Mis padres se habían ido unos días de vacaciones y me habían dejado a cargo de mi tío Mariano, un cuarentón soltero, alto y fuerte, de cabello negro y que era un pedazo de pan.
Los primeros días, con sus noches, no hubo sobresaltos, pero el tercer día, por la mañana, la cosa se empezó a animar.
Estaba sentada a la mesa de la cocina tomando un café con tostadas untadas en margarina y mermelada. Mi tío tomaba un café, y me decía:
-... Los sábados por la noche para mí son sagrados. Me meto en la autocaravana con un garrafón de vino y algo de comer, y no hay más hombre hasta el domingo por la mañana.
Le pregunté:
-¿Quiere que le haga algo esta tarde?
-No, trae todo él.
-¿Quién?
-Tu primo Toño.
-¿Usted no pone nada?
-Yo pongo la autocaravana.
Mi primo Toño era un treintañero muy guapo.
-¿Pone la cama?
-La autocaravana.
Con una sonrisa de falsa que tiraba para atrás, le dije:
-Disculpe, le había entendido mal.
-No, habías entendido bien. Sé lo que estás pensando, pero yo no soy de esos.
-¿Me quiere decir que en toda la noche solo comen y beben?
-También jugamos.
Saqué la mosca cojonera que llevo dentro.
-¿Al pilla-pilla?
-¡Y dale!
-¿A qué juegan?
-Jugamos a las cartas.
-¿Y qué más hacen?
-Hagamos lo que hagamos no son cosas tuyas.
Tiré, por otro lado.
-¿Por qué no se ha echado novia, tío?
-Tampoco es cosa tuya, pero te diré algo, en Suiza he tenido más movidas de las que podrás tener tú en toda tu vida.
-¿Con hombres o con mujeres?
-Te he dicho que no vayas por ese camino, no soy maricón.
-Permita que lo dude. Dos hombres pasando una noche en una caravana, siendo uno de ellos tan guapo...
Mi tío Mariano se cabreó.
-¡Ya me estás tocando los cojones, Federica!
Rompí a reír sin poder evitarlo.
-No se enfade, hombre, no se enfade. Yo tampoco soy lesbiana, pero si se me pusiera un coñito a tiro, no me importaría experimentar, aunque fuera de la familia.
-Te lo voy a decir por última vez, no soy maricón.
La mosca cojonera siguió zumbando.
-¿Quién hace de mujer? Seguro que es mi primo.
El pedazo de pan, no lo era tanto, pues se enfadó, pero se enfadó de verdad.
-¡Me cago en la puta madre que te parió!
-No se ponga así, hombre.
-¡Me pongo como me sale de los cojones!
-¿Sabe?
Le estaba acabando con la paciencia.
-¡Quéééé!
-Quien se pica es porque ajos come.
Lo de los ajos fue la gota que colmó el vaso. Brazos en jarra, se levantó de la mesa. Viendo lo que se me venía encima, me levanté y quise echar a correr hacia la puerta de la cocina. Mi tío se interpuso en mi camino. Mirándome con ojos de asesino, me dijo:
-Ahora vas a saber cuanto tengo de maricón.
Con el miedo a que me pegara me empezó el culo ir para dentro y para fuera. Reculando hacia la pared, le pregunté:
-¿Qué va a hacer?
-Enseguida lo vas a saber.
Mi tío estaba a menos de medio metro de mí cuando mi culo y mi espalda chocaron contra la pared. Puse las manos en la cara para protegerme de lo que pudiera pasar.
-Con tapar la cara no vas a evitar lo que te espera.
Sentí como agarraba el cuello de mi vestido y después como lo desgarraba. No llevaba sujetador y mis duras, redondas y grandes tetas quedaron al aire. Lo siguiente que sentí fue como me rompía las bragas. Iba a ser penetrada y mi coño lo sabía, ya que se había mojado.
Mi tío metió dos dedos dentro del tarro de mermelada y me embadurnó las tetas y el coño con ella. Luego me preguntó:
-¿Qué quieres que te coma primero?
