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Mamá, ya no soy tu Carlitos - Capitulo 001
Mamá está casada felizmente con mi padre. No es una mujer divorciada, ni está falta de sexo como las mujeres que aparecen muchas veces en estos relatos. Mis padres se quieren mucho, y seguramente lo hacen cuando les apetece, pero la verdad es que yo no los he oído nunca hacerlo, por lo que supongo que lo harán cuando no estoy en casa.
Mi padre por su trabajo pasa largos periodos fuera de casa, y mamá trabaja en una tienda de electrodomésticos, combinado con su trabajo como ama de casa, en el que yo le ayudo todo lo que puedo.
Una mañana de domingo estaba preparando la comida. Me apeteció hacer salchichas con tomate y puré de patatas. Mamá estaba en la ducha.
Estaba friendo las salchichas y cada vez que les daba la vuelta veía un pene en ellas.
Además, le había echado cebolla a la sartén, por lo que cortadas en aros y mezcladas con las salchichas, veía cada salchicha como un pene introduciéndose en una vagina. Dejé de removerlas un rato, pero la imagen no se me quitaba de la cabeza.
-Carlitoooos, ¿Dónde estás? -mamá me seguía llamando Carlitos, aunque ya tenía 18 años, como si siguiera siendo su niño pequeño.
-Estoy en la cocina mamá. -le respondí mirando la sartén como si las salchichas y la cebolla volvieran a ponerse en movimiento, aunque solo borboteaba el aceite.
Mamá entró en la cocina, solo tapada por una toalla de ducha y secándose el pelo con otra más pequeña. Estaba guapísima.
-Que bien huele hijo. -me dijo poniéndose a mi lado y mirando lo que estaba preparando.
-Pues falta el puré y el tomate. Enseguida estarán.
-Vale hijo. Te esperaré aquí sentada.
Terminé de freír la comida sin mirar demasiado a la sartén.
Saqué las salchichas y la cebolla en dos platos, y las coroné con el puré de patatas. El tomate lo dejé por separado para que cada uno nos echáramos lo que quisiéramos.
Mamá estaba sentada con la toalla puesta y la otra enrollada en el pelo.
-¿No te vistes mamá? -le pregunté mientras le pasaba el tomate.
-Tengo calor hijo. -me dijo mientras se echaba el tomate sobre las salchichas y la cebolla.
-Andrea, Andrea. -le dije mientras cortaba una salchicha.
-Carlitos, Carlitos. -me contestó ella riendo.
-Tengo ya una edad mamá. -le comenté.
-Para mí siempre serás mi Carlitos. -y me dio un tirón suave en la mejilla-. En el fondo me encantaba ser su Carlitos.
Después de comer, mamá recogió la mesa. No me dejó hacerlo ni fregar los platos ni los cubiertos.
Decidí subir a mi cuarto después de comer. Le escribí a mi amigo Roberto para discutir la estrategia del partido. Teníamos una liguilla de futbol, nada serio, jugábamos entre amigos del barrio, sin rivalidad apenas, sin malos rollos. Pero aun así me gustaba que nuestro equipo ganase.
Salí de casa a las 17:30 despidiéndome de mamá.
Terminamos empatando el partido. La verdad es que podía haber dado más de sí, pero en el equipo contrario jugó de delantero Alejandro, un tío bastante fuerte que iba un curso por encima de nosotros, y me fui casi imposible pararlo.
Fuimos al vestuario y nos duchamos. Me estaba secando, cuando Roberto se acercó a mí, aparte, con el móvil en la mano.
-Tío, mira lo que tengo. -me dijo en voz baja y mirando alrededor para ver si alguien se fijaba en nosotros-. ¿Alguna vez has visto a tu madre o a tu hermana desnuda? -me preguntó.
-No tengo hermanas, ya lo sabes, y a mi madre nunca la he visto desnuda. -le respondí.
-Lo que te estas perdiendo amigo. -dijo mientras entraba en una carpeta del móvil protegida por una contraseña.
Le miré, pero no dije nada. Puso la contraseña tan deprisa que no me dio tiempo a ver cuál era.
-Mira, mira. Las pillé el otro día cambiándose a las dos en la habitación de mis padres. -dijo mientras pasaba una tras otra las fotos-. Caminaba por el pasillo, cerca de su habitación, y oí que hablaban en voz baja. La puerta estaba entreabierta, por lo que metí un poco el móvil por la rendija y les saqué esta ráfaga de fotos.
Se veía a primero a una chica joven, rubia, de curvas formadas, Lorena, la hermana de Roberto, y una mujer alta, también rubia, que debía ser su madre. Las fotos las había sacado casi todas de espaldas, menos una, en la que su madre se veía desnuda de frente en todo su esplendor.
Estaba acostumbrado a ver mujeres desnudas en internet, en revistas y videos porno, pero nunca había visto a la madre de mi mejor amigo, y además con sus tetas firmes, y su triangulo de pelo rubio, casi sin depilar, completamente desnuda, posando sin saberlo, para la cámara de fotos del móvil de su hijo.
-¿Me las pasas? -le pregunté ávido de tener un buen material para pajas.
-Noooo. -me dijo Roberto muy serio-. Bueno, si me consigues una de tú de madre desnuda, te paso la de la mía. Las de mi hermana son para mí.
-Jooo, no vale. -protesté como si fuera un niño pequeño-. Pásame una al menos.
-Bueeenoooo. Te paso esta de mi hermana que se ve medio borrosa. Confórmate con esa. Pero consígueme una de tu madre. Las dos son de la misma edad y seguro que la tuya está tan buena como la mía.
Mi madre era morena, no rubia, y siempre la vi vestida, así que no sabía si estaba buena o no, aparte de que era muy guapa. Cubierta con la toalla tampoco había podido notar sus curvas. Si le preguntaba a papá me diría si mamá estaba buena o no. Pero ¿en qué estaba pensando? ¿cómo iba a preguntarle a mi padre si mamá estaba buena?
Noté un pequeño golpe en la cabeza.
-Vamos Carlos que te has quedado alelao. -era Roberto que me sacó de mi ensimismamiento.
Ya vestidos y con nuestras cosas recogidas, salimos de los vestuarios. Roberto aflojó el paso haciendo que nos quedáramos detrás de los demás.
-Si te la cascas con la foto de mi hermana cuéntame que tal. Estaré despierto hasta tarde. Mis padres estarán fuera, y mi hermana va a dormir a casa de Dolores-. Me dijo al oído como si alguien pudiera escucharle.
Dolores era la mejor amiga de la hermana de Roberto. Una chica idiota que caía mal a todo el mundo menos a ella. Con el pelo rizado como Shirley Temple, aunque yo no tenía ni idea que quien era la tal Shirley Temple, pero Roberto siempre la nombraba cuando hablaba de ella para compararla.
Nos despedimos en la esquina de la calle, vivíamos en direcciones opuestas, el resto de nuestro equipo ya se había separado antes.
Subí las escaleras del bloque. No me gustaba usar el ascensor, aunque vivíamos en un quinto. Estaba cansado por el partido, aunque aún tenía fuerza para subir andando.
Pensé en lo que me había pedido Roberto. Conseguirle una foto desnuda de mi madre. A cambio me pasaría la de la suya, y la verdad es que estaba bastante buena. ¿Sería capaz de hacerlo?
-Mamá. He vuelto. -dije al entrar-. No me contestó, y me fijé en una nota que había sobre la mesa del salón.
“Estoy comprando. Si vuelves y no estoy, ya sabes donde tienes la merienda. Si tienes hambre no me esperes”.
