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Julio y su Suegra Merche - Capitulo 001
Julio había llegado a su casa, cuando recibió la noticia de que en breve tendrían que acudir al aeropuerto a recibir a la madre de su mujer, esto es, su suegra. Para el hombre la noticia fue como un jarro de agua fría. Además, su mujer le había comentado que vendría a quedarse durante un tiempo en España. Lo menos que quería Julio era tener cerca a la madre de su mujer.
Merche, que así se llamaba su suegra, había tenido varios encontronazos con su yerno, y de todos era conocida la animadversión entre ambos. Desde los primeros momentos de su matrimonio con Esther, su suegra se había entrometido en sus asuntos, ocasionándole varios altercados. Merche tenía mucha influencia sobre su hija, y aquella siempre se llevaba por los consejos de su madre, y eso ponía de los nervios a Julio, ya que, cuando aquella estaba cerca, su hija no hacía nada sin contar con aquella.
Llevaban unos años sin la presencia de sus suegros, al haberse trasladado aquellos a Venezuela donde tenían prácticamente su vivienda y su vida. Durante esos años, Julio había presenciado como el trato con su mujer mejoró bastante, y eso lo achacó a la lejanía de su suegra. Por ello, al saber que aquella venía para quedarse unos meses, lo puso de mal carácter. Sus suegros tenían una casa en el mismo pueblo donde residían ellos, lo que suponía que la madre iba a estar en su casa cada dos por tres.
-Siempre la tienes tomada con mi madre. Ya sé que te molesta, pero es mi madre. Solo estará un tiempo con nosotros. Espero que te comportes.
-Se que es tu madre, pero siempre logra sacarme de mis casillas. Se que tampoco le caigo bien. Le contesto a su mujer. ¿Y tu padre? ¿Se ha quedado en Venezuela?
-Papa no puede venir de momento. Tiene graves problemas allá con los negocios y está intentando vender. Por ello solo ha venido de momento mama. - le contesto Esther.
Julio intuía que, a partir de la llegada de su suegra, comenzaría de nuevo los problemas con su esposa, especialmente por la influencia de su suegra. Pero tampoco podía hacer nada. Llegado el día previsto, acudió con su mujer y su hija pequeña de cinco años Berta a recibir a Merche.
Cuando salir por la puerta de llegadas del aeropuerto, detectó al carácter altanero, de gran señora, que siempre había ostentado. Veía portando una pamela granda, con un traje de una sola costura que hasta le parecía incómodo para realizar aquel viaje, pero ella siempre quería impresionar con su presencia. Pese a todo, cuando la tuvo cerca, no pudo negar que pese a sus cuarenta y tantos años, aún se conservaba muy bien, con un cuerpo bastante delgado, estirado, hasta el punto que parecía una modelo. Se percató de que no había cambiado mucho, al contrario, había mejorado su aspecto físico, descendiendo unos kilos. El traje que portaba le quedaba como un guante y mostraba claramente sus perfectas curvas, y su buen trasero, y sus destacados pechos.
El hombre la saludo, intentado ser amable. Aquella le dio un abrazo como saludo, y luego se concentró en la hija del matrimonio, que recibió toda su atención. Desde el aeropuerto se fueron directamente a la vivienda de aquella, entrando Esther con su madre en el dormitorio, y luego saliendo ambos, habiéndose cambiado de vestimenta aquella para ir a comer a la casa de Julio.
Intentó ser todo lo amable que pudo, y durante la primera semana, las relaciones fueron normales. Al poco tiempo, comenzaron los problemas, especialmente a la hora de decidir la educación de su hija Berta, quedando sorprendido Julio con el cambio de parecer de su mujer, quien en todo momento había estado de acuerdo en ponerla un privado. Su mujer pretendía que el colegio fuera un colegio religioso, extremo que nunca se lo había sugerido. Claramente vio la mano de su suegra en ello.
No le quedó más remedio que para evitar un enfrentamiento con su esposa, ceder e inscribir a la hija en un colegio religioso.
Merche era una mujer con bastante carácter, sumamente conservadora en algunos aspectos y autoritaria en otros. Siempre había increpado a su yerno, porque se oponía a sus pretensiones, y le discutía todo, y eso la contrariaba. Pese a todo, reconocía que era un joven muy apuesto, y culto, pero le molestaba que le discutiera sus decisiones.
Como era de esperar, las visitas de la madre a la casa de su hija se frecuentaron, hasta el punto de que pasaba gran parte del día en ella, o la inversa, su hija en la casa de la madre. No fue extraño, que ciertas noches comenzara a quedarse en la casa de la hija. En una de estas ocasiones en que Merche se quedó a dormir en la casa del yerno, ocurrió algo que marcó tremendamente a Julio. Este había llegado tarde de trabajar, y todos se encontraban durmiendo, incluso su mujer. Tras ducharse, y colocarse un pijama compuesto de short y camiseta, fue dar las buenas noches a la hijita, como de costumbre a su dormitorio. Se extrañó al no verla en su cama.
-Esther, la niña no está en su cama. ¿Dónde se encuentra? - le preguntó en voz baja a su mujer.
Ella le miró, medio dormida, le respondió: Ah, sí. No quería dormir, y mi madre la acostó en su cama. Ve a buscarla. Seguro que mama quedó dormida también, y puede caerse de la cama.
Julio, se dio cuenta que su mujer siguió durmiendo. No quería entrar en el dormitorio de su suegra, pero tampoco quería que la niña se pudiera despertar y caerse de la cama, ya que en su dormitorio tenía los barrotes de protección. Por ello, tocó en la puerta de su suegra. Aquella le respondió que pasara.
-Vengo a buscar a la niña. ¿esta dormida? - le dijo en voz bastante débil.
-Si. La ha costado dormir. - le contestó retirando un poco la sabana que cubría parte de su cuerpo y el de la pequeña, para que pudiera tomarla el yerno en sus brazos.
Julio se acercó para recoger a su hija. La luz de la habitación era bastante tenue. Merche se había puesto para dormir un camisón de dormir únicamente, sin sostén, como acostumbraba hacerlo. Tenía a la niña acurrucada sobre uno de sus brazos. En el momento en que Julio recogió a la hija, observó que uno de los tirantes de la comisión de Esther, se encontraba bajado, dejando al descubierto el pecho derecho de la mujer. Fue una visión casi fugaz, pero suficiente. Julio pudo apreciar con total nitidez el seno de la madre de su mujer, sin sostén, totalmente al desnudo. Le sorprendió comprobar la aparente dureza de aquel pecho, con la piel bastante blanca, aunque, de forma singular, le excitó el tamaño del pezón de color negro intenso, que emergía de forma destacada sobre el seno, y que sobresalía varios centímetros.
Esther se dio cuenta de la mirada del su yerno, por lo que rápidamente tiró de la sabana para taparse. La misma se sorprendió, quedandose agitada ante el hecho de que el marido de su hija, se hubiera quedado embobado contemplando su seno.
Julio no dijo nada, pero la visión fugaz de aquel pecho, le produjo automáticamente una excitación, que se manifiesto en un abultamiento del pantalón del pijama que portaba. Extremo, del que se percató igualmente la mujer.
El joven se llevó a la niña hasta su dormitorio y la acostó en su cama. Tras unos momentos, al lado de la hija, estuvo pensando en lo ocurrido. Jamás había visto los senos de su suegra. Había comprobado con grata sorpresa, que eran unos pechos sumamente apetecibles, y la forma del pezón que había divisado lo excitó aún más. Ni comparación con los de su mujer.
Al día siguiente, mientras desayunaba, el hombre miró de reojo los pechos de la suegra, no pasando dicha miraba desapercibida para Esther. La mujer se puso algo nerviosa, y estuvo a punto de verter el vaso de leche que tenía delante. No dijo nada ante la presencia de su hija, pero con la mirada recriminó al yerno.
Ese día no ocurrió nada más. Sin embargo, Julio no dejó de pensar en el seno que había logrado divisar, y cada vez que veía a su suegra, le andaban deseos de volver a comprobar aquellos pechos. Esas miradas pícaras del joven, soliviantaron a la mujer, quien intuía los motivos de las mismas. Tanto, que un día, en que coincidió que su hija Esther había salido con la niña de compras, al quedar a solas en la casa, espero la llegada de Julio del trabajo, diciéndole: Julio, tengo que hablar seriamente contigo.
-¿conmigo? Le preguntó Julio algo sorprendido.
-Si. Contigo. Y ¡sabes a lo que me refiero! Y ante la mirada de Julio, como si no supiera de que estaba hablando, le dijo: ¡No te hagas el tonto! ¿He visto como me miras los pechos! ¿es que no te da vergüenza? ¡soy la madre de tu mujer!
Julio, que le gustaba enfrentarse aquella mujer, vio la ocasión propicia para vengarse un poco. Po ello aprovechó el momento: ¿Se refiere a lo ocurrido aquella noche? Y ¿qué quiere que le dicha Merche?, Yo no tuve la culpa de que me mostrara totalmente su pecho al descubierto.
-¡sabe que no fue intencionado!. Le expresó la mujer, como queriendo excusarse.
-¡Yo no lo tengo tan claro!. Le contesto el joven. Estoy seguro que lo hizo con la intención de provocar a su yerno. ¿O no fue así? le preguntó desafiante.
Merche enrojeció y montó en cólera. Aquellas palabras del yerno era una autentica sinvergüenzada. No podía permitírselo. Ella era una mujer decente, y no podía permitir que su propio yerno la mancillara con aquellas insinuaciones: ¿pero ¿qué estás diciendo Julio? ¿Como puedes pensar que he querido provocarte? ¡estás loco!
El joven, en lugar de reprocharle, la miró de arriba abajo, esbozando una sonrisa, marchando luego a su dormitorio. La mujer le comenzó a decir toda clase de improperios, mientras aquel cerraba la puerta y se encerraba en su dormitorio.
Merche siempre se había considerado una mujer íntegra, fiel a su esposo, y tremendamente religiosa. Sin embargo, llevaba varios meses sin contacto con ningún hombre, ya que su esposo continuaba en Venezuela. Ella aún era una mujer con sus deseos sexuales casi intactos. Pese al enfado que manifestó hacia su yerno, en el fondo, como cualquier mujer, se sentía halagada por el hecho de que un joven como su yerno se fijara en ella. Pero, era una temeridad, “era el marido de su hija”. Ni siquiera debía consentirle aquellas miradas.
Merche era consciente de que tenía unos pezones puntiagudos, muy pronunciados, y que destacaban en cualquier traje que su pusiera, incluso con sostén. Por ello, siempre colocaba unos amoldadores en su sostén para evitar que destacara sus pezones.
