Los Fetiches de la Hermana

heranlu

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Ya era la tercera vez que había revisado la maleta de viaje y tenía la certeza de que algo se estaba dejando.

- Pijama, pantalones, braguitas, calcetines, la switch, juegos, el mando, el…- Murmuraba Carla mientras enumera e iba señalando y comprobando cada uno de los artículos que contenía la maleta. - ¡EL DOCK! - Exclamó al darse cuenta de que le faltaba el soporte para conectar la switch a la televisión.

Siguió comprobando cada una de las cosas que tenía en la maleta. Cogió y levantó hasta la altura de los ojos el dildo de color lila. Su favorito.

- Qué hago contigo ¿Te llevo o no te llevo? ¿Cojo el satisfayer mejor? No, calla, te tendrás que apañar sin nada. Allí no hay más que una habitación. - Pensó Carla - No voy a tener intimidad para esto y me va a dar cosa si me tengo que estar metiendo en el baño cada dos por tres para masturbarme.

Se lo pensó un poco más. Al final escondió el dildo entre sus prendas íntimas y lo metió dentro de la maleta. Mejor llevarlo que arrepentirse después.

Tras cerrar por fin la maleta, la dejó justo en la puerta de su casa y fue a despedirse de sus padres.

- Nos llamaremos todos los días. No salgáis que no se puede. Si tenéis que ir a comprar algo, es mejor que vayamos una de nosotras y os lo traigamos. - Dijo Carla abrazando a sus padres.

- Cariño, no te preocupes por nosotros. - dijo su padre.

- Portaos bien - amenazó Carla con una sonrisa a sus padres.

La despedida aun duró otros quince minutos más. De abrazos, mimos, y retenciones por parte de su madre para que se quedara un poquito más en esa casa.

Se puso la mascarilla y los guantes. Abrió la puerta, cogió la maleta y respiró hondo. Salió al pasillo de la escalera del edificio donde vivía y se dirigió al ascensor. Todo estaba en silencio.

Carla nunca había estado independizada. Siempre había vivido con sus padres y hasta hace relativamente poco, con su hermana. Esta iba a ser su primera experiencia como independizada. Aunque ella sabía que no iba a vivir sola, aun así, para ella era extremadamente emocionante.

Abrió la puerta del portal del edificio, despacio, y mirando a los dos lados de la calle. No había nadie. Por suerte tenía el coche justo en la acera del frente. Levantó la maleta del suelo para apenas hacer ruido. Abrió el maletero y la introdujo dentro. Sin perder más tiempo, se metió en el asiento del conductor, encendió el coche, miró por la ventanilla al segundo piso donde ella había residido. Sonrió, suspiró y arrancó.

No tardó más de 10 minutos en llegar. Era espeluznante. No se encontró a nadie por la calle durante todo el trayecto. Aunque si, vivían en un pueblecito del interior de la isla de Mallorca y no en una gran ciudad, lo cierto es que las medidas restrictivas que se habían implementado con la COVID habían dejado las calles vacías.

Era la época donde no se podía salir a la calle salvo para comprar, pasear al perro y alguna cosa más siempre que se pudiese justificar. Era el principio de la pandemia. Había mucho miedo, nerviosismo y restricciones masivas de movilidad.

Laura, la hermana de Carla vivía en un tercer piso en un pequeño edificio cerca de donde vivían sus padres. No era céntrico y al lado del edificio, solo había una casa de un piso y un solar medio abandonado que usaba la gente para que sus perros hicieran sus necesidades.

Por suerte, el edificio tenía una terraza semi privada en la azotea. Era pequeña, estaba sucia y hecha polvo. Había un gran tanque de gas, un montón de antenas viejas, y una pintura de caucho rojo desgastada que cubría el suelo.

Se suponía que era de uso común. Pero en realidad sólo la usaba Laura en verano para tomar el sol y ponerse morena.

De las tres alturas del edificio solamente había un piso por altura. En el primer piso había un matrimonio de ancianos que apenas podía moverse y habían renegado del uso de la terraza al no poder subir esos dos pisos restantes por la escalera.

El segundo piso era de un alemán que sólo visitaba la isla una o dos veces al año, en periodos cortos de algunas semanas, y ya. Pero ahora con la COVID ni se le veía, ni se le esperaba.

Según iba llegando vio a su hermana asomada a la ventana. Laura la saludó eufóricamente y tras aparcar justo en la puerta del edificio, Laura se metió corriendo hacia la casa.

Pocos segundos después la puerta del portal se abrió. Laura no llevaba mascarilla. Pero si una sonrisa de oreja a oreja al ver a su hermana después de tanto tiempo.

Carla se bajó del coche, sonrió a Laura y le dijo por señas que esperara dentro. Recogió la maleta del coche, cerró el coche silenciosamente y se metió en el portal.

Dejó la maleta en el suelo, miró a su hermana y sin mediar palabra alguna, saltó sobre ella con un abrazo enorme.

Laura sostenía en brazos a su hermana pequeña. Carla se aguantaba rodeando el cuerpo de su hermana con las piernas. Rieron, se abrazaron, las dos hermanas se comieron a besos.

- Joder, como te he echado de menos - dijo Laura a su hermana sin dejar de abrazarla ni soltarla al suelo.

Carla solo respondió con un sonoro beso en la mejilla de su hermana.

Estuvieron así unos segundos más, hasta que Carla ya no pudo más y se dejó caer al suelo.

- Va, vamos. Tenemos mucho que hablar, hacer y decir. Y así, los vecinos cotillas no dirán nada a la policía.

- Me gusta tu nuevo look. Estás muy guapa – La hermana mayor en un momento muy tierno le puso la mano en la cabeza a la pequeña. Haciendo hincapié en que se había fijado en el nuevo peinado.

Laura le cogió la maleta a su hermana y la subió por las escaleras. Carla que iba detrás no dejaba de temblar de la emoción. Miró hacia arriba, dónde su hermana iba varios peldaños adelantada.

Entonces sin querer, le miró el culo.

- Mierda - Pensó Carla. - Ya estamos otra vez. Cálmate ya.

Pero no pudo evitar mirarlo de reojo un par de veces durante todo el tramo de la escalera. Los leggins negros de pierna pirata le apretaban tanto el culo, que pudo apreciar perfectamente la línea de las braguitas que atravesaban sus nalgas.

- Ya basta. - Se ordenó Carla en su cabeza. Se obligó a apartar la mirada de ese espectacular trasero y se centró en la maleta el resto del trayecto.

Laura inconscientemente estaba provocándole un infarto a su hermana. En cada peldaño que subía la mayor, Carla tenia que hacer un sobre esfuerzo humano para no mirar.

Volvió a mirar, no lo pudo evitar.

Por fin llegaron arriba.



/// ---- ////

- Yo no me preocuparía por ellos - dijo Laura terminando de poner el plato en la mesa. - Ellos también necesita algo de intimidad. - refiriéndose a sus padres.

- Ya, bueno, ¿pero estarán bien?

- Que sí, de verdad. Ahora a mirar para adelante. Si pasa algo estamos al lado y nos llamarán todos los días para que pasemos el parte. Nos llamarán. Ya verás.

Ambas terminaron de comer. Pasta con tomate y atún. Una comida económica y perfecta para las no amantes de la comida. Pero también daba la casualidad que era una de sus favoritas ya que sus padres, desde muy pequeñas instauraron la tradición de preparar ese plato todos los viernes.

Ya se habían puesto al día con todos los chismes más cotidianos, los más genéricos y los de menor importancia. Prepararon café y se sentaron en el sofá con The Office puesto en la tele. La estaba viendo, pero sin verla. De vez en cuando se detenían para reírse un rato con las tonterías de Michael Scott, pero no pausaban la serie cada vez que una hablaba y sacaba algún que otro tema de conversación.

- ¿Entonces ahora en dique seco no? - Laura sorbió un poco del café arábica. Negro, sin leche y sin azúcar.

- Si.

- ¿Cómo se llamaba la última? ¿Por qué era la última verdad? ¿O último?

- Ana - Repuso Carla

- ¿Qué pasó?

- ¿De verdad quieres que hable de esto?

- Si, no hay nada mejor que hacer ¿No?

- Pues lo de siempre, que si no están preparados para el compromiso, que si hay que dejar fluir, que sí.. y al final, BAM el compromiso con otra persona de sopetón.

Laura simplemente asintió. Ella ya había pasado por esos desamores, esa falta de compromiso de las personas. Ella ya lo había pasado mal. Pero tuvo que sanar. Crecer y ser autosuficiente.

Laura sorbió un poco más de café mirando al infinito de la pared, asintiendo en cada palabra de Carla. Ella recordó esos mismos momentos.

- ¿Y tú? como andas de amores? - Le preguntó la benjamina sacándola del obnubilamiento.

- Hace tiempo que tomé una decisión. Y estoy orgullosa de haberla tomado.

- ¿Cuál?

- Yo he pasado por cosas similares a lo que estás pasando tu. Pero ya tengo algunos años más y más recorrido. No es por infravalorar lo que tu estas pasando. Pero se aprende, yaya si se aprende. Muchas veces por las malas. Bueno, casi siempre es por las malas. En mi caso, decidí que no me iba a matar a nadie. Con eso me refiero a darlo todo por esa persona si no lo merece. Y lo importante es aprender cuando se lo merecen. Cuando aprendes a no necesitar de alguien, te vuelves mucho más selectiva

- ¿En qué aspecto?

- Bueno, es algo complicado de explicar. En mi cabeza parece que todo tiene sentido y está super claro. Pero voy a intentar buscar las palabras adecuadas. Cuando aprendes a estar sola, a no sentirte mal estando sola, a disfrutar estando sola, y ojo, no me refiero a que no se eche de menos los momentos íntimos de amor, o abrazos o irte a dormir junto a alguien.. Que se echa de menos, eso te lo garantizo, eso se echa de menos. Me refiero a que literalmente no te sientes mal, no sientes ansiedad, malestar, miedo, tristeza. Entonces empiezas a entender que no necesitas a nadie para ser feliz.

Pero no estar mal no es lo mismo que estar bien.

Laura Tomó aire, esperó unos segundos pensando en como ordenar las ideas de su cabeza antes de hablar para después continuar.

- Entonces ya no buscas a nadie. Pero no cierras puertas. Si aparece alguien que te aporte y no reste, que te de paz y no guerra, y te deje el culo como las bocas de metro, entonces es cuando abres las puertas y te comprometes. Hasta entonces, a vivir sola y a follar todo lo que se pueda.

-Por las bocas de metro - Dijo Carla levantando la taza de café y brindando con su hermana.

Después del café vino una copa de hierbas dulces.

Laura una vez le dijo que uno de sus antiguos ligues, amante de las cervezas artesanales y licores caseros y de todo ese mundillo, le había insistido mucho en casa tipo de bebida requería de un tipo de vaso o copa especifico. En el caso de las hierbas dulces mallorquinas se servían en una copa del estilo coñac. Redondas, anchas, con un buen bloque de hielo en el centro. Nada de cubitos pequeños. Estos al final se deshacen y aguan el licor. El bloque de hielo, si se usaba agua de mineralización débil o de osmosis quedaba completamente transparente. Además, tardaba bastante más en derretirse. Enfriaba el licor, pero no lo aguaba. Laura cansada de no encontrar cubitos de gran tamaño compró unas cubiteras especiales. Eran cubitos completamente cúbicos de 4 centímetros.

Poco después de la primera copa de hierbas vino la la segunda. Esta vez Laura al prepararla la llenó un poco más de lo que se considera adecuado. Vamos, lo que se considera llenar el vaso hasta arriba.

- Ven, ayúdame, que ahora mismo la casa se me queda pequeña. - Le incitó Laura a Carla para que se levantara.

La mayor le pasó la copa a su hermana. Ella rebuscó un poco y tras meter algunas cosas en una bolsa, agarró un par de tumbonas plegables que tenía guardadas debajo del fregadero del lavadero.

- Venga acompáñame. Pero en silencio. – Y le hizo el gesto de llevarse el dedo índice a los labios.

Pillaron el móvil, las gafas de sol y abrieron la puerta del piso.

- ¿A dónde vamos? Susurró Carla.

- Psssshh - Le chistó Laura - Sígueme y cierra con cuidado.

Laura haciendo indicaciones con la cabeza, le indicó a Carla que la siguiera. Subieron las escaleras del pasillo del edificio más en silencio que Solid Snake en Metal Gear Solid 1 . Abrieron una puerta de metal pesada que conectaba con la terraza exterior. Estaba muy caliente al taco debido a que le estaba dando el sol de lleno por el otro lado. Salieron. Luego cerraron la puerta con llave.

Laura abrió las tumbonas plegables encima de una superficie que parecían baldosas, pero pintadas con una pintura de caucho rojo super plástica.

- Hora de tomar el sol. Ven, dame - Y le hizo señas para que le pasara la copa de hierbas dulces.

Carla nunca había estado en esa terraza. Había oído hablar muchas veces a su hermana sobre esta, y de cómo subía constantemente a tomar el sol o a tender la ropa. O en aquella ocasión que le contó cómo subió a un amante suyo un poco raro, que quería follar en medio de una noche de lluvia. Según ella fue un desastre.

Carla se asomó al balcón. Miró hacia abajo, hacia la calle, no veía a nadie. El edificio donde estaban no era muy alto. Tres pisos sin contar la terraza y no había ninguno de mayor altura en alrededor.

Se paró a mirar por las ventanas de los edificios y las casas de enfrente. Casi todas estaban habitadas o se les veía algo de vida dentro. En aquella época no se podía hacer nada más que estar en casa por obligación.

- ¿Vas a venir o qué? - Oyó Carla a su espalda.

