La Historia de Marta

heranlu

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Ago 31, 2007
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Todo empezó hace más de veinte años, por aquellos días tenía cincuenta y cuatro años. Yo no era una mujer que se considerara excesivamente guapa ni con un cuerpo perfecto. Nunca he sido muy alta, un metro cincuenta y cuatro. Gracias a hacer ejercicio, conseguía mantenerme con una figura no demasiado rellenita; sí, es verdad que tenía algo de barriguita. Mi peor pesadilla eran mis pechos, no muy grandes y algo caídos, pero lo que me enorgullecía era mi redondo culo, con algo de celulitis, pero gracias a mis anchas caderas, era grande y respingón.

Hacía ya diez años que me había separado de mi marido, y con cuarenta y cuatro años tuve que volver a rehacer mi vida. Gracias a Dios tenía un trabajo, pero con mis dos hijos, Enrique y Jesús, los días no tenían suficientes horas para llevar todo por delante. Fueron diez años en los que tuve que ocuparme de todo, y gracias a la ayuda de mis dos hijos, pudimos salir adelante.

¡Mis hijos! Enrique es el mayor. Cuando me separé, tenía quince años. Era el más dispuesto a ayudarme con las cosas de la casa y con el pasar del tiempo, también se fue ocupando de otros asuntos para sacar la casa adelante. Jesús tenía doce años, y por ser el pequeño siempre le permitíamos que se hiciera un poco el remolón con las cosas que había que hacer. Los tres lo pasamos mal con la marcha de su padre, pero con el tiempo, poco a poco nos fuimos acostumbrando a vivir solos y hacer todo lo posible por tener una vida feliz.

Pasado diez años, cuando comienza la historia que os quiero contar, ya podía disfrutar de más tiempo libre. Enrique tenía veinticinco años y trabajaba en una farmacia. Jesús tenía veintidós y aún estudiaba física en la facultad. Así que los tres habíamos conseguido seguir con nuestras vidas gracias a ayudarnos entre todos.

Gracias a que mis hijos ya no necesitaban tanto de mis cuidados, iba teniendo cada vez más tiempo para mí. Así que muchas tardes durante ese año, si mi trabajo de enfermera me lo permitía, iba al gimnasio para mantener mi cuerpo más o menos bien.

Si bien el ejercicio físico mantenía mi cuerpo sano, las tardes que pasaba en el gimnasio afectaban a mi psicología. Y no es que me estuviera volviendo loca, no, pero ver los hermosos cuerpos de algunos jóvenes con los que coincidía en el local me despertaba una lujuria que llevaba muchos años callada.

Así fue como cada noche que volvía del gimnasio, al acostarme, me masturbaba pensando en los cuerpos de aquellos hombres que hacían ejercicio junto a mí... Pensar en sus fornidos cuerpos, en sus penes que se marcaban en las ajustadas prendas que vestían, sus prietos culos que se endurecían con cada ejercicio...

“¡¡¿Por qué estoy tan caliente?!!” Me pregunté la primera noche que no pude resistir la lujuria que me provocaban los cuerpos de aquellos hombres. Imaginé a Juan, un hombre de unos cuarenta años. Coincidíamos muchas veces en el gim y poco a poco íbamos tomando una cierta amistad. No es que yo quisiera tener un romance con él, para nada, pero aquella lujuria que crecía en mi interior necesitaba de su imagen para encenderse hasta llevarme al placer. Y así comencé mi primera masturbación desde hacía mucho tiempo...

Por extraño que pueda parecer, - mi imaginación empezaba a volar mientras mi mano se metía bajo mis bragas y tocaba mi coño - no hay nadie en el gimnasio, sólo estamos Juan y yo. El entrenador ha tenido que ausentarse por media hora y nos ha dejado solos. Él hace ejercicio en una de las máquinas y puedo ver como se marca su enorme polla en sus calzonas, cada vez que abre las piernas puedo ver la redondez que toma la fina tela que rodea sus enormes testículos. ¡Quién pudiera besarlos y lamerlos!

Voy a hacer el mismo ejercicio que él, en la máquina que está en frente. Antes de sentarme, me subo mi legging para que los labios de mi coño se marquen, hoy no me he puesto bragas adrede. Empiezo el ejercicio, abro y cierro mis piernas para mostrarle cómo la tela marca mis abultados labios vaginales, calientes y mojados al imaginar mi boca sobre su sexo. Lo miro, él me mira y me sonríe. Creo que lo estoy calentando, sus ojos se dirigen descaradamente a mirar mis movimientos de piernas, a admirar mi sexo.

- Tengo que hacer abdominales... - me dice mientras se levanta y camina hacia mí suavemente - ¿Me ayudas? - me pregunta mientras su mano agarra su paquete y se lo coloca descaradamente.

Me tiende la mano y lo sigo por el local. En un rincón se para, coge una colchoneta y la extiende en el suelo.

- ¡Aquí está bien! - se inclina sin doblar las rodillas y su culo redondo queda en pompa, deseo acariciarlo y morderlo – Primero haré yo una serie y después lo haces tú.

Se acuesta en la colchoneta, pone sus manos en la nuca, dobla las piernas y me pide que las aguante. Pongo mis manos en sus pies y puedo ver muy de cerca el bulto en su ropa, mi deseado bulto. Empieza a hacer el ejercicio y mis ojos no pueden mirar a otro lado más que entre sus piernas.

- ¡Ahora tú! - le suelto los pies, él se levanta y yo permanezco de rodillas. Se acerca y su sexo queda a pocos centímetros de mi boca... - ¡Vamos, túmbate!

Me pongo a cuatro patas y le muestro mi culo marcado por la fina tela. ¡Espero qué se excite! Me tumbo sobre la colchoneta y siento la caliente humedad que brota de mi coño. ¡Estoy muy caliente! Abro un poco mis piernas para mostrarle mi sexo, sus ojos lo miran descarado y una lujuriosa sonrisa se dibuja en su boca... ¡Le gusta lo que ve! Pone sus fuertes manos en mis muslos y pega su musculoso pecho contra mis piernas. Deseo abrirlas y que caiga entre ellas, encima de mi coño. Empiezo a hacer los movimientos y puedo sentir cómo sus brazos me agarran con fuerza. ¡Sí, eres fuerte y me puedes abrir las piernas de par en par para tomar mi sexo! Voy a arder de lujuria y deseo que me folle.

- ¡Venga, ahora me toca a mí otra vez!

Se pone en pie, se quita la camiseta y me muestras sus poderosos pectorales. ¡Me vuelvo loca al verlo! Se tumba y agarro sus piernas. De la misma manera que él me sujetó. Puedo sentir su suave piel en mi mano. Con sus movimientos, mis manos acarician disimuladamente sus muslos. Mis tetas se agitan contra sus piernas y mis pezones se ponen cada vez más duros. ¡Ardo en deseos de poseerlo! Miro a su sexo y todo mi cuerpo tiembla por lo que veo. Por el filo de las calzonas, por una de sus piernas, me parece ver asomar el glande de su polla. No lo pienso, mi mano se desliza por su muslo y empieza a colarse por debajo de la prenda que oculta el objeto de mi deseo.

Se detiene, me sobresalto y lo miro. No decimos nada. La sonrisa que me muestra me invita a seguir buscando bajo la tela. La punta de mis dedos encuentra un suave glande que empieza a incharse con el contacto de mi mano. Es grande y gorda. Mis dedos la rodean y se agitan para darle placer, para conseguir que alcance su máximo tamaño y me dé todo el placer que necesito. Por unos instantes mi mano masturba su polla mientras siento cómo mi vagina se vacía, mojándose para prepararse a recibir tanta carne.

Mientras mi mano juega con su sexo, una de sus piernas se estira y los dedos de su pie tocan mi caliente coño. Abro un poco las piernas y puedo sentir sus caricias. Nos estamos masturbando el uno al otro y los dos disfrutamos. Mi coño se ha convertido en una fuente que no deja de lanzar flujos, no puedo pararlo.

