La Historia de Raquel - Capitulos 001 al 003

heranlu

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La Historia de Raquel - Capitulos 001


Raquel era una veinteañera que estaba más buena que el pan y que quiso desconectar de la rutina diaria, para lo que se fue quince días a la casa paterna, que ahora era una casa rural.

La casa era un caserón de dos plantas y estaba atendida por José, un cuarentón, separado, que tenía dos hijos, Pablo y Jacobo. Pablo trabajaba de albañil en la ciudad, Jacobo, que era el hijo más joven, trabajaba en casa, de barbero, cortándole el pelo a los niños y afeitando y cortando el pelo a los hombres de esa aldea, y de las vecinas.

Raquel, con una pequeña maleta en su mano derecha, llamó a la puerta de la casa. Le abrió su tío José, que al verla con la maleta en la mano se hizo a un lado, y le dijo:

-Pasa, Raquel, tu cuarto ya está preparado.

Raquel entró en la casa y vio en la sala a su primo Jacobo, al que hacía quince años que no veía, y que ahora era un mocetón, moreno, de ojos negros, alto, fuerte y que en aquel momento vestía unos vaqueros cortados y una camiseta de tiras. Pudo ver sus piernas y sus brazos de atleta, aunque el único ejercicio que hacía era el de cortar leña. José le dijo a su hijo:

-Cógele la maleta a tu prima, acompáñala a su cuarto y luego bajar que voy a cortar algo de jamón.

Jacobo, que era muy tímido con las mujeres, sin levantar la cabeza del piso, le cogió la maleta a Raquel, y le dijo:

-Sígueme.

Se fue hacia las escaleras, y luego, subiéndolas, Raquel, se fijó en el culo de Jacobo, un culo redondo y prieto, un culo que le encantó.

Al rato volvían a bajar. Merendando en la cocina, Raquel, puso al día a José de la vida de su hermano, de la de su cuñada y de su vida.

-... Y así es como nos va la vida, tío.

-Mejor que aquí en ninguna parte, para quien le guste el campo, claro.

Raquel se puso en pie, y le dijo:

-Y ese no es el caso de mi padre. Me voy a deshacer la maleta.

Raquel se instaló en la casa, donde aún no había huéspedes. Esa noche cenó con su tío y con sus primos Jacobo y Pablo. El tío era un bicharraco de hombre, alto, moreno... Era un Sansón de aldea. Pablo parecería gemelo de Jacobo, si no fuera porque le llevaba unos años.

Durante la cena, y mientras hablaban de esto y de aquello, Pablo no quitaba los ojos del escote de Raquel, un escote más que generoso, Jacobo no quitaba los ojos del plato, y José le miraba para las tetas a su sobrina cuando la muchacha no lo veía. Esto ocurrió el viernes por la noche, el sábado por la mañana, José y su hijo Pablo se fueron a la feria a vender una ternera. Raquel se quedó a solas en la casa con su primo Jacobo.

Eran las once y algo de la mañana cuando Raquel bajó y entró en la cocina. Jacobo, cabeza gacha, le preguntó:

-¿Te hago un par de huevos con panceta para desayunar?

Raquel, con el culo arrimado a la mesa, le respondió:

-No soy una clienta, primo, cuando quiera desayunar me haré yo el desayuno. He venido a preguntarte donde está la ducha.

Jacobo, que estaba de espaldas a la cocina de butano, le dijo:

-En el cobertizo, allí está la manguera.

Raquel no se esperaba aquella respuesta.

-¡¿Manguera?!

-Es una ducha rural. Al apretarle la rosca de la boquilla salen los chorros de agua como en una ducha normal.

-¡Lo que hay que oír! ¿Tú has visto alguna ducha?

-No, pero me dijeron como era. También tienes la cascada, con este tiempo es mejor que la manguera, pero hay que bañarse de noche.

-¡¿A qué llamas tú una cascada?!

-A una cascada... Agua que cae de arriba.

-Como si alguna agua cayese de abajo.

-Yo me entiendo.

-Levanta la vista del piso. ¿O es que has perdido algo?

Jacobo levantó la cabeza del piso, vio las piernas de Raquel, unas piernas largas y moldeadas que dejaban ver su pantalón corto. Vio el bulto de los pezones de sus grandes tetas que se marcaban en una camiseta blanca y ceñida al cuerpo, y en su pantalón se formó un tremendo bulto. Raquel lo vio, tapó la boca con una mano, sonrió. y le dijo:

-Al verme has reaccionado como si nunca hubieras visto a una mujer.

Jacobo tapó la erección con una mano.

-Como tú, no.

