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En la Tienda de Ropa - Capítulo 001
Cuando terminé el instituto decidí dejar los estudios. No iba a hacer una carrera universitaria para luego no encontrar trabajo de lo que hubiese estudiado 4 o 5 años, por lo que se lo planteé a mis padres.
Mamá no dijo nada, pero mi padre, que últimamente se comportaba como un bruto, me dijo que le daba igual si estudiaba o no una carrera, pero que tendría que ponerme a trabajar, que no iba a mantener a ningún vago. Mi hermana todavía estaba en el instituto y de ella no podía decir nada aun, pero esperaba que no le saliera como yo.
Mi madre me llevó aparte y me dijo que podía contar con su apoyo en todas las decisiones que tomase. Que podría trabajar con ella en su pequeña tienda de ropa, tenía una tienda para ropa de tallas grandes, y aunque al principio no pudiera pagarme un sueldo, tal vez más adelante pudiera hacerlo. Yo acepté y me abracé a ella para darle las gracias.
Mamá se llama Rosario y es una mujer hermosa, aunque tiene unos kilitos de más. Tiene el pelo castaño, de mí misma estatura, ojos verdes oscuros. Últimamente mi padre no le hace demasiado caso. No solo en casa, sino también en el aspecto sexual por conversaciones que he oído en casa cuando mamá no está y papá se trae a sus amigotes a jugar a las cartas.
Al separarme de su abrazo me di cuenta de lo imbécil que era mi padre por tener abandonada a una mujer como ella.
Sus pechos se movieron mientras me separaba de ella y se estiró para darme un beso en la frente. Es una costumbre que tenía desde que era pequeño. Me llamaba mi tesoro y mi bebé.
Yo le devolví el beso en la frente como hago siempre que ella lo hace. Me volví a abrazar a ella y noté ahora sus caderas tan anchas y ese trasero que se mueve como si fuera gelatina cuando volvemos a separarnos. Afortunadamente ni mi padre ni mi hermana nos han visto y así no tenemos que soportar sus reproches, ya que mi hermana se pone siempre de parte de mi padre y no de mi madre como debería ser.
Aquella tarde hacia dos semanas, yo estaba en casa mientras mamá trabajaba en su tienda y mi hermana había salido con sus amigas.
Estaba escuchando música en el iPod con los cascos, cuando mi padre abrió la puerta de casa. Eran sus amigotes de la partida de cartas.
Entraron Lorenzo, Julián y un tipo nuevo que no había visto hasta ese mismo día.
Yo hice como que no estaba en casa y me quedé en el sofá que tenemos en la esquina entre el salón y el pasillo.
Comenzaron la partida, solo se jugaban monedas pequeñas, nada de billetes.
Mientras mi padre repartía las cartas, bebían unas cervezas que él había dejado en la mesa previamente.
Al empezar la partida me escondí arrastrando más hacia atrás el sofá.
-No voy. -dijo unos de ellos, pero no podía ver exactamente desde donde estaba quien era.
-Yo tampoco. -contestó otro que debía ser el nuevo. Hasta ahora no había escuchado su voz ronca.
-Pues nada, gano yo. -dijo mi padre elevando su voz tan desagradable.
Pararon un momento antes de empezar una nueva partida, cuando uno de ellos le preguntó que tal era últimamente mi madre en la cama.
En ese momento me quité los cascos, no tenía la música muy alta, solo lo hacía para evadirme de escucharlos, y acerqué la cabeza todo lo que pude.
-Ja,ja. -rio mi padre tan basto como siempre-. Rosario es un tempano de hielo. Recuerdo que cuando nos casamos era muy ardiente y siempre tenía ganas de complacerme cuando yo se lo pedía, pero ahora después de veinte años de casados, si no fuera por mí, nunca tendría ganas.
-¿Y cómo te las apañas? -le preguntó uno de sus amigotes.
-Con mucha mano derecha. -dijo mi padre haciendo el gesto de subir y bajar la mano, como haciéndose una paja-. De vez en cuando no puedo aguantar más y la metería donde fuera, así que la desnudo y le separo las piernas, esas piernas tan gordotas que tiene y luego tengo que abrirle los labios porque no encuentro su chocho entre tantos labios, los tiene así. -dijo poniendo los dedos juntos-. Como dos morcillas con cebolla y entonces, cuando por fin tengo su coño a la vista, se la meto. Ella se limita a mirar al techo y no decir nada mientras yo encima de ella me la follo como si no hubiera nada más en el mundo, solo su coño y mi polla.
-¿Y disfrutas? -le preguntó el nuevo.
-Claro, joder. Si no fuera por lo bien que me corro sería capaz de follarme a mi hija. Ella por lo menos está delgada y tiene el coño suave como si fuera un abrigo de visón.
-¿Se lo has visto a tu hija? -volvió a preguntarle el nuevo.
-Si. Varias veces. No solo cuando era pequeña y la bañaba yo, sino hace dos o tres años en que ella se empeñó en la que la acompañara a una playa nudista. Rosario se negó a ir, es un muy puritana para esas cosas, decía que solo su marido la vería desnuda y se quedó en el apartamento mientras la niña y yo fuimos a la playa.
Total. -siguió contando-. Que nos quedamos los dos desnudos. Imagínate ver a tu hija con 18 años recién cumplidos y lo primero que vi fue sus pechos turgentes y tan redondos, no como los de mi mujer, su culo carnoso y ese chochito depilado casi del todo con solo una raya en todo el centro que me dieron ganas de comérmelo allí mismo, aunque fuera el de mi hija.
No podía creer lo que estaba oyendo. Aunque no fuera en serio y lo contara para reírse con sus amigotes, aquello era como si fuera incesto. Seguí escuchando lo que contaba mi padre.
-Luego nos metimos en el agua los dos y Luisa, -así se llama mi hermana-, empezó a juguetear conmigo. Daba saltos y me hacía cogerla y luego soltarla otra vez. Y entonces una de las veces estaba tan cerca de mí que se me puso dura. Luego ella se cansó de jugar y nadar y me dijo que se salía del agua. Yo le dije que luego saldría y cuando no me vio, ya estaba en la orilla, me fui a un lado de la cala donde estábamos y me hice una buena paja bajo el agua mirando a mi hija tumbada en pelotas sobre la toalla. La leche se fue con el agua y seguro que algún pez se la tragó. -Y terminó de contarlo y estalló en carcajadas.
En ese momento me hubiera levantado y le hubiera abofeteado. Pero no podía hacer nada, solo quedarme quieto haciendo como que oía música y sin hacer ruido para que no notara que estaba en casa, aunque lo supiera perfectamente.
Al cabo de una hora más o menos, mi madre volvió a casa. Los amigotes ni se dignaron en saludarla y mi padre le dio una palmada en las nalgas que se movieron de nuevo como si fueran de gelatina.
A mi madre, aunque recatada, le gustaba vestir de forma atractiva y como trabajaba en su tienda de ropa, se vestía con sus prendas y esa tarde cuando volvió a casa llevaba una falda de tubo, que le marcaba bastante sus grandes nalgas.
Mi padre la miró de arriba abajo después de darle la palmada y le dijo que se sentara si estaba cansada, pero señalando a sus piernas.
Ella no le hizo ni caso y tras saludar a sus amigotes, demostrando que era más educada que ellos, se fue a su cuarto y cerró la puerta.
Cenamos sin que mis padres se dijeran nada. Mi hermana estuvo todo el rato con el teléfono y mi padre no la regañó ni nada. Cada día me quedaba más claro que ella era la favorita de mi padre y más con lo que había oído contarles a sus amigotes en la partida de cartas. Tendría que estar más atento, no fuera a ser que algún día se follara a mi hermana.
Después mamá, mi padre y yo nos sentamos en el salón a ver la televisión. Mi hermana había desaparecido en su habitación.
Mamá llevaba puesta una bata de color beige bastante ligera y transparente. Como estaba sentada a mi lado pude apreciar cómo se le notaba el sujetador de color carne que apenas podía abarcar sus grandes pechos que sobresalían por arriba. Quizá era el momento de cambiarlo por uno más grande, pensé. Como si hubiera oído mis pensamientos, mamá posó su mano derecha sobre las mías que estaban cruzadas sobre mi regazo y me sonrió con esa sonrisa suya que eran tan hermosa y que me dejaba ver sus labios carnosos y sus dientes tan perfectos.