Carla dejó sus pensamientos mientras contemplaba el infinito y la calle. Se giró y casi se le cae la copa de hierbas al suelo.

- Esto, ¿Hola? - Dijo Carla sin poder desviar la vista.

- ¿Hola qué? - Respondió Laura con indiferencias.

- Pues, que, ¿Qué haces desnuda?

- Tomar el sol

- No, si ya lo veo ya, pero…

- No hay nadie que nos pueda ver del resto de edificios. Hace calor y no quiero que me queden marcas de bikini. - Contestó Laura sin dale importancia al asunto

Laura solo llevaba encima las gafas de sol. Tumbada relajadamente sobre la toalla encima de la hamaca plegable.

Pero Carla sí le dio importancia. No era la primera vez que veía desnuda a su hermana.

Desde hacía algún tiempo atrás Carla veía a su hermana con otros ojos. Y se le atormentaba un poco verla así.

Verla ahí, completamente desnuda le hizo sentirse culpable con ella misma. Pero el cuerpo de su hermana era un cuerpo pecaminoso del demonio.

Laura estaba en su *****. Carla en el fondo la envidiaba. Era una envidia sabana. Lo tenia todo perfecto y en su sitio. Bueno en realidad no era así. Mucha gente podría pensar que Laura era una mujer muy delgada. O que no era tan bajita como a muchos le gusta.

Era el prototipo de mujer por la que Carla dejaba de ser Carla. Era el tipo de mujer con el que Carla siempre comparaba a sus amantes femeninos y por el que siempre salían perdiendo.

Una melena negra petróleo leonesa, de ondulaciones cerradas casi rizadas pero sin llegar a serlo con una buena mata de pelo, Una frente un pelín alta, que a ella no le quedaba nada mal, sin flequillo vasco ni largo ni nada. Todo su pelo parecería un cactus del desierto poblado que le llegaba hasta pasado los hombros.

Ese pelazo contrastaba con el resto de su cara y cuerpo. De cejas finitas naturales, sin ser ridículas. Carla no podía ver los ojos debido a las gafas de sol, pero se los sabía de memoria. Unos ojos negros. Pero negros que no se distinguen las pupilas, le daban un aire exótico que Laura siempre ha sabido aprovechar.

Los labios de su hermana siempre han sido normalitos, o eso siempre decía ella. Pero Carla sabía cuál era el secreto. La sonrisa. A no toda la gente le queda la cara bien cuando sonríe. Laura era su mejor postura. La sonrisa sincera, con dientes blancos, perfectamente alineados. No tenía la típica M en el centro de ellos. Eran mas bien algo ovalados. Pero tampoco parecían morcillones llenos de bótox. A decir verdad, el labio superior era algo más fino de lo que la gente asociaría a unos labios besables.

Varias perlas finas de sudor ya empezaron a aparecer en el escote.

Carla inconscientemente se llevó la mano al pecho. Como sintiéndose avergonzada por comparar sus pechos a los de Laura.

Las tetas de Laura eran naturales. De escote ancho. No como Carla. La separación de sus tetas era bastante más pronunciada que las suyas. Laura no estaba completamente tumbada, sino más bien medio reclinada unos treinta grados aproximadamente. La típica postura de estar relajada y semi tumbada y a la vez poder hablar, leer un libro o mirar el móvil tranquilamente sin forzar el cuello.

Ligeramente desplazadas, separadas hacia los laterales, pero con una base rellena. Lo admirable era como los pezones, pequeños y redondos no quedaban en la punta del pecho. Tenían una base redonda y el pecho reposaba encima. Eran unas tetas que ya solo con verlas sabias que eran bonitas. Sabias que en un pasado habían estado más llenas, pero ahora estaban algo más vacías. Mantenían muy buena forma.

Carla se obligó a mirar al cielo intentando no centrarse en esos pezones. Volvió a bajar la vista para verlos. Esos pezones de aureola pequeña. Pezones de un color marrón algo oscurito. No eran rosas como los suyos.

- ¿Sabrán como los de Ana? Se llegó a preguntar Carla. - No, basta. Por favor. Creo que voy a inventarme una excusa, bajaré al piso y la dejaré sola. Me estoy poniendo mala. Mala de ver y no probar. BASTA - Se gritó Carla en su cabeza.

Carla respiró hondo.

- Las tetas son como un vaso de agua en pleno verano – Pensó Carla – No saben a nada, pero ambos están muy ricas.

- Te vas a quedar ahí todo el rato? - Dijo Laura incorporándose en la hamaca y bajándose las gafas para mirar a su hermana directamente con los ojos negros inquisidores.

- Esto, yo... - Balbuceó Carla

-Va, quitarte la ropa y túmbate, que tenemos que descansar de no hacer nada y bebernos las hierbas mientras nos ponemos morenas.

Laura arrimó la hamaca de Carla tirando hacia ella por el apoyabrazos, dejándola pegada a la suya. Luego dando golpecitos con la palma de la mano en medio de la hamaca le metió prisa a su hermana.

A Carla le costó horrores. No por vergüenza. Que no tenía. El principal problema era su control, la absoluta falta de autocontrol. Hacía tiempo que no tenía contacto íntimo con nadie. Y por qué no decirlo. Estaba más salida que una perra en celo. Pero le costó horrores contenerse y no saltar sobre su hermana.

Carla siempre había admirado en todos los sentidos a su hermana mayor. Desde pequeña, siempre ha sido su modelo a seguir. Además, su hermana siempre le había transmitido un amor incondicional. Casi nunca se peleaban.

Fue su hermana mayor la que le animó a que probara con una chica en vez de tanta polla. Ella fue la que le animó a que experimentara con su cuerpo, que siguiera sus impulsos y lo único que le pidió a cambio es el chisme que venía después. Que como bien decía ella. “soy una cotilla de 60 años atrapada en un cuerpo de una joven”.

Carla le tendió la copa de hierbas a su hermana. Intentando aparentar que esta situación no le hacía hervir la sangre y chorrear el chumino. Se quitó la camiseta y la dejó junto a su hamaca. Miró hacia el infinito, meneó la cabeza, pasó los brazos hacia atrás y se desabrochó el sujetador.

Dejó libres a las gemelas. Pudo distinguir de reojo una sonrisilla de su hermana. Que no se cortaba un pelo a la hora de analizarla.

Suspiró profundamente con resignación por la nariz, metió los pulgares entre su piel y la cintura del pantalón.

- Mejor sacarlo todo y sin historias. - Pensó Carla.

Con un gesto desatendido y de indiferencia fingida, se bajó el pantalón corto y las bragas juntas. Se quitó primero un pie y luego del otro.

- ¡Wepa! - Dijo Laura señalando el coño de Carla- hay que hacer algo con esa melena.

- ¿Pero qué dices ahora? - dijo a la vez que se tumbaba a su lado.

- Luego te paso la maquina y podamos el seto.

- Perdona bonita, pero yo no tengo seto. – respondió Carla.

- Ja! -

- Tu pareces una niña de 10 años. Sin ningún pelo. - dijo Carla intentando contestar a ese ataque gratuito.

- Envidiosa - respondió Laura con malicia a la vez que bebía un buen trago de hierbas y le pasaba la copa a su hermana

- ¿Brindamos? - dijo Carla

- Por los chochos depilados - dijo Laura acercándose la copa para hacer un brindis.

Tras unos segundos indecisa, Carla acercó la copa a la copa de su hermana y brindaron.

- Por los chochos depilados. - Contestó al final.



/// ---- ////



Carla despertó. No abrió los ojos. Simplemente despertó. Empezó a entender dónde estaba. Se encontraba descansada, a gusto, sin frío ni calor. No se movió para no romper el momento.

Tras pensarlo un rato decidió abrir los ojos para ver la pulsera Xiaomi y descubrir qué hora era. Seguramente si aguantaba un rato más así volvería a dormirse.

Entonces, se percató de la mano de su hermana. Laura estaba haciendo la cucharita. Muy pegada a ella, con una de las piernas por encima de las de Carla. Una respiración larga, profunda y caliente le llegaba a la nuca. La mano izquierda de Laura se encontraba agarrando una de sus tetas. No por fuera, sino por dentro de la camiseta.

Carla no quiso moverse.

- ¿Cómo hemos terminado así? - Pensó Carla.

A Carla le relajaba mucho masajear y manosearse las tetas ella misma. Incluso cuando había dormido con alguno de sus ex, ella siempre decía que usaran sus tetas como juguete antiestrés.

Pero en esta ocasión era una mezcla rara. La mano de Laura claramente estaba aferrada a su teta. No era una teta muy grande la verdad. Carla nunca había sido tan tetona como su hermana. Era de un tallaje más bien pequeño. Nunca le había importado, ya que ella consideraba que, aunque tuviera el pecho relativamente pequeño, lo tenía muy bonito.

Laura en cambio, era más de tetas. No muy grandes, ni ubres ni nada por el estilo. De tamaño medio, con forma perfecta según los gustos de Carla..

La mano no se movía. No apretaba, no manoseaba, simplemente estaba ahí. La mano y en general Laura, daba la sensación de que estaban ahí desde hacía rato.

Pero Carla estaba nerviosa por sus pensamientos y por la situación.

No quería moverse en absoluto aun sabiendo que ya no podría dormirse de nuevo. Era una sensación rara. Estaba muy a gusto siendo la cucharita. Era una de sus posturas favoritas para dormir y rara vez podía hacerla. Pero era su hermana la que estaba acuchereándola.

Notó un poco de sudor, no mucho, en el contacto de piel con piel de su pierna con la de su hermana. Ambas no tenían pantalón de abajo. Carla se había ido a dormir con unas braguitas cómodas, feas, pero ideales para dormir. También con una camiseta ancha roja, de manga corta y de una o dos tallas superior a la recomendada.

Este último hecho permitió que su hermana, dormida o sonámbula, le hubiese agarrado el pecho por la noche.

Estaba tan a gusto siendo arropada, que le daba igual que le estuviera cogiendo la teta su hermana. Cerró los ojos e intentó disfrutar del momento.

Por desgracia duró poco.

Laura hizo una respiración más profunda. Se movió y se giró en la cama. Dándole la espalda a Carla, liberándola de su cepo tetil y de la pierna que había puesto encima.

- Venga ya hombre - Pensó Carla. Con lo a gusto que estaba.

Carla se giró y se topó con la maraña de pelos que había en la almohada. Se arrimó un poco a su hermana, y tímidamente le puso la mano encima de la cintura por la altura de la barriga. La abrazó. Pudo oler el perfume que irradiaba el cuerpo de su hermana.

- Que bien huele - Pensó Carla. Respiró profundamente por la nariz. Afirmó ligeramente con la cabeza. El olor de tansportó a cuando era niña y ellas dos se pegaban siestas en la cama o en elsfó abrazadas. Pero ahora, tras pasar por ese recuerdo la mente lo transformó en algo mucho mas adulto. El olor ya no le recodaba al hogar. Su cabeza identificaba el olor como algo mocho mas primitivo. Algo mucho mas animal. Empezó a tener calor de sopetón y se dio cuenta que no era por el contacto. El olor de su heramana estaba causándole un aumento de la temperatura en forma de lujuria contenida. Se diño cuenta que se estaba mordisqueando el labio inferior para contener los besos que le salían.

Se permitió un pequeño letargo lujurioso antes de hacer desaparecer ese pensamiento.

Intentó relajarse en esa postura y se volvió a dormir.

Estiró el bazo por instinto y no encontró nada. Carla sobresaltada entreabrió un ojo y no vio nada. Solo una tenue luz que entraba por una pequeña ranura de la persiana de la ventana. Una cama vacía.

- Mierda - Maldijo en su mente

Se estiró en forma de estrella en la cama. Apretando todos los músculos a la vez mientras bostezaba con la boca abierta.

Regresó al mundo de los vivos. Aun estirada pudo distinguir ruidos que provenían de fuera de la habitación. De la cocina concretamente. Era el ruido de la cafetera.

- Mmmmm - Huele a café recién hecho. Dijo mientras sonreía.

Se levantó, y fue en búsqueda de ese maravilloso elixir.

Llegó a la cocina, medio sonámbula.

- AAHH - Pegó un grito Carla al ver a su hermana

Laura estaba de espaldas a la puerta, terminando de preparar algo en la encimera. Solo llevaba puesto unas braguitas blancas lisas. El pelo rebelde lo tenía atado con un buen moño.

- ¡¿QUEE?! - Ostias que susto me has dado. - soltando lo que llevaba en las manos en un acto reflejo - ¿Porque gritas ahora? - Dijo histérica y asustada Laura en modo regañina.

- ¿No te has visto? Estás super roja.

- Joder no me asustes coño, Si lo he visto. Pensaba que eras un bicho o algo o yo que se... NO, vuelvas, a, asustarme, así. – Dijo la ultimas palabras acentuando mucho cada una de ellas. Recogió lo que se le había caído de las manos y siguió por donde lo había dejado antes.

- Perdona. ha sido sin querer - murmuró suplicando Carla.

- No te preocupes- Dejó lo que tenía en las manos en la encimera, se giró, las tetas aparecieron en su campo de visión, dignas de su hermana. Carla no pudo evitar mirarlas. Laura se acercó, abrió los brazos y la abrazó.

- Me encanta tenerte aquí conmigo. - Y le dio un beso en la mejilla. Se apartó un poco de su cara la miró a los ojos.

Carla se derritió. No podía soportar lo guapa que estaba recién levantada.

- Aixx. de verdad - volvió a rodearla con sus brazos. La apretó aun con más fuerza. - Te quiero un montón. He preparado café. ¿Quieres?

Carla embelesada por la situación tardó unos segundos en responder con un susurrante sí.

