jaimefrafer
Pajillero
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[FONT="]Una noche de bodas muy especial[/FONT]
[FONT="]ConocÃ* a mi marido en una reunión familiar. Creo que hasta somos algo asÃ* como primos retirados. Lo cierto es que llegó acompañando a una de mis tÃ*as, hermana de mi madre, y precisamente para festejar el cumpleaños de ésta. En cuanto lo vi, me cautivó. De unos 25 años, moreno apiñonado, alto, de perfil espléndido y de un cuerpo que todas las mujeres presentes admiraban - lo supe por los comentarios, tanto de mi hermana mayor, como de otras de las asistentes - sus músculos eran más que aparentes. VestÃ*a un sobrio atuendo de verano. Su sonrisa fácil y seductora, atraÃ*a las miradas de las más conspicuas. Titubeé para acercarme a él, pero era tanta mi "curiosidad" que, haciendo de tripas corazón, con pasos inciertos, llegué hasta donde se encontraba en animada charla con uno de mis tÃ*os. "Soy Linda", le dije. Él, que habÃ*a volteado a verme cuando avanzaba hacia ellos, amplió su sonrisa, extendió la mano y apretó la mÃ*a. Ese apretón es algo que perdura en mi memoria y, desde luego, en mi imaginación erótica hasta la fecha. Y perdura porque sentÃ* ese apretón muy cálido, fuerte y que hizo que, por primera vez y con cierta turbación, sintiera tanto la erección de mis pezones, como humedad entre los muslos. Incluso, no recuerdo lo que él dijo en ese momento. Toda aturdida, sin agregar nada más me retiré. SentÃ* que sus ojos me seguÃ*an y que su mirada estaba fija en mis preciosas nalgas y mis no menos hermosas piernas y muslos que generosamente mostraba mi minifalda de amplios vuelos. Claro que esto era más una suposición, tal vez muy narcisista, pero que me agitó aún más; y por esa misma sensación, es que me di una vuelta violenta con la intención de que mi falda se esponjara y permitiera que "él" viera mis diminutas pataletas. Posteriormente confirmó mi apreciación de ese momento y de esa mi forma autentica y peculiar de coquetear. Y dio resultado, porque nada más terminada la comida, se apresuró para ir hasta donde yo estaba platicando con unos compañeros de la prepa. Fue una tarde inolvidable. Su audacia, sumada a mi subyugada actitud hacia él y mi manifiesta coqueterÃ*a, propiciaron que esa misma tarde, dándonos nuestras mañas para alejarnos del bullicio y la parentela nos acercáramos hasta saborear nuestras lenguas. Lo llevé al fondo del jardÃ*n, charlando animadamente. Nos besamos pródigamente. Toco mis senos y metió uno de sus dedos en mi humedad, luego se lo lamió, lo que para mÃ* fue toda una revelación, a más de producirme una intensa excitación. Desde ese momento supe que, sin remedio, él deberÃ*a de ser mÃ* pareja. Yo creo que a Ramiro le pasó lo mismo porque solo necesitamos de tres entrevistas para coger como locos, y también para que mi "novio" decidiera que deberÃ*amos casarnos.[/FONT]
[FONT="]En los preparativos de la boda, conocÃ* a su familia: la integraban dos hermanos y una hermana más o menos de mi misma edad, y sus padres. De todos, con la que congenié de inmediato, fue con Desirée. En cuanto fue posible, ella me llevó a su recámara con el pretexto, dicho para todos los presentes, de enseñarme algunos de los vestidos que estaba preparando para el casorio. Lo cierto era que querÃ*a que le contara los detalles del rápido noviazgo y la no menos rápida decisión de casarnos. "Yo creo que ya están cogiendo", me dijo entre risas y totalmente ruborizada. Y luego, agregó una pregunta: ¿estás embarazada? Yo, muy sorprendida y sacada de onda por la palabra coger, inusual entre nosotros, la vi sin poder dejar de sentir simpatÃ*a por la expresión y por la desenvoltura de mi cuñada. Insistió en que le contara. Mi congoja era mucha, pero me hizo acceder a su petición, el gusanillo del orgullo. Claro, antes le pregunté que qué era lo que querÃ*a saber. "Pues todo. Muy especialmente que contestes a lo que te pregunté" Y le dije que no, que no estaba embarazada. Ella me veÃ*a con suspicacia. Entonces yo me decidÃ*. "Si lo que quieres saber es si ya estamos cogiendo, pues sÃ*, si lo estamos haciendo... y muy padre", le dije. Ella se carcajeó, se puso una mano en la boca como para acallar su alegrÃ*a y su risa, solo para reiterar que querÃ*a los detalles, "sobre todo, cómo y donde cogieron la primera vez... y también si tu a habÃ*as cogido antes". SentÃ* que mi corazón brincó. No cabe duda que en ese tiempo aún tenÃ*a muy metidas las tonterÃ*as de las "buenas costumbres" y por eso era que me apenaba tener que hacer semejante relato, casi una confesión. Pero, ya encarrerada, dije, pos ¡ay te va!. Entonces le conté:[/FONT]
[FONT="]"Fue hace unos dÃ*as, como una semana. Te debo confesar que ya nos dábamos unos fajes, que para qué te cuento. Me metÃ*a los dedos y me masturbaba a calzón quitado. Y yo, pos, para que te lo oculto, también le agarraba su pito y lo jalaba hasta que escupÃ*a. Mis chichis eran casi un moretón completo de tantas y tantas mamadas y mordidas que él me daba. No sabes, eran unas venidotas las que nos dábamos cada que nos juntábamos, que era todos los dÃ*as - me reÃ*a alegre y ya totalmente desinhibida - Bueno, pues el dÃ*a de, bueno, fue en la noche. Esa noche, en cuanto llegó, y luego de unos besotes y unas agarradotas de chichis él, y unas jaladotas de verga yo, me dijo que si Ã*bamos a una fiesta que organizaban unos amigos. Desde luego acepté. Pidió permiso a mis papás, y nos fuimos. La fiesta era en una casa relativamente pequeña y llena de chavos y chavas muy alivianados. TenÃ*a música bien padre y bailamos. También habÃ*a el resto de alcohol, pero nosotros nos chupamos solo unas cubas, leve en realidad. AsÃ* que no estábamos borrachos. Me dieron ganas de orinar y le dije que me acompañara al baño. Cuando me metÃ* al cuartito del baño e iba a cerrar la puerta tras de mÃ*, el se metió también, para mi consternación; cerró con los seguros la puerta y empezó a besarme; asÃ*, con los besos más cachondos que él sabe. Yo como que le sacaba, pero después del primer beso, me olvidé de todo, hasta de donde estábamos. Luego, como era su costumbre, sacó mis senos de su precario alojamiento - nunca he usado sostén, no me gusta - y los empezó a lamer, mamar y morder. Ya te imaginarás la calentada que me estaba dando, y también cómo tenÃ*a la verga... ¡era un viga de fierro! Enseguida metió sus dedos entre mis pelos, como era su costumbre también, y yo le abrÃ* la bragueta para sacar el instrumento de mis tormentos y calenturas. Yo pensaba en ese momento que nos darÃ*amos nuestra casi diaria masturbada y tan tan. Pero nada tú, que empieza a desabotonar mi blusita y me la quita. Luego mete las manos por el resorte de mi minifalda e intenta bajarla. Yo, la verdad, me asusté. No por nada, pero en ese momento me acordé de que la fiesta seguÃ*a al otro lado de la puerta y que era muy probable que alguno de los muchos asistentes quisiera miar y entonces sÃ*, ¡en la madre!. Pero nada que desistÃ*a, y yo... pos dije, chingue a su madre, total, si alguien se da cuenta, pos ni modo. AsÃ* que yo misma me quité la falda y, sin esperar que él me lo pidiera, me bajé mis lindas pantaletitas hasta las rodillas como para facilitarle la metida de dedos y sentir más padre la masturbada. Y me aferré a la verga que palpitaba como queriendo ver el techo. Yo, a estas alturas ya estaba inundada, como debes suponer, me escurrÃ*an jugos como arroyos que salÃ*an de mi pucha. - en este momento del relato yo ya estaba caliente, y por eso mi lenguaje se habÃ*a desatado, para el gusto de mi cuñada - y me bañaban los muslos. De miar, ni me acordaba. Bueno, pues que se baja los pantalones, ¿tú crees? Nunca lo habÃ*a hecho, y por eso me sorprendÃ* y no dejé de sentir un cierto susto, pero pos la cosa ya estaba bien tórrida. Yo tenÃ*a los muslos medio abiertos como para que él pudiera meter mejor los dedos en la cuevita, y por esto fue que pudo llegar con su palo hasta mi raja... y la empezó a sobar con la cabezota, porque te debo decir, a lo mejor ya lo sabes, que tu hermanito tiene una vergota que Dios guarde la hora, bueno pues que empieza no nada más a sobar, como que querÃ*a que se metiera, digo esa cabezota. Y no se despegaba de mis chichis que ya me dolÃ*an pero con ese dolor cachondo que te hace desear más mamadas y más dolor, ¡carajo!, es tan lindo. Y bueno, pues... la cosa ya ardÃ*a. Y, por otro lado, por más que se la jalaba, no se venÃ*a. Yo ya habÃ*a tenido como dos o tres estallidos que para que te cuento. Entonces que agarra y me mete las manos por las corvas, me levanta primero, sólo para tirarme en el piso... y papas. Digo, yo casi ni sentÃ* lo frÃ*o del piso, hasta mojado de miados estaba, se me trepó encima y, claro, la verga picaba donde deberÃ*a de picar. Yo reculaba, como sacándole. No por dolor, no, para nada, sino porque tenÃ*a miedo... ¡qué pendeja!, ¿no?. Digo, miedo de "perder", ya sabes, la puta virginidad. Pero, como dicen los sabios, no habÃ*a ya... marcha atrás. Empujó y nada, nada más rebotó. Como que mi telita estaba bien dura. Y bendita dureza. ¿Te digo por qué?, pos porque mi Ramiro, bien listo... y también yo creo que bien cogelón, que se baja tú... digo, a donde ya sabes, para meter su lengua y, ¡puta madre!, que mamadota me dio. Yo bien ignorante, como que me asusté cuando sentÃ* su lengua en mi pucha, pero en cuanto sentÃ* las maravillosas lamidas, le dije que le siguiera; y le siguió, la verdad fue una mamada bien cortita, porque lo que deseaba era meterla... y yo que la metiera. Y pos sÃ*, ya con la pucha bien mojada y resbalosa, pos la verga se metió no sin algunos trabajos para él y un dolorcito bien padre para mÃ*. Y empezó a cepillarme con un mete y saca fabuloso. Nombre, fueron unos orgasmote que me sacó, que del dolor ni me acordé. Y mi precioso Ramiro, bien previsor, cuando sintió que se venÃ*a, la sacó y me echo su lechita en la cara y en las chichis haciendo unas caras de goce que, carajo, parecÃ*a Cristo crucificado. Jadeamos por largos minutos besándonos con mucha ternura. Y entonces él era el del susto. "vámonos", dijo y se levantó rápido a ponerse los pantalones. Yo tirada y agarrándome los pelos, metiendo mis dedos para continuar en el orgasmo que no querÃ*a irse. Y le dije: "ni madres, ora le sigues". Pero no, no quiso, y yo creo que tuvo razón. En cuanto él habÃ*a salido, entró una chava a miar. Bueno, pos eso fue... ¿qué te parece?"[/FONT]
