La Historia de Lucas y su Mama

heranlu

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Todo el mundo presume de que tiene a una madre que está buena, con grandes pechos, caderas anchas y demás. Vamos, lo que se dice una MILF. Pero en mi caso no es así. Mi madre es una mujer normal, tirando a rellenita. Es guapa eso si y ha tenido que hacerse con las riendas de la casa desde que mi padre murió en un accidente. Dicen las malas lenguas que iba con su amante en un choche a gran velocidad cuando se estrelló y cayó por un acantilado mientras corría a más de 140 kilómetros por una carretera de la Costa Azul.

También dicen que la policía tapó el hecho de que fuera acompañado en el coche por esa mujer y la prensa nunca se hizo eco del caso. Él era algo conocido entre la jet set porqué también les alquilaba coches de vez en cuando.

Mi padre no es que fuera multimillonario tipo Cristiano Ronaldo, pero si tenía suficiente dinero para que viviéramos bien los tres. Poseía una autoescuela con varias sucursales en diferentes países de Europa y a su muerte mi madre tuvo que hacerse cargo de todo como dije y un año después tuvo que cerrar las sucursales europeas y quedarse solo con cuatro o cinco en España.

Después de que se casaran, mi madre empezó a engordar y tal vez debido a eso mi padre se buscó a otra mujer. Una mujer esbelta según decían esas mismas malas lenguas, que realmente nunca pudieron probar que fuera su amante ni que fuera con mi padre el día del fatídico accidente.

Yo tampoco pude ver nunca que mi padre fuera con otra mujer que no fuera mi madre. Pero las habladurías seguían ahí y dos años después los rumores se fueron disipando aunque siempre quedara la duda de que mi padre le hubiese sido infiel.

Pero lo que nos trae aquí es otra historia. Ahora yo he aprobado el examen teórico de conducir y me voy a preparar el práctico.

Como mi madre tiene las autoescuelas me preparé en una de mi ciudad y ahora voy a empezar a conducir.

Mi madre no quiere favoritismos conmigo, ya no los tuvo con el teórico, así que mucho menos con el practico.

Empiezo la clase con Roberto, un profesor que ella no conoce mucho para que pueda concentrarme y aprender y no decir que soy “el hijo de”

Llevo un coche de gama alta. Todos en la autoescuela son así. La verdad es que el primer día no se me da demasiado bien. Se me cala cada dos por tres y gracias a la paciencia de Roberto consigo terminar la clase sin hacer demasiados estropicios. Jeje. Mi madre odiaría que arañara el coche.

Cuando vuelvo a la autoescuela, dejé mi mochila allí porque luego iba al gimnasio, me encontré con Luisa la recepcionista.

-Hola Lucas, tu madre está en la oficina. Me dijo sonriendo.

-Anda, no me dijo nada, le contesto.

-Imagino que tendrá papeleo que hacer con el cierre del trimestre.

-Pues no le digas que he estado aquí. Solo vengo a recoger la mochila y no quiero entretenerla.

Justo en ese momento suena el teléfono. Luisa contestó, dijo si, si, y volvió a colgar.

-Dice tu madre que vayas a verla a su despacho.

-Vaya, parece adivina.

-Seguro que te ha visto por las cámaras, dijo Luisa riendo.

-Vale. Luisa un día de estos tenemos que tomar un café.

-Cuando quieras guapo.

Luisa es una chica bastante guapa y la verdad es que me hace un poco de tilín. Ella tiene 25 años y yo 20 y cuando la contrató mi madre estaba seguro de que quería que ligara con ella, pero ha pasado el tiempo y ni siquiera hemos quedado a tomar un café.

Cuando entro en el despacho mi madre está liada con unos papeles. Aunque la cosa no va mal del todo con las autoescuelas que quedaron abiertas, mi madre prefiere encargarse ella personalmente del papeleo de la de nuestra ciudad en lugar de contratar a otra persona.

-¿Qué tal la clase? Me pregunta sin levantar los ojos de la mesa.