Sin palabras, se retira y se pone en pie. Quedo de rodillas, mirándolo a los ojos, implorándole que me haga suya. Se acerca a mí de pie y coloca su sexo, aún cubierto por las calzonas, justo delante de mi cara. No hay palabras. Miro con deseo el bulto que se forma en aquella prenda. La he tocado y es grande, muy grande.

De un solo movimiento baja su ropa y libera aquella polla. ¡Me golpea en la cara! Siento aquella gran cantidad de carne chocar contra mi mejilla y me siento más caliente que nunca. Lo miro. La gruesa polla que está delante de mis ojos casi no me deja ver la cara de deseo que tiene Juan. Seguimos sin hablar, pero sé lo que tengo que hacer.

De rodillas, sumisa por la pasión y la lujuria que me posee, abro mi boca y saco mi lengua. Su mano agarra su endurecida polla y la golpea contra mi boca, contra mi lengua. Puedo sentir el deseado aroma de su polla, ese olor llega a mi mente y me vuelve loca. Siento la suave piel de su redondo glande frotarse contra mi lengua y mi boca se aferra sobre él. En mis labios puedo sentir el pronunciado final de su glande, lo tengo por completo dentro de mi boca. Succiono y lo escucho estremecerse por el placer. “¡Qué bien sabe esta polla!” Pienso mientras voy dando suaves chupetones que hacen que le tiemblen las piernas.

De repente, agarra mi pelo con una mano, me separa de su polla arrancándomela de mi boca. Se coloca tras de mí y me empuja para forzarme a ponerme a cuatro patas. Mi corazón late y mi coño se moja más por la excitación. “¡Me va a follar, me va a follar!” Pienso mientras pongo todo mi culo totalmente en pompa para ofrecérselo. Sus fuertes manos agarran mi legging y de un tirón me lo baja hasta las rodillas. Mi culo está totalmente ofrecido a él... ¡Me va a follar!

Siento sus manos en mis nalgas, las acaricia, las amasa y de repente, las separa. Pierdo el sentido cuando siento su húmeda lengua lamer y jugar con mi ano. Su caliente saliva moja mi estrecho esfínter y cae hasta mojar mis labios vaginales. Ese redondo músculo se agita involuntariamente, abriéndose y cerrándose como si quisiera comerse su lengua. Ronroneo de placer cuando mi vagina se siente invadida por los dedos de mi amante. No lo puedo soportar. Su lengua juega con mi ano mientras su mano me masturba. Primero entra un dedo y me da placer. Después dos van dilatando mi vagina que lleva tiempo sin acoger a ningún hombre...

Me abandona en aquella postura, a cuatro patas, ofreciéndole todo mi cuerpo. Ha dejado de lamer mi culo y de masturbarme. Voy girando mi cabeza, preguntándome qué ocurre, cuando siento que mi vagina se inunda con la enorme polla de Juan. Estoy tan mojada que entra totalmente, dilatándome el coño de una forma algo dolorosa, pero extraordinariamente placentera. Sus manos agarran con fuerza mis caderas y me agita para penetrarme bestialmente, llegando con su glande hasta lo más profundo de mi coño. No para, no se cansa, su polla entra y sale de mí y me arrastra a un enorme orgasmo. No puedo más.

Bocarriba, con las piernas totalmente abiertas, en medio de mi cama, empiezo a sentir un gran orgasmo. Hacía mucho tiempo que no me masturbaba y mi cuerpo se agita y tiembla por el placer mientras mi mano castiga mi mojado coño. Me mordía el labio inferior mientras intentaba no gritar de placer. Mis caderas se agitaban incontroladas cuando llegó el momento esperado. Hundí mis dedos en mi vagina y arqueé mi cuerpo al sentir aquel orgasmo, un gran chorro de flujo brotó incontroladamente de mi coño. ¡Me estaba corriendo!

No sé cuánto líquido brotó de mi cuerpo, no lo sé, pero tras unos minutos de descanso, tuve que cambiar toda la ropa de la cama pues estaba totalmente mojada. Mi sexo se había despertado y deseaba más. Una buena masturbación me dejaba tranquila por un tiempo, pero necesitaba más, necesitaba una buena polla de verdad que me llenara por completo. Desde ese día comencé a buscar un buen macho como si fuera una gata en celo.

Después de aquella masturbación tan placentera, mi sexo se volvió a despertar. Durante unos meses me dedicaba a hacerme pajas por las noches, en la soledad de mi habitación. En el trabajo, las compañeras que llevaban más tiempo trabajando conmigo y con las que tenía más confianza, empezaron a preguntarme si tenía un amante, pues me veían más alegre. La verdad era que no, pero aquello era señal que tenía que buscarme uno, o por lo menos tener algo de sexo real con cualquier hombre.

Tampoco pasó desapercibido para mi familia. Un día visité a mi madre, en menos de media hora de estar con ella, ya notó que algo en mi vida había cambiado. Intentó descubrir si había algún hombre en mi vida, y no lo había, pero desde luego lo que no le iba a decir es que me masturbaba todas las noches. Aquel día, Enrique estaba trabajando hasta la mañana siguiente en la farmacia, mientras que Jesús estudiaba en casa aprovechando que estaría solo mientras yo visitaba a su abuela. Pensé en quedarme hasta bastante tarde con mi madre, pero llegó un momento que se puso demasiado pesada por saber la razón por la que estaba distinta, así que harta del acoso de mi madre, decidí irme a casa dos horas antes de lo previsto.

Por el camino, iba pensando en la masturbación que me haría. Aquella mañana había llegado mi primer consolador, un hermoso falo negro de treinta centímetros de largo y bastante gordo, con vibración graduable, y me moría por acostarme y sentirlo entre mis piernas, hundido en lo más profundo de mi coño... “¡Ya se me moja el coño!” Pensé mientras aparcaba el coche. Jesús estaría estudiando y no quería molestarlo, así que entré sin hacer ruido y me dirigí a mi habitación para cambiarme de ropa. Subía por la escalera y empecé a escuchar unos golpes en la habitación de mi hijo. Me preocupé y aceleré la subida por si le ocurría algo. Estaba cerca de su puerta y además de los golpes, empecé a escuchar los gemidos de una mujer. “¡Joder, estará follando con una compañera de clase!” Pensar en eso me obligaba a darle intimidad a mi hijo, pero además me sentía excitada por la situación.

Sabía que lo que iba a hacer estaba mal. Espiar a un hijo mientras tiene sexo con una chica no estaba bien, pero mi sexo vibraba al pensar en verlos. Me acerqué a la puerta que estaba entreabierta. La empujé levemente para intentar verlos. Todo el cuerpo me temblaba por la excitación. ¿Cómo sería la chica que le gustaba follar a mi hijo? ¿En cuál postura estarían follando? ¿Vería la polla de mi hijo? Sin duda tantas pajas en solitario me habían convertido en una pervertida que se excitaba pensando en ver a su hijo follar. Si el consolador que me había comprado me tenía caliente, la posibilidad de ver sexo en vivo me volvía loca de lujuria, una guarra total.

Metí ligeramente la cabeza para ver la habitación. La puerta está a los pies de su cama, y sobre ella podía ver a los dos amantes agitándose y gozando. El cabecero de la cama golpeaba la pared por la pasión que mi hijo ponía al clavar su polla en ella. Los podía ver de medio lado. Me fijé en el blanco culo de Jesús. Se tensaba con cada penetración que le daba y mi coño se mojaba excitado por el cuerpo de mi hijo. Sus manos agarradas a las caderas de aquella chica...

¡No, no puede ser! Estaba agarrado a un enorme culo cuyas carnes se agitaban con las furiosas embestidas de mi hijo. Ella estaba a cuatro patas y entre sus brazos se agitaban sus tetas. Jesús gruñía y gemía mientras su polla se incrustaba en su amante. ¡No, no puede ser!

- ¡Sí hijo! - dijo aquella mujer y mis sospechas se hicieron realidad - ¡Clava tu enorme polla en la guarra de tu vecina! ¡Fóllame! ¡Dame más fuerte!

