Lupita, pasión de rancho.

Historias el macho

Pajillero
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Feb 5, 2025
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Lupita, una bella mujer de 32 años, piel morena, cabello oscuro, largo y lacio, con unos mechones morados, su cuerpo curvilíneo, piernas bien torneadas, trasero redondo y firme. Ella esta casada con el buen David, un tipo buena onda pero un poco soso, Lupita estaba hasta la coronilla de su vida monótona, su trabajo y su casa eran lo único que ella veía y la actitud pasiva de su marido no ayudaba, pero no tenía nada malo que decir de el, después de todo, David es un buen hombre, trabajador, fiel y con un código de moralidad elevado, atender a su bebé de casi un año de nacido era lo único emocionante en su vida.

Un fin de semana, la familia de Lupita organizó un convivio en el rancho de uno de sus tíos, eso para Lupita era un respiro fresco de lo cotidiano. Ella y David, llegaron con su bebé, dispuestos a disfrutar del aire libre y la comida tradicional. Sin embargo, Lupita no podía sacarse de la cabeza la desesperación de su día a día, y deseaba hacer algo el día de hoy, algo emocionante que la distraiga de la monotonía que abrima su mente.

Durante la tarde, mientras los hombres jugaban fútbol y las mujeres preparaban la cena, Lupita dejo a su bebé dormido en su carreola y se escapó discretamente hacia el establo. Necesitaba un momento a solas, decidió que se tomaría un momento para masturbarse y sentir la adrenalina de lo prohibido recorrer sus venas.

Lupita se dirigió hacia el establo, con la respiración acelerada y el corazón latiendo con fuerza. Una vez dentro, cerró la puerta detrás de ella y se apoyó contra la pared, dejando escapar un suspiro profundo. Sacó su teléfono y buscó en internet fotos de vergas, vergas largas y gruesas que le alimenten el morbo y la lujuria.

Mientras se masturbaba con una mano, Lupita comenzó a desabotonarse la blusa con la otra, dejando al descubierto su sujetador. Sus pezones se endurecieron y su coño se empezó a mojar al pensar en esos duros miembros que veía en la pantalla de su teléfono.

De repente, Lupita escuchó ruidos adentro del establo. Se congeló, con la mano aún dentro de su ropa interior, el corazón latiendo con fuerza en su pecho. El ruido se acercaba cada vez más , alguien estaba ahí. Lupita contuvo la respiración, esperando que quien fuera se fuera rápidamente. Pero no tuvo suerte el sonido llegó y el causante se detuvo frente a ella, un caballo grande y oscuro llego tranquilamente, ignorando por completo la presencia de Lupita.

Lupita soltó el aire que había estado conteniendo, aliviada de que no fuera nadie de su familia. Sin embargo, su alivio se convirtió rápidamente en sorpresa cuando el caballo se acercó a ella, olfateándola con curiosidad. Lupita se quedó paralizada, sin saber cómo reaccionar. Entonces, el caballo hizo algo que la dejó boquiabierta: comenzó a mordisquear suavemente su blusa abierta, justo sobre sus pechos.

Lupita se estremeció, una mezcla de sorpresa y excitación recorriendo su cuerpo. El contacto de la boca del caballo en sus pechos envió una descarga eléctrica por todo su cuerpo. Lupita sabía que debería detenerlo, pero la excitación que sentía era demasiado intensa. El caballo continuó mordisqueando y lamiendo su piel desnuda, y ella no pudo evitar gemir suavemente. Sus manos temblaron mientras desabrochaba su sujetador, dejando caer la prenda al suelo. El caballo aprovechó la oportunidad para acercarse aún más, rodeando uno de sus pezones con su lengua gruesa y cálida. Lupita se apoyó contra la pared, arqueando la espalda para ofrecerse más a la boca del animal, ella enredó sus dedos en la crin del animal, tirando suavemente mientras él chupaba y lamía su pecho. La otra mano de Lupita se deslizó por su cuerpo, bajando por su vientre hasta llegar a su ropa interior. La empujó a un lado, exponiendo su coño húmedo y palpitante al aire fresco del establo y comenzó a estimular su clítoris.

El caballo pareció percibir su excitación y bajó la cabeza, oliendo su centro. Lupita separó las piernas instintivamente, invitándolo a probarla. El animal no necesitó más incentivo. Comenzó a lamer su coño con su lengua larga y áspera, haciendo que Lupita gritara de placer. Sus caderas se balancearon contra la boca del caballo, buscando más contacto, más presión.

El caballo, alentado por el tacto de Lupita, comenzó a meter su lengua profundamente en su coño, follándola oralmente con entusiasmo. Lupita reposo sus nalgas en un bloque de paja en el que estaba apoyada, levanto las piernas y las abrió sujetandolas con sus manos dando mayor libertad al hocico de la bestia.

