En Casa de mi Tía Luna

heranlu

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El río de mi aldea tenía dieciséis lavaderos y lo habían cubierto con un techo de cemento que sujetaban ocho columnas. Estaba al lado de una casa con una gran huerta que tenía árboles frutales en los que anidaban y cantaban toda clase de pájaros silvestres. En el río se lavaban los trapos sucios de toda la aldea, y en la huerta se escondían los chavales para mirarle las tetas a las mujeres, bueno, los canalillos, pero tetas eran, a veces, les veían las tetas a sus propias madres, tías, hermanas o primas, pero era el precio que había que pagar por ver las tetas de las madres, tías hermanas y primas de los otros. Ya los habíamos pillado muchas veces, pero no les importaban los castigos, ellos seguían a lo suyo.

Una tarde de primavera, estando lavando la ropa en el río, le pregunté a mi tía Luna:

-¿Si te hago una pregunta personal no le dirás nada a mi madre?

Mi tía Luna, que era morena, de cabello negro y largo, ni gorda, ni flaca, baja de estatura, con unas buenas tetas y un buen culo, y solo cinco años mayor que yo, me respondió:

-Claro que no, pregunta.

-¿Qué le haces a Tobías cuando lo hacéis?

-Eso es mucho preguntar. ¿Por qué quieres saberlo?

-Es por saber que hacerle a Basilio cuando lo hagamos nosotros

-¿Vas a darle el coño estando soltera?

-No hace más que pedírmelo.

-Ante el atrevimiento de pedir está la firmeza de no dar.

-Pero es que últimamente me pica mucho el coño.

-Te entiendo, yo también he tenido ese picor y...

No dejé que acabara de hablar.

-¿Follaste con Tobías de soltera?

Mi tía Luna, que llevaba un año casada con un hombre veinte años mayor que ella, me respondió:

-Eso es algo que si hiciera no te diría.

Me urgía saber que hacerle a mi novio, porque Basilio me gustaba y como ya he dicho me picaba mucho el coño, así que le volví a preguntar:

-¿Si te cuento yo un secreto me lo dices?

-Depende de como sea ese secreto.

-Fui yo la que le quemó el la leña a Camilo.

-¿Por qué?

-Por decirme que me echaba siete polvos sin quitarla de dentro.

Luna, enjabonando unas bragas, me dijo:

-Sabes que Camilo dice tonterías cuando está bebido. No debiste quemarle la leña, la leña y parte del cobertizo.

-Que no se metiera conmigo.

-A lo mejor querías que en vez de meterse contigo te llevara al pajar y te echara los siete polvos sin quitarla de dentro.

-Aunque así fuera, que no lo es. ¿Cómo me iba a echar siete polvos sin quitarla del calzoncillo? El cabrón se estaba riendo de mí.

-No se estaba riendo de ti, lo que pasa es que no lo entendiste. Él no te dijo sin quitarla de dentro del calzoncillo, te dijo que te haría correr siete veces sin quitarla de dentro de tu coño.

-Vaya, si sé que no se estaba riendo no le quemo a leña.

-Y parte del cobertizo que estaba al lado.

-Y parte del cobertizo que estaba al lado. ¿Me dices ahora que te aprendió a hacer Tobías?

-No aprendí con él.

-¿Con quién aprendiste?

-Eso es un secreto.

Era muy curiosa y no me gustaba quedarme con ganas de saber un buen chisme.

-¿Si te cuento yo otro secreto me dices su nombre?

-Cuenta y ya veremos.

-Me hago pajas para quitarme el picor.

-Eso lo hacemos casi todas, pero bueno, te diré lo que quieres saber. La primera polla que vi delante fue la de tu primo Inocencio.

-¡Ay si lo sabe su madre!

-No tiene por qué saberlo.

Seguí con lo mío.

-¿Y qué te enseñó a hacer?

-Me enseñó a chuparle la polla.

-Eso se ve rico. ¿Entonces fue él quien te desvirgó?

-No, no fue él.

-¿Fue Tobías?

-No, fue otra persona.

-¿Qué persona?

-Cuéntame otro secreto y te la digo.

No me lo pensé dos veces.

-Fui yo la que le robó la cartera a Antonio el feriante mientras dormía bajo un pino manso.

-¿Y qué hiciste con las cinco mil pesetas que le robaste, Eugenia?

-Solo tenía doscientas pesetas en la cartera.

