba a partes iguales. Era una mujer fría que le tenía absorbido el coco a su padre. Desde que estaban juntos, su progenitor, ya no se acordaba de la que había sido su mujer durante casi veinte años, su madre. Marta la había desplazado por completo.
— · —
Cuando llegó a casa al mediodía, su padre y ella se encontraban en la cocina. La voz de él era perfectamente reconocible. Cerró los ojos con fuerza y tragó saliva. «Mierda», pensó. Si había algo peor que enviarle un vídeo porno de sus pajas a Marta, era que su padre se enterara. Respiró hondo y rezó por su discreción. «Que no se lo haya dicho, por Dios».
Se quedó bajo el quicio de la puerta de la cocina, expectante. Su padre estaba sentado de espaldas a él, en el fondo de la estancia. Marta, trasteando entre los cacharros en la encimera, lo miró de reojo, pero no dijo nada. Casi pudo sentir su desprecio.
Caminó hasta la mesa pasando detrás de ella. Cuando llegó a la altura de su progenitor, lo rodeó y se colocó frente a él, tomando asiento lentamente. Por la actitud y los comentarios que hizo a continuación, dedujo que no sabía nada del tema.
—¿Qué tal, tigre? ¿Les has dejado anonadados con tus conocimientos?
—Bueno —dudó—, más bien no. Ya sabes, ante todo humildad.
—Ese es mi chico. Chócala. —Levantó la palma de la mano esperando el saludo.
—Prefiero no hacerlo, me siento ridículo.
—¿Saludo de meñiques? —dijo levantando el dedo pequeño.
—Eso es de críos. Tampoco voy a hacerlo.
—Bien dicho. Has pasado la prueba. Ahora sí que eres un hombre.
Su padre mostraba una sonrisa de oreja a oreja. Siempre estaba de broma. Era un hombre afable y de buen conformar. Le guiñó un ojo que le tranquilizó y le ayudó a relajarse. Otra cosa fue Marta que apenas le dirigió la palabra en toda la comida. Si bien, tuvo la deferencia de no delatarle.
Para ella tampoco fue plato de gusto bregar con aquella situación. El chico que ella conoció cuando comenzó a salir con su padre, se había convertido, de repente, en todo un hombre hecho y derecho; un hombre con una polla muy grande. Y ahora no podía quitársela de la cabeza, manando chorros de semen en un vídeo tan obsceno como bochornoso.
En la mesa evitó mirarle a los ojos fingiendo interés en el mantel o en su vaso mientras sus dedos juguetean inquietos con la servilleta en un ademán persistente.
Durante el resto de la tarde las cosas no mejoraron en absoluto. Marta se mantuvo distante y él, terminó por recluirse en su cuarto, estudiando.
Tampoco en la cena la cosa fue mejor. Un calco de la comida. Miradas de soslayo y silencios incómodos que duraron hasta la hora de acostarse, donde ocupó gran parte del tiempo interactuando con Cristina a quien le había ocultado deliberadamente su desliz con el vídeo. No quería que pensara que era descuidado con ese material tan sensible y, ni por asomo, estaba dispuesto a dejar de recibir ningún tipo de elemento explícito que su novia pudiera enviarle.
En el dormitorio adyacente, al otro lado de la pared, tampoco las cosas eran distintas. Marta no conseguía leer dos líneas seguidas de su libro mientras esperaba paciente a su amado para dormir.
Mario solía reposar la cena en el sofá mientras recorría los canales de la televisión antes de darse por vencido e ir a acostarse.
Cuando lo vio llegar al dormitorio, cerró su libro y se fijó en él mientras se desvestía. De repente se dio cuenta de que deseaba tener sexo. Se pegó a su espalda en cuanto se metió en la cama y le susurró un leve gemido en su oído.
La seña.
Apenas se volvió hacia ella.
—Vaya, lo siento, mi coronel, pero creo que este soldado no podrá ponerse firme. He tenido un día de mierda. Menuda guerra en el curro.
—Entiendo. ¿Ha habido heridos?
—Solo uno, pequeño y muy calvo.
Marta sonrió con ternura y mesó el cabello de su amor.
—Podría reanimarlo. Soy muy buena en tareas de ese tipo.
—Sí, he oído hablar de usted, doctora Zorrinton —dijo Mario mostrando una sonrisa ladina a la vez que se giraba un poco más hacía ella—, pero le aseguro que este pequeño cabrón está bien jodido. No conseguiría tomar la colina.
Marta sonrió por sus ocurrencias. Había captado el mensaje y no insistió más. Sin embargo, él notó su decepción.
—Amor, tú sabes que siempre estoy dispuesto a entrar en batalla —insistió—, pero justo hoy estoy hecho polvo. Me caigo de sueño.
—Lo sé, tranquilo, no pasa nada.
—Otro día, ¿vale? Mañana te prometo que…
—Ssssshh —silenció ella con dulzura—. No pasa nada, descansa. Otro día.
Se recostó a su lado intentando coger algo del sueño que a su novio le sobraba.
—Te puedo hacer una paja. ¿Quieres? —dijo girándose hacia ella.
Marta, bocarriba y con los ojos cerrados, fingió dormir. No lo culpaba por no poder montarla, pero la masturbación, como sustitutivo del coito, siempre le pareció algo frío y mecánico.
Aun así, no frenó su mano cuando éste comenzó a palparla. Un mínimo gesto, como un calambre, le indicó que ella reaccionaba a sus caricias. Y así, momentos más tarde, en mitad de la oscuridad y tapándose la boca con el dorso de la mano, terminó por correrse entre espasmos y con la espalda arqueada mientras su amante tocaba las mejores teclas de su cuerpo.