Yo le devolví la sonrisa y me fijé con el rabillo del ojo en como acomodaba sus piernas y me di cuenta de que no llevaba bragas. Aunque sus muslos eran gruesos, cuando las acomodó, dejó al descubierto su vulva en la que asomaba una pequeña mata de pelo y me sonrojé.
Ella no dijo nada, solo seguimos mirando un rato más la televisión con su mano sobre las mías y después mi padre se levantó del sofá con cara de pocos amigos y le hizo un gesto a mamá con la cabeza como diciendo que la siguiera.
Mamá le siguió y vi su culo grande y hermoso moverse de un lado a otro mientras iba detrás de mi padre hacia su habitación. Estaba claro lo que iban a hacer y me puse rabioso por ello. Mi madre se había convertido en una especie de objeto sexual para que mi padre se la tirase cuando él quisiera y no cuando quisieran los dos.
Oí como se cerraba la puerta de su habitación, nuestra casa no era demasiado grande y su cuarto no estaba lejos del salón.
Luego escuché a mi padre decir algo en voz no demasiado baja y moverse un poco la cama.
Entonces los muelles del colchón y el somier comenzaron a seguir ese rítmico movimiento que hacen las camas cuando una pareja está haciendo el amor.
Me vino a la cabeza cuando les contó a sus amigotes como hacían el amor y vi a mi madre en la cama bajo mi padre, y ella mirando al techo y siendo penetrada por el bruto de mi padre que no la amaba, solo se la follaba como si fuera un trozo de carne, un agujero donde meter su polla y donde desahogar sus instintos más básicos.
Al poco los crujidos del somier fueron acelerándose al máximo y mi padre empezó a gemir como una bestia en celo.
-Aaaaagggh, aaaaaaaggggh, aaaaaagggh.
Estaría disfrutando como un loco.
-Aaaaagggh, aaaaaaaggggh, aaaaaagggh. -volvió a gemir.
La cama entonces parecía que fuera a romperse. Solo se le oía a él. Mi madre no decía nada.
Un rato más de crujidos y entonces el gran grito.
-Aaaaaaaaggggghhhh, joooodeerrrrr, me cooorrooooo hossstiiiiaaaa, me coorrooooo.
Por fin la cama dejó de temblar. Me dio una rabia tremenda y apagué la televisión y tiré el mando al sofá. Fui directo a mi habitación y cerré la puerta dando un portazo y me tumbé en la cama y me puse los cascos a máximo volumen para no escuchar nada más.
A la mañana siguiente me dolían las orejas porque me había despertado con los cascos puestos.
Fui al baño y me lavé las manos. Cuando llegué a la cocina papá ya había terminado de desayunar y mi hermana Luisa estaba apurando los últimos tragos de su vaso de café. Tenía la extraña costumbre de beber su café en vaso en vez de en taza.
-Tesoro, ¿qué te apetece desayunar? -me preguntó mamá con la mejor de sus sonrisas como si la noche anterior papá no se la hubiera follado de forma salvaje.
-Una tostada con mantequilla y mermelada y un vaso de leche con cacao. -le respondí.
Cinco de cada siete días a la semana desayunaba eso.
Mamá sin perder su sonrisa me preparó las tostadas y la leche con cacao. Me fije en que estaba desnuda bajo la bata, y que sus enormes pechos se movían cada vez que ponía las tostadas en la tostadora o cogía el vaso de la estantería. Sus pezones destacaban por encima de todo. Eran de un color rosa oscuro y sus areolas los enmarcaban.
Traté de no mirarlos directamente mientras me servía el desayuno.
Entonces mi padre y mi hermana se despidieron de mamá dejando los platos en el fregadero y se marcharon, mi padre a trabajar y mi hermana al instituto.
Cuando terminé me levanté a fregar mi plato y mi vaso, mamá se puso delante de mí para fregar los platos que habían dejado mi padre y mi madre, y me choqué con sus nalgas.
-Perdona mamá. -le dije.
-No pasa nada tesoro. -me contestó ella y volvió a besarme en la frente.
Noté un escalofrío que me recorría el cuerpo. Volvía a tenerla delante y noté también un calor en mi entrepierna. Joder, esto no está bien. -pensé.
Ella empezó a fregar todo incluido mi plato y mi vaso.
-Deja que te ayude. -le dije.
Pero ella me hizo un gesto con la mano diciendo que no me preocupara por nada. Volví a sentarme mientras ella terminaba. Sus nalgas de gelatina se movían con cada frotada que daba a la vajilla. Se había puesto los guantes y eso la hacía todavía más sexy.
Traté de no mirarla mucho rato porque mi polla estaba empezando a despertar bajo el calzoncillo.
Me recriminé por estar mirándola con ojos lujuriosos después lo que había oído la noche anterior.
Al fin terminó de fregar. Dejó todo en el escurreplatos y se quitó los guantes y girándose volvió a sonreírme.
-¿Qué te preocupa mi bebé? -me preguntó una vez que había guardado los guantes.
-Como te trata papá. -le contesté.
-Ya. Supongo que nos oíste ayer. -me dijo bajando los ojos un poco avergonzada.
-Si. Bueno, en realidad solo oí al bruto de mi padre. No puede tratarte como si fueras un trozo de carne. -dije cogiéndome las manos y apretándolas con rabia.
-Tesoro lo siento mucho si te molestamos.
-¿Cómo vas a molestarme tú, mamá? -le dije.
-Ya, pero éramos los dos los que lo hicimos. -dijo ella.
-¿Por qué le das tu cuerpo? -le pregunté sin saber bien que decía.
-Mira tesoro. -levantó de nuevo los ojos mirándome-. Yo no gano demasiado en la tienda, tu padre gana más que yo y ahora no podría divorciarme e irme de casa. Así que tengo que seguir aquí y cuando le apetece hacerlo, tengo que agachar la cabeza y dárselo. Yo solo me limito a tumbarme en la cama y abrirme de piernas y dejar que él me folle.
Entonces se cortó por lo que había dicho y agachó la cabeza. Sus grandes pechos cayeron junto con su cabeza.
-Perdona mi bebé, eres mi hijo y no debería haberte contado como tienen sexo tus padres.
-No pasa nada mamá. Me alegro de que tengas confianza conmigo también hasta ese punto.
Ella se acercó a mí y me puso la mano en la cara confortándome. Estaba preciosa y la tenía pegada a mi casi desnuda.
Nos separamos y cambiamos de conservación. Me dijo que al día siguiente empezaría a trabajar en la tienda.
-Al principio te enseñaré solo a tomar medidas a las clientas. -me dijo muy animada, como si no hubiéramos tenido esa conversación sobre sexo hace unos momentos-. Cuando ya estés preparado, entonces te enseñaré a coser y zurcir y podrás ayudarme con los modelos. Tengo una amiga que conoce a un modisto muy conocido y tal vez nos lleve a algún desfile suyo. Pero hijo, aún no te hagas ilusiones. Mejor no ilusionarse y esperar a que llegue el momento, que no apresurarse a ello.
Entonces la vi tan contenta que no pude reprimirme y me acerqué a ella y le di un abrazo fuerte. Olvidé que estaba desnuda y sus pechos se apretaron contra los míos y puede notar como palpitaba su entrepierna. Nos quedamos así abrazados un rato hasta que noté que mi polla estaba poniéndose dura por el roce.
Me separé de ella y pude ver una pequeña mancha en su bata, justo en la zona de su entrepierna. ¿De verdad nos habíamos excitado los dos? Pensé.
Me disculpé y le dije a mamá que iba a darme una ducha.
Ella asintió con la cabeza y yo me fui al baño.
Mientras el agua caía sobre mí, volví a pensar en lo que acababa de pasar, y me di cuenta de que mi polla estaba más dura que nunca. Bajé la ducha y me pasé el chorro por el frenillo hasta excitarme más de que lo ya lo estaba y me masturbé furiosamente hasta me corrí salpicando los azulejos de la ducha. Luego pasé el chorro por ellos hasta que todo mi semen se fue por el desagüe.
Terminé de ducharme y me sequé.
El día pasó rápido y afortunadamente el bruto de mi padre no se folló a mi madre esa noche.
-Vamos hijo. -me dijo mi madre cuando terminé de desayunar-. En un rato nos vamos a la tienda.
