Ya era la tercera vez que había revisado la maleta de viaje y tenía la certeza de que algo se estaba dejando.
- Pijama, pantalones, braguitas, calcetines, la switch, juegos, el mando, el…- Murmuraba Carla mientras enumera e iba señalando y comprobando cada uno de los artículos que contenía la maleta. - ¡EL DOCK! - Exclamó al darse cuenta de que le faltaba el soporte para conectar la switch a la televisión.
Siguió comprobando cada una de las cosas que tenía en la maleta. Cogió y levantó hasta la altura de los ojos el dildo de color lila. Su favorito.
- Qué hago contigo ¿Te llevo o no te llevo? ¿Cojo el satisfayer mejor? No, calla, te tendrás que apañar sin nada. Allí no hay más que una habitación. - Pensó Carla - No voy a tener intimidad para esto y me va a dar cosa si me tengo que estar metiendo en el baño cada dos por tres para masturbarme.
Se lo pensó un poco más. Al final escondió el dildo entre sus prendas íntimas y lo metió dentro de la maleta. Mejor llevarlo que arrepentirse después.
Tras cerrar por fin la maleta, la dejó justo en la puerta de su casa y fue a despedirse de sus padres.
- Nos llamaremos todos los días. No salgáis que no se puede. Si tenéis que ir a comprar algo, es mejor que vayamos una de nosotras y os lo traigamos. - Dijo Carla abrazando a sus padres.
- Cariño, no te preocupes por nosotros. - dijo su padre.
- Portaos bien - amenazó Carla con una sonrisa a sus padres.
La despedida aun duró otros quince minutos más. De abrazos, mimos, y retenciones por parte de su madre para que se quedara un poquito más en esa casa.
Se puso la mascarilla y los guantes. Abrió la puerta, cogió la maleta y respiró hondo. Salió al pasillo de la escalera del edificio donde vivía y se dirigió al ascensor. Todo estaba en silencio.
Carla nunca había estado independizada. Siempre había vivido con sus padres y hasta hace relativamente poco, con su hermana. Esta iba a ser su primera experiencia como independizada. Aunque ella sabía que no iba a vivir sola, aun así, para ella era extremadamente emocionante.
Abrió la puerta del portal del edificio, despacio, y mirando a los dos lados de la calle. No había nadie. Por suerte tenía el coche justo en la acera del frente. Levantó la maleta del suelo para apenas hacer ruido. Abrió el maletero y la introdujo dentro. Sin perder más tiempo, se metió en el asiento del conductor, encendió el coche, miró por la ventanilla al segundo piso donde ella había residido. Sonrió, suspiró y arrancó.
No tardó más de 10 minutos en llegar. Era espeluznante. No se encontró a nadie por la calle durante todo el trayecto. Aunque si, vivían en un pueblecito del interior de la isla de Mallorca y no en una gran ciudad, lo cierto es que las medidas restrictivas que se habían implementado con la COVID habían dejado las calles vacías.
Era la época donde no se podía salir a la calle salvo para comprar, pasear al perro y alguna cosa más siempre que se pudiese justificar. Era el principio de la pandemia. Había mucho miedo, nerviosismo y restricciones masivas de movilidad.
Laura, la hermana de Carla vivía en un tercer piso en un pequeño edificio cerca de donde vivían sus padres. No era céntrico y al lado del edificio, solo había una casa de un piso y un solar medio abandonado que usaba la gente para que sus perros hicieran sus necesidades.
Por suerte, el edificio tenía una terraza semi privada en la azotea. Era pequeña, estaba sucia y hecha polvo. Había un gran tanque de gas, un montón de antenas viejas, y una pintura de caucho rojo desgastada que cubría el suelo.
Se suponía que era de uso común. Pero en realidad sólo la usaba Laura en verano para tomar el sol y ponerse morena.
De las tres alturas del edificio solamente había un piso por altura. En el primer piso había un matrimonio de ancianos que apenas podía moverse y habían renegado del uso de la terraza al no poder subir esos dos pisos restantes por la escalera.
El segundo piso era de un alemán que sólo visitaba la isla una o dos veces al año, en periodos cortos de algunas semanas, y ya. Pero ahora con la COVID ni se le veía, ni se le esperaba.
Según iba llegando vio a su hermana asomada a la ventana. Laura la saludó eufóricamente y tras aparcar justo en la puerta del edificio, Laura se metió corriendo hacia la casa.
Pocos segundos después la puerta del portal se abrió. Laura no llevaba mascarilla. Pero si una sonrisa de oreja a oreja al ver a su hermana después de tanto tiempo.
Carla se bajó del coche, sonrió a Laura y le dijo por señas que esperara dentro. Recogió la maleta del coche, cerró el coche silenciosamente y se metió en el portal.
Dejó la maleta en el suelo, miró a su hermana y sin mediar palabra alguna, saltó sobre ella con un abrazo enorme.
Laura sostenía en brazos a su hermana pequeña. Carla se aguantaba rodeando el cuerpo de su hermana con las piernas. Rieron, se abrazaron, las dos hermanas se comieron a besos.
- Joder, como te he echado de menos - dijo Laura a su hermana sin dejar de abrazarla ni soltarla al suelo.
Carla solo respondió con un sonoro beso en la mejilla de su hermana.
Estuvieron así unos segundos más, hasta que Carla ya no pudo más y se dejó caer al suelo.
- Va, vamos. Tenemos mucho que hablar, hacer y decir. Y así, los vecinos cotillas no dirán nada a la policía.
- Me gusta tu nuevo look. Estás muy guapa – La hermana mayor en un momento muy tierno le puso la mano en la cabeza a la pequeña. Haciendo hincapié en que se había fijado en el nuevo peinado.
Laura le cogió la maleta a su hermana y la subió por las escaleras. Carla que iba detrás no dejaba de temblar de la emoción. Miró hacia arriba, dónde su hermana iba varios peldaños adelantada.
Entonces sin querer, le miró el culo.
- Mierda - Pensó Carla. - Ya estamos otra vez. Cálmate ya.
Pero no pudo evitar mirarlo de reojo un par de veces durante todo el tramo de la escalera. Los leggins negros de pierna pirata le apretaban tanto el culo, que pudo apreciar perfectamente la línea de las braguitas que atravesaban sus nalgas.
- Ya basta. - Se ordenó Carla en su cabeza. Se obligó a apartar la mirada de ese espectacular trasero y se centró en la maleta el resto del trayecto.
Laura inconscientemente estaba provocándole un infarto a su hermana. En cada peldaño que subía la mayor, Carla tenia que hacer un sobre esfuerzo humano para no mirar.
Volvió a mirar, no lo pudo evitar.
Por fin llegaron arriba.
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- Yo no me preocuparía por ellos - dijo Laura terminando de poner el plato en la mesa. - Ellos también necesita algo de intimidad. - refiriéndose a sus padres.
- Ya, bueno, ¿pero estarán bien?
- Que sí, de verdad. Ahora a mirar para adelante. Si pasa algo estamos al lado y nos llamarán todos los días para que pasemos el parte. Nos llamarán. Ya verás.
Ambas terminaron de comer. Pasta con tomate y atún. Una comida económica y perfecta para las no amantes de la comida. Pero también daba la casualidad que era una de sus favoritas ya que sus padres, desde muy pequeñas instauraron la tradición de preparar ese plato todos los viernes.
Ya se habían puesto al día con todos los chismes más cotidianos, los más genéricos y los de menor importancia. Prepararon café y se sentaron en el sofá con The Office puesto en la tele. La estaba viendo, pero sin verla. De vez en cuando se detenían para reírse un rato con las tonterías de Michael Scott, pero no pausaban la serie cada vez que una hablaba y sacaba algún que otro tema de conversación.
- ¿Entonces ahora en dique seco no? - Laura sorbió un poco del café arábica. Negro, sin leche y sin azúcar.
- Si.
- ¿Cómo se llamaba la última? ¿Por qué era la última verdad? ¿O último?
- Ana - Repuso Carla
- ¿Qué pasó?
- ¿De verdad quieres que hable de esto?
- Si, no hay nada mejor que hacer ¿No?
- Pues lo de siempre, que si no están preparados para el compromiso, que si hay que dejar fluir, que sí.. y al final, BAM el compromiso con otra persona de sopetón.
Laura simplemente asintió. Ella ya había pasado por esos desamores, esa falta de compromiso de las personas. Ella ya lo había pasado mal. Pero tuvo que sanar. Crecer y ser autosuficiente.
Laura sorbió un poco más de café mirando al infinito de la pared, asintiendo en cada palabra de Carla. Ella recordó esos mismos momentos.
- ¿Y tú? como andas de amores? - Le preguntó la benjamina sacándola del obnubilamiento.
- Hace tiempo que tomé una decisión. Y estoy orgullosa de haberla tomado.
- ¿Cuál?
- Yo he pasado por cosas similares a lo que estás pasando tu. Pero ya tengo algunos años más y más recorrido. No es por infravalorar lo que tu estas pasando. Pero se aprende, yaya si se aprende. Muchas veces por las malas. Bueno, casi siempre es por las malas. En mi caso, decidí que no me iba a matar a nadie. Con eso me refiero a darlo todo por esa persona si no lo merece. Y lo importante es aprender cuando se lo merecen. Cuando aprendes a no necesitar de alguien, te vuelves mucho más selectiva
- ¿En qué aspecto?
- Bueno, es algo complicado de explicar. En mi cabeza parece que todo tiene sentido y está super claro. Pero voy a intentar buscar las palabras adecuadas. Cuando aprendes a estar sola, a no sentirte mal estando sola, a disfrutar estando sola, y ojo, no me refiero a que no se eche de menos los momentos íntimos de amor, o abrazos o irte a dormir junto a alguien.. Que se echa de menos, eso te lo garantizo, eso se echa de menos. Me refiero a que literalmente no te sientes mal, no sientes ansiedad, malestar, miedo, tristeza. Entonces empiezas a entender que no necesitas a nadie para ser feliz.
Pero no estar mal no es lo mismo que estar bien.
Laura Tomó aire, esperó unos segundos pensando en como ordenar las ideas de su cabeza antes de hablar para después continuar.