Cierto día después, Merche llegó a la casa de Julio, encontrándose el mismos practicando deporte en el semisótano de la vivienda, que daba igualmente a un jardín. Allí tenía instalados unos aparatos para la práctica para hacer gimnasia. Ella quería preguntarle al yerno por unos papeles que le habían llegado, y su hija le dijo que quien conocía de ello era su marido. Mama, mejor lo ves con Julio. Baja al sótano, él está allí haciendo deporte.
Merche, bajó al semisótano, y vio a su yerno ejercitándose con unas pesas. El joven estaba sin camisa, y solo tenía puesto un pantalón, que a la postre, se denotaba sumamente ajustado. Al verlo sin camisa, la mujer le entro cierto pudor agitándose. No obstante, se sobrepuso y se acercó al yerno. Mientras caminaba hacia él, observó los bíceps de aquel joven, que, aunque delgado, resultaba patente que poseía un cuerpo bastante atlético, fibroso, con unos músculos muy marcados en toda la zona de su cuerpo. Merche nunca lo había visto sin camisa, ni siquiera lo había visto en la playa, por lo que instintivamente se estremeció al ver el torso desnudo de aquel joven.
Observó igualmente las gotas de sudor que bajaban por la frente del mismo, y por su pecho, ante el esfuerzo físico que estaba realizando. Éste al verla, terminó el ejercicio, e incorporándose se quedó sentado en sobre la lona. Le saludo: Hola Merche. ¿ha venido a verme como me ejercito?
-No quiero molestarte. Tengo unos papeles que me han llegado y Esther me ha dicho que te preguntara. Pero, mejor termina lo que estás haciendo. Yo puedo esperar.
-Ya estoy acabando. Aunque me encuentro bastante sudado, y necesito una ducha.
Merche, sin poder evitarlo, se fijó en el cuerpo de aquel joven, con la piel brillante por el sudor que emanaba de todo su cuerpo. Pero su sorpresa llegó al incorporarte totalmente el joven. En ese momento se fijó en el pantalón corto que llevaba, divisando que era semejante al que usaban los ciclistas, sumamente ajustado, tipo malla, constatando que se marcaba claramente los genitales del joven. Eso la ruborizó. No pudo evitar fijarse en el tremendo bulto que marcaban aquellos, intuyendo que su yerno debía tener unos genitales bastante proporcionados.
Julio, se percató de la mirada de su suegra, e instintivamente, ello le produjo una instantánea erección, que rápidamente se manifestó en un considerable aumento del bulto del pantalón malla. Los colores afloraron claramente al rostro de la mujer, aunque Julio no le dijo nada, pidiendole que le esperara que iba a darse una ducha.
Merche marchó hacia la parte alta, alterada, agitada y con un estremecimiento en su cuerpo. Subió rápidamente las escaleras, casi sin mirar donde pisaba. No entendía porque se había puesto así. Aunque, estaba claro que comprobar el cuerpo casi desnudo de su yerno, y el bulto de sus genitales, no solo le había sorprendido, sino que inconscientemente la había excitado. Mientras esperaba en la sala de la casa, pensó en lo ocurrido. Ella era una mujer casada, pudorosa, fiel. ¿Cómo era posible que se hubiera excitado con su yerno? Era el marido de su nuera. No sabía realmente que le ocurría.
Julio por su parte mientras se duchaba igualmente pensaba en lo ocurrido con la suegra. Estaba claro que aquella había visto el bulto de su pantalón y se había sorprendido. Eso le agradó. Llevaba tiempo pensando en el seno de la mujer, y se había hecho más de una masturbación pensando en ella.
Fueron pasando los días, y aunque continuaban los enfrentamientos con su suegra, Julio percibía que la mujer se ponía nerviosa con su sola presencia. Merche, era una mujer que vivía sola, sin su esposo. Tenía sus necesidades y al no poder desahogarse, intentaba hacerlo atacando a su yerno.
Pero en el fondo, se sentía atraída por las miradas del joven yerno. Sin saber porque, una noche en que volvió a quedarse nuevamente en la casa de estos, la niña se quedó dormida en su cama. Cuando sintió que Julio llegó a la casa, ya bien de noche, se dio cuenta que seguramente vendría a buscar a la niña como la otra vez. Llevaba un camisón bastante corto, que dejaba a la vista sus muslos blancos. Agitada, se bajó los tirantes del camión, dejando a la niña sobre ella, con la clara intención de que cuando el hombre fuera a recogerla volviera a ver sus pechos.
Al ver dormida a su mujer, y no ver a la menor, decidió ir a buscarla al dormitorio de la suegra. Su nerviosismo se puso a flor de piel. Había visto que la puerta del dormitorio estaba entreabierta, por lo entró sin hacer ruido. Observó a la suegra dormida en la cama, con la niña recostada sobre ella. Se acercó con sigilo para recoger a su hija, retirando la sabana que cubría a la menor, e intentando no hacer ruido para no despertar a su suegra. Una vez retirada la sabana, pude apreciar que la madre de su mujer dormía con otra comisión distinto al de la primera vez, comprobando que éste era algo trasparente, y bastante corto. Un estremecimiento le entró al comprobar los muslos desnudos de aquella mujer. Su agitación fue mayor al constatar que hasta se le apreciaba la braguita que llevaba puesta.
Tomó a la niña, quedando boquiabierto al comprobar como nuevamente su suegra volvía a tener todo el tirante del camisón bajado, mostrando claramente su pecho derecho. Aún con su hija en brazos, se quedó contemplando el pecho desnudo de aquella mujer. Le excito contemplar el enorme pezón negro y puntiagudo de la suegra. Incluso pudo apreciar parte del otro seno. La estuvo observando durante un tiempo, retirándose luego, tremendamente nervioso.
Merche se hizo la dormida, sabiendo a conciencia que el yerno la estaba mirando. Estaba agitada y sin saber por qué. Pese a su decoro, no podía abstenerse de la morbosidad que le producía la situación. Solo pensaba en excitar al yerno. Jamás pensó tener nada con él. Era algo impensable.
Julio depositó a la niña en la cama, cuando vio aparecer a su suegra en la habitación de la menor portando únicamente aquel corto camisón y una bata bastante tenue por encima. Oh .. ¡eras tu!. Pensé que la niña se había venido sola a su cama. Comentó como disculpa.
-No quise despertarla. Parecía dormir plácidamente- le comentó Julio.
Merche se había dejado a conciencia parte de la bata abierta, por lo que mostraba su comisión debajo. Eso propicio la mirada del joven, quien clavó su vista en los pechos de la mujer, que se mostraban desafiantes bajo la suave tela del camisón. Al no llevar sostén, aquellos emergían como punzantes sobre la tela.
Merche era consciente de lo que estaba mostrando. En el fondo había provocado aquella situación. Pero, siguiendo su forma proceder contra su yerno, al momento le recriminó: ¿Qué estas mirando?
Oh Merche. ¡Tiene unos pechos muy deseables! Nunca la había visto así. Se mantiene muy bien. Nunca pensé que estuviera tan buena. Le dijo casi al oído, para evitar ser escuchado por su mujer.
Merche se agito, e intentó taparse los pechos con la bata, diciéndole: ¡insolente!. ¿Cómo te atreves?
Mientras se retiraba, Julio la siguió, al tiempo que observó el trasero y el cuerpo de aquella mujer que se marcaba claramente bajo aquella suave prenda. Instintivamente la mujer tomó el camino de la cocina, en lugar de dirigirse a su dormitorio. Julio al ver que se alejaba del dormitorio donde se alojaba su mujer, optó por seguirla. Ya en la cocina, aquella le dijo: ¿Oh, ¿me estás siguiendo? ¿Qué pretendes?
-Relájese suegra. Solo venía a tomar un vaso de agua. Mientras abría la nevera y tomaba un vaso de agua.
Merche se agitó ante las miradas del joven. Sabía que haberse mostrado con aquel camisón ante su yerno había sido una temeridad. Ya había tenido tiempo de contemplar el bulto que se había formado en el pantalón del pijama del joven. Intentó sobreponerse, diciéndole: Julio. ¿no le de vergüenza? ¡No me mire de esa manera!
Merche. ¿Cómo quiere que no la mire? Con ese cuerpazo que tiene, esos pechos desafiantes….
Oh… ¡No me diga esas cosas!. Exclamó aquella nerviosa, al ver como el joven se acercaba hasta ella. Pero…que va a hacer… o
Julio, en un arrebato de excitación y locura, abrazó a la suegra, tomándola entre sus brazos. La mujer se revolvió, intentando evitar el abrazo. Pero, en el forcejeo, la bata se abrió y una parte del tirante del camisón volvió a bajarse, dejando al descubierto nuevamente uno de los pechos de la mujer. Oh …no siga… voy a gritar…. pero… que se ha creído…ooo
Mientras intentaba quitarse al joven de arriba, Julio la sujetó, atrapándola contra el poyo de la cocina, mientras con otra mano, agarró uno de los pechos de Merche. El joven se estremeció al sentir la dureza de aquel pecho, apretándolo en su mano, terminando por masajearlo, pasando sus dedos por encima del pezón que tanto le excitaba.
Merche, sintió la mano y los dedos del marido de su hija sobre su pecho, e igualmente su acaloramiento se incrementó. Ningún hombre, salvo su marido, la había tocado jamás. Pero mayor fue su excitación al comprobar como Julio, se las ideó para sujetarla bien, hasta lograr acercar su boca al citado seno. Pese a los intentos de la mujer por evitarlo, aquel logró lamer, y succionar el mismo, concentrándose especialmente en el pronunciado pezón.
Oh..noo …te mato.. ooo suéltame… oo
Pese a las protestas y movimientos de la mujer, el joven continuó con ahínco, succionando aquel pezón, logrando sacar un suspiró a la suegra. Merche notó como mojó su braga ante el chupeteo del joven a su pecho. Pero, no podía permitirlo. Por ello le insultó diciéndole toda clase de improperios. Cuando parecía que todo iba a mayores, escucharon la voz de Esther, que parecía haberse despertado y se acercaba a la cocina.
Tuvieron el tiempo justo para arreglarse un poco, cubriéndose la mujer su pecho, mientras Julio logró sentarse en la mesa con un vaso de agua.
-¿Qué hacéis en la cocina? ¿No mi digan que estaban discutiendo a estar horas de la noche? - le dijo la mujer.
-Ya sabes cómo es tu marido- le respondió Julia, intentando salir al paso de la situación, intentando aparentar cara de enfado como siempre.
Esther, se extrañó un poco de la vestimenta de su madre, pero no dijo nada al respecto, solo preguntó si habían dormido a la niña, y luego se fueron todos a sus respectivos dormitorios.