Me había puesto cachonda perdida, pero tocaba disimular.
-Quiero que me deje ir.
-Empezaré por abajo.
Se puso en cuclillas. Sentí su lengua lamer mi coño de abajo a arriba y su barba de tres días me picó en el coño. Era un contraste que nunca antes había sentido, y me encantó. Los pezones se me pusieron duros y el ojete se me abrió y se me cerró, pero ya no era con el miedo. Me preguntó:
-¿Hace esto un maricón?
Quité las manos de la cara, y esperando que siguiera dándome el repaso, le respondí:
-No hace falta que siga, ya me ha demostrado que no es maricón.
-No te hagas la decente. Sé que tienes ganas de echar un polvo y te lo voy a echar.
Seguí haciéndome de rogar.
-Está equivocado. Yo...
-A ver, Federica. ¿Te crees que soy tonto? Me has provocado para llegar a esto.
Me siguió comiendo el coño. Sin moverme, le dije:
-Puede que se lo parezca, pero yo solo estaba vacilándolo.
-Ya, pero buscando echar un buen polvo.
-No, no estaba buscaba eso.
-Lo buscarás o no, ya es tarde para que me detenga.
Esperando que no me hiciese caso, le dije:
-Déjeme.
No me dejó. Me hizo una comida de coño maravillosa. Al sentirme gemir, dijo:
-¡Joder! Qué cachonda te has puesto.
Enterró su lengua en mi coño y luego siguió lamiendo hacia arriba hasta llegar a mis tetas. Sabía lo que hacía. Lamió la mermelada de mis gruesos pezones y de mis oscuras areolas, luego lamió la del resto de las tetas. Lamió las tetas con cuidado, como si fueran globos que se podían pinchar con su barba de tres días. Luego quiso besarme. Giré la cabeza.
-Acabarás dejándote.
Ya me estaba dejando, lo raro es que no se hubiese dado cuenta.
-No me voy a dejar, tendrá que seguir forzándome.
Besó y lamió mi cuello y mi oreja izquierda. Luego me cogió la mano derecha, me la llevó a su entrepierna, y después hizo que lo frotara. Allí debajo parecía que no había mucha cosa.
-¿Quieres tocarla directamente?
-No.
Se pringó la mano de margarina. Se bajó los pantalones y los calzoncillos, y untó la polla con la margarina. Me volvió a coger la mano y me la llevó a la polla. Era una polla normalita, de unos diez centímetros y no era delgada ni gruesa.
-¿Te gusta?
No tuve que mentir.
-No.
Me metió dos dedos dentro del coño y me masturbó.
-Si me la meneas nos podemos correr juntos.
Sin moverme, le dije:
-Ni voy a meneársela, ni me voy a correr.
Me siguió masturbando. Sabía bien donde estaba mi punto G. Al rato, viendo que me iba a correr, me metió un dedo en el culo y me lo folló. Le dije:
-¿No decías que no eras maricón?
Me respondió con otra pregunta.
-¿Quieres correrte en mi boca?
Claro que quería, pero no se lo iba a decir.
-No.
Mi tío se volvió a poner en cuclillas, lamió mi coño y siguió follando mi culo con el dedo. Sintiendo en mi coño el picor producido por su barba, el gozo de las lamidas y el de su dedo follando mi coño, sentí como me venía. Rasqué la pared con las uñas de mis manos, moví mi pelvis con ganas y me corrí en su boca soltado chorros de jugos, con un tremendo temblor de piernas y jadeando como una perra.
Mi tio quedó maravillado con eñ baño que le di.
-¡Joooder! ¡¡Vaya corrida!!
Se quitó los zapatos y luego se acabó de quitar los pantalones y los calzoncillos, Se quitó la camiseta, me quitó el vestido roto, me puso cara a la pared. Volvió a pringar la polla de margarina, cogió mi mano, la puso en ella, y me dijo:
-Me gustaría meterla en tu culo, pero no quiero que pienses que soy maricón.
