Un Típico Día De Verano En La Playa - Capítulos 001 al 003

heranlu

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Un Típico Día De Verano En La Playa - Capítulos 001 al 003

Un Típico Día De Verano En La Playa - Capítulo 001



Había llegado julio, por fin el curso universitario quedaba atrás y me disponía a pasar un verano de no pegar ni golpe y disfrutar del descanso. Bueno, del descanso y de poco más, porque mis amigos poco a poco habían ido desfilando hacia sus lugares de veraneo y yo allí seguí todavía, en nuestra ciudad, a la espera de que a mi padre le dieran las vacaciones y pudiéramos irnos por fin. No es que me esperara un verano de fábula pero al menos en el pueblo, con mi cuadrilla de allí, lo pasaría bien y seguro que algún amorcito de verano caía y con suerte hasta algún polvete en alguna noche de verbena. De momento, en cualquier caso y como decía, aprovechando que vivimos en una provincia costera, podía ir a la playa y así los días iban pasando algo más entretenidos. Cuando el último de mis amigos se marchó de vacaciones sin embargo la cosa se puso un poco más aburrida porque ir a la playa solo era un tostón. Lo curioso es que entonces incluso me empezó a parecer buena idea ir con mi madre o y con mi tía Diana, sobre todo si venía mi primo Pedro, que aunque es algo mayor que yo, estaba en la misma situación, ya sin sus amigos en nuestra ciudad, y por lo menos charlábamos y hablábamos de nuestras cosas o jugábamos a palas sobre la arena mientras nuestras madres se tostaban al sol. Los fines de semana también venía a la playa mi tío Aurelio, pero no así mi padre, al que la playa no le ha gustado nunca y prefería quedarse en casa viendo la tele descansado.

Una de aquellas mañanas de fin de semana de verano, después de haber quedado para ello con anterioridad, nos fuimos por tanto a pasar el día a la playa mi madre y yo mismo junto con mi tía Diana, su hijo, mi primo Pedro y su marido, mi tío Aurelio, como ya he comentado. Fuimos nosotros cinco porque, como también he comentado, a mi padre no le agradaban los planes de playa mientras que a nosotros el sol y el mar nos encantan. Por su parte el hijo menor de Diana y Aurelio, mi primo Ismael, se lo habían llevado días atrás sus abuelos al pueblo.

Para ir hasta la playa acordamos que mi primo Pedro, que ya llevaba más de un año trabajando y tenía carnet y coche propio, nos llevaría en su coche ya que aunque fuéramos un poco apretados al ser cinco, esto evitaría tener que llevar dos coches. Así establecido el plan, mi madre y yo nos fuimos paseando después de desayunar hasta la casa de mis tíos, les llamamos y como ellos aún no estaban preparados subimos hasta que terminaran de prepararse. Mi tía ya había preparado los típicos bocadillos y demás pero aún no se había puesto el bikini. Es de destacar que tanto mi madre como mi tía ese día estrenaban bikini ya que nuestra insistencia, sobre todo de Pedro y mía había logrado convencerlas para que vistieran bikini en la playa en lugar de bañador.

Tanto Pedro como yo habíamos ido ya aquel verano varias veces a la playa con nuestras madres, sobre todos días de entresemana a las tardes; días en los que no nos acompañaba mi tío Aurelio pues estaba trabajando. Nosotros siempre les decíamos que deberían llevar bikinis, como hacían tantas mujeres de su edad, en lugar de los bañadores que solían lucir. Ellas aducían que les daba vergüenza mostrarse tan desnudas porque, según decían ellas, sus cuerpos ya no estaban como para lucirlos. Nosotros, sin embargo, les echábamos piropos y les decíamos que tenían unos cuerpos mucho más atractivos que muchas de las que se mostraban con minúsculos bikinis por la playa o incluso en top-less. Lo cierto es que tanto mi madre como mi tía Diana son dos maduritas de muy buen ver, al menos para mi gusto.

Quizá procede aquí describirlas someramente para que al menos os hagáis una idea de cómo son este par de mujeres. Mi madre tiene 55 años y es una madurita realmente atractiva, rellenita pero con un buen cuerpo; vamos, lo que solemos denominar una mujer maciza. Tiene unas tetas redondas y de tamaño regular, no demasiado grandes de hecho, pero tampoco se las puede definir como pequeñas. Son unas tetas normales en cuanto a su tamaño, si es que esto puede significar algo, aunque ya algo caídas; sus piernas son muy bonitas y sus muslos rellenos y bien torneados. Lo mejor de su cuerpo es, sin embargo, su extraordinario culazo. Este es redondo, grande y salido y resulta tremendamente atractivo. Por su parte mi tía Diana tiene 61 años y a pesar de esa edad es una hembra de lo más apetecible. Su aspecto es más juvenil que lo que indica su edad, lleva el pelo rubio teñido y es más bien rellena, de hecho algo más que mi madre. Tiene un culo gordo y abundante y lo que más destaca de ella son sus espectaculares tetas. De mi tía sí que se puede decir sin temor a equivocarse o a exagerar que tiene unas buenas y grandes tetazas. Debe usar al menos una talla 140 de sujetador. Para tener 61 años se puede decir que está francamente buena y resulta muy atractiva, especialmente para los que gustamos de las maduritas entradas en carnes. Tanto mi madre como ella entran de lleno en la definición de hembras jamonas o macizas.

Ambas, como he comentado antes, suelen ir a la playa con bañador y de hecho yo en toda mi vida habían visto a mi madre con bikini. Pero nuestra insistencia, de mi primo y mía, en días anteriores habían hecho que aquel día fuera a ser un día especial pues por primera vez mi madre al menos se iba a poner bikini. Mi tía creo que había usado bikini años atrás pero desde luego yo ni siquiera recordaba haberla visto nunca con esa prenda en la playa.

Como mi madre y yo les metíamos prisa para que acabaran de prepararse, mi tía se empezó a poner el bikini en su habitación mientras mi madre y yo estábamos hablando con ella desde el quicio de la puerta. Mi tía no se cortó y se desnudó allí delante de nosotros para ponerse el bikini si bien es verdad que se dio la vuelta de modo que sólo pudimos verle el culo, cosa que para mí ya fue más que suficiente y me provocó una erección de caballo perfectamente evidente pues yo sólo llevaba puesto un bañador y una camiseta. Debo quizá confesar aquí que mi tía ya había sido en más de una y de un cierto de veces probablemente, objeto de mis fantasías y pajas juveniles. No es que sea un monumento de mujer, pero con esas tetazas desde luego es una hembra que gusta a los hombres en términos sexuales y yo no era una excepción. Así que haber contemplado aquella escena de mi tía poniéndose el bikini y con el culo al aire a buen seguro iba a ser materia para servir de contexto a mi próxima docena y media de pajas por lo menos.

En el momento en que se subía la braguita del escueto bikini apareció por allí Pedro, que ya se había puesto su bañador, y dijo con humor:

-Joder, mamá. Si vas a ponerte el bikini en público avisa y venimos todos a verte el culo.

Todos reímos con ganas y entonces mi tía, asumiendo que el acto de ponerse el bikini se estaba convirtiendo en un acontecimiento público, para ponerse la parte de arriba se dio la vuelta sin ningún reparo y nos dejó ver sus tremendas tetas completamente desparramadas por su pecho, llegándole de hecho al ombligo y con los pezones apuntando al suelo.

Aún siendo aquella escena extraordinaria, debo aclarar también que mi tía, al igual que mi madre de hecho, es una mujer muy campechana, muy echada para delante y que no se corta demasiado si hay alguna broma o situación picante en la que participar. No es que sea una desvergonzada, todo lo contrario de hecho, y nunca se le ha conocido un desliz ni una conducta reprochable, pero vamos, que si hay que levantarse en un momento dado la falda para enseñar un poco de muslo ante un piropo atrevido o contestar con desparpajo a un comentario picante, mi tía no es de las que se arredran. Y mi madre tampoco, por cierto. Así las cosas, aquella exhibición de tetas de mi tía, desde luego no sería algo cotidiano, pero tampoco era como para echarse las manos a la cabeza al producirse en su casa, en principio al abrigo de los ojos de los demás, ya que cuando mi tía había empezado a ponerse en bikini, en el quicio de la puerta de su habitación estaba mi madre y, aunque yo estaba a su lado, quizá ella ni siquiera se percató de mi presencia y no pensaría que yo iba a asomar la nariz por allí. Y seguramente mucho menos su hijo. Pero de todas formas, aunque me hubiera visto, dado el talante de mi tía, tampoco se hubiera cortado por eso.

-Bueno, pues si os parece interesante ver medio desnuda a una vieja como yo ahora os enseño las tetas, aunque ya no son las que tenía a los 20 años y no las tengo como para ir presumiendo de ellas ¿eh?- dijo mi tía aludiendo con humor a lo caídas de las mismas y haciendo gala de ese talante desenfadado y atrevido que vengo comentado.

-Joder que no –me atreví a apuntar yo-. Ya lo creo que puedes presumir, tía. ¡Menudas tetas. Son de campeonato!

Mi madre y mi tía soltaron una carcajada ante mi exclamación y mi madre dijo:

-Estos con tal de verle las tetas a una tía...

-De eso nada, -terció mi primo Pedro-. A nosotros no creas que nos gusta cualquier par de tetas; sólo tetas de primera calidad.

-¿Y las de tu madre son de primera calidad? –le preguntó divertida mi madre y con un tono de picardía en la voz.

-Ya lo creo, y las tuyas seguro que también. – Le contestó él con mucho atrevimiento, desde luego, y buen humor.

Aquellas tardes que llevábamos pasando juntos los cuatro en la playa, había generado una cierta complicidad y buen rollo entre nosotros y se habían hecho incluso frecuentes entre nosotros las bromas y comentarios a veces un poco picantes. Incluso ellas mismas en alguna ocasión habían sido las que nos habían instado a que nos fijáramos en alguna u otra mujer en la playa que mostraba las tetas o que tenía buen cuerpo.

-¿Qué, estáis convenciéndolas para que anden en top-less por la playa? – intervino mi tío con buen talante incorporándose a la conversación mientras mi tía ya se ponía la parte de arriba del bikini ocultando sus tremendas tetazas-. Pues lo vais a tener difícil con estas; son unas estrechas. Pero bueno; mientras haya otras que las enseñan...

-Oye, oye... –le recriminó mi madre riendo.

-Nada de oye –respondió él con humor-. Si se las habéis visto ahora un poco a Diana al ponerse el bikini ya os podéis dar por satisfechos, que poca exhibición más de pechuga va a haber, ja, ja, ja…

-Hay que ver –decía divertida su mujer.

Sirva esta conversación e intervención de mi tío Aurelio para dar una idea también de su carácter desenfadado y abierto, hasta cierto punto, en términos sexuales en lo que tenía que ve con mujer y demás.

-Y vosotros chicos hacedme caso; si queremos ver hoy tetas en la playa más vale que nos fijemos en otras que las lleven al aire que estas dos...

-Pues yo, casi sin querer pero bien que se las he enseñado aquí a todo el mundo –le replicó su mujer también con humor.

-Y bien que han gustado. –Apostilló mi madre.

-Ya veremos si se las enseñas en la playa a alguien más –le contestó mi tío haciéndose el escéptico. Y añadió dirigiéndose a mi madre-: Y tú Carmela, ni aquí que estamos en familia ni en la playa, y si no al tiempo.

-Hombre; no me voy a quitar aquí la ropa así porque sí; tu mujer porque se estaba cambiando...

-Por lo que sea; la cosa es que si hoy vemos tetas no serán las vuestras – le cortó mi tío con humor-. Y es una pena porque seguro que tú también las tienes bien buenas.

Y entonces mi tío, sin cortarse para nada y allí delante de todos, le puso una mano sobre una teta a mi madre y se la apretó un poco siguiendo la broma que todos habíamos iniciado. Mi madre no se molestó en absoluto por el atrevimiento de mi tío y de hecho le dejó hacer a la vez que le decía:

-Pues más tetas igual si veis en la playa, pero seguro que no las vas a tocar tan fácilmente como las mías.

-Ya veremos –dijo él con desafío y siguiendo la broma.

A mí esto último sí que me sorprendió un tanto porque no pensaba que mi madre se fuera a dejar tocar las tetas así como así por mi tío. También es verdad que no tuvo opción de evitarlo dado el atrevimiento de él y que tampoco es el talante de mi madre como para montar una escena por aquello. De hecho, y esto de siempre, mi tío hace bromas de tipo sexual con cierta frecuencia y no es raro que le dé una palmada en el culo a mi tía en público o incluso a otras mujeres de la familia, incluida mi madre, por supuesto.