Merche, no pudo conciliar el sueño. Se sentía humillada por su yerno, pero en el fondo le había gustado sentir la boca del mismo lamiendo y mamando su desnudo pecho. Llevaba tiempo sin que su marido la tocara. Notaba que, pese a su furia, había mojado perfectamente su braga. Era mucho tiempo sin hacer el amor con su marido, y aquel gesto del yerno la había excitado al máximo. No obstante, su conciencia le decía que aquello era una infidelidad.
Merche no vino por la casa durante unos días, pesarosa de lo ocurrido, y temiendo volver a encontrarse con el yerno.
Un día, en la tarde, cuando Julio se disponía a volver a su trabajo, su mujer le dijo: Julio. Tengo que llevar a la niña al pediatra esta tarde. Podrías acércate por la casa de mi madre y llevarle un poco de comida que tengo preparada. A mí no me va a dar tiempo.
Julio, aceptó, aunque mostrando cierta oposición, pese a que, en el fondo sabía que era una oportunidad de volver a estar a solas a su suegra. Se había masturbado varias veces pensando en su suegra, y tras lo ocurrido sabía que algo más iba a ocurrir. Era consciente de que era una temeridad, y que se podía meter en serios problemas. Pero intuía que aquella mujer debía tener ganas de sexo después de tantos meses sin su esposo. Por otro lado, había comprobado que su suegra, era una mujer que se mantenía muy bien, bastante deseable, y en su fuero interno, ansiaba seducirla.
Miró el reloj. Aún le queda tiempo para llegar al trabajo. En todo caso, si llegaba más tarde tampoco le iban a decir nada. Toco el timbre de la puerta de la casa de lu suegra. Aquella le abrió, sorprendiéndose al verlo. Al instante su cara cambio: ¿Qué haces aquí?
-He venido a verla. Ya que últimamente no nos visita- le dijo sonriendo.
-¿A verme? Le respondió aquella. ¿Y mi hija?
Ella no puede venir. Tiene que llevar la niña al pediatra. ¿Es que no me va a dejar pasar?
La mujer viendo que llevaba comida en la mano, le dejó libre el acceso, cerrando luego la puerta. Una vez dejó la comida en la cocina. Julio la miró, viendo que tenía puesto un traje de una sola costura, bastante ligero de esos de estar en casa. Merche se volvió a poner nerviosa ante aquellas miradas, diciéndole: -¿Porque me estas mirando? ¿No habrás venido…?. Lo que hiciste la otra noche fue una grosería. No te he denunciado por que eres el marido de mi hija.
Julio, la miró y le dijo: Vamos suegra. ¡En el fondo sabe que le gustó!
-Quee… sinvergüenza… ¡te has aprovechado de tu suegra!. Eres un….
- Lo que Vd. diga suegra. Pero, reconozca que “está deseando que su yerno le eche un buen polvo”. Le dijo sin mayor pudor, sabiendo que se estaba metiendo en un serio lio. No sabía porque, pero aquella mujer lo sacaba de sus casillas, no solo por su altanería, sino por lo buena que estaba.
-Quee… ¿Cómo te atreves?... Pero,¿ Julio que te pasa…? Oh Dios mío..
Vamos Merche. La he visto mirado el bulto del pantalón. Se que está deseando saber que tiene su yerno entre las piernas. Lleva meses sin sexo, y seguro que esta necesita de una buena follada.
-estás loco …¿Cómo me dices esas cosas?... sal de mi casa… ¿Oh Dios mío?... sinvergüenza…
Julio ya no se retuvo. Sabía que no había vuelta atrás. Por lo que fue decidido hacia donde se hallaba la mujer.
Aquella, al ver como Julio se acercaba, tomó un caldero que tenía a mano, e intentó golpearle con el mismo. Julio lo esquivó. Y, acto seguido, arremetió contra la mujer, sujetándola y empotrándola contra un lateral de la pared de la cocina.
Aquella se dio la vuelta, gritando y lanzando toda clase de insultos, en un intento de evitar que el joven volviera a tocarle los pechos. Sin embargo, cometió un error al colocarse de espaldas. Julio se percató que el traje que portaba la suegra tenía una cremallera desde el cuello hasta más abajo de la cintura. Sin pensárselo, tiró fuertemente de la cremallera bajándola totalmente. Sin pérdida de tiempo, le retiró igualmente la traba del sujetador, al tiempo que forzó para retirarle el traje. De hecho, aquel bajó, quedándose en el forcejó, a la altura de los brazos de la mujer, quedando toda su espalda desnuda.
-Oh no.. que haces…no me desnudes…oh nooo.
El joven se dio cuenta que tenía a su suegra había quedado casi desnuda de cintura para arriba. Tiró fuertemente del traje, logrando que este cayera al piso, quedando Merche únicamente con la braga que llevaba puesta. Julio abrazó nuevamente a la mujer por la cintura. Mientras aquella se retorcía, viendo como el joven alcanzó sus pechos desde atrás, atrapándolos entre ellas, y comenzando a sobárselos. Notaba la fuerza del joven, que la dominaba. No se lo podía creer, su yerno la tenía casi desnuda, amasándole sus pechos, que tomaba con ambas manos. Por otro lado, sintió el bulto del pantalón del joven pegado a su trasero. Se dio cuenta de la tremenda erección que portaba el joven.
-Oh cabrón… déjame… te voy a denunciar…. Sueltamente. Ooo no me toques los pechos.. oooo
El joven no solo le masajeó cuanto quiso los pechos desnudos, sino que una de sus manos fue bajando por el ombligo hasta alcanzar el pubis acercándose a su braguita. Aquella intentó evitarlo, con movimientos bruscos, que no surtían efecto. Pronto la mano del joven se introdujo por la parte anterior de la braga, alcanzando los vellos del monte de venus. En ese momento, Merche se dio cuenta de que el joven le iba a tocar su vagina. Hizo cuantos esfuerzos pudo, pero al final, el joven logró alcanzar entre la maraña de vellos, los labios vaginales de su suegra. Oh … quita las manos de ahí oooo
-¡Uh suegra!. ..¡Está bien mojadita!. Exclamó Julio al percibir la humedad de la vagina de aquella mujer. Merche. Se resiste, pero en el fondo tiene todo el coño mojado. “Está necesitada de polla”. ¿Verdad suegra?
-Que me sueltes. Oh…. Te mataré… no paraba de gritar y patalear.
Julio, se concentró durante unos minutos en la vagina de la mujer, pasando abiertamente sus dedos por los labios vaginales, y metiendo algunos dedos dentro de la cavidad vaginal. S dio cuenta que aquella mujer estaba bien lubricada. Su suegra estaba bien mojada.
Eso lo envalentonó. No se lo pensó dos veces, mientras la sujetó, se bajó el pantalón y slip, quedando con todos sus genitales al aire. Merche se percató de ello, exclamando: ¿Por qué se ha bajado los pantalones?... No pretenderás…
-Que cree que voy hacer suegra. ¡Le voy a meter mi polla hasta el fondo! ¡Está bien necesitada!
Le dijo mientras, obligó agacharse a la mujer, triando fuertemente de las bragas, que logró bajar más debajo de las rodillas, casi rompiéndolas. Pese a los intentos de aquella de evitarlo, volvió a tirar con fuerza, viendo como caían al suelo. Ahora tenía a su suegra totalmente desnuda.
Merche, estaba agitada, pataleaba, intentaba zafarse del abrazo del joven, viendo que sus esfuerzos eran en vano. El yerno la tenía firmemente sujeta, mostrando un poderío sorprendente. Se halla desnuda completamente a merced del marido de su hija. Sabía que el joven se la iba a meter. Sentimientos encontrados le afloraron. Por un lado, aquel acto era reprochable, ya que su yerno intentaba violarla. Pero, por otro lado, ansiaba sentir el falo del joven. Nunca se había enfrentado a una situación igual.
Oh Julio… no me la metas. No cometas locuras, .... mira que luego oooo
No pudo acabar de terminar la frase. En ese momento sintió como el joven le abrió bien las piernas, y arremetió contra ella con dureza, clavando su pene que se introdujo casi completamente dentro de su vagina. Sintió un dolor agudo, por la violencia de la penetración. Cuando aún no se había repuesto de esa inicial clavada, otra certera embestida del joven, le terminaba de alojar totalmente su buen falo en el coño. ¡Su yerno la estaba follando!
Oh nooo …gimió la mujer, viendo como aquel falo joven abría totalmente su vagina. Se sentía atravesada. Su joven yerno disponía de un pene bastante más grueso y largo que el de su marido. Aquel falo le llegaba hasta la misma cerviz.
Uf suegra… que ¡coño más caliente tiene! uhmm….
Julio se estremeció ante el placer que le produjo meter su pene en la vagina de su suegra. No solo no encontró aquella vagina bien caliente, sino que le pareció algo estrecha, viendo que las paredes de la vagina se ajustaban perfectamente a su vástago, produciéndole unos calambres que recorrían todo su cuerpo. La madre de su mujer era toda una hembra. Su verga ya estaba dentro de su suegra, con una empalmadura de caballo. Lo que tanto había ansiado, era una realidad. “Se estaba follando a su suegra”.
Tras estos primeros momentos, la tomó por las caderas, para comenzar a embestirla, clavándole su duro falo en el coño, con gran énfasis, y con una vigorosidad asombrosa.
Uf suegrita. ¡Que buena está!.... ¿Siente mi polla dentro?... me la ha puesto bien dura. Le voy a reventar ese coñito. uf siii así suegra…
-Oh Julio te voy a matar…. Oh me abres…ohh no sigas …
Merche, pese a los primeros momentos de lucha, se dio cuenta que sus protestas eran banales. Su yerno se la iba a follar. Más aún, “se la estaba follando”.
Sentía las embestidas de aquel joven semental, pero, le sorprendía el ímpetu y la fuerza con la que el joven taladraba su vagina. Su cuerpo temblaba y se estremecía ante cada penetración. Se sentía totalmente atravesada por aquel falo. Llevaba tiempo sin sentir el pene de su esposo en ella, pero el del joven, le parecía el de un toro embravecido. Estaba claro que su yerno la tenía ganas. “Se la estaba follando con bravura”.
Pese a sus protestas, la mujer vio como su propio cuerpo comenzó a colaborar. La buena verga del yerno, le estaba llevando a la locura sexual. Su cuerpo se aflojó y comenzó a colaborar. Ello facilitó que el pene del joven entrara con mayor facilidad, e incluso permitió que le acariciara sus pechos mientras se la follaba.
-Oh Julio… ¿qué has hecho?… o ¡no puedes hacer esto!…
-¡Claro que puedo suegra!. De hecho, “me la estoy follando”. Llevó días deseándola. Me tiene bien arrecho. ¿nota como tengo la polla de dura?