- Entonces ya no buscas a nadie. Pero no cierras puertas. Si aparece alguien que te aporte y no reste, que te de paz y no guerra, y te deje el culo como las bocas de metro, entonces es cuando abres las puertas y te comprometes. Hasta entonces, a vivir sola y a follar todo lo que se pueda.
-Por las bocas de metro - Dijo Carla levantando la taza de café y brindando con su hermana.
Después del café vino una copa de hierbas dulces.
Laura una vez le dijo que uno de sus antiguos ligues, amante de las cervezas artesanales y licores caseros y de todo ese mundillo, le había insistido mucho en casa tipo de bebida requería de un tipo de vaso o copa especifico. En el caso de las hierbas dulces mallorquinas se servían en una copa del estilo coñac. Redondas, anchas, con un buen bloque de hielo en el centro. Nada de cubitos pequeños. Estos al final se deshacen y aguan el licor. El bloque de hielo, si se usaba agua de mineralización débil o de osmosis quedaba completamente transparente. Además, tardaba bastante más en derretirse. Enfriaba el licor, pero no lo aguaba. Laura cansada de no encontrar cubitos de gran tamaño compró unas cubiteras especiales. Eran cubitos completamente cúbicos de 4 centímetros.
Poco después de la primera copa de hierbas vino la la segunda. Esta vez Laura al prepararla la llenó un poco más de lo que se considera adecuado. Vamos, lo que se considera llenar el vaso hasta arriba.
- Ven, ayúdame, que ahora mismo la casa se me queda pequeña. - Le incitó Laura a Carla para que se levantara.
La mayor le pasó la copa a su hermana. Ella rebuscó un poco y tras meter algunas cosas en una bolsa, agarró un par de tumbonas plegables que tenía guardadas debajo del fregadero del lavadero.
- Venga acompáñame. Pero en silencio. – Y le hizo el gesto de llevarse el dedo índice a los labios.
Pillaron el móvil, las gafas de sol y abrieron la puerta del piso.
- ¿A dónde vamos? Susurró Carla.
- Psssshh - Le chistó Laura - Sígueme y cierra con cuidado.
Laura haciendo indicaciones con la cabeza, le indicó a Carla que la siguiera. Subieron las escaleras del pasillo del edificio más en silencio que Solid Snake en Metal Gear Solid 1 . Abrieron una puerta de metal pesada que conectaba con la terraza exterior. Estaba muy caliente al taco debido a que le estaba dando el sol de lleno por el otro lado. Salieron. Luego cerraron la puerta con llave.
Laura abrió las tumbonas plegables encima de una superficie que parecían baldosas, pero pintadas con una pintura de caucho rojo super plástica.
- Hora de tomar el sol. Ven, dame - Y le hizo señas para que le pasara la copa de hierbas dulces.
Carla nunca había estado en esa terraza. Había oído hablar muchas veces a su hermana sobre esta, y de cómo subía constantemente a tomar el sol o a tender la ropa. O en aquella ocasión que le contó cómo subió a un amante suyo un poco raro, que quería follar en medio de una noche de lluvia. Según ella fue un desastre.
Carla se asomó al balcón. Miró hacia abajo, hacia la calle, no veía a nadie. El edificio donde estaban no era muy alto. Tres pisos sin contar la terraza y no había ninguno de mayor altura en alrededor.
Se paró a mirar por las ventanas de los edificios y las casas de enfrente. Casi todas estaban habitadas o se les veía algo de vida dentro. En aquella época no se podía hacer nada más que estar en casa por obligación.
- ¿Vas a venir o qué? - Oyó Carla a su espalda.
Carla dejó sus pensamientos mientras contemplaba el infinito y la calle. Se giró y casi se le cae la copa de hierbas al suelo.
- Esto, ¿Hola? - Dijo Carla sin poder desviar la vista.
- ¿Hola qué? - Respondió Laura con indiferencias.
- Pues, que, ¿Qué haces desnuda?
- Tomar el sol
- No, si ya lo veo ya, pero…
- No hay nadie que nos pueda ver del resto de edificios. Hace calor y no quiero que me queden marcas de bikini. - Contestó Laura sin dale importancia al asunto
Laura solo llevaba encima las gafas de sol. Tumbada relajadamente sobre la toalla encima de la hamaca plegable.
Pero Carla sí le dio importancia. No era la primera vez que veía desnuda a su hermana.
Desde hacía algún tiempo atrás Carla veía a su hermana con otros ojos. Y se le atormentaba un poco verla así.
Verla ahí, completamente desnuda le hizo sentirse culpable con ella misma. Pero el cuerpo de su hermana era un cuerpo pecaminoso del demonio.
Laura estaba en su *****. Carla en el fondo la envidiaba. Era una envidia sabana. Lo tenia todo perfecto y en su sitio. Bueno en realidad no era así. Mucha gente podría pensar que Laura era una mujer muy delgada. O que no era tan bajita como a muchos le gusta.
Era el prototipo de mujer por la que Carla dejaba de ser Carla. Era el tipo de mujer con el que Carla siempre comparaba a sus amantes femeninos y por el que siempre salían perdiendo.
Una melena negra petróleo leonesa, de ondulaciones cerradas casi rizadas pero sin llegar a serlo con una buena mata de pelo, Una frente un pelín alta, que a ella no le quedaba nada mal, sin flequillo vasco ni largo ni nada. Todo su pelo parecería un cactus del desierto poblado que le llegaba hasta pasado los hombros.
Ese pelazo contrastaba con el resto de su cara y cuerpo. De cejas finitas naturales, sin ser ridículas. Carla no podía ver los ojos debido a las gafas de sol, pero se los sabía de memoria. Unos ojos negros. Pero negros que no se distinguen las pupilas, le daban un aire exótico que Laura siempre ha sabido aprovechar.
Los labios de su hermana siempre han sido normalitos, o eso siempre decía ella. Pero Carla sabía cuál era el secreto. La sonrisa. A no toda la gente le queda la cara bien cuando sonríe. Laura era su mejor postura. La sonrisa sincera, con dientes blancos, perfectamente alineados. No tenía la típica M en el centro de ellos. Eran mas bien algo ovalados. Pero tampoco parecían morcillones llenos de bótox. A decir verdad, el labio superior era algo más fino de lo que la gente asociaría a unos labios besables.
Varias perlas finas de sudor ya empezaron a aparecer en el escote.
Carla inconscientemente se llevó la mano al pecho. Como sintiéndose avergonzada por comparar sus pechos a los de Laura.
Las tetas de Laura eran naturales. De escote ancho. No como Carla. La separación de sus tetas era bastante más pronunciada que las suyas. Laura no estaba completamente tumbada, sino más bien medio reclinada unos treinta grados aproximadamente. La típica postura de estar relajada y semi tumbada y a la vez poder hablar, leer un libro o mirar el móvil tranquilamente sin forzar el cuello.
Ligeramente desplazadas, separadas hacia los laterales, pero con una base rellena. Lo admirable era como los pezones, pequeños y redondos no quedaban en la punta del pecho. Tenían una base redonda y el pecho reposaba encima. Eran unas tetas que ya solo con verlas sabias que eran bonitas. Sabias que en un pasado habían estado más llenas, pero ahora estaban algo más vacías. Mantenían muy buena forma.
Carla se obligó a mirar al cielo intentando no centrarse en esos pezones. Volvió a bajar la vista para verlos. Esos pezones de aureola pequeña. Pezones de un color marrón algo oscurito. No eran rosas como los suyos.
- ¿Sabrán como los de Ana? Se llegó a preguntar Carla. - No, basta. Por favor. Creo que voy a inventarme una excusa, bajaré al piso y la dejaré sola. Me estoy poniendo mala. Mala de ver y no probar. BASTA - Se gritó Carla en su cabeza.
Carla respiró hondo.
- Las tetas son como un vaso de agua en pleno verano – Pensó Carla – No saben a nada, pero ambos están muy ricas.
- Te vas a quedar ahí todo el rato? - Dijo Laura incorporándose en la hamaca y bajándose las gafas para mirar a su hermana directamente con los ojos negros inquisidores.
- Esto, yo... - Balbuceó Carla
-Va, quitarte la ropa y túmbate, que tenemos que descansar de no hacer nada y bebernos las hierbas mientras nos ponemos morenas.
Laura arrimó la hamaca de Carla tirando hacia ella por el apoyabrazos, dejándola pegada a la suya. Luego dando golpecitos con la palma de la mano en medio de la hamaca le metió prisa a su hermana.
A Carla le costó horrores. No por vergüenza. Que no tenía. El principal problema era su control, la absoluta falta de autocontrol. Hacía tiempo que no tenía contacto íntimo con nadie. Y por qué no decirlo. Estaba más salida que una perra en celo. Pero le costó horrores contenerse y no saltar sobre su hermana.
Carla siempre había admirado en todos los sentidos a su hermana mayor. Desde pequeña, siempre ha sido su modelo a seguir. Además, su hermana siempre le había transmitido un amor incondicional. Casi nunca se peleaban.
Fue su hermana mayor la que le animó a que probara con una chica en vez de tanta polla. Ella fue la que le animó a que experimentara con su cuerpo, que siguiera sus impulsos y lo único que le pidió a cambio es el chisme que venía después. Que como bien decía ella. “soy una cotilla de 60 años atrapada en un cuerpo de una joven”.
Carla le tendió la copa de hierbas a su hermana. Intentando aparentar que esta situación no le hacía hervir la sangre y chorrear el chumino. Se quitó la camiseta y la dejó junto a su hamaca. Miró hacia el infinito, meneó la cabeza, pasó los brazos hacia atrás y se desabrochó el sujetador.
Dejó libres a las gemelas. Pudo distinguir de reojo una sonrisilla de su hermana. Que no se cortaba un pelo a la hora de analizarla.
Suspiró profundamente con resignación por la nariz, metió los pulgares entre su piel y la cintura del pantalón.
- Mejor sacarlo todo y sin historias. - Pensó Carla.
Con un gesto desatendido y de indiferencia fingida, se bajó el pantalón corto y las bragas juntas. Se quitó primero un pie y luego del otro.
- ¡Wepa! - Dijo Laura señalando el coño de Carla- hay que hacer algo con esa melena.
