Se llama Pablo, su color de piel es trigueña tirando a morena, su cabello lo tiene ondulado y hasta los hombros, sus ojos son color café, sus labios gruesos, tiene en trasero marcado, mide un metro ochenta, su polla es de un tamaño promedio y está relativamente en forma.
Su hermana Lucía es de piel trigueña clara, su cabello es negro, ondulado, teñido con mechones rojos vino, sus ojos son de color café, tiene las tetas grandes, voluptuosas, su cintura es fina, sus muslos y su trasero son gruesos, carnosos, y mide un metro setenta y ocho.
Sara, su madre, los tuvo que criar sola. A pesar de tener una buena relación con ellos, se pasaba todo el tiempo trabajando y apenas la veían los fines de semana. Pablo y Lucía estaban unidos y eran cómplices, se cubrían en todo lo que hacían y casi nunca se peleaban.
Con el paso de los años cada uno empezó a tomar un rumbo diferente. Ella, favorecida por la genética, tenía toda la facilidad para relacionarse con los chicos que quisiera, cosa de la que Pablo se enteraba por terceros.
Por la escuela corrían chismes de todo lo que ella hacía, con quien se acostaba, las cosas que hacía y lo buena que era en eso. Pablo, por su parte, pasó una especie de crisis existencial, ya que cada cosa nueva que oía sobre su hermana lo sumía en un estado de excitación. Esto lo llevó a buscar porno incestuoso en internet, y poco a poco se fue metiendo en ese mundo con sus relatos y sus historias. Conoció a mucha gente en internet, sobre todo por el sitio Omegle (que lamentablemente ya no existe) todos le hablaban de sus relaciones incestuosas, cosa que no hacía más que alimentar el morbo por su hermana.
Sus ganas por ella siguieron aumentando hasta el punto que hizo lo típico que hacen los adolescentes, usar su ropa interior para masturbarse. Ella usaba bragas y tangas, las cuales a él le gustaba agarrar y oler para masturbarse. A veces, cuando no encontraba las bragas de su hermana, usaba las de su madre, pero de eso os hablaré más adelante, si me acuerda.
Pablo al dejar el colegio entró a trabajar en una veterinaria como bañador de perros. Su sueldo era un poco superior al mínimo, no era mucho, pero ayudaba a su madre con los gastos de la casa. Lucía, por otro lado, no se decantaba por una carrera o un empleo, por lo que se quedaba en casa la mayoría del tiempo viviendo del dinero de la madre y, por lo tanto, del de Pablo.
En todos estos años Pablo no había tenido una vida sexual inactiva, pero tampoco era promiscuo. Siempre le gustó entablar un lazo antes de llevar a alguien a la cama, quizá fue por el gusto adquirido al incesto. Tuvo un par de novias, pero aun así no dejó de fantasear con su hermana.
Más tarde empezó a salir con una mujer de su trabajo. Era una madre soltera diez años mejor que él y que era groomer (peluquera canina) y le estaba enseñando más cosas de aquel trabajo.
A pesar de la relación con esta mujer, Pablo seguía usando la ropa interior de su hermana y de su madre, pero sobre todo la de su hermana. El pasar de los años lo hizo descuidado, y eso era porque creía que su hermana y su madre no se daban cuenta de que les cogía la ropa interior.
El uso de su ropa interior se incrementó una temporada en que su hermana parecía haber perdido el pudor respecto a su actividad sexual, pues cada noche oía gemidos que venían de su habitación, y cada noche la voz masculina era de un hombre diferente.
Una tarde que estaba Pablo en su cama vestido solo con sus slips, disfrutando de su día libre de trabajo, Lucía entró en la habitación sin tocar a la puerta, cubierta solo con una toalla y con unas bragas manchadas de semen en la mano. Con cara de mala leche, comenzó a regañarle.
-En esta casa el único con polla eres tú. ¿Cómo te la puedes pelar pensando en mí?
Pablo se sentó en la cama y le mintió con descaro.