En resumidas cuenta, este era el ambiente que se había generado, tan desenfadado, divertido y también evidentemente atrevido, y así seguimos bromeando mientras ya mi tía daba por concluidos los preparativos.

Instantes después salíamos de casa para dirigirnos en coche a la playa. Al montar en el coche de Pedro éste, por supuesto, ocupó la plaza del piloto, su padre se sentó a su lado y atrás nos sentamos mi madre, mi tía y yo ocupando el lugar central y llevando a la izquierda a mi madre y a la derecha a mi tía.

-Cuidado con estas cachondas... –me dijo mi tío al iniciar la marcha-. Que igual te meten mano ahí atrás.

Al sentarse en el coche los ligeros vestidos de verano que llevaban las dos mujeres se habían recogido tanto que una buena porción de sus gordos muslazos quedaba a la vista por encima de las rodillas.

-Igual les meto yo mano a ellas, que ganas me están dando viendo toda esta carne tan apetitosa –les respondí yo a mi tío a la vez que, casi sorprendiéndome a mí mismo, me atreví a poner mis manos sobre los muslos de las dos mujeres sin que ninguna de ellas mostrara el más mínimo gesto de contrariedad por mi acción.

-Toca hijo, toca –fue sin embargo la sorprendente reacción de mi madre-. Que vea tu tío que no sólo son apetitosos los muslos de las chavalas jóvenes que le gustan a él.

-Mira, mira cómo le gusta tocarnos el muslamen –terció mi tía provocando mi sonrojo ya que estaba aludiendo y señalando la tremenda erección que se apreciaba perfectamente bajo mi bañador. Y no sólo se conformó con aludir a ella; enseguida puso una de sus manos sin cortarse ni un pelo sobre mi paquete dándome un frote que casi me hace correr.

- Oye –intervino mi primo Pedro en el mismo tono de broma-. Ya veo que os lo estáis pasando muy bien ahí atrás así que igual tenemos que cambiar un rato y que conduzcas tú mientras yo les hago compañía a esas dos macizas.

-Sí hombre; como que voy yo a dejar de ir aquí tan cómodo y con tanta carne alrededor.

Todos reímos y en este desenfadado plan continuamos el viaje hacia la playa. En un momento dado, al parar en un semáforo, Pedro miró para atrás y al ver todo el muslamen de las nuestras dos jamonas madres prácticamente al descubierto, exclamó:

-Joder, si te van enseñando todos los muslos. ¡Y menudos muslazos!

-No sólo enseñándoselos; también nos los ha estado tocando –dijo mi madre divertida–. Pero tampoco es para tanto ¿no? En la playa nos veis todavía más ración de muslo y cuando nos dais crema nos los tocáis todavía más; lo que pasa es que en cuanto veis muslo de mujer os ponéis como tontos pero no es para tanto ¿no?

-Joder que no es para tanto, tía. –Respondió Pedro-. No me extraña que a mi primo se le haya empalmado. ¡Menudos muslazos, macizas! Si se me está empinando a mí también sólo de veros desde aquí.

Todos reímos con ganas y mi tío dijo siguiendo con la broma:

-Es verdad; a nosotros nos tienen aquí delante abandonados. En la próxima parada tenemos que arreglar esto.

A mí realmente me estaba sorprendiendo bastante la actitud de prácticamente todos, especialmente de mi madre y mi tía, pues si bien, como he dicho antes, no son unas mojigatas, tampoco las había visto nunca en aquel plan tan casi libertino. Una cosa es que rían un chiste verde y acepten de buen grado una broma con tinte sexual o incluso un comentario sobre su cuerpo, pero aquella actitud tan abierta a exhibiciones e incluso tocamientos era un tanto inaudita. Tampoco era que estuviéramos haciendo nada especialmente fuera de tono; a fin de cuentas yo les había tocado un poco los muslos en la zona que sus vestidos playeros dejaban al descubierto, pero desde luego esa la suya, la de ambas, una actitud muy excitante. De hecho casi lo que menos me sorprendía era la actitud de mi tío Aurelio pues éste era bien conocido en la familia como un impenitente bromista en cuanto a temas picantes o incluso abiertamente sexuales y ya nadie se extrañaba de sus a veces sorprendentes salidas. No era raro por ejemplo que se encontraran mi tía y mi tío con mis padres y que de buenas a primeras mi tío le preguntara a mi padre y le había echado un buen polvo a mi madre la noche anterior. Lo hacía con una carcajada, con su acostumbrado talante bromista y ni siquiera le importaba hacer esas bromas o comentarios delante de más gente, incluso de nosotros, su sobrino o su hijo. No eran por tanto pocas las anécdotas que yo podía recordar en este sentido. Cuando antes en su casa, por ejemplo, lo tocó un poco una teta a mi madre, a mi no me sorprendió gran cosa (y ya vi que a ella de hecho tampoco) pues mi tío regalaba a las mujeres de la familia palmadas en el culo a la menor ocasión y tampoco se cortaba al piropearlas de manera bastante sexual, aunque dentro de una corrección a nada que la ocasión lo permitiera. Ya le había oído muchas veces echarle piropos a mi madre alabando sus tetas si por ejemplo mi madre llevaba un escote un poco pronunciado o ropa ajustada, y lo mismo con su culo. Por cierto, que alguna vez yo ya había pensado que si mi tío se permitía dedicarle a mi madre piropos sobre sus tetas, sus piernas o su culo en público o delante de otros familiares, como le había visto hacer en numerosas ocasiones, qué no le diría si hablaba con ella a solas. En alguna reunión familiar les había visto hablar de forma apartada entre ellos y mi madre siempre acababa esas breves charlas con alguna carcajada, sin duda porque mi tío le habría dicho algo realmente subido de tono. Esa actitud de mi tío por otro lado, permitía y daba pie, por ejemplo, a que yo me hubiera atrevido en aquella circunstancia en el coche a tocarle los muslos a su mujer y de paso a mi madre, cosa que me excitó muy especialmente.

El último comentario de mi tío Aurelio sugiriendo que en la próxima ocasión en que el coche tuviera que parar habría que cambiar de sitio, hizo que su mujer, mi tía Diana, reaccionara con humor.

-No me digas que ahora vas a querer tú tocarle algo a tu mujer –intervino mi tía con gracia-. Que hace un siglo que no me tocas ni la espalda.

-Será porque ahora está viendo que le haces gracia a otro... –intervino mi madre en el tono de broma que llevábamos. – Ya sabes cómo son los maridos; no te miran en un mes pero como vean que otro se ha fijado un poco en tu escote ya están queriendo meterte mano en las tetas.

Entonces, en la carretera de la playa empezaba a formarse una importante caravana que hacía que el tráfico se ralentizase enormemente. Sin duda eran muchos los que habían decidido pasar aquel estupendo día de sol en alguna de las playas de nuestra provincia y el tráfico para abandonar la ciudad sufría las consecuencias de ello. Los parones empezaron a ser frecuentes y en uno de ellos mi tío, soltando una carcajada, le dijo a su hijo:

-Espera un momento que me bajo, vamos a cambiarnos. Yo me voy detrás y que tu madre pase aquí delante. Así le ves un poco el muslamen y te entretienes en el viaje que si no... se hace demasiado pesado ¿eh, Pedrito? Ja, ja, ja…

-¡Sí, hombre. A su madre va a querer verle los muslos! –dijo mi tía divertida.

-¿Por qué no? –Repuso de inmediato Pedro divertido-. ¿Qué te crees, que porque seas mi madre no me gustan tus piernas? Con lo buenos que tienes esos muslazos, claro que me gusta vértelos.

Todos reímos divertidos y, aunque con alguna reticencia por parte de mi tía, más fingida que real por otro lado, acabamos por hacer la maniobra y enseguida mi tía estuvo sentada al lado de Pedro. Una vez mi tío Aurelio se acomodó detrás, mi madre se quedó entre él y yo. Cuando reanudamos la marcha mi tío le dijo a su mujer:

-Venga, Diana, enséñale muslo al chaval, mujer.

Mi tía se hizo la remolona pero como tanto mi tío como yo insistimos y sobre todo cuando mi tío volvió a decir que lo que pasaba era que en realidad eran unas estrechas, mi tía se decidió y se levantó el vestido de playa bastante; de hecho llegó a mostrar prácticamente la braguita de su bikini.

-Bueno, total en la playa nos veis más todavía... –intervino mi madre metiendo baza desde atrás.

-¡Joder, qué muslazos, mamá! Serás mi madre pero hay que reconocer que estás bien buenorra. –exclamó Pedro animado por lo que había dicho su padre y por la propia actitud de mi tía.

La verdad era que, en efecto en la playa las veíamos casi como en ropa interior, pero no es menos cierto que a pesar de verle menos porción de muslo, el hacerlo allí, con el vestido remangado añadía un morbo que no tenía nada que ver con el hecho de contemplar a una mujer en la playa en bikini. Sin embargo, mi madre y mi tía parecían entender que estaban enseñando menos de lo que luego les íbamos a ver en la playa y por eso mi tía había accedido a levantarse el vestido hasta enseñar las braguitas de su bikini. Pedro hasta se atrevió, en una de las paradas, a darle unos cachetitos en el muslo a su madre, que sonrió halagada.

Por nuestra parte, atrás, mi tío también le había empezado a sobar, en plan de broma los muslos a mi madre descubriéndoselos por entero. Seguramente, pensé yo entonces, la liberalidad de que había hecho gala mi tía instando a su mujer a que le enseñara el muslamen a su propio hijo no era una actitud sin más sino que formaba parte de una estrategia para que él a su vez pudiera meterle mano más fácilmente o con mayor impunidad a mi madre. Mi tía también pareció darse cuenta de aquella estratagema de su cachondo marido, aunque no se lo tomó mal ni mucho menos. De hecho le dijo con humor:

-Aurelio, ahora a ti te gustará tocarle las piernas a Carmela ¿eh, cabronazo? Cuando ves que a otros les gustamos todavía te entran a ti más ganas de meternos mano.

-A mí siempre me habéis gustado vosotras mucho, ya lo sabéis. –Decía mi tío con sorna y buen humor.

-Sí pero si ves a una veinteañera ligera de ropa te olvidas de nosotras en un santiamén ¿eh? –le dijo mi madre riendo-. Que ya estamos acostumbradas a los comentarios que hacéis tanto tú como mi marido cuando os llama la atención alguna chavalita ligera de ropa. Menudo par de salidos, aunque esas jovencitas vosotros sólo las podéis catar con la mirada, viejos verdes. Nosotras te gustamos de segundo plato.

-¡Qué va, mujer! A mi unos muslos como los tuyos me gustan en todo momento, ¿ves? –Y entonces, mientras él se los empezaba a acariciar a mi madre, mi tío me dijo a mí-: Anda, toca, toca un poco los muslos de esta hembra, tócale las piernas, que ya ves lo bonitas que las tiene y lo contenta que se pone.

Entonces yo puse una mano sobre uno de los gordos muslazos de mi madre y así, entre risas y toqueteos, fue transcurriendo el viaje hasta la playa. Mi tío hacia resbalar su mano por el muslo de mi madre arriba y abajo, desde la rodilla hasta por debajo del vestidito de mi madre. Seguramente le llegaría hasta la braga del bikini, pero ella no decía nada; no parecía molesta en absoluto. Sonreía complacida y de vez en cuando decía “Hay que ver, qué chicos”. Yo por mi parte, y puesto que también lo estaba deseando, con el salvoconducto que suponía la actitud atrevida de mi tío, también empecé a acariciar el muslo de mi madre que tenía más a mano deslizando la mano arriba y abajo. Al principio no me atrevía a subir tanto la mano como estaba haciendo mi tío, pero como mi madre no protestaba en absoluto, poco a poco me fui animando y también yo dejaba que la mano se adentrara bajo el vestidito de mi madre. Los manoseos de mi tío por otro lado como cada vez eran más decididos y audaces, no tardaron en dejar completamente al aire todo el muslamen de mi madre y también la braguita de su bikini, haciendo que la falda de su vestidito se arrebujara prácticamente en su cintura. Mi tío, con el dorso de la mano al deslizarla hacia arriba no se cortaba y, como quien no quiere la cosa, le tocaba el coño a mi madre sin que ésta dijera nada. Yo a tanto no me atreví pero sí que le di una buena magreada de muslo a mi madre. Y así, disfrutando los tres del macizo muslamen de mi madre, nosotros de sobárselo y ella de ser sobada, proseguimos el viaje hasta la localidad costera a la que nos dirigíamos.

