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Jairo y su Madrastra Brenda - Capitulo 001
Tras el fallecimiento de su mujer, Benicio, el padre de Jairo, conoció a otra mujer bastante más joven llamada Brenda. Su ancestro ya había superado los cincuenta y cuatro años, cuando, Jairo era aún un adolescente. Tras unos años en pareja, por fin contrajeron matrimonio, yendo Brenda a vivir con Benicio. Esa circunstancia llevó a problemas de adaptación con Jairo, ya que este no admitía que su padre se hubiera casado con aquella mujer.
Brenda era una mujer que aún estaba en la plenitud de su vida, y no sobrepasaba los treinta y seis años de edad. Se había conservado virgen hasta la fecha en que conoció a Benicio. Pertenecía a una familia bastante conservadora y profundamente religiosa. El padre de Jairo era amigo de aquella familia desde hacía tiempo, y por ello, al fallecer su mujer, aprovechando una visita, comenzó a hablar con la mujer hasta que al final, tras un periodo de noviazgo, por fin decidieron casarse. Brenda era joven bastante apuesta, casi delgada, no muy alta, con un cuerpo y una anotomía casi perfecta. Hasta el propio Jairo se extrañó de que su padre hubiera podido conquistar aquella joven.
Durante los primeros momentos, la pareja parecía bastante feliz, aunque las relaciones entre Brenda y Jairo siempre fueron distantes. Jairo, se concentraba en sus estudios y en su equipo de baloncesto, en el que jugaba. Por aquellas fechas, Jairo alcanzó los diecisiete años, y cursaba el último curso antes de ir a la Universidad. Ya destacaba como un joven bastante apuesto, alto, con cuerpo bastante robusto y bien fornido, favorecido por el deporte que practicaba. Sin embargo, parecía algo introvertido, y poco sociable. Tampoco se le conocía muchas amigas, solo sus amigos del equipo de baloncesto. Esta circunstancia llego a preocupar a su padre, quien llego a confesarle a Brenda, la posibilidad de que su hijo tuviera tendencias homosexuales.
Sin embargo, la realidad era bien distinta. El joven estaba en su plena etapa de desarrollo, y a su edad, la efervescencia sexual le llevó a comenzar a consumir todo tipo de revistas porno, pelis, etc. Era verdad que aún se conservaba virgen, pero no por ello dejaba de masturbarse casi diariamente, pero eso sí, a escondidas de su familia. Era bastante tímido, pero sumamente cauto, y sabía ingeniárselas para que nadie se percatara de ello. Tampoco su tendencia era homosexual. Le gustaban las mujeres, aunque su timidez le llevaba a ponerse bastante nervioso cuando estaba con sus amigas. Sus encuentros con aquellas no pasaban de las conversaciones.
Jairo ocupaba una habitación que se hallaba en al ático de la casa, mientras que su padre dormía en la planta inferior, estando el salón y la cocina en la planta baja. Para ducharse tenía que acudir al baño de la planta intermedia. La planta sótano estaba destinada a garaje, trastero y un pequeño gimansio.
Una noche, el joven se despertó con bastante sed. Normalmente llevaba una botella de agua a su dormitorio, pero esa noche, aquella se había acabado. Por esa razón, decidió bajar a tomar algo en la cocina. Tras tomar agua, y reponer la botella, decidió regresar a su dormitorio. Al llegar a la planta alta, escuchó unos gemidos que parecían provenir del dormitorio de su padre. Algo preocupado y en el fondo con cierta agitación, se acercó al dormitorio. Su primer pensamiento era que su padre pudiera tener algún percance a media noche. A medida que se acercaba se percató que los gemidos parecían proceder de una mujer. No podía ser otra que Brenda. Con cautela, se fue acercando, hasta constatar que la puerta se hallaba un poco abierta, no mucho, pero lo suficiente para que el joven pudiera divisar lo que ocurría en su interior. Con agitación, curiosidad, pero también con bastante morbosidad, decidió comprobar que ocurría. Cuando sus ojos tuvieron una visión de lo que ocurría en la habitación de su padre, se quedó petrificado. Contempló como su padre se encontraba casi desnudo boca arriba en la cama, mientras Brenda, lo montaba sobre sus muslos, constatando que estaban haciendo el amor. La mujer de su padre, se mostraba con un baby doll, verificando que aún conservaba el sostén. No llegó a distinguir bien el cuerpo de la mujer porque estaba de espaldas, lo que le impedía visualizar el cuerpo de la misma. Su morbosidad le llevó a contemplar unos momentos la escena, verificando que al poco tiempo su padre acabó, y se dejaron dormir.
Jairo se retiró, mostrándose bastante excitado ante la visión que había podido comprobar. Pese a que no había podido ver desnuda a la mujer, había podido constatar el desnudo trasero de aquella. El recuerdo de la escena, y aquellas dos personas haciendo el amor, le llevó a volver a cascarse una nueva paja, pese haberse corrido antes de dormir. A partir de ese momento, Jairo miró a la mujer de su padre de forma más lasciva, aunque sin decirle nada, manteniendo las distancias.
Unos días después de aquel suceso, en la tarde, tras llegar del instituto, el joven entró a ducharse. Había comprobado que no había nadie en la casa. Al hallarse solo, decidió bajar la Tablet que tenía en su dormitorio y entró al baño con la intención de cascarse una paja. Primero se duchó, y antes de vestirse, se sentó tranquilamente en el inodoro, completamente desnudo, y se puso a visualizar páginas porno. El joven siempre había tenido la precaución de cerrar la puerta, pero ese día, por circunstancias del destino,
la misma no quedó bien cerrada.
Llevaba unos minutos visualizando una peli porno, comenzando a masturbarse, con el pene en su mano, meneándosela, cuando repentinamente, se abrió la puerta del baño, apareciendo su madrastra. Jairo se quedó paralizado, viendo como la mujer, se mostraba igualmente sorprendida, al contemplarlo completamente desnudo con su falo en la mano: Oh… Jairo. ¿oh Dios que estás haciendo?… que indecencia…
Jairo se quedó sin habla. No se esperaba aquello. Juró que habían cerrado la puerta. Intentó taparse, pero sin éxito, ya que se hallaba totalmente desnudo. Su pene en ese momento había alcanzado una buena erección. Debido a sus dimensiones, se mostraba bien erguido y enfilado entre sus piernas, por lo que la mujer pudo apreciar parte de éste. -Oh. ¿no sabes llamar? Oh…exclamó el joven, sorprendido y avergonzado.
Brenda, pese a su sorpresa inicial, no hizo amán de retirarse. Sin saber la causa, se dilató observando el cuerpo desnudo del joven, excitada al ver el proporcionado aparato genital que el hijo de su marido calzaba entre sus piernas. Pese a que el joven intentaba ocultarlo, la mujer pudo constatar gran parte de aparato del joven. Se dio cuenta igualmente de la Tablet, comprobando que el joven estaba visualizando paginas eróticas, ya que logró verificarlo. ¿pero qué estás haciendo…?. ¡que guarrada! ¡que indecencia! Exclamó mientras abandonaba el baño, cerrando la puerta.
El joven se quedó desconcertado. Tanta precaución que siempre había puesto, y había sido descubierto, nada más y nada menos, que por su propia madrastra. Su preocupación se hizo patente. Se dio cuenta que su madrastra lo había visto totalmente en pelotas, masturbándose. No pudo acabar la masturbación. Se vistió y se dirigió a su dormitorio, encerrándose en él, completamente aturdido. ¿Qué diría su padre cuando aquella se lo contara? Maldijo no haber cerrado bien la puerta del baño. Su malestar hacia la mujer fue más ostensible.
Brenda por su parte, consternada ante lo que había visto, se dirigió a su dormitorio. Su agitación era manifiesta. Aún recordaba al joven hijastro, con su pene en las manos, y las escenas eróticas que se reflejaban en la Tablet. Pensó: ¡Y, Benicio cree que es gay! Pese a su primera repulsa por la acción del joven, se notó extraña al recordar el tremendo cuerpo del hijastro, completamente desnudo, con aquellos bíceps, que, pese a sus diecisiete años, ya parecían los de un deportista nato. ¡Y su falo! Era algo que la agitó sobremanera. Ella era una joven casta, conservadora, profundamente religiosa, que jamás había visto una peli o revista erótica. Había visto el pene de su marido, y en pocas ocasiones. Sin embargo, se percató que no tenía parecido con el pene de su joven hijo. No llegaba a comprenderlo. Solo lo había visualizado por encima, de refilón, pero reconoció que era mucho más grande y grueso que el de su propio padre.
La mujer que jamás conoció a otro hombre antes de su marido. Mientras estuvo bajo el sometimiento de sus padres, se mostró como una joven piadosa, religiosa y sumamente pulcra. Al casarse con Benicio, tras conocer el sexo, se dio cuenta que no iba a poder vivir sin el mismo. Era aún joven, y desde los primeros momentos se mostró bastante activa sexualmente. Es cierto que Benicio era igualmente un hombre tradicional, donde se limitaban a practicar el sexo, casi con una luz tenue, y en plan misionero o ella le cabalgaba, pero sin más ingredientes sexuales. Benicio durante los primeros meses la satisfizo bien, pero luego, la actividad sexual y potencia del hombre, fue disminuyendo, notando la joven que no llegaba a satisfacerla como ella quería. Eso fue lo que la revolucionó. Contemplar el cuerpo desnudo del hijastro, ver su aparato reproductor, y la masturbación que llevaba aquel, transformó sus ansias sexuales. Por otro lado, su hijastro, pese al distanciamiento que había tenido hacia ella desde los primeros momentos, reconoció que era un joven sumamente hermoso, con un rostro bello, sensual, y que no dejaba inmune a cualquier mujer. Su marido le había indicado que su hijo tenía los rasgos de su madre. Había comprobado en fotografías que la mujer de Benicio era sumamente guapa, con unos ojos azules preciosos y bastante hermosa. Rasgos que heredó su hijo.
La mujer, se quedó pensando si debía contarle ese suceso a su esposo. Dada la animadversión del joven hacia ella, hubiera sido una buena oportunidad para vengarse el joven, y que su padre le reprendiera severamente. Pero, se lo pensó mejor. Se dijo:
“Benicio se enfadará muchísimo y lo reprenderá. Mis relaciones con ese joven se harán cada vez más complicadas. No creo que eso sea lo que me convenga”. Esa fue la razón que llevó a la mujer, a mantener silencio sobre la ocurrido y no comentar nada a su esposo. Luego constató que esa decisión fue acertada. Jairo se quedó desconcertado, cuando a la mañana siguiente, encontrándose en la cocina, su padre nada le dijo, hablando con él con total naturalidad. En ese momento, el joven comprendió que su madrastra había guardado silencio. Miró a Brenda. Su mirada expresó agradecimiento a la mujer, por su silencio. Extremo que Brenda captó claramente en la cara del joven. Era la primera vez que veía un gesto amable por parte del hijastro.
