Era domingo, Catalina, había ido a misa de nueve. Luego fue al piso de María, la que creía amante de su marido y llamó al timbre del piso. La muchacha salió de la ducha completamente desnuda. Fue a la puerta y echó un vistazo por la mirilla. Al ver quién era la que había llamado al timbre, entreabrió la puerta y le preguntó:
-¿Qué quiere a estas horas de la mañana, tía?
-Hablar contigo.
-Estoy desnuda...
Catalina empujó por la puerta. Entró dentro del piso y cerró la puerta detrás de ella. Al ver a María desnuda, le dijo:
-¡Así que esto es lo que se come mi marido!
María, que tenía la misma estatura que Catalina, el cabello rubio, los ojos azules, las tetas medianas, con areolas color carne, los pezones pequeños, las caderas normales, la cintura estrecha y el culo redondo, le dijo:
-No se ponga violenta que saldrá perdiendo.
Catalina puso los brazos en jarra.
-Encima me vienes con amenazas.
María, reculando, tapó las tetas con el brazo izquierdo y el coño con la mano derecha.
-Está en un error...
No la dejaba hablar. Caminando hacia ella le dijo:
-No, zorra, no estoy en un error.
-Mire, tía...
-¡Ni tía ni leches!
-Deje que me vista y después hablamos.
-Sin ropa te va a doler más.
María fue reculando hacia su habitación. Catalina fue detrás de ella. A María no le dio tiempo a cerrar la puerta. Catalina, viendo a María al lado de la cama y sin probabilidad de huir, le dijo:
-¡Te voy a quitar las ganas de acostarte con el marido de otra!
-No sea tonta que no tiene ni media hostia.
Fue a su lado y quiso darle una bofetada. María, que era cinturón negro de Judo, la cogió por una muñeca, le hizo una llave y la tiró encima de la cama, luego se sentó sobre ella y le agarró los brazos.
-Ahora me va a escuchar, quiera o no quiera.
Catalina se revolvió como gata panza arriba.
-¡Suéltame!
-No la soltaré hasta que me escuche.
-¡No tengo nada que escuchar!
-Pues me va a escuchar. Yo no follo con su marido.
-¡Mientes!
-No miento. A mí me gustan los hombres tanto como morder un adoquín. Soy lesbiana, tía.
-Lo dices para engañarme.
Le dio un beso con lengua que la dejó muda y con los ojos desorbitados por la sorpresa. Luego le dije:
-Soy lesbiana. ¿Quiere que se lo coma todo?
Catalina se hizo la escandalizada.
-¡No, no quiero!
-Yo sí quisiera comerle todo.
Quiso besarla de nuevo, pero Catalina le hizo la cobra.
-¡Déjame ir!
Le soltó los brazos y se quitó de encima de ella.
María fue al armario y se inclinó para coger unas bragas y un sujetador en el cajón de abajo, al hacerlo le mostró el coño, un coño pequeño y gordo, y a María se le abrió y se le cerró su coño. Le pasó por la cabeza echar un polvo. La sacó de sus húmedos pensamientos la voz de María.
-¿Por qué pensó que me había liado con el tío?
Catalina salió de la cama y no le dijo que se lo había dicho Santino.
-Porque desde que trabajas con él, no me atiende como antes...
-Será que le llegó la pito pausa.
-Será... Tienes que disculparme por haber desconfiado de ti.
Poniéndose las bragas, le dijo:
-No necesita disculparse.
-En fin, me voy, avergonzada, y sabiendo una cosa nueva.
-¿Esa cosa es que soy lesbiana?
-Sí.
-¿Le molestó mucho el beso?
-No, fue algo inesperado, pero no, no me molestó.
-Tía.
-¿Qué?
-¿Me vuelvo a quitar las bragas y se lo hago?
-No digas barbaridades, desvergonzada.
-La haría gozar como nunca antes ha gozado.
-No seas presuntuosa.
-No soy presuntuosa, soy realista.
-Sería adulterio e incesto, en tercer o cuarto grado, pero incesto.
Fue a su lado y le echó las manos al culo, le lamió una oreja y después, tuteándola, le dijo al oído:
-Te pasarás el resto de tu vida pensando como hubiese sido, y por muchos dedos que te hagas, y por muchas cosas que te imagines nunca sabrás...
