Las Historias de mi Madre - Capítulos 001 a 005

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
6,204
Likes Recibidos
2,514
Puntos
113
 
 
 
-
Las Historias de mi Madre - Capítulos 001 a 005

Las Historias de mi Madre - Capítulo 001




Mi madre se había comprado por error unas medias negras en lugar de unos pantys o medias completas como había sido su intención. Cuando una vez en casa se las puso y se dio cuenta del error yo estaba en el pasillo y ella en su habitación con la puerta abierta. Como quiera que soltó una expresión de contrariedad, yo le pregunté qué le pasaba y ella me dijo que había metido la pata con unas medias. Como me invitó a que comprobara su error diciéndome “mira”, abrí del todo la puerta de su habitación y entonces la vi con aquellas preciosas medias negras que le llegaban hasta algo más de medio muslo. Ella, tras explicarme su error, me comentó la posibilidad de cambiarlas pero yo le dije que por un lado seguro que no se las cambiarían en la mercería al estar ya abierto el paquete y tratarse de ropa interior, y por otro lado enfaticé e insistí en que le quedaban realmente bien y que daba gusto verla con aquellas medias. Esto pude decirlo porque de hecho mi madre al probárselas en todo momento tenía la falda levantada hasta el punto de que yo podía verle todos los muslos y hasta un poco las bragas.

Mi madre entonces me preguntó con humor si pensaba que realmente tenía piernas bonitas y estaba bien y yo abundé en mis piropos y hasta le dije que si se lo propusiera y enseñara un poquito más aquellas piernas tan fabulosas ligaría todo lo que quisiera porque realmente tenía unas piernas y unos muslos como para comérselos. Con muy buen humor hablamos de ello y mi madre cada vez se sentía más halagada y yo cada vez más cachondo. De hecho salió de su habitación y con las manos sujetándose la falda, se dio un paseíto por el pasillo delante de mí, mostrándome sus piernazas en todo su esplendor con aquellas medias. De esa guisa siguió hacia el salón y yo detrás de ella recreándome con el espectáculo de aquellos muslazos enfundados en aquellas medias tan sexys, una de mis prendas favoritas en una mujer, por cierto.

Ya en el salón, mi madre se sentó en el sofá pero sin molestarse en bajarse la falda, de modo que sus rellenos muslos siguieron a la vista, cosa que yo aproveché para insistir en mis piropos, siempre dentro de la corrección que se le debe a una madre. Mientras ella reía halagada y me replicaba diciéndome que a su edad ya no se podía decir de ella que tuviera las piernas bonitas, yo insistía en que si enseñara las piernas un poquito más, seguro que muchos hombres no se resistirían a piropearla e incluso a más, porque tenía unas piernas muy atractivas. Mi madre a sus años está bastante bien conservada, y aunque rellenita, mantiene una figura proporcionada y atractiva, sobre todo para quienes gustan de las mujeres jamonas, con curvas y poquito entradas en carnes. En ella destacan sus bonitas piernas, sus soberbios muslazos y quizá, sobre todo, su culo, redondo, gordito y atractivo en grado sumo. Yo alababa sus atractivos y ella reía y reía encantada con mis atenciones y mis palabras diciéndome que hacía tiempo que no le dedicaban tantos piropos juntos. Y bien debía ser verdad porque mi padre no es precisamente un dechado de atenciones para con su mujer en este sentido, al menos que yo supiera. Más bien al contrario, con muy poco tacto, más de una vez había hecho algún comentario muy poco afortunado sobre cómo el paso del tiempo había afectado a la belleza de mi madre. ¡Cómo si él con su pancita cervecera y su calvicie poco cuidada fuera un ejemplo de atractivo masculino!

Así seguimos charlando animadamente mi madre y yo, todo ello con sus bonitos muslos al aire en todo momento y mientras yo no dejaba de regar de piropos su anatomía y en especial sus piernas insistiendo en que comprar aquellas medias en lugar de los vulgares pantys completos que mi madre suele usar, no había sido un error sino todo un acierto.

Como buena parte de mis piropos, para no hacerlos muy directos hacia ella, iban sustentados en el argumento de que sin duda debía resultar una mujer muy atractiva para otros hombres a nada que mostrara sus encantos, en un momento dado mi madre me preguntó qué pensaría yo si ella de verdad ligara con algún hombre a espaldas de mi padre. Yo entonces le conté mi forma de pensar al respecto en función de la cual cada uno puede y debe hacer todo lo que esté en su mano para disfrutar de la vida siempre y cuando no le haga daño a nadie. Tuvimos un pequeño debate sobre si los cuernos hacen daño o no y creo que acabamos coincidiendo en que no son dolorosos si son ignorados por lo que ambos convinimos entre risas que la discreción era fundamental en estos casos. También ambos convinimos que no es lo mismo una cana al aire que una infidelidad continuada. Yo le dije a mi madre que el segundo supuesto significa que algo marcha mal en la pareja pero que el primero, la aventura puntual, no tiene por qué tener mayor importancia. Mi madre riendo dijo que estaba de acuerdo, cosa que me sorprendió un tanto. Enseguida puntualizó, no obstante, que ella de hecho quería a su marido pero que eso no significaba que no fuera a mirar a otros hombres que veía por la calle y que le parecían atractivos. Yo, siguiendo con el tono de buen humor y desenfado que teníamos, medio en broma, aproveché para animar a mi madre a que ligara con esos hombres que le parecían atractivos insistiéndole en que no le sería difícil pues ella también era una mujer muy atractiva. Mi madre reía complacida y yo también aproveché para garantizarle mi completa discreción y hasta complicidad y colaboración si algún día se decidía a tener una aventura extramatrimonial. Ella se reía divertida y yo la animaba cada vez de forma más decidida con argumentos basados en el derecho a disfrutar de los placeres de la vida. Mi madre se sentía cómoda y divertida con la conversación y yo de vez en cuando no dejaba de apoyar mis ideas y sugerencias con alusiones a sus piernas, que por cierto mantenía ante mi vista pues se había sentado pero no se había bajado la falda lo suficiente como para ocultar sus fabulosos muslos. También le insistí en lo fácil que le resultaría conquistar a cualquier hombre pues en mi opinión estaba bien buena y con aquellas piernas podía lograr lo que quisiera a nada que las enseñara un poco. Mi madre ante estos comentarios a veces incluso se volvía a levantar la falda del todo para mostrar completamente sus rollizos muslos enfundados en aquellas eróticas medias negras.

Ambos lo estábamos pasando bien y por otro lado la situación y la conversación nos resultaban cómodas pues mi madre y yo siempre hemos tenido mucha confianza y hablamos con relativa facilidad de cosas como novias, relaciones y demás aunque fundamentalmente más centradas en mi que en ella, lógicamente. No es raro, por ejemplo, que si mi madre sabe que estoy saliendo con alguna chica, al de poco me pregunte con picardía cosas como “¿Qué tal con esa novieta tuya?” ¿Ya habéis…?”. Y se reía mientras me guiñaba, haciendo a veces que yo me sintiera incluso incómodo, sobre todo las primeras veces que mi madre me planteaba esas cosas. De un tiempo a esta parte ya eso ya es casi normal y de hecho haría un mes o así que, cuando se enteró de que estaba saliendo con una compañera de la Facultad, me planteó riendo su típica pregunta incompleta de “Si ya habíamos…” Y entonces, con desenfado, yo me atreví a responderle que si quería decir que si ya habíamos echado un polvete. Los dos nos reímos alegremente y le confirmé que sí y entonces mi madre guiñándome y dándome un codazo cómplice me replicó “Hacéis muy bien”. Alguna vez, veladamente, mi madre me había preguntado si mi novia me la mamaba. Lo había hecho con mucho tacto y sin decirlo claramente, claro, pero había sido del todo evidente. Así, tas haberle confirmado que tenía relaciones con alguna chica, mi madre me había preguntado si ella también… Y al dejar en el aire la pregunta había hecho incluso un quedo gesto de llevarse algo a la boca sujetándolo con la mano como se sujeta un pene. Yo me quedé un tanto cortado y le respondí “Mamá, hacemos de todo lo que nos apetece”. Y ella me había contestado riendo y guiñándome con complicidad: “De eso se trata, cariño”. Cuento esto para que veáis un poco cómo era en ese momento la relación entre mi madre y yo al hablar de sexo, ligues y demás.

Volviendo al día en el que vi a mi madre con aquellas medias, tal como estaba relatando, en un momento dado de la conversación mi madre, en un tono quizá un poco más serio, me confesó que en verdad si quisiera sí podría tener algún amante pues de hecho ya había tenido alguna propuesta. Yo aproveché el tono de confidencia que estaba usando mi madre para preguntarle al respecto. Ella incidió de nuevo en mi parecer sobre esas cosas y cuando yo le volví a recalcar que las aventuras extramatrimoniales me parecían estupendamente y hasta saludables si eran eso, una mera aventura, ella me pidió completa discreción y entonces la vi, no sin cierta sorpresa, dispuesta a contarme quién era su pretendiente y cómo se había producido el contacto haciendo énfasis en que no había pasado nada y que sólo era un pequeño flirteo. Yo, por supuesto, con un punto de innegable excitación ante aquella confidencia, le garanticé mi discreción absoluta y tras animarla en tono un tanto desenfadado a que aprovechara la oportunidad, le pedí que me contara aquello con más detalle. Mi madre entonces, bajando la voz como corresponde a las confidencias, me dijo que realmente tenía no sólo uno sino dos pretendientes y que yo los conocía a ambos. Se trataba de dos vecinos de nuestro portal, ambos hermanos. Mi madre me confesó entonces que realmente ella también había tenido algo que ver con el origen del asunto pues siempre se había mostrado muy coqueta con ellos pues según dijo ambos le parecían muy majos y atractivos aunque nunca pensó en llegar a ponerle los cuernos a mi padre con ellos, entre otras cosas porque le parecía imposible que aquellos chicos, ambos más jóvenes que ella, pudieran llegar a interesarse por una mujer de más de 50 años. Sin embargo, siguió relatándome, algún tiempo después fueron ellos los que pasaron a tomar la iniciativa estableciendo conversaciones con mi madre que empezaban de forma trivial pero que acaban con piropos hacia ella y con veladas propuestas de llegar a tener alguna relación de índole inequívocamente erótica. Al principio esas propuestas eran hechas bajo el manto o la cobertura del humor y del piropeo, pero cada vez se hacían más claramente y sin ambages hasta el punto de que, según me confesó mi madre, ya le habían pedido con claridad meridiana que accediera a tener una aventura con ellos pues a ambos les gustaban las mujeres maduras y mi madre en particular.

Yo escuchaba a mi madre con atención y cuando llegó a este punto, aunque estaba ciertamente sorprendido, y también excitado, que todo hay que decirlo, la animé sin reservas para que accediera a tener esa aventura y para así darle una alegría al cuerpo. Además le señalé que si aquellos dos chicos la vieran con aquellas medias ya no podrían aguantarse más y tendrían que hacer algo pues, le dije, estaba realmente deseable.

Mi madre sonreía complacida y volvió a preguntarme:

-Pero cariño ¿a ti te parecería bien que tu madre, que es una mujer casada y decente, tuviera un lío, así, de esa manera?

-Pues claro, mamá. Y por eso no ibas a dejar de ser una mujer casada y decente. Es más, serías una mujer casada, decente y que además ha pasado un buen rato. Sólo eso. Y en eso no hay nada malo, mamá. Todo lo contrario. Anda, no seas tonta, anímate y aprovecha, que la vida hay que disfrutarla todo lo que se pueda. ¿No es eso lo que me dices tú a mí cada vez que te enteras de que estoy saliendo con alguna chica?

-Ya pero…

-Ni pero ni nada. Mira qué mujer más atractiva eres –y le puse una mano sobre unos de sus muslos enfundados en aquellas medias y se lo apreté con ganas mientras continuaba diciéndole-: Todo esto hay que aprovecharlo, mamá.

Mis argumentos parecían convencerla, quizá de algo de lo que ya ella estaba convencida. Me sonrió con picardía y complicidad y me dijo:

-Eres un sol –y me dio un beso bien fuerte, por cierto casi en los labios.

-Y tú una mujer muy guapa que tiene que aprovechar lo que la vida le presente, ¿sabes?

Mi madre sonrió, guardó silencio unos segundos y mientras yo volvía a darle unos cachetitos sobre su muslo, empezó a decirme:

-Bueno, cariño, ¿pues qué me dirías si te digo que ya he tenido un lío con Rafa y con Mario, eh? ¡Ay, qué vergüenza contarte esto…! ¿Te parecería bien de verdad, hijo?

-Pues claro que sí, mamá. Te felicitaría por ello y sobre todo si ha sido con los dos a la vez. Y por supuesto a quien habría que felicitar también sería a ellos porque desde luego tener una aventurita con una hembra como tú es para felicitarles ¿eh?

-¡Ay, hijo pero qué cosas dices! La verdad es que ni se cómo me ha atrevido a contarte esto… Pensarás que tu madre…

-Pienso que mi madre es una mujer estupenda –le corté yo, dándole una vez más una palmada en uno de sus muslos y un beso en la mejilla.

-¿De verdad? Es que…

-Claro, mamá. ¿No estábamos hablando de eso? Y ya te digo que cuentas conmigo para lo que sea; para servirte de tapadera, para simular lo que sea… Y por supuesto, con mi discreción más absoluta.

-Gracias, cariño –me respondió ella devolviéndome otro beso bien fuerte en la mejilla y agarrándome la mano con fuerza. Mano con lo que yo luego también le apreté un poquito uno de sus rollizos muslos dejándola allí y sin que a ella pareciera importarle en absoluto la presencia de mi mano en su muslo, justo donde acababa una de las medias aquellas que había dado lugar a nuestra conversación.

Mi madre sonrió satisfecha y complacida tanto por mi actitud como por mis piropos. Entonces yo insistí para que me confirmara la aventura y me la contara con detalle. Mi madre entonces, tras volver a pedirme discreción absoluta y señalando lo mucho que confiaba en mí empezó a decirme:

-Pues mira, hijo. Te lo voy a contar todo pero ya sabes ¿eh? Esto es entre tú y yo y no tiene que enterarse nadie ¿eh?

-Por supuesto, mamá, que yo también te cuento cosas que hago con las chicas con las que salgo, ¿no? Y tú bien que me preguntas por ello.

-Es verdad, cariño, ja, ja, ja… Bueno, lo cierto es que como tú dices tu madre aún debe resultar algo atractiva porque es verdad: He tenido un pequeño lío con Rafa y con Mario, ya sabes los vecinos del tercero.

-Cuenta, cuenta, mamá.

-Bueno, pero tú a mí no me cuentas casi nada de lo que haces con tus amiguitas, ¿eh, hijo? –me reprochaba en broma mi madre.

-Es que lo que yo haga no tiene nada de interés comparado contigo, mamá. Cuéntame, anda, que seguro que hasta aprendo cosas.

Los dos reímos divertidos y mi madre siguió con su confidencia.

-Bueno, pues como debe ser verdad que no te parece mal que tu madre haga estas cosas te lo cuento. Verás, como te decía, la verdad es que creo que fui yo la que dio pie a todo porque cuando me los encontraba por la escalera, al saludarlos, siempre les decía que son unos chicos muy majos y cosas así. Creo que no debieron tardar en darse cuenta de que le gustaban a esta madurita cincuentona. Yo, por supuesto, tampoco lo hacía con una intención clara de tener un lío con ellos, ya me entiendes, y por otro lado tampoco tenía la más mínima esperanza, como puedes imaginarte. Yo, una mujer que ya pasa de los 50 y con unos kilitos de más, y ellos con treinta y tantos y tan guapos… Es como cuando los hombres le dicen a las jovencitas alguna cosa por la calle. Se lo dicen y ya está pero ninguno piensa que la chica vaya a... bueno, ya sabes, a irse a la cama con ellos. Bueno, yo tampoco les decía cosas atrevidas ¿eh? Sólo que son unos chicos muy majos, muy guapos, que sus parejas estarían encantadas con ellos y poco más. Ellos también me respondían galantemente pero con total corrección, ¿eh? La cosa es que con el tiempo también me empezaron a decir algunos cumplidos más atrevidos de lo habitual. Me decían que con este o con aquel vestido me resaltaban las curvas, que estoy muy bien, que tengo unas piernas bonitas, alguna alusión a mi escote, que tenía que usar escotes más amplios, que tenía que llevar algún botón más de la blusa desabotonado, me piropeaban por cómo me queda alguna falda pero añadían que con ella más corta estaría mejor y cosas así, ya sabes.

-Y tengo que decirte, mamá, que estoy completamente de acuerdo con ellos, así que seguro que también estoy de acuerdo con todo lo demás que te digan, y te hagan…

Mis palabras, llenas de pícara intención, sin duda gustaron a mi madre pues me lo agradeció con la voz muy bajita y me dio un nuevo beso, esta vez además fue todo un piquito, breve, eso sí, pero netamente en los labios, que me sorprendió y me gustó, desde luego. Le apremié entonces a que siguiera relatándome su aventura y ella prosiguió:

-Bueno, hijo, lo cierto es que esos dos chicos me alegraban bastante el día, claro. Incluso cuando me encontraba con ellos por separado también me piropeaban y cada vez con más atrevimiento, no te creas. Y mira, hijo, la verdad; yo creo que no les quise cortar. Igual hubiera podido hacerlo pero cuando a una mujer de mi edad a la que su marido hace años que no le dice que le gusta, unos chicos le echan esos piropos… Lo entiendes, ¿verdad?

-Claro, mamá. No sólo lo entiendo. Apruebo completamente tu actitud. No has hecho nada malo, sea lo que sea hasta donde hayas llegado. Y te diré una cosa: hubieras hecho mal si le hubieras dado la espalda a esta situación y les hubieras cortado sus… atenciones.

Mi madre rió de nuevo, complacida y sin duda confiada por mi reacción, y siguió contándome cuando yo le pedí que me detallara qué cosas le decían:

-Me decían cosas como “Pero que buena estás, Almudena”. “Quién te pillara” y cosas así, que ya sabes, son algo más que decirle un cumplido a una vecina ¿no? Eso ya nos decirle a una señora que un vestido le queda bien. Una vez, en el ascensor, Mario, el más joven, me dijo “Almudena, con este culazo estás para hacer una barbaridad contigo”. Y me lo tocó un poco por encima de la falda y entonces me dio un beso que yo no rechacé. Fue muy breve, casi un piquito porque el ascensor llegaba a nuestro piso pero… Ufff, cómo me quedé. ¿Me entiendes, cariño?

-Por supuesto, mamá.

-Podía haberle cortado en seco y hasta darle un tortazo y que supiera que conmigo no se puede uno propasar así como así pero…

-Eso sí que hubiera sido un error del que seguro que con el tiempo te arrepentías, mamá.

-¿De verdad, cariño? ¿Eso es lo que piensas? ¿No te parece que me porté como una… facilona, como una fresca?

-Te portaste como una mujer. Yo no te lo censuro en absoluto, mamá. Me alegro mucho de que estés confiando en mí para contarme todo esto y te puedo asegurar sinceramente que creo que si ahora me contaras que ahí lo habías cortado todo, te diría que habías hecho el tonto. Estoy mucho más contento por ti y orgulloso de que aceptaras ese beso. Y ese manoseo del culo también –añadí yo riendo y quitándole hierro a la situación con ello y haciendo que también mi madre riera divertida y relajada.

-¿De verdad, mi amor?

-Ya lo creo. Además, mamá, le doy por completo una vez más la razón a Mario; tienes un culazo estupendo.

-¡Ay, hijo, tú también me dices esas cosas! Eres un cielo –Y me volvió a dar otro piquito entre risas de los dos y yo volví a acariciarle el muslo tan arriba que con el dedo meñique creo que hasta le toqué las braguitas sin que ella me dijera nada. Le apremié entonces para que continuara con el relato y ella siguió:

-Un día que coincidí con los dos aquí delante de la puerta de casa cuando yo volvía de la calle de las compras, estuvimos hablando en ese plan, ya sabes, piropo va y piropo viene, alguno ya más atrevido que otro… Y bueno, yo les invité a tomar café.

-Bien hecho, mamá. –Y otro sabroso piquito que me da mi madre como premio por mi beneplácito a su conducta.

-Ellos aceptaron –siguió mi madre- y la verdad yo no creía que la cosa fuera a pasar a mayores pero me apetecía seguir hablando en ese plan con los dos porque no todos los días le dicen a una que está buena y esas cosas, ¿verdad? Y oye, que a una le regalen el oído no le molesta a nadie y bueno, ya sabes, si además hay alguna cosilla picante en la conversación parece que gusta más, ¿no? ¡Ay, hijo, te estaré pareciendo una fresca!

-En absoluto, mamá. Me pareces una mujer deliciosa y me parece del todo justificado que te guste que te digan cosas bonitas, faltaría más. Cualquier cosa que te dijeran Rafa y Mario, bien dicha está.

-Ay, gracias, mi amor.

-Y te diré más, mamá. Todo lo bonito que te digan es poco porque la verdad es que eres una mujer muy atractiva. –Y aproveché una vez más, y ya iban muchas, para acariciarle su muslo izquierdo, que era el más cercano a mí sin que ella hiciera nada por rechazar mi cada vez más atrevida caricia a sus muslos.

-Eres fantástico, hijo.

-Sigue, mamá, cuéntame.

-Sí cariño, sigo. Bueno, la cosa es, como te decía, que les invité a tomar café en casa y pasaron y siguieron piropeándome en el mismo plan atrevido. Me decían que era la mujer más atractiva de todo el portal y como yo sonreía supongo que con cara de tonta pues se fueron atreviendo a más. Me echaban las manos por los hombros, me decían esas cosas al oído. Incluso me dieron algún besito en la mejilla y en el cuello. También ahí supongo que podría haberles cortado y haberlo parado todo, pero hijo…

-Espero que no lo hicieras, mamá. Me está gustando mucho de verdad que seas así, tal como me estás contando. Y desde luego no me gustaría tener una madre más mojigata, más cortada y con menos valor para disfrutar de sí misma y de la vida.