Y remataba la nota con “besos, mamá”
Ahora me sentía fatal. Mamá me quería un montón, y yo a ella, y ¿cómo iba a sacarle una foto desnuda?
Tenía hambre, pensé en esperarla, pero no sabía cuánto podría tardar mamá en volver, y ella misma me había dicho que no la esperara.
Merendé con ansia. El partido me abrió el apetito.
Cuando recogí todo, oí la puerta de casa. Era mamá. Parecía que llevaba un peinado distinto y estaba más guapa que a mediodía.
-Uff, vengo acalorada hijo. Mucha gente en la pescadería, también en la frutería. Y al final decidí peinarme un poco en la peluquería. ¿Qué te parezco? -dio media vuelta para que viera su peinado al completo.
-Estás preciosa mamá. -le contesté-. ¿Te vas a dar una ducha? -le pregunté olvidándome de mis prejuicios por fotografiarla desnuda.
-Que va hijo. Se me estropearía el peinado. Me lo han dejado tan bien.
Pensé en que si no tenía en casa una redecilla de esas que se ponen en el pelo para ducharse sin mojárselo…
-Subiré a mi cuarto y me secaré con un paño húmedo en lugar de darme una ducha. -me dijo dejando las bolsas en el suelo.
-Yo sacaré las cosas. Tú relájate y descansa. -le dije.
Vi como subía las escaleras como si fuera una suave brisa de primavera. Vivíamos en el último piso, y cuando se construyó el edificio, hacía años, nuestra casa tenía un piso más, de forma que nuestras habitaciones y el baño de arriba eran como un sexto piso. Solo nuestra casa disponía de esa ventaja.
En cuanto oí como se cerraba la puerta de su habitación, metí las cosas corriendo en la nevera, y subí los escalones despacio para que no oyera nada.
Me detuve junto al marco de la puerta de su habitación con la espalda pegada a la pared.
Eché un ojo, pero la puerta estaba casi cerrada del todo, pero no atrancada. Caminé de puntillas y pasé al otro lado. Apenas se veía algo. Solo se adivinaba su silueta desnuda sentada sobre una silla, o al menos la imaginé desnuda. La puerta no tenía obviamente cerradura por lo que no podía espiar por su ojo.
Si me pareció oír unos tímidos gemidos de placer. Supuse que un poco de agua fría por su cuerpo debía de estar relajándola y aliviando su calor.
Algo cruzó por mi cabeza que me hizo estirar la mano hasta la puerta y abrirla un poco.
-Carlitos, ¿eres tú? -oí que preguntaba desde dentro-. Para entonces estaba al otro lado de la puerta, casi enfrente de la de mi habitación.
Evidentemente no respondí. Ella me hacia abajo, y supondría que alguna pequeña ráfaga de aire, o el hecho de que la puerta no estuviera atrancada la hubiera abierto ligeramente.
Mi primer intento de hacerla una foto o más desnuda había fracasado, por lo que decidí meterme en mi habitación y descansar un poco.
Estaba medio dormido, solo vestido con mis calzoncillos, cuando oí que vibraba mi móvil que tenía en la mesilla junto a mi cama.
Era un mensaje de Roberto.
-Tío, ¿te la has cascado ya con la foto de mi hermana? -me preguntaba.
-Aun no. -le respondí rápido.
-¿Y a que esperas? -volvió a preguntarme .
Será pervertido. Pensé. Encima me mete prisa para que me haga una paja con la foto de su hermana.
La verdad es que hacía calor. La pregunta me había puesto caliente de repente. No se oía a mamá en su habitación, por lo que deduje que estaría abajo en la cocina o el salón. Me incorporé en la cama y me bajé el calzoncillo. Mi polla estaba ya morcillona. Abrí la foto de Lorena, y en cuanto la vi desnuda, aunque la foto estaba borrosa, mi polla se puso dura del todo, con su glande rosa y brillante apuntando hacia la puerta.
No tenía lubricante ni nada de eso, por lo que me mojé los dedos en saliva y agarré mi miembro dispuesto a darme un merecido homenaje gracias a mi amigo.
Comencé a subir y bajar mi mano despacio por el tronco de mi polla. Miraba alternativamente la foto de Lorena y a mi miembro que comenzaba a temblar con cada subida y bajada. Mi respiración se agitaba, estaba concentrado en el placer que sentía, y en imaginar que Lorena estaba botando sobre mi, cuando de repente la puerta de mi habitación se abrió, y mamá me pilló con la mano en la polla haciéndome una paja.
-Perdona hijo. -fue todo lo que dijo y volvió a cerrar la puerta.
Joder, mi madre que seguía llamándome Carlitos a mis 18 años, me había pillado con la mano en mi polla. Pensé. Ella que seguro creía que yo era un ser asexual, hasta ahora que me acababa de descubrir haciendo lo que todos los adolescentes de mi edad hacían.
Porque estaba seguro de que mi madre me veía todavía como un ser puro, sin deseos sexuales, porque tampoco nunca descubrió nada en mi ordenador, ni historial de videos porno, ni fotos de tías en pelotas, ni revistas porno.
Cuando una madre te quiere como la mía, no se da cuenta de que tiene a un hombre en casa, que tiene sus necesidades, al que se le ponía dura la polla cuando aún no tenía edad para decirlo. Y por fin había abierto los ojos a la verdad, aunque hubiera sido de la manera más brusca posible.
Me levanté de la cama para tratar de ir tras ella y explicarle, pero con los calzoncillos en los tobillos, la situación era aún peor para tratar de explicarle nada.
Volví a mi habitación, me vestí de nuevo y me senté en la cama. Como comprenderéis, no tenía ganas de volver a meneármela.
No me atrevía a bajar. El tiempo pasaba despacio. Esperé una hora, pero nada. Esperé dos, se acercaba la hora de la cena y antes o después tendría que bajar. Seguramente mamá estaría tan enfadada que ni me subiría la cena si no bajaba yo.
Daba vueltas en mi cabeza la forma de afrontarlo, de decirle algo, lo que fuera que pudiera justificar lo que acababa de ver, pero no se me ocurría nada.
Al final me armé de valor y salí de mi cuarto. De todas formas, bajé los escalones de uno en uno.
Mamá me esperaba en la cocina con la cena preparada. Le di las buenas noches y me senté enfrente de ella como siempre solíamos hacer.
Cenamos en silencio, y casi al terminar me decidí a hablarle.
-Lo siento mamá. Siento que me vieras así. -le dije.
-Yo también lo siento hijo. Siento que hasta ahora siguiera viéndote como un niño, mi niño, cuando ya no lo eres. Eres un adolescente con las hormonas revolucionadas, y es normal que te pillara haciendo lo que estabas haciendo. Antes o después debía descubrirte. La próxima vez llamaré antes de entrar en tu cuarto.
-Yo… Lo siento mamá.
-¿Sabes? Antes me llamó tu padre para decirme que vendrá mañana de su viaje de trabajo. Me preguntó que que tal todo, y no pude evitar contarle lo que había visto. Ya sabes.
-¿Y qué te dijo? -le pregunté nervioso.
-Que ya tienes una edad, como te he dicho. Pero me ha comentado algo que no sé si debería contarte.
-Cuéntamelo, mamá.
-Me da mucha vergüenza hijo. Me ha dicho que debería estar ahí contigo la próxima vez que lo hagas.
-¿Qué? -pregunté sorprendido.
-Si hijo. Dice que para que se me quite la vergüenza y la sorpresa que me dio al verte así, que al menos una vez debería ver como te…masturbas.