En la tarde, cuando el joven regresó del instituto, se encontró en la cocina a Brenda. La saludo, yendo a beber un poco de agua, aunque, se mostraba algo apenado y avergonzado. Brenda, quiso romper el hielo, preguntándole: Jairo, ¿te preparo algo de comer?
El joven la miró. No era lo que acostumbraba hacer. El siempre había sido totalmente independiente en la casa. No obstante, no quiso ser arisco como en otras ocasiones. Por ello le contesto con cierto nerviosismo: Vale. Voy a dejar los libros al cuarto y, vuelvo.
El joven, mientras dejaba los libros en su habitación pensó en lo ocurrido. La mujer de su padre, le había recibido con naturalidad, y hasta le había hablado bien. Por ello, decidió olvidar su animadversión hacia ella, y corresponder, y no mostrarse tan distante de la misma. Bajo hasta la cocina como había quedado, comprobando que Brenda le había preparado algo para merendar. El joven se sentó a la mesa, y ella lo hizo a su lado, comiendo algo parecido a lo que había preparado al joven.
Cuando acabó, Jairo miró a la mujer, y se atrevió a decirle: gracias por no decirle nada a mi padre. ¡siento de veras lo ocurrido!
La mujer se quedó sorprendida de la nueva actitud de su hijastro: -Tranquilo Jairo. Eres joven y entiendo que tengas tus necesidades. Pero debes de tener cuidado. Podría haberte pillado tu padre, y ¿ya sabes lo recto que es?
-Si. ya lo se… pero, pensé que había cerrado la puerta. Le contestó el joven.
No obstante, la mujer de forma cariñosa, le dijo: Sabes que provengo de una familia bastante tradicional. La verdad es que, jamás había visto escenas de esa clase…¿crees que eso te hace bien?.. no se…¿esas acciones crees que son buenas?
Jairo la miro algo sonrojado. Esta vez comenzó a sentirse más relajado, pese a la tensión de estar hablando de sexo con propia madrastra: bueno… ¡solo sé que mis amigos lo hacen! No tengo novia… Se detuvo en momento y continuo: ¡Por favor no se lo digas a mi padre! ¡Él no lo comprendería!
Bastante nervioso y avergonzado, demostrando su gran timidez, marcho a su habitación. A partir de ese momento comenzó a ver a la mujer de su padre de otra manera, y las relaciones entre ambos mejoraron ostensiblemente. Brenda se quedó bastante satisfecha del suceso, ya que había logrado mejorar sus relaciones con el hijastro.
Pero, al margen de esa satisfacción, percibió que algo cambió también en ella. Comenzó a ver al joven hijo de su marido de otra forma, como un hombre. Había visto cómo se masturbaba, y, había tenido ocasión de visualizar el buen aparato que parecía disponer. El recuerdo le producía cierta intranquilidad y hasta un cosquilleo. Pese a su antecedentes conservadores y sumamente religiosos, no pudo dejar de rebobinar en su cabeza, una y otra vez, aquella escena del baño. Benicio, su marido no la satisfacía sexualmente como ella quería. En varias ocasiones no alcanzaba el ansiado orgasmo, viéndose obligada a fingir.
Por otro lado, la continua visión del joven día a día en la casa, tan apuesto, sumamente varonil, con aquel cuerpo atlético, fuerte y vigoroso, pese a su corta edad, y aquella carita tan bella y casi angelical, la comenzó agitar. Casi sin pensarlo, se vio cambiando de indumentaria, con la finalidad de mostrarse más atractiva ante el joven. Su agitación, le llevó hasta comprobar el olor corporal que desprendía la ropa del joven, especialmente su ropa interior. Dejó de vestir tan conservadoramente, para comenzar a usar prendas más ligueras, menos ortodoxas, especialmente cuando el joven estaba en casa. Adquirió algunas faldas más cortas que las que solía ponerse, y alguna de ellas, sumamente atrevida, que no pensaba utilizar cuando su marido estuviera en casa.
Ese cambio, igualmente fue una sorpresa para Jairo. La primera vez que verificó la indumentaria de Brenda, portando aquella falda sumamente corta, que dejaba a la vista gran parte de sus muslos totalmente blancos, trastornó al joven. Le causó tanto efecto, que apenas pudo reaccionar. Las faldas o trajes bajos que hasta la fecha usaba, no le dejaban apenas las piernas. La mujer captó el efecto que su cambio en la vestimenta había causado al joven. No fue ajena a las miradas del joven hacia sus muslos, y eso le agrado. Eso, la llevó a ser más activa. Adoptó alguna pose excitante, haciéndose la descuidada, para que el joven pudiera ver algo más, hasta el punto de dejar entrever sus bragas. Era algo que jamás pensó que pudiera llegar hacer, pero percibió que la presencia del joven, la excitada.
Obviamente se fijó en el bulto que se formaba en el pantalón del joven, el cual, se mostraba nervioso, dirigiéndose rápidamente hacia la planta superior, para meterse en el baño. Se sonreía, consciente de que aquel iba a terminar masturbándose, tras ver sus muslos.
Acciones similares se fueron sucediendo en los días siguientes. Brenda, no obstante, tomó la precaución de cambiarse antes de la llegada de su esposo, para evitar que su marido la viera usando aquellas prendas. Pero, sus ansias, la llevaron a ser cada vez más atrevida. Le comenzó a tomar gusto, y experimentar aquella sensación de poner nervioso y excitado al hijo de su esposo. Tanto, que, en una de las ocasiones, se decidió a ser más osada. Tras asearse, dejó sus bragas usadas en la cesta del baño. La intención era clara, “que el joven se fijara en ellas”. ¡Es una locura! ¡No sé qué estoy haciendo! - se decía, mientras las colocaba entre el resto de la ropa, de tal forma que el joven se pudiera percatar de ellas.
Jairo, se había acostumbrado aquellas escenas, y se refugiaba en el baño para tocarse una soberana paja, pensando en la mujer de su padre. Era consciente de que su madrastra sabía lo que iba hacer. Brenda había pasado a ser la fuente de sus fantasías eróticas. Su testosterona en aquella fecha estaba por las nubes, y no paraba de cascársela cuando podía.
Esa tarde, al entrar en el baño, se percató de la existencia de las bragas usadas que aparecían en la cesta de la ropa para lavar. Inicialmente la miró, extrañándose que aquella las hubiera dejado tan a la vista. Agitado, las tomó en sus manos, y comprobó la zona donde la prenda había estado en contacto con la vagina de la mujer. ¡Se dijo que era una indecencia! ¡Que era la mujer de su padre! Pero su morbosidad fue superior y terminó por acercar dicha prenda a sus fosas nasales. Aspiró el olor de la misma. Sus fosas nasales se impregnaron de aquel olor femenino. No pudo más. Al instante se acabó masturbando, mientras mantenía cerca de su nariz la prenda íntima de su madrastra.
La mujer, se percató de que su hijastro había visualizado dicha prenda, ya que no la encontró como la había dejado. Dedujo que su hijastro se había masturbado con la visión de la misma. Eso la estimuló a volver a dejar nuevamente su braga usada a la vista del joven en la cesta. Uno de los días, Brenda apreció que se encontraba bastante caliente. Tanto, que percibió que manchó descaradamente con sus flujos la braga. Pese a ello, la volvió a dejar a la vista. Cuando Jairo visualizó la prenda, comprobó el intenso olor que desprendía, y hasta palpó la humedad de la misma. Se imaginó que no hacía mucho tiempo que Brenda se había cambiado la braga. ¡Que cabrona! Ha vuelto a dejar sus bragas aquí. ¿qué raro?!
Ello no fue óbice para que, volviera a captar el olor de la citada braga. Y, al constatar el olor de la vagina de la mujer de su padre, esta ver con un olor mucho más intenso, su agitación aumento. Observó como emergió su mástil bajo el pantalón. El intenso olor que desprendía la prenda lo trastornó: ¡Hoy huele de maravilla! Fue suficiente para terminar cascándose una buena paja. Pero, no se quedó en ello. Su excitación le llevó a correrse en las mismas bragas usadas de su madrastra. Unas buenas lechadas empaparon la citada prenda. Cuando acabó, se dio cuenta que había manchado descaradamente la braga. Pese a que intentó limpiarla como pudo, no pudo eliminar el olor a su semen y restos del mismo. Nervioso abandonó el baño.
Brenda que esperaba ansiosa el resultado. Se apresuró a comprobar la misma, entrando, nada más salir el joven del baño. Se agitó tremendamente al oler su prenda y visualizar los restos de semen del joven. Un estremecimiento recorrió su cuerpo y especialmente su entrepierna: ¡Oh que fuerte: se ha corrido en mis propias bragas!
Durante la noche se notaba tan excitada que buscó a su esposo, pero pese a realizar el sexo, realmente no quedó satisfecha. Esa sensación de insatisfacciones, le llevó a mostrarse con una gran calentura a la mañana siguiente. Recordó al joven y su bien proporcionado pene. Su agitación incrementó. Comenzó a sentirse intranquila, deseosa. Tanto, que pensó en la manera de excitar más al joven. No es que pretendiera tener nada con el mismo, pero esas miradas, las acciones del joven corriendo a masturbarse, los deseos, etc la mantenían viva y ansiosa.
Marchó al centro comercial y adquirió una indumentaria surgente, con la excusa de hacer gimnasia en la casa. En la planta sótano, Benicio, y especialmente Jairo, disponían de una bici estática, y algunos aparatos de gimnasia. Ideo la oportunidad de practicar un poco de mantenimiento, y al propio tiempo, tener la ocasión de excitar al joven. Su morbosidad iba cada vez en aumento. No sabía contenerse.
En la tarde, espero a que el joven bajara al sótano para hacer deporte como ocurría determinados días de la semana. No se lo pensó dos veces, acudió a su dormitorio, se cambió, colocándose una tanga, y encima un pantalón malla que le marcaba completamente sus perfectas nalgas. Aprovechó y se puso una camiseta bastante ceñida, para que destacaran sus pechos. Al mirarse al espejo se quedó nerviosa. Era la primera vez que vestía de aquella forma. Se miró por delante, y observó que se marcaba hasta la silueta de su coño. Dudó si era prudente presentarse así ante aquel joven. ¡Era una clara provocación! ¡Si Benicio me ve con esta vestimenta creerá que soy una puta! se dijo. Sin embargo, tomando valor, se presentó en el sótano.
Cuando Jairo la vio, se quedó electrocutado. Sus ojos no daban crédito a lo que estaba viendo. Su madrastra parecía una jovencita, que vestía aquella malla tan ajustada, tan sensual, que le dejó sin respiración. ¡Joder como está la mujer de mi padre!
