-¿Vas a venirte ya o no? -preguntó Almudena tocando con fuerza la puerta del baño.
-Venirme no, idiota, correrme, jajaja. Dame unos minutos y me corro. -le dijo Sara al otro lado de la puerta.
-No tengo todo el día Sara. Me estoy meando, coño. -volvió a decirle esta enfadada-. ¿Por qué no te masturbas en tu cuarto?
-Aquí se está mejor. Sentada en la taza del váter me da más gusto. ¿Nunca lo has probado hermanita?
-No. Tendré que probarlo si a ti te sienta tan bien. Bueno, qué, ¿terminas ya?
-Si, casi estoy. Ya viene, siii, viene. Me corro hermanita, me corro, si joder, me coorrooooooo.
Almudena se empezó a humedecer al oír como su hermana se corría a solo unos centímetros de ella. Joder, pensó. Si papá no estuviera a punto de venir, después de mear me haría un buen dedo y me correría yo también.
Sara abrió la puerta y salió del baño con las mejillas sonrosadas. Sin duda debía de haberse corrido con todas sus fuerzas por la expresión que acompañaba a su cara.
-Vas en bragas. -le dijo Almudena-. ¿Quieres que papá te vea así?
-¿Cómo así? -le respondió Sara.
-Como una Lolita. -dijo Almudena.
-Una Lolita cachonda. -contestó Sara-. ¿No te estabas meando?
-Si. Voy. Avísame si viene papá. -le dijo Almudena.
-¿Porqué? -preguntó Sara.
-Porque quiero saludarle cuando entre. -le dijo Almudena cerrando la puerta del baño.
-¿Quieres ser su favorita? -le recriminó Sara.
-Las dos los somos. Y déjame mear tranquila hermanita.
-Como te gusta chincharme, ¿eh? -dijo Sara.
-No lo sabes tu bien. -y rio Almudena mientras hacía pis.
Almudena pensó que tendría que esperar hasta la noche para masturbarse. Y lo peor de todo es que no era para nada silenciosa mientras lo hacía.
Recordó aquella noche hacia 3 años cuando su hermana la descubrió gimiendo y respirando fuerte como si le estuviera dando un ataque.
Sara puso los ojos como platos al ver a su hermana con su dedo índice dentro de su coño húmedo que relucía a la luz de la mesilla de noche.
La primera impresión de Almudena fue quedarse allí parada. Estaba sintiendo los últimos instantes de placer que le había proporcionado su primer orgasmo, y no se sentía con fuerzas para levantarse de la cama y llegar hasta donde estaba su hermana.
Sara se la quedó mirando unos segundos más mientras Almudena trataba de recuperar el sentido tras el orgasmo, y cuando Almudena se levantó de la cama con los dedos húmedos de sus fluidos, Sara ya había desaparecido del umbral de la puerta.
A partir de esa primera vez cada vez que se masturbaba Almudena no podía evitar gemir en voz alta y respirar agitadamente. Por eso debía hacerlo cuando las dos estaban solas en casa o su padre dormía profundamente.
Cuando salió del baño, Sara no estaba por allí. Miró en su habitación y tampoco estaba.
A lo lejos oyó a su hermana saludar a su padre.
-Vaya. No me ha avisado de que venía papá como le dije. -pensó Almudena-. ¿Quieres ser su favorita? -recordó las palabras de Sara-. Miró al baño donde acababa de masturbarse. Se quitó el pantalón del pijama, y lo tiró al cubo de la ropa sucia. Ella también iría a recibir a su padre en bragas, pese a la marca de humedad que se había empezado a formar en su entrepierna.
-Hola diablillos, ¿cómo estáis? -les preguntó Juan Carlos el padre cuando llegó a casa.
-Bien papá. -le dijo Sara que fue la primera en responder. Almudena llegaba justo detrás de ella en ese momento.
-Bien papá. -le contestó Almudena.
-Me encantan vuestros recibimientos. -dijo el padre cogiendo a Sara en sus brazos-. Sin querer sus nalgas rozaron la entrepierna de Juan Carlos cuando la alzó. También cogió a Almudena en brazos después de soltar a Sara y le plantó dos sonoros besos en las mejillas.
-¿Para mí no hay besos papá? -le preguntó Sara cruzándose de brazos y haciendo un mohín con la cara.
-Claro tesoro. Tú has sido la primera en salir a recibirme. Tú te mereces tres. -y la besó en las mejillas y luego en la frente-. Tienes mucho pelo ya, deberías ir a cortártelo. -le dijo revolviéndoselo.
-Bueno, no sé. Yo lo veo bien. -le respondió Sara.
Juan Carlos se dio cuenta de que las dos habían salido a recibirle en bragas, algo que no habían hecho nunca hasta ahora. ¿Qué planeaban sus dos pequeños diablillos? Afortunadamente no reparó en la mancha de las bragas en la entrepierna de Almudena.
-Al final te has salido con la tuya. -le reprochó Almudena a Sara después de comer.
-¿Yo? -le preguntó Sara haciéndose la tonta.
-Ser la primera en saludar a papá. Querer ser su favorita. -le dijo Almudena.
-Tu misma dijiste que las dos somos sus favoritas. No tiene predilección por ninguna. Aun así, quiero ser la primera que papá desvirgue. -le dijo Sara para asombro de su hermana.
-¿Tú crees que papá nos ve como a mujeres y no como a sus hijas? -le preguntó Almudena.
-Claro. Somos mujeres. Por eso salí en bragas, y tu hiciste lo mismo, ¿no? Mira, hasta las tienes mojadas. -le contestó.
-Porque me excité cuando te oí correrte. -le dijo ella.
-¿Papá no te hace humedecerte? -le preguntó Sara.
-Muchas veces. Cuando nos bañamos juntos y él se acerca mucho a mí. Empiezo a humedecerme y no puedo parar. Lo malo es que no soy tan silenciosa como tú, y tengo que esperar a la noche para masturbarme si papá no está en el trabajo. -contestó Almudena.
-Prueba a tocarte luego, cuando papá se eche la siesta. -le propuso Sara-. No duerme tan profundamente como de noche, pero si no eres tan ruidosa, puedes conseguirlo.
-Eso haré. Pero quiero que estés conmigo hermanita. Así si gimo demasiado alto tu podrás hacer que me calle. -le dijo Almudena.
-Vale. Vamos a recoger la mesa no vaya a ser que papá se enfade. -dijo Sara.
-¿Adónde ha ido? -preguntó Almudena.
-Está en la ducha. Sabes que siempre deja la puerta del baño abierta cuando se ducha. Puedes ir a verle poniendo cualquier excusa y le verás desnudo. Así te vas a poniendo a tono. -le recomendó Sara.
-Si. Está bien. Voy al baño. Le diré que me hago pis. -le dijo Almudena.
-Que fina. Pis. Jajajaja. -dijo Sara.
-Como te gusta chincharme. -y le hizo cosquillas a su hermana.
Almudena fue hasta el baño donde se oía caer el agua de la ducha. El espejo del lavabo estaba algo empañado.
-Papá. Necesito entrar. Me hago pis. -le dijo sin saber si la oiría con el ruido del agua de la ducha.
No obtuvo respuesta por lo que entró en el lavabo. Se fijó en que la mampara de la ducha estaba entreabierta. El culo de su padre se veía entre las dos puertas de la mampara. A su padre le gustaba cuidarse y lucía un buen trasero. Aunque no tenía ganas de hacer pis, debía fingir que si las tenía. Levantó la taza y se bajó las bragas sentándose en la taza. En ese momento su padre se dio la vuelta en la ducha mostrando su pene. Estaba un poco erecto, lo que su amiga Ruth llamaba tenerla morcillona. Había oído que los hombres se excitaban en la ducha con el agua caliente.
-Hola hija. -oyó que la saludaba desde dentro de la ducha.