-Puede ser de alguno de los que follan contigo en esta casa.
-Ninguno de ellos usa mi ropa interior para masturbarse, tienen mi cuerpo.
¿Por qué te masturbas pensando en mí?
No se lo podía negar más.
-Son cosas que pasan.
No pareció que la molestara la respuesta.
-¡¿Cuánto tiempo llevas haciendo pajas a mi cuenta?
-No te gustaría saberlo.
-Me guste, o no me guste, me lo vas a decir.
Se lo dijo.
-Hace años.
-¡¿Años?!
-Sí, años, y últimamente me mato a pajas por las noches mientras tú follas.
Le dirigió una mirada pícara y Le preguntó:
-¿Cuánto dinero tienes?
Desconcertado, le preguntó él a ella:
-¿Por qué me preguntas eso?
-Porque todos los que han estado en mi cama han tenido que pagar.
Su confesión lo dejó a cuadros.
-¡¿Qué? !¿Eres...?
-Sí, soy una meretriz. ¿Por qué crees que a mamá no le importa que no estudie?
-Pensé que era porque eres su favorita. ¿Y no te reprocha que trabajes de puta?
-No porque ella no trabaja de freelancer como nos había dicho.
-¿De qué trabaja?
-¿De qué va a ser?
-¡No me digas que mama es una...!
-Sí, te digo. Bueno, ¿qué? ¿Tienes dinero para pagar por aquello con que llevas años fantaseando?
-Claro que tengo dinero.
-Ahora vuelvo.
Se fue de la habitación contoneándose.
Un par de minutos más tarde volvió a la habitación vestida con un sujetador blanco de encajes, que resaltaba sus grandes tetas, unas medias bancas sujetas a un ligero también blanco y unas bragas con encajes, que por supuesto también eran blancas. Era una lencería fina, preciosa, pero para preciosa, ella, que posando sensualmente, le dijo:.
-Esta es una de mis ropas de trabajo.
Acarició la polla, y le dijo él a ella:
-Muy sexi, ven aquí.
Fue y se echó al lado de su hermano en la cama.
-Son cien dólares por una hora, sin besos en la boca.
-Pensé que serías más cara.
-Con besos en la boca serían ciento cincuenta, y si te follo yo a ti, serían cincuenta dólares más.
-Sigues siendo barata.
Pablo se sentó en la cama. Tenía una hora para hacer con su hermana todo lo que quisiera.
-Eres preciosa.
-Lo sé.
Le dio un pico en los labios.
-Preciosa y creída.
-Ya son ciento cincuenta dólares.
Tenía que rentabilizar los besos. La punta de su lengua se deslizó entre los labios de su hermana, muy lentamente, luego entró en su boca, lamió su lengua y comenzaron a darse un beso que duró un par de minutos. Al dejar de besarse en la boca, le quitó el sujetador y vio las areolas rosadas y los gordos pezones de sus grandes tetas, besó y lamió pezones y areolas, al tiempo que dos dedos de su mano derecha apartaban las bragas hacia un lado y acariciaban su coño. Estaba mojada. Lucía no necesitaba mucho para calentarse. Lamió sus pezones y areolas y chupó sus esponjosas tetas mientras los dedos entraban dentro de su vagina y comenzaban a masturbarla. El silencio fue total mientras bajó lamiendo su vientre. Se entretuvo unos segundos lamiendo su ombligo y luego bajó a su coño. Le sacó los dedos de la vagina y después le quitó las bragas. A continuación le metió y le saco la legua del coño, lo hizo varias veces. Luego, con la punta de la lengua, lamió su clítoris, lentamente. Poco después sintió como el glande de su clítoris se rozaba con su lengua, y no su lengua con él, y eso era porque Lucía estaba moviendo la pelvis de abajo a arriba y de arriba a abajo. Al acelerar Pablo los movimientos de su lengua, paró ella de mover la pelvis. Luego arqueó su cuerpo y mientras se corría, de su garganta salieron una cadena de gemidos desgarradores. Pablo había oído sus gemidos al correrse, pero nunca había gemido tan alto, ni tanto tiempo.
