El Regalo - Capitulos 001 al 004

heranlu

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El Regalo - Capitulos 001

José era un joven de dieciocho años. El cartero le había dado una carta que venía de Venezuela y como era un curioso, la abrió. La carta la había escrito una joven que tenía por aquel entonces veintiséis años y que decía llamarse Dionesia. Esta joven era nieta del hermano de su abuelo, un hombre que se fuera a Venezuela y del que José había oído hablar. En la carta se interesaba por la familia, hablaba de la suya y mandaba, su correo electrónico, su número de WhatsApp y una foto suya de cuerpo entero, foto en la que se veía a una preciosidad morena.

Lo primero que le vino a José a la cabeza fue que quería venir para España, ya que Venezuela estaba como estaba, estaba, y está. Guardó la foto y luego rompió la carta.

-Mi cama no me la quita nadie.

Se fue al campo a jugar al fútbol y se olvidó de Dionesia.

Esa noche, en su cama, le echó un vistazo a la foto. En verdad era una preciosidad. Era una muchacha rellena, sus ojos oscuros eran grandes, sus labios sensuales, su cabello corto, y sus tetas se intuían preciosas. Le escribió un WhatsApp.

-Hemos recibido tu carta.

No tardó en responder.

-¿Quién eres?

Se hizo pasar por su abuelo.

-El hermano de tu abuelo.

-¿Cómo te llamas?

-José.

-¡A, sí, mi abuelo te mencionó alguna vez! Pensé que si alguien respondía iba a ser a otra hora, ahí deben ser las dos de la madrugada. ¿Dónde estás?

-En cama, con tu foto en mi mano izquierda.

-¡¿Pero tú por quién me has tomado?!

-Creo que me has malentendido.

-¿¡Sí?! ¿Y qué haces con la mano derecha?

-Agarro el teléfono móvil.

-Disculpa, pensé que estabas haciendo otra cosa.

-Tienes la mente sucia.

-¿¡Me estás llamando sucia?!

-Para nada, pero tienes la piel muy fina.

-Soy desconfiada por naturaleza.

-¿Dónde estás tú?

-Ahorita también estoy en cama.

-Buen sitio para tener una charla distendida.

-¡Vete al carajo!

Se había acabado la conversación.

La noche siguiente, a las doce y algo, hora española, José oyó el pin, pin, pin del WhatsApp, pilló el teléfono móvil encima de la mesilla de noche y vio el mensaje.

-¿Andas por ahí?

-Ando.

-Ayer no fui educada, pero es que tú tienes la edad de mi abuelo y yo tengo novio, es español y...

-¿Y?

-Y no creí que fuera correcto que tuviéramos sexo virtual.

-Te equivocaste, yo de esa clase de sexo, nada de nada, y del otro, tampoco.

-La edad, claro.

-No es la edad, es la falta de agujeros, bueno, están los agujeros de los ladrillos, pero como que no me van.

-je, je, je. Eres un cachondo.

-Y estoy cachondo.

-¿De verdad que estas cachondo?

-En todos los sentidos.

-¿Ya has probado el sexo virtual?

-No, pero sé de qué va el tema. ¿Quieres que hablemos de él?

-No, te escribí para preguntar cómo está tu familia.

-Y has mandado un globo sonda con lo del sexo virtual.

-¿Quién tiene ahora la mente sucia?

-Yo la tengo desde pequeño.

-Ya veo, ya. ¿Cómo está tu familia?

-Bien, está bien. ¿Y la tuya...?

Hablaron de mil y una cosas, esa noche y las siguientes.

Ya llevaban casi un mes escribiéndose por WhatsApp. Todas las noches se contaban intimidades y se enviaban fotos, ella le mandaba fotos suyas y él le mandaba fotos de su abuelo. Esa noche le escribió ella:

-¿Estás?

-Estoy.

-¿Estás solo en cama?

-Sí.

Le llegó una foto en la que Dionesia estaba desnuda sobre su cama, y un mensaje que decía:

-¿Te gusta la foto que le voy a mandar a mi novio?

A José se le pusieron los ojos como platos y la polla como una morcilla de Burgos.

-¡Qué buena estás!

-Gracias.

Estaba buena, estaba. Sus tetas eran grandes, y tenían areolas oscuras y pezones gordos y erectos. Sus brazos y sus piernas eran fornidas y el coño lo tenía depilado. Le escribió:

-Se va a matar a pajas.