-Hola Jairo. ¿No te importa que haga un poco de gimnasia? Tengo que realizar un poco de ejercicio diario. “Tengo que bajar estos michelines” que se me están formando.
-Claro que no. Me parece muy bien. - le contesto el joven, que no salía aún de su asombro. ¡Que michelines va a bajar, si esta como una pibita!, pensó.
-Oye ¿me podrás indicar algunos ejercicios? Ya sabes, tengo poca experiencia. Y, tú ¿seguro que los conoces perfectamente? - le sugirió la mujer.
-de acuerdo. Le contestó el joven, que vio la oportunidad de intimar más con aquella mujer. Por ello, comenzó indicándole unos ejercicios de calentamiento.
Obviamente, alguno de aquellos ejercicios, implicaban que la mujer tuviera que agacharse, mostrando el perfecto trasero, que el joven de limitó a contemplar excitado. Jairo no sabía cómo ocultar su erección permanente. No obstante, como pudo, le fue señalando una serie de ejercicios, corrigiéndola, acercándose a ella, y hasta tomándole en algunas ocasiones los brazos, para que los pusiera correctamente acorde con el ejercicio.
La mujer se limitó a realizar unos cuantos ejercicios y se retiró. Pero volvió a repetir, en los días posteriores. Jairo cada vez estaba más convencido que aquella mujer quería algo de él. Cuando la observaba realizando los ejercicios, su excitación se incrementaba, especialmente al contemplar la entrepierna de la misma, y ver como se le marcaba claramente los bordes de la raja del coño. ¡Era como una enfermedad! En varias ocasiones pensó: ¡Joder Brenda que polla te metería! ¡Eres la mujer de mi padre, pero no me importaría clavarte mi pene hasta la empuñadura!
Brenda, observaba las miradas del joven, y se imaginaba esos pensamientos. Era consciente de que el joven la observaba con gran codicia en sus ojos. La visión del bulto que se formaba en el pantalón del joven, era más que evidente. Para colmo, esa excitación aumentó un día, cuando el joven comenzó a calzar igualmente un pantalón corto, tipo malla, que utilizó para realizar los ejercicios en la bici estática. Eso revolucionó a la mujer.
Brenda observó el primer día esos pantalones, y no pudo evitar ruborizarse. Se dio cuenta del tremendo bulto que se formaba la entrepierna del joven, demostrativo de los buenos genitales del mismo. Bulto que se vio incrementado, cuando el joven comenzó a observarla realizando los ejercicios. Ella capciosamente, adoptaba unas poses, intentando poner a la vista del joven su trasero. Sabía que eso enardecía al hijastro. Y, esas poses, se volvían más provocativas cuando notaba la polla de la joven, marcada en el pantalón malla.
Brenda se notó tan excitada que, se vio obligada a terminar los ejercicios y subir a su habitación. Ya en el dormitorio, comenzó a tocarse su entrepierna. Nunca se había masturbado, pero en esa ocasión comenzó a frotarse el coño sobre la tanga. ¡Oh joder es nene me ha puesto bien caliente! ¡El cabronazo se he empalmado viéndome! He visto su bulto. Oh… “parecía que se le iba a reventar”.
Agitada, apartó su tanga, y comenzó a frotarse el coño por ver primera. Miró su cuerpo reflejado en el espejo de la habitación. Vio su vagina, con abundantes vellos que rodeaban su raja. Se imaginó el pene del joven a punto de entrar en ella. Eso fue suficiente, para meterse los dedos hasta alcanzar el orgasmo. Cuando acabó, se quedó sorprendida. ¡Era la primera vez que se corría sin su esposo! ¡Oh Dios… que pecado estoy cometiendo! Ese joven me está volviendo loca. ¡Tengo que acabar con esto! No puedo seguir pensando en ese joven. Es el hijo de mi esposo. Pero, pese a esos pensamientos, no cesó en sus provocaciones hacia el hijastro.
La ansiedad de la mujer, y sus provocaciones, le llevaron a dar un paso más. Un sábado por la mañana, viendo que su esposo acudió a la empresa, ya que tenían que hacer unos trabajos extra, y que no regresaría hasta bien entrada la tarde, la puso en alerta. Se agitó. Sabía que el hijastro se había quedado en su dormitorio tras desayunar. El joven tenía allí su mesa para estudiar y con acceso a internet. Un cosquilleo invadió su entrepierna. Necesitaba hablar con el mismo, sentir su presencia. No pudo con su condición y decidió visitarlo en el ático.
Antes de subir, le preparó un zumo de naranja con unas galletas, como escusa. Al llegar a la puerta, dudo si tocar o no. Puso su oído, y escuchó voces, como de gemidos. Un estremecimiento la sacudió. “Joder está viendo porno”. Dedujo que el joven debía estar visualizando alguna película porno, ya que escuchó voces de mujer. No se lo pensó más y tocó a la puerta.
Y, no le faltaba razón. El joven se encontraba visualizando una peli erótica en su ordenador, sentado tranquilamente, portando únicamente un slip, el cual había apartado, para comenzar a masturbarse viendo las escenas de la peli. Al escuchar que tocaron a la puerta, “casi le da un soponcio”. Inmediatamente paró la visualización de la peli, dejándola en pausa, y se colocó bien el slip. Pensó que podía ser su padre, por lo que colocó unos libros sobre la mesa, para aparentar que estudiaba. Tras ello con voz algo débil: ¿quién es?
-Soy yo Brenda. ¿Puedo pasar? Oyó la voz de su madrastra.
¡Joder, es mi madrastra! Y, yo en esta lid.! Se quedó nuevamente paralizado. Sin embargo, se tranquilizó. No podía decirle que no entrara. Total, aquella mujer ya le había visto desnudo. Por lo que le respondió: pasa…la puerta está abierta.
Brenda, abrió la puerta y accedió al interior. Oh perdona… ¿no sabía que estabas…? Solo venía a traerte un zumo y estas galletas. Le dijo, mientras se acercó hasta donde se hallaba el joven, con la excusa de dejarle la bandeja con el zumo en la mesa. Al acercarse más, se percató que el joven estaba casi desnudo, portando únicamente un slip como única prenda. Se asombró al ver que dicha prenda mostraba un abultamiento considerable. Se excitación fue inmediata. ¡Su hijastro se estaba masturbando, no le quedaba la menor duda! Te lo dejo por aquí. Le contestó con intención de retirarse.
Antes de marcharse, dirigió la mirada hacia la pantalla del ordenador comprobando que estaba girada hacia un lado. Eso la puso sobre alerta. La pantalla estaba colocada para que ella no pudiera verla. ¿Qué estará viendo este pillín? No se lo pensó dos veces, y se detuvo para preguntarle: ¿estas estudiando?
El joven se quedó casi sin habla. Nervioso, sin saber que contestar, observó la falda bastante corta que portaba la misma, donde se podía visualizar las bonitas y contorneadas piernas de su madrastra. Se sintió abrumado. Con voz entrecortada le contesto: si… aprovechando un poco.
La mujer, lo miró fijamente a la cara, y sonriendo, le contestó: ¿estás seguro? ¿Porque has girado la pantalla del ordenador? ¿Para qué no vea lo que estabas visualizando? ¡eres un pillín!
Jairo enrojeció. Se dio cuenta que su madrastra lo había vuelto a pillar. Agachó un poco la cabeza, enrojeciendo. En el fondo era un joven bastante tímido, y la presencia de aquella mujer lo abrumaba.
Brenda, se dio cuenta de que había pillado de nuevo al joven. La cara de abatimiento y sumisión del mismo, más la excitó. Le gustaba ver al joven así, sumiso, abatido, entregado, ante su presencia. Por ello se mostró más osada, preguntándole: ¿puedo ver lo que veías en el ordenador? ¡te prometo que no se lo diré a tu padre.!
-Pero… No se… ¡es algo…!... intento responder el joven, casi tartamudeando ante la pretensión de la mujer.
-venga. ¡Se lo que estabas viendo! Le contestó ella. Muéstrame la pantalla. ¿estabas viendo una peli porno verdad? Si te digo la verdad, jamás he visto una. “Tengo curiosidad por ver una” le contesto, con agitación la mujer, ante el asombro del joven.
El joven, se sintió acorralado. No esperaba que la mujer de su padre le pidiera ver una peli porno, estando ella presente. Pese a todo, percibió un calambrazo en su pene.
Tras salir de su asombro y aturdimiento, giró la pantalla, y Brenda pudo ratificar que era una escena porno. La pantalla se encontraba detenida, en pausa, pero en ella se identificaba claramente una mujer adulta con un joven, al cual le estaba tocando el pene. El corazón de la mujer se aceleró. Parecía que se le iba a salir el corazón. Era la primera vez que veía una escena de esas características. ¡Los dos actores estaban completamente desnudos!
Para Brenda, era algo nuevo, pero que siempre había tomado como pecaminoso. Volvió a visualizar la imagen que aparecía en la pantalla del ordenador. En ella vio reflejada a un joven y una mujer de edad más madura, completamente desnudos. La mujer parecía estarle haciendo una felación al joven. Tenía el pene del joven en su boca. Se estremeció ante aquella imagen. Pese a sentirse abrumada, reaccionó, y con morbosidad, le pidió al joven que continuara con la visión de la peli. Necesitaba ver en movimiento aquella escena.
-Oh Jairo. ¿Tú ves estas pelis? ¡Pero si están completamente desnudos! ….”Anda dale a la play”….. Jamás había visto algo semejante.
Jairo, viendo que su madrastra pretendía que le mostrara el contenido de la peli, miró hacia la puerta, como preocupado que pudiera aparecer su padre. Brenda se dio cuenta de la preocupación del joven, y le dijo: No te preocupes. ¡Estamos solos!. Tu padre marcho a trabajar y no regresará hasta bien tarde.
El joven, al escuchar a la mujer, se tranquilizó, pese a su presencia. Decidió continuar con el visionado de la peli, pulsando sobre el ratón. En la pantalla del ordenador comenzó a reproducirse de nuevo la peli. Aparecieron los personajes en plena acción. El corazón de la mujer comenzó a latir precipitadamente. Era la primera vez que veía a dos actores porno haciendo sexo. Se percató que, pese a la edad del actor, el joven disponía de un buen pene. Sus ojos se abrieron como platos al comprobar como la mujer introducía gran parte del falo del joven en su boca. Luego, lo hacía salir y entrar, viendo como el joven se estremecía de placer ante ello.
Brenda, no salía de su asombro. Notó como un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Estaba viendo por primera vez una peli porno, y encima, en compañía del hijastro. ¡Era algo inconcebible! No se atrevía a mirar al mismo. En cierto sentido, se sentía avergonzada. Sin embargo, continuó el visionado, con gran atención.