-Ho, hola papá. -le contestó Almudena cortada-. Te dije que necesitaba usar el baño, pero no me oíste.
-No pasa nada. No me importa que uséis el baño aunque yo esté en la ducha. Ni a vosotras tampoco, ¿verdad? -le preguntó mientras se enjabonaba sus partes íntimas.
-No, qué va. -e hizo un gesto con la mano como quitándole importancia al asunto-. Nos hemos bañado juntos los tres. No pasa nada por vernos desnudos. -pero en ese momento se dio cuenta de que sus mejillas se sonrojaban.
Tuvo la mala idea de girar la cara hacia la ducha y vio que el pene de su padre ya estaba completamente erecto. Notó como empezaba a humedecerse. En ese momento él cerró el grifo de la ducha. Maldita sea, había terminado de ducharse e iba a salir en breve.
No se atrevía a levantarse estando así de húmeda. Su padre se daría cuenta y dejaría de ser la niña que pensaba que era. Ella no tenía tan claro como Sara ser desvirgada por su padre. Al menos todavía no.
-Cielo, ¿me pasas la toalla? -le pidió él.
-Claro, dame un momento. -se levantó de la taza, tiró de la cadena y se subió las bragas a toda prisa haciendo que se mojaran aun más de lo que ya lo estaban.
Su padre no esperó a que le pasara la toalla y salió desnudo de la ducha. Almudena se le quedó mirando. Las gotas de agua caían de su cuerpo desnudo y completamente depilado. Su pene erecto apuntaba hacia ella como si la estuviera saludando. Almudena le pasó la toalla sin querer mirarle de nuevo. Su padre la cogió y empezó a secarse delante de ella.
-No te asustes tesoro. Es normal lo que ves. A los hombres se nos pone así el pene de vez en cuando, y por lo que veo tú también te has excitado. Veo la mancha en tus bragas.
-Lo siento papá. -le dijo ella arrepentida.
-No tienes que arrepentirte de nada cielo. Es completamente normal. ¿Alguna vez has visto el pene de algún amigo? ¿No? ¿Quieres tocar el mío?
Esas palabras sonaron en su cabeza como si hubieran subido de repente la radio del reproductor de música a máxima potencia, pero entonces se dio cuenta de que su padre no había salido de la ducha y estaba secándose dentro. Todo había sucedido en su cabeza, excepto la humedad en su coñito que no paraba de aumentar.
Cortó unas tiras de papel higiénico y las puso sobre su vulva para que trataran de absorber la humedad hasta que pudiera cambiarse las bragas, se lavó bien las manos, y salió casi a la carrera del baño despidiéndose de su padre.
No sabría si podría aguantar hasta que llegara la hora de la siesta para masturbarse junto a su hermana.
Comieron los tres sin apenas hablar. Su padre les había preparado la comida, lasaña para los tres que estaba bastante buena. Sara y Almudena le agradecieron que les hubiera preparado un plato tan bueno.
Llegó la hora de la siesta. Las dos hermanas se fueron a su habitación. Era grande por lo que disponían de una cama para cada una. Desde hacía tiempo compartían habitación, de hecho, desde que su madre les abandonó a los tres.
Había sido muy duro al principio, pero con el tiempo la herida se fue curando, hasta que al final se cerró. Ahora eran felices con su padre y por lo poco que les había contado, su madre vivía con otro tipo en una ciudad lejos de Madrid.
Al no tener madre en sus vidas, a Almudena la enseñó a masturbarse su amiga Ruth, a la cual había enseñado a su vez su madre, y Sara enseñó a su hermana.
Si hubieran tenido las dos un hermano, hubiera sido su padre el que le hubiera enseñado a masturbarse también.
Sara se asomó a la puerta y vio que su padre estaba dormido en el sofá.
-Se ha quedado dormido en el sofá. -le dijo ella a su hermana.
-Vaya, esperaba que se durmiera en su habitación. -contestó Almudena.
-Durmamos un rato hermanita. -dijo Sara.
-Está bien. -contestó Almudena.
Durmieron un rato y sin saber qué hora era las dos despertaron. Oyeron unos gemidos que venían del salón y miraron por la puerta de su habitación dejándola entreabierta
-¿Qué crees que hace papá? ¿Por qué respira así? -preguntó Sara a su hermana.
-Lo mismo que nosotras boba. Se está masturbando. -le respondió Almudena.
-¿Los hombres también se masturban? -volvió a preguntar Sara.
-Claro, y más aún que las mujeres. -le respondió Sara-. Tienen más deseo que nosotras.
Sara era más lanzada en cuanto a masturbarse y hablar de sexo, pero a veces parecía más ingenua respecto a ciertas cuestiones.
Se quedó mirando fijamente a su padre cuya mano derecha subía y bajaba por el tronco de su pene mientras este aumentaba los gemidos, sin duda pensaría que sus hijas dormían a esa hora la siesta, y podía gemir sin miedo a que ellas le escucharan, y al cabo de un rato echó la cabeza hacia atrás y comenzó a balbucear algo que ni Sara ni Almudena entendieron, quizá el nombre de su madre, quizá el nombre de otra mujer, cuando para sorpresa de Sara, un líquido blanco y espeso, algo que en un primer momento le recordó al gel de baño cuando salía del envase, empezó a brotar de la punta del pene de su padre cosa que hizo que este se estremeciera y ahogara un gemido que les hizo saber a las dos que su padre se estaba corriendo como hacían ellas cuando terminaban de masturbarse.
Desde donde estaban observando, detrás de la puerta de su habitación, se fijaron en que el líquido blanco había salpicado el pecho y las ingles de su padre, que a propósito había dirigido su pene hacia allí, y sacando unos clínex del cajón de la mesita del comedor, se limpió bien las manchas, y luego se dirigió seguramente hasta el baño para terminar de limpiarse.
-¿Ves? -le dijo Almudena a Sara-. Acaba de correrse. Como nosotras.
-Parece que ha disfrutado tanto como nosotras. -le dijo Sara.
-Tal vez un poco menos hermanita. Los orgasmos masculinos no son tan intensos como los nuestros, pero lo ha pasado bastante bien. -convino Almudena.
Al poco oyeron roncar a su padre en su habitación, sin duda el orgasmo le había dejado bastante relajado, por lo que ya era hora de que ellas pudieran masturbarse.
Como si de una rutina se tratase, ambas se quitaron las bragas y se sentaron en la cama.
Esta era la primera vez que Almudena iba a masturbarse frente a su hermana.
Las dos se miraron a la cara y se abrieron de piernas. Sara tenía el coño un poco más peludo que su hermana, aun no se habían empezado a depilar.
Almudena fue la primera en empezar. Con su dedo índice comenzó a acariciarse los labios mientras Sara miraba fijamente a su coñito. La humedad no tardó en brotar, mientras su hermana hacía lo propio con sus labios mayores y menores. Almudena empezó a gemir y entonces pasó a estimular su clítoris como tantas veces, alternado movimientos de su dedo en circulo, como desplazarlo desde arriba hacia abajo de su botoncito.
Pronto los dedos de ambas estuvieron húmedos, por lo que pasaron a introducirse solo uno, el mismo índice en su vagina y moverlo en varias direcciones hasta alcanzar el estado más próximo al orgasmo.
Para entonces Almudena ya estaba gimiendo acompasadamente a un tono más elevado que el de su hermana.
Sara se dio cuenta inmediatamente, y sabía que si seguía así su padre terminaría despertándose, por lo que dejó su masturbación y se acercó hasta su hermana tapando suavemente con sus dedos su boca, pero esto hizo que Almudena sintiera en sus dedos el olor de su sexo, y tras deleitarse oliéndolo, lamió con su lengua lujuriosa los dedos de su hermana impregnados de sus fluidos. El sabor entre dulce y salado de los fluidos de su hermana era como un néctar para ella que alguna vez había probado sus propios jugos, pero sin tragárselos como acababa de hacer.