A ver, me había masturbado muchas veces metiéndome hasta tres dedos en el culo e imaginando que me lo follaban, y las corridas habían sido geniales, así que eché el alma a la espalda.
-Sabía que te gustaban los culos.
-Pero no soy maricón.
Empuñé su polla, froté el glande en el ojete y le dije:
-Reconoce que eres maricón y te doy mi culo.
Yo creo que si en aquel momento le digo que me reconozca que es un hijo de puta, lo reconoce.
-Soy maricón.
Luego de meter dos dedos dentro del coño, puse la polla en la entrada del ojete, empujé con el culo y metí la punta del glande. Mi tío me echó las manos a las tetas, y magreándolas, me la enterró en el culo.
La cosa resultó mejor de lo que yo me había imaginado, pues no era lo mismo meter dos dedos en el coño y recibir en el culo tres dedos que una rica polla.
La margarina había hecho que la polla entrara como un tiro. Metí dos dedos dentro del coño y comencé a masturbarme mientras sentía como la polla entraba y salía de mi culo, como mi tío amasaba mis tetas, y como sus huevos batían contra mi mano.
Al rato algo explotó dentro de mí y me corrí. Mi coño escupió chorros de jugos que salpicaron las piernas de mi tío y que cayeron al piso dejándolo todo perdido. Fue una corrida espectacular en la que el placer me hizo convulsionar y gemir como una desequilibrada.
Al acabar de correrme, Mariano la sacó y me dio la vuelta. Me echó las manos a las nalgas, me levantó en alto en peso, me la clavó en el coño y subiendo y bajando mi culo, me dio caña brava. No me dio tiempo a correrme otra vez, pues estaba tan maduro que duró muy poco, pero el anal había valido por tres.
Al acabar y ponerme en el piso, me dijo:
-No soy maricón, a pesar de haberte dicho que sí. ¿Entendido?
-No me importa lo que seas, lo que me importa es mi vestido. Tienes que comprarme uno nuevo.
-Cómpralo tú que después te doy el dinero, y compra también unas bragas, lencería, o lo que quieras.
Los primeros días, con sus noches, no hubo sobresaltos, pero el tercer día, por la mañana, la cosa se empezó a animar.
Estaba sentada a la mesa de la cocina tomando un café con tostadas untadas en margarina y mermelada. Mi tío tomaba un café, y me decía:
-... Los sábados por la noche para mí son sagrados. Me meto en la autocaravana con un garrafón de vino y algo de comer, y no hay más hombre hasta el domingo por la mañana.
Le pregunté:
-¿Quiere que le haga algo esta tarde?
-No, trae todo él.
-¿Quién?
-Tu primo Toño.
-¿Usted no pone nada?
-Yo pongo la autocaravana.
Mi primo Toño era un treintañero muy guapo.
-¿Pone la cama?
-La autocaravana.
Con una sonrisa de falsa que tiraba para atrás, le dije:
-Disculpe, le había entendido mal.
-No, habías entendido bien. Sé lo que estás pensando, pero yo no soy de esos.
-¿Me quiere decir que en toda la noche solo comen y beben?
-También jugamos.
Saqué la mosca cojonera que llevo dentro.
-¿Al pilla-pilla?
-¡Y dale!
-¿A qué juegan?
-Jugamos a las cartas.
-¿Y qué más hacen?
-Hagamos lo que hagamos no son cosas tuyas.
Tiré, por otro lado.
-¿Por qué no se ha echado novia, tío?
-Tampoco es cosa tuya, pero te diré algo, en Suiza he tenido más movidas de las que podrás tener tú en toda tu vida.
-¿Con hombres o con mujeres?
-Te he dicho que no vayas por ese camino, no soy maricón.
-Permita que lo dude. Dos hombres pasando una noche en una caravana, siendo uno de ellos tan guapo...
Mi tío Mariano se cabreó.
-¡Ya me estás tocando los cojones, Federica!
Rompí a reír sin poder evitarlo.