Además y aunque no lo buscase, él también terminó corriéndose. Ella no había parado de meneársela con una obstinación fuera de lo normal hasta que éste terminó por eyacular dentro del calzoncillo al compás de los gemidos de ella.
Acto seguido, ambos yacieron a cada lado de la cama. Mario había caído dormido como un tronco. En cambio ella seguía sin conseguir conciliar el sueño.
Su corazón seguía bombeando con velocidad y su cerebro era como si recibiera litros de cafeína que le impidieran descansar. Sacó una mano de entre las sábanas y la colocó frente a su cara, intentando verla a través de la penumbra. Era la que había utilizado para la paja de su amado. Todavía quedaban restos viscosos de semen. Lo palpó al tacto y cerró los dedos como si estuviera agarrándolo de nuevo. Visualizando su miembro bajo la tenue luz que entraba por la ventana.
Sin saber muy bien por qué, alcanzó el móvil que tenía sobre la mesilla y, con cuidado de no despertar a su cónyuge, reprodujo el vídeo de su ahijado. Se había acurrucado en su rincón de la cama ocultando la luz de la pantalla y había quitado el sonido. La diferencia de tamaño era considerable. La mano de él no abarcaba todo el miembro que permanecía inhiesto como un mástil. Cuando se quiso dar cuenta, el video había llegado hasta el final.
Lo reprodujo de nuevo, tal vez sin darse cuenta o quizás porque necesitaba volver a verlo, asombrándose con las imágenes tan perturbadoras como obscenas.
De repente el sonido de un mensaje entrante la sacó de su abstracción y dio un brinco asustada.
Cristian_
Lo has visto verdad?
El estómago le dio una descarga. No le apetecía lo más mínimo mantener con él una conversación sobre un asunto tan incómodo. Por otra parte, él sabía que estaba conectada en ese momento y, eludir el problema haciéndole el vacío, podría volverlo más en su contra. Tras unos momentos de duda, decidió responder y tratar el tema con todo el tacto posible. Al fin y al cabo, no dejaba de ser el hijo de su consorte.
Le temblaban los dedos.
Marta_
Si
Cristian_
Joder, lo siento.
Marta_
No pasa nada.
Cristian_
Q vergüenza he pasado.
Marta_
Tranquilo, a todos nos puede pasar algo así.
Cristian_
Ya, pero, que me hayas visto ahí, como un salido…
Marta_
No voy a hacer un drama de eso. Por lo que a mi respecta, esta todo bien.
Se hizo un silencio tan incómodo como largo que no supo si era una pausa de su charla o el final de la conversación.
Cristian_
Me muero de pensar que lo hayas visto. Y encima… así.
Marta dudó. Nunca había intercambiado tantas frases con él y menos de un tema tan incómodo.
Marta_
Ya está, Cristian. No le demos más vueltas. Es... natural. Supongo.
Cristian_
No sé si lo dices por quedar bien, o si en verdad te pareció horrible.
Marta cerró los ojos un segundo y resopló. Tecleó despacio.
Marta_
No me pareció horrible
Cristian_
En serio?
Marta_
Mira, no te voy a decir que fuera agradable recibir algo así y menos viniendo de ti. Me chocó. Mucho. Pero… no sé. No me pareció grotesco. Solo… muy íntimo.
Cristian_
¿Y… te pareció… demasiado?
Marta frunció el ceño y parpadeó confundida. Tuvo que releer el texto varias veces intentando comprender lo que quería decir. ¿Demasiado qué? ¿explícito? ¿grande?
Sopesó su respuesta con cautela.
Marta_
Fue inesperado, pero no. No me pareció… fuera de lugar. Técnicamente, es tu cuerpo. Y es… bueno, es evidente que tienes… buena salud.
Cristian estaba tumbado en su cama, sujetando con ambas manos el móvil sobre su cara. Se incorporó como un muelle. Esto se ponía interesante. Se pasó la lengua por los labios, eligiendo con cuidado sus palabras para no dar un paso en falso.
Cristian_
Buena salud? Te refieres a que tengo buena… forma?
Marta_
Cristian. No me hagas hablar más de esto, por favor. Bastante incómodo ha sido todo. Mejor dejémoslo aquí.
Cristian_
Perdona, solo quería asegurarme de que me ves normal y que no me odias.
Marta_
Como voy a odiarte, por Dios. Lo que pasa es que… quiero pasar página y olvidar todo el asunto de la paja, nada más.
El adolescente no dejaba de mirar la pantalla como un perro que mira un hueso a través de una ventana. La conversación con la pareja de su padre le estaba dando puro morbo exhibicionista. Marta, tan seria, tan distante… observando su vídeo de “La Paja”.
Cristian_
Una última cosa, ¿vale?
Ella tardó más en responder.
Marta_
Qué?
Cristian_
Tú crees que es normal? El tamaño, digo.
Marta tragó saliva. Quizás era lo más destacable del vídeo, a parte de la cantidad de semen que manó de su miembro. Aun así, no quería responder a eso. No era un tema a tratar con el hijo de su pareja.
Marta_
Bueno… es… generosa.
Cristian_
Sí?
Marta_
Es decir… no me esperaba que fuera tan... exuberante.
Cristian sonrió lobuno. «Lo sabía».
Cristian_
Entonces… te parece grande?
Marta_
Ay, no soy experta en esto, Cristian.