[FONT="]Mi cuñada, casi al final del relato de mi bendita y muy placentera desfloración, no pudo seguir aguantando la excitación, metió la mano debajo de la faldita y se empezó a masturbar. No la imité, porque de plano me dio pena, pero en cuanto regresamos a la sala, me fui al baño para recordar... y para meterme los dedos y sobarme hasta llegar a un orgasmo de miedo.[/FONT]
[FONT="]La boda se realizó tres dÃ*as después. Fue una boda convencional y nada más ante las autoridades civiles. Ninguno de los dos somos creyentes y por esto no hubo boda religiosa. En el momento de las felicitaciones, sentÃ* muy efusiva a mi cuñada, pero yo lo identifiqué tanto con la simpatÃ*a que me demostraba a cada momento, como a su real calentura, es decir, el deseo que tenÃ*a, me lo dijo un dÃ*a antes, de coger hasta morirse de placer. Después de la boda, nos fuimos a la reunión que mis padres organizaron para festejar mi casamiento. Al despedirnos a la puerta del Registro Civil, mi cuñada me dijo que no irÃ*a a la reunión porque tenÃ*a una cita muy importante en su escuela y que si no asistÃ*a hasta la podrÃ*an expulsar, y yo la disculpé. Después del convivio familiar, iniciamos el viaje de bodas. HabÃ*amos decidido que la noche de bodas la pasarÃ*amos en Huatulco, el bello balneario oaxaqueño. La calentada del viaje en avión, casi nos hace repetir la cogida en el baño, pero ahora en el del avión. Pero nos aguantamos. Bueno, mi adorado se dio sus mañas para meterme los dedos casi durante todo el vuelo.[/FONT]
[FONT="]Nos registramos en el hotel y, acompañados por un gallardo mocito, llegamos a la habitación. El muchacho nos mostró la habitación, sin siquiera mencionar el baño, como que tenÃ*a urgencia de irse. En cuanto quedamos solos, Ramiro me quitó la ropa con una lentitud exasperante. Yo querÃ*a que rápidamente me la metiera, pero el estaba decidido a que todo fuera tierno, lento, muy amoroso. Besó, lamiendo, cada centÃ*metro de piel que iba descubriendo. Mamó mis pezones y chupó en diferentes sitios mis alegres pechos. Me volteó, aún estábamos de pÃ*e, y me lamió la nuca, la espalda para rematar en mis nalgas en donde agregó mordidas tiernas que me enardecÃ*an. Me dio dos nalgadas soberbias y muy excitantes. Y de nuevo me dio la vuelta para sacarme la falda, ya no traÃ*a pantaletas, mismas que no me ponÃ*a desde el dÃ*a de la cogida en el baño. Y besó mi pancita y mis pelitos, metió la punta de la lengua a mi ombligo para regocijo de mi pucha que ya estaba estilando. Después, me sentó en la cama, donde quedé con la piernas muy abiertas; se quitó la ropa y quedó de pie con las piernas demasiado abiertas y la verga muy parada al frente. Su erección, además de bella, era verdaderamente increÃ*ble, larga, gruesa, escurriendo del ojo único. Me alisó el pelo, puso su mano en la parte de atrás de la cabeza para acercarla al monumento de verga que estaba temblando de necesidad. Yo no sabÃ*a que hacer, pero el dijo: "bésala", y pues la besé. SentÃ* raro y al mismo tiempo me puso a mil jadeos por minuto. Y empujó para que me la tragara, yo volteé a verlo como preguntando, el sólo empujó más, yo abrÃ* la boca, saqué la lengua y lo saboreé Me supo rico, muy rico. Ya encarrerada y terriblemente caliente, me la comÃ* toda, para enseguida empezar meterla y sacarla de mi boca para la enorme satisfacción de los dos. Sus dos manos estaban tras mi cabeza, por eso me sorprendÃ* de sentir algo tibio y liso en mi pucha. Casi brinqué, y casi mordÃ* la verga que estaba mamado. Vi hacia abajo sin soltar mi preciosa presa y, con enorme sorpresa, identifiqué la melena de mi cuñada entre mis muslos. Con sorpresa y todo, no estaba dispuesta a dejar de mamar, pero además sentÃ* que la lengua, porque eso era lo que percibÃ*a en mi pucha, separaba las jetas guardianas y se empezaba a retozar con mi clÃ*toris. Y ya no podÃ*a parar, tanto por el placer que con mi boca obtenÃ*a, como por el placer que sentÃ*a en mi puchita provocada por la otra lengua, pero más bien porque no sabÃ*a que hacer con la melena y la lengua intrusas, porque era claro que mi amado ni cuenta se habÃ*a dado. Voltee hacia arriba, sin soltarlo, claro, y vi los brazos estirados, el rostro sonriente y como gozando al máximo con los ojos cerrado. Pero, era evidente, aquello no podÃ*a durar. Lo que rompió el misterio, fue la eyaculadota que mi marido deposito en mi boca emitiendo gruñidos de placer; suspiraba como que se iba a morir, apretando mi cabeza contra su tallo que continuaba tallando en mi lengua que era la guÃ*a dentro de la boca. Y yo... por más que traté de resistir, estaba teniendo un orgasmo de poca madre y tuve que empujar mis nalgas para que la lengua fuera más eficaz. Todo me dio vueltas. Y solo entonces bajé una de mis manos, mirando en esa dirección, para acariciar y ver la melena que yo sabÃ*a estaba delante de la boca que tan rico me habÃ*a mamado la pucha y el clÃ*toris. Entonces comprobé ¡que era mi cuñada!, que se lamÃ*a la boca y me enviaba besos frunciendo los labios de una maravillosa manera. Casi me desmayo al comprobar que mi sospecha era una realidad; ¡allÃ* estaba mi cuñada!, hasta la enorme calentura se fue a los cielos. No sabÃ*a que hacer, que decir, si encogerme y desaparecer, o vociferar por el atrevimiento de la muchachita... tuve terror por la posible reacción de mi amado que seguÃ*a jalándose la verga como exprimiéndola.[/FONT]
[FONT="]Entonces la melena desapareció de mi vista, solo para dejar el paso al agraciado rostro, bello en realidad, de la hermana intrusa que apareció por arriba de los hombros del caballero que se estiraba la verga; ella lamiéndose los labios y la barbilla aún llena de mis jugos, sonrió viéndome directamente a los ojos y luego, con una de sus manos, me lanzó un beso. Yo querÃ*a, simplemente, desaparecer. Mi consternación llegó al pavor, cuando vi que los brazos desnudos de la chica recién aparecida, avanzaban hacia delante con la idea de abrazar al hombre que recién abrÃ*a los ojos, sonreÃ*a momentáneamente porque vio la expresión de mi cara, aterrorizada, y se sorprendió. Luego gritó por la conmoción de sentir unos brazos que lo aprisionaban y seguramente las puntas de unas chichis exquisitas en su espalda. Vi cómo tomó las manos y la expresión no solo de sorpresa, sino de verdadero pánico, como el mÃ*o, pero luego, casi en el mismo momento en que vio las manos, empezó a sonreÃ*r y se dio la vuelta, al tiempo que exclamaba lleno de alegrÃ*a: ¡Hermanita! Y entonces sÃ* que no supe si reÃ*r o llorar o patear, o correr lejos, tan lejos como mi carrera me lo permitiera, o ir a abrazar a la bella aparición o cortarle la verga a mi marido para que no tocara... ¡pero ya se estaban besando! SentÃ* una enorme debilidad, y no me desmayé porque los celos fueron inmensos. No daba crédito a lo que estaba sucediendo, no podÃ*a creer lo que pasaba, creÃ* estar viviendo una terrible pesadilla, pero también sentÃ* que mi pucha se estremecÃ*a, casi convulsionando, y mis pezones apachurrados con la sorpresa de la melena, la boca y el rostro de la Afrodita presente ya... aunque no quisiera; insisto, los pezones se irguieron de maravilla, lo que me produjo un ardor diseminado y que iba de los pezones duros, a la pucha que empezó a estilar. Y me dije: "¿que hago aquÃ* como pendeja?, nada, nada de seguir en el mismo estado, tienes que reponerte y... bueno, ir a exigir tu placer, eso me dije. Y me levanté. Los ¡hermanos!, continuaban en el beso que se antojaba interminable. Y rodee al marido. Tal vez cuando él se dio cuenta de que caminaba, pensó en que iba a reclamar, tal vez a agredir a la hermosa Desirée y suspendió el beso para mirarme mejor. Yo alcance la espalda de la muchachita linda y... la abrace teniendo cuidado de meter mis manos entre los dos cuerpos de tal manera que pudiera agarrar las chichis que ya habÃ*a visto hermosas, erguidas, puntiagudas. La sentÃ* en mis manos abrumadoramente excitantes, y besé su espalda primero, para ascender hasta su cuello separándole la melena graciosa y bella. Enseguida me comÃ* sus orejas y deseé como loca mamar sus chichis. No obstante esa reacción, no dejaba de recriminarme por estar teniendo placer con el cuerpo de ¡una mujer como yo!. Pero eran solo pensamientos fugaces, efÃ*meros, como tenidos hacÃ*a millones de años. Y le di la vuelta. Del marido ni me acordaba. El objeto único de mis deseos en ese momento era ella, solamente ella, y nada más que ella. Mi flamante marido estaba estupefacto, pasmado en verdad, hasta la verga se le escondió. "Mi amor", dijo, cuando me vio a los ojos, para besarme con un beso extraordinariamente cachondo, excitante, que me subyugó de la punta del pelo a lo más profundo de mi vagina. Y la besé casi con desesperación, excitada al máximo....