Todo empezó hace más de veinte años, por aquellos días tenía cincuenta y cuatro años. Yo no era una mujer que se considerara excesivamente guapa ni con un cuerpo perfecto. Nunca he sido muy alta, un metro cincuenta y cuatro. Gracias a hacer ejercicio, conseguía mantenerme con una figura no demasiado rellenita; sí, es verdad que tenía algo de barriguita. Mi peor pesadilla eran mis pechos, no muy grandes y algo caídos, pero lo que me enorgullecía era mi redondo culo, con algo de celulitis, pero gracias a mis anchas caderas, era grande y respingón.
Hacía ya diez años que me había separado de mi marido, y con cuarenta y cuatro años tuve que volver a rehacer mi vida. Gracias a Dios tenía un trabajo, pero con mis dos hijos, Enrique y Jesús, los días no tenían suficientes horas para llevar todo por delante. Fueron diez años en los que tuve que ocuparme de todo, y gracias a la ayuda de mis dos hijos, pudimos salir adelante.
¡Mis hijos! Enrique es el mayor. Cuando me separé, tenía quince años. Era el más dispuesto a ayudarme con las cosas de la casa y con el pasar del tiempo, también se fue ocupando de otros asuntos para sacar la casa adelante. Jesús tenía doce años, y por ser el pequeño siempre le permitíamos que se hiciera un poco el remolón con las cosas que había que hacer. Los tres lo pasamos mal con la marcha de su padre, pero con el tiempo, poco a poco nos fuimos acostumbrando a vivir solos y hacer todo lo posible por tener una vida feliz.
Pasado diez años, cuando comienza la historia que os quiero contar, ya podía disfrutar de más tiempo libre. Enrique tenía veinticinco años y trabajaba en una farmacia. Jesús tenía veintidós y aún estudiaba física en la facultad. Así que los tres habíamos conseguido seguir con nuestras vidas gracias a ayudarnos entre todos.
Gracias a que mis hijos ya no necesitaban tanto de mis cuidados, iba teniendo cada vez más tiempo para mí. Así que muchas tardes durante ese año, si mi trabajo de enfermera me lo permitía, iba al gimnasio para mantener mi cuerpo más o menos bien.
Si bien el ejercicio físico mantenía mi cuerpo sano, las tardes que pasaba en el gimnasio afectaban a mi psicología. Y no es que me estuviera volviendo loca, no, pero ver los hermosos cuerpos de algunos jóvenes con los que coincidía en el local me despertaba una lujuria que llevaba muchos años callada.
Así fue como cada noche que volvía del gimnasio, al acostarme, me masturbaba pensando en los cuerpos de aquellos hombres que hacían ejercicio junto a mí... Pensar en sus fornidos cuerpos, en sus penes que se marcaban en las ajustadas prendas que vestían, sus prietos culos que se endurecían con cada ejercicio...
“¡¡¿Por qué estoy tan caliente?!!” Me pregunté la primera noche que no pude resistir la lujuria que me provocaban los cuerpos de aquellos hombres. Imaginé a Juan, un hombre de unos cuarenta años. Coincidíamos muchas veces en el gim y poco a poco íbamos tomando una cierta amistad. No es que yo quisiera tener un romance con él, para nada, pero aquella lujuria que crecía en mi interior necesitaba de su imagen para encenderse hasta llevarme al placer. Y así comencé mi primera masturbación desde hacía mucho tiempo...
Por extraño que pueda parecer, - mi imaginación empezaba a volar mientras mi mano se metía bajo mis bragas y tocaba mi coño - no hay nadie en el gimnasio, sólo estamos Juan y yo. El entrenador ha tenido que ausentarse por media hora y nos ha dejado solos. Él hace ejercicio en una de las máquinas y puedo ver como se marca su enorme polla en sus calzonas, cada vez que abre las piernas puedo ver la redondez que toma la fina tela que rodea sus enormes testículos. ¡Quién pudiera besarlos y lamerlos!
Voy a hacer el mismo ejercicio que él, en la máquina que está en frente. Antes de sentarme, me subo mi legging para que los labios de mi coño se marquen, hoy no me he puesto bragas adrede. Empiezo el ejercicio, abro y cierro mis piernas para mostrarle cómo la tela marca mis abultados labios vaginales, calientes y mojados al imaginar mi boca sobre su sexo. Lo miro, él me mira y me sonríe. Creo que lo estoy calentando, sus ojos se dirigen descaradamente a mirar mis movimientos de piernas, a admirar mi sexo.
- Tengo que hacer abdominales... - me dice mientras se levanta y camina hacia mí suavemente - ¿Me ayudas? - me pregunta mientras su mano agarra su paquete y se lo coloca descaradamente.
Me tiende la mano y lo sigo por el local. En un rincón se para, coge una colchoneta y la extiende en el suelo.
- ¡Aquí está bien! - se inclina sin doblar las rodillas y su culo redondo queda en pompa, deseo acariciarlo y morderlo – Primero haré yo una serie y después lo haces tú.
Se acuesta en la colchoneta, pone sus manos en la nuca, dobla las piernas y me pide que las aguante. Pongo mis manos en sus pies y puedo ver muy de cerca el bulto en su ropa, mi deseado bulto. Empieza a hacer el ejercicio y mis ojos no pueden mirar a otro lado más que entre sus piernas.
- ¡Ahora tú! - le suelto los pies, él se levanta y yo permanezco de rodillas. Se acerca y su sexo queda a pocos centímetros de mi boca... - ¡Vamos, túmbate!
Me pongo a cuatro patas y le muestro mi culo marcado por la fina tela. ¡Espero qué se excite! Me tumbo sobre la colchoneta y siento la caliente humedad que brota de mi coño. ¡Estoy muy caliente! Abro un poco mis piernas para mostrarle mi sexo, sus ojos lo miran descarado y una lujuriosa sonrisa se dibuja en su boca... ¡Le gusta lo que ve! Pone sus fuertes manos en mis muslos y pega su musculoso pecho contra mis piernas. Deseo abrirlas y que caiga entre ellas, encima de mi coño. Empiezo a hacer los movimientos y puedo sentir cómo sus brazos me agarran con fuerza. ¡Sí, eres fuerte y me puedes abrir las piernas de par en par para tomar mi sexo! Voy a arder de lujuria y deseo que me folle.
- ¡Venga, ahora me toca a mí otra vez!
Se pone en pie, se quita la camiseta y me muestras sus poderosos pectorales. ¡Me vuelvo loca al verlo! Se tumba y agarro sus piernas. De la misma manera que él me sujetó. Puedo sentir su suave piel en mi mano. Con sus movimientos, mis manos acarician disimuladamente sus muslos. Mis tetas se agitan contra sus piernas y mis pezones se ponen cada vez más duros. ¡Ardo en deseos de poseerlo! Miro a su sexo y todo mi cuerpo tiembla por lo que veo. Por el filo de las calzonas, por una de sus piernas, me parece ver asomar el glande de su polla. No lo pienso, mi mano se desliza por su muslo y empieza a colarse por debajo de la prenda que oculta el objeto de mi deseo.