Por primera vez intentó introducir un segundo dedo en su coñito y lo consiguió. Estaba tan excitada y se había dilatado tanto, que al segundo dedo no le costó nada penetrar su vagina, y fueron entonces dos dedos lo que la llenaron y sin apenas bombear más, se corrió aguantando los gemidos mientras veía como su hermana retomaba su masturbación.
Almudena tuvo que tumbarse de tan intenso que fue su orgasmo, y así se quedó abierta de piernas, pero flexionadas mientras sus dedos lujuriosos seguían entrando y saliendo de su coño, aunque ya hacía unos instantes que había terminado de correrse.
Al ver a su hermana correrse así, hasta ahora solo la había oído correrse, no la había visto todavía, Sara también se venía, como decían sus amigas latinas, se corría, se estaba corriendo con todas sus fuerzas, respiraba agitadamente, su coño palpitaba y se estremecía, llevó el dedo índice de su otra mano a su clítoris y entonces estalló en un orgasmo tremendo que tuvo que tapar su hermana con la almohada para que no fuera Sara la que despertara a su padre en lugar de Almudena.
Su hermana le había contado que el orgasmo era aún mejor cuando lo hacía con un chico, y se propuso que al día siguiente sería la primera en ser desvirgada por su padre. Ahora que había visto su pene por primera vez, ardía en deseos de que la penetrara con el.
-Dios, me he corrido con todas mis ganas. -le dijo Almudena ya recuperada la respiración después del orgasmo.
-Y yo. Ya te digo. Ha sido el mejor orgasmo de mi vida. Entre haberle visto el pene a papá y evitar que tu gimieras muy alto no he podido evitarlo y me he corrido sintiendo mucho placer. Mañana lo haré posible, haré que papá me desvirgue la primera.
-Te va a doler. Ya lo hemos hablado. La primera vez duele. -le dijo Almudena muy seria-. Tu sabrás. Aunque no sé si papá lo hará. Somos sus hijas, no es un pervertido.
-Si, pero desde que mamá le dejó no ha tenido ninguna novia, al menos que nosotras sepamos. -le dijo Sara.
-Es cierto que los hombres necesitan tener sexo más que las mujeres, pero no sé si papá quedará rendido a tus encantos hermanita.
-He tenido una idea. Mañana lo verás. -le dijo Sara muy convencida.
Al día siguiente era sábado y se despertaron pronto. Su padre trabajaba de noche y aun no había vuelto a casa.
A mediodía por fin lo hizo.
Sara corrió a saludar a su padre, no llevaba puestas más que las bragas, había obviado el sujetador, y sus pequeños pechos brincaron cuando su padre la cogió en brazos.
-Tesoro, ¿por qué vas casi desnuda? -le preguntó su padre cuando la volvió a dejar en el suelo.
-Eso tiene una explicación. -dijo Almudena tal y como habían acordado-. Se le rompió el sujetador y el único que le queda está en la lavadora.
Su padre no llevaba la cuenta de la ropa interior de la que disponían sus hijas, desde que su madre les había abandonado ellas llevaban la cuenta de su ropa interior, y su padre de la suya, por lo que esa excusa coló perfectamente para su padre.
-Ah. Está bien. Entonces os daré dinero para que os compréis lo que necesitéis. -ellas se encargaban de comprar su propia ropa, su padre solo les daba dinero y ellas compraban lo que necesitaban-. Pero antes deberías ir a la peluquería hija, ya te dije que tienes el pelo largo.
-No me gusta la señora mayor. -hablaba así de la peluquera, Dolores, que era una mujer bastante borde, y a Sara no le gustaba ir-. Córtamelo tú papá.
-¿Yo? Pero si no soy peluquero. No tengo ni idea de cómo se hace.
-Córtamelo tú. -insistió Sara.
-Está bien cielo. Si me dejas cambiarme de ropa intentaré cortártelo.
Ya con ropa de casa Juan Carlos se dispuso a cortar el pelo a su hija.
Sara se acercó hasta él, seguía vistiendo solo las bragas. Su padre se sentó en el sofá y Sara hizo lo propio sentándose sobre sus piernas. Estaban espalda contra espalda, y él notó el calor que desprendía su hija.
Comenzó a cortar pequeños mechones de pelo. Sara apenas se quedaba quieta mientras su padre obraba y temía que pudiera cortar a su hija.
Su culito se movía sobre el regazo de su padre. Juan Carlos había terminado ya por la parte de atrás y le pidió que se diera la vuelta.
Sara obedeció y entonces su padre tuvo sus pechos casi pegados al suyo. Estaba acostumbrado a verlas desnudas a las dos, pero esta vez algo, no sabía qué, era distinto.
Entonces ella se empezó a escurrir de su regazo y su padre la agarró para levantarla lo que hizo que su entrepierna se rozara con el regazo de su padre y sus pechos con el torso de él. Juan Carlos se dio cuenta de que sus bragas se humedecían y su torso comenzó a sudar. En ese momento si saber que pasó por su cabeza, se alzó un poco y Sara besó a su padre directamente en la boca.
Juan Carlos la miró sin saber que decir. El beso solo había durado unos segundos, pero fue suficiente para que este notará un calor en su entrepierna.
Sara se bajó de su regazo y salió a la carrera a su habitación.
-Cielo, ¿qué te pasa? ¿Estás bien? -le preguntó su padre yendo detrás de ella.
Se había encerrado en su habitación. Almudena al ver que su hermana entraba, se metió debajo de su cama tratando de esconderse. En ese momento él entró en la habitación y se encontró a su hija sentada en la otra cama.
-¿Qué te ha pasado cielo? -le preguntó él al ver que Sara no decía nada.
-Nada papá. Te he besado. Yo te quiero mucho y quiero que tú me quites la virginidad.
-¿Qué dices hija? No te entiendo. -le contestó él, pero sabiendo perfectamente a que se refería.
-Quiero que lo hagas papá. Quiero hacer el amor contigo y perder la virginidad.
-Eso no es posible tesoro. Yo te quiero, pero eres mi hija y eso no se puede hacer. No puedo hacer el amor contigo.
-Si papá. Si puedes hacerlo. Llevas mucho tiempo solo, yo te quiero y tú a mí. Soy tuya, házmelo papá.
En ese momento Sara se echó sobre su padre que cayó tumbado sobre la cama bajo ella. Desde debajo de la cama Almudena contemplaba la escena y supo que no era buena idea hacerlo así.
Sara no paraba de besar a su padre. Él trataba de quitársela de encima, pero ella no se resistía.
En uno de estos forcejeos Sara consiguió bajarle el calzoncillo a su padre y descubrió que su pene estaba erecto.
-¿Ves papá? Tú también lo quieres. -le dijo.
En ese instante su padre se quitó la camiseta, solo le quedaba esa prenda, y empujó a Sara contra la cama. Le quitó las bragas y las tiró al suelo. Le separó las piernas y la agarró por las muñecas para que no pudiera resistirse, aunque ella no fuera a hacerlo.
-Tú lo has querido. -le dijo muy serio.
Con su mano izquierda llevó el dedo índice hasta el coño de su hija y comenzó a acariciar sus labios vaginales. Luego se agachó y lo lamió con la lengua hasta que Sara se retorció de placer. Cuando vio que ella no oponía resistencia, es más, lo pedía con su mirada, la soltó.
Su padre se alzó sobre ella y arqueando su cuerpo fue introduciendo su glande en su coño. Al principio solo el glande. Sara dio un respingo al sentirlo dentro, y su padre se envalentonó y se la metió del todo, cosa que hizo que Sara gritara de dolor al sentir semejante miembro en su interior.
Su himen se rompió manchando las sábanas. Almudena en un momento salió de debajo de la cama sin que ningún de los dos la viera y se escapó de la habitación.