Me fije en que seguía desnuda bajo la bata como el día anterior. Supuse que dormía desnuda por si a mi padre le entraban ganas de hacerlo, estar preparada para él.
Fui a mi cuarto a vestirme y entonces mamá se quitó la bata de camino a su habitación y por unos instantes se quedó desnuda ante mí.
Es cierto que era gordita como ya os dije, pero la exuberancia de sus muslos y sus nalgas la hacían una mujer hermosa en todos los sentidos, su cara era preciosa y ahora podía ver que su cuerpo también lo era.
Terminó de vestirse en el pasillo, se arregló el pelo en una coleta y cogiendo las llaves salimos de casa.
Llegamos a la tienda y la ayudé a levantar el cierre. Pesaba bastante y lamenté que siempre fuera ella la que tuviera que hacerlo porque nunca vi que mi padre fuera a ayudarla en sus días libres.
Volvimos a echarlo y me llevó a la trastienda. Abrió varios cajones y cuando encontró lo que buscaba sacó de ellos un metro antiguo y grande de tela.
-Ahora vas a practicar conmigo tesoro. -me comentó-. Aprenderás primero conmigo a tomar las medidas y luego ya podrás hacerlo con las clientas.
Yo asentí y entonces mamá se quitó el vestido quedándose en ropa interior.
Vaya, pensé. Creí que lo haría al principio con un maniquí y no con ella directamente, y menos en ropa interior.
Mamá estiró los brazos y me dijo como debía medírselos.
Primero lo hice por delante y luego pasé a medirlos por detrás.
Entontes me dijo como medirle el pecho.
-Acercarte tesoro que no muerdo. -y rio al decirlo.
Hice lo que me dijo y le medí el pecho. Estaba tan cerca y me puse un poco nervioso.
Cuando terminé tuve que medirle las caderas y el contorno de los muslos.
Vaya, no pensé que fuera a ser tan difícil. No lo decía porque lo fuera, sino porque no sabía que iba a empezar a excitarme con la visión de las curvas de mi madre. No podía seguir así y le dije a mi madre que necesitaba descansar un poco, que estaba sudando.
-Claro mi bebé. -me dijo-. Yo también descansaré un rato.
Mamá se sentó en una silla que tenía en la trastienda. Me hizo un gesto para que me acercara y me sentará encima de ella.
-No mamá. No voy a sentarme encima de ti y menos estando en ropa interior. -le contesté.
-Mi tesoro, quiero sentirte cerca.
No entendí si me lo decía en plan sexual o que.
Al verla sonreír con esa risa suya tan bonita, no me quedó otra que obedecer y sentarme sobre ella.
-Gracias por ayudarme mi bebé. -me dijo acariciándome el pelo.
-De nada mamá. Eres mi madre y además estas dándome trabajo.
-Te quiero mucho. -me dijo muy feliz.
Terminamos el día, donde había tomado medidas a un par de señoras rellenitas, más que mi madre.
Ella tomó nota de todo y se encargó de prepararlo para pedir el material y poder hacer los vestidos.
De camino a casa vimos a una pareja joven que iban cogidos de la mano. Yo en ese momento no tenía novia, acababa de cortar con mi ex, Vanesa, y ahora no me interesaba volver a tener pareja.
Al dar la vuelta para meternos en un pequeño callejón por donde atajábamos para ir a casa, nos sorprendió otra pareja en plena faena. El chico tenía a la chica apoyada contra la pared con los pantalones de ambos bajados y estaba dándola bien.
Mamá se rio al verlos y me cogió de la mano y salimos casi a la carrera del callejón.
Cuando nos alejamos ella me preguntó con esa sonrisa tan bonita, que en ese momento era aún más tierna de lo habitual, que qué tal me lo pasaba yo cuando hacia el amor.
-Bien mamá. Es muy placentero. -le contesté.
-¿Siempre llegas al orgasmo? -me preguntó.
-Mamá. -le dije reprochándoselo-. Es una pregunta muy personal.
-Ya lo sé cielo, pero eres muy bebé y tengo que saber si mi niño disfruta.
-Si mamá. -le contesté parando un momento-. Seguía con su mano agarrada a la mía. La miré fijamente a los ojos y vi la pasión y el fuego que desprendían en ese momento. Me alcé y la besé en la frente como solíamos hacer. Ella me devolvió el beso y luego levantó nuestras manos y besó la mía.
Si no hubiera sido porque en ese momento varias personas pasaron junto a nosotros la hubiera besado en la boca allí mismo.
Estaba excitado, lo reconocía. Esa pregunta que me había hecho en ese preciso momento de su vida donde papá no la hacía disfrutar en la cama, me había hecho despertar y pensé que, si él no la hacía gozar, tendría que ser yo quien lo hiciese. Entonces decidí contraatacar.
-Mamá. -le pregunté serio mientras estábamos los dos parados a unos metros de casa-. ¿Cuánto hace que tú no tienes un orgasmo?
-Ya ni lo sé hijo. -me contestó.
-¿Y no te preocupa no tenerlo ni disfrutar? -le dije.
-Últimamente ando liada con la tienda, ya has visto el trabajo que tengo, y cuando llego a casa estoy muy cansada para darme una satisfacción.
-Pero si el bruto de papá quiere, tú estás dispuesta. -le recriminé-. No te enfades, mamá, y perdona, pero es que tú también tienes derecho a disfrutar de tu cuerpo y tener un orgasmo cuando te apetezca, si al menos disfrutaras con él…
-Ya lo sé mi bebé. Estate tranquilo. -me dijo volviendo a coger mi mano-. No te preocupes por mamá, ¿vale?, estaremos bien, y más si estamos los dos juntos.
Yo le sonreí y finalmente echamos a andar y llegamos a casa.
Un mes después fue el cumpleaños de mamá. Ese día cerró la tienda y lo celebramos todos juntos. Desgraciadamente vinieron los amigotes de papá, y no pararon de molestar en todo el rato. Algunas clientas de mamá también se pasaron a saludar, mamá les invitó a tarta y bebida, y ellas lo agradecieron mucho.
Papá volvió a jugar a las cartas con sus amigotes y ellos le dijeron lo guapa que estaba. Para ese día mamá se había puesto una blusa rosa y la falda de tubo que tanto marcaba sus caderas y su culo y ellos no le quitaron ojo de encima en todo el rato.
Finalmente nos quedamos solos. Luisa le dio un beso a mamá y le dijo que tenía que irse porque había quedado con su novio. Papá le dijo que fuera buena y en ese momento le llamaron por teléfono.
Me llevé a mamá a un rincón y le di un paquete que había guardado en una mochila que ya no usaba.
-Gracias tesoro, ¿qué es? -me preguntó.
-Ábrelo y lo veras. -le contesté.
Abrió la caja y para su sorpresa vio que era un satisfayer. Al principio no dijo nada, pero luego su sonrisa se tornó en pena y me dijo que no podía aceptarlo.
-No puedo tesoro, si papá se entera. -me dijo contrariada.
-Mamá, es para ti. Te quiero mucho y es tu regalo de cumpleaños.
Ella volvió a mirar la caja y me devolvió de nuevo una sonrisa.
-Está bien. -me dijo-. Lo guardaré en la tienda, tu padre nunca va allí y no lo descubrirá.
-Viene con instrucciones. -le dije, pero inmediatamente me arrepentí-. Pero yo puedo ayudarte a usaarlo.
-Lo sé mi bebé. -dijo poniendo su mano en mi cara-. Te quiero mucho y estaré encantada de que me enseñes a utilizarlo.
-¿Qué cuchicheáis? -preguntó mi padre que había terminado de hablar por teléfono.
-Nada cariño. Tu hijo que me estaba felicitando ahora que ya se ha ido todo el mundo.
-Pues nada, ahora si no tenéis nada más que deciros, quiero darte cariño tu regalo de cumpleaños.
Ella me dio la caja a escondidas y fue hasta él.
Mamá se sentó en el regazo de papá. Se besaron unos momentos y luego se levantaron.
-Vamos campeón. -me dijo a mi-. Si no quieres escuchar lo que viene ahora, puedes irte a la calle un rato.
Yo le sonreí y para mis adentros le hubiera abofeteado allí mismo. Apreté los puños y me fui derecho a la cocina. Cerré la puerta a la vez que se cerraba también la puerta de la habitación de mis padres.