Mi padre le había dicho a mi madre que al menos una vez me viera masturbarme. Masturbarme delante de ella. Masturbarme…-las palabras dieron vueltas en mi cabeza.
En ese momento vibró mi teléfono en el bolsillo. Seguramente seria Roberto que me volvía a preguntar si me la había cascado con la foto de su hermana. Lo ignoré. Ahora tenía algo más importante de que preocuparme.
-¿Qué opinas hijo? -me preguntó mamá nerviosa.
Papá fue el que se encargó de hablarme de sexo cuando tuve la edad suficiente. Con mamá nunca había hablado de ello, y como sabéis ni siquiera la había visto desnuda. Pero la verdad es que ahora la situación me producía mucho morbo. Yo antes intentando sacarle una foto desnuda, y ahora papá le había propuesto verme masturbarme.
El móvil volvió a vibrar. Me levanté de la silla y le contesté.
-Mamá. Si tu estás de acuerdo, está bien. Lo haré. Pero que sea lo más cómodo para ambos.
-De acuerdo hijo. ¿Cuándo podrías? -me preguntó como si a ella también le produjera morbo la situación, y quisiera que lo hiciera cuanto antes-. Yo la verdad me había quedado a medias cuando ella me descubrió, y aunque no durara mucho esa primera vez, terminaría pronto y ya no habría más veces.
-Recojamos la mesa. Dame media hora, ¿vale? -le dije con la voz casi temblando, mezcla de nerviosismo y excitación.
-Está bien. Te esperaré. -me contestó mamá casi más nerviosa que yo.
La media hora pasó más rápido o tal vez más lento de lo que hubiera querido, y finalmente me arreglé bien la ropa y entré en mi habitación.
Mamá, previsora en todo, había traído una silla de su habitación y se encontraba sentada en ella, con las piernas cruzadas, esperándome. Su expresión era entre nerviosa y excitada.
-Necesito desnudarme mamá. Al menos de cintura para abajo. -le dije.
-Está bien hijo. ¿Necesitas estimulo? -me preguntó ella.
Era una pregunta que no sabía cómo responder. Si le decía que sí, tendría que sacar el móvil y buscar una foto de una mujer hermosa, la de Lorena no me atrevería a abrirla. Si le decía que no… No sabía qué hacer.
Sin decirle nada, mamá se bajó un poco la blusa dejándome ver sus pechos a través del sujetador.
-No mamá. No es necesario que lo hagas. -le dije nervioso.
-Todos los hombres necesitáis un estímulo, hijo. ¿No es así? Dime, ¿necesitas ver algo más?
Tragué saliva. Evidentemente ella misma me había puesto en bandeja que le dijera que sí.
-Bueno. Enséñame tus pechos. -le dije envalentonándome-. No es necesario que me los enseñes del todo, solo una parte.
-Ya que estamos hijo. -mamá se levantó y se quitó el sujetador dejándolo sobre la cama.
Saltaron a la vista dos hermosos pechos. Redondos y perfectamente firmes a su edad. No parecían operados pese a que no estaba muy cerca de ella. Los remataban dos pezones puntiagudos con dos areolas de color rosado.
Al verlos enseguida tuve una erección. Me encontraba en una situación extraña. No sabía si mamá pensaría que su hijo se excitaba por verla a ella los pechos, o por ver unos pechos en general.
Entonces ya muy excitado, llevé mi mano derecha a mi pene y comencé a masturbarme. Y si, mirando los pechos de mamá. De vez en cuando miraba a su cara que me miraba como si estuviera haciendo cualquier otra cosa que no fuera masturbarme delante de ella.
La excitación crecía con cada sube y baja que hacía con mi mano. Mi respiración se agitaba cada vez más y más. No paraba de gemir mientras llegaba al borde del orgasmo. Entonces paraba y volvía a seguir.
Después de un rato ya no podía retrasarlo más. Lo había intentado, pero ya no había marcha atrás. Me convulsioné un poco y gemí ahogadamente mientras notaba como el semen subía por el tronco de mi pene.
Mamá lo notó, y sin saber de dónde, sacó unos pañuelos y se levantó y puso uno en mi glande justo cuando comenzaba a correrme empapándolo. Ella se dio cuenta y fue cubriendo ese primero con otro más, y con otro hasta que finalmente dejé de eyacular.
Mamá acabó de rodillas frente a mí, sujetando los pañuelos que se llenaron de mi semen, como si fuera la escena de una película porno.
Nos miramos fijamente y noté la excitación en su rostro. Sudaba y finalmente se incorporó.
Sus pechos tenían gotas de sudor, así como su frente, y por supuesto todo mi cuerpo.
-Ahora ya no podré volver a llamarte Carlitos, tesoro. -y me dio un beso en la frente.
-Lo siento mamá. No debería haberlo hecho delante de ti. -intenté disculparme.
-No pasa nada. Es lo normal en un chico adolescente. -dijo poniéndose el sujetador.
Yo me vestí y nos despedimos. Luego fui al baño a lavarme los restos de semen que pudieran haber quedado en mi glande. Mamá se llevó los pañuelos para tirarlos en la basura.
El día transcurrió tranquilo. Ninguno de los dos mencionamos lo que había pasado hacia unas horas.
Al menos el mal trago ya había pasado, ya que al verme una vez masturbándome, ya no querría volverme a ver más haciéndolo.
El lunes volvió papá de su viaje de trabajo. Comimos juntos y nos contó todo lo que habían hecho esos días, los sitios que habían visitado, y de su trabajo.
Por la tarde nos fuimos a dormir la siesta.
Escuché hablando a mis padres en voz muy baja.
-Que cariño. ¿Te atreviste a hacer lo que te dije? -le preguntó papá a mamá.
-Pues me dio mucho corte, pero la verdad es que sí. Se lo propuse a Carlos y le pareció bien.
-¿Le pareció bien, eh? Tenemos un hijo muy guarro, jejeje. Se pajea delante de su madre. -dijo papá.
-Anda, no seas bobo. Si fuiste tú quien me lo propuso. -le contestó mamá.
-Ya lo sé cielo. Sabía que antes o después descubrirías a nuestro hijo masturbándose. Cuando antes le vieras hacerlo, antes se te pasaría la impresión. Cariño, ahora quítate las bragas que me has puesto muy cachondo. -oí como papá le decía a mamá.
-Claro cielo. -le contestó mamá y se besaron-. Métemela despacio cariño. Hace días que no la siento dentro, y quiero volver a sentirla bien.
Jolín con mamá, pensé. Se ha puesto tan cachonda con lo que han hablado. O tal vez sea que se puso así por haberme visto haciéndome una paja.
Entonces escuché una especie de chuffff. Me vino a la cabeza la polla de mi padre entrando en el coño húmedo de mamá, y eso sí, sin condón, o sea directamente a pelo.
No es que hubiera practicado sexo, ya lo sabéis, y en el porno que veía nunca se escuchaba el sonido que hace la polla al meterse en un coño, pero me imaginé que lo hacían así. Al poco escuché a mamá gemir en voz baja.
Sin duda papá ya estaría dentro y bombeando con ganas. Al final esta iba a ser la primera vez que le oía hacerlo.
Me tumbé boca arriba y me quité los calzoncillos tirándolos directamente al suelo.
Mi polla erecta apuntaba a mi ombligo. Iba a darme un buen homenaje mientras oía, en voz baja eso sí, los jadeos que daban ambos y los movimientos suaves, pero contundentes de la cama, por lo que me imaginé que era papá el que estaba encima de mamá bombeándola con fuerza y deseo, mientras mamá lo recibía con las piernas abiertas y mirándole a la cara, gozando como nunca.