-Bien, Roberto es buen profesor y tiene paciencia conmigo.

-Eso es lo importante. Me contesta ella.

Está sudando. Como os dije está rellenita, sus pechos son grandes y hoy lleva una blusa escotada que hace que casi se le vayan a salir. Cuando se levanta veo que lleva un pantalón ceñido que destaca sus muslos y principalmente su culo. Ancho por los lados y un poco caído, aunque del tipo que suele volvernos locos a los hombres. Es raro que desde que murió mi padre no se haya echado novio.

La verdad es que nunca le he insinuado que rehaga su vida ni nada por el estilo.

Me da dos besos en la mejilla y luego ordena unas carpetas y vuelve a sentarse.

-¿Quieres que cuando salgas del gimnasio merendemos juntos?

-Claro mamá. Hace mucho que no hacemos nada juntos.

-Pues entonces ya está. Dicho y hecho.

Al salir de los vestuarios mi madre está esperándome hablando con una de las chicas de recepción. Hace años que no ha vuelto a ir al gimnasio.

Me fijo en que está apoyada en el mostrador de la recepción e inclinada un poco hacia adelante. Se ha cambiado de pantalón y ahora lleva uno un poco más ancho que en la oficina. Aún así se le marca bien el trasero.

Entonces entra un cliente y se queda mirando el culo de mi madre al pasar el torno.

Menudo pervertido, pienso.

En ese momento se da cuenta de que acabo de salir y me saluda. Me acerco a ella y le doy dos besos y tras despedirnos de la chica de recepción, salimos del gimnasio.

-¿Qué tal los ejercicios cariño?

-Muy bien, cada vez voy ganando más masa muscular y es genial.

-Eso es lo importante, que cuides tu cuerpo y ganes en salud.

No me atrevo a preguntarle porqué ella dejó de cuidarse después de casarse. Cada uno es como es y hay que aceptarle tal cual. Eso es lo más importante.

Vamos a una cafetería bastante buena desde hace tiempo. Mi madre siempre se pide unos crepes con chocolate y sirope de fresa que le encantan y yo me pido algo más ligero, un té rojo que es antioxidante y depurativo y una galleta con pepitas de chocolate. Total, después lo quemo en el gimnasio y no tengo que preocuparme.

-¿Te preocupa algo mamá? Le preguntó al verla un poco más seria.

-La verdad es que si, antes estaba muy animada charlando en el gimnasio, pero el otro día me llegaron unas fotos.

-¿Unas fotos? Le pregunto.

-Si. Parece que alguien sacó unas fotos del accidente de tu padre y se confirma que tenia una amante.

-Pero, han pasado ya dos años casi tres y no tendrías que preocuparte de eso.

-Ya lo se hijo. Pero me da un coraje tremendo que tu padre no me quisiera más que por el físico y que se buscara a una pelandusca con la que aliviar sus calenturas teniendo un sitio donde meterla cada vez que volvía a casa.

-¡Mamá! Exclamé con sorpresa. Has dicho meterla.

-Pues claro. Meterla. Como si tu nunca la hubieras metido. Me dijo muy seria.

-Pero aquí…. Podrían oírte Mamá.

-Anda, no seas bobo. Aquí nadie se entera de lo que habla el de al lado. Y si se enteran lo mantienen en secreto.

-Está bien. Anda acabémonos la merienda y volvamos a casa. Estoy cansado.

-¿Tú crees que tu madre no es deseable? Me dijo mirándome fijamente.

-¿Eh? Respondí sin saber que decir.

-Que si crees que tu madre todavía puede ligar con un tío que esté bueno.

-Claro que si mamá. Por supuesto.

-Ya sé que a los hombres les gustan delgadas. Tú mismo has tenido varias novias que estaban escuálidas hijo.

-Escuálidas no, mamá. Estaban fibrosas.

-¿Qué ha sido de la época en la que a los hombres les gustaban las mujeres con carnes como tu madre? Dijo subiendo el tono de voz y sonriendo.

-Vámonos anda, le dije tirando de su muñeca. El cierre del trimestre te está afectando, jejeje.