Se detiene, me sobresalto y lo miro. No decimos nada. La sonrisa que me muestra me invita a seguir buscando bajo la tela. La punta de mis dedos encuentra un suave glande que empieza a incharse con el contacto de mi mano. Es grande y gorda. Mis dedos la rodean y se agitan para darle placer, para conseguir que alcance su máximo tamaño y me dé todo el placer que necesito. Por unos instantes mi mano masturba su polla mientras siento cómo mi vagina se vacía, mojándose para prepararse a recibir tanta carne.
Mientras mi mano juega con su sexo, una de sus piernas se estira y los dedos de su pie tocan mi caliente coño. Abro un poco las piernas y puedo sentir sus caricias. Nos estamos masturbando el uno al otro y los dos disfrutamos. Mi coño se ha convertido en una fuente que no deja de lanzar flujos, no puedo pararlo.
Sin palabras, se retira y se pone en pie. Quedo de rodillas, mirándolo a los ojos, implorándole que me haga suya. Se acerca a mí de pie y coloca su sexo, aún cubierto por las calzonas, justo delante de mi cara. No hay palabras. Miro con deseo el bulto que se forma en aquella prenda. La he tocado y es grande, muy grande.
De un solo movimiento baja su ropa y libera aquella polla. ¡Me golpea en la cara! Siento aquella gran cantidad de carne chocar contra mi mejilla y me siento más caliente que nunca. Lo miro. La gruesa polla que está delante de mis ojos casi no me deja ver la cara de deseo que tiene Juan. Seguimos sin hablar, pero sé lo que tengo que hacer.
De rodillas, sumisa por la pasión y la lujuria que me posee, abro mi boca y saco mi lengua. Su mano agarra su endurecida polla y la golpea contra mi boca, contra mi lengua. Puedo sentir el deseado aroma de su polla, ese olor llega a mi mente y me vuelve loca. Siento la suave piel de su redondo glande frotarse contra mi lengua y mi boca se aferra sobre él. En mis labios puedo sentir el pronunciado final de su glande, lo tengo por completo dentro de mi boca. Succiono y lo escucho estremecerse por el placer. “¡Qué bien sabe esta polla!” Pienso mientras voy dando suaves chupetones que hacen que le tiemblen las piernas.
De repente, agarra mi pelo con una mano, me separa de su polla arrancándomela de mi boca. Se coloca tras de mí y me empuja para forzarme a ponerme a cuatro patas. Mi corazón late y mi coño se moja más por la excitación. “¡Me va a follar, me va a follar!” Pienso mientras pongo todo mi culo totalmente en pompa para ofrecérselo. Sus fuertes manos agarran mi legging y de un tirón me lo baja hasta las rodillas. Mi culo está totalmente ofrecido a él... ¡Me va a follar!
Siento sus manos en mis nalgas, las acaricia, las amasa y de repente, las separa. Pierdo el sentido cuando siento su húmeda lengua lamer y jugar con mi ano. Su caliente saliva moja mi estrecho esfínter y cae hasta mojar mis labios vaginales. Ese redondo músculo se agita involuntariamente, abriéndose y cerrándose como si quisiera comerse su lengua. Ronroneo de placer cuando mi vagina se siente invadida por los dedos de mi amante. No lo puedo soportar. Su lengua juega con mi ano mientras su mano me masturba. Primero entra un dedo y me da placer. Después dos van dilatando mi vagina que lleva tiempo sin acoger a ningún hombre...
Me abandona en aquella postura, a cuatro patas, ofreciéndole todo mi cuerpo. Ha dejado de lamer mi culo y de masturbarme. Voy girando mi cabeza, preguntándome qué ocurre, cuando siento que mi vagina se inunda con la enorme polla de Juan. Estoy tan mojada que entra totalmente, dilatándome el coño de una forma algo dolorosa, pero extraordinariamente placentera. Sus manos agarran con fuerza mis caderas y me agita para penetrarme bestialmente, llegando con su glande hasta lo más profundo de mi coño. No para, no se cansa, su polla entra y sale de mí y me arrastra a un enorme orgasmo. No puedo más.
Bocarriba, con las piernas totalmente abiertas, en medio de mi cama, empiezo a sentir un gran orgasmo. Hacía mucho tiempo que no me masturbaba y mi cuerpo se agita y tiembla por el placer mientras mi mano castiga mi mojado coño. Me mordía el labio inferior mientras intentaba no gritar de placer. Mis caderas se agitaban incontroladas cuando llegó el momento esperado. Hundí mis dedos en mi vagina y arqueé mi cuerpo al sentir aquel orgasmo, un gran chorro de flujo brotó incontroladamente de mi coño. ¡Me estaba corriendo!
No sé cuánto líquido brotó de mi cuerpo, no lo sé, pero tras unos minutos de descanso, tuve que cambiar toda la ropa de la cama pues estaba totalmente mojada. Mi sexo se había despertado y deseaba más. Una buena masturbación me dejaba tranquila por un tiempo, pero necesitaba más, necesitaba una buena polla de verdad que me llenara por completo. Desde ese día comencé a buscar un buen macho como si fuera una gata en celo.
Después de aquella masturbación tan placentera, mi sexo se volvió a despertar. Durante unos meses me dedicaba a hacerme pajas por las noches, en la soledad de mi habitación. En el trabajo, las compañeras que llevaban más tiempo trabajando conmigo y con las que tenía más confianza, empezaron a preguntarme si tenía un amante, pues me veían más alegre. La verdad era que no, pero aquello era señal que tenía que buscarme uno, o por lo menos tener algo de sexo real con cualquier hombre.
Tampoco pasó desapercibido para mi familia. Un día visité a mi madre, en menos de media hora de estar con ella, ya notó que algo en mi vida había cambiado. Intentó descubrir si había algún hombre en mi vida, y no lo había, pero desde luego lo que no le iba a decir es que me masturbaba todas las noches. Aquel día, Enrique estaba trabajando hasta la mañana siguiente en la farmacia, mientras que Jesús estudiaba en casa aprovechando que estaría solo mientras yo visitaba a su abuela. Pensé en quedarme hasta bastante tarde con mi madre, pero llegó un momento que se puso demasiado pesada por saber la razón por la que estaba distinta, así que harta del acoso de mi madre, decidí irme a casa dos horas antes de lo previsto.
Por el camino, iba pensando en la masturbación que me haría. Aquella mañana había llegado mi primer consolador, un hermoso falo negro de treinta centímetros de largo y bastante gordo, con vibración graduable, y me moría por acostarme y sentirlo entre mis piernas, hundido en lo más profundo de mi coño... “¡Ya se me moja el coño!” Pensé mientras aparcaba el coche. Jesús estaría estudiando y no quería molestarlo, así que entré sin hacer ruido y me dirigí a mi habitación para cambiarme de ropa. Subía por la escalera y empecé a escuchar unos golpes en la habitación de mi hijo. Me preocupé y aceleré la subida por si le ocurría algo. Estaba cerca de su puerta y además de los golpes, empecé a escuchar los gemidos de una mujer. “¡Joder, estará follando con una compañera de clase!” Pensar en eso me obligaba a darle intimidad a mi hijo, pero además me sentía excitada por la situación.