Juan Carlos se quedó mirando a su hija muy serio mientras seguía dentro de ella. Sara lo miraba también. Su dolor iba disminuyendo, pero seguía con la polla de su padre en su interior, por lo que aún no estaba disfrutando.
-Es lo que querías, ¿no? -le preguntó él.
-Si papá. Es lo que quería. Pero debería sentir placer y no lo siento. -le contestó.
-Primero te duele, pero luego disfrutas. Ahora viene eso. -le dijo él.
Su padre entonces la sacó mezclándose la sangre y los fluidos de su hija, y luego se la volvió a meter despacio.
-Aaaaah. -gimió entonces Sara-. Ahora me gusta papá. Ahora sí.
-Claro cielo. -le dijo y la besó en la boca como si ese monstruo que acababa de desvirgar a su hija hubiera desaparecido.
-Aguanta un poco más y disfrutaras del todo. Agárrate a mis hombros si quieres y date impulso hacia arriba mientras yo te follo.
Sara asintió con la cabeza y se agarró a sus hombros. Su padre retomó el bombeo de forma más pausada, y porque no decirlo, romántica.
Entonces su hija comenzó a disfrutar. Ambos gemían. Almudena se había encerrado en el baño, sabía perfectamente que estaba pasando en ese momento y como iba a cambiar la relación entre ellos tres.
Pero oírlos desde el baño la puso aún más excitada de lo que la yo estaba.
La cama se movía más rápido de lo que ya lo estaba haciendo antes, señal de que su padre habría comenzado a moverse con más intensidad de lo que lo había hecho hasta entonces. Además, los gemidos de su hermana iban subiendo en intensidad y se acompasaban a los de padre, señal de que por fin estaba disfrutando como una loca.
-Aaaah, tesoro. Te quiero tanto. Eres tan guapa. -oyó como le dijo su padre a su hermana.
-Siiii papá, yo también te quiero. Me gusta, que bien me follas. -le dijo ella.
-Que estrecha estás. Tu coñito me aprieta tan bien la polla. -le contestó él-
Almudena no sabía como distinguía su hermana si su padre la estaba follando bien o no, porque era la primera vez que lo hacía, y no tenía ninguna referencia con la que comparar. Solo sabía que ella cada vez se excitaba más al oírlos, y que, metiendo sus dedos bajo las bragas, comenzó a masturbarse.
Salió de su escondite, y mientras seguía masturbándose, y envalentonada ahora por la situación tan morbosa, se acercó a la puerta de su cuarto y vio como su padre estaba sobre su hermana, y tensaba su espalda y la destensaba cada vez que la penetraba y la sacaba apenas un momento, para volver a penetrarla hasta lo más profundo de su hija, que se limitaba a mirarlo mientras él la follaba sin descanso.
Sara se dejaba hacer al no tener experiencia en el sexo, solo sabia masturbarse, pero no que hacerle a un hombre, pero eso no parecía preocupar especialmente a su padre, el cual no necesitaba tampoco nada más de su hija, más que acogerle en interior, cosa que su coño que acababa de dejar de ser virgen, hacia perfectamente ahora que con las numerosas embestidas ya se había dilatado lo suficiente para que su padre la llenara.
Entonces Juan Carlos comenzó a gruñir y respirar más agitadamente, señal de que se estaba empezando a correr. Pero en ese momento levantó un poco la cabeza sintiendo como eyaculaba en el interior de Sara y vio a su hija Almudena en el umbral de la puerta de la habitación con sus dedos bajo las bragas.
Almudena se dio cuenta de que su padre la había descubierto masturbándose mientras él se retorcía por el tremendo orgasmo que estaba sintiendo, mientras su hermana giró la cabeza y vio como Almudena también llegaba al orgasmo por la excitación de haber sido descubierta mientras los espiaba.
Pero entonces Sara giró de nuevo la cabeza mirando a su padre mientras los tres se corrían casi al unísono, y Almudena terminó escurriéndose hasta el suelo con la espalda pegada a la pared, y acabó sentada mientras recuperaba la respiración.
Juan Carlos acabó de bombear en el interior de su hija y finalmente se calmó. Besó a Sara apasionadamente en la boca y se salió de ella haciendo que una mezcla de su semen y los fluidos de su hija mancharan las sábanas, pero no pareció importarle.
Almudena seguía sentada en el suelo mirando la escena con una mezcla de excitación e incredulidad.
Su padre la miró y se incorporó de la cama.
-¿Tú también lo quieres Almudena? -le preguntó a su hija.
-¿Yo papá? Que si quiero que. -le contestó ella, pero sabiendo perfectamente a que se refería.
Él no le contestó. Se limitó a acercarse hasta ella y la levantó cariñosamente.
Se agachó frente a ella y le quitó las bragas húmedas por su corrida.
Sara se incorporó también en la cama quedándose sentada y los miró mientras su padre estiró su lengua y comenzó a pasarla por los labios húmedos de Almudena.
-No papi, no. -le dijo ella, pero sin apenas ofrecer resistencia.
-Lo deseas tanto como tu hermana, ¿verdad? -le preguntó él sin dejar de obrar ahí abajo.
Almudena se estremecía mientras su padre le hacia una buena comida de coño, como solo un adulto experto sabría hacerle.
-Aaaah papá. No por favor, noooo, me gusta, sí, me gusta. -ella negaba y asentía a la vez.
Cuando se cansó de jugar con su lengua, acarició sus labios con sus dedos y luego frotó su clítoris en círculos.
Almudena no podía aguantar más y se lo hizo saber.
-Me corro papá, me corro.
-Córrete mi niña. -le animó él.
Mientras Almudena se corría, Juan Carlos se incorporó mientras Sara era testigo de lo que pasaba. Entonces, sin darle tiempo a reaccionar, guio su pene que había vuelto a ponerse erecto en tan poco tiempo, y apoyada en la pared como estaba, la penetró de una vez rompiendo el himen de su hija, el cual no le costó apenas esfuerzo, ya que una vez masturbándose Almudena casi se lo había roto por introducirse dos dedos en su interior.
-Aaaaaaah. -gimió Almudena al notarse penetrada y perdida su virginidad por el gran falo que poseía su padre. El hombre que la había concebido ahora efectuaba en ella el mismo mecanismo por el que había sido concebida. Y como todo hombre fuerte y experimentado, sus caderas se impulsaban fuertemente chocando con el pubis de su hija y produciendo unos sonidos de chapoteos mientras su pene entraba y salía de su vagina.
Sara los miraba asombrada, sobre todo a su padre, que pese a acabar de correrse en su interior, no había perdido ni un ápice de su vigor ni de su fuerza, y siguió bombeando un rato más haciendo que Almudena experimentase un tercer orgasmo, el primero gracias al pene de un hombre, de su padre en este caso, y jadeo y jadeo y la clavó las uñas a su él en la espalda, y finalmente le rodeó con sus piernas atrayéndole aún más hacia ella como una amante experimentada, hasta que ya no pudo más, y el éxtasis y el placer la venció y su padre se giró con ella encima y la tumbó sobre la cama, donde finalmente terminó de vaciarse por segunda vez ese día en su otra hija y los tres se unieron en la cama en un torrente de deseo, amor, placer y lujuria.
-A partir de ahora seréis mis amantes hijas. Sois mis tesoros y os quiero muchísimo. No debéis hablar de esto con nadie. -les dijo él abrazándolas tiernamente-. Ahora deberemos tomar precauciones eso sí.
-Claro papá. Tomaremos la píldora, queremos sentir como te corres en nuestro interior. -le dijo Sara tomando un poco de sus flujos mezclados y llevándose un dedo a la boca probando la semilla de su padre mezclada con su humedad.
Almudena miró fijamente a su hermana e hizo lo mismo comprobando que aquello a fin de cuentas no sabía tan mal, y que los uniría a los tres más de lo que ya lo estaban.