Salimos de la cafetería mientras todo el mundo seguía a lo suyo. Como decía mi madre aquí nadie se enteraba de nada.

Ya en casa decidí darme otra ducha aparte de la que me había dado en el gimnasio.

Estaba bajó el agua dándome gel por todo el cuerpo, cuando oí que mi madre entraba en el baño.

Estaba acostumbrado desde que mi padre murió a que ella entrara de vez en cuando a hacer pipí aunque estuviera yo en la ducha. Pese a todo nunca la había visto desnuda, solo con ropa interior.

Oí la cadena y luego el grifo al lavarse las manos. Yo terminé al poco, cogí la toalla y me dispuse a salir.

Mi madre seguía ahí mirándose en el espejo.

-¿Crees que he engordado, hijo?

-Yo te veo igual, le respondí.

-Me veo un poco más gorda. Mírame la tripa.

Hice caso y se la miré. ¿Y porqué iba a preocuparse ahora por el peso? Ya llevaba así varios años.

-Estas igual, ya te dije.

Entonces se sacó la chaqueta del pijama por la cabeza y se quitó el pantalón.

-¿Cómo me ves? Volvió a preguntar.

La miré de arriba abajo y ella también se giró para que la viera de espaldas. Cuando se volvió hacia mi se quitó la ropa interior y se quedó desnuda del todo por primera vez delante de mi.

Yo llevaba la toalla cubriéndome, aun no me había vestido. La visión de mi madre desnuda por primera vez hizo que mi polla despertase pese a sus kilos de más y a que fuera su hijo.

-Hijo, ¿te pasa algo?

-No, mamá. Estoy bien. Es que así de sopetón. No pensara que te fueras a quedar desnuda.

-Soy tu madre. Yo te he visto desnudo muchas veces.

-Si, pero entonces era pequeño y ahora me da vergüenza.

Ella entonces se dio cuenta en el bulto bajo la toalla.

-Vaya cariño, veo que a fin de cuentas no es un problema para ti verme desnuda.

-Lo….lo siento mamá.

-No pasa nada hijo. Es una reacción normal de un hombre al cuerpo desnudo de una mujer. Te dejo vestirte.

Salió del baño y dejé caer la toalla a suelo.

Mi polla estaba bastante dura y para que no volviera a verme así, cogí un poco de vaselina, la unté por el tronco y me hice una buena paja.

Me corrí pensando en Luisa, pero la verdad es que me gustó ver a mi madre desnuda.

Un par de días después mi madre quedó con un hombre del concesionario donde solían comprar los coches para la autoescuela. Me lo dijo el mismo día y entonces entendí porque me había pedido consejo en el baño.

Salieron a cenar y como eran más de las 12 y mi madre no había vuelto me entró sueño y me fui a dormir.

Al poco rato, oí un ruido que venia del salón. Me levanté preocupado, no sé porqué me dio por pensar que habrían entrado ladrones en casa pero no era eso.

En el sofá estaba sentada mi madre y sollozaba a la luz de la pequeña lámpara que tenia justo a su lado.

Yo me senté junto a ella.

-¿Qué ha pasado mamá? ¿Porqué lloras?

-Vicente, me dijo hipando. Ha sido ese idiota de Vicente. La cena fue bien, todo perfecto, pero después me llevó a su piso y me ofreció un copa. Todo era perfecto hasta que nos besamos y me quité la blusa y…

-Cuéntame, la animé a seguir.

-Entonces me dijo que estaba gorda. Que tenia más tripa que él. Y que él nunca en la vida, lo dijo recalcando las palabras, nunca en la vida se había follado a ninguna mujer que tuviera más tripa que él. Y está delgado como tú hijo. Así que las mujeres a las que se haya follado serán tan delgadas y flacas como él. ¡Maldito idiota!

Y volvió a llorar de nuevo.

Yo la acaricié el pelo que estaba revuelto y vi como algunas lagrimas bajaban por su cara.

-¿Tú crees que estoy gorda cielo?