Sabía que lo que iba a hacer estaba mal. Espiar a un hijo mientras tiene sexo con una chica no estaba bien, pero mi sexo vibraba al pensar en verlos. Me acerqué a la puerta que estaba entreabierta. La empujé levemente para intentar verlos. Todo el cuerpo me temblaba por la excitación. ¿Cómo sería la chica que le gustaba follar a mi hijo? ¿En cuál postura estarían follando? ¿Vería la polla de mi hijo? Sin duda tantas pajas en solitario me habían convertido en una pervertida que se excitaba pensando en ver a su hijo follar. Si el consolador que me había comprado me tenía caliente, la posibilidad de ver sexo en vivo me volvía loca de lujuria, una guarra total.
Metí ligeramente la cabeza para ver la habitación. La puerta está a los pies de su cama, y sobre ella podía ver a los dos amantes agitándose y gozando. El cabecero de la cama golpeaba la pared por la pasión que mi hijo ponía al clavar su polla en ella. Los podía ver de medio lado. Me fijé en el blanco culo de Jesús. Se tensaba con cada penetración que le daba y mi coño se mojaba excitado por el cuerpo de mi hijo. Sus manos agarradas a las caderas de aquella chica...
¡No, no puede ser! Estaba agarrado a un enorme culo cuyas carnes se agitaban con las furiosas embestidas de mi hijo. Ella estaba a cuatro patas y entre sus brazos se agitaban sus tetas. Jesús gruñía y gemía mientras su polla se incrustaba en su amante. ¡No, no puede ser!
- ¡Sí hijo! - dijo aquella mujer y mis sospechas se hicieron realidad - ¡Clava tu enorme polla en la guarra de tu vecina! ¡Fóllame! ¡Dame más fuerte!
Mi hijo la penetró todo lo fuerte que pudo y los gemidos de ella se convirtieron en gritos de placer. Jesús clavó por completo su polla en Toñi, nuestra vecina que lo había visto nacer y crecer, y descargó todo su semen en su pervertida y asquerosa vagina. Las piernas de la puta de Toñi se agitaban por el orgasmo que estaba sintiendo. Él le clavó dos o tres veces más su polla y después se la sacó. Quedé petrificada al ver la enorme polla que tenía mi hijo menor. No pude apreciar bien su medida, pero mi coño se sintió demasiado excitado al ver aquella enormidad. Él le ofreció la polla y ella se encargó de limpiarla con su boca hasta que estuvo sin ningún resto del semen que había lanzado en su puta vagina.
Con prisa, pero sin hacer ruido, abandoné la casa y me marché en mi coche sin saber bien a dónde ir. Deambulé por la ciudad por unos minutos hasta que decidí parar en un centro comercial y tomar algo para calmar mis nervios. Me senté y pedí una bebida. Estaba furiosa con la guarra de mi vecina. ¿Cómo podía follarse a mi hijo? Lo había visto nacer y crecer, más de una vez dejé a mis hijos a su cuidado... ¿Y así me lo paga? Estaba nerviosa y confundida, no por el hecho de que aquella mujer follara a mi niño, sino que todo mi cuerpo se agitaba excitado por la visión de la enorme polla de Jesús. Acabé de tomarme el refresco y decidí ir a hablar con mi hijo mayor a su trabajo. Caminé hasta el coche y cuando me senté dentro, me di cuenta de lo que me pasaba. ¡Tenía celos de no ser yo la que recibiera sexo de mi hijo! Me sentí asquerosa por mi pensamiento y me puse a llorar, no tuve fuerzas para ir a hablar con mi hijo.
Pasé unos días raros, estaba distante con Jesús, aunque intentaba disimular. Creo que ellos lo notaron, aunque nunca llegamos a hablarlo. Por las noches, me sentía muy excitada por la presencia de Jesús y utilizaba mi consolador para darme placer mientras pensaba en él follándome con su enorme polla. El día que mis hijos me dijeron que pasarían una semana con su padre, sentí alivio al pensar que dejaría de sentirme excitada al no ver a mi hijo. Así, un domingo los dos se marcharon y me dejaron sola en casa.
Para mi desgracia, la separación momentánea de mis hijos no consiguió que mi lujuria bajara. Así, la primera noche que pasé sola, me acosté en la cama de Jesús. Las sábanas olían a él y mi calentura empezó a subir. La imagen de la polla de mi hijo invadió mi mente y no podía pensar en otra cosa. Cogí el consolador y me lo clavaba en el coño mientras olía su cama. No tardé en tener dos maravillosos orgasmos. Después de descansar un poco, aún no era muy tarde, empecé a registrar por sus cajones. No buscaba nada en concreto, pero quería saber sus perversiones más privadas, aquello me excitaba. Pasé un buen rato buscando por toda la habitación hasta qué, en el ropero, muy oculto, encontré una carpeta. Esperanzada la abrí. Había varias revistas porno, la mayoría de mujeres maduras en distintas poses, nada especial. Al colocar la carpeta sobre la cama, cayó al suelo algo. Lo cogí, era un pendrive. Seguramente eran películas porno, quería saber qué le excitaba a mi hijo... Quería saber cómo excitar a mi hijo.
Me fui rápido a mi habitación con el pendrive. Encendí mi ordenador y enchufé el pen. Había muchos archivos de fotografías. Cliqué en una foto y la copié de inmediato a mi ordenador. Era una foto de mi hijo en el espejo con una enorme erección. Mi coño empezó a humedecerse al pensar que ya no tendría que imaginar su polla, cuando quisiera podría verla. En la siguiente foto aparecía un culo en primer plano, visto desde arriba mientras una polla le entraba en el coño dilatando sus labios vaginales. No se veían a los amantes, pero aquella polla pertenecía a mi hijo pues en las dos fotos que había visto por el momento, aparecía por encima de los pelos de su pubis, un pequeño tatuaje. El culo era grande y pensé que sería de Toñi. Seguí abriendo más fotos y muchas eran de coños de mujeres abriéndose los labios vaginales para mostrarle el interior, parecían que todas eran de la misma mujer. Otras eran fotos de la polla de Jesús desde distintas vistas. Y después había más en las que aquella polla estaba medio hundida en el coño. No llegué a verlas todas, Las seleccioné todas y las copié en mi ordenador.
Volví a la habitación de mi hijo. Guardé su carpeta de nuevo en el armario y quité la ropa de la cama pues la había dejado mojada con mi corrida. Volví a mi habitación y deseaba ver todas las fotos que le había robado a Jesús. Disfrutaba de la visión de la hermosa polla mientras mi mano me acariciaba suavemente el coño. Las fotos de Toñi las iba borrando, quedándome sólo con las que aparecía mi hijo, bien la polla sola o hundida en el coño de nuestra vecina.