Cristian_
Es que… tengo mis complejos, sabes? y q te lo parezca me sube la moral.
Marta_
Pues si, estate tranquilo. Con ese tamaño no tienes por que estar acomplejado.
Una pequeña contracción le oprimió el estómago mientras su polla se endurecía todavía más. La conversación se estaba volviendo mucho más morbosa.
Cristian_
Vale, vale, gracias. No sabes el subidon que me das. No te molesto mas.
Marta_
No me molestas. Y entiendo que te preocupe a tu edad. Que duermas bien.
Cristian_
Te deseo lo mismo. Siento haberte hecho pasar por todo esto. Te pegarias un buen susto cuando viste el video.
Intentaba continuar la conversación, el morbo era muy fuerte como para dejarlo aquí. Esperó paciente durante demasiado tiempo y, cuando ya iba a apagar el móvil, entró un mensaje de ella.
Marta_
Fue una sorpresa, sí.
Sonrió y se frotó la barbilla, eligiendo las palabras con cuidado. No olvidaba que estaba hablando con la cuasi mujer de su padre. Podría caerle la del pulpo si se pasaba de listo e iba a su padre con el cuento. Justo cuando empezaba a escribir su siguiente comentario, entró un nuevo mensaje.
Cristian_
Todo el tema de la escena porno. Y la eyaculación por toda mi mano.
Marta_
Ya, parecias un volcan.
Cristian_
Jajaja, tampoco t pases.
Marta_
Lo digo en serio. Me impresionó muchísimo. No imaginaba q se pudiera tener tanta cantidad.
Cristian_
Pues si eso te parece mucho, deberías haber visto una vez que me corrí en la cara de Cristina. La dejé bien guapa.
Marta_
Ay, por dios, Cristian. Pobre muchacha. pero por q le hiciste eso???
Cristian_
No, a ver, eso no es nada malo. Ella me lo pide. Le gusta que me corra sobre ella. Tambien las tetas….
Marta_
T lo pide ella? que la humilles?
Cristian_
No… es decir, sí. A ella le gusta sentirse… no sé como decirlo… sucia. Correrme sobre su cara es el clímax de una humillación consentida
Cada mensaje o cada réplica de Marta tardaba bastante tiempo en llegar. Como si le costase asimilar la información proporcionada por él o como si su lenguaje soez repeliera que siguiera hablándole. A Cristian sin embargo la conversación le estaba haciendo arder la sangre. Sin darse cuenta, empezó a pajearse por encima del calzoncillo.
Cristian_
Tb a mí me gusta. sobre todo cdo estamos en su casa. Metidos en su habitación mientras sus padres ven la tele en el salón.
Marta_
Lo hacéis en su casa con sus padres dentro!!????
Cristian_
es lo que más mola. Precisamente en uno de esos días fue cuando grabe la corrida sobre su cara que te comentaba antes.
Marta volvió a guardar silencio. La casilla en la pantalla donde se indicaba si la otra persona está escribiendo, aparecía vacía.
Cristian_
quieres ver cómo me corro en su cara?
Se hizo un largo silencio que Cristian soportó dando golpecitos con los pulgares en el canto del móvil.
Marta_
creo que no.
Cristian_
si lo vieras ibas a flipar. Cristina me había tenido cinco días castigado sin pajearme por culpa de un juego que tenemos entre los dos. Tenía las pelotas llenas.
Se mordió el labio inferior y sonrió a la vez que aceleraba las caricias sobre sus partes. Utilizaba palabras vulgares y lascivas. Decírselas directamente era tremendamente morboso.
Marta_
cinco días te parece mucho tiempo?
Cristian_
teniendo en cta q me pajeo cada día. En ocasiones hasta 3 veces…
De nuevo Marta tardó más de lo normal en escribir. Cristian se impacientaba por leer los comentarios sobre su vida sexual. Excitado por exponerse ante ella.
Marta_
dónde?
Cristian_
en casa.
Marta_
pero dónde?
Cristian_
pues… a veces en la ducha. Otras, en el váter, pero generalmente me las hago en mi cuarto, a la noche, antes de dormir.
Se pasó la lengua por los labios, esperando ansioso la réplica, pero pasaban los segundos y Marta no decía nada. Se la estaba meneando en toda regla a la espera de más material exhibicionista que alimentara su paja. Pensó en Cristina y si eso pudiera considerase como infidelidad. Después pensó en si Marta supiera para qué estaba sirviendo en realidad su conversación.
Cristian_
es la mejor hora, sabes? Después de pajearme me quedo tan relajado que duermo toda la noche como un bebé.
Tiró de nuevo el anzuelo a la espera de una réplica, pero nada. Sin respuesta. Auscultó la pantalla impaciente. Por fin la cabecera del chat indicaba que ella estaba escribiendo. El tiempo que tardaba en enviarlo parecía eterno.
Marta_
y el semen? Tendrás que limpiarlo con algo, no? O dónde lo echas?
Sonrió. La pareja de su padre empezaba a utilizar las mismas palabras vulgares que él. Eso hacía la conversación más excitante, más sucia.
Cristian_
sobre mi tripa. Luego me limpio con pañuelos q guardo en el cajón de abajo. A la mañana siguiente los echo por el váter cuando me levanto a orinar antes de que os despertéis alguno de vosotros.
Esta última confesión le puso a mil. El ritmo de la paja estaba siendo frenético. Estaba a punto de correrse. Revelar a la consorte de su padre detalles tan íntimos sobre sus pajas era como una suerte de exhibicionismo morboso. Se mordió el labio inferior intentando aguantar. No quería correrse todavía. Aún no.