-¿Y tú?

-¿Yo, qué?

-Si mi foto ha producido algún efecto en ti.

-Claro que lo ha producido, me la estoy pelando.

-¿Qué te gusta de mi cuerpo?

-Todo, lo tienes todo muy bien puesto.

-¿Qué me harías si tuvieras la oportunidad de tenerme desnuda en tu cama?

-Comértelo todo y luego follarte hasta dejarte seca.

-¿Quieres hacer una paja viendo como me masturbo yo?

-¡¡¡Síííí!!!

-Pon la cámara.

Puso la cámara enfocando el techo y la vio arrodillada en la cama vestida con un bodi negro de seda. Le sonreía. Tenía una sonrisa preciosa, preciosa y sensual.

-¿Qué quieres que haga?

-¡¿Harás lo que yo te diga?!

-Sí. No tienes voz de persona mayor.

-Me lo dicen mucho. Juega con tu tetas.

Vio como magreaba las tetas y su polla lloró aguadilla.

-¿Te gusta como lo hago?

-Sí, baja las asas del bodi.

Vio como bajaba las asas del body, lo hizo poniendo cara de tirona, o sea mordiendo el labio inferior y sin dejar de mirar a la cámara. Luego cogió las tetas por debajo, las levantó y enfocó los gordos pezones y las oscuras areolas.

-Vuelve a jugar con tus tetas.

Las magreó dejando salir los pezones entre los dedos, luego las llevó a la boca y lamió los pezones.

José meneaba la polla viendo algo que nunca había imaginado que llegaría a ver.

-Ahora juega con tu coño.

Dionesia bajó la mano derecha al coño, lo acarició y luego metió dos dedos debajo del bodi.

-Quita el bodi.

Bajó el bodi hasta la cintura y de nuevo se magreó las tetas. José, meneando la polla, no sabía si mirarle para las tetas o para la cara.

-Sigue jugando.

Dionesia mojó dos dedos en la lengua y con las yemas se acarició los pezones y las areolas.

-Me encanta tocarme. Se me pone el coño como una piscina.

-Quita el bodi del todo y mastúrbate

Se quitó el bodi, arrimó la espalda a la cabecera de la cama y luego se metió dos dedos dentro del coño.

José ya tenía la polla dura como una piedra y la meneaba despacito para no correrse, pero al ver los dedos entrar y salir del coño, se corrió como un pajarito. Dionesia, al oír sus gemidos, le dijo:

-Quiero ver como te sale la leche de la polla.

Le mostró la polla, una polla larga y gruesa, pero la leche ya había salido. La tenía sobre los dos dedos con los que se había masturbado y en la palma de la mano.

-¿A qué no tienes lo que hay que tener para limpiar con la lengua la leche de tu mano?

La lamió, y lamiéndola le dijo:

-¿Te gustaría que lamiera tu coño después de haberme corrido dentro?

-Sí. ¿Lo harías?

-Lo haría y te haría correr.

-¡Cómo me estás poniendo, cabrón!

Dionesia le dio la espalda y al dársela le enseño el coño y el culo, un culo grande y sensual como él solo. Después giró la cabeza, sonrió y se nalgueó. José le preguntó:

-¿Todo eso será mío si algún día nos vemos en un lugar íntimo?

-Sí, todo mi cuerpo será tuyo.

Acercó el coño a la cámara, con dos dedos frotó su clítoris y sus labios vaginales. Al rato, dijo:

-Cómemelo.

José se corrió de nuevo. Dionesia sintió sus gemidos.

-Así, así, lléname el coño de leche.

Dionesia se siguió frotando, poco después metió un dedo dentro del coño, y luego, con él mojado, se acarició el ojete.

La polla, luego de correrse dos veces, seguía tiesa.

-Ahora toca correrme yo. Enséñame la polla otra vez.

Le enseñó la polla. Frotó el coño y el ojete al mismo tiempo, y sus gemidos fueron subiendo de tono hasta que le dijo:

-¡Me corro!

Se corrió como una bendita. Al acabar se puso boca arriba, acercó aún más el coño a la cámara. José vio su coño empapado y el clítoris, clítoris que tenía la cabeza del glande del tamaño de un guisante, fuera del capuchón.