- ¿Pero qué dices ahora? - dijo a la vez que se tumbaba a su lado.
- Luego te paso la maquina y podamos el seto.
- Perdona bonita, pero yo no tengo seto. – respondió Carla.
- Ja! -
- Tu pareces una niña de 10 años. Sin ningún pelo. - dijo Carla intentando contestar a ese ataque gratuito.
- Envidiosa - respondió Laura con malicia a la vez que bebía un buen trago de hierbas y le pasaba la copa a su hermana
- ¿Brindamos? - dijo Carla
- Por los chochos depilados - dijo Laura acercándose la copa para hacer un brindis.
Tras unos segundos indecisa, Carla acercó la copa a la copa de su hermana y brindaron.
- Por los chochos depilados. - Contestó al final.
/// ---- ////
Carla despertó. No abrió los ojos. Simplemente despertó. Empezó a entender dónde estaba. Se encontraba descansada, a gusto, sin frío ni calor. No se movió para no romper el momento.
Tras pensarlo un rato decidió abrir los ojos para ver la pulsera Xiaomi y descubrir qué hora era. Seguramente si aguantaba un rato más así volvería a dormirse.
Entonces, se percató de la mano de su hermana. Laura estaba haciendo la cucharita. Muy pegada a ella, con una de las piernas por encima de las de Carla. Una respiración larga, profunda y caliente le llegaba a la nuca. La mano izquierda de Laura se encontraba agarrando una de sus tetas. No por fuera, sino por dentro de la camiseta.
Carla no quiso moverse.
- ¿Cómo hemos terminado así? - Pensó Carla.
A Carla le relajaba mucho masajear y manosearse las tetas ella misma. Incluso cuando había dormido con alguno de sus ex, ella siempre decía que usaran sus tetas como juguete antiestrés.
Pero en esta ocasión era una mezcla rara. La mano de Laura claramente estaba aferrada a su teta. No era una teta muy grande la verdad. Carla nunca había sido tan tetona como su hermana. Era de un tallaje más bien pequeño. Nunca le había importado, ya que ella consideraba que, aunque tuviera el pecho relativamente pequeño, lo tenía muy bonito.
Laura en cambio, era más de tetas. No muy grandes, ni ubres ni nada por el estilo. De tamaño medio, con forma perfecta según los gustos de Carla..
La mano no se movía. No apretaba, no manoseaba, simplemente estaba ahí. La mano y en general Laura, daba la sensación de que estaban ahí desde hacía rato.
Pero Carla estaba nerviosa por sus pensamientos y por la situación.
No quería moverse en absoluto aun sabiendo que ya no podría dormirse de nuevo. Era una sensación rara. Estaba muy a gusto siendo la cucharita. Era una de sus posturas favoritas para dormir y rara vez podía hacerla. Pero era su hermana la que estaba acuchereándola.
Notó un poco de sudor, no mucho, en el contacto de piel con piel de su pierna con la de su hermana. Ambas no tenían pantalón de abajo. Carla se había ido a dormir con unas braguitas cómodas, feas, pero ideales para dormir. También con una camiseta ancha roja, de manga corta y de una o dos tallas superior a la recomendada.
Este último hecho permitió que su hermana, dormida o sonámbula, le hubiese agarrado el pecho por la noche.
Estaba tan a gusto siendo arropada, que le daba igual que le estuviera cogiendo la teta su hermana. Cerró los ojos e intentó disfrutar del momento.
Por desgracia duró poco.
Laura hizo una respiración más profunda. Se movió y se giró en la cama. Dándole la espalda a Carla, liberándola de su cepo tetil y de la pierna que había puesto encima.
- Venga ya hombre - Pensó Carla. Con lo a gusto que estaba.
Carla se giró y se topó con la maraña de pelos que había en la almohada. Se arrimó un poco a su hermana, y tímidamente le puso la mano encima de la cintura por la altura de la barriga. La abrazó. Pudo oler el perfume que irradiaba el cuerpo de su hermana.
- Que bien huele - Pensó Carla. Respiró profundamente por la nariz. Afirmó ligeramente con la cabeza. El olor de tansportó a cuando era niña y ellas dos se pegaban siestas en la cama o en elsfó abrazadas. Pero ahora, tras pasar por ese recuerdo la mente lo transformó en algo mucho mas adulto. El olor ya no le recodaba al hogar. Su cabeza identificaba el olor como algo mocho mas primitivo. Algo mucho mas animal. Empezó a tener calor de sopetón y se dio cuenta que no era por el contacto. El olor de su heramana estaba causándole un aumento de la temperatura en forma de lujuria contenida. Se diño cuenta que se estaba mordisqueando el labio inferior para contener los besos que le salían.
Se permitió un pequeño letargo lujurioso antes de hacer desaparecer ese pensamiento.
Intentó relajarse en esa postura y se volvió a dormir.
Estiró el bazo por instinto y no encontró nada. Carla sobresaltada entreabrió un ojo y no vio nada. Solo una tenue luz que entraba por una pequeña ranura de la persiana de la ventana. Una cama vacía.
- Mierda - Maldijo en su mente
Se estiró en forma de estrella en la cama. Apretando todos los músculos a la vez mientras bostezaba con la boca abierta.
Regresó al mundo de los vivos. Aun estirada pudo distinguir ruidos que provenían de fuera de la habitación. De la cocina concretamente. Era el ruido de la cafetera.
- Mmmmm - Huele a café recién hecho. Dijo mientras sonreía.
Se levantó, y fue en búsqueda de ese maravilloso elixir.
Llegó a la cocina, medio sonámbula.
- AAHH - Pegó un grito Carla al ver a su hermana
Laura estaba de espaldas a la puerta, terminando de preparar algo en la encimera. Solo llevaba puesto unas braguitas blancas lisas. El pelo rebelde lo tenía atado con un buen moño.
- ¡¿QUEE?! - Ostias que susto me has dado. - soltando lo que llevaba en las manos en un acto reflejo - ¿Porque gritas ahora? - Dijo histérica y asustada Laura en modo regañina.
- ¿No te has visto? Estás super roja.
- Joder no me asustes coño, Si lo he visto. Pensaba que eras un bicho o algo o yo que se... NO, vuelvas, a, asustarme, así. – Dijo la ultimas palabras acentuando mucho cada una de ellas. Recogió lo que se le había caído de las manos y siguió por donde lo había dejado antes.
- Perdona. ha sido sin querer - murmuró suplicando Carla.
- No te preocupes- Dejó lo que tenía en las manos en la encimera, se giró, las tetas aparecieron en su campo de visión, dignas de su hermana. Carla no pudo evitar mirarlas. Laura se acercó, abrió los brazos y la abrazó.
- Me encanta tenerte aquí conmigo. - Y le dio un beso en la mejilla. Se apartó un poco de su cara la miró a los ojos.
Carla se derritió. No podía soportar lo guapa que estaba recién levantada.
- Aixx. de verdad - volvió a rodearla con sus brazos. La apretó aun con más fuerza. - Te quiero un montón. He preparado café. ¿Quieres?
Carla embelesada por la situación tardó unos segundos en responder con un susurrante sí.
- Bien. - Afirmó Laura, se separó, la cogió la cara con las dos manos y le dio un piquito. - Lleva las servilletas. Yo llevaré el café y las tostadas.
Carla tardó en reaccionar. Los picos con su hermana eran algo que habían pasado a mejor vida hacía mucho tiempo. También es verdad que apenas se veían desde la mudanza de Laura y por el trabajo de ambas. Simplemente dejaron de hacerlo. La falta de costumbre hizo el resto. Luego, aunque pienses en ello te da como cosita volver a hacerlo.
Carla saboreó sus propios labios. Sorprendida por el beso. Bueno el piquito.
- Va, toma lleva las servilletas. - Laura le puso las servilletas en la mano. Le dio la vuelta por los hombros y le dio un cachete en el culo.
Carla se sobre saltó. Pero el subconsciente le traicionó y en vez de quejarse su culo salió disparado hacia atrás como respuesta. Como cuando las gatas están en celo y levantan el trasero con cualquier caricia en el lomo.
Disimuló como pudo, roja como un tomate y se fue a poner la mesa.
/// ---- ////
La vida era tranquila, sin preocupaciones, sin agobios. A media mañana y tras la llamada de rigor con los padres empezaron a hacer las tareas del hogar. Que si la lavadora, que si la secadora, los platos, fregar la cocina…
-Voy a limpiar el baño - dijo Carla mientras volvía a colar el cesto de la ropa en su sitio ,tras dejar la ropa recién sacada encima de la silla, colocada expresamente en la habitación.
- No, espérate un momento - la interrumpió Laura.
- ¿Por?
- Espera - Le dijo mientras la agarraba de la mano y la llevaba al baño
Clara ya apenas podía disimular. El breve roce con Laura le producía picor, pero no en la piel en sí, ya me entendéis. El más mínimo contacto con ella le hacia subir la temperatura. El mas mínimo toque le producía cortocircuitos en el cerebro dejándola temporalmente con un coeficiente tan bajo como como el que tienen los que están enamorados por primera vez.
- ¿Qué pasa? - Dijo intrigada Carla mientras Laura se arrodillaba bajo el friega manos y buscaba sin resultado.
Carla, en su perversión no pudo evitar mirarle el culo a su hermana. Y que culo. No era grande, era más bien pequeñito. Pero de formas perfectas. Redondo por los laterales, redondo y firme por detrás. Un mini melón.
- Mierda, no llego - Dijo Laura.
El mueble de fraga manos tenía un mini armario con puertas, debajo de este que llegaba de pared a pared. Laura estaba intentando meterse dentro de él. Buscando algo que estaba al fondo.
Carla rio y no se lo pensó, abrió la mano, y sin dilación palmeó en el trasero en pompa de su hermana.
- ¡Jali! Qué susto me has dado - Dijo Laura desde dentro del mueble
Carla rio, pero volvió a palmear el culo. Pero esta vez una vez palmeada, le dejó la mano pegada al culo.
Laura no dijo nada
- Tienes buen culo - Le salió de dentro decir Carla. Acto seguido se murió de vergüenza y separó la mano del culo.