Tras unos momentos más de felación por parte de la mujer, aquella se detuvo. Observó como mantuvo al joven sentado, con su verga enfilada hacia arriba, contemplando la pujanza del falo de aquel joven actor. Luego, la misma se fue situando a horcajadas a ambos lados de las piernas del joven, hasta que su vagina quedó a la altura del pene del joven. Brenda casi se desmaya al ver cómo la mujer, fue descendiendo, gimiendo, mientras se clavaba la totalidad de la daga del joven. Los gemidos de la mujer en la peli, pese a estar en versión original, excito a ambos. Oh Jairo. ¿Ves estas pelis con frecuencia?
-Cuando tengo ganas de masturbarme- le reconoció el joven. Lo dijo aún, con el rostro enrojecido. Pese a ello, mantenía una tremenda excitación.
Brenda, dirigió su mirada hacia la entrepierna del joven, percibiendo la erección, que le pareció sumamente evidente. Resultaba tan manifiesta, que parecía querer salirse del slip. Su primera reacción fue echarse la mano a la boca, exclamando: Oh Jairo… ¡cómo te has puesto! …
La excitación de la mujer era igualmente notoria. Se hallaba sumamente agitada. No solo por la visión de la peli, sino por la tremenda erección del muchacho. Percibió que se estaba acalorando por momentos. Su mirada pasaba de la pantalla del ordenador a la entrepierna del joven. Su intranquilidad era manifiesta, pero también su tremenda excitación. Era consciente de que había mojado claramente su braga.
Mientras visualizaba como la mujer cabalgaba al joven en la peli, de dio cuenta que su hijastro, tremendamente excitado, se echó mano al bulto de su pene. Al joven le dolía su pene ante la erección que portaba dentro del slip. Miró la cara del joven y enrojeció. Volvió su mirada hacia la pantalla. En ese momento, el joven de forma sumamente osada, apartó un poco su slip, haciendo que su pene emergiera mostrando gran parte del mismo fuera de dicha prenda. Su pene sobresalí por encima del slip.
Cuando la mujer volvió la mirada a la entrepierna del joven, exclamó: Oh Jairo, ¿Qué haces?... “se te ha salido fuera” … oh nene tapate eso. ¡Oh Dios mío…!
-Oh lo siento. Es que me duele. ¡Se me ha puesto tan grande que no me cabe dentro! Exclamó el joven con total desfachatez. Se hallaba tan excitado, que no le importó mostrarse en aquella forma. La realidad es que su pene estaba reventar.
Brenda dudo entre marcharse o quedarse. Era consciente de que estaba cometiendo una locura. No obstante, el cosquilleo en su entrepierna, la morbosidad de la situación, evitó que no pudiera desviar su vista en el falo del joven. Sin mirar al joven a la cara, observó detenidamente el pene de su hijastro. La parecía tan largo y grande como el que poseía el joven de la peli, pero con la diferencia de que, el pene de Jairo, parecía más grueso. Su cuerpo se agitó. Su hijastro, pese a su edad, calzaba una verga bastante superior a la de su padre.
Se detuvo a contemplar nuevamente, extasiada, aquella verga. Observó las gruesas venas que bordeaban el pene a lo largo de su recorrido, desde la base hasta el prepucio. Casi de forma inocente e instantánea, exclamo: ¡Oh nene! ¡que grande la tienes!... ¿No te duele que esté de esa forma? “Parece que se te vaya a reventar.”…. ¿Mira las venas como se te han puesto? Oh Jairo …
Jairo, pese a lo extraño de aquella situación, había comenzado a tomar confianza, y se mostraba más tranquilo. Por ello, morbosamente le contesto: ¡Claro que me duele! Necesito … ya sabe…
Brenda, se quedó sin habla. Enrojeció. No se creía lo que le estaba ocurriendo. Esa agitación se incrementó, al observar, como el joven apartó su slip, abriendo sus piernas, con la clara intención de que la mujer pudiera contemplar completamente sus genitales. Los colores afloraron nuevamente a la cara de la madrastra. Estaba estupefacta mirando el enorme sable de su hijastro. En aquel momento, el pene del joven se mostraba en plenitud, constatando como emergía como un verdadero mástil entre las piernas del muchacho. Oh Jairo. ¿Qué haces ¿¿Por qué te has quitado el slip? oh nene… ¿cómo se te ha puesto?…
Constató, además, los grandes testículos del joven que colgaban majestuosos. La excitación de la mujer subió al máximo. Una sucesión de pensamientos pasó por su cabeza. Debía abandonar la habitación de su hijastro, de inmediato. Aquello era una completa locura.
Pero ¿qué le pasaba? Algo superior a sus fuerzas la retenía. Estaba viendo el sable del joven, y pensó en lo que había hecho la mujer de la peli. Jamás había hecho una felación a su esposo. Siempre había pensado que eso era algo obsceno e incluso irreverente. Pero, allí estaba su hijastro, mostrándole todo su falo. Ni siquiera había visto bien el de su esposo. En ese momento, contemplo el tremendo falo del hijastro. Se percató que el muchacho estaba necesitado de que le descargaran sus testículos. El joven estaba a reventar. Intuyó claramente, que, sin atreverse a preguntárselo, que el joven le estaba solicitando que “le ayudara a descargarlos”.
Brenda, estaba alucinada. Dudó. Visualizó la pantalla, y su excitación aumento por momentos. Tenía ganas de sentir la polla del joven en sus manos. Palpar aquel tremendo sable. Pero, ¡era el hijo de su esposo!
Sentimientos encontrados la envolvieron. Olvidándose de todos sus prejuicios, alargó la mano, y atrapó por vez primera el falo del joven. Un escalofrío recorrido su cuerpo al sentir la dureza de aquel pene. Oh nene… ¿cómo estás?… que dura… exclamó, mientras sopesó las dimensiones del falo. Su mano, no muy grande, casi le costó lograr que abarcara el grosor del tremendo vástago juvenil.
Jairo, sorprendido por la acción inesperada de su madrastra, no dijo ni hizo nada. Se quedó agitado, mientras sentía la mano de su madrastra sobre su pene. Percibió el calor de aquella mano y, le supo a gloria. No esperaba algo semejante. Esa sorpresa aumentó, cuando la mujer, lejos de retirar su mano, comenzó a pasar la misma a lo largo de todo su pene, desde la punta hasta la base. La mujer de su padre le estaba sobando la polla. ¡Era algo alucinante! ¡indescriptible!
Brenda, sin saber cómo, se encontró masajeando el falo de su hijastro. Los movimientos masturbatorios que realizaba al pene del joven, propiciaron que, al instante, terminara por descapullarse. Apareció ante ella, majestuosamente el enorme glande, brillante, con signos de líquido preseminal en la hendidura de la punta. Oh Jairo… joder…¿mira cómo se ha puesto?
Miró a la cara al joven, y le dijo lujuriosamente: “la tienes a punto de reventar.” ¿Antes te estabas pajeando verdad?
Y, al ver que el joven afirmó con la cabeza. Se recompuso, y le volvió decir: ¡Nunca lo he hecho! ¿Te gusta que la mujer de tu padre te toque la polla? Y mirándolo a los ojos añadió: ¿estas deseando que te haga una paja verdad cabronazo? Nunca había utilizado esas palabras, ni había hablado de esa forma. Pero le salía del corazón, y notaba que fluían sin pensarlo mucho.
-Oh si… Brenda. Sigue……. Casi le rogó el joven.
La mujer tremendamente excitada, comenzó a masajear el pene del joven, apreciando las rugosidades aquella pieza. Notaba la dureza de trozo de carne, que parecía puro músculo, firme y fuerte como una roca. Cada vez, se ponía más erecta y más dura. La mujer miraba al joven de vez en cuando, y se concentraba en lo que estaba haciendo. Observó los testículos del joven, y no pudo resistirse a palpar los mismos. Quería comprobar aquellos. La apariencia era que debían encontrarse bien cargados.
Ansiosa, bajo su mano y acarició inicialmente las dos bolas del joven, admirando lo grandes que eran, para un joven de su edad. Luego, las atrapó entre sus manos, comprobando que efectivamente debían tener una buena carga de semen. ¡Joder como esta! ¡Este nene está a punto de reventar!: se dijo para sí! Y, mirándolo, sin dejar de acariciar los testículos, le dijo: ¡Los tienes bien repletos!! ¡Anda nene…! ¿qué esperas para descárgalos?… ¡vamos quiero ver cómo te corres.!
La dulce voz de su madrastra amedrantó al joven. Su propia madrastra lo estaba incitando a que se corriera delante de ella. Su excitación era igual de grande que su erección. Su madrastra le masajeaba con una mano su verga, sin parar de acariciar sus bolas, con la otra. Su corazón igualmente comenzó a palpitar aceleradamente.
Tras unos minutos, ante la energía con la que la mujer comenzó a menear su falo, el joven no pudo más. Agitado comenzó a eyacular. Su semen salió disparado, manchando cuando encontraba a su paso, mientras su verga era sostenida por la mano de la mujer de su padre. Las lechadas mancharon la mesa, libro y algunas zonas del cuerpo de la mujer. Oh siii ooo me vengoooo exclamó con gran estrépito lanzando sus chorros de semen a diestro y siniestro.
Brenda quedó sorprendida al comprobar la potencia con la que el joven hijastro lanzó su semen. Se dio cuenta que había impregnado todo lo que tomo a su alcance. Pero, sobre todo, le impresionó la copiosidad de la eyaculación. Tanto, que, al acabar, miró al joven con cara enrojecida de pasión, diciéndole: vaya. ¡sí que estabas necesitado! ¿Dónde tenías tanta lechita? ¡joder…has manchado todo, incluso a mí.!
No esperó más. Se notaba tan agitada ante lo que acababa de hacer, que a toda prisa se incorporó, con el fin de retirarse y limpiarse. Miró al joven, viendo como su pene pese haberse corrido, permanecía aún con una buena erección. Sin decirle más nada, se marchó de la habitación sin visualizar el resto de la peli. Estaba asombrada de lo que había hecho: ¡le había tocado una paja al hijastro! ¡si su marido llegaba a enterarse sería el fin de su matrimonio!
Tras lavarse y asearse, se dio cuenta que había traspasado una barrera, con consecuencias insospechadas. Era consciente de que, tras lo ocurrido, aquello no iba a terminar así. Pese a sentirse entristecida, y arrepentida por su acción, en el fondo, estaba admirada, recordando la potencia sexual de aquel joven. Aun recordaba en su mano los tremendos latidos del sable del joven. Ese recuerdo le llevó a refugiarse en su dormitorio y masturbarse nuevamente.