-Venirme no, idiota, correrme, jajaja. Dame unos minutos y me corro. -le dijo Sara al otro lado de la puerta.
-No tengo todo el día Sara. Me estoy meando, coño. -volvió a decirle esta enfadada-. ¿Por qué no te masturbas en tu cuarto?
-Aquí se está mejor. Sentada en la taza del váter me da más gusto. ¿Nunca lo has probado hermanita?
-No. Tendré que probarlo si a ti te sienta tan bien. Bueno, qué, ¿terminas ya?
-Si, casi estoy. Ya viene, siii, viene. Me corro hermanita, me corro, si joder, me coorrooooooo.
Almudena se empezó a humedecer al oír como su hermana se corría a solo unos centímetros de ella. Joder, pensó. Si papá no estuviera a punto de venir, después de mear me haría un buen dedo y me correría yo también.
Sara abrió la puerta y salió del baño con las mejillas sonrosadas. Sin duda debía de haberse corrido con todas sus fuerzas por la expresión que acompañaba a su cara.
-Vas en bragas. -le dijo Almudena-. ¿Quieres que papá te vea así?
-¿Cómo así? -le respondió Sara.
-Como una Lolita. -dijo Almudena.
-Una Lolita cachonda. -contestó Sara-. ¿No te estabas meando?
-Si. Voy. Avísame si viene papá. -le dijo Almudena.
-¿Porqué? -preguntó Sara.
-Porque quiero saludarle cuando entre. -le dijo Almudena cerrando la puerta del baño.
-¿Quieres ser su favorita? -le recriminó Sara.
-Las dos los somos. Y déjame mear tranquila hermanita.
-Como te gusta chincharme, ¿eh? -dijo Sara.
-No lo sabes tu bien. -y rio Almudena mientras hacía pis.
Almudena pensó que tendría que esperar hasta la noche para masturbarse. Y lo peor de todo es que no era para nada silenciosa mientras lo hacía.
Recordó aquella noche hacia 3 años cuando su hermana la descubrió gimiendo y respirando fuerte como si le estuviera dando un ataque.
Sara puso los ojos como platos al ver a su hermana con su dedo índice dentro de su coño húmedo que relucía a la luz de la mesilla de noche.
La primera impresión de Almudena fue quedarse allí parada. Estaba sintiendo los últimos instantes de placer que le había proporcionado su primer orgasmo, y no se sentía con fuerzas para levantarse de la cama y llegar hasta donde estaba su hermana.
Sara se la quedó mirando unos segundos más mientras Almudena trataba de recuperar el sentido tras el orgasmo, y cuando Almudena se levantó de la cama con los dedos húmedos de sus fluidos, Sara ya había desaparecido del umbral de la puerta.
A partir de esa primera vez cada vez que se masturbaba Almudena no podía evitar gemir en voz alta y respirar agitadamente. Por eso debía hacerlo cuando las dos estaban solas en casa o su padre dormía profundamente.
Cuando salió del baño, Sara no estaba por allí. Miró en su habitación y tampoco estaba.
A lo lejos oyó a su hermana saludar a su padre.
-Vaya. No me ha avisado de que venía papá como le dije. -pensó Almudena-. ¿Quieres ser su favorita? -recordó las palabras de Sara-. Miró al baño donde acababa de masturbarse. Se quitó el pantalón del pijama, y lo tiró al cubo de la ropa sucia. Ella también iría a recibir a su padre en bragas, pese a la marca de humedad que se había empezado a formar en su entrepierna.
-Hola diablillos, ¿cómo estáis? -les preguntó Juan Carlos el padre cuando llegó a casa.
-Bien papá. -le dijo Sara que fue la primera en responder. Almudena llegaba justo detrás de ella en ese momento.
-Bien papá. -le contestó Almudena.
-Me encantan vuestros recibimientos. -dijo el padre cogiendo a Sara en sus brazos-. Sin querer sus nalgas rozaron la entrepierna de Juan Carlos cuando la alzó. También cogió a Almudena en brazos después de soltar a Sara y le plantó dos sonoros besos en las mejillas.
-¿Para mí no hay besos papá? -le preguntó Sara cruzándose de brazos y haciendo un mohín con la cara.
-Claro tesoro. Tú has sido la primera en salir a recibirme. Tú te mereces tres. -y la besó en las mejillas y luego en la frente-. Tienes mucho pelo ya, deberías ir a cortártelo. -le dijo revolviéndoselo.
-Bueno, no sé. Yo lo veo bien. -le respondió Sara.
Juan Carlos se dio cuenta de que las dos habían salido a recibirle en bragas, algo que no habían hecho nunca hasta ahora. ¿Qué planeaban sus dos pequeños diablillos? Afortunadamente no reparó en la mancha de las bragas en la entrepierna de Almudena.
-Al final te has salido con la tuya. -le reprochó Almudena a Sara después de comer.
-¿Yo? -le preguntó Sara haciéndose la tonta.
-Ser la primera en saludar a papá. Querer ser su favorita. -le dijo Almudena.
-Tu misma dijiste que las dos somos sus favoritas. No tiene predilección por ninguna. Aun así, quiero ser la primera que papá desvirgue. -le dijo Sara para asombro de su hermana.
-¿Tú crees que papá nos ve como a mujeres y no como a sus hijas? -le preguntó Almudena.
-Claro. Somos mujeres. Por eso salí en bragas, y tu hiciste lo mismo, ¿no? Mira, hasta las tienes mojadas. -le contestó.
-Porque me excité cuando te oí correrte. -le dijo ella.
-¿Papá no te hace humedecerte? -le preguntó Sara.
-Muchas veces. Cuando nos bañamos juntos y él se acerca mucho a mí. Empiezo a humedecerme y no puedo parar. Lo malo es que no soy tan silenciosa como tú, y tengo que esperar a la noche para masturbarme si papá no está en el trabajo. -contestó Almudena.
-Prueba a tocarte luego, cuando papá se eche la siesta. -le propuso Sara-. No duerme tan profundamente como de noche, pero si no eres tan ruidosa, puedes conseguirlo.
-Eso haré. Pero quiero que estés conmigo hermanita. Así si gimo demasiado alto tu podrás hacer que me calle. -le dijo Almudena.
-Vale. Vamos a recoger la mesa no vaya a ser que papá se enfade. -dijo Sara.
-¿Adónde ha ido? -preguntó Almudena.
-Está en la ducha. Sabes que siempre deja la puerta del baño abierta cuando se ducha. Puedes ir a verle poniendo cualquier excusa y le verás desnudo. Así te vas a poniendo a tono. -le recomendó Sara.
-Si. Está bien. Voy al baño. Le diré que me hago pis. -le dijo Almudena.
-Que fina. Pis. Jajajaja. -dijo Sara.
-Como te gusta chincharme. -y le hizo cosquillas a su hermana.
Almudena fue hasta el baño donde se oía caer el agua de la ducha. El espejo del lavabo estaba algo empañado.
-Papá. Necesito entrar. Me hago pis. -le dijo sin saber si la oiría con el ruido del agua de la ducha.
No obtuvo respuesta por lo que entró en el lavabo. Se fijó en que la mampara de la ducha estaba entreabierta. El culo de su padre se veía entre las dos puertas de la mampara. A su padre le gustaba cuidarse y lucía un buen trasero. Aunque no tenía ganas de hacer pis, debía fingir que si las tenía. Levantó la taza y se bajó las bragas sentándose en la taza. En ese momento su padre se dio la vuelta en la ducha mostrando su pene. Estaba un poco erecto, lo que su amiga Ruth llamaba tenerla morcillona. Había oído que los hombres se excitaban en la ducha con el agua caliente.
-Hola hija. -oyó que la saludaba desde dentro de la ducha.