-No sabes cómo me alegro de pienses así y de que me digas eso, mi amor. Lo cierto es que todo eso, cariño, creo que fue lo que yo pensé mientras esos dos me iban metiendo mano cada vez con más atrevimiento.

-Me alegro mucho, mamá. Sigue, sigue contándome.

-Bueno, en un momento dado Mario me puso la mano en el culo y me lo estuvo sobando sin que yo le recriminara su atrevimiento para nada. Viendo el panorama también Rafa se atrevió a tocarme un poco el culo y luego hasta las tetas aunque siempre por encima del vestido mientras seguíamos hablando y ellos me piropeaban. Debo confesar que a mí ahí me entró un poco de vértigo porque veía que la situación se me escapaba de las manos y no sabía qué podía ocurrir y hasta me daba miedo lo que yo pudiera llegar a permitirles. La cosa es que ellos me siguieron sobando un poco y Mario hasta llegó a meterme la mano por debajo de la falda tocándome los muslos e incluso un poco las nalgas. En ese plan, entre manoseos y piropos, tomamos el café. Estábamos charlando y ellos echándome piropos, y yo a ellos también, la verdad sea dicha. Lo cierto es que lo pasamos muy bien aunque la cosa no llegó a más lógicamente. Y al irse nos dimos unos besos pero en lugar de en la mejilla ellos se las arreglaron para dármelos en los labios. El primero fue Rafa y me dio un beso en los labios mientras me tocaba una teta. Yo también le besé en los labios. Luego fue su hermano, Mario, el que me dio un beso como de despedida pero éste no se conformó con que nos besáramos los labios sino que me metió la lengua en la boca mientras me apretaba el culo. Yo no se por qué pero lo cierto es que le respondí y también le di la lengua aunque fue durante un corto instante. Luego los tres nos reímos y ellos ya se fueron aunque ahí, como puedes imaginarte, se puede decir que ya estaba liada.

Mi madre paró un poco y me miró sonriendo quizá para ver cómo reaccionaba yo ante su relato. Como le dije que “estupendo” y la animé a continuar ella siguió contándome:

-Yo después estaba muy nerviosa porque claro, pensaba que me había portado como una indecente y que no le podía hacer eso a tu padre y bueno, ya sabes, estar allí besándome y dejándome tocar por dos chicos. Pero por otro lado tengo que reconocer que estaba satisfecha y contenga conmigo misma por gustar así a dos hombres. Y además… todo aquello… ¿cómo explicarlo? Ya sabes, que me ponía... bueno, cachonda, eso es, pensar en lo que había pasado y además, ya te digo, me hacía sentirme muy bien porque a ver a qué cincuentona no le gusta que le metan mano, la besen y le digan que está buena dos chicos 20 años más jóvenes que ella ¿no?

-Y a ti hay muchos motivos para decirte que estás buena y para besarte, mamá. Porque es la verdad, eres una tía que está muy buena. –Y de nuevo le di una suave palmada en el muslo

-¡Cariño, eres un cielo! –Me contestó ella y siguió contándome ante mi apremio para que siguiera su relato-. De todas formas pasaron unos días hasta que volví a encontrarme con uno de ellos, con Rafa, concretamente y también aquí en el portal al entrar en casa. Subimos los dos en el ascensor y ahí me dio un morreo que casi me deja sin respiración mientras me tocaba todo el culo. Bueno, igual te parece un poco fuerte que tu madre te cuente esto, hijo, pero la verdad es que me dejó el chocho como un bebedero de patos porque además Rafa es el que más me gusta de los dos y además a mí me gusta mucho besarme y eso. Bueno tú ya sabes que yo soy muy besucona, y aquel beso… Me cuesta un poco hablarte así, mi amor, pero esa es la verdad me dejó toda húmeda…

-Puedes hablarme con franqueza, mamá. Ya sabes que me parece muy bien lo que me estás contando y oye; que yo ya se lo que es un chocho húmedo, mamá. Así que puedes y hasta me gusta que me des esos detalles.

-Ji, ji, ji… -Repuso ella entre cortada y divertida-. Me alegro, hijo. ¿A que te gusta que mamá diga cosas como chocho, cachonda y cosas así?

-Pues claro, mamá. Oírte a ti decir esas cosas me pone a mi también un poco cachondo, no te creas…

-¿De verdad, cariño? Ja, ja, ja… Bueno, pues como te iba contando; ese morreo en el ascensor con Rafa me dejó cachonda perdida y ya casi decidida a hacer lo que fuera con ellos.

-¡Muy bien, mamá!

-¿De verdad, hijo?

-Claro, mamá. –Seguro que disfrutó mucho besándote de esa manera y espero que tú también.

-Sí, bueno hijo, lo que te decía; mamá es muy besucona y, bueno… esos besos, pues también me gustan, claro, ji, ji, ji… ¡Ya lo creo que me gustan!

-Me parece estupendo, mamá. Sigue, sigue contándome.

-Bueno, la oportunidad no tardó en presentarse. Una tarde que estaba yo en casa viendo la tele aburrida llamaron a la puerta y eran ellos. Me sobresalté y me puse toda nerviosa. Les invité a pasar pero ellos me dijeron que habían pensado en invitarme a salir a tomar un café para responder a mi amabilidad del día anterior pero que pensándolo mejor también habían pensado que lo ideal sería tomarlo en mi casa. Yo sonreí nerviosa y coqueta y dudé un instante pero claro, acepté y les invité a pasar, pero ellos me dijeron que habían llamado para comprobar que estaba sola, plantearme la idea y ver que era viable pasar un rato conmigo en casa y que a mí me parecería bien, pero que una vez comprobado, tenían que hacer un recado y que en 20 minutos o así estarían aquí. A mí me pareció fenomenal porque yo además quería prepararme un poco ya que estaba en bata y zapatillas de estar en casa. En cuanto se fueron prometiéndome que volverían enseguida, la verdad es que me puse muy nerviosa pero por otro lado estaba tan... bueno, ya sabes, cachonda, que las dudas que podía tener se me pasaron enseguida. Me puse a prepararme y me vestí con ese vestido azul que me llega justo por encima de las rodillas, con escote a pico y que sabía que les gustaba porque siempre que me veían con él me echaban unos piropos tremendos sobre mis piernas y sobre el escote. Me puse las sandalias de tacón, me pinté un poco y sin más me senté en el sofá echa un flan a esperarlos. Cuando llamaron de nuevo les hice pasar y ellos, ya dentro de casa, me saludaron con unos besos en la boca aunque sin lengua. Les preparé un café y mientras lo tomábamos hablamos de tonterías y poco a poco ellos llevaron la conversación a que estaba muy guapa y eso. Empezaron a alabar mis piernas, elogiaron mi vestido y Mario por un lado y Rafa por otro empezaron a levantarme el vestido hasta que me dejaron todos los muslos al aire, más o menos como los tengo ahora. También me tocaban las tetas por fuera del vestido hasta que Rafa se atrevió a meterme la mano por el escote sin que yo protestara. Para mí era una locura; Rafa me tocaba las tetas por dentro del sujetador y su hermano Mario me sobaba los muslos llegando prácticamente a las bragas. Luego Rafa me dio un morreo con lengua que me dejó lista para lo que quisieran, porque a mí los besos me ponen muy cachonda, y a continuación fue Mario el que me besó con lengua también.

- Cómo debieron disfrutar de esos besos… -Dije yo, que en aquel momento me derretía por darle un morreo con lengua a la cachonda de mi madre.

-Yo reconozco que también los disfruté mucho. Hijo… No se si alguna vez has estado con dos chicas, y si no es así, y aunque te parezca raro que tu madre te diga esto, si tienes oportunidad te lo aconsejo, porque estar con dos personas pendientes de ti, besándote y eso no es solo el doble de excitante, es veinte veces más excitante.

-Lo tendré en cuenta, mamá, aunque me parece que… En fin, que no veo mucha opción de estar besándome con dos chicas a la vez. Pero me alegro de que tú si lo hicieras y que disfrutaras de esos besos.

-Hijo, no sabes cuánto. Con lo besucona que yo soy… ¿Tú sabes lo que es darte un buen morreo con uno, girar la cabeza y tener allí al otro esperándote con la lengua fuera? La verdad es que creo que nunca nada me había puesto tan caliente como ese rato besándome alternativamente con Rafa y con Mario. ¡Qué besos, por Dios! Me sobaban todo lo que querían y nos besábamos cada vez con más vicio y calentura y así, poco a poco, hasta me quitaron el vestido. Elogiaban mi cuerpo y me decían unas cosas tan cachondas que me hubiera dejado hacer lo que hubieran querido, claro. No se qué te parece, hijo...

-Pues me parece muy bien, mamá, muy bien. -Y entonces, mientras asentía y con un guiño le mostraba a mi madre toda mi aprobación a su conducta, me incliné un poco hacia ella para darle un beso, un piquito, pero lo cierto es que al rozar mis labios con los suyos saqué un poco la lengua y con ella le acaricié sus labios. No sabía cómo iba a reaccionar mi madre, ni siquiera lo pensaba, quizá ignorara la presencia de mi lengua y aquel beso fuera otro piquito más como los que nos habíamos dado ya antes, pero lo cierto es que mi madre tras sentir mi lengua brevemente en sus labios, sonrió y también sacó la suya con lo cual las lenguas de ambos entraron en contacto. Podía haber sido un beso con lengua pero breve. A fin de cuentas, aunque estábamos en aquel plan de tan íntimas confidencias sexuales, éramos madre e hijo y un beso con lengua no es lo más habitual entre una madre y su hijo. Pero precisamente el contexto, la complicidad, las reiteradas declaraciones de mi madre sobre su condición de besucona y su gusto por los besos con evidente carga sexual, hicieron que aquel contacto de nuestras lenguas al aire se prolongara convirtiéndose de facto en un beso absolutamente erótico en el que ambos nos chupamos las lenguas con evidente satisfacción. Y mientras lo hacíamos yo no dejé pasar la oportunidad de sobar el muslo de mi madre desde la rodilla hasta prácticamente la ingle, disfrutando del tránsito que suponía acariciar la zona cubierta por la media y traspasar el límite de esta para que la caricia fuera ya sobre su piel, sobre su relleno muslo desnudo. Y mientras tanto nuestras lenguas seguían degustándose, disfrutándose sin prisa. El beso, el contacto de nuestras lenguas, de hecho, duro lo suyo. Cuando finalmente dimos el beso por concluido, yo dejé la mano sobre la zona desnuda del muslo de mi madre mientras ella me decía sonriendo con picardía:

-Ummm… Besas muy bien, cariño. Me ha gustado mucho.

-A mí, también, mamá. Anda, sigue, sigue


-
 

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
6,204
Likes Recibidos
2,514
Puntos
113
 
 
 
-

Las Historias de mi Madre - Capítulo 002

Sin duda ese beso fue un punto de inflexión tras el cual continuó la caliente conversación y las confidencias de mi madre haciéndome partícipe de su rollete con nuestros vecinos.

-¿Si, hijo, de verdad te parece bien cómo me estaba portando con Rafa y Mario? ¿Te parece bien que me besara de esa manera con los dos y… bueno… que me dejara meter mano y eso? –Me preguntaba ella, sin duda buscando mi aprobación y complicidad, antes de proseguir con su relato.

-Pues claro, mamá. No sólo bien; me parece estupendo. Y me está gustando mucho que me lo cuentes. Sigue, por favor.

-Bueno, pues como puedes imaginarte pronto me tuvieron en bragas y sujetador y… Bueno, esas prendas tampoco duraron mucho, ji, ji, ji… Rafa me quitó el sujetador y tras deshacerse en elogios hacia mis tetas, y mira que no las tengo grandes y de hecho ya están bastante caídas, me las empezó a chupar. ¡Qué gusto me daba el condenado chupándome los pezones! Luego me empezaron a chupar una teta cada uno y yo, bueno, además de sentirme una zorra por estar dejándome chupar las tetas por dos hombres a la vez, la verdad es que me sentía en el séptimo cielo. Parecía que mis tetas eran las que más les gustaban del mundo y como te decía antes ni son muy grandes ni las tengo ya tan duras como cuando era joven, ya ves ¿verdad?

-Bueno, mamá, no te las veo, no, aunque no me importaría porque yo también creo que las debes tener muy bonitas. –Me atreví a decirle yo, aunque enseguida me entró una cierta aprensión y temor a la reacción de mi madre. A ver si por haberme propasado diciéndole mi madre que no me importaría verle las tetas se iba a cortar aquel momento y con él el excitante relato de su aventura con los vecinos…

Pero no. Mi madre estalló en una carcajada y abriéndose un poco la blusa y mostrando su canalillo, me dijo:

-Bueno, hijo. No me digas que tú también quieres verle las tetas a tu madre... Aunque claro, después de estarte contando todo esto supongo que no importa que me las veas, ¿verdad?

-Claro, mamá, así que anda, enséñamelas, para que vea por qué les gustan tanto a Rafa y a Mario y sigue contando, anda.

-¿De verdad quieres vérmelas, hijo? ¿Aunque sean las tetas de tu madre? –Preguntó de manera retórica pues era evidente que me las iba a enseñar.

-Precisamente por ser las tetas de mi madre tengo más ganas de verlas, te lo aseguro.

Mi madre sonrió con coquetería ante mi respuesta y acabó de abrirse la blusa del todo. A continuación se sacó los pechos por encima del sujetador dejando ante mis ojos sus fabulosas tetas. Estas son más bien redondas, no muy grandes pero de un tamaño más que respetable, con unas areolas marrones también de tamaño contenido y unos pezones oscuros y muy salidos. Me excitó mucho vérselas y tuve que contenerme para no lanzarme yo también a chuparle las tetas como habían hecho mis dos vecinos según ella me estaba contando. A mí me apetecía vérselas colgando libres así que le sugerí que se quitara por completo el sujetador y ella sonriendo, y hasta cierto punto con cierta sorpresa para mí, accedió sin problemas. Así que se quitó la blusa por entero y luego el sujetador dejando sus bonitas tetas colgando ante mi vista. Yo también se las piropeé con ganas y le dije que entendía perfectamente que nuestros vecinos se las hubieran magreado y comido a tope porque tenía unas tetas muy apetitosas. Mi madre rio complacida y seguidamente, ante mis requerimientos, siguió narrándome su aventura erótica con nuestros vecinos pero dejando sus tetas al aire ya permanentemente ante mi vista para mi completa excitación y sin que pudiera apartar mi mirada de ellas.

-Bueno, pues como te decía, hijo, me estuvieron chupando las tetas los dos un buen rato y me pusieron…bueno, ya sabes, cachonda a tope, como te puedes imaginar. Así que cuando Mario me quiso quitar las bragas no me opuse y claro, enseguida estuve completamente desnuda delante de ellos y con todo el felpudo al aire. Me seguían besando y yo disfrutaba una barbaridad de aquellos besos de los dos, me magreaban todo lo que querían y me tocaron incluso el coño, que se me puso como un bebedero de patos, claro. Hijo, no te lo vas a creer de tu madre pero yo estaba tan cachonda que hasta me atreví a tocarles a ellos la polla por encima del pantalón mientras ellos me sobaban el coño, el culo y todo lo que se les antojaba. Después de que yo les toqué un poco los cipotes ellos se quitaron la ropa y se quedaron tan desnudos como yo, con todos sus gordos cipotazos al aire allí delante de mí. Hijo, ver sus pollas tan duras ya me puso a cien. Les hubiera dejado hacerme de todo, como te decía pero la verdad es que me causó una buena sorpresa cuando Mario me acercó la polla a la boca y me dijo que se la chupara. Hijo… -Y mi madre dudó un poco.

-Sigue, mamá, que no me voy a asustar por lo que me vayas a contar ahora. De hecho estoy seguro de que me va a gustar oírte contármelo. –Y en ese momento sí que me atreví a acercar mis manos a sus tetas y rozar muy brevemente con los dedos el pezón de su teta izquierda. Ella sonrió aceptando mi caricia y continuó:

-Bueno, para ti, que eres joven y habrás tenido tus líos con chicas de ahora, que son tan lanzadas, te parecerá normal pero te puedo asegurar que a mí me sorprendió bastante que me dijera que le chupara la polla. No es que sea una mojigata y ya se lo que es eso, claro; pero me sorprendió porque eso no se lo he hecho nunca ni a tu padre, fíjate. Sin embargo, y aquí viene lo bueno, yo estaba tan cachonda que no sólo no me importaba sino que hasta me apeteció, fíjate. Pensarás que tu madre es una guarra, hijo.

-Pienso que eres estupenda, mamá. E hiciste bien si se la chupaste, sobre todo si te apetecía y porque a él le encantaría que se la mamara una hembra tan maciza y buenorra como tú, mamá.

-Ja, ja, ja… -Rió mi madre divertida y complacida por mis palabras-. ¿Sí, hijo, te parece bien que mamá haga esas cochinadas? Bueno, pues eso, lo hice. Se la mamé.

-Bien hecho, mamá.

-¡Ay, si es que ahora al decirlo así en voz alta me da no se qué! –Decía mi madre pero riendo divertida más que realmente avergonzada.

-Me encanta que mi madre haga cochinadas y que me las cuente –Le dije yo riendo para animarla a que siguiera con su relato. Y de paso le di un nuevo piquito, esta vez sin lengua, y le volví a acariciar su teta izquierda, ahora con más decisión que la vez anterior en la que apenas le habían rozado un poco el pezón, sin que a ella mi caricia le molestara en absoluto.

-Ja, ja… Gracias, hijo. Pues bueno, como te decía, lo hice. Y aunque era la primera polla que me metía en la boca en mi vida, no lo debí hacer mal a juzgar por lo que me decía Mario mientras se la chupaba. Fíjate, me empezó a llamar mamona y hasta puta y ¿puedes creer que no me molestaba que me dijera esas cosas? Casi me calentaba todavía más que me llamara zorra y cosas así mientras se la chupaba. Yo notaba que le estaba gustando lo que le hacía y a mí eso también me gustaba y me calentaba. Además, mientras tanto, Rafa no se estaba quieto y me estaba tocando las tetas y toda la raja y poniéndome a cien. ¡Qué gustazo me estaba dando el cabrón metiéndome los dedos en el conejo, que yo tenía completamente húmedo y baboso! No te lo puedes ni imaginar. Después se cambiaron y yo pues como te puedes imaginar se la chupé también a Rafa y hasta le tocaba los huevos mientras se la mamaba. Mario entonces me empezó no solo a tocar el coño sino que se agachó entre mis piernas y no te lo vas a creer, hijo, pero me empezó a chupar el chocho; ¡como lo oyes! Me pasaba la lengua arriba y abajo por toda la raja y yo bueno, yo creía que me derretía de gusto. Tu padre nunca me ha hecho una cerdada semejante, claro, y estaba que me deshacía del gustazo que me daba el muy cabrón. Y entonces me vino el gustazo o el orgasmo, que creo que es como lo llamáis ahora ¿no? Fue tremendo y hasta tuve que dejar de mamarle la polla a Rafa y eso que me gustaba tenerla en la boca y estársela chupando.

Mi madre se paró un poco en su relato y me miró con una sonrisa inquisitiva. Yo entonces le dije:

-Mamá, es estupendo que te hayas portado así con esos dos chicos. Me alegro mucho de que disfrutaras con ellos a tope y ellos y de ese orgasmo que tuviste con la lamida de chochito que te hizo Mario. ¡Hay que ver qué bien se lo tuvieron que pasar contigo! ¿Eh? Que no se disfruta todos los días de una verdadera hembra maciza como tú. Pero sobre todo me alegro muchísimo de que tú lo disfrutaras tanto como cuentas. Eso es lo mejor de todo, mamá.

-¿De verdad, hijo? ¿Te está pareciendo bien todo esto que te estoy contando? ¿No te parezco una zorra indecente?

-Me está pareciendo estupendo, mamá. De verdad. Y sobre lo de si me pareces una zorra indecente ya hablaremos luego, ya. Que igual también me parece bien que lo seas.

-¡Ay, qué pillo estás hecho tú también! –Respondió ella con un evidente brillo de satisfacción en la mirada y mientras soltaba una risita de satisfacción por mis palabras. –Y entonces fue ella la que se inclinó un poquito hacia mí para darme un besito, y fue ella la que se acercó ya con la lengua fuera así que yo respondí de la misma manera y nos dimos un nuevo morreo, aún más largo que el anterior y durante el cual yo aproveche ya para acariciar completamente con la mano una de sus tetas sopesándola por completo, acariciándola en todo su volumen y sobándosela a conciencia.

Cuando nos separamos ella sonrió, nos dimos otro suave piquito y yo le dije:

-Anda, mamá; sigue contando, sigue.

Y mi madre prosiguió su relato.