-Ábrete de piernas. -oí que decía mi padre desde su habitación.
Supongo que mamá le obedeció y entonces la penetraría.
Volví a oír los crujidos de la cama y a mi padre que empezó a gemir antes de lo habitual.
-Aaaaaaahhh, aaaaaaaahhh, aaaaaaaaahhhhh. Gime un poco que te oiga el chaval. -le dijo a mi madre.
Entonces oí una serie de gemidos en voz baja que venían de mi madre.
-Aaah, aaah, aaah.
Eran acompasados y creí que serian cada vez que él empujaba su polla hasta dentro.
Así siguieron un rato más, hasta que entonces mi padre dijo:
-Ponte a cuatro patas cariño.
Un movimiento del colchón me hizo saber que mamá le obedecía y se ponía a cuatro patas para satisfacer al bruto de mi padre.
Me preparé un vaso de café y puse el microondas para evitar oírle, pero él fue tan bruto que los gemidos llegaban hasta la cocina y el microondas no los tapaba.
-Aaaaaaahhh, joder, que gusto cariño. Así, déjame entrar más adentroooooo, asiiiiiii, asiiiii, ya viene, ya viene, me corroooooooooo, me corrooooooo, ¡¡jodeeerrrrr me corrooooooooooooo!!
No sé si llegué a escuchar unos pequeños gemidos de mi madre a la vez ya que mi padre había llenado la casa con sus gritos.
Un rato después la puerta de la habitación de mis padres se abrió y vi salir a mi madre completamente desnuda que se dirigía hasta el baño.
Me acerqué por curiosidad a la habitación y oí a mi padre roncar como un cerdo.
Mamá me vio y me dijo que entrara en el baño y cerrara la puerta.
Estaba preciosa y me cogió de las manos y me dio su habitual beso en la frente.
-Mamá, ¿qué tal? -le pregunté-. ¿Esta vez has sentido algo?
-Solo un poco, tesoro. Una pequeña sensación de placer mientras estaba a cuatro patas y tu padre me atravesaba. Parece que consiguió llegar a mi punto g y lo estimuló, pero solo un poco, no me dio tiempo a sentir más y luego él se corrió.
Al decir esto se puso colorada y agachó la cabeza.
-No te de corte decirme esto mamá.
Ella asintió al levantar la cabeza y, para mi sorpresa, me dio un beso en la boca como si fuéramos marido y mujer. Yo experimenté una erección inmediatamente y ella me sonrió.
Como si no hubiera pasado nada de eso, me dijo que la ayudara a ducharse y así lo hice enjabonando su espalda y sus nalgas.
Cuando terminé de ayudarla estaba muy excitado y ella se cubrió con la toalla y me dijo que me dejaba solo para que pudiera aliviarme.
Yo no sabía dónde meterme al decirme eso mamá. Pero estaba tan excitado que no pude pensar más y eché el cerrojo a la puerta del baño y bajándome la ropa, me hice una paja increíble pensando en mamá y su cuerpo desnudo.
No duré nada la verdad. Después de limpiarme bien y lavarme las manos, salí del baño y oí como mi padre seguía roncando aún. Mamá estaba sentada en la cocina con su bata, se había puesto ropa interior esta vez.
Me senté junto a ella y la besé en la frente. Me dijo que mañana la enseñaría a usar mi regalo. Me alegré mucho.
Esa noche dormí de un tirón y me desperté temprano. Desayunamos los cuatro juntos y luego mi padre y mi hermana se fueron como siempre a su trabajo y a la universidad, respectivamente.
Mamá y yo abrimos la tienda.
Pensé que podría enseñarle a usar el satisfayer en la trastienda en algún momento que nos quedáramos solos, pero hubo mucho trabajo y apenas pudimos parar a descansar.
La tienda de mamá ahora tenía mas clientes.
-Mamá. -le dije un domingo que me levanté al baño a orinar y me la encontré haciendo lo mismo en el baño.
-Dime tesoro. -me contestó mirándome sentada en la taza con mucho amor, como me miraba siempre, los ojos bien abiertos y sonriendo.
-Papá me contó ayer a última hora que iba a ir esta tarde al futbol con sus amigotes. Es el momento perfecto para quedarnos solos. -le respondí guiñándole un ojo.
-Tesoro, eso es maravilloso. Por fin un rato para nosotros solos. -me dijo-. En ese momento se levantó de la taza y cogiendo papel, se limpió su vulva. A mí se me iban los ojos a su vulva depilada y rosada, pero volví a levantar la vista a sus ojos, ya que noté como me empecé a poner cachondo y me iba a empalmar con la visión de su coñito.
El día transcurrió como cualquier otro. Papá con sus tonterías, mi hermana como una idiota con el móvil, y mamá y yo lanzándonos miradas cómplices.
Solo quedaba mi hermana para fastidiarnos la fiesta, pero sin duda el fin de semana siempre encontraba un plan, y este no iba a ser distinto.
-Hermanito, te quedas solo con mamá. -dijo ella al cabo de diez minutos-. He quedado con mis amigas, vamos a salir al cine y luego probablemente cenaremos. Nos vemos por la noche.
Respiré aliviado al oírla decir eso. Ahora por fin mamá y yo estaríamos solos.
Nos despedimos de mi padre y mi hermana y respiramos aliviados.
Yo me había encargado de traer el satisfayer de la tienda a casa y lo había escondido en mi armario.
Lo saqué de allí y en ese momento mamá ya se había quitado la bata y se había tumbado en la cama. Estaba muy sexy. Yo tragué saliva cuando vi que empezaba a bajarse las bragas para quitárselas. Pero ahora no podía echarme atrás. Le había prometido enseñarla a usarlo y no podía arrepentirme.
Mamá me miró esperando que fuera yo quien tomara la iniciativa. Al ver que me quedaba parado, se abrió un poco de piernas dejándome ver sus tremendos muslos y su vulva rosada e hinchada por la excitación. ¿Estaba así por mí, o solo de pensar lo que estaba a punto de pasar? Enseguida saldría de dudas.
Me acerqué a ella sonriendo para que no notara lo nervioso que estaba, aunque si lo estuviera, y saqué el satisfayer de la caja.
Me subí en la cama y me coloqué entre sus piernas. Encendí el aparato y lo acerqué a su vulva. Le indiqué que ahora debía abrir sus labios y mamá así lo hizo.
Comenzó a pasarlo por sus labios internos y externos y noté como se iba excitando un poco.
Luego aumentó la velocidad de los movimientos y entonces se mojó del todo.
Al principio no me miraba, pero después alzó la vista y pude ver como disfrutaba.
-Aaaaah, aaaaah. Me gusta tesoro, a mamá le gusta mucho. -me dijo ella.
-Me alegro mucho mamá. Sigue un poco más.
-No sé si puedo mi bebé. No debería hacer esto delante de ti. -me contestó.
-No te de corte mamá. Quiero que disfrutes. Papá no lo hace. Sigue, por favor. -le dije.
Mamá volvió a pasar el satisfayer por sus labios y entonces le señalé con el dedo que debía llegar a su clítoris. Asintió con la cabeza y finalmente llegó hasta el.
Sus piernas se abrían y se cerraban según el aparato la iba dando placer. Yo para entonces estaba empalmado, pero no iba a esconderlo ahora.
Ella se moría de gusto, y al poco no pudo aguantar más y estalló en un tremendo orgasmo que hizo que la cama temblara y toda la habitación con ella.
Cuando mamá recuperó la respiración, me dijo que me tumbara junto a ella. El satisfayer mojado por sus flujos había quedado a un lado.
Estábamos los dos tumbados boca arriba en la cama, cuando ella me dijo:
-Si no fueras mi hijo, aquí y ahora te pediría que me follaras. -me dijo mamá muy seria, pero no con la seriedad de estar enfadada, sino con la seriedad de decirlo completamente en serio.
Más tarde ella se duchó y volvió a vestirse con la bata que habitualmente llevaba.
Esa noche apenas puede pegar ojo por lo que me había dicho mamá. Afortunadamente no follaron ya que mi padre debió volver cansado del futbol y no tendría ganas de clavársela en ese coño tan apetecible que tenía mamá y que había disfrutado sin metérsela.