Merche no respondió. Las palabras del joven la excitaban más. Era cierto que sentía la dureza de aquel sable que le rompía su coño. Lo abría totalmente. Un calor intenso la abrumó. Percibió que se iba a correr. Pese a no haberlo querido, estaba llegando al orgasmo. No se lo podía creer. Su propio yerno la iba hacer correr.
Oh si… así ….vamos, córrase… córrase con la polla de su yerno dentro asi…… le animó el joven, percibiendo la venida de su suegra.
Merche, estaba tan caliente y deseosa, que, al escuchar las palabras del joven, como si le obedeciera, percibió que le llegaba el primer orgasmo. Se iba a correr. El marido de su hija la estaba cogiendo de tal forma que la iba hacer venir. Echó su trasero hacia atrás yendo al encuentro de su yerno, viendo como la verga del mismo le entraba en su totalidad, hasta el mismo fondo. Se convulsionó, retorciéndose sobre su propio cuerpo, atrapando la polla del joven dentro de su vagina. La apretaba, como si tratara de triturarla, hasta que por fin termino alcanzando …el… éxtasis.
El cuerpo de la mujer comenzó a convulsionarse, agitándose de forma descontrolada, casi brincando, mientras giraba su cara observando el rostro de su yerno, no paraba de meterle verga.
No recordaba haber tenido un orgasmo similar en su vida. Empleó tanta intensidad el mismo, que estuvo a punto de desvanecerse. Fue sujetaba por Julio para evitar que se cayera. Este, la abrazó, atrayéndola hacia él, sujetándola, sin retirar su falo del coño de la misma, esperando a que se recuperara. Notó los fluidos de la vagina de la mujer, que descendían y mojaban sus testículos. Le quedó patenta que aquella mujer había tenido un orgasmo descomunal.
Tras esperar que se recuperara, salió del coño de la suegra, y la hizo girar hacia él. La miró a la cara. Merche estaba enrojecida, con los cachetes rojos. Pese haber sido tomada contra su voluntad, la cara de aquella mujer denotaba placer. Cabronazo… ¿Qué has hecho?… ¿Cómo te has atrevido?
Julio observó por primera vez el cuerpo desnudo de la madre de su mujer en la parte frontal. Se recreó, ante la preciosidad de aquella mujer. La propia Merche se percató de tal extremo, ruborizándose. Vaya Merche… ¡no pensé que estuviera tan buena! ¡que pedazo de hembra!
Y, antes de que aquella pudiera reaccionar, tomó a la mujer y la atrajo hacia él. Y, ante la sorpresa de aquella, acercó su boca y la besó en los labios. Oh no… le rechazó aquella. No solo se la estaba follando, sino que pretendía besarla. Era la madre de su mujer. Eso no podía permitirlo.
Julio, no obstante, la alzó un poco, logrando que la mujer abriera sus muslos lo suficiente, para de un certero golpe, volver a encajarle nuevamente su pene en el coño. Entró como un misil en la caliente y encharcada vagina. La embestida del mismo, hizo elevar a la mujer en alto, emitiendo un grito de sorpresa.
Merche quedó atónita ante la fortaleza del joven. Jamás la habían follado de aquella forma. Se estremeció al ver como el joven la embestirla una y otra vez, elevándola en alto con cada penetración, haciendo temblar todo su cuerpo.
Oh otra vez no… ooh.. me rompes.
Merche, no salía de su asombro ante la dureza de aquella cogida. Estaba anonadada ante la vigorosidad con la que su yerno la estaba follando. Se volvía a sentir totalmente atravesada por aquel tremendo falo, percibiendo que, en esa ocasión, le llegaba más adentro. Notaba aquel joven semental estaba cada vez más arrecho. La clavaba con una envergadura que parecía querer romperla.
Y no era para menos. Julio, estaba tan excitado cogiendo a su suegra, que follaba a la misma con extrema dureza. Casi le hacia daño. Arremetía contra el coño de la mujer, clavando una y otra vez su mandarria hasta los mismos huevos, abriendo el coño de aquella al máximo.
-Oh para… me vas a romper oooo
La mujer pese al dolor de aquella cogida, estaba alucinada. La violencia de la penetración era manifiesta, pero, aun así, su cuerpo comenzó a reaccionar con satisfacción. Su yerno la estaba clavando como un verdadero macho. Todo un semental. Todo su ser comenzó nuevamente a convulsionarse. Su yerno no solo la estaba sometiendo, clavándole la polla una y otra vez, sino que la estaba llevando a alcanzar un segundo orgasmo.
Jamás había sentido dos orgasmos de su marido en un mismo acto. Se abrazó al cuerpo del joven, aguantando estoicamente las embestidas de aquel, mientras sentía que se fraguaba su nuevo orgasmo. Se apretó fuertemente al joven, manteniendo clavada totalmente en su coño aquella poderosa verga, volviendo a retorcerse, abrazándose aún más al cuerpo del yerno, mientras se venía en una sonoro y aullador orgasmo. La mujer no reprimió esta vez sus gritos, y gimió alocadamente mientras se venía.
Nuevamente tuvo que ser sostenida por el joven para evitar su desvanecimiento. Esta molida, rota, abatida. Pero aún sentía dentro de ella la punzante daga del joven. Su cuerpo no podía más. Estaba derrotada.
Observó las gotas de sudor del joven. Pero, se percató que aquel no había acabado. El joven le sacó su falo del coño, la tomó en brazos, y la colocó con decisión y firmeza sobre el poyo de la propia cocina sentándola sobre el mismo. La altura era la adecuada. Su coño quedó al mismo nivel de la verga del joven.
Ante la sorpresa de la mujer, el joven le hizo abrir de nuevo las piernas, quedando expuesta toda su vagina ante el mismo. Observó por primera vez el pene del joven, el cual blandía como un misil entre las piernas del marido de su hija. Su cuerpo se estremeció. No pensaba que fuera tan grande. Era un pene largo y grueso, con grandes rugosidades por las enormes venas que los circuncidaban.
Vio como el joven acercaba su pene hacia su inflamada vagina. Se la iba a volver a meter. Su maltrecha vagina estaba dolorida ante las tremendas embestidas del joven. Pero nada podía hacer. Su yerno estaba embravecido, como un toro desbocado. Y, como esperaba, el joven, volvió a clavar con enorme dureza, ensartándole su daga hasta la misma empuñadura dentro de su vagina.
Ohh despacio oo me haces daño …
Pero Julio no estaba para contemplaciones. Excitado al máximo, comenzó a perforar una y otra vez la vagina de la suegra. Arremetió contra aquella, sintiendo como su falo se alojaba profundamente dentro de aquella caliente cueva. Aquel coño lo tenía alterado, excitado como nunca. Su suegra había descubierto que era mejor hembra de lo que se había imaginado.
Pese a sentirse casi al límite por la fuerza empleada hasta la fecha, se percató que estaba a punto de venirse. Necesitaba correrse. Llenar aquel caliente coño. Por ello, saco fuerzas de flaqueza, y con nuevos bríos, intensificó sus penetraciones, hasta notar como se hinchaba su verga dentro de la vagina de la mujer. ¡Estaba a punto de venirse! ¡Lo necesitaba!
Merche se dio cuenta igualmente de ello. Se dio cuenta que su yerno estaba a punto de correrse. Lo percibía. Pero… ¡no podía correrse dentro!... ¡no estaba protegida!... ¡era una locura!
Por ello, asustada le grito: Julio… ¡no lo hagas dentro!… No me cuido…. Dentro no…
Pero Julio no la escucho. Tampoco estaba por la labor. El polvo que le estaba echando a su suegra era de tal calibre, que necesitaba correrse dentro. Quería recordarlo. Por ello, continuó martilleando el coño de la suegra, mirándola a la cara, embistiéndola con igual dureza, diciéndole: ¡Le voy a dar toda mi leche suegrita! Lleva tiempo sin que le rieguen ese coño. “Su yerno se lo va a dejar bien regado!
-Oh no… no se te ocurra… oo lo vas hacer…
Julio sujetó con fuerza a la suegra, evitando cualquier intento retirarse, intensificando la penetración, hasta que, por fin, su semen comenzó a emerger con gran fuerza y velocidad desde sus testículos. Llevaba unos días sin hacerlo. Ansiaba descargar dentro del coño de la madre de su esposa. Había soñado con eso. ¡Dicho y hecho! Su verga comenzó a lanzar las primeras lechadas de espeso y caliente semen dentro de la cavidad vaginal de la suegra, al que siguieron varias lechadas más.
Merche notó la fuerza con que el espeso semen del yerno colisionaba con las paredes de su vagina. Sentía la potencia del mismo, y la fuerza con la que eran lanzado, percibiendo que gran parte fue a parar profundamente en su vagina. Esa vigorosidad, le demostró que su hija tenía un buen semental. Agradeció no estar ovulando. De haber estado en período fértil, con toda certeza la hubiera embarazado.
Cuando por fin acabó, supo que aquel joven se había corrido copiosamente dentro de ella. Cuando su esposo lo hacía, apenas sentía su lechada. La del yerno era imposible no sentirla. No solo por la potencia con que era lanzada, sino por la abundancia.
Cunado por fin el joven salió de ella, la mujer se miró su entrepierna, viendo como salían unas gotas de semen por los labios de su más que abierta vagina. Miro al joven, observando que pese haberse corrido, aún su verga se mantenía casi firme. Terminó por decirle: ¿Cómo te has atrevido a correrte dentro? ¿es que quieres embarazarme? ¡eres un loco!
El joven la miró, y le dijo algo nervioso: ¿No me diga que esta en sus momentos fértiles?
No.. creo que no. Pero, lo que has hecho es una temeridad. ¡Además, me has violado! ¡eres un sinvergüenza!
Merche tomo su vestido y sus bragas y se dirigió a su dormitorio, caminando con dificultad. Sentía su coño dolorido, e inflamado. Tras asearse, salió fuera. Allí le esperaba Julio, que igualmente se había aseado en el baño de invitados.
La mujer ya vestida, le miró, volviendo a adoptar aquella mirada de mujer altanera, recta y dura, diciéndole: Eres un sinvergüenza. ¡Me has violado! ¡Me has mancillado! Jamás le había sido infiel a mi esposo. No quiero volver a verte. Anda… márchate. sal de mi casa….
Julio no quiso importunarla más. Sabía que había traspasado una barrera peligrosa. Él tampoco había sido infiel a su esposa. Y su primera infidelidad lo había sido con la propia madre de aquella. No sabía si estaba arrepentido o no, pero reconocía que el polvo que le había echado a su suegra, era el mejor de su vida. Ni si quiera su mujer lo podía igualar.