- ¡Ajá! - Dijo a la vez que Laura reptaba hacia atrás en un burdo intento por salir dignamente de debajo del mueble con pequeño neceser negro. - Lo encontré.
Carla se fijó que su hermana o estaba actuando o realmente le importaba un pimiento lo que acababa de hacer y decir.
- Toma, usa esto antes de que nos pongamos a limpiar el baño - Le extendió la bolsa abierta
- ¿Un cortapelo?
Si, para la melena de abajo. Lo vas a llenar de pelos y si limpiamos antes de depilarte tendremos que volver a limpiar.
- ¿En serio me estás diciendo esto?
Laura puso cara de no entender el reproche de Carla.
Carla, con resignación, un profundo suspiro y tras poner los ojos en blanco como señal de protesta dijo.
- Está bien, me depilo.
- Muy bien hermanita. Te espero fuera. - La abrazó de nuevo y se fue.
Carla empezaba a gustarle el contacto continuado con su hermana.
Se lo tomó con calma. Primero se pasó el corta pelos por toda la zona. Luego en la ducha, se pasó la cuchilla.
Al final tendría razón su hermana con el brindis. Por los chochos depilados. Se miró en el espejo el monte de venus. Esos labios y como no quedaba rastro alguno de pelos. Se pasó la mano y notó su piel tan suave que repitió la jugada un montón de veces más.
Se untó crema por todo el cuerpo. Pero no era la suya a la que estaba acostumbrada. Esta crema era más espesa y parecía que tardaba un poco más en absorber.
Empezó a agobiarse con toda la humedad del baño, el cristal empañado, la toalla enrollada en el pelo y la crema en el cuerpo.
Se puso unas braguitas cómodas, abrió la puerta y salió. El aire fresco le recorrió por todo el cuerpo y jadeó de gusto.
Recogió el sujetador que estaba encima de la cama e hizo ademán de ponérselo. Pero se detuvo
- ¿Paraqué? - Pensó. Lo dejó encima de la cama de nuevo. Abrió el armario no sin antes mirarse en el espejo que cubría toda la puerta.
Se admiró el cuerpo.
Era pequeñita. más que su hermana, de pelo liso, de ojos marrones oscuros y de sonrisa sincera.
Se miró los pechos. Eran pequeños. Se los tapó con las manos, se los masajeó aun con la crema extendida por su piel y por sus manos.
Se giró como las profesionales del fitness de Instagram cuando se sacan fotos del tipo “me gusta mi pelo”. Se miró el culito. Era un poco más grande en volumen que el de su hermana.
Se separó ligeramente las nalgas, esta vez en una postura algo mucho menos sexy y mucho mas práctica. Cambió de postura para poder mirarse con mas atención y encontrar algún que otro pelo que se hubiese librado de la cuchilla de afeitar. Estaba todo podado.
- Ella tiene las tetas y yo el culo. - Pensó Carla. Siguió mirándose el culo un rato más. Al final abrió el armario. Buscó una camiseta ancha , cómoda y la agarró.
Se sacó la toalla del pelo, comprobó que ya estaba bastante secó. Se inclinó hacia adelante. Metió los dedos entre los pelos, los agitó y se levantó con un movimiento enérgico.
Se papó la piel.
- Que crema más rara, no se absorbe.
Así que decidió no ponerse la camiseta. Salió al pasillo y se dirigió al salón.
Allí estaba su hermana. Sentada en el sofá de una manera hiper cómoda, pero nada recomendada por los quiroprácticos.
Sujetaba un e-book y llevaba las gafas de leer.
- Que bien le quedaban - Pensó Carla. Encontró tremendamente sexy y erótica a su hermana. Las gafas eran de un perfil de metal fino, plateado. Los cristales eran grandes pero no anchos. Laura tenía la vista bastante buena. Era cristales de estilo aviador, pero sin serlo. Le daban un aire muy sexy a secretaria.
Con un medio moño en el pelo hecho con unos palillos de comer del chino. Tirabuzones sueltos le caían por el lateral de la cara. Ella fruncía el ceño, con una mirada profunda y directa al e-book. Inconscientemente sacaba la lengua, en un lateral del labio. Era un vicio que siempre había tenido. Lo hacía cuando estaba muy concentrada en algo. Según le había dicho Laura, es algo que no podía evitar hacer.
Una camiseta de tirantes finos blancos hacía resaltar aún más la piel rojiza fruto de haberse pasado toda la tarde del día anterior al sol.
La camiseta era de muy mala calidad. Poca tela, poco gramaje y semi transparente. Eso sí, fresquita a más no poder. Los pezones se le marcaban y a ella no parecía importarle en absoluto.
Una de las piernas reposaba tranquilamente sobre el suelo. Tal como deberían sentarse las personas decentes. La otra, estaba doblada hacia arriba. Con el pie directamente apoyado en el sofá. Pero además la rodilla quedaba abierta a su cuerpo.
Carla se acercó y examinó a su hermosa hermana de arriba abajo varias veces. Y en todas y cada una de las ocasiones se posó en el labio del coño que se le veía a través del agujero del pantaloncito corto pero a la vez holgado.
Esos pantalones únicamente se llevan para poder justificar que no se va desnuda. Eran muy cortos, de una cintura holgada, pero mucho mas holgados eran los agujeros por donde tenían que pasar las piernas. Cuando Laura estaba de pie apenas le llegaba a cubrir los glúteos. Ahora estando sentada y gracias a la posición de las piernas separadas, ese pantalón no dejaba nada a la imaginación e interpretación.
Laura alzó la vista, miró a su hermana. Sonrió y siguió mirando el e-book. Carla se acercó y entonces le vio todo el chocho a través del agujero de la pierna del pantalón.
Es curioso como a veces una imagen fugaz puede quedarse grabada en el cerebro. No era la primera vez que le veía el potorro. Pero si era la primera que lo hacia de frente, con toda su raja expuesta. Si, era la primera vez desde que sentía esas atracciones tan íntimas hacia su hermana.
Esta vez desoyó las voces de su cabeza que le decían que dejara de ver a su hermana como un objeto sexual con el que fantasear y hacerse dedos. Porque quería atesorar ese tesoro en su mente.
El chocho estaba depilado en toda su extensión. Los labios mayores cubrían perfectamente los casi inexistentes labios menores. No sobresalía nada, un chocho de actriz porno.
Carla inconscientemente se lo comparó con el suyo. Dónde los labios menores sobresalían un poco más. Ella siempre había pensado que no tenía un chocho muy bonito. Y ahora, al ver el de Laura se terminó de convencer de que era así.
El coño de su hermana era sin duda el coño más bonito que había visto.
Fue a sentarse al sofá. Cuando se percató que no se había puesto la camiseta por la crema.
- Bueno, de perdidos al rio. - Pensó Carla
Carla la dejó leer tranquila un rato, hasta que el aburrimiento hizo mella.
- ¿Qué lees? - Preguntó al fin
- El héroe de las eras de Brandon Sanderson- - Dijo sin apartar la vista.
- ¿Y de qué va?
Laura parpadeó confusa saliendo del trance de la lectura. Miró a su hermana. Carla no pudo sentirse cohibida ante esos ojos negros que la penetraron profundamente.
Es complicado de explicar, es un mundo dentro del Cosmere que… Bueno déjame que termine el capítulo y te cuento todo. A ver si consigo meterte dentro del Cosmere que esta puta mierda la tengo que hablar con gente y ahora mismo no puedo.
- Porque ¿Es bueno?
- ¿Qué si es bueno? Es de lo puto mejor que he leído en mucho tiempo. Todo lo que saque este escritor me lo pienso meter por el culo.
Y dejó de hablar para seguir leyendo.No fue un solo capitulo, sino que perdieron ambas la noción del tiempo.
/// ---- ////
Carla sonrió incluso antes de ser consciente de sí misma. Respiró profundamente y siguió recostada del mismo modo. Esta vez fue más consciente de donde estaba. Arropada entre los brazos de su hermana.
- A esto me puedo acostumbrar muy fácil - Pensó para sus adentros.
Estaban las dos en la misma posición que el día anterior. Laura haciendo la cucharita a su hermana, pero esta vez tenía un brazo por debajo de la cabeza de su hermana. La pierna encima de su cuerpo y la mano metida por debajo de la camiseta agarrando de nuevo la teta.
Carla disfrutó del momento. Hasta que notó como la mano de su hermana empezó a presionar ligeramente su pecho izquierdo. Carla mantuvo la respiración controlada. Al tener los ojos cerrados, pudo centrarse en cada contracción de los dedos sobre su teta.
Entonces un buen apretón de teta, seguido de un movimiento de su hermana, reveló que Laura se estaba despertando.
La hermana mayor se arrimó con todo el cuerpo al diminuto cuerpo de Carla. Abrazó con más fuerza a su hermana y empezó a manosearle las tetas como si realmente fueran suyas.
Un beso tierno apareció en la parte trasera del hombro izquierdo de Carla.
- Buenos días - susurró su hermana.
- Hola - Respondió Carla a la vez que ella misma retrocedía con su cuerpo haciendo que ambos quedaran más pegados aún. Como le gustaba estar en esa situación.
- AIIXX - suspiró Laura. - Como me gustan tus tetitas, Maritetis. - Dijo a la vez que esta vez, conscientemente, movía la mano entre la camiseta y le agarraba con fuerza la otra teta.
- Eh ¡Qué son mías! - dijo Carla
- ¡Ya no! - Ahora son mías - Respondió Laura - Me relajan mucho.
- Pues tócate las tuyas - Le increpó cariñosamente Carla.
- No es lo mismo. Estas son de tamaño perfecto. Mira - Puso la mano encima del pecho y abarcó todo lo que pudo antes de apretar cariñosamente - Además me gustan tus pezoncetes. Son tan pequeñitos - dijo con cariño a la vez que lo pellizcaba delicadamente con el índice y el pulgar.
- ¡OYE! ¿Qué les pasa a mis pezones?? - dijo Carla incorporándose y zafando de su hermana.
Estando ya sentada en la cama se levantó la camiseta y se miró las tetas.
