Leonidas150
Virgen
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Aunque mi madrastra tiene solamente tres años más que yo, su predisposición al sexo le ha permitido adelantarse en ese campo mucho más que nuestra diferencia en años. De eso me di cuenta la primera vez que tuvimos relaciones y ahora, con su invitación a hacerlo en su lecho matrimonial, en presencia de mi padre enfermo, indicaba a las claras que su apetito no tenÃ*a lÃ*mites y que estaba dispuesta a correr todo tipo de peligros si fuera necesario para gozar.
¿Yo? Fascinado con la perspectiva que tenÃ*a delante de mÃ*, inconsciente del daño moral que me infligÃ*a y el dolor que le causaba a mi padre. Marcela es tan exquisita que cualquier duda se disipaba al pensar en la posibilidad de poseer ese cuerpo escultural, con unos glúteos que invitaban a acariciarlos y explorarlos. Estaba poseÃ*do por una pasión incontrolable, que ella se encargaba de alimentar dÃ*a a dÃ*a, consciente de que yo era un alumno dispuesto a seguirla en lo que ella quisiera.
Sus piernas, recién abiertas para mÃ*, eran una constante invitación y me era imposible resistir su llamado, al pensar en sus lÃ*neas perfectas, en que sus muslos eran un constante suplicio por todo lo que dejaban a la imaginación. Tener esas piernas abiertas entre mis costados y esos muslos dispuestos a entregarme el tesoro que guardaban al final, era un sueño que solamente esperaba realizar, sin importarme ni mi padre ni nada.
SabÃ*a que mi madrastra habÃ*a sentido la potencia de mi instrumento y que la habÃ*a hecho gozar, por lo que no tenÃ*a dudas respecto a su intención de seguir probando a su hijastro y darse los gustos que ella deseara conmigo. Sus palabras fueron elocuentes en ese sentido, cuando me dijo lo mucho que habÃ*a gozado para después invitarme a su dormitorio al dÃ*a siguiente, a hacerlo en presencia de mi padre que estaba postrado enfermo desde hacÃ*a un par de meses. Lo que no vislumbraba aún eran los lÃ*mites a los que podrÃ*a llegar de la mano de esa mujer dispuesta explorar el sexo al lÃ*mite.
Ese dÃ*a lo pasé como en nubes, sin atender a nada que no fuera el pensar en las delicias que esa hermosa mujer me harÃ*a sentir nuevamente. En la universidad asistÃ* a clases pero no supe la materia que se pasó y si hubieran hecho una prueba, de seguro me habrÃ*a sacado un cero. Todo mi ser estaba concentrado en lo que me esperaba esa noche en casa, con mi madrastra, y en los dÃ*as venideros, en que podrÃ*a gozarla a plenitud, sacándome de encima la espina que tenÃ*a clavada desde hacÃ*a tres años. Era mÃ*a finalmente y estaba dispuesta a todo en la cama. Y yo estaba más que dispuesto a satisfacerla en lo que ella me pidiera, pues tenÃ*a vitalidad como para ello. Y deseo.
Me recibió con un beso, apegándose a mi cuerpo mientras refregaba su entrepierna con la mÃ*a, rozando sus muslos contra los mÃ*os. SentÃ* su pelvis contra mi verga, que inmediatamente reaccionó a la presión y le devolvÃ* una erección que la puso feliz. Mi mano hurgó entre sus nalgas y por debajo de su vestido, buscando su calzoncito y el paquete que escondÃ*a. Lo tomé en mi mano y apreté con suavidad, arrancándole un suspiro de excitación, mientras a su vez apretaba mi verga por encima del pantalón de donde luchaba por salir.
Marcela, ¿qué pasa? ¿Por qué tanto silencio?
La voz de mi padre desde el dormitorio nos volvió a la realidad. Ella acudió de inmediato a la pieza a decirle que estábamos tomándonos una taza de café en la cocina. Mi padre no dijo nada, pero me dio la impresión que algo sospechaba.
Cuando volvÃ* a verla nos pusimos de acuerdo para las 10 de la noche. Ella me llamarÃ*a a ver una pelÃ*cula que habÃ*a arrendado, que era ligeramente subida de tono, pero no tanto como para despertar sospechas en mi padre.