Cuando finalmente llegamos a la playa, colocamos las sombrillas y las toallas y Pedro y yo volvimos a piropear a las dos mujeres cuando se quedaron en bikini mientras mi tío no perdió tiempo en echarles el ojo encima a dos chicas jóvenes, tumbadas cerca de nosotros, que estaban en “top-less” y lucían unas buenas tetas bronceadas por el sol.

-Mira al cabronazo este, qué pronto se olvidó de nosotras -Dijo mi tía riendo cuando se percató de lo que estaba atrayendo la atención de su marido-. Pues te vas a joder, viejo verde, que tú a esas no las catas.

Todos reímos divertidos, incluido mi tío, y seguimos con los preparativos de toallas, sombrillas y demás.

Cuando nos hubimos acomodado en nuestras toallas pasaron por delante de nosotros dos mujeres, también en top-less, que sin ser tan mayores como mi madre y mi tía si pasaban con holgura de los cuarenta.

-Como esas teníais que hacer. –Dijo mi primo Pedro.

-La verdad es que ya cualquiera enseña las tetas –respondió mi madre-. No son sólo las chicas jóvenes; hasta esas que las tienen ya todas caídas van con ellas al aire.

-Pues claro, mamá; y seguro que no las tienen tan bonitas como las vuestras.

-A mí si me pilla esto con 20 años también enseñaría las tetas en la playa, pero a estas alturas, hijo, ya no las tengo como para enseñársela a todo el mundo en una playa…

Eso no lo podemos juzgar mientras no te las veamos, tía –fue el oportuno y atrevido comentario de mi primo, que hizo que todos riéramos divertidos.

Seguimos charlando en este tono y luego tanto mi madre como mi tía dijeron que iban a dar un paseíto para que les diera el sol. Entonces nos pidieron que les diéramos crema protectora y mi tío no perdió ocasión de ocuparse de hacérselo a mi madre. Como Pedro estaba algo más lejos fui yo el que se ofreció a darle la crema a mi tía. Empecé por la espalda y luego se la extendí por su gordo muslamen y por las piernas. Mi tío seguía el mismo ritmo con mi madre. Yo finalmente le di algo de crema a mi tía en la tripa y después en el pecho y hasta me atreví, ante su sonrisa pícara, a frotarle la parte alta de sus tetas y el profundo canalillo que se le formaba entre ellas, debido al extraordinario volumen de los pechos de mi tía, lo cual ya me volvió a poner como un burro, y creo de forma evidente como señalaba su sonrisa socarrona mirando mi entrepierna. Y es que la cantidad de carne de mi tía en esa zona, debido a la abundancia de sus tetas, es enorme y muy excitante. Pero mi tío con mi madre se estaba atreviendo a más, como puede comprobar cuando les dirigí la mirada. Cuando acabó de darle crema en la tripa, le empezó a extender protector solar en la porción de senos que dejaba al aire el bikini pero incluso se atrevió a meterle la mano enteramente por debajo del bikini dándole crema en toda la teta por debajo del bikini en una sobada sin paliativos, intensa y lenta, bien disfrutada y sin ningún disimulo, a la vez que riendo le decía a mi madre:

-Te doy también cremita por aquí, por si luego decides hacerles caso a los chicos y ponerte como esas, con las tetas al aire. Que no se te vayan a quemar...

La reacción de mi madre no fue en absoluto de disgusto sino todo lo contrario. Sonrió sin hacer el más mínimo gesto para impedir el descarado manoseo de mi tío y le dejó hacer bajo el bikini sin mayor problema y eso que, como digo, la sobada de mi tío en las tetas de mi madre duró un buen rato. Mientras tanto el resto de nosotros reíamos divertidos por la situación. A mí ver a mi tío sobándole una teta a mi madre de forma tan descarada no me molestó en absoluto; de hecho me excitó tanto el sobeteo en sí mismo que le estaba dando como el hecho de que mi madre se dejara tocar sin mayor pudor.

-Menudo cabroncete estás tú hecho –le dijo mi madre riendo pero sin el menor atisbo de reproche en sus palabras y mientras mi tío seguía con su mano por dentro del bikini de ella.

-Oye, cuñadita, -le replicó él a su vez-, que no te había tocado yo así las tetas, con tanta calma y atención. Y, ¿sabes? Tengo que decir que las tienes muy, muy buenas, ¿eh, Carmela?

-¡Serás tonto! –Volvió a decirle mi madre, pero riendo y complacida tanto por las palabras como por el manoseo de su cuñado. Y todo ello sin hacer el más mínimo gesto para forzar que aquella sobada de teta finalizara.

Al momento sin embargo, y entre las risas de los cuatro, acabó el manoseo de mi tío en las tetas de mi madre mientras todos reíamos divertidos y seguramente también excitados.

-Oye tía, -intervino entonces Pedro-. Tendrías que enseñarnos un poco las tetas ¿no? A mi madre ya se las hemos visto antes en casa pero a ti no.

-Claro, en casa –respondió mi madre mientras mi tío seguía con el pretexto de la crema protectora sobándole ahora los muslos a mi madre, muy cerca de la cadera y del culo mientras mi madre se tumbaba boca abajo sobre la toalla para permitir que mi tío le diera crema por la parte de atrás de los muslos-. Yo en casa os enseño lo que queráis pero aquí... no me voy a quedar con las tetas al aire aquí delante de todo el mundo; ya os digo que creo que nosotras ya no las tenemos como para exhibirnos de esa manera en público.

-No estoy de acuerdo, tía; pero bueno, lo que sí te digo es que si se las dejas tocar a mi padre lo menos que podías hacer es dejárnoslas ver a nosotros. –Contraatacó Pedro riendo.

-Yo no se las he dejado tocar; me las ha tocado el muy bribón con la excusa de la crema, que es diferente-. Se justificó mi madre riendo.

-Bueno, mamá –intervine yo-. De todas formas para enseñárnoslas a nosotros bastaría con que te bajaras los tirantes de la parte de arriba del bikini, así sin levantarte.

-Venga, enséñaselas un poco a los chavales – dijo mi tía con desparpajo. Entonces la propia tía Diana que estaba sentada a su lado le deslizó uno de los tirantes del bikini a mi madre de modo que al estar mi madre boca abajo pero apoyada sobre los codos la prenda cayó por ese lado hasta la toalla quedando su teta derecha casi completamente al descubierto aunque muy poco visible dada la posición. No obstante, la visión de su redonda y gorda teta, allí suspendida, con su pezón apuntando al suelo a pocos centímetros de la toalla, volvió a tener un efecto tremendo sobre mi polla y creo que también sobre las de Pedro y mi tío. Mi madre se reía y como nosotros la jaleábamos ella finalmente accedió a quitarse el otro tirante de modo que el sujetador de su bikini cayó completamente sobre la toalla dejando libres y relativamente a la vista sus tetas, al menos desde los laterales. No dejó de sorprenderme una vez más la facilidad con la que mi madre había dado por bueno el hecho de dejar sus tetas al aire delante de nosotros, aunque fuera de aquella manera en la que de hecho tampoco se puede decir que le estuviéramos viendo las tetas pues la visión lateral de que disponíamos no es precisamente la mejor para apreciar los pechos de una mujer. Pensé por un momento que mi madre desde luego era bastante más liberal y abierta de lo que yo hubiera pensado; de lo que cualquier hijo en general piensa de su madre. Pero también pensé que normalmente los hijos tenemos una idea completamente asexual de nuestras madres, cuando en realidad ellas, como cualquier mujer, son hembras, mujeres que desean y son deseadas, mujeres que disfrutan del sexo y a las que les gustan mostrarse sexys y apetecibles para los hombres. Y a eso no se escapa ninguna, ni siquiera la más fiel y abnegada de las madres y esposas. Y mi madre desde luego aquel día eso de sentirse observada, deseada y hasta un poco manoseada, como antes mientras íbamos en el coche o ahora allí con los atrevidos avances de mi tío, desde luego le estaba gustando y no se estaba molestando en ocultarlo, ni siquiera delante de mí.

Y allí estaba mi madre, como vengo contando; tumbada boca abajo en la toalla y con el sujetador de su bikini caído sobre la propia toalla gracias a las maniobras por cierto de mi tía, otra hembra que se estaba mostrando mucho más cachonda de lo que yo nunca hubiera pensado y a la que tampoco parecía importarle tener aquella actitud tan abierta delante de su hijo y su sobrino.

Al estar mi madre boca abajo apoyada sobre los codos y rodeada por todos nosotros era muy improbable que nadie más le pudiera ver las tetas, pero nosotros se las veíamos bastante bien aunque no fuera una visión frontal. Sobre todo, más que la propia visión de sus colgantes mamas, a mí lo que realmente me excitaba era el hecho de que mi madre estuviera así allí con nosotros al lado; su cuñado, su sobrino y su hijo estaban a su lado mirándole fijamente sus tetas, completamente libres del sujetador, aunque la perspectiva no fuera la ideal. Y ella parecía absolutamente encantada con ello. Ninguno quitábamos ojo a sus pechos, claro. El contorno de sus pezones era perfectamente apreciable así como sus pequeñas y oscuras areolas. Pero no fue sólo que mi madre nos dejara verle un poco las tetas, allí colgando a pocos centímetros de la toalla. Al quedar mi madre con las tetas al aire, mi tío Aurelio, que continuaba a su lado tras haberle dado crema en los muslos y las caderas de mi madre, metió su mano por debajo del cuerpo de ella y le empezó a acariciar otra vez una de las colgonas mamas de la madura hembra, ahora ya libremente y sin tener que meter la mano bajo el bikini. A su vez mi primo Pedro, acto seguido y desde el otro lado, se atrevió a tocarle la otra. Y allí estaba yo, viendo como mi madre estaba tumbada boca abajo sobre la toalla, apoyada en los codos para que sus tetas quedaran suspendidas en el aire, dejándose hacer y con mi primo y mi tío metiéndole mano en las tetas con todo descaro. Y de nuevo no me pareció mal sino todo lo contrario; me gustó y me excitó ver que ellos le sobaban las tetas a mi madre y que ella se dejaba hacer absolutamente complacida.

-Mira estos; van como moscas a la miel en cuanto ven una tetas al aire –intervino entonces mi tía riendo mientras contemplaba el entusiasmo con el que tanto su hijo como su marido le acariciaban las tetas a mi madre.

Después de un breve manoseo, pues las circunstancias tampoco eran las idóneas para más, tanto mi tío como Pedro dejaron de sobarle las tetas a mi madre, que sonreía divertida, halagada y visiblemente complacida por las atenciones de los dos hombres. Como no había prácticamente gente suficientemente cerca de nosotros, toda aquella maniobra seguramente no había sido percibida por nadie y, sin duda, eso contribuía notablemente tanto a la discreción con la que todo se había desarrollado como a la tranquilidad con la que mi madre se había dejado sobar las tetas. Yo por mi parte estaba tremendamente excitado y con la boca seca, y no solo del calor. Me daba cuenta de que aunque nunca antes hubiera considerado a mi madre con una mujer a la que desear sexualmente, más allá de atisbarle el canalillo por el escote o mirar con interés sus tremendos muslazos cuando se cruzaba de piernas despreocupadamente en el sofá de casa, ahora sí que mi madre se estaba apareciendo ante mí como una hembra deseable sexualmente, como una madurita jamona de esas que tanto me gustan y que, precisamente por ser mi madre, por tratarse de algo casi prohibido, desearla, verla y tocarla me apetecía más, mucho más. Así que entonces, haciendo acopio de valor y tras tragar saliva, le dije:

-Bueno mamá, yo también... Quiero decir... Estoooo, yo también... podré tocarte un poco esas preciosas tetas

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heranlu

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Un Típico Día De Verano En La Playa - Capítulo 002


Tras el sorprendente y atrevido sobeteo de tetas que mi tío y mi primo le habían dado a mi madre, con la total aceptación de esta, yo había hecho acopio de valor para preguntarle a mi madre si también podía tocarle sus deliciosas tetas. Ella se giró hacia mí (al girarse y mirar hacia arriba, por cierto, permitió que todos viéramos más claramente sus tetas, especialmente la derecha, que era del lado que se había vuelto para mirarme) y desde aquella posición, medio tumbada sobre su toalla de playa, me miró con una mezcla de sorpresa y yo diría que a la vez lascivia por mi interés en acariciarle las tetas y me dijo con voz dulce y melosa a la vez que con evidente desparpajo:

-Claro, cariño. ¿También a ti te apetece tocarle las tetas a tu madre? Pues toca, hijo, toca. Si me las tocan éstos dos porque no me las ibas a tocar tú... Pero discretamente y que no se note mucho, que mira donde estamos ¿eh, mi amor?