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Julio y su Suegra Merche - Capitulo 001
Julio había llegado a su casa, cuando recibió la noticia de que en breve tendrían que acudir al aeropuerto a recibir a la madre de su mujer, esto es, su suegra. Para el hombre la noticia fue como un jarro de agua fría. Además, su mujer le había comentado que vendría a quedarse durante un tiempo en España. Lo menos que quería Julio era tener cerca a la madre de su mujer.
Merche, que así se llamaba su suegra, había tenido varios encontronazos con su yerno, y de todos era conocida la animadversión entre ambos. Desde los primeros momentos de su matrimonio con Esther, su suegra se había entrometido en sus asuntos, ocasionándole varios altercados. Merche tenía mucha influencia sobre su hija, y aquella siempre se llevaba por los consejos de su madre, y eso ponía de los nervios a Julio, ya que, cuando aquella estaba cerca, su hija no hacía nada sin contar con aquella.
Llevaban unos años sin la presencia de sus suegros, al haberse trasladado aquellos a Venezuela donde tenían prácticamente su vivienda y su vida. Durante esos años, Julio había presenciado como el trato con su mujer mejoró bastante, y eso lo achacó a la lejanía de su suegra. Por ello, al saber que aquella venía para quedarse unos meses, lo puso de mal carácter. Sus suegros tenían una casa en el mismo pueblo donde residían ellos, lo que suponía que la madre iba a estar en su casa cada dos por tres.
-Siempre la tienes tomada con mi madre. Ya sé que te molesta, pero es mi madre. Solo estará un tiempo con nosotros. Espero que te comportes.
-Se que es tu madre, pero siempre logra sacarme de mis casillas. Se que tampoco le caigo bien. Le contesto a su mujer. ¿Y tu padre? ¿Se ha quedado en Venezuela?
-Papa no puede venir de momento. Tiene graves problemas allá con los negocios y está intentando vender. Por ello solo ha venido de momento mama. - le contesto Esther.
Julio intuía que, a partir de la llegada de su suegra, comenzaría de nuevo los problemas con su esposa, especialmente por la influencia de su suegra. Pero tampoco podía hacer nada. Llegado el día previsto, acudió con su mujer y su hija pequeña de cinco años Berta a recibir a Merche.
Cuando salir por la puerta de llegadas del aeropuerto, detectó al carácter altanero, de gran señora, que siempre había ostentado. Veía portando una pamela granda, con un traje de una sola costura que hasta le parecía incómodo para realizar aquel viaje, pero ella siempre quería impresionar con su presencia. Pese a todo, cuando la tuvo cerca, no pudo negar que pese a sus cuarenta y tantos años, aún se conservaba muy bien, con un cuerpo bastante delgado, estirado, hasta el punto que parecía una modelo. Se percató de que no había cambiado mucho, al contrario, había mejorado su aspecto físico, descendiendo unos kilos. El traje que portaba le quedaba como un guante y mostraba claramente sus perfectas curvas, y su buen trasero, y sus destacados pechos.
El hombre la saludo, intentado ser amable. Aquella le dio un abrazo como saludo, y luego se concentró en la hija del matrimonio, que recibió toda su atención. Desde el aeropuerto se fueron directamente a la vivienda de aquella, entrando Esther con su madre en el dormitorio, y luego saliendo ambos, habiéndose cambiado de vestimenta aquella para ir a comer a la casa de Julio.
Intentó ser todo lo amable que pudo, y durante la primera semana, las relaciones fueron normales. Al poco tiempo, comenzaron los problemas, especialmente a la hora de decidir la educación de su hija Berta, quedando sorprendido Julio con el cambio de parecer de su mujer, quien en todo momento había estado de acuerdo en ponerla un privado. Su mujer pretendía que el colegio fuera un colegio religioso, extremo que nunca se lo había sugerido. Claramente vio la mano de su suegra en ello.
No le quedó más remedio que para evitar un enfrentamiento con su esposa, ceder e inscribir a la hija en un colegio religioso.
Merche era una mujer con bastante carácter, sumamente conservadora en algunos aspectos y autoritaria en otros. Siempre había increpado a su yerno, porque se oponía a sus pretensiones, y le discutía todo, y eso la contrariaba. Pese a todo, reconocía que era un joven muy apuesto, y culto, pero le molestaba que le discutiera sus decisiones.
Como era de esperar, las visitas de la madre a la casa de su hija se frecuentaron, hasta el punto de que pasaba gran parte del día en ella, o la inversa, su hija en la casa de la madre. No fue extraño, que ciertas noches comenzara a quedarse en la casa de la hija. En una de estas ocasiones en que Merche se quedó a dormir en la casa del yerno, ocurrió algo que marcó tremendamente a Julio. Este había llegado tarde de trabajar, y todos se encontraban durmiendo, incluso su mujer. Tras ducharse, y colocarse un pijama compuesto de short y camiseta, fue dar las buenas noches a la hijita, como de costumbre a su dormitorio. Se extrañó al no verla en su cama.
-Esther, la niña no está en su cama. ¿Dónde se encuentra? - le preguntó en voz baja a su mujer.
Ella le miró, medio dormida, le respondió: Ah, sí. No quería dormir, y mi madre la acostó en su cama. Ve a buscarla. Seguro que mama quedó dormida también, y puede caerse de la cama.
Julio, se dio cuenta que su mujer siguió durmiendo. No quería entrar en el dormitorio de su suegra, pero tampoco quería que la niña se pudiera despertar y caerse de la cama, ya que en su dormitorio tenía los barrotes de protección. Por ello, tocó en la puerta de su suegra. Aquella le respondió que pasara.
-Vengo a buscar a la niña. ¿esta dormida? - le dijo en voz bastante débil.
-Si. La ha costado dormir. - le contestó retirando un poco la sabana que cubría parte de su cuerpo y el de la pequeña, para que pudiera tomarla el yerno en sus brazos.
Julio se acercó para recoger a su hija. La luz de la habitación era bastante tenue. Merche se había puesto para dormir un camisón de dormir únicamente, sin sostén, como acostumbraba hacerlo. Tenía a la niña acurrucada sobre uno de sus brazos. En el momento en que Julio recogió a la hija, observó que uno de los tirantes de la comisión de Esther, se encontraba bajado, dejando al descubierto el pecho derecho de la mujer. Fue una visión casi fugaz, pero suficiente. Julio pudo apreciar con total nitidez el seno de la madre de su mujer, sin sostén, totalmente al desnudo. Le sorprendió comprobar la aparente dureza de aquel pecho, con la piel bastante blanca, aunque, de forma singular, le excitó el tamaño del pezón de color negro intenso, que emergía de forma destacada sobre el seno, y que sobresalía varios centímetros.
Esther se dio cuenta de la mirada del su yerno, por lo que rápidamente tiró de la sabana para taparse. La misma se sorprendió, quedandose agitada ante el hecho de que el marido de su hija, se hubiera quedado embobado contemplando su seno.
Julio no dijo nada, pero la visión fugaz de aquel pecho, le produjo automáticamente una excitación, que se manifiesto en un abultamiento del pantalón del pijama que portaba. Extremo, del que se percató igualmente la mujer.
El joven se llevó a la niña hasta su dormitorio y la acostó en su cama. Tras unos momentos, al lado de la hija, estuvo pensando en lo ocurrido. Jamás había visto los senos de su suegra. Había comprobado con grata sorpresa, que eran unos pechos sumamente apetecibles, y la forma del pezón que había divisado lo excitó aún más. Ni comparación con los de su mujer.
Al día siguiente, mientras desayunaba, el hombre miró de reojo los pechos de la suegra, no pasando dicha miraba desapercibida para Esther. La mujer se puso algo nerviosa, y estuvo a punto de verter el vaso de leche que tenía delante. No dijo nada ante la presencia de su hija, pero con la mirada recriminó al yerno.
Ese día no ocurrió nada más. Sin embargo, Julio no dejó de pensar en el seno que había logrado divisar, y cada vez que veía a su suegra, le andaban deseos de volver a comprobar aquellos pechos. Esas miradas pícaras del joven, soliviantaron a la mujer, quien intuía los motivos de las mismas. Tanto, que un día, en que coincidió que su hija Esther había salido con la niña de compras, al quedar a solas en la casa, espero la llegada de Julio del trabajo, diciéndole: Julio, tengo que hablar seriamente contigo.
-¿conmigo? Le preguntó Julio algo sorprendido.
-Si. Contigo. Y ¡sabes a lo que me refiero! Y ante la mirada de Julio, como si no supiera de que estaba hablando, le dijo: ¡No te hagas el tonto! ¿He visto como me miras los pechos! ¿es que no te da vergüenza? ¡soy la madre de tu mujer!
Julio, que le gustaba enfrentarse aquella mujer, vio la ocasión propicia para vengarse un poco. Po ello aprovechó el momento: ¿Se refiere a lo ocurrido aquella noche? Y ¿qué quiere que le dicha Merche?, Yo no tuve la culpa de que me mostrara totalmente su pecho al descubierto.
-¡sabe que no fue intencionado!. Le expresó la mujer, como queriendo excusarse.
-¡Yo no lo tengo tan claro!. Le contesto el joven. Estoy seguro que lo hizo con la intención de provocar a su yerno. ¿O no fue así? le preguntó desafiante.
Merche enrojeció y montó en cólera. Aquellas palabras del yerno era una autentica sinvergüenzada. No podía permitírselo. Ella era una mujer decente, y no podía permitir que su propio yerno la mancillara con aquellas insinuaciones: ¿pero ¿qué estás diciendo Julio? ¿Como puedes pensar que he querido provocarte? ¡estás loco!
El joven, en lugar de reprocharle, la miró de arriba abajo, esbozando una sonrisa, marchando luego a su dormitorio. La mujer le comenzó a decir toda clase de improperios, mientras aquel cerraba la puerta y se encerraba en su dormitorio.
Merche siempre se había considerado una mujer íntegra, fiel a su esposo, y tremendamente religiosa. Sin embargo, llevaba varios meses sin contacto con ningún hombre, ya que su esposo continuaba en Venezuela. Ella aún era una mujer con sus deseos sexuales casi intactos. Pese al enfado que manifestó hacia su yerno, en el fondo, como cualquier mujer, se sentía halagada por el hecho de que un joven como su yerno se fijara en ella. Pero, era una temeridad, “era el marido de su hija”. Ni siquiera debía consentirle aquellas miradas.
Merche era consciente de que tenía unos pezones puntiagudos, muy pronunciados, y que destacaban en cualquier traje que su pusiera, incluso con sostén. Por ello, siempre colocaba unos amoldadores en su sostén para evitar que destacara sus pezones.