-No. No lo estás. Le contesté muy seguro de mi mismo.

-¿De verdad no te parezco gorda?

A ver, siendo sinceros no usaba una talla 36 pero tampoco era como esas mujeres que salen En mi vida con 300 kilos, ni mucho menos. Era una mujer hermosa, joder era mi madre y ningún capullo iba a reírse de ella.

-Mamá lo importante no es lo que me parezcas sino lo que eres. Eres una mujer preciosa y cualquier hombre que no sea imbécil se enamoraría de ti.

Apoyé mi cabeza en su pecho reconfortándola.

Estuvimos un rato viendo la tv y luego me dijo que esa noche no le apetecía dormir sola y si quería que durmiera con ella.

Acepté encantado.

Esta vez fue ella la que apoyó su cabeza sobre mi pecho y así nos dormimos.

Al día siguiente me desperté sin saber bien que hora era. Recordé que había dormido con mi madre la cual se encontraba sentada sobre la cama.

Al notar que estaba despierto me miró fijamente.

-Quique, me dijo llamándome por mi nombre en lugar de hijo. Anoche me dijiste que era preciosa y que cualquier hombre se enamoraría de mi. Pero sé que me lo dijiste como hijo y no como hombre.

-Mamá…

-No hijo. En serio quiero que me veas como una mujer y no como tu madre.

En ese momento se quitó el sujetador y las bragas. Se levantó de la cama y se puso frente a mi. Yo no sabia donde meterme.

-Dime la verdad. ¿Me deseas?

-Soy tu hijo, mamá. Le dije muy serio. No sabia que le había dado.

-Ahora no eres mi hijo. Eres un hombre que tiene a una mujer desnuda delante. Volvió a repetir ¿Me deseas?

No sabia que hacer. Mi cabeza daba vueltas. Era mi madre, pero también era verdad que mirándola como mujer era muy guapa y estaba buena pese a sus kilos de más que tampoco eran tantos.

Ella siguió mirándome esperando una respuesta.

Entonces me decidí.

-Como mujer, si, te deseo. Tienes un cuerpo precioso. Pero como hijo… puntualicé.

-¿Me harías el amor? Preguntó.

Vaya, creí que se olvidaría del tema al decirle que la deseaba.

Ella no dijo nada, esperando que diría. Joder, estaba caliente. Tenia a mi madre desnuda delante de mí. La verdad, no avanzaba nada con Luisa y llevaba tiempo sin follar.

A la mierda, pensé. Es mi madre. ¿Quién me va a querer más que ella?

La senté de nuevo en la cama y me lancé a sus labios carnosos. Nos besamos apasionadamente. Con ansia, con ganas. Llevaríamos el mismo tiempo sin besar.

Después de un rato de comernos la boca, nuestros cuerpos se calentaron. Acaricié sus pechos grandes y sus pezones. Sudaba, pero no me importó. Era agradable sentir su calor.

Luego la tumbé en la cama y recorrí su cuerpo con mi boca. Para entonces no me parecía para nada gordo.

Me recreé en sus muslos y en sus piernas. Eran hermosas y me rodeaban.

Continuamos besándonos un rato más hasta que decidí bajar a su sexo.

Mojé mi dedo meñique en mi boca y acaricié sus labios. Estaba algo cerrada. Sin duda no había vuelto a hacerlo desde hacia mucho tiempo.

Cuando conseguí abrirme paso en su coño ella se estremeció.

Gimió fuerte mientras la masturbaba. Cuando estuvo lo bastante húmeda acaricié su clítoris suavemente como se lo hacia a mis novias.

Entonces no pudo más y estalló en un orgasmo.

-Ah, ah, ah, ah, ah, aaaaaah.

Fue muy excitante ver como la madre que te parió se corría gracias a ti.

Su cuerpo hermoso y grande se estremeció. Por eso dije que mi madre no era como la de los demás relatos.

Cuando recuperó la respiración, ella se puso sobre mi clavándose mi polla. Pero no lo hizo rápido, si no que lo hizo lentamente haciéndome saborear su coño húmedo por lo que se había excitado anteriormente y tras el orgasmo.