-¿Qué le pasa a las chicas de esta aldea?

-Son feas, tienen bigote, se tapan y tienen pocas...

Raquel rompió a reír.

-¿Y pocas, qué?

-Es qué...

-Dilo.

-Tienen pocas tetas, y además son feas.

-Las feas también son mujeres.

Volvió a bajar la cabeza.

-Si, pero no se dejan.

-No es que me importe, pero... ¿Eres virgen?

-No, vírgenes son ellas.

-Entonces ya lo has hecho.

-¿Hacer qué?

-Meter el ciruelo.

-No, aún no he fuchicado.

A Raquel le dio la risa de nuevo.

-¿Fuchi, qué?

-Fuchicar, hacer cochinadas.

-¿Así le decis aquí a chingar?

-Si, y también le decimos follar, joder...

-Ya, ya. ¿Y culo has follado alguno?

-Los culos dicen que los follan los raros.

Siguieron hablando mientras Raquel hizo su desayuno, y mientras desayunó. Después Jacobo la llevó a ver la cascada. Era una cascada de unos cinco metros de altura que por culpa de la sequía traía poca agua. Su torrente caía en un estanque. Al verla, le preguntó a su primo:

-¿Tiene mucha profundidad el estanque?

-No, no cubre, a la cascada se va andando.

Raquel, que llevaba puesto un pantalón corto y una camiseta, se descalzó al lado del estanque, fue andando hasta la cascada, allí se metió debajo del torrente de agua y le dijo:

-¡Ven!

Jacobo se descalzó, se metió en el estanque y caminando fue a su lado. Raquel, pasando las manos por su largo cabello negro, le dijo:

-Esta sensación es maravillosa.

Jacobo vio las tetas de Raquel pegadas a la camiseta (vio hasta el color de las areolas y de los pezones.) Su polla se puso dura. Ahora el bulto era tremendo. Echó las manos a la polla y la tapó. Raquel, al verlo con las manos dentro del agua, agua que les daba por la cintura, sonriendo, le preguntó:

-¿Ya estás empalmado otra vez?

Jacobo balbuceó.

-Es... Que...

-¡¿Qué?!

-No te lo puedo decir.

-Me estás poniendo nerviosa. Dilo de una vez.

-Es que estás tan buena que.. No me atrevo a decirlo.

-Qué me echarías un polvo ¿Es eso lo que quieres decir?

-Sí.

-¿Y sabrías cómo echarlo?

-No, pero...

-Mejor será que volvamos a casa.

Salieron del agua. En la hierba, Raquel, le dijo:

-Date la vuelta que voy a desnudarme para escurrir la ropa. ¡Y no mires que te voy a dar la espalda!

-Tranquila, soy un caballero.

Lo que era es un tramposo, pues lo primero que hizo después de darse la vuelta fue girar la cabeza y mirar. Quitando valor de su cobardía, la abrazó por detrás.

Raquel no se enfadó, pues si había quitado la ropa era para provocarlo, le dijo:

-Ahora no que pueden vernos, esta noche, sí, esta noche dejaré que juegues conmigo bajo la cascada.

Al rato se fueron para casa. A Jacobo las horas se le hicieron interminables, pero al fin llegó la noche. Raquel salió de la casa sin hacer ruido y poco después llegó a la cascada. La cascada, de día, ya era hermosa, pero de noche, ver caer el agua en el estanque bajo la luz de la luna, era algo espectacular.

Raquel se desnudó, dejó la ropa sobre la hierba y con una pastilla de jabón perfumado en su mano izquierda fue caminando por el pequeño estanque hasta ponerse debajo del agua de la cascada Allí se lavó, y desde allí vio llegar a Jacobo. Le dijo:

-Ven a enjabonarme.

Jacobo se desnudó y empalmado fue a su lado. Raquel le dio el jabón.

-Enjabona mi espalda, mis piernas, mi culo y mi espalda.

Jacobo le enjabono todo bien enjabonado, luego Raquel se dio la vuelta y le dijo:

-Ahora enjabona mi cuello, mis tetas y mi coño.

Jacobo, empalmado como un burro, enjabonó su cuello, sus tetas y luego, bajo el agua, le pasó el jabón por el coño. Raquel le echó la mano a la polla y le metió la lengua en la boca. Besándolo y masturbándolo se puso con él debajo de la cascada. Con el agua cayendo sobre sus cuerpos desnudos, Raquel, se agachó, metió su cabeza bajo el agua del estanque, metió la polla en la boca y se la mamó el tiempo que pudo aguantar la respiración, luego quitó la cabeza del agua, levantó la pierna izquierda, le cogió la polla, la frotó en el coño, metió la punta, le echó la mano al culo y tiró hacia ella para que la polla entrase hasta el fondo de su coño. Jacobo le agarró la pierna, y la folló. Al rato, Raquel, dejó de besarse con Jacobo y le dijo:

-Ni en mis sueños más locos imaginé un momento como este.