-Se aprovechó del robo para sacarle cinco mil pesetas a su mujer.

Seguí al ataque.

-¿Quién te desvirgó?

-Esa respuesta te va a costar un secreto más.

Le dije lo primero que me vino a la boca.

-A veces, por no cambiar las bragas, le doy la vuelta.

A mi tía le dio la risa.

-Asegúrate de llevar las bragas limpias cuando le des el coño a Basilio.

-¿Quién te desvirgó?

-Tu prima Josefa.

Dejé de lavar, la miré con cara de tonta, y luego dije:

-¡Anda la hostia! ¿Te enamoró?

-No, me folló.

-¿Cómo?

-Con los dedos.

-Si eras virgen... ¿Te dolió mucho?

-¡Qué va! Sarna con gusto no pica.

Mi curiosidad iba en aumento.

-¿Qué te hizo además de la paja?

-Cosas.

Aquello era nuevo para mí, pues al ser hija única no me había enterado de la misa la mitad.

-¿Qué cosas?

Llegó una mujer al lavadero y dejamos de hablar.

Tiempo después, cogimos las cestas con las ropas lavadas y escurridas, nos pusimos los molidos en la cabeza, luego pusimos las cestas sobre los molidos, y con la mano izquierda sujetando la cesta y con la derecha en la cintura nos fuimos hacia nuestras respectivas casas. En el camino le pegunté a mi tía:

-¿Qué cosas te hizo Josefa para que te corrieras?

-Ven esta tarde a mi casa y te lo cuento.

-No sé si podré ir.

-Si vienes prepararé un bizcocho y compraré un litro de mistela en la tienda.

-¿Si voy...?

-Si vienes sabrás exactamente como me lo hizo, luego comeremos y beberemos.

Me olía que me iba a meter mano, pero como ya os he dicho antes, últimamente me estaba picando mucho el coño, así que le pregunté:

-¿A qué hora quieres que vaya?

-A la hora de la merienda.

-Vale, iré sobre las cinco.

Me costó trabajo esperar hasta las cinco, ya que estaba sola en casa y sabía que mi tía también estaba sola, y estaba sola porque su marido se fuera a trabajar a Alemania, pero esperé. En ese tiempo me cambié tres veces de ropa y de calzado. Al final opté por una blusa negra, una falda marrón, y unas sandalias.

A las cinco salí de mi casa. En el camino a casa de mi tía, que no estaba ni a trescientos metros, noté como mi coño iba mojando las bragas con la emoción de lo desconocido.

Olía a bizcocho recién hecho cuando llegué casa de mi tía, casa que tenía la puerta abierta.

-¿Se puede?

-Hasta la cocina, pero antes de venir cierra la puerta y ponle la llave para que nadie nos moleste.

Cerré la puerta, le puse la llave y me fui a la cocina. Mi tía estaba sentada a la mesa con una botella de mistela y el bizcocho sobre la mesa, a los que acompañaban dos vasos, uno de ellos mediado de mistela. La radio estaba puesta y se oía cantar a Manolo Escobar. Le dije:

-Huele bien el bizcocho.

-Y mejor que va a saber. Echa mistela que yo corto el bizcocho.

Eché el vaso de mistela y después me senté a la mesa enfrente de ella.

-Cuéntame lo de Josefa.

Cortando dos trozos de bizcocho, me dijo:

-Estás impaciente por saber.

Eché un trago de mistela y luego le dije:

-Estoy.

-Pues te cuento. Me invitó a bizcocho y a mistela como te he invitado yo a ti. Estando sentadas a la mesa se pus en pie, luego se puo detrás de mí y me hizo todo lo que te voy a hacer yo a ti.

Mi tía se puso en pie y luego se puso detrás de mí, temblando, le dije:

-¿Qué me vas a hacer, Luna?

Me besó en en el cuello.

-Ya te lo he dicho, lo que me hizo a mí tu prima.

Sus manos se posaron en mis duras tetas y comenzaron a magrearlas. Luego me quitó la camiseta, me quitó el sujetador y las magreó directamente.

-Tienes las tetas muy duras.

No le dije nada porque no sabía que decir, lo que sí sabia eran dos cosas, la primera, que me estaba gustando que jugara con mis tetas, y la segunda, que me estaba mojando.

-Levántate.