-Tienes el coño encharcado de jugos. ¡Qué rico debe estar!

-Necesito correrme otra vez. Sigue masturbándote, sigue.

Se echó la mano izquierda a las tetas. Metió dos dedos de la derecha dentro del coño, y magreándose las tetas, se dio cera. Su coño comenzó a hacer ruidos, eran ruidos de un continuo chapoteo, ruidos obscenos, que los pusieron a mil a los dos. Poco después, se corrieron como animales en celo.

Al acabar de gozar, le dijo Dionesia:

-Ahora quiero ver tu cara en directo, tío.

-No puedo mostrar mi cara en directo.

-¿Por qué?

-Por que no puedo.

-Si no me la enseñas, no vuelves a saber de mí.

-Y si te a enseño, tampoco la veré.

-Por última vez, enséñame tu cara.

No le quedó más remedio que enseñarle la cara. Dionesia vio con quien había estado jugando y no le gustó, bueno, gustar, le gustó la cara, pero no que la hubiera estado engañado. Apagó la cámara y ya no contestó a sus wassaps ni a sus correos.
 

heranlu

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El Regalo - Capitulo 002
Más de tres años habían pasado del sexo virtual cuando a José le sonó el pin, pin, pin, del WhatsApp, lo cogió y leyó:

-¿Estás?

-Estoy.

-¿Cómo estás?

-Ya estuve peor.

-¿Y eso?

-Cuando me dejaste tirado ya me había enamorado de ti, y lo sabías.

-Claro que lo sabía, pero pensaba que eras tu abuelo. Me habías engañado.

-Sí, pero si te hubiera dicho que era yo... ¿Nos hubiéramos masturbado juntos?

-No. Dejemos eso. Te escribí para saber cómo andáis por ahí.

-Bien. ¿Y por ahí?

-¿Por ahí, por donde?

-Por Venezuela.

-Van de mal en peor.

-¿Van?

-Sí, yo ahora estoy viviendo en España.

-¡¿De verdad?

-Sí.

-¿Por qué no vienes a darnos una visita?

-Sé para qué quieras que vaya, pero ahora soy una mujer casada.

-¿Te has casado con aquel novio tan feo que tenías?

-Sí, y no es feo.

-¿Dónde vives?

-En las afueras de Valencia.

-¿Y dónde estás en este momento?

-En mi cama.

-¿Qué llevas puesto?

-Un camisón.

José comenzó a menear la polla.

-¿Estás sola?

-No, mi marido está durmiendo a mi lado.

Dionisia metió la mano derecha dentro de las bragas.

-Yo estoy solo.

-¿Aún no tienes novia?

-Tengo una buena amiga.

-¿Te la follas?

-Sí.

-¿Le comes el coño?

-Claro.

-¿Y se corre?

-Sí, se corre comiéndole el coño, follándole el culo y follándole el coño.

-¿Cuántas veces la has hecho correr?

-La última vez fueron seis veces.

-Fantasma.

-¿Por qué me llamas fantasma?

-Porque son demasiadas veces, fantasma.

-De fantasma, nada.

-Sí, seguro.

-Se nota la sorna en lo que has escrito.

-Y la hay. A decir verdad hasta dudo de que tengas esa amiga.

-¿Quieres que te mande una foto?

-Manda.

-¿En la foto la quieres ver desnuda o vestida?

-Sorpréndeme.

Le mandó una foto en la que estaba desnuda.

-Está muy buena.

-No sabía que te gustaran las mujeres.

-Y no me gustan, pero estar, está muy buena.

-Es bisexual. Una vez, haciendo un trío, vi como hacía correr siete veces seguidas a una amiga suya.

-¡¿Siete?!

-Sí, siete.

-¿Has hecho muchos trío con ella?

-He hecho varios.

-Debe ser una delicia en la cama.

-Lo es. ¿Quieres hacer un trío con ella y conmigo?

-Aunque quisiera, vosotros estáis en Galicia y yo aquí.

-Eso se podría arreglar.

-Lo veo difícil. ¿De verdad que hizo correr a aquella chica siete veces?

-Ella la hizo correr siete veces, y entre los dos, otras cinco.

-¿Y tú solo cuántas veces me harías correr?

-Yo te haría correr tantas veces como tú quisieras.

-¿No me mientes?