Cristian_
y tú, cuantas pajas te haces?
Silencio.
Cristian_
una al día, una a la semana?
Silencio.
Cristian_
te las haces en la cama o en la ducha?
De nuevo, silencio y la paja a punto de llegar a su fin.
Cristian_
dime!
Intentó aguantar hasta conocer su respuesta, pero no resistió más y se corrió con tanta fuerza que tuvo que cerrar los ojos y diluir los gemidos respirando a bocanadas. Soltó el móvil para poder hacerse con los pañuelos de la mesilla y limpiarse antes de que el semen se le escurriera de entre los dedos. Se aseó con impaciencia para poder recuperar el móvil lo más rápidamente posible.
Marta seguía sin decir nada. Un presentimiento de duda atravesó por su mente. Y se preguntó si no se habría pasado, fruto del calentón. Casi cuando estaba a punto de darse por vencido, llegó por fin la respuesta. Tajante, solitaria, concisa.
Marta_
Ninguna
Acto seguido, dejó de estar en línea. Había salido de la aplicación.
—Mierda —se dijo—. Se ha mosqueado.
Releyendo la conversación se dio cuenta de que había quedado como un salido y un onanista empedernido. Y de hecho lo era. Un salido onanista que se pajea hablando de sexo con la que podría ser su madre. El calentón se le bajó de golpe. Justo cuando mejor parecía que iba todo.
Envió un escueto mensaje:
Cristian_
lo siento. Se me ha ido la pinza. Creo que me he pasado.
El mensaje no llegó a destino. Marta había apagado su teléfono.
— · —
Al otro lado de la pared, Marta dejaba el móvil sobre su mesilla, enfadada. La situación se le había escapado de las manos, y la responsable de ello había sido ella. No era su colega, ni su confidente ni tampoco su mejor amiga, sino la pareja de su padre, su cónyuge.
Se odió a sí misma por haber permitido que la charla hubiera fluido hacia puertos tan perversos, por haber incitado a su ahijado a contarle sus rutinas sexuales en un diálogo morboso como si fuera una colegiala o, peor, una vieja verde. Al menos había tenido la lucidez necesaria de pararlo antes de que hubiera ido más lejos.
Abrió las mantas para airearse, estaba sofocada. En su mente revoloteaban las imágenes de Cristian meneando un enorme miembro, llenando pañuelos de semen que guardaba en un cajón apestando a almizcle. Sacudió la cabeza y dio gracias al cielo porque Mario, que dormía a su lado, no se hubiera enterado de nada.
«Mario», pensó. Su amor, su refugio, su hogar. Se pegó a él por detrás y lo abrazó, notando su respiración rasposa y profunda. Absorto, ingenuo.
Cerró los ojos e intentó dormir. Mañana sería otro día.
Fin capítulo I
Que bueno saber de ti ASeneka, soy amigo de Dani, este último tiempo no lo ha pasado bien, luego supe que es porque terminó con Alba, el amor de su vida, me ha dicho que leerte me ayudará a entender que lo llevó a tomar esa decisión.Hola, Jugodevida.
Tienes toda razón, he entrado al foro como un elefante en una cacharrería.
Imperdonable.
Soy escritor adicionado desde siempre pero utilizo el seudónimo de Aran Seneka desde hace un par de años, cuando decidí publicar de forma más seria. Tengo la intención de colgar aquí mi último relato completo a ver cómo cala entre los lectores de esta página. La idea es hacerlo a capítulo por semana y, entre tanto, leer los comentarios que vayan posteando.
Ya sabes, también de ego se alimenta el alma.
Tampoco espero mucho del relato, soy consciente de que no me conoce nadie y las primeras oportunidades hay que ganárselas con trabajo y tiempo.
Nos vemos.
Jajaja, qué bueno verte. Recuerdos al pobre Dani, pero creo que estás confundido, Dani no terminó con Alba. Él le dio una oportunidad. A partir de ahí, queda toda una incógnita sobre su futuro.Que bueno saber de ti ASeneka, soy amigo de Dani, este último tiempo no lo ha pasado bien, luego supe que es porque terminó con Alba, el amor de su vida, me ha dicho que leerte me ayudará a entender que lo llevó a tomar esa decisión.![]()
Sí, supe que le dio "Una segunda oportunidad", que bien suena como continuación...Jajaja, qué bueno verte. Recuerdos al pobre Dani, pero creo que estás confundido, Dani no terminó con Alba. Él le dio una oportunidad. A partir de ahí, queda toda una incógnita sobre su futuro.
Dale recuerdos al bueno de Dani.
De hecho, ya hay un proyecto de continuación. No sé si has leído ya MPE. Si lo has hecho, habrás visto la última frase del epílogo (la que pronuncia Mario) y que da pie al próximo relato. Todavía me estoy devanando los sesos para hilar una trama medianamente sostenible, pero ya tiene argumento. No puedo decir nada todavía y tampoco es seguro que vea la luz, pero puedo adelantar que estará Dani, Alba y alguno de los examigos de Alba.que bien suena como continuación...![]()
Ya leí MPE, morbosa trama, aunque encontré algo aceleradas ciertas decisiones al final calza todo, la mandíbula me llegó al suelo con ese desenlace que ...De hecho, ya hay un proyecto de continuación. No sé si has leído ya MPE. Si lo has hecho, habrás visto la última frase del epílogo (la que pronuncia Mario) y que da pie al próximo relato. Todavía me estoy devanando los sesos para hilar una trama medianamente sostenible, pero ya tiene argumento. No puedo decir nada todavía y tampoco es seguro que vea la luz, pero puedo adelantar que estará Dani, Alba y alguno de los examigos de Alba.