- Bien. - Afirmó Laura, se separó, la cogió la cara con las dos manos y le dio un piquito. - Lleva las servilletas. Yo llevaré el café y las tostadas.

Carla tardó en reaccionar. Los picos con su hermana eran algo que habían pasado a mejor vida hacía mucho tiempo. También es verdad que apenas se veían desde la mudanza de Laura y por el trabajo de ambas. Simplemente dejaron de hacerlo. La falta de costumbre hizo el resto. Luego, aunque pienses en ello te da como cosita volver a hacerlo.

Carla saboreó sus propios labios. Sorprendida por el beso. Bueno el piquito.

- Va, toma lleva las servilletas. - Laura le puso las servilletas en la mano. Le dio la vuelta por los hombros y le dio un cachete en el culo.

Carla se sobre saltó. Pero el subconsciente le traicionó y en vez de quejarse su culo salió disparado hacia atrás como respuesta. Como cuando las gatas están en celo y levantan el trasero con cualquier caricia en el lomo.

Disimuló como pudo, roja como un tomate y se fue a poner la mesa.



/// ---- ////



La vida era tranquila, sin preocupaciones, sin agobios. A media mañana y tras la llamada de rigor con los padres empezaron a hacer las tareas del hogar. Que si la lavadora, que si la secadora, los platos, fregar la cocina…

-Voy a limpiar el baño - dijo Carla mientras volvía a colar el cesto de la ropa en su sitio ,tras dejar la ropa recién sacada encima de la silla, colocada expresamente en la habitación.

- No, espérate un momento - la interrumpió Laura.

- ¿Por?

- Espera - Le dijo mientras la agarraba de la mano y la llevaba al baño

Clara ya apenas podía disimular. El breve roce con Laura le producía picor, pero no en la piel en sí, ya me entendéis. El más mínimo contacto con ella le hacia subir la temperatura. El mas mínimo toque le producía cortocircuitos en el cerebro dejándola temporalmente con un coeficiente tan bajo como como el que tienen los que están enamorados por primera vez.

- ¿Qué pasa? - Dijo intrigada Carla mientras Laura se arrodillaba bajo el friega manos y buscaba sin resultado.

Carla, en su perversión no pudo evitar mirarle el culo a su hermana. Y que culo. No era grande, era más bien pequeñito. Pero de formas perfectas. Redondo por los laterales, redondo y firme por detrás. Un mini melón.

- Mierda, no llego - Dijo Laura.

El mueble de fraga manos tenía un mini armario con puertas, debajo de este que llegaba de pared a pared. Laura estaba intentando meterse dentro de él. Buscando algo que estaba al fondo.

Carla rio y no se lo pensó, abrió la mano, y sin dilación palmeó en el trasero en pompa de su hermana.

- ¡Jali! Qué susto me has dado - Dijo Laura desde dentro del mueble

Carla rio, pero volvió a palmear el culo. Pero esta vez una vez palmeada, le dejó la mano pegada al culo.

Laura no dijo nada

- Tienes buen culo - Le salió de dentro decir Carla. Acto seguido se murió de vergüenza y separó la mano del culo.

- ¡Ajá! - Dijo a la vez que Laura reptaba hacia atrás en un burdo intento por salir dignamente de debajo del mueble con pequeño neceser negro. - Lo encontré.

Carla se fijó que su hermana o estaba actuando o realmente le importaba un pimiento lo que acababa de hacer y decir.

- Toma, usa esto antes de que nos pongamos a limpiar el baño - Le extendió la bolsa abierta

- ¿Un cortapelo?

Si, para la melena de abajo. Lo vas a llenar de pelos y si limpiamos antes de depilarte tendremos que volver a limpiar.

- ¿En serio me estás diciendo esto?

Laura puso cara de no entender el reproche de Carla.

Carla, con resignación, un profundo suspiro y tras poner los ojos en blanco como señal de protesta dijo.

- Está bien, me depilo.

- Muy bien hermanita. Te espero fuera. - La abrazó de nuevo y se fue.

Carla empezaba a gustarle el contacto continuado con su hermana.

Se lo tomó con calma. Primero se pasó el corta pelos por toda la zona. Luego en la ducha, se pasó la cuchilla.

Al final tendría razón su hermana con el brindis. Por los chochos depilados. Se miró en el espejo el monte de venus. Esos labios y como no quedaba rastro alguno de pelos. Se pasó la mano y notó su piel tan suave que repitió la jugada un montón de veces más.

Se untó crema por todo el cuerpo. Pero no era la suya a la que estaba acostumbrada. Esta crema era más espesa y parecía que tardaba un poco más en absorber.

Empezó a agobiarse con toda la humedad del baño, el cristal empañado, la toalla enrollada en el pelo y la crema en el cuerpo.

Se puso unas braguitas cómodas, abrió la puerta y salió. El aire fresco le recorrió por todo el cuerpo y jadeó de gusto.

Recogió el sujetador que estaba encima de la cama e hizo ademán de ponérselo. Pero se detuvo

- ¿Paraqué? - Pensó. Lo dejó encima de la cama de nuevo. Abrió el armario no sin antes mirarse en el espejo que cubría toda la puerta.

Se admiró el cuerpo.

Era pequeñita. más que su hermana, de pelo liso, de ojos marrones oscuros y de sonrisa sincera.

Se miró los pechos. Eran pequeños. Se los tapó con las manos, se los masajeó aun con la crema extendida por su piel y por sus manos.

Se giró como las profesionales del fitness de Instagram cuando se sacan fotos del tipo “me gusta mi pelo”. Se miró el culito. Era un poco más grande en volumen que el de su hermana.

Se separó ligeramente las nalgas, esta vez en una postura algo mucho menos sexy y mucho mas práctica. Cambió de postura para poder mirarse con mas atención y encontrar algún que otro pelo que se hubiese librado de la cuchilla de afeitar. Estaba todo podado.

- Ella tiene las tetas y yo el culo. - Pensó Carla. Siguió mirándose el culo un rato más. Al final abrió el armario. Buscó una camiseta ancha , cómoda y la agarró.

Se sacó la toalla del pelo, comprobó que ya estaba bastante secó. Se inclinó hacia adelante. Metió los dedos entre los pelos, los agitó y se levantó con un movimiento enérgico.

Se papó la piel.

- Que crema más rara, no se absorbe.

Así que decidió no ponerse la camiseta. Salió al pasillo y se dirigió al salón.

Allí estaba su hermana. Sentada en el sofá de una manera hiper cómoda, pero nada recomendada por los quiroprácticos.

Sujetaba un e-book y llevaba las gafas de leer.

- Que bien le quedaban - Pensó Carla. Encontró tremendamente sexy y erótica a su hermana. Las gafas eran de un perfil de metal fino, plateado. Los cristales eran grandes pero no anchos. Laura tenía la vista bastante buena. Era cristales de estilo aviador, pero sin serlo. Le daban un aire muy sexy a secretaria.

Con un medio moño en el pelo hecho con unos palillos de comer del chino. Tirabuzones sueltos le caían por el lateral de la cara. Ella fruncía el ceño, con una mirada profunda y directa al e-book. Inconscientemente sacaba la lengua, en un lateral del labio. Era un vicio que siempre había tenido. Lo hacía cuando estaba muy concentrada en algo. Según le había dicho Laura, es algo que no podía evitar hacer.

Una camiseta de tirantes finos blancos hacía resaltar aún más la piel rojiza fruto de haberse pasado toda la tarde del día anterior al sol.

La camiseta era de muy mala calidad. Poca tela, poco gramaje y semi transparente. Eso sí, fresquita a más no poder. Los pezones se le marcaban y a ella no parecía importarle en absoluto.

Una de las piernas reposaba tranquilamente sobre el suelo. Tal como deberían sentarse las personas decentes. La otra, estaba doblada hacia arriba. Con el pie directamente apoyado en el sofá. Pero además la rodilla quedaba abierta a su cuerpo.

Carla se acercó y examinó a su hermosa hermana de arriba abajo varias veces. Y en todas y cada una de las ocasiones se posó en el labio del coño que se le veía a través del agujero del pantaloncito corto pero a la vez holgado.

Esos pantalones únicamente se llevan para poder justificar que no se va desnuda. Eran muy cortos, de una cintura holgada, pero mucho mas holgados eran los agujeros por donde tenían que pasar las piernas. Cuando Laura estaba de pie apenas le llegaba a cubrir los glúteos. Ahora estando sentada y gracias a la posición de las piernas separadas, ese pantalón no dejaba nada a la imaginación e interpretación.

Laura alzó la vista, miró a su hermana. Sonrió y siguió mirando el e-book. Carla se acercó y entonces le vio todo el chocho a través del agujero de la pierna del pantalón.

Es curioso como a veces una imagen fugaz puede quedarse grabada en el cerebro. No era la primera vez que le veía el potorro. Pero si era la primera que lo hacia de frente, con toda su raja expuesta. Si, era la primera vez desde que sentía esas atracciones tan íntimas hacia su hermana.

Esta vez desoyó las voces de su cabeza que le decían que dejara de ver a su hermana como un objeto sexual con el que fantasear y hacerse dedos. Porque quería atesorar ese tesoro en su mente.

El chocho estaba depilado en toda su extensión. Los labios mayores cubrían perfectamente los casi inexistentes labios menores. No sobresalía nada, un chocho de actriz porno.

Carla inconscientemente se lo comparó con el suyo. Dónde los labios menores sobresalían un poco más. Ella siempre había pensado que no tenía un chocho muy bonito. Y ahora, al ver el de Laura se terminó de convencer de que era así.

El coño de su hermana era sin duda el coño más bonito que había visto.

Fue a sentarse al sofá. Cuando se percató que no se había puesto la camiseta por la crema.

- Bueno, de perdidos al rio. - Pensó Carla

Carla la dejó leer tranquila un rato, hasta que el aburrimiento hizo mella.

- ¿Qué lees? - Preguntó al fin

- El héroe de las eras de Brandon Sanderson- - Dijo sin apartar la vista.

- ¿Y de qué va?

Laura parpadeó confusa saliendo del trance de la lectura. Miró a su hermana. Carla no pudo sentirse cohibida ante esos ojos negros que la penetraron profundamente.

Es complicado de explicar, es un mundo dentro del Cosmere que… Bueno déjame que termine el capítulo y te cuento todo. A ver si consigo meterte dentro del Cosmere que esta puta mierda la tengo que hablar con gente y ahora mismo no puedo.

- Porque ¿Es bueno?

- ¿Qué si es bueno? Es de lo puto mejor que he leído en mucho tiempo. Todo lo que saque este escritor me lo pienso meter por el culo.

Y dejó de hablar para seguir leyendo.No fue un solo capitulo, sino que perdieron ambas la noción del tiempo.

/// ---- ////

Carla sonrió incluso antes de ser consciente de sí misma. Respiró profundamente y siguió recostada del mismo modo. Esta vez fue más consciente de donde estaba. Arropada entre los brazos de su hermana.

- A esto me puedo acostumbrar muy fácil - Pensó para sus adentros.

Estaban las dos en la misma posición que el día anterior. Laura haciendo la cucharita a su hermana, pero esta vez tenía un brazo por debajo de la cabeza de su hermana. La pierna encima de su cuerpo y la mano metida por debajo de la camiseta agarrando de nuevo la teta.

Carla disfrutó del momento. Hasta que notó como la mano de su hermana empezó a presionar ligeramente su pecho izquierdo. Carla mantuvo la respiración controlada. Al tener los ojos cerrados, pudo centrarse en cada contracción de los dedos sobre su teta.

Entonces un buen apretón de teta, seguido de un movimiento de su hermana, reveló que Laura se estaba despertando.

La hermana mayor se arrimó con todo el cuerpo al diminuto cuerpo de Carla. Abrazó con más fuerza a su hermana y empezó a manosearle las tetas como si realmente fueran suyas.

Un beso tierno apareció en la parte trasera del hombro izquierdo de Carla.

- Buenos días - susurró su hermana.

- Hola - Respondió Carla a la vez que ella misma retrocedía con su cuerpo haciendo que ambos quedaran más pegados aún. Como le gustaba estar en esa situación.

- AIIXX - suspiró Laura. - Como me gustan tus tetitas, Maritetis. - Dijo a la vez que esta vez, conscientemente, movía la mano entre la camiseta y le agarraba con fuerza la otra teta.

- Eh ¡Qué son mías! - dijo Carla

- ¡Ya no! - Ahora son mías - Respondió Laura - Me relajan mucho.

- Pues tócate las tuyas - Le increpó cariñosamente Carla.

- No es lo mismo. Estas son de tamaño perfecto. Mira - Puso la mano encima del pecho y abarcó todo lo que pudo antes de apretar cariñosamente - Además me gustan tus pezoncetes. Son tan pequeñitos - dijo con cariño a la vez que lo pellizcaba delicadamente con el índice y el pulgar.

- ¡OYE! ¿Qué les pasa a mis pezones?? - dijo Carla incorporándose y zafando de su hermana.

Estando ya sentada en la cama se levantó la camiseta y se miró las tetas.

- Deja a mis tetas tranquilas - Amenazó con picardía a su hermana - Y a mis pezoncetes también. - Murmuró finalmente
 
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heranlu

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Los primeros días fueron buenos. Mucha conversación, mucho que hacer, decir, reír. Pero conforme iban pasando los días la cosa menguó bastante. Ya no era tan divertido estar horas y horas hablando. Ya no sabían que contar. Ya habían jugado muchas horas juntas a la Switch y en concreto al Animal Crossing, pero, aun así, hacer tanto rato lo mismo una y otra vez aburría hasta desfallecer.

Las noticias anunciaban todos los días el número de muertos. El ministro y el presidente anunciaron que se alargaría el estado de alarma unos meses más y que irían ampliando cada quince días según se viera.