¡me la querÃ*a comer!, y lo hice de inmediato. Empecé por los labios lamiéndolos, con mordidas de amor y cariño, mordÃ* su lengua para hacerla sentir lo mucho que me calentó y me calentaban sus chichis y los pelos de su pucha que ya sentÃ*a revueltos con los mÃ*os. Me comÃ* sus pezones y todas las hermosas protuberancias que lamÃ* intensa, repetida y largamente. Y seguÃ* el periplo por tan deslumbrante superficie corporal. Me detuve eternidades en su gracioso ombligo y casi lloro de placer, alegrÃ*a y gozo, cuando toqué los pelos de su coño con mis labios y luego con mi lengua. Me fui al cielo cuando ella misma separó sus jetitas para que mi lengua pudiera penetrarla; la penetró deseando entrar a su vagina y llegar hasta el fondo para sentir los pliegues de tan maravillosa gruta y tragar sus jugos. Y levantó una pierna para que la mamara mejor y lo hice a discreción, largamente, y tanto que en una de tantas vi el culo... y mi calentura semejó la del sol. No me detuve, le lamÃ* el culo lentamente, con fruición. MetÃ* la puntita de la lengua que era todo lo que podÃ*a meter, aunque deseaba penetrarla toda, metérsela toda, hasta dejar mi lengua metida adentro de tan hermoso culo. Regresé, presurosa, al clÃ*toris endurecido y casi del tamaño de uno de mis pulpejos para chuparlo, para enardecerlo, para obtener placer. Mi marido continuaba anonadado, como con pérdida de la consciencia, pero ni Desirée ni yo nos acordábamos de él. Y mi cuñada gritó de una manera tal, que hizo que toda mi emoción se desbordara, que llorara de alegrÃ*a por haberla hecho gozar, por sentir como me bañaba el rostro con sus lÃ*quidos. Sus manos, que desde el principio se habÃ*an apoderado de mis senos enhiestos, estrujaban los pezones de una manera casi brutal, pero que me causaba enorme satisfacción y placer y gozo y enardecimiento. Supuse que las piernas no la podÃ*an sostener de tanto disfrute, pero en realidad se arrodillaba para poder besar mi vientre y, con sus dientes, jalar mis pelos. Pero, tal vez electrizada de deseo, jaló de mis chichis como deseando que a mi vez me arrodillara, pero lo que realmente querÃ*a era que me tendiera sobre la alfombra para poder regodearse con toda mi anatomÃ*a. Y se subió sobre mi cuerpo. Sus senos tocaron y aplastaron los mÃ*os. Y me besó con uno de esos besos indescriptibles, tremendamente cachondos, excitantes, avasalladores y que ponen a escurrir cualquier vagina. Cuando mordÃ*a mis pezones, vi que mi marido salÃ*a de su pasmo, sonreÃ*a displicente, y también vi que se empezó a jalar la verga como si necesitara otro estÃ*mulo que el que ya recibÃ*a con la vista. Tan era asÃ*, que cuando la mano llegó al gran vástago ya estaba bien parada, temblaba, cabeceaba. Ella subió hasta mis oÃ*dos para murmurar: "amorcito, amorcito, déjame quererte, mamarte y... todo lo que tú quieras que te haga para que goces lo haré sin dudar" y lamió mis orejas lo que me hizo temblar de placer. Entonces hice consciencia de que mi marido, parado con la verga entre sus manos, nos veÃ*a con una gran sonrisa en los labios, estaba presente, y le dije: "¿Y tu hermano?". "De momento, olvÃ*dalo. No tarda en incorporarse la placer... lo conozco de sobra", me dijo suspirando y regresando con sus labios, boca y lengua a mis chichis que ya desfallecÃ*an por su ausencia. Cuando su lengua penetró mis labios verticales y empujó para meterse a mi vagina, el hermano levantó las nalgas de la hermana y le colocó la gran verga en la puerta de los dos orificios del placer. Pero mi amada dejó mi pucha y se incorporó hasta enfrentar al imprudente. "Eso no, querido. Puedes besarme o acariciarme, pero la primera metida debe ser para tu esposa", le dijo muy seria, y tanto que dio la impresión de que la excitación, la enorme calentura de apenas pasados unos instantes, se habÃ*a esfumado. Pero nada de eso, besó al hermano, le sobó la verga, lo obligó a arrodillarse delante de mÃ*, sin dejar de jalarlo de la verga lo hizo caminar hasta que se puso entre mis muslos que ella misma se encargó de separar, y dirigió la verga a mi pucha que casi lloraba - sÃ* lloraba de tan caliente - de deseo de que ese monumento de verga se metiera hasta la empuñadura; incluso, que los propios huevos pudieran llegar a penetrarme, aunque fuera solamente los labios verticales. Lo sentÃ* cálido, potente, liso y resbaloso, bueno la resbalosa era yo, digo, mi vagina. De un solo empujón lo hizo penetrar hasta que los pelos se mezclaron, se trenzaron. E inició un mete y saca maravilloso produciéndome casi de inmediato un orgasmo tremendo que me hizo gritar y gritar. Entonces mi amada cuñada me besó, acarició mis senos, presionó mis pezones con cariño, y mis nalgas fueron amasadas por sus manos deliciosas. Luego, se fue hacia atrás del hermano y le empezó a lamer las nalgas y los huevos. Y creo que hasta le metió un dedo en el culo. Lo cierto es que, después de muchÃ*simos orgasmos mÃ*os, sentÃ* su eyaculación por primera vez hasta el fondo de la vagina, lo que me produjo un nuevo espasmo de placer inmenso. Mi cuñada fue a situarse sobre mi rostro, como tratando de reanimar al hermano. Y sÃ*, lo levantó para besarlo, al tiempo que hacÃ*a avanzar sus muslos totalmente abiertos para situar sus nalgas y coño sobre mi boca para luego bajar hasta que sintió mi lengua, que salió a su encuentro en cuanto percibÃ* cual era la intención. Y la mamé como enajenada por tanto placer. Al hermano, que todavÃ*a no salÃ*a de mi vagina, se le empezó a endurecer el fierro de nuevo. Yo veÃ*a como acariciaba los pezones y todas las chichis de su hermana, sin dejar de meterla y sacarla en un vaivén realmente rÃ*tmico, maravilloso y que me hacÃ*a gozar enormidades. Y los tres gritamos nuestros orgasmos al mismo tiempo. Carlos convulsionó de placer, y Desirée cayó hacia delante, y yo sentÃ* que hasta la orina querÃ*a salir para gozar lo mismo que nosotros. Cuando reaccioné, los vi abrazados. Me unÃ* al abrazo. IncreÃ*ble, pero mi calentura no se habÃ*a terminado, creo que la de los otros era tan persistente como la mÃ*a. Lo cierto es que me pareció que era el turno de mi amada cuñada, la inesperada ninfa - ¿ninfómana? - que tanto calor y placer estaba añadiendo a mi insólita noche de bodas. Digo, me refiero al turno de la cogida con verga. Y besé a mi consorte, le metÃ* la lengua en la boca primero, porque después, recordando que imaginé que mi cuñada le habÃ*a metida la lengua en el culo, me fui hasta su trasero, le separé las nalgas, y empecé a lamerle toda la superficie para, entre los surcos, poner énfasis en su agujero lleno de pelos. Una enorme diferencia con nuestro culito que es lampiño. Y le metÃ* la lengua, él se dejaba hacer, aumentando segundo a segundo los suspiros y jadeos. Fui a su oÃ*do y le dije: "cógetela, le toca", Y sÃ*, la besó con fuerza, retorció los pezones y apretó todas las chichis, como acostumbraba conmigo y tal vez con su hermana, digo, era evidente, dadas las circunstancias y el desarrollo de las cogidas que nos dábamos, que era seguro que ya cogÃ*an Dios sabe desde cuando. Entonces yo, luego de meter varias veces mi lengua en el culo de mi amado, me fui a la pucha de mi cuñada y la lamÃ*, la chupé con ganas, con verdadero placer al tiempo que quitaba la boca del hermano de sus chichis para ser yo la que la acariciara. Sus manantiales vaginales estaban desbordados, por eso decidÃ* que era tiempo para que la gran verga se metiera a la hermosa cueva custodiada por bellos pelos. Jalé la verga para apuntarla, y grité la orden: "Métela". Mi amado, ni tardo ni perezoso, empujó hasta que la viga acerada fue tragada por el chocho hecho laguna. Recordando la experiencia de unos minutos antes, me subÃ* a la cara de mi compañera de placer y bajé las nalgas hasta que mi puchita fue alcanzada por la sabia lengua que tanto me habÃ*a deleitado ya. SÃ*, me mamó de una manera no conocida por mÃ*, me mordió el clÃ*toris de tal forma que lo llevó al orgasmo verdadero en apenas unos segundos, luego metió sus dedos en mi vagina llena de los mocos de su hermano, los sacó llenos de leche, los lamió y los volvió a meter con lo que yo sentÃ*a que el orgasmo tenido por los dientes se multiplicaba. Cuando sintió que no habÃ*a más leche, mordió de nuevo el clÃ*toris que de nuevo se acalambro en un orgasmo interminable que solo aumento en intensidad cuando los sabios dedos frotaron mi vagina precisamente en un punto que me hacia ver las estrellas, la luna y miles y miles de planetas desconocidos. Y de nueva cuenta gritamos atronadoramente los tres, bueno yo