Era realmente alucinante; mi madre me estaba dando vía libre para que le tocara las tetas aunque me pedía discreción ya que estábamos en la playa. Pero por otro lado no parecía importarle en absoluto que de aquella caricia en sus tetas que me disponía a hacerle, fueran testigos mi tía, mi tío y mi primo. Y eso, esa disponibilidad suya para semejante acción allí, entre todos, me excitaba si cabe aún mas que el propio hecho de estar a punto de sobarle las tetas a mi madre.

Yo entonces tragué saliva no sin dificultad, y arrodillándome delante de ella, le agarré ambos pechos con las dos manos y se los acaricié y apreté un poco mientras mi tía decía divertida:

-Mira, mira cómo se deja tocar las tetas la muy cachonda. ¡Y por todos, hasta por su propio hijo!

-¡Uy, y por qué no me las va a tocar mi hijo si me las toca el tuyo y también tu marido! –repuso mi madre riendo.

-Y a ti ya te las tocaremos, mamá, no te creas –le dijo Pedro a mi tía también riendo y provocando la carcajada general. Entonces yo ya dejé de tocarle las tetas a mi madre y ella se recompuso el bikini riendo mientras decía:

-Bueno, pues ya me habéis visto las tetas; satisfechos ¿no?

Cuando pensábamos que aquella exhibición ya había terminado mi tío volvió a echarse crema protectora en la mano y siguió extendiéndosela a mi madre por la parte de atrás de los muslos, tal como estaba ésta tumbada boca abajo sobre la toalla, llegando enseguida a las opulentas nalgas de la mujer. A la vez que le extendía la crema fue desplazando la braguita del bikini hasta dejársela completamente metida entre las nalgas de modo que parecía que mi madre llevara un bikini tipo tanga aunque no era precisamente ese el caso ya que tanto el bikini de mi madre como el de mi tía, que estrenaban aquel día, eran absolutamente convencionales e incluso sosos. Con las maniobras de mi tío, tomando como pretexto la crema de sol, las estupendas nalgazas de mi madre habían quedado enteramente ante nuestros ojos mientras mi tío se las sobaba con total impunidad y ante nosotros. Mi madre se dejaba hacer de forma complaciente y en un momento dado mi tío le levantó un poco la tela que tenía completamente entre las nalgas permitiéndonos ver algo de la abundante pelambrera que mi madre tiene en la entrepierna.

-Mirad, chicos, mirad aquí. –nos dijo a nosotros mi tío.

Todos miramos la parte del chocho de mi madre que las maniobras de mi tío habían dejado al descubierto.

-Bueno, bueno –dijo entonces ella con buen humor y sin ninguna urgencia ni reproche,- eso no hará falta ni enseñarlo ni mucho menos darle crema, que ahí no creo que me vaya a dar el sol...

A mí toda aquella situación me estaba sorprendiendo bastante pues si bien ya sabía que mi madre y mi tía eran bastante animadas cuando la situación se tornaba un poco picante, siempre pensé que se cortarían más, máxime estando ante mi primo y yo, sus hijos. Por su parte la actitud de mi tío sí cuadraba más con lo que conocía de él desde siempre. Éste toda la vida ha sido muy cachondo, muy bromista con cosas de sexo y desde luego muy atrevido con las mujeres, incluidas las de la familia, a las que no se corta en exceso a la hora de piropearlas o incluso de meterles mano con cierto disimulo aunque sea en público, tal como ahora acababa de hacer con mi madre. Yo me alegraba en cualquier caso de que la reacción de mi madre fuera la que estaba siendo y que además no le importara que yo fuera testigo de aquellos jueguecitos, que si bien en el coche habían empezado como simples bromas, ahora ya, con aquellos descarados manoseos y hasta exhibiciones de anatomía íntima, aunque fuera con mucho disimulo, no iban teniendo nada de inocentes.

Todos reímos y luego mi tío me dijo a mí que también le diera crema en las nalgas a su mujer, no se le fueran a pelar. Yo para entonces ya estaba con la polla como un mástil y me di cuenta de que no era el único. A través de sus bañadores, tanto mi primo Pedro como de hecho también mi tío mostraban unas más que evidentes erecciones.

Siguiendo las indicaciones de mi tío le empecé a dar crema en las nalgas a mi tía de la misma forma que había hecho el antes con mi madre de modo que enseguida la braguita del bikini de mi tía estaba completamente oculta entre sus abundantes nalgas. Ella estaba a cuatro patas sobre la toalla y su culazo en pompa era un argumento más para aumentar nuestra ya considerable erección. A mí me daba un poco de corte todo aquello, así que, tonto de mí, no estuve mucho rato extendiéndole la crema en los muslos y las caderas a mi tía. Me gustaba y me excitaba, por supuesto, pero me daba corte parecer demasiado insistente o que me pudieran llamar la atención. Cuando terminé de darle crema en las nalgas ante la atenta mirada de los demás, mi madre, sorprendiéndonos creo que a todos, hizo como antes había hecho mi tío con ella. Le levantó a mi tía el bikini lo suficiente para que se le viera brevemente el chocho y hasta el agujero del culo por detrás al tiempo que decía con total desparpajo y desvergüenza:

-Venga, Diana, enséñales tú también el chichi un poco, mujer.

Todos reímos mientras ya las dos mujeres se recomponían sus bikinis.

Luego ya nos quedamos todos un rato tranquilos, aunque supongo que la tranquilidad era aparente y por dentro todos estábamos más bien excitados. Estuvimos un poco los cinco descansando sobre las toallas y al rato mi madre y mi tía sugirieron dar un paseo sobre la arena. Cuando las dos mujeres se dispusieron a dar su paseo bajo el sol, Pedro y yo nos ofrecimos a acompañarlas mientras mi tío se quedaba tumbado a la sombra. Cuando ya mi madre y mi tía habían empezado a andar y se habían alejado unos metros mientras mi primo y yo nos incorporábamos de las toallas, mi tío nos dijo:

-Mientras paseáis con vuestras madres yo me quedaré aquí alegrando la vista. –Y con un guiño nos hizo un ademán señalándonos un par de chicas jovencitas que se habían situado no muy lejos de nosotros y que mostraban sus turgentes tetas mientras tomaban el sol

Le dijimos riendo que no tenía remedio y ya nos fuimos corriendo hasta alcanzar a nuestras madres. Mientras andábamos mi tía nos decía:

-¿No os da vergüenza que os vean con dos viejas como nosotras?

Nosotros aprovechamos para piropearlas diciéndoles que todo lo contrario, nos gustaba ir con ellas y que eran unas mujeres muy atractivas para presumir de su compañía. Ellas se reían divertidas y complacidas y nosotros insistíamos repitiéndoles que a nosotros nos gustaban maduritas y que estábamos muy orgullosos de ir con dos hembras jamonas y macizas como ellas. Luego, cuando nos metimos en el mar con ellas, aprovechamos para, mientras jugábamos, tocarles el culo y las tetas sobre el bikini mientras ellas reían divertidas y halagadas. Esos jueguecitos a mí me daban corte pero como mi primo, más lanzado que yo, y habida cuenta de todo lo que venía sucediendo desde que salimos de casa, enseguida empezó a jugar con mi madre con caricias y toqueteos, yo me fui animando y también, entre zambullida y zambullida, le tocaba el culo a la tía Diana. Y no nos conformamos cada con toquetear a nuestra respectiva tía sino que también nos atrevimos a acariciar con suaves palmadas y a modo de juego a nuestras propias madres sin que ellas nos recriminaran en ningún momento nuestro descarado proceder. Nos divertimos mucho bañándonos con ellas y ellas también parecían disfrutar con nuestros juegos, cada vez más atrevidos. Después volvimos donde mi tío a tumbarnos un rato todos bajo el sol y luego, cuando se acercaba el mediodía, ya nos fuimos a comer a un pinar cercano.

Cuando empezamos a subir hasta el pequeño pinar que había cerca de la playa para comer a la sombra y descansar un poco de la mañana de playa, Pedro, su madre y yo íbamos en cabeza mientras mi tío y mi madre se iban quedando un poco más atrás. Pedro y yo le íbamos diciendo a su madre que si se ponía en top-less en la playa iba a ser la tía que más miradas atrajera. Ella se reía y nos decía que íbamos a acabar convenciéndola para que enseñara las tetas en la playa. Yo creo que mi primo estaba preparando el terreno para acabar diciéndole a su madre que nos mostrara las tetas y esa idea me ponía cachondo perdido. Y eso además me hacía pensar que también se lo podríamos pedir a mi madre y la idea de verla con las tetas al aire pero en condiciones, no como antes cuando se quitó el bikini sobre la toalla, me ponía cachondo por completo.

En un momento dado miramos hacia atrás para ver dónde venían mi madre y mi tío. Estos estaban como a unos cuarenta metros por detrás de nosotros y pudimos ver, con cierta sorpresa, que ambos estaban morreando mientras mi tío le sobaba las tetas a mi madre con la mano por dentro del bikini.

-Mirad el cabronazo ese, no pierde ocasión. –Dijo mi tía pero, sorprendentemente al menos para mí, sin ningún asomo de enojo a pesar de que su marido estaba besando y metiéndole mano a otra mujer. De hecho mi tía parecía más bien divertida con la situación.

Yo con toda la calentura que llevaba, y después de ver, aunque fuera desde lejos, a mi madre morreando con mi tío, ya me atrevía a todo así que casi me sorprendí a mí mismo oyéndome decir:

-Pues tendremos que hacer nosotros lo mismo; no perder ocasión ¿eh, tía?

Y entonces, pasándole la mano sobre los hombros, me atreví a tocarle una de sus inmensas tetas. No sabía cuál iba a ser la reacción de mi tía. Todo lo que llevaba pasando durante toda la mañana daba pie a pensar que no se molestaría pero uno nunca sabe cuando una mujer cambia radicalmente de forma de ver las cosas. Afortunadamente mi tía seguía en plan favorable a todas aquellas cosas así que mi decidida caricia en su teta no se si le sorprendió pero desde luego no le molestó, de hecho me dio un piquito y me guiño un ojo a lo que yo le respondí con otro piquito y un pellizco en su gordo pezón aunque sobre el bikini haciendo que ella riera complacida. Pedro tampoco dejó pasar la oportunidad y a pesar de tratarse de su madre le empezó a tocar sobre el bikini la otra teta mientras decía:

-Eso, eso, no hay que perder la ocasión.

-¡Hijo, pero a tu madre le tocas las tetas!

-¿Y por qué no? Si las tienes así de buenas... Ahora que si te molesta...

-No hijo, no. ¡No me molesta nada de nada! –Exclamó mi tía divertida y halagada.

A mí me habían gustado los dos piquitos que nos habíamos dado antes mi tía y yo así que busqué uno nuevo acercándome a sus labios. Pero esta vez, para mis sorpresa, mi tía no se conformó con un pico y, aunque estaba allí mismo sobándole una teta su hijo, sacó la lengua y me la metió en la boca dándome un morreo que me dejó realmente derretido.

-¿Te gusta besar a una vieja? –Me dijo dándome otro piquito.

-¡Me encanta besarte, tía! –Le respondí.

-Tú no te me vayas a poner celoso –le dijo entonces a su hijo volviéndose hacia él y dándole otro piquito que mi propio primo, en un alarde incestuoso que me puso la polla a reventar, convirtió en un muerdo al que su madre respondió con total naturalidad y entusiasmo.

Todos reímos y seguimos andando así por el sendero del pinar, magreándole las tetas entre los dos y alternando piquitos y morreos, también los dos, con mi caliente tía.