Me masturbé con fuerza. Aunque no tuviera delante a mamá, el saber que los tenía al lado en su habitación, teniendo sexo, era casi tan morboso como tener a mamá frente a mí. No duré mucho la verdad. Me corrí placenteramente, eyaculando algo menos que la primera vez.
Limpiándome el glande con pañuelos que escondía bajo la cama, me volví a vestir después y me giré en la cama quedándome dormido.
Llegó el mes de julio y como cada año mis padres y yo íbamos a pasar un par de semanas en el pueblo. Tenían una casa de los padres de mamá allí, y nos instalábamos siempre que podíamos ir, cuando papá no tenía viaje de trabajo, o no íbamos la playa.
Esa primera semana coincidía con las fiestas del pueblo. Yo me encontraba con mis amigos del pueblo, pero la verdad es que, aunque tenía amigas, nunca ligué con ninguna de ellas. La verdad es que entonces no me importaba.
Por la noche se celebraban conciertos y se lanzaban fuegos artificiales. Yo me entretuve viendo los fuegos de aquella primera noche, sin saber que otro fuego se estaba encendiendo no lejos de allí.
Ese primer día aún no había concierto, pero si un dj ponía música.
Sobre las 12 de la noche empezó a sonar una canción de Julio Iglesias, algo antiguo para mí, pero que animaba a bailar a las parejas de la edad de mis padres y más mayores.
Recorrí la plaza del pueblo, mis amigos no habían bajado aún. Me acerqué al pequeño bosque muy cerca de la entrada del pueblo. Allí podría ver las estrellas más claramente aún que en la plaza del pueblo
A lo lejos vi a una pareja debajo de uno de los árboles. Era tan alta que las ramas llegaban por encima de sus cabezas.
El hombre estaba detrás de una mujer. Podía verlos desde donde me encontraba, y claramente eran un hombre y una mujer por su constitución y el pelo largo de ella.
Me fijé en que el hombre estaba haciendo el movimiento de caderas típico de cuando estás echando un polvo. Llevaba los pantalones bajados hasta los tobillos y su culo moreno oscilaba de atrás a delante de forma rápida y contundente. Sin duda mi impresión había sido correcta.
La mujer delante de él se agarraba con las manos a una baranda de madera que recorría esa parte del bosque.
Presa del morbo, me acerqué un poco más escondiéndome detrás de un árbol cercano mientras ellos seguían a lo suyo.
Sus gemidos iban en aumento. Estaban lo suficientemente lejos del centro del pueblo, y además con la música no se les podía oír desde donde estaban.
Me arriesgué un poco más, y pasé al siguiente árbol.
El hombre acariciaba el pelo de la mujer con la otra mano, cuando me di cuenta de la realidad que tenía ante mi.
Eran mis padres que presa de la excitación se habían escapado lejos de todos, y de mí, y se habían puesto a follar lejos de los ojos de la gente en medio del campo.
Di un paso más, tropecé con una rama y casi me caí al suelo. Cuando me volví a fijar en ellos, en ese instante mamá giró la cabeza y me vio claramente. Supo que su hijo los estaba espiando mientras lo hacían.
Ella intentó hacerme un gesto con la cabeza, pero en ese momento se mordió el labio inferior y cerró los ojos. Mi padre la estaba penetrando aún más fuerte, más duro, por lo que mamá tuvo que cerrar los ojos presa del placer que debía sentir en esos momentos.
Se levantó un poco hacia arriba y la penetró desde debajo de forma que seguramente estaba estimulando más directamente su punto g.
Cuando me di cuenta de que debían estar a punto de correrse, me fui alejando despacio sin mirar atrás, hasta que finalmente llegué a la plaza del pueblo.
Allí todos bailaban, miraban al cielo a los fuegos artificiales que volvieron a iluminar el cielo.
Me fui directamente a la casa a la que íbamos en el pueblo. Llevaba las llaves, abrí la puerta y me metí en mi cuarto. Necesitaba asimilar lo que acababa de ver. No fue lo mismo oírlos hacerlo en su habitación, que verlos en medio del campo.
No podía dormirme, daba vueltas en la cama, cuando vi una sombra en la puerta de mi cuarto.
-Cielo, siento molestarte. -era mamá que se encontraba en la puerta, en la penumbra-. Tu padre ronca como un tronco. Aunque pensaba que no lo volvería a hacer, solo una vez y ya está, me gustaría volver a ver como te masturbas tesoro.
Me incorporé en la cama casi de un salto.
-¿En serio mamá? -le pregunté-. Mi entrepierna ardía después de lo que acababa de ver, y ahora con la petición de mi madre.
-Si tesoro. Masturbarte, hacerte una paja, como prefieras llamarlo. -me dijo poniendo ojos tiernos.
Di la luz de la mesilla y me senté en el borde la cama con los pies tocando el suelo.
-Está bien mamá. Pero esta vez quiero verte desnuda. -le dije como si fuera un ultimátum.
Pensé que, si no quería, iba a decirle: “si no te desnudas le diré a papá que os he visto follar”, pero para mi sorpresa no dijo que no, se sacó el vestido que llevaba por la cabeza y lo dejó sobre la cama quedándose desnuda delante de mí al no llevar ropa interior.
-¿Así está bien tesoro? -me preguntó cruzando las manos sobre su pubis.
No podía decirle que quitara las manos de sus partes. Al fin y al cabo, la madre que me trajo al mundo se acababa de desnudar sin una queja y no podía pedirle nada más.
Para entonces mi polla estaba completamente dura. Tanto que me dolía.
Me ensalivé la mano con la lengua y comencé una paja dura desde el principio. El semen que acumulaba pugnaba por salir.
Entonces mamá se agachó frente a mí, mirando fijamente como mi mano subía y bajaba por el tronco de mi polla.
Tentado estuve de pedirle que me ayudara con la paja con cualquiera de sus manos, pero se me ocurrió otra cosa. Mi corazón bombeaba a gran velocidad, mi respiración se agitaba cada vez más, y volví a notar ese picor en la punta de mi polla que anunciaba mi orgasmo.
Cuando ya no pude más, me incorporé, le pedí a mamá que se agachara empujándola suavemente con mi mano libre, y me derramé sobre sus tetas.
Chorros y chorros de semen caliente le cubrieron las tetas y el canalillo. No soy actor porno, por lo que no pude dirigir bien los chorros para cubrirle una teta y alternativamente la otra, pero tal y como me salieron cayeron sobre sus pechos.
Terminé de estrujar mi polla hasta que me vacié del todo. El final ideal hubiera sido que mamá se hubiera tragado las ultimas gotas de semen, pero ahora mismo no podía pedir más.
Mamá quedó sentada en el suelo con las piernas abiertas y pude ver con la luz de la lampara de la mesilla su coño abierto para mí, su niño querido lo miraba ahora que rezumaba un poco de fluido vaginal. Sin duda no solo el polvo de mi padre le había producido esa humedad.
La ayudé a levantarse y le limpié las tetas con los sufridos pañuelos que siempre usaba.
-De esto ni una palabra a tu padre, ¿eh? -me dijo cuando terminó de ponerse el vestido.
-Ya lo sé mamá. Será un secreto entre nosotros. -y me salió darle un pequeño beso en la boca que duró solo unos segundos.
La vi salir de mi cuarto como si fuera un ángel del deseo.
Esa noche apenas pude dormir, pero fue una de las mejores de mi vida.