Mi hijo la penetró todo lo fuerte que pudo y los gemidos de ella se convirtieron en gritos de placer. Jesús clavó por completo su polla en Toñi, nuestra vecina que lo había visto nacer y crecer, y descargó todo su semen en su pervertida y asquerosa vagina. Las piernas de la puta de Toñi se agitaban por el orgasmo que estaba sintiendo. Él le clavó dos o tres veces más su polla y después se la sacó. Quedé petrificada al ver la enorme polla que tenía mi hijo menor. No pude apreciar bien su medida, pero mi coño se sintió demasiado excitado al ver aquella enormidad. Él le ofreció la polla y ella se encargó de limpiarla con su boca hasta que estuvo sin ningún resto del semen que había lanzado en su puta vagina.

Con prisa, pero sin hacer ruido, abandoné la casa y me marché en mi coche sin saber bien a dónde ir. Deambulé por la ciudad por unos minutos hasta que decidí parar en un centro comercial y tomar algo para calmar mis nervios. Me senté y pedí una bebida. Estaba furiosa con la guarra de mi vecina. ¿Cómo podía follarse a mi hijo? Lo había visto nacer y crecer, más de una vez dejé a mis hijos a su cuidado... ¿Y así me lo paga? Estaba nerviosa y confundida, no por el hecho de que aquella mujer follara a mi niño, sino que todo mi cuerpo se agitaba excitado por la visión de la enorme polla de Jesús. Acabé de tomarme el refresco y decidí ir a hablar con mi hijo mayor a su trabajo. Caminé hasta el coche y cuando me senté dentro, me di cuenta de lo que me pasaba. ¡Tenía celos de no ser yo la que recibiera sexo de mi hijo! Me sentí asquerosa por mi pensamiento y me puse a llorar, no tuve fuerzas para ir a hablar con mi hijo.

Pasé unos días raros, estaba distante con Jesús, aunque intentaba disimular. Creo que ellos lo notaron, aunque nunca llegamos a hablarlo. Por las noches, me sentía muy excitada por la presencia de Jesús y utilizaba mi consolador para darme placer mientras pensaba en él follándome con su enorme polla. El día que mis hijos me dijeron que pasarían una semana con su padre, sentí alivio al pensar que dejaría de sentirme excitada al no ver a mi hijo. Así, un domingo los dos se marcharon y me dejaron sola en casa.

Para mi desgracia, la separación momentánea de mis hijos no consiguió que mi lujuria bajara. Así, la primera noche que pasé sola, me acosté en la cama de Jesús. Las sábanas olían a él y mi calentura empezó a subir. La imagen de la polla de mi hijo invadió mi mente y no podía pensar en otra cosa. Cogí el consolador y me lo clavaba en el coño mientras olía su cama. No tardé en tener dos maravillosos orgasmos. Después de descansar un poco, aún no era muy tarde, empecé a registrar por sus cajones. No buscaba nada en concreto, pero quería saber sus perversiones más privadas, aquello me excitaba. Pasé un buen rato buscando por toda la habitación hasta qué, en el ropero, muy oculto, encontré una carpeta. Esperanzada la abrí. Había varias revistas porno, la mayoría de mujeres maduras en distintas poses, nada especial. Al colocar la carpeta sobre la cama, cayó al suelo algo. Lo cogí, era un pendrive. Seguramente eran películas porno, quería saber qué le excitaba a mi hijo... Quería saber cómo excitar a mi hijo.

Me fui rápido a mi habitación con el pendrive. Encendí mi ordenador y enchufé el pen. Había muchos archivos de fotografías. Cliqué en una foto y la copié de inmediato a mi ordenador. Era una foto de mi hijo en el espejo con una enorme erección. Mi coño empezó a humedecerse al pensar que ya no tendría que imaginar su polla, cuando quisiera podría verla. En la siguiente foto aparecía un culo en primer plano, visto desde arriba mientras una polla le entraba en el coño dilatando sus labios vaginales. No se veían a los amantes, pero aquella polla pertenecía a mi hijo pues en las dos fotos que había visto por el momento, aparecía por encima de los pelos de su pubis, un pequeño tatuaje. El culo era grande y pensé que sería de Toñi. Seguí abriendo más fotos y muchas eran de coños de mujeres abriéndose los labios vaginales para mostrarle el interior, parecían que todas eran de la misma mujer. Otras eran fotos de la polla de Jesús desde distintas vistas. Y después había más en las que aquella polla estaba medio hundida en el coño. No llegué a verlas todas, Las seleccioné todas y las copié en mi ordenador.

Volví a la habitación de mi hijo. Guardé su carpeta de nuevo en el armario y quité la ropa de la cama pues la había dejado mojada con mi corrida. Volví a mi habitación y deseaba ver todas las fotos que le había robado a Jesús. Disfrutaba de la visión de la hermosa polla mientras mi mano me acariciaba suavemente el coño. Las fotos de Toñi las iba borrando, quedándome sólo con las que aparecía mi hijo, bien la polla sola o hundida en el coño de nuestra vecina.

Y entre todas las fotos, apareció un vídeo. La posibilidad de volver a ver a mi hijo en acción me calentó. Le di para reproducirlo y esperé a ver que aparecía.

En la imagen, que se notaba que estaba grabado con el móvil, aparecía Toñi a cuatro patas. Tras su enorme culo se podía ver algunas veces la polla de mi hijo, semi erecta. Escuché lo que decían.

- ¿Estás grabando ya? - dijo Toñi mirando hacia mi hijo.

- Sí... ¿Estás preparada? - le contestó Jesús - ¿Seguro que quieres que lo grabe? - su mano libre empezó a agitar su polla que poco a poco parecía tomar volumen.

- ¡Sí hijo! - contestó Toñi mientras ponía su pecho contra la cama y sus manos separaban las nalgas para ofrecer una visión total del redondo ano y los peludos labios vaginales - ¡Sé que me dolerá, pero quiero guardar en vídeo la primera vez que me den por el culo!

Jesús echó aceite en el culo de su amante y lo restregó con su mano empapando su ano y su coño. Otro poco más de aceite justo en el círculo del ano y un dedo empezó a empujarlo para forzarlo a que se abriera un poco.

- ¡¿Te gusta?! - Preguntó Jesús cuando había metido la primera falange del dedo y lo movía suavemente hacia dentro y hacia fuera.

- ¡De momento sí! - Toñi agitaba su cuerpo ligeramente.

- ¡Relájate putita! - mi hijo empezó a hablar de forma sucia – Te estoy metiendo el dedo y siento como tu culito se agita cómo si lo masticara... ¡Te estás poniendo caliente!

- ¡Sí hijo! - La voz de Toñi indicaba que las caricias de Jesús la ponían caliente - ¡Sí, por qué no pruebas con dos!

- ¡Por supuesto! - Jesús echó más aceite y empezó a jugar con dos dedos en el ano de la puta de nuestra vecina. Su esfínter fue cediendo y en poco tiempo tenía los dos dedos totalmente clavados en el culo. Toñi se agitaba y empezaba a lanzar sonidos de placer - ¡Voy a empezar a jugar con mi dedo gordo en tu culo!

Sacó los dos dedos y se subió en la cama. Puso una pierna a cada lado del culo de Toñi. Ella seguía separando los cachetes de su culo, su ano redondo y brillante por el aceite se agitaba suavemente a la espera del ariete invasor. Jesús tenía su mano totalmente impregnada de aceite y lo extendió por toda la longitud de su gran polla. Se agachó, agarrando su polla para llevar su grueso y turgente glande hasta la misma entrada de Toñi.

- ¡Despacito! - dijo ella al sentir la polla presionar levemente su ano – Es la primera vez que entrego mi culo y tu polla es muy grande...

- ¡Pues lubriquémosla bien! - movió la polla y la llevó hasta la entrada de la vagina. De un sólo empujón se la clavó casi por completo en el coño.

- ¡Cabrón! - protestó Toñi.

- ¿No te gusta? - dijo él mientras la follaba suavemente y se podía ver como aquella enorme polla se perdía entre los dilatados labios vaginales.

- ¡Sí, hijo de puta! - movió la cámara para mostrar la cara de placer que tenía Toñi mientras él la clavaba - ¡Sabes que me vuelvo loca con tu polla! ¡Por eso te dejo que me des por el culo!

- ¡Pues ya es hora de recibir tu regalo!