Cierto día después, Merche llegó a la casa de Julio, encontrándose el mismos practicando deporte en el semisótano de la vivienda, que daba igualmente a un jardín. Allí tenía instalados unos aparatos para la práctica para hacer gimnasia. Ella quería preguntarle al yerno por unos papeles que le habían llegado, y su hija le dijo que quien conocía de ello era su marido. Mama, mejor lo ves con Julio. Baja al sótano, él está allí haciendo deporte.
Merche, bajó al semisótano, y vio a su yerno ejercitándose con unas pesas. El joven estaba sin camisa, y solo tenía puesto un pantalón, que a la postre, se denotaba sumamente ajustado. Al verlo sin camisa, la mujer le entro cierto pudor agitándose. No obstante, se sobrepuso y se acercó al yerno. Mientras caminaba hacia él, observó los bíceps de aquel joven, que, aunque delgado, resultaba patente que poseía un cuerpo bastante atlético, fibroso, con unos músculos muy marcados en toda la zona de su cuerpo. Merche nunca lo había visto sin camisa, ni siquiera lo había visto en la playa, por lo que instintivamente se estremeció al ver el torso desnudo de aquel joven.
Observó igualmente las gotas de sudor que bajaban por la frente del mismo, y por su pecho, ante el esfuerzo físico que estaba realizando. Éste al verla, terminó el ejercicio, e incorporándose se quedó sentado en sobre la lona. Le saludo: Hola Merche. ¿ha venido a verme como me ejercito?
-No quiero molestarte. Tengo unos papeles que me han llegado y Esther me ha dicho que te preguntara. Pero, mejor termina lo que estás haciendo. Yo puedo esperar.
-Ya estoy acabando. Aunque me encuentro bastante sudado, y necesito una ducha.
Merche, sin poder evitarlo, se fijó en el cuerpo de aquel joven, con la piel brillante por el sudor que emanaba de todo su cuerpo. Pero su sorpresa llegó al incorporarte totalmente el joven. En ese momento se fijó en el pantalón corto que llevaba, divisando que era semejante al que usaban los ciclistas, sumamente ajustado, tipo malla, constatando que se marcaba claramente los genitales del joven. Eso la ruborizó. No pudo evitar fijarse en el tremendo bulto que marcaban aquellos, intuyendo que su yerno debía tener unos genitales bastante proporcionados.
Julio, se percató de la mirada de su suegra, e instintivamente, ello le produjo una instantánea erección, que rápidamente se manifestó en un considerable aumento del bulto del pantalón malla. Los colores afloraron claramente al rostro de la mujer, aunque Julio no le dijo nada, pidiendole que le esperara que iba a darse una ducha.
Merche marchó hacia la parte alta, alterada, agitada y con un estremecimiento en su cuerpo. Subió rápidamente las escaleras, casi sin mirar donde pisaba. No entendía porque se había puesto así. Aunque, estaba claro que comprobar el cuerpo casi desnudo de su yerno, y el bulto de sus genitales, no solo le había sorprendido, sino que inconscientemente la había excitado. Mientras esperaba en la sala de la casa, pensó en lo ocurrido. Ella era una mujer casada, pudorosa, fiel. ¿Cómo era posible que se hubiera excitado con su yerno? Era el marido de su nuera. No sabía realmente que le ocurría.
Julio por su parte mientras se duchaba igualmente pensaba en lo ocurrido con la suegra. Estaba claro que aquella había visto el bulto de su pantalón y se había sorprendido. Eso le agradó. Llevaba tiempo pensando en el seno de la mujer, y se había hecho más de una masturbación pensando en ella.
Fueron pasando los días, y aunque continuaban los enfrentamientos con su suegra, Julio percibía que la mujer se ponía nerviosa con su sola presencia. Merche, era una mujer que vivía sola, sin su esposo. Tenía sus necesidades y al no poder desahogarse, intentaba hacerlo atacando a su yerno.
Pero en el fondo, se sentía atraída por las miradas del joven yerno. Sin saber porque, una noche en que volvió a quedarse nuevamente en la casa de estos, la niña se quedó dormida en su cama. Cuando sintió que Julio llegó a la casa, ya bien de noche, se dio cuenta que seguramente vendría a buscar a la niña como la otra vez. Llevaba un camisón bastante corto, que dejaba a la vista sus muslos blancos. Agitada, se bajó los tirantes del camión, dejando a la niña sobre ella, con la clara intención de que cuando el hombre fuera a recogerla volviera a ver sus pechos.
Al ver dormida a su mujer, y no ver a la menor, decidió ir a buscarla al dormitorio de la suegra. Su nerviosismo se puso a flor de piel. Había visto que la puerta del dormitorio estaba entreabierta, por lo entró sin hacer ruido. Observó a la suegra dormida en la cama, con la niña recostada sobre ella. Se acercó con sigilo para recoger a su hija, retirando la sabana que cubría a la menor, e intentando no hacer ruido para no despertar a su suegra. Una vez retirada la sabana, pude apreciar que la madre de su mujer dormía con otra comisión distinto al de la primera vez, comprobando que éste era algo trasparente, y bastante corto. Un estremecimiento le entró al comprobar los muslos desnudos de aquella mujer. Su agitación fue mayor al constatar que hasta se le apreciaba la braguita que llevaba puesta.
Tomó a la niña, quedando boquiabierto al comprobar como nuevamente su suegra volvía a tener todo el tirante del camisón bajado, mostrando claramente su pecho derecho. Aún con su hija en brazos, se quedó contemplando el pecho desnudo de aquella mujer. Le excito contemplar el enorme pezón negro y puntiagudo de la suegra. Incluso pudo apreciar parte del otro seno. La estuvo observando durante un tiempo, retirándose luego, tremendamente nervioso.
Merche se hizo la dormida, sabiendo a conciencia que el yerno la estaba mirando. Estaba agitada y sin saber por qué. Pese a su decoro, no podía abstenerse de la morbosidad que le producía la situación. Solo pensaba en excitar al yerno. Jamás pensó tener nada con él. Era algo impensable.
Julio depositó a la niña en la cama, cuando vio aparecer a su suegra en la habitación de la menor portando únicamente aquel corto camisón y una bata bastante tenue por encima. Oh .. ¡eras tu!. Pensé que la niña se había venido sola a su cama. Comentó como disculpa.
-No quise despertarla. Parecía dormir plácidamente- le comentó Julio.
Merche se había dejado a conciencia parte de la bata abierta, por lo que mostraba su comisión debajo. Eso propicio la mirada del joven, quien clavó su vista en los pechos de la mujer, que se mostraban desafiantes bajo la suave tela del camisón. Al no llevar sostén, aquellos emergían como punzantes sobre la tela.
Merche era consciente de lo que estaba mostrando. En el fondo había provocado aquella situación. Pero, siguiendo su forma proceder contra su yerno, al momento le recriminó: ¿Qué estas mirando?
Oh Merche. ¡Tiene unos pechos muy deseables! Nunca la había visto así. Se mantiene muy bien. Nunca pensé que estuviera tan buena. Le dijo casi al oído, para evitar ser escuchado por su mujer.
Merche se agito, e intentó taparse los pechos con la bata, diciéndole: ¡insolente!. ¿Cómo te atreves?
Mientras se retiraba, Julio la siguió, al tiempo que observó el trasero y el cuerpo de aquella mujer que se marcaba claramente bajo aquella suave prenda. Instintivamente la mujer tomó el camino de la cocina, en lugar de dirigirse a su dormitorio. Julio al ver que se alejaba del dormitorio donde se alojaba su mujer, optó por seguirla. Ya en la cocina, aquella le dijo: ¿Oh, ¿me estás siguiendo? ¿Qué pretendes?
-Relájese suegra. Solo venía a tomar un vaso de agua. Mientras abría la nevera y tomaba un vaso de agua.
Merche se agitó ante las miradas del joven. Sabía que haberse mostrado con aquel camisón ante su yerno había sido una temeridad. Ya había tenido tiempo de contemplar el bulto que se había formado en el pantalón del pijama del joven. Intentó sobreponerse, diciéndole: Julio. ¿no le de vergüenza? ¡No me mire de esa manera!
Merche. ¿Cómo quiere que no la mire? Con ese cuerpazo que tiene, esos pechos desafiantes….
Oh… ¡No me diga esas cosas!. Exclamó aquella nerviosa, al ver como el joven se acercaba hasta ella. Pero…que va a hacer… o
Julio, en un arrebato de excitación y locura, abrazó a la suegra, tomándola entre sus brazos. La mujer se revolvió, intentando evitar el abrazo. Pero, en el forcejeo, la bata se abrió y una parte del tirante del camisón volvió a bajarse, dejando al descubierto nuevamente uno de los pechos de la mujer. Oh …no siga… voy a gritar…. pero… que se ha creído…ooo
Mientras intentaba quitarse al joven de arriba, Julio la sujetó, atrapándola contra el poyo de la cocina, mientras con otra mano, agarró uno de los pechos de Merche. El joven se estremeció al sentir la dureza de aquel pecho, apretándolo en su mano, terminando por masajearlo, pasando sus dedos por encima del pezón que tanto le excitaba.
Merche, sintió la mano y los dedos del marido de su hija sobre su pecho, e igualmente su acaloramiento se incrementó. Ningún hombre, salvo su marido, la había tocado jamás. Pero mayor fue su excitación al comprobar como Julio, se las ideó para sujetarla bien, hasta lograr acercar su boca al citado seno. Pese a los intentos de la mujer por evitarlo, aquel logró lamer, y succionar el mismo, concentrándose especialmente en el pronunciado pezón.
Oh..noo …te mato.. ooo suéltame… oo
Pese a las protestas y movimientos de la mujer, el joven continuó con ahínco, succionando aquel pezón, logrando sacar un suspiró a la suegra. Merche notó como mojó su braga ante el chupeteo del joven a su pecho. Pero, no podía permitirlo. Por ello le insultó diciéndole toda clase de improperios. Cuando parecía que todo iba a mayores, escucharon la voz de Esther, que parecía haberse despertado y se acercaba a la cocina.
Tuvieron el tiempo justo para arreglarse un poco, cubriéndose la mujer su pecho, mientras Julio logró sentarse en la mesa con un vaso de agua.
-¿Qué hacéis en la cocina? ¿No mi digan que estaban discutiendo a estar horas de la noche? - le dijo la mujer.
-Ya sabes cómo es tu marido- le respondió Julia, intentando salir al paso de la situación, intentando aparentar cara de enfado como siempre.
Esther, se extrañó un poco de la vestimenta de su madre, pero no dijo nada al respecto, solo preguntó si habían dormido a la niña, y luego se fueron todos a sus respectivos dormitorios.