- Deja a mis tetas tranquilas - Amenazó con picardía a su hermana - Y a mis pezoncetes también. - Murmuró finalmente
- Pijama, pantalones, braguitas, calcetines, la switch, juegos, el mando, el…- Murmuraba Carla mientras enumera e iba señalando y comprobando cada uno de los artículos que contenía la maleta. - ¡EL DOCK! - Exclamó al darse cuenta de que le faltaba el soporte para conectar la switch a la televisión.
Siguió comprobando cada una de las cosas que tenía en la maleta. Cogió y levantó hasta la altura de los ojos el dildo de color lila. Su favorito.
- Qué hago contigo ¿Te llevo o no te llevo? ¿Cojo el satisfayer mejor? No, calla, te tendrás que apañar sin nada. Allí no hay más que una habitación. - Pensó Carla - No voy a tener intimidad para esto y me va a dar cosa si me tengo que estar metiendo en el baño cada dos por tres para masturbarme.
Se lo pensó un poco más. Al final escondió el dildo entre sus prendas íntimas y lo metió dentro de la maleta. Mejor llevarlo que arrepentirse después.
Tras cerrar por fin la maleta, la dejó justo en la puerta de su casa y fue a despedirse de sus padres.
- Nos llamaremos todos los días. No salgáis que no se puede. Si tenéis que ir a comprar algo, es mejor que vayamos una de nosotras y os lo traigamos. - Dijo Carla abrazando a sus padres.
- Cariño, no te preocupes por nosotros. - dijo su padre.
- Portaos bien - amenazó Carla con una sonrisa a sus padres.
La despedida aun duró otros quince minutos más. De abrazos, mimos, y retenciones por parte de su madre para que se quedara un poquito más en esa casa.
Se puso la mascarilla y los guantes. Abrió la puerta, cogió la maleta y respiró hondo. Salió al pasillo de la escalera del edificio donde vivía y se dirigió al ascensor. Todo estaba en silencio.
Carla nunca había estado independizada. Siempre había vivido con sus padres y hasta hace relativamente poco, con su hermana. Esta iba a ser su primera experiencia como independizada. Aunque ella sabía que no iba a vivir sola, aun así, para ella era extremadamente emocionante.
Abrió la puerta del portal del edificio, despacio, y mirando a los dos lados de la calle. No había nadie. Por suerte tenía el coche justo en la acera del frente. Levantó la maleta del suelo para apenas hacer ruido. Abrió el maletero y la introdujo dentro. Sin perder más tiempo, se metió en el asiento del conductor, encendió el coche, miró por la ventanilla al segundo piso donde ella había residido. Sonrió, suspiró y arrancó.
No tardó más de 10 minutos en llegar. Era espeluznante. No se encontró a nadie por la calle durante todo el trayecto. Aunque si, vivían en un pueblecito del interior de la isla de Mallorca y no en una gran ciudad, lo cierto es que las medidas restrictivas que se habían implementado con la COVID habían dejado las calles vacías.
Era la época donde no se podía salir a la calle salvo para comprar, pasear al perro y alguna cosa más siempre que se pudiese justificar. Era el principio de la pandemia. Había mucho miedo, nerviosismo y restricciones masivas de movilidad.
Laura, la hermana de Carla vivía en un tercer piso en un pequeño edificio cerca de donde vivían sus padres. No era céntrico y al lado del edificio, solo había una casa de un piso y un solar medio abandonado que usaba la gente para que sus perros hicieran sus necesidades.
Por suerte, el edificio tenía una terraza semi privada en la azotea. Era pequeña, estaba sucia y hecha polvo. Había un gran tanque de gas, un montón de antenas viejas, y una pintura de caucho rojo desgastada que cubría el suelo.
Se suponía que era de uso común. Pero en realidad sólo la usaba Laura en verano para tomar el sol y ponerse morena.
De las tres alturas del edificio solamente había un piso por altura. En el primer piso había un matrimonio de ancianos que apenas podía moverse y habían renegado del uso de la terraza al no poder subir esos dos pisos restantes por la escalera.
El segundo piso era de un alemán que sólo visitaba la isla una o dos veces al año, en periodos cortos de algunas semanas, y ya. Pero ahora con la COVID ni se le veía, ni se le esperaba.
Según iba llegando vio a su hermana asomada a la ventana. Laura la saludó eufóricamente y tras aparcar justo en la puerta del edificio, Laura se metió corriendo hacia la casa.
Pocos segundos después la puerta del portal se abrió. Laura no llevaba mascarilla. Pero si una sonrisa de oreja a oreja al ver a su hermana después de tanto tiempo.
Carla se bajó del coche, sonrió a Laura y le dijo por señas que esperara dentro. Recogió la maleta del coche, cerró el coche silenciosamente y se metió en el portal.
Dejó la maleta en el suelo, miró a su hermana y sin mediar palabra alguna, saltó sobre ella con un abrazo enorme.
Laura sostenía en brazos a su hermana pequeña. Carla se aguantaba rodeando el cuerpo de su hermana con las piernas. Rieron, se abrazaron, las dos hermanas se comieron a besos.
- Joder, como te he echado de menos - dijo Laura a su hermana sin dejar de abrazarla ni soltarla al suelo.
Carla solo respondió con un sonoro beso en la mejilla de su hermana.
Estuvieron así unos segundos más, hasta que Carla ya no pudo más y se dejó caer al suelo.
- Va, vamos. Tenemos mucho que hablar, hacer y decir. Y así, los vecinos cotillas no dirán nada a la policía.
- Me gusta tu nuevo look. Estás muy guapa – La hermana mayor en un momento muy tierno le puso la mano en la cabeza a la pequeña. Haciendo hincapié en que se había fijado en el nuevo peinado.
Laura le cogió la maleta a su hermana y la subió por las escaleras. Carla que iba detrás no dejaba de temblar de la emoción. Miró hacia arriba, dónde su hermana iba varios peldaños adelantada.
Entonces sin querer, le miró el culo.
- Mierda - Pensó Carla. - Ya estamos otra vez. Cálmate ya.
Pero no pudo evitar mirarlo de reojo un par de veces durante todo el tramo de la escalera. Los leggins negros de pierna pirata le apretaban tanto el culo, que pudo apreciar perfectamente la línea de las braguitas que atravesaban sus nalgas.
- Ya basta. - Se ordenó Carla en su cabeza. Se obligó a apartar la mirada de ese espectacular trasero y se centró en la maleta el resto del trayecto.
Laura inconscientemente estaba provocándole un infarto a su hermana. En cada peldaño que subía la mayor, Carla tenia que hacer un sobre esfuerzo humano para no mirar.
Volvió a mirar, no lo pudo evitar.
Por fin llegaron arriba.
/// ---- ////
- Yo no me preocuparía por ellos - dijo Laura terminando de poner el plato en la mesa. - Ellos también necesita algo de intimidad. - refiriéndose a sus padres.
- Ya, bueno, ¿pero estarán bien?
- Que sí, de verdad. Ahora a mirar para adelante. Si pasa algo estamos al lado y nos llamarán todos los días para que pasemos el parte. Nos llamarán. Ya verás.
Ambas terminaron de comer. Pasta con tomate y atún. Una comida económica y perfecta para las no amantes de la comida. Pero también daba la casualidad que era una de sus favoritas ya que sus padres, desde muy pequeñas instauraron la tradición de preparar ese plato todos los viernes.
Ya se habían puesto al día con todos los chismes más cotidianos, los más genéricos y los de menor importancia. Prepararon café y se sentaron en el sofá con The Office puesto en la tele. La estaba viendo, pero sin verla. De vez en cuando se detenían para reírse un rato con las tonterías de Michael Scott, pero no pausaban la serie cada vez que una hablaba y sacaba algún que otro tema de conversación.
- ¿Entonces ahora en dique seco no? - Laura sorbió un poco del café arábica. Negro, sin leche y sin azúcar.
- Si.
- ¿Cómo se llamaba la última? ¿Por qué era la última verdad? ¿O último?
- Ana - Repuso Carla
- ¿Qué pasó?
- ¿De verdad quieres que hable de esto?
- Si, no hay nada mejor que hacer ¿No?
- Pues lo de siempre, que si no están preparados para el compromiso, que si hay que dejar fluir, que sí.. y al final, BAM el compromiso con otra persona de sopetón.
Laura simplemente asintió. Ella ya había pasado por esos desamores, esa falta de compromiso de las personas. Ella ya lo había pasado mal. Pero tuvo que sanar. Crecer y ser autosuficiente.
Laura sorbió un poco más de café mirando al infinito de la pared, asintiendo en cada palabra de Carla. Ella recordó esos mismos momentos.
- ¿Y tú? como andas de amores? - Le preguntó la benjamina sacándola del obnubilamiento.
- Hace tiempo que tomé una decisión. Y estoy orgullosa de haberla tomado.
- ¿Cuál?
- Yo he pasado por cosas similares a lo que estás pasando tu. Pero ya tengo algunos años más y más recorrido. No es por infravalorar lo que tu estas pasando. Pero se aprende, yaya si se aprende. Muchas veces por las malas. Bueno, casi siempre es por las malas. En mi caso, decidí que no me iba a matar a nadie. Con eso me refiero a darlo todo por esa persona si no lo merece. Y lo importante es aprender cuando se lo merecen. Cuando aprendes a no necesitar de alguien, te vuelves mucho más selectiva
- ¿En qué aspecto?
- Bueno, es algo complicado de explicar. En mi cabeza parece que todo tiene sentido y está super claro. Pero voy a intentar buscar las palabras adecuadas. Cuando aprendes a estar sola, a no sentirte mal estando sola, a disfrutar estando sola, y ojo, no me refiero a que no se eche de menos los momentos íntimos de amor, o abrazos o irte a dormir junto a alguien.. Que se echa de menos, eso te lo garantizo, eso se echa de menos. Me refiero a que literalmente no te sientes mal, no sientes ansiedad, malestar, miedo, tristeza. Entonces empiezas a entender que no necesitas a nadie para ser feliz.
Pero no estar mal no es lo mismo que estar bien.
Laura Tomó aire, esperó unos segundos pensando en como ordenar las ideas de su cabeza antes de hablar para después continuar.