-Bueno, hijo, pues como te decía, después de que me viniera el gustazo o el orgasmo o eso, ellos siguieron sobándome y besándome y bueno, que yo estaba como un horno así que como yo también hacía de las mías tocándoles las pollas, ellos ya me dijeron que me iban a follar. Y sólo con decirme eso creo que a mí me dio como una corriente en el coño, de lo calentorra que estaba, fíjate. Bueno, la cosa es que me pusieron a cuatro patas sobre el sofá y Mario se colocó detrás de mí y me empezó a pasar toda la polla por la raja del culo y del chocho hasta que en pleno delirio mío, porque yo no había estado tan calentorra en la vida, me la metió en el chocho haciéndome dar un grito de gusto y me empezó a follar. Yo me derretía del gustazo. Y mientras tanto, además, Rafa me apretaba las tetas, me morreaba y me acercaba la polla a la boca, bueno, que me hacía de todo para tenerme cachonda perdida. Claro, con esas cosas no tardé nada en que me viniera de nuevo el orgasmo y bueno, tuve un gustazo tremendo, pero tremendo de verdad y creo que hasta chillé como una loca mientras ellos decían “Mira a la muy puta como goza y cómo le gusta el rabo” y cosas así. A mí que me dijeran eso me hacía sentirme tan mujer que no me molestaba en absoluto, todo lo contrario, quería que me siguieran llamando puta, zorra, golfa y todo lo que se les ocurriera. No se si me explico… No se si me entiendes, cariño…

-Claro que te entiendo, mamá. Estabas disfrutando tan plenamente que no sólo no te importaba sino que te gustaba estar siendo una putona viciosa.

-Eso es, mi amor. ¡Hay que ver cómo entiendes a tu madre, cariño mío! –Y nuevo beso con lengua que me dio mi madre, bien denso, bien intenso. Y yo nueva sobada a sus deliciosas y colgonas tetas y también una buena sobada a uno de sus gordos muslazos.

-Sigue, mamá. Sigue contándome, que esa escena es estupenda.

-Sí, cariño; te lo cuento todo. Bueno, pues Mario siguió follándome y poco después me dijo que se iba a correr y que dónde quería que me lo echara. Yo le dije que no había ningún problema y que me lo echara donde quisiera porque como ya se me ha retirado la regla pues lo que es por eso puedo follar todo lo que quiera, que por eso creo que me he vuelto tan cachonda, por cierto, no creas. Bueno la cosa es que me dijo que me lo echaba donde yo quisiera y yo le dije que me lo echara dentro porque me apetecía la idea de que me soltara toda la lechada en el higo. Y así lo hizo el cabronazo; se corrió dentro de mi coño y en ese momento, cuando sentía sus descargas de lefa en mi chocho, me volvió a venir el gustazo y tuve otro de esos orgasmos pero bestiales ¿eh? Realmente tan intenso como no recuerdo otro.

A mi oírle contar todo esto a mi madre me estaba poniendo realmente a punto de correrme y si a ello añadimos que mientras lo hacía estaba delante de mí con las tetas al aire y el muslamen a la vista pues ya qué puedo decir. Le insté a mi madre a que siguiera contándome su aventura con detalle y ella así lo hizo.

-Bueno, hijo, pues después de ese polvazo fue Rafa el que me la metió. Y no veas el gustazo que me dio el cabronazo. Yo es que me derretía de gusto, de verdad. Casi no puedo explicar con palabras todo lo que sentía, lo excitada que estaba y lo que disfruté. Con Rafa tuve otro orgasmo y después de ese, y mientras él seguía jodiéndome a todo trapo, su hermano me metió la polla en la boca y yo se la empecé a mamar mientras él me tocaba las tetas estirándome de los pezones. Creo que los tres nos lo estábamos pasando en grande y así estuvimos gozando como cerdos hasta que Rafa se corrió y yo tuve otro de esos orgasmos y en ese momento también se corrió Mario echándome toda la leche en la cara y dejándomela toda perdida de lechada mientras me volvía a llamar zorra y golfa y cosas así y yo reía encantada con sus “piropos”.

-¡Qué bien, mamá!

-Después de correrse en mi cara Mario estuvo dándome besos, tanto piquitos como morreos, mientras me decía “Putita, putita”. Y también Rafa me dio después varios besos mientras me llamaba golfona y cosas así. Y mira, hijo, no se qué te parecerá pero a mí me encantaba que me llamaran golfa y putita una y otra vez mientras me besuqueaban.

-Me parece estupendo, mamá. Y que sepas que a mí también me gusta mucho que te portaras como una putita; estoy muy orgulloso de ti, mamá.

Mi madre rio divertida con mis palabras y concluyó diciendo:

-Y bueno, pues eso fue todo más o menos.

-¡Qué bien te lo tuviste que pasar, mamá, y sobre todo qué bien se lo tuvieron que pasar ellos, porque hacer esas cosas con una mujer tan maciza como tú...!

Mi madre reía complacida por mis palabras y su risa hacía que sus tetas se movieran de modo que mi excitación crecía y crecía.

-¿De verdad, hijo? ¿Te parezco una mujer maciza y atractiva? Si tú las tendrás a patadas mucho mejores que yo y sobre todo más jóvenes...

-Pues nunca me he tirado a una mujer como tú, mamá. Así, madurita, maciza y cachonda. Y no veas cómo me gustaría. Vamos, que les tengo una envidia a Rafa y a Mario que para qué te voy a contar.

Mi madre continuaba riendo complacida y me decía:

-¡Anda hombre! ¿De verdad te iba a gustar hacer esas cosas con una mujer como yo, que ya soy una vieja?

-Lo que eres es una tía cojonuda, mamá, y para muestra ahí están esas tetas que vamos, están para comérselas.

Y entonces, mientras mi madre reía y reía, me atreví a tocárselas de nuevo un poco. Mi intención era acariciarle una teta brevemente pero como al poner mi mano sobre una de sus tetas ella siguió riendo sin hacer el menor gesto por retirármela yo continué sobándole su pecho y me atreví ahora a poner mis dos manos sobre sus dos tetas. Se las acaricié y sobé a base de bien mientras ella reía complacida y sin mostrar el menor disgusto por mi atrevida acción. Al cabo de un rato de manoseo me dijo de manera coqueta pero sin querer poner fin a mi sobeteo:

-Cariño, ¿de verdad te gustan las tetas de mamá?

- Ya lo creo, mamá. Y no sabes cuánto.

-No son unas tetonas de esas enormes que tanto os gustan a los hombres, son normalitas y ya un poco caídas…

-Son unas tetas cojonudas –rebatí yo mientras intensificaba mi manoseo en sus deliciosos pechos.

Como ella sonrió sin apartarse en absoluto, yo seguí sobándoselas y para dar una cierta continuación a nuestra conversación, mientras se las magreaba, le dije:

-Tienes que seguir haciendo cosas de esas con Rafa y con Mario ¿eh, mamá? La cosa es que te lo pases bien. Bueno, con Rafa y con Mario y con quien más quieras, que seguro que te puedes llevar al huerto a cualquier tío que te guste, mamá, que estás buenorra de verdad. A mi además me parece estupendo que lo hagas, desde luego.

-Ya veo, hijo, y me alegro.

-Bueno, entonces ¿cuándo va a ser la próxima vez que te cepilles a esos dos calentorros admiradores tuyos, eh?

-¡Ay, hijo, qué cosas tienes! Pero mira, te diré una cosa. Ellos ya me han dicho para quedar mañana a la tarde y lo que no sabes es lo que me han pedido. Bueno, la verdad que tengo que decirte que lo de estas medias no ha sido una equivocación sino que ellos me han pedido que me las compre porque dicen que les gustaría mucho verme sólo con ellas. Y no veas, también me han dicho que les gustaría mucho verme con el chocho depilado. ¿Qué te parece? Son viciosos, ¿eh?

-Bueno, con las medias estás de vicio, mamá. Así te lo digo. Y con el chichi depilado, si es que les gusta así, seguro que los pones como motos y te follan pero a base de bien y ya verás el gustazo que te dan así que...

-¿A ti también te gustan los coños depilados, hijo?

-Bueno, si te soy sincero, yo los prefiero un poco peluditos, pero entiendo muy bien que a algunos hombres les gusten las mujeres con el chichi depilado.

-Ya, no se… Es que yo no me voy a ponerme a afeitármelo. Vamos es que casi hasta me da miedo no me vaya a cortar. Y no se… Además, si me lo ve tu padre depilado bueno, no se qué le voy a decir...

-Bueno, mamá. Pues le dices que te lo has depilado para calentarlo más.

-Y eso que seguro que no tendría ni que inventarme nada porque tu padre me ve el coño de Pascuas a Ramos...

-Pues entonces... No hay problema por ningún lado. –Le decía yo mientras seguía tocándole las tetas con ganas y aparentemente con su completa aceptación.

- No se, cariño ¿tú qué harías?

-Aféitatelo, mamá. Y verás lo gordas que les pones las pollas a Rafa y a Mario la próxima vez que te vean en pelotas.

-¡Hala, hijo! Así dicho parece que tu madre es... Bueno, y es que igual lo soy ¿no? Una viciosa calentorra que va por ahí follándose a tíos sin parar.

-Eso no tendría nada de malo, mamá. Es más, yo diría que eso tendría mucho de bueno…

-¡Ay, pero cómo eres, cariño! –dijo ella divertida-. No cabe ninguna duda de que te gusta que mamá sea un poco golfilla, ¿eh?

-Pues claro, mamá. Cuanto más mejor viciosilla y cachonda seas mejor para ti; tienes que pasártelo bien, que con eso no haces daño a nadie.

-Ja, ja, ja… Bueno eso de que voy por ahí follándome tíos sin parar desde luego no lo soy porque sólo lo he hecho con estos dos, pero lo de viciosa y cachonda, ja, ja, ja... Me parece que más de lo que yo misma imaginaba.

Mi madre se estaba reconociendo a sí mismo como una viciosa y una calentorra. Era increíble y tremendamente excitante. Nunca hubiera imaginado algo así, una confidencia de semejante calibre, y eso que mi madre y yo hemos tenido desde siempre una enorme confianza para contarnos de todo.

-Pues si lo eres mejor, mamá. –Apostillé yo reforzando aquel atrevido y excitante planteamiento suyo.- Y ojalá te tires a muchos otros tíos además de estos dos, que seguro que hay muchos deseando tocarte estas tetas tan ricas que tienes. –Y añadí con toda intención-: A mí por lo menos me está encantando.

-¿De verdad, cariño? ¿Aunque sea tu madre? Pues toca, hijo, toca –dijo ella riendo-. Tócale las domingas a tu madre, que no se las van a tocar otros y no mi propio hijo si es que de verdad te gustan tanto, cariño. Tú a mamá puedes tocarle todo lo que quieras, mi amor.

-Te tomo la palabra ¿eh, mamá? –Le dije yo en tono de broma pero completamente excitado por la idea de poder tocarle a mi madre su fabuloso cuerpazo de jamona sin ninguna restricción.

Ella hizo un mohín simpático y volvió al tema que sin duda le preocupaba:

-Bueno, entonces ¿me afeito el chocho o no? Es que yo... Bueno, me da mucho corte decirte esto, pero… Es que… Si me lo afeitaras tú ¿eh? ¿Qué te parece? Es que seguro que me lo haces mejor. Es que a mi hasta me da miedo cortarme, porque eso lo tendría que hacer con la maquinilla de afeitar ¿no? Fíjate que había pensado utilizar la de tu padre... ja, ja, ja… Encima de cornudo... ja, ja, ja…

Los dos reímos y yo entonces me ofrecí a afeitarle el coño a mi madre pues la sola perspectiva de verle el conejo ya me ponía completamente a mil.

-De acuerdo, mamá; te ayudo encantado. Pero… te voy a ver el coño…

-Uy, ja, ja, ja… ¿Después de todo lo que te he contado crees que va a importarme que me veas el chichi?… Y ya me estás viendo desde hace un rato las tetas y hasta tocándomelas, así que… No creas que voy a tener ningún problema en enseñarte el conejo. Es más, encantada y agradecida por tu ayuda, cariño mío. –Y nuevo piquito intenso de mi madre que casi hace que me corra.

-Qué bien, mamá, porque debo confesarte que estoy deseando vértelo. Además si te lo afeito yo, al menos al principio te lo veré con pelo, que a mí me gustan más. ¿Lo tienes muy peludito, mamá?

-¡Ay, hijo, qué cosas me preguntas! –Se rió ella-. No, no se… normal, supongo, ja, ja, ja…

-Seguro que muy bonito…

-Oye hijo, si quieres no me lo depilo –Me dijo entonces mi madre sorprendiéndome un tanto por su aparente disposición a complacerme a mí en cuanto a gustos estéticos sobre su coño.

-No, mamá. Que seguro que afeitadito también lo tienes muy bonito. Y además el pelo, crece. Y ya tendré oportunidad de volver a vértelo cuando vuelvas a tenerlo peludito, espero…

-Ay, qué pillo eres, mi amor –sonrió ella con picardía dando tácitamente por buena la idea de dejarme verle el coño de nuevo cuando volviera a crecerle el vello-. Bueno, pues venga, hijo. Si me lo haces tú, sí que me lo afeito. Y a ver cómo reaccionan ese par de viciosos cuando me vean con el chocho peladito.

Así que con mi polla llegando a extremos de erección nunca antes conocidos, le confirmé a mi madre mi disposición para rasurarle el conejo de modo que ella, entre risas pícaras se quitó la falda. Cuando iba a hacer lo propio con las bragas me dijo:

-Hijo, tienes razón; es que voy a enseñarte el coño... Bueno, quiero decir que ponerme toda espatarrada delante de ti siendo mi hijo... no se. A mí no me importa pero igual tú piensas que tu madre es demasiado zorra ¿no?

-¡Ah, es eso! Vaya, mamá. Pensaba que ibas a decirme que no querías enseñarme el chichi y ya me estabas dando un disgusto. Mira, mamá; te diré una cosa. Nunca pensaré que eres demasiado zorra y ¿sabes por qué? Pues porque a mí siempre me gustará que seas todavía más zorra si es que puede ser, que así es como tú te lo vas a pasar mejor. Y si además lo compartes conmigo pues ni te digo.

Los dos estallamos en una carcajada mientras mi madre ya se quitaba las bragas dejando ante mi vista su frondoso conejazo, que por cierto, me pareció el más excitante que he visto en mi vida. Peludo y frondoso pero sin exageración, con un vello negro que empezaba a ser menos denso en la zona superior más alejada de la raja. Una preciosidad de chocho, en suma.

-¡Mamá, la verdad es que tienes un chocho precioso, eh! ¡Pero qué buenorra estás, maciza! Y lo tienes bien peludito ¿eh? Aquí hay trabajo para la maquinilla y para las tijeras primero.

Y entonces me atreví a ponerle una mano encima del chocho a mi madre acariciando su abundante pelambrera. Quería ver cómo reaccionaba ante mi atrevimiento pues una cosa era ayudarla a depilarse el coño y otra sobárselo así, por las buenas, pero su reacción no pudo ser mejor pues sin oponerse en absoluto a mi atrevidísima caricia y sonriéndome con malicia me dijo:

-Bueno, hijo. ¿Entonces también te gusta tocarle el chichi a tu madre?

-Es que lo tienes precioso, mamá, precioso. Peludito y atractivo a más no poder.

-Ya veo que te gustan los chochos con pelo, hijo. Ja, ja, ja… Antes, cuando era más joven, lo tenía aún más frondoso y denso; un buen felpudo, vamos, ja, ja, ja… Ahora ya no es tanto pero sigue siendo peludito, ¿a que sí, cariño? ¿De verdad te gusta el chichi de mamá?

-Muchísimo –Y entonces mi madre me agarró de la cara, me acercó a la suya y me dio un beso sacando la lengua que casi hizo que me corriera allí mismo.

Luego le dije que iba a por mis útiles de afeitado. Cuando volví al salón ella se había quitado la blusa de modo que estaba prácticamente en pelotas llevando sólo aquellas excitantes medias.

-Es por si me la mojo. –Me dijo con malicia a modo de explicación sobre la ausencia de su blusa.

La verdad es que mi madre estaba para hacerle muchas más cosas que afeitarle el coño. Sus fabulosas tetas, sus muslazos y su peludo chochazo allí plenamente exhibido ante mi invitaban a hacer con ella un buen montón de guarradas. Y el hecho de que se tratara de mi madre aún me excitaba y calentaba más para hacerle de todo a la muy golfa.

-Bueno, mamá. Le dije mientras agitaba la espuma. ¿Te lo afeito enterito o te dejo unos pelitos así en la parte superior?

-Hijo, pues no sé. Házmelo como a ti te guste ¿no? Si a ti te gusta cómo me queda el chichi a mí también me va a gustar, cariño.

Yo le expliqué entonces que por mi le dejaría un pequeño triangulito de vello en la zona superior del pubis descubriendo, eso sí, toda la zona de los labios vaginales. Ella me contestó que le parecía bien pero me dijo que así no estaba afeitado y que de hecho, de pie quizá pareciera que estaba sólo arreglado y que entonces de qué serviría tener bien afeitada toda la zona de la raja.

-Pues hombre, mamá. Así estará bien para que cuando te espatarres delante de un tío él te lo pueda chupar a base de bien y darte un buen gustazo con la lengua sin tener que comerse ningún pelo tuyo ¿no?

-¡Ay, hijo, qué cosas le dices a tu madre! –Dijo mi madre disimulando un cierto escándalo pero con una evidente voz llena de picardía-. ¿Entonces a ti también te parece bien eso de chupar ahí abajo?

-Pues claro, mamá. Es un sitio fabuloso para pasar la lengua. Y si se trata de un coñazo tan bueno como el tuyo pues ni te digo.

Los dos reímos de nuevo y yo ya me dispuse a llevar a cabo el depilado del coño de mi madre.

-Primero te voy a recortar con la tijera un poquito, mamá, para que luego con la máquina de afeitar haya que llevarse menos pelo y te resulte más agradable.

-Hazlo como quieras, cariño. Hazme lo que quieras ahí abajo que a mí me va a gustar.

-¿Lo que quiera, lo que quiera...? –Pregunté yo con sorna y picardía mientras empezaba a rebajarle con la tijera su abundante pelambrera púbica.

-Lo que quieras. –Respondió ella remarcando sus palabras y acompañándolas de un guiño y una sonrisa maliciosa-. Cualquier cosa que tú me hagas me va a gustar, cariño, puedes estar seguro.

Los dos nos miramos con una sonrisa cómplice y maliciosa y yo continué con mi tarea.

Después de recortarle con la tijera cuanto pude su vello púbico, me eché espuma de afeitar en una mano y se la fui extendiendo, con gran excitación, todo hay que decirlo por su chocho. Le había dejado un breve y estrecho triangulito muy rebajado en la parte superior del coño y esa fue la única zona que no impregné de espuma. Con extremo cuidado le fui rasurando el conejo hasta dejárselo completamente afeitado a excepción del mencionado breve triángulo en la parte superior.

Cuando lo tuvo afeitado le retiré los restos de jabón, se lo limpié bien con una toalla y mirándoselo con detalle le dije:

- Mamá, tienes el chocho más apetecible del mundo, está para comérselo.

Ella se lo tocó para comprobar que el afeitado era completo y me dijo:

-Hijo, ¿de verdad crees que apetece comérselo? Es un coño... es el coño de tu madre...

-Pues precisamente por eso mamá.

Y entonces, sin pensarlo más, me acerqué con la boca a su limpio conejo y le pasé la lengua por toda la raja encontrándomela humedísima.

-Mamá, lo siento... Igual no debía...

Ella, según estaba sentada en el sofá, echó la cabeza hacia atrás, exhaló un hondo y quedo gemido, contenido seguro más por la vergüenza y el pudor, que por otra cosa y dijo:

-Bueno, hijo, bueno. Si te ha apetecido hacerlo… Por mí no hay problema. Yo lo único que puedo decir es que me alegro de que te guste de esta manera el coño de tu madre, cariño.

-Es que no he podido resistirme… Verte así, con las piernas abiertas y toda esa rajaza ahí, tan apetecible…

-Ja, ja, ja… ¿Te gusta ver a mamá con esta postura de golfa, toda espatarrada, cariño?

-Claro; estás preciosa. Y con ese chichi tan atractivo… No pensaba que me fuera a gustar así afeitadito, pero… Está para comérselo; ya has visto, je, je… No he podido contenerme; espero que no te haya molestado…

-¿Molestarme? Desde luego me ha gustado mucho. Igual es que le estoy cogiendo gusto a eso de que me pasen la lengua por el higo...

-Bueno, pues eso no está mal, ya te digo. Yo también lo decía porque siendo tú mi madre...

-Bueno, si tú ya has dicho que no te importa que sea así de... así de zorra, a mi no me va a importar que tú también me hagas cosas como esa; todo lo contrario, me gusta mucho. –Y luego añadió con un gesto un tanto compungido:- ¡Ay, por Dios! ¿Seré zorra? Mira que decirle eso a mi propio hijo…

-Mamá, es maravilloso que me digas que te gusta que te chupe el chichi.

-¿De verdad, cariño?

-Pues claro, y a mí me encanta que me dejes chupártelo, que te parezca bien.

-Hombre, ya sólo faltaba que tu madre se abra de piernas y se deje hacer de todo por otros hombres y que si a ti, siendo mi hijo, también te apetece, no te deje ¿no? Además, con lo bien que usas la lengua... ja, ja, ja.

-La verdad es que la lengua da mucho gustito en esos sitios ¿verdad?

Entonces mi madre reaccionó como yo no me esperaba y dijo:

-Mira, tengo una idea. Tú, como parece que te gusta, me chupas ahí abajo y yo, si me enseñas la polla te la chupo también ¿te parece, hijo?

Yo creo me quedé unos cuantos segundos sin respiración, anonadado y sorprendido y luego musité:

-Bueno, mamá, qué quieres que te diga.