Y entre todas las fotos, apareció un vídeo. La posibilidad de volver a ver a mi hijo en acción me calentó. Le di para reproducirlo y esperé a ver que aparecía.
En la imagen, que se notaba que estaba grabado con el móvil, aparecía Toñi a cuatro patas. Tras su enorme culo se podía ver algunas veces la polla de mi hijo, semi erecta. Escuché lo que decían.
- ¿Estás grabando ya? - dijo Toñi mirando hacia mi hijo.
- Sí... ¿Estás preparada? - le contestó Jesús - ¿Seguro que quieres que lo grabe? - su mano libre empezó a agitar su polla que poco a poco parecía tomar volumen.
- ¡Sí hijo! - contestó Toñi mientras ponía su pecho contra la cama y sus manos separaban las nalgas para ofrecer una visión total del redondo ano y los peludos labios vaginales - ¡Sé que me dolerá, pero quiero guardar en vídeo la primera vez que me den por el culo!
Jesús echó aceite en el culo de su amante y lo restregó con su mano empapando su ano y su coño. Otro poco más de aceite justo en el círculo del ano y un dedo empezó a empujarlo para forzarlo a que se abriera un poco.
- ¡¿Te gusta?! - Preguntó Jesús cuando había metido la primera falange del dedo y lo movía suavemente hacia dentro y hacia fuera.
- ¡De momento sí! - Toñi agitaba su cuerpo ligeramente.
- ¡Relájate putita! - mi hijo empezó a hablar de forma sucia – Te estoy metiendo el dedo y siento como tu culito se agita cómo si lo masticara... ¡Te estás poniendo caliente!
- ¡Sí hijo! - La voz de Toñi indicaba que las caricias de Jesús la ponían caliente - ¡Sí, por qué no pruebas con dos!
- ¡Por supuesto! - Jesús echó más aceite y empezó a jugar con dos dedos en el ano de la puta de nuestra vecina. Su esfínter fue cediendo y en poco tiempo tenía los dos dedos totalmente clavados en el culo. Toñi se agitaba y empezaba a lanzar sonidos de placer - ¡Voy a empezar a jugar con mi dedo gordo en tu culo!
Sacó los dos dedos y se subió en la cama. Puso una pierna a cada lado del culo de Toñi. Ella seguía separando los cachetes de su culo, su ano redondo y brillante por el aceite se agitaba suavemente a la espera del ariete invasor. Jesús tenía su mano totalmente impregnada de aceite y lo extendió por toda la longitud de su gran polla. Se agachó, agarrando su polla para llevar su grueso y turgente glande hasta la misma entrada de Toñi.
- ¡Despacito! - dijo ella al sentir la polla presionar levemente su ano – Es la primera vez que entrego mi culo y tu polla es muy grande...
- ¡Pues lubriquémosla bien! - movió la polla y la llevó hasta la entrada de la vagina. De un sólo empujón se la clavó casi por completo en el coño.
- ¡Cabrón! - protestó Toñi.
- ¿No te gusta? - dijo él mientras la follaba suavemente y se podía ver como aquella enorme polla se perdía entre los dilatados labios vaginales.
- ¡Sí, hijo de puta! - movió la cámara para mostrar la cara de placer que tenía Toñi mientras él la clavaba - ¡Sabes que me vuelvo loca con tu polla! ¡Por eso te dejo que me des por el culo!
- ¡Pues ya es hora de recibir tu regalo!
Jesús sacó la polla y con la mano la dirigió al ano de su amante. Presionó y noto cómo su glande se introdujo hasta la mitad, dilatando el esfínter.
- ¡Uf, cabrón! - protestó Toñi al sentir el estiramiento, su cuerpo se tensó - ¡Qué gorda la tienes!
Él empujó un poco más y todo el glande se perdió tras la oscura entrada del ano de Toñi. Ella resoplaba al sentir su culo invadido por su joven amante.
- ¡Espera! - suplicó ella - ¡No la muevas, deja que mi culo se acostumbre a su grosor!
Jesús movió la cámara para buscar la cara de Toñi, quería grabar sus gestos cuando entrara completamente en su culo.
- ¡Cariño, mira hacia acá! - le dijo y ella lo miró con una sonrisa rota por las sensaciones contradictorias que le producía. Por un lado, le excitaba que le dieran por el culo, cosa que nunca había probado, por otro, el dolor iniciar le hacía dudar si aguantaría que le metiera más polla - ¡Ahí va un poco más!
- ¡Cabrón!
Toñi dio un leve grito cuando Jesús empujó su polla y su glande se introducía apenas unos milímetros dentro de ella. Su cara mostraba dolor, pero quería hacerlo y se resignaba a aquella dolorosa sensación en pro de un futuro placer.
Jesús volvió a enfocar el ano que engullía su glande. Retrocedió y sacó su polla por completo. Se escuchó el suspiro de alivio de Toñi cuando dejó de sentir aquella terrible presión. Él echó más aceite en el redondo ano que mostraba una dilatación considerable, después embadurnó su polla y volvió al ataque.
- ¡Mira a la cámara! - le dijo a Toñi que le obedeció intentando sonreír - ¿Quieres que te clave mi gorda polla en tu enorme culo?
- ¡Sí cariño, clávamela por completo! - ella intentaba no parecer preocupada por lo que le iba a ocurrir a su culo - ¡Rómpele el culo a tu puta!
La cara de Toñi se descompuso al sentir su recto invadido por la enorme polla de mi hijo. Quería gritar, pero no podía. Un intenso dolor se clavaba en su culo mientras sentía que cada vez le entraba más polla en su cuerpo. Sus manos se aferraban a los tobillos de Jesús que incansable se movía sobre su redondo culo, clavando un poco más de polla con cada movimiento que hacía.
- ¡Dios, ya la has metido entera! - por fin consiguió gritar Toñi.
- ¡No! - le gruño Jesús, excitado por partirle el culo. Empujó con fuerza - ¡Ahora está completamente dentro! - la cara de Toñi mostraba el inmenso dolor que le produjo la penetración.
- ¡Para, para! - suplicó ella con un grito - ¡No te muevas!
Jesús intentó grabar su polla totalmente perdida dentro del ano de Toñi. Las manos de aquella mujer se aferraban desesperada a los tobillos de su amante, que, sin ningún tipo de piedad, había hundido toda su enorme polla.
- ¡Muévete despacio, por favor! - Jesús la obedeció y comenzó un suave vaivén - ¡Sí, despacio! - su esfínter se iba acostumbrando al grosor de aquella polla - ¡Bien, un poco más! - los movimientos se fueron incrementando y ella empezó a sentir placer - ¡Sigue, sigue!