-Yo no abro los ojos, no vaya a ser que esté soñando.

-Es que con la música que nos acompaña todo esto parece un sueño.

La música a la que se refería Raquel la ponían los grillos y las cigarras cantando, las ranas croando, los mochuelo ululando y la polla chapoteando en el coño.

Jacobo le dijo:

-Yo ya me voy a correr, prima.

-¡Ni se te ocurra! Tienes que esperar por mí. Quiero correrme contigo. Saca la polla de mi coño.

La sacó. Raquel bajo su pierna y le dijo:

-Mete tu cabeza debajo del agua y pasa tu lengua por mi coño.

Con la cabeza bajo el agua, le echó las manos a las nalgas y le lamió el coño. Raquel le echó su mano derecha al pelo y movió su pelvis para que la lengua también lamiera su clítoris. Luego, cada quince o veinte segundos le fue quitando la cabeza para que respirara. Cuando el coño ya echaba por fuera, tiró de su pelo para que se incorporara, volvió a levantar la pierna izquierda, le cogió la polla, la puso en el ojete, y le dijo:

-Métela.

-¡¿En el culo?!

-Si, esta noche me apetece que me abras el culo.

Por el culo le dió. Ni un minuto tardó Jacobo en correrse. Raquel quería lo suyo.

-Ahora quitala y dame leña en el coño.

Le dio leña, y en nada, Raquel, se corrió. Sus gemidos fueron tan potentes que se callaron los grillos, las cigarras y los mochuelos. Cuando volvieron a cantar, unos, a croar, las otras y a ulular los mochuelos, del coño de la golfa salían jugos que se mezclaban con el agua. Raquel, rodeando el cuello de su primo con sus bazos, lo besó, y luego le dijo:

-¿Quieres seguir?

-Sí.

Se oyó el disparo de una rifle de caza y la noche se sumió en el silencio de nuevo. Raquel le preguntó a Jacobo.

-¡¿Qué fue eso?!

-El disparo de un cazador furtivo. Tenemos que irnos.
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heranlu

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La Historia de Raquel - Capitulos 002


A la mañana siguiente, en la cocina, le preguntó Raquel a Jacobo:

-¿Le has tocado las tetas a alguna chica mientras la besabas? O sea, a alguna que no fuera yo.

-Para besar a una chica de esta aldea tendría que ser mi novia, y para tocarle las tetas tendría que casarme con ella.

-¿Qué me darías si te enseño todo lo que tienes que saber para cuando te cases con una de esas feas, con pocas tetas y que tienen bigote?

-No gastes esas bromas.

-No estoy hablando en broma.

-Sé que estás de broma.

-Cuando te aclares, hablamos.

Por la tarde, Raquel estaba en su cama tomando la siesta. Jacobo entró en su habitación con una caja de zapatos, llegó a la cama, le quitó la tapa, la puso a su lado, y le dijo:

-Esto es todo lo que tengo, te lo doy si me enseñas todas las cosas que hacen un hombre y una mujer en la cama.

Raquel, que vestía un short rojo y un top blanco, se sentó en la cama, miró dentro de la caja y vio que habría unos doscientos euros en billetes de cinco y de diez euros. Con cara seria, le preguntó:

-¡¿Me has tomado por una puta?!

La cara de Jacobo se le puso roja.

-Lo siento, perdona, pero como me habías dicho que es lo que te daría si...

-Sé lo que te dije, pero el dinero no entraba en la ecuación.

-Es que no tengo costumbre.

-Se nota. ¿Dónde anda tu padre?

-Se fue a la huerta.

-¿Y cuándo regresa?

-Cuando se acabe la luz del día.

Raquel tenía ganas de pasarlo bien.

-Te voy a enseñar, pero será nuestro secreto.

-Guardaré nuestro secreto como si fuera un tesoro.

Raquel se quitó el top y Jacobo vio sus grandes tetas con areolas rosadas y pequeños pezones.

-¡De día son más bonitas!

-Desnúdate y ven a mi lado.

Jacobo se quitó los pantalones grises de tergal, la camisa blanca y los zapatos marrones y se sentó al lado de su prima.