-Pues dime que te apetece meterle la polla en la boca a la zorra de tu madre, que cuando estoy con el coño al aire y así de cachonda, me encanta oír esas cosas, ja, ja, ja…

-
 

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
6,204
Likes Recibidos
2,514
Puntos
113
 
 
 
-
Las Historias de mi Madre - Capítulo 003


Tras afeitarle el coño a mi madre y darle una lamida en su rajaza, cosa que no pude evitar al verle su coño recién rasurado, mi madre había reaccionado muy positivamente, hasta el punto de proponerme que yo le comiera el coño mientras ella me lamía la polla. Su propuesta, que yo nunca hubiera imaginado ni concebido ni en el más caliente de mis sueños, me había dejado sin palabras; mi madre me estaba proponiendo, nada más y nada menos, que hacer un 69 con ella. La conversación con mi madre me había descubierto en ella a una calentorra relativamente fácil de seducir y ansiosa por experimentar todo el sexo que seguramente con mi padre nunca había probado. No obstante su facilidad para dar lugar a situaciones claramente sexuales entre ella y yo mismo, su hijo, no dejaba de sorprenderme a la vez que excitarme brutalmente. Como decía, me quedé sin palabras ante su propuesta, pero eso no era mayor problema porque desde luego aquel no era el momento para hablar sino para hacer.

No tardé ni dos segundos en desprenderme del pantalón y el calzoncillo y de quedarme completamente en pelotas. Mi madre enseguida me echó mano al paquete sopesando sobre todo mis huevos, que tengo grandes y colgones y parecieron gustarle.

-Vaya paquete, hijo. Esto también está para comérselo. –Y diciendo esto aproximó su boca a mi polla, sacó su larga y húmeda lengua y empezó a darme lamiditas en el glande provocándome el mayor placer que yo hubiera experimentado jamás hasta aquel momento. La imagen no podía ser más excitante: mi madre sacando la lengua para aproximarla a mi prepucio y empezar a darme unas riquísimas lamiditas, llenas de babas, en mi polla, que ya de por sí estaba humedísima y llena de abundante y espeso líquido preseminal, fruto de toda la excitación acumulada desde que mi madre decidiera contarme a modo de confidencia su aventurita con nuestros vecinos. Mientras me lamía el glande, mi madre también me acariciaba con verdadera delectación mis huevos mientras yo gemía.

-¡Joder, mamá, qué gusto!

-¡Vaya huevazos tienes, hijo! Los tienes muy grandes, da gusto sobártelos. No había visto nunca unos tan grandes. Me ponen muy cachonda estos huevazos.

-Pues no se qué decir, mamá… que me alegro y que ahí los tienes para que los sobes, los lamas y hagas todo lo que te apetezca. –Le respondí yo entusiasmado con su actitud.

-¡Qué buenos! –decía mientras me los sopesaba y les daba besitos y suaves lamiditas para luego añadir como explicación a su entusiasmo por mis huevos-: Supongo que será como la atracción que sentís vosotros por las tetas gordas de las mujeres…

Lo cierto es que, si bien mi polla es digamos normal, mis huevos sí que es cierto que son gordos y grandes con respecto a la media, y al parecer a mi madre le gustaban y excitaban especialmente, cosa que, por supuesto, me agradó.

-Pues disfrútalos todo lo que quieras, mamá. Ahí los tienes enteritos para ti. Pero si te parece, mientras tú te ocupas de mi polla y mis huevos, déjame que yo haga lo propio con esa rica almejaza rasurada tuya, anda.

Mi madre sonrió con una expresión de vicio que yo nunca había visto en ella, claro, y se incorporó para colocarnos de modo que pudiéramos ambos seguir degustando cada uno los genitales del otro. Yo me tumbé en el sofá y le indiqué a mi madre que se pusiera sobre mí en posición invertida formando por tanto el típico 69 sexual. Ella se reía mientras se colocaba sobre mí y cuando finalmente estuvimos en disposición de lamernos los genitales cada uno al otro, comenzamos a darnos gusto con las lenguas en tan erótica postura. Yo seguí con la tónica de lamerle toda la rajaza a mi madre y de concentrarme de tanto en cuanto en su clítoris, proporcionándole un más que intenso y evidente placer. También aprovechaba para acariciarle sus gordos muslazos y sus tremendas nalgas apretando su culo hacia abajo para así tener un mejor y más profundo acceso a su vagina. Mi excitación era enorme y la de ella parecía serlo también. Me chupaba con verdadera habilidad y me acariciaba con sensualidad toda mi zona genital. Para haber empezado, según ella me había contando, hacía pocos días a chupar nabos masculinos, no lo hacía nada mal la muy zorra, desde luego.

Pronto comprobé de nuevo que de hecho a ella le habían gustado y mucho mis testículos pues no dejaba de sobármelos suavemente mientras me lamía la polla y también con gran frecuencia dirigía su hábil legua hacia ellos y me los lamía y baboseaba con ganas. Por otro lado, a mí, tener el tremendo culazo de mi madre allí ante mi cara, tan expuesto y ofrecido, hizo que no me pudiera resistir de modo que mientras le lamía el chocho, también le acariciaba alguna vez muy suavemente su ano. Como mi madre, lejos de molestarle mis caricias en su ojete, gemía mostrando su satisfacción cada vez que se lo acariciaba, me decidí a darle una lamida también allí así que deje que la punta de mi lengua resbalara hacia su ano y rodeara todo su agujerito para luego tratar de meterla un poquito en su atractivo culo. Mi madre dio un respingo e interrumpiendo brevemente la babosa comida de huevos que en aquel momento me estaba haciendo, dijo:

-Cariño, qué cerdada más rica le estás haciendo a mamá. Eres un cochino, ¿eh? Pero me encanta, hijo. Ji, ji, ji…

Yo como respuesta, volvía a lamerle el ano y ella volvió a gemir mostrando su satisfacción.

-Tienes un culito muy rico, mamá. Me encanta. Siempre me ha gustado tu culazo, tan redondo y gordito. Y ahora que tengo tu ojete aquí al alcance de mi lengua no he podido resistirme.

-Pues sigue, hijo, sigue. Dale besitos en el culo a mamá. Y si son con lengua, mejor, ji, ji, ji…

Así que proseguí lengüeteándole su agujerito marrón y disfrutando enormemente con ello pues me resultaba tremendamente erótico, guarro y excitante a la vez lamerle el culo a mi madre, especialmente además precisamente por eso, por ser el culo de mi madre. Lo mejor fue que segundos después de reanudar mis lamidas en su ojete noté como la humedísima lengua de mi madre se deslizaba desde mis testículos hacia abajo hasta alcanzar también mi ano y entonces fue mi madre la que me estuvo dando unas lamiditas en el ojete que me llevaron al séptimo cielo.

-¡Mamá, qué me haces! –le decía yo en pleno delirio.

-Pues lo mismo que tú, cariño. Darte gustito en el culo con la lengua. ¿A qué te gusta que mamá sea así de cerdita, cariño?

-No puedes imaginarte cuánto, guarrona.

-Ji, ji, ji… -Reía ella pícaramente para a continuación seguir jugando con su hábil lengua en mi culo, en mis huevos y en mi polla.

Nuestra excitación era enorme y claro, yo no aguanté demasiado. No llevaríamos ni cinco minutos lamiéndonos mutuamente cuando noté que mi corrida era inminente, máxime tras su lengüeteo en mi culo. Mi descarga de lefa estaba a punto de salir y así se lo dije a mi madre. Ella entonces, con una risita de satisfacción, dejó de lamerme la polla, que era de lo que se estaba ocupando en aquel preciso momento, y se apartó ligeramente para recibir en su cuello y pecho toda mi abundante descarga de semen, retenida desde que habíamos empezado aquella tarde nuestra conversación confidencial. Una vez yo me hube corrido, arrecié en mis lamidas en su coño, centrándome en su clítoris, y entonces fue ella la que segundos después prorrumpió en un sonoro grito que anunciaba su brutal orgasmo. Los dos nos quedamos brevemente tumbados, relajándonos tras el intenso placer. Luego ya nos incorporamos y nos sentamos en el sofá mientras nos dábamos un beso intensísimo y lleno de saliva, vicio y excitación por lo vivido entre ambos.

-Hijo, hay que ver lo que acabamos de hacer, ¿eh? Somos unos degenerados… Por un lado casi me avergüenzo pero por otro lo cierto es que ha sido estupendo, he disfrutado una barbaridad y de hecho creo que estoy todavía más cachonda que antes de darnos estas lamidas tan ricas que nos hemos dado. ¿Tú qué dices, cariño?

-Pues que aunque me acabo de correr gracias a todo lo que me has hecho con tu boquita de golfa en la polla, en los huevos y hasta en el culo, yo también estoy cachondo a tope, mamá.

-Ya veo, ya. –Repuso ella riendo y tocándome de nuevo mi polla, que en tiempo record había recuperado, o quizá de hecho mantenía sin haberla perdido en ningún momento, toda su dureza, dada la extrema excitación que me embargaba. Nos dimos entonces un beso lleno de vicio, saliva y excitación sexual. Fue un beso muy intenso y largo, probablemente nos estaríamos besando dos o tres minutos con nuestras lenguas jugando desenfrenadas, degustándose, recorriendo cada rincón de nuestras bocas e intercambiando saliva a mares, saliva densa que se nos escapaba y escurría por nuestras barbillas y que caía sobre los pechos de mi madre que yo no dejaba de sobar con el lubricante añadido de la espesa saliva que se escapaba de nuestras bocas.

Quién me iba a decir a mí, apenas unas horas antes, que aquella tarde iba a estar morreando de aquella manera a mi propia madre. Mientras morreábamos nuestros sobeteos eran cada vez más intensos. Yo no dejaba de acariciar las tetas de mi madre, empapadas de pastosa saliva; le pellizcaba los pezones y ella gemía de gusto mientras seguíamos morreando. Mi madre a su vez me sobaba los huevos y de vez en cuando dejaba que su mano se deslizara más abajo entre mis muslos y me alcanzaba el ano; entonces me metía muy suavemente la yema de alguno de sus dedos y me daba un tremendo gusto con esa caricia. Eso hizo que yo también repitiera el gesto con ella y así, además de bucear con mis dedos en su humedísimo conejo, también deslizaba mi mano hasta alcanzar su ojete para acariciar el círculo de su ano y para invadir su orificio con mi dedo índice provocando nuevos gemidos en ella. Sin duda a mi madre le gustaba el sexo anal.

-Hijo, qué cachonda estoy… Te voy a decir una cosa… Mira…

-Dime, mamá –la animé yo dándole un breve con lengua mientras le pellizcaba ambos pezones.

-Es que… Bueno, ya te digo, estoy cachonda perdida, como creo que no lo he estado nunca y… Necesito follar… Necesito una polla en el coño… Hijo, igual te parece que tu madre es demasiado golfa diciéndote esto, pero…

-¡Mamá, cómo me gusta que seas así de cachonda y que digas esas cosas! –Le respondí yo riendo divertido-. Pues habrá que encontrar una solución para rellenarte esa rajaza con un buen cipote…

Los dos nos reímos entre divertidos y quizá un poco indecisos y cortados pues por un lado estaba claro que ambos queríamos follar pero por otro seguramente nos daba aún a ambos un cierto reparo traspasar la línea que da lugar al incesto consumado, y eso a pesar de todo lo que había ocurrido entre ambos aquella tarde. A mí me apetecía horrores follarme a mi madre, desde luego, y era evidente que a ella también; si no, no me hubiera dicho aquello. Pero verbalizar eso, que una madre le diga claramente a su hijo que quiere follar con él o que, al revés, un hijo le diga a su madre que le quiere meter la polla en el chocho, aunque sea muy evidente que a ambos les apetece, os aseguro que no es fácil. Seguramente ambos preferíamos que fuera el otro que hiciera la proposición. Yo no sabía muy cómo desatascar aquello y entonces se me ocurrió decirle a mi madre:

-Igual podías llamar a los vecinos…

-Esos ya disfrutarán de mi rajita afeitada otro día… Ahora la polla que me apetece meterme en el chocho es esta.

Y diciendo eso me agarró del nabo y me dio otro impresionante morreo en el que me metió la lengua casi hasta la garganta.

-¡Mamá!

-¿No te apetece follarte a la puta de tu madre?

-¡No sabes cuánto, mamá!

Los dos reímos satisfechos de cómo en tan pocas frases se había resuelto aquella tremenda tensión sexual que nos embargaba así que mi madre me dijo:

-Pues venga, vamos a mi cama y fóllate a la calentorra de tu madre y disfruta de mi coño de puta, si es que tanto te gusta.

-Te aseguro, mamá, que tu coño de puta, como tú dices, es el coño que más me apetece en el mundo.

Nos encaminamos hacia su habitación para que fuera en su cama donde pudiéramos follar más cómodamente. Mientras caminábamos hacia su habitación ella me acariciaba el culo y yo le decía:

-Mamá, me gusta que vayamos a follar en tu cama de matrimonio. Me excita que nosotros dos vayamos a echar un polvo conmigo en el mismo sitio donde tú sueles follar.

-¡Uy, hijo! “Sueles follar” igual no es una expresión muy adecuada. Con lo que follo con tu padre no se podría decir que mi cama de matrimonio sea precisamente un escenario del vicio. Aunque sí que va a ser el escenario en el que le crezcan un poco más los cuernos, ja, ja, ja…

Los dos, ya sentándonos en la cama, nos reímos divertidos y nos dimos un nuevo beso lleno de vicio con las lenguas al aire. Me gustaba y excitaba que mi madre hablara de aquella manera de su infidelidad hacia mi padre. Era evidente que no le causaba mayor remordimiento ponerle cuernos y esa faceta suya de mujer infiel me gustaba y excitaba, especialmente, claro, si además los cuernos se los ponía conmigo.

Ya tumbados en la cama completamente desnudos empezamos a besarnos y lamernos todo lo que nos apetecía. Yo lamía sus tetas concentrándome en sus pezones y le acariciaba la vulva y también el ano. También disfruté mucho manoseándole ampliamente sus gordos muslazos y sus amplias y redondas nalgas, que es una parte de la anatomía de mi madre que siempre me ha gustado mucho. Mi madre se daba perfecta cuenta del entusiasmo con que yo lo sobaba el muslamen y me decía complacida y halagada:

-Te gustan los gordos muslazos de mamá, ¿eh?

Ella a su vez seguía con su fijación en mis testículos y me los sobaba con ganas mientras morreábamos a placer.

Después de un buen rato con esos jueguecitos mi madre se puso a horcajadas sobre mi haciendo que su coño coincidiera con mi polla y empezó a frotar con su húmeda raja todo mi pene encajándolo entre sus húmedos labios vaginales. Mientras lo hacía, desde su boca dejó escapar un denso hilo de saliva que fue a caer en mi boca y que yo degusté con gran placer para a continuación fundirnos en un nuevo beso decididamente baboso e intenso. Después de ese morreo lleno de vicio y cerderío mi madre me dijo:

-Bueno, cariño, ¿cómo te apetece follarte a la zorra de tu madre? ¿Cómo quieres que echemos nuestro primer polvo?

Entonces yo me las arreglé para voltear nuestra postura dejándola a ella debajo de mí y dándole otro beso le dije:

-Así, mamá. Yo encima de ti. Me apetece mucho follarte y ver a la vez tu carita tan guapa con esa expresión tan cachonda; me apetece ver en todo momento mientras disfruto de tu coño de golfa que a la que me estoy follando es a la zorra de mi madre.

-Ja, ja, ja… Muy buena idea, cariño. A mí también me gusta ver que es mi hijo es que me está dando gusto en el conejo. Es tan degenerado y vicioso dejarse follar por el propio hijo que es algo que me pone a mil, te lo aseguro, cariño.

-A mí también, mamá. No hay nada como cepillarse a la madre de uno, y más si es tan cachonda como tú, golfona.

-Ji, ji, ji… Venga, no esperes más, mi amor. Ensártale esa polla en el chocho a tu madre y dame gusto follándome como a una puta, que estoy que ardo de excitación.

Le agarré entonces las piernas, las coloqué sobre mis hombros y así, con su conejazo más expuesto y accesible, se metí la polla con gran emoción y excitación mientras ella soltaba sonoros gemidos de excitación y placer según mi rabo se iba adentrando centímetro a centímetro en su gruta del placer.

-Así, mi amor, así. Métele la polla hasta el fondo a la calentorra de mamá. Dame gusto, hijo, dame gusto en la almeja, que estoy cachonda como no lo he estado en mi vida. ¡Joder, qué calentura!

Mi polla entró con enorme facilidad en el coño de mi madre. Su lubricación era extrema y mi polla se deslizó hacia el interior de su cavidad vaginal con gran facilidad y placer.

-¡Mamá, te estoy follando, guarra! Te estoy metiendo mi polla en tu chocho de golfa, mamá.

-Sí, cariño; fóllate a la cerda de tu madre y dame gusto con esa polla tan rica que tienes. Sí, sí… Disfruta de mamá; disfruta de mi coño de golfa. Así, mi amor.

Empezamos a follar a ritmo suave, paladeando cada embolada. Ambos experimentábamos un enorme placer. La follada era muy suave al principio; yo quería disfrutar cada momento, cada centímetro del coño de mi madre en el que se adentraba mi polla. Por eso mi ritmo era lento y cadencioso, recreándome en ver la cara de vicio y las tetas de mi madre, que se mecían suavemente con mis movimientos mientras mi polla disfrutaba del íntimo contacto con el interior de su coño. Mi madre también lo disfrutaba, era obvio en su expresión y en sus palabras. En un momento dado, y dada mi posición encima de mi madre, como antes hiciera ella, yo dejé que mi saliva saliera densamente de mi boca para que cayera sobre la suya. A mi madre le encantó esa iniciativa y abrió ávidamente la boca para recoger mi hilo de espesa saliva y bebérselo con ganas y vicio.

-Más, más, hijo –pedía ella.- Échame más saliva en la boca y sigue follándome, mi amor. Escúpele tus babas en la boca a la guarra de tu madre y llénale el chocho de polla y de lefa, mi amor. ¡Ufffff… pero que calentorra estoy, joder!

Volví a dejar caer saliva de mi boca hacia la suya aunque esta vez, por efecto de los movimientos de la follada, no pude atinar bien y mi saliva no cayó en su boca sino en su barbilla. Me encantó entonces ver cómo ella se llevaba la mano a la barbilla, recogía mi densa saliva con los dedos y se los llevaba a la boca para chupárselos.

-Qué cerda eres, mamá –Le decía yo cada vez más excitado.

-Claro, mi amor. Y contigo más. Me excita mucho portarme como una marranaza precisamente contigo, hijo.

Seguimos follando a ritmo creciente porque la excitación era tal que se hacía imposible mantener un ritmo lento. Pronto estuve dándole tales pollazos a mi madre que ya toda la cama se movía y sus tetas eran un permanente y acelerado baile arriba y abajo. Ella gemía llena de placer y cada vez más sonoramente y yo me veía a las puertas de la eyaculación. No quería correrme en aquel primer polvo con mi madre antes de que ella alcanzara su orgasmo, así que traté de aguantar mientras mi ritmo barrenando su chocho era frenético. Pronto sus gemidos se hicieron más sonoros, más roncos y guturales, y entonces, mientras apretaba con ganas mis hombros, estalló en un tremendo orgasmo soltando casi un alarido que seguro que oyeron algunos de nuestros vecinos. Cuando comprobé que ella se había corrido entonces ya di rienda suelta a mi efervescente deseo y con otra media docena de fortísimas emboladas en su vicioso conejo, me corrí con fuerza bañándole de lefa toda su cueva vaginal. Sentir mis disparos de semen tuvo como efecto colateral en mi madre un nuevo orgasmo que festejó con nuevos grititos de placer, esta vez algo más contenidos que en el orgasmo anterior.

-¡Uaaaaa… pero qué gustazo, mi amor! ¡Qué gustazo! Ha sido el mejor polvo de mi vida, cariño. ¡Qué bien te has follado a tu madre, cabronazo! –Me decía mientras atraía mi cabeza hacia ella para darme un beso lleno de vicio y deseo, en el que su ávida lengua casi me llega a la garganta. En ese tremendo beso nos fundimos mientras mi polla se iba aflojando y resbalando de su encharcado coño hacia afuera.

-Ha sido magnífico, mamá. No hay nada como follarse a la propia madre. Es mil veces más placentero y excitante que tirarse a cualquier otra tía.

-Ja, ja, ja… Bien, hijo; me gusta que digas eso. Y espero que lo sigas pensando mucho tiempo y que este sea solo el primer polvo de los muchos que le eches a la golfa de tu madre, ja, ja, ja…

-Puedes estar segura, mamá. Pienso disfrutar mucho de ese chochito de guarra que tienes. Y espero que tú también disfrutes conmigo. Bueno, conmigo, y con otros también, ¿eh, mamá? Que eres mucha mujer tú como para que te disfruten unos cuantos hombres.

-¡Qué cosas le dices a tu madre, hijo! –Me respondía ella coqueta mientras nos besábamos de nuevo.

Estábamos en pleno morreo, acariciándonos los dos en pelotas sobre la cama de matrimonio de mi madre, cuando sonó el teléfono fijo de casa.

-¡Ay, seguro que es tu padre, que siempre que está de viaje llama a estas horas!

-Pues vete y contesta, mamá. Por el teléfono no va a ver que estás desnuda y con el chocho lleno de lefa.

-Ja, ja, ja… Cómo eres, hijo. Oye, una cosa: mientras hablo con él, ¿te importaría estar a mi lado tocándome las tetas y todo lo que te apetezca?

-Qué morbosa eres, mamá. –Le dije yo también excitado con la idea.

-Es un buen hombre y le quiero, tú lo sabes, -me explicaba ella mientras se incorporaba- pero me excita serle infiel y ahora me da mucho morbo hablar con él mientras tú me sobas y disfrutas de mi cuerpo desnudo. ¿Eh, qué te parece?

-Eres una zorra con unas ideas de golfa pervertida, mamá. ¡Y me encanta! Venga, ve a contestar al teléfono, anda.