Me puse en pie, mi tía, mirándome a los ojos, me acarició una mejilla con el dorso del dedo medio de la mano derecha me dio un pico, y luego me dijo:

-Eres una preciosidad.

Me metió la punta de la lengua entre los labios, abrí la boca y su lengua se metió debajo de la mía, la levantó y jugó con ella. Me gustó.

-Echa la lengua fuera.

La eché y me la chupó, luego sacó la suya y se la chupe yo... Al dejar de besarnos ya tenía las bragas encharcadas.

-Vamos a por esa maravilla de tetas que tienes.

Mis tetas no eran maravillosas, aunque eran grandes, tenían areolas oscuras, y pezones gordos. Lamió mis pezones. Sus labios chuparon mis tetas, sus pequeñas manos las magrearon, y me preguntó:

-¿Cómo te sientes?

-Mojada.

-¿Mucho?

-Sí, mucho.

-Vamos a ver lo mojada que estás.

Me quitó la falda, me bajó las bragas, vio como estaban y me dijo:

-Estás como estaba yo cuando me bajó las bragas Josefa.

Me echó una mano a las nalgas y con las yemas de dos dedos de la otra me acaricio el ojete, luego su lengua lamió mi coño peludo y perdido de jugos.

-¡Qué rica estás!

Después lamió mi clítoris. El gusto que sentí se fue haciendo más y más fuerte. Siguió lamiendo y el placer se hizo tan inmenso que los ojos se me cerraron, el cuerpo me empezó a temblar y de mi coño salió un torrente de jugos que mi tía se tragó.

Cuando se fue el vendaval de placer, mi tía se puso en pie, me besó y me dijo:

-Eres un cielo de mujer.

Se quitó las bragas. Luego besándonos, me echó la mano al coño corrido, me metió dos dedos dentro, y me dijo:

-Vamos a corrernos haciéndonos unas pajas. Méteme dos dedos en el coño.

Se los metí. Estaba tan mojada como yo.

-Hazme lo que yo te haga.

Hice en su coño lo que ella iba haciendo en el mío, que no era otra cosa que meter y sacar los dedos, frotar el cítoris y volver a entrar y salir. Le dije:

-Me gusta tu manera de hacerlo.

-Y más que te va a gustar.

Cuando Luna apuró los movimientos de sus dedos yo apuré los movimientos de los míos. Los besos se hicieron lujuriosos y nos acabamos corriendo como dos perras en celo.

Al acabar de gozar, me dijo mi tía:

-Esto fue lo que me hizo Josefa y lo que le hice yo a ella, la primera vez. ¿Comemos algo?

-Comemos.

Nos vestimos, lavamos las manos en el fregadero, y después comimos, bebimos y hablamos de otras cosas. Al irme, me dijo mi tía:

-Si quieres saber qué hicimos las otras veces ven por aquí mañana a la misma hora.

A las cinco de la tarde del día siguiente llegué a la casa de mi tía y la llamé desde la puerta.

-¡Tía!

-Estoy en mi habitación, ven, cierra la puerta y ponle la llave..

Fui a su habitación. Al ver a mi tía me quedé de piedra, y me quedé de piedra porque la vi al lado de la cama, en cuclillas con la polla de mi primo Inocencio en la boca. Aquello no era lo que yo esperaba, ni esperaba que me dijera:

-Ven que te voy a enseñar a chupar una polla.

Reaccioné dándome la vuelta y echando a correr por el pasillo. Antes de llegar a la puerta, mi primo Pedro y sus hermanos Enrique y Paco, salieron de la cocina y se interpusieron en mi camino. Enrique y Paco me sujetaron por detrás y Pedro me sujetó por delante. Me revolví, pero no me pudo librar. Pedro, tapándome la boca con una mano, me dijo:

-¿Adónde ibas, ratita?

Obvio que con la mano tapándome la boca no le pude responder. Enrique y Paco me soltaron y Pedro me llevó casi a rastras a la habitación, donde mi tía seguía meneando y mamado la polla de Inocencio.

Pedro, Enrique e Inocencio, parecían estar cortados por el mismo patrón, los tres eran morenos, fuertes y andaban en el metro sesenta, Paco, el hermano más joven, era un poco más bajo.

Cuando entramos en la cocina, le dijo mi tía a Pedro:

-Tráela aquí para que vea de cerca como se chupa una polla.

Me llevó a su lado, hizo que me pusiera en cuclillas y luego me dijo:

-Como chilles te cae una lluvia de hostias.