Saludos, decano
Me matan los adolescentes salidos que se creen los inventores del sexo, pienso que se va a ligar a la madrasta porque tiene una buena baza y ella la conoce, ¡espero que le de su merecido al arrogante plebeyo! que va de follachicas y además dando consejos de como hacerlo. Me gusta como lo llevas, espero la tercera parte. Un saludo.Resaca de lujuria
La mañana siguiente, durante el desayuno, fue una réplica del día anterior. Caras serias, miradas furtivas y mucha vergüenza escondida en el estómago de cada uno. Cristian no fue capaz de sostener la mirada de Marta; ella, la de Mario; y éste… no se enteraba de nada.
—Bueno, familia, me voy —dijo Mario levantándose de la mesa mientras recogía los restos de su desayuno.
Cristian, sentado frente a él, lo observó mientras se alejaba hacia la fregadera donde Marta se encontraba en ese momento.
Se dio cuenta de lo diferentes que ambos eran entre sí. Ella era pausada, sobria en su forma de ser, cabal. Su padre, en cambio, era la parte cómica de un circo ambulante. Siempre bromeando y de buen humor. Nunca veía el lado malo de las cosas. Positivo hasta la médula. Desordenado crónico. Improvisando cada movimiento e incapaz de recordar una fecha o evento.
Ella era guapa, altiva, con un cuerpo envidiable de busto generoso y líneas suaves y cuidadas. La madurez de un buen vino en una barrica de roble.
Su padre no destacaba por su físico o belleza. No tenía ese carisma que la caracterizaba a ella. Ese porte elegante que hacía girar las cabezas para mirarla dos veces. Y sin embargo…
Se la estaba follando.
Así, sin más, con su simpleza, con su aspecto anodino, con su poco o nada destacable físico. Ella le pertenecía en cuerpo y alma desde que se conocieron.
Enamorada como si de un embrujo se tratara. Y no lo podía comprender. No es que sintiera odio hacia su padre, todo lo contrario. Lo había adorado durante toda su vida. Le había dado la infancia más feliz que ningún niño pueda imaginar. Siempre a su lado, animándole. Consintiendo todo, ni un reproche, ni una mala mirada de decepción. Su padre era, sin duda, la persona más comprensible y alocada que ningún niño podría encontrar sobre la faz de la tierra.
Y ahí radicaba precisamente el problema. Cristian ya no era un niño. Había crecido y había madurado, pero su padre no. Ahora sus monerías y sus bromas le abochornaban. Su carácter sarcástico y atolondrado le avergonzaba frente a sus amigos.
¿De verdad alguien como él había podido conquistar a una mujer como Marta?
Hubiera preferido que fuera más serio y taciturno. Un padre para fardar frente a sus amigos tal y como fardaba de su madre, o de la propia Marta.
Marta.
No eran pocos los amigos que se empeñaban en acompañarle a casa solo para verla a ella. Quizás por eso nunca la aceptó en su vida. Ella era “La Otra”, la que apartó a su madre y ocupó su sitio. Verlos babear por ella era un desprecio hacia la verdadera mujer que debería estar ahí. Como si no existiera o como si fuera peor persona. La observó de espaldas en la encimera.
Su padre depositó la taza en el fregadero y se acercó por detrás hasta colocarse pegado a su espalda. La abrazó y escondió su cara tras su pelo.
—Me voy a trabajar—susurró al oído— pero esta vez volveré como un héroe para acabar mi misión.
Marta carraspeó incómoda. La referencia sexual hizo que se sintiera extraña con su hijo tan solo a un par de metros. Se forzó a sonreír y giró la cabeza para darle un casto beso en la mejilla.
—¡Y tú! —dijo señalando a Cristian con ambos dedos índices y los brazos extendidos, en un teatral ademán mientras arrastraba los pies hacia atrás con pasos cortos y rápidos en dirección a la puerta—, estudia mucho. Sorpréndelos.
—Claro, papá —contestó levantando el puño con desgana a modo de victoria. Intentando corresponder a la efusividad simulada de su padre.
—Ese es mi chico.
Mario mostraba una sonrisa de oreja a oreja. Esa que Marta tanto amaba junto con sus payasadas. Lo observó mientras desaparecía de la cocina, perdiendo sus pasos tras la puerta principal. Se sorprendió, sonriendo como una boba, mirando el hueco de la puerta por la que se había ido. Cuando volvió a la realidad, se dio cuenta de que estaba siendo observada por su ahijado, lo que hizo que se sintiera incómoda de nuevo. Borró la expresión de su cara y, con una breve e inaudible excusa, desapareció por la casa, dejándolo solo.
Cristian suspiró. Lo de anoche estaba siendo increíble hasta que se convirtió en una gran cagada. La conversación tan morbosa, la confianza con la que hablaron, el pajote, todo. Había congeniado con ella como si fuera una amiga de clase, antes de que todo se rompiera y se fuera a la mierda. Lo peor era que ya no podía verla como antes.
Se acabó el desayuno y se levantó de la mesa para ir a la universidad. Recogió su carpeta y un par de libros de su cuarto y se dirigió a la puerta principal.
—Me voy —gritó. Acto seguido, sin esperar respuesta, salió de casa.