Cuando dejó de beber de ella, tenía un empalme brutal. Lucía le agradeció el brutal orgasmo que le había dado mirando el reloj y diciendo:
-Te quedan treinta y ocho minutos.
Se arrodilló delante de ella, la cogió por la cintura, ella se abrió de piernas y le metió la cabeza de la polla dentro de la vagina. Lucía no gimió mientras la polla iba entrando en su vagina, ni luego, cuando le dio caña, ni después, cuando se corrió dentro de ella.
Lucía volvió a mirar el reloj. A Pablo le estaba jodiendo que lo hiciera, por eso le dio caña brava... Al rato vio que se iba a correr, paró de darle cera y le dijo:
-Fóllame tú a mí.
Lucía comenzó a mover la pelvis de abajo a arriba, de arriba a abajo, hacia los lados y alrededor. Follaba de miedo. Pablo quiso aguantar, pero viendo su maravilloso cuerpo y viendo su negra pupila clavada en su pupila, no se pudo aguantar. Se volvió a correr dentro de ella. Lucía viendo la cara de placer de su hermano al correrse y sintiendo su leche dentro de ella, tampoco se pudo aguantar. Levantó su pelvis casi hasta la boca de Pablo, y luego se derrumbó sobre la cama y se corrió en posición fetal.
Esta vez Lucía no miró el reloj. Pablo cogió un cigarrillo encima de la mesita de noche, el encendedor, lo encendió y le echó una calada. Lucía le dijo:
-¿Y mis doscientos dólares?
-Píllalos en mi cartera, está en el cajón de arriba de la mesilla de noche.
Cogiendo el dinero, le dijo:
-Por cierto, valías para gigoló. Tienen una polla que no es grande ni pequeña, un cuerpo bien formado, eres alto, guapo y tienes aguante.
-Ya tengo trabajo.
-Lo sé, pero con tu porte podías ganar en un mes lo que ganas ahora en un año.
Su hermana Lucía es de piel trigueña clara, su cabello es negro, ondulado, teñido con mechones rojos vino, sus ojos son de color café, tiene las tetas grandes, voluptuosas, su cintura es fina, sus muslos y su trasero son gruesos, carnosos, y mide un metro setenta y ocho.
Sara, su madre, los tuvo que criar sola. A pesar de tener una buena relación con ellos, se pasaba todo el tiempo trabajando y apenas la veían los fines de semana. Pablo y Lucía estaban unidos y eran cómplices, se cubrían en todo lo que hacían y casi nunca se peleaban.
Con el paso de los años cada uno empezó a tomar un rumbo diferente. Ella, favorecida por la genética, tenía toda la facilidad para relacionarse con los chicos que quisiera, cosa de la que Pablo se enteraba por terceros.
Por la escuela corrían chismes de todo lo que ella hacía, con quien se acostaba, las cosas que hacía y lo buena que era en eso. Pablo, por su parte, pasó una especie de crisis existencial, ya que cada cosa nueva que oía sobre su hermana lo sumía en un estado de excitación. Esto lo llevó a buscar porno incestuoso en internet, y poco a poco se fue metiendo en ese mundo con sus relatos y sus historias. Conoció a mucha gente en internet, sobre todo por el sitio Omegle (que lamentablemente ya no existe) todos le hablaban de sus relaciones incestuosas, cosa que no hacía más que alimentar el morbo por su hermana.
Sus ganas por ella siguieron aumentando hasta el punto que hizo lo típico que hacen los adolescentes, usar su ropa interior para masturbarse. Ella usaba bragas y tangas, las cuales a él le gustaba agarrar y oler para masturbarse. A veces, cuando no encontraba las bragas de su hermana, usaba las de su madre, pero de eso os hablaré más adelante, si me acuerda.