Estaba tan asustada que no dije palabra. Mi tía me dijo:

-No tengas miedo que no te van a pegar, ni ninguno de ellos te va a desvirgar. Van a follar conmigo y tú vas a mirar.

Hablé por primera vez, y fue para decir:

-¿Cómo me puedes hacer esto, tía?

-Lo hago para abrirte los ojos.

-Ya los tengo abiertos y lo que veo no me gusta.

-Una vez que te calientes te gustará que te miren mientras se la machacan, y puede que acabes pidiendo polla.

-¡Eso jamás!

Mi tía Luna le levantó la polla a Inocencio y le lamió y le chupó los huevos.

-Esto también les gusta que se lo hagan.

Luego de trabajarle los huevos volvió a mamarle la polla.

Enrique, Pedro y Paco, se bajaron las cremalleras de los pantalones, sacaron las pollas tiesas y se las acercaron a la boca a mi tía. Mamó primero la de Paco, que era pequeña y delgada, luego la de Pedro, que era una polla de unos diez centímetros, después chupó la de Enrique, que era más larga y más gruesa que las otras, y acto seguido volvió a chupar la de Inocencio, que tenía a polla como la de Pedro, aunque un poco más gruesa, luego me dijo:

-Son muchas pollas para mí. Menea y chupa una, ahora ya sabes hacerlo.

Sintiendo como mi coño latía, como soltaba jugos, como se iban encharcando mis bragas, y con unas ganas locas de conocer el sabor de una polla, le dije:

-No voy a chupar nada.

Mi tía era la que mandaba.

-Oblígala a que te la chupe, Enrique.

Enrique me echó una mano a la nuca, me atrajo hacia él y me frotó la polla en los labios.

-No voy a chupar...

Por abrir la boca me la había metido dentro. El roce de su cabezón con mi lengua hizo que me mojara más, pero aparté la cabeza, escupí en el piso, y le dije:

-¡Cerdo! Si se entera de esto Basilio, te capa.

-¿Se lo vas a decir tú?

-Sabes que no podría.

-Entonces no hay modo de que se entere.

Me cogió la mano derecha, me la llevó a la polla, hizo que la empuñara y después que mi mano se deslizara de un lado al otro de la polla.

-Mírala, está deseando que la chupes.

La jodida curiosidad hizo que la mirara de un lado y que la mirara del otro. La tenía tan tiesa que parecía que le iban a reventar las venas. La levantó para que viera bien sus huevos y cuando la bajó, no sé lo que me pasó, bueno, sí lo sé, estaba tan cachonda que le lamí su cabezón un par de veces. Luego se la meneé imitando a mi tía, la volví a mirar y después le mamé el cabezón.

Al rato, Inocencio se corrió en la cara de mi tía Luna. Al oír sus gemidos dejé de meneársela y de mamármela a mi primo y me puse a mirar. Vi la cara de mi tía perdida de leche y me entró un sofocón tan grande que le dije a Enrique:

-Me estoy calentando tanto que me va a dar algo.

Vi a Inocencio ponerse en cuclillas y lamer la leche de la cara de mi tía, luego lo vi besarla con lengua y me puse mala de verdad.

-¡Me va a dar lago, me va a dar algo!

Mi tía le dijo a mi primo:

-Cómele el coño, Enrique.

Me puso en pie, me echó sobre la cama, me quitó las sandalias, la falda y las bragas encharcadas de jugos, y luego me echó las manos a los tobillos. Al sentir el contacto abrí las piernas de par en par y le ofrecí mi coño peludo y baboso. Lamió con lujuria desde el ojete hasta el clítoris. Ni diez segundos tardé en sentir un hormigueo en mis pies que fue subiendo por mi cuerpo. Luego sentí una increíble explosión de placer y mi cuerpo se convulsionó sin control. Fue tanto el placer que sentí que acabé perdiendo el sentido unos segundos.

Al acabar de correrme quedé espatarrada y sin aliento. Miré para mi tía y vi que ya estaba en pie y que tenía en los labios leche de la corrida que mi primo Pedro le había dado en la boca y que supuse que ella se había tragado. Limpiando la leche de sus labios con el dorso de su mano derecha, le dijo a mi primo Enrique:

-Ven aquí que quiero que Eugenia vea como me corro.