Efectivamente, me llamó después de cenar y acudÃ* a su dormitorio, donde me preguntó con cara de inocente si me gustarÃ*a ver una pelÃ*cula de moda que habÃ*a arrendado. Le di que sÃ* y me instalé en la cama de ellos, pero encima. Iba vestido solamente con short y polera, ya que el clima era algo caliente esa noche. Y bien sabÃ*a lo ardiente que se pondrÃ*a más adelante.
Mi padre no tenÃ*a deseos de conversar y cuando la pelÃ*cula recién habÃ*a empezado ya estaba dormitando, tal era su estado de debilidad. Creo que antes de la media hora ya estaba profundamente dormido.
Marcela me hizo gesto de que me desprendiera de mi short y me metiera bajo la cama, encima de las dos sabanas, de manera que nuestros cuerpos, aunque juntos no rozaran al de mi padre.
Mi madrastra estaba vestida solamente con una bata y bajo esta con sostén y calzón, del que se desprendió para mostrarme su hermoso trasero, que tanto deseaba. Se acomodó como para ver la pelÃ*cula pero la parte inferior de su cuerpo, de la cintura para abajo, la dirigió hacia mÃ*, en una contorsión digna de una artista de circo. ComprendÃ* lo que pretendÃ*a y metÃ* mi instrumento en su vulva, lentamente, haciendo durar el gusto de sentir mi pedazo de carne introduciéndose en su húmedo túnel. Ella seguÃ*a mirando hacia la tele, como si nada pasara, aunque una leve sonrisa indicaba que estaba conectada con lo que hacÃ*amos.
¿Te gusta la pelÃ*cula?
Si, aunque me da algo de miedo
Entonces no la veas, apaga la tele y duérmete
No, prefiero seguir viéndola, aunque me de miedo.
Mi padre le conversó, creo que más que nada para comprobar que no hubiera nada sospechoso entre ella y yo, pero la vio tan compenetrada viendo la pelÃ*cula,, mientras yo le tenÃ*a mi verga completamente metida en la vulva mientras ella conversaba con mi padre y hacÃ*a leves contracciones con su vagina para demostrarme que estaba participando conmigo de ese increÃ*ble momento, aunque no dejaba de conversar con su marido. Conversaron un momento y él volvió a dormir. Ella le miró y cuando estuvo segura de que él estaba en brazos de Morfeo, dio vuelta la cara hacia mÃ* sonriendo, feliz por lo que estábamos haciendo. Con un mirada de comprensión se sacó mi verga y se dio vuelta, poniendo su culo hacia mÃ*, mientras se daba vuelta hacia mi padre, al que abrazó como en actitud de descanso previa a quedarse dormida. Pero su culo dirigido hacia mi verga estaba invitándome a que la penetrara, que estaba dispuesta a gozar ahÃ* mismo con su hijastro, mientras estaba abrazada a su esposo.
Su culo en dirección mÃ*a me invitaba a poner mi instrumento ahÃ*. Con mucha precaución me puse de lado y mi verga se fue a apoyar en sus nalgas, ella pasó su mano hacia atrás y la tomó dirigiéndola a la entrada de su túnel posterior. Con una sonrisa en su rostro me dijo suavemente "calladitos".
Lentamente acomodó su culo de manera de recibir mi instrumento, el que empujé lentamente, hasta que sentÃ* que la cabeza penetraba por el ojete. En el rictus de su cara comprendÃ* que le dolÃ*a, pero ninguna palabra salió de su boca, aguantando la embestida. Envalentonado, empujé con más fuerza, hasta sentir que media barra de carne mÃ*a se alojaba en el interior de mi madrastra, que aguantó sin chistar el dolor que ello le producÃ*a. Y finalmente logré alojar toda mi barra en su deseado culo, sin que quedara nada fuera. Fue entonces que empezamos lentamente a movernos: ella empujando para atrás y yo hacia delante, pero siempre en silencio. Fue un enculamiento en cámara lenta y sin palabras. En un momento sus movimientos delataron la actividad que estaba llevando a cabo y mi padre se despertó, preguntándole qué sucedÃ*a, pero ella lo tranquilizó diciéndole que la pelÃ*cula le habÃ*a asustado y por eso se habÃ*a movido algo bruscamente. Esta mujer tenÃ*a una habilidad asombrosa para discurrir sobre la marcha excusas que fueran creÃ*bles.
Fue en ese momento en que mi padre decidió ir al baño
Aprovechamos su momentánea ausencia para movernos con un poco más de libertad, pero eso fue durante muy poco tiempo, ya que el volvió pronto, extrañándole la posición que tenÃ*amos en la cama: mi madrastra acostada de costado y yo detrás suyo, apegado a su cuerpo.