-Eres la tentación hecha mujer.
-Eso es lo más bonito que me han dicho en toda mi vida.
La apretó contra ella y le dio un beso con lengua. Catalina le dijo:
-Eres un pecado con patas.
Le levantó el vestido, le metió la mano dentro de las bragas y vio que estaba mojada. Sacó la mano, lamió los jugos, y le dijo:
-Es lo más rico que he probado.
Le bajó la cremallera de la espalda del vestido. Catalina le dijo:
-Me estoy sintiendo muy puta.
-Cuanto más puta, más se disfruta.
Luego de caer el vestido al piso, le quitó el sujetador y después se agachó y le quitó las bragas mojadas, los zapatos y las medias. Se puso en pie, dio dos pasos atrás, la miró y le dijo:
-Tienes un cuerpo precioso.
-Ya quisiera, ya, tú sí que lo tienes precioso.
-Échate sobre la cama.
Catalina se echó sobre la cama y María se echó a su lado. Le dio un pico y le dijo:
-Me voy a emborrachar con tu licor, bombón.
Besando y lamiendo su cuello, sus orejas, su frente, sus ojos y su mentón, le metió dos dedos dentro de la vagina y le hizo el "ven aquí", se lo hizo muy, pero que muy despacito. Haciéndoselo, la besó con lengua... Al rato, Catalina, gimiendo, echó el culo hacia arriba, lo movió alrededor y hacia los lados. Era obvio que estaba buscando el orgasmo. María movió los dedos con celeridad dentro de la vagina. Al ver que se iba a correr, le dijo:
-Mírame cuando te corras.
Catalina abrió los ojos. Segundos después los cerró de golpe. Su cuerpo se tensó, y luego comenzó a convulsionarse. María le dijo:
-Mírame.
Abrió los ojos, pero no la miró, ya que tenía los ojos en blanco. María, al verla, se mojó tanto que su coño goteó sobre la cama.
Al acabar de correrse le quitó los dedos del coño, los lamió con la punta de la lengua, y luego se los metió en la boca. María saboreó los restos de los jugos de su corrida, y después le dijo:
-Estás haciendo de mí una cochina.
-¿Te gusta sentirte guarra?
-Sí.
-Échate boca abajo.
Se puso boca abajo. María se arrodilló detrás de ella y fue lamiendo su espalda desde el coxis al cuello, luego bajó lamiendo hacia arriba y lamiendo hacia abajo, hasta llegar a culo. Lamió entre sus nalgas, le lamió el ojete y después le enterró la lengua dentro. Catalina levantó el culo de golpe y casi le jode los piños a su sobrina.
-¿Qué me haces, María?
-¿No te gusta?
-Me encanta, pero es algo muy guarro.
-El sexo cuanto más sucio...
La interrumpió.
-Más asqueroso.
-Eso me lo dices después de correrte.
Le separó las nalgas y vio su ojete, un ojete sin estrías que se estaba abriendo y cerrando.
-¡¿Pero Vicente aún no te folló el culo?!
-No le dejé.
-Pue debías haberle dejado. Se siente muy rico que te lo coman y que te lo follen. ¿Sigo?
-Si quieres desvirgarme el culo, desvírgamelo, pero no me preguntes, no me preguntes por qué me haces sentir tan guarra...
-Ponte a cuatro patas.
Catalina se puso a cuatro patas. María le lamió el ojete varias veces, y se lo folló con la lengua unas cuantas veces más. Luego chupó el dedo pulgar, le acarició el ojete con la yema y a continuación, con la uña hacia abajo, se lo metió dentro y le folló el culo, al tiempo que le lamía el coño.
Poco después, Catalina, estaba gimiendo, gemía con la boca abierta y le caían de ella ríos de babas..., y no le caían las babas del coño porque se las estaba tragando María. Cuando María sintió que le venía, le dijo:
-¡Me voy a correr, Catalina, me voy a correr!
Catalina dejó de lamerle el coño, juntó tres dedos, se los metió en la vagina y la folló con ellos. María se corrió con tanta fuerza que acabó espatarrada sobre la cama.