Comenzó a subir y bajar lentamente proporcionándome un placer que no había experimentado en mis anteriores polvos.

Aunque durante un segundo dudé de lo que estábamos haciendo, ella me dijo: soy tu amante al oído y entonces ya no dudé más.

Ya no veía a mi madre follando conmigo sino a la mujer más hermosa del mundo llevándome al éxtasis.

Sus constantes subidas y bajadas hizo que ella tuviera un segundo orgasmo al poco tiempo.

Se quedó parada un momento que aproveché para besar sus pechos y estremecerme aún más de lo que ya lo estaba.

Al poco siguió moviéndose y entonces me corrí con un tremendo orgasmo eyaculando varios chorros dentro su coño caliente.

-Aaaaaah. Me corrooooo. Estuve a punto de decir mamá, pero me contuve y la llamé por su nombre. ¡¡Soniaaaaaaaaaa, me corrooooooooooooooooooooo!!

Terminé de eyacular y paramos de movernos. Estaba agotado y extasiado.

Cuando me recuperé le pregunté:

-Mamá, ¿Qué hemos hecho?

-Nada. Como madre e hijo no hemos hecho nada. Como hombre y mujer si, hemos follado.

-Llevabas mucho sin hacerlo, ¿verdad?

-Si cariño. Mucho tiempo. Ahora tenemos un pacto. Cuando tenga ganas o tú las tengas me lo dices y lo haremos.

-¿Y eso?

-Al final eres el único hombre al que le gusto y me desea tal y como soy. No te importan mis kilos de más. Me vuelto a sentir deseada desde hace ni se sabe cuanto tiempo. Te quiero cariño y quiero hacerte mío.

-Yo también te quiero…

-Mamá. Dilo. Ahora si soy tu madre y sonrió.

Me abracé a ella y nos tumbamos en la cama y dormimos abrazados.
Al principio me costó seguir lo que mi madre me había dicho. O sea que cuando cualquiera de los dos tuviéramos ganas de hacerlo dejaríamos de ser hijo y madre y nos entregaríamos a nuestra pasión.

Mi relación con Luisa se mantenía como antes. Ella me veía más bien como un chico guapo, pero el hijo de su jefa al fin y al cabo, y yo encantado de no haberme atrevido a dar un paso más y al final haber quedado en nada, ya que estaba ensimismado de lo que había disfrutado con mi madre.

Un día en que tenia clase de conducir después de terminar me estaba esperando a la puerta de la autoescuela. Roberto dejó el coche y se despidió de nosotros. Aunque mi madre no era profesora, le dejaba el coche para nosotros dos.

Al subir se quedó mirando a Roberto.

-¿Has pensando en decirle algo? Me atreví a preguntarle.

-¿A Roberto? No hijo. Me gusta físicamente, pero ahora paso de hombres. Tú eres todo lo que necesito ahora mismo.

-Ah, esta bien.

-No voy a pasar otra vez por lo mismo que con tu padre. Para preocuparme por si me pone los cuernos o no. Ya no tengo edad para eso y sonrió con ganas. Anda, arranca el coche.

-Vale, vale, dije devolviéndole la sonrisa y arranqué.

-¿A dónde te gustaría ir?

-A ningún sitio en concreto, me respondió. Vámonos lejos de aquí.

Decidí salir de la ciudad. Aunque yo no tenia el carnet de conducir, evidentemente, y ella no era profesora si nos paraba la policía podíamos tener problemas. Pero el hecho de estar a solas con ella me hizo olvidarme de todo.

-¿Recuerdas que una vez fuimos al pueblo donde nací? Me dijo ella.

-Pues si, es bonito. Al menos eso me pareció entonces. Hace bastante que fuimos.

-Se me ha ocurrido de repente que podíamos pasar allí unos días.

-¿En el pueblo? Yo estaba de vacaciones, pero ella se encargaba de la autoescuela y no sé si podría ausentarse ese tiempo. Así se lo hice saber.