Pablo al dejar el colegio entró a trabajar en una veterinaria como bañador de perros. Su sueldo era un poco superior al mínimo, no era mucho, pero ayudaba a su madre con los gastos de la casa. Lucía, por otro lado, no se decantaba por una carrera o un empleo, por lo que se quedaba en casa la mayoría del tiempo viviendo del dinero de la madre y, por lo tanto, del de Pablo.
En todos estos años Pablo no había tenido una vida sexual inactiva, pero tampoco era promiscuo. Siempre le gustó entablar un lazo antes de llevar a alguien a la cama, quizá fue por el gusto adquirido al incesto. Tuvo un par de novias, pero aun así no dejó de fantasear con su hermana.
Más tarde empezó a salir con una mujer de su trabajo. Era una madre soltera diez años mejor que él y que era groomer (peluquera canina) y le estaba enseñando más cosas de aquel trabajo.
A pesar de la relación con esta mujer, Pablo seguía usando la ropa interior de su hermana y de su madre, pero sobre todo la de su hermana. El pasar de los años lo hizo descuidado, y eso era porque creía que su hermana y su madre no se daban cuenta de que les cogía la ropa interior.
El uso de su ropa interior se incrementó una temporada en que su hermana parecía haber perdido el pudor respecto a su actividad sexual, pues cada noche oía gemidos que venían de su habitación, y cada noche la voz masculina era de un hombre diferente.
Una tarde que estaba Pablo en su cama vestido solo con sus slips, disfrutando de su día libre de trabajo, Lucía entró en la habitación sin tocar a la puerta, cubierta solo con una toalla y con unas bragas manchadas de semen en la mano. Con cara de mala leche, comenzó a regañarle.
-En esta casa el único con polla eres tú. ¿Cómo te la puedes pelar pensando en mí?
Pablo se sentó en la cama y le mintió con descaro.
-Puede ser de alguno de los que follan contigo en esta casa.
-Ninguno de ellos usa mi ropa interior para masturbarse, tienen mi cuerpo.
¿Por qué te masturbas pensando en mí?
No se lo podía negar más.
-Son cosas que pasan.
No pareció que la molestara la respuesta.
-¡¿Cuánto tiempo llevas haciendo pajas a mi cuenta?
-No te gustaría saberlo.
-Me guste, o no me guste, me lo vas a decir.
Se lo dijo.
-Hace años.
-¡¿Años?!
-Sí, años, y últimamente me mato a pajas por las noches mientras tú follas.
Le dirigió una mirada pícara y Le preguntó:
-¿Cuánto dinero tienes?
Desconcertado, le preguntó él a ella:
-¿Por qué me preguntas eso?
-Porque todos los que han estado en mi cama han tenido que pagar.
Su confesión lo dejó a cuadros.
-¡¿Qué? !¿Eres...?
-Sí, soy una meretriz. ¿Por qué crees que a mamá no le importa que no estudie?
-Pensé que era porque eres su favorita. ¿Y no te reprocha que trabajes de puta?
-No porque ella no trabaja de freelancer como nos había dicho.
-¿De qué trabaja?
-¿De qué va a ser?
-¡No me digas que mama es una...!
-Sí, te digo. Bueno, ¿qué? ¿Tienes dinero para pagar por aquello con que llevas años fantaseando?
-Claro que tengo dinero.
-Ahora vuelvo.
Se fue de la habitación contoneándose.
Un par de minutos más tarde volvió a la habitación vestida con un sujetador blanco de encajes, que resaltaba sus grandes tetas, unas medias bancas sujetas a un ligero también blanco y unas bragas con encajes, que por supuesto también eran blancas. Era una lencería fina, preciosa, pero para preciosa, ella, que posando sensualmente, le dijo:.
-Esta es una de mis ropas de trabajo.
Acarició la polla, y le dijo él a ella:
-Muy sexi, ven aquí.
Fue y se echó al lado de su hermano en la cama.