Durante los dos minutos restantes de la grabación, pude ver como mi vecina tenía un orgasmo mientras le daban por el culo. Mi hijo Jesús, cuando ella gimió y se retorció de placer, sacó de golpe la polla y lanzó todo su semen sobre la espalda de Toñi. En ese momento conseguí tener un orgasmo mientras mis dedos hurgaban dentro de mi vagina. Fue tanta la leche que brotó, tan fuertes los chorros que lanzaba mi hijo, que si hubiera estado en casa en ese momento le hubiera pedido que se masturbara delante de mí y me bañara con su semen.
Hacía ya diez años que me había separado de mi marido, y con cuarenta y cuatro años tuve que volver a rehacer mi vida. Gracias a Dios tenía un trabajo, pero con mis dos hijos, Enrique y Jesús, los días no tenían suficientes horas para llevar todo por delante. Fueron diez años en los que tuve que ocuparme de todo, y gracias a la ayuda de mis dos hijos, pudimos salir adelante.
¡Mis hijos! Enrique es el mayor. Cuando me separé, tenía quince años. Era el más dispuesto a ayudarme con las cosas de la casa y con el pasar del tiempo, también se fue ocupando de otros asuntos para sacar la casa adelante. Jesús tenía doce años, y por ser el pequeño siempre le permitíamos que se hiciera un poco el remolón con las cosas que había que hacer. Los tres lo pasamos mal con la marcha de su padre, pero con el tiempo, poco a poco nos fuimos acostumbrando a vivir solos y hacer todo lo posible por tener una vida feliz.
Pasado diez años, cuando comienza la historia que os quiero contar, ya podía disfrutar de más tiempo libre. Enrique tenía veinticinco años y trabajaba en una farmacia. Jesús tenía veintidós y aún estudiaba física en la facultad. Así que los tres habíamos conseguido seguir con nuestras vidas gracias a ayudarnos entre todos.
Gracias a que mis hijos ya no necesitaban tanto de mis cuidados, iba teniendo cada vez más tiempo para mí. Así que muchas tardes durante ese año, si mi trabajo de enfermera me lo permitía, iba al gimnasio para mantener mi cuerpo más o menos bien.
Si bien el ejercicio físico mantenía mi cuerpo sano, las tardes que pasaba en el gimnasio afectaban a mi psicología. Y no es que me estuviera volviendo loca, no, pero ver los hermosos cuerpos de algunos jóvenes con los que coincidía en el local me despertaba una lujuria que llevaba muchos años callada.
Así fue como cada noche que volvía del gimnasio, al acostarme, me masturbaba pensando en los cuerpos de aquellos hombres que hacían ejercicio junto a mí... Pensar en sus fornidos cuerpos, en sus penes que se marcaban en las ajustadas prendas que vestían, sus prietos culos que se endurecían con cada ejercicio...
“¡¡¿Por qué estoy tan caliente?!!” Me pregunté la primera noche que no pude resistir la lujuria que me provocaban los cuerpos de aquellos hombres. Imaginé a Juan, un hombre de unos cuarenta años. Coincidíamos muchas veces en el gim y poco a poco íbamos tomando una cierta amistad. No es que yo quisiera tener un romance con él, para nada, pero aquella lujuria que crecía en mi interior necesitaba de su imagen para encenderse hasta llevarme al placer. Y así comencé mi primera masturbación desde hacía mucho tiempo...
Por extraño que pueda parecer, - mi imaginación empezaba a volar mientras mi mano se metía bajo mis bragas y tocaba mi coño - no hay nadie en el gimnasio, sólo estamos Juan y yo. El entrenador ha tenido que ausentarse por media hora y nos ha dejado solos. Él hace ejercicio en una de las máquinas y puedo ver como se marca su enorme polla en sus calzonas, cada vez que abre las piernas puedo ver la redondez que toma la fina tela que rodea sus enormes testículos. ¡Quién pudiera besarlos y lamerlos!
Voy a hacer el mismo ejercicio que él, en la máquina que está en frente. Antes de sentarme, me subo mi legging para que los labios de mi coño se marquen, hoy no me he puesto bragas adrede. Empiezo el ejercicio, abro y cierro mis piernas para mostrarle cómo la tela marca mis abultados labios vaginales, calientes y mojados al imaginar mi boca sobre su sexo. Lo miro, él me mira y me sonríe. Creo que lo estoy calentando, sus ojos se dirigen descaradamente a mirar mis movimientos de piernas, a admirar mi sexo.
- Tengo que hacer abdominales... - me dice mientras se levanta y camina hacia mí suavemente - ¿Me ayudas? - me pregunta mientras su mano agarra su paquete y se lo coloca descaradamente.
Me tiende la mano y lo sigo por el local. En un rincón se para, coge una colchoneta y la extiende en el suelo.
- ¡Aquí está bien! - se inclina sin doblar las rodillas y su culo redondo queda en pompa, deseo acariciarlo y morderlo – Primero haré yo una serie y después lo haces tú.
Se acuesta en la colchoneta, pone sus manos en la nuca, dobla las piernas y me pide que las aguante. Pongo mis manos en sus pies y puedo ver muy de cerca el bulto en su ropa, mi deseado bulto. Empieza a hacer el ejercicio y mis ojos no pueden mirar a otro lado más que entre sus piernas.
- ¡Ahora tú! - le suelto los pies, él se levanta y yo permanezco de rodillas. Se acerca y su sexo queda a pocos centímetros de mi boca... - ¡Vamos, túmbate!
Me pongo a cuatro patas y le muestro mi culo marcado por la fina tela. ¡Espero qué se excite! Me tumbo sobre la colchoneta y siento la caliente humedad que brota de mi coño. ¡Estoy muy caliente! Abro un poco mis piernas para mostrarle mi sexo, sus ojos lo miran descarado y una lujuriosa sonrisa se dibuja en su boca... ¡Le gusta lo que ve! Pone sus fuertes manos en mis muslos y pega su musculoso pecho contra mis piernas. Deseo abrirlas y que caiga entre ellas, encima de mi coño. Empiezo a hacer los movimientos y puedo sentir cómo sus brazos me agarran con fuerza. ¡Sí, eres fuerte y me puedes abrir las piernas de par en par para tomar mi sexo! Voy a arder de lujuria y deseo que me folle.
- ¡Venga, ahora me toca a mí otra vez!
Se pone en pie, se quita la camiseta y me muestras sus poderosos pectorales. ¡Me vuelvo loca al verlo! Se tumba y agarro sus piernas. De la misma manera que él me sujetó. Puedo sentir su suave piel en mi mano. Con sus movimientos, mis manos acarician disimuladamente sus muslos. Mis tetas se agitan contra sus piernas y mis pezones se ponen cada vez más duros. ¡Ardo en deseos de poseerlo! Miro a su sexo y todo mi cuerpo tiembla por lo que veo. Por el filo de las calzonas, por una de sus piernas, me parece ver asomar el glande de su polla. No lo pienso, mi mano se desliza por su muslo y empieza a colarse por debajo de la prenda que oculta el objeto de mi deseo.