Cerró tras de sí y suspiró de alivio. Estaba de pie sobre el felpudo. Había sido una situación un tanto agobiante y allí fuera parecía encontrar el oxígeno que le faltaba.
Iba a enfilar las escaleras cuando se dio cuenta de que su septuagenaria vecina, que vivía en la puerta de enfrente, también salía de su casa.
—Hola, Herminia. ¿Va usted a la calle?
—Si la montaña no va a Mahoma… —dijo girando la llave—. Un paseo y a la vuelta aprovecho para hacer las compras.
—¿Tan pronto?
—Ya sabes lo que dicen. A quien madruga… —Lo miró con sus ojos vivaces.
—¿Se levanta más temprano?
Abrió la boca para corregir a su joven vecino pero se lo pensó mejor.
—Sí, eso también.
Herminia era su vecina de toda la vida. Una mujer de figura apocada pero de mente lúcida y aspecto maléficamente saludable. De maneras muy incisivas, pero pausada en su actitud. Si hubiera nacido cuatro décadas más tarde, a buen seguro hubiera sido la primera mujer presidente del país o cuando menos, ministra de economía.
A Cristian no le caía especialmente bien ningún vecino, pero a ella la soportaba mejor que al resto, quizás por su actitud seca y desconfiada que le recordaba a sí mismo. La vieja caminó hacia el centro del pasillo con un carrito de la compra en la mano y un bolso colgado en el hombro contrario.
—El ascensor sigue roto —avisó él—. Tendrá que bajar los cinco pisos por las escaleras.
La anciana levantó la vista y miró el artefacto con pesadumbre. La nota de los técnicos seguía allí, en mitad de la puerta. Sus hombros parecieron desinflarse.
—No se preocupe. Aquí estoy yo para ayudarla. Deme eso —dijo en referencia al carrito y el bolso—, ande, démelo.
—No irás a robarme.
—Los héroes no roban —espetó—, salvan viejas.
Arrebató el carrito que portaba la señora e introdujo sus libros dentro. Después hizo lo mismo con el bolso que ella cedió con una mirada de odio fingido y se colgó todo al hombro. Acto seguido le ofreció el brazo libre a la mujer.
—Enhebre.
La anciana le tomó del brazo y soltó un suspiro. Quedaban muchos pisos por descender y juntos comenzaron a bajar escaleras. Una a una.
—Gracias muchacho. Si no fuera por ti…
—Sería por otro, Herminia. Se lo aseguro.
— · —
Marta estuvo toda la mañana sola, entretenida con sus quehaceres y pensamientos. Necesitaba tiempo para aclararse y utilizó ese período para meditar y darle un buen repaso a su hogar.
Cuando por fin acabó, se sentó a descansar en el sofá del salón con una infusión en la mano. Se sorprendió al descubrir el teléfono móvil en su bolsillo como también se había sorprendido rebuscando entre los cajones de la mesilla de su ahijado sin ninguna razón aparente.
Decidió borrar el vídeo que le envió y la bochornosa conversación de la noche anterior. El intento por conseguir un acercamiento con el hijo de su pareja había quedado en el burdo colegueo sexual de una vieja verde.
Esperó a que el terminal se iniciara y buscó el archivo. Cuando lo tuvo delante no pudo evitar recordar sus imágenes. No iba a engañarse, la visión de aquel miembro la había turbado. Era un miembro digno de admiración aunque fuera de Cristian.
Sin pensarlo más, seleccionó el archivo y dirigió su dedo hacia el icono de borrado.
Justo antes de soltarlo, un tono audible indicó la entrada de un mensaje. Era de Cristian. Se lo había enviado la noche de ayer, justo después de apagar el móvil y entraba ahora con retraso. Abrió el mensaje y lo leyó sin poder evitar repasar toda la conversación de la noche con detenimiento. Suspiró y releyó por segunda vez.
— · —
Cristian se sentía a gusto cuando encontraba la soledad en compañía de quien no representa nada en su vida. La universidad se estaba convirtiendo en su segunda casa. Y allí estaban sus hermanos bastardos, los gafapastas cutres. Hoy en clase de física, cuchicheando entre ellos temas trascendentales de mierda que no interesan a nadie. Una vibración en su bolsillo le indicó la entrada de un mensaje.
Marta_
Perdona por no contestarte ayer. Me quedé sin batería.
Una sonrisa se fue formando en su cara. Marta no se había enfadado, había sido la batería. Acababa de quitarse un peso de encima. Se mordió el labio inferior pensando una respuesta políticamente correcta que volviera a restablecer el status quo perdido cuando, de repente, entró un segundo mensaje.
Marta_
Tu padre se encarga por mi. Por eso, técnicamente no tengo que preocuparme de ese tema. Es lo bueno de estar en pareja.
Levantó una ceja, sorprendido. Marta, de forma sutil, seguía el hilo de la conversación. La sonrisa de su cara mutó en una mueca ladina a la vez que se le empezaba a poner dura. Apuntó mentalmente quedar con Cristina cuanto antes para descargar los huevos que estaban a reventar.
Se rebulló en su asiento sin dejar de mirar la pantalla de su móvil. Las manos le empezaban a sudar por los nervios de la nueva conversación que quería retomar. Y, esta vez, no quería cagarla.
Cristian_
gracias por contestar. Me había asustado porque me habia gustado mucho poder hablar de estos temas contigo y pensé que te habías enfadado. Esta mañana estabas muy callada.
Marta_
cosas mías. No podría enfadarme contigo. Además, a mí también me gusta hablar contigo.