-¿Qué beneficio sacaría con mentirte?

-Ninguno, supongo.

-¿Oye, lo hacemos otra vez?

Con los dedos entrando y saliendo de su coño, se hizo la interesante.

-Ya te he dicho que mi marido está durmiendo a mi lado.

-Tendría más morbo.

Sacó los dedos del coño pringados de jugos, los chupó y después se siguió masturbando.

-No, no me arriesgo.

-Pon la cámara y enséñame todo.

-Tengo el camisón puesto.

-Quítalo.

-No lo voy a quitar.

-Si vieras lo dura que tengo la polla.

-¿Te estás masturbando?

-Sí.

-Enséñame la polla.

Puso la cámara y vio la polla empalmada. Luego José vio en la pantalla de su teléfono móvil las tetas,después le vio el vientre y por último le vio el coño.

-Tócate.

En bajito le dijo:

-No

Solo un poquito.

Vio como se metía dos dedos dentro del coño.

-Un poquito más y ya me corro.

-Me va a pillar mi marido.

-Sigue masturbándote, sigue.

-Si sigo me corro, y yo al correrme pierdo el control.

José le enseñó la mano llena de leche.

-Me acabo de correr.

Vio como lamía la leche de la palma de la mano.

-¡Ay dios que me corro, hay dios que me corro...!

José escuchó una voz de hombre.

-Podías haber avisado.

Oyó la voz de Dionesia.

-Aún estás a tiempo de comerme el coño, de follarme....

Dionesia apagó la cámara. A José no le quedó más remedio que hacer otra paja.

Al día siguiente recibió un correo electrónico en el que leyó:

-¿Sigues queriendo hacer un trío con tu amiga y conmigo? Si sigues queriendo hacerlo reserva una habitación en el hotel Malcom and Barret. Allí estaré pocos minutos después de comenzar la noche de Reyes.

José leyó el mensaje una hora más tarde, y le respondí:

-Sé que no vas a acudir a la cita, pero aun así haré esa reserva.

Le volvió a escribir.

-Puedes apostar tu polla a que voy a ir. Quiero que Lucía sea mi regalo de reyes, bueno, ella y tú, quiero que los dos seáis mi regalo de Reyes.


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heranlu

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El Regalo - Capitulo 003

Pasaban cinco minutos de la media noche cuando llamaron a la puerta de la habitación. José abrió y allí estaba Dionesia. Llevaba puesto un abrigo marrón que cubría un vestido largo de color gris y calzaba unos zapatos marrones con poco tacón.

Entró en la habitación, donde se oía música de Rod Stewart. José cerró la puerta. Se puso detrás de ella y le quitó el abrigo. Dionesia le preguntó:

-¿Y tu amiga?

Colocó el abrigo encima del respaldo de un sofá, y le dijo:

-Lucía no tarda en volver, fue a por cigarrillos.

Dionesia miró para la mesilla de noche, vio sobre ella una bandeja con dos docenas de pasteles, una botella de champán dentro de una cubitera, tres copas al lado y dos botellas de champán en el piso junto a la mesilla de noche. Le dijo:

-Pasteles no puedo comer, creo habértelo dicho.

-Estos puedes comerlos, no llevan azúcar ni harina.

-Has pensado en todo.

-Solamente he pensado en ti. ¿En qué has venido hasta aquí?

-En el carro de mi marido. ¿Y vosotros?

Mientras descorchaba la botella de champán y lo echaba en dos copas, le respondió:

-En avión hasta Manises y luego en taxi desde el aeropuerto hasta este hotel.

Dionesia cogió un pastel y le metió un mordisco

-Está muy rico. ¿Con qué los hacen?

-Oí decir que los hacen con vegetales, con zanahorias, calabacines...

-Billetes de avión, taxis, champán y pasteles. Te va a salir caro mi regalo.

Le dio la copa con el champán.

-Solo verte ya pagó la pena el gasto.

-Exagerado.

-Tú sí que eres exagerada, exageradamente bella.

Al rato le echó las manos a las tetas, le arrimó la polla al culo y la besó en el cuello. Dionesia sintió la polla empalmada en su culo, y dijo:

-Vienes armado.

-Sí. ¿Empezamos sin Lucía?

-Empezamos.

Dionesia se giró, le echó los brazos al cuello y le dijo:

-¿Es cosa mía o has crecido desde la última vez que te vi?