-Son cien dólares por una hora, sin besos en la boca.
-Pensé que serías más cara.
-Con besos en la boca serían ciento cincuenta, y si te follo yo a ti, serían cincuenta dólares más.
-Sigues siendo barata.
Pablo se sentó en la cama. Tenía una hora para hacer con su hermana todo lo que quisiera.
-Eres preciosa.
-Lo sé.
Le dio un pico en los labios.
-Preciosa y creída.
-Ya son ciento cincuenta dólares.
Tenía que rentabilizar los besos. La punta de su lengua se deslizó entre los labios de su hermana, muy lentamente, luego entró en su boca, lamió su lengua y comenzaron a darse un beso que duró un par de minutos. Al dejar de besarse en la boca, le quitó el sujetador y vio las areolas rosadas y los gordos pezones de sus grandes tetas, besó y lamió pezones y areolas, al tiempo que dos dedos de su mano derecha apartaban las bragas hacia un lado y acariciaban su coño. Estaba mojada. Lucía no necesitaba mucho para calentarse. Lamió sus pezones y areolas y chupó sus esponjosas tetas mientras los dedos entraban dentro de su vagina y comenzaban a masturbarla. El silencio fue total mientras bajó lamiendo su vientre. Se entretuvo unos segundos lamiendo su ombligo y luego bajó a su coño. Le sacó los dedos de la vagina y después le quitó las bragas. A continuación le metió y le saco la legua del coño, lo hizo varias veces. Luego, con la punta de la lengua, lamió su clítoris, lentamente. Poco después sintió como el glande de su clítoris se rozaba con su lengua, y no su lengua con él, y eso era porque Lucía estaba moviendo la pelvis de abajo a arriba y de arriba a abajo. Al acelerar Pablo los movimientos de su lengua, paró ella de mover la pelvis. Luego arqueó su cuerpo y mientras se corría, de su garganta salieron una cadena de gemidos desgarradores. Pablo había oído sus gemidos al correrse, pero nunca había gemido tan alto, ni tanto tiempo.
Cuando dejó de beber de ella, tenía un empalme brutal. Lucía le agradeció el brutal orgasmo que le había dado mirando el reloj y diciendo:
-Te quedan treinta y ocho minutos.
Se arrodilló delante de ella, la cogió por la cintura, ella se abrió de piernas y le metió la cabeza de la polla dentro de la vagina. Lucía no gimió mientras la polla iba entrando en su vagina, ni luego, cuando le dio caña, ni después, cuando se corrió dentro de ella.
Lucía volvió a mirar el reloj. A Pablo le estaba jodiendo que lo hiciera, por eso le dio caña brava... Al rato vio que se iba a correr, paró de darle cera y le dijo:
-Fóllame tú a mí.
Lucía comenzó a mover la pelvis de abajo a arriba, de arriba a abajo, hacia los lados y alrededor. Follaba de miedo. Pablo quiso aguantar, pero viendo su maravilloso cuerpo y viendo su negra pupila clavada en su pupila, no se pudo aguantar. Se volvió a correr dentro de ella. Lucía viendo la cara de placer de su hermano al correrse y sintiendo su leche dentro de ella, tampoco se pudo aguantar. Levantó su pelvis casi hasta la boca de Pablo, y luego se derrumbó sobre la cama y se corrió en posición fetal.
Esta vez Lucía no miró el reloj. Pablo cogió un cigarrillo encima de la mesita de noche, el encendedor, lo encendió y le echó una calada. Lucía le dijo:
-¿Y mis doscientos dólares?
-Píllalos en mi cartera, está en el cajón de arriba de la mesilla de noche.
Cogiendo el dinero, le dijo:
-Por cierto, valías para gigoló. Tienen una polla que no es grande ni pequeña, un cuerpo bien formado, eres alto, guapo y tienes aguante.
-Ya tengo trabajo.
-Lo sé, pero con tu porte podías ganar en un mes lo que ganas ahora en un año.