Merche, no pudo conciliar el sueño. Se sentía humillada por su yerno, pero en el fondo le había gustado sentir la boca del mismo lamiendo y mamando su desnudo pecho. Llevaba tiempo sin que su marido la tocara. Notaba que, pese a su furia, había mojado perfectamente su braga. Era mucho tiempo sin hacer el amor con su marido, y aquel gesto del yerno la había excitado al máximo. No obstante, su conciencia le decía que aquello era una infidelidad.
Merche no vino por la casa durante unos días, pesarosa de lo ocurrido, y temiendo volver a encontrarse con el yerno.
Un día, en la tarde, cuando Julio se disponía a volver a su trabajo, su mujer le dijo: Julio. Tengo que llevar a la niña al pediatra esta tarde. Podrías acércate por la casa de mi madre y llevarle un poco de comida que tengo preparada. A mí no me va a dar tiempo.
Julio, aceptó, aunque mostrando cierta oposición, pese a que, en el fondo sabía que era una oportunidad de volver a estar a solas a su suegra. Se había masturbado varias veces pensando en su suegra, y tras lo ocurrido sabía que algo más iba a ocurrir. Era consciente de que era una temeridad, y que se podía meter en serios problemas. Pero intuía que aquella mujer debía tener ganas de sexo después de tantos meses sin su esposo. Por otro lado, había comprobado que su suegra, era una mujer que se mantenía muy bien, bastante deseable, y en su fuero interno, ansiaba seducirla.
Miró el reloj. Aún le queda tiempo para llegar al trabajo. En todo caso, si llegaba más tarde tampoco le iban a decir nada. Toco el timbre de la puerta de la casa de lu suegra. Aquella le abrió, sorprendiéndose al verlo. Al instante su cara cambio: ¿Qué haces aquí?
-He venido a verla. Ya que últimamente no nos visita- le dijo sonriendo.
-¿A verme? Le respondió aquella. ¿Y mi hija?
Ella no puede venir. Tiene que llevar la niña al pediatra. ¿Es que no me va a dejar pasar?
La mujer viendo que llevaba comida en la mano, le dejó libre el acceso, cerrando luego la puerta. Una vez dejó la comida en la cocina. Julio la miró, viendo que tenía puesto un traje de una sola costura, bastante ligero de esos de estar en casa. Merche se volvió a poner nerviosa ante aquellas miradas, diciéndole: -¿Porque me estas mirando? ¿No habrás venido…?. Lo que hiciste la otra noche fue una grosería. No te he denunciado por que eres el marido de mi hija.
Julio, la miró y le dijo: Vamos suegra. ¡En el fondo sabe que le gustó!
-Quee… sinvergüenza… ¡te has aprovechado de tu suegra!. Eres un….
- Lo que Vd. diga suegra. Pero, reconozca que “está deseando que su yerno le eche un buen polvo”. Le dijo sin mayor pudor, sabiendo que se estaba metiendo en un serio lio. No sabía porque, pero aquella mujer lo sacaba de sus casillas, no solo por su altanería, sino por lo buena que estaba.
-Quee… ¿Cómo te atreves?... Pero,¿ Julio que te pasa…? Oh Dios mío..
Vamos Merche. La he visto mirado el bulto del pantalón. Se que está deseando saber que tiene su yerno entre las piernas. Lleva meses sin sexo, y seguro que esta necesita de una buena follada.
-estás loco …¿Cómo me dices esas cosas?... sal de mi casa… ¿Oh Dios mío?... sinvergüenza…
Julio ya no se retuvo. Sabía que no había vuelta atrás. Por lo que fue decidido hacia donde se hallaba la mujer.
Aquella, al ver como Julio se acercaba, tomó un caldero que tenía a mano, e intentó golpearle con el mismo. Julio lo esquivó. Y, acto seguido, arremetió contra la mujer, sujetándola y empotrándola contra un lateral de la pared de la cocina.
Aquella se dio la vuelta, gritando y lanzando toda clase de insultos, en un intento de evitar que el joven volviera a tocarle los pechos. Sin embargo, cometió un error al colocarse de espaldas. Julio se percató que el traje que portaba la suegra tenía una cremallera desde el cuello hasta más abajo de la cintura. Sin pensárselo, tiró fuertemente de la cremallera bajándola totalmente. Sin pérdida de tiempo, le retiró igualmente la traba del sujetador, al tiempo que forzó para retirarle el traje. De hecho, aquel bajó, quedándose en el forcejó, a la altura de los brazos de la mujer, quedando toda su espalda desnuda.
-Oh no.. que haces…no me desnudes…oh nooo.
El joven se dio cuenta que tenía a su suegra había quedado casi desnuda de cintura para arriba. Tiró fuertemente del traje, logrando que este cayera al piso, quedando Merche únicamente con la braga que llevaba puesta. Julio abrazó nuevamente a la mujer por la cintura. Mientras aquella se retorcía, viendo como el joven alcanzó sus pechos desde atrás, atrapándolos entre ellas, y comenzando a sobárselos. Notaba la fuerza del joven, que la dominaba. No se lo podía creer, su yerno la tenía casi desnuda, amasándole sus pechos, que tomaba con ambas manos. Por otro lado, sintió el bulto del pantalón del joven pegado a su trasero. Se dio cuenta de la tremenda erección que portaba el joven.
-Oh cabrón… déjame… te voy a denunciar…. Sueltamente. Ooo no me toques los pechos.. oooo
El joven no solo le masajeó cuanto quiso los pechos desnudos, sino que una de sus manos fue bajando por el ombligo hasta alcanzar el pubis acercándose a su braguita. Aquella intentó evitarlo, con movimientos bruscos, que no surtían efecto. Pronto la mano del joven se introdujo por la parte anterior de la braga, alcanzando los vellos del monte de venus. En ese momento, Merche se dio cuenta de que el joven le iba a tocar su vagina. Hizo cuantos esfuerzos pudo, pero al final, el joven logró alcanzar entre la maraña de vellos, los labios vaginales de su suegra. Oh … quita las manos de ahí oooo
-¡Uh suegra!. ..¡Está bien mojadita!. Exclamó Julio al percibir la humedad de la vagina de aquella mujer. Merche. Se resiste, pero en el fondo tiene todo el coño mojado. “Está necesitada de polla”. ¿Verdad suegra?
-Que me sueltes. Oh…. Te mataré… no paraba de gritar y patalear.
Julio, se concentró durante unos minutos en la vagina de la mujer, pasando abiertamente sus dedos por los labios vaginales, y metiendo algunos dedos dentro de la cavidad vaginal. S dio cuenta que aquella mujer estaba bien lubricada. Su suegra estaba bien mojada.
Eso lo envalentonó. No se lo pensó dos veces, mientras la sujetó, se bajó el pantalón y slip, quedando con todos sus genitales al aire. Merche se percató de ello, exclamando: ¿Por qué se ha bajado los pantalones?... No pretenderás…
-Que cree que voy hacer suegra. ¡Le voy a meter mi polla hasta el fondo! ¡Está bien necesitada!
Le dijo mientras, obligó agacharse a la mujer, triando fuertemente de las bragas, que logró bajar más debajo de las rodillas, casi rompiéndolas. Pese a los intentos de aquella de evitarlo, volvió a tirar con fuerza, viendo como caían al suelo. Ahora tenía a su suegra totalmente desnuda.
Merche, estaba agitada, pataleaba, intentaba zafarse del abrazo del joven, viendo que sus esfuerzos eran en vano. El yerno la tenía firmemente sujeta, mostrando un poderío sorprendente. Se halla desnuda completamente a merced del marido de su hija. Sabía que el joven se la iba a meter. Sentimientos encontrados le afloraron. Por un lado, aquel acto era reprochable, ya que su yerno intentaba violarla. Pero, por otro lado, ansiaba sentir el falo del joven. Nunca se había enfrentado a una situación igual.
Oh Julio… no me la metas. No cometas locuras, .... mira que luego oooo
No pudo acabar de terminar la frase. En ese momento sintió como el joven le abrió bien las piernas, y arremetió contra ella con dureza, clavando su pene que se introdujo casi completamente dentro de su vagina. Sintió un dolor agudo, por la violencia de la penetración. Cuando aún no se había repuesto de esa inicial clavada, otra certera embestida del joven, le terminaba de alojar totalmente su buen falo en el coño. ¡Su yerno la estaba follando!
Oh nooo …gimió la mujer, viendo como aquel falo joven abría totalmente su vagina. Se sentía atravesada. Su joven yerno disponía de un pene bastante más grueso y largo que el de su marido. Aquel falo le llegaba hasta la misma cerviz.
Uf suegra… que ¡coño más caliente tiene! uhmm….
Julio se estremeció ante el placer que le produjo meter su pene en la vagina de su suegra. No solo no encontró aquella vagina bien caliente, sino que le pareció algo estrecha, viendo que las paredes de la vagina se ajustaban perfectamente a su vástago, produciéndole unos calambres que recorrían todo su cuerpo. La madre de su mujer era toda una hembra. Su verga ya estaba dentro de su suegra, con una empalmadura de caballo. Lo que tanto había ansiado, era una realidad. “Se estaba follando a su suegra”.
Tras estos primeros momentos, la tomó por las caderas, para comenzar a embestirla, clavándole su duro falo en el coño, con gran énfasis, y con una vigorosidad asombrosa.
Uf suegrita. ¡Que buena está!.... ¿Siente mi polla dentro?... me la ha puesto bien dura. Le voy a reventar ese coñito. uf siii así suegra…
-Oh Julio te voy a matar…. Oh me abres…ohh no sigas …
Merche, pese a los primeros momentos de lucha, se dio cuenta que sus protestas eran banales. Su yerno se la iba a follar. Más aún, “se la estaba follando”.
Sentía las embestidas de aquel joven semental, pero, le sorprendía el ímpetu y la fuerza con la que el joven taladraba su vagina. Su cuerpo temblaba y se estremecía ante cada penetración. Se sentía totalmente atravesada por aquel falo. Llevaba tiempo sin sentir el pene de su esposo en ella, pero el del joven, le parecía el de un toro embravecido. Estaba claro que su yerno la tenía ganas. “Se la estaba follando con bravura”.
Pese a sus protestas, la mujer vio como su propio cuerpo comenzó a colaborar. La buena verga del yerno, le estaba llevando a la locura sexual. Su cuerpo se aflojó y comenzó a colaborar. Ello facilitó que el pene del joven entrara con mayor facilidad, e incluso permitió que le acariciara sus pechos mientras se la follaba.
-Oh Julio… ¿qué has hecho?… o ¡no puedes hacer esto!…
-¡Claro que puedo suegra!. De hecho, “me la estoy follando”. Llevó días deseándola. Me tiene bien arrecho. ¿nota como tengo la polla de dura?