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Mamá, ya no soy tu Carlitos - Capitulo 001
Mamá está casada felizmente con mi padre. No es una mujer divorciada, ni está falta de sexo como las mujeres que aparecen muchas veces en estos relatos. Mis padres se quieren mucho, y seguramente lo hacen cuando les apetece, pero la verdad es que yo no los he oído nunca hacerlo, por lo que supongo que lo harán cuando no estoy en casa.
Mi padre por su trabajo pasa largos periodos fuera de casa, y mamá trabaja en una tienda de electrodomésticos, combinado con su trabajo como ama de casa, en el que yo le ayudo todo lo que puedo.
Una mañana de domingo estaba preparando la comida. Me apeteció hacer salchichas con tomate y puré de patatas. Mamá estaba en la ducha.
Estaba friendo las salchichas y cada vez que les daba la vuelta veía un pene en ellas.
Además, le había echado cebolla a la sartén, por lo que cortadas en aros y mezcladas con las salchichas, veía cada salchicha como un pene introduciéndose en una vagina. Dejé de removerlas un rato, pero la imagen no se me quitaba de la cabeza.
-Carlitoooos, ¿Dónde estás? -mamá me seguía llamando Carlitos, aunque ya tenía 18 años, como si siguiera siendo su niño pequeño.
-Estoy en la cocina mamá. -le respondí mirando la sartén como si las salchichas y la cebolla volvieran a ponerse en movimiento, aunque solo borboteaba el aceite.
Mamá entró en la cocina, solo tapada por una toalla de ducha y secándose el pelo con otra más pequeña. Estaba guapísima.
-Que bien huele hijo. -me dijo poniéndose a mi lado y mirando lo que estaba preparando.
-Pues falta el puré y el tomate. Enseguida estarán.
-Vale hijo. Te esperaré aquí sentada.
Terminé de freír la comida sin mirar demasiado a la sartén.
Saqué las salchichas y la cebolla en dos platos, y las coroné con el puré de patatas. El tomate lo dejé por separado para que cada uno nos echáramos lo que quisiéramos.
Mamá estaba sentada con la toalla puesta y la otra enrollada en el pelo.
-¿No te vistes mamá? -le pregunté mientras le pasaba el tomate.
-Tengo calor hijo. -me dijo mientras se echaba el tomate sobre las salchichas y la cebolla.
-Andrea, Andrea. -le dije mientras cortaba una salchicha.
-Carlitos, Carlitos. -me contestó ella riendo.
-Tengo ya una edad mamá. -le comenté.
-Para mí siempre serás mi Carlitos. -y me dio un tirón suave en la mejilla-. En el fondo me encantaba ser su Carlitos.
Después de comer, mamá recogió la mesa. No me dejó hacerlo ni fregar los platos ni los cubiertos.
Decidí subir a mi cuarto después de comer. Le escribí a mi amigo Roberto para discutir la estrategia del partido. Teníamos una liguilla de futbol, nada serio, jugábamos entre amigos del barrio, sin rivalidad apenas, sin malos rollos. Pero aun así me gustaba que nuestro equipo ganase.
Salí de casa a las 17:30 despidiéndome de mamá.
Terminamos empatando el partido. La verdad es que podía haber dado más de sí, pero en el equipo contrario jugó de delantero Alejandro, un tío bastante fuerte que iba un curso por encima de nosotros, y me fui casi imposible pararlo.
Fuimos al vestuario y nos duchamos. Me estaba secando, cuando Roberto se acercó a mí, aparte, con el móvil en la mano.
-Tío, mira lo que tengo. -me dijo en voz baja y mirando alrededor para ver si alguien se fijaba en nosotros-. ¿Alguna vez has visto a tu madre o a tu hermana desnuda? -me preguntó.
-No tengo hermanas, ya lo sabes, y a mi madre nunca la he visto desnuda. -le respondí.
-Lo que te estas perdiendo amigo. -dijo mientras entraba en una carpeta del móvil protegida por una contraseña.
Le miré, pero no dije nada. Puso la contraseña tan deprisa que no me dio tiempo a ver cuál era.
-Mira, mira. Las pillé el otro día cambiándose a las dos en la habitación de mis padres. -dijo mientras pasaba una tras otra las fotos-. Caminaba por el pasillo, cerca de su habitación, y oí que hablaban en voz baja. La puerta estaba entreabierta, por lo que metí un poco el móvil por la rendija y les saqué esta ráfaga de fotos.
Se veía a primero a una chica joven, rubia, de curvas formadas, Lorena, la hermana de Roberto, y una mujer alta, también rubia, que debía ser su madre. Las fotos las había sacado casi todas de espaldas, menos una, en la que su madre se veía desnuda de frente en todo su esplendor.
Estaba acostumbrado a ver mujeres desnudas en internet, en revistas y videos porno, pero nunca había visto a la madre de mi mejor amigo, y además con sus tetas firmes, y su triangulo de pelo rubio, casi sin depilar, completamente desnuda, posando sin saberlo, para la cámara de fotos del móvil de su hijo.
-¿Me las pasas? -le pregunté ávido de tener un buen material para pajas.
-Noooo. -me dijo Roberto muy serio-. Bueno, si me consigues una de tú de madre desnuda, te paso la de la mía. Las de mi hermana son para mí.
-Jooo, no vale. -protesté como si fuera un niño pequeño-. Pásame una al menos.
-Bueeenoooo. Te paso esta de mi hermana que se ve medio borrosa. Confórmate con esa. Pero consígueme una de tu madre. Las dos son de la misma edad y seguro que la tuya está tan buena como la mía.
Mi madre era morena, no rubia, y siempre la vi vestida, así que no sabía si estaba buena o no, aparte de que era muy guapa. Cubierta con la toalla tampoco había podido notar sus curvas. Si le preguntaba a papá me diría si mamá estaba buena o no. Pero ¿en qué estaba pensando? ¿cómo iba a preguntarle a mi padre si mamá estaba buena?
Noté un pequeño golpe en la cabeza.
-Vamos Carlos que te has quedado alelao. -era Roberto que me sacó de mi ensimismamiento.
Ya vestidos y con nuestras cosas recogidas, salimos de los vestuarios. Roberto aflojó el paso haciendo que nos quedáramos detrás de los demás.
-Si te la cascas con la foto de mi hermana cuéntame que tal. Estaré despierto hasta tarde. Mis padres estarán fuera, y mi hermana va a dormir a casa de Dolores-. Me dijo al oído como si alguien pudiera escucharle.
Dolores era la mejor amiga de la hermana de Roberto. Una chica idiota que caía mal a todo el mundo menos a ella. Con el pelo rizado como Shirley Temple, aunque yo no tenía ni idea que quien era la tal Shirley Temple, pero Roberto siempre la nombraba cuando hablaba de ella para compararla.
Nos despedimos en la esquina de la calle, vivíamos en direcciones opuestas, el resto de nuestro equipo ya se había separado antes.
Subí las escaleras del bloque. No me gustaba usar el ascensor, aunque vivíamos en un quinto. Estaba cansado por el partido, aunque aún tenía fuerza para subir andando.
Pensé en lo que me había pedido Roberto. Conseguirle una foto desnuda de mi madre. A cambio me pasaría la de la suya, y la verdad es que estaba bastante buena. ¿Sería capaz de hacerlo?
-Mamá. He vuelto. -dije al entrar-. No me contestó, y me fijé en una nota que había sobre la mesa del salón.
“Estoy comprando. Si vuelves y no estoy, ya sabes donde tienes la merienda. Si tienes hambre no me esperes”.