-Ho, hola papá. -le contestó Almudena cortada-. Te dije que necesitaba usar el baño, pero no me oíste.
-No pasa nada. No me importa que uséis el baño aunque yo esté en la ducha. Ni a vosotras tampoco, ¿verdad? -le preguntó mientras se enjabonaba sus partes íntimas.
-No, qué va. -e hizo un gesto con la mano como quitándole importancia al asunto-. Nos hemos bañado juntos los tres. No pasa nada por vernos desnudos. -pero en ese momento se dio cuenta de que sus mejillas se sonrojaban.
Tuvo la mala idea de girar la cara hacia la ducha y vio que el pene de su padre ya estaba completamente erecto. Notó como empezaba a humedecerse. En ese momento él cerró el grifo de la ducha. Maldita sea, había terminado de ducharse e iba a salir en breve.
No se atrevía a levantarse estando así de húmeda. Su padre se daría cuenta y dejaría de ser la niña que pensaba que era. Ella no tenía tan claro como Sara ser desvirgada por su padre. Al menos todavía no.
-Cielo, ¿me pasas la toalla? -le pidió él.
-Claro, dame un momento. -se levantó de la taza, tiró de la cadena y se subió las bragas a toda prisa haciendo que se mojaran aun más de lo que ya lo estaban.
Su padre no esperó a que le pasara la toalla y salió desnudo de la ducha. Almudena se le quedó mirando. Las gotas de agua caían de su cuerpo desnudo y completamente depilado. Su pene erecto apuntaba hacia ella como si la estuviera saludando. Almudena le pasó la toalla sin querer mirarle de nuevo. Su padre la cogió y empezó a secarse delante de ella.
-No te asustes tesoro. Es normal lo que ves. A los hombres se nos pone así el pene de vez en cuando, y por lo que veo tú también te has excitado. Veo la mancha en tus bragas.
-Lo siento papá. -le dijo ella arrepentida.
-No tienes que arrepentirte de nada cielo. Es completamente normal. ¿Alguna vez has visto el pene de algún amigo? ¿No? ¿Quieres tocar el mío?
Esas palabras sonaron en su cabeza como si hubieran subido de repente la radio del reproductor de música a máxima potencia, pero entonces se dio cuenta de que su padre no había salido de la ducha y estaba secándose dentro. Todo había sucedido en su cabeza, excepto la humedad en su coñito que no paraba de aumentar.
Cortó unas tiras de papel higiénico y las puso sobre su vulva para que trataran de absorber la humedad hasta que pudiera cambiarse las bragas, se lavó bien las manos, y salió casi a la carrera del baño despidiéndose de su padre.
No sabría si podría aguantar hasta que llegara la hora de la siesta para masturbarse junto a su hermana.
Comieron los tres sin apenas hablar. Su padre les había preparado la comida, lasaña para los tres que estaba bastante buena. Sara y Almudena le agradecieron que les hubiera preparado un plato tan bueno.
Llegó la hora de la siesta. Las dos hermanas se fueron a su habitación. Era grande por lo que disponían de una cama para cada una. Desde hacía tiempo compartían habitación, de hecho, desde que su madre les abandonó a los tres.
Había sido muy duro al principio, pero con el tiempo la herida se fue curando, hasta que al final se cerró. Ahora eran felices con su padre y por lo poco que les había contado, su madre vivía con otro tipo en una ciudad lejos de Madrid.
Al no tener madre en sus vidas, a Almudena la enseñó a masturbarse su amiga Ruth, a la cual había enseñado a su vez su madre, y Sara enseñó a su hermana.
Si hubieran tenido las dos un hermano, hubiera sido su padre el que le hubiera enseñado a masturbarse también.
Sara se asomó a la puerta y vio que su padre estaba dormido en el sofá.
-Se ha quedado dormido en el sofá. -le dijo ella a su hermana.
-Vaya, esperaba que se durmiera en su habitación. -contestó Almudena.
-Durmamos un rato hermanita. -dijo Sara.
-Está bien. -contestó Almudena.
Durmieron un rato y sin saber qué hora era las dos despertaron. Oyeron unos gemidos que venían del salón y miraron por la puerta de su habitación dejándola entreabierta
-¿Qué crees que hace papá? ¿Por qué respira así? -preguntó Sara a su hermana.
-Lo mismo que nosotras boba. Se está masturbando. -le respondió Almudena.
-¿Los hombres también se masturban? -volvió a preguntar Sara.
-Claro, y más aún que las mujeres. -le respondió Sara-. Tienen más deseo que nosotras.
Sara era más lanzada en cuanto a masturbarse y hablar de sexo, pero a veces parecía más ingenua respecto a ciertas cuestiones.
Se quedó mirando fijamente a su padre cuya mano derecha subía y bajaba por el tronco de su pene mientras este aumentaba los gemidos, sin duda pensaría que sus hijas dormían a esa hora la siesta, y podía gemir sin miedo a que ellas le escucharan, y al cabo de un rato echó la cabeza hacia atrás y comenzó a balbucear algo que ni Sara ni Almudena entendieron, quizá el nombre de su madre, quizá el nombre de otra mujer, cuando para sorpresa de Sara, un líquido blanco y espeso, algo que en un primer momento le recordó al gel de baño cuando salía del envase, empezó a brotar de la punta del pene de su padre cosa que hizo que este se estremeciera y ahogara un gemido que les hizo saber a las dos que su padre se estaba corriendo como hacían ellas cuando terminaban de masturbarse.
Desde donde estaban observando, detrás de la puerta de su habitación, se fijaron en que el líquido blanco había salpicado el pecho y las ingles de su padre, que a propósito había dirigido su pene hacia allí, y sacando unos clínex del cajón de la mesita del comedor, se limpió bien las manchas, y luego se dirigió seguramente hasta el baño para terminar de limpiarse.
-¿Ves? -le dijo Almudena a Sara-. Acaba de correrse. Como nosotras.
-Parece que ha disfrutado tanto como nosotras. -le dijo Sara.
-Tal vez un poco menos hermanita. Los orgasmos masculinos no son tan intensos como los nuestros, pero lo ha pasado bastante bien. -convino Almudena.
Al poco oyeron roncar a su padre en su habitación, sin duda el orgasmo le había dejado bastante relajado, por lo que ya era hora de que ellas pudieran masturbarse.
Como si de una rutina se tratase, ambas se quitaron las bragas y se sentaron en la cama.
Esta era la primera vez que Almudena iba a masturbarse frente a su hermana.
Las dos se miraron a la cara y se abrieron de piernas. Sara tenía el coño un poco más peludo que su hermana, aun no se habían empezado a depilar.
Almudena fue la primera en empezar. Con su dedo índice comenzó a acariciarse los labios mientras Sara miraba fijamente a su coñito. La humedad no tardó en brotar, mientras su hermana hacía lo propio con sus labios mayores y menores. Almudena empezó a gemir y entonces pasó a estimular su clítoris como tantas veces, alternado movimientos de su dedo en circulo, como desplazarlo desde arriba hacia abajo de su botoncito.
Pronto los dedos de ambas estuvieron húmedos, por lo que pasaron a introducirse solo uno, el mismo índice en su vagina y moverlo en varias direcciones hasta alcanzar el estado más próximo al orgasmo.
Para entonces Almudena ya estaba gimiendo acompasadamente a un tono más elevado que el de su hermana.
Sara se dio cuenta inmediatamente, y sabía que si seguía así su padre terminaría despertándose, por lo que dejó su masturbación y se acercó hasta su hermana tapando suavemente con sus dedos su boca, pero esto hizo que Almudena sintiera en sus dedos el olor de su sexo, y tras deleitarse oliéndolo, lamió con su lengua lujuriosa los dedos de su hermana impregnados de sus fluidos. El sabor entre dulce y salado de los fluidos de su hermana era como un néctar para ella que alguna vez había probado sus propios jugos, pero sin tragárselos como acababa de hacer.