Jesús sacó la polla y con la mano la dirigió al ano de su amante. Presionó y noto cómo su glande se introdujo hasta la mitad, dilatando el esfínter.

- ¡Uf, cabrón! - protestó Toñi al sentir el estiramiento, su cuerpo se tensó - ¡Qué gorda la tienes!

Él empujó un poco más y todo el glande se perdió tras la oscura entrada del ano de Toñi. Ella resoplaba al sentir su culo invadido por su joven amante.

- ¡Espera! - suplicó ella - ¡No la muevas, deja que mi culo se acostumbre a su grosor!

Jesús movió la cámara para buscar la cara de Toñi, quería grabar sus gestos cuando entrara completamente en su culo.

- ¡Cariño, mira hacia acá! - le dijo y ella lo miró con una sonrisa rota por las sensaciones contradictorias que le producía. Por un lado, le excitaba que le dieran por el culo, cosa que nunca había probado, por otro, el dolor iniciar le hacía dudar si aguantaría que le metiera más polla - ¡Ahí va un poco más!

- ¡Cabrón!

Toñi dio un leve grito cuando Jesús empujó su polla y su glande se introducía apenas unos milímetros dentro de ella. Su cara mostraba dolor, pero quería hacerlo y se resignaba a aquella dolorosa sensación en pro de un futuro placer.

Jesús volvió a enfocar el ano que engullía su glande. Retrocedió y sacó su polla por completo. Se escuchó el suspiro de alivio de Toñi cuando dejó de sentir aquella terrible presión. Él echó más aceite en el redondo ano que mostraba una dilatación considerable, después embadurnó su polla y volvió al ataque.

- ¡Mira a la cámara! - le dijo a Toñi que le obedeció intentando sonreír - ¿Quieres que te clave mi gorda polla en tu enorme culo?

- ¡Sí cariño, clávamela por completo! - ella intentaba no parecer preocupada por lo que le iba a ocurrir a su culo - ¡Rómpele el culo a tu puta!

La cara de Toñi se descompuso al sentir su recto invadido por la enorme polla de mi hijo. Quería gritar, pero no podía. Un intenso dolor se clavaba en su culo mientras sentía que cada vez le entraba más polla en su cuerpo. Sus manos se aferraban a los tobillos de Jesús que incansable se movía sobre su redondo culo, clavando un poco más de polla con cada movimiento que hacía.

- ¡Dios, ya la has metido entera! - por fin consiguió gritar Toñi.

- ¡No! - le gruño Jesús, excitado por partirle el culo. Empujó con fuerza - ¡Ahora está completamente dentro! - la cara de Toñi mostraba el inmenso dolor que le produjo la penetración.

- ¡Para, para! - suplicó ella con un grito - ¡No te muevas!

Jesús intentó grabar su polla totalmente perdida dentro del ano de Toñi. Las manos de aquella mujer se aferraban desesperada a los tobillos de su amante, que, sin ningún tipo de piedad, había hundido toda su enorme polla.

- ¡Muévete despacio, por favor! - Jesús la obedeció y comenzó un suave vaivén - ¡Sí, despacio! - su esfínter se iba acostumbrando al grosor de aquella polla - ¡Bien, un poco más! - los movimientos se fueron incrementando y ella empezó a sentir placer - ¡Sigue, sigue!

Durante los dos minutos restantes de la grabación, pude ver como mi vecina tenía un orgasmo mientras le daban por el culo. Mi hijo Jesús, cuando ella gimió y se retorció de placer, sacó de golpe la polla y lanzó todo su semen sobre la espalda de Toñi. En ese momento conseguí tener un orgasmo mientras mis dedos hurgaban dentro de mi vagina. Fue tanta la leche que brotó, tan fuertes los chorros que lanzaba mi hijo, que si hubiera estado en casa en ese momento le hubiera pedido que se masturbara delante de mí y me bañara con su semen.
 

heranlu

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Aquellos días que pasé sola, apenas salía de mi habitación cuando volvía a casa. Estaba obsesionada con la polla de mi hijo y me volvía loca de deseos por ser poseída por él. Memoricé la forma y el tamaño de su polla, de sus huevos, de su redondo y terso glande. Me imaginaba con ella en la mano, besando su glande, rozando su piel con mi lengua, lamiendo el agujero por el que brotaba con fuerza su semen... sintiendo sobre mí su blanca corrida.

Los días pasaban y las noches las gastaba en masturbaciones en las que me imaginaba a mi hijo Jesús poseyendo mi cuerpo, todos mis agujeros. Los niños vendrían el domingo por la tarde, así que ese viernes por la noche aproveché para desatar mi imaginación en masturbaciones que me dejaran satisfecha frente a la cruda realidad de no poder tener sexo con mi hijo. Disfruté hasta que el sueño me venció...

- ¡Mamá, mamá! - empecé a escuchar la voz de mi hijo Enrique - ¡Qué ha pasado! - hasta ese momento nunca había tenido un sueño erótico con mi hijo mayor - ¡Qué has estado haciendo!

- ¡Anda, ven y échate con mami! - le dije para que se acostara junto a mí.

- ¡Mamá, déjate de tonterías! ¡Ese es Jesús con la polla al aire! - mi corazón se aceleró por completo.

Miré al lado. Me había quedado dormida después del último orgasmo y en la pantalla de mi ordenador había una foto de Jesús completamente desnudo y con su polla bien dura. No era un sueño. Enrique me había pillado medio desnuda y con las fotos de su hermando junto a mí.

- ¡Hijo... hijo! - dije nerviosa y me desperté de golpe con aquella situación - ¡Esto no es lo que parece! - no sabía que decir ni hacer y lo único que se me ocurrió fue cerrar el portátil de golpe.

- ¡Vamos mamá! - me dijo con cara de enfado mientras se volvía hacia la puerta para salir de mi habitación - Vístete y baja, hablaremos en la cocina.

Obedecí a mi hijo, con más miedo que vergüenza. Si le contaba a su padre lo que había visto se podía liar algo muy grande. La vergüenza para mi familia sería tremenda. Me puse una bata y caminé temblorosa hasta llegar a la cocina. Allí estaba él, mi hijo mayor, sentado, mirando el vaso con el café que se había preparado.

- ¿Quieres uno? - me dijo mirando a su vaso.

- No, gracias... - le contesté y me senté en la mesa frente a él.

- Mamá... - comenzó a hablar – He venido antes a casa porque estoy harto de que Jesús sea el favorito de papá... - lo miré y estaba casi llorando – Todo lo que hace él lo halaga como si fuera lo más maravilloso del mundo... - se puso las manos en la cara – ¡Por mucho que haga yo, no tiene ninguna importancia! - yo no sabía bien que hacer en aquella situación - ¡Y encima tú haces esas guarradas con las fotos de mi hermano! - me sentí triste por él y avergonzada por lo último que dijo - ¡Iros a la mierda!

Enrique se levantó de la silla y salió corriendo de la cocina hacia su habitación. Quedé paralizada, no sabía que debía hacer o decir, pero tenía que ayudar a mi hijo con aquel sentimiento que lo tenía destrozado. Me levanté y, sin saber bien qué hacer, subí para buscarlo en su habitación.

- ¡Hijo! - golpeé la puerta de su habitación - ¿Puedo entrar?

- Haz lo que quieras... - estaba tumbado bocabajo en su cama. Entré y me senté junto a él para intentar consolarlo.

- Hijo, perdona lo que has visto. - tragué saliva para seguir hablando - Últimamente se ha despertado mi deseo de tener sexo... - me sentí extraña al hablar con mi hijo de aquello – El otro día pillé a tu hermano teniendo sexo... - no quise decirle con quién - Eso hizo que me encendiera más y al encontrar esas fotos pues...

- ¡Ya lo sé mamá! - quedé atónita - Sé que llevas un tiempo masturbándote, te he visto. - se giró hacia mí y mi cuerpo temblaba por lo que me decía mi hijo – También sé que Jesús se folla a Toñi... - no podía creer lo que escuchaba - ¡Mamá, yo también soy un pervertido! - me agarró las manos y lo miré - Yo también me he masturbado mirando cómo lo hacías tú...

- Pero... Pero...