¿Qué pasa con ustedes? ¿Por qué están asÃ*?
Me dio frÃ*o cuando te levantaste y, además, me dio miedo la pelÃ*cula
Yo me hice el dormido, como si estuviera ajeno a todo lo que sucedÃ*a a mi alrededor, pero con mi verga completamente metida en el culo de Marcela, mientras esta le daba explicaciones a mi padre, que pareció conforme con la explicación y se acostó nuevamente, para volver a dormirse al poco rato.
Cuando sentÃ* que venÃ*a nuestro orgasmo, me aferré a sus caderas y dejé mi instrumento alojado completamente dentro de ella, arrojando en su interior la leche que tenÃ*a guardada, a lo que Marcela respondió con una descarga similar, que le escurrÃ*a por las piernas.
Todo sucedió calmadamente, silenciosamente.
De la pelÃ*cula no habÃ*amos visto ni el tÃ*tulo y mi padre dormÃ*a plácidamente, sin enterarse de las cosas que su esposa hacÃ*a con su hijo en la misma cama, a su lado.
Vayamos a mi pieza ahora
Le propuse al oÃ*do, a lo que ella respondió afirmativamente, pero que le diera un par de minutos.
Me estaba bajando de la cama cuando ella me tomó de la mano y me pidió que me pusiera de rodillas. ObedecÃ*, pues sabÃ*a que esa mujer siempre tenÃ*a sorpresas agradables que no debÃ*a desperdiciar. Una vez de rodillas al lado de la cama, ella, sin moverse de donde estaba, se puso de costado y se apoderó de mi verga, que empezó a succionar con deleite, mientras una de sus manos se apoderaba de mis bolas, a las que le aplicó un suave masaje. Era increÃ*ble estar ahÃ*, sentado a la orilla de la cama paterna, mientras él dormÃ*a y su esposa se tragaba mi verga, sacándole la leche que le tenÃ*a guardada. No pude resistirme y llevé una mano hasta su vagina, donde introduje un dedo y empecé a masturbarla. El efecto fue inmediato, pues sus chupadas a mi instrumento se intensificaron y unos movimientos quedos de su cuerpo me indicaron que estaba teniendo otro orgasmo, mientras mi instrumento soltaba su contenido en su boca voraz, que intentó tragar la mayor cantidad.
- Ahora sÃ*
Me dijo sonriendo y me dejó partir, pero antes me pidió que pusiera mi cámara fotográfica en el velador, en automático, para que hiciéramos algunas tomas mientras estuviéramos haciéndolo.
Ya en mi dormitorio, preparé la cámara de manera que quedara apuntando desde la cómoda al pie de mi cama, con lo que abarcaba todo el panorama de nuestros cuerpos cuando estuviéramos trenzados en el juego del amor. Esperé a que ella llegara, cosa que sucedió en poco rato. VenÃ*a desnuda pero cubierta en una bata, de la que se desprendió apenas traspuso la puerta de mi dormitorio. Subió a la cama y se subió encima mÃ*o, cubriéndome de besos mientras su cuerpo se refregaba con el mÃ*o.
Qué rico que estuvo, cariñito
¿Te gustó?
Eres exquisito
Y tú eres muy caliente, vidita
Los dos, amor
Si, los dos
¿Pusiste la cámara?
Está ahÃ*, en automático
Va a ser rico verme después con tu cosita metida en mÃ*.
Su mano bajó a comprobar el estado de mi verga y viendo que estaba en condiciones de tener otro combate, se sentó encima mÃ*o y la condujo a la entrada de su vulva, donde la dejó para después dejar caer su cuerpo y tragarse toda la barra de carne. Sus movimientos eran tan violentos que me costaba seguirle el ritmo, pero ella estaba completamente excitada y se movÃ*a salvajemente metiendo y sacando mi pedazo de carne de su interior. Yo me asÃ* a sus senos y empecé a amasarlos y besarlos, mientras observaba su hermoso cuerpo subir y bajar delante de mÃ*.
Ricoooooo, siiiiiiiiiiiiii
Toma, tomaaaaaaa
Me gusta sentirlo dentro. Asiiiiiiii
¿Sientes como te entra y te sale?
Siiiiii, mijitoooooooo
Dio vuelta su cabeza en el momento en que estaba a punto de acabar, justo para sentir el click de la cámara.