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Jairo y su Madrastra Brenda - Capitulo 001
Tras el fallecimiento de su mujer, Benicio, el padre de Jairo, conoció a otra mujer bastante más joven llamada Brenda. Su ancestro ya había superado los cincuenta y cuatro años, cuando, Jairo era aún un adolescente. Tras unos años en pareja, por fin contrajeron matrimonio, yendo Brenda a vivir con Benicio. Esa circunstancia llevó a problemas de adaptación con Jairo, ya que este no admitía que su padre se hubiera casado con aquella mujer.
Brenda era una mujer que aún estaba en la plenitud de su vida, y no sobrepasaba los treinta y seis años de edad. Se había conservado virgen hasta la fecha en que conoció a Benicio. Pertenecía a una familia bastante conservadora y profundamente religiosa. El padre de Jairo era amigo de aquella familia desde hacía tiempo, y por ello, al fallecer su mujer, aprovechando una visita, comenzó a hablar con la mujer hasta que al final, tras un periodo de noviazgo, por fin decidieron casarse. Brenda era joven bastante apuesta, casi delgada, no muy alta, con un cuerpo y una anotomía casi perfecta. Hasta el propio Jairo se extrañó de que su padre hubiera podido conquistar aquella joven.
Durante los primeros momentos, la pareja parecía bastante feliz, aunque las relaciones entre Brenda y Jairo siempre fueron distantes. Jairo, se concentraba en sus estudios y en su equipo de baloncesto, en el que jugaba. Por aquellas fechas, Jairo alcanzó los diecisiete años, y cursaba el último curso antes de ir a la Universidad. Ya destacaba como un joven bastante apuesto, alto, con cuerpo bastante robusto y bien fornido, favorecido por el deporte que practicaba. Sin embargo, parecía algo introvertido, y poco sociable. Tampoco se le conocía muchas amigas, solo sus amigos del equipo de baloncesto. Esta circunstancia llego a preocupar a su padre, quien llego a confesarle a Brenda, la posibilidad de que su hijo tuviera tendencias homosexuales.
Sin embargo, la realidad era bien distinta. El joven estaba en su plena etapa de desarrollo, y a su edad, la efervescencia sexual le llevó a comenzar a consumir todo tipo de revistas porno, pelis, etc. Era verdad que aún se conservaba virgen, pero no por ello dejaba de masturbarse casi diariamente, pero eso sí, a escondidas de su familia. Era bastante tímido, pero sumamente cauto, y sabía ingeniárselas para que nadie se percatara de ello. Tampoco su tendencia era homosexual. Le gustaban las mujeres, aunque su timidez le llevaba a ponerse bastante nervioso cuando estaba con sus amigas. Sus encuentros con aquellas no pasaban de las conversaciones.
Jairo ocupaba una habitación que se hallaba en al ático de la casa, mientras que su padre dormía en la planta inferior, estando el salón y la cocina en la planta baja. Para ducharse tenía que acudir al baño de la planta intermedia. La planta sótano estaba destinada a garaje, trastero y un pequeño gimansio.
Una noche, el joven se despertó con bastante sed. Normalmente llevaba una botella de agua a su dormitorio, pero esa noche, aquella se había acabado. Por esa razón, decidió bajar a tomar algo en la cocina. Tras tomar agua, y reponer la botella, decidió regresar a su dormitorio. Al llegar a la planta alta, escuchó unos gemidos que parecían provenir del dormitorio de su padre. Algo preocupado y en el fondo con cierta agitación, se acercó al dormitorio. Su primer pensamiento era que su padre pudiera tener algún percance a media noche. A medida que se acercaba se percató que los gemidos parecían proceder de una mujer. No podía ser otra que Brenda. Con cautela, se fue acercando, hasta constatar que la puerta se hallaba un poco abierta, no mucho, pero lo suficiente para que el joven pudiera divisar lo que ocurría en su interior. Con agitación, curiosidad, pero también con bastante morbosidad, decidió comprobar que ocurría. Cuando sus ojos tuvieron una visión de lo que ocurría en la habitación de su padre, se quedó petrificado. Contempló como su padre se encontraba casi desnudo boca arriba en la cama, mientras Brenda, lo montaba sobre sus muslos, constatando que estaban haciendo el amor. La mujer de su padre, se mostraba con un baby doll, verificando que aún conservaba el sostén. No llegó a distinguir bien el cuerpo de la mujer porque estaba de espaldas, lo que le impedía visualizar el cuerpo de la misma. Su morbosidad le llevó a contemplar unos momentos la escena, verificando que al poco tiempo su padre acabó, y se dejaron dormir.
Jairo se retiró, mostrándose bastante excitado ante la visión que había podido comprobar. Pese a que no había podido ver desnuda a la mujer, había podido constatar el desnudo trasero de aquella. El recuerdo de la escena, y aquellas dos personas haciendo el amor, le llevó a volver a cascarse una nueva paja, pese haberse corrido antes de dormir. A partir de ese momento, Jairo miró a la mujer de su padre de forma más lasciva, aunque sin decirle nada, manteniendo las distancias.
Unos días después de aquel suceso, en la tarde, tras llegar del instituto, el joven entró a ducharse. Había comprobado que no había nadie en la casa. Al hallarse solo, decidió bajar la Tablet que tenía en su dormitorio y entró al baño con la intención de cascarse una paja. Primero se duchó, y antes de vestirse, se sentó tranquilamente en el inodoro, completamente desnudo, y se puso a visualizar páginas porno. El joven siempre había tenido la precaución de cerrar la puerta, pero ese día, por circunstancias del destino,
la misma no quedó bien cerrada.
Llevaba unos minutos visualizando una peli porno, comenzando a masturbarse, con el pene en su mano, meneándosela, cuando repentinamente, se abrió la puerta del baño, apareciendo su madrastra. Jairo se quedó paralizado, viendo como la mujer, se mostraba igualmente sorprendida, al contemplarlo completamente desnudo con su falo en la mano: Oh… Jairo. ¿oh Dios que estás haciendo?… que indecencia…
Jairo se quedó sin habla. No se esperaba aquello. Juró que habían cerrado la puerta. Intentó taparse, pero sin éxito, ya que se hallaba totalmente desnudo. Su pene en ese momento había alcanzado una buena erección. Debido a sus dimensiones, se mostraba bien erguido y enfilado entre sus piernas, por lo que la mujer pudo apreciar parte de éste. -Oh. ¿no sabes llamar? Oh…exclamó el joven, sorprendido y avergonzado.
Brenda, pese a su sorpresa inicial, no hizo amán de retirarse. Sin saber la causa, se dilató observando el cuerpo desnudo del joven, excitada al ver el proporcionado aparato genital que el hijo de su marido calzaba entre sus piernas. Pese a que el joven intentaba ocultarlo, la mujer pudo constatar gran parte de aparato del joven. Se dio cuenta igualmente de la Tablet, comprobando que el joven estaba visualizando paginas eróticas, ya que logró verificarlo. ¿pero qué estás haciendo…?. ¡que guarrada! ¡que indecencia! Exclamó mientras abandonaba el baño, cerrando la puerta.
El joven se quedó desconcertado. Tanta precaución que siempre había puesto, y había sido descubierto, nada más y nada menos, que por su propia madrastra. Su preocupación se hizo patente. Se dio cuenta que su madrastra lo había visto totalmente en pelotas, masturbándose. No pudo acabar la masturbación. Se vistió y se dirigió a su dormitorio, encerrándose en él, completamente aturdido. ¿Qué diría su padre cuando aquella se lo contara? Maldijo no haber cerrado bien la puerta del baño. Su malestar hacia la mujer fue más ostensible.
Brenda por su parte, consternada ante lo que había visto, se dirigió a su dormitorio. Su agitación era manifiesta. Aún recordaba al joven hijastro, con su pene en las manos, y las escenas eróticas que se reflejaban en la Tablet. Pensó: ¡Y, Benicio cree que es gay! Pese a su primera repulsa por la acción del joven, se notó extraña al recordar el tremendo cuerpo del hijastro, completamente desnudo, con aquellos bíceps, que, pese a sus diecisiete años, ya parecían los de un deportista nato. ¡Y su falo! Era algo que la agitó sobremanera. Ella era una joven casta, conservadora, profundamente religiosa, que jamás había visto una peli o revista erótica. Había visto el pene de su marido, y en pocas ocasiones. Sin embargo, se percató que no tenía parecido con el pene de su joven hijo. No llegaba a comprenderlo. Solo lo había visualizado por encima, de refilón, pero reconoció que era mucho más grande y grueso que el de su propio padre.
La mujer que jamás conoció a otro hombre antes de su marido. Mientras estuvo bajo el sometimiento de sus padres, se mostró como una joven piadosa, religiosa y sumamente pulcra. Al casarse con Benicio, tras conocer el sexo, se dio cuenta que no iba a poder vivir sin el mismo. Era aún joven, y desde los primeros momentos se mostró bastante activa sexualmente. Es cierto que Benicio era igualmente un hombre tradicional, donde se limitaban a practicar el sexo, casi con una luz tenue, y en plan misionero o ella le cabalgaba, pero sin más ingredientes sexuales. Benicio durante los primeros meses la satisfizo bien, pero luego, la actividad sexual y potencia del hombre, fue disminuyendo, notando la joven que no llegaba a satisfacerla como ella quería. Eso fue lo que la revolucionó. Contemplar el cuerpo desnudo del hijastro, ver su aparato reproductor, y la masturbación que llevaba aquel, transformó sus ansias sexuales. Por otro lado, su hijastro, pese al distanciamiento que había tenido hacia ella desde los primeros momentos, reconoció que era un joven sumamente hermoso, con un rostro bello, sensual, y que no dejaba inmune a cualquier mujer. Su marido le había indicado que su hijo tenía los rasgos de su madre. Había comprobado en fotografías que la mujer de Benicio era sumamente guapa, con unos ojos azules preciosos y bastante hermosa. Rasgos que heredó su hijo.
La mujer, se quedó pensando si debía contarle ese suceso a su esposo. Dada la animadversión del joven hacia ella, hubiera sido una buena oportunidad para vengarse el joven, y que su padre le reprendiera severamente. Pero, se lo pensó mejor. Se dijo:
“Benicio se enfadará muchísimo y lo reprenderá. Mis relaciones con ese joven se harán cada vez más complicadas. No creo que eso sea lo que me convenga”. Esa fue la razón que llevó a la mujer, a mantener silencio sobre la ocurrido y no comentar nada a su esposo. Luego constató que esa decisión fue acertada. Jairo se quedó desconcertado, cuando a la mañana siguiente, encontrándose en la cocina, su padre nada le dijo, hablando con él con total naturalidad. En ese momento, el joven comprendió que su madrastra había guardado silencio. Miró a Brenda. Su mirada expresó agradecimiento a la mujer, por su silencio. Extremo que Brenda captó claramente en la cara del joven. Era la primera vez que veía un gesto amable por parte del hijastro.