- Sí mamá. Desde hace unos años me siento atraído por ti. - me sentía como en un sueño al escuchar las palabras de Enrique, pero no era un sueño - Llevo mucho tiempo escondiendo este sentimiento, controlando este deseo de tenerte, ahogando este amor...

Se abrazó a mí y lo escuché sollozar. Estábamos abrazados y acariciaba su espalda como muestra de cariño. No hablábamos, sólo permanecimos abrazados por unos minutos.

- ¡Perdóname mamá! - me susurró al oído - ¡Perdona que te quiera de esta forma tan sucia!

- ¡No hijo! - le dije – No te preocupes. Tal vez mi necesidad te ha confundido y ha provocado este sentimiento en ti... - se separó un poco de mí y nos miramos.

- No mamá, hace varios años que te amo...

Me cogió por sorpresa cuando Enrique me besó. Sus brazos me rodearon con fuerza y su boca se unió a la mía. Mi cuerpo empezó a temblar de excitación. Por fin un hombre me besaba, aunque fuera uno de mis hijos. Mi coño empezó a mojarse y sentí en mi boca la dulce lengua de mi hijo. Sin pensarlo me dejé llevar, no podía frenar aquella sensación de sentirme de nuevo entre los brazos de un hombre. Nuestras lenguas jugaban de una boca a la otra, mientras nuestras manos acariciaban nuestros cuerpos. Me separé de él un poco y hablé sin pensar.

- ¡Ven conmigo y duchémonos!

Me puse en pie y le tendí la mano para que la agarrara. Así lo hizo y me siguió hasta el baño. No estaba segura de lo que hacía, pero ese día tendría a un hombre para mí, a mi Enrique. Entramos en el baño y nos pusimos frente a frente, mirándonos como si nos preguntáramos si estaba bien aquello. No dijimos nada, nos abalanzamos el uno contra el otro y nos besamos con pasión. Casi nos arrancamos las ropas y en poco tiempo estábamos los dos desnudos, besándonos y sintiendo nuestros cuerpos juntos. Sentí sobre mi vientre la dureza de su polla. Deslicé una de mis manos por su cuerpo para buscarla. Llegué y la acaricié suavemente. Tal vez no era tan grande como la de su hermano, pero en mi mano podía sentir el palpitar de su polla que parecía de piedra.

- ¡uf, no, no! - murmuró.

Su polla botaba y sentí sobre mi barriga lo fuertes y calientes golpes de su semen. No pudo aguantar las cariñosas caricias que su madre le daba y me dio el mejor regalo que hubiera deseado para ese día. Mi coño lanzó más flujos y los sentí recorrer el interior de mis muslos. Deseé clavármela por completo y recibir el resto de semen en mi vagina, pero seguí acariciándolo suavemente mientras veía en su dulce cara el placer que estaba sintiendo.

- ¡Per... Perdona! - me dijo con la voz entrecortada - ¡No he podido resistirlo!

- ¡No importa cariño! - le susurré al oído - Ahora estamos los dos sucios y tenemos que limpiarnos...

Le agarré con mi mano limpia la polla mientras la otra la acercaba a mi nariz para oler su semen. Me sentí enloquecer y, tirando de su polla, nos metimos en la ducha. Él me miraba mientras cogí la ducha y preparé el agua, me movía de forma que ponía mi culo bien en pompa para provocarlo más, si es que eso era posible. Se había corrido sólo con tocarlo... ¿Qué pasará cuando le haga todo lo que se me pasa por mi pervertida imaginación? Me arrodillé delante de él y lo miré a los ojos desde abajo, viendo su polla delante de mi cara y aún más dura que antes.

- ¡¿Quieres que mamá te la limpie?! - le dije mientras con una mano le echaba agua en la polla y la otra acariciaba sus endurecidos testículos.

- ¡Sí! - fue lo único que pudo decir.

Puse mi mano en su polla y la sentía agitarse de placer. La agité un poco y lo escuché gimotear. Moví mi mano y desnudé su glande, asomando poco a poco por la piel que lo cubría. Lo miré a los ojos y le sonreí, su cara mostraba un enorme placer. Liberé por completo el terso glande y acerqué mi boca. El aroma de su polla hizo brotar más flujos de mi vagina. Besé suavemente su suave piel y eché agua para limpiarla.

- ¡Vaya! - le dije mientras con una mano aguantaba la ducha y con la otra agarraba su polla - ¡Ahora no tengo mano para limpiarla! - lo miré con una sonrisa malévola - ¡Utilizaré lo único que tengo libre!

Saqué mi lengua y acaricié su glande. Primero alrededor, disfrutando de su volumen, después busqué su frenillo y lo acaricié provocándole temblor en sus piernas. Puse la punta de mi lengua sobre el orificio por el que debía salir su deseado líquido blando y lo escuché gemir de placer. Sabía que se iba a correr de nuevo. Su polla se tensó más que nunca, ya estaba a punto, sus testículos se retrajeron todo lo posible... “¡Ahora viene!” Pensé y mi boca envolvió todo su glande para recibirlo.

- ¡Mamá, no puedo más!

Fueron sus últimas palabras. Sus manos se aferraron a mi cabeza y un fuerte chorro de semen me golpeó en lo más profundo de mi garganta, lo tragué con dificultad. Cada chorro de su leche que me daba, lo acompañaba de una embestida de sus caderas, metiéndome más de media polla en mi boca. Como pude, interpuse mi lengua para parar los chorros de semen. Me agarré a sus piernas mientras me follaba y eyaculaba en mi boca, las sentía temblar por el enorme placer que estaba sintiendo. Aquello era mejor que las pajas que me hacía pensando en mi otro hijo, estaba recibiendo el semen de mi hijo mayor. Subí mis manos y agarré su prieto culo. Estaba a punto de correrme sólo de sentir a mi hijo, de sentir su semen en mi boca y como su culo se endurecía con cada penetración que me daba en mi boca. Paró de eyacular y se separó de mí. Se sentó en el filo de la bañera y permanecí de rodillas viendo como su polla botaba de placer. Me miró, abrí la boca y le mostré el semen que había podido retener en mi boca. La cerré y lo hice desaparecer mientras le sonreía.

Estaba exhausto. Se había corrido dos veces y parecía que su polla aún no menguaba por completo. Era joven y yo estaba muy caliente, así que decidí excitarlo de nuevo. Me puse en pie y coloqué la ducha en su soporte. De la forma más sensual que podía, me iba enjabonando y limpiándome para él, para que se excitara al verme y para que mi cuerpo estuviera limpio cuando lo tomara. Mientras me lavaba, él se agitaba la polla, masturbándose delante de su madre, como los pervertidos que éramos. Me giré y puse mi culo en pompa mientras me restregaba con jabón, girando mi cabeza para mirarlo. Me volví a girar y puse un pie sobre el filo de la bañera. Le mostré mi peludo coño por completo. Lo enjaboné y después lo enjuagué con agua mientras dos dedos separaban mis labios vaginales y le mostraba la piel rosada de mi vagina.

- ¡Espera! - dijo y salió de la bañera rápido, dejándome esperando con mis piernas abiertas.

Volvió con lo necesario para hacerme algo que yo había pensado alguna vez. Extendió crema de afeitar y, sintiendo las caricias de sus dedos en mis labios vaginales, quitó todos los pelos que cubrían mi coño.

- ¡Ahora sí! - movió mi cuerpo para que cayera más agua sobre mi sexo y retiró todos los restos de jabón.

Sin mediar palabra, hundió su boca en mi coño y una descarga de placer recorrió todo mi cuerpo al sentir su lengua acariciando mi clítoris. Mis manos lo agarraron por el pelo y empujé su cabeza contra mi coño. Su lengua recorría todo mi lampiño coño, por fuera, por dentro... con sus labios apresaba mis labios vaginales y los estiraba. Su lengua recorría toda la longitud de mi raja, de arriba abajo, se detenía en la entrada de mi vagina y su lengua intentaba follarme. Subía hasta llegar a mi erecto clítoris y sus labios lo rodeaban para mamarlo como si fuera un micropene. Yo gemía mientras sentía su boca jugar en mi coño, acariciando su cabeza para que no parara de darme placer. No sé cuánto tiempo estaría mi hijo comiéndome el coño, pero mis piernas empezaron a temblar y sentí que me vaciaba cuando empecé a correrme lanzando un gran chorro por mi coño. Lo miré y me excité más al verlo disfrutar lamiendo y sorbiendo lo que mi coño le regalaba.