Mi madre, ya casi corriendo, se dirigió al salón, donde seguía sonando el teléfono fijo. Yo la seguí por detrás observando el sugerente bamboleo de sus amplias nalgazas mientras se apresuraba para descolgar el teléfono. En efecto era mi padre. Pude oír muy bien su voz mientras observaba a mi madre desnuda, con aquellas fabulosas pernas y muslazos como columnas antes de colocarme pegado a ella para empezar, como ella me había pedido, a sobarla y acariciarle las tetas mientras hablaba con mi padre.

-¿Diga? –Contestó mi madre.

-Hola, cariño –oí la voz de mi padre al otro lado del teléfono.- Ya pensaba que no cogías el teléfono. ¿Estabas ocupada? ¿Qué tal el día?

-Muy bien, muy entretenido. A la mañana no he hecho nada especial, la comida, ya sabes. Y esta tarde he estado charlando con nuestro hijo y lo he pasado muy bien con él. Ya sabes que es un encanto y siempre está dispuesto a hacer sentir bien a su madre.

-Sí, es un gran chaval.

-Hemos estado contándonos cosas, ya sabes, para tener una relación más cercana con él. Eso siempre hay que hacerlo con un hijo, ¿no te parece, cariño? Quiero ser una madre muy cercana para nuestro hijo –Y mientras le decía esto a mi padre, mi madre se me pegaba como una lapa refrotando su cuerpo desnudo con el mío y apretando sus tetas contra mi pecho.

-Es verdad. Tú eso además lo haces muy bien. –Le respondía mi padre.

-Creo que hemos tenido un gran acercamiento. Tenemos un hijo tan comprensivo y colaborador… -Le seguía explicando mi madre mientras sostenía el auricular con una mano y con la otra me acariciaba los huevos-. Es un chico con muy buenos atributos. –Le decía a mi padre mientras soltaba una queda risilla-. Él me ha contado sus cosillas y yo también algunas cosas mías. Siempre tiene una palabra agradable para su madre y me hace sentir muy bien. ¿Y tú qué tal?

-Bueno, un día con mucho trabajo y bastante aburrido. Ahora ya iré a cenar y a la cama, que mañana tengo que madrugar. ¿Tú ya estabas preparando la cena? ¿Te ayuda nuestro hijo?

-Claro que sí. De hecho me ha ayudado a preparar el conejo.

-¡Ah, vas a hacer conejo para cenar!

-Bueno, ha habido conejo para comer. Nuestro hijo me ha ayudado a dejarlo bien limpito, ni un solo pelo en todo el conejo. Le he pedido que me ayudara y él se ha prestado voluntario de inmediato y además lo ha hecho muy bien. Me ha dejado el conejo limpito y listo para comer.

-Claro, es muy colaborador en casa. Y haces muy bien en enseñarle esas cosas.

-¡Uy, claro. Yo encantada! Le enseño todo lo que puedo. Hoy creo que le he enseñado bastante y eso que él es muy espabilado y ya sabe muchas cosas.

El tono de la conversación y el doble sentido que iba adquiriendo desde la óptica de mi madre, a mí me estaba empezando a poner realmente cachondo y así lo notaba mi polla, que se iba levantando, seguramente tanto por lo excitante y morboso de la conversación como por el hecho de que yo estaba venga a sobarle las tetas a mi madre con una mano y con la otra su orondo y tremendo culazo mientras ella hablaba con mi padre.

-Haces muy bien, Almudena. A esa edad hay muchos chicos que se descarrían y no quieren saber nada de sus padres. Con nuestro hijo lo estamos haciendo bien. Es importante que mantengas un contacto muy cercano con el chaval.

-Desde luego que sí, cariño; voy a mantener un contacto muy estrecho con él. Mira, ahora, mientras tú y yo hablamos, se está ocupando de unas peras y del jamón.

-¿Lo está colocando para la cena?

-Sí, seguro que luego se lo come todo, las peras y el jamón, que la verdad es que es un chico con muy buen apetito.

Mi madre mantenía un tono tan serio en la conversación que el doble sentido de todo lo que decía seguramente sólo era visible para mí. Mi padre desde luego no debía estar percatándose de nada y estaría convencido de que estaba teniendo con su mujer la típica conversación sobre trivialidades y banalidades del día a día familiar sin mayor trascendencia. Y precisamente eso hacía que yo estuviera por un lado al borde de la carcajada y por otro con una excitación creciente y tremenda. Yo además en aquel momento le había empezado a chupar un pezón a mi madre mientras también le acariciaba la vulva con la mano y ella no pudo evitar algún que otro quedo gemido que disimuló como pudo mientras seguía hablando con mi padre.

-Pues yo hoy…-Empezó mi padre como para narrarle a mi madre su día, pero ella le cortó:

-Espera cariño, que le voy a dar alguna indicación a nuestro hijo –y entonces elevó la voz simulando dirigirse a mí-: Cariño, muy bien lo de las peras: Échale un ojo a la almeja y su salsa, a ver qué te parece, que seguro que te va a gustar mucho para cenar.

Mi madre empleó con toda intención el singular pero mi padre no pareció darse cuenta porque de hecho dijo:

-¡Ah, que vas a preparar unas almejas también para la cena!

-Ya está lista, pero quiero que nuestro hijo esté atento a la salsa, a ver si le gusta porque a fin de cuentas es para él. –Y añadió como dirigiéndose a mí-: Prueba la salsita, cariño, a ver si te gusta.

Yo entonces, a medio camino entre la risa y la excitación extrema, dejé sus tetas y, siguiendo las indicaciones de mi madre, me agaché hasta quedar frente a su almeja y le pasé la lengua por toda la raja degustando la extrema humedad del coño de mi madre. Desde allí abajo, de manera que por el teléfono pudiera sonar a que hablaba desde más lejos, dije:

-Está riquísima, mamá. Saladita pero muy rica. Me apetece mucho. Todo esto está para devorarlo.

-¡Qué majo el chaval! –Oí que decía mi padre con satisfacción. Y añadía preguntándole a mi madre-: ¿Y tú qué vas a cenar, Almudena? A ti las almejas no te gustan mucho…

-Ya, es verdad… Bueno, con lo que he comido esta tarde, que la verdad he comido bastante, no quiero cenar demasiado. Igual con un poco le leche, ya voy bien servida. O igual una cuajada, que a mí los postres lácteos me gustan espesitos y consistentes. Ya veré. Lo que sí te aseguro es que a la cama iré satisfecha; con hambre no me voy a quedar.

-Bien, mi amor. –Le respondió inocentemente mi padre.

Yo entonces, tras las lamidas que le había propinado a mi madre en el coño, me había incorporado y le estaba dando suaves besitos en la mejilla y besitos en los labios mientras hablaba con mi padre. Entonces ella le dijo a mi padre:

-Ay, espera un momento que nuestro me trae algo a la boca para que lo saboree. –Y entonces mi madre, sacando su lengua de forma tremendamente provocadora y excitante, me dio un morreo con lengua sin ningún pudor e incluso siendo especialmente sonora en sus lengüetazos, y todo al lado del auricular del teléfono. Cuando acabamos de morrearnos continuó diciéndole a mi padre-: Sí, estaba muy rico. Seguro que va a ser una cena muy sabrosa con la ayuda de nuestro hijo.

-¿Qué era? –Preguntó mi padre.

-La salsa de la almeja. A nuestro hijo le encanta. Y a mí probarla así, como me la ha traído ahora, también.

-Seguro que está muy buena porque menudos rechupeteos se te oía darle, Almudena, ja, ja, ja…

-Ay, espera, que voy a probar otra cosa, que nuestro hijo tiene aquí un delicioso aperitivo para la cena. –Y diciendo esto mi madre se puso en cuclillas y dirigió su boca hasta mi polla para empezar a lamerme el prepucio con su habitual maestría. Todo ello, por supuesto, con el auricular del teléfono al lado de su boca, como si estuviera hablando. Sus sonoras lamidas seguro que llegaban nítidas a los oídos de mi padre, que ni por asomo podría imaginar que lo que oía era a su mujercita lamerle la polla a su hijo. Yo, además de con la situación y la mamad de mi madre, me estaba poniendo malo viéndola en aquella postura, en cuclillas, con todo su tremendo culazo bien salido y expuesto. Me agaché lo que pude para sobárselo sin sacarle la polla de la boca y le acaricié a conciencia una de sus gordas nalgas mientras le decía.

-Mamá, creo que de postre luego me daré un atracón con esta fruta tan grande, redonda y jugosa.

-¿Almudena, has cogido sandía para cenar? –Le oímos decir a mi padre al otro lado del teléfono.

-A tu hijo resulta que le gusta así de redondo y grande, así que espero que se lo coma todo. –Mi madre ahora había cambiado el género, usando el masculino, referido a su culazo, claro, aunque con mi padre se supone que estaba hablando de una sandía, pero de nuevo él pareció no darse cuenta de nada. Seguidamente mi madre volvió a lamerme con ganas la polla mientras oíamos a mi padre contar alguna cosilla insustancial sobre su jornada de trabajo.

-¿Qué te está pareciendo de aperitivo este salchichón, mamá? -Intervine yo entonces-. ¿Te gusta? –

-Sí, cariño. Este salchichón está delicioso; es estupendo como entrante. Está muy, muy rico y pienso comer mucho de él. Ay, espero que tu padre no piense que soy una cerda si me ha oído relamerme así.

-Anda tonta –volvió a decir mi padre, completamente en la inopia-. Pero sí que te tiene que gustar, sí, porque lo estabas saboreando bien, Almudena.

-Me encanta. De los últimos que he probado este desde luego se puede decir que está rico de verdad. Me han gustado todos, ¿eh? Pero este especialmente. –Apostilló mi madre.

-Bueno, -volví a intervenir yo de modo que mi padre lo oyera.- Los otros dos que me has contado que has probado recientemente también te han gustado mucho, ¿no, mamá? Ya sabes que yo creo que está muy bien que degustes diferentes sabores…

-Desde luego, cariño –respondió mi madre riendo en bajo y completamente dominada por el morbo mientras me guiñaba y me sacaba la lengua para a continuación explicarle a mi padre-: Es que antes hemos estado hablando nuestro hijo y yo de una gama de salchichones nuevos y él me dice que está bien que los pruebe todos.

-Claro, mujer –le respondía mi padre ya sin mucho entusiasmo y seguramente aburrido y cansado de la perorata que le estaba dando su mujer con aquella conversación culinaria.

-Sí, sí, comeré de todos –seguía mi madre ya casi sin poder contener la risa,- pero hoy el que me voy a comer es este que estoy probando ahora. Mañana ya veremos…

Y mi madre volvió a la carga con sus tremendas lamidas con el auricular al lado de su boca y mi polla mientras mi padre hablaba al otro lado del teléfono. La situación era tan excitante que yo empecé a sentir que no iba a poder contenerme y que me acabaría corriendo irremediablemente en la boca de mi madre y así se lo hice saber.

-Mamá, yo no aguanto más… Le dije.

-¿El chaval ya tiene ganas de cenar? –Oí que decía mi padre.

-Cariño, deja que mamá se acabe este aperitivo completamente, ¿de acuerdo? –Dijo mi madre interrumpiendo un instante su mamada.- Está delicioso y lo quiero degustar hasta el final, por favor. Lo quiero paladear en mi boca y tragarlo completamente.

-Vale, vale, mamá; por mi encantado. Saboréalo hasta el final.

-Tú come despacio, Almudena, no te vayas a atragantar. –Le aconsejaba mi padre al otro lado del teléfono.

Mi madre reanudó la mamada con más entusiasmo si cabe y yo, claro, entre unas cosas y otras, ya no pude aguantar más y a los pocos instantes sentí que mi eyaculación era imparable. Mi madre también lo notó y me metió la mano por entre las piernas para empujarme contra su cara con la mano mi culo de modo que no sacara la polla de su boca mientras me corría. Así lo hice y así eyaculé por completo en la cálida boquita de mi madre llenándosela de lefa. Ella la recibió excitada y complacida aunque no pudo evitar un pequeño conato de atragantamiento que resolvió con un breve carraspeo y unos sonidos guturales pero sin que se le escapara ni una sola gota de me semen de su boca.

-Come despacio, Almudena, que te atragantas –Le oíamos decir a mi padre.

Mi madre entonces abrió la boca para enseñarme toda mi descarga de lefa reposando sobre su lengua y seguidamente se la tragó mientras me guiñaba para a continuación contestarle a mi padre:

-Tranquilo, cariño. No te preocupes, no me atraganto. Ya me lo he tragado todo y me ha gustado mucho. Es que lo que me ha traído nuestro hijo era mucha cantidad pero prefiero así: Estaba delicioso.

-Bueno, cariño, pues que cenéis bien y que os aproveche a los dos. Yo ya voy a cenar rápidamente y a la cama. –Trataba de cortar ya mi padre

-Nosotros también iremos pronto a la cama –Apostilló mi madre mientras yo ahora le acariciaba las nalgas, la raja de su culazo y le metía la yema de un dedo por el ojete-. Tengo además la impresión de que los dos estamos deseándolo después de la tarde que hemos tenido.

-Bueno, pues hasta mañana, cariño. Te volveré a llamar sobre estas horas. Dale un beso a nuestro hijo.

-¡Uy, ahora mismo! Hijo, un beso; que dice tu padre que te de un beso. –Y allí al lado mismo del auricular mi madre y yo nos dimos un morreo de mucho cuidado y sin escatimar demasiado en disimular el posible sonido que estuviéramos haciendo ya que seguro que a través del teléfono no se oiría con la necesaria nitidez como para identificarlo como un morreo en toda regla. Luego además mi madre se inclinó hacia mi polla y me empezó a dar unos besitos, esta vez bien sonoros, en el glande, tras los cuales ya se despidió de mi padre.

-Bueno, cariño, que duermas bien. –Le dijo mi madre.

-Que pases buena noche. –Le respondió mi padre.

-Estoy segura de que sí, cariño.

-Adiós.

-Adiós.

Cuando mi madre colgó el teléfono los dos estallamos en una sonora carcajada que habíamos estado conteniendo durante toda la conversación, luego nos dimos un nuevo beso lleno de vicio y mi madre, aún abrazada y pegada a mí con sus manos rodeando mi cuello mientras las mías agarraban sus nalgas, dijo:

-Cariño, ha sido para divertirnos; no creas que quiero hacerle un menosprecio a tu padre. Como te he dicho, es un buen hombre y le quiero, aunque… estoy descubriendo que también se pueden hacer cosas muy divertidas sin que él esté delante, ja, ja, ja…

-Claro, mamá. Y venga, vamos a cenar, que cómo tú le has dicho a papá, hay mucho que comer y hay que cumplir con su deseo de que pases una buena noche.
-
 

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
6,204
Likes Recibidos
2,514
Puntos
113
 
 
 
-
Las Historias de mi Madre - Capítulo 004

Al día siguiente, cuando llegué de la Universidad, sobre las 3 de la tarde, me encontré a mi madre en casa vistiendo una batita muy corta, una de esas que se pone en verano, con sus piernas enteramente al aire y por tanto con una pinta de lo más sugerente. Generalmente se pone esa prenda llevando debajo bien una falda, un pantaloncito o unas mallas para estar en casa, pero aquel día como mucho llevaría debajo unas bragas porque todos sus esplendorosos muslazos quedaban completamente a la vista ya que la batita en cuestión apenas le llegaba por debajo del culo. Como ella vio la cara de tonto con la que seguro que me había quedado contemplando sus rollizos muslos, se rió divertida y halagada y me preguntó a ver si la encontraba guapa. Por respuesta, además de deshacerme en piropos hacia ella, le metí mano en todo el muslamen, cosa que ella no sólo no me reprochó sino que me agradeció diciéndome:

-Te gusta sobarle las carnes a tu madre, ¿eh? Te gustan mis muslitos, ¿a que sí, cariño?

Mi repaso a su anatomía no se quedó en sus muslos sino que también le toqué el culo descubriendo que sí que llevaba bragas, aunque debían ser unas bastante pequeñas sin llegar a ser tanga, ya que metiendo la mano bajo la bata pude tocarle directamente y sin problema buena parte de sus preciosas y voluminosas nalgas. Tras esos arrumacos yo le pregunté:

-Bueno, mamá, ¿cuándo les vas a enseñar a tus amantes tu chochito depilado? Como tardes mucho, te lo van a ver otra vez con pelo…

-De eso quería hablarte, hijo. Verás, he estado hablando con Mario por teléfono esta mañana y bueno… lo cierto es que hemos quedado en que se pasarían por casa esta tarde sobre las 5…

-¡Estupendo, mamá!

-¿Sí? ¿Te parece bien, cariño?

-¡Pues claro! Lo único que espero que luego me cuentes lo que te han dicho y cómo han reaccionado al verte rasurado ese chochito tan bonito que tienes.

-Claro, hijo. Cuenta con ello. Ya sabes que mamá te lo cuenta todo.

Nos quedamos mirándonos unos instantes y yo me planteé comentarle a mi madre una idea que me rondaba y atraía brutalmente, aunque no tenía muy claro cómo hacerlo.

-Oye, mamá… -Empecé, pero me corté un poco. No sabía muy bien cómo exponerlo. Mi madre se había mostrado conmigo absolutamente abierta y cómplice al relatarme sus aventuras con los vecinos, pero quizá la idea que yo quería plantearle fuera excesiva y a ella no le pareciera adecuada.

-¿Sí, hijo? –Dijo ella con su encantadora sonrisa mientras se sentaba en el sofá cruzándose de piernas, quizá de una forma un poco exagerada, y mostrándome sin ningún pudor y por completo sus maravillosos muslos y caderas ya que al sentarse de aquella manera la corta batita se había quedado prácticamente en su cintura.

-Verás… Me gusta mucho que estés dispuesta a contarme después todo lo que hagas con Mario y Rafa, ya sabes… Pero… Bueno, yo quería decirte…

-¿Te gustaría verlo en directo, cariño? –Me cortó ella adelantándose a lo que yo quería plantearle-. ¿Te gustaría ver a mamá pasándoselo bien con esos vecinos?

-La verdad es que sí –respondí yo entusiasmado y en cierto modo aliviado porque hubiera sido ella la que hubiera puesto en palabras mis pensamientos facilitando de esa manera lo que yo estaba deseando pedirle.

-Y te gustaría ver la cara que ponen cuando les enseñe mi chichi peladito, ¿a que sí?

-¡Pues sí, mamá! –Respondí yo riendo y encantado con la actitud tan cachonda de mi madre con respecto a mis deseos de observarla en acción-. Pero bueno, ya se que quizá no resulta sencillo e igual tampoco es cómodo para ti.

-¡Todo lo contrario, mi amor! Si te digo la verdad, me pone cachonda perdida la idea de que mi hijo me vea portándome como una golfilla con esos dos hombres. Exhibirme como una puta delante de ti es una de las ideas más calientes que se me pasan por la cabeza, sobre todo después de haberte contado ayer lo que hice con estos vecinos y después de cómo reaccionaste ante mis confidencias.

-¿De verdad? ¿No te importaría entonces que os viera?

-Claro que no, hijo. Si ayer te conté todo lo que te conté, en cierto sentido es por eso, como te puedes imaginar. Me calienta mucho ser una calentorra con otros hombres, pero la idea que más cachonda me pone es que tú sepas que tu madre es una putilla. Y te diré una cosa: que encima te parezca bien y te guste y excite tener una madre así de golfa, me resulta tremendamente morboso, mi amor.

-Bueno, pues… ¿qué te voy a decir, mamá? A mí también. Y claro que me gustaría ver la cara que ponen esos dos cuando te vean el chichi, ya lo creo que sí. A ver si les gusta cómo te lo he afeitado o si tienen algún comentario y tengo que hacerte un arreglillo…

Los dos nos reímos divertidos y luego mi madre dijo:

-Si te digo la verdad, yo ya te iba a proponer que te quedaras y nos espiaras. Es un poco delicado porque igual a ellos no les parece bien o se sienten incómodos, así que de momento yo descartaría que te quedes con nosotros mirando en la misma habitación, quiero decir, delante de ellos.

Ya, ya, claro. Eso podría resultar muy violento para ellos y quizá también para ti, mamá…

-Para mí te aseguro que no –me cortó ella-. Ya te digo que me excita y me calienta mucho hacer cochinadas delante de ti, mi amor. Saber que te excito con mi actitud de golfa despendolada a mí me excita aún más. Pero es cierto que puede que para ellos sí resulte incómodo, y más sin habérselo comentado antes…

-Por supuesto. A mí con verte con ellos ya me vale. Si me puedo quedar escondido…

-Eso te iba a proponer; si tienes cuidado y eres precavido y sigiloso, a mí me encantará que nos espíes y veas todo lo que hacemos.

-¡Joder, mamá! Si es que me estoy poniendo cachondísimo de solo pensar que voy a ver cómo esos dos disfrutan de tu cuerpazo de jamona. –Le dije agradecido y dándole una palmada en uno de sus desnudos muslos

-Ja, ja, ja… -Rió ella complacida y divertida con mis palabras.

En el rato que quedaba hasta que llegaran nuestros vecinos, mi madre y yo pensamos en cómo podríamos organizarlo todo para que yo pudiera espiarles sin ser visto. Ella misma sugirió que les recibiría en la sala, donde probablemente se darían las primeras escenas amorosas, y que luego los llevaría a su habitación. En ambas estancias dejaría la puerta abierta o entornada para que yo pudiera atisbar sin ser visto. Yo esperaría escondido en mi habitación y una vez ellos en casa, ya saldría al pasillo para desde allí ver todo lo que ocurriera en la sala y después en el dormitorio de mis padres.

-Cuando nos vayamos a ir del salón al dormitorio, ya diré algo para avisarte con tiempo y que te puedas esconder de nuevo en tu habitación. Luego sales y podrás ver a mamá portándose como una furcia en su cama de matrimonio, ¿te parece, cariño?