Por primera vez intentó introducir un segundo dedo en su coñito y lo consiguió. Estaba tan excitada y se había dilatado tanto, que al segundo dedo no le costó nada penetrar su vagina, y fueron entonces dos dedos lo que la llenaron y sin apenas bombear más, se corrió aguantando los gemidos mientras veía como su hermana retomaba su masturbación.
Almudena tuvo que tumbarse de tan intenso que fue su orgasmo, y así se quedó abierta de piernas, pero flexionadas mientras sus dedos lujuriosos seguían entrando y saliendo de su coño, aunque ya hacía unos instantes que había terminado de correrse.
Al ver a su hermana correrse así, hasta ahora solo la había oído correrse, no la había visto todavía, Sara también se venía, como decían sus amigas latinas, se corría, se estaba corriendo con todas sus fuerzas, respiraba agitadamente, su coño palpitaba y se estremecía, llevó el dedo índice de su otra mano a su clítoris y entonces estalló en un orgasmo tremendo que tuvo que tapar su hermana con la almohada para que no fuera Sara la que despertara a su padre en lugar de Almudena.
Su hermana le había contado que el orgasmo era aún mejor cuando lo hacía con un chico, y se propuso que al día siguiente sería la primera en ser desvirgada por su padre. Ahora que había visto su pene por primera vez, ardía en deseos de que la penetrara con el.
-Dios, me he corrido con todas mis ganas. -le dijo Almudena ya recuperada la respiración después del orgasmo.
-Y yo. Ya te digo. Ha sido el mejor orgasmo de mi vida. Entre haberle visto el pene a papá y evitar que tu gimieras muy alto no he podido evitarlo y me he corrido sintiendo mucho placer. Mañana lo haré posible, haré que papá me desvirgue la primera.
-Te va a doler. Ya lo hemos hablado. La primera vez duele. -le dijo Almudena muy seria-. Tu sabrás. Aunque no sé si papá lo hará. Somos sus hijas, no es un pervertido.
-Si, pero desde que mamá le dejó no ha tenido ninguna novia, al menos que nosotras sepamos. -le dijo Sara.
-Es cierto que los hombres necesitan tener sexo más que las mujeres, pero no sé si papá quedará rendido a tus encantos hermanita.
-He tenido una idea. Mañana lo verás. -le dijo Sara muy convencida.
Al día siguiente era sábado y se despertaron pronto. Su padre trabajaba de noche y aun no había vuelto a casa.
A mediodía por fin lo hizo.
Sara corrió a saludar a su padre, no llevaba puestas más que las bragas, había obviado el sujetador, y sus pequeños pechos brincaron cuando su padre la cogió en brazos.
-Tesoro, ¿por qué vas casi desnuda? -le preguntó su padre cuando la volvió a dejar en el suelo.
-Eso tiene una explicación. -dijo Almudena tal y como habían acordado-. Se le rompió el sujetador y el único que le queda está en la lavadora.
Su padre no llevaba la cuenta de la ropa interior de la que disponían sus hijas, desde que su madre les había abandonado ellas llevaban la cuenta de su ropa interior, y su padre de la suya, por lo que esa excusa coló perfectamente para su padre.
-Ah. Está bien. Entonces os daré dinero para que os compréis lo que necesitéis. -ellas se encargaban de comprar su propia ropa, su padre solo les daba dinero y ellas compraban lo que necesitaban-. Pero antes deberías ir a la peluquería hija, ya te dije que tienes el pelo largo.
-No me gusta la señora mayor. -hablaba así de la peluquera, Dolores, que era una mujer bastante borde, y a Sara no le gustaba ir-. Córtamelo tú papá.
-¿Yo? Pero si no soy peluquero. No tengo ni idea de cómo se hace.
-Córtamelo tú. -insistió Sara.
-Está bien cielo. Si me dejas cambiarme de ropa intentaré cortártelo.
Ya con ropa de casa Juan Carlos se dispuso a cortar el pelo a su hija.
Sara se acercó hasta él, seguía vistiendo solo las bragas. Su padre se sentó en el sofá y Sara hizo lo propio sentándose sobre sus piernas. Estaban espalda contra espalda, y él notó el calor que desprendía su hija.
Comenzó a cortar pequeños mechones de pelo. Sara apenas se quedaba quieta mientras su padre obraba y temía que pudiera cortar a su hija.
Su culito se movía sobre el regazo de su padre. Juan Carlos había terminado ya por la parte de atrás y le pidió que se diera la vuelta.
Sara obedeció y entonces su padre tuvo sus pechos casi pegados al suyo. Estaba acostumbrado a verlas desnudas a las dos, pero esta vez algo, no sabía qué, era distinto.
Entonces ella se empezó a escurrir de su regazo y su padre la agarró para levantarla lo que hizo que su entrepierna se rozara con el regazo de su padre y sus pechos con el torso de él. Juan Carlos se dio cuenta de que sus bragas se humedecían y su torso comenzó a sudar. En ese momento si saber que pasó por su cabeza, se alzó un poco y Sara besó a su padre directamente en la boca.
Juan Carlos la miró sin saber que decir. El beso solo había durado unos segundos, pero fue suficiente para que este notará un calor en su entrepierna.
Sara se bajó de su regazo y salió a la carrera a su habitación.
-Cielo, ¿qué te pasa? ¿Estás bien? -le preguntó su padre yendo detrás de ella.
Se había encerrado en su habitación. Almudena al ver que su hermana entraba, se metió debajo de su cama tratando de esconderse. En ese momento él entró en la habitación y se encontró a su hija sentada en la otra cama.
-¿Qué te ha pasado cielo? -le preguntó él al ver que Sara no decía nada.
-Nada papá. Te he besado. Yo te quiero mucho y quiero que tú me quites la virginidad.
-¿Qué dices hija? No te entiendo. -le contestó él, pero sabiendo perfectamente a que se refería.
-Quiero que lo hagas papá. Quiero hacer el amor contigo y perder la virginidad.
-Eso no es posible tesoro. Yo te quiero, pero eres mi hija y eso no se puede hacer. No puedo hacer el amor contigo.
-Si papá. Si puedes hacerlo. Llevas mucho tiempo solo, yo te quiero y tú a mí. Soy tuya, házmelo papá.
En ese momento Sara se echó sobre su padre que cayó tumbado sobre la cama bajo ella. Desde debajo de la cama Almudena contemplaba la escena y supo que no era buena idea hacerlo así.
Sara no paraba de besar a su padre. Él trataba de quitársela de encima, pero ella no se resistía.
En uno de estos forcejeos Sara consiguió bajarle el calzoncillo a su padre y descubrió que su pene estaba erecto.
-¿Ves papá? Tú también lo quieres. -le dijo.
En ese instante su padre se quitó la camiseta, solo le quedaba esa prenda, y empujó a Sara contra la cama. Le quitó las bragas y las tiró al suelo. Le separó las piernas y la agarró por las muñecas para que no pudiera resistirse, aunque ella no fuera a hacerlo.
-Tú lo has querido. -le dijo muy serio.
Con su mano izquierda llevó el dedo índice hasta el coño de su hija y comenzó a acariciar sus labios vaginales. Luego se agachó y lo lamió con la lengua hasta que Sara se retorció de placer. Cuando vio que ella no oponía resistencia, es más, lo pedía con su mirada, la soltó.
Su padre se alzó sobre ella y arqueando su cuerpo fue introduciendo su glande en su coño. Al principio solo el glande. Sara dio un respingo al sentirlo dentro, y su padre se envalentonó y se la metió del todo, cosa que hizo que Sara gritara de dolor al sentir semejante miembro en su interior.
Su himen se rompió manchando las sábanas. Almudena en un momento salió de debajo de la cama sin que ningún de los dos la viera y se escapó de la habitación.
