Laura, El Incesto entre Hermanos.

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Feb 5, 2025
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El tiempo parecía detenerse para Memo, atrapado en una rutina monótona que lo abrumaba. La comodidad de su matrimonio con Betty, una mujer dulce e inocente, se había transformado en una prisión silenciosa, un vacío que sólo la imagen de Laura, su media hermana, lograba llenar. Laura, una mujer de casi cincuenta años que desafiaba el paso inexorable del tiempo con una belleza cautivadora y una sensualidad innata, representaba un deseo reprimido, un anhelo secreto que carcomía su alma. Su esposo Alejandro, un exitoso hombre de negocios siempre ocupado, permanecía ajeno a la intensa pasión que se ocultaba bajo la fachada de su vida aparentemente perfecta; un cornudo de alta alcurnia, sin saberlo. Betty, ajena a la verdad, vivía en una dulce y cálida ignorancia, rodeada de la imagen de una familia perfecta. Memo, por su parte, navegaba entre dos mundos, entre la estabilidad de su matrimonio y la intensidad ardiente de su relación secreta con Laura.

El primer encuentro clandestino, en la casa de campo familiar, rebosaba una carga emocional palpable. La atmósfera estaba cargada de una tensión electrizante que crepitaba en el aire como una tormenta a punto de estallar. Laura, con una mirada que revelaba la intensidad de su deseo, desató en Memo una pasión que creía dormida, una fuerza incontrolable que rompía las barreras de la contención y el autocontrol. La casa, testigo silencioso de sus juegos infantiles, ahora era el escenario de un drama oculto. Las paredes, impregnadas de recuerdos compartidos, parecían conspirar para guardar su secreto.

"Memo…” susurró Laura, su voz como un suspiro apenas audible, cargada de un deseo y una anticipación que contenía la promesa de liberación. “Este momento… ¿Cuánto tiempo lo hemos esperado?” La pregunta, cargada de un significado profundo, suspendía el tiempo y la realidad, concentrando el peso de sus años de anhelo en una sola frase.

“Toda una vida, quizá," respondió Memo, su voz ronca por la emoción contenida. Las palabras, sin embargo, parecían insuficientes para expresar la magnitud de ese sentimiento reprimido que ahora emergía con fuerza. El peso de sus vidas, de sus secretos compartidos, se concentraba en ese instante, colmando el espacio con una intensidad palpable.

Las caricias iniciales, tibias y tímidas, fueron solo un preludio, un despertar lento pero inexorable del deseo. Un crescendo de emociones condujo gradualmente hacia un encuentro más íntimo, profundo y electrizante. La piel sobre piel, la cercanía de sus cuerpos, engendraron una conexión visceral que los envolvía por completo, excluyendo el mundo exterior. La intensidad del momento era innegable, palpable, llenando el espacio con una magia silenciosa y conmovedora. El silencio, en sí mismo, era una forma de comunicación, una expresión del deseo y la complicidad que surgía entre ambos. El peso de su secreto, la emoción contenida, y la profunda y silenciosa conexión que compartían, desbordaba toda consideración del tiempo o el espacio.

Los encuentros siguientes fueron más frecuentes, más intensos, más arriesgados. El juego del riesgo y la clandestinidad daba una dimensión extra a su pasión. Cada encuentro era un nuevo territorio por explorar, cada caricia un desafío cuidadosamente calculado. El espacio mismo, la casa de campo, cobraba vida nueva, impregnado de una atmósfera peculiar de riesgo y deseo. El jardín, antes escenario de juegos infantiles, se convertía en un paisaje íntimo, un escenario perfecto que contenía la esencia de una pasion prohibida. Cada encuentro era una historia en sí mismo, un relato breve que se añadía a la narrativa de su encuentro. La sensación de libertad y de riesgo les daba un significado diferente a su intimidad.

En una ocasión, una llamada telefónica interrumpió el flujo de sus emociones; una llamada que pertenecía a otra vida, a otra realidad. La voz suave, llena de preocupación, de Betty, contrastaba vívidamente con la intensidad del momento actual. Fue como una ráfaga de aire frío que los obligó a tomar distancia, a confrontar la fragilidad de su situación clandestina.

"Mi amor, he estado intentanto contactarte. Estoy preocupada", dijo Betty, su inocencia añadiendo una nota de inocencia a la tensión existente. La dulce voz de Betty era un recordatorio constante de la vida que estaban eligiendo dejar de lado.

Laura, con una rapidez y una elegancia impresionantes, se apartó de Memo, recuperando la compostura con una facilidad sorprendente. Una breve mirada fue suficiente, sin necesidad de palabras. Entendieron la situación y la necesidad de manejarse cuidadosamente.

El teléfono de Laura sonó. La voz seria y contundente de Alejandro, llena de exigencias y citas de negocios, irrumpió de nuevo. La situación, ya tensa, se convertía en una comedia de encuentros, encuentros con obstáculos.

"Querida, ¿dónde estás? El helicóptero nos espera", señaló Alejandro en su llamada.

Laura improvisó una respuesta, con una desenvoltura y un aplomo impresionantes. La tensión, la necesidad de controlar la situación, y también disfrutar del juego que se les presentaba, hacía que cada interrupción fuese parte de su juego previo, un juego que aumentaba también el romanticismo y la pasión.

La necesidad de su encuentro clandestino era tan intensa, que las llamadas telefónicas, las preocupaciones, simplemente se convertían en algo más: un preámbulo juguetón y excitable, que añadía un elemento extra a su conexión clandestina. Sus encuentros clandestinos eran tan apasionados como las maniobras para evitar ser descubiertos.
 
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