Algo había que hacer para no morirse de asco y aburrimiento. Laura no era una persona fumadora ni Carla tampoco. Pero la hermana mayor, ya con más carrera que la joven tenía su recorrido turbio.

Era una tarde genérica más, dónde ya no importaba si eran las cinco o las nueve de la noche. El calor empezaba a ser ya insufrible a cualquier hora del día.

Carla estaba espachurrada en el sofá con el mando pro controller de la switch remodelando su isla, canjeando millas Nook y regando por enésima vez las plantas y verduras del juego.

Laura se sentó a su lado en el sofá. En realidad, se acercó al sofá, le hizo un gesto para que apartara las piernas y luego se sentó. Con toda la pachorra del mundo, Carla estirada en el sofá, al sentarse su hermana colocó las piernas encima de su regazo.

- Hace calor para esto - dijo Laura señalando las piernas de su hermana.

- Estaba yo primero - dijo con aburrimiento Carla.

- Bueno, para eso traigo esto - Y enseñó una pequeña caja metálica.

Carla la miró. Cuando estás en trance entre sueño perpetuo, cansancio de no hacer nada y aburrimiento es difícil salirse de este mood de manera abrupta.

- ¿Qué es? - dijo al fin Carla

- Una sorpresa. Una sorpresa divertida. - Laura colocó la cajita encima de la mesa que había justo enfrente del sofá. La abrió y empezó a sacar cuatro cosas de dentro.

Carla no le prestó atención al principio. Y al cabo de unos minutos tras dejar de mirar la televisión y de centrarse en el juego, vio a Laura sacar la lengua y chupar una cosa que tenía en las manos.

Carla abrió los ojos como platos.

-Eso es un…

- Sí, un porro - Le interrumpió Laura

- ¿De María? o de… - dejó Carla la frase a medio terminan para que su hermana contestara.

-Sí, de María.

Laura lo encendió. Dando una bocanada de aire hacia arriba disfrutando de todos los sabores herbáceos, resinosos y de tabaco que inundaron sus fosas nasales y su garganta.

Sonrió y asintió mientras miraba al porro que sostenía entre los dedos.

- Me encanta esta maría. No te deja como un vegetal. Tampoco te da ataque de risas tontas y absurdas. Siempre que me fumo uno de estos me deja en paz. En una nube durante un buen rato.

Se llevó el porro a la boca. Carla miró los labios de su hermana. Esos labios por un momento le parecieron irresistibles. Rodearon la boquilla del porro. Las mejillas se le hundieron al inhalar. Separó el porro, inhaló un poco más de aire hacia sus pulmones. aguantó unos segundos y soltó lentamente el humo a la vez por la boca y la nariz.

Acto seguido le pasó el porro a su hermana

- Este es para ti - dijo Laura

- ¿Entero? - Preguntó Carla

- Sí, es flojito y le he puesto poco. Otro día probaremos otras marías. Hoy toca estar bien. - Acto seguido rebuscó en la cajita metálica y empezó a liarse un nuevo porro para ella.

Fumaron cada una su porro, casi en silencio. Degustando cada bocanada de humo resinoso.

A medio porro Laura le hizo señas a Carla para que se incorporara. Ella medio fumada lo hizo sin ni siguiera preguntar.

Se había acercado bastante. La miró a los ojos. Laura tenia los ojos algo rojizos, con el parpado ligeramente caído en ambos ojos, una sonrisa sincera en los labios de Laura dejaban ver un poco los dientes. Carla no fue consciente de todo el tiempo que estuvo embelesada con esa imagen.

- Abre la boca un poco – Le ordenó Laura.

Carla no se resistió, no preguntó el porqué. Le daba igual. Carla abrió ligeramente la boca tal como le ordenado su hermana.

Le gustaba que le ordenaran cosas. Le gustaba mucho que lo hicieran. Carla ya hacia tiempo que se había dado cuenta que era de ese tipo de personas. Al principio no lo aceptas. Pero llega un día que decides que es lo que te gusta y que no. Y cuando aceptas quien eres y no te avergüenzas de ellos es cuando disfrutas tu vida.

Carla era sumisa. Muy sumisa. Sobre todo, cuando tenías relaciones lésbicas. Ana, su anterior ligue, por suerte había sido una buena Feminatrix. Carla iba a empezar a recordar cada una de las cosas mas sucias que Ana le había hecho hacer cuando una cosa llamó su atención más.

Laura, mirándola directamente a los ojos, se llevó el porro a la boca. Con los morritos sorbió profundamente un par de veces seguidas. Cerró la boca y aguantó en su interior el humo.

Llevó la mano libre a la nuca de Carla, y la atrajo hacia si. Ladeó ligeramente la cabeza y acercó sus labios a la boca de Carla. La pequeña no puso ninguna resistencia.

Los labios se tocaron.

Carla tembló con los ojos abiertos. Laura los tenía cerrados. Carla soñaba con un beso de su hermana. No con un pico.

Entonces Laura empezó a soltar todo el humo del porro directamente en la boca de Carla. Carla lo entendió y fumó por la boca todo el humo que venía directamente de los pulmones de ese bombón.

Laura se separó ligeramente. Sonrió con la boca y los ojos. Una sonrisa perfecta. Carla mantenía la compostura para no derretirse ahí mismo. Carla estaba resistiéndose con todas sus fuerzas a lanzarse encima de su hermana y devorarla a besos.

- Me encanta hacer esto – Dijo Laura. Y con un movimiento muy rápido le volvió a dar un piquito de agradecimiento. Luego con sutileza y gracia acompaño con su mano la nuca de Carla para que volviera a recostarse en el sofá.

Ninguna de las dos dijo nada en un buen rato.

-Me has mentido - Le increpó de sopetón Carla a Laura

- ¿En qué?

- Has dicho que has puesto poco y estoy en un puto globo de maría que lo flipas.

- He puesto poco. - contestó Laura recostando la cabeza en el reposacabezas en el sofá - Simplemente es que no estás acostumbrada a esta maría.

- No me voy a morir ahora ¿No?

Laura sonrió.

- No, claro que no - Le puso las manos sobre las piernas. - Lo que va a pasar es lo siguiente. Primero te pega el globo, como en el que estás ahora. Luego te dará bastante sed. De ahí que trajera eso - Y señaló las botellas de agua que había dejado encima de la mesita del comedor. - Y después o te da por hacer muchas cosas o te da mucha follera. Pero a un nivel que no lo puedes soportar.

- Fo-follera? - Preguntó al no reconocer la palabra

- Si, vamos que te pica el chichi nivel Dios. Que matarías por una buena polla, ya me entiendes.

- Genial. - Dijo Carla resignándose - Como me dé follera te mato. Llevo días sin tocarme por estar aquí y en vistas que no hay pollas por aquí cerca lo único que voy a conseguir es amargarme la existencia y tener dolor de coño de no usarlo.

Laura bebió de su botella un buen trago.

- Es lo que hay. - Dijo al terminar de beber y pasarle la botella de agua a Carla. - Tu haz lo que quieras, pero yo - Dijo justo cuando se incorporaba del sofá - necesito meterme algo gordo por el culo. Me voy a la habitación.

Laura se estabilizó un poco tras sopesar si estaba en condiciones de andar tras fumarse el porro. Se dirigió a la habitación, encendió la luz y desapareció dentro.

Carla seguía tumbada en el sofá. Empezaba a tener la boca muy muy seca por mucha agua que bebiera.

Se miró la mano que no sabía cómo llevaba un rato levantada.

- Pero ¿Qué? - Pensó ella al percatarse de que había estado un buen rato con la mente en blanco mirando al techo y a la mano a la vez.

Entonces se percató que su otra mano estaba por debajo de la camiseta, manoseándose la tetas y pellizcando el pezón. Se miró la silueta de la mano por debajo de la tela sorprendida.

La sacó rápido.

¿Por qué me he tocado la teta? Mierda de porro mierda de todo. - Pensó Carla.

Giró la cabeza al percatarse de que escuchó el ruido de la ducha al cerrarse. ¿Se está bañado Laura? Miró en dirección al pasillo por donde apenas podía ver una ranurita de la puerta de la habitación.

Escuchó pasos de Laura, abrir y cerrar cajones, cosas colocándose en el suelo, ruido de tela, botellas abriéndose y luego algo de paz.

Entonces volvió a mirase incrédula al descubrir que su mano, la que estaba antes en la teta ahora se encontraba metida por debajo de la cintura del pantalón. Sus dedos ajenos a la misma andaban acariciando la piel suave reciben del coño. dándose pequeñas caricias y sintiéndose muy receptora de cualquier contacto físico, aunque fuera ella misa.

Siendo consciente, desplazó los dedos un poco más abajo y se palpó los labios. Pasó el dedo corazón ligeramente por el coño con una suave pasada, separando los labios internos y pudo comprobar que, un buen flujo viscoso, húmedo y lubricativo se le pegó en el dedo.

Estaba muy cachonda.

Miró hacia el pasillo y la puerta seguía abierta. Ella seguía con los dedos en coño.

- ¿Me masturbo? ¿Y si me pilla ella? – Apartó ligeramente la mano del coño. Pero le costó horrores hacerlo.

- ¿Y si me pilla tocándome? - Pero solo de pensarlo, un escalofrío le recorrió desde la nuca hasta el propio coxis. Un ligero movimiento de pelvis hizo hundir un poco más el dedo entre los labios vaginales. Solo de pensarlo se excitó mucho más.

-Pues que me pille. - Se dijo ella misma con firmeza

El índice y el corazón sin ningún tipo de freno se internaron rápidamente en el coño de Carla. Esta cerró los ojos, tumbada en el sofá mientras que con una mano se palpaba una de las tetas y con la otra se metía lentamente dos dedos.

La camiseta le molestaba por todos lados. Haciendo un acopio de fuera inhumano para parar. Se deshizo torpemente de ella lanzándola directamente al suelo. Hizo amago de volverse a tumbar cuando se dio cuenta que el pantalón corto que llevaba también le molestaría. Empezó a bajarlo con prisa cuando de repente se percató de algo.

Giró la cabeza y miró directamente a la habitación a través del pasillo. Salían gemidos de ella. Carla entornó las cejas. Eran gemidos guturales. De esfuerzo, mezclados con alguno de placer. Como cuando estas en el gimnasio y tienes que levantar más peso de lo que estás costumbrada

Lentamente, paso a paso, como resistiéndose a los instintos más básicos Carla fue avanzando hacia los ruidos. El cuerpo le pedía que se quedara, que siguiera con más manualidades, pero esa curiosidad, ese picor en el pecho por ver a su hermana, esa quemazón en la entrepierna le impedían quedarse quieta.

Como una gata parda en medio de una noche oscura, se acercó sibilina hacia la habitación.

Tres pasos le quedaban y ya podía ver casi la totalidad de la habitación. Se veía el cabecero de la cama, la mitad de las sábanas desplegadas y un didlo rosa en el suelo.

Pero a Laura no.

Dio otro paso más.

Apareció una melena negra encima de unas sabanas Carlas. No llegaba a ver aún mucho as.

Dio otro paso más. Estaba ya a punto de asomarse.

Otro más. Llegó a la puerta, se asomó sin hacer ruido y allí estaba Laura.

Pero no se esperó lo que vio.

Varios dildos de diferentes colores, tamaños y medidas por el suelo. Uno era rosa finito. Otro era uno de esos dildos dobles extralargos. Había un plug negro de unas dimensiones dignas de una lata de refresco. También había un bote de lo que Carla creyó era de lubricante. Entonces, se fijó en el de color marrón.

Era grande, muy grande. Y ancho. Tenía forma cilíndrica en toda su extensión. Una punta redonda simulando un glande y una base adherida al suelo que simulaba tener dos testículos bien gordos.

Es imposible que alguien pueda meterse eso - Pensó Carla - Te parte en dos el coño.

Laura estaba cabalgando suave, constante y a su ritmo, ajena a la presencia de su hermana.

Desnuda completamente estaba de espaldas, acuclillada en el suelo, apoyada en el colchón de la cama con los brazos y la cabeza hacia atrás.

Carla solo podía verla de lado por tal y como estaba colocada la cama y tal como estaba colocada Laura.

Su cuerpo daba largos movimientos suaves ascendentes y descendentes. Las rodillas andaban separadas y aun que estaba de cuclillas, parecía que estaba haciendo esfuerzos como para sentarse en el suelo.

Entonces supo porque estaba así. Laura se había colocado así para estar justo en frente del espejo que estaba en las puertas del armario y así, poder mirarse tranquilamente.

Carla también miró y se percató que había un buen dildo justo debajo de su hermana.

¡Que estoy haciendo? - Dijo de golpe con sentimiento de culpa al percatarse que ella misma se estaba pellizcando las tetas con una mano y frotando el coño con la otra metida en el pantalón a medio subir. Pero no podía apartar la vista del espejo.

Se veía tan claro. Un dildo algo más pequeño que el marrón (o por lo menos en diámetro) era engullido casi hasta la base en cada acuclillada de Laura.

Laura con movimientos repetitivos levantaba su cuerpo un poco del suelo, dejando tras de si un dildo que gracias a la ventosa se quedaba apegada al suelo. Un dildo que salía del culo de Laura. Un dildo que parecía no tener fin.

Para que Laura, se parase apenas unos momentos para volver a bajar hasta abajo con un gemido gutural.

- Hola –

Carla levantó la vista en el propio espejo y vio a su hermana mirándole a los ojos y sonriéndole.

Subió el cuerpo casi hasta sacarse el consolador del culo. Miró a su hermana a los ojos, y con la cara más sensual que encontró y enseñándole como lo estaba disfrutando, bajó su trasero lentamente, pero sin detenerse ni un solo momento y engulló el dildo hasta el final.