De repente se levantó, no me dijo nada. Sus ojos mostraban una gran lujuria y agarró con una mano el muslo de la pierna que apoyaba en la bañera, mientras la otra mano agarraba su polla como si de un cuchillo se tratara, dispuesto a clavármelo por completo y matarme de placer. Puse mis manos en sus hombros para sostenerme en el momento que sentí su glande restregándose contra la mojada raja de mi coño que lo esperaba ansioso. Frotó mi clítoris por un segundo y un calambre de placer me recorrió el cuerpo. Se deslizó entre mis labios vaginales y sentí su endurecida polla en la palpitante entrada de mi vagina. Nos miramos por un momento a los ojos. Sentí entre mis piernas el golpe de caderas que hizo para que su polla entrara por completo hasta lo más hondo de mi vagina. Nuestros cuerpos estaban juntos, nuestros sexos unidos en un abrazo incestuoso. Por un momento quedamos quietos, mirándonos a los ojos, sintiendo a mi hijo en lo más profundo de mí. Nos besamos con pasión y sentí como su polla empezaba a follarme entrando y saliendo de mí. No tardé en tener un nuevo orgasmo mientras mi vagina se inundaba con su poderosa y endurecida polla. Gemíamos sin separar nuestras bocas, mostrándonos el placer y la pasión que sentíamos. Todo me daba vueltas, no podía creerlo, me follaban después de tanto tiempo y era mi hijo, mi adorado hijo Enrique.

Yo no podía más, me iba a desvanecer de placer. En poco tiempo había tenido tres orgasmos sintiendo su polla en mi vagina, él seguía bombeando más placer a mi cuerpo, esforzándose por contener su corrida para que yo siguiera gimiendo y gritando de placer.

- ¡No puedo más! - empecé a gemir - ¡Me desmayo de gusto!

Sus caderas aceleraron las tremendas penetraciones que me daba y mis piernas empezaron a temblar. Si seguía follándome, me desmayaría. Lancé un grito de placer que se tuvo que escuchar en todo el barrio en el momento que Enrique clavó por completo su polla en mi vagina, lanzando contra ella un gran chorro de semen que pude sentir cómo quemaba mis entrañas. Otro empujón y más semen brotó de su amada polla, gruñendo y mordiendo suavemente mi cuello. Intentamos mantenernos abrazados, pero los dos estábamos agotados por el placer y caímos sentados en la bañera, saliendo su polla de mi coño.

Nos miramos y nos sonreímos. Alargué la mano y él la cogió. No nos podíamos mover y nuestras piernas se entrecruzaban en el fondo de la bañera. Con dificultad, nos acercamos el uno al otro y nos dimos suaves besos en la boca. No abrazamos y estuvimos un buen rato reposando para recuperar las fuerzas.

- ¡Te quiero mamá!

- ¡Y yo a ti, hijo!

No sé cuánto tiempo permanecimos descansando, pero una vez recuperados, nos lavabos los dos entre juegos y, tras secarnos, nos fuimos desnudos cada uno a su habitación para ponernos algo de ropa para pasar las veinticuatro horas que teníamos hasta la llegada de Jesús. No sabía bien que haría ahora que Enrique y yo habíamos tenido sexo, cómo se lo diríamos a su hermano para tener cierta libertad mientras él estuviera allí con nosotros. Tal vez si lo dejáramos follar con la puta de Toñi, él nos dejaría tranquilos follar todas las noches. ¡Ya pensaríamos en ello cuando llegara Jesús! Ahora tocaba disfrutar de esas veinticuatro horas en las que podíamos ser nosotros mismos con nuestros pervertidos deseos.

Cuando entré en mi habitación, tras la ducha erótica que había tenido con mi hijo Enrique, mi coño aún se agitaba por la follada que le había dado su endurecida polla. Nunca había tenido una polla tan dura, ni siquiera su padre había alcanzado tanta dureza. Sentí que mi coño volvía a humedecerse, tenía que dejar de pensar en esas cosas o tendría que cambiarme de bragas cada cinco minutos. Del armario cogí una camiseta de mangas cortas que me marcaban mis tetas, si bien estaba un poco caídas por mi edad, mis pezones aún tenían fuerza para marcar las telas que los cubrieran. Después fui al mueble donde guardaba las bragas. Lo abrí y dudé en cual ponerme. Un tanga sexy para provocar a mi hijo... Unas bragas que cubrieran todo mi coño y mi culo para que tuviera que trabajar y ganarse el coño que guardaban para él.

- ¡Enrique ven! - le grité desde mi habitación.

- Dime mamá... - lo miré, llevaba sólo unas calzonas anchas y cortas, y podía ver su joven torso casi desprovisto de pelos.

- ¡Por qué no me eliges unas bragas que te gusten para estar por casa! - se acercó a mí y levantó mi camiseta por mi espalda para mirarme el culo.

- ¡Te he afeitado el coño para poder comértelo sin nada por medio! - su mano agarró y masajeó unos de mi cachetes - ¡No te pongas nada y te lo comeré cada vez que tenga hambre de ti! - me besó con intensidad y me decidí por su propuesta.

Nunca antes había estado por casa sin nada que cubriera mi coño, sentir libre mi coño y sin ningún pelo fue algo nuevo y delicioso que me hacía sentirme deseada por mi hijo. Faltaba poco para comer y los dos nos fuimos, como dos tontos enamorados, a la cocina. Nos movíamos por ella y él siempre buscaba una excusa para refregarme su endurecido sexo contra mi culo. Cuando no estaba junto a mí, sabiendo que mi camiseta se levantaba por detrás y mostraba mi redondo culo, hacía como que buscaba cosas por los muebles más altos, y sabía que sus ojos no me perdían de vista.

- ¡Eso qué es! - le dije apuntando con una cuchara de madera a la prominente erección que mostraba la tela de sus calzonas.

- ¡Tú lo sabes bien! - apartó la tela de una de sus piernas y su endurecida polla asomó.

- ¡Hasta después de comer no se juega con eso! - puse la cuchara bajo su glande y me agaché para darle un beso en la punta de su polla - ¡Así que guárdala ahora mismo o no tendrás esto! - me levanté la camiseta por delante y le mostré la raja de mi coño.

- ¡Venga mamá! - protestó.

- ¡No! - golpeé suavemente su polla con la cuchara para que la guardara - ¡Si no dejas nada en el plato, te comerás mi coño como postre! - lo besé suavemente en la boca y seguimos preparando la comida entre juegos.

El almuerzo fue normal, bueno, medio normal después de lo que habíamos hecho en la ducha, pero apenas hablamos, sólo nos mirábamos y sonreíamos como dos tontos enamorados. Acabé yo primera de comer, y me quedé mirándolo mientras acababa su último plato. Ya le quedaba poco y yo llevaba un rato mirándolo.

- ¡Qué pasa mamá! - me dijo algo incómodo porque lo miraba.

- ¡Estoy esperando que acabes todo el plato para darte tu postre! - alargué el pie y busqué entre sus piernas su polla para acariciarlo - ¡No hagas esperar a mami! - no me dio tiempo a ver como se tragaba lo que quedaba en su plato.

- ¡Ya estoy! - apartó a un lado el plato - ¡Dame mi postre!

- ¡Te lo daré! - me levanté - Pero primero tienes que ser un buen niño y ayudar a recoger la mesa. - todo desapareció rápidamente por los deseos que tenía mi hijo por mí.

- ¡Ve mamita! - se sentó en su silla y esperaba que le pusiera su postre en la mesa - ¡Tráelo aquí!

- ¡No corras tanto! - le dije y me levanté - ¡Te gusta el coño de tu mami! - el asintió con la cabeza deseando que se lo pusiera por delante. Abrí el frigorífico y le pregunté - ¡¿Te gusta con nata?! - le mostré un bote - ¡¿Y con mermelada?! - le mostré otro bote, llevé los dos a la mesa.