Y remataba la nota con “besos, mamá”
Ahora me sentía fatal. Mamá me quería un montón, y yo a ella, y ¿cómo iba a sacarle una foto desnuda?
Tenía hambre, pensé en esperarla, pero no sabía cuánto podría tardar mamá en volver, y ella misma me había dicho que no la esperara.
Merendé con ansia. El partido me abrió el apetito.
Cuando recogí todo, oí la puerta de casa. Era mamá. Parecía que llevaba un peinado distinto y estaba más guapa que a mediodía.
-Uff, vengo acalorada hijo. Mucha gente en la pescadería, también en la frutería. Y al final decidí peinarme un poco en la peluquería. ¿Qué te parezco? -dio media vuelta para que viera su peinado al completo.
-Estás preciosa mamá. -le contesté-. ¿Te vas a dar una ducha? -le pregunté olvidándome de mis prejuicios por fotografiarla desnuda.
-Que va hijo. Se me estropearía el peinado. Me lo han dejado tan bien.
Pensé en que si no tenía en casa una redecilla de esas que se ponen en el pelo para ducharse sin mojárselo…
-Subiré a mi cuarto y me secaré con un paño húmedo en lugar de darme una ducha. -me dijo dejando las bolsas en el suelo.
-Yo sacaré las cosas. Tú relájate y descansa. -le dije.
Vi como subía las escaleras como si fuera una suave brisa de primavera. Vivíamos en el último piso, y cuando se construyó el edificio, hacía años, nuestra casa tenía un piso más, de forma que nuestras habitaciones y el baño de arriba eran como un sexto piso. Solo nuestra casa disponía de esa ventaja.
En cuanto oí como se cerraba la puerta de su habitación, metí las cosas corriendo en la nevera, y subí los escalones despacio para que no oyera nada.
Me detuve junto al marco de la puerta de su habitación con la espalda pegada a la pared.
Eché un ojo, pero la puerta estaba casi cerrada del todo, pero no atrancada. Caminé de puntillas y pasé al otro lado. Apenas se veía algo. Solo se adivinaba su silueta desnuda sentada sobre una silla, o al menos la imaginé desnuda. La puerta no tenía obviamente cerradura por lo que no podía espiar por su ojo.
Si me pareció oír unos tímidos gemidos de placer. Supuse que un poco de agua fría por su cuerpo debía de estar relajándola y aliviando su calor.
Algo cruzó por mi cabeza que me hizo estirar la mano hasta la puerta y abrirla un poco.
-Carlitos, ¿eres tú? -oí que preguntaba desde dentro-. Para entonces estaba al otro lado de la puerta, casi enfrente de la de mi habitación.
Evidentemente no respondí. Ella me hacia abajo, y supondría que alguna pequeña ráfaga de aire, o el hecho de que la puerta no estuviera atrancada la hubiera abierto ligeramente.
Mi primer intento de hacerla una foto o más desnuda había fracasado, por lo que decidí meterme en mi habitación y descansar un poco.
Estaba medio dormido, solo vestido con mis calzoncillos, cuando oí que vibraba mi móvil que tenía en la mesilla junto a mi cama.
Era un mensaje de Roberto.
-Tío, ¿te la has cascado ya con la foto de mi hermana? -me preguntaba.
-Aun no. -le respondí rápido.
-¿Y a que esperas? -volvió a preguntarme .
Será pervertido. Pensé. Encima me mete prisa para que me haga una paja con la foto de su hermana.
La verdad es que hacía calor. La pregunta me había puesto caliente de repente. No se oía a mamá en su habitación, por lo que deduje que estaría abajo en la cocina o el salón. Me incorporé en la cama y me bajé el calzoncillo. Mi polla estaba ya morcillona. Abrí la foto de Lorena, y en cuanto la vi desnuda, aunque la foto estaba borrosa, mi polla se puso dura del todo, con su glande rosa y brillante apuntando hacia la puerta.
No tenía lubricante ni nada de eso, por lo que me mojé los dedos en saliva y agarré mi miembro dispuesto a darme un merecido homenaje gracias a mi amigo.
Comencé a subir y bajar mi mano despacio por el tronco de mi polla. Miraba alternativamente la foto de Lorena y a mi miembro que comenzaba a temblar con cada subida y bajada. Mi respiración se agitaba, estaba concentrado en el placer que sentía, y en imaginar que Lorena estaba botando sobre mi, cuando de repente la puerta de mi habitación se abrió, y mamá me pilló con la mano en la polla haciéndome una paja.
-Perdona hijo. -fue todo lo que dijo y volvió a cerrar la puerta.
Joder, mi madre que seguía llamándome Carlitos a mis 18 años, me había pillado con la mano en mi polla. Pensé. Ella que seguro creía que yo era un ser asexual, hasta ahora que me acababa de descubrir haciendo lo que todos los adolescentes de mi edad hacían.
Porque estaba seguro de que mi madre me veía todavía como un ser puro, sin deseos sexuales, porque tampoco nunca descubrió nada en mi ordenador, ni historial de videos porno, ni fotos de tías en pelotas, ni revistas porno.
Cuando una madre te quiere como la mía, no se da cuenta de que tiene a un hombre en casa, que tiene sus necesidades, al que se le ponía dura la polla cuando aún no tenía edad para decirlo. Y por fin había abierto los ojos a la verdad, aunque hubiera sido de la manera más brusca posible.
Me levanté de la cama para tratar de ir tras ella y explicarle, pero con los calzoncillos en los tobillos, la situación era aún peor para tratar de explicarle nada.
Volví a mi habitación, me vestí de nuevo y me senté en la cama. Como comprenderéis, no tenía ganas de volver a meneármela.
No me atrevía a bajar. El tiempo pasaba despacio. Esperé una hora, pero nada. Esperé dos, se acercaba la hora de la cena y antes o después tendría que bajar. Seguramente mamá estaría tan enfadada que ni me subiría la cena si no bajaba yo.
Daba vueltas en mi cabeza la forma de afrontarlo, de decirle algo, lo que fuera que pudiera justificar lo que acababa de ver, pero no se me ocurría nada.
Al final me armé de valor y salí de mi cuarto. De todas formas, bajé los escalones de uno en uno.
Mamá me esperaba en la cocina con la cena preparada. Le di las buenas noches y me senté enfrente de ella como siempre solíamos hacer.
Cenamos en silencio, y casi al terminar me decidí a hablarle.
-Lo siento mamá. Siento que me vieras así. -le dije.
-Yo también lo siento hijo. Siento que hasta ahora siguiera viéndote como un niño, mi niño, cuando ya no lo eres. Eres un adolescente con las hormonas revolucionadas, y es normal que te pillara haciendo lo que estabas haciendo. Antes o después debía descubrirte. La próxima vez llamaré antes de entrar en tu cuarto.
-Yo… Lo siento mamá.
-¿Sabes? Antes me llamó tu padre para decirme que vendrá mañana de su viaje de trabajo. Me preguntó que que tal todo, y no pude evitar contarle lo que había visto. Ya sabes.
-¿Y qué te dijo? -le pregunté nervioso.
-Que ya tienes una edad, como te he dicho. Pero me ha comentado algo que no sé si debería contarte.
-Cuéntamelo, mamá.
-Me da mucha vergüenza hijo. Me ha dicho que debería estar ahí contigo la próxima vez que lo hagas.
-¿Qué? -pregunté sorprendido.
-Si hijo. Dice que para que se me quite la vergüenza y la sorpresa que me dio al verte así, que al menos una vez debería ver como te…masturbas.