Se detiene, me sobresalto y lo miro. No decimos nada. La sonrisa que me muestra me invita a seguir buscando bajo la tela. La punta de mis dedos encuentra un suave glande que empieza a incharse con el contacto de mi mano. Es grande y gorda. Mis dedos la rodean y se agitan para darle placer, para conseguir que alcance su máximo tamaño y me dé todo el placer que necesito. Por unos instantes mi mano masturba su polla mientras siento cómo mi vagina se vacía, mojándose para prepararse a recibir tanta carne.
Mientras mi mano juega con su sexo, una de sus piernas se estira y los dedos de su pie tocan mi caliente coño. Abro un poco las piernas y puedo sentir sus caricias. Nos estamos masturbando el uno al otro y los dos disfrutamos. Mi coño se ha convertido en una fuente que no deja de lanzar flujos, no puedo pararlo.
Sin palabras, se retira y se pone en pie. Quedo de rodillas, mirándolo a los ojos, implorándole que me haga suya. Se acerca a mí de pie y coloca su sexo, aún cubierto por las calzonas, justo delante de mi cara. No hay palabras. Miro con deseo el bulto que se forma en aquella prenda. La he tocado y es grande, muy grande.
De un solo movimiento baja su ropa y libera aquella polla. ¡Me golpea en la cara! Siento aquella gran cantidad de carne chocar contra mi mejilla y me siento más caliente que nunca. Lo miro. La gruesa polla que está delante de mis ojos casi no me deja ver la cara de deseo que tiene Juan. Seguimos sin hablar, pero sé lo que tengo que hacer.
De rodillas, sumisa por la pasión y la lujuria que me posee, abro mi boca y saco mi lengua. Su mano agarra su endurecida polla y la golpea contra mi boca, contra mi lengua. Puedo sentir el deseado aroma de su polla, ese olor llega a mi mente y me vuelve loca. Siento la suave piel de su redondo glande frotarse contra mi lengua y mi boca se aferra sobre él. En mis labios puedo sentir el pronunciado final de su glande, lo tengo por completo dentro de mi boca. Succiono y lo escucho estremecerse por el placer. “¡Qué bien sabe esta polla!” Pienso mientras voy dando suaves chupetones que hacen que le tiemblen las piernas.
De repente, agarra mi pelo con una mano, me separa de su polla arrancándomela de mi boca. Se coloca tras de mí y me empuja para forzarme a ponerme a cuatro patas. Mi corazón late y mi coño se moja más por la excitación. “¡Me va a follar, me va a follar!” Pienso mientras pongo todo mi culo totalmente en pompa para ofrecérselo. Sus fuertes manos agarran mi legging y de un tirón me lo baja hasta las rodillas. Mi culo está totalmente ofrecido a él... ¡Me va a follar!
Siento sus manos en mis nalgas, las acaricia, las amasa y de repente, las separa. Pierdo el sentido cuando siento su húmeda lengua lamer y jugar con mi ano. Su caliente saliva moja mi estrecho esfínter y cae hasta mojar mis labios vaginales. Ese redondo músculo se agita involuntariamente, abriéndose y cerrándose como si quisiera comerse su lengua. Ronroneo de placer cuando mi vagina se siente invadida por los dedos de mi amante. No lo puedo soportar. Su lengua juega con mi ano mientras su mano me masturba. Primero entra un dedo y me da placer. Después dos van dilatando mi vagina que lleva tiempo sin acoger a ningún hombre...
Me abandona en aquella postura, a cuatro patas, ofreciéndole todo mi cuerpo. Ha dejado de lamer mi culo y de masturbarme. Voy girando mi cabeza, preguntándome qué ocurre, cuando siento que mi vagina se inunda con la enorme polla de Juan. Estoy tan mojada que entra totalmente, dilatándome el coño de una forma algo dolorosa, pero extraordinariamente placentera. Sus manos agarran con fuerza mis caderas y me agita para penetrarme bestialmente, llegando con su glande hasta lo más profundo de mi coño. No para, no se cansa, su polla entra y sale de mí y me arrastra a un enorme orgasmo. No puedo más.
Bocarriba, con las piernas totalmente abiertas, en medio de mi cama, empiezo a sentir un gran orgasmo. Hacía mucho tiempo que no me masturbaba y mi cuerpo se agita y tiembla por el placer mientras mi mano castiga mi mojado coño. Me mordía el labio inferior mientras intentaba no gritar de placer. Mis caderas se agitaban incontroladas cuando llegó el momento esperado. Hundí mis dedos en mi vagina y arqueé mi cuerpo al sentir aquel orgasmo, un gran chorro de flujo brotó incontroladamente de mi coño. ¡Me estaba corriendo!
No sé cuánto líquido brotó de mi cuerpo, no lo sé, pero tras unos minutos de descanso, tuve que cambiar toda la ropa de la cama pues estaba totalmente mojada. Mi sexo se había despertado y deseaba más. Una buena masturbación me dejaba tranquila por un tiempo, pero necesitaba más, necesitaba una buena polla de verdad que me llenara por completo. Desde ese día comencé a buscar un buen macho como si fuera una gata en celo.
Después de aquella masturbación tan placentera, mi sexo se volvió a despertar. Durante unos meses me dedicaba a hacerme pajas por las noches, en la soledad de mi habitación. En el trabajo, las compañeras que llevaban más tiempo trabajando conmigo y con las que tenía más confianza, empezaron a preguntarme si tenía un amante, pues me veían más alegre. La verdad era que no, pero aquello era señal que tenía que buscarme uno, o por lo menos tener algo de sexo real con cualquier hombre.
Tampoco pasó desapercibido para mi familia. Un día visité a mi madre, en menos de media hora de estar con ella, ya notó que algo en mi vida había cambiado. Intentó descubrir si había algún hombre en mi vida, y no lo había, pero desde luego lo que no le iba a decir es que me masturbaba todas las noches. Aquel día, Enrique estaba trabajando hasta la mañana siguiente en la farmacia, mientras que Jesús estudiaba en casa aprovechando que estaría solo mientras yo visitaba a su abuela. Pensé en quedarme hasta bastante tarde con mi madre, pero llegó un momento que se puso demasiado pesada por saber la razón por la que estaba distinta, así que harta del acoso de mi madre, decidí irme a casa dos horas antes de lo previsto.
Por el camino, iba pensando en la masturbación que me haría. Aquella mañana había llegado mi primer consolador, un hermoso falo negro de treinta centímetros de largo y bastante gordo, con vibración graduable, y me moría por acostarme y sentirlo entre mis piernas, hundido en lo más profundo de mi coño... “¡Ya se me moja el coño!” Pensé mientras aparcaba el coche. Jesús estaría estudiando y no quería molestarlo, así que entré sin hacer ruido y me dirigí a mi habitación para cambiarme de ropa. Subía por la escalera y empecé a escuchar unos golpes en la habitación de mi hijo. Me preocupé y aceleré la subida por si le ocurría algo. Estaba cerca de su puerta y además de los golpes, empecé a escuchar los gemidos de una mujer. “¡Joder, estará follando con una compañera de clase!” Pensar en eso me obligaba a darle intimidad a mi hijo, pero además me sentía excitada por la situación.