Cristian_
me alegro. Creía que te molestó que me pajeara sin parar y que dejara restos de mi semen en pañuelos en el cajón.
Marta_
Tranquilo, estas en la edad. Y por lo del cajón no te preocupes. Puedes dejarlos ahí. Ya lo recogeré a la mañana, cuando limpio la casa.
Si alguien de la clase se hubiera fijado en él en ese momento, habría visto a un muchacho con una sonrisa de bobalicón babeando sobre la pantalla del teléfono. Por suerte, la escasa asistencia de alumnos dejaba amplias zonas despobladas entre los pupitres.
Cambió de posición para acomodar la erección que le estaba apretando dentro del pantalón y reprimió el impulso de meterse la mano dentro para meneársela allí mismo.
Marta. Iba. A recoger. Su semen,
Cristian_
no T importa encargarte de ellos??
Marta_
claro que no. cada día recojo la ropa sucia que me dejas tirada por cualquier parte. Vaciar tu cajón no me cuesta nada. Solo son papeles.
Cristian_
pues me haces un favor porque más de una vez me he olvidado de sacarlos. Te advierto que los dejo llenos. Ya has visto cuanto me corro.
Marta_
pues sí que lo he visto, sí. Anda que… menudo volcán estás hecho.
Este era el momento preciso para dar una pequeña vuelta de tuerca. Escribió con rapidez y después releyó con cuidado antes de pulsar enviar. Cruzó los dedos para que no se enfadara.
Cristian_
oye y tú? todavía no me has dicho cuantas veces te corres a la semana.
Marta no contestó. Cristian aguardaba con el corazón en un puño. Era una pregunta escogida intencionadamente. Utilizando expresiones vulgares para intentar obligarla a utilizarlas de igual modo. El morbo de leer de su propia mano frases impropias de una mujer madura y sensata. Una pregunta muy íntima y delicada con cuya respuesta esperaba un nuevo acercamiento. Un peldaño más en esa oscura perversión sexual surgida desde el vídeo.
Marta_
Ay, Cristian. Eso no se pregunta.
Sonrisa roedora de Cristian que la veía entrar al trapo.
Cristian_
venga tia, enrollate. Más o menos. Cuantas veces folláis papá y tú.
Marta_
Ayyy con la preguntita. Qué más dará eso. Pues… a ver… no sé… alguna que otra vez al mes, creo, no sé.
Cristian_
al mes? una que otra? Joooder, eso es una mierda.
Marta_
Hijo, es lo que hay. Te acostumbras y terminas cayendo en la rutina. El sexo no es como en las películas. La mayor parte de las veces se resume en algo rapido y a dormir.
Cristian_
porque sois unos muermos. Prueba cosas nuevas.
Marta_
como grabarnos en video como tú? Ni hablar. No me llama y me da vergüenza.
Cristian_
no solo eso. Hacerlo en sitios raros con el riesgo de q os pillen. Posturas nuevas…
Alguna vez papá te ha lamido el culo a 4 patas mientras te hacia una paja??
Marta_
por favor, Cristian!!! q guarrada
Cristian_
Jajaja, lo ves? No tienes ni idea. Se llama beso negro. Una lengua caliente y blandita acariciando esa zona tan delicada mientras t da el mayor placer q jamas hubieras imaginado. Si papa te lo hiciera, ibas a repetir cada noche.
De nuevo tiraba la caña a ver qué pescaba. Se la jugaba siendo tan soez pero no podía evitar tensar la cuerda. En unos pocos minutos se había puesto tan cachondo que apenas medía sus palabras. La erección dolía. Esperó y esperó. La réplica se hizo de rogar.
Marta_
Deberías ver menos porno. Tienes la cabeza llena de fantasías.
Cristian_
Fantasias??? Buff, madre mia. Cuanto tienes que aprender.
Marta_
De ti??? Venga ya. A ver si ahora me vas a dar tu clases de sexo.
Cristian_
Alguna que otra seguro q sí. Tengo mucha experiencia. Cris y yo no paramos de hacer cosas nuevas. Y hemos aprendido muchas mas, juntos.
Marta_
Jajaja, pero si sois unos crios, por dios
Tuvo que levantar la vista y asegurarse de que nadie se diera cuenta del calentón que tenía. Se limpió el sudor de la frente y se acomodó de nuevo el paquete. Aquello estaba yendo muy bien. Releyó lo escrito hasta ahora y se tomó con calma su siguiente comentario.
Cristian_
Lo que tu digas, pero yo hago eyacular a mi novia cada vez que le como el culo. Cristina tiene que morder la almohada para que no se oigan los gritos. Alguna vez papá te ha dado placer así?
Silencio.
Cristian_
Y tú a él. Le has hecho gritar de placer con una mamada???
Nuevo silencio
Cristian_
sigues ahí?
Marta_
Cristian, por dios. Qué bochorno. Me haces unas preguntas que…
Cristian_
ves? ahí tienes el primer error. Sois unos muermos. Si le hicieras a papá las mamadas que Cristina me hace a mí, te aseguro que no ibais a parar de tener sexo.
Marta_
y me lo dice un adolescente que apenas han dejado de salirle todos los granos
Cristian_
¿Quieres que te envíe un vídeo de Cristina haciendome una, para que aprendas a hacérselo a papá?
Marta_
Qué, o sea, qué??? Oy, por favor!!!
Cristian_
Si es para que aprendas.
Silencio
Cristian_
Es un video instructivo.