Y muy luego ya estaba cediendo el paso a un nuevo orgasmo, esta vez bastante más bullicioso que los dos anteriores en su pieza, pues habÃ*a tenido la precaución de cerrar bien la puerta de su dormitorio para que no llegaran los ruidos de nuestro lance.
Quiero mamarte para la cámara
Haz lo que quieras, Marcela
Se apoderó de mi barra, la llevó a su boca y mientras se la introducÃ*a entre sus carnosos labios rojos, levantó la vista y quedó esperando el nuevo click de la cámara, que la captó en todo el esplendor de sus verdes ojazos mirándome, mientras mi verga empezaba a entrar en sus ardientes labios.
Ahora, enculame, pero en forma.
Encantado, cariñito
Se puso en cuatro pies sobre la cama y yo le enterré, sin miramientos, toda mi herramienta, que no tuvo mayores dificultades esta vez pues el camino ya estaba pavimentado, por asÃ* decirlo.
Nos entregamos a una faena de mete y saca, en que sus quejidos y los mÃ*os se confundÃ*an, mientras mis manos se apoderaban de sus senos y ella movÃ*a su cuerpo con desesperación, procurando un nuevo orgasmo, pero disfrutándolo a plenitud, incluso antes de que le llegara.
Varios clicks testimoniaron el frenesÃ* que nos envolvÃ*a.
Y finalmente nos rendimos a las delicias de ese amor incestuoso, uniendo nuestros sudores y nuestras leches en un abrazo mientras intentábamos reponernos de tanta agitación.
Esa noche fue una noche de locura, donde Marcela me demostró lo mucho que le agradaba el sexo y lo afortunado que yo era de estar a mano para satisfacerla, pues con ella podrÃ*a descubrir senderos inimaginables por mÃ* hasta ahora.
Fue asÃ* como concebimos la idea de hacer hombre a su joven hijo de quince años, cuyo cumpleaños serÃ*a en una semana más, aunque yo, por mi parte, tenÃ*a otros planes para mi bella amante, en los que tendrÃ*a un papel principal mi amigo Salvador.
Y fue Salvador el beneficiado en primer lugar, pues vino a verme ese fin de semana, dándonos la oportunidad de romper nuevas barreras en el camino de perdición en que Marcela me estaba introduciendo, camino en el cual yo estaba dispuesto a llegar donde ella quisiera, enceguecido por su hermoso cuerpo que me tenÃ*a completamente enloquecido de deseo.
¿Yo? Fascinado con la perspectiva que tenÃ*a delante de mÃ*, inconsciente del daño moral que me infligÃ*a y el dolor que le causaba a mi padre. Marcela es tan exquisita que cualquier duda se disipaba al pensar en la posibilidad de poseer ese cuerpo escultural, con unos glúteos que invitaban a acariciarlos y explorarlos. Estaba poseÃ*do por una pasión incontrolable, que ella se encargaba de alimentar dÃ*a a dÃ*a, consciente de que yo era un alumno dispuesto a seguirla en lo que ella quisiera.
Sus piernas, recién abiertas para mÃ*, eran una constante invitación y me era imposible resistir su llamado, al pensar en sus lÃ*neas perfectas, en que sus muslos eran un constante suplicio por todo lo que dejaban a la imaginación. Tener esas piernas abiertas entre mis costados y esos muslos dispuestos a entregarme el tesoro que guardaban al final, era un sueño que solamente esperaba realizar, sin importarme ni mi padre ni nada.
SabÃ*a que mi madrastra habÃ*a sentido la potencia de mi instrumento y que la habÃ*a hecho gozar, por lo que no tenÃ*a dudas respecto a su intención de seguir probando a su hijastro y darse los gustos que ella deseara conmigo. Sus palabras fueron elocuentes en ese sentido, cuando me dijo lo mucho que habÃ*a gozado para después invitarme a su dormitorio al dÃ*a siguiente, a hacerlo en presencia de mi padre que estaba postrado enfermo desde hacÃ*a un par de meses. Lo que no vislumbraba aún eran los lÃ*mites a los que podrÃ*a llegar de la mano de esa mujer dispuesta explorar el sexo al lÃ*mite.