Puse los botes sobre la mesa. Él no me quitaba los ojos de encima y tuve que parar sus manos más de una vez. Puse una silla a cada lado de la que ocupaba él y me senté en la mesa. Me desplacé hasta estar delante y una de las piernas la abrí y la pasé por encima de su cabeza para ofrecerle mi coño brillante por los lujuriosos líquidos que empezaban a brotar.

- ¡Aquí tienes tu postre! - tuve que frenar su cabeza con la mano pues se lanzaba a comerme el coño - ¡Quieto! ¡Mamá te va a preparar un buen postre! - me miró impaciente y le di un suave beso en los labios.

Tomé el bote de nata, un bote de espray y lo agité para después introducir el pitorro entre mis labios vaginales. Sujeté los labios para que la nata quedara dentro de mi coño. Pulsé y di un respingo al sentir el cosquilleo y el frío de la blanquecina sustancia.

- ¿Te hace cosquillas? - me preguntó - ¡Pues te voy a rascar con mi lengua!

- ¡Sí mi niño! - abrí bien mis piernas y le ofrecí mi coño totalmente lleno de nata.

No sabía si mi hijo había comido muchos coños antes que el mío, pero me estaba volviendo loca con cada pasada de lengua que daba por mi raja para limpiarme de la nata. No tardó mucho en devorar toda la nata y darme unos pequeños chupetones en mi clítoris, mis caderas se agitaban agradeciendo tan íntimas caricias.

- ¡Ya está! - sus labios mostraba parte de la nata que había quitado de mi coño.

- No hijo, aquí hay un poco... - me acerqué a él y mi lengua lamió su boca para limpiar los restos, podía saborear en su boca parte de los flujos que había saboreado en mi coño - ¡Ahora otro postre de mermelada!

- Mami, me gusta más al natural... - protestó.

- ¡No seas tonto! - le dije abriendo el bote - ¡Tienes que probarlo para decir eso! - hice como que buscaba algo - ¡Vaya! ¡No tengo con que untarlo! - cogí su mano y mamé uno de sus dedos - ¡Quieres untar la mermelada con tus dedos en el coño de tu mamita!

No dijo nada, cogió el bote y con un dedo rebañó la mermelada. Separé mis labios vaginales y el frotó su dedo para extender aquella sustancia roja por mi clítoris. Hundió la cabeza y sentí como su lengua lamía y castigaba mi endurecido clítoris. Puse mi mano sobre su cabeza y la empujé contra mi coño, ya no quería que echara más cosas en mi mojado sexo, sólo quería que su boca se llenara con mi coño y me diera placer. Yo gemía y me agitaba mientras su lengua jugaba y recorría cada rincón de mi coño. Y mientras sus labios castigaban mi clítoris mamándolo, sentí como dos de sus dedos invadían la entrada de mi vagina. No pude aguantar, un orgasmo me recorría el cuerpo y yo tiraba de su pelo para apartarlo de mí, no podía y me hacía retorcerme de placer sobre la mesa. De mi vagina brotaron chorros de líquidos por la corrida que estaba teniendo y sus dedos y su lengua los recibían.

- ¡No puedo más! - le grite - ¡Necesito comerme tu polla! - le imploré.

Se levantó y tiró de mí hasta colocarme de rodillas delante de él. Le bajé desesperada las calzonas que llevaba puestas y su endurecida polla botó delante de mi cara. Fui a cogerla con la mano, pero me la retiró. Tomó el bote de mermelada y bajó la piel que cubría su glande.

- ¡Ahora mi mami va a probar mi postre!

No pude hacer nada. Lo miraba esclava de la lujuria y el deseo de tener aquella endurecida polla en mi boca. Con una mano agarró su polla y la hundió en la mermelada. Su glande redondo y rojo por la mermelada se aproximó a mi boca.

- ¡Si te comes bien tu postre, te daré la nata que guardo para ti!

Aquellas palabras me volvieron loca. Abrí mi boca todo lo que pude y me tragué su glande envuelto en mermelada. Podía sentir en mi boca la acidez de la crema y la dureza de su polla. Mamé como nunca antes había mamado una polla. Agarré su culo prieto con mis manos y lo empujé para que su polla entrara por completo en mi boca. Podía sentirla tocando mi garganta y casi me asfixiaba, pero no me importaba, todo lo que quería era tener su polla totalmente dentro de mí.

- ¡Joder mamá! - me gritó con un gemido - ¡Nunca imaginé que pudieras tragártela entera!

Comencé a hacerle una mamada frenética. Me movía enloquecida, su polla se perdía dentro de mi boca una y otra vez. Quería que se corriera, quería que me diera su nata, quería tragármela por completo. Era inútil. Me esforzaba en darle todo el placer posible, pero él ya se había corrido varias veces antes y ahora yo tendría que trabajar mucho para obtener mi merecido premio.

- ¡Quiero mi premio! - le grite soltando su polla y levantándome. Apoyé mi pecho en la mesa y puse mi culo en pompa - ¡Dame por detrás y relléname de nata! - le supliqué.

Se colocó tras de mí. Lo miraba a los ojos y el me miraba. Miró mi culo que estaba descubierto de la corta camiseta. Sus manos se posaron en mis nalgas y las amasó con deleite. Una fuerte y sonora cachetada en mi culo me puso más caliente y deseosa de recibirlo. Agité mi culo y mis generosas nalgas se agitaron. Su mano agarró su polla y la frotó, masturbándose suavemente mientras no apartaba sus ojos de mi culo. Recordé el vídeo en que Jesús follaba a Toñi por el culo, cómo ella separaba sus nalgas y le ofrecía sus agujeros a mi otro hijo. Hice lo mismo. Llevé mis manos a mi culo y separé mis nalgas para que pudiera ver mi oscuro ano y los labios vaginales que lanzaban líquidos para él.

Lo miraba. Estaba parado observando y contemplando mi redondo culo que se agitaba cuando yo lo movía con mis manos. Estaba hipnotizado por la visión que tenía de su madre. Se arrodilló y sentí un placer nuevo. Su lengua empezó a lamer mi ano. Nunca me había comido el culo, había escuchado eso del beso negro, pero nunca lo había experimentado en mi propio cuerpo. Le mantenía mi culo abierto para que no dejara de lamerme, era tanto el placer, que sentí un leve orgasmo cuando su lengua intentó penetrar mi ano. Estaba tan caliente con aquello que mi esfínter se abría y cerraba levemente para recibir a mi hijo. Bajó su boca hasta mi coño y sentí las caricias de su lengua en mis labios vaginales, mientras uno de sus dedos empezaba a forzar suavemente mi ano. Me asusté, tal vez había interpretado mal mi postura. Sólo quería excitarlo, pero parecía que él estaba dispuesto a tomar mi virginal ano.

Se puso en pie, lo miraba mientras jugaba con mi cuerpo, y sentí pavor al ver como se agarraba su polla mientras sus ojos no se apartaban de mi culo. Su dedo dejó de presionar mi ano. Escupió un poco de saliva y sentí el cálido líquido chocar contra mi ano. “¡Me va a partir el culo!” Pensé y recordé a Toñi cuando lo hizo con mi otro hijo. Su mano presionaba con fuerza y no podía escapar si su polla intentaba entrar en mi culo. ¡Mi hijo me iba a forzar el culo! Se acercó más, sentí la suave piel de su glande rozar mi ano. ¡La va a meter!

- ¡No, no! - dije levemente asustada por la situación.

Él ni me miraba, estaba decidido a incrustarme su polla entera en mi culo. Sentí la presión de su polla y mi esfínter se agitaba, mezcla del miedo y el deseo de que entrara mi hijo por tan estrecho orificio. Empujó un poco más y ahora me miraba a la cara. Podía ver el terror a sentir dolor en mi cara. Aflojaba la presión y de nuevo volvía a presionar levemente. Agité mi cabeza para negarle el paso por ahí, él me sonrió y separó su polla un poco de mi culo. Estaba inmovilizada y expuesta a los cochinos deseos de mi hijo. Lo vi moverse rápidamente para empujar su polla contra mi culo. Cerré los ojos y deseé que el dolor pasara pronto.