Raquel le puso las manos encima de la polla, que ya estaba empalmada, y la acarició, luego le quitó los calzoncillos y la polla y los huevos quedaron en libertad. Le acarició los huevos con la mano izquierda y lo masturbó con la mano derecha. Luego se inclinó, sacó la lengua y le lentamente le lamió el glande, lo lamió unas veinte veces, después lo metió en la boca y también lentamente, se lo mamó un par de minutos. Paró de mamar cuando sintió como la boca se le llenaba de leche, y fue para tragarla. Al acabar de tragar, se quitó el short y las bragas, apoyó la espalda en la cabecera de la cama, flexionó las rodillas y le dijo:

-Ponte enfrente de mí que te voy a mostrar como es un coño.

Se puso. Raquel separó las piernas. Con tres dedos de cada mano abrió el coño y le dijo:

-Los de los lados son los labios vaginales, el agujero es la vagina, o sea, por donde me la metiste anoche, y la protuberancia de arriba es el clítoris.

-Tengo oído hablar de él. ¿Y eso que parecen babas, que son?

-Son los jugos que lubrican la vagina de una mujer cuando está caliente. ¿Qué te parece mi coño?

-Una obra de arte.

-Mete un dedo dentro de la vagina.

Le metió el dedo corazón de la mano derecha. La vagina se cerró y Jacobo se sorprendió.

-¡Me lo acaba de apretar!

-Quiere que lo metas y lo saques.

Metió y sacó el dedo.

-Está resbaloso.

-Son los jugos. Cuando lo vayas a sacar, presiona la parte de arriba con la yema del dedo y luego encógelo a medida que lo vas sacando. -con un dedo, le mostro como hacerlo- Así es como lo debes sacar, acariciando el punto G.

-¿Qué es el punto G?

-Es un lugar que... Es el punto del gusto.

-Pillado.

Poco después, le dijo:

-Acaricia ahora el clítoris con la lengua.

Se lo lamió y Raquel comenzó a gemir. Jacobo le preguntó:

-¿Te dolió?

-No.

Siguió acariciando. Al rato, Raquel, le dijo:

-Fóllame ahora el coño con dos dedos.

-¿Por qué no te meto la polla?

-Porque para hacerle una paja a una mujer no se le mete la polla.

Jacobo puso cara de asombro.

-¡¿Te estoy haciendo una paja?!

-Estás, sigue.

Le folló el coño con los dos dedos como le había enseñado y le lamió el clítoris

-Así, así, así, así, sigue, sigue, sigue, sique, sigue. Lame el clítoris más rápido y fóllame el coño más aprisa. Así, así, sí, así... ¡Me corro, me corro, me corro, me corro!

Jacobo vio como se sacudía, y oyó como gemía. Su polla latió como el corazón de un caballo desbocado y vomitó aguadilla.

Al acabar de disfrutar, le dijo:

-¡Qué maravilla ha sido ver como te corrías!

-¿Quieres ver como me corro otra vez?

-Quiero.

-Échate boca arriba.

Se echó, luego, Raquel, se puso a horcajadas sobre él, se sentó y deslizó la polla entre sus labios mojados, después, con parte de la polla aprisionada entre los labios, vaginales, la cogió con su mano derecha y lo masturbó. Tiempo más tarde, al empezar a correrse llevó la polla a la entrada de la vagina, bajó el culo y la metió hasta el fondo, donde Jacobo acabó de correrse.

-Échame las manos al vientre y pon las yemas de tus dedos pulgares en mi ombligo. -hizo lo que le había dicho- Cuando yo la meta, oprime, y cuando la saque, deja de oprimir.

Raquel fue bajando y subiendo el culo al trantrán, y al trantrán la polla entró y salió del coño. Viendo como lo follaba, Jacobo, le preguntó:

-¿Qué sientes cuando la metes y te aprieto el vientre?

-Es como si me estuvieras follando las entrañas, y me encanta.

Al rato, Raquel, lo folló a medio gas y se magreó las tetas.

-Presiona con más fuerza cada vez que entre la polla en mi coño.

Jacobo hizo lo que le había dicho, o sea, presionó y dejó de presionar su vientre al ritmo que ella marcaba al meter y sacar.

-Así, así, así, campeón.

Poco después, entre gemidos, le dijo:

-¡Presiona con todas tus fuerzas y no sueltes!

Presionó a lo bestia. A Raquel le dolió, pero siguió follándolo. Tras el dolor le llegó un gusto tan fuerte que le nubló el sentido, lo que hizo que se corriera entre fuertes espasmos. Jacobo, presionando el ombligo con los pulgares, le volvió a llenar el coño de leche.

Raquel, al acabar de correrse, de descansar y con la polla dentro de su coño, le puso la teta izquierda en la boca, y le dijo:

-Lame el pezón y la areola.