- Entonces ya no buscas a nadie. Pero no cierras puertas. Si aparece alguien que te aporte y no reste, que te de paz y no guerra, y te deje el culo como las bocas de metro, entonces es cuando abres las puertas y te comprometes. Hasta entonces, a vivir sola y a follar todo lo que se pueda.
-Por las bocas de metro - Dijo Carla levantando la taza de café y brindando con su hermana.
Después del café vino una copa de hierbas dulces.
Laura una vez le dijo que uno de sus antiguos ligues, amante de las cervezas artesanales y licores caseros y de todo ese mundillo, le había insistido mucho en casa tipo de bebida requería de un tipo de vaso o copa especifico. En el caso de las hierbas dulces mallorquinas se servían en una copa del estilo coñac. Redondas, anchas, con un buen bloque de hielo en el centro. Nada de cubitos pequeños. Estos al final se deshacen y aguan el licor. El bloque de hielo, si se usaba agua de mineralización débil o de osmosis quedaba completamente transparente. Además, tardaba bastante más en derretirse. Enfriaba el licor, pero no lo aguaba. Laura cansada de no encontrar cubitos de gran tamaño compró unas cubiteras especiales. Eran cubitos completamente cúbicos de 4 centímetros.
Poco después de la primera copa de hierbas vino la la segunda. Esta vez Laura al prepararla la llenó un poco más de lo que se considera adecuado. Vamos, lo que se considera llenar el vaso hasta arriba.
- Ven, ayúdame, que ahora mismo la casa se me queda pequeña. - Le incitó Laura a Carla para que se levantara.
La mayor le pasó la copa a su hermana. Ella rebuscó un poco y tras meter algunas cosas en una bolsa, agarró un par de tumbonas plegables que tenía guardadas debajo del fregadero del lavadero.
- Venga acompáñame. Pero en silencio. – Y le hizo el gesto de llevarse el dedo índice a los labios.
Pillaron el móvil, las gafas de sol y abrieron la puerta del piso.
- ¿A dónde vamos? Susurró Carla.
- Psssshh - Le chistó Laura - Sígueme y cierra con cuidado.
Laura haciendo indicaciones con la cabeza, le indicó a Carla que la siguiera. Subieron las escaleras del pasillo del edificio más en silencio que Solid Snake en Metal Gear Solid 1 . Abrieron una puerta de metal pesada que conectaba con la terraza exterior. Estaba muy caliente al taco debido a que le estaba dando el sol de lleno por el otro lado. Salieron. Luego cerraron la puerta con llave.
Laura abrió las tumbonas plegables encima de una superficie que parecían baldosas, pero pintadas con una pintura de caucho rojo super plástica.
- Hora de tomar el sol. Ven, dame - Y le hizo señas para que le pasara la copa de hierbas dulces.
Carla nunca había estado en esa terraza. Había oído hablar muchas veces a su hermana sobre esta, y de cómo subía constantemente a tomar el sol o a tender la ropa. O en aquella ocasión que le contó cómo subió a un amante suyo un poco raro, que quería follar en medio de una noche de lluvia. Según ella fue un desastre.
Carla se asomó al balcón. Miró hacia abajo, hacia la calle, no veía a nadie. El edificio donde estaban no era muy alto. Tres pisos sin contar la terraza y no había ninguno de mayor altura en alrededor.
Se paró a mirar por las ventanas de los edificios y las casas de enfrente. Casi todas estaban habitadas o se les veía algo de vida dentro. En aquella época no se podía hacer nada más que estar en casa por obligación.
- ¿Vas a venir o qué? - Oyó Carla a su espalda.
Carla dejó sus pensamientos mientras contemplaba el infinito y la calle. Se giró y casi se le cae la copa de hierbas al suelo.
- Esto, ¿Hola? - Dijo Carla sin poder desviar la vista.
- ¿Hola qué? - Respondió Laura con indiferencias.
- Pues, que, ¿Qué haces desnuda?
- Tomar el sol
- No, si ya lo veo ya, pero…
- No hay nadie que nos pueda ver del resto de edificios. Hace calor y no quiero que me queden marcas de bikini. - Contestó Laura sin dale importancia al asunto
Laura solo llevaba encima las gafas de sol. Tumbada relajadamente sobre la toalla encima de la hamaca plegable.
Pero Carla sí le dio importancia. No era la primera vez que veía desnuda a su hermana.
Desde hacía algún tiempo atrás Carla veía a su hermana con otros ojos. Y se le atormentaba un poco verla así.
Verla ahí, completamente desnuda le hizo sentirse culpable con ella misma. Pero el cuerpo de su hermana era un cuerpo pecaminoso del demonio.
Laura estaba en su *****. Carla en el fondo la envidiaba. Era una envidia sabana. Lo tenia todo perfecto y en su sitio. Bueno en realidad no era así. Mucha gente podría pensar que Laura era una mujer muy delgada. O que no era tan bajita como a muchos le gusta.
Era el prototipo de mujer por la que Carla dejaba de ser Carla. Era el tipo de mujer con el que Carla siempre comparaba a sus amantes femeninos y por el que siempre salían perdiendo.
Una melena negra petróleo leonesa, de ondulaciones cerradas casi rizadas pero sin llegar a serlo con una buena mata de pelo, Una frente un pelín alta, que a ella no le quedaba nada mal, sin flequillo vasco ni largo ni nada. Todo su pelo parecería un cactus del desierto poblado que le llegaba hasta pasado los hombros.
Ese pelazo contrastaba con el resto de su cara y cuerpo. De cejas finitas naturales, sin ser ridículas. Carla no podía ver los ojos debido a las gafas de sol, pero se los sabía de memoria. Unos ojos negros. Pero negros que no se distinguen las pupilas, le daban un aire exótico que Laura siempre ha sabido aprovechar.
Los labios de su hermana siempre han sido normalitos, o eso siempre decía ella. Pero Carla sabía cuál era el secreto. La sonrisa. A no toda la gente le queda la cara bien cuando sonríe. Laura era su mejor postura. La sonrisa sincera, con dientes blancos, perfectamente alineados. No tenía la típica M en el centro de ellos. Eran mas bien algo ovalados. Pero tampoco parecían morcillones llenos de bótox. A decir verdad, el labio superior era algo más fino de lo que la gente asociaría a unos labios besables.
Varias perlas finas de sudor ya empezaron a aparecer en el escote.
Carla inconscientemente se llevó la mano al pecho. Como sintiéndose avergonzada por comparar sus pechos a los de Laura.
Las tetas de Laura eran naturales. De escote ancho. No como Carla. La separación de sus tetas era bastante más pronunciada que las suyas. Laura no estaba completamente tumbada, sino más bien medio reclinada unos treinta grados aproximadamente. La típica postura de estar relajada y semi tumbada y a la vez poder hablar, leer un libro o mirar el móvil tranquilamente sin forzar el cuello.
Ligeramente desplazadas, separadas hacia los laterales, pero con una base rellena. Lo admirable era como los pezones, pequeños y redondos no quedaban en la punta del pecho. Tenían una base redonda y el pecho reposaba encima. Eran unas tetas que ya solo con verlas sabias que eran bonitas. Sabias que en un pasado habían estado más llenas, pero ahora estaban algo más vacías. Mantenían muy buena forma.
Carla se obligó a mirar al cielo intentando no centrarse en esos pezones. Volvió a bajar la vista para verlos. Esos pezones de aureola pequeña. Pezones de un color marrón algo oscurito. No eran rosas como los suyos.
- ¿Sabrán como los de Ana? Se llegó a preguntar Carla. - No, basta. Por favor. Creo que voy a inventarme una excusa, bajaré al piso y la dejaré sola. Me estoy poniendo mala. Mala de ver y no probar. BASTA - Se gritó Carla en su cabeza.
Carla respiró hondo.
- Las tetas son como un vaso de agua en pleno verano – Pensó Carla – No saben a nada, pero ambos están muy ricas.
- Te vas a quedar ahí todo el rato? - Dijo Laura incorporándose en la hamaca y bajándose las gafas para mirar a su hermana directamente con los ojos negros inquisidores.
- Esto, yo... - Balbuceó Carla
-Va, quitarte la ropa y túmbate, que tenemos que descansar de no hacer nada y bebernos las hierbas mientras nos ponemos morenas.
Laura arrimó la hamaca de Carla tirando hacia ella por el apoyabrazos, dejándola pegada a la suya. Luego dando golpecitos con la palma de la mano en medio de la hamaca le metió prisa a su hermana.
A Carla le costó horrores. No por vergüenza. Que no tenía. El principal problema era su control, la absoluta falta de autocontrol. Hacía tiempo que no tenía contacto íntimo con nadie. Y por qué no decirlo. Estaba más salida que una perra en celo. Pero le costó horrores contenerse y no saltar sobre su hermana.
Carla siempre había admirado en todos los sentidos a su hermana mayor. Desde pequeña, siempre ha sido su modelo a seguir. Además, su hermana siempre le había transmitido un amor incondicional. Casi nunca se peleaban.
Fue su hermana mayor la que le animó a que probara con una chica en vez de tanta polla. Ella fue la que le animó a que experimentara con su cuerpo, que siguiera sus impulsos y lo único que le pidió a cambio es el chisme que venía después. Que como bien decía ella. “soy una cotilla de 60 años atrapada en un cuerpo de una joven”.
Carla le tendió la copa de hierbas a su hermana. Intentando aparentar que esta situación no le hacía hervir la sangre y chorrear el chumino. Se quitó la camiseta y la dejó junto a su hamaca. Miró hacia el infinito, meneó la cabeza, pasó los brazos hacia atrás y se desabrochó el sujetador.
Dejó libres a las gemelas. Pudo distinguir de reojo una sonrisilla de su hermana. Que no se cortaba un pelo a la hora de analizarla.
Suspiró profundamente con resignación por la nariz, metió los pulgares entre su piel y la cintura del pantalón.
- Mejor sacarlo todo y sin historias. - Pensó Carla.
Con un gesto desatendido y de indiferencia fingida, se bajó el pantalón corto y las bragas juntas. Se quitó primero un pie y luego del otro.
- ¡Wepa! - Dijo Laura señalando el coño de Carla- hay que hacer algo con esa melena.