Ese dÃ*a lo pasé como en nubes, sin atender a nada que no fuera el pensar en las delicias que esa hermosa mujer me harÃ*a sentir nuevamente. En la universidad asistÃ* a clases pero no supe la materia que se pasó y si hubieran hecho una prueba, de seguro me habrÃ*a sacado un cero. Todo mi ser estaba concentrado en lo que me esperaba esa noche en casa, con mi madrastra, y en los dÃ*as venideros, en que podrÃ*a gozarla a plenitud, sacándome de encima la espina que tenÃ*a clavada desde hacÃ*a tres años. Era mÃ*a finalmente y estaba dispuesta a todo en la cama. Y yo estaba más que dispuesto a satisfacerla en lo que ella me pidiera, pues tenÃ*a vitalidad como para ello. Y deseo.
Me recibió con un beso, apegándose a mi cuerpo mientras refregaba su entrepierna con la mÃ*a, rozando sus muslos contra los mÃ*os. SentÃ* su pelvis contra mi verga, que inmediatamente reaccionó a la presión y le devolvÃ* una erección que la puso feliz. Mi mano hurgó entre sus nalgas y por debajo de su vestido, buscando su calzoncito y el paquete que escondÃ*a. Lo tomé en mi mano y apreté con suavidad, arrancándole un suspiro de excitación, mientras a su vez apretaba mi verga por encima del pantalón de donde luchaba por salir.
Marcela, ¿qué pasa? ¿Por qué tanto silencio?
La voz de mi padre desde el dormitorio nos volvió a la realidad. Ella acudió de inmediato a la pieza a decirle que estábamos tomándonos una taza de café en la cocina. Mi padre no dijo nada, pero me dio la impresión que algo sospechaba.
Cuando volvÃ* a verla nos pusimos de acuerdo para las 10 de la noche. Ella me llamarÃ*a a ver una pelÃ*cula que habÃ*a arrendado, que era ligeramente subida de tono, pero no tanto como para despertar sospechas en mi padre.
Efectivamente, me llamó después de cenar y acudÃ* a su dormitorio, donde me preguntó con cara de inocente si me gustarÃ*a ver una pelÃ*cula de moda que habÃ*a arrendado. Le di que sÃ* y me instalé en la cama de ellos, pero encima. Iba vestido solamente con short y polera, ya que el clima era algo caliente esa noche. Y bien sabÃ*a lo ardiente que se pondrÃ*a más adelante.
Mi padre no tenÃ*a deseos de conversar y cuando la pelÃ*cula recién habÃ*a empezado ya estaba dormitando, tal era su estado de debilidad. Creo que antes de la media hora ya estaba profundamente dormido.
Marcela me hizo gesto de que me desprendiera de mi short y me metiera bajo la cama, encima de las dos sabanas, de manera que nuestros cuerpos, aunque juntos no rozaran al de mi padre.
Mi madrastra estaba vestida solamente con una bata y bajo esta con sostén y calzón, del que se desprendió para mostrarme su hermoso trasero, que tanto deseaba. Se acomodó como para ver la pelÃ*cula pero la parte inferior de su cuerpo, de la cintura para abajo, la dirigió hacia mÃ*, en una contorsión digna de una artista de circo. ComprendÃ* lo que pretendÃ*a y metÃ* mi instrumento en su vulva, lentamente, haciendo durar el gusto de sentir mi pedazo de carne introduciéndose en su húmedo túnel. Ella seguÃ*a mirando hacia la tele, como si nada pasara, aunque una leve sonrisa indicaba que estaba conectada con lo que hacÃ*amos.
¿Te gusta la pelÃ*cula?
Si, aunque me da algo de miedo
Entonces no la veas, apaga la tele y duérmete
No, prefiero seguir viéndola, aunque me de miedo.
Mi padre le conversó, creo que más que nada para comprobar que no hubiera nada sospechoso entre ella y yo, pero la vio tan compenetrada viendo la pelÃ*cula,, mientras yo le tenÃ*a mi verga completamente metida en la vulva mientras ella conversaba con mi padre y hacÃ*a leves contracciones con su vagina para demostrarme que estaba participando conmigo de ese increÃ*ble momento, aunque no dejaba de conversar con su marido. Conversaron un momento y él volvió a dormir. Ella le miró y cuando estuvo segura de que él estaba en brazos de Morfeo, dio vuelta la cara hacia mÃ* sonriendo, feliz por lo que estábamos haciendo. Con un mirada de comprensión se sacó mi verga y se dio vuelta, poniendo su culo hacia mÃ*, mientras se daba vuelta hacia mi padre, al que abrazó como en actitud de descanso previa a quedarse dormida. Pero su culo dirigido hacia mi verga estaba invitándome a que la penetrara, que estaba dispuesta a gozar ahÃ* mismo con su hijastro, mientras estaba abrazada a su esposo.