-Me parece estupendo –le contesté yo para darnos a continuación un buen morreo como anticipo de todo lo que mi madre se aprestaba a vivir aquella tarde. Cuando finalizamos el morreo, mi madre me preguntó de forma coqueta y retórica:

-¿Entonces estoy guapa, cariño? –Y levantándose del sofá, se dio una vuelta sobre sí misma exhibiendo su generoso cuerpazo bajo aquella cortísima batita y ofreciendo un maravilloso espectáculo con sus muslazos desnudos.

-Estás preciosa, mamá. Estás para comerte por todos lados. Pero si me permites un consejo, yo te diría que aunque estemos en casa, te pongas unos zapatitos o unas sandalias con algo de tacón porque esas piernazas que tienes van a estar todavía más bonitas y apetitosas.

Mi madre se rió y agradeció el consejo dándolo por bueno. Se puso entonces unas sandalias de verano con un poco de tacón. Eran blancas y completamente abiertas por detrás y desde luego sus piernas ganaron en vistosidad gracias a los tacones apenas se las hubo calzado. La piropeé, le metí mano de nuevo en el muslamen y nos dimos un nuevo e intenso morreo. Justo cuando nos separábamos sonó el timbre.

-Ahí están. Escóndete, cariño; y baja la persiana de tu habitación para que se quede en penumbra y no se vea que hay alguien dentro. –Dijo ella. En aquel momento pude ver en su voz y en sus ojos la intensa excitación que en aquel momento sentía mi madre al ir a recibir a sus dos amantes.

Desde mi habitación, cuya puerta da casi enfrente de la de la entrada de la casa, pude ver cómo mi madre iba a abrir la puerta de la vivienda. Verla de espaldas, con su generoso culazo y sus anchas caderas bamboleándose sobre sus sandalias de tacón según se dirigía a la puerta de la entrada, ya casi era como para correrse. Les abrió y rápidamente entraron los dos hombres para que ningún vecino pudiera verlos. Al ver a mi madre con aquella exigua batita mostrando prácticamente por entero sus muslazos, ambos hombres se quedaron con los ojos como platos.

-¡Joder, Almudena; tú sí que sabes recibir a las visitas! Menudas pintas de golfa, con todas las piernazas ahí al aire.

Luego ambos la morrearon intensamente a modo de saludo mientras empezaban ya a magrear la generosa anatomía de mi madre, sobre todo los muslos que tan ampliamente exhibía, y también su culo. Con ella en el medio de los dos hombres, ellos abrazándola por los hombros y ella agarrándolos a ambos por la cintura, se dirigieron al salón. Una vez allí yo oí como seguían besándose y tras unos segundos de prudente espera ya me atreví a salir de mi habitación y dirigirme con extrema cautela hasta la puerta del salón. Mi madre la había dejado abierta y yo, tumbado en el suelo desde el pasillo, podía ver sin problemas toda la sala. Mi madre seguía entre los dos hombres, que la morreaban alternativamente mientras la piropeaban obscenamente. En un momento dado se sentaron los tres en el sofá y siguieron besándose y tocándose. Observé que mi madre no se estaba precisamente quieta y también les tocaba a ellos en la zona de la entrepierna por encima de sus pantalones. Para entonces Mario ya le había abierto la bata y había descubierto que mi madre no llevaba sujetador y que por tanto sus tetas estaban libres bajo aquella prenda. Se las empezaron a sobar y a chupar de manera bastante coordinada, la verdad; mientras Mario le sobaba las tetas o le chupaba un pezón, Rafa morreaba con mi madre y luego alternaban los papeles para ser Rafa el que le comía las tetas y Mario el que la besaba. Mi madre estaba encantada con aquella doble atención, desde luego, y así lo dejaba notar con sus continuos gemidos y sonoros besuqueos a los dos hombres.

Al poco tiempo de estar en ese plan, Rafa le quitó por completo la bata a mi madre dejándola por tanto sólo con las breves braguitas blancas que llevaba y con las sandalias de tacón.

-La verdad es que estás buena de cojones, Almudena –le dijo mientras le acariciaba los muslos y también la suave tripita que luce mi madre a la vez que Mario seguía sobándole las tetas y estirándole suavemente de un pezón.

-Tienes un cuerpazo para el vicio, zorrona –le dijo Mario dándole un morreo con las lenguas al aire mientras seguía estirándole del pezón.

-Sí, un cuerpo para el vicio y ya casi completamente desnudo, chicos, que sólo falta que me quitéis las bragas. Pero vosotros seguís vestidos del todo… Y eso no es justo, ¿no os parece? –Replicó mi madre con una voz a medio camino entre la coquetería y el zorrerío que era suficiente casi para correrse con solo oírla.

Los dos hombres rieron divertidos y, captando la indirecta, se deshicieron con inaudita velocidad de toda su ropa. Cuando tras quitarse los calzoncillos saltaron al aire sus ya más que morcillonas pollas, pude ver la cara de entusiasmo y casi diría de vicio de mi madre al contemplar sus herramientas. Lo cierto es que de hecho tanto uno como otro gastaban dos buenos pollones, grandes, largos y gordos. Mi madre enseguida se los acarició y les sonrió a ambos con lascivia mientras sus manos recorrían en toda su longitud el nabo de los dos hombres.

-Bueno, Almudena. Pues ahora a la que le sobra ropa es a ti, guapa. Así que venga, fuera esas braguitas.

Mi madre se puso de pie levantándose del sofá situándose frente a sus dos amigos y dejó que fueran los dos hombres los que le quitaran las bragas. No se las habían bajado ni siquiera hasta las rodillas cuando ya se percataron, claro, de que mi madre llevaba el chocho depilado y por tanto muy diferente a como se lo habían visto el día anterior cuando habían follado con ella.

-¡Almudena, pero qué chochete más bonito! –Dijo Rafa con evidente tono de excitación en la voz.

-Veo que nos hiciste caso, ¿eh, golfilla? –Le decía Mario mientras acababa de quitarle por completo las bragas y le empezaba a acariciar la raja con dos dedos.

-¿Os gusta, chicos? –Dijo ella coqueta.

-Ya lo creo que nos gusta, zorrita. Y bien que vas a experimentar tú lo mucho que nos gusta este chichi así, tan arreglado, ja, ja, ja… -Le dijo Rafa a la vez que se inclinaba para acercarse a su chocho y darle una primera lamida en toda la raja a mi madre que ella recibió con un sonoro suspiro de satisfacción.

A continuación mi madre, ya completamente desnuda, volvió a sentarse en el sofá entre los dos hombres y éstos siguieron magreándola y besándola. Me llamó la atención que Rafa se centraba en magrearle los muslos y también en acariciarle la suave tripita a mi madre. Eso me excitó a mí aún más si cabe pues la tripa, sin ser una zona erógena tradicional del cuerpo femenino, como puedan serlo las tetas o el culo, a mí también es algo que me gusta mucho acariciar, y desde luego la suave tripita de mi madre, propia de una mujer madura y rellenita, me gustaba una barbaridad, como al parecer, también a Rafa, que no dejaba de manoseársela mientras la morreaba alternando las caricias en la tripita de mi madre con deslizamientos de su mano hacia el chocho de la caliente mujer. A su vez Mario parecía haberle cogido gusto a estirarle de los pezones a mi madre y a ello se dedicaba mientras también la morreaba alternándose con Rafa. A mí madre aquellos pellizcos en sus pezones no parecían molestarle en absoluto sino todo lo contrario pues gemía muy sonoramente cuando Mario le aplicaba ese tratamiento en sus colgonas tetas.

Tras un buen rato de morreo y sobeteo que mi madre estoy seguro de que disfrutó mucho, pues le encanta el besuqueo mientras le meten mano, ésta se levantó del sofá y se puso de rodillas en el suelo frente a los dos hombres, que permanecían sentados. Entonces les agarró los nabos a ambos y comenzó a pajearlos suavemente. Para que sus pollas estuvieran más lubricadas, aunque probablemente no hiciera falta, mi madre escupió babosa y densamente sobre los prepucios de los dos hombres y continuó con su hábil manoseo de las dos pollas deslizando sus manos arriba y debajo de ambos falos con la lubricación extra de su saliva. Instantes después, y mientras ellos gemían como verracos, mi madre empezó también a darles suaves lamidas en los capullos aumentando así el delirio de los dos machos.

-¡Qué grandes y ricas las tenéis, chicos! –Decía ella con voz mimosa y morbosa a la vez mientras se recreaba en manosear aquellos pollones y en darles lamidas en la punta y pasarles la lengua por toda la longitud del nabo de los dos hombres.

Me llamó la atención cómo mi madre en un momento dado empezó a pasarse las pollas de los dos hombres por toda la cara, acariciándose con ellas la frente, las mejillas o el cuello. Sin duda disfrutaba de manosear y de tener a su disposición aquellas gruesas y grandes vergas. La mamada en las dos pollas se fue haciendo más intensa. Les daba chupadas más profundas cada vez y alternaba la mamada en una continuando con la paja a la otra y así, poco a poco, fue llevando a ambos hombres al borde del orgasmo. Enseguida se hizo evidente que los dos hombres no aguantarían mucho y de hecho, instantes después, fue Rafa el primero que anunció su corrida mientras mi madre se la mamaba y él la insultaba obscenamente. Mi madre recibió toda su andanada en la boca y buena parte de la leche del macho se escurrió por las comisuras de sus labios yendo a caer sobre los muslos del propio hombre y también algunos goterones sobre las tetas de mi madre.

-Eres una mamona cojonuda, Almudena. –Le decía él satisfecho mientras mi madre ya se centraba en la polla de Mario. Éste entonces, nada más sentir la lengua de mi madre jugando con su prepucio, también estalló en otro brutal orgasmo que le llenó a mi madre de nuevo la boca de lefa ante el entusiasmo de los tres y también mío, por cierto. A continuación mi madre les agarró las pollas a ambos de nuevo se las pasó por su cara extendiéndose por ella los restos de semen que habían quedado en los prepucios de los dos hombres y en sus propios labios y barbilla. La imagen de mi madre aplicándose sobre su cara aquella crema masculina con las pollas de los dos hombres, casi me hizo correrme sin ni siquiera tocarme. ¡Menuda puta estaba hecha mi madre! ¡Y hay que ver cómo le gustan las pollas!

A continuación mi madre volvió sentarse en el sofá y les dijo a sus amantes:

-Ahora es vuestro turno, chicos. Es el momento de que hagáis un buen repaso a mi coñito depilado y me digáis si lo tengo a vuestro gusto.

Los tres rieron y ellos no perdieron tiempo para empezar a comerle el chocho a mi madre. Mientras uno se lo lamía, el otro aprovechaba para morrear con ella o sobarle las tetas y así estuvieron dándole gusto a mi madre hasta que unos cuantos minutos después ella alcanzaba el orgasmo en un momento en el que era Mario el que le comía la almeja y Rafa el que morreaba con ella, por cierto, mientras no dejaba de acariciarle la tripita. Tras su orgasmo debido al cunnilingus conjunto de sus dos amantes, mi madre les dijo:

-¿Qué tal sabe un conejo rasurado, chicos? ¿Os ha gustado?

-Delicioso, putona. Así no nos hemos tragado ni un pelo, aunque a ti te lo comeríamos con pelo y sin pelo, golfilla.

Tras varios comentarios picantes y bromas en ese sentido, mi madre, que seguía sentada en el sofá, les indicó a ellos que se colocaran frente a ella de pie y entones les pasó la mano por entre las piernas para acariciarles el culo a ambos mientras comenzaba a chuparles las pollas alternativamente. Ellos mientras tanto le sobaban las tetas y le estiraban de los pezones y ella hacía gala de su habilidad con la lengua en sus pollas y de sus dedos en los culos de los dos hombres. Semejante tratamiento por parte de mi madre tuvo el efecto casi inmediato de provocar una nueva erección en los dos machos. En ese momento mi madre les dijo:

-Chicos, ¿qué os parece si vamos a mi habitación, que la cama de matrimonio es suficientemente grande y cómoda para los tres y allí me folláis bien con este par de ricos pollones, eh?

Su propuesta era a la vez una señal para mí, para que me escondiera de nuevo en mi habitación mientras ellos se trasladaban al dormitorio de mis padres.

-Una propuesta excelente –Dijo Mario. Pero antes de que salieran del salón mi madre les dijo:

-Pues venga. Pero antes dadme un beso cada uno, que ya sabéis que soy muy besucona, cariños míos. A ver esas lengüitas, chicos.

Con la propuesta del beso seguramente mi madre quería darme tiempo suficiente a mí para que me ocultara en mi habitación, pero no me resistí a contemplar aquel caliente morreo así que seguí atisbando y así pude ver cómo mi madre se acercaba a cada uno de sus amantes con la lengua fuera, casi babeando y con hilos colgantes de saliva para darse con ellos unos espectaculares morreos humedísimos y llenos de vicio, a los que mi madre es tan aficionada. Se morreó con los dos con verdadera pasión y calentura y su lengua húmeda jugó con la de los dos hombres en un denso intercambio de saliva de lo más cachondo. Contemplar sus besuqueos hizo que anduviera más apurado para esconderme pero aún así me dio tiempo a meterme de nuevo en mi habitación sin que nadie me viera. Desde allí pude observar cómo mi madre y sus dos amantes salían del salón; ella iba en el medio agarrada a ambos por la cintura, como cuando los recibió antes y su culazo era un espectáculo bamboleándose sobre sus sandalias y con una mano de cada hombre sobando cada una de sus gordas nalgas. Entraron en su dormitorio y, como antes hiciera con la del salón, mi madre se ocupó de dejar la puerta convenientemente abierta. Cuando oí que se habían tumbado en la cama salí de mi escondite y reptando por el pasillo me acerqué y me asomé al dormitorio de mis padres desde donde tenía una buena perspectiva de la cama donde ya estaban tanto mi madre como sus dos amigos sobándose y besándose. Pronto Rafa se situó encima de mi madre y ayudándose con la mano le ensartó su tremendo pollón en el chocho provocando un gritito de placer de ella. Empezaron a follar a buen ritmo pues ambos estaban sin duda muy calientes. Mi madre gemía y disfrutaba de la follada mientras, la muy puta, le agarraba también la polla a Mario, que estaba sentado a su lado acariciándole las tetas. Rafa fue aumentando el ritmo de sus emboladas en el coño de mi madre y así, tras unos minutos de intenso folleteo, acabó provocándole a mi madre un bestial orgasmo que ella hizo evidente dando un alarido que seguro que se escuchó por medio vecindario. El orgasmo del hombre fue casi simultáneo al de mi madre y éste se corrió dentro del chocho de ella mientras la piropeaba llamándole “putona”, “furcia”, “calentorra” y otras cosas por el estilo. Ella tampoco se quedaba callada y le decía:

-Vaya pollón que tienes, cabronazo. Qué gusto me das con él.

Nada más que Rafa sacó su verga del chocho de mi madre, ésta se abalanzó hacia la polla de Mario y agarrándola para darle unos rápidos lametazos, le dijo completamente salida:

-Y ahora tú, cariño, fóllame con este cipotazo, que necesito más polla en el higo.

-Pues la vas a tener, preciosa. –Le contestó él al tiempo que le indicaba a mi madre que se situara a cuatro patas para follarla por detrás al estilo perro. Mi madre entonces se las arregló para situarse tal como le pedía su amante pero de forma que ofreciera una perfecta visión lateral desde la puerta. Sin duda estaba pensando en mí y en que yo tuviera la mejor perspectiva para ser testigo del polvo que le iba a echar su amante. Una vez mi madre en posición, Mario no tardó en enchufársela en el conejo empezando a follársela también a buen ritmo agarrándose a las amplias caderas de la hembra. Mientras follaban, mi madre miraba con frecuencia hacia la puerta y sacaba la lengua en señal de vicio; una lengua húmeda y de la que colgaban hilos y gotas de saliva y que sin duda era un dedicatoria sexual hacia mí, dado que ella sabía que les estaría espiando desde el pasillo. Era delicioso y tremendamente excitante ver follar a mi madre así. Las emboladas que le propinaba su amante hacían que sus tetas se mecieran adelante y atrás, colgando como campanas, y que sus nalgas temblaran como flanes. Era todo un espectáculo ver a mi jamona madre follando y disfrutando de aquella manera mientras ponía unas caras de gusto que eran todo un poema dedicado al disfrute sexual. Mi madre también hizo un amago de acercarse con la boca a la polla de Rafa para mamársela pero los empellones de Mario follándola desde la retaguardia hacían que fuera muy complicado acompasar la follada con la mamada que le quería dar a Rafa, así que pronto ambos desistieron de ello aunque Rafa sí que le dio un par de muerdos con las lenguas al aire y se ocupó de sobarle bien las tetas. Mi madre y Mario estaban tan calientes que el polvo no duró mucho tiempo. Al de pocos minutos la calentorra de mi madre empezó a soltar unos sonidos guturales que anunciaban su orgasmo y así fue como lo alcanzó soltando otro buen chillido mientras a su vez su amante de turno le soltaba toda su ración de lefa en el coño emitiendo también un bufido de placer. También le dio una sonora palmada en una de las nalgas a mi madre mientras le decía lo mucho que había disfrutado follándose a una zorra de su categoría. Ella entonces se dio la vuelta y los dos de rodillas sobre la cama se dieron un intenso beso tras el cual mi madre se inclinó sobre la polla del hombre y se la metió en la boca unos instantes rechupeteándola para luego darle también un par de sonoros besos en el prepucio mientras le decía a su amante:

-Valla pollaza, cariño. Qué gusto me has dado con ella. -Y seguidamente se fundieron en un nuevo beso lleno de pasión y saliva.

A continuación los tres se quedaron sentados en la cama y mi madre les siguió dando besos a cada uno mientras ellos también la sobaban y besaban. Mientras descansaban Mario le preguntó a mi madre sobre el rasurado de su coño; cuándo se lo había hecho, cómo, si había temido cortarse… Entonces mi madre le respondió desvelando un detalle que probablemente nos sorprendió a todos, incluido a mí, y es que mi madre les dijo:

-Me ha ayudado mi hijo; bueno, de hecho me lo ha afeitado él.

-¡Joder, así que le enseñas el chocho incluso a tu hijo para que te lo afeite!

-Bueno, mi hijo y yo tenemos mucha confianza. Él siempre me cuenta cosas de sus novias y eso y yo también le cuento mis cositas. Tenemos mucha confianza y compartimos nuestros secretillos.

-Vaya, pues sí que tienes una buena relación de confianza con tu hijo incluso para estas cosas de sexo.

-Pues sí, y de hecho él no sólo no ve mal que su madre tenga alguna aventurita sino que hasta me anima a ello. A los jóvenes eso de la fidelidad no es algo que les preocupe tanto como a los hombres de mi generación. Ya os digo, mi hijo pone por delante el disfrute sexual de su madre antes que la fidelidad a su padre.

-¡Pues qué bien; qué liberales! –Dijo Rafa entre sorprendido y divertido con lo que mi madre le contaba sobre su abierta relación de confianza conmigo.

-Oye, y no le habrás hablado de lo nuestro… -Intervino Mario un tanto preocupado por ese detalle.

-Pues sí, pero tranquilo. No sólo es que se lo haya tomado bien; es que le parece una idea excelente que su madre disfrute del sexo todo lo que pueda. Ya os digo que me gusta contarle estas cosillas a mi hijo y que cuento con su total aprobación y lo que es más importante, con su discreción segura y total.

-Es estupendo que él sea así de comprensivo contigo, pero Almudena, somos vecinos; y ahora cuando nos crucemos con tu chaval por la escalera…

Ja, ja, ja… Tranquilos; ya os digo que a él le ha parecido muy bien. No va a haber ningún problema con mi hijo os lo aseguro. De hecho cuando me afeitó el chichi me decía riendo que esperaba que os gustara y lo disfrutarais mucho, ji, ji, ji…

-Ja, ja, ja… -Estallaron entonces los dos hombres en una carcajada-. Bueno, pues siendo así nos quedamos más tranquilos.

-Y si quieres puedes decirle cuando lo veas, que sí que nos ha gustado tu chochete depilado y que lo hemos disfrutado mucho, ja, ja, ja…

-Yo seguro que algo de vergüenza sí me paso la próxima vez que me cruce con él, pero bueno… -decía Rafa-.

Así estaban los tres riendo divertidos cuando entonces sonó el teléfono fijo de casa. Los tres se quedaron parados, especialmente Rafa y Mario. Mi madre les explicó que probablemente sería su marido, que siempre la llamaba a esas horas cuando estaba de viaje. El teléfono siguió sonando sin que mi madre fuera a cogerlo hasta que se agotaron los tonos y dejó de sonar.

-Luego volverá a llamar, pero tranquilos, que a mí marido no le explico que dos vecinos se ha pasado la tarde metiéndome sus dos buenas trancas en el conejo, ja, ja, ja… -Los tres rieron de nuevo con la broma de mi madre y en eso estaban cuando el teléfono volvió a sonar. Sin duda era mi padre que repetía la llamada pensando que mi madre no habría oído la primera vez o no había podido coger la llamada en el anterior intento.

Entonces yo, recordando lo que nos había gustado tanto a mi madre como a mí la conversación telefónica con mi padre del día anterior, tomé una decisión rápida, quizá atrevida, pero en todo caso muy excitante para mí. Mientras mi madre y sus amantes oían sonar el teléfono con una cierta aprensión y seguramente esperando a que los tonos se agotaran como la vez anterior, yo me deslicé a toda velocidad hasta la puerta de entrada de la vivienda, la abrí y seguidamente la cerré de un sonoro portazo, como si hubiera entrado en aquel momento en casa. A continuación me dirigí rápidamente al salón, donde está ubicado el terminal del teléfono fijo, y mientras saludaba con voz alta a mi madre iba diciendo:

-¡Hola, mamá! ¡El teléfono, está sonando el teléfono…! ¡Ya lo cojo yo!