Minutos después yo, que llevaba toda la mañana en estado de permanente excitación, ya no pude aguantar más mis ganas de mear y me quedé detrás de unos arbustos para ver si se me bajaba un poco la erección y así podía mear por fin mientras mi tía y Pedro seguían caminando por el pinar hacia la zona a la que nos dirigíamos. Con grandes esfuerzos para concentrarme en algo que no tuviera nada que ver con la mañana tan caliente que estábamos teniendo, aunque me costó un rato, logré por fin que se me bajara la erección y pude mear a gusto. Cuando ya me disponía a incorporarme al camino para seguir a mi tía y a Pedro pude oír a mi madre y a mi tío que se acercaban:

-¿Pero a ti que tienes a mano todos los días las tetazas de tu mujer, de verdad te gusta tocarme las mías, que las tengo bastante más pequeñas? –Le decía mi madre a mi tío con un tono coqueto y a la vez sensual.

-Ya, tiene buenas tetas Diana y las disfruto mucho, pero… todos los días sopa... de vez en cuando apetece arroz. –Le respondió mi tío mientras sus manos apretaban con ganas las colgonas tetas de mi madre sin que ésta hiciera nada por evitar el magreo de su cuñado-. A ti también te pasará lo mismo; también tienes a tu marido en casa pero de vez en cuanto te gustará que otro te toque las tetas o el coño, no me digas que no.

Los dos rieron divertidos y excitados y me sorprendió en cierta manera que mi madre no contestara a lo que le había dicho su cuñado sino que se riera, como dando por buena la tesis que él acababa de exponer. Pero es que, tras un nuevo morreo, mi tío le volvió a decir a mi madre mientras le sobaba una teta por dentro del bikini:

-Así que tu marido no sabe todo lo zorrita que es su mujer, ¿no?

-Pues hombre, -respondió mi madre de nuevo con aquel tono coqueto;- yo quiero mucho a mi marido, desde luego, pero si alguna vez se presenta la oportunidad de tener una aventurita discreta…

Volvieron a pararse para darse otro morreo y en ese momento yo salí de detrás del arbusto. Me vieron y yo les guiñé. Mi madre me miró con cierto tono de aprensión quizá sospechando que le hubiese oído decir aquello sobre lo dispuesta que estaba a tener aventuristas discretas. Yo entonces, mirándola a ella directamente a los ojos, volví a guiñarle el ojo y a asentir aprobadoramente, cosa que tuvo un inmediato efecto en mi madre, que relajó el semblante y también me guiñó. Y ya sin decirles nada seguí para adelante dejándoles besándose.

Cuando llegué de nuevo donde mi tía y mi primo les dije que los detrás venían muy entretenidos y que tardarían en llegar. Nos volvimos para ver si nos seguían y los vimos relativamente lejos riendo, besándose y tocándose. Entonces Pedro dijo que les iba a esperar para subir con ellos y ver lo que pasaba con mi madre. Yo le guiñé y le dije con doble sentido:

-Bueno, pues ya sabes, préstale atenciones a mi madre, que estará encantada. Y eso, todo para arriba.

Mi tía y yo seguimos andando y yo para entonces, ya sin ningún miramiento y menos tras lo que había visto que venía sucediendo entre mi madre y mi tío, y dado que en aquellos parajes estábamos cada vez más solos pues sólo nos cruzábamos de vez en cuando con alguna pareja que también había decidido subir al pinar para comer, le empecé a tocar las tetas por dentro del bikini a mi tía Diana mientras le reiteraba que lo que más me gustaban eran las maduritas como ella y que sus tetazas me parecían de lo más apetitosas. En un momento dado, tras comprobar que no había nadie cerca, y con sus tremendas mamas ya completamente por encima del sostén del bikini, me agaché y le empecé a mamar un pezón con ganas haciendo que ella gimiera de gusto. Tras esa intensa aunque breve lamida de pezón, cuando me incorporé, mi tía me dio un morreo de escándalo metiéndome la lengua con verdadera ansia hasta la campanilla.

-¡Ay, qué cachonda me pone gustarle a un jovencito como tú! –Y volvió a darme otro morreo bestial mientras me sobaba la polla por encima del bañador.

Luego seguimos andando y al rato nos giramos para ver si el otro trío nos seguía. Estaban como a unos 60 metros y parecía que los dos hombres, uno a cada lado de mi madre, aprovechando lo solitario del paraje se iban cuidando de las tetas y seguramente de más partes de la anatomía de mi madre mientras subían por el estrecho camino.

Mi tía y yo nos miramos, sonreímos de forma cómplice y yo volví a tocarle las tetas y también el culo amasándole la parte de sus nalgas que dejaba al descubierto la braguita del bikini. Entonces mi tía me indicó que nos desviáramos un poco hasta quedar detrás de un arbusto al lado del camino. Allí, acuclillándose, me bajó el bañador y agarrando mi tremendamente empinado cipote me empezó a hacer una mamada de escándalo. A pesar de cómo estaban encaminadas las cosas nos dio miedo de que los otros nos encontraran así ya que una cosa era hacer comentarios verdes, enseñar un poco las tetas y hasta meterles un poco de mano en ellas a las mujeres y otra mucho más seria que mi tía y yo fuéramos sorprendidos por su hijo, su marido y mi madre mientras me hacía nada menos que una mamada. Seguramente no hubiera pasado nada pero lo cierto es que nos dio un cierto corte a ambos y antes de que yo me corriera dejamos la mamada y nos reincorporamos al camino.

-Ya acabaremos más tarde –me dijo mi tía con una mirada llena de vicio y lujuria y todavía con las tetas al aire-. Que tu tía no deja a medias estas cosas, ya verás.

Finalmente llegamos al sitio en el que íbamos a comer, bajo unos pinos y sobre una pradera. Extendimos las toallas y nos sentamos esperando a que llegaran los otros tres. Mientras, para amenizar la espera, mi tía y yo, tumbados sobre las toallas, nos dimos también unos buenos morreos mientras mis manos volvieron a recorrer sus tremendas tetas y las suyas mis huevos.

-¿De verdad te gusta besarme? –me preguntaba ella.

-No sabes cuánto tía. Me encanta besarte, tocarte, verte... todo. Eres mi tipo de hembra; ya te lo digo. Ye voy a confesar una cosa, tía: más de una y más de dos pajas ya me he hecho pensando en ti, no te creas.

-Ja, ja, ja… -rio ella divertida y evidentemente complacida.- Ese es el mejor piropo que me podías dedicar, sobrinito. Esa sí que es la prueba de que te gusto de verdad.

Y me volvió a dar otro tremendo morreo en señal de agradecimiento por mi confesión.

Y así estábamos cuando llegaron los otros tres. Mi madre iba en el centro y ellos la agarraban de las caderas uno a cada lado. Su sujetador del bikini estaba decididamente descolocado hasta el punto de que uno de sus pezones se veía casi por completo. Cuando se dispuso a sentarse pude ver que la braguita por detrás estaba prácticamente metida entre sus nalgas, señal inequívoca de que su culo había sido convenientemente manoseado por los dos hombres.

Antes de comer mi tía quiso ir a mear y nos pidió que alguno la acompañáramos para vigilar y que pudiera mear tranquila. Mi tío y Pedro me indicaron a mí que la acompañara.

-Que si voy yo y luego tardamos a ver qué vais a pensar –dijo Pedro riendo aunque era del todo obvio para todos que más que mi disipar sospechas sobre cualquier posible actitud pecaminosa de Pedro con su madre, lo que mi primo quería era volver a quedarse, en compañía de su padre, a solas con mi madre probablemente para seguir morreándola y metiéndole mano entre los dos.

Yo acompañé a mi tía y esta al mear me enseñó sin problemas su estupendo y velludo coñazo. Yo se lo piropeé y ella, tal como estaba y dado que yo estaba enfrente de ella me agarró el bañador y tirando de él hacia abajo me dejó con la polla, completamente empinada al aire.

-Vamos a acabar lo que empezamos antes.

Y entonces mi tía se puso de rodillas sobre el césped pero con la braguita del bikini aún bajada y por tanto con el felpudo al aire y me empezó a sobar la polla cascándome una paja en toda regla. Mi tía manoseaba mi humedísimo cipote proporcionándome un tremendo placer. Yo le metí la mano por debajo del bikini y le empecé a sobar las tetas mientras disfrutaba tremendamente de la paja que me estaba haciendo con tremenda maestría mi propia tía.

En esto estábamos cuando aparecieron allí mismo Pedro y mi madre, que también habían ido a mear. Tanto mi tía como yo nos quedamos completamente cortados pero mi madre enseguida solventó la embarazosa situación diciendo:

-Mira estos, aquí el que no corre vuela.

Mi madre sonreía más divertida que sorprendida mientras ella misma se acuclillaba y se bajaba la braga del bikini para mear mostrando sin problema también ante nosotros su peludo chochazo. Mi tía y yo paramos ella de masturbarme y yo de tocarle las tetas pero mi madre, cuando hubo acabado de mear y aún con la braga del bikini en los tobillos, le dijo a Pedro mientras le tocaba la polla sobre el bañador:

-Tú ya me has visto las tetas y hasta me las has tocado, y yo también quiero ver y tocar esto ¿no te parece? Además si estos dos están en lo mismo no veo por qué nosotros íbamos a tener que cortarnos ¿no?

Entonces le atrajo más hacia ella y bajándole el bañador, ni corta ni perezosa, se puso a masajearle la polla con ganas mientras él decía:

-Joder, tía. Nunca hubiera imaginado que tú me la ibas a cascar así de bien aunque con lo cachondo que me tienes reconozco que ganas ya tenía, ya. Sigue, sigue zorra, que lo haces de miedo, putona.

Entonces mi tía tampoco se cortó ni un pelo y retomó su labor en mi polla para enseguida engullir mi cipote y proseguir la mamada que había iniciado antes en el camino hacia el pinar. Enseguida mi madre también decidió que con la boca le daría mayor placer a Pedro y transformó la paja en una mamada espectacular. Ni Pedro ni yo aguantamos mucho y nos corrimos con ganas en las bocas de las dos calentorras maduras, cada uno en la boca de la madre del otro.

Cuando acabamos, mi madre me miró y me dijo:

-¿Qué te ha parecido, cariño?

-Pues me ha parecido que la debes chupar de miedo, mamá.

-Ja, ja, ja –estalló ella en una carcajada al unísono con mi tía-. No, tonto; me refería a qué te ha parecido que… bueno, que hayamos hecho esto, que yo le haya hecho a tu primo…

-Ya, mamá –le contesté yo riendo y dándole un piquito.- Ya se que te referías a eso, mujer. Y me ha parecido genial, ya lo sabes.

-Hijo, pensarás que tu madre es una…

-Una calentorra, y me encanta que lo seas y que disfrutes con ese cuerpazo que tienes, maciza. –Le interrumpí yo guiñándole un ojo.

-Eres un sol, hijo. –Respondió ella dándome otro piquito. Entonces, volviéndose hacia mi primo Pedro, le dio un breve morreo y le dijo:

-Sobrinito, que sepas que me ha gustado mucho que me antes me hayas llamado putona, ji, ji, ji… Me gusta que me digan esas cosas. Y también me ha gustado que mi hijo me diga ahora que soy una calentorra, ja, ja, ja… -Y ahora fui yo al que mi madre dio un breve morreo, pero con lengua, cosa que a mí me excitó una barbaridad.

Todos reímos y yo le di a mi madre una aprobadora palmada en su gordo culo.

Cuando ya volvíamos al lugar en el que habíamos extendido las toallas y donde se había quedado mi tío, mi tía dijo:

-Bueno, de esto no le digáis nada ahora al otro, que aunque parece que el muy calentorro traga con todo con tal de meterle mano a Carmela, nunca se sabe.

Cuando llegamos a donde mi tío nos sentamos todos en las toallas y nos comimos los bocadillos entre chistes y comentarios picantes y luego nos dispusimos a echar una siestecita mientras el sol estaba alto. La idea era bajar a la playa cuando ya el calor fuera menos riguroso. Mi madre se tumbó bajo un árbol en el que daba un cierto sol y sombra entre las hojas, a unos 15 ó 20 metros de nosotros, y al poco rato mi tío se fue también hacia allí con su toalla.