La sonrisa de Laura se ensanchó al ver como la boca de Carla se abría boquiabierta ante tal espectáculo.

Repitió, Alzó el cuerpo casi hasta hacer aparecer el glande el dildo. Aguardó unos segundos y sin dejar de mirar a su hermana a través del espejo bajó sin detenerse hasta el tope de los huevos del dildo.

Carla no podía apartar la mirada de semejante show de magia.

Ella misma se imaginó como debió ser que algo de tal tamaño se internara dentro del recto. En muchas ocasiones había tenido sexo anal con chicos. Y por qué negarlo, con su es novia Ana. A Ana le dio una temporada por jugar con todos los agujeros de Carla.

Y era algo que le gustaba, bastante. No tanto como el sexo por el coño, por los roces de clítoris, o una buena lengua entrenada limpiándole su perla durante horas. Pero nunca decía que no aun buen sexo culero.

Entonces le diño un ataque duro de vergüenza, pánico o de algo que no supo distinguir. Fue consciente del momento, de donde estaba, y de lo que estaba haciendo.

Estaba disfrutando como nunca lo había hecho viendo a su Laura haciendo eso para ella. A Ella misma medio desnuda en la puerta de la habitación, estimulando inconscientemente los pechos y sus partes. Y… la culpabilidad le dio en toda la cara.

Era su hermana. Si no hubiesen tenido ese parentesco se hubiese lanzado a sus pies, para que ese culo abierto se le sentara en la cara y degustar con su lengua el interior del recto a través del esfínter dilatado.

Hubiese suplicado y vendido su alma al diablo para poder ver de cerca ese espectáculo anal. Ayudarla a meterse cosas por el culo y… el dildo marrón, hubiese pagado por ver si eso era capaz de entrar en ese tan deseado trasero.

Pero era su hermana.

Terminó de subirse el pantalón dejando manchado de flujo por donde había pellizcado. Lentamente apartó la mano de su pecho, pero los dejó descubiertos.

Aguardó un segundo, sin dejar de mirarla a través del espejo e hizo amago de irse.

Pero…

- ¿Por qué no me puedo mover? - Se dijo Carla. - No debería estar aquí. No... no debería. Está mal. Pero ¿Por qué no puedo dejar de mirar?

Laura con el consolador insertado en el culo, dejó de apoyarse en la cama y mantuvo la postura acuchillada. Le extendió una mano a su hermana.

- Ven - Le dijo como un susurro

Carla Negó con la cabeza.

- Ven - Repitió Laura acompañando el gesto con la mano.

Esta vez Carla no contestó, pero tampoco se movió.

Me está invitando a ir. ¿No le da vergüenza a ella? Pensó Carla. Es que no le importa que sea su hermana menor. ¿Es que está provocándome? ¿Es una prueba o algo? o algo de sus perversiones raras... no… no lo entiendo. Si voy, seré una pervertida que… No. Lo mejor es que me vaya. Pero no … no quiero. Quiero quedarme.

- Aquí estoy bien - Fijo al fin Carla apoyándose en el marco de la puerta a la vez que se cruzaba de brazos.

- Me parece bien - Respondió Laura en un tono que daba a entender que respetaba su decisión pero que no compartía del todo.

Entonces la empalada levantó una ceja. Se le ocurrió una idea. Su cara cambio a pura malicia. Se le pudo identificar la idea en su rostro. “ya que tu no vienes por lo menos te voy a jugar contigo”

Estando aun acuclillada, se estiró y agarró el consolador marrón del suelo. Carla pudo distinguir perfectamente la mano de su hermana agarrando el consolador y como los dedos de esta aun rodeando todo el tronco, les faltaba un buen cacho para llegar a rodearlo entero.

Lo levantó del suelo se lo acercó, así como el bote de lubricante. Puso el dildo en otra posición dando un golpe en el suelo para que la ventosa hiciese su función. Pero esta vez en otro lado de la cama. Justo en frente de su hermana.

Laura se levantó ligeramente manteniendo la postura. Con su mano libre agarró el dildo que se le salía del culo, lo despegó del suelo y volvió a meter en su ano lo que se le había salido.

Se levantó un con dificultad.

- Uf. Esto, aunque no lo creas, te llega muy adentro - Le dijo a su hermana mientas se sujetaba el dildo y se terminaba de incorporar.

Se sentó en la cama con el dildo puesto. Hizo un gesto como si se sintiera algo incómoda por la presión de este al usar su cuerpo como peso.

Carla miró la entrepierna de Laura y solo se veían dos huevos de silicona pegados y aplastando los labios de Laura mientras todo su trasero descansaba sobre el colchón.

Ahora que había liberado las manos, abrió el tampón del bote de lubricante. Lo apretó sobre el dildo marrón y un fluido extremadamente viscoso y transparente se depositó sobre el dildo.

Laura con gestos comunes, como si lo hubiese hecho mil veces. Extendió el lubricante por el largo y ancho del cipote marrón. Al separar las manos del cipote de plástico unos hilos finos y viscosos aparecieron entre ellos.

Dejó encima de la cama el bote, agarró una pequeña toalla de mano que andaba cerca y se retiró de estas el exceso de lubricante.

Laura se incorporó de la cama. Se giró dándole la espalda a su hermana.

¿Qué está haciendo ahora? No irá a meterse eso por el… - Pensó Laura. Pero entones su hermana de inclinó hacia adelante, con una mano se separó una nalga y con la otra, agarrando la base de dildo, fue retirándose de su interior lentamente el consolador.

Carla dio un paso hacia adelante inconscientemente. Abandonó la seguridad del marco de la puerta. Y se inclinó ligeramente para ver.

Vio como lentamente, centímetro a centímetro un dildo de un buen tamaño iba apareciendo por el agujero del culo. De ese culo que tanto había deseado.

Dio un paso más. Ya estaba casi encima. Entonces Laura con la cabeza girada, mirándola directamente a ella y disfrutando de dale el espectáculo terminó de sacarse el juguete.

Carla, abrió la boca. Pero no tanto como tenía abierto el culo su hermana. Pudo verle el interior. Un esfínter abierto, dilatado, brillante por el lubricante. Un poco de luz se colaba y pudo ver ese interior rugoso, rojizo y un culo abierto sin ningún tipo de imperfección.

Sacó su lengua, se la pasó por los labios. El cuerpo le bullía, el coño le picaba, le suplicaba que jugara con él. La humedad entre sus piernas era hasta molesta. Extendió ligeramente el brazo con la mano por delante, pero deteniéndose a escasa distancia.

Laura hizo un pequeño gesto y el esfínter se contrajo ligeramente para volver a abrirse.

Con la otra mano que ya estaba libre por dejar el dildo encima de la cama, palpó su otra nalga y se la abrió dejando el asterisco dilatado enfrente de su hermana Carla para que lo viera.

Carla deseaba meter su cabeza ahí. Deseaba meter su lengua ahí. Ser ella la que le separara las nalgas y poder saborear los jugos cerdiles de culo de su hermana. Saborear el aroma y sabor a culo. Llenarse la cara de lubricante. Deseaba poder llegar a suplicarle que se le sentara en la cara y la asfixiara como le había suplicado más de una vez a Ana.

- Para - Se obligó a decir a su misma. Pero le estaba costando mucho.

Laura se incorporó de nuevo, se giró frente a ella.

Carla levantó la cabeza y allí estaba su herma, mirándola desde arriba con cara triunfal.

Carla se dejó caer al suelo. Sabía que tenía que irse, pero no podía. Sabía que tenía que parar, pero no podía. Así que se sentó en el suelo en ese mismo sitio. Estaba anonadada. Estaba realmente muy excitada, cachonda… se sentía muy cerda. Pero…

Laura miró al suelo y justo entre ellas dos estaba el dildo marrón lubricado.

Laura separó las piernas, dio un paso y se colocó justo encima del consolador. Empezó a agacharse. Cuando llegó a media altura apoyó las manos en el colchón. Esto hizo que se inclinara ligeramente hacia atrás dejando a la vista los rojizos labios de su coño.

Siguió descendiendo hasta que la punta del dildo simplemente tocó la entrada de la vagina..

Laura intento en vano ponerlo en su sitio, pero se vio obligada a cambiar un poco de postura, usar una de las manos y apuntar con ella el miembro a la entrada trasera. Se limpio de nuevo la mano y se apoyó de nuevo en el colchón.

- El otro solo tiene 5,5 cm de diámetro. Es el que uso para dilatar. - dijo mientras seguía en esa postura que parecía algo incomoda. - Pero este tiene siete centímetros.

- Te vas a hacer daño - Dijo en un tono de preocupación Carla.

- ¡Que va! No es la primera vez que me lo meto y no es lo más grande que ha estado dentro de mí. Hacía tiempo que no hacía nada y ando un poco desentrenada.

Entonces muy lentamente descendió un poco el culo.

Uno o dos centímetros no fueron más. Pero desde su posición Carla pudo apreciar visiblemente como ese esfínter tuvo que ceder, y mucho al paso del dildo marrón

Laura gruñó. Pero satisfecha.

Carla se reclinó hacia adelante para poder ver mejor.

Laura resopló, aguantó la respiración, puso cara de hacer fuerza y descendió un poco más. Entonces un buen cacho de dildo le entró de golpe, como su hubiese pasado una barrera.

Laura soltó de golpe el aire acumulado con una respiración muy agitada, y con la cara roja.

- Ahora ya. Ya ha entrado. –

- ¿Que se siente? - preguntó Carla.

- ¿No te has metido nada por el culo? - preguntó Laura incrédula

- Sí, pero no así de grande - dijo señalando el dildo con el dedo

- Es una sensación extraña. Pero me da mucho placer. Notar como se abre el culo y te rellena. Algo así, no se si me explico - Dijo Laura.

Entonces sin Previo aviso empezó a descender.

Bajaba hacia abajo unos centímetros, se paraba, subía un poco, pero menos de lo que había bajado y repetía la operación.

Poco a poco el descenso iba ganando la partida. El dildo iba desapareciendo y atravesando su culo. El coño también se encontraba abierto debido a que al abrirse tanto el esfínter también abría ligeramente ellos labios el coño

Goteaba un poco de líquido transparente en forma de gotas a través del agujero de la vagina que caían directamente al suelo.

Carla podía oler la habitación. Podía oler el sexo de su hermana tanto que, sin llegar a acercarse podía saborear su coño directamente en su paladar. Deseaba comérselo ahí mismo.

Pero seguía luchando con sus demonios interiores y sus culpabilidades.

- Dame tu mano - Le pidió Laura.

- ¿Qué?

- Pon la mano aquí - dijo Laura señalando en la barriga en un lateral junto al ombligo

Carla indecisa miró a su hermana. ¿Sería pasarse unos límites que ella misma se había marcado? Esto hará que la locura se desate. No estaba segura de que ahora mismo ella podría simplemente tocarle la piel a su hermana. Estaba hecha un cromo, fruto de la situación y las indecisiones.

- Venga, solo es la barriga - Pensó Carla, no me va a pedir nada más. Podré con eso. Ojalá pueda con eso. Ojalá … Y miró de nuevo el jugoso, y delicioso coño rosado de su hermana abierto parcialmente por estar literalmente empalada por el consolador más grande que ella había visto.

Extendió la mano hacia adelante, la levanto para situarla dónde Carla había indicado. No llegaba. Con un pequeño gesto, pero sin levantarse, arrastró el culo en suelo y se acercó a su hermana. La intentó de nuevo, pero le faltaba un poco más.

Se movió de nuevo.

Las piernas de Laura estaban en los laterales de Carla, como envolviéndola, como ofreciéndole el manjar de su vida. Tenía el coño y el culo de su hermana a penas un palmo de ella.

Las piernas de Carla pasaban por debajo de su hermana, una a cada lado del dildo marrón. Carla sentada con el culo pegado al suelo y las piernas estiradas hacia adelante.

Levantó la mano y esta vez sí, sin estar incómoda llegaba sin problemas.

- ¿A-aquí? - Le preguntó con un ligero tartamudeo fruto del nerviosismo.

- Aquí - dijo Laura posando la mano encima de la de su hermana, corrigiendo levemente la posición y dejando posada encima de ella

Carla podía notar el calor de la piel húmeda de su hermana. Tanto por la de la barriga, suave y lisa, como la ligeramente pegajosa de la palma de la mano.

Laura bajó un poco más el dildo, dos o tres veces y entonces Carla lo notó.

Se sobresaltó.

Miró a su hermana hacia arriba directamente a los ojos. Se inclinó incrédula hacia abajo para comprobar qué tanto se había metido por el culo Laura. Aun le quedaba un pequeño cacho. Ya apenas entero, pero si tranquilamente dos o 3 dedos.

Notó un bulto que le palpaba a través de la barriga. Haciendo presión desde el interior de Laura hacia su mano.

Como en la película Alíen.

- Wow - solo pudo decir eso Carla.

- Mola ehh - respondió Laura.

Laura bajó más hasta llegar al final y un bulto redondo a simple vista le salía por el lateral del ombligo.

- ¿Te… hace... daño? - Preguntó Carla incrédula.

- Dios no. Esto es lo mejor de todo. Cuando llego al final, me pongo a botar y se me ve un poco cuando sale por ahí.

- ¿Qué te pones a bot…? - No le diño tiempo a terminar la frase

Laura apretó hacia abajo todo lo que pudo, insertándose todo el dildo en el ojete.

Cuando llegó abajo sin perder tiempo levantó la pelvis hacia arriba. Llevándose tras de sí la mano de su hermana que al verse atrapada se tuvo que inclinar un poco hacia adelante.