En la tarde, cuando el joven regresó del instituto, se encontró en la cocina a Brenda. La saludo, yendo a beber un poco de agua, aunque, se mostraba algo apenado y avergonzado. Brenda, quiso romper el hielo, preguntándole: Jairo, ¿te preparo algo de comer?
El joven la miró. No era lo que acostumbraba hacer. El siempre había sido totalmente independiente en la casa. No obstante, no quiso ser arisco como en otras ocasiones. Por ello le contesto con cierto nerviosismo: Vale. Voy a dejar los libros al cuarto y, vuelvo.
El joven, mientras dejaba los libros en su habitación pensó en lo ocurrido. La mujer de su padre, le había recibido con naturalidad, y hasta le había hablado bien. Por ello, decidió olvidar su animadversión hacia ella, y corresponder, y no mostrarse tan distante de la misma. Bajo hasta la cocina como había quedado, comprobando que Brenda le había preparado algo para merendar. El joven se sentó a la mesa, y ella lo hizo a su lado, comiendo algo parecido a lo que había preparado al joven.
Cuando acabó, Jairo miró a la mujer, y se atrevió a decirle: gracias por no decirle nada a mi padre. ¡siento de veras lo ocurrido!
La mujer se quedó sorprendida de la nueva actitud de su hijastro: -Tranquilo Jairo. Eres joven y entiendo que tengas tus necesidades. Pero debes de tener cuidado. Podría haberte pillado tu padre, y ¿ya sabes lo recto que es?
-Si. ya lo se… pero, pensé que había cerrado la puerta. Le contestó el joven.
No obstante, la mujer de forma cariñosa, le dijo: Sabes que provengo de una familia bastante tradicional. La verdad es que, jamás había visto escenas de esa clase…¿crees que eso te hace bien?.. no se…¿esas acciones crees que son buenas?
Jairo la miro algo sonrojado. Esta vez comenzó a sentirse más relajado, pese a la tensión de estar hablando de sexo con propia madrastra: bueno… ¡solo sé que mis amigos lo hacen! No tengo novia… Se detuvo en momento y continuo: ¡Por favor no se lo digas a mi padre! ¡Él no lo comprendería!
Bastante nervioso y avergonzado, demostrando su gran timidez, marcho a su habitación. A partir de ese momento comenzó a ver a la mujer de su padre de otra manera, y las relaciones entre ambos mejoraron ostensiblemente. Brenda se quedó bastante satisfecha del suceso, ya que había logrado mejorar sus relaciones con el hijastro.
Pero, al margen de esa satisfacción, percibió que algo cambió también en ella. Comenzó a ver al joven hijo de su marido de otra forma, como un hombre. Había visto cómo se masturbaba, y, había tenido ocasión de visualizar el buen aparato que parecía disponer. El recuerdo le producía cierta intranquilidad y hasta un cosquilleo. Pese a su antecedentes conservadores y sumamente religiosos, no pudo dejar de rebobinar en su cabeza, una y otra vez, aquella escena del baño. Benicio, su marido no la satisfacía sexualmente como ella quería. En varias ocasiones no alcanzaba el ansiado orgasmo, viéndose obligada a fingir.
Por otro lado, la continua visión del joven día a día en la casa, tan apuesto, sumamente varonil, con aquel cuerpo atlético, fuerte y vigoroso, pese a su corta edad, y aquella carita tan bella y casi angelical, la comenzó agitar. Casi sin pensarlo, se vio cambiando de indumentaria, con la finalidad de mostrarse más atractiva ante el joven. Su agitación, le llevó hasta comprobar el olor corporal que desprendía la ropa del joven, especialmente su ropa interior. Dejó de vestir tan conservadoramente, para comenzar a usar prendas más ligueras, menos ortodoxas, especialmente cuando el joven estaba en casa. Adquirió algunas faldas más cortas que las que solía ponerse, y alguna de ellas, sumamente atrevida, que no pensaba utilizar cuando su marido estuviera en casa.
Ese cambio, igualmente fue una sorpresa para Jairo. La primera vez que verificó la indumentaria de Brenda, portando aquella falda sumamente corta, que dejaba a la vista gran parte de sus muslos totalmente blancos, trastornó al joven. Le causó tanto efecto, que apenas pudo reaccionar. Las faldas o trajes bajos que hasta la fecha usaba, no le dejaban apenas las piernas. La mujer captó el efecto que su cambio en la vestimenta había causado al joven. No fue ajena a las miradas del joven hacia sus muslos, y eso le agrado. Eso, la llevó a ser más activa. Adoptó alguna pose excitante, haciéndose la descuidada, para que el joven pudiera ver algo más, hasta el punto de dejar entrever sus bragas. Era algo que jamás pensó que pudiera llegar hacer, pero percibió que la presencia del joven, la excitada.
Obviamente se fijó en el bulto que se formaba en el pantalón del joven, el cual, se mostraba nervioso, dirigiéndose rápidamente hacia la planta superior, para meterse en el baño. Se sonreía, consciente de que aquel iba a terminar masturbándose, tras ver sus muslos.
Acciones similares se fueron sucediendo en los días siguientes. Brenda, no obstante, tomó la precaución de cambiarse antes de la llegada de su esposo, para evitar que su marido la viera usando aquellas prendas. Pero, sus ansias, la llevaron a ser cada vez más atrevida. Le comenzó a tomar gusto, y experimentar aquella sensación de poner nervioso y excitado al hijo de su esposo. Tanto, que, en una de las ocasiones, se decidió a ser más osada. Tras asearse, dejó sus bragas usadas en la cesta del baño. La intención era clara, “que el joven se fijara en ellas”. ¡Es una locura! ¡No sé qué estoy haciendo! - se decía, mientras las colocaba entre el resto de la ropa, de tal forma que el joven se pudiera percatar de ellas.
Jairo, se había acostumbrado aquellas escenas, y se refugiaba en el baño para tocarse una soberana paja, pensando en la mujer de su padre. Era consciente de que su madrastra sabía lo que iba hacer. Brenda había pasado a ser la fuente de sus fantasías eróticas. Su testosterona en aquella fecha estaba por las nubes, y no paraba de cascársela cuando podía.
Esa tarde, al entrar en el baño, se percató de la existencia de las bragas usadas que aparecían en la cesta de la ropa para lavar. Inicialmente la miró, extrañándose que aquella las hubiera dejado tan a la vista. Agitado, las tomó en sus manos, y comprobó la zona donde la prenda había estado en contacto con la vagina de la mujer. ¡Se dijo que era una indecencia! ¡Que era la mujer de su padre! Pero su morbosidad fue superior y terminó por acercar dicha prenda a sus fosas nasales. Aspiró el olor de la misma. Sus fosas nasales se impregnaron de aquel olor femenino. No pudo más. Al instante se acabó masturbando, mientras mantenía cerca de su nariz la prenda íntima de su madrastra.
La mujer, se percató de que su hijastro había visualizado dicha prenda, ya que no la encontró como la había dejado. Dedujo que su hijastro se había masturbado con la visión de la misma. Eso la estimuló a volver a dejar nuevamente su braga usada a la vista del joven en la cesta. Uno de los días, Brenda apreció que se encontraba bastante caliente. Tanto, que percibió que manchó descaradamente con sus flujos la braga. Pese a ello, la volvió a dejar a la vista. Cuando Jairo visualizó la prenda, comprobó el intenso olor que desprendía, y hasta palpó la humedad de la misma. Se imaginó que no hacía mucho tiempo que Brenda se había cambiado la braga. ¡Que cabrona! Ha vuelto a dejar sus bragas aquí. ¿qué raro?!
Ello no fue óbice para que, volviera a captar el olor de la citada braga. Y, al constatar el olor de la vagina de la mujer de su padre, esta ver con un olor mucho más intenso, su agitación aumento. Observó como emergió su mástil bajo el pantalón. El intenso olor que desprendía la prenda lo trastornó: ¡Hoy huele de maravilla! Fue suficiente para terminar cascándose una buena paja. Pero, no se quedó en ello. Su excitación le llevó a correrse en las mismas bragas usadas de su madrastra. Unas buenas lechadas empaparon la citada prenda. Cuando acabó, se dio cuenta que había manchado descaradamente la braga. Pese a que intentó limpiarla como pudo, no pudo eliminar el olor a su semen y restos del mismo. Nervioso abandonó el baño.
Brenda que esperaba ansiosa el resultado. Se apresuró a comprobar la misma, entrando, nada más salir el joven del baño. Se agitó tremendamente al oler su prenda y visualizar los restos de semen del joven. Un estremecimiento recorrió su cuerpo y especialmente su entrepierna: ¡Oh que fuerte: se ha corrido en mis propias bragas!
Durante la noche se notaba tan excitada que buscó a su esposo, pero pese a realizar el sexo, realmente no quedó satisfecha. Esa sensación de insatisfacciones, le llevó a mostrarse con una gran calentura a la mañana siguiente. Recordó al joven y su bien proporcionado pene. Su agitación incrementó. Comenzó a sentirse intranquila, deseosa. Tanto, que pensó en la manera de excitar más al joven. No es que pretendiera tener nada con el mismo, pero esas miradas, las acciones del joven corriendo a masturbarse, los deseos, etc la mantenían viva y ansiosa.
Marchó al centro comercial y adquirió una indumentaria surgente, con la excusa de hacer gimnasia en la casa. En la planta sótano, Benicio, y especialmente Jairo, disponían de una bici estática, y algunos aparatos de gimnasia. Ideo la oportunidad de practicar un poco de mantenimiento, y al propio tiempo, tener la ocasión de excitar al joven. Su morbosidad iba cada vez en aumento. No sabía contenerse.
En la tarde, espero a que el joven bajara al sótano para hacer deporte como ocurría determinados días de la semana. No se lo pensó dos veces, acudió a su dormitorio, se cambió, colocándose una tanga, y encima un pantalón malla que le marcaba completamente sus perfectas nalgas. Aprovechó y se puso una camiseta bastante ceñida, para que destacaran sus pechos. Al mirarse al espejo se quedó nerviosa. Era la primera vez que vestía de aquella forma. Se miró por delante, y observó que se marcaba hasta la silueta de su coño. Dudó si era prudente presentarse así ante aquel joven. ¡Era una clara provocación! ¡Si Benicio me ve con esta vestimenta creerá que soy una puta! se dijo. Sin embargo, tomando valor, se presentó en el sótano.
Cuando Jairo la vio, se quedó electrocutado. Sus ojos no daban crédito a lo que estaba viendo. Su madrastra parecía una jovencita, que vestía aquella malla tan ajustada, tan sensual, que le dejó sin respiración. ¡Joder como está la mujer de mi padre!