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En la Tienda de Ropa - Capítulo 001
Cuando terminé el instituto decidí dejar los estudios. No iba a hacer una carrera universitaria para luego no encontrar trabajo de lo que hubiese estudiado 4 o 5 años, por lo que se lo planteé a mis padres.
Mamá no dijo nada, pero mi padre, que últimamente se comportaba como un bruto, me dijo que le daba igual si estudiaba o no una carrera, pero que tendría que ponerme a trabajar, que no iba a mantener a ningún vago. Mi hermana todavía estaba en el instituto y de ella no podía decir nada aun, pero esperaba que no le saliera como yo.
Mi madre me llevó aparte y me dijo que podía contar con su apoyo en todas las decisiones que tomase. Que podría trabajar con ella en su pequeña tienda de ropa, tenía una tienda para ropa de tallas grandes, y aunque al principio no pudiera pagarme un sueldo, tal vez más adelante pudiera hacerlo. Yo acepté y me abracé a ella para darle las gracias.
Mamá se llama Rosario y es una mujer hermosa, aunque tiene unos kilitos de más. Tiene el pelo castaño, de mí misma estatura, ojos verdes oscuros. Últimamente mi padre no le hace demasiado caso. No solo en casa, sino también en el aspecto sexual por conversaciones que he oído en casa cuando mamá no está y papá se trae a sus amigotes a jugar a las cartas.
Al separarme de su abrazo me di cuenta de lo imbécil que era mi padre por tener abandonada a una mujer como ella.
Sus pechos se movieron mientras me separaba de ella y se estiró para darme un beso en la frente. Es una costumbre que tenía desde que era pequeño. Me llamaba mi tesoro y mi bebé.
Yo le devolví el beso en la frente como hago siempre que ella lo hace. Me volví a abrazar a ella y noté ahora sus caderas tan anchas y ese trasero que se mueve como si fuera gelatina cuando volvemos a separarnos. Afortunadamente ni mi padre ni mi hermana nos han visto y así no tenemos que soportar sus reproches, ya que mi hermana se pone siempre de parte de mi padre y no de mi madre como debería ser.
Aquella tarde hacia dos semanas, yo estaba en casa mientras mamá trabajaba en su tienda y mi hermana había salido con sus amigas.
Estaba escuchando música en el iPod con los cascos, cuando mi padre abrió la puerta de casa. Eran sus amigotes de la partida de cartas.
Entraron Lorenzo, Julián y un tipo nuevo que no había visto hasta ese mismo día.
Yo hice como que no estaba en casa y me quedé en el sofá que tenemos en la esquina entre el salón y el pasillo.
Comenzaron la partida, solo se jugaban monedas pequeñas, nada de billetes.
Mientras mi padre repartía las cartas, bebían unas cervezas que él había dejado en la mesa previamente.
Al empezar la partida me escondí arrastrando más hacia atrás el sofá.
-No voy. -dijo unos de ellos, pero no podía ver exactamente desde donde estaba quien era.
-Yo tampoco. -contestó otro que debía ser el nuevo. Hasta ahora no había escuchado su voz ronca.
-Pues nada, gano yo. -dijo mi padre elevando su voz tan desagradable.
Pararon un momento antes de empezar una nueva partida, cuando uno de ellos le preguntó que tal era últimamente mi madre en la cama.
En ese momento me quité los cascos, no tenía la música muy alta, solo lo hacía para evadirme de escucharlos, y acerqué la cabeza todo lo que pude.
-Ja,ja. -rio mi padre tan basto como siempre-. Rosario es un tempano de hielo. Recuerdo que cuando nos casamos era muy ardiente y siempre tenía ganas de complacerme cuando yo se lo pedía, pero ahora después de veinte años de casados, si no fuera por mí, nunca tendría ganas.
-¿Y cómo te las apañas? -le preguntó uno de sus amigotes.
-Con mucha mano derecha. -dijo mi padre haciendo el gesto de subir y bajar la mano, como haciéndose una paja-. De vez en cuando no puedo aguantar más y la metería donde fuera, así que la desnudo y le separo las piernas, esas piernas tan gordotas que tiene y luego tengo que abrirle los labios porque no encuentro su chocho entre tantos labios, los tiene así. -dijo poniendo los dedos juntos-. Como dos morcillas con cebolla y entonces, cuando por fin tengo su coño a la vista, se la meto. Ella se limita a mirar al techo y no decir nada mientras yo encima de ella me la follo como si no hubiera nada más en el mundo, solo su coño y mi polla.
-¿Y disfrutas? -le preguntó el nuevo.
-Claro, joder. Si no fuera por lo bien que me corro sería capaz de follarme a mi hija. Ella por lo menos está delgada y tiene el coño suave como si fuera un abrigo de visón.
-¿Se lo has visto a tu hija? -volvió a preguntarle el nuevo.
-Si. Varias veces. No solo cuando era pequeña y la bañaba yo, sino hace dos o tres años en que ella se empeñó en la que la acompañara a una playa nudista. Rosario se negó a ir, es un muy puritana para esas cosas, decía que solo su marido la vería desnuda y se quedó en el apartamento mientras la niña y yo fuimos a la playa.
Total. -siguió contando-. Que nos quedamos los dos desnudos. Imagínate ver a tu hija con 18 años recién cumplidos y lo primero que vi fue sus pechos turgentes y tan redondos, no como los de mi mujer, su culo carnoso y ese chochito depilado casi del todo con solo una raya en todo el centro que me dieron ganas de comérmelo allí mismo, aunque fuera el de mi hija.
No podía creer lo que estaba oyendo. Aunque no fuera en serio y lo contara para reírse con sus amigotes, aquello era como si fuera incesto. Seguí escuchando lo que contaba mi padre.
-Luego nos metimos en el agua los dos y Luisa, -así se llama mi hermana-, empezó a juguetear conmigo. Daba saltos y me hacía cogerla y luego soltarla otra vez. Y entonces una de las veces estaba tan cerca de mí que se me puso dura. Luego ella se cansó de jugar y nadar y me dijo que se salía del agua. Yo le dije que luego saldría y cuando no me vio, ya estaba en la orilla, me fui a un lado de la cala donde estábamos y me hice una buena paja bajo el agua mirando a mi hija tumbada en pelotas sobre la toalla. La leche se fue con el agua y seguro que algún pez se la tragó. -Y terminó de contarlo y estalló en carcajadas.
En ese momento me hubiera levantado y le hubiera abofeteado. Pero no podía hacer nada, solo quedarme quieto haciendo como que oía música y sin hacer ruido para que no notara que estaba en casa, aunque lo supiera perfectamente.
Al cabo de una hora más o menos, mi madre volvió a casa. Los amigotes ni se dignaron en saludarla y mi padre le dio una palmada en las nalgas que se movieron de nuevo como si fueran de gelatina.
A mi madre, aunque recatada, le gustaba vestir de forma atractiva y como trabajaba en su tienda de ropa, se vestía con sus prendas y esa tarde cuando volvió a casa llevaba una falda de tubo, que le marcaba bastante sus grandes nalgas.
Mi padre la miró de arriba abajo después de darle la palmada y le dijo que se sentara si estaba cansada, pero señalando a sus piernas.
Ella no le hizo ni caso y tras saludar a sus amigotes, demostrando que era más educada que ellos, se fue a su cuarto y cerró la puerta.
Cenamos sin que mis padres se dijeran nada. Mi hermana estuvo todo el rato con el teléfono y mi padre no la regañó ni nada. Cada día me quedaba más claro que ella era la favorita de mi padre y más con lo que había oído contarles a sus amigotes en la partida de cartas. Tendría que estar más atento, no fuera a ser que algún día se follara a mi hermana.
Después mamá, mi padre y yo nos sentamos en el salón a ver la televisión. Mi hermana había desaparecido en su habitación.
Mamá llevaba puesta una bata de color beige bastante ligera y transparente. Como estaba sentada a mi lado pude apreciar cómo se le notaba el sujetador de color carne que apenas podía abarcar sus grandes pechos que sobresalían por arriba. Quizá era el momento de cambiarlo por uno más grande, pensé. Como si hubiera oído mis pensamientos, mamá posó su mano derecha sobre las mías que estaban cruzadas sobre mi regazo y me sonrió con esa sonrisa suya que eran tan hermosa y que me dejaba ver sus labios carnosos y sus dientes tan perfectos.