Lo lamió hasta que le dio la teta derecha a mamar, a la que le hizo lo mismo que le había hecho a la izquierda.

-¿Magréalas?

-¿Cómo?

-Pon tus manos sobre las tetas, muévelas alrededor como si las estuvieras encerando y siempre empujando hacia arriba.

Le magreó las tetas como le haba dicho.

-Son muy blanditas.´

-Ablándalas más.

-¿Cómo?

-Dándome guantazos en ellas.

-¿Con fuerza o sin fuerza?

-Con la fuerza suficiente como para que choquen una contra la otra.

Le aplaudió las tetas hasta que le dijo:

-Ahora chúpalas y magréalas como hiciste antes.

Jugó con sus tetas con tanta soltura que parecía que fuera algo que hacía todos los días.

-Saca la lengua, Jacobo.

La sacó y Raquel se la lamió con la suya, luego se la chupó. Poco después ya era Jacobo el que llevaba la iniciativa, Raquel, se la dejó tomar del todo poniéndolo encima de ella y diciéndole:

-Hazme lo de los pulgares mientras me rompes el coño a trallazo limpio.

Jacobo le trabajó el vientre con los pulgares y le dio caña de la buena. El coño, encharcado, parecía un bebedero de patos, pero a pesar de estar tan lubricado, la polla entraba muy apretada y parecía mucho más gruesa debido a las presiones en el vientre. Raquel aún quería sentir mejores sensaciones. Cerró las piernas, y luego de un machacón mete y saca... ¡Vaya si tuvo mejores sensaciones! Un orgasmo le vino como un ciclón, un ciclón que arrasó con todo, haciendo que se sacudiera, que sus ojos fundieran a negro y que perdiera el habla... Acabó boca arriba, mirando al techo y respirando con dificultad.

Jacobo, echado a su lado y jugando con un mechón de su cabello, le dijo:

-Eres la mujer más sensual del mundo mundial.

-Es bonito oírlo, pero si te enseñase todo lo que debería, lo de sexy lo cambiarías por guarra.

-Diría lo mismo.

-¿Aunque te mandase comerme el culo?

-Ya me lo has mandado follar. ¿Quieres que te lo coma? Si quieres dime como se come.

-No me digas eso otra vez que me lanzo.

-Dime como.

Raquel se puso a cuatro patas.

-Arrodíllate detrás de mí.

Se arrodilló detrás de ella.

-Lame mi coño y cuando llegues arriba, separa mis nalgas con las manos y esparce los jugos de tu lengua en mi ojete.

Hizo lo que le había dicho, y luego le dijo:

-¿Prima?

-¿Qué?

-Me entraron unas ganas locas de meterla en tu culo.

-Cada cosa tiene su momento.

-¡¿Me vas a decir que te la meta en el culo otra vez?!

-Sí, pero de momento junta y separa mis nalgas, amásalas y luego lame el ojete y mete y saca la lengua de él.

Juntó y separó las nalgas varias veces, se las amasó como si fueran tetas... Lamió y folló su ojete y Raquel comenzó a gemir.

-¿Te vas a correr?

-Aún no, caliéntame el culo con las palmas de tus manos mientras lames y follas mi ojete.

-Te va a doler.

-Eso es lo que quiero, que me duela. ¡Dame!

Le aplaudió el culo mientras lamía y follaba su ojete con la punta de la lengua.

-¡Plassss, plasssss, plasssss, plassss...!

Al rato, le dijo:

-Métemela en el culo, despacito.

Jacobo le metió el glande en el culo, vio el ojete abierto con la polla dentro y ya se corrió. Corriéndose, se la metió hasta el fondo, con lentitud, pero de una sola clavada. Raquel ya no podía estar más caliente.

-Agarra mis tetas y magréalas mientras me follas el culo.

Jacobo le magreó las tetas y le folló el culo con delicadeza. Raquel, con un lado de la cara apoyado en la almohada, cogió con dos dedos el capuchón del clítoris y comenzó a hacerle una paja al glande. Pasado un tiempo en el que solo se habían oído los gemidos de Raquel, le dijo:

-Fóllame el culo un poco más aprisa y aprieta mi vientre.

Jacobo le dio más aprisa y le apretó el vientre.

Pasado un tiempo se puso como loca.

-¡Aprieta con más fuerza y dame más rápido y más duro!

Le dio a mil por hora. Raquel metió dos dedos dentro de la vagina y en nada se corrió, se corrió convulsionándose y mordiendo la almohada como si tuviera la rabia.

Habían sido una corrida demencial y que la había dejado satisfecha, para ese día.