-Hola Jairo. ¿No te importa que haga un poco de gimnasia? Tengo que realizar un poco de ejercicio diario. “Tengo que bajar estos michelines” que se me están formando.
-Claro que no. Me parece muy bien. - le contesto el joven, que no salía aún de su asombro. ¡Que michelines va a bajar, si esta como una pibita!, pensó.
-Oye ¿me podrás indicar algunos ejercicios? Ya sabes, tengo poca experiencia. Y, tú ¿seguro que los conoces perfectamente? - le sugirió la mujer.
-de acuerdo. Le contestó el joven, que vio la oportunidad de intimar más con aquella mujer. Por ello, comenzó indicándole unos ejercicios de calentamiento.
Obviamente, alguno de aquellos ejercicios, implicaban que la mujer tuviera que agacharse, mostrando el perfecto trasero, que el joven de limitó a contemplar excitado. Jairo no sabía cómo ocultar su erección permanente. No obstante, como pudo, le fue señalando una serie de ejercicios, corrigiéndola, acercándose a ella, y hasta tomándole en algunas ocasiones los brazos, para que los pusiera correctamente acorde con el ejercicio.
La mujer se limitó a realizar unos cuantos ejercicios y se retiró. Pero volvió a repetir, en los días posteriores. Jairo cada vez estaba más convencido que aquella mujer quería algo de él. Cuando la observaba realizando los ejercicios, su excitación se incrementaba, especialmente al contemplar la entrepierna de la misma, y ver como se le marcaba claramente los bordes de la raja del coño. ¡Era como una enfermedad! En varias ocasiones pensó: ¡Joder Brenda que polla te metería! ¡Eres la mujer de mi padre, pero no me importaría clavarte mi pene hasta la empuñadura!
Brenda, observaba las miradas del joven, y se imaginaba esos pensamientos. Era consciente de que el joven la observaba con gran codicia en sus ojos. La visión del bulto que se formaba en el pantalón del joven, era más que evidente. Para colmo, esa excitación aumentó un día, cuando el joven comenzó a calzar igualmente un pantalón corto, tipo malla, que utilizó para realizar los ejercicios en la bici estática. Eso revolucionó a la mujer.
Brenda observó el primer día esos pantalones, y no pudo evitar ruborizarse. Se dio cuenta del tremendo bulto que se formaba la entrepierna del joven, demostrativo de los buenos genitales del mismo. Bulto que se vio incrementado, cuando el joven comenzó a observarla realizando los ejercicios. Ella capciosamente, adoptaba unas poses, intentando poner a la vista del joven su trasero. Sabía que eso enardecía al hijastro. Y, esas poses, se volvían más provocativas cuando notaba la polla de la joven, marcada en el pantalón malla.
Brenda se notó tan excitada que, se vio obligada a terminar los ejercicios y subir a su habitación. Ya en el dormitorio, comenzó a tocarse su entrepierna. Nunca se había masturbado, pero en esa ocasión comenzó a frotarse el coño sobre la tanga. ¡Oh joder es nene me ha puesto bien caliente! ¡El cabronazo se he empalmado viéndome! He visto su bulto. Oh… “parecía que se le iba a reventar”.
Agitada, apartó su tanga, y comenzó a frotarse el coño por ver primera. Miró su cuerpo reflejado en el espejo de la habitación. Vio su vagina, con abundantes vellos que rodeaban su raja. Se imaginó el pene del joven a punto de entrar en ella. Eso fue suficiente, para meterse los dedos hasta alcanzar el orgasmo. Cuando acabó, se quedó sorprendida. ¡Era la primera vez que se corría sin su esposo! ¡Oh Dios… que pecado estoy cometiendo! Ese joven me está volviendo loca. ¡Tengo que acabar con esto! No puedo seguir pensando en ese joven. Es el hijo de mi esposo. Pero, pese a esos pensamientos, no cesó en sus provocaciones hacia el hijastro.
La ansiedad de la mujer, y sus provocaciones, le llevaron a dar un paso más. Un sábado por la mañana, viendo que su esposo acudió a la empresa, ya que tenían que hacer unos trabajos extra, y que no regresaría hasta bien entrada la tarde, la puso en alerta. Se agitó. Sabía que el hijastro se había quedado en su dormitorio tras desayunar. El joven tenía allí su mesa para estudiar y con acceso a internet. Un cosquilleo invadió su entrepierna. Necesitaba hablar con el mismo, sentir su presencia. No pudo con su condición y decidió visitarlo en el ático.
Antes de subir, le preparó un zumo de naranja con unas galletas, como escusa. Al llegar a la puerta, dudo si tocar o no. Puso su oído, y escuchó voces, como de gemidos. Un estremecimiento la sacudió. “Joder está viendo porno”. Dedujo que el joven debía estar visualizando alguna película porno, ya que escuchó voces de mujer. No se lo pensó más y tocó a la puerta.
Y, no le faltaba razón. El joven se encontraba visualizando una peli erótica en su ordenador, sentado tranquilamente, portando únicamente un slip, el cual había apartado, para comenzar a masturbarse viendo las escenas de la peli. Al escuchar que tocaron a la puerta, “casi le da un soponcio”. Inmediatamente paró la visualización de la peli, dejándola en pausa, y se colocó bien el slip. Pensó que podía ser su padre, por lo que colocó unos libros sobre la mesa, para aparentar que estudiaba. Tras ello con voz algo débil: ¿quién es?
-Soy yo Brenda. ¿Puedo pasar? Oyó la voz de su madrastra.
¡Joder, es mi madrastra! Y, yo en esta lid.! Se quedó nuevamente paralizado. Sin embargo, se tranquilizó. No podía decirle que no entrara. Total, aquella mujer ya le había visto desnudo. Por lo que le respondió: pasa…la puerta está abierta.
Brenda, abrió la puerta y accedió al interior. Oh perdona… ¿no sabía que estabas…? Solo venía a traerte un zumo y estas galletas. Le dijo, mientras se acercó hasta donde se hallaba el joven, con la excusa de dejarle la bandeja con el zumo en la mesa. Al acercarse más, se percató que el joven estaba casi desnudo, portando únicamente un slip como única prenda. Se asombró al ver que dicha prenda mostraba un abultamiento considerable. Se excitación fue inmediata. ¡Su hijastro se estaba masturbando, no le quedaba la menor duda! Te lo dejo por aquí. Le contestó con intención de retirarse.
Antes de marcharse, dirigió la mirada hacia la pantalla del ordenador comprobando que estaba girada hacia un lado. Eso la puso sobre alerta. La pantalla estaba colocada para que ella no pudiera verla. ¿Qué estará viendo este pillín? No se lo pensó dos veces, y se detuvo para preguntarle: ¿estas estudiando?
El joven se quedó casi sin habla. Nervioso, sin saber que contestar, observó la falda bastante corta que portaba la misma, donde se podía visualizar las bonitas y contorneadas piernas de su madrastra. Se sintió abrumado. Con voz entrecortada le contesto: si… aprovechando un poco.
La mujer, lo miró fijamente a la cara, y sonriendo, le contestó: ¿estás seguro? ¿Porque has girado la pantalla del ordenador? ¿Para qué no vea lo que estabas visualizando? ¡eres un pillín!
Jairo enrojeció. Se dio cuenta que su madrastra lo había vuelto a pillar. Agachó un poco la cabeza, enrojeciendo. En el fondo era un joven bastante tímido, y la presencia de aquella mujer lo abrumaba.
Brenda, se dio cuenta de que había pillado de nuevo al joven. La cara de abatimiento y sumisión del mismo, más la excitó. Le gustaba ver al joven así, sumiso, abatido, entregado, ante su presencia. Por ello se mostró más osada, preguntándole: ¿puedo ver lo que veías en el ordenador? ¡te prometo que no se lo diré a tu padre.!
-Pero… No se… ¡es algo…!... intento responder el joven, casi tartamudeando ante la pretensión de la mujer.
-venga. ¡Se lo que estabas viendo! Le contestó ella. Muéstrame la pantalla. ¿estabas viendo una peli porno verdad? Si te digo la verdad, jamás he visto una. “Tengo curiosidad por ver una” le contesto, con agitación la mujer, ante el asombro del joven.
El joven, se sintió acorralado. No esperaba que la mujer de su padre le pidiera ver una peli porno, estando ella presente. Pese a todo, percibió un calambrazo en su pene.
Tras salir de su asombro y aturdimiento, giró la pantalla, y Brenda pudo ratificar que era una escena porno. La pantalla se encontraba detenida, en pausa, pero en ella se identificaba claramente una mujer adulta con un joven, al cual le estaba tocando el pene. El corazón de la mujer se aceleró. Parecía que se le iba a salir el corazón. Era la primera vez que veía una escena de esas características. ¡Los dos actores estaban completamente desnudos!
Para Brenda, era algo nuevo, pero que siempre había tomado como pecaminoso. Volvió a visualizar la imagen que aparecía en la pantalla del ordenador. En ella vio reflejada a un joven y una mujer de edad más madura, completamente desnudos. La mujer parecía estarle haciendo una felación al joven. Tenía el pene del joven en su boca. Se estremeció ante aquella imagen. Pese a sentirse abrumada, reaccionó, y con morbosidad, le pidió al joven que continuara con la visión de la peli. Necesitaba ver en movimiento aquella escena.
-Oh Jairo. ¿Tú ves estas pelis? ¡Pero si están completamente desnudos! ….”Anda dale a la play”….. Jamás había visto algo semejante.
Jairo, viendo que su madrastra pretendía que le mostrara el contenido de la peli, miró hacia la puerta, como preocupado que pudiera aparecer su padre. Brenda se dio cuenta de la preocupación del joven, y le dijo: No te preocupes. ¡Estamos solos!. Tu padre marcho a trabajar y no regresará hasta bien tarde.
El joven, al escuchar a la mujer, se tranquilizó, pese a su presencia. Decidió continuar con el visionado de la peli, pulsando sobre el ratón. En la pantalla del ordenador comenzó a reproducirse de nuevo la peli. Aparecieron los personajes en plena acción. El corazón de la mujer comenzó a latir precipitadamente. Era la primera vez que veía a dos actores porno haciendo sexo. Se percató que, pese a la edad del actor, el joven disponía de un buen pene. Sus ojos se abrieron como platos al comprobar como la mujer introducía gran parte del falo del joven en su boca. Luego, lo hacía salir y entrar, viendo como el joven se estremecía de placer ante ello.
Brenda, no salía de su asombro. Notó como un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Estaba viendo por primera vez una peli porno, y encima, en compañía del hijastro. ¡Era algo inconcebible! No se atrevía a mirar al mismo. En cierto sentido, se sentía avergonzada. Sin embargo, continuó el visionado, con gran atención.