Fue a su lado, le quitó la camiseta y el sujetador y vi que tenía unas tetas parecidas a las mías. Luego le quitó la falda, le bajó las bragas y vi su coño peludo. La puso cara a la pared, la agarró por las tetas, y magreándoselas, se la clavó y le dio leña hasta que se corrieron. Ella se corrió en la polla de mi primo y mi primo se corrió en sus nalgas.

A mi tía no le había llegado.

-Te toca, Inocencio.

Inocencio le dio a mazo... Hizo que se corriera en su polla y él se corrió en la entrada del ojete. Mi tía se había quedado con ganas. Le dijo al más pequeño de mis primos:

-Fóllame el culo, Paco.

Paco le folló el culo despacito, al principio, luego se lo fue follando más rápido y acabó taladrándoselo, y taladrándoselo se corrió dentro de su culo.

Al quitarle Paco la polla del culo, le dijo a Pedro:

-Ahora fóllame tú el coño que quiero volver a correrme.

Pedro fue a su lado, la cogió en alto en peso, le arrimó la espalda a la pared y le clavó la polla en el coño. Mi tía le echó los brazos alrededor del cuello y con la cabeza en su hombro, gozó de las clavadas. Vi caer gotas de jugo al piso y me empecé a poner mala de nuevo. Mi tía le dijo a mi primo Paco:

-Métemela en el culo otra vez, Paco.

Pedro la apartó de la pared para que Paco se la pudiera clavar en el culo. Esta vez pude ver como se la metía. Fue como si le hubiese metido un supositorio en el culo, o sea, que le entró con una facilidad asombrosa. Luego le dieron los dos sin conocimiento. Dándole vi como mi tía le metía la lengua en la boca a mi primo, como mi primo se la chupaba y luego como ella se la chupaba a él. Ya tenía el coño perdido de jugos, pero viendo las cochinadas que estaban haciendo se me puso como una charca.

Enrique estaban sentado a los pies de la cama. Yo me había sentado para ver mejor. Se giró, me miró para el coño, echó la lengua fuera y sonrió. Le dije que no con la cabeza, pero al empujarme me dejé caer de espaldas. Hizo que flexionara las rodillas. Le volví a decir que no con la cabeza, pero al poner sus manos en mis muslos me abrí de piernas. Metió su lengua dentro de mi coño ycomenzó a follármelo. Al entrar la lengua la vagina se abría y al salir se cerraba y la punta resbalaba hacia fuera. Al ratito comencé a gemir... Entrando y saliendo la lengua de mi vagina, sentí a mi tía decir:

-¡¡Me corroooooo!!

Viendo como se convulsionaba y oyendo como gemía, me corrí con ella.

Mi tía, luego de recuperarse de la lluvia de trallazos que le habían caído, volvió a mandar.

-Poneos los cuatro en pelotas.

Se quitaron las camisas, los tenis, los pantalones y los calzoncillos y tres de ellos quedaron con sus pollas colgando, Paco, que me estaba mirando para el coño, tenía su pequeña polla apuntando hacia el techo. Mi tía se quitó las zapatillas y se sentó a mi lado. Quitándome la camiseta, dijo:

-Comerle dos las tetas y los otros dos la boca, yo me quedo con el coño.

Luego de quitarme el sujetador, mi tía se metió entre mis piernas y comenzó a lamer mi coño. Enrique lamió el pezón de mi teta derecha. Pedro lamió el pezón de mi teta izquierda y Paco e Inocencio se fueron turnando para besarme. Me sentí como una reina rodeada de esclavos. Me encantaba todo lo que me hacían. ¿Qué era lo qué me hacían? Pues Paco e Inocencio competían a quien me comía mejor a boca y Enrique y Pedro competían a quien me comía mejor las tetas. Mi tía Luna no tenía competencia, ni falta que le hacía porque comía el coño de maravilla... Había empezado abriendo mi coño con dos dedos y lamiendo los labios vaginales, luego metiendo la lengua dentro de mi vagina y lamiendo el lítoris. Poco después, cuando sintió que iba a explotar, chupó mi clítoris. Arqueé mi cuerpo, y con la lengua de Inocencio dentro de mi boca y las bocas de Enrique y Pedro mamado mis tetas, me corrí con una fuerza demencial.

Al acabar de correrme, mi tía se echó encima de mí me besó, y me preguntó:

-¿Quieres que te desvirguen?

-¿Y si quedo preñada?