-No se enfade, hombre, no se enfade. Yo tampoco soy lesbiana, pero si se me pusiera un coñito a tiro, no me importaría experimentar, aunque fuera de la familia.
-Te lo voy a decir por última vez, no soy maricón.
La mosca cojonera siguió zumbando.
-¿Quién hace de mujer? Seguro que es mi primo.
El pedazo de pan, no lo era tanto, pues se enfadó, pero se enfadó de verdad.
-¡Me cago en la puta madre que te parió!
-No se ponga así, hombre.
-¡Me pongo como me sale de los cojones!
-¿Sabe?
Le estaba acabando con la paciencia.
-¡Quéééé!
-Quien se pica es porque ajos come.
Lo de los ajos fue la gota que colmó el vaso. Brazos en jarra, se levantó de la mesa. Viendo lo que se me venía encima, me levanté y quise echar a correr hacia la puerta de la cocina. Mi tío se interpuso en mi camino. Mirándome con ojos de asesino, me dijo:
-Ahora vas a saber cuanto tengo de maricón.
Con el miedo a que me pegara me empezó el culo ir para dentro y para fuera. Reculando hacia la pared, le pregunté:
-¿Qué va a hacer?
-Enseguida lo vas a saber.
Mi tío estaba a menos de medio metro de mí cuando mi culo y mi espalda chocaron contra la pared. Puse las manos en la cara para protegerme de lo que pudiera pasar.
-Con tapar la cara no vas a evitar lo que te espera.
Sentí como agarraba el cuello de mi vestido y después como lo desgarraba. No llevaba sujetador y mis duras, redondas y grandes tetas quedaron al aire. Lo siguiente que sentí fue como me rompía las bragas. Iba a ser penetrada y mi coño lo sabía, ya que se había mojado.
Mi tío metió dos dedos dentro del tarro de mermelada y me embadurnó las tetas y el coño con ella. Luego me preguntó:
-¿Qué quieres que te coma primero?
Me había puesto cachonda perdida, pero tocaba disimular.
-Quiero que me deje ir.
-Empezaré por abajo.
Se puso en cuclillas. Sentí su lengua lamer mi coño de abajo a arriba y su barba de tres días me picó en el coño. Era un contraste que nunca antes había sentido, y me encantó. Los pezones se me pusieron duros y el ojete se me abrió y se me cerró, pero ya no era con el miedo. Me preguntó:
-¿Hace esto un maricón?
Quité las manos de la cara, y esperando que siguiera dándome el repaso, le respondí:
-No hace falta que siga, ya me ha demostrado que no es maricón.
-No te hagas la decente. Sé que tienes ganas de echar un polvo y te lo voy a echar.
Seguí haciéndome de rogar.
-Está equivocado. Yo...
-A ver, Federica. ¿Te crees que soy tonto? Me has provocado para llegar a esto.
Me siguió comiendo el coño. Sin moverme, le dije:
-Puede que se lo parezca, pero yo solo estaba vacilándolo.
-Ya, pero buscando echar un buen polvo.
-No, no estaba buscaba eso.
-Lo buscarás o no, ya es tarde para que me detenga.
Esperando que no me hiciese caso, le dije:
-Déjeme.
No me dejó. Me hizo una comida de coño maravillosa. Al sentirme gemir, dijo:
-¡Joder! Qué cachonda te has puesto.
Enterró su lengua en mi coño y luego siguió lamiendo hacia arriba hasta llegar a mis tetas. Sabía lo que hacía. Lamió la mermelada de mis gruesos pezones y de mis oscuras areolas, luego lamió la del resto de las tetas. Lamió las tetas con cuidado, como si fueran globos que se podían pinchar con su barba de tres días. Luego quiso besarme. Giré la cabeza.
-Acabarás dejándote.
Ya me estaba dejando, lo raro es que no se hubiese dado cuenta.
-No me voy a dejar, tendrá que seguir forzándome.