Al acabar, le dijo Raquel:

-De esto ni una palabra a nadie. Recuerda que es un secreto.

-¿Me enseñarás más cosas?

-Depende de ti.
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La Historia de Raquel - Capitulos 003


Eran las diez y pico de la noche. José entró en la habitación de Raquel, que estaba en cama tapada con una sábana blanca. Raquel se sentó y levantó la sábana para que no la viera en sujetador, le preguntó:

-¿Qué quiere, tío?

José cerró la puerta. A Raquel le dio un vuelco el corazón al ver a aquella mole caminado hacia ella. Le volvió a preguntar:

-¿Qué quiere, tío?

-Hablar contigo muy seriamente.

Fue hasta la cama, se sentó en el borde y le dijo:

-¿Qué es eso de que le has quitado la inocencia a tu primo Jacobo?

Se lo negó.

-¡¿Yo?! Si Jacobo le dijo eso, le mintió.

-Jacobo no me miente. Enséñame las tetas.

-¡¿Se ha vuelto loco?!

-Quiero ver si son como él me dijo.

-No le voy a enseñar nada.

-¿Me las enseñas por las buenas, o te las veo por las malas?

Le echó una mano a la sábana que la cubría. Raquel quiso ganar tiempo.

-¿Cómo le dijo que las tenía?

-Grandes, con enormes areolas rosadas y pezones como medios garbanzos.

-Así hay millones de tetas.

-Habrá, pero yo nunca he visto algo así.

-¡Ni lo va a ver!

-No quisiera cometer un error imperdonable. A ver. ¿Cómo tienes el coño?

-Entre las piernas.

-No te hagas la graciosa que se está rifando una azotaina y tienes todos los boletos. ¿De qué color son los pelos de tu coño?

Raquel se asustó y dijo la verdad.

-No tengo pelos en el coño.

-¡Ajá! Tal y como me dijo Jacobo, sabía que no me mentía cuando me lo dijo. Vas a saber como las gastamos por aquí.

-¡¿Qué me va a hacer?!

-Darte un escarmiento.

Le arrancó la sábana de encima y la cogió en alto como si fuera una pluma.

-¡No me toque!

La puso sobre sus rodillas, le quitó las bragas y le largó en una nalga con la palma de su mano, mano que a Raquel le pareció una pala excavadora.

-¡¡Plasssss!! -¡Ayyyy!-

-¿Por qué? -¡Ayyyy!

-¡¡Plassss, plasssss!! -¡Ayyyy, ayyyy! Yo no hice nada.

-¡¡Plasssss, plasssss plasssss, plasssss! -¡Ayyyyy, ayyyyy, ayyyy, ayyyy!- Duele mucho.

-¿Por qué lo desvirgaste?

Raquel no quiso llevar más.

-Porque está muy bueno.

Ya tenía la confesión, eso le dio alas para hace lo que había ido a hacer..

-Tú sí que estás buena.

La echó boca abajo sobre la cama. Raquel, para cubrirse, se puso en posición fetal. Le besó y le lamió las nalgas coloradas y doloridas y luego le lamio el ojete.

-Déjeme, degenerado, soy su sobrina.

-Que seas mi sobrina aún me pone más.

Le abrió el sujetador y lamió la nuca, el cuello y la espalda. Después sacó la polla, se la pasó por el coño y la cabeza se mojó de jugos.

-Ese coñito pide una verga a gritos.

Viendo que se la iba a clavar en el coño, se estiró y quiso salir de la cama, la agarró por la cintura y le puso una mano en la espalda.

-¡Suéltame, desgraciado!

-¿Ya me tuteas?

Raquel se revolvió, pero no logró zafarse del marcaje. La verga se metió entre sus piernas y se deslizó entre los labios vaginales.

-¡Quita la polla de ahí!

-Por más que te resistas acabaré follándote.

José le sacó la polla de entre sus piernas y se la frotó en el ojete.

-¡Noooo!

Le quitó la mano de la espalda. Raquel se dio la vuelta y José vio sus preciosas tetas y su coño pelado.

-¡Qué buena estás!

Le echó las manos a las tetas, las magreó, las sacudió moviéndolas de un lado al otro, se las mamó con lujuria y después se las azotó con ganas. No contento con eso le apretó los pezones con los dedos pulgares e índices. Raquel mirándolo de mala manera, le dijo:

-Eres un puto masoquista.

-Me dijo un pajarito que te gusta que te hagan lo que te estoy haciendo.

-¿Un pajarito? ¡Un cuervo fue el que te lo dijo!

Quiso besarla, pero Raquel le hizo la cobra.