- ¿Pero qué dices ahora? - dijo a la vez que se tumbaba a su lado.
- Luego te paso la maquina y podamos el seto.
- Perdona bonita, pero yo no tengo seto. – respondió Carla.
- Ja! -
- Tu pareces una niña de 10 años. Sin ningún pelo. - dijo Carla intentando contestar a ese ataque gratuito.
- Envidiosa - respondió Laura con malicia a la vez que bebía un buen trago de hierbas y le pasaba la copa a su hermana
- ¿Brindamos? - dijo Carla
- Por los chochos depilados - dijo Laura acercándose la copa para hacer un brindis.
Tras unos segundos indecisa, Carla acercó la copa a la copa de su hermana y brindaron.
- Por los chochos depilados. - Contestó al final.
/// ---- ////
Carla despertó. No abrió los ojos. Simplemente despertó. Empezó a entender dónde estaba. Se encontraba descansada, a gusto, sin frío ni calor. No se movió para no romper el momento.
Tras pensarlo un rato decidió abrir los ojos para ver la pulsera Xiaomi y descubrir qué hora era. Seguramente si aguantaba un rato más así volvería a dormirse.
Entonces, se percató de la mano de su hermana. Laura estaba haciendo la cucharita. Muy pegada a ella, con una de las piernas por encima de las de Carla. Una respiración larga, profunda y caliente le llegaba a la nuca. La mano izquierda de Laura se encontraba agarrando una de sus tetas. No por fuera, sino por dentro de la camiseta.
Carla no quiso moverse.
- ¿Cómo hemos terminado así? - Pensó Carla.
A Carla le relajaba mucho masajear y manosearse las tetas ella misma. Incluso cuando había dormido con alguno de sus ex, ella siempre decía que usaran sus tetas como juguete antiestrés.
Pero en esta ocasión era una mezcla rara. La mano de Laura claramente estaba aferrada a su teta. No era una teta muy grande la verdad. Carla nunca había sido tan tetona como su hermana. Era de un tallaje más bien pequeño. Nunca le había importado, ya que ella consideraba que, aunque tuviera el pecho relativamente pequeño, lo tenía muy bonito.
Laura en cambio, era más de tetas. No muy grandes, ni ubres ni nada por el estilo. De tamaño medio, con forma perfecta según los gustos de Carla..
La mano no se movía. No apretaba, no manoseaba, simplemente estaba ahí. La mano y en general Laura, daba la sensación de que estaban ahí desde hacía rato.
Pero Carla estaba nerviosa por sus pensamientos y por la situación.
No quería moverse en absoluto aun sabiendo que ya no podría dormirse de nuevo. Era una sensación rara. Estaba muy a gusto siendo la cucharita. Era una de sus posturas favoritas para dormir y rara vez podía hacerla. Pero era su hermana la que estaba acuchereándola.
Notó un poco de sudor, no mucho, en el contacto de piel con piel de su pierna con la de su hermana. Ambas no tenían pantalón de abajo. Carla se había ido a dormir con unas braguitas cómodas, feas, pero ideales para dormir. También con una camiseta ancha roja, de manga corta y de una o dos tallas superior a la recomendada.
Este último hecho permitió que su hermana, dormida o sonámbula, le hubiese agarrado el pecho por la noche.
Estaba tan a gusto siendo arropada, que le daba igual que le estuviera cogiendo la teta su hermana. Cerró los ojos e intentó disfrutar del momento.
Por desgracia duró poco.
Laura hizo una respiración más profunda. Se movió y se giró en la cama. Dándole la espalda a Carla, liberándola de su cepo tetil y de la pierna que había puesto encima.
- Venga ya hombre - Pensó Carla. Con lo a gusto que estaba.
Carla se giró y se topó con la maraña de pelos que había en la almohada. Se arrimó un poco a su hermana, y tímidamente le puso la mano encima de la cintura por la altura de la barriga. La abrazó. Pudo oler el perfume que irradiaba el cuerpo de su hermana.
- Que bien huele - Pensó Carla. Respiró profundamente por la nariz. Afirmó ligeramente con la cabeza. El olor de tansportó a cuando era niña y ellas dos se pegaban siestas en la cama o en elsfó abrazadas. Pero ahora, tras pasar por ese recuerdo la mente lo transformó en algo mucho mas adulto. El olor ya no le recodaba al hogar. Su cabeza identificaba el olor como algo mocho mas primitivo. Algo mucho mas animal. Empezó a tener calor de sopetón y se dio cuenta que no era por el contacto. El olor de su heramana estaba causándole un aumento de la temperatura en forma de lujuria contenida. Se diño cuenta que se estaba mordisqueando el labio inferior para contener los besos que le salían.
Se permitió un pequeño letargo lujurioso antes de hacer desaparecer ese pensamiento.
Intentó relajarse en esa postura y se volvió a dormir.
Estiró el bazo por instinto y no encontró nada. Carla sobresaltada entreabrió un ojo y no vio nada. Solo una tenue luz que entraba por una pequeña ranura de la persiana de la ventana. Una cama vacía.
- Mierda - Maldijo en su mente
Se estiró en forma de estrella en la cama. Apretando todos los músculos a la vez mientras bostezaba con la boca abierta.
Regresó al mundo de los vivos. Aun estirada pudo distinguir ruidos que provenían de fuera de la habitación. De la cocina concretamente. Era el ruido de la cafetera.
- Mmmmm - Huele a café recién hecho. Dijo mientras sonreía.
Se levantó, y fue en búsqueda de ese maravilloso elixir.
Llegó a la cocina, medio sonámbula.
- AAHH - Pegó un grito Carla al ver a su hermana
Laura estaba de espaldas a la puerta, terminando de preparar algo en la encimera. Solo llevaba puesto unas braguitas blancas lisas. El pelo rebelde lo tenía atado con un buen moño.
- ¡¿QUEE?! - Ostias que susto me has dado. - soltando lo que llevaba en las manos en un acto reflejo - ¿Porque gritas ahora? - Dijo histérica y asustada Laura en modo regañina.
- ¿No te has visto? Estás super roja.
- Joder no me asustes coño, Si lo he visto. Pensaba que eras un bicho o algo o yo que se... NO, vuelvas, a, asustarme, así. – Dijo la ultimas palabras acentuando mucho cada una de ellas. Recogió lo que se le había caído de las manos y siguió por donde lo había dejado antes.
- Perdona. ha sido sin querer - murmuró suplicando Carla.
- No te preocupes- Dejó lo que tenía en las manos en la encimera, se giró, las tetas aparecieron en su campo de visión, dignas de su hermana. Carla no pudo evitar mirarlas. Laura se acercó, abrió los brazos y la abrazó.
- Me encanta tenerte aquí conmigo. - Y le dio un beso en la mejilla. Se apartó un poco de su cara la miró a los ojos.
Carla se derritió. No podía soportar lo guapa que estaba recién levantada.
- Aixx. de verdad - volvió a rodearla con sus brazos. La apretó aun con más fuerza. - Te quiero un montón. He preparado café. ¿Quieres?
Carla embelesada por la situación tardó unos segundos en responder con un susurrante sí.
- Bien. - Afirmó Laura, se separó, la cogió la cara con las dos manos y le dio un piquito. - Lleva las servilletas. Yo llevaré el café y las tostadas.
Carla tardó en reaccionar. Los picos con su hermana eran algo que habían pasado a mejor vida hacía mucho tiempo. También es verdad que apenas se veían desde la mudanza de Laura y por el trabajo de ambas. Simplemente dejaron de hacerlo. La falta de costumbre hizo el resto. Luego, aunque pienses en ello te da como cosita volver a hacerlo.
Carla saboreó sus propios labios. Sorprendida por el beso. Bueno el piquito.
- Va, toma lleva las servilletas. - Laura le puso las servilletas en la mano. Le dio la vuelta por los hombros y le dio un cachete en el culo.
Carla se sobre saltó. Pero el subconsciente le traicionó y en vez de quejarse su culo salió disparado hacia atrás como respuesta. Como cuando las gatas están en celo y levantan el trasero con cualquier caricia en el lomo.
Disimuló como pudo, roja como un tomate y se fue a poner la mesa.
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La vida era tranquila, sin preocupaciones, sin agobios. A media mañana y tras la llamada de rigor con los padres empezaron a hacer las tareas del hogar. Que si la lavadora, que si la secadora, los platos, fregar la cocina…
-Voy a limpiar el baño - dijo Carla mientras volvía a colar el cesto de la ropa en su sitio ,tras dejar la ropa recién sacada encima de la silla, colocada expresamente en la habitación.
- No, espérate un momento - la interrumpió Laura.
- ¿Por?
- Espera - Le dijo mientras la agarraba de la mano y la llevaba al baño
Clara ya apenas podía disimular. El breve roce con Laura le producía picor, pero no en la piel en sí, ya me entendéis. El más mínimo contacto con ella le hacia subir la temperatura. El mas mínimo toque le producía cortocircuitos en el cerebro dejándola temporalmente con un coeficiente tan bajo como como el que tienen los que están enamorados por primera vez.
- ¿Qué pasa? - Dijo intrigada Carla mientras Laura se arrodillaba bajo el friega manos y buscaba sin resultado.
Carla, en su perversión no pudo evitar mirarle el culo a su hermana. Y que culo. No era grande, era más bien pequeñito. Pero de formas perfectas. Redondo por los laterales, redondo y firme por detrás. Un mini melón.
- Mierda, no llego - Dijo Laura.
El mueble de fraga manos tenía un mini armario con puertas, debajo de este que llegaba de pared a pared. Laura estaba intentando meterse dentro de él. Buscando algo que estaba al fondo.
Carla rio y no se lo pensó, abrió la mano, y sin dilación palmeó en el trasero en pompa de su hermana.
- ¡Jali! Qué susto me has dado - Dijo Laura desde dentro del mueble
Carla rio, pero volvió a palmear el culo. Pero esta vez una vez palmeada, le dejó la mano pegada al culo.
Laura no dijo nada
- Tienes buen culo - Le salió de dentro decir Carla. Acto seguido se murió de vergüenza y separó la mano del culo.