Sabía que lo que iba a hacer estaba mal. Espiar a un hijo mientras tiene sexo con una chica no estaba bien, pero mi sexo vibraba al pensar en verlos. Me acerqué a la puerta que estaba entreabierta. La empujé levemente para intentar verlos. Todo el cuerpo me temblaba por la excitación. ¿Cómo sería la chica que le gustaba follar a mi hijo? ¿En cuál postura estarían follando? ¿Vería la polla de mi hijo? Sin duda tantas pajas en solitario me habían convertido en una pervertida que se excitaba pensando en ver a su hijo follar. Si el consolador que me había comprado me tenía caliente, la posibilidad de ver sexo en vivo me volvía loca de lujuria, una guarra total.
Metí ligeramente la cabeza para ver la habitación. La puerta está a los pies de su cama, y sobre ella podía ver a los dos amantes agitándose y gozando. El cabecero de la cama golpeaba la pared por la pasión que mi hijo ponía al clavar su polla en ella. Los podía ver de medio lado. Me fijé en el blanco culo de Jesús. Se tensaba con cada penetración que le daba y mi coño se mojaba excitado por el cuerpo de mi hijo. Sus manos agarradas a las caderas de aquella chica...
¡No, no puede ser! Estaba agarrado a un enorme culo cuyas carnes se agitaban con las furiosas embestidas de mi hijo. Ella estaba a cuatro patas y entre sus brazos se agitaban sus tetas. Jesús gruñía y gemía mientras su polla se incrustaba en su amante. ¡No, no puede ser!
- ¡Sí hijo! - dijo aquella mujer y mis sospechas se hicieron realidad - ¡Clava tu enorme polla en la guarra de tu vecina! ¡Fóllame! ¡Dame más fuerte!
Mi hijo la penetró todo lo fuerte que pudo y los gemidos de ella se convirtieron en gritos de placer. Jesús clavó por completo su polla en Toñi, nuestra vecina que lo había visto nacer y crecer, y descargó todo su semen en su pervertida y asquerosa vagina. Las piernas de la puta de Toñi se agitaban por el orgasmo que estaba sintiendo. Él le clavó dos o tres veces más su polla y después se la sacó. Quedé petrificada al ver la enorme polla que tenía mi hijo menor. No pude apreciar bien su medida, pero mi coño se sintió demasiado excitado al ver aquella enormidad. Él le ofreció la polla y ella se encargó de limpiarla con su boca hasta que estuvo sin ningún resto del semen que había lanzado en su puta vagina.
Con prisa, pero sin hacer ruido, abandoné la casa y me marché en mi coche sin saber bien a dónde ir. Deambulé por la ciudad por unos minutos hasta que decidí parar en un centro comercial y tomar algo para calmar mis nervios. Me senté y pedí una bebida. Estaba furiosa con la guarra de mi vecina. ¿Cómo podía follarse a mi hijo? Lo había visto nacer y crecer, más de una vez dejé a mis hijos a su cuidado... ¿Y así me lo paga? Estaba nerviosa y confundida, no por el hecho de que aquella mujer follara a mi niño, sino que todo mi cuerpo se agitaba excitado por la visión de la enorme polla de Jesús. Acabé de tomarme el refresco y decidí ir a hablar con mi hijo mayor a su trabajo. Caminé hasta el coche y cuando me senté dentro, me di cuenta de lo que me pasaba. ¡Tenía celos de no ser yo la que recibiera sexo de mi hijo! Me sentí asquerosa por mi pensamiento y me puse a llorar, no tuve fuerzas para ir a hablar con mi hijo.
Pasé unos días raros, estaba distante con Jesús, aunque intentaba disimular. Creo que ellos lo notaron, aunque nunca llegamos a hablarlo. Por las noches, me sentía muy excitada por la presencia de Jesús y utilizaba mi consolador para darme placer mientras pensaba en él follándome con su enorme polla. El día que mis hijos me dijeron que pasarían una semana con su padre, sentí alivio al pensar que dejaría de sentirme excitada al no ver a mi hijo. Así, un domingo los dos se marcharon y me dejaron sola en casa.
Para mi desgracia, la separación momentánea de mis hijos no consiguió que mi lujuria bajara. Así, la primera noche que pasé sola, me acosté en la cama de Jesús. Las sábanas olían a él y mi calentura empezó a subir. La imagen de la polla de mi hijo invadió mi mente y no podía pensar en otra cosa. Cogí el consolador y me lo clavaba en el coño mientras olía su cama. No tardé en tener dos maravillosos orgasmos. Después de descansar un poco, aún no era muy tarde, empecé a registrar por sus cajones. No buscaba nada en concreto, pero quería saber sus perversiones más privadas, aquello me excitaba. Pasé un buen rato buscando por toda la habitación hasta qué, en el ropero, muy oculto, encontré una carpeta. Esperanzada la abrí. Había varias revistas porno, la mayoría de mujeres maduras en distintas poses, nada especial. Al colocar la carpeta sobre la cama, cayó al suelo algo. Lo cogí, era un pendrive. Seguramente eran películas porno, quería saber qué le excitaba a mi hijo... Quería saber cómo excitar a mi hijo.
Me fui rápido a mi habitación con el pendrive. Encendí mi ordenador y enchufé el pen. Había muchos archivos de fotografías. Cliqué en una foto y la copié de inmediato a mi ordenador. Era una foto de mi hijo en el espejo con una enorme erección. Mi coño empezó a humedecerse al pensar que ya no tendría que imaginar su polla, cuando quisiera podría verla. En la siguiente foto aparecía un culo en primer plano, visto desde arriba mientras una polla le entraba en el coño dilatando sus labios vaginales. No se veían a los amantes, pero aquella polla pertenecía a mi hijo pues en las dos fotos que había visto por el momento, aparecía por encima de los pelos de su pubis, un pequeño tatuaje. El culo era grande y pensé que sería de Toñi. Seguí abriendo más fotos y muchas eran de coños de mujeres abriéndose los labios vaginales para mostrarle el interior, parecían que todas eran de la misma mujer. Otras eran fotos de la polla de Jesús desde distintas vistas. Y después había más en las que aquella polla estaba medio hundida en el coño. No llegué a verlas todas, Las seleccioné todas y las copié en mi ordenador.
Volví a la habitación de mi hijo. Guardé su carpeta de nuevo en el armario y quité la ropa de la cama pues la había dejado mojada con mi corrida. Volví a mi habitación y deseaba ver todas las fotos que le había robado a Jesús. Disfrutaba de la visión de la hermosa polla mientras mi mano me acariciaba suavemente el coño. Las fotos de Toñi las iba borrando, quedándome sólo con las que aparecía mi hijo, bien la polla sola o hundida en el coño de nuestra vecina.
Y entre todas las fotos, apareció un vídeo. La posibilidad de volver a ver a mi hijo en acción me calentó. Le di para reproducirlo y esperé a ver que aparecía.