-Llamaré a Luisa y le diré que no me encuentro bien y que se encargue ella de todo.

-Esta bien mamá. Pero me acordé de pronto, no llevamos equipaje ni ropa para cambiarnos.

-Pararemos en un centro comercial que hay nada más salir de la carretera comarcal antes de llegar al pueblo.

-¿Y si nos para la policía?

-Llevo el carnet de conducir y el coche lleva los papeles en la guantera. Todos lo llevan. Si nos preguntan diré que me he puesto mala y que tu conduces hasta que me recupere. No pasará nada. Lo dijo muy segura por lo que le hice caso y conduje sin preocuparme de nada más.

Como una hora después llegamos al centro comercial. Sin móviles mi madre encontró una cabina telefónica allí mismo. Al ser un pueblo debía ser una de las ultimas que aun quedaban.

-Cariño, me preguntó, ¿recuerdas el numero de la autoescuela?

-Si, es el 9215432190001.

Mi madre marcó el numero y esperó un rato. Al parecer nadie contestaba.

-Anda, que tonta estoy, dijo riendo. Me olvidé de que hoy es viernes y no abrimos por la tarde.

-Si, yo tampoco me había dado cuenta. Cuando sonreía se acentuaba aun más su belleza.

Decidimos comprar algo de ropa, no demasiado. Mi madre un pantalón vaquero grande. Me sonrió de nuevo al mostrármelo. Creo que desde que se casó con mi padre no había vuelto a verla usar vaqueros. También un par de camisetas.

Yo me compré lo mismo. Tres camisetas y un par de pantalones vaqueros que además me servirían para usarlos en la ciudad.

Pagamos y antes de salir mi madre llamó a Luisa a su casa con las monedas que no había usado llamando a la autoescuela.

Puso voz de muy acatarrada y le dijo que podía cerrar por la tarde y que solo se preocupara de la autoescuela por las mañanas. Esperaba recuperarse pronto.

Luisa le deseó una pronta recuperación y mi madre se despidió dándole las gracias y tosiendo más antes de despedirse.

Pero después se dio cuenta de algo. Volvió al teléfono y me pidió su bolso que si se había traído, donde llevaba una tarjeta algo antigua.

Al pasársela me fijé en que era de un hostal del pueblo.

Asintió con la cabeza después de un rato. Me dijo que teníamos una habitación para los dos reservada en el hostal. Hacia bastante que no iba por el pueblo, pero el dueño era el hijo de los antiguos propietarios y recordaba a mi madre de cuando iban por allí después de mudarse a la ciudad.

Volvimos al coche con las bolsas de la ropa que compramos y que dejamos en el maletero y retomamos el camino.

Media hora después o así llegamos al pueblo. No lo recordaba tan pequeño. Me pareció más grande la primera vez que fui, pero claro, cuando uno es un niño todo le parece mucho más grande de lo que es en realidad.

-Cariño, me dijo poniendo su mano sobre mi pierna derecha. Es un pueblo pequeño y todo el mundo me recuerda. Por el momento no podremos demostrar nuestra pasión fuera del hostal.

-No te preocupes. Fuera seremos madre e hijo.

-Prometo compensártelo, me dijo besándome en la mejilla antes de parar frente al hostal.

Detuve el coche junto a la puerta. Al parecer no tenia garaje. Era un hostal modesto, pero luego pude comprobar que era acogedor y muy limpio.

Salió un hombre a recibirnos. Era el dueño, Javier. Mi madre nos presentó y el nos acompañó a la habitación.

-Cuanto tiempo sin volver por el pueblo Sonia. Le dijo a mi madre.

-Si. Hace bastante que no volvía. La ciudad te absorbe y también el trabajo. Ya sabes lo que le pasó a mi marido.

-Eso leí en la prensa.

Pero fue prudente y no sacó el tema de la posible amante de mi padre.

Nos dio la llave de la habitación y se despidió de nosotros.