Cuando Catalina se dio la vuelta, María, le puso el dedo pulgar debajo de la nariz, y le dijo:
-Huele profundamente.
Olió profundamente. Catalina le dijo:
-A mí ese olor me pone.
-He descubierto que a mí también me pone.
-Ahora viene lo mejor.
Le cogió las tetas por debajo, se las magreó y se las mamó con dulzura, al principio, después se las devoró.
Cuando llegó al coño lo tenía como una charca. Sabía que si se lo lamía ya se corría. La hizo sufrir. Lamió con la punta de la lengua en el pliegue que une el coño con las piernas, luego le abrió el coño con dos dedos y le lamió un labio con la punta de la lengua, después lamió el otro. Catalina movió la pelvis hacia todo los lados, buscando el contacto de la lengua con su coño, como no logró frotarse, le dijo:
-Por favor, haz que me corra, María.
-Llámame cariño.
-Por favor, cariño, por favor.
Siguió rozando la punta de la lengua en su coño.
-Llámame maestra.
Catalina perdió la paciencia.
-¡Hazme correr, puta, hazme correr!
María le enterró la lengua en el coño. Catalina movió su culo alrededor y se corrió en la boca de su sobrina.
María ya no podía más. Estaba que echaba por fuera. Tenía que correrse o le daba algo. Le puso el coño en la boca a su tía. Catalina sacó la lengua, María, frotó el coño contra ella y ni un minuto tardó, en decir:
-¡Trágala, trágala, trágala!
Se corrió en la boca de su tía. Catalina se tragó los jugos de la corrida.
Luego de gozar las dos, acurrucadas una junto a la otra, le preguntó Catalina a María:
-Ahora que ya somos íntimas, dime: ¿Te follas a mi marido?
-¡Y vuelve la burra al trigo! Ya te dije que no me gustan los hombres. Lo mío son las mujeres.
-¿Tienes muchas amigas?
-Sí. ¿Te gustaría hacer un trió?
-¿Con mi marido?
-Un trío con otra mujer.
-No me veo con dos mujeres.
-Tampoco te veías conmigo.
-Si tú te piensas hacer un trío con mi marido, me pienso yo hacerlo contigo y con una de tus amigas.
-Me lo pensaré, pero no me veo follando con tu marido, ni con él, ni con ningún otro hombre.
-¿Qué quiere a estas horas de la mañana, tía?
-Hablar contigo.
-Estoy desnuda...
Catalina empujó por la puerta. Entró dentro del piso y cerró la puerta detrás de ella. Al ver a María desnuda, le dijo:
-¡Así que esto es lo que se come mi marido!
María, que tenía la misma estatura que Catalina, el cabello rubio, los ojos azules, las tetas medianas, con areolas color carne, los pezones pequeños, las caderas normales, la cintura estrecha y el culo redondo, le dijo:
-No se ponga violenta que saldrá perdiendo.
Catalina puso los brazos en jarra.
-Encima me vienes con amenazas.
María, reculando, tapó las tetas con el brazo izquierdo y el coño con la mano derecha.
-Está en un error...
No la dejaba hablar. Caminando hacia ella le dijo:
-No, zorra, no estoy en un error.
-Mire, tía...
-¡Ni tía ni leches!
-Deje que me vista y después hablamos.
-Sin ropa te va a doler más.
María fue reculando hacia su habitación. Catalina fue detrás de ella. A María no le dio tiempo a cerrar la puerta. Catalina, viendo a María al lado de la cama y sin probabilidad de huir, le dijo:
-¡Te voy a quitar las ganas de acostarte con el marido de otra!
-No sea tonta que no tiene ni media hostia.
Fue a su lado y quiso darle una bofetada. María, que era cinturón negro de Judo, la cogió por una muñeca, le hizo una llave y la tiró encima de la cama, luego se sentó sobre ella y le agarró los brazos.
-Ahora me va a escuchar, quiera o no quiera.
Catalina se revolvió como gata panza arriba.
-¡Suéltame!
-No la soltaré hasta que me escuche.
-¡No tengo nada que escuchar!
-Pues me va a escuchar. Yo no follo con su marido.
-¡Mientes!
-No miento. A mí me gustan los hombres tanto como morder un adoquín. Soy lesbiana, tía.