Yo le devolví la sonrisa y me fijé con el rabillo del ojo en como acomodaba sus piernas y me di cuenta de que no llevaba bragas. Aunque sus muslos eran gruesos, cuando las acomodó, dejó al descubierto su vulva en la que asomaba una pequeña mata de pelo y me sonrojé.
Ella no dijo nada, solo seguimos mirando un rato más la televisión con su mano sobre las mías y después mi padre se levantó del sofá con cara de pocos amigos y le hizo un gesto a mamá con la cabeza como diciendo que la siguiera.
Mamá le siguió y vi su culo grande y hermoso moverse de un lado a otro mientras iba detrás de mi padre hacia su habitación. Estaba claro lo que iban a hacer y me puse rabioso por ello. Mi madre se había convertido en una especie de objeto sexual para que mi padre se la tirase cuando él quisiera y no cuando quisieran los dos.
Oí como se cerraba la puerta de su habitación, nuestra casa no era demasiado grande y su cuarto no estaba lejos del salón.
Luego escuché a mi padre decir algo en voz no demasiado baja y moverse un poco la cama.
Entonces los muelles del colchón y el somier comenzaron a seguir ese rítmico movimiento que hacen las camas cuando una pareja está haciendo el amor.
Me vino a la cabeza cuando les contó a sus amigotes como hacían el amor y vi a mi madre en la cama bajo mi padre, y ella mirando al techo y siendo penetrada por el bruto de mi padre que no la amaba, solo se la follaba como si fuera un trozo de carne, un agujero donde meter su polla y donde desahogar sus instintos más básicos.
Al poco los crujidos del somier fueron acelerándose al máximo y mi padre empezó a gemir como una bestia en celo.
-Aaaaagggh, aaaaaaaggggh, aaaaaagggh.
Estaría disfrutando como un loco.
-Aaaaagggh, aaaaaaaggggh, aaaaaagggh. -volvió a gemir.
La cama entonces parecía que fuera a romperse. Solo se le oía a él. Mi madre no decía nada.
Un rato más de crujidos y entonces el gran grito.
-Aaaaaaaaggggghhhh, joooodeerrrrr, me cooorrooooo hossstiiiiaaaa, me coorrooooo.
Por fin la cama dejó de temblar. Me dio una rabia tremenda y apagué la televisión y tiré el mando al sofá. Fui directo a mi habitación y cerré la puerta dando un portazo y me tumbé en la cama y me puse los cascos a máximo volumen para no escuchar nada más.
A la mañana siguiente me dolían las orejas porque me había despertado con los cascos puestos.
Fui al baño y me lavé las manos. Cuando llegué a la cocina papá ya había terminado de desayunar y mi hermana Luisa estaba apurando los últimos tragos de su vaso de café. Tenía la extraña costumbre de beber su café en vaso en vez de en taza.
-Tesoro, ¿qué te apetece desayunar? -me preguntó mamá con la mejor de sus sonrisas como si la noche anterior papá no se la hubiera follado de forma salvaje.
-Una tostada con mantequilla y mermelada y un vaso de leche con cacao. -le respondí.
Cinco de cada siete días a la semana desayunaba eso.
Mamá sin perder su sonrisa me preparó las tostadas y la leche con cacao. Me fije en que estaba desnuda bajo la bata, y que sus enormes pechos se movían cada vez que ponía las tostadas en la tostadora o cogía el vaso de la estantería. Sus pezones destacaban por encima de todo. Eran de un color rosa oscuro y sus areolas los enmarcaban.
Traté de no mirarlos directamente mientras me servía el desayuno.
Entonces mi padre y mi hermana se despidieron de mamá dejando los platos en el fregadero y se marcharon, mi padre a trabajar y mi hermana al instituto.
Cuando terminé me levanté a fregar mi plato y mi vaso, mamá se puso delante de mí para fregar los platos que habían dejado mi padre y mi madre, y me choqué con sus nalgas.
-Perdona mamá. -le dije.
-No pasa nada tesoro. -me contestó ella y volvió a besarme en la frente.
Noté un escalofrío que me recorría el cuerpo. Volvía a tenerla delante y noté también un calor en mi entrepierna. Joder, esto no está bien. -pensé.
Ella empezó a fregar todo incluido mi plato y mi vaso.
-Deja que te ayude. -le dije.
Pero ella me hizo un gesto con la mano diciendo que no me preocupara por nada. Volví a sentarme mientras ella terminaba. Sus nalgas de gelatina se movían con cada frotada que daba a la vajilla. Se había puesto los guantes y eso la hacía todavía más sexy.
Traté de no mirarla mucho rato porque mi polla estaba empezando a despertar bajo el calzoncillo.
Me recriminé por estar mirándola con ojos lujuriosos después lo que había oído la noche anterior.
Al fin terminó de fregar. Dejó todo en el escurreplatos y se quitó los guantes y girándose volvió a sonreírme.
-¿Qué te preocupa mi bebé? -me preguntó una vez que había guardado los guantes.
-Como te trata papá. -le contesté.
-Ya. Supongo que nos oíste ayer. -me dijo bajando los ojos un poco avergonzada.
-Si. Bueno, en realidad solo oí al bruto de mi padre. No puede tratarte como si fueras un trozo de carne. -dije cogiéndome las manos y apretándolas con rabia.
-Tesoro lo siento mucho si te molestamos.
-¿Cómo vas a molestarme tú, mamá? -le dije.
-Ya, pero éramos los dos los que lo hicimos. -dijo ella.
-¿Por qué le das tu cuerpo? -le pregunté sin saber bien que decía.
-Mira tesoro. -levantó de nuevo los ojos mirándome-. Yo no gano demasiado en la tienda, tu padre gana más que yo y ahora no podría divorciarme e irme de casa. Así que tengo que seguir aquí y cuando le apetece hacerlo, tengo que agachar la cabeza y dárselo. Yo solo me limito a tumbarme en la cama y abrirme de piernas y dejar que él me folle.
Entonces se cortó por lo que había dicho y agachó la cabeza. Sus grandes pechos cayeron junto con su cabeza.
-Perdona mi bebé, eres mi hijo y no debería haberte contado como tienen sexo tus padres.
-No pasa nada mamá. Me alegro de que tengas confianza conmigo también hasta ese punto.
Ella se acercó a mí y me puso la mano en la cara confortándome. Estaba preciosa y la tenía pegada a mi casi desnuda.
Nos separamos y cambiamos de conservación. Me dijo que al día siguiente empezaría a trabajar en la tienda.
-Al principio te enseñaré solo a tomar medidas a las clientas. -me dijo muy animada, como si no hubiéramos tenido esa conversación sobre sexo hace unos momentos-. Cuando ya estés preparado, entonces te enseñaré a coser y zurcir y podrás ayudarme con los modelos. Tengo una amiga que conoce a un modisto muy conocido y tal vez nos lleve a algún desfile suyo. Pero hijo, aún no te hagas ilusiones. Mejor no ilusionarse y esperar a que llegue el momento, que no apresurarse a ello.
Entonces la vi tan contenta que no pude reprimirme y me acerqué a ella y le di un abrazo fuerte. Olvidé que estaba desnuda y sus pechos se apretaron contra los míos y puede notar como palpitaba su entrepierna. Nos quedamos así abrazados un rato hasta que noté que mi polla estaba poniéndose dura por el roce.
Me separé de ella y pude ver una pequeña mancha en su bata, justo en la zona de su entrepierna. ¿De verdad nos habíamos excitado los dos? Pensé.
Me disculpé y le dije a mamá que iba a darme una ducha.
Ella asintió con la cabeza y yo me fui al baño.
Mientras el agua caía sobre mí, volví a pensar en lo que acababa de pasar, y me di cuenta de que mi polla estaba más dura que nunca. Bajé la ducha y me pasé el chorro por el frenillo hasta excitarme más de que lo ya lo estaba y me masturbé furiosamente hasta me corrí salpicando los azulejos de la ducha. Luego pasé el chorro por ellos hasta que todo mi semen se fue por el desagüe.
Terminé de ducharme y me sequé.
El día pasó rápido y afortunadamente el bruto de mi padre no se folló a mi madre esa noche.
-Vamos hijo. -me dijo mi madre cuando terminé de desayunar-. En un rato nos vamos a la tienda.