Me dio un pico.

-Son de confianza.

-Cuatro para mí van a ser muchos.

Me cayó otro pico.

-Al final te van a parecer pocos.

-¿Tu crees?

-No lo creo, lo sé.

-La verdad es que tengo ganas de sentir una polla dentro de mi coño.

Mi tía volvió a mandar.

-Paco, fóllala como te enseñé.

Paco se arrodilló entre mis piernas, me echó las manos al culo, me lo levantó, yo abrí las piernas y la cabeza de su polla entró en mi coño. Fue empujando y me la metió entera. Luego comenzó a follarme. Me entraba y me salía muy justa y esto hacía que sintiera algo que nunca había sentido, algo extremadamente placentero, que junto a las mamadas de tetas y de los besos de mi tía y de Inocencio me estaba volviendo loca. Aún tardé un tiempo en correrme, pero cuando lo hice me temblaron hasta las uñas con el inmenso placer que sentí.

Paco se corrió en la entrada de mi coño, y luego me lo comió con la leche saliendo de él. Me volví a poner perra perdida . Creí que me iba a correr así pero no, era todo parte de un plan bien urdido, pues cuando estaba cerca de correrme, le dijo mi tía a Paco:

-Déjale el sitio a Pedro.

Paco ocupo el lugar de Pedro en la teta y Pedro el sitio de Paco. Arrodillado delante de mí, me levantó el culo, me clavó la polla en el coño y me folló. De nuevo la polla entró y salió apretada. Me había cogido tan cachonda que en menos de dos minutos, me arqueé, y convulsionándome y gimiendo, me corrí en su polla. Pedro me siguió follando para correrse él, pero tardó tanto que me volví a correr. Al acabar yo, se corrió él en la entrada de mi coño y después de correrse, tal y como había hecho su hermano, me lamió el coño con la leche saliendo de él. Sabia que me estaba preparando para el siguiente polvo. Intuí que iba a ser Inocencio, porque las pollas iban de menor a mayor, pero esto no evitó que sintiera el mismo morbo que había sentido con Paco. No estaba equivocada, cuando mi tía vio que me iba a correr, dejó de comerme la boca y dijo:

-Te toca, Inocencio.

La historia se repitió, la polla me entró justa. Me pilló perra perdida y me corrí de nuevo. No pude evitar decir:

-¡¡Me corro otra vez!!

Me había corrido como una cerda pero el cuerpo me pedía más acción. Le eché las manos al culo a Inocencio para que me siguiera dando, pero mi tía tenía otros planes para mí.

-Deja a Inocecio y monta a Enrique, Enriqueta.

No me hice de rogar. Me senté encima de mi primo. Mi tía me levantó el culo, le cogió la polla a Enrique, la puso en la entrada de mi coño y me dijo:

-Métela.

Bajé el culo poquito a poco porque me volvía entrar muy apretada, pero poquito a poco la polla llegó hasta el fondo de mi coño.

-¡Cómo llena!

Mi tía empujó mi espalda para que mi cuerpo y el de Enrique se juntaran, y cuando estaban juntos, Luna me lamio el ojete. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Luego le comí la boca a Enrique. Comiéndosela subí lentamente el culo, después, con la lengua de mi tía entrando y saliendo de mi ojete, follé a Enrique con delicadeza. Los otros tres me miraban y meneaban sus pollas. Mi tía me tenía una sorpresa preparada.

-Ataca Paco.

Paco se puso detrás de mí y me clavó a cabeza de la polla en el culo. Era mi primera vez por el culo, me entró apretadísima, pero no me dolió, y no me dolió porque Enrique había dejado solo la puntita de su polla dentro de mi coño. Luego, cuando uno la metía el otro la sacaba. Al principio me molestaba, pero pasado un tiempo aquello era como estar en la gloría.

Cuando sentí la leche de Paco dentro de mi culo deseé que Enrique me llenara el coño de leche... A punto del correrme, levanté la cabeza y Pedro e Inocencio se corrieron en mi boca.

Enrique comenzó a correrse en la entrada de mi coño. Eché el culo hacía atrás y mi primo se corrió dentro. Sintiendo la leche dentro de mi coño, me corrí con una fuerza brutal.

Al acabar de follar, mi tía me dijo que follara con Basilio y que dejara que corriera dentro, y fue lo que hice, aunque no quedé preñada de ninguno de los dos.
 
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