-No se hizo la miel para la boca del asno.

-La miel no la tienes en la boca, la tienes en otro sitio.

Bajó a su vientre y se lo acarició, se lo besó y se lo lamió un buen rato. Cuando llegó al coño encharcado, le dijo:

-Aquí está la miel.

Le separó las piernas, le lamió el coño y después subió y esparció los jugos por los pezones y por las areolas, luego se las lamió y con jugos en la lengua intentó besarla de nuevo. Raquel le volvió a hacer la cobra. José le preguntó:

-¿Te has corrido alguna vez frotándote la polla en el coño?

-Contigo no me correría ni en un millón de años.

-Un millón de años es mucho tiempo. ¿No crees?

-Vete a la mierda.

Le froto la polla en el clítoris.

-Luego iré a la mierda, antes voy a hacer que te corras.

-Sueña.

Pasado un tiempo de continuo frotamiento, le dijo:

-El glande de tu clítoris tiene un empalme como el de mi polla.

-Esté como esté mi clítoris, no vas a hacer que me corra.

Le miró para el coño, y le dijo:

-Tu coño está abierto y encharcado de jugos. ¿Quieres que te la meta?

-No.

Le volvió a frotar a cabeza de la polla en el glande del clítoris.

-¿Quieres que te lo coma?

-No me vas a tentar.

-¿Quieres?

Raquel comenzó a darse.

-Ya no sé lo que quiero.

-¿Te la como?

Las ganas hicieron que estirara el cuerpo y los brazos, y que sonriera por primera vez,

-Pesado.

-¿Sí?

Raquel entregó todo el equipo.

-Sí, come.

Lamió de abajo a arriba su coño empapado, lo hizo lentamente y apretando la lengua contra el coño, y después fue acelerando gradualmente las lamidas. Luego le clavo la lengua en el coño. Al sacarla la puso sobre el glande erecto del clítoris y se lo barrió con la legua moviéndola hacia los lado. Raquel sintió que se iba a correr.

-Si sigues me corro.

Siguió.

-¡Me corrooooo!

Se corrió arqueando el cuerpo, sacudiéndose y gimiendo.

Al acabar de gozar, se tapó la cara con la almohada.

José le puso la polla en la entrada de la vagina.

-¿Cómo te gusta que te follen?

Raquel apartó la almohada de la cara.

-Me gusta lento, al principio.

Le metió la polla, suavemente, pero hasta el fondo del coño, polla que al ser gruesa le llenó el coño.

-Tienes el coñito estrechito, Raquel.

-Mejor para ti.

-Cierto

José le puso los pulgares en el ombligo y presionó su vientre mientras su polla entraba hasta el fondo del coño. Raquel le dijo:

-Tu hijo no se quedó corto en los detalles.

-No, le gusta dar detalles.

La polla entró y salió del coño de Raquel la tira de veces, en las que José apretaba y soltaba su vientre y en las que antes de volver a meter y a apretar le aplaudía las tetas.

-¿Quieres que te dé más fuerte los guantazos en las tetas?

-Sí, pero mezcla los guantazos con magreos y pillada de pezones.

José hundió sus pulgares en el ombligo, se la clavó en el coño y después de aflojar le siguió trabajando las tetas. Al rato, Raquel, vio que se iba a correr, y le dijo:

-Para un poco que quiero disfrutar del momento.

-¿Quieres que te coma el coño otra vez? Podrías correrte, y después seguimos follando

-Es tentador, pero después no sería lo mismo. Sigue haciendo lo que estabas haciendo y después de correrme, si quieres, me la comes.

Poco después, José, presionó con fuerza su vientre y le dio a mazo. Raquel agarró la almohada y la mordió. Moviendo la cabeza hacia un lado y hacia el otro, se corrió, se corrió entre temblores y gemidos. José esperó a que pasara la tempestad y luego bajó lamiendo todo lo que encontró a su paso. Al llegar al coño, le lamió la corrida y luego le enterró la lengua dentro de la vagina. Se la metió y se la sacó más de treinta veces y cuando sus gemidos le avisaron de que estaba a punto, le chupó el clítoris. Raquel tiró la almohada al piso y dijo:

-¡Me voy a correr otra vez, me voy a correr otra vez!

Se corrió como una zorrita que era.

Al acabar de correrse, Raquel, sintió algo húmedo frotarse contra sus pezones, abrió los ojos y vio a Jacobo a su izquierda y a Pablo a su derecha. Estaban desnudos, con las pollas en sus manos y frotándoselas en las tetas. Le dijo a Jacobo:

-¿Y tú eras el que iba a guardar nuestro secreto como si fuera un tesoro? ¡Puñetero chivato!