Pedro, su madre y yo nos fuimos al lado de otro arbusto desde donde teóricamente no se veía a la otra pareja pero de hecho, entre el follaje se veía todo perfectamente. Enseguida vimos como mi tío empezaba a sobar las tetas de mi madre dejándola sin sujetador y empezando a chupárselas. Ella gemía y profería risitas ahogadas y él enseguida le empezó a meter mano al coño bajo la braga del bikini. Luego él se quitó el bañador y tras decirle algo al oído a mi madre ésta se rió y poniéndose a cuatro patas le empezó a mamar la polla con ganas. Después mi tío le debió indicar que se quitara la braguita del bikini y ella obedeció enseguida. Inmediatamente después mi tío se situó detrás de mi madre y así, estando ella a cuatro patas, se la metió en todo el chocho empezando a follarla suavemente haciendo gemir de gusto y placer a la cachonda madura.

-Mira los muy cabronazos, cómo se lo pasan. No se cortan un pelo en ponerse a joder ahí teniendo en cuenta que podemos verlos en cualquier momento-. Dijo mi tía con lujuria en la expresión y en los ojos.

Nosotros señalamos que en nuestra opinión hacían bien y mi tía, riéndose con picardía, me preguntó si no me parecía mal ver a mi madre follando con mi tío. Yo le dije que todo lo contrario. Que me parecía estupendo que se lo pasara lo mejor que pudiera y en cuanto a lo de verla añadí:

-Y verla ahí en pelotas y a cuatro patas la verdad es que me gusta. Aunque sea mi madre hay que reconocer que verla en ese plan es de lo más excitante, con el culo en pompa, las tetas colgando y un tío dándole rabo.

-Es que tu madre está muy buena; es una jamona maciza de cojones –intervino mi primo.

-Ya lo creo –le apoyé yo.- ¡Menudo culazo! ¡Y cómo se mueve la muy cachonda!

Los tres reímos y mi primo señaló, medio en broma, que él también estaba tan cachondo que estaba tentado de ir a pedir la vez para follarse a mi madre.

-Oye, que la que también está buena de cojones es tu madre, ¿eh? –le dije yo a mi primo mientras le repasaba a mi tía todo su culazo con la mano por encima del bikini. Ella sonrió complacida y como estaba en el medio de los dos lo que hizo para agradecer nuestras palabras fue darnos un morreo a cada uno, a su hijo también, haciendo gala además de lo bien que manejaba su larga y babosa lengua.

-¿Y a ti, tía; también te apetece un polvito? –me atreví entonces a decir yo metiéndole la mano directamente al coño a mi tía por dentro del bikini y encontrándoselo tremendamente mojado.

-Pues la verdad es que sí, ya lo creo –dijo mi tía aunque mirando con cierta aprensión a su hijo ante mi propuesta. Este sin embargo, dándole un cachete en el culo le dijo:

-Pues venga, mamá, que te eche un buen polvo tu sobrino. Yo ya miro y si me apetece me casco una paja, que me pone muy cachondo verter jodiendo y portándote como una putona, como antes cuando la mamada. Me encanta tener una madre tan cachonda y tan golfa. Venga, no seáis tontos, no os cortéis. Por aquí no pasa nadie así que…

-¡Ay que ver cómo sois! –decía mi tía mientras yo la seguía sobando-. ¡Hasta os parece bien ver a vuestra propia madre en pelotas y jodiendo! ¡Ya hay que ser vicioso, eh!

-Pues un poco viciosillos sí que somos, sí –contestó Pedro riendo-. Y si vosotras también sois así de golfillas y estáis tan buenas pues qué vamos a hacer... Tratar de veros en pelotas todo lo que podamos.

-Bueno, tratar de ver y tratar de más cosas dije yo provocando la sonrisa pícara por parte de todos.

Así las cosas, entre los dos desnudamos a mi tía. De hecho, Pedro, a pesar de tratarse de su madre no se cortó y le metió mano a base de bien en las tetas y también en el conejo mientras la desnudábamos.

-Vaya felpudo más bueno tienes, mamá. –Le decía mientras se lo sobaba sin miramiento alguno.

-¿Os gusta el chichi peludito de esta vieja, cabroncetes? –Decía ella coqueta mientras su hijo le manoseaba todo el chocho.- Cuando era joven lo tenía todavía más peludo.

-Claro que nos gusta –le contesté yo dándole otro morreo y metiéndole mano por detrás, por toda la raja del culo hasta llegar a su chochete.

A continuación la pusimos a cuatro patas y yo enseguida se la enchufé situado detrás de mi jamona tía empezando a joderla con ganas. Pedro se puso delante de su madre y se empezó a acariciar la polla mientras le decía a su madre:

-Menudo par de putas estáis hechas las dos y nosotros sin enterarnos hasta ahora ¿eh? Que si lo llegamos a saber antes os tenemos bien jodidas a las dos desde hace tiempo aunque seáis nuestras madres. Yo desde luego no pienso acabar el día de hoy sin haberme cepillado a la guarra de la tía Carmela.

-Pues hasta que te jodes a mi madre, que ahora tiene el chocho ocupado, ¿por qué no se la metes en la boca a la tuya mientras yo le taladro el chocho? -Lancé yo como propuesta viendo que había posibilidades de que tanto mi tía como mi primo no tuvieran problemas en llevar a cabo aquel comportamiento incestuoso.

Mi propuesta tuvo éxito. Parecía que era lo que estaban esperando los dos para lanzarse a algo que sin duda les apetecía. Los dos se miraron con picardía y lujuria y sin decirse nada mi tía le indicó a su hijo que se acercara y cogiéndole la polla con una mano se la metió en la boca para empezar a chupársela con ganas mientras volvía a apoyar la mano en el suelo quedándose a cuatro patas mientras yo la jodía por el coño desde atrás y ella se la mamaba a su hijo puesto frente a ella. Pedro a su vez no perdió ocasión de amasar las tremendas tetazas de su madre, que colgaban como campanas dada la postura de la caliente hembra.

-¡Joder, mamá, joder, mamá, cómo la chupas! –decía mi primo completamente salido.

Estábamos en plena jodienda cuando empezamos a oír a mi madre gritando de placer debido sin duda a un orgasmo que acababa de experimentar. Esto creo que nos calentó a todos aún más y Pedro ya no pudo aguantar más y estalló en un tremenda corrida en la boca de su madre. Acto seguido ésta empezó también a chillar como una cerda ante la llegada de su orgasmo y aún tuvo tiempo de tener un segundo orgasmo casi seguido del anterior en el momento en que yo, entre fuertes resoplidos, me corrí abundantemente y con enorme placer en su peludo conejazo.

Instantes después apareció donde nosotros mi madre; llevaba sólo puesta la braga del bikini y por tanto lucía las tetas al aire sin ningún recato. Nosotros, por nuestra parte estábamos los tres completamente en pelotas y a nada que mi madre se fijara no le debió resultar nada difícil ver restos de semen en nuestras pollas y sobre el cuerpo de su cuñada.

-¿Qué tal la siesta? –nos dijo con socarronería.
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heranlu

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Un Típico Día De Verano En La Playa - Capítulo 003

Tras su polvete al aire libre con mi tío, mi madre había venido hasta donde estábamos mi tía, mi primo y yo. Ella acababa de tener un orgasmo follando con mi tío, tal como nosotros habíamos visto y oído, y mi madre sin duda también se percataba de que nosotros habíamos estado follando puesto que los restos de semen en nuestras pollas y sobre la oronda anatomía de mi tía Diana lo hacían bien evidente. Nos había preguntado con picardía qué tal nuestra siesta y mi tía, recogiendo el guante, también le respondió sonriendo y con picardía:

-Igual de satisfactoria que la vuestra ¿no?

Todos reímos y entonces pudimos apreciar que mi madre también tenía restos evidentes de semen en un muslo. Por su parte mi tía lucía un chorretón de lefa en el pecho y toda la entrada del coño rezumando semen de mi corrida.

-Pues nada, chicos; venía a curiosear un poco. Como he oído que esta cerda estaba chillando... A ver qué te hacen estos dos... Te habrán tratado bien, ¿eh?

-Los dos me tratan fenomenal –contestó mi tía con evidente picardía a la vez que ponía sus manos sobre nuestros muslos muy cerca de nuestras pollas.

-Esperamos que a ti también te esté tratando bien el tío Aurelio, ¿eh, mamá? –Intervine yo con igual tono cómplice de voz mientras todos reíamos.

-Y en cualquier caso también intentaremos ser nosotros los que te tratemos bien, tía. -Dijo Pedro con malicia.

-Encantada; y seguro que no tengo queja con vosotros. –Fue la prometedora respuesta de mi madre.

-Bonitas tetas, mamá –Le dije yo a mí vez guiñándole un ojo y haciendo referencia al hecho de que mi madre sólo llevaba puesta la braguita del bikini mostrando sus redondas y caídas tetas sin ningún rubor.

Ella me sonrió, me lanzó un beso con los dedos y todos volvimos a reír antes de que mi madre ya se fuera por donde había venido hacia donde estaba mi tío regalándonos la espectacular vista de su culazo cubierto de mala manera por la braguita de su bikini.

Nosotros volvimos a magrear a la tía Diana y ella a tocarnos los huevos y las pollas y así estábamos cuando empezamos a oír fuertes resoplidos de mi tío y cómo le decía a mi madre:

-Así, cerda, así. Chúpalo todo bien.

Nos incorporamos llenos de curiosidad y también excitación, claro, y mirando sobre los arbustos que nos ocultaban pudimos ver a mi tío a cuatro patas y cómo mi madre, desde atrás, le estaba chupando el culo.

-¡Pero será cerda la tía! – exclamé yo aunque no molesto sino absolutamente excitado por ver a mi madre hacer algo que nunca hubiera siquiera imaginado en ella.

-¡Joder! Sí que es cerda tu madre, sí –comentó Pedro también visiblemente excitado ante el espectáculo que estaban protagonizando mi madre y su padre-. Y a mí que sea tan guarra me está poniendo tan caliente que no voy a tener más remedio que ir allá a joder bien jodida a la muy puta.

-Pues venga, hijo. Vete y jódete a la puerca de tu tía, -le instó su madre,- que se lo está mereciendo bien por cerda. Además está en la posición adecuada, con todo el culazo ese tan gordo que tiene ahí en pompa mientras le come el ojete a tu padre.

Pedro no lo pensó más y se dirigió hacia donde estaba la otra pareja. Ambos se dieron cuenta de la llegada de Pedro pero no se inmutaron lo más mínimo y siguieron con lo que estaban. Mi madre al ver llegar a su sobrino le sonrió, le guiñó y volvió a meterle la lengua en el culo a mi tío. Pedro entonces se puso detrás de mi madre y le empezó a sobar el culo y a meterle mano en el conejo haciendo que ella gimiera de gusto mientras seguía chupándole el culo a mi tío.

-Así, así, Pedrito; sigue así, cariño –le animaba ella-. Dale gustito a tu tía, sóbame bien todo el potorro, que estoy calentorra perdida.

Instantes después Pedro arrimaba su cipote al coño de mi madre y se la clavaba empezando a follarla a ritmo creciente.

La escena era tan caliente que mi tía me dijo:

-Parece que se lo pasan bien ¿eh? ¿Quieres que también te chupe yo a ti el ojete?

-La verdad es que me gustaría mucho, tía. Y también me gustaría mucho comértelo yo a ti, que tienes un culo cojonudo. Nunca lo hubiera pensado, pero ver a mi madre hacer semejante guarrada me ha puesto cachondo del todo y me apetece una barbaridad comeros el culo a las dos, zorras. Y que me lo comáis a mí también, putonas.

-Te pone cachondo descubrir todo lo guarra y puta que es tu madre, ¿eh? –Me decía mi tía mientras ya me estaba pasando un dedo por el culo acariciando suavemente mi ano.

-Ya lo creo; es como una sorpresa. Uno nunca piensa que su madre pueda ser una guarra de tomo y lomo, pero lo cierto es que una madre no deja de ser una mujer, y cualquier mujer gusta del sexo y cualquiera puede ser una golfa viciosa. Y por lo que se ve, mi madre y tú tía, también, de lo cual me alegro mucho.

Los dos sonreímos tras mi reflexión y mi tía me dio un intenso beso con lengua para decirme a continuación:

-Pues venga, ponte a cuatro patas que te voy a meter la lengua hasta dentro y te vas a enterar de lo guarra que también es tu tía. Pero primero dame otro beso y saborea la lengua que enseguida te voy a meter en el culo, sobrinito.

Y así lo hice. Nos dimos otro tremendo morreo que disfruté enormemente y con gran excitación sólo de pensar que aquella lengua tibia, húmeda, larga y blanda de mi tía enseguida me iba a estar chupando el culo.