-Lo dices para engañarme.
Le dio un beso con lengua que la dejó muda y con los ojos desorbitados por la sorpresa. Luego le dije:
-Soy lesbiana. ¿Quiere que se lo coma todo?
Catalina se hizo la escandalizada.
-¡No, no quiero!
-Yo sí quisiera comerle todo.
Quiso besarla de nuevo, pero Catalina le hizo la cobra.
-¡Déjame ir!
Le soltó los brazos y se quitó de encima de ella.
María fue al armario y se inclinó para coger unas bragas y un sujetador en el cajón de abajo, al hacerlo le mostró el coño, un coño pequeño y gordo, y a María se le abrió y se le cerró su coño. Le pasó por la cabeza echar un polvo. La sacó de sus húmedos pensamientos la voz de María.
-¿Por qué pensó que me había liado con el tío?
Catalina salió de la cama y no le dijo que se lo había dicho Santino.
-Porque desde que trabajas con él, no me atiende como antes...
-Será que le llegó la pito pausa.
-Será... Tienes que disculparme por haber desconfiado de ti.
Poniéndose las bragas, le dijo:
-No necesita disculparse.
-En fin, me voy, avergonzada, y sabiendo una cosa nueva.
-¿Esa cosa es que soy lesbiana?
-Sí.
-¿Le molestó mucho el beso?
-No, fue algo inesperado, pero no, no me molestó.
-Tía.
-¿Qué?
-¿Me vuelvo a quitar las bragas y se lo hago?
-No digas barbaridades, desvergonzada.
-La haría gozar como nunca antes ha gozado.
-No seas presuntuosa.
-No soy presuntuosa, soy realista.
-Sería adulterio e incesto, en tercer o cuarto grado, pero incesto.
Fue a su lado y le echó las manos al culo, le lamió una oreja y después, tuteándola, le dijo al oído:
-Te pasarás el resto de tu vida pensando como hubiese sido, y por muchos dedos que te hagas, y por muchas cosas que te imagines nunca sabrás...
-Eres la tentación hecha mujer.
-Eso es lo más bonito que me han dicho en toda mi vida.
La apretó contra ella y le dio un beso con lengua. Catalina le dijo:
-Eres un pecado con patas.
Le levantó el vestido, le metió la mano dentro de las bragas y vio que estaba mojada. Sacó la mano, lamió los jugos, y le dijo:
-Es lo más rico que he probado.
Le bajó la cremallera de la espalda del vestido. Catalina le dijo:
-Me estoy sintiendo muy puta.
-Cuanto más puta, más se disfruta.
Luego de caer el vestido al piso, le quitó el sujetador y después se agachó y le quitó las bragas mojadas, los zapatos y las medias. Se puso en pie, dio dos pasos atrás, la miró y le dijo:
-Tienes un cuerpo precioso.
-Ya quisiera, ya, tú sí que lo tienes precioso.
-Échate sobre la cama.
Catalina se echó sobre la cama y María se echó a su lado. Le dio un pico y le dijo:
-Me voy a emborrachar con tu licor, bombón.
Besando y lamiendo su cuello, sus orejas, su frente, sus ojos y su mentón, le metió dos dedos dentro de la vagina y le hizo el "ven aquí", se lo hizo muy, pero que muy despacito. Haciéndoselo, la besó con lengua... Al rato, Catalina, gimiendo, echó el culo hacia arriba, lo movió alrededor y hacia los lados. Era obvio que estaba buscando el orgasmo. María movió los dedos con celeridad dentro de la vagina. Al ver que se iba a correr, le dijo:
-Mírame cuando te corras.
Catalina abrió los ojos. Segundos después los cerró de golpe. Su cuerpo se tensó, y luego comenzó a convulsionarse. María le dijo:
-Mírame.
Abrió los ojos, pero no la miró, ya que tenía los ojos en blanco. María, al verla, se mojó tanto que su coño goteó sobre la cama.
Al acabar de correrse le quitó los dedos del coño, los lamió con la punta de la lengua, y luego se los metió en la boca. María saboreó los restos de los jugos de su corrida, y después le dijo:
-Estás haciendo de mí una cochina.
-¿Te gusta sentirte guarra?