Mi padre le había dicho a mi madre que al menos una vez me viera masturbarme. Masturbarme delante de ella. Masturbarme…-las palabras dieron vueltas en mi cabeza.
En ese momento vibró mi teléfono en el bolsillo. Seguramente seria Roberto que me volvía a preguntar si me la había cascado con la foto de su hermana. Lo ignoré. Ahora tenía algo más importante de que preocuparme.
-¿Qué opinas hijo? -me preguntó mamá nerviosa.
Papá fue el que se encargó de hablarme de sexo cuando tuve la edad suficiente. Con mamá nunca había hablado de ello, y como sabéis ni siquiera la había visto desnuda. Pero la verdad es que ahora la situación me producía mucho morbo. Yo antes intentando sacarle una foto desnuda, y ahora papá le había propuesto verme masturbarme.
El móvil volvió a vibrar. Me levanté de la silla y le contesté.
-Mamá. Si tu estás de acuerdo, está bien. Lo haré. Pero que sea lo más cómodo para ambos.
-De acuerdo hijo. ¿Cuándo podrías? -me preguntó como si a ella también le produjera morbo la situación, y quisiera que lo hiciera cuanto antes-. Yo la verdad me había quedado a medias cuando ella me descubrió, y aunque no durara mucho esa primera vez, terminaría pronto y ya no habría más veces.
-Recojamos la mesa. Dame media hora, ¿vale? -le dije con la voz casi temblando, mezcla de nerviosismo y excitación.
-Está bien. Te esperaré. -me contestó mamá casi más nerviosa que yo.
La media hora pasó más rápido o tal vez más lento de lo que hubiera querido, y finalmente me arreglé bien la ropa y entré en mi habitación.
Mamá, previsora en todo, había traído una silla de su habitación y se encontraba sentada en ella, con las piernas cruzadas, esperándome. Su expresión era entre nerviosa y excitada.
-Necesito desnudarme mamá. Al menos de cintura para abajo. -le dije.
-Está bien hijo. ¿Necesitas estimulo? -me preguntó ella.
Era una pregunta que no sabía cómo responder. Si le decía que sí, tendría que sacar el móvil y buscar una foto de una mujer hermosa, la de Lorena no me atrevería a abrirla. Si le decía que no… No sabía qué hacer.
Sin decirle nada, mamá se bajó un poco la blusa dejándome ver sus pechos a través del sujetador.
-No mamá. No es necesario que lo hagas. -le dije nervioso.
-Todos los hombres necesitáis un estímulo, hijo. ¿No es así? Dime, ¿necesitas ver algo más?
Tragué saliva. Evidentemente ella misma me había puesto en bandeja que le dijera que sí.
-Bueno. Enséñame tus pechos. -le dije envalentonándome-. No es necesario que me los enseñes del todo, solo una parte.
-Ya que estamos hijo. -mamá se levantó y se quitó el sujetador dejándolo sobre la cama.
Saltaron a la vista dos hermosos pechos. Redondos y perfectamente firmes a su edad. No parecían operados pese a que no estaba muy cerca de ella. Los remataban dos pezones puntiagudos con dos areolas de color rosado.
Al verlos enseguida tuve una erección. Me encontraba en una situación extraña. No sabía si mamá pensaría que su hijo se excitaba por verla a ella los pechos, o por ver unos pechos en general.
Entonces ya muy excitado, llevé mi mano derecha a mi pene y comencé a masturbarme. Y si, mirando los pechos de mamá. De vez en cuando miraba a su cara que me miraba como si estuviera haciendo cualquier otra cosa que no fuera masturbarme delante de ella.
La excitación crecía con cada sube y baja que hacía con mi mano. Mi respiración se agitaba cada vez más y más. No paraba de gemir mientras llegaba al borde del orgasmo. Entonces paraba y volvía a seguir.
Después de un rato ya no podía retrasarlo más. Lo había intentado, pero ya no había marcha atrás. Me convulsioné un poco y gemí ahogadamente mientras notaba como el semen subía por el tronco de mi pene.
Mamá lo notó, y sin saber de dónde, sacó unos pañuelos y se levantó y puso uno en mi glande justo cuando comenzaba a correrme empapándolo. Ella se dio cuenta y fue cubriendo ese primero con otro más, y con otro hasta que finalmente dejé de eyacular.
Mamá acabó de rodillas frente a mí, sujetando los pañuelos que se llenaron de mi semen, como si fuera la escena de una película porno.
Nos miramos fijamente y noté la excitación en su rostro. Sudaba y finalmente se incorporó.
Sus pechos tenían gotas de sudor, así como su frente, y por supuesto todo mi cuerpo.
-Ahora ya no podré volver a llamarte Carlitos, tesoro. -y me dio un beso en la frente.
-Lo siento mamá. No debería haberlo hecho delante de ti. -intenté disculparme.
-No pasa nada. Es lo normal en un chico adolescente. -dijo poniéndose el sujetador.
Yo me vestí y nos despedimos. Luego fui al baño a lavarme los restos de semen que pudieran haber quedado en mi glande. Mamá se llevó los pañuelos para tirarlos en la basura.
El día transcurrió tranquilo. Ninguno de los dos mencionamos lo que había pasado hacia unas horas.
Al menos el mal trago ya había pasado, ya que al verme una vez masturbándome, ya no querría volverme a ver más haciéndolo.
El lunes volvió papá de su viaje de trabajo. Comimos juntos y nos contó todo lo que habían hecho esos días, los sitios que habían visitado, y de su trabajo.
Por la tarde nos fuimos a dormir la siesta.
Escuché hablando a mis padres en voz muy baja.
-Que cariño. ¿Te atreviste a hacer lo que te dije? -le preguntó papá a mamá.
-Pues me dio mucho corte, pero la verdad es que sí. Se lo propuse a Carlos y le pareció bien.
-¿Le pareció bien, eh? Tenemos un hijo muy guarro, jejeje. Se pajea delante de su madre. -dijo papá.
-Anda, no seas bobo. Si fuiste tú quien me lo propuso. -le contestó mamá.
-Ya lo sé cielo. Sabía que antes o después descubrirías a nuestro hijo masturbándose. Cuando antes le vieras hacerlo, antes se te pasaría la impresión. Cariño, ahora quítate las bragas que me has puesto muy cachondo. -oí como papá le decía a mamá.
-Claro cielo. -le contestó mamá y se besaron-. Métemela despacio cariño. Hace días que no la siento dentro, y quiero volver a sentirla bien.
Jolín con mamá, pensé. Se ha puesto tan cachonda con lo que han hablado. O tal vez sea que se puso así por haberme visto haciéndome una paja.
Entonces escuché una especie de chuffff. Me vino a la cabeza la polla de mi padre entrando en el coño húmedo de mamá, y eso sí, sin condón, o sea directamente a pelo.
No es que hubiera practicado sexo, ya lo sabéis, y en el porno que veía nunca se escuchaba el sonido que hace la polla al meterse en un coño, pero me imaginé que lo hacían así. Al poco escuché a mamá gemir en voz baja.
Sin duda papá ya estaría dentro y bombeando con ganas. Al final esta iba a ser la primera vez que le oía hacerlo.
Me tumbé boca arriba y me quité los calzoncillos tirándolos directamente al suelo.
Mi polla erecta apuntaba a mi ombligo. Iba a darme un buen homenaje mientras oía, en voz baja eso sí, los jadeos que daban ambos y los movimientos suaves, pero contundentes de la cama, por lo que me imaginé que era papá el que estaba encima de mamá bombeándola con fuerza y deseo, mientras mamá lo recibía con las piernas abiertas y mirándole a la cara, gozando como nunca.