Besó y lamió mi cuello y mi oreja izquierda. Luego me cogió la mano derecha, me la llevó a su entrepierna, y después hizo que lo frotara. Allí debajo parecía que no había mucha cosa.
-¿Quieres tocarla directamente?
-No.
Se pringó la mano de margarina. Se bajó los pantalones y los calzoncillos, y untó la polla con la margarina. Me volvió a coger la mano y me la llevó a la polla. Era una polla normalita, de unos diez centímetros y no era delgada ni gruesa.
-¿Te gusta?
No tuve que mentir.
-No.
Me metió dos dedos dentro del coño y me masturbó.
-Si me la meneas nos podemos correr juntos.
Sin moverme, le dije:
-Ni voy a meneársela, ni me voy a correr.
Me siguió masturbando. Sabía bien donde estaba mi punto G. Al rato, viendo que me iba a correr, me metió un dedo en el culo y me lo folló. Le dije:
-¿No decías que no eras maricón?
Me respondió con otra pregunta.
-¿Quieres correrte en mi boca?
Claro que quería, pero no se lo iba a decir.
-No.
Mi tío se volvió a poner en cuclillas, lamió mi coño y siguió follando mi culo con el dedo. Sintiendo en mi coño el picor producido por su barba, el gozo de las lamidas y el de su dedo follando mi coño, sentí como me venía. Rasqué la pared con las uñas de mis manos, moví mi pelvis con ganas y me corrí en su boca soltado chorros de jugos, con un tremendo temblor de piernas y jadeando como una perra.
Mi tio quedó maravillado con eñ baño que le di.
-¡Joooder! ¡¡Vaya corrida!!
Se quitó los zapatos y luego se acabó de quitar los pantalones y los calzoncillos, Se quitó la camiseta, me quitó el vestido roto, me puso cara a la pared. Volvió a pringar la polla de margarina, cogió mi mano, la puso en ella, y me dijo:
-Me gustaría meterla en tu culo, pero no quiero que pienses que soy maricón.
A ver, me había masturbado muchas veces metiéndome hasta tres dedos en el culo e imaginando que me lo follaban, y las corridas habían sido geniales, así que eché el alma a la espalda.
-Sabía que te gustaban los culos.
-Pero no soy maricón.
Empuñé su polla, froté el glande en el ojete y le dije:
-Reconoce que eres maricón y te doy mi culo.
Yo creo que si en aquel momento le digo que me reconozca que es un hijo de puta, lo reconoce.
-Soy maricón.
Luego de meter dos dedos dentro del coño, puse la polla en la entrada del ojete, empujé con el culo y metí la punta del glande. Mi tío me echó las manos a las tetas, y magreándolas, me la enterró en el culo.
La cosa resultó mejor de lo que yo me había imaginado, pues no era lo mismo meter dos dedos en el coño y recibir en el culo tres dedos que una rica polla.
La margarina había hecho que la polla entrara como un tiro. Metí dos dedos dentro del coño y comencé a masturbarme mientras sentía como la polla entraba y salía de mi culo, como mi tío amasaba mis tetas, y como sus huevos batían contra mi mano.
Al rato algo explotó dentro de mí y me corrí. Mi coño escupió chorros de jugos que salpicaron las piernas de mi tío y que cayeron al piso dejándolo todo perdido. Fue una corrida espectacular en la que el placer me hizo convulsionar y gemir como una desequilibrada.
Al acabar de correrme, Mariano la sacó y me dio la vuelta. Me echó las manos a las nalgas, me levantó en alto en peso, me la clavó en el coño y subiendo y bajando mi culo, me dio caña brava. No me dio tiempo a correrme otra vez, pues estaba tan maduro que duró muy poco, pero el anal había valido por tres.
Al acabar y ponerme en el piso, me dijo:
-No soy maricón, a pesar de haberte dicho que sí. ¿Entendido?
-No me importa lo que seas, lo que me importa es mi vestido. Tienes que comprarme uno nuevo.
-Cómpralo tú que después te doy el dinero, y compra también unas bragas, lencería, o lo que quieras.