Su culo en dirección mÃ*a me invitaba a poner mi instrumento ahÃ*. Con mucha precaución me puse de lado y mi verga se fue a apoyar en sus nalgas, ella pasó su mano hacia atrás y la tomó dirigiéndola a la entrada de su túnel posterior. Con una sonrisa en su rostro me dijo suavemente "calladitos".
Lentamente acomodó su culo de manera de recibir mi instrumento, el que empujé lentamente, hasta que sentÃ* que la cabeza penetraba por el ojete. En el rictus de su cara comprendÃ* que le dolÃ*a, pero ninguna palabra salió de su boca, aguantando la embestida. Envalentonado, empujé con más fuerza, hasta sentir que media barra de carne mÃ*a se alojaba en el interior de mi madrastra, que aguantó sin chistar el dolor que ello le producÃ*a. Y finalmente logré alojar toda mi barra en su deseado culo, sin que quedara nada fuera. Fue entonces que empezamos lentamente a movernos: ella empujando para atrás y yo hacia delante, pero siempre en silencio. Fue un enculamiento en cámara lenta y sin palabras. En un momento sus movimientos delataron la actividad que estaba llevando a cabo y mi padre se despertó, preguntándole qué sucedÃ*a, pero ella lo tranquilizó diciéndole que la pelÃ*cula le habÃ*a asustado y por eso se habÃ*a movido algo bruscamente. Esta mujer tenÃ*a una habilidad asombrosa para discurrir sobre la marcha excusas que fueran creÃ*bles.
Fue en ese momento en que mi padre decidió ir al baño
Aprovechamos su momentánea ausencia para movernos con un poco más de libertad, pero eso fue durante muy poco tiempo, ya que el volvió pronto, extrañándole la posición que tenÃ*amos en la cama: mi madrastra acostada de costado y yo detrás suyo, apegado a su cuerpo.
¿Qué pasa con ustedes? ¿Por qué están asÃ*?
Me dio frÃ*o cuando te levantaste y, además, me dio miedo la pelÃ*cula
Yo me hice el dormido, como si estuviera ajeno a todo lo que sucedÃ*a a mi alrededor, pero con mi verga completamente metida en el culo de Marcela, mientras esta le daba explicaciones a mi padre, que pareció conforme con la explicación y se acostó nuevamente, para volver a dormirse al poco rato.
Cuando sentÃ* que venÃ*a nuestro orgasmo, me aferré a sus caderas y dejé mi instrumento alojado completamente dentro de ella, arrojando en su interior la leche que tenÃ*a guardada, a lo que Marcela respondió con una descarga similar, que le escurrÃ*a por las piernas.
Todo sucedió calmadamente, silenciosamente.
De la pelÃ*cula no habÃ*amos visto ni el tÃ*tulo y mi padre dormÃ*a plácidamente, sin enterarse de las cosas que su esposa hacÃ*a con su hijo en la misma cama, a su lado.
Vayamos a mi pieza ahora
Le propuse al oÃ*do, a lo que ella respondió afirmativamente, pero que le diera un par de minutos.
Me estaba bajando de la cama cuando ella me tomó de la mano y me pidió que me pusiera de rodillas. ObedecÃ*, pues sabÃ*a que esa mujer siempre tenÃ*a sorpresas agradables que no debÃ*a desperdiciar. Una vez de rodillas al lado de la cama, ella, sin moverse de donde estaba, se puso de costado y se apoderó de mi verga, que empezó a succionar con deleite, mientras una de sus manos se apoderaba de mis bolas, a las que le aplicó un suave masaje. Era increÃ*ble estar ahÃ*, sentado a la orilla de la cama paterna, mientras él dormÃ*a y su esposa se tragaba mi verga, sacándole la leche que le tenÃ*a guardada. No pude resistirme y llevé una mano hasta su vagina, donde introduje un dedo y empecé a masturbarla. El efecto fue inmediato, pues sus chupadas a mi instrumento se intensificaron y unos movimientos quedos de su cuerpo me indicaron que estaba teniendo otro orgasmo, mientras mi instrumento soltaba su contenido en su boca voraz, que intentó tragar la mayor cantidad.