Descolgué y en efecto era mi padre, me saludó y preguntó por mi madre, claro.

-Estará ocupada y no habrá oído la primera llamada. Ahora le digo que se ponga. –Le explicaba yo a mi padre todo en voz bastante alta para que me oyeran tanto mi madre como sus amantes desde el dormitorio de mis padres. Entonces dejé el teléfono y salí buscando a mi madre; me dirigí a su habitación y claro, al asomarme me la fui a encontrar con sus dos amantes, todos completamente desnudos y con una enorme cara de perplejidad, incluida la de mi madre. Yo enseguida traté de tranquilizarles a todos y para ello hice tres sencillas cosas: primero les dije en voz baja que no se preocuparan y que yo me ocupaba de todo, seguidamente asintiendo les guiñé un ojo a Rafa y a Mario y les hice la señal del pulgar hacia arriba indicándoles que por mí todo estaba bien, lo cual vi que en efecto les tranquilizó mucho, máxime tras lo que les había contado mi madre sobre nuestra relación de confianza ya que ellos vieron que mi actitud cuadraba perfectamente con ello. Para finalizar le di un beso a mi madre, un suave y rápido piquito de hecho, y le indiqué que me acompañara para contestar al teléfono añadiendo además “como hicimos ayer con papá”. Ella sonrió relajada y diciéndome que era un cachondo se bajó de la cama, se calzó sus sandalias, y se dispuso a acompañarme completamente desnuda, claro. Yo entonces le di un cachetito en una nalga y les dije a Rafa y a Mario con otro guiño:

-¿Qué? ¿Os ha gustado el chichi de mi madre? -Ellos se mostraron cortados y no supieron qué responder pero como yo añadí-: Espero que lo hayáis disfrutado vosotros y que le hayáis hecho disfrutar mucho a ella, que es lo importante.

Entonces ellos ya asintieron relajados y me guiñaron también asintiendo de forma cómplice.

-Creo que sí que lo han disfrutado, y yo también desde luego –Dijo mi madre riendo a la vez que les guiñaba un ojo a ellos y dándome a mí un nuevo piquito en los labios. Luego añadió:- Y ya les he explicado que a ti te parece bien que mamá tenga alguna aventurita así que pueden estar tranquilos aunque hayas aparecido tú aquí, ji, ji, ji…

-Claro que sí –volví a afirmar yo con un gesto de asentimiento hacia los dos hombres que acabó de tranquilizarlos definitivamente. Y añadí dirigiéndome a mi madre-: Por cierto, mamá estás guapísima enseñando ese cuerpo desnudo de jamona que tienes.

-Anda, tonto –Replicó ella coqueta dándome otro piquito-. Anda, vamos a contestar a tu padre, que se va a mosquear con tanta espera.

-Tú tranquila, mamá. Yo me ocupo. Tú estate a mi lado y sígueme el juego.

-Bien. -Dijo mi madre cogiéndome de la mano para ir hacia el salón. Y añadió dirigiéndose a sus amantes-: Acompañadnos sí queréis, que seguro que os divertís, pero máxima discreción y silencio total,

-
 

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
6,204
Likes Recibidos
2,514
Puntos
113
 
 
 
-
Las Historias de mi Madre - Capítulo 005



Tras mi irrupción aprovechando la llamada de teléfono de mi padre, yo había tranquilizado a los dos amantes de mi madre dejándoles ver que mi presencia no iba a suponer ningún problema y que de hecho, tal como ya les había explicado antes mi madre, yo estaba muy a favor de que ella disfrutara del sexo con cuantos hombres gustara. Tras esas aclaraciones, nos disponíamos mi madre y yo a sostener la conversación telefónica de cada tarde con mi padre cuando éste estaba de viaje, pero además yo invité a los dos amantes de mi madre a que nos acompañaran al salón para ser testigos cercanos de todo ello. Creo que tanto a mí como a mi madre eso nos producía un morbo especial. Los dos hombres aceptaron divertidos mi propuesta y los cuatro nos encaminamos al salón. Una vez allí yo volví a coger el auricular para retomar la conversación con mi padre. Mi madre estaba a mi lado y Rafa y Mario se habían quedado en el quicio de la puerta del salón aunque ella les hizo un gesto con la mano para que se acercaran a nosotros de modo que también pudieran escuchar mejor la conversación, sobre todo lo que fuera diciendo mi padre al otro lado del hilo telefónico.

-Hola otra vez, papá. Mamá no podía coger el teléfono porque está atendiendo a unos señores que han venido para arreglar un atasco, pero ya está aquí.

-¿Un atasco? –Preguntaba mi padre-. ¿En la fregadera?

-Nada, no te preocupes. –Seguía explicándole yo-. Han venido dos operarios a echarle un vistazo y lo han dejado perfectamente atendido. Ya están terminando de hecho, y parece que han hecho un muy buen trabajo. Mamá está muy satisfecha. Ella te lo explica si quieres con más detalle, que está aquí a mi lado.

Mientras hablaba con mi padre, por cierto, a mí me estaba excitando tremendamente ver allí a mi lado a mi madre completamente desnuda y tan atractiva con aquellas sandalias de suave tacón que de forma tan atractiva afianzaban sus piernazas, sus caderas y su gordo culazo.

-¿Entonces ya está todo bien, hijo? –Me seguía preguntando mi padre.

-Todo bien, han hecho varias pruebas y va tragando perfectamente. Mamá además lo tenía todo limpito en la zona del agujero para que ellos pudieran meter sus cosas por el ahí y ha sido todo perfecto. Ha llevado su tiempo pero mamá creo que ha quedado muy satisfecha con todo lo que han hecho. Ella misma te lo confirma. Te paso con ella.

Le pasé el auricular a mi madre y tras saludar a mi padre, ella me siguió la línea argumental que yo había planteado y le dijo a su marido.

-Como te decía nuestro hijo, la verdad es que todo muy bien. Los chicos que han venido para el desatasco tienen unas herramientas tremendas, nunca había visto cosa igual. Y las manejan muy bien…

Para entonces y con aquel tono de conversación, mi madre ya empezaba a casi no poder contener la risa y algo parecido les estaba pasando a Rafa y Mario. Entonces yo le arrebaté el auricular a mi madre para que su risa no la delatara y seguí yo hablando con mi padre mientras ella se refugiaba riendo en voz baja en los brazos de sus dos amantes que también reían socarronamente.

-Mamá ahora está comprobando con ellos que traga bien. –Y haciendo como un aparte para hablar con mi madre, le dije a esta de forma audible para mi padre-: Mamá, mira a ver lo de tragar, mira a ver cómo va con las herramientas de esos chicos.

MI madre me miró entre sorprendida y perpleja pero yo le insistí y le señalé ostensiblemente las pollas de los dos vecinos:

-Mamá, por favor. Comprueba bien eso, que papá quiere estar seguro de que con esas herramientas tú has quedado contenta con el resultado y que el sistema succiona muy bien los líquidos.

Mi madre entonces, casi sin poder contener la risa, les agarró las pollas a los dos hombres y dijo en voz alta para que mi padre lo oyera a través del teléfono:

-Sí, esto está estupendo.

-Ya mamá, pero comprueba lo de succionar, por favor. Quiero confirmarle a papá que traga bien para que se quede tranquilo.

Entonces mi madre, comprendiendo mi intención y entrando de lleno en el juego, que sin duda a ella también le excitaba, se inclinó sobre las pollas de sus dos amantes y se las metió en la boca una detrás de otra dándoles una rápida pero profunda lamida ante la sorpresa y casi estupefacción no exenta de excitación de los dos hombres.

-Eso es, mamá; así. Incluso yo ya veo que traga bien. Papá se quedará tranquilo. –Y entonces como retomando la conversación por teléfono con mi madre le dije a este-: Bueno, papá; no se si nos estabas oyendo… que sí, que traga bien. La verdad es que yo creo que muy bien.

Rafa y Mario también iban entrando en el juego, completamente confiados y tranquilos con respecto a mi actitud, y por otro lado disfrutando de contribuir también de aquella inusitada manera a la cornamenta de mi padre, lo cual también parecía divertirles sobremanera.

Tras aquellas breves lamidas en los rabos de sus amantes, mi madre se incorporó y volvió a coger el teléfono para decirle a su marido:

-Estupendo; la verdad es que inmejorable; trago como no lo he hecho en mi vida.

Mi madre había empleado la primera persona verbal del singular en lugar de la tercera y sin duda lo había hecho adrede provocándonos de paso a sus amantes y a mí una gran excitación. Seguramente por otro lado, mi padre no se habría ni enterado del lapsus o lo habría atribuido, precisamente a eso, a un lapsus o a la deficiente calidad del sonido telefónico. Lo cierto es que mi padre ni se inmutó ni dijo nada ya que además, mi presencia allí descartaba para él por completo cualquier posible comportamiento inadecuado de mi madre que, por otro lado, seguramente mi padre no era ni capaz de concebir.

-No me extraña que mamá haya quedado contenta con el trabajito porque la verdad es que estos señores han venido muy bien equipados –Decía yo hablándole a mi padre a través del auricular-. Que mamá te explique las herramientas que han utilizado, que ella ha estado más encima durante toda la operación.

Mi madre se partía de la risa pero aún así hizo acopio de aplomo y le empezó a explicar a mi padre con voz todo lo seria que pudo poner:

-Sí, sí muy buenas herramientas, como dice nuestro hijo. Verás, empezaron explorando el agujero con una especie de espátulas que yo no se cómo se llamarán; para que te hagas una idea son como lenguas que metían en el agujerito para que se fuera abriendo y eso. La verdad es que lo hicieron muy bien. Luego han utilizado unas mangueras estupendas, tremendas; yo no había visto cosas así en este tipo de operaciones, pero bueno, yo es que tampoco he tenido muchas reparaciones de este tipo. Pero ya te digo que muy bien.

Las explicaciones que mi madre le estaba dando a su marido, a mí y a sus dos amantes nos estaban no sólo divirtiendo sino excitando tremendamente. Sin embargo a mi padre parecían aburrirle e hizo algunos intentos de cortar la explicación de mi madre sobre las herramientas de los operarios. En un momento dado, y tras varios intentos anteriores, mi padre ya le dijo a mi madre:

-Vale Almudena, vale; que sí, que está muy bien que lleven buenas herramientas, que para eso son profesionales, anda. Oye, pásale el teléfono a nuestro hijo, que quiero hablar con él.

Mi madre me pasó el auricular tapándose la boca con una mano para que no se le oyera reír.

-¿Qué querías, papá? ¿Qué lo compruebe yo también? –Al parecer mi padre no se fiaba del todo del criterio de mi madre a la hora de evaluar la resolución de la avería y quería que yo también comprobara que todo funcionaba perfectamente tras la intervención de los operarios-. Bueno, papá pues lo compruebo yo también, aunque estando ellos todavía aquí, que han sabido hacerlo todo muy bien con mamá según parece… ¡Ah! ¿Para que no haya reclamaciones? No creo, mamá está muy satisfecha. Seguro que en cualquier caso les vuelve a llamar.

-Tú comprueba que todo está bien, hijo. –Insistía mi padre de forma perfectamente audible para todos por el teléfono-

-Bueno, si insistes… Aunque no se muy bien cómo hacerlo… Voy a meter un dedo por un agujero que no tragaba y a ver qué tal. –Y entonces, aprovechando que mi madre estaba a mi lado conteniéndose la risa como podía, le acaricié el culo y le dije a mi padre-: Todo esto está perfecto, papá. Estupendo, de hecho, te lo aseguro.

-Ya, ¿pero el agujero está bien, está despejado?

-Pues hombre, papá me pones en una situación… Es que hacer esa comprobación…

Y entonces intervino mi madre cogiéndome el teléfono y diciéndole a su marido.

-Sí, cariño, insístele a nuestro hijo en que compruebe lo del agujero, que él seguro que lo comprueba muy bien. –Y me pasó el teléfono diciéndome con un guiño pícaro-: Tu, padre que insiste en que compruebes el agujerito.

-Pues lo haré lo mejor que pueda –dije yo al auricular. Y entonces volví a pasarle la mano por el culo a mi madre, me centré en su raja y acabé con el dedo índice en su ojete acariciándolo con gran excitación mía y creo que de todos los presentes, especialmente de la cachonda de mi madre. Ésta entonces se inclinó hacia adelante dejando todo su gordo culazo bien expuesto y ofrecido y dijo en voz alta para que mi padre lo oyera al otro lado del teléfono:

-Venga hijo, comprueba bien lo del agujerito que yo también quiero que lo hagas y así me quedo más tranquila.

Así que, claro, metí el dedo en el ano de mi madre con suavidad y jugué con él un ratito provocando el silencioso delirio de todos los presentes. Mi madre estaba completamente salida y a la vez sin casi poder contener la risa; Mario y Rafa alucinaban también a medio camino entre la excitación y el descojono por la tomadura de pelo que nos traíamos con mi padre.

-Esto está muy bien, papá –le dije yo mientras seguía hurgando con el dedo en el ano de mi madre.

Cariño, has hecho muy bien en decirle a nuestro hijo que comprobara lo de ese agujero. Me ha gustado mucho que lo comprobara él. Ha metido el dedo y muy bien y yo me he quedado mejor.

-Claro mujer, lo comprueba nuestra hijo y te quedas tú también más tranquila. –Decía mi madre completamente en la inopia, claro.

-Se lo voy a agradecer a nuestro hijo, que no creas que todo el mundo mete el dedo ahí tan alegremente. –Y entonces mi madre me dio un besazo brutal, todo un morreo con lengua que de paso hizo que Rafa y Mario alucinaran, aunque no les debió parecer mal porque cuando mi madre acabó de morrearme, me hicieron el gesto del pulgar hacia arriba y me guiñaban con simpatía y visible excitación.

Mi padre por su parte seguía hablándome y dándome instrucciones por teléfono:

-Hijo, comprueba que pase bien el agua por el agujero, que no haya que llamarles de nuevo…

-Vale, compruebo si va bien el agua en el agujero. –Yo no sabía muy bien qué hacer, si hacer algo o simplemente continuar la charada telefónica con mi padre, pero entonces se me ocurrió hacer algo que me llenó de excitación: Le dije a mi madre en voz alta para que mi padre lo oyera que me ayudara ella también a comprobar si el agua iba bien por aquel agujero y le indiqué que se inclinara. Mi madre, partiéndose de risa y con un brillo de lujuria en los ojos, se inclinó dejando completamente expuesto su culazo ante mí mismo y sus dos amantes. Entonces yo le escupí a mi madre en el ano y le empecé a frotar su orificio anal con toda la saliva que había echado allí.

-Claro, hijo; yo colaboro en todo lo que me digas. -Decía mi madre.

-Perfecto, mamá. A ti también te parece que esto va bien, ¿no?

-Estupendamente; sigue echando un poco más de líquido y sigue así. –Decía ella en voz alta, a lo que yo correspondí dejando caer desde mi boca hasta el culo de mi madre una buena cantidad de saliva que se escurrió por la raja que separa sus dos tremendas nalgazas para llegar hasta su orificio anal que mi dedo seguía acariciando y penetrando suavemente.

-Así, así –decía mi madre en voz alta-. Así va perfecto.

-Sí, papá va perfecto. No se si le oyes a mamá que también opina que va bien… –Le confirmé yo entonces a mi padre mientras seguía acariciando el ensalivado ano de mi madre y de paso todas sus tremendas nalgazas. Y rematé diciéndole a mi padre-: Con humedad abundante este agujero va muy bien.

-¿Entonces tu madre también dice va bien?

-Va estupendo cariño. Bueno, yo no lo he visto cuando ha probado nuestro hijo pero ya he sentido que va muy bien. Por mí perfecto. –Explicaba mi madre mientras Mario, por cierto, le acariciaba las tetas lleno de excitación.

-Cariño –dijo entonces mi madre arrebatándome el teléfono para hablar directamente con su marido no sin antes haberle dado un breve beso con lengua a Mario para agradecerle su sobada de tetas-: Dile a nuestro hijo que compruebe también el otro agujero, anda, que yo también quiero que lo haga.

-¡Ah, pero ha habido atasco en varios desagües! –Decía mi padre un tanto sorprendido-. Claro es normal; si había problemas en uno es normal que los haya en otros. Pues sí, pásame con nuestro hijo, que le digo que compruebe todo.

Así que, tras recibir las oportunas instrucciones de mi padre, no que me quedó otro remedio que meterle a mi madre los dedos también en el coño mientras tanto mi madre como sus amantes y yo mismo estábamos al borde de la estruendosa carcajada por un lado y con una creciente y tremenda excitación por otro. Mi madre suspiró entonces sin poder contenerse y dijo en voz alta para disimular el suspiro.

-Claro, hijo, así, así. Qué tranquilidad que tú también compruebes lo de ese agujero. Te agradezco mucho que lo hagas.

-Está muy bien, papá –le dije yo a mi padre-. Hay mucho resto de humedad y sobre todo de las sustancias que han utilizado los operarios para el desatasco, pero está muy bien; da gusto meter el dedo ahí ahora de hecho, te lo aseguro. Lo han dejado tan bien que se podría meter cualquier cosa, hasta la lengua. Mamá estoy seguro de que está muy contenta con cómo se lo han dejado. Además siguen aquí haciendo ya los últimos remates con mamá y la verdad es que lo hacen muy bien.

Yo les indiqué entonces a los dos hombres que le metieran también mano a mi madre y que hicieran lo que les apeteciera. Ellos, completamente excitados a la par que divertidos, enseguida empezaron a manosear y a besar a mi madre por todos lados llevando a la caliente mujer a un estado de excitación realmente tremendo.

-Mamá, te gusta mucho cómo lo están haciendo todo, ¿verdad? –Dijo yo por el teléfono para que lo oyera mi padre mientras crecía y crecía el divertimento y la excitación entre nosotros cuatro.

-Mucho, me gusta mucho. –Dijo ella en voz alta y conteniendo a duras penas la risa mientras se acercaba de nuevo el auricular para hablar con su marido a la vez que Mario y Rafa la sobaban ya sin ningún miramiento por todo el cuerpo y mi madre les manoseaba a ambos las pollas, que iban teniendo un tamaño más considerable-: Sí, estos lo hacen muy bien porque tienen unas muy buenas mangueras para meter por el agujero. Ya podías tener tú una la mitad de buena…

-Hombre, Almudena. No voy a tener yo herramienta específica para todo en casa. Si pasa algo como esta vez se llama a unos especialistas y ya está, ¿No? –Replicaba mi padre.

-Sí, la verdad es que tienes razón, cariño. –Le respondía mi madre mientras les daba la lengua a Mario y a Rafa y de paso también a mí, que degusté muy excitado ese beso mientras Mario y Rafa me guiñaban divertidos viendo que mi madre era capaz de ser una perfecta zorra incluso conmigo. Para seguir morreando más a gusto con sus amantes y también conmigo, mi madre me dijo de forma que lo oyera mi padre por el teléfono:

-Bueno, hijo, vete despidiéndote ya de tu padre, que llevamos mucho tiempo hablando.

Así que yo ya me dispuse a cortar la comunicación con mi padre. Pero éste seguía dándome indicaciones en uno y otro sentido:

-Sí, vale, papá; ya le digo a mamá que les dé una buena propina. Descuida, mamá es muy espléndida y no creo que tengan queja de cómo se les ha tratado en esta casa. Ellos lo han hecho todo a la entera satisfacción de mamá y mía y ahora están haciendo otro repaso rápido de arriba a abajo. Están empezando por arriba. Uno está comprobando que el líquido entra bien arriba. –Le explicaba yo a mi padre aprovechando que Mario le estaba dando a mi madre unos morreos tremendos, con todas las lenguas de ambos entrelazándose al aire ante nuestros ojos y soltando abundante saliva que se escurría por la comisura de los labios de mi madre.

En un momento dado mi madre dejó de morrear con su amante y acercando su boca al auricular le dijo a su marido:

-Ah, cariño; que sepas que nuestro hijo ha estado muy bien con ellos, agradeciéndoles y felicitándoles por el trabajo que han hecho e incluso ayudándoles un poco, cosa que a mí me ha parecido estupenda. Hay que ver cómo sabe estar este chaval nuestro.

-Sí, es cierto. La verdad es que todos podemos estar muy tranquilos sabiendo que el chaval está ahí. Si hace falta echa una mano en cualquier cosa y eso es estupendo.

-Ya lo creo; echa una mano realmente bien –le respondía mi madre para luego ya cortarle un poco desabridamente a mi padre-: Bueno, cariño, te dejo, que estoy deseando que estos señores acaben ya, que metan bien sus mangueras, sus herramientas y todo lo que tengan que meter y que me dejen bien contenta con el servicio.

-Vale, vale, Almudena. Mañana hablamos otra vez.

-Adiós.

-Adiós.

Tras colgar el teléfono mi madre prorrumpió en una sonora carcajada que había estado aguantándose durante todo el rato y dijo:

-¡Ay, qué puta soy, pero hay que ver qué bien me lo he pasado tomándole el pelo de esta manera al cornudo de mi marido! –Y añadió dirigiéndose a mí-: Y tú eres un cabroncete, ¿eh, cariño?

-Bueno mamá, todo sea porque tú te lo pases bien y de paso te vengues un poco del poco caso que te hace papá. Que no es mal hombre pero te tiene muy descuidada y eso no puede ser así con una hembra como tú.