Mi vagina se agitó y sentí un gran placer cuando toda la polla de mi hijo entró hasta el fondo, separando sus mojadas paredes, acariciándola con placer y frenéticamente.

- ¡Pensaste qué iba a entrar en tu culo! - sus movimientos desenfrenados me volvían loca.

- ¡Sí hijo, sí! - sus caderas chocaban contra mi culo y la habitación se llenó con el ruido de aquellas embestidas - ¡Sí, pero no pares de follarme!

- Pero que te toque el ano te gusta ¿verdad? - sentí su dedo acariciar la redondez de mi ano mientras su polla me llenaba y mi cuerpo se agitaba por sus penetraciones - ¡Ahora un poquito para adentro! - su dedo presionó y mi esfínter se relajaba para dejarle paso.

- ¡Sí, me vuelve loca todo lo que me haces!

- ¡Pues mi polla te llena toda la vagina, y mi dedo gordo está por completo dentro de tu culo!

No sé cuánto tiempo estaría follándome, pero con sus penetraciones vaginales y sus caricias anales, consiguió arrancarme tres orgasmos casi continuos que me volvieron loca. Y de golpe, sacó su polla de mi coño y me miró allí en la mesa, en pompa, gimiendo y retorciéndome de placer. Mis muslos estaban totalmente mojados por los flujos que brotaban de mi vagina. Se arrodilló tras de mí y mordisqueó suavemente mis nalgas mientras sus dedos me masturbaban acariciando mi clítoris.

- ¡Ven, vamos al salón! - me agarró por el brazo y me hizo seguirlo. No podía andar de todo el placer que sentía en mi cuerpo - ¡Échate ahí! - cogió una manta que teníamos junto al sofá y la extendió en él. Me senté sobre la manta.

Se arrodilló delante de mí, separó mis piernas y se acercó más con su endurecida polla apuntándome. Me quitó la camiseta y me dejó completamente desnuda, esclava de sus lujuriosos deseos. Su boca se lanzó a mamar mis pezones, eché la cabeza atrás y disfruté de su mamada y sus caricias.

- ¡Sí hijo! - le acariciaba la cabeza mientras hablaba - ¡Mama las tetas de mami!

Me empujó suavemente con su cuerpo sin dejar de mamarme, hasta que quedé tumbada en el sofá. Después su lengua empezó a recorrer mi cuerpo, bajando por mi pecho, mi barriga, mi pubis hasta llegar de nuevo a mi coño. “¡Me va a matar!” Pensé cuando su boca de nuevo empezaba a mamar mi coño. Era incansable. Lo lamía por todos lados mientras un dedo jugaba acariciando mi ano suavemente.

- ¡Necesito tu polla! - le supliqué mientras él seguía afanoso mamando mi coño - ¡Quiero comértela! - le imploré.

De forma ágil, se giró y abriendo las piernas, puso su endurecida polla sobre mi boca. Su lengua volvió a trabajar mi coño y su dedo mi ano. Abrí la boca y su polla entró para llenarla. Podía saborear el sabor de mi coño en su polla. Moví mi cabeza con ganas y los dos nos dábamos sexo oral, el hijo a la madre, la madre al hijo. Aquel sesenta y nueve “incestuoso” era una delicia y los dos disfrutábamos del sexo del otro, con suavidad, con calma.

Habíamos perdido la noción del tiempo, no nos importaba, mientras pudiéramos tener el sexo del otro, todo nos daba igual. Me retiró su polla, se separó de mí. Me senté en el sofá para esperar los deseos de mi amado hijo y me sorprendió su petición.

- ¡Ven mamá! - me dijo sentándose en el sofá - ¡Quiero hablar contigo!

Me acerqué a él, pero sus manos me hicieron levantarme, me separaron las piernas y me sentó sobre él. Su polla quedó bajo mi coño y sentía su dureza contra mi clítoris. Me levanté un poco y la dirigí a mi vagina. Me senté y se clavó por completo. Sus manos jugaban con mis tetas y sus dedos gordos acariciaban mis endurecidos pezones. A penas nos movíamos, yo sentía su polla en lo más profundo de mi coño y ya había tenidos suficientes orgasmos, casi más de los que había sentido antes de aquel día. Me sentí afortunada por tener un hombre, aunque fuera mi hijo, que consiguiera arrancarme tantos orgasmos con todo su cuerpo.

- ¡Mamá! - me dijo mientras nos acariciábamos con suavidad y yo movía suavemente mis caderas para sentir su polla en mi vagina - ¿Te sientes mal por lo que hacemos?

- ¡Bien no está! - detuve los movimientos de mis caderas – No sé qué me ha pasado en los últimos días. - su mano abandonó uno de mis pechos y bajó hasta mi coño, su dedo se puso bajo mi clítoris y me lo acarició con suavidad – He sentido un deseo irrefrenable por tener sexo. Hasta ahora, desde mi separación, no he tenido sexo con ningún hombre. - el roce de su dedo me excitó y mis caderas se movieron sin pensarlo, sentía placer por la polla que me llenaba y por el roce con el dedo de mi hijo.

- ¿Cómo has llegado a desear tener sexo conmigo? - me besó delicadamente en los labios.

- Lo primero fue sentir la necesidad de sexo, con las masturbaciones me relajaba un poco. - la combinación de la acción de su polla y su dedo empezaba a arrancarme de nuevo más placer – Cuando vi a tu hermano, y su enorme polla, follando a Toñi, ese deseo se convirtió en fantasías con él, en que le hacía lo que te hago a ti. - en mi clítoris el placer estaba acumulándose y estaba totalmente duro, con ganas de hacerme estallar - ¡Hijo, no puedo hablar! ¡Me voy a correr otra vez!

Nos callamos y mis caderas se agitaron frenéticamente. Enrique me miraba a la cara, con una sonrisa disfrutaba de ver la cara de placer de su madre. Estaba a punto de correrme sintiendo la presión de su dedo sobre mi clítoris, no podía más.

- ¡Sí, sí! - grité enloquecidas - ¡Me corro, me corro! - el orgasmo me invadió cuando su boca se aferró a mi pezón y mamó con fuerza. Su polla llenaba mi vagina, su dedo castigaba mi clítoris y su boca me mamaba la teta, arrancando gemidos de mi boca y embriagándome de placer.

Sentí como su cuerpo se mojaba con la enorme cantidad de flujos que mi vagina lanzaba. No podía parar, no quería dejar de follar con mi hijo. No estaba bien que madre e hijo follaran, la sociedad nos destrozaría si se enterasen, pero aquel placer no lo iba a encontrar con ninguna polla, sólo con la de mi hijo. Caí sobre mi hijo, me abracé a su cuello mientras mi respiración entrecortada mostraba el placer que estaba sintiendo. Mis caderas se agitaban convulsas por el placer. Ya había perdido la cuenta de todos los orgasmos que mi hijo me había hecho sentir desde el momento que decidí llevarlo a la ducha. El seguía sin correrse. Me separé y lo miré a los ojos.

- ¡Mamá, tomas la píldora! - me extrañó su pregunta.

- ¡No hijo, estoy operada y no puedo quedar embarazada!

No dijo nada más. Agarró mis caderas y me hizo frotarme contra su cuerpo. Grité enloquecida cuando me apretó contra él y sentí de nuevo su semen brotar dentro de mi vagina, llenándome, desbordándome con tan caliente y blanquecino líquido. Quedamos abrazados, con su polla menguando dentro de mí. Nos acariciábamos y nos besábamos con suavidad mientras sentía las convulsiones de su polla en mi interior. Habíamos tenido demasiados orgasmos aquel día y estábamos agotados. El resto del día lo pasamos entre besos y caricias, imaginando cómo podríamos tener sexo cuando volviera Jesús. Pero eso sería al día siguiente. Aquella noche dormimos en mi habitación, abrazados y acariciándonos, sin tener sexo, pero deseando recuperar fuerzas para continuar con nuestro incestuoso y ardiente amor entre una madre y un hijo. Por la mañana, me levanté temprano y desperté a Enrique. Teníamos que volver a la normalidad, así que lo desperté dándole una mamada hasta que me tragué todo su esperma.
 
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