los llevaba muchÃ*sima ventaja puesto que mis gritos se iniciaron cuando los dientes aprisionaron el clÃ*toris hacÃ*a ya su buen rato. Creo que fue tanto el placer que mi amada me produjo que hasta la orina fue a llenar su boca. AsÃ* fue, porque ella grito como desesperada diciendo entre tartamudeos, "mea, mea, mea, preciosa, dame ese placer agregado". El hermano, vencido por el placer, se dejó caer hacia atrás como fulminado por el rayo del éxtasis sexual. Cuando él se retiró, yo también caÃ*, pero mi cara se anido entre los pelos de mi amada yacente y todavÃ*a estremecida por el orgasmo de fábula que habÃ*a tenido. El olor de la leche de mi amado, despertó en mi un nuevo apetito, tal vez inducido por cómo se comió esa misma leche mi cuñada. Y bueno, satisfice mi deseo. MetÃ* la lengua en la raja todavÃ*a abierta y lamÃ* y lamÃ* tragándome todo lo que sacaba. Por supuesto, a la primera lamida, las nalgas de mi cuñada se empezaron a mover acompasadamente y empujaba hacia delante como que sintiera que la lengua no la penetraba los suficiente. Cuando terminé de sacar semen, ella habÃ*a tenido cuando menos otros tres orgasmos. Y yo lo mismo, porque mientras yo mamaba, ella hacÃ*a los mismo, es decir, sin querer estábamos situadas en el clásico 69, la maravillosa posición que nada iguala. Pueden decir lo que quieran, pero lo más sublime del sexo y la cogida, es mamarse mutuamente en el 69 prodigioso, sin importar, incluso, el sexo de quienes están en el 69. SentÃ* que la consciencia y la voluntad me abandonaban. Me dormÃ*. Los otros hicieron lo mismo.[/FONT]
[FONT="]Fui la primera en despertar. Y, contra lo que era previsible, a la primera que quise despertar fue a mi cuñada. La besé tiernamente en la boca, después en los senos, luego en los pezones y, por último y ya con ella plenamente despierta, en su pucha adorada. Y ella me beso igualmente y siguiendo la misma ruta. "Quieta", le dije, porque querÃ*a que me contara... bueno, cómo era que estaba allÃ*, pero más que todo... cómo habÃ*a empezado a coger con el hermano. Cuando hice la pregunta me recriminaba violentamente por no haber hecho lo mismo con uno de mis hermanos que me gusta enormidades y que, repetidamente y desde siempre, he espiado para verlo desnudo y contemplar con arrobo su preciosa verga, un potentado de grandeza. Lo he visto como se masturba y como su leche es abundante y también como puja, gime y se convulsiona cuando el pito laza chorros de lÃ*quido. Hasta vi como se cogió a una de las jóvenes sirvientas de mi casa. Y todo sin atreverme a... bueno, me masturbe al parejo de él; triste consuelo. Pues me contó que cuando eran todavÃ*a unos niños se tocaban y lamÃ*an por todas partes, que les gustaba mucho y que buscaban la forma de esconderse para poder entregarse a su "vicio". "Nunca hemos dejado de tocarnos y besarnos, claro, en secreto. AsÃ* que crecimos sin dejar de estar cachondos. Desde que descubrimos dónde sentÃ*amos mejor, hemos obtenido inmenso placer, primero masturbándonos mutuamente con las manos, los dedos y la lengua, desde luego, y después con las maravillosas cogidas. La primera vez que me la metió, fue una mañana que no salimos de la casa porque estaba lloviendo; entonces tenÃ*amos 14 años él, y yo 13. Mi madre, ¡ay, mi santa madre!, nos dijo que nos metiéramos a la misma cama porque estaba haciendo frÃ*o, que ella estarÃ*a ocupada haciendo el aseo de la casa y la comida. Bueno, mejor ni el diablo lo hubiera podido hacer. Claro, en cuanto ella cerró la puerta, nos abalanzamos el uno sobre el otro. Ya sabes cómo besa y cómo acaricia. AsÃ* que no necesito decirte, menos describirte lo caliente que nos pusimos de inmediato. Nos tocamos con los dedos y manos. Tuvimos un primer goce, pero estábamos enardecidos, muy calientes en verdad. Ya antes habÃ*amos intentado que él la metiera, pero la tensión, el miedo, pero sobre todo por la premura con que tenÃ*amos que actuar, no lo habÃ*amos logrado, aunque yo sola sÃ* lograba meterme, a veces, hasta la yema del dedo. Bueno, pues esa mañana, tal vez porque era una situación inédita, y también porque estábamos tan calientes como volcán en erupción, le dije que lo pusiera en mi puchita y me sobara cómo él sabÃ*a hacerlo. Al instante se subió. Yo abrÃ* las piernas al máximo y él colocó su verga, ya casi tan grande como ahora, y la apuntó bien tiesa. Bueno, eso pensaba pero en realidad estaba bastante lejos del agujero. Fui yo la que, agarrándosela con fuerza, la llevé al lugar preciso, y le dije: órale cabrón, empuja. Y eso hizo. Empujó y empujo. Me dolÃ*a y nada que se metÃ*a. Esa mañana fue la primera vez que sentÃ* mis jugos. Me inundé de una forma tan enorme, que estilaba. Bueno, pues yo creo que eso, ayudada por las gotas que también empezaron a salir de la cabeza de mi verga, digo, asÃ* la considero, claro, ahora es tuya... querida.... sin celos, desde luego creo que seguiremos compartiéndola. Adelante. Bien, pues eso era lo que faltaba: lubricación. Me dolió, pero me sentÃ* feliz de tenerlo, tenerla, adentro. Inició el mete y saca, asÃ* como si nada, como si ya supiera. No encuentro explicación, pero no eyaculó, hasta que tuvimos muchos, grandes y vertiginosos orgasmos. Maravillosos... y tan diferentes, cuando menos en ese momento, a los que nos producÃ*amos con manos, boca y dedos. No sabÃ*amos que los zooides no deben depositarse dentro de la vagina, asÃ* que él eyaculó adentro. Yo aún no reglaba, asÃ* que no hubo embarazo. Una de mis amigas me abrió los ojos con eso de la leche de mi adorado hermano, y se lo dije. Y entonces, nos dimos las mañas para que yo tomara las pastillas, para esto, yo ya estaba menstruando. Pues sÃ*, debes imaginarte que desde esa mañana no hemos dejado de coger se puede decir que ni un solo dÃ*a. Y por eso es que... pues sÃ*, pensé que no podÃ*a dejar a mi hermano solito en su noche de bodas. La verdad.... no fue eso. Cuando me dijiste que se casarÃ*an y que ya estaban cogiendo, me entraron los celos, pero no fue mucho, ni mucho tiempo. ¿Sabes por qué?. Porque desde que te vi, me gustaste muchÃ*simo. Y cuando te sinceraste conmigo, creo que te empecé a querer y a... desear. Te aseguro que nunca en mi vida habÃ*a deseado a una mujer, te lo juro. Ni siquiera pensé que la cogida pudiera ser entre dos mujeres. Pero cuando me contaste con lujo de detalles las calentadas y la cogida con mi hermanito santo, pues me calenté de verdad y... quise coger contigo. Créeme, estoy aquÃ* porque sentÃ* la necesidad de cogerte... y, bueno, si podÃ*amos coger los tres, mejor, mucho mejor. Tuve miedo, lo confieso, que tú montaras en cólera tanto por los celos por el hermano, como por la indignación de que yo tratara de cogerte. Para mi fortuna y para mi placer... sucedió todo lo contrario y... la verdad, la cogida contigo fue linda, inmensa, bastante más placentera, te lo juro, que todo lo que antes habÃ*a sentido. Y no es por despreciar el placer de tener la verga de mi hermano metida hasta el fondo, para nada, nada más lejos de la verdad, pero el place contigo es incomparablemente más placentero, grandioso, sublime, indescriptible y creo que también insustituible.[/FONT]
[FONT="]Después nos contó que tuvo la idea de estar con nosotros, cuando le pedimos que fuera ella la que arreglara lo del viaje a la playa. Ella trabaja en una agencia de viajes. Reservó su viaje para una hora antes del nuestro lo que le dio tiempo para llegar al hotel y sobornar al botones para que la dejara entrar a nuestra habitación.[/FONT]
[FONT="]Carlos estaba escuchando. SonreÃ*a. Pero se notaba que estaba confuso, descontrolado y algo enojado por las últimas aseveraciones de su hermana y compañera de cogidas desde tiempo ancestral. Y lo dijo en voz alta. Desirée lo vio con aprensión. Del lado menos esperado estaba surgiendo la dificultad, lo feo. Entonces yo intervine. Le dije que no fuera bestia, que tampoco se considerara en minusvalÃ*a solo porque ella decÃ*a que gozó más con mis mamadas y caricias que con su tremenda verga. Que comprendiera que también habÃ*a tenido orgasmos maravillosos con él metido hasta las cachas. Y para rematar y acabar con el cuadro, le dije que yo compartÃ*a la misma sensación, es decir, que las caricias de ella me hicieron gozar enormidades, mucho más que sus mamadas y su metidas, pero que de ninguna manera eso querÃ*a decir que no fuera rico sentirlo adentro, cogiéndome, y aventándome los litros de leche. Que el gozo era con los dos y que, si a él lo molestaba, pues la consecuencia serÃ*a que la noche de bodas, y el viaje completo, iba ser solamente entre las dos. Para dar por finalizado el verso, lo besé primero a él, para luego con mucha ternura besarla a ella. Quiso todavÃ*a argüir que si yo no sentÃ*a coraje porque ella fuera un intrusa y además no invitada. Y yo le dije que estaba loco, que ella no necesitaba invitación, que no era ninguna intrusa, sino una participante más para darnos, a los dos, placer. Y que, además, era su hermana y ahora mi amadÃ*sima cuñada. Y puse el ultimátum: nos coges a las dos... o a ninguna. Además, debes de admitir que nos vamos a coger con y sin tu participación. AsÃ* que decide.[/FONT]
[FONT="]Y decidió coger con las dos.[/FONT]