Mi madre se rió y me dio un fuerte beso en los labios. A continuación, ya todos más relajados, mi madre y sus dos amantes, los tres aún completamente desnudos, se sentaron en el sofá mientras yo lo hacía en una de las butacas del salón. Mi madre estaba situada en el medio de los dos hombres y no dejaba de acariciarles la polla a ambos con lo cual sus vergas estaban a tope de erección. Ellos a su vez le sobaban las tetas o los muslos y le daban besitos hasta que Rafa dijo, mirándome a mí, dijo:

-Bueno, ha sido una tarde muy divertida, la verdad, pero tendremos que irnos ya.

-Bueno, pero yo creo que mi madre no puede dejar que os vayáis con esa erección; debería hacer algo para que podáis ir a vuestra casa un poco más relajados, ¿no te parece, mamá?

-¡Cómo eres, cariño! –me dijo ella con una sonrisa llena de picardía.

-Además papá ha insistido en que les des una buena propina a estos chicos… Así que yo me voy y os dejo que acabéis la tarde disfrutando de…

-De eso nada, cariño –dijo mi madre-. Tú no tienes que irte; bueno, a no ser que quieras irte o que a Mario y a Rafa les importe que tú…

-¡En absoluto! –saltaron a una los dos hombres.

-Y más teniendo en cuanta que la calentura que seguro que todos tenemos ahora nos la has provocado tú con todo el numerito telefónico con tu padre, ja, ja, ja…

Los cuatro soltamos una buena carcajada y entonces mi madre, levantándose del sofá, se acercó a mí y me dio un beso con lengua bien visible para todos.

-Vale, mamá; pues si de verdad no os importa, me quedo, que me encantará además disfrutar del espectáculo, pero venga, ocúpate de tus invitados, anda.

Mi madre entonces me dio la espalda y volvió hacia el sofá bamboleando su culazo de forma que mi polla, bajo el pantalón, también alcanzó cotas inusitadas de dureza, pero antes de llegar al sofá se volvió de nuevo hacia mí, se acercó, se inclinó sobre mí ofreciéndoles ahora a Rafa y a Mario el tremendo espectáculo de su culazo y me dio otro beso para decirme a continuación:

-Por cierto, que sepas que me ha gustado mucho cómo me has tocado antes el culito y el chichi, mi amor… -Me arreó otro besazo más con lengua y ya se dirigió hacia el sofá donde permanecían sentados sus amantes exhibiendo de nuevo su portentoso culazo. Una vez allí se inclinó hacia las pollas de los dos hombres con las piernas rectas en una nueva y deliciosa exhibición de su panderazo sin duda dedicada a mí, y empezó a aplicarles suaves lamidas alternando el cipote de cada uno de los dos hombres.

-¡Joder Almudena, me parece que no vas a tardar mucho en darnos esa propina –decía Rafa excitadísimo mientras la lengua de mi madre le baboseaba el glande con gran profusión de saliva- porque yo estoy más que a punto de correrme, zorra!

-La verdad es que las tenéis muy gordas y duritas, chicos; no es cuestión de dejaros iros así a casa –repuso mi madre con voz mimosa para a continuación girar la cabeza hacia mí y decirme-: Tú, hijo, seguramente también la tendrás bien empinada, ¿no? Anda, quítate el pantalón y el calzoncillo y déjala libre, no te vayas a hacer daño con el pito todo duro y encerrado en el pantalón.

-Pues la verdad es que tienes razón, mamá –dije yo excitadísimo y aliviado por poder liberar mi polla ya que realmente estaba bastante incómodo con ella aprisionada por el pantalón vaquero. Así que me quedé en bolas de cintura para abajo y añadí-: ¡Uff, así mucho mejor! Gracias mamá, y anda, sigue ocupándote de tus invitados.

Mi madre me sonrió, me guiñó y tras darle otro par de lamiditas a cada uno de los cipotes de sus amigos, se encaramó sobre la polla de Rafa sentándose sobre él de cara y ofreciéndome a mí, que permanecía sentado en la butaca frente al sofá, la fabulosa visión de su gordo culazo mientras ella llevaba a cabo la operación de ensartarse la polla de su amigo en el chocho. Rafa a su vez la agarró con sus manazas de las nalgas disfrutando así del culazo de mi madre y ayudándola a que ella se metiera la polla en el chocho. Nada más hacerlo comenzó a subir y bajar sobre el erecto cimbel siendo ella la que llevaba toda la operación de la follada mientras se daba la lengua con su amante. La excitación general era tan grande que Rafa no aguantó casi nada y en menos de un minuto empezó a decir:

-¡Zorra, cómo me estás follando, marranaza! ¡Que me corroooooo….! –Y claro, se corrió llenándole una vez más a mi madre el chocho con su lefa.

Mi madre le dio un beso y rápidamente saltó para ponerse igualmente a horcajadas sobre Mario e insertarse su cipote como antes hiciera con el de Rafa. Tras un baboso morreo con Mario, mi madre también empezó a cabalgarlo en una follada tremenda.

-¡Golfa! –Le decía él-. Qué bien follas, putona.

-Y tú cómo me llenas con ese pollón, cabronazo –le replicaba ella-. ¡Qué caliente y salida estoy, joder! Y cómo me gusta que esté mi hijo viendo lo zorra que soy con vosotros. ¿A ti, hijo, te gusta ver a mamá follando como una puerca?

-Me encanta, mamá.

-Pues ven aquí, siéntate en el sofá a nuestro lado, que me pone muy cachonda follar con Mario teniéndote a ti a mi ladito con la polla al aire, mi amor.

Así que yo, completamente excitado ante la invitación e mi madre, me levanté de la butaca y me fui a sentar a lado de de mi madre y Mario mientras en el otro lado continuaba sentado Rafa. Al sentarme mi madre s inclinó un poco sobre mí, me dio un nuevo beso con lengua y me dijo:

-Si te gusta ver a mamá portándose como una furcia, hazlo aquí de cerca, mi amor, y disfruta de ver a mamá jodiendo como una cerda, que todo lo bien que me lo estoy pasando hoy en gran parte es gracias a ti.

-Sigue, cachonda, sigue. Disfruta y cabalga encima de ese cipote, anda. –Le animé yo a mi madre. Ella entonces volvió a tomar las riendas del polvo que estaba echando con su amante y aceleró la cabalgada. Mario también ayudaba elevando las caderas y contribuyendo al movimiento de la jodienda con gran placer para ambos. En un momento dado mi madre me agarró una mano y me la llevó hasta su teta derecha, la que quedaba más cerca de mí, y me la colocó allí apretándomela en una clara invitación para que se la sobara mientras ella follaba con su amante.

-Tócame tú también tú, cariño, que me gusta mucho. –Me dijo. Yo respondí intensificando mi sobada en su teta y acariciándole también con la otra mano el muslo que quedaba más cerca de mí. Ella entonces me guió en un gesto de aprobación y complicidad para fundirse a continuación en un tremendo morreo con su amante mientras ambos continuaban follando cada vez más rápidamente.

-Disfruta, golfona; disfruta, viciosa. –Le dije yo apretándole suavemente el pezón. Y entonces, cómo si mis palabras hubiera sido una orden, mi madre estalló en un tremendo orgasmo que le hizo gritar de placer mientras apretaba con fuerza los hombros de su amante disfrutando intensamente de su orgasmo. Mario tampoco pudo aguanta más y justo en ese momento se corrió llenando de lefa otra vez el chocho de mi madre. Ambos amantes quedaron abrazados un rato besándose mientras Rafa, que permanecía sentado al otro lado, le acariciaba a mi madre las nalgas y toda la raja del culo, cosa que ella agradeció morreándose también con él.

Luego, mientras la polla de Mario se desencajaba suave y morcillonamente del chocho de mi madre, ésta se giró hacia mí dándome también un intenso beso.

-He disfrutado mucho, hijo. Y en gran parte es gracias a ti. De alguna manera tendré que agradecértelo también a ti, ¿no te parece? Ji, ji, ji… -Dijo con voz mimosa e insinuante.

-Para mí ya ha sido un regalo verte disfrutar así, mamá.

-Ya lo veo ya, ja, ja, ja…Que la polla se te ha puesto bien durita, ¿eh, cariño? Me parece que mamá tendrá que hacerte por lo menos una paja para relajar toda esta tensión, ¿eh, qué te parece?

A mí, en cierta manera me sorprendió un tanto que mi madre estuviera dispuesta a llevar a cabo conmigo un acto tan nítidamente sexual como de hecho era hacerme una paja, allí delante de sus dos amantes, pero por otro lado, después de lo ocurrido tampoco era tan descabellado.

-Claro, mujer, alíviale al chaval que con esta carga de tensión sexual que nos provoca a todos una golfa como tú no se puede estar. –Dijo Rafa con humor.

-Pues claro, eso voy a hacer: relajarle un poquito, ¿verdad, mi amor?

Sin más palabras de por medio mi madre se desmontó de Mario y se arrodilló entre mis piernas para empezar a manipular con gran habilidad mi pene. Éste estaba tan húmedo debido a la gran cantidad de líquido preseminal que yo había ido soltando a lo largo de la tarde, que su mano resbalaba por todo el tallo de mi verga como si hubiera derramado sobre ella un bote entero de lubricante sexual. Me tocaba con gran habilidad, buscando prolongar mi placer, acariciándome los huevos y hasta un poco el ano, luego centrándose en el prepucio y también repartiendo el trabajo entre sus dos manos, una arriba manoseándome el glande y otra abajo sobándome los huevos y el culo. Lógicamente no duré mucho y enseguida noté la inminencia de mi orgasmo.

-¡Mamá, esto está siendo tremendo! ¡Qué manera de tocarme!

-Te gusta cómo te la toca tu madre, ¿eh cabroncete? –Decía ella con una sonrisa llena de lujuria.

-Ufff… No te puedes imaginar cuánto. ¡Joder! Uffff…. Ahí va, mamá. ¡Joder, qué bueno! Me corro, me corroooooo….

Y me corrí. Le solté de hecho un tremendo chorro de lefa que fue a parar a su cuello desde donde resbaló por su canalillo hasta sus tetas. Otros dos gruesos goterones fueron a parar uno a su barbilla, muy cerca de sus labios y otro justo encima del pezón de su teta izquierda. Me gustó especialmente ver cómo mi madre sacaba la lengua para recoger un poco del semen que había quedado cerca de su boca, lo degustaba y se lo tragaba guiñándome de forma tremendamente sensual.

Para entonces Mario y Rafa se habían levantado del sofá, desde donde habían presenciado toda la escena de la masturbación, y se habían colocado cada uno a un lado de mi madre. Yo estaba felicitando a mi madre y acariciándola, y me gustó ver que Mario le sobaba también sin ningún problema la teta en la que yo había depositado un buen grumo de lefa mientras Rafa morreaba con ella.

-¡Qué gusto da tocarte estas tetas tan lubricadas! –Le decía Mario riendo.

-Más gusto me da a mí que me las toques –reía mi madre complacida para luego añadir dirigiéndose a mí-: ¿Y a ti, hijo, te gusta tocarle a mamá las tetas llenas de lefa? Tócale si quieres las tetas a mamá, ¿eh, cariño? Tócame todo lo que quieras…

Así que acerqué mi mano a los pechos de mi madre y se los estuve sobando junto con Mario entre risas de todos y mientras ella nos daba besos a los tres.

Tras ese momento de sobeteo y besuqueo, Mario y Rafa ya indicaron que se tenían que ir así que se vistieron y tras felicitarme a mí por ser tan abierto y comprensivo con mi madre y hasta facilitador de sus aventuras, se dieron una nueva tanda de morreos con ella y ya se fueron.

Cuando finalmente nos quedamos solos, mi madre me dio un morreo intensísimo que por lo menos duró dos o tres minutos y luego dijo:

-¡Qué bien me lo he pasado, cariño! Creo que ha sido la mejor tarde de mi vida.

-Me alegro mucho, mamá. Te lo mereces. Has estado a la altura de la grandísima zorra que eres y eso me ha gustado mucho.

-Ja, ja, ja… ¡Qué cosas le dices a tu madre! Bueno, cariño. Creo que voy a ir a la ducha a limpiarme todos mis agujeritos, que hoy algunos los tengo con mucha sustancia pegajosa, ja, ja, ja…

-Pues para limpiar esos agujeritos hay procedimientos mucho mejores que la ducha.

-¿Qué quieres decir? –Replicó ella un tanto perpleja.

-Pues mira, que este agujerito –y yo le señalé su boca poniéndole un dedo sobre sus labios- cuando sabe a polla se limpia mejor así. –Y diciendo esto le metí la lengua en la boca dándole un morreo en el que le repasé toda su cavidad bucal.

-¡Ay, qué cerdo eres, cariño! –Repuso ella divertida-. ¿Y no te importa que mi boca sepa a la polla de otros hombres?

-En absoluto. La boca de una putita como tú tiene que saber a polla, y a ser posible de más de un hombre.

Los dos reíamos divertidos con mis razonamientos.

-¡Cómo eres, hijo! Nunca hubiera pensado que mi propio hijo era tan cerdito y tan vicioso incluso con su madre, pero me encanta. ¡Me encanta que seas así y me encanta que me digas esas cosas! Así que sigue, cariño mío, límpiale bien a mamá la boquita, que no me quede nada de sabor a polla hasta que me coma la próxima, ja, ja, ja… -Y diciendo esto mi madre sacó su húmeda lengua invitándome a proseguir con el intenso morreo. Nos estuvimos besando un buen rato con gran placer.

-Y en cuanto a este agujerito –dije yo cuando finalizamos aquel caliente beso metiéndole esta vez un dedo en el coño- también se limpia mejor con ese sistema, ¿no te parece, mamá? –Y diciendo esto le hice sentarse en el sofá y le levanté las piernas para tener un mejor acceso a su chocho. Entonces, con su chichi depilado rezumando líquidos que mezclaban el semen de sus amantes con sus propios flujos vaginales, acerqué mi lengua y le empecé a repasar toda la raja chupándosela arriba y abajo repetidamente, metiéndole la lengua cuanto podía en su chocho y centrándome de vez en cuando en rechupetearle el clítoris. También acercaba mi lengua a su ano y también le chupaba un poquito el culo. –Este agujero no lo tienes con semen pero también conviene limpiarlo bien con la lengua, mamá. –Le decía yo mientras ella deliraba de gusto para arreciar seguidamente en mis lamidas a su jugoso conejazo.

Entre el morbo de la acción, al estarle chupando el conejo bien anegado del semen de sus amantes, y el propio hecho del intenso cunnilingus que le estaba haciendo junto con las ocasionales lamidas en su ano, mi madre entró en una espiral de tremenda excitación y comenzó a soltar unos roncos sonidos guturales y unos intensos suspiros que anunciaban un fulgurante orgasmo mientras yo no cejaba en mi labor de rechupeteo intenso de su coño. Todo esto hizo que en muy poco tiempo mi madre estallara finalmente en un fabuloso y furibundo orgasmo que le proporcionó un placer realmente descomunal.

-¡Ay cariño, ay cariño, ay cariño…! –Repetía casi ida y transida de placer-. Esto ha sido realmente tremendo; bestial… No he tenido un orgasmo así en mi vida, te lo puedo asegurar. Buffff… Tremendo, tremendo… ¡Joderrrrrr….! ¡Qué gustazo más grande, hijo! Y no ha sido ni siquiera follando; ha sido con tu lengua de cabronazo dándome gusto en el chocho y en el culo, cariño mío. ¡Pero qué gustazo más grande le has dado a tu madre en el coño, cacho cerdo!

Mi madre, tras ese orgasmazo, se quedó unos minutos derrengada en el sofá mientras con gestos me pedía que me acercara a ella para besarme. Nos estuvimos morreando blanda y babosamente un buen rato y cuando mi madre se hubo recuperado de lo desmadejada que la había dejado este último orgasmo, se rió divertida y dijo:

-Bueno, ahora sí que me voy a la ducha, ¿eh? Y te pediría una cosa, cariño: ¿Quieres ducharte con mamá? Es que prefiero que seas tú también el que me limpia bien mis agujeritos en la ducha, ji, ji, ji…

Y para el cuarto de baño nos encaminamos. Nos metimos en la ducha y allí, bajo la cálida agua resbalando sobre nuestros cuerpos, continuamos jugueteando y besándonos. Nos enjabonamos mutuamente y yo le limpiaba todos sus recovecos; sus sobacos, su entrepierna, su culo, sus tetas… Le sobaba muy intensamente sus muslos, sus tremendas nalgazas y también su tripita, cosa que hizo que ella entre beso y beso me dijera:

-Cómo te gusta tocarle las carnazas a tu madre, ¿eh?

-Es que lo tienes todo muy bueno, mamá.

-Ya me he dado cuenta de que, sobre todo a ti y a Rafa, os gusta mucho mi culo y hasta mi tripita. Tiene gracia; la dos cosas que más me acomplejaban porque creo que las tengo gordas, resulta que os ponen cachondos a vosotros. ¡Hay que ver cómo sois los hombres!

-Es que esto está delicioso, mamá. –Le respondía yo manoseándole todo el vientre y también, claro, su espectacular culazo, que aprovechaba para sobárselo en toda su extensión mientras la enjabonaba. Mi madre hacía lo mismo con mis huevos, mi polla o mi culo. En un momento dado y mientras le metía un dedo en el culo y jugaba con él dentro, mi madre me dijo:

-Ahí, ahí. Sigue haciendo eso que me da mucho gustito, cariño. Méteme tu dedito en el culo.

-¿Te gusta, mamá?

-Pues sí. Entra muy bien así, tan jabonoso, ¿verdad? Anda, prueba a meterme dos dedos a la vez, cariño, que esas suaves cosquillitas en el ojete la verdad es que me gustan mucho.

Yo así lo hice con una excitación creciente que se reflejó en cómo iba reaccionando mi polla. Le metí sin ninguna dificultad los dos dedos que mi madre me pedía gracias a la cremosidad del gel de baño y tras estar jugando así unos instantes con su ano, mi madre me dijo:

-Cariño, ¿te gustaría darle por el culo a mamá?

-¡Mamá! –Dije yo realmente sorprendido por su pregunta, que sin duda encerraba una propuesta-. No se qué decir, me encanta tu culo, claro, pero no se… No pensaba en…

-Mira cariño –me interrumpió ella-. Soy virgen del culo; nunca me la han metido por ahí y… ¿sabes? Me gustaría que fueras tú el que disfrutaras por primera vez del culo de tu madre. Te gusta mucho mi culazo, ¿no?

-¡Mamá! Es que… Sólo con decirme eso creo que casi me voy a correr, zorrona.

Los dos nos reímos y mi madre, tras darme un beso, se apoyó contra la pared dándome el culo y pegó su enorme traserazo a mi polla encajándola entre sus nalgas e invitándome a que la penetrara.

-Venga, cariño. Dale por el culo a mamá; estréname el ojete, anda, y disfruta con la puta de tu madre.

-Buff, mamá. Te aseguro que voy a hacerlo, ya lo creo que voy a disfrutar de tu culazo de jamona, golfa.

-Además te diré otra cosa, cariño –me explicaba ella mientras yo la frotaba suavemente ya el glande en su orificio anal-: Si sigo follando con ellos, tarde o temprano Rafa y Mario me pedirán que les deje darme por el culo y la verdad, prefiero que me lo desvirgues tú, que ellos ya ves qué trancas se gastan.

-Ja, ja… Pues cuenta conmigo para ir abriendo este delicioso agujerito, mamá. –Le respondí yo tiendo.

Así como estaba, dándome la espalda y con su culo bien pegado a mi polla, mi madre giró la cabeza y sacó la lengua para darnos un beso y así, mientras nos chupábamos las lenguas, mi polla empezó a abrirse camino en su ano. Lo cierto es que el jabón, junto con mi trabajo anterior de dedos en su ano, hacía muy bien su trabajo y mi polla se empezó a deslizar con más facilidad de la prevista en su culo. Nos costó un tiempo aunque mi madre en todo momento me iba diciendo que siguiera, que no le dolía y que le gustaba la sensación de ir sintiendo su recto invadido por una polla. Cuando mi polla estuvo totalmente acomodada en su ano fue ella la misma la que me dijo:

-Dale, hijo, dale a tu madre por el culo. Estrena mi agujerito trasero y llénamelo también de leche.

Yo estaba ya en un estado de excitación tremendo, claro, así que empecé a follarme a mi madre por el culo cada vez con más fuerza. En un momento dado, y cuando llevaba unos 4 ó 5 minutos enculándola, empecé también a manipularle el chocho con una mano y ella empezó a gemir de inmediato. Localicé su clítoris y comencé a acariciar toda esa zona de su vagina, todo ello muy resbaloso por efecto del gel que inundaba nuestros cuerpos. Poco a poco el placer fue in crescendo y yo pronto noté que mi corrida era inminente; así se lo anuncié a mi madre y justo en ese momento fue ella la que, merced a mis manoseos en su coño y especialmente en su clítoris, alcanzó un orgasmo que puso de manifiesto con un gritito de placer y apretando más su culo contra mi polla. Y entonces fui yo el que alcanzó el orgasmo eyaculando dentro de su recto con gran placer.

-¡Qué gusto, mamá, que gusto me ha dado follarte este culazo de zorra jamona que tienes!

-Me alegro, hijo. Se que el culo de mamá te gusta mucho; lo noto en cómo me lo tocas, en cómo me lo lames… Y quería que fueras tú el primero que también me lo follara. A mí también me ha gustado mucho, mi amor.

Nos besamos con pasión bajo el agua y continuamos entre risas con la ducha hasta que ambos nos sentimos definitivamente limpios. Cuando salimos de la ducha también nos secamos el uno al otro entre besos y arrumacos mientras mi madre decía:

-Bueno, ahora a cenar, que tenemos que reponer fuerzas.

-Sí, mamá. Y luego a la cama.

-Eso, hijo; a la cama. Ja, ja, ja…
-
 
Arriba Pie