El coño de Laura le quedo a escasos centímetros de la nariz. Pudo oler todos los perfumes de su hermana. Inhaló hondo y los deliciosos aromas del coño se le incrustaron en el cerebro para siempre.

Entonces demostrando un total desprecio por su vida y por cómo puede a uno destrozarle el interior un artefacto de estas dimensiones, teniendo casi la totalidad del consolador fuera, descendió con brusquedad sin detenerse en ningún momento, empalándose completamente con el dildo marrón. Llegando a introducírselo entero sin dejar ni un milímetro fuera. Dando lugar a que el coño dejara marca con sus jugos en los testículos del juguete oscuro.

La mano de Carla pudo notar como el dildo apareció de nuevo a través de la barriga de su hermana.

Repitió la jugada, con la misma brusquedad, subiendo y bajando de nuevo. Rebotó contra la base testicular y volvió a subir. El sonido que salía de ahí era intenso. Era un ruido de frote viscoso y repetitivo con cada penetración.

No había gemidos pomposos de películas porno malas. Donde las actrices dan pena por lo sobreactuadas que son. Laura apenas emitia ruidos. Carla oía con mucha más fuerza el frote constante y viscoso de dildo entrando y saliendo del culo que los gemidos de Laura.

Laura andaba con los ojos semi cerrados, en trance. Con la cara cada vez poniéndosele más roja. Aguantaba la respiración mientras hacía movimientos basculantes. para ir acompañándolo de un sonido gutural de esfuerzo y placer.

La mandíbula de Laura se le marcaba por la presión que hacían al morder por fuerza a la vez que los morros se curvaban hacia adelante formando un circulo de esfuerzo y presión.

Laura bajó el rimo unos momentos respirando agitadamente y bocando aire y echando la cabeza hacia atrás.

Se recostó sobre su codo izquierdo, cambiando ligeramente la postura. Irguió la cara y miró directamente a los ojos de su hermana. Con furia, con ira, con pasión, lujuria y deseo.

Carla mojó las bragas por completo en ese momento. Nadie la había mirado nunca así. Nunca se había sentido tan deseada, tan excitada, tan de otra persona, tan cachonda… y todo por su hermana.

Laura con la mano libre empezó a frotarse el clítoris con brusquedad. Con movimientos laterales fuertes, apretando sin compasión. Volvió a hacer fuerza y empezó a subir de nuevo el ritmo.

Pam, llegaba hasta el fondo para levantares de nuevo

Pam, su culo hacia resonar los testículos para levantarse otra vez

PAM. Hacia desaparecer el consolador en un abrir de ojos para aparecer de nuevo

PAM. El repiqueteo era constante.

Carla apartó la mirada de los ojos penetrantes y violadores de su hermana para quedase embelesada por la danza anal que se estaba cometiendo a escasos centímetros de ella.

Pam, pam, pam. Con cada golpe la velocidad de la penetración aumentaba. La brusquedad con la que Laura se lijaba el coño aumentaba, la rojez de su cara por la presión de aguantar la respiración y poner cada de fuerza aumentaba.

Laura de golpe se levantó de un solo tirón, liberando el consolador que por el movimiento propio cayó encima de Carla. Laura se tiró encima de la cama, levantando las patas temblorosas cual cucaracha medio muera en medio del pasillo.

Carla pudo ver entonces una gran rosa abierta de color rojo carne. Rugosa, brillante chorreando liquido lubricante. Hacia fuera, sin llegarse a formar del todo. Era un gran agujero negro rodeado de pétalos rojos. Un agujero enorme dilatado dónde Carla podía ver perfectamente el interior de su hermana.

La mejor estampa que había visto en su vida. Se acercó a la cueva mientras la mano de Laura frotaba aun con más violencia su coño. Gimiendo con la boca entre cerrados. Con pequeños movimientos espasmódicos de cadera involuntarios

Menos de 30 centímetros separaban el esfínter abierto de Laura de la boca de Carla.

Esta perdió toda compostura. Perdió su razón de ser. Solo quería hacer una cosa. Solo deseaba una cosa en esta vida. Quería probar ese culo. Deseaba estar allí dentro. Era lo mejor que había visto. Y deseaba comérselo. Le daba igual que fuera su hermana y se dio cuenta que ese punto en concreto era lo que más le gustaba. En se momento supo que ese era el tipo de sexo que le gustaba. Era lo que quería hacer. Quería que le enseñaran a abrirse el culo. Quería ver como se lo abrían también para ella. Quería ser participe al cien por cien de semejante belleza. Y quería que fuese su hermana la que la instruyese.

Acercó la cabeza y no se lo pensó. Sacó la lengua dispuesta a lamer ese agujero roto.

Le importaba ya nada. Puso las manos en el interior del muslo de su hermana para apoyarse y comérselo bien. El suave tacto de la piel ardiendo del interior del muslo de Laura, traspasó con rapidez a través de las yemas de los dedos, llenándola de un calor avivador.

Pero antes de ni siquiera acercar su cara a 10 cm. Laura Levantó la pelvis. Cerró las piernas de golpe atrapando a su hermana entre ellas. La mano dejo de frotar. La mano simplemente permaneció en su sitio haciendo presión.

Laura arqueo la espalda apoyándose únicamente por los pies de puntillas en el suelo y la cabeza en la cama.

Carla no podía moverse, estaba atrapada.

Entonces como una tormenta huracanada, la paz llegó de sopetón.

Laura se dejó caer de espaldas en la cama. Relajó las piernas y liberó a Carla. Se llevó las manos a la cara y se la tapó, empezó a reírse. Carla vio como le daba vergüenza, pero a la vez se reía de felicidad.

La situación era rara de cojones. Carla tenía encima un consolador extra lubricado que le había manchado la barriga y los pantalones, rodado de las piernas de su hermana con el coño chorreando y el culo abierto sin miramientos de cerrarse en un periodo corto de tiempo. Y a la vez su hermana riendo orgásmica y avergonzada.

- Dios… te voy a invitar cada vez que haga esto. Entonces un par de flatulencias sonoras salieron del culo de Laura.

Carla no respondió

- El que estés tu aquí a multiplicado por tres o cuatro al puto orgasmo. - dijo mientras se reía.

- Cr-creo que me voy al comedor y te dejo tranquila descansar - dijo Carla a la vez que hacía por zafarse de entre las piernas de su hermana.

Laura no respondió. Solo jadeaba con una sonrisa satisfecha en la cara, mirando al techo, al infinito y disfrutando de casa segundo.

Carla se levantó, dejó a su hermana ahí, y se dirigió al sofá.

- ¿Qué coño acaba de pasar? - dijo mientras se sentaba en el sofá y apoyaba la cabeza en el respaldo.
 
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Virgen
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Los primeros días fueron buenos. Mucha conversación, mucho que hacer, decir, reír. Pero conforme iban pasando los días la cosa menguó bastante. Ya no era tan divertido estar horas y horas hablando. Ya no sabían que contar. Ya habían jugado muchas horas juntas a la Switch y en concreto al Animal Crossing, pero, aun así, hacer tanto rato lo mismo una y otra vez aburría hasta desfallecer.

Las noticias anunciaban todos los días el número de muertos. El ministro y el presidente anunciaron que se alargaría el estado de alarma unos meses más y que irían ampliando cada quince días según se viera.

Algo había que hacer para no morirse de asco y aburrimiento. Laura no era una persona fumadora ni Carla tampoco. Pero la hermana mayor, ya con más carrera que la joven tenía su recorrido turbio.

Era una tarde genérica más, dónde ya no importaba si eran las cinco o las nueve de la noche. El calor empezaba a ser ya insufrible a cualquier hora del día.

Carla estaba espachurrada en el sofá con el mando pro controller de la switch remodelando su isla, canjeando millas Nook y regando por enésima vez las plantas y verduras del juego.

Laura se sentó a su lado en el sofá. En realidad, se acercó al sofá, le hizo un gesto para que apartara las piernas y luego se sentó. Con toda la pachorra del mundo, Carla estirada en el sofá, al sentarse su hermana colocó las piernas encima de su regazo.

- Hace calor para esto - dijo Laura señalando las piernas de su hermana.

- Estaba yo primero - dijo con aburrimiento Carla.

- Bueno, para eso traigo esto - Y enseñó una pequeña caja metálica.

Carla la miró. Cuando estás en trance entre sueño perpetuo, cansancio de no hacer nada y aburrimiento es difícil salirse de este mood de manera abrupta.

- ¿Qué es? - dijo al fin Carla

- Una sorpresa. Una sorpresa divertida. - Laura colocó la cajita encima de la mesa que había justo enfrente del sofá. La abrió y empezó a sacar cuatro cosas de dentro.

Carla no le prestó atención al principio. Y al cabo de unos minutos tras dejar de mirar la televisión y de centrarse en el juego, vio a Laura sacar la lengua y chupar una cosa que tenía en las manos.

Carla abrió los ojos como platos.

-Eso es un…

- Sí, un porro - Le interrumpió Laura

- ¿De María? o de… - dejó Carla la frase a medio terminan para que su hermana contestara.

-Sí, de María.

Laura lo encendió. Dando una bocanada de aire hacia arriba disfrutando de todos los sabores herbáceos, resinosos y de tabaco que inundaron sus fosas nasales y su garganta.

Sonrió y asintió mientras miraba al porro que sostenía entre los dedos.

- Me encanta esta maría. No te deja como un vegetal. Tampoco te da ataque de risas tontas y absurdas. Siempre que me fumo uno de estos me deja en paz. En una nube durante un buen rato.

Se llevó el porro a la boca. Carla miró los labios de su hermana. Esos labios por un momento le parecieron irresistibles. Rodearon la boquilla del porro. Las mejillas se le hundieron al inhalar. Separó el porro, inhaló un poco más de aire hacia sus pulmones. aguantó unos segundos y soltó lentamente el humo a la vez por la boca y la nariz.

Acto seguido le pasó el porro a su hermana

- Este es para ti - dijo Laura

- ¿Entero? - Preguntó Carla

- Sí, es flojito y le he puesto poco. Otro día probaremos otras marías. Hoy toca estar bien. - Acto seguido rebuscó en la cajita metálica y empezó a liarse un nuevo porro para ella.

Fumaron cada una su porro, casi en silencio. Degustando cada bocanada de humo resinoso.

A medio porro Laura le hizo señas a Carla para que se incorporara. Ella medio fumada lo hizo sin ni siguiera preguntar.

Se había acercado bastante. La miró a los ojos. Laura tenia los ojos algo rojizos, con el parpado ligeramente caído en ambos ojos, una sonrisa sincera en los labios de Laura dejaban ver un poco los dientes. Carla no fue consciente de todo el tiempo que estuvo embelesada con esa imagen.

- Abre la boca un poco – Le ordenó Laura.

Carla no se resistió, no preguntó el porqué. Le daba igual. Carla abrió ligeramente la boca tal como le ordenado su hermana.

Le gustaba que le ordenaran cosas. Le gustaba mucho que lo hicieran. Carla ya hacia tiempo que se había dado cuenta que era de ese tipo de personas. Al principio no lo aceptas. Pero llega un día que decides que es lo que te gusta y que no. Y cuando aceptas quien eres y no te avergüenzas de ellos es cuando disfrutas tu vida.

Carla era sumisa. Muy sumisa. Sobre todo, cuando tenías relaciones lésbicas. Ana, su anterior ligue, por suerte había sido una buena Feminatrix. Carla iba a empezar a recordar cada una de las cosas mas sucias que Ana le había hecho hacer cuando una cosa llamó su atención más.

Laura, mirándola directamente a los ojos, se llevó el porro a la boca. Con los morritos sorbió profundamente un par de veces seguidas. Cerró la boca y aguantó en su interior el humo.

Llevó la mano libre a la nuca de Carla, y la atrajo hacia si. Ladeó ligeramente la cabeza y acercó sus labios a la boca de Carla. La pequeña no puso ninguna resistencia.

Los labios se tocaron.

Carla tembló con los ojos abiertos. Laura los tenía cerrados. Carla soñaba con un beso de su hermana. No con un pico.

Entonces Laura empezó a soltar todo el humo del porro directamente en la boca de Carla. Carla lo entendió y fumó por la boca todo el humo que venía directamente de los pulmones de ese bombón.

Laura se separó ligeramente. Sonrió con la boca y los ojos. Una sonrisa perfecta. Carla mantenía la compostura para no derretirse ahí mismo. Carla estaba resistiéndose con todas sus fuerzas a lanzarse encima de su hermana y devorarla a besos.

- Me encanta hacer esto – Dijo Laura. Y con un movimiento muy rápido le volvió a dar un piquito de agradecimiento. Luego con sutileza y gracia acompaño con su mano la nuca de Carla para que volviera a recostarse en el sofá.

Ninguna de las dos dijo nada en un buen rato.

-Me has mentido - Le increpó de sopetón Carla a Laura

- ¿En qué?

- Has dicho que has puesto poco y estoy en un puto globo de maría que lo flipas.

- He puesto poco. - contestó Laura recostando la cabeza en el reposacabezas en el sofá - Simplemente es que no estás acostumbrada a esta maría.

- No me voy a morir ahora ¿No?

Laura sonrió.

- No, claro que no - Le puso las manos sobre las piernas. - Lo que va a pasar es lo siguiente. Primero te pega el globo, como en el que estás ahora. Luego te dará bastante sed. De ahí que trajera eso - Y señaló las botellas de agua que había dejado encima de la mesita del comedor. - Y después o te da por hacer muchas cosas o te da mucha follera. Pero a un nivel que no lo puedes soportar.

- Fo-follera? - Preguntó al no reconocer la palabra

- Si, vamos que te pica el chichi nivel Dios. Que matarías por una buena polla, ya me entiendes.