[FONT="]De la boda ya ni me acuerdo, ya pasaron como diez años... y seguimos siento una pareja de tres.[/FONT]
[FONT="]ConocÃ* a mi marido en una reunión familiar. Creo que hasta somos algo asÃ* como primos retirados. Lo cierto es que llegó acompañando a una de mis tÃ*as, hermana de mi madre, y precisamente para festejar el cumpleaños de ésta. En cuanto lo vi, me cautivó. De unos 25 años, moreno apiñonado, alto, de perfil espléndido y de un cuerpo que todas las mujeres presentes admiraban - lo supe por los comentarios, tanto de mi hermana mayor, como de otras de las asistentes - sus músculos eran más que aparentes. VestÃ*a un sobrio atuendo de verano. Su sonrisa fácil y seductora, atraÃ*a las miradas de las más conspicuas. Titubeé para acercarme a él, pero era tanta mi "curiosidad" que, haciendo de tripas corazón, con pasos inciertos, llegué hasta donde se encontraba en animada charla con uno de mis tÃ*os. "Soy Linda", le dije. Él, que habÃ*a volteado a verme cuando avanzaba hacia ellos, amplió su sonrisa, extendió la mano y apretó la mÃ*a. Ese apretón es algo que perdura en mi memoria y, desde luego, en mi imaginación erótica hasta la fecha. Y perdura porque sentÃ* ese apretón muy cálido, fuerte y que hizo que, por primera vez y con cierta turbación, sintiera tanto la erección de mis pezones, como humedad entre los muslos. Incluso, no recuerdo lo que él dijo en ese momento. Toda aturdida, sin agregar nada más me retiré. SentÃ* que sus ojos me seguÃ*an y que su mirada estaba fija en mis preciosas nalgas y mis no menos hermosas piernas y muslos que generosamente mostraba mi minifalda de amplios vuelos. Claro que esto era más una suposición, tal vez muy narcisista, pero que me agitó aún más; y por esa misma sensación, es que me di una vuelta violenta con la intención de que mi falda se esponjara y permitiera que "él" viera mis diminutas pataletas. Posteriormente confirmó mi apreciación de ese momento y de esa mi forma autentica y peculiar de coquetear. Y dio resultado, porque nada más terminada la comida, se apresuró para ir hasta donde yo estaba platicando con unos compañeros de la prepa. Fue una tarde inolvidable. Su audacia, sumada a mi subyugada actitud hacia él y mi manifiesta coqueterÃ*a, propiciaron que esa misma tarde, dándonos nuestras mañas para alejarnos del bullicio y la parentela nos acercáramos hasta saborear nuestras lenguas. Lo llevé al fondo del jardÃ*n, charlando animadamente. Nos besamos pródigamente. Toco mis senos y metió uno de sus dedos en mi humedad, luego se lo lamió, lo que para mÃ* fue toda una revelación, a más de producirme una intensa excitación. Desde ese momento supe que, sin remedio, él deberÃ*a de ser mÃ* pareja. Yo creo que a Ramiro le pasó lo mismo porque solo necesitamos de tres entrevistas para coger como locos, y también para que mi "novio" decidiera que deberÃ*amos casarnos.[/FONT]
[FONT="]En los preparativos de la boda, conocÃ* a su familia: la integraban dos hermanos y una hermana más o menos de mi misma edad, y sus padres. De todos, con la que congenié de inmediato, fue con Desirée. En cuanto fue posible, ella me llevó a su recámara con el pretexto, dicho para todos los presentes, de enseñarme algunos de los vestidos que estaba preparando para el casorio. Lo cierto era que querÃ*a que le contara los detalles del rápido noviazgo y la no menos rápida decisión de casarnos. "Yo creo que ya están cogiendo", me dijo entre risas y totalmente ruborizada. Y luego, agregó una pregunta: ¿estás embarazada? Yo, muy sorprendida y sacada de onda por la palabra coger, inusual entre nosotros, la vi sin poder dejar de sentir simpatÃ*a por la expresión y por la desenvoltura de mi cuñada. Insistió en que le contara. Mi congoja era mucha, pero me hizo acceder a su petición, el gusanillo del orgullo. Claro, antes le pregunté que qué era lo que querÃ*a saber. "Pues todo. Muy especialmente que contestes a lo que te pregunté" Y le dije que no, que no estaba embarazada. Ella me veÃ*a con suspicacia. Entonces yo me decidÃ*. "Si lo que quieres saber es si ya estamos cogiendo, pues sÃ*, si lo estamos haciendo... y muy padre", le dije. Ella se carcajeó, se puso una mano en la boca como para acallar su alegrÃ*a y su risa, solo para reiterar que querÃ*a los detalles, "sobre todo, cómo y donde cogieron la primera vez... y también si tu a habÃ*as cogido antes". SentÃ* que mi corazón brincó. No cabe duda que en ese tiempo aún tenÃ*a muy metidas las tonterÃ*as de las "buenas costumbres" y por eso era que me apenaba tener que hacer semejante relato, casi una confesión. Pero, ya encarrerada, dije, pos ¡ay te va!. Entonces le conté:[/FONT]
[FONT="]"Fue hace unos dÃ*as, como una semana. Te debo confesar que ya nos dábamos unos fajes, que para qué te cuento. Me metÃ*a los dedos y me masturbaba a calzón quitado. Y yo, pos, para que te lo oculto, también le agarraba su pito y lo jalaba hasta que escupÃ*a. Mis chichis eran casi un moretón completo de tantas y tantas mamadas y mordidas que él me daba. No sabes, eran unas venidotas las que nos dábamos cada que nos juntábamos, que era todos los dÃ*as - me reÃ*a alegre y ya totalmente desinhibida - Bueno, pues el dÃ*a de, bueno, fue en la noche. Esa noche, en cuanto llegó, y luego de unos besotes y unas agarradotas de chichis él, y unas jaladotas de verga yo, me dijo que si Ã*bamos a una fiesta que organizaban unos amigos. Desde luego acepté. Pidió permiso a mis papás, y nos fuimos. La fiesta era en una casa relativamente pequeña y llena de chavos y chavas muy alivianados. TenÃ*a música bien padre y bailamos. También habÃ*a el resto de alcohol, pero nosotros nos chupamos solo unas cubas, leve en realidad. AsÃ* que no estábamos borrachos. Me dieron ganas de orinar y le dije que me acompañara al baño. Cuando me metÃ* al cuartito del baño e iba a cerrar la puerta tras de mÃ*, el se metió también, para mi consternación; cerró con los seguros la puerta y empezó a besarme; asÃ*, con los besos más cachondos que él sabe. Yo como que le sacaba, pero después del primer beso, me olvidé de todo, hasta de donde estábamos. Luego, como era su costumbre, sacó mis senos de su precario alojamiento - nunca he usado sostén, no me gusta - y los empezó a lamer, mamar y morder. Ya te imaginarás la calentada que me estaba dando, y también cómo tenÃ*a la verga... ¡era un viga de fierro! Enseguida metió sus dedos entre mis pelos, como era su costumbre también, y yo le abrÃ* la bragueta para sacar el instrumento de mis tormentos y calenturas. Yo pensaba en ese momento que nos darÃ*amos nuestra casi diaria masturbada y tan tan. Pero nada tú, que empieza a desabotonar mi blusita y me la quita. Luego mete las manos por el resorte de mi minifalda e intenta bajarla. Yo, la verdad, me asusté. No por nada, pero en ese momento me acordé de que la fiesta seguÃ*a al otro lado de la puerta y que era muy probable que alguno de los muchos asistentes quisiera miar y entonces sÃ*, ¡en la madre!. Pero nada que desistÃ*a, y yo... pos dije, chingue a su madre, total, si alguien se da cuenta, pos ni modo. AsÃ* que yo misma me quité la falda y, sin esperar que él me lo pidiera, me bajé mis lindas pantaletitas hasta las rodillas como para facilitarle la metida de dedos y sentir más padre la masturbada. Y me aferré a la verga que palpitaba como queriendo ver el techo. Yo, a estas alturas ya estaba inundada, como debes suponer, me escurrÃ*an jugos como arroyos que salÃ*an de mi pucha. - en este momento del relato yo ya estaba caliente, y por eso mi lenguaje se habÃ*a desatado, para el gusto de mi cuñada - y me bañaban los muslos. De miar, ni me acordaba. Bueno, pues que se baja los pantalones, ¿tú crees? Nunca lo habÃ*a hecho, y por eso me sorprendÃ* y no dejé de sentir un cierto susto, pero pos la cosa ya estaba bien tórrida. Yo tenÃ*a los muslos medio abiertos como para que él pudiera meter mejor los dedos en la cuevita, y por esto fue que pudo llegar con su palo hasta mi raja... y la empezó a sobar con la cabezota, porque te debo decir, a lo mejor ya lo sabes, que tu hermanito tiene una vergota que Dios guarde la hora, bueno pues que empieza no nada más a sobar, como que querÃ*a que se metiera, digo esa cabezota. Y no se despegaba de mis chichis que ya me dolÃ*an pero con ese dolor cachondo que te hace desear más mamadas y más dolor, ¡carajo!, es tan lindo. Y bueno, pues... la cosa ya ardÃ*a. Y, por otro lado, por más que se la jalaba, no se venÃ*a. Yo ya habÃ*a tenido como dos o tres estallidos que para que te cuento. Entonces que agarra y me mete las manos por las corvas, me levanta primero, sólo para tirarme en el piso... y papas. Digo, yo casi ni sentÃ* lo frÃ*o del piso, hasta mojado de miados estaba, se me trepó encima y, claro, la verga picaba donde deberÃ*a de picar. Yo reculaba, como sacándole. No por dolor, no, para nada, sino porque tenÃ*a miedo... ¡qué pendeja!, ¿no?. Digo, miedo de "perder", ya sabes, la puta virginidad. Pero, como dicen los sabios, no habÃ*a ya... marcha atrás. Empujó y nada, nada más rebotó. Como que mi telita estaba bien dura. Y bendita dureza. ¿Te digo por qué?, pos porque mi Ramiro, bien listo... y también yo creo que bien cogelón, que se baja tú... digo, a donde ya sabes, para meter su lengua y, ¡puta madre!, que mamadota me dio. Yo bien ignorante, como que me asusté cuando sentÃ* su lengua en mi pucha, pero en cuanto sentÃ* las maravillosas lamidas, le dije que le siguiera; y le siguió, la verdad fue una mamada bien cortita, porque lo que deseaba era meterla... y yo que la metiera. Y pos sÃ*, ya con la pucha bien mojada y resbalosa, pos la verga se metió no sin algunos trabajos para él y un dolorcito bien padre para mÃ*. Y empezó a cepillarme con un mete y saca fabuloso. Nombre, fueron unos orgasmote que me sacó, que del dolor ni me acordé. Y mi precioso Ramiro, bien previsor, cuando sintió que se venÃ*a, la sacó y me echo su lechita en la cara y en las chichis haciendo unas caras de goce que, carajo, parecÃ*a Cristo crucificado. Jadeamos por largos minutos besándonos con mucha ternura. Y entonces él era el del susto. "vámonos", dijo y se levantó rápido a ponerse los pantalones. Yo tirada y agarrándome los pelos, metiendo mis dedos para continuar en el orgasmo que no querÃ*a irse. Y le dije: "ni madres, ora le sigues". Pero no, no quiso, y yo creo que tuvo razón. En cuanto él habÃ*a salido, entró una chava a miar. Bueno, pos eso fue... ¿qué te parece?"[/FONT]