Tras unos momentos más de felación por parte de la mujer, aquella se detuvo. Observó como mantuvo al joven sentado, con su verga enfilada hacia arriba, contemplando la pujanza del falo de aquel joven actor. Luego, la misma se fue situando a horcajadas a ambos lados de las piernas del joven, hasta que su vagina quedó a la altura del pene del joven. Brenda casi se desmaya al ver cómo la mujer, fue descendiendo, gimiendo, mientras se clavaba la totalidad de la daga del joven. Los gemidos de la mujer en la peli, pese a estar en versión original, excito a ambos. Oh Jairo. ¿Ves estas pelis con frecuencia?
-Cuando tengo ganas de masturbarme- le reconoció el joven. Lo dijo aún, con el rostro enrojecido. Pese a ello, mantenía una tremenda excitación.
Brenda, dirigió su mirada hacia la entrepierna del joven, percibiendo la erección, que le pareció sumamente evidente. Resultaba tan manifiesta, que parecía querer salirse del slip. Su primera reacción fue echarse la mano a la boca, exclamando: Oh Jairo… ¡cómo te has puesto! …
La excitación de la mujer era igualmente notoria. Se hallaba sumamente agitada. No solo por la visión de la peli, sino por la tremenda erección del muchacho. Percibió que se estaba acalorando por momentos. Su mirada pasaba de la pantalla del ordenador a la entrepierna del joven. Su intranquilidad era manifiesta, pero también su tremenda excitación. Era consciente de que había mojado claramente su braga.
Mientras visualizaba como la mujer cabalgaba al joven en la peli, de dio cuenta que su hijastro, tremendamente excitado, se echó mano al bulto de su pene. Al joven le dolía su pene ante la erección que portaba dentro del slip. Miró la cara del joven y enrojeció. Volvió su mirada hacia la pantalla. En ese momento, el joven de forma sumamente osada, apartó un poco su slip, haciendo que su pene emergiera mostrando gran parte del mismo fuera de dicha prenda. Su pene sobresalí por encima del slip.
Cuando la mujer volvió la mirada a la entrepierna del joven, exclamó: Oh Jairo, ¿Qué haces?... “se te ha salido fuera” … oh nene tapate eso. ¡Oh Dios mío…!
-Oh lo siento. Es que me duele. ¡Se me ha puesto tan grande que no me cabe dentro! Exclamó el joven con total desfachatez. Se hallaba tan excitado, que no le importó mostrarse en aquella forma. La realidad es que su pene estaba reventar.
Brenda dudo entre marcharse o quedarse. Era consciente de que estaba cometiendo una locura. No obstante, el cosquilleo en su entrepierna, la morbosidad de la situación, evitó que no pudiera desviar su vista en el falo del joven. Sin mirar al joven a la cara, observó detenidamente el pene de su hijastro. La parecía tan largo y grande como el que poseía el joven de la peli, pero con la diferencia de que, el pene de Jairo, parecía más grueso. Su cuerpo se agitó. Su hijastro, pese a su edad, calzaba una verga bastante superior a la de su padre.
Se detuvo a contemplar nuevamente, extasiada, aquella verga. Observó las gruesas venas que bordeaban el pene a lo largo de su recorrido, desde la base hasta el prepucio. Casi de forma inocente e instantánea, exclamo: ¡Oh nene! ¡que grande la tienes!... ¿No te duele que esté de esa forma? “Parece que se te vaya a reventar.”…. ¿Mira las venas como se te han puesto? Oh Jairo …
Jairo, pese a lo extraño de aquella situación, había comenzado a tomar confianza, y se mostraba más tranquilo. Por ello, morbosamente le contesto: ¡Claro que me duele! Necesito … ya sabe…
Brenda, se quedó sin habla. Enrojeció. No se creía lo que le estaba ocurriendo. Esa agitación se incrementó, al observar, como el joven apartó su slip, abriendo sus piernas, con la clara intención de que la mujer pudiera contemplar completamente sus genitales. Los colores afloraron nuevamente a la cara de la madrastra. Estaba estupefacta mirando el enorme sable de su hijastro. En aquel momento, el pene del joven se mostraba en plenitud, constatando como emergía como un verdadero mástil entre las piernas del muchacho. Oh Jairo. ¿Qué haces ¿¿Por qué te has quitado el slip? oh nene… ¿cómo se te ha puesto?…
Constató, además, los grandes testículos del joven que colgaban majestuosos. La excitación de la mujer subió al máximo. Una sucesión de pensamientos pasó por su cabeza. Debía abandonar la habitación de su hijastro, de inmediato. Aquello era una completa locura.
Pero ¿qué le pasaba? Algo superior a sus fuerzas la retenía. Estaba viendo el sable del joven, y pensó en lo que había hecho la mujer de la peli. Jamás había hecho una felación a su esposo. Siempre había pensado que eso era algo obsceno e incluso irreverente. Pero, allí estaba su hijastro, mostrándole todo su falo. Ni siquiera había visto bien el de su esposo. En ese momento, contemplo el tremendo falo del hijastro. Se percató que el muchacho estaba necesitado de que le descargaran sus testículos. El joven estaba a reventar. Intuyó claramente, que, sin atreverse a preguntárselo, que el joven le estaba solicitando que “le ayudara a descargarlos”.
Brenda, estaba alucinada. Dudó. Visualizó la pantalla, y su excitación aumento por momentos. Tenía ganas de sentir la polla del joven en sus manos. Palpar aquel tremendo sable. Pero, ¡era el hijo de su esposo!
Sentimientos encontrados la envolvieron. Olvidándose de todos sus prejuicios, alargó la mano, y atrapó por vez primera el falo del joven. Un escalofrío recorrido su cuerpo al sentir la dureza de aquel pene. Oh nene… ¿cómo estás?… que dura… exclamó, mientras sopesó las dimensiones del falo. Su mano, no muy grande, casi le costó lograr que abarcara el grosor del tremendo vástago juvenil.
Jairo, sorprendido por la acción inesperada de su madrastra, no dijo ni hizo nada. Se quedó agitado, mientras sentía la mano de su madrastra sobre su pene. Percibió el calor de aquella mano y, le supo a gloria. No esperaba algo semejante. Esa sorpresa aumentó, cuando la mujer, lejos de retirar su mano, comenzó a pasar la misma a lo largo de todo su pene, desde la punta hasta la base. La mujer de su padre le estaba sobando la polla. ¡Era algo alucinante! ¡indescriptible!
Brenda, sin saber cómo, se encontró masajeando el falo de su hijastro. Los movimientos masturbatorios que realizaba al pene del joven, propiciaron que, al instante, terminara por descapullarse. Apareció ante ella, majestuosamente el enorme glande, brillante, con signos de líquido preseminal en la hendidura de la punta. Oh Jairo… joder…¿mira cómo se ha puesto?
Miró a la cara al joven, y le dijo lujuriosamente: “la tienes a punto de reventar.” ¿Antes te estabas pajeando verdad?
Y, al ver que el joven afirmó con la cabeza. Se recompuso, y le volvió decir: ¡Nunca lo he hecho! ¿Te gusta que la mujer de tu padre te toque la polla? Y mirándolo a los ojos añadió: ¿estas deseando que te haga una paja verdad cabronazo? Nunca había utilizado esas palabras, ni había hablado de esa forma. Pero le salía del corazón, y notaba que fluían sin pensarlo mucho.
-Oh si… Brenda. Sigue……. Casi le rogó el joven.
La mujer tremendamente excitada, comenzó a masajear el pene del joven, apreciando las rugosidades aquella pieza. Notaba la dureza de trozo de carne, que parecía puro músculo, firme y fuerte como una roca. Cada vez, se ponía más erecta y más dura. La mujer miraba al joven de vez en cuando, y se concentraba en lo que estaba haciendo. Observó los testículos del joven, y no pudo resistirse a palpar los mismos. Quería comprobar aquellos. La apariencia era que debían encontrarse bien cargados.
Ansiosa, bajo su mano y acarició inicialmente las dos bolas del joven, admirando lo grandes que eran, para un joven de su edad. Luego, las atrapó entre sus manos, comprobando que efectivamente debían tener una buena carga de semen. ¡Joder como esta! ¡Este nene está a punto de reventar!: se dijo para sí! Y, mirándolo, sin dejar de acariciar los testículos, le dijo: ¡Los tienes bien repletos!! ¡Anda nene…! ¿qué esperas para descárgalos?… ¡vamos quiero ver cómo te corres.!
La dulce voz de su madrastra amedrantó al joven. Su propia madrastra lo estaba incitando a que se corriera delante de ella. Su excitación era igual de grande que su erección. Su madrastra le masajeaba con una mano su verga, sin parar de acariciar sus bolas, con la otra. Su corazón igualmente comenzó a palpitar aceleradamente.
Tras unos minutos, ante la energía con la que la mujer comenzó a menear su falo, el joven no pudo más. Agitado comenzó a eyacular. Su semen salió disparado, manchando cuando encontraba a su paso, mientras su verga era sostenida por la mano de la mujer de su padre. Las lechadas mancharon la mesa, libro y algunas zonas del cuerpo de la mujer. Oh siii ooo me vengoooo exclamó con gran estrépito lanzando sus chorros de semen a diestro y siniestro.
Brenda quedó sorprendida al comprobar la potencia con la que el joven hijastro lanzó su semen. Se dio cuenta que había impregnado todo lo que tomo a su alcance. Pero, sobre todo, le impresionó la copiosidad de la eyaculación. Tanto, que, al acabar, miró al joven con cara enrojecida de pasión, diciéndole: vaya. ¡sí que estabas necesitado! ¿Dónde tenías tanta lechita? ¡joder…has manchado todo, incluso a mí.!
No esperó más. Se notaba tan agitada ante lo que acababa de hacer, que a toda prisa se incorporó, con el fin de retirarse y limpiarse. Miró al joven, viendo como su pene pese haberse corrido, permanecía aún con una buena erección. Sin decirle más nada, se marchó de la habitación sin visualizar el resto de la peli. Estaba asombrada de lo que había hecho: ¡le había tocado una paja al hijastro! ¡si su marido llegaba a enterarse sería el fin de su matrimonio!
Tras lavarse y asearse, se dio cuenta que había traspasado una barrera, con consecuencias insospechadas. Era consciente de que, tras lo ocurrido, aquello no iba a terminar así. Pese a sentirse entristecida, y arrepentida por su acción, en el fondo, estaba admirada, recordando la potencia sexual de aquel joven. Aun recordaba en su mano los tremendos latidos del sable del joven. Ese recuerdo le llevó a refugiarse en su dormitorio y masturbarse nuevamente.
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