Silencio.
Cristian_
T lo paso, si o no?
Más silencio.
Cristian_
Dime!!
Marta había dejado de estar en línea. Chasqueó la lengua, enfadado consigo mismo. Lo había vuelto a hacer. De nuevo había tensado demasiado la cuerda y ella había terminado la conversación. La culpa era del calentón que llevaba que le hacía desbarrar. Para colmo la polla le iba a estallar.
Permaneció con el móvil en la mano, encendiéndolo de vez en cuando para comprobar si llegaba una respuesta, pero fue en vano.
La clase terminó y la gente empezó a levantarse de sus asientos. Miró alrededor, preocupado por si alguien pudiera fijarse en él y en el bulto que transportaba. Se hizo el remolón recogiendo los libros y no se levantó hasta que todos hubieron abandonado el aula.
—Mierda. Me van a reventar los huevos. Tengo que quedar con Cristina cuanto antes.
— · —
Al otro lado de la red, Marta respiraba alterada. Lo había vuelto a hacer. Había permitido que la conversación virara por los mismos caminos que la noche anterior. Y no eran, para nada, los que se esperaba de la mujer madura y cabal.
Se sentía como una vieja verde intentando recuperar trozos perdidos de una adolescencia tardía. Colegueando con un adolescente con las hormonas a reventar como si fuera su confidente sexual en lugar de la consorte de su padre.
Encendió la pantalla de su móvil y releyó las últimas líneas de su conversación moviendo la cabeza en señal reprobatoria, enfadada consigo misma.
Mesó su cabello con los dedos de ambas manos desde la frente hasta la parte trasera de la cabeza donde las entrelazó levantando el pelo de la nuca para refrescarse mejor.
Cerró los ojos y se quedó con la cara hacia arriba continuando con sus hondas y largas respiraciones. Acto seguido, hizo lo que debió haber hecho el primer día. Cogió su móvil y, después de vaciar el chat con las conversaciones que nunca debió tener, borró el maldito vídeo. Abandonó el teléfono en el sofá y se fue a dar una ducha.
Una bien fría.
Fin capítulo II
Buena gente. Una pena que ya no pueda entrar. Ya sabrás que me echaron. La razón: "uso de la página con fines publicitarios".Saludos te envían desde FP.![]()
Una pena lo que te hicieron en el otro foro.Buena gente. Una pena que ya no pueda entrar. Ya sabrás que me echaron. La razón: "uso de la página con fines publicitarios".
Intenté hablar con los admin para explicarme y conseguir desbloquear el tema, pero fue imposible. Por un lado, mi cuenta estaba inoperativa, y una nueva que creé, no la terminaban de aceptar. Total, que recurrí a Zaik para que les pasara mi mensaje, pero... no solo no creyeron mis argumentos (te juro que no sabía que no se podía hablar de mis relatos en amazon, todo el mundo lo hace de forma velada y pensé que era algo normal, "la oTRa orilla", "la selva"...), sino que, además, me acusó de maniobrar hábil y maledicentemente para aprovecharme de los miles de accesos de la página.
Lamentablemente, ese admin (que fue quien me expulsó), no tuvo en cuenta los accesos que, los creadores de contenido como yo, generan publicando sus relatos GRATUITAMENTE. Sin ir más lejos, el hilo que creó Zaik sobre LCDI, ha generado más de 320 mil accesos. Digo yo que podían haberme dado un aviso y borrar mi post, o banearme una semana, pero... de por vida???
En fin, como digo, una lástima, pero es lo que hay y si algo tiene internet, es que es muy grande y hay muchos foros donde publicar.
A la larga, expulsar a quien genera tráfico, accesos, comentarios, etc, no suele ser una buena idea. Pecaron de soberbia, creo.
El tiempo lo dirá.
Un saludo.
Hola mundo y hola de nuevo Maestro!!!!......FP se quedará muy solo.Buena gente. Una pena que ya no pueda entrar. Ya sabrás que me echaron. La razón: "uso de la página con fines publicitarios".
Intenté hablar con los admin para explicarme y conseguir desbloquear el tema, pero fue imposible. Por un lado, mi cuenta estaba inoperativa, y una nueva que creé, no la terminaban de aceptar. Total, que recurrí a Zaik para que les pasara mi mensaje, pero... no solo no creyeron mis argumentos (te juro que no sabía que no se podía hablar de mis relatos en amazon, todo el mundo lo hace de forma velada y pensé que era algo normal, "la oTRa orilla", "la selva"...), sino que, además, me acusó de maniobrar hábil y maledicentemente para aprovecharme de los miles de accesos de la página.
Lamentablemente, ese admin (que fue quien me expulsó), no tuvo en cuenta los accesos que, los creadores de contenido como yo, generan publicando sus relatos GRATUITAMENTE. Sin ir más lejos, el hilo que creó Zaik sobre LCDI, ha generado más de 320 mil accesos. Digo yo que podían haberme dado un aviso y borrar mi post, o banearme una semana, pero... de por vida???
En fin, como digo, una lástima, pero es lo que hay y si algo tiene internet, es que es muy grande y hay muchos foros donde publicar.
A la larga, expulsar a quien genera tráfico, accesos, comentarios, etc, no suele ser una buena idea. Pecaron de soberbia, creo.
El tiempo lo dirá.
Un saludo.
Encantado de verte por aquí, RafaxHola mundo y hola de nuevo Maestro!!!!......FP se quedará muy solo.
la vida sigue y se aprende caminando. Lo importante es que no estás solo.