[FONT="]Mi cuñada, casi al final del relato de mi bendita y muy placentera desfloración, no pudo seguir aguantando la excitación, metió la mano debajo de la faldita y se empezó a masturbar. No la imité, porque de plano me dio pena, pero en cuanto regresamos a la sala, me fui al baño para recordar... y para meterme los dedos y sobarme hasta llegar a un orgasmo de miedo.[/FONT]
[FONT="]La boda se realizó tres dÃ*as después. Fue una boda convencional y nada más ante las autoridades civiles. Ninguno de los dos somos creyentes y por esto no hubo boda religiosa. En el momento de las felicitaciones, sentÃ* muy efusiva a mi cuñada, pero yo lo identifiqué tanto con la simpatÃ*a que me demostraba a cada momento, como a su real calentura, es decir, el deseo que tenÃ*a, me lo dijo un dÃ*a antes, de coger hasta morirse de placer. Después de la boda, nos fuimos a la reunión que mis padres organizaron para festejar mi casamiento. Al despedirnos a la puerta del Registro Civil, mi cuñada me dijo que no irÃ*a a la reunión porque tenÃ*a una cita muy importante en su escuela y que si no asistÃ*a hasta la podrÃ*an expulsar, y yo la disculpé. Después del convivio familiar, iniciamos el viaje de bodas. HabÃ*amos decidido que la noche de bodas la pasarÃ*amos en Huatulco, el bello balneario oaxaqueño. La calentada del viaje en avión, casi nos hace repetir la cogida en el baño, pero ahora en el del avión. Pero nos aguantamos. Bueno, mi adorado se dio sus mañas para meterme los dedos casi durante todo el vuelo.[/FONT]
[FONT="]Nos registramos en el hotel y, acompañados por un gallardo mocito, llegamos a la habitación. El muchacho nos mostró la habitación, sin siquiera mencionar el baño, como que tenÃ*a urgencia de irse. En cuanto quedamos solos, Ramiro me quitó la ropa con una lentitud exasperante. Yo querÃ*a que rápidamente me la metiera, pero el estaba decidido a que todo fuera tierno, lento, muy amoroso. Besó, lamiendo, cada centÃ*metro de piel que iba descubriendo. Mamó mis pezones y chupó en diferentes sitios mis alegres pechos. Me volteó, aún estábamos de pÃ*e, y me lamió la nuca, la espalda para rematar en mis nalgas en donde agregó mordidas tiernas que me enardecÃ*an. Me dio dos nalgadas soberbias y muy excitantes. Y de nuevo me dio la vuelta para sacarme la falda, ya no traÃ*a pantaletas, mismas que no me ponÃ*a desde el dÃ*a de la cogida en el baño. Y besó mi pancita y mis pelitos, metió la punta de la lengua a mi ombligo para regocijo de mi pucha que ya estaba estilando. Después, me sentó en la cama, donde quedé con la piernas muy abiertas; se quitó la ropa y quedó de pie con las piernas demasiado abiertas y la verga muy parada al frente. Su erección, además de bella, era verdaderamente increÃ*ble, larga, gruesa, escurriendo del ojo único. Me alisó el pelo, puso su mano en la parte de atrás de la cabeza para acercarla al monumento de verga que estaba temblando de necesidad. Yo no sabÃ*a que hacer, pero el dijo: "bésala", y pues la besé. SentÃ* raro y al mismo tiempo me puso a mil jadeos por minuto. Y empujó para que me la tragara, yo volteé a verlo como preguntando, el sólo empujó más, yo abrÃ* la boca, saqué la lengua y lo saboreé Me supo rico, muy rico. Ya encarrerada y terriblemente caliente, me la comÃ* toda, para enseguida empezar meterla y sacarla de mi boca para la enorme satisfacción de los dos. Sus dos manos estaban tras mi cabeza, por eso me sorprendÃ* de sentir algo tibio y liso en mi pucha. Casi brinqué, y casi mordÃ* la verga que estaba mamado. Vi hacia abajo sin soltar mi preciosa presa y, con enorme sorpresa, identifiqué la melena de mi cuñada entre mis muslos. Con sorpresa y todo, no estaba dispuesta a dejar de mamar, pero además sentÃ* que la lengua, porque eso era lo que percibÃ*a en mi pucha, separaba las jetas guardianas y se empezaba a retozar con mi clÃ*toris. Y ya no podÃ*a parar, tanto por el placer que con mi boca obtenÃ*a, como por el placer que sentÃ*a en mi puchita provocada por la otra lengua, pero más bien porque no sabÃ*a que hacer con la melena y la lengua intrusas, porque era claro que mi amado ni cuenta se habÃ*a dado. Voltee hacia arriba, sin soltarlo, claro, y vi los brazos estirados, el rostro sonriente y como gozando al máximo con los ojos cerrado. Pero, era evidente, aquello no podÃ*a durar. Lo que rompió el misterio, fue la eyaculadota que mi marido deposito en mi boca emitiendo gruñidos de placer; suspiraba como que se iba a morir, apretando mi cabeza contra su tallo que continuaba tallando en mi lengua que era la guÃ*a dentro de la boca. Y yo... por más que traté de resistir, estaba teniendo un orgasmo de poca madre y tuve que empujar mis nalgas para que la lengua fuera más eficaz. Todo me dio vueltas. Y solo entonces bajé una de mis manos, mirando en esa dirección, para acariciar y ver la melena que yo sabÃ*a estaba delante de la boca que tan rico me habÃ*a mamado la pucha y el clÃ*toris. Entonces comprobé ¡que era mi cuñada!, que se lamÃ*a la boca y me enviaba besos frunciendo los labios de una maravillosa manera. Casi me desmayo al comprobar que mi sospecha era una realidad; ¡allÃ* estaba mi cuñada!, hasta la enorme calentura se fue a los cielos. No sabÃ*a que hacer, que decir, si encogerme y desaparecer, o vociferar por el atrevimiento de la muchachita... tuve terror por la posible reacción de mi amado que seguÃ*a jalándose la verga como exprimiéndola.[/FONT]
[FONT="]Entonces la melena desapareció de mi vista, solo para dejar el paso al agraciado rostro, bello en realidad, de la hermana intrusa que apareció por arriba de los hombros del caballero que se estiraba la verga; ella lamiéndose los labios y la barbilla aún llena de mis jugos, sonrió viéndome directamente a los ojos y luego, con una de sus manos, me lanzó un beso. Yo querÃ*a, simplemente, desaparecer. Mi consternación llegó al pavor, cuando vi que los brazos desnudos de la chica recién aparecida, avanzaban hacia delante con la idea de abrazar al hombre que recién abrÃ*a los ojos, sonreÃ*a momentáneamente porque vio la expresión de mi cara, aterrorizada, y se sorprendió. Luego gritó por la conmoción de sentir unos brazos que lo aprisionaban y seguramente las puntas de unas chichis exquisitas en su espalda. Vi cómo tomó las manos y la expresión no solo de sorpresa, sino de verdadero pánico, como el mÃ*o, pero luego, casi en el mismo momento en que vio las manos, empezó a sonreÃ*r y se dio la vuelta, al tiempo que exclamaba lleno de alegrÃ*a: ¡Hermanita! Y entonces sÃ* que no supe si reÃ*r o llorar o patear, o correr lejos, tan lejos como mi carrera me lo permitiera, o ir a abrazar a la bella aparición o cortarle la verga a mi marido para que no tocara... ¡pero ya se estaban besando! SentÃ* una enorme debilidad, y no me desmayé porque los celos fueron inmensos. No daba crédito a lo que estaba sucediendo, no podÃ*a creer lo que pasaba, creÃ* estar viviendo una terrible pesadilla, pero también sentÃ* que mi pucha se estremecÃ*a, casi convulsionando, y mis pezones apachurrados con la sorpresa de la melena, la boca y el rostro de la Afrodita presente ya... aunque no quisiera; insisto, los pezones se irguieron de maravilla, lo que me produjo un ardor diseminado y que iba de los pezones duros, a la pucha que empezó a estilar. Y me dije: "¿que hago aquÃ* como pendeja?, nada, nada de seguir en el mismo estado, tienes que reponerte y... bueno, ir a exigir tu placer, eso me dije. Y me levanté. Los ¡hermanos!, continuaban en el beso que se antojaba interminable. Y rodee al marido. Tal vez cuando él se dio cuenta de que caminaba, pensó en que iba a reclamar, tal vez a agredir a la hermosa Desirée y suspendió el beso para mirarme mejor. Yo alcance la espalda de la muchachita linda y... la abrace teniendo cuidado de meter mis manos entre los dos cuerpos de tal manera que pudiera agarrar las chichis que ya habÃ*a visto hermosas, erguidas, puntiagudas. La sentÃ* en mis manos abrumadoramente excitantes, y besé su espalda primero, para ascender hasta su cuello separándole la melena graciosa y bella. Enseguida me comÃ* sus orejas y deseé como loca mamar sus chichis. No obstante esa reacción, no dejaba de recriminarme por estar teniendo placer con el cuerpo de ¡una mujer como yo!. Pero eran solo pensamientos fugaces, efÃ*meros, como tenidos hacÃ*a millones de años. Y le di la vuelta. Del marido ni me acordaba. El objeto único de mis deseos en ese momento era ella, solamente ella, y nada más que ella. Mi flamante marido estaba estupefacto, pasmado en verdad, hasta la verga se le escondió. "Mi amor", dijo, cuando me vio a los ojos, para besarme con un beso extraordinariamente cachondo, excitante, que me subyugó de la punta del pelo a lo más profundo de mi vagina. Y la besé casi con desesperación, excitada al máximo....