Y vaya si me enteré de lo guarra que podía también llegar a ser mi tía comiéndome el culo. Esta, que era una nueva práctica para mi, resultó de lo más placentera. Era tremendamente morboso sentir la lengua de mi tía trabajándome el ano y mi polla se puso dura a más no poder. Además, mientras mi tía se ocupaba de mi culo, por entre los matorrales podía ver cómo mi madre le estaba haciendo lo mismo a mi tío mientras era follada por mi primo y esa visión contribuía a calentarme aún más, muchísimo más. Después de un rato de recibir las lamidas de mi tía en el culo me apeteció ser yo el que le chupara el culo a ella. Así se lo hice saber y tras situarse en la postura adecuada empecé a lamerle con ganas su agujero marrón mientras ella gemía de gusto y me llamaba guarro.

-Es la primera vez que me comen el culo y vaya guarrada más rica que es. –Decía mi tía disfrutando intensamente de mi caricia bucal en su ano-. Después de hacerme esto como si quieres darme por el culo; no creas que te iba a decir que no. Estoy salida del todo y puedes hacerme lo que quieras, cariño.

-Todo se andará, tía, todo se andará, que la verdad es que no me disgusta la idea de penetrarte este culazo tan gordo y macizo que tienes, putona.

Yo llevaba unos minutos lamiéndole el culo a mi tía cuando aparecieron a nuestro lado mi tío, mi madre y Pedro. Como yo había estado comiéndole el culo a mi tía, no había podido seguir siendo testigo de la escena entre mi madre, mi tío y mi primo, pero al parecer, según comentó mi primo, la comida de culo de mi tío a cargo de mi madre había concluido con una corrida a cargo de éste ya que mi madre, además de chuparle el ano, le había estado cascando una paja. Por su parte Pedro había follado también suficientemente el conejo de mi madre y ésta había alcanzado un nuevo orgasmo debido tanto a las embestidas de la polla de mi primo en su chocho como a las caricias que éste le había aplicado en el clítoris. Pedro a su vez también había llegado al orgasmo eyaculando abundantemente sobre las nalgas de mi madre.

-¿Ah, y este te estaba comiendo el culo a ti? –le preguntó mi madre a mi tía al vernos en aquella posición.

-Sí, hija, y no veas lo bien que lo hace y el gusto que da. Ahora que yo también se lo he estado comiendo a él a base de bien ¿eh? Nos habéis dado envidia y nos hemos puesto nosotros a lamernos el culo, ja, ja, ja…

-Pues habrá que probarlo, que yo bien que se lo he comido al cerdo de tu marido pero a mi todavía nadie me ha dado una lengüetada en el culo.

-Ven aquí, mamá. Ponte con el culo en pompa que te lo voy a rechupetear a ti también, cerdita. –Dije yo entonces completamente cachondo y salido ante la perspectiva de chuparle el culo, aquel soberano culazo, a la viciosa de mi madre.

Mi madre dudó un poco pero, completamente excitada como estaba, terminó por seguir mis indicaciones y allí, delante de todos, se colocó a cuatro patas a la par de mi tía y con todo su gordo culazo en pompa. Yo me situé tras su redondo y extraordinario panderazo, le abrí suavemente sus gordas nalgas para descubrir su rico agujero marrón y se lo empecé a chupar con ganas. Primero le pasé la lengua arriba y abajo un par de veces por toda la raja que dividía su gordo pandero en dos deliciosas esferas de carne, y luego ya me centré en su ano; lamí con la puntita el agujero suavemente haciendo círculos con mi lengua en su ano para luego ya empezar a meter la punta de lengua todo lo que podía en su agujero alternando esa acción con lamidas en el ano y todo el área cercana con la lengua bien ancha para degustar mejor su culazo. Ella gemía como una cerda y me decía:

-Chúpame, hijo, chúpame el culo que me matas de gusto. ¡Uy, pero que cerda soy que hasta me gusta que mi hijo me chupe todo el culo! ¡Qué putaaaaaaa…! ¡Y cómo me gustaaaaa…! Así, así, bien adentro, cariño. Métele la lengua a mamá en el culo todo lo adentro que puedas. Así, así, dame con la lengüita en el agujero. Dale gusto en el culo a la puta de tu madre.

Se lo seguí comiendo un buen rato más y luego ya nos incorporamos ambos sonriendo lascivamente, sobre todo mi madre, que se me abalanzó para darme un morreo de impresión con el que degustó con ansia mi lengua, la lengua que hacía unos instantes había estado lamiéndole el culo.

-Soy muy puta incluso contigo, hijo –me decía mi madre mientras morreábamos- pero te gusta que mamá sea así de golfa, ¿a que sí, cariño?

-Ya lo creo, mamá. Cuanto más puta veo que eres, más me gustas y más me gusta que lo seas, zorrona.

Todos los demás rieron divertidos con nuestras declaraciones y luego ya fue mi tío el que dijo:

-Bueno, después de este banquetazo de culo ¿qué, bajamos a la playa?

-Id bajando vosotros si queréis –respondió Pedro sorprendiéndonos un poco a todos -que yo me quedo a charlar un rato con la tía Carmela, bueno si a ella le parece, claro.

-Desde luego que me parece bien – respondió mi madre con malicia, siendo consciente, al igual que todos de lo que Pedro quería decir con aquello de “quedarse a charlar con ella”. Y por ello añadió con picardía-: Y si los demás quieren, que se queden también a… charlar… ji, ji, ji… y luego ya bajamos todos juntos, que ahora el sol aprieta mucho.

Entonces Pedro volvió a tocarle el chocho a mi madre y allí, con su completa aquiescencia y delante de los demás, tras darle un buen morreo, la puso a cuatro patas y la empezó a joder de nuevo con ganas haciendo que las colgonas tetas de mi madre se balancearan violentamente adelante y atrás.

-No se me han pasado las ganas de follarte, cacho puta –le decía él mientras la jodía a todo ritmo-. Y me apetecía hacerlo delante de tu hijo; para que vea la madre tan puta y tan golfa que tiene.

A mi tanto la escena como las palabras de mi primo y la complaciente actitud de mi madre acabaron por empinarme la polla hasta límites nunca antes conocidos, cosa que no pasó desapercibida a mi tía, que me empezó a masajear el prepucio mientras estábamos sentados contemplando la escena del polvo que Pedro le estaba pegando a mi madre allí mismo delante de nosotros.

Momentos después mi madre alcanzaba un violento orgasmo y después era Pedro el que soltaba toda su crema de nuevo esta vez en el peludo chocho de mi madre. Y yo también en ese momento, merced a los humedísimos manoseos de mi tía, me corrí abundantemente en su mano.

Cuando acabaron, mi madre me preguntó qué me había parecido y yo le contesté que era una de las escenas más excitantes que había visto y que me había encantado verla follar y gozar como una guarra. Y también le expliqué que yo también había disfrutado gracias a la paja que me había estado haciendo la tía Diana mientras veíamos cómo follaban ella y Pedro. Para mostrarle las evidencias de la paja, mi tía, que aún tenía restos de mi semen en la mano, entonces le pasó una de sus pringosas manos por las tetas a mi madre, gesto que provocó las lujuriosas risas de todos nosotros. Mi madre sonrió y me dio un beso en la boca mientras se refrotaba las tetas contra mí con evidente lascivia.

Después sí que ya nos pusimos todos nuestros bañadores y bikinis y ya bajamos a la playa. Una vez allí mi tío se quedó tumbado bajo la sombrilla y Pedro y yo nos fuimos con nuestras madres a dar una vuelta por la arena. Mientras caminábamos, mi tía dijo:

-Bueno, después de todo lo que ha pasado no creo que tengamos que cortarnos por nada pero de todas maneras yo todavía tengo ganas de algo que no hemos hecho.

-¿De qué? –Preguntó mi madre.

-Pues yo de follar con Pedro. No me digas que a ti no te apetece joder con tu hijo.

Mi madre me miró entonces con una mezcla de picardía, lujuria y quizá también prevención ante aquella idea de mi tía Diana. Como yo le sonreí, también llevado por la excitación, mi madre enseguida le respondió a mi tía:

-La verdad que sí, chica. Me pone muy cachonda pensar en eso después de todo lo que he hecho delante de él. –Reconoció mi madre acercándose a mí para darme un beso con una sonrisa llena de vicio. Y añadió de forma retórica-: pero no sé qué opinará él...

-Pues te lo puedes imaginar, mamá, después de todo lo que hemos hecho en el pinar. ¿O es que piensas que te he comido el culazo ese tan bueno que tienes pero que no me apeteces como hembra?

-¿Y tú, cariño? –Le preguntó mi tía a su hijo:- ¿Quieres cepillarte a la golfa de tu madre?

-Ya lo creo, mamá. No sabes las ganas que tengo de gozar con este cuerpazo de golfa jamona que tienes y de meterte la polla hasta los huevos.

Los cuatro reímos y mi tía le dijo a Pedro:

-A ver qué opina tu padre...

-Hombre, supongo que no le parecerá mal pero en todo caso, si no le gustara pues nada, allá él. No creas que por eso te voy a dejar de joder bien jodida como te mereces, mamá. Eres una putona de tomo y lomo y eso ningún hijo lo puede pasar por alto. No hay nada como tener una madre bien golfa. –Contestó Pedro mientras le apretaba el culo con ganas a su madre.

Seguimos hablando sobre la jodienda entre madres e hijos poniéndonos los cuatro más cachondos cada vez. Hasta el punto de que mi tía apuntó la posibilidad de echar el incestuoso polvo aquel mismo día a la vuelta en su casa aunque no sabíamos si sería posible. En todo caso todos convinimos en que era necesario buscar una ocasión para ello porque la idea sencillamente nos ponía cachondos por completo. Tras el paseíto sobre la arena nos metimos todos en el agua y allí jugamos y nos metimos mano de lo lindo entre los cuatro hasta el punto de que varias veces ellas se quedaron con las tetas al aire y nuestros dedos visitaron sus chochos indistintamente con gran placer para todos. No teníamos otros bañistas demasiado cerca de nosotros, pero alguno que estaba a cierta distancia yo creo que sí se dio cuenta de que nos estábamos metiendo mano y que pudo observar incluso en algún momento las tetas de mi tía y de mi madre cuando nosotros jugando les bajábamos o levantábamos el sostén de sus bikinis.

Cuando finalmente nos reunimos con mi tío seguimos hablando de la jodienda y mi tía le planteó de buenas a primeras que le apetecía follar con su hijo y le preguntó que a él que le parecía. Mi tío se rió y dijo que por él estupendo, que no esperaba otra cosa de una zorra como mi tía y que si después de todo lo que estaba sucediendo aquel día, no acaban follando con nosotros también, aunque fuéramos sus hijos, sería raro.

-Y vosotros –nos dijo.- Si no les echáis un buen polvazo a este par de putas, a las dos, es que seríais tontos. Ahora que sabéis y habéis comprobado que son dos calentorras de cojones, no os andéis con tonterías, dadles polla a tope y disfrutad de ellas, que son dos buenas golfas.

-No te preocupes, papá; vamos a seguir tus consejos al pie de la letra. -Le contestó mi primo haciendo que todos riéramos divertidos.

Cuando dimos por acabado el día de playa era poco más de media tarde. Decidimos entonces volver a casa para así evitar las previsibles caravanas de última hora para entrar en nuestra ciudad. En el camino, por supuesto íbamos hablando de sexo. Mi tía iba sentada al lado de Pedro, en el puesto del copiloto y él no dejaba pasar ocasión de tocarle sus gruesos muslos. Atrás íbamos mi tío y yo y mi madre entre ambos. La verdad es que durante todo el camino fuimos metiéndole mano mientras ella reía complacida por nuestras caricias. Le tocábamos las tetas, los muslos, el chocho y mi tío hasta le metió la mano por debajo del culo para tocarle el ojete según dijo. Entonces apuntó que estaba esperando el momento de penetrar a mi madre por el culo y ella contestó fingiéndose escandalizada:

-¡Serás guarro! ¿Por el culo me vas a dar? Si por ahí debe hacer un daño terrible...

-No me digas que nunca te han penetrado por el culo con lo bueno que lo tienes. –Le decía mi tío mientras sus dedos acariciaban el ojete de mi madre bajo el bikini.

-Pues no, nunca.