Pero el caballo no estaba satisfecho con eso. Quería más de Lupita. Se alejó por un momento y Lupita intrigada, bajo la mirada tratando de entender por qué su amante equino se había detenido, al hacerlo vio que algo colgaba de la parte baja del animal, agudizando su vista noto que el caballo había sacado su verga enorme y se estaba endureciendo, Lupita nunca había visto el miembro de un caballo antes, era colosal.

Lupita se puso a cuatro patas instintivamente, su culo en el aire, presentándose al animal. El caballo no necesitó más invitación, la montó sin piedad, su verga enorme penetrando profundamente su coño empapado. Lupita gritó de placer y dolor, nunca antes había sido follada así. La tranca de carne del caballo era gigante, mucho más grande que la de cualquier hombre, y la estaba estirando deliciosamente.

El animal, apoyado en los bloques de paja, comenzó a moverse con fuerza, embistiendola con una intensidad salvaje. Lupita se aferró a la paja, sus uñas enterrándose en el material mientras el caballo la follaba sin descanso.

Lupita sintió que su cuerpo entero se estremecía con cada embestida del caballo, sus pechos rebotando violentamente, su vientre se estiraba dando espacio a la gigantesca verga del caballo mientras él la penetraba una y otra vez. Ella nunca había experimentado algo tan intenso, tan primitivo. Se sentía poseída, completamente a merced del animal.

Lupita sentia que su cuerpo entero se estremecía con cada embestida del caballo, sus pezones endurecidos y su coño palpitando de excitación. Las lágrimas rodaban por sus mejillas mientras gemía y gritaba, perdida en un mar de sensaciones intensas. Nunca había imaginado que podría sentir algo así, ser follada por un animal de esa manera.

El caballo continuó penetrandola con fuerza, sus testículos golpeando contra ella con cada embestida. Lupita podía sentir la verga enorme del animal hinchándose aún más dentro de elle, de repente con un relincho, el caballo explotó, llenándola con su semen caliente y espeso.

La cantidad de semen del caballo era ridículamente exagerada, llenó por completo el vientre de Lupita, corriéndose con fuerza dentro de ella. La sensación de estar siendo llenada de esa manera fue demasiado para Lupita, y se corrió violentamente, su cuerpo entero convulsionando con el orgasmo más intenso de su vida. Gritó de placer, su voz resonando en el establo mientras el caballo seguía eyaculando dentro de ella.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, el animal sacó su verga flácida del cuerpo de Lupita. Ella se quedó tumbada en la paja, jadeando y temblando, su cuerpo cubierto de semen y sudor. Nunca había experimentado algo así, una follada tan primitiva y animal. Se sentía sucia, usada, pero también increíblemente satisfecha.

Después de un rato, Lupita comenzó a recuperarse lentamente. Miró a su alrededor, aún incrédula de lo que acaba de suceder. Se puso de pie con dificultad, su cuerpo adolorido por la follada intensa que había recibido. Se limpió como pudo con la paja y comenzó a vestirse, tratando de recuperar su apariencia normal. Justo en ese momento, escuchó voces acercándose al establo. Era su familia, probablemente buscando a la desaparecida Lupita. Ella se congeló, su corazón latiendo con fuerza. No podía permitir que la encontraran así, cubierta de semen y oliendo a caballo. Pensó rápidamente y se escondió detrás de un montón de paja, conteniendo la respiración.

La puerta del establo se abrió y entraron varias personas, hablando y riendo. Lupita reconoció la voz de David entre ellas.

-"¿Ven a Lupita por aquí?"-, preguntaba él.

-"No, no parece estar aqui"-, respondió alguien.

-"Tal vez fue a dar un paseo por el campo o algo así"-. Las voces se acercaron más, y Lupita pudo ver sombras moviéndose detrás de la paja.

-"Sí, probablemente tenga razón"-, dijo David.

-"Vamos a buscarla"-. Las sombras comenzaron a retirarse, y Lupita escuchó la puerta del establo cerrarse de nuevo.

Esperó unos minutos más, asegurándose de que la costa estuviera despejada antes de salir de su escondite. Se sintió aliviada de que David y los demás se hubieran ido, pero también un poco triste. Una parte de ella deseaba que la hubieran encontrado, que hubieran visto la verdad sobre lo que había estado haciendo. Pero otra parte, la parte racional, sabía que eso sería un desastre.

Lupita salió del establo lentamente, caminando con las piernas abiertas, su cuerpo todavía adolorido y su mente confundida. No sabía cómo ver a David a los ojos ahora, pero tampoco había arrepentimiento en su conciencia.
 
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