Estaba cansado y me quité la ropa y me acosté. Mi madre se quedó viendo un rato la tv y después se acostó a mi lado. Era una cama de matrimonio. No les quedaba ninguna habitación con dos camas. No nos importaba.

Dormimos toda la noche y nos levantamos tarde. En el hostal solo daban el desayuno, aunque ya había pasado la hora, Javier nos había guardado café caliente y unos bollos.

Comimos con ganas y después de ducharnos, nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo.

Al llegar a la plaza mi madre torció el gesto. De frente venia Joaquín, un antiguo novio de cuando mi madre era adolescente. Ahora al parecer estaba tan rellenito como ella.

Habían roto por unos supuestos cuernos de él, me contó luego, y ahora no le apetecía para nada volver a verle aunque ya habían pasado unos cuantos años. Imaginaba que también habría emigrado a la ciudad, pero ahí estaba delante nuestro.

-Hola Sonia, le dijo él.

-Hola. Cuanto tiempo. Le contestó mi madre.

-Veo que la vida te ha tratado bien.

Imaginé que se refería a que había engordado con los años.

-Y a ti también, le contestó con una sonrisa.

-Nos vemos.

Y siguió su camino.

Me contó más cosas de como le había descubierto saliendo con otra chica mientras estaba con ella y como le mandó a freír espárragos literalmente y al poco tiempo ya se fue a la ciudad.

-Mamá, le dije acariciando su nalga izquierda donde nadie nos veía. Me apetece no ser tu hijo por un rato.

-Vamos entonces al hostal. Tenemos tiempo antes de comer.

Entramos en la habitación y la desnudé. Dejé su ropa sobre el pequeño sofá que había al lado de la cama. Ella me besó y acarició y chupó mis pezones mientras tanto y se pusieron duros enseguida. Normalmente no me excito acariciándolos, pero esta vez fue distinto.

Para entonces quise corresponderla chupando también los suyos los cuales necesitaron menos tiempo que los míos para ponerse duros.

Acaricié sus anchas nalgas y las apreté y solté alternativamente.

Entonces metí un dedo en su coño húmedo y fui masturbándola lentamente. Ella se moría de gusto y cuando yo estuve erecto la tumbé en la cama.

Le chupé los pies como me había enseñado una antigua novia y cuando ya no pude más se la metí despacio, saboreando toda mi entrada hasta el fondo de su coño.

-Cariño, me dijo al oído, no hagas demasiado ruido.

Entendí que se refería a que no gimiera mientras lo hacíamos, pero al empezar a bombear, me di cuenta de que el somier sonaba mucho y en cada embestida oíamos un ñi, ñi, ñi.

-Que corte, dije parando un momento. ¿Qué hacemos?

-Podemos poner la tv y subir el volumen. Total, no es la hora de la siesta y ahora mismo necesito que me folles bien fuerte hijo. Te quiero, te deseo y me has dejado muy excitada. Necesito tu polla follándome fuerte.

Eso me puso más cachondo aún. Me estiré un poco a coger el mando sin sacársela y puse la tv subiendo el volumen casi al máximo y volví a follármela.

Los muelles no paraban de sonar, pero aparte de nosotros nadie podía oírlos.

-Lucas cariño, ah, ah, ah, sigue así. Te quiero dentro de mi. Ah, ah, ah, que gusto me das tesoro. Fóllame así. Si, si, si, la tienes muy dura, la siento bien dentro, pero dame más fuerte, dame más, por favor, si, me voy a correr, si, me voy a correr.

Oír decir eso a tu madre, aunque ahora no quisiera que lo fuera era lo más. Si, ya se que todo el mundo dice lo mismo, pero si nunca te has follado a tu madre no sabes de lo que estoy hablando.

Oírla así de excitada y sus carnes botando bajo tu cuerpo me hizo excitarme más de lo que ya lo estaba. Ella entonces se corrió clavando sus uñas en mi espalda, pero sin gemir, solo respirando fuerte y boqueando como un pez al que sacas del agua.

Mi polla se deslizaba como si nada en su coño húmedo como un rio. Ya nos preocuparíamos luego de las sabanas.