¡me la querÃ*a comer!, y lo hice de inmediato. Empecé por los labios lamiéndolos, con mordidas de amor y cariño, mordÃ* su lengua para hacerla sentir lo mucho que me calentó y me calentaban sus chichis y los pelos de su pucha que ya sentÃ*a revueltos con los mÃ*os. Me comÃ* sus pezones y todas las hermosas protuberancias que lamÃ* intensa, repetida y largamente. Y seguÃ* el periplo por tan deslumbrante superficie corporal. Me detuve eternidades en su gracioso ombligo y casi lloro de placer, alegrÃ*a y gozo, cuando toqué los pelos de su coño con mis labios y luego con mi lengua. Me fui al cielo cuando ella misma separó sus jetitas para que mi lengua pudiera penetrarla; la penetró deseando entrar a su vagina y llegar hasta el fondo para sentir los pliegues de tan maravillosa gruta y tragar sus jugos. Y levantó una pierna para que la mamara mejor y lo hice a discreción, largamente, y tanto que en una de tantas vi el culo... y mi calentura semejó la del sol. No me detuve, le lamÃ* el culo lentamente, con fruición. MetÃ* la puntita de la lengua que era todo lo que podÃ*a meter, aunque deseaba penetrarla toda, metérsela toda, hasta dejar mi lengua metida adentro de tan hermoso culo. Regresé, presurosa, al clÃ*toris endurecido y casi del tamaño de uno de mis pulpejos para chuparlo, para enardecerlo, para obtener placer. Mi marido continuaba anonadado, como con pérdida de la consciencia, pero ni Desirée ni yo nos acordábamos de él. Y mi cuñada gritó de una manera tal, que hizo que toda mi emoción se desbordara, que llorara de alegrÃ*a por haberla hecho gozar, por sentir como me bañaba el rostro con sus lÃ*quidos. Sus manos, que desde el principio se habÃ*an apoderado de mis senos enhiestos, estrujaban los pezones de una manera casi brutal, pero que me causaba enorme satisfacción y placer y gozo y enardecimiento. Supuse que las piernas no la podÃ*an sostener de tanto disfrute, pero en realidad se arrodillaba para poder besar mi vientre y, con sus dientes, jalar mis pelos. Pero, tal vez electrizada de deseo, jaló de mis chichis como deseando que a mi vez me arrodillara, pero lo que realmente querÃ*a era que me tendiera sobre la alfombra para poder regodearse con toda mi anatomÃ*a. Y se subió sobre mi cuerpo. Sus senos tocaron y aplastaron los mÃ*os. Y me besó con uno de esos besos indescriptibles, tremendamente cachondos, excitantes, avasalladores y que ponen a escurrir cualquier vagina. Cuando mordÃ*a mis pezones, vi que mi marido salÃ*a de su pasmo, sonreÃ*a displicente, y también vi que se empezó a jalar la verga como si necesitara otro estÃ*mulo que el que ya recibÃ*a con la vista. Tan era asÃ*, que cuando la mano llegó al gran vástago ya estaba bien parada, temblaba, cabeceaba. Ella subió hasta mis oÃ*dos para murmurar: "amorcito, amorcito, déjame quererte, mamarte y... todo lo que tú quieras que te haga para que goces lo haré sin dudar" y lamió mis orejas lo que me hizo temblar de placer. Entonces hice consciencia de que mi marido, parado con la verga entre sus manos, nos veÃ*a con una gran sonrisa en los labios, estaba presente, y le dije: "¿Y tu hermano?". "De momento, olvÃ*dalo. No tarda en incorporarse la placer... lo conozco de sobra", me dijo suspirando y regresando con sus labios, boca y lengua a mis chichis que ya desfallecÃ*an por su ausencia. Cuando su lengua penetró mis labios verticales y empujó para meterse a mi vagina, el hermano levantó las nalgas de la hermana y le colocó la gran verga en la puerta de los dos orificios del placer. Pero mi amada dejó mi pucha y se incorporó hasta enfrentar al imprudente. "Eso no, querido. Puedes besarme o acariciarme, pero la primera metida debe ser para tu esposa", le dijo muy seria, y tanto que dio la impresión de que la excitación, la enorme calentura de apenas pasados unos instantes, se habÃ*a esfumado. Pero nada de eso, besó al hermano, le sobó la verga, lo obligó a arrodillarse delante de mÃ*, sin dejar de jalarlo de la verga lo hizo caminar hasta que se puso entre mis muslos que ella misma se encargó de separar, y dirigió la verga a mi pucha que casi lloraba - sÃ* lloraba de tan caliente - de deseo de que ese monumento de verga se metiera hasta la empuñadura; incluso, que los propios huevos pudieran llegar a penetrarme, aunque fuera solamente los labios verticales. Lo sentÃ* cálido, potente, liso y resbaloso, bueno la resbalosa era yo, digo, mi vagina. De un solo empujón lo hizo penetrar hasta que los pelos se mezclaron, se trenzaron. E inició un mete y saca maravilloso produciéndome casi de inmediato un orgasmo tremendo que me hizo gritar y gritar. Entonces mi amada cuñada me besó, acarició mis senos, presionó mis pezones con cariño, y mis nalgas fueron amasadas por sus manos deliciosas. Luego, se fue hacia atrás del hermano y le empezó a lamer las nalgas y los huevos. Y creo que hasta le metió un dedo en el culo. Lo cierto es que, después de muchÃ*simos orgasmos mÃ*os, sentÃ* su eyaculación por primera vez hasta el fondo de la vagina, lo que me produjo un nuevo espasmo de placer inmenso. Mi cuñada fue a situarse sobre mi rostro, como tratando de reanimar al hermano. Y sÃ*, lo levantó para besarlo, al tiempo que hacÃ*a avanzar sus muslos totalmente abiertos para situar sus nalgas y coño sobre mi boca para luego bajar hasta que sintió mi lengua, que salió a su encuentro en cuanto percibÃ* cual era la intención. Y la mamé como enajenada por tanto placer. Al hermano, que todavÃ*a no salÃ*a de mi vagina, se le empezó a endurecer el fierro de nuevo. Yo veÃ*a como acariciaba los pezones y todas las chichis de su hermana, sin dejar de meterla y sacarla en un vaivén realmente rÃ*tmico, maravilloso y que me hacÃ*a gozar enormidades. Y los tres gritamos nuestros orgasmos al mismo tiempo. Carlos convulsionó de placer, y Desirée cayó hacia delante, y yo sentÃ* que hasta la orina querÃ*a salir para gozar lo mismo que nosotros. Cuando reaccioné, los vi abrazados. Me unÃ* al abrazo. IncreÃ*ble, pero mi calentura no se habÃ*a terminado, creo que la de los otros era tan persistente como la mÃ*a. Lo cierto es que me pareció que era el turno de mi amada cuñada, la inesperada ninfa - ¿ninfómana? - que tanto calor y placer estaba añadiendo a mi insólita noche de bodas. Digo, me refiero al turno de la cogida con verga. Y besé a mi consorte, le metÃ* la lengua en la boca primero, porque después, recordando que imaginé que mi cuñada le habÃ*a metida la lengua en el culo, me fui hasta su trasero, le separé las nalgas, y empecé a lamerle toda la superficie para, entre los surcos, poner énfasis en su agujero lleno de pelos. Una enorme diferencia con nuestro culito que es lampiño. Y le metÃ* la lengua, él se dejaba hacer, aumentando segundo a segundo los suspiros y jadeos. Fui a su oÃ*do y le dije: "cógetela, le toca", Y sÃ*, la besó con fuerza, retorció los pezones y apretó todas las chichis, como acostumbraba conmigo y tal vez con su hermana, digo, era evidente, dadas las circunstancias y el desarrollo de las cogidas que nos dábamos, que era seguro que ya cogÃ*an Dios sabe desde cuando. Entonces yo, luego de meter varias veces mi lengua en el culo de mi amado, me fui a la pucha de mi cuñada y la lamÃ*, la chupé con ganas, con verdadero placer al tiempo que quitaba la boca del hermano de sus chichis para ser yo la que la acariciara. Sus manantiales vaginales estaban desbordados, por eso decidÃ* que era tiempo para que la gran verga se metiera a la hermosa cueva custodiada por bellos pelos. Jalé la verga para apuntarla, y grité la orden: "Métela". Mi amado, ni tardo ni perezoso, empujó hasta que la viga acerada fue tragada por el chocho hecho laguna. Recordando la experiencia de unos minutos antes, me subÃ* a la cara de mi compañera de placer y bajé las nalgas hasta que mi puchita fue alcanzada por la sabia lengua que tanto me habÃ*a deleitado ya. SÃ*, me mamó de una manera no conocida por mÃ*, me mordió el clÃ*toris de tal forma que lo llevó al orgasmo verdadero en apenas unos segundos, luego metió sus dedos en mi vagina llena de los mocos de su hermano, los sacó llenos de leche, los lamió y los volvió a meter con lo que yo sentÃ*a que el orgasmo tenido por los dientes se multiplicaba. Cuando sintió que no habÃ*a más leche, mordió de nuevo el clÃ*toris que de nuevo se acalambro en un orgasmo interminable que solo aumento en intensidad cuando los sabios dedos frotaron mi vagina precisamente en un punto que me hacia ver las estrellas, la luna y miles y miles de planetas desconocidos. Y de nueva cuenta gritamos atronadoramente los tres, bueno yo los llevaba muchÃ*sima ventaja puesto que mis gritos se iniciaron