-Me ha crecido todo, el cuerpo, la polla...

Le lamió una oreja.

-Las orejas...

La morreó y luego le dijo:

-Los huevos...

Se volvieron a morrear, y morreándola le bajo la cremallera de vestido, después se lo quitó y lo puso sobre el abrigo. Dionesia se había quedado en bragas y sujetador, ambos de color negro. Los quitó y posando, le dijo:

-¿Te gusto?

-¡Me encantas! Tienes un cuerpazo.

-Cogí unos kilos desde la primera vez que me viste.

-Mentirosa, has adelgazado.

-Mentir, mientes tú, pero eres un mentiroso encantador. ¿No te desnudas?

José se desnudó. Dionesia vio su cuerpo atlético y su polla empinada y le preguntó:

-¿Se me está cayendo la baba?

-No.

-Pues se me va a caer.

Se arrodilló delante de él, le cogió la verga con las dos manos, se la puso hacia arriba y le lamió y le chupó los huevos. Después le lamió el meato, el frenillo y luego toda la cabeza. Acarició sus mejillas con la polla y después metió toda la que le cupo en la boca y la mamó. Babeando, miró hacia arriba y le preguntó:

-¿Te gusta así?

-Sí.

Bajó una mano al coño mojado. Metió dentro del coño el dedo medio de su mano izquierda y lo sacó pringado de jugos. Acarició con la yema el periné y el ojete de José y después le metió el dedo en el culo y se lo folló con él. José, al ratito, le dijo:

-Me voy a correr.

Dionesia le mamó el glande y al correrse, viendo como le temblaban las piernas, se fue tragando la leche que caía en su boca.

Al ponerse en pie, con los labios y la lengua pringados de semen, lo morreó para que probara la corrida que acaba de echar.

Luego le dijo José:

-Métete en la cama que te voy a devolver el favor por triplicado.

Dionesia se echó sobre la cama, puso un cojín bajo la cabeza, y le dijo:

-Soy toda tuya.

José fue a su lado, le echó la mano a otro cojín que había sobre la cama y se lo puso debajo del culo, luego le separó las piernas, hizo que flexionara las rodillas, acercó la cabeza al coño, se lo abrió con dos dedos, y le dijo:

-Este paisaje es precioso.

-Será como todos.

-No, en el tuyo se ve delicioso.

Se lo lamió.

-Ay qué rico. ¿Qué más se ve?

-Una vagina estrecha.

Le clavó la lengua en la vagina.

-¡Oooooh! ¿Qué más ves?

-Un periné y un ojete que invitan a visitarlos.

Le lamió el periné, luego el ojete y después le clavó la lengua en el culo.

¡Uuuuy, qué rico! ¿Qué más ves?

-Unos labios rosados, hinchados y perdidos de jugos.

Le lamió el coño de abajo a arriba.

-¡Ooooo! ¿Qué más ves?

-Una corrida que cae sobre mi lengua.

Apretó la lengua contra su coño y lamió de abajo a arriba sin parar y cogiendo cada vez más velocidad. Ni un par de minutos tardó Dionesia en echar sus manos al cojín, clavarle las uñas, arquearse y exclamar:

-¡¡Me corro!!

Se corrió como una loba, sus gemidos parecían aullidos y sus convulsiones de animal herido.

Luego de la tormenta volvió la calma. José lamió su coño para limpiarlo de jugos, unos jugos similares a la yema del huevo. Después puso la punta de la lengua en la base de clítoris. Al principio se lo lamió como le había lamido el coño, luego se lo lamió de modo transversal y poco más tarde haciendo círculos sobre el glande, que estaba erecto y fuera del capuchón. Su coño se empezó a llenar de jugos y de saliva, eran tantos que le bajaban hasta el ojete y luego caían en el cojín. Le acarició el ojete con el dedo pulgar, haciendo círculos sobre él, el ojete se abría y se cerraba, y en una de las veces que se abrió, el dedo le entró en el culo. Cuando sus gemidos le dijeron a José que estaba a punto, hizo una O con sus labios, chupó con la ayuda de la lengua y el primer orgasmo resultó ser una nimiedad comparado con el que tuvo esta vez. El placer que sintió fue tan demoledor y tan largo que quedó sin voz... Acabó corriéndose en posición fetal y apretando la cabeza de José con sus muslos.