-Sí.
-Échate boca abajo.
Se puso boca abajo. María se arrodilló detrás de ella y fue lamiendo su espalda desde el coxis al cuello, luego bajó lamiendo hacia arriba y lamiendo hacia abajo, hasta llegar a culo. Lamió entre sus nalgas, le lamió el ojete y después le enterró la lengua dentro. Catalina levantó el culo de golpe y casi le jode los piños a su sobrina.
-¿Qué me haces, María?
-¿No te gusta?
-Me encanta, pero es algo muy guarro.
-El sexo cuanto más sucio...
La interrumpió.
-Más asqueroso.
-Eso me lo dices después de correrte.
Le separó las nalgas y vio su ojete, un ojete sin estrías que se estaba abriendo y cerrando.
-¡¿Pero Vicente aún no te folló el culo?!
-No le dejé.
-Pue debías haberle dejado. Se siente muy rico que te lo coman y que te lo follen. ¿Sigo?
-Si quieres desvirgarme el culo, desvírgamelo, pero no me preguntes, no me preguntes por qué me haces sentir tan guarra...
-Ponte a cuatro patas.
Catalina se puso a cuatro patas. María le lamió el ojete varias veces, y se lo folló con la lengua unas cuantas veces más. Luego chupó el dedo pulgar, le acarició el ojete con la yema y a continuación, con la uña hacia abajo, se lo metió dentro y le folló el culo, al tiempo que le lamía el coño.
Poco después, Catalina, estaba gimiendo, gemía con la boca abierta y le caían de ella ríos de babas..., y no le caían las babas del coño porque se las estaba tragando María. Cuando María sintió que le venía, le dijo:
-¡Me voy a correr, Catalina, me voy a correr!
Catalina dejó de lamerle el coño, juntó tres dedos, se los metió en la vagina y la folló con ellos. María se corrió con tanta fuerza que acabó espatarrada sobre la cama.
Cuando Catalina se dio la vuelta, María, le puso el dedo pulgar debajo de la nariz, y le dijo:
-Huele profundamente.
Olió profundamente. Catalina le dijo:
-A mí ese olor me pone.
-He descubierto que a mí también me pone.
-Ahora viene lo mejor.
Le cogió las tetas por debajo, se las magreó y se las mamó con dulzura, al principio, después se las devoró.
Cuando llegó al coño lo tenía como una charca. Sabía que si se lo lamía ya se corría. La hizo sufrir. Lamió con la punta de la lengua en el pliegue que une el coño con las piernas, luego le abrió el coño con dos dedos y le lamió un labio con la punta de la lengua, después lamió el otro. Catalina movió la pelvis hacia todo los lados, buscando el contacto de la lengua con su coño, como no logró frotarse, le dijo:
-Por favor, haz que me corra, María.
-Llámame cariño.
-Por favor, cariño, por favor.
Siguió rozando la punta de la lengua en su coño.
-Llámame maestra.
Catalina perdió la paciencia.
-¡Hazme correr, puta, hazme correr!
María le enterró la lengua en el coño. Catalina movió su culo alrededor y se corrió en la boca de su sobrina.
María ya no podía más. Estaba que echaba por fuera. Tenía que correrse o le daba algo. Le puso el coño en la boca a su tía. Catalina sacó la lengua, María, frotó el coño contra ella y ni un minuto tardó, en decir:
-¡Trágala, trágala, trágala!
Se corrió en la boca de su tía. Catalina se tragó los jugos de la corrida.
Luego de gozar las dos, acurrucadas una junto a la otra, le preguntó Catalina a María:
-Ahora que ya somos íntimas, dime: ¿Te follas a mi marido?
-¡Y vuelve la burra al trigo! Ya te dije que no me gustan los hombres. Lo mío son las mujeres.
-¿Tienes muchas amigas?
-Sí. ¿Te gustaría hacer un trió?
-¿Con mi marido?
-Un trío con otra mujer.
-No me veo con dos mujeres.
-Tampoco te veías conmigo.
-Si tú te piensas hacer un trío con mi marido, me pienso yo hacerlo contigo y con una de tus amigas.
-Me lo pensaré, pero no me veo follando con tu marido, ni con él, ni con ningún otro hombre.