Juan Carlos se quedó mirando a su hija muy serio mientras seguía dentro de ella. Sara lo miraba también. Su dolor iba disminuyendo, pero seguía con la polla de su padre en su interior, por lo que aún no estaba disfrutando.
-Es lo que querías, ¿no? -le preguntó él.
-Si papá. Es lo que quería. Pero debería sentir placer y no lo siento. -le contestó.
-Primero te duele, pero luego disfrutas. Ahora viene eso. -le dijo él.
Su padre entonces la sacó mezclándose la sangre y los fluidos de su hija, y luego se la volvió a meter despacio.
-Aaaaah. -gimió entonces Sara-. Ahora me gusta papá. Ahora sí.
-Claro cielo. -le dijo y la besó en la boca como si ese monstruo que acababa de desvirgar a su hija hubiera desaparecido.
-Aguanta un poco más y disfrutaras del todo. Agárrate a mis hombros si quieres y date impulso hacia arriba mientras yo te follo.
Sara asintió con la cabeza y se agarró a sus hombros. Su padre retomó el bombeo de forma más pausada, y porque no decirlo, romántica.
Entonces su hija comenzó a disfrutar. Ambos gemían. Almudena se había encerrado en el baño, sabía perfectamente que estaba pasando en ese momento y como iba a cambiar la relación entre ellos tres.
Pero oírlos desde el baño la puso aún más excitada de lo que la yo estaba.
La cama se movía más rápido de lo que ya lo estaba haciendo antes, señal de que su padre habría comenzado a moverse con más intensidad de lo que lo había hecho hasta entonces. Además, los gemidos de su hermana iban subiendo en intensidad y se acompasaban a los de padre, señal de que por fin estaba disfrutando como una loca.
-Aaaah, tesoro. Te quiero tanto. Eres tan guapa. -oyó como le dijo su padre a su hermana.
-Siiii papá, yo también te quiero. Me gusta, que bien me follas. -le dijo ella.
-Que estrecha estás. Tu coñito me aprieta tan bien la polla. -le contestó él-
Almudena no sabía como distinguía su hermana si su padre la estaba follando bien o no, porque era la primera vez que lo hacía, y no tenía ninguna referencia con la que comparar. Solo sabía que ella cada vez se excitaba más al oírlos, y que, metiendo sus dedos bajo las bragas, comenzó a masturbarse.
Salió de su escondite, y mientras seguía masturbándose, y envalentonada ahora por la situación tan morbosa, se acercó a la puerta de su cuarto y vio como su padre estaba sobre su hermana, y tensaba su espalda y la destensaba cada vez que la penetraba y la sacaba apenas un momento, para volver a penetrarla hasta lo más profundo de su hija, que se limitaba a mirarlo mientras él la follaba sin descanso.
Sara se dejaba hacer al no tener experiencia en el sexo, solo sabia masturbarse, pero no que hacerle a un hombre, pero eso no parecía preocupar especialmente a su padre, el cual no necesitaba tampoco nada más de su hija, más que acogerle en interior, cosa que su coño que acababa de dejar de ser virgen, hacia perfectamente ahora que con las numerosas embestidas ya se había dilatado lo suficiente para que su padre la llenara.
Entonces Juan Carlos comenzó a gruñir y respirar más agitadamente, señal de que se estaba empezando a correr. Pero en ese momento levantó un poco la cabeza sintiendo como eyaculaba en el interior de Sara y vio a su hija Almudena en el umbral de la puerta de la habitación con sus dedos bajo las bragas.
Almudena se dio cuenta de que su padre la había descubierto masturbándose mientras él se retorcía por el tremendo orgasmo que estaba sintiendo, mientras su hermana giró la cabeza y vio como Almudena también llegaba al orgasmo por la excitación de haber sido descubierta mientras los espiaba.
Pero entonces Sara giró de nuevo la cabeza mirando a su padre mientras los tres se corrían casi al unísono, y Almudena terminó escurriéndose hasta el suelo con la espalda pegada a la pared, y acabó sentada mientras recuperaba la respiración.
Juan Carlos acabó de bombear en el interior de su hija y finalmente se calmó. Besó a Sara apasionadamente en la boca y se salió de ella haciendo que una mezcla de su semen y los fluidos de su hija mancharan las sábanas, pero no pareció importarle.
Almudena seguía sentada en el suelo mirando la escena con una mezcla de excitación e incredulidad.
Su padre la miró y se incorporó de la cama.
-¿Tú también lo quieres Almudena? -le preguntó a su hija.
-¿Yo papá? Que si quiero que. -le contestó ella, pero sabiendo perfectamente a que se refería.
Él no le contestó. Se limitó a acercarse hasta ella y la levantó cariñosamente.
Se agachó frente a ella y le quitó las bragas húmedas por su corrida.
Sara se incorporó también en la cama quedándose sentada y los miró mientras su padre estiró su lengua y comenzó a pasarla por los labios húmedos de Almudena.
-No papi, no. -le dijo ella, pero sin apenas ofrecer resistencia.
-Lo deseas tanto como tu hermana, ¿verdad? -le preguntó él sin dejar de obrar ahí abajo.
Almudena se estremecía mientras su padre le hacia una buena comida de coño, como solo un adulto experto sabría hacerle.
-Aaaah papá. No por favor, noooo, me gusta, sí, me gusta. -ella negaba y asentía a la vez.
Cuando se cansó de jugar con su lengua, acarició sus labios con sus dedos y luego frotó su clítoris en círculos.
Almudena no podía aguantar más y se lo hizo saber.
-Me corro papá, me corro.
-Córrete mi niña. -le animó él.
Mientras Almudena se corría, Juan Carlos se incorporó mientras Sara era testigo de lo que pasaba. Entonces, sin darle tiempo a reaccionar, guio su pene que había vuelto a ponerse erecto en tan poco tiempo, y apoyada en la pared como estaba, la penetró de una vez rompiendo el himen de su hija, el cual no le costó apenas esfuerzo, ya que una vez masturbándose Almudena casi se lo había roto por introducirse dos dedos en su interior.
-Aaaaaaah. -gimió Almudena al notarse penetrada y perdida su virginidad por el gran falo que poseía su padre. El hombre que la había concebido ahora efectuaba en ella el mismo mecanismo por el que había sido concebida. Y como todo hombre fuerte y experimentado, sus caderas se impulsaban fuertemente chocando con el pubis de su hija y produciendo unos sonidos de chapoteos mientras su pene entraba y salía de su vagina.
Sara los miraba asombrada, sobre todo a su padre, que pese a acabar de correrse en su interior, no había perdido ni un ápice de su vigor ni de su fuerza, y siguió bombeando un rato más haciendo que Almudena experimentase un tercer orgasmo, el primero gracias al pene de un hombre, de su padre en este caso, y jadeo y jadeo y la clavó las uñas a su él en la espalda, y finalmente le rodeó con sus piernas atrayéndole aún más hacia ella como una amante experimentada, hasta que ya no pudo más, y el éxtasis y el placer la venció y su padre se giró con ella encima y la tumbó sobre la cama, donde finalmente terminó de vaciarse por segunda vez ese día en su otra hija y los tres se unieron en la cama en un torrente de deseo, amor, placer y lujuria.
-A partir de ahora seréis mis amantes hijas. Sois mis tesoros y os quiero muchísimo. No debéis hablar de esto con nadie. -les dijo él abrazándolas tiernamente-. Ahora deberemos tomar precauciones eso sí.
-Claro papá. Tomaremos la píldora, queremos sentir como te corres en nuestro interior. -le dijo Sara tomando un poco de sus flujos mezclados y llevándose un dedo a la boca probando la semilla de su padre mezclada con su humedad.
Almudena miró fijamente a su hermana e hizo lo mismo comprobando que aquello a fin de cuentas no sabía tan mal, y que los uniría a los tres más de lo que ya lo estaban.