En la imagen, que se notaba que estaba grabado con el móvil, aparecía Toñi a cuatro patas. Tras su enorme culo se podía ver algunas veces la polla de mi hijo, semi erecta. Escuché lo que decían.
- ¿Estás grabando ya? - dijo Toñi mirando hacia mi hijo.
- Sí... ¿Estás preparada? - le contestó Jesús - ¿Seguro que quieres que lo grabe? - su mano libre empezó a agitar su polla que poco a poco parecía tomar volumen.
- ¡Sí hijo! - contestó Toñi mientras ponía su pecho contra la cama y sus manos separaban las nalgas para ofrecer una visión total del redondo ano y los peludos labios vaginales - ¡Sé que me dolerá, pero quiero guardar en vídeo la primera vez que me den por el culo!
Jesús echó aceite en el culo de su amante y lo restregó con su mano empapando su ano y su coño. Otro poco más de aceite justo en el círculo del ano y un dedo empezó a empujarlo para forzarlo a que se abriera un poco.
- ¡¿Te gusta?! - Preguntó Jesús cuando había metido la primera falange del dedo y lo movía suavemente hacia dentro y hacia fuera.
- ¡De momento sí! - Toñi agitaba su cuerpo ligeramente.
- ¡Relájate putita! - mi hijo empezó a hablar de forma sucia – Te estoy metiendo el dedo y siento como tu culito se agita cómo si lo masticara... ¡Te estás poniendo caliente!
- ¡Sí hijo! - La voz de Toñi indicaba que las caricias de Jesús la ponían caliente - ¡Sí, por qué no pruebas con dos!
- ¡Por supuesto! - Jesús echó más aceite y empezó a jugar con dos dedos en el ano de la puta de nuestra vecina. Su esfínter fue cediendo y en poco tiempo tenía los dos dedos totalmente clavados en el culo. Toñi se agitaba y empezaba a lanzar sonidos de placer - ¡Voy a empezar a jugar con mi dedo gordo en tu culo!
Sacó los dos dedos y se subió en la cama. Puso una pierna a cada lado del culo de Toñi. Ella seguía separando los cachetes de su culo, su ano redondo y brillante por el aceite se agitaba suavemente a la espera del ariete invasor. Jesús tenía su mano totalmente impregnada de aceite y lo extendió por toda la longitud de su gran polla. Se agachó, agarrando su polla para llevar su grueso y turgente glande hasta la misma entrada de Toñi.
- ¡Despacito! - dijo ella al sentir la polla presionar levemente su ano – Es la primera vez que entrego mi culo y tu polla es muy grande...
- ¡Pues lubriquémosla bien! - movió la polla y la llevó hasta la entrada de la vagina. De un sólo empujón se la clavó casi por completo en el coño.
- ¡Cabrón! - protestó Toñi.
- ¿No te gusta? - dijo él mientras la follaba suavemente y se podía ver como aquella enorme polla se perdía entre los dilatados labios vaginales.
- ¡Sí, hijo de puta! - movió la cámara para mostrar la cara de placer que tenía Toñi mientras él la clavaba - ¡Sabes que me vuelvo loca con tu polla! ¡Por eso te dejo que me des por el culo!
- ¡Pues ya es hora de recibir tu regalo!
Jesús sacó la polla y con la mano la dirigió al ano de su amante. Presionó y noto cómo su glande se introdujo hasta la mitad, dilatando el esfínter.
- ¡Uf, cabrón! - protestó Toñi al sentir el estiramiento, su cuerpo se tensó - ¡Qué gorda la tienes!
Él empujó un poco más y todo el glande se perdió tras la oscura entrada del ano de Toñi. Ella resoplaba al sentir su culo invadido por su joven amante.
- ¡Espera! - suplicó ella - ¡No la muevas, deja que mi culo se acostumbre a su grosor!
Jesús movió la cámara para buscar la cara de Toñi, quería grabar sus gestos cuando entrara completamente en su culo.
- ¡Cariño, mira hacia acá! - le dijo y ella lo miró con una sonrisa rota por las sensaciones contradictorias que le producía. Por un lado, le excitaba que le dieran por el culo, cosa que nunca había probado, por otro, el dolor iniciar le hacía dudar si aguantaría que le metiera más polla - ¡Ahí va un poco más!
- ¡Cabrón!
Toñi dio un leve grito cuando Jesús empujó su polla y su glande se introducía apenas unos milímetros dentro de ella. Su cara mostraba dolor, pero quería hacerlo y se resignaba a aquella dolorosa sensación en pro de un futuro placer.
Jesús volvió a enfocar el ano que engullía su glande. Retrocedió y sacó su polla por completo. Se escuchó el suspiro de alivio de Toñi cuando dejó de sentir aquella terrible presión. Él echó más aceite en el redondo ano que mostraba una dilatación considerable, después embadurnó su polla y volvió al ataque.
- ¡Mira a la cámara! - le dijo a Toñi que le obedeció intentando sonreír - ¿Quieres que te clave mi gorda polla en tu enorme culo?
- ¡Sí cariño, clávamela por completo! - ella intentaba no parecer preocupada por lo que le iba a ocurrir a su culo - ¡Rómpele el culo a tu puta!
La cara de Toñi se descompuso al sentir su recto invadido por la enorme polla de mi hijo. Quería gritar, pero no podía. Un intenso dolor se clavaba en su culo mientras sentía que cada vez le entraba más polla en su cuerpo. Sus manos se aferraban a los tobillos de Jesús que incansable se movía sobre su redondo culo, clavando un poco más de polla con cada movimiento que hacía.
- ¡Dios, ya la has metido entera! - por fin consiguió gritar Toñi.
- ¡No! - le gruño Jesús, excitado por partirle el culo. Empujó con fuerza - ¡Ahora está completamente dentro! - la cara de Toñi mostraba el inmenso dolor que le produjo la penetración.
- ¡Para, para! - suplicó ella con un grito - ¡No te muevas!
Jesús intentó grabar su polla totalmente perdida dentro del ano de Toñi. Las manos de aquella mujer se aferraban desesperada a los tobillos de su amante, que, sin ningún tipo de piedad, había hundido toda su enorme polla.
- ¡Muévete despacio, por favor! - Jesús la obedeció y comenzó un suave vaivén - ¡Sí, despacio! - su esfínter se iba acostumbrando al grosor de aquella polla - ¡Bien, un poco más! - los movimientos se fueron incrementando y ella empezó a sentir placer - ¡Sigue, sigue!
Durante los dos minutos restantes de la grabación, pude ver como mi vecina tenía un orgasmo mientras le daban por el culo. Mi hijo Jesús, cuando ella gimió y se retorció de placer, sacó de golpe la polla y lanzó todo su semen sobre la espalda de Toñi. En ese momento conseguí tener un orgasmo mientras mis dedos hurgaban dentro de mi vagina. Fue tanta la leche que brotó, tan fuertes los chorros que lanzaba mi hijo, que si hubiera estado en casa en ese momento le hubiera pedido que se masturbara delante de mí y me bañara con su semen.