Empujé unos minutos más y yo también me corrí. Mi semen salió propulsado hasta su interior y me abrazó bien fuerte mientras terminaba de echárselo todo.

Recuperamos la respiración y después bajé el volumen de la tv. Ahora el problema era como limpiar las manchas de las sabanas.

Acabamos por mojarlas un poco en el baño y dejarlas al sol apoyadas en una silla.

Estábamos hambrientos y nos fuimos al restaurante del pueblo a comer.

Era el único del pueblo. Nos sentamos en una mesa fuera y descubrimos que Joaquín estaba sentado dos mesas más allá.

Nos saludó con la cabeza. Mi madre le devolvió el saludo por cortesía, pero cuando nos trajeron la comida no levantó la vista del plato.

Al terminar, se acercó a nosotros y nos propuso cenar juntos.

Mi madre no sabia que decirle. Yo le di en el pie con el mío. A fin de cuentas habían pasado muchos años desde aquello y no me gustaba ser rencoroso ni que mi madre lo fuera.

Aceptó quedar a las 8:30.

Lo que no sabia es lo que tenia planeado ese bastardo.

Llegamos puntuales a la cita y el camarero nos atendió rápido.

Nos trajo los platos y Joaquín que había comenzado la conversación, nos sirvió vino a los dos.

Pasaron los minutos y el ambiente se fue distendiendo.

Al terminar la cena Joaquín se levantó un momento de la mesa y fue a la barra.

Volvió con 3 vasos con licor de hierbas.

Mi madre lo rechazó en un principio. Había tomado dos copas de vino y comentó que ya no le apetecía seguir bebiendo.

Joaquín insistió y eso fue su perdición.

Yo también lo bebí y al poco me sentí un poco mareado.

Al poco perdí el sentido.

Me desperté mareado y desorientado. Me fijé en que el ticket del restaurante estaba sobre la mesa en un plato junto con unas monedas. Eso significaba que alguien había pagado la cuenta y además habían dejado propina.

Me incorporé aunque todo me daba vueltas. Fui al restaurante y le pregunté al camarero. Comentó que mi madre no se encontraba bien y que Joaquín la acompañaba al hostal.

¿Cómo sabia lo del hostal? Pensé. De alguna forma se había enterado. Pensé en volver al restaurante y volver a preguntarle al camarero, pero lo deseché rápidamente.

Mareado como estaba volví sobre nuestros pasos e hice el camino del restaurante al hostal.

Ya iba a darme por vencido cuando oí unos gemidos apagados que venían de un callejón a mi derecha.

Al mirar me quedé petrificado y tuve que agarrarme a la pared para no caerme.

Joaquín tenía a mi madre apoyada contra un cubo de basura que no sé de donde habría sacado. Ella estaba con los pantalones bajados y las bragas por tobillos y la penetraba con ganas desde atrás.

Su culo grande rebotaba contra la barriga de Joaquín el cual gemía como un cerdo apareándose. Al menos pude ver que había tenido la deferencia de ponerse un condón ya que podía ver su reflejo al brillo de una pequeña luz que venia de fuera del callejón.

Mi madre estaba medio dormida mientras ese bastardo se la estaba follando. Joder, era una violación en toda regla.

Su respiración era trabajosa. El bombeo de Joaquín comenzó a hacerse más rápido y constante.

En ese momento me volví dispuesto a buscar el cuartel de la Guardia Civil, cuando un me sobrevino un mareo más fuerte aun y caí al suelo inconsciente.

Cuando me desperté estaba en la cama del hostal. Mi madre sentada junto a mi me acariciaba el pelo.

Al ser consciente de donde estaba le dije lo que había ocurrido y ella me dijo que debíamos dejarlo estar.

Era su venganza por lo que había ocurrido cuando eran jóvenes. Yo protesté, pero mi madre me dijo que no tenían ninguna prueba.

Al fin y al cabo él se había corrido dentro, si, pero con un condón y ella había bebido demasiado. Podrían tomarlo como una falsa acusación
 
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