- Genial. - Dijo Carla resignándose - Como me dé follera te mato. Llevo días sin tocarme por estar aquí y en vistas que no hay pollas por aquí cerca lo único que voy a conseguir es amargarme la existencia y tener dolor de coño de no usarlo.

Laura bebió de su botella un buen trago.

- Es lo que hay. - Dijo al terminar de beber y pasarle la botella de agua a Carla. - Tu haz lo que quieras, pero yo - Dijo justo cuando se incorporaba del sofá - necesito meterme algo gordo por el culo. Me voy a la habitación.

Laura se estabilizó un poco tras sopesar si estaba en condiciones de andar tras fumarse el porro. Se dirigió a la habitación, encendió la luz y desapareció dentro.

Carla seguía tumbada en el sofá. Empezaba a tener la boca muy muy seca por mucha agua que bebiera.

Se miró la mano que no sabía cómo llevaba un rato levantada.

- Pero ¿Qué? - Pensó ella al percatarse de que había estado un buen rato con la mente en blanco mirando al techo y a la mano a la vez.

Entonces se percató que su otra mano estaba por debajo de la camiseta, manoseándose la tetas y pellizcando el pezón. Se miró la silueta de la mano por debajo de la tela sorprendida.

La sacó rápido.

¿Por qué me he tocado la teta? Mierda de porro mierda de todo. - Pensó Carla.

Giró la cabeza al percatarse de que escuchó el ruido de la ducha al cerrarse. ¿Se está bañado Laura? Miró en dirección al pasillo por donde apenas podía ver una ranurita de la puerta de la habitación.

Escuchó pasos de Laura, abrir y cerrar cajones, cosas colocándose en el suelo, ruido de tela, botellas abriéndose y luego algo de paz.

Entonces volvió a mirase incrédula al descubrir que su mano, la que estaba antes en la teta ahora se encontraba metida por debajo de la cintura del pantalón. Sus dedos ajenos a la misma andaban acariciando la piel suave reciben del coño. dándose pequeñas caricias y sintiéndose muy receptora de cualquier contacto físico, aunque fuera ella misa.

Siendo consciente, desplazó los dedos un poco más abajo y se palpó los labios. Pasó el dedo corazón ligeramente por el coño con una suave pasada, separando los labios internos y pudo comprobar que, un buen flujo viscoso, húmedo y lubricativo se le pegó en el dedo.

Estaba muy cachonda.

Miró hacia el pasillo y la puerta seguía abierta. Ella seguía con los dedos en coño.

- ¿Me masturbo? ¿Y si me pilla ella? – Apartó ligeramente la mano del coño. Pero le costó horrores hacerlo.

- ¿Y si me pilla tocándome? - Pero solo de pensarlo, un escalofrío le recorrió desde la nuca hasta el propio coxis. Un ligero movimiento de pelvis hizo hundir un poco más el dedo entre los labios vaginales. Solo de pensarlo se excitó mucho más.

-Pues que me pille. - Se dijo ella misma con firmeza

El índice y el corazón sin ningún tipo de freno se internaron rápidamente en el coño de Carla. Esta cerró los ojos, tumbada en el sofá mientras que con una mano se palpaba una de las tetas y con la otra se metía lentamente dos dedos.

La camiseta le molestaba por todos lados. Haciendo un acopio de fuera inhumano para parar. Se deshizo torpemente de ella lanzándola directamente al suelo. Hizo amago de volverse a tumbar cuando se dio cuenta que el pantalón corto que llevaba también le molestaría. Empezó a bajarlo con prisa cuando de repente se percató de algo.

Giró la cabeza y miró directamente a la habitación a través del pasillo. Salían gemidos de ella. Carla entornó las cejas. Eran gemidos guturales. De esfuerzo, mezclados con alguno de placer. Como cuando estas en el gimnasio y tienes que levantar más peso de lo que estás costumbrada

Lentamente, paso a paso, como resistiéndose a los instintos más básicos Carla fue avanzando hacia los ruidos. El cuerpo le pedía que se quedara, que siguiera con más manualidades, pero esa curiosidad, ese picor en el pecho por ver a su hermana, esa quemazón en la entrepierna le impedían quedarse quieta.

Como una gata parda en medio de una noche oscura, se acercó sibilina hacia la habitación.

Tres pasos le quedaban y ya podía ver casi la totalidad de la habitación. Se veía el cabecero de la cama, la mitad de las sábanas desplegadas y un didlo rosa en el suelo.

Pero a Laura no.

Dio otro paso más.

Apareció una melena negra encima de unas sabanas Carlas. No llegaba a ver aún mucho as.

Dio otro paso más. Estaba ya a punto de asomarse.

Otro más. Llegó a la puerta, se asomó sin hacer ruido y allí estaba Laura.

Pero no se esperó lo que vio.

Varios dildos de diferentes colores, tamaños y medidas por el suelo. Uno era rosa finito. Otro era uno de esos dildos dobles extralargos. Había un plug negro de unas dimensiones dignas de una lata de refresco. También había un bote de lo que Carla creyó era de lubricante. Entonces, se fijó en el de color marrón.

Era grande, muy grande. Y ancho. Tenía forma cilíndrica en toda su extensión. Una punta redonda simulando un glande y una base adherida al suelo que simulaba tener dos testículos bien gordos.

Es imposible que alguien pueda meterse eso - Pensó Carla - Te parte en dos el coño.

Laura estaba cabalgando suave, constante y a su ritmo, ajena a la presencia de su hermana.

Desnuda completamente estaba de espaldas, acuclillada en el suelo, apoyada en el colchón de la cama con los brazos y la cabeza hacia atrás.

Carla solo podía verla de lado por tal y como estaba colocada la cama y tal como estaba colocada Laura.

Su cuerpo daba largos movimientos suaves ascendentes y descendentes. Las rodillas andaban separadas y aun que estaba de cuclillas, parecía que estaba haciendo esfuerzos como para sentarse en el suelo.

Entonces supo porque estaba así. Laura se había colocado así para estar justo en frente del espejo que estaba en las puertas del armario y así, poder mirarse tranquilamente.

Carla también miró y se percató que había un buen dildo justo debajo de su hermana.

¡Que estoy haciendo? - Dijo de golpe con sentimiento de culpa al percatarse que ella misma se estaba pellizcando las tetas con una mano y frotando el coño con la otra metida en el pantalón a medio subir. Pero no podía apartar la vista del espejo.

Se veía tan claro. Un dildo algo más pequeño que el marrón (o por lo menos en diámetro) era engullido casi hasta la base en cada acuclillada de Laura.

Laura con movimientos repetitivos levantaba su cuerpo un poco del suelo, dejando tras de si un dildo que gracias a la ventosa se quedaba apegada al suelo. Un dildo que salía del culo de Laura. Un dildo que parecía no tener fin.

Para que Laura, se parase apenas unos momentos para volver a bajar hasta abajo con un gemido gutural.

- Hola –

Carla levantó la vista en el propio espejo y vio a su hermana mirándole a los ojos y sonriéndole.

Subió el cuerpo casi hasta sacarse el consolador del culo. Miró a su hermana a los ojos, y con la cara más sensual que encontró y enseñándole como lo estaba disfrutando, bajó su trasero lentamente, pero sin detenerse ni un solo momento y engulló el dildo hasta el final.

La sonrisa de Laura se ensanchó al ver como la boca de Carla se abría boquiabierta ante tal espectáculo.

Repitió, Alzó el cuerpo casi hasta hacer aparecer el glande el dildo. Aguardó unos segundos y sin dejar de mirar a su hermana a través del espejo bajó sin detenerse hasta el tope de los huevos del dildo.

Carla no podía apartar la mirada de semejante show de magia.

Ella misma se imaginó como debió ser que algo de tal tamaño se internara dentro del recto. En muchas ocasiones había tenido sexo anal con chicos. Y por qué negarlo, con su es novia Ana. A Ana le dio una temporada por jugar con todos los agujeros de Carla.

Y era algo que le gustaba, bastante. No tanto como el sexo por el coño, por los roces de clítoris, o una buena lengua entrenada limpiándole su perla durante horas. Pero nunca decía que no aun buen sexo culero.

Entonces le diño un ataque duro de vergüenza, pánico o de algo que no supo distinguir. Fue consciente del momento, de donde estaba, y de lo que estaba haciendo.

Estaba disfrutando como nunca lo había hecho viendo a su Laura haciendo eso para ella. A Ella misma medio desnuda en la puerta de la habitación, estimulando inconscientemente los pechos y sus partes. Y… la culpabilidad le dio en toda la cara.

Era su hermana. Si no hubiesen tenido ese parentesco se hubiese lanzado a sus pies, para que ese culo abierto se le sentara en la cara y degustar con su lengua el interior del recto a través del esfínter dilatado.

Hubiese suplicado y vendido su alma al diablo para poder ver de cerca ese espectáculo anal. Ayudarla a meterse cosas por el culo y… el dildo marrón, hubiese pagado por ver si eso era capaz de entrar en ese tan deseado trasero.

Pero era su hermana.

Terminó de subirse el pantalón dejando manchado de flujo por donde había pellizcado. Lentamente apartó la mano de su pecho, pero los dejó descubiertos.

Aguardó un segundo, sin dejar de mirarla a través del espejo e hizo amago de irse.

Pero…

- ¿Por qué no me puedo mover? - Se dijo Carla. - No debería estar aquí. No... no debería. Está mal. Pero ¿Por qué no puedo dejar de mirar?

Laura con el consolador insertado en el culo, dejó de apoyarse en la cama y mantuvo la postura acuchillada. Le extendió una mano a su hermana.

- Ven - Le dijo como un susurro

Carla Negó con la cabeza.

- Ven - Repitió Laura acompañando el gesto con la mano.

Esta vez Carla no contestó, pero tampoco se movió.

Me está invitando a ir. ¿No le da vergüenza a ella? Pensó Carla. Es que no le importa que sea su hermana menor. ¿Es que está provocándome? ¿Es una prueba o algo? o algo de sus perversiones raras... no… no lo entiendo. Si voy, seré una pervertida que… No. Lo mejor es que me vaya. Pero no … no quiero. Quiero quedarme.

- Aquí estoy bien - Fijo al fin Carla apoyándose en el marco de la puerta a la vez que se cruzaba de brazos.

- Me parece bien - Respondió Laura en un tono que daba a entender que respetaba su decisión pero que no compartía del todo.

Entonces la empalada levantó una ceja. Se le ocurrió una idea. Su cara cambio a pura malicia. Se le pudo identificar la idea en su rostro. “ya que tu no vienes por lo menos te voy a jugar contigo”

Estando aun acuclillada, se estiró y agarró el consolador marrón del suelo. Carla pudo distinguir perfectamente la mano de su hermana agarrando el consolador y como los dedos de esta aun rodeando todo el tronco, les faltaba un buen cacho para llegar a rodearlo entero.

Lo levantó del suelo se lo acercó, así como el bote de lubricante. Puso el dildo en otra posición dando un golpe en el suelo para que la ventosa hiciese su función. Pero esta vez en otro lado de la cama. Justo en frente de su hermana.

Laura se levantó ligeramente manteniendo la postura. Con su mano libre agarró el dildo que se le salía del culo, lo despegó del suelo y volvió a meter en su ano lo que se le había salido.

Se levantó un con dificultad.

- Uf. Esto, aunque no lo creas, te llega muy adentro - Le dijo a su hermana mientas se sujetaba el dildo y se terminaba de incorporar.

Se sentó en la cama con el dildo puesto. Hizo un gesto como si se sintiera algo incómoda por la presión de este al usar su cuerpo como peso.

Carla miró la entrepierna de Laura y solo se veían dos huevos de silicona pegados y aplastando los labios de Laura mientras todo su trasero descansaba sobre el colchón.

Ahora que había liberado las manos, abrió el tampón del bote de lubricante. Lo apretó sobre el dildo marrón y un fluido extremadamente viscoso y transparente se depositó sobre el dildo.

Laura con gestos comunes, como si lo hubiese hecho mil veces. Extendió el lubricante por el largo y ancho del cipote marrón. Al separar las manos del cipote de plástico unos hilos finos y viscosos aparecieron entre ellos.

Dejó encima de la cama el bote, agarró una pequeña toalla de mano que andaba cerca y se retiró de estas el exceso de lubricante.

Laura se incorporó de la cama. Se giró dándole la espalda a su hermana.

¿Qué está haciendo ahora? No irá a meterse eso por el… - Pensó Laura. Pero entones su hermana de inclinó hacia adelante, con una mano se separó una nalga y con la otra, agarrando la base de dildo, fue retirándose de su interior lentamente el consolador.

Carla dio un paso hacia adelante inconscientemente. Abandonó la seguridad del marco de la puerta. Y se inclinó ligeramente para ver.

Vio como lentamente, centímetro a centímetro un dildo de un buen tamaño iba apareciendo por el agujero del culo. De ese culo que tanto había deseado.

Dio un paso más. Ya estaba casi encima. Entonces Laura con la cabeza girada, mirándola directamente a ella y disfrutando de dale el espectáculo terminó de sacarse el juguete.

Carla, abrió la boca. Pero no tanto como tenía abierto el culo su hermana. Pudo verle el interior. Un esfínter abierto, dilatado, brillante por el lubricante. Un poco de luz se colaba y pudo ver ese interior rugoso, rojizo y un culo abierto sin ningún tipo de imperfección.

Sacó su lengua, se la pasó por los labios. El cuerpo le bullía, el coño le picaba, le suplicaba que jugara con él. La humedad entre sus piernas era hasta molesta. Extendió ligeramente el brazo con la mano por delante, pero deteniéndose a escasa distancia.

Laura hizo un pequeño gesto y el esfínter se contrajo ligeramente para volver a abrirse.