cuando los dientes aprisionaron el clÃ*toris hacÃ*a ya su buen rato. Creo que fue tanto el placer que mi amada me produjo que hasta la orina fue a llenar su boca. AsÃ* fue, porque ella grito como desesperada diciendo entre tartamudeos, "mea, mea, mea, preciosa, dame ese placer agregado". El hermano, vencido por el placer, se dejó caer hacia atrás como fulminado por el rayo del éxtasis sexual. Cuando él se retiró, yo también caÃ*, pero mi cara se anido entre los pelos de mi amada yacente y todavÃ*a estremecida por el orgasmo de fábula que habÃ*a tenido. El olor de la leche de mi amado, despertó en mi un nuevo apetito, tal vez inducido por cómo se comió esa misma leche mi cuñada. Y bueno, satisfice mi deseo. MetÃ* la lengua en la raja todavÃ*a abierta y lamÃ* y lamÃ* tragándome todo lo que sacaba. Por supuesto, a la primera lamida, las nalgas de mi cuñada se empezaron a mover acompasadamente y empujaba hacia delante como que sintiera que la lengua no la penetraba los suficiente. Cuando terminé de sacar semen, ella habÃ*a tenido cuando menos otros tres orgasmos. Y yo lo mismo, porque mientras yo mamaba, ella hacÃ*a los mismo, es decir, sin querer estábamos situadas en el clásico 69, la maravillosa posición que nada iguala. Pueden decir lo que quieran, pero lo más sublime del sexo y la cogida, es mamarse mutuamente en el 69 prodigioso, sin importar, incluso, el sexo de quienes están en el 69. SentÃ* que la consciencia y la voluntad me abandonaban. Me dormÃ*. Los otros hicieron lo mismo.[/FONT]
[FONT="]Fui la primera en despertar. Y, contra lo que era previsible, a la primera que quise despertar fue a mi cuñada. La besé tiernamente en la boca, después en los senos, luego en los pezones y, por último y ya con ella plenamente despierta, en su pucha adorada. Y ella me beso igualmente y siguiendo la misma ruta. "Quieta", le dije, porque querÃ*a que me contara... bueno, cómo era que estaba allÃ*, pero más que todo... cómo habÃ*a empezado a coger con el hermano. Cuando hice la pregunta me recriminaba violentamente por no haber hecho lo mismo con uno de mis hermanos que me gusta enormidades y que, repetidamente y desde siempre, he espiado para verlo desnudo y contemplar con arrobo su preciosa verga, un potentado de grandeza. Lo he visto como se masturba y como su leche es abundante y también como puja, gime y se convulsiona cuando el pito laza chorros de lÃ*quido. Hasta vi como se cogió a una de las jóvenes sirvientas de mi casa. Y todo sin atreverme a... bueno, me masturbe al parejo de él; triste consuelo. Pues me contó que cuando eran todavÃ*a unos niños se tocaban y lamÃ*an por todas partes, que les gustaba mucho y que buscaban la forma de esconderse para poder entregarse a su "vicio". "Nunca hemos dejado de tocarnos y besarnos, claro, en secreto. AsÃ* que crecimos sin dejar de estar cachondos. Desde que descubrimos dónde sentÃ*amos mejor, hemos obtenido inmenso placer, primero masturbándonos mutuamente con las manos, los dedos y la lengua, desde luego, y después con las maravillosas cogidas. La primera vez que me la metió, fue una mañana que no salimos de la casa porque estaba lloviendo; entonces tenÃ*amos 14 años él, y yo 13. Mi madre, ¡ay, mi santa madre!, nos dijo que nos metiéramos a la misma cama porque estaba haciendo frÃ*o, que ella estarÃ*a ocupada haciendo el aseo de la casa y la comida. Bueno, mejor ni el diablo lo hubiera podido hacer. Claro, en cuanto ella cerró la puerta, nos abalanzamos el uno sobre el otro. Ya sabes cómo besa y cómo acaricia. AsÃ* que no necesito decirte, menos describirte lo caliente que nos pusimos de inmediato. Nos tocamos con los dedos y manos. Tuvimos un primer goce, pero estábamos enardecidos, muy calientes en verdad. Ya antes habÃ*amos intentado que él la metiera, pero la tensión, el miedo, pero sobre todo por la premura con que tenÃ*amos que actuar, no lo habÃ*amos logrado, aunque yo sola sÃ* lograba meterme, a veces, hasta la yema del dedo. Bueno, pues esa mañana, tal vez porque era una situación inédita, y también porque estábamos tan calientes como volcán en erupción, le dije que lo pusiera en mi puchita y me sobara cómo él sabÃ*a hacerlo. Al instante se subió. Yo abrÃ* las piernas al máximo y él colocó su verga, ya casi tan grande como ahora, y la apuntó bien tiesa. Bueno, eso pensaba pero en realidad estaba bastante lejos del agujero. Fui yo la que, agarrándosela con fuerza, la llevé al lugar preciso, y le dije: órale cabrón, empuja. Y eso hizo. Empujó y empujo. Me dolÃ*a y nada que se metÃ*a. Esa mañana fue la primera vez que sentÃ* mis jugos. Me inundé de una forma tan enorme, que estilaba. Bueno, pues yo creo que eso, ayudada por las gotas que también empezaron a salir de la cabeza de mi verga, digo, asÃ* la considero, claro, ahora es tuya... querida.... sin celos, desde luego creo que seguiremos compartiéndola. Adelante. Bien, pues eso era lo que faltaba: lubricación. Me dolió, pero me sentÃ* feliz de tenerlo, tenerla, adentro. Inició el mete y saca, asÃ* como si nada, como si ya supiera. No encuentro explicación, pero no eyaculó, hasta que tuvimos muchos, grandes y vertiginosos orgasmos. Maravillosos... y tan diferentes, cuando menos en ese momento, a los que nos producÃ*amos con manos, boca y dedos. No sabÃ*amos que los zooides no deben depositarse dentro de la vagina, asÃ* que él eyaculó adentro. Yo aún no reglaba, asÃ* que no hubo embarazo. Una de mis amigas me abrió los ojos con eso de la leche de mi adorado hermano, y se lo dije. Y entonces, nos dimos las mañas para que yo tomara las pastillas, para esto, yo ya estaba menstruando. Pues sÃ*, debes imaginarte que desde esa mañana no hemos dejado de coger se puede decir que ni un solo dÃ*a. Y por eso es que... pues sÃ*, pensé que no podÃ*a dejar a mi hermano solito en su noche de bodas. La verdad.... no fue eso. Cuando me dijiste que se casarÃ*an y que ya estaban cogiendo, me entraron los celos, pero no fue mucho, ni mucho tiempo. ¿Sabes por qué?. Porque desde que te vi, me gustaste muchÃ*simo. Y cuando te sinceraste conmigo, creo que te empecé a querer y a... desear. Te aseguro que nunca en mi vida habÃ*a deseado a una mujer, te lo juro. Ni siquiera pensé que la cogida pudiera ser entre dos mujeres. Pero cuando me contaste con lujo de detalles las calentadas y la cogida con mi hermanito santo, pues me calenté de verdad y... quise coger contigo. Créeme, estoy aquÃ* porque sentÃ* la necesidad de cogerte... y, bueno, si podÃ*amos coger los tres, mejor, mucho mejor. Tuve miedo, lo confieso, que tú montaras en cólera tanto por los celos por el hermano, como por la indignación de que yo tratara de cogerte. Para mi fortuna y para mi placer... sucedió todo lo contrario y... la verdad, la cogida contigo fue linda, inmensa, bastante más placentera, te lo juro, que todo lo que antes habÃ*a sentido. Y no es por despreciar el placer de tener la verga de mi hermano metida hasta el fondo, para nada, nada más lejos de la verdad, pero el place contigo es incomparablemente más placentero, grandioso, sublime, indescriptible y creo que también insustituible.[/FONT]
[FONT="]Después nos contó que tuvo la idea de estar con nosotros, cuando le pedimos que fuera ella la que arreglara lo del viaje a la playa. Ella trabaja en una agencia de viajes. Reservó su viaje para una hora antes del nuestro lo que le dio tiempo para llegar al hotel y sobornar al botones para que la dejara entrar a nuestra habitación.[/FONT]
[FONT="]Carlos estaba escuchando. SonreÃ*a. Pero se notaba que estaba confuso, descontrolado y algo enojado por las últimas aseveraciones de su hermana y compañera de cogidas desde tiempo ancestral. Y lo dijo en voz alta. Desirée lo vio con aprensión. Del lado menos esperado estaba surgiendo la dificultad, lo feo. Entonces yo intervine. Le dije que no fuera bestia, que tampoco se considerara en minusvalÃ*a solo porque ella decÃ*a que gozó más con mis mamadas y caricias que con su tremenda verga. Que comprendiera que también habÃ*a tenido orgasmos maravillosos con él metido hasta las cachas. Y para rematar y acabar con el cuadro, le dije que yo compartÃ*a la misma sensación, es decir, que las caricias de ella me hicieron gozar enormidades, mucho más que sus mamadas y su metidas, pero que de ninguna manera eso querÃ*a decir que no fuera rico sentirlo adentro, cogiéndome, y aventándome los litros de leche. Que el gozo era con los dos y que, si a él lo molestaba, pues la consecuencia serÃ*a que la noche de bodas, y el viaje completo, iba ser solamente entre las dos. Para dar por finalizado el verso, lo besé primero a él, para luego con mucha ternura besarla a ella. Quiso todavÃ*a argüir que si yo no sentÃ*a coraje porque ella fuera un intrusa y además no invitada. Y yo le dije que estaba loco, que ella no necesitaba invitación, que no era ninguna intrusa, sino una participante más para darnos, a los dos, placer. Y que, además, era su hermana y ahora mi amadÃ*sima cuñada. Y puse el ultimátum: nos coges a las dos... o a ninguna. Además, debes de admitir que nos vamos a coger con y sin tu participación. AsÃ* que decide.[/FONT]
[FONT="]Y decidió coger con las dos.[/FONT]
[FONT="]De la boda ya ni me acuerdo, ya pasaron como diez años... y seguimos siento una pareja de tres.[/FONT]