Me fije en que seguía desnuda bajo la bata como el día anterior. Supuse que dormía desnuda por si a mi padre le entraban ganas de hacerlo, estar preparada para él.
Fui a mi cuarto a vestirme y entonces mamá se quitó la bata de camino a su habitación y por unos instantes se quedó desnuda ante mí.
Es cierto que era gordita como ya os dije, pero la exuberancia de sus muslos y sus nalgas la hacían una mujer hermosa en todos los sentidos, su cara era preciosa y ahora podía ver que su cuerpo también lo era.
Terminó de vestirse en el pasillo, se arregló el pelo en una coleta y cogiendo las llaves salimos de casa.
Llegamos a la tienda y la ayudé a levantar el cierre. Pesaba bastante y lamenté que siempre fuera ella la que tuviera que hacerlo porque nunca vi que mi padre fuera a ayudarla en sus días libres.
Volvimos a echarlo y me llevó a la trastienda. Abrió varios cajones y cuando encontró lo que buscaba sacó de ellos un metro antiguo y grande de tela.
-Ahora vas a practicar conmigo tesoro. -me comentó-. Aprenderás primero conmigo a tomar las medidas y luego ya podrás hacerlo con las clientas.
Yo asentí y entonces mamá se quitó el vestido quedándose en ropa interior.
Vaya, pensé. Creí que lo haría al principio con un maniquí y no con ella directamente, y menos en ropa interior.
Mamá estiró los brazos y me dijo como debía medírselos.
Primero lo hice por delante y luego pasé a medirlos por detrás.
Entontes me dijo como medirle el pecho.
-Acercarte tesoro que no muerdo. -y rio al decirlo.
Hice lo que me dijo y le medí el pecho. Estaba tan cerca y me puse un poco nervioso.
Cuando terminé tuve que medirle las caderas y el contorno de los muslos.
Vaya, no pensé que fuera a ser tan difícil. No lo decía porque lo fuera, sino porque no sabía que iba a empezar a excitarme con la visión de las curvas de mi madre. No podía seguir así y le dije a mi madre que necesitaba descansar un poco, que estaba sudando.
-Claro mi bebé. -me dijo-. Yo también descansaré un rato.
Mamá se sentó en una silla que tenía en la trastienda. Me hizo un gesto para que me acercara y me sentará encima de ella.
-No mamá. No voy a sentarme encima de ti y menos estando en ropa interior. -le contesté.
-Mi tesoro, quiero sentirte cerca.
No entendí si me lo decía en plan sexual o que.
Al verla sonreír con esa risa suya tan bonita, no me quedó otra que obedecer y sentarme sobre ella.
-Gracias por ayudarme mi bebé. -me dijo acariciándome el pelo.
-De nada mamá. Eres mi madre y además estas dándome trabajo.
-Te quiero mucho. -me dijo muy feliz.
Terminamos el día, donde había tomado medidas a un par de señoras rellenitas, más que mi madre.
Ella tomó nota de todo y se encargó de prepararlo para pedir el material y poder hacer los vestidos.
De camino a casa vimos a una pareja joven que iban cogidos de la mano. Yo en ese momento no tenía novia, acababa de cortar con mi ex, Vanesa, y ahora no me interesaba volver a tener pareja.
Al dar la vuelta para meternos en un pequeño callejón por donde atajábamos para ir a casa, nos sorprendió otra pareja en plena faena. El chico tenía a la chica apoyada contra la pared con los pantalones de ambos bajados y estaba dándola bien.
Mamá se rio al verlos y me cogió de la mano y salimos casi a la carrera del callejón.
Cuando nos alejamos ella me preguntó con esa sonrisa tan bonita, que en ese momento era aún más tierna de lo habitual, que qué tal me lo pasaba yo cuando hacia el amor.
-Bien mamá. Es muy placentero. -le contesté.
-¿Siempre llegas al orgasmo? -me preguntó.
-Mamá. -le dije reprochándoselo-. Es una pregunta muy personal.
-Ya lo sé cielo, pero eres muy bebé y tengo que saber si mi niño disfruta.
-Si mamá. -le contesté parando un momento-. Seguía con su mano agarrada a la mía. La miré fijamente a los ojos y vi la pasión y el fuego que desprendían en ese momento. Me alcé y la besé en la frente como solíamos hacer. Ella me devolvió el beso y luego levantó nuestras manos y besó la mía.
Si no hubiera sido porque en ese momento varias personas pasaron junto a nosotros la hubiera besado en la boca allí mismo.
Estaba excitado, lo reconocía. Esa pregunta que me había hecho en ese preciso momento de su vida donde papá no la hacía disfrutar en la cama, me había hecho despertar y pensé que, si él no la hacía gozar, tendría que ser yo quien lo hiciese. Entonces decidí contraatacar.
-Mamá. -le pregunté serio mientras estábamos los dos parados a unos metros de casa-. ¿Cuánto hace que tú no tienes un orgasmo?
-Ya ni lo sé hijo. -me contestó.
-¿Y no te preocupa no tenerlo ni disfrutar? -le dije.
-Últimamente ando liada con la tienda, ya has visto el trabajo que tengo, y cuando llego a casa estoy muy cansada para darme una satisfacción.
-Pero si el bruto de papá quiere, tú estás dispuesta. -le recriminé-. No te enfades, mamá, y perdona, pero es que tú también tienes derecho a disfrutar de tu cuerpo y tener un orgasmo cuando te apetezca, si al menos disfrutaras con él…
-Ya lo sé mi bebé. Estate tranquilo. -me dijo volviendo a coger mi mano-. No te preocupes por mamá, ¿vale?, estaremos bien, y más si estamos los dos juntos.
Yo le sonreí y finalmente echamos a andar y llegamos a casa.
Un mes después fue el cumpleaños de mamá. Ese día cerró la tienda y lo celebramos todos juntos. Desgraciadamente vinieron los amigotes de papá, y no pararon de molestar en todo el rato. Algunas clientas de mamá también se pasaron a saludar, mamá les invitó a tarta y bebida, y ellas lo agradecieron mucho.
Papá volvió a jugar a las cartas con sus amigotes y ellos le dijeron lo guapa que estaba. Para ese día mamá se había puesto una blusa rosa y la falda de tubo que tanto marcaba sus caderas y su culo y ellos no le quitaron ojo de encima en todo el rato.
Finalmente nos quedamos solos. Luisa le dio un beso a mamá y le dijo que tenía que irse porque había quedado con su novio. Papá le dijo que fuera buena y en ese momento le llamaron por teléfono.
Me llevé a mamá a un rincón y le di un paquete que había guardado en una mochila que ya no usaba.
-Gracias tesoro, ¿qué es? -me preguntó.
-Ábrelo y lo veras. -le contesté.
Abrió la caja y para su sorpresa vio que era un satisfayer. Al principio no dijo nada, pero luego su sonrisa se tornó en pena y me dijo que no podía aceptarlo.
-No puedo tesoro, si papá se entera. -me dijo contrariada.
-Mamá, es para ti. Te quiero mucho y es tu regalo de cumpleaños.
Ella volvió a mirar la caja y me devolvió de nuevo una sonrisa.
-Está bien. -me dijo-. Lo guardaré en la tienda, tu padre nunca va allí y no lo descubrirá.
-Viene con instrucciones. -le dije, pero inmediatamente me arrepentí-. Pero yo puedo ayudarte a usaarlo.
-Lo sé mi bebé. -dijo poniendo su mano en mi cara-. Te quiero mucho y estaré encantada de que me enseñes a utilizarlo.
-¿Qué cuchicheáis? -preguntó mi padre que había terminado de hablar por teléfono.
-Nada cariño. Tu hijo que me estaba felicitando ahora que ya se ha ido todo el mundo.
-Pues nada, ahora si no tenéis nada más que deciros, quiero darte cariño tu regalo de cumpleaños.
Ella me dio la caja a escondidas y fue hasta él.
Mamá se sentó en el regazo de papá. Se besaron unos momentos y luego se levantaron.
-Vamos campeón. -me dijo a mi-. Si no quieres escuchar lo que viene ahora, puedes irte a la calle un rato.
Yo le sonreí y para mis adentros le hubiera abofeteado allí mismo. Apreté los puños y me fui derecho a la cocina. Cerré la puerta a la vez que se cerraba también la puerta de la habitación de mis padres.