- ¡Ajá! - Dijo a la vez que Laura reptaba hacia atrás en un burdo intento por salir dignamente de debajo del mueble con pequeño neceser negro. - Lo encontré.
Carla se fijó que su hermana o estaba actuando o realmente le importaba un pimiento lo que acababa de hacer y decir.
- Toma, usa esto antes de que nos pongamos a limpiar el baño - Le extendió la bolsa abierta
- ¿Un cortapelo?
Si, para la melena de abajo. Lo vas a llenar de pelos y si limpiamos antes de depilarte tendremos que volver a limpiar.
- ¿En serio me estás diciendo esto?
Laura puso cara de no entender el reproche de Carla.
Carla, con resignación, un profundo suspiro y tras poner los ojos en blanco como señal de protesta dijo.
- Está bien, me depilo.
- Muy bien hermanita. Te espero fuera. - La abrazó de nuevo y se fue.
Carla empezaba a gustarle el contacto continuado con su hermana.
Se lo tomó con calma. Primero se pasó el corta pelos por toda la zona. Luego en la ducha, se pasó la cuchilla.
Al final tendría razón su hermana con el brindis. Por los chochos depilados. Se miró en el espejo el monte de venus. Esos labios y como no quedaba rastro alguno de pelos. Se pasó la mano y notó su piel tan suave que repitió la jugada un montón de veces más.
Se untó crema por todo el cuerpo. Pero no era la suya a la que estaba acostumbrada. Esta crema era más espesa y parecía que tardaba un poco más en absorber.
Empezó a agobiarse con toda la humedad del baño, el cristal empañado, la toalla enrollada en el pelo y la crema en el cuerpo.
Se puso unas braguitas cómodas, abrió la puerta y salió. El aire fresco le recorrió por todo el cuerpo y jadeó de gusto.
Recogió el sujetador que estaba encima de la cama e hizo ademán de ponérselo. Pero se detuvo
- ¿Paraqué? - Pensó. Lo dejó encima de la cama de nuevo. Abrió el armario no sin antes mirarse en el espejo que cubría toda la puerta.
Se admiró el cuerpo.
Era pequeñita. más que su hermana, de pelo liso, de ojos marrones oscuros y de sonrisa sincera.
Se miró los pechos. Eran pequeños. Se los tapó con las manos, se los masajeó aun con la crema extendida por su piel y por sus manos.
Se giró como las profesionales del fitness de Instagram cuando se sacan fotos del tipo “me gusta mi pelo”. Se miró el culito. Era un poco más grande en volumen que el de su hermana.
Se separó ligeramente las nalgas, esta vez en una postura algo mucho menos sexy y mucho mas práctica. Cambió de postura para poder mirarse con mas atención y encontrar algún que otro pelo que se hubiese librado de la cuchilla de afeitar. Estaba todo podado.
- Ella tiene las tetas y yo el culo. - Pensó Carla. Siguió mirándose el culo un rato más. Al final abrió el armario. Buscó una camiseta ancha , cómoda y la agarró.
Se sacó la toalla del pelo, comprobó que ya estaba bastante secó. Se inclinó hacia adelante. Metió los dedos entre los pelos, los agitó y se levantó con un movimiento enérgico.
Se papó la piel.
- Que crema más rara, no se absorbe.
Así que decidió no ponerse la camiseta. Salió al pasillo y se dirigió al salón.
Allí estaba su hermana. Sentada en el sofá de una manera hiper cómoda, pero nada recomendada por los quiroprácticos.
Sujetaba un e-book y llevaba las gafas de leer.
- Que bien le quedaban - Pensó Carla. Encontró tremendamente sexy y erótica a su hermana. Las gafas eran de un perfil de metal fino, plateado. Los cristales eran grandes pero no anchos. Laura tenía la vista bastante buena. Era cristales de estilo aviador, pero sin serlo. Le daban un aire muy sexy a secretaria.
Con un medio moño en el pelo hecho con unos palillos de comer del chino. Tirabuzones sueltos le caían por el lateral de la cara. Ella fruncía el ceño, con una mirada profunda y directa al e-book. Inconscientemente sacaba la lengua, en un lateral del labio. Era un vicio que siempre había tenido. Lo hacía cuando estaba muy concentrada en algo. Según le había dicho Laura, es algo que no podía evitar hacer.
Una camiseta de tirantes finos blancos hacía resaltar aún más la piel rojiza fruto de haberse pasado toda la tarde del día anterior al sol.
La camiseta era de muy mala calidad. Poca tela, poco gramaje y semi transparente. Eso sí, fresquita a más no poder. Los pezones se le marcaban y a ella no parecía importarle en absoluto.
Una de las piernas reposaba tranquilamente sobre el suelo. Tal como deberían sentarse las personas decentes. La otra, estaba doblada hacia arriba. Con el pie directamente apoyado en el sofá. Pero además la rodilla quedaba abierta a su cuerpo.
Carla se acercó y examinó a su hermosa hermana de arriba abajo varias veces. Y en todas y cada una de las ocasiones se posó en el labio del coño que se le veía a través del agujero del pantaloncito corto pero a la vez holgado.
Esos pantalones únicamente se llevan para poder justificar que no se va desnuda. Eran muy cortos, de una cintura holgada, pero mucho mas holgados eran los agujeros por donde tenían que pasar las piernas. Cuando Laura estaba de pie apenas le llegaba a cubrir los glúteos. Ahora estando sentada y gracias a la posición de las piernas separadas, ese pantalón no dejaba nada a la imaginación e interpretación.
Laura alzó la vista, miró a su hermana. Sonrió y siguió mirando el e-book. Carla se acercó y entonces le vio todo el chocho a través del agujero de la pierna del pantalón.
Es curioso como a veces una imagen fugaz puede quedarse grabada en el cerebro. No era la primera vez que le veía el potorro. Pero si era la primera que lo hacia de frente, con toda su raja expuesta. Si, era la primera vez desde que sentía esas atracciones tan íntimas hacia su hermana.
Esta vez desoyó las voces de su cabeza que le decían que dejara de ver a su hermana como un objeto sexual con el que fantasear y hacerse dedos. Porque quería atesorar ese tesoro en su mente.
El chocho estaba depilado en toda su extensión. Los labios mayores cubrían perfectamente los casi inexistentes labios menores. No sobresalía nada, un chocho de actriz porno.
Carla inconscientemente se lo comparó con el suyo. Dónde los labios menores sobresalían un poco más. Ella siempre había pensado que no tenía un chocho muy bonito. Y ahora, al ver el de Laura se terminó de convencer de que era así.
El coño de su hermana era sin duda el coño más bonito que había visto.
Fue a sentarse al sofá. Cuando se percató que no se había puesto la camiseta por la crema.
- Bueno, de perdidos al rio. - Pensó Carla
Carla la dejó leer tranquila un rato, hasta que el aburrimiento hizo mella.
- ¿Qué lees? - Preguntó al fin
- El héroe de las eras de Brandon Sanderson- - Dijo sin apartar la vista.
- ¿Y de qué va?
Laura parpadeó confusa saliendo del trance de la lectura. Miró a su hermana. Carla no pudo sentirse cohibida ante esos ojos negros que la penetraron profundamente.
Es complicado de explicar, es un mundo dentro del Cosmere que… Bueno déjame que termine el capítulo y te cuento todo. A ver si consigo meterte dentro del Cosmere que esta puta mierda la tengo que hablar con gente y ahora mismo no puedo.
- Porque ¿Es bueno?
- ¿Qué si es bueno? Es de lo puto mejor que he leído en mucho tiempo. Todo lo que saque este escritor me lo pienso meter por el culo.
Y dejó de hablar para seguir leyendo.No fue un solo capitulo, sino que perdieron ambas la noción del tiempo.
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Carla sonrió incluso antes de ser consciente de sí misma. Respiró profundamente y siguió recostada del mismo modo. Esta vez fue más consciente de donde estaba. Arropada entre los brazos de su hermana.
- A esto me puedo acostumbrar muy fácil - Pensó para sus adentros.
Estaban las dos en la misma posición que el día anterior. Laura haciendo la cucharita a su hermana, pero esta vez tenía un brazo por debajo de la cabeza de su hermana. La pierna encima de su cuerpo y la mano metida por debajo de la camiseta agarrando de nuevo la teta.
Carla disfrutó del momento. Hasta que notó como la mano de su hermana empezó a presionar ligeramente su pecho izquierdo. Carla mantuvo la respiración controlada. Al tener los ojos cerrados, pudo centrarse en cada contracción de los dedos sobre su teta.
Entonces un buen apretón de teta, seguido de un movimiento de su hermana, reveló que Laura se estaba despertando.
La hermana mayor se arrimó con todo el cuerpo al diminuto cuerpo de Carla. Abrazó con más fuerza a su hermana y empezó a manosearle las tetas como si realmente fueran suyas.
Un beso tierno apareció en la parte trasera del hombro izquierdo de Carla.
- Buenos días - susurró su hermana.
- Hola - Respondió Carla a la vez que ella misma retrocedía con su cuerpo haciendo que ambos quedaran más pegados aún. Como le gustaba estar en esa situación.
- AIIXX - suspiró Laura. - Como me gustan tus tetitas, Maritetis. - Dijo a la vez que esta vez, conscientemente, movía la mano entre la camiseta y le agarraba con fuerza la otra teta.
- Eh ¡Qué son mías! - dijo Carla
- ¡Ya no! - Ahora son mías - Respondió Laura - Me relajan mucho.
- Pues tócate las tuyas - Le increpó cariñosamente Carla.
- No es lo mismo. Estas son de tamaño perfecto. Mira - Puso la mano encima del pecho y abarcó todo lo que pudo antes de apretar cariñosamente - Además me gustan tus pezoncetes. Son tan pequeñitos - dijo con cariño a la vez que lo pellizcaba delicadamente con el índice y el pulgar.
- ¡OYE! ¿Qué les pasa a mis pezones?? - dijo Carla incorporándose y zafando de su hermana.
Estando ya sentada en la cama se levantó la camiseta y se miró las tetas.
- Deja a mis tetas tranquilas - Amenazó con picardía a su hermana - Y a mis pezoncetes también. - Murmuró finalmente