- Ahora sÃ*
Me dijo sonriendo y me dejó partir, pero antes me pidió que pusiera mi cámara fotográfica en el velador, en automático, para que hiciéramos algunas tomas mientras estuviéramos haciéndolo.
Ya en mi dormitorio, preparé la cámara de manera que quedara apuntando desde la cómoda al pie de mi cama, con lo que abarcaba todo el panorama de nuestros cuerpos cuando estuviéramos trenzados en el juego del amor. Esperé a que ella llegara, cosa que sucedió en poco rato. VenÃ*a desnuda pero cubierta en una bata, de la que se desprendió apenas traspuso la puerta de mi dormitorio. Subió a la cama y se subió encima mÃ*o, cubriéndome de besos mientras su cuerpo se refregaba con el mÃ*o.
Qué rico que estuvo, cariñito
¿Te gustó?
Eres exquisito
Y tú eres muy caliente, vidita
Los dos, amor
Si, los dos
¿Pusiste la cámara?
Está ahÃ*, en automático
Va a ser rico verme después con tu cosita metida en mÃ*.
Su mano bajó a comprobar el estado de mi verga y viendo que estaba en condiciones de tener otro combate, se sentó encima mÃ*o y la condujo a la entrada de su vulva, donde la dejó para después dejar caer su cuerpo y tragarse toda la barra de carne. Sus movimientos eran tan violentos que me costaba seguirle el ritmo, pero ella estaba completamente excitada y se movÃ*a salvajemente metiendo y sacando mi pedazo de carne de su interior. Yo me asÃ* a sus senos y empecé a amasarlos y besarlos, mientras observaba su hermoso cuerpo subir y bajar delante de mÃ*.
Ricoooooo, siiiiiiiiiiiiii
Toma, tomaaaaaaa
Me gusta sentirlo dentro. Asiiiiiiii
¿Sientes como te entra y te sale?
Siiiiii, mijitoooooooo
Dio vuelta su cabeza en el momento en que estaba a punto de acabar, justo para sentir el click de la cámara.
Y muy luego ya estaba cediendo el paso a un nuevo orgasmo, esta vez bastante más bullicioso que los dos anteriores en su pieza, pues habÃ*a tenido la precaución de cerrar bien la puerta de su dormitorio para que no llegaran los ruidos de nuestro lance.
Quiero mamarte para la cámara
Haz lo que quieras, Marcela
Se apoderó de mi barra, la llevó a su boca y mientras se la introducÃ*a entre sus carnosos labios rojos, levantó la vista y quedó esperando el nuevo click de la cámara, que la captó en todo el esplendor de sus verdes ojazos mirándome, mientras mi verga empezaba a entrar en sus ardientes labios.
Ahora, enculame, pero en forma.
Encantado, cariñito
Se puso en cuatro pies sobre la cama y yo le enterré, sin miramientos, toda mi herramienta, que no tuvo mayores dificultades esta vez pues el camino ya estaba pavimentado, por asÃ* decirlo.
Nos entregamos a una faena de mete y saca, en que sus quejidos y los mÃ*os se confundÃ*an, mientras mis manos se apoderaban de sus senos y ella movÃ*a su cuerpo con desesperación, procurando un nuevo orgasmo, pero disfrutándolo a plenitud, incluso antes de que le llegara.
Varios clicks testimoniaron el frenesÃ* que nos envolvÃ*a.
Y finalmente nos rendimos a las delicias de ese amor incestuoso, uniendo nuestros sudores y nuestras leches en un abrazo mientras intentábamos reponernos de tanta agitación.
Esa noche fue una noche de locura, donde Marcela me demostró lo mucho que le agradaba el sexo y lo afortunado que yo era de estar a mano para satisfacerla, pues con ella podrÃ*a descubrir senderos inimaginables por mÃ* hasta ahora.
Fue asÃ* como concebimos la idea de hacer hombre a su joven hijo de quince años, cuyo cumpleaños serÃ*a en una semana más, aunque yo, por mi parte, tenÃ*a otros planes para mi bella amante, en los que tendrÃ*a un papel principal mi amigo Salvador.
Y fue Salvador el beneficiado en primer lugar, pues vino a verme ese fin de semana, dándonos la oportunidad de romper nuevas barreras en el camino de perdición en que Marcela me estaba introduciendo, camino en el cual yo estaba dispuesto a llegar donde ella quisiera, enceguecido por su hermoso cuerpo que me tenÃ*a completamente enloquecido de deseo.