Con la otra mano que ya estaba libre por dejar el dildo encima de la cama, palpó su otra nalga y se la abrió dejando el asterisco dilatado enfrente de su hermana Carla para que lo viera.

Carla deseaba meter su cabeza ahí. Deseaba meter su lengua ahí. Ser ella la que le separara las nalgas y poder saborear los jugos cerdiles de culo de su hermana. Saborear el aroma y sabor a culo. Llenarse la cara de lubricante. Deseaba poder llegar a suplicarle que se le sentara en la cara y la asfixiara como le había suplicado más de una vez a Ana.

- Para - Se obligó a decir a su misma. Pero le estaba costando mucho.

Laura se incorporó de nuevo, se giró frente a ella.

Carla levantó la cabeza y allí estaba su herma, mirándola desde arriba con cara triunfal.

Carla se dejó caer al suelo. Sabía que tenía que irse, pero no podía. Sabía que tenía que parar, pero no podía. Así que se sentó en el suelo en ese mismo sitio. Estaba anonadada. Estaba realmente muy excitada, cachonda… se sentía muy cerda. Pero…

Laura miró al suelo y justo entre ellas dos estaba el dildo marrón lubricado.

Laura separó las piernas, dio un paso y se colocó justo encima del consolador. Empezó a agacharse. Cuando llegó a media altura apoyó las manos en el colchón. Esto hizo que se inclinara ligeramente hacia atrás dejando a la vista los rojizos labios de su coño.

Siguió descendiendo hasta que la punta del dildo simplemente tocó la entrada de la vagina..

Laura intento en vano ponerlo en su sitio, pero se vio obligada a cambiar un poco de postura, usar una de las manos y apuntar con ella el miembro a la entrada trasera. Se limpio de nuevo la mano y se apoyó de nuevo en el colchón.

- El otro solo tiene 5,5 cm de diámetro. Es el que uso para dilatar. - dijo mientras seguía en esa postura que parecía algo incomoda. - Pero este tiene siete centímetros.

- Te vas a hacer daño - Dijo en un tono de preocupación Carla.

- ¡Que va! No es la primera vez que me lo meto y no es lo más grande que ha estado dentro de mí. Hacía tiempo que no hacía nada y ando un poco desentrenada.

Entonces muy lentamente descendió un poco el culo.

Uno o dos centímetros no fueron más. Pero desde su posición Carla pudo apreciar visiblemente como ese esfínter tuvo que ceder, y mucho al paso del dildo marrón

Laura gruñó. Pero satisfecha.

Carla se reclinó hacia adelante para poder ver mejor.

Laura resopló, aguantó la respiración, puso cara de hacer fuerza y descendió un poco más. Entonces un buen cacho de dildo le entró de golpe, como su hubiese pasado una barrera.

Laura soltó de golpe el aire acumulado con una respiración muy agitada, y con la cara roja.

- Ahora ya. Ya ha entrado. –

- ¿Que se siente? - preguntó Carla.

- ¿No te has metido nada por el culo? - preguntó Laura incrédula

- Sí, pero no así de grande - dijo señalando el dildo con el dedo

- Es una sensación extraña. Pero me da mucho placer. Notar como se abre el culo y te rellena. Algo así, no se si me explico - Dijo Laura.

Entonces sin Previo aviso empezó a descender.

Bajaba hacia abajo unos centímetros, se paraba, subía un poco, pero menos de lo que había bajado y repetía la operación.

Poco a poco el descenso iba ganando la partida. El dildo iba desapareciendo y atravesando su culo. El coño también se encontraba abierto debido a que al abrirse tanto el esfínter también abría ligeramente ellos labios el coño

Goteaba un poco de líquido transparente en forma de gotas a través del agujero de la vagina que caían directamente al suelo.

Carla podía oler la habitación. Podía oler el sexo de su hermana tanto que, sin llegar a acercarse podía saborear su coño directamente en su paladar. Deseaba comérselo ahí mismo.

Pero seguía luchando con sus demonios interiores y sus culpabilidades.

- Dame tu mano - Le pidió Laura.

- ¿Qué?

- Pon la mano aquí - dijo Laura señalando en la barriga en un lateral junto al ombligo

Carla indecisa miró a su hermana. ¿Sería pasarse unos límites que ella misma se había marcado? Esto hará que la locura se desate. No estaba segura de que ahora mismo ella podría simplemente tocarle la piel a su hermana. Estaba hecha un cromo, fruto de la situación y las indecisiones.

- Venga, solo es la barriga - Pensó Carla, no me va a pedir nada más. Podré con eso. Ojalá pueda con eso. Ojalá … Y miró de nuevo el jugoso, y delicioso coño rosado de su hermana abierto parcialmente por estar literalmente empalada por el consolador más grande que ella había visto.

Extendió la mano hacia adelante, la levanto para situarla dónde Carla había indicado. No llegaba. Con un pequeño gesto, pero sin levantarse, arrastró el culo en suelo y se acercó a su hermana. La intentó de nuevo, pero le faltaba un poco más.

Se movió de nuevo.

Las piernas de Laura estaban en los laterales de Carla, como envolviéndola, como ofreciéndole el manjar de su vida. Tenía el coño y el culo de su hermana a penas un palmo de ella.

Las piernas de Carla pasaban por debajo de su hermana, una a cada lado del dildo marrón. Carla sentada con el culo pegado al suelo y las piernas estiradas hacia adelante.

Levantó la mano y esta vez sí, sin estar incómoda llegaba sin problemas.

- ¿A-aquí? - Le preguntó con un ligero tartamudeo fruto del nerviosismo.

- Aquí - dijo Laura posando la mano encima de la de su hermana, corrigiendo levemente la posición y dejando posada encima de ella

Carla podía notar el calor de la piel húmeda de su hermana. Tanto por la de la barriga, suave y lisa, como la ligeramente pegajosa de la palma de la mano.

Laura bajó un poco más el dildo, dos o tres veces y entonces Carla lo notó.

Se sobresaltó.

Miró a su hermana hacia arriba directamente a los ojos. Se inclinó incrédula hacia abajo para comprobar qué tanto se había metido por el culo Laura. Aun le quedaba un pequeño cacho. Ya apenas entero, pero si tranquilamente dos o 3 dedos.

Notó un bulto que le palpaba a través de la barriga. Haciendo presión desde el interior de Laura hacia su mano.

Como en la película Alíen.

- Wow - solo pudo decir eso Carla.

- Mola ehh - respondió Laura.

Laura bajó más hasta llegar al final y un bulto redondo a simple vista le salía por el lateral del ombligo.

- ¿Te… hace... daño? - Preguntó Carla incrédula.

- Dios no. Esto es lo mejor de todo. Cuando llego al final, me pongo a botar y se me ve un poco cuando sale por ahí.

- ¿Qué te pones a bot…? - No le diño tiempo a terminar la frase

Laura apretó hacia abajo todo lo que pudo, insertándose todo el dildo en el ojete.

Cuando llegó abajo sin perder tiempo levantó la pelvis hacia arriba. Llevándose tras de sí la mano de su hermana que al verse atrapada se tuvo que inclinar un poco hacia adelante.

El coño de Laura le quedo a escasos centímetros de la nariz. Pudo oler todos los perfumes de su hermana. Inhaló hondo y los deliciosos aromas del coño se le incrustaron en el cerebro para siempre.

Entonces demostrando un total desprecio por su vida y por cómo puede a uno destrozarle el interior un artefacto de estas dimensiones, teniendo casi la totalidad del consolador fuera, descendió con brusquedad sin detenerse en ningún momento, empalándose completamente con el dildo marrón. Llegando a introducírselo entero sin dejar ni un milímetro fuera. Dando lugar a que el coño dejara marca con sus jugos en los testículos del juguete oscuro.

La mano de Carla pudo notar como el dildo apareció de nuevo a través de la barriga de su hermana.

Repitió la jugada, con la misma brusquedad, subiendo y bajando de nuevo. Rebotó contra la base testicular y volvió a subir. El sonido que salía de ahí era intenso. Era un ruido de frote viscoso y repetitivo con cada penetración.

No había gemidos pomposos de películas porno malas. Donde las actrices dan pena por lo sobreactuadas que son. Laura apenas emitia ruidos. Carla oía con mucha más fuerza el frote constante y viscoso de dildo entrando y saliendo del culo que los gemidos de Laura.

Laura andaba con los ojos semi cerrados, en trance. Con la cara cada vez poniéndosele más roja. Aguantaba la respiración mientras hacía movimientos basculantes. para ir acompañándolo de un sonido gutural de esfuerzo y placer.

La mandíbula de Laura se le marcaba por la presión que hacían al morder por fuerza a la vez que los morros se curvaban hacia adelante formando un circulo de esfuerzo y presión.

Laura bajó el rimo unos momentos respirando agitadamente y bocando aire y echando la cabeza hacia atrás.

Se recostó sobre su codo izquierdo, cambiando ligeramente la postura. Irguió la cara y miró directamente a los ojos de su hermana. Con furia, con ira, con pasión, lujuria y deseo.

Carla mojó las bragas por completo en ese momento. Nadie la había mirado nunca así. Nunca se había sentido tan deseada, tan excitada, tan de otra persona, tan cachonda… y todo por su hermana.

Laura con la mano libre empezó a frotarse el clítoris con brusquedad. Con movimientos laterales fuertes, apretando sin compasión. Volvió a hacer fuerza y empezó a subir de nuevo el ritmo.

Pam, llegaba hasta el fondo para levantares de nuevo

Pam, su culo hacia resonar los testículos para levantarse otra vez

PAM. Hacia desaparecer el consolador en un abrir de ojos para aparecer de nuevo

PAM. El repiqueteo era constante.

Carla apartó la mirada de los ojos penetrantes y violadores de su hermana para quedase embelesada por la danza anal que se estaba cometiendo a escasos centímetros de ella.

Pam, pam, pam. Con cada golpe la velocidad de la penetración aumentaba. La brusquedad con la que Laura se lijaba el coño aumentaba, la rojez de su cara por la presión de aguantar la respiración y poner cada de fuerza aumentaba.

Laura de golpe se levantó de un solo tirón, liberando el consolador que por el movimiento propio cayó encima de Carla. Laura se tiró encima de la cama, levantando las patas temblorosas cual cucaracha medio muera en medio del pasillo.

Carla pudo ver entonces una gran rosa abierta de color rojo carne. Rugosa, brillante chorreando liquido lubricante. Hacia fuera, sin llegarse a formar del todo. Era un gran agujero negro rodeado de pétalos rojos. Un agujero enorme dilatado dónde Carla podía ver perfectamente el interior de su hermana.

La mejor estampa que había visto en su vida. Se acercó a la cueva mientras la mano de Laura frotaba aun con más violencia su coño. Gimiendo con la boca entre cerrados. Con pequeños movimientos espasmódicos de cadera involuntarios

Menos de 30 centímetros separaban el esfínter abierto de Laura de la boca de Carla.

Esta perdió toda compostura. Perdió su razón de ser. Solo quería hacer una cosa. Solo deseaba una cosa en esta vida. Quería probar ese culo. Deseaba estar allí dentro. Era lo mejor que había visto. Y deseaba comérselo. Le daba igual que fuera su hermana y se dio cuenta que ese punto en concreto era lo que más le gustaba. En se momento supo que ese era el tipo de sexo que le gustaba. Era lo que quería hacer. Quería que le enseñaran a abrirse el culo. Quería ver como se lo abrían también para ella. Quería ser participe al cien por cien de semejante belleza. Y quería que fuese su hermana la que la instruyese.

Acercó la cabeza y no se lo pensó. Sacó la lengua dispuesta a lamer ese agujero roto.

Le importaba ya nada. Puso las manos en el interior del muslo de su hermana para apoyarse y comérselo bien. El suave tacto de la piel ardiendo del interior del muslo de Laura, traspasó con rapidez a través de las yemas de los dedos, llenándola de un calor avivador.

Pero antes de ni siquiera acercar su cara a 10 cm. Laura Levantó la pelvis. Cerró las piernas de golpe atrapando a su hermana entre ellas. La mano dejo de frotar. La mano simplemente permaneció en su sitio haciendo presión.

Laura arqueo la espalda apoyándose únicamente por los pies de puntillas en el suelo y la cabeza en la cama.

Carla no podía moverse, estaba atrapada.

Entonces como una tormenta huracanada, la paz llegó de sopetón.

Laura se dejó caer de espaldas en la cama. Relajó las piernas y liberó a Carla. Se llevó las manos a la cara y se la tapó, empezó a reírse. Carla vio como le daba vergüenza, pero a la vez se reía de felicidad.

La situación era rara de cojones. Carla tenía encima un consolador extra lubricado que le había manchado la barriga y los pantalones, rodado de las piernas de su hermana con el coño chorreando y el culo abierto sin miramientos de cerrarse en un periodo corto de tiempo. Y a la vez su hermana riendo orgásmica y avergonzada.

- Dios… te voy a invitar cada vez que haga esto. Entonces un par de flatulencias sonoras salieron del culo de Laura.

Carla no respondió

- El que estés tu aquí a multiplicado por tres o cuatro al puto orgasmo. - dijo mientras se reía.

- Cr-creo que me voy al comedor y te dejo tranquila descansar - dijo Carla a la vez que hacía por zafarse de entre las piernas de su hermana.

Laura no respondió. Solo jadeaba con una sonrisa satisfecha en la cara, mirando al techo, al infinito y disfrutando de casa segundo.

Carla se levantó, dejó a su hermana ahí, y se dirigió al sofá.

- ¿Qué coño acaba de pasar? - dijo mientras se sentaba en el sofá y apoyaba la cabeza en el respaldo.
Qué ganas de que tengan sexo entre ellas
 
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