Merche no respondió. Las palabras del joven la excitaban más. Era cierto que sentía la dureza de aquel sable que le rompía su coño. Lo abría totalmente. Un calor intenso la abrumó. Percibió que se iba a correr. Pese a no haberlo querido, estaba llegando al orgasmo. No se lo podía creer. Su propio yerno la iba hacer correr.
Oh si… así ….vamos, córrase… córrase con la polla de su yerno dentro asi…… le animó el joven, percibiendo la venida de su suegra.
Merche, estaba tan caliente y deseosa, que, al escuchar las palabras del joven, como si le obedeciera, percibió que le llegaba el primer orgasmo. Se iba a correr. El marido de su hija la estaba cogiendo de tal forma que la iba hacer venir. Echó su trasero hacia atrás yendo al encuentro de su yerno, viendo como la verga del mismo le entraba en su totalidad, hasta el mismo fondo. Se convulsionó, retorciéndose sobre su propio cuerpo, atrapando la polla del joven dentro de su vagina. La apretaba, como si tratara de triturarla, hasta que por fin termino alcanzando …el… éxtasis.
El cuerpo de la mujer comenzó a convulsionarse, agitándose de forma descontrolada, casi brincando, mientras giraba su cara observando el rostro de su yerno, no paraba de meterle verga.
No recordaba haber tenido un orgasmo similar en su vida. Empleó tanta intensidad el mismo, que estuvo a punto de desvanecerse. Fue sujetaba por Julio para evitar que se cayera. Este, la abrazó, atrayéndola hacia él, sujetándola, sin retirar su falo del coño de la misma, esperando a que se recuperara. Notó los fluidos de la vagina de la mujer, que descendían y mojaban sus testículos. Le quedó patenta que aquella mujer había tenido un orgasmo descomunal.
Tras esperar que se recuperara, salió del coño de la suegra, y la hizo girar hacia él. La miró a la cara. Merche estaba enrojecida, con los cachetes rojos. Pese haber sido tomada contra su voluntad, la cara de aquella mujer denotaba placer. Cabronazo… ¿Qué has hecho?… ¿Cómo te has atrevido?
Julio observó por primera vez el cuerpo desnudo de la madre de su mujer en la parte frontal. Se recreó, ante la preciosidad de aquella mujer. La propia Merche se percató de tal extremo, ruborizándose. Vaya Merche… ¡no pensé que estuviera tan buena! ¡que pedazo de hembra!
Y, antes de que aquella pudiera reaccionar, tomó a la mujer y la atrajo hacia él. Y, ante la sorpresa de aquella, acercó su boca y la besó en los labios. Oh no… le rechazó aquella. No solo se la estaba follando, sino que pretendía besarla. Era la madre de su mujer. Eso no podía permitirlo.
Julio, no obstante, la alzó un poco, logrando que la mujer abriera sus muslos lo suficiente, para de un certero golpe, volver a encajarle nuevamente su pene en el coño. Entró como un misil en la caliente y encharcada vagina. La embestida del mismo, hizo elevar a la mujer en alto, emitiendo un grito de sorpresa.
Merche quedó atónita ante la fortaleza del joven. Jamás la habían follado de aquella forma. Se estremeció al ver como el joven la embestirla una y otra vez, elevándola en alto con cada penetración, haciendo temblar todo su cuerpo.
Oh otra vez no… ooh.. me rompes.
Merche, no salía de su asombro ante la dureza de aquella cogida. Estaba anonadada ante la vigorosidad con la que su yerno la estaba follando. Se volvía a sentir totalmente atravesada por aquel tremendo falo, percibiendo que, en esa ocasión, le llegaba más adentro. Notaba aquel joven semental estaba cada vez más arrecho. La clavaba con una envergadura que parecía querer romperla.
Y no era para menos. Julio, estaba tan excitado cogiendo a su suegra, que follaba a la misma con extrema dureza. Casi le hacia daño. Arremetía contra el coño de la mujer, clavando una y otra vez su mandarria hasta los mismos huevos, abriendo el coño de aquella al máximo.
-Oh para… me vas a romper oooo
La mujer pese al dolor de aquella cogida, estaba alucinada. La violencia de la penetración era manifiesta, pero, aun así, su cuerpo comenzó a reaccionar con satisfacción. Su yerno la estaba clavando como un verdadero macho. Todo un semental. Todo su ser comenzó nuevamente a convulsionarse. Su yerno no solo la estaba sometiendo, clavándole la polla una y otra vez, sino que la estaba llevando a alcanzar un segundo orgasmo.
Jamás había sentido dos orgasmos de su marido en un mismo acto. Se abrazó al cuerpo del joven, aguantando estoicamente las embestidas de aquel, mientras sentía que se fraguaba su nuevo orgasmo. Se apretó fuertemente al joven, manteniendo clavada totalmente en su coño aquella poderosa verga, volviendo a retorcerse, abrazándose aún más al cuerpo del yerno, mientras se venía en una sonoro y aullador orgasmo. La mujer no reprimió esta vez sus gritos, y gimió alocadamente mientras se venía.
Nuevamente tuvo que ser sostenida por el joven para evitar su desvanecimiento. Esta molida, rota, abatida. Pero aún sentía dentro de ella la punzante daga del joven. Su cuerpo no podía más. Estaba derrotada.
Observó las gotas de sudor del joven. Pero, se percató que aquel no había acabado. El joven le sacó su falo del coño, la tomó en brazos, y la colocó con decisión y firmeza sobre el poyo de la propia cocina sentándola sobre el mismo. La altura era la adecuada. Su coño quedó al mismo nivel de la verga del joven.
Ante la sorpresa de la mujer, el joven le hizo abrir de nuevo las piernas, quedando expuesta toda su vagina ante el mismo. Observó por primera vez el pene del joven, el cual blandía como un misil entre las piernas del marido de su hija. Su cuerpo se estremeció. No pensaba que fuera tan grande. Era un pene largo y grueso, con grandes rugosidades por las enormes venas que los circuncidaban.
Vio como el joven acercaba su pene hacia su inflamada vagina. Se la iba a volver a meter. Su maltrecha vagina estaba dolorida ante las tremendas embestidas del joven. Pero nada podía hacer. Su yerno estaba embravecido, como un toro desbocado. Y, como esperaba, el joven, volvió a clavar con enorme dureza, ensartándole su daga hasta la misma empuñadura dentro de su vagina.
Ohh despacio oo me haces daño …
Pero Julio no estaba para contemplaciones. Excitado al máximo, comenzó a perforar una y otra vez la vagina de la suegra. Arremetió contra aquella, sintiendo como su falo se alojaba profundamente dentro de aquella caliente cueva. Aquel coño lo tenía alterado, excitado como nunca. Su suegra había descubierto que era mejor hembra de lo que se había imaginado.
Pese a sentirse casi al límite por la fuerza empleada hasta la fecha, se percató que estaba a punto de venirse. Necesitaba correrse. Llenar aquel caliente coño. Por ello, saco fuerzas de flaqueza, y con nuevos bríos, intensificó sus penetraciones, hasta notar como se hinchaba su verga dentro de la vagina de la mujer. ¡Estaba a punto de venirse! ¡Lo necesitaba!
Merche se dio cuenta igualmente de ello. Se dio cuenta que su yerno estaba a punto de correrse. Lo percibía. Pero… ¡no podía correrse dentro!... ¡no estaba protegida!... ¡era una locura!
Por ello, asustada le grito: Julio… ¡no lo hagas dentro!… No me cuido…. Dentro no…
Pero Julio no la escucho. Tampoco estaba por la labor. El polvo que le estaba echando a su suegra era de tal calibre, que necesitaba correrse dentro. Quería recordarlo. Por ello, continuó martilleando el coño de la suegra, mirándola a la cara, embistiéndola con igual dureza, diciéndole: ¡Le voy a dar toda mi leche suegrita! Lleva tiempo sin que le rieguen ese coño. “Su yerno se lo va a dejar bien regado!
-Oh no… no se te ocurra… oo lo vas hacer…
Julio sujetó con fuerza a la suegra, evitando cualquier intento retirarse, intensificando la penetración, hasta que, por fin, su semen comenzó a emerger con gran fuerza y velocidad desde sus testículos. Llevaba unos días sin hacerlo. Ansiaba descargar dentro del coño de la madre de su esposa. Había soñado con eso. ¡Dicho y hecho! Su verga comenzó a lanzar las primeras lechadas de espeso y caliente semen dentro de la cavidad vaginal de la suegra, al que siguieron varias lechadas más.
Merche notó la fuerza con que el espeso semen del yerno colisionaba con las paredes de su vagina. Sentía la potencia del mismo, y la fuerza con la que eran lanzado, percibiendo que gran parte fue a parar profundamente en su vagina. Esa vigorosidad, le demostró que su hija tenía un buen semental. Agradeció no estar ovulando. De haber estado en período fértil, con toda certeza la hubiera embarazado.
Cuando por fin acabó, supo que aquel joven se había corrido copiosamente dentro de ella. Cuando su esposo lo hacía, apenas sentía su lechada. La del yerno era imposible no sentirla. No solo por la potencia con que era lanzada, sino por la abundancia.
Cunado por fin el joven salió de ella, la mujer se miró su entrepierna, viendo como salían unas gotas de semen por los labios de su más que abierta vagina. Miro al joven, observando que pese haberse corrido, aún su verga se mantenía casi firme. Terminó por decirle: ¿Cómo te has atrevido a correrte dentro? ¿es que quieres embarazarme? ¡eres un loco!
El joven la miró, y le dijo algo nervioso: ¿No me diga que esta en sus momentos fértiles?
No.. creo que no. Pero, lo que has hecho es una temeridad. ¡Además, me has violado! ¡eres un sinvergüenza!
Merche tomo su vestido y sus bragas y se dirigió a su dormitorio, caminando con dificultad. Sentía su coño dolorido, e inflamado. Tras asearse, salió fuera. Allí le esperaba Julio, que igualmente se había aseado en el baño de invitados.
La mujer ya vestida, le miró, volviendo a adoptar aquella mirada de mujer altanera, recta y dura, diciéndole: Eres un sinvergüenza. ¡Me has violado! ¡Me has mancillado! Jamás le había sido infiel a mi esposo. No quiero volver a verte. Anda… márchate. sal de mi casa….
Julio no quiso importunarla más. Sabía que había traspasado una barrera peligrosa. Él tampoco había sido infiel a su esposa. Y su primera infidelidad lo había sido con la propia madre de aquella. No sabía si estaba arrepentido o no, pero reconocía que el polvo que le había echado a su suegra, era el mejor de su vida. Ni si quiera su mujer lo podía igualar.
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