-Ábrete de piernas. -oí que decía mi padre desde su habitación.
Supongo que mamá le obedeció y entonces la penetraría.
Volví a oír los crujidos de la cama y a mi padre que empezó a gemir antes de lo habitual.
-Aaaaaaahhh, aaaaaaaahhh, aaaaaaaaahhhhh. Gime un poco que te oiga el chaval. -le dijo a mi madre.
Entonces oí una serie de gemidos en voz baja que venían de mi madre.
-Aaah, aaah, aaah.
Eran acompasados y creí que serian cada vez que él empujaba su polla hasta dentro.
Así siguieron un rato más, hasta que entonces mi padre dijo:
-Ponte a cuatro patas cariño.
Un movimiento del colchón me hizo saber que mamá le obedecía y se ponía a cuatro patas para satisfacer al bruto de mi padre.
Me preparé un vaso de café y puse el microondas para evitar oírle, pero él fue tan bruto que los gemidos llegaban hasta la cocina y el microondas no los tapaba.
-Aaaaaaahhh, joder, que gusto cariño. Así, déjame entrar más adentroooooo, asiiiiiii, asiiiii, ya viene, ya viene, me corroooooooooo, me corrooooooo, ¡¡jodeeerrrrr me corrooooooooooooo!!
No sé si llegué a escuchar unos pequeños gemidos de mi madre a la vez ya que mi padre había llenado la casa con sus gritos.
Un rato después la puerta de la habitación de mis padres se abrió y vi salir a mi madre completamente desnuda que se dirigía hasta el baño.
Me acerqué por curiosidad a la habitación y oí a mi padre roncar como un cerdo.
Mamá me vio y me dijo que entrara en el baño y cerrara la puerta.
Estaba preciosa y me cogió de las manos y me dio su habitual beso en la frente.
-Mamá, ¿qué tal? -le pregunté-. ¿Esta vez has sentido algo?
-Solo un poco, tesoro. Una pequeña sensación de placer mientras estaba a cuatro patas y tu padre me atravesaba. Parece que consiguió llegar a mi punto g y lo estimuló, pero solo un poco, no me dio tiempo a sentir más y luego él se corrió.
Al decir esto se puso colorada y agachó la cabeza.
-No te de corte decirme esto mamá.
Ella asintió al levantar la cabeza y, para mi sorpresa, me dio un beso en la boca como si fuéramos marido y mujer. Yo experimenté una erección inmediatamente y ella me sonrió.
Como si no hubiera pasado nada de eso, me dijo que la ayudara a ducharse y así lo hice enjabonando su espalda y sus nalgas.
Cuando terminé de ayudarla estaba muy excitado y ella se cubrió con la toalla y me dijo que me dejaba solo para que pudiera aliviarme.
Yo no sabía dónde meterme al decirme eso mamá. Pero estaba tan excitado que no pude pensar más y eché el cerrojo a la puerta del baño y bajándome la ropa, me hice una paja increíble pensando en mamá y su cuerpo desnudo.
No duré nada la verdad. Después de limpiarme bien y lavarme las manos, salí del baño y oí como mi padre seguía roncando aún. Mamá estaba sentada en la cocina con su bata, se había puesto ropa interior esta vez.
Me senté junto a ella y la besé en la frente. Me dijo que mañana la enseñaría a usar mi regalo. Me alegré mucho.
Esa noche dormí de un tirón y me desperté temprano. Desayunamos los cuatro juntos y luego mi padre y mi hermana se fueron como siempre a su trabajo y a la universidad, respectivamente.
Mamá y yo abrimos la tienda.
Pensé que podría enseñarle a usar el satisfayer en la trastienda en algún momento que nos quedáramos solos, pero hubo mucho trabajo y apenas pudimos parar a descansar.
La tienda de mamá ahora tenía mas clientes.
-Mamá. -le dije un domingo que me levanté al baño a orinar y me la encontré haciendo lo mismo en el baño.
-Dime tesoro. -me contestó mirándome sentada en la taza con mucho amor, como me miraba siempre, los ojos bien abiertos y sonriendo.
-Papá me contó ayer a última hora que iba a ir esta tarde al futbol con sus amigotes. Es el momento perfecto para quedarnos solos. -le respondí guiñándole un ojo.
-Tesoro, eso es maravilloso. Por fin un rato para nosotros solos. -me dijo-. En ese momento se levantó de la taza y cogiendo papel, se limpió su vulva. A mí se me iban los ojos a su vulva depilada y rosada, pero volví a levantar la vista a sus ojos, ya que noté como me empecé a poner cachondo y me iba a empalmar con la visión de su coñito.
El día transcurrió como cualquier otro. Papá con sus tonterías, mi hermana como una idiota con el móvil, y mamá y yo lanzándonos miradas cómplices.
Solo quedaba mi hermana para fastidiarnos la fiesta, pero sin duda el fin de semana siempre encontraba un plan, y este no iba a ser distinto.
-Hermanito, te quedas solo con mamá. -dijo ella al cabo de diez minutos-. He quedado con mis amigas, vamos a salir al cine y luego probablemente cenaremos. Nos vemos por la noche.
Respiré aliviado al oírla decir eso. Ahora por fin mamá y yo estaríamos solos.
Nos despedimos de mi padre y mi hermana y respiramos aliviados.
Yo me había encargado de traer el satisfayer de la tienda a casa y lo había escondido en mi armario.
Lo saqué de allí y en ese momento mamá ya se había quitado la bata y se había tumbado en la cama. Estaba muy sexy. Yo tragué saliva cuando vi que empezaba a bajarse las bragas para quitárselas. Pero ahora no podía echarme atrás. Le había prometido enseñarla a usarlo y no podía arrepentirme.
Mamá me miró esperando que fuera yo quien tomara la iniciativa. Al ver que me quedaba parado, se abrió un poco de piernas dejándome ver sus tremendos muslos y su vulva rosada e hinchada por la excitación. ¿Estaba así por mí, o solo de pensar lo que estaba a punto de pasar? Enseguida saldría de dudas.
Me acerqué a ella sonriendo para que no notara lo nervioso que estaba, aunque si lo estuviera, y saqué el satisfayer de la caja.
Me subí en la cama y me coloqué entre sus piernas. Encendí el aparato y lo acerqué a su vulva. Le indiqué que ahora debía abrir sus labios y mamá así lo hizo.
Comenzó a pasarlo por sus labios internos y externos y noté como se iba excitando un poco.
Luego aumentó la velocidad de los movimientos y entonces se mojó del todo.
Al principio no me miraba, pero después alzó la vista y pude ver como disfrutaba.
-Aaaaah, aaaaah. Me gusta tesoro, a mamá le gusta mucho. -me dijo ella.
-Me alegro mucho mamá. Sigue un poco más.
-No sé si puedo mi bebé. No debería hacer esto delante de ti. -me contestó.
-No te de corte mamá. Quiero que disfrutes. Papá no lo hace. Sigue, por favor. -le dije.
Mamá volvió a pasar el satisfayer por sus labios y entonces le señalé con el dedo que debía llegar a su clítoris. Asintió con la cabeza y finalmente llegó hasta el.
Sus piernas se abrían y se cerraban según el aparato la iba dando placer. Yo para entonces estaba empalmado, pero no iba a esconderlo ahora.
Ella se moría de gusto, y al poco no pudo aguantar más y estalló en un tremendo orgasmo que hizo que la cama temblara y toda la habitación con ella.
Cuando mamá recuperó la respiración, me dijo que me tumbara junto a ella. El satisfayer mojado por sus flujos había quedado a un lado.
Estábamos los dos tumbados boca arriba en la cama, cuando ella me dijo:
-Si no fueras mi hijo, aquí y ahora te pediría que me follaras. -me dijo mamá muy seria, pero no con la seriedad de estar enfadada, sino con la seriedad de decirlo completamente en serio.
Más tarde ella se duchó y volvió a vestirse con la bata que habitualmente llevaba.
Esa noche apenas puede pegar ojo por lo que me había dicho mamá. Afortunadamente no follaron ya que mi padre debió volver cansado del futbol y no tendría ganas de clavársela en ese coño tan apetecible que tenía mamá y que había disfrutado sin metérsela.
-