José dejó de lamerle el coño y descubrió la confabulación.

-No es un chivato, es el cebo que les ponemos a todas las huéspedes para poder follarlas a conciencia.

No le mentía, con Jacobo habían caído cantidad de chicas solteras y también mujeres casadas que habían ido allí con sus maridos.

-¡Cabrones!

-Relájate y disfruta.

Raquel estaba encantada con la idea, pero disimuló, preguntando:

-¿Tengo otra opción?

-Me temo que no.

Pablo y Jacobo agarraron una teta cada uno y lamieron sus pezones y sus areolas, José se desnudó, luego se arrodilló delante de ella, la levantó cogiéndola por la cintura y se la clavó en el coño, Raquel miró para Jacobo y para Pablo, que chupaban sus tetas y dijo para si misma:

-"Tonta sería si no me dejara complacer."

José la levantó cogiéndola por la cintura, le puso los dos dedos pulgares en el ombligo y apretó y soltó su vientre mientras le daba caña. Jacobo y Pablo subieron a la cama, se arrodillaron a lado de la cabeza de Raquel y le pusieron las pollas en los labios. Ya no se cortó, las empuñó y las mamó por turnos.

Pablo le dijo a Jacobo:

-Es la más viciosa que follamos.

-Y la más bonita.

Raquel les dijo:

-Si no tenéis nada mejor que decir, callar la boca.

Se callaron y Raquel siguió mamando. Cuando se metía una polla en la boca, masturbaba a otra, y viceversa... José siguió a lo suyo, Tiempo después le dijo Raquel:

-Presiona con fuerza y dame duro y hasta el fondo.

José presiono con fuerza con sus pulgares y le dio duro y hasta el fondo,.Pablo y Jacobo le apretaron los pezones y a Raquel le vino con una fuerza brutal.

-¡Me corro, me corro, me corro, me corro!

José dejó que Raquel se recuperara, y después le dijo:

-Ponte a los pies de la cama que Pablo y Jacobo te van a hacer algo que seguro que nunca te han hecho.

-Lo dudo, yo ya hecho de todo.

Se sentó a los pies de la cama. Jacobo y Pablo se apoyaron con los antebrazos en la cama. Entrecruzaron las piernas, se pusieron pelotas contra pelotas y con las pollas mirando al techo, y por último juntaron los glandes. José le dijo a Raquel:

-Fóllalos.

-Vaya, pues era cierto, esto no lo había hecho antes.

Raquel se colocó en posición y puso el coño encima de los glandes. Bajó el culo y las pollas no entraron, ni a la primera, ni a la tercera, ni a la sexta vez, pero a la séptima, entraron. Raquel dijo:

-Ya están dentro. Follarme con suavidad.

La fueron follando suavemente, y suavemente, las pollas fueron entrando en el coño. Pasado un tiempo Raquel gemía por todo lo que no había gemido al principio. José le puso la polla en la boca, y los gemidos pararon.

Al rato, con el coño echando por fuera, con la polla de su tío entrando y saliendo de su boca y con las pollas de sus primos entrando y saliendo de su coño, le comenzó el hormigueo en los pies, luego una especie de fuerte corriente llegó a su cerebro y se corrió como una perra. Su cuerpo se sacudió y sus gemidos regresaron con más fuerza.

-¡Me corroooo!

Al acabar de estremecerse, y de gemir, José, le dio un beso con lengua, beso que Raquel le devolvió.

Jacobo le quitó la polla del coño, Pablo con la polla dentro de su culo se echó hacia atrás y la llevó con él. Raquel quedó encima de Pablo, dándole la espada. José se arrodilló y le metió la polla en la boca, Jacobo le lamió el coño y después le metió y le sacó la lengua en él, luego le puso los pulgares en el ombligo, la polla en la entrada de la vagina, y presionando se la fue metiendo hasta el fondo. Con las pollas dentro de su coño y dentro de su culo y los pulgares presionando su vientre, comenzaron a darle caña. Raquel se volvía loca. No gemía como es debido porque con la polla en la boca no podía, pero le arañaba la espalda a Jacobo y le mamaba con fuerza la polla de su tío. Llegó un momento en que Raquel no pudo más y explotó.

-¡Me corro otra vez!

José, Pablo y Jacobo, que estaban esperando por ella, se corrieron en su boca, en su culo y en su coño. Raquel, corriéndose y sintiendo como la llenaban de leche por todas las partes, le mordió la polla a José y le clavó las uñas en la espalda a Jacobo.

Ya no follaron más, esa noche, y no follaron porque Raquel estaba reventada.
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