-Pues entonces razón demás para desearlo. Quiero ser el primero que te joda este panderazo tan cojonudo que tienes, golfa. Y tranquila, que no te va a doler nada. Ya verás cómo te lo hago muy bien y gozas como una cerda. Primero te comeremos el culo a base de bien y luego te la enchufo suavecito para gozar con este culazo tan bueno que tienes, cuñadita.

-¿Dices que me lo comeréis? ¿Así, en plural? ¿Quieres decir entre todos, los tres? –decía mi madre con el brillo de la lujuria en los ojos.

-Desde luego, putona.

-Pues a mí no me lo comías cuando me jodías por el culo, cacho cabrón. Como mucho me escupías en el ojete y hala... todo para dentro. –Intervino entonces mi tía.

-No me digas que a ti ya te han dado por el culo. –Le preguntó mi madre un tanto incrédula.

-Este cabrón, pero ya hace tiempo. Ahora parece que mi culo no le excita tanto. Seguro que hace más de diez años que no me encula.

-Pues tranquila, tía, que si lo echas de menos seguro que nosotros estaremos encantados de ocuparnos de tu ojete. –Me atreví a decirle yo.

Ella rió con ganas y apostilló:

-Pues hombre; prefiero que me la enchufen por el coño, la verdad, pero tampoco me disgustaba sentir una polla en el culo, no creáis... Ya verás, Carmela, si mi marido te jode por el culo, como acabas encontrándole el gustillo.

-Tu marido sólo no. –Intervino Pedro-. Que yo también quiero probar el culazo de la tía Carmela ¿eh?

- Pues yo también –dije yo.

-Hijo, ¿tú también? –Repuso mi madre con humor-. Querer follar con tu madre pase, pero querer darle también por el culo...

-Es que mamá, con el culazo que tienes… Que bien sabes tú que lo tienes bien atractivo, ¿eh, cachonda?

-Claro que lo sabe la muy puta –intervino mi tío.- Todas las mujeres saben lo que tienen bueno y que gusta a los hombres. Y tu madre no creas que no es consciente de que los hombres se dan la vuelta para mirarle el culazo cuando lleva esas faldas tan ajustadas que le marcan todas estas nalgazas.

Y diciendo esto mi tío le volvió a meter mano a mi madre en el culo introduciendo su mano por entre el asiento y el culo de mi madre. Además aprovechó para sacarle la braga del bikini por los pies con lo que mi madre se quedó con el vestidito de playa arremangado en la cintura y todo el coño al aire. Mi tío le metía mano en el chocho y también en el culo y yo empecé a hacer lo mismo también. Mi madre se dejaba tocar por ambos absolutamente complacida y empezó a morrearnos a los dos alternativamente mientras la sobábamos en los asientos traseros del coche. Mi tío le daba unos morreos realmente guarros, metiéndole la lengua una barbaridad y salivando ambos mucho durante sus morreos. Cuando mi madre, tras besar de aquella manera a mi tío, se volvía hacia mí, su boca era un mar de babas y así me besaba, metiéndome también la lengua en la boca y repasándome la lengua y las encías con su boca babosa. A mí no me daba ningún tipo de repugnancia que mi madre me besara con la lengua llena de las babas de mi tío; la extrema lujuria y vicio de aquellos besos con mi madre hacían que cualquier otra consideración fuera de mínima importancia. Mi madre, además de morrear con nosotros y de dejarse meter mano, también nos sacó tanto a mi tío como a mí las pollas del bañador y nos empezó a masajear los cipotes poniéndonos a ambos al borde la eyaculación. En un momento dado mi madre incluso dijo:

-Qué buenos rabos tenéis, cabrones.

-Para que tú los disfrutes, putona. –Le respondió mi tío dándole uno de aquellos besos babosos y guarrísimos que hizo que a mi madre le resbalaran babas por la comisura de los labios y la barbilla.

-¡Joder, qué cachonda estoy! –Decía ella-. Mira que he tenido ya hoy unos cuantos orgasmos pero creo que estoy más caliente cada vez. No veo el momento de llegar a casa y de poneros el culo en pompa para que me lo penetréis con estos cipotazos tan buenos, cabrones.

-Pedro, acelera –dijo entonces en tono de broma mi tío,- que tenemos que llegar cuanto antes a casa para taladrar a la marranaza de tu tía.

Y así transcurrió nuestro viaje de vuelta. Al llegar al barrio de mis tíos, Pedro aparcó el coche y subimos todos al piso de mis tíos. Como nos habíamos ido pronto de la playa, aún era pronto y si pasábamos otro ratito en casa de mis tíos aún llegaríamos mi madre y yo a nuestra casa a una razonable. La cachondura general era tan grande que nada más entrar en casa mi tío le quitó de golpe a mi madre su vestidito y el bikini dejándola completamente en cueros. Mientras tanto, Pedro y yo estábamos haciendo lo mismo con mi tía. El tío Aurelio enseguida le dio instrucciones a mi madre para que se pusiera en el sofá apoyada con las rodillas en los cojines y de cara al respaldo, es decir, dejando su inmenso culazo completamente a nuestra disposición. Y entonces le dio un buen lametazo en toda la raja del culo a mi madre y nos dijo Pedro y a mí:

-Hala, chavales; ablandadle con la lengua el ojete a esta golfa que le vamos a dar por el culo como se merece la muy puta.

Y así estuvimos un rato, turnándonos los tres en lamerle el ojete a mi madre mientras ella se deshacía de gusto con nuestras caricias en su ano. Al poco rato mi tío dijo:

-Venga, que ya lo debe tener listo.

Y entonces mi tío le dijo a mi madre que se bajara del sofá y que le siguiera hasta su dormitorio. Allí le indicó que se subiese a la cama y se pusiera a cuatro patas:

-Y ahora, si no os importa, voy a ser el primero en penetrar este panderazo tan espectacular. Voy a desvirgarle el culo a Carmela.

Mi tío apoyó su cipote en el ano de mi madre y empezó a penetrarla suavemente; enseguida tuvo todo su capullo alojado en el culo de mi madre y entonces empezó un muy suave y lento mete-saca que a ella pareció gustarle mucho. Poco a poco mi tío iba haciendo más profunda la penetración anal y en un momento dado mi madre creo que nos sorprendió a todos diciéndonos a Pedro y a mí:

-Chicos, poneos aquí delante y traed vuestras pollas, que quiero chupároslas mientras Aurelio me encula.

-¡Pero qué puta! –decía mi tía riendo mientras nosotros nos situábamos delante de mi madre siguiendo sus indicaciones.

Nos empezó a chupar las pollas mientras mi tío le perforaba el ojete y así estuvo unos minutos. Sin embargo, a medida que las enculadas de mi tío se iban haciendo más profundas y rápidas, mi madre ya no podía mamarnos las pollas cómodamente y dejó de hacerlo aunque dijo entre intensos gemidos de placer:

-Luego acabo con vuestras pollas, chicos. ¡Ahhhhh…qué bueno es esto! ¡Cómo me gusta que me den por el culo! Asíííí…. Ahhhhh…. Ummmmm…. Síííí….

Instantes después, entre bramidos, mi tío se corría en el ano de mi madre y yo diría, a juzgar por sus gemidos, que ella experimentó una especie de orgasmo anal pues desde luego sus gestos, gemidos y demás eran de puro placer por la enculada experimentada.

Cuando mi tío le sacó el cipote del culo. Ella se volvió y le dio un intensísimo beso, como de agradecimiento por haberla desvirgado analmente. Entonces mi primo Pedro le empezó a tocar el culo a mi madre, pasándole los dedos por toda la raja por donde resbalaba el semen de su padre que poco a poco le iba saliendo del culo a mi madre, y le dijo a ésta:

-Tía, ya sabes que yo también quiero darte por el culo, pero igual ahora ya no te apetece o no es del día, pero que no se te olvide, porfa…

-¡Cómo que no es el día! ¡Y cómo que no me apetece! Me apetece que me la metáis los tres por el culo y por donde queráis. Joder, si es que estoy más cachonda a cada minuto que pasa.

-¡Qué putona! –le respondió mi primo asombrado por la extrema cachondez de mi madre.

-Venga, sobrinito; dame por el culo –le dijo mi madre. Y añadió dirigiéndose a mí-: ¿A ti, hijo, te importa ser el último en metérmela por el ojete?

-Claro que no, mamá –le respondí yo dándole otro profundo morreo-. Me encantará meterme la polla en el culo cuando lo tengas bien relleno de la lefa de estos dos cerdos, que así seguro que lo tienes más blandito y lubricado y a ti te da más gusto.

Mi madre me sonrió con una mirada de lujuria y vicio increíble y sacando su lengua me chupo los labios y la lengua que yo también asomaba. Seguidamente volvió a ponerse a cuatro patas y ella misma se abrió las nalgas con una mano mostrándole a mi primo el ojete e instándole a que la penetrara. Así lo hizo Pedro y empezó a encularla con gran placer. La excitación de mi primo debía ser tremenda porque apenas aguantó follando a mi madre por el culo unos minutos. Se corrió entre alaridos y ella también disfrutó y se sintió satisfecha de recibir en su recto la andanada de lefa de su sobrino. Cuando éste se la sacó también se dieron un buen morreo y acto seguido mi madre me dijo:

-Y ahora, mi amor, es tu turno. Dale por el culo a la puta de tu madre y disfruta de mi ojete de guarra, cariño.

Yo entonces le repasé también la raja de su imponente culazo con los dedos, que estaba tremendamente resbaladiza del semen que allí quedaba tanto de mi tío como de mi primo, y me disponía a penetrarla cuando ella me cogió la mano con la que yo le había estado acariciando la raja del culo y tal como tenía los dedos, impregnados de lefa, se los llevó a la boca y me los rechupeteó con enorme vicio. Estaba claro que mi madre era una guarraza de primer nivel y que estaba disfrutando enormemente su desvirgamiento anal por triplicado. No contenta con eso también me dio un morreo y me dijo riendo:

-Disfruta tú también de tu mamá, guarrete.

Se volvió a situar a cuatro patas sobre la cama de matrimonio de mis tíos y con éstos y mi primo como espectadores, me dispuse a penetrar analmente a mi madre. Las folladas anales previas de mi tío y mi primo, y sobre todo sus corridas, habían hecho que follar a mi madre ahora por el culo fuera absolutamente sencillo y así entro mi polla en su ojete, como cuchillo en mantequilla. Empecé un suave vaivén disfrutando de aquel culazo agarrado a las amplias y apetitosas caderazas de mi madre. Mientras yo la enculaba ella retomó la idea de chupar pollas a la vez, como había hecho conmigo y con mi primo mientras mi tío, la sodomizaba. Así se lo propuso ahora a ellos y como mi enculada era bastante más suave que la primera de mi tío, estuvo comiéndoles las pollas a Pedro y a mi tío Aurelio un buen rato mientras yo la jodía por el culo. Cuando mi orgasmo estaba cerca yo aceleré los movimientos de penetración anal y entonces mi madre, como antes con mi primo y conmigo, no pudo seguir la mamada de pollas y las tuvo que dejar mientras era yo ahora el que con inmensísimo placer me corría en el culazo de mi madre.

Cuando se la estaba sacando del culo a mi madre y mientras ella se abalanzaba para besarme pude ver que mi tío se estaba follando a cuatro patas a mi tía y que ésta le estaba comiendo la polla a su hijo. Mi madre y yo nos besamos con vicio y pasión y estábamos en plena degustación de nuestras lenguas babosas cuando ya mi tía empezó a chillar de gusto porque su marido se estaba corriendo en su interior y a la vez mi primo le estaba soltando un ya breve chorro de lefa en la cara porque mucho más semen ya no debía quedarle en los huevos.

Todos reíamos satisfechos ante aquel final de fiesta y ya, tras descansar brevemente, nos recompusimos y mi madre y yo nos dispusimos a irnos paseando hasta nuestra casa mientras mis tíos y mi primo se quedaban duchándose, los tres juntos, por cierto.

Cuando mi madre y yo llegamos a casa, mi padre nos recibió bostezando y diciéndonos que se había pasado el día entero viendo la tele. Le dio un breve beso en la mejilla a mi madre y le dijo:

-Hueles muy salado.

-Claro, de tanto salitre y agua de mar –respondió mi madre hábilmente-. Pero ahora nos duchamos y como nuevos. Y hasta la próxima jornada que tengamos como esta, que espero que sea pronto porque lo hemos pasado muy bien.

-Todo un día en la playa; menudo aburrimiento –replicó mi padre mientras abría otra cerveza y cambiaba de canal.

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