Me masturbé con fuerza. Aunque no tuviera delante a mamá, el saber que los tenía al lado en su habitación, teniendo sexo, era casi tan morboso como tener a mamá frente a mí. No duré mucho la verdad. Me corrí placenteramente, eyaculando algo menos que la primera vez.
Limpiándome el glande con pañuelos que escondía bajo la cama, me volví a vestir después y me giré en la cama quedándome dormido.
Llegó el mes de julio y como cada año mis padres y yo íbamos a pasar un par de semanas en el pueblo. Tenían una casa de los padres de mamá allí, y nos instalábamos siempre que podíamos ir, cuando papá no tenía viaje de trabajo, o no íbamos la playa.
Esa primera semana coincidía con las fiestas del pueblo. Yo me encontraba con mis amigos del pueblo, pero la verdad es que, aunque tenía amigas, nunca ligué con ninguna de ellas. La verdad es que entonces no me importaba.
Por la noche se celebraban conciertos y se lanzaban fuegos artificiales. Yo me entretuve viendo los fuegos de aquella primera noche, sin saber que otro fuego se estaba encendiendo no lejos de allí.
Ese primer día aún no había concierto, pero si un dj ponía música.
Sobre las 12 de la noche empezó a sonar una canción de Julio Iglesias, algo antiguo para mí, pero que animaba a bailar a las parejas de la edad de mis padres y más mayores.
Recorrí la plaza del pueblo, mis amigos no habían bajado aún. Me acerqué al pequeño bosque muy cerca de la entrada del pueblo. Allí podría ver las estrellas más claramente aún que en la plaza del pueblo
A lo lejos vi a una pareja debajo de uno de los árboles. Era tan alta que las ramas llegaban por encima de sus cabezas.
El hombre estaba detrás de una mujer. Podía verlos desde donde me encontraba, y claramente eran un hombre y una mujer por su constitución y el pelo largo de ella.
Me fijé en que el hombre estaba haciendo el movimiento de caderas típico de cuando estás echando un polvo. Llevaba los pantalones bajados hasta los tobillos y su culo moreno oscilaba de atrás a delante de forma rápida y contundente. Sin duda mi impresión había sido correcta.
La mujer delante de él se agarraba con las manos a una baranda de madera que recorría esa parte del bosque.
Presa del morbo, me acerqué un poco más escondiéndome detrás de un árbol cercano mientras ellos seguían a lo suyo.
Sus gemidos iban en aumento. Estaban lo suficientemente lejos del centro del pueblo, y además con la música no se les podía oír desde donde estaban.
Me arriesgué un poco más, y pasé al siguiente árbol.
El hombre acariciaba el pelo de la mujer con la otra mano, cuando me di cuenta de la realidad que tenía ante mi.
Eran mis padres que presa de la excitación se habían escapado lejos de todos, y de mí, y se habían puesto a follar lejos de los ojos de la gente en medio del campo.
Di un paso más, tropecé con una rama y casi me caí al suelo. Cuando me volví a fijar en ellos, en ese instante mamá giró la cabeza y me vio claramente. Supo que su hijo los estaba espiando mientras lo hacían.
Ella intentó hacerme un gesto con la cabeza, pero en ese momento se mordió el labio inferior y cerró los ojos. Mi padre la estaba penetrando aún más fuerte, más duro, por lo que mamá tuvo que cerrar los ojos presa del placer que debía sentir en esos momentos.
Se levantó un poco hacia arriba y la penetró desde debajo de forma que seguramente estaba estimulando más directamente su punto g.
Cuando me di cuenta de que debían estar a punto de correrse, me fui alejando despacio sin mirar atrás, hasta que finalmente llegué a la plaza del pueblo.
Allí todos bailaban, miraban al cielo a los fuegos artificiales que volvieron a iluminar el cielo.
Me fui directamente a la casa a la que íbamos en el pueblo. Llevaba las llaves, abrí la puerta y me metí en mi cuarto. Necesitaba asimilar lo que acababa de ver. No fue lo mismo oírlos hacerlo en su habitación, que verlos en medio del campo.
No podía dormirme, daba vueltas en la cama, cuando vi una sombra en la puerta de mi cuarto.
-Cielo, siento molestarte. -era mamá que se encontraba en la puerta, en la penumbra-. Tu padre ronca como un tronco. Aunque pensaba que no lo volvería a hacer, solo una vez y ya está, me gustaría volver a ver como te masturbas tesoro.
Me incorporé en la cama casi de un salto.
-¿En serio mamá? -le pregunté-. Mi entrepierna ardía después de lo que acababa de ver, y ahora con la petición de mi madre.
-Si tesoro. Masturbarte, hacerte una paja, como prefieras llamarlo. -me dijo poniendo ojos tiernos.
Di la luz de la mesilla y me senté en el borde la cama con los pies tocando el suelo.
-Está bien mamá. Pero esta vez quiero verte desnuda. -le dije como si fuera un ultimátum.
Pensé que, si no quería, iba a decirle: “si no te desnudas le diré a papá que os he visto follar”, pero para mi sorpresa no dijo que no, se sacó el vestido que llevaba por la cabeza y lo dejó sobre la cama quedándose desnuda delante de mí al no llevar ropa interior.
-¿Así está bien tesoro? -me preguntó cruzando las manos sobre su pubis.
No podía decirle que quitara las manos de sus partes. Al fin y al cabo, la madre que me trajo al mundo se acababa de desnudar sin una queja y no podía pedirle nada más.
Para entonces mi polla estaba completamente dura. Tanto que me dolía.
Me ensalivé la mano con la lengua y comencé una paja dura desde el principio. El semen que acumulaba pugnaba por salir.
Entonces mamá se agachó frente a mí, mirando fijamente como mi mano subía y bajaba por el tronco de mi polla.
Tentado estuve de pedirle que me ayudara con la paja con cualquiera de sus manos, pero se me ocurrió otra cosa. Mi corazón bombeaba a gran velocidad, mi respiración se agitaba cada vez más, y volví a notar ese picor en la punta de mi polla que anunciaba mi orgasmo.
Cuando ya no pude más, me incorporé, le pedí a mamá que se agachara empujándola suavemente con mi mano libre, y me derramé sobre sus tetas.
Chorros y chorros de semen caliente le cubrieron las tetas y el canalillo. No soy actor porno, por lo que no pude dirigir bien los chorros para cubrirle una teta y alternativamente la otra, pero tal y como me salieron cayeron sobre sus pechos.
Terminé de estrujar mi polla hasta que me vacié del todo. El final ideal hubiera sido que mamá se hubiera tragado las ultimas gotas de semen, pero ahora mismo no podía pedir más.
Mamá quedó sentada en el suelo con las piernas abiertas y pude ver con la luz de la lampara de la mesilla su coño abierto para mí, su niño querido lo miraba ahora que rezumaba un poco de fluido vaginal. Sin duda no solo el polvo de mi padre le había producido esa humedad.
La ayudé a levantarse y le limpié las tetas con los sufridos pañuelos que siempre usaba.
-De esto ni una palabra a tu padre, ¿eh? -me dijo cuando terminó de ponerse el vestido.
-Ya lo sé mamá. Será un secreto entre nosotros. -y me salió darle un pequeño beso en la boca que duró solo unos segundos.
La vi salir de mi cuarto como si fuera un ángel del deseo.
Esa noche apenas pude dormir, pero fue una de las mejores de mi vida.
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