Y de nuevo se fue el temporal, bueno, más bien el huracán, pues eso, se fue el huracán y vino la calma. Lo quitó de entre sus piernas y le dijo:

-Joder, José, comiendo coños eres único.

-¿Quieres que siga y te dé un tercer orgasmo?

-No, quiero follarte yo y darte un orgasmo inolvidable. Pon las manos en la nuca y mira como folla una venezolana.

Se puso a horcajadas sobre él, le cogió la polla, la frotó en el coño, bajó el culo y la polla le entró hasta las trancas. José le dijo:

-Tienes el coño estrechito.

-No lo tengo estrechito, lo que pasa es que tu tienes la verga muy gruesa.

Le puso las manos en el pecho, y con toda la polla dentro del coño y apretando el culo, lo folló al paso, subiendo y bajando el culo. José viendo sus grandes tetas ir de abajo a arriba y de arriba a abajo, quiso magreársela. Dionesia se las cogío y las devolvió a donde estaban.

-No me hagas atarte.

Lo folló al trote y después inclinando el cuerpo, lo follo al galope. Pasado un tiempo, sintió que se iba a correr ella, paró de follarlo, y le dijo:

-Ahora sí, ahora necesito que me magrees las tetas.

Le echó las manos a la nuca, la atrajo hacia él, la besó con lengua y después le magreó y le mamó las tetas. Dionesia tenía más de la mitad de la polla dentro del coño y no se movía, porque si se movía se corría. A José el magreó le bastó para llegar al límite

-Córrete conmigo, Dionesia,

Dionesia tenia otros planes. Aguantó estoicamente mientras José se corría dentro de su coño. Una vez conseguido su objetivo, y con el coño lleno de leche, se quitó de encima, se echó boca arriba, y le dijo:

-Cómeme el coño lleno de leche.

José se metió entre sus piernas, lamió su coño con lujuria, y en nada, Dionesia, arqueando su cuerpo, se vino en su boca.

-¡Qué ricoooo!

Al acabar de disfrutar, le dijo José:

-Ahora me toca follarte.

-Ahora no. Ahora quiero descansa un poco y ducharme. Estoy sudando como una cerda y no quiero que tu amiga me vea así, por cierto, tarda mucho para ir a comprar tabaco.

-Pararía a tomar algo.

-Me voy a duchar.

No te duches, a mi amiga le gusta el olor a hembra cuando folla con una mujer.

-En ese caso no me ducho.

-¿Otra copa de champán?

-Y un par de pasteles.

Fue a por las copas y a por un par de pasteles. Luego, sentados uno frente a la otra, le dijo ella:

-¿Sabes una cosa, José?

-¿Qué cosa?

-Que estoy desnuda delante de ti y me siento cómoda.

-¿Y por qué no habías de sentirte cómoda?

-Es que tengo unos kilitos de más.

-¿Kilitos de más? Lo que estás es maciza.

Le dio un pico, sonrió y le puso la cabeza en el hombro.

-Debe ser por tus palabras de halago por lo que me siento cómoda a tu lado.

-¿Es que tu marido no piropea tu cuerpo?

Frunció el ceño.

-Sí, pero no. A veces, cuando estoy desnuda, me parece que me mira para las estrías y que no le gusta lo que ve.

-Seguro que son figuraciones tuyas.

-No creo, perdió mucho interés.

-Parece que no te va bien con él.

-Va, y no va, tiene muy buen corazón, pero... Vamos a dejarlo ahí.

-Tú mandas. ¿Otro pastel?

-Sí, están muy ricos

José cogió un pastel y se lo dio, luego cogió el teléfono móvil y marcó un número.
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El Regalo - Capitulo 004

Acababa Dionesia de comer el pastel cuando se abrió la puerta de la habitación. Entró en ella Lucía, que era una muchacha rubia, alta, de ojos azules y complexión fuerte. Lucía cerró la puerta detrás de ella. Dionesia, al verla venir hacia la cama, le dijo a José:

-¡Qué cabrón! En bata de casa no se va a comprar cigarrillos.

José se confesó.

-No, Lucía estaba en la habitación de al lado. Le pedí que me diera un tiempo para gozarte yo solo.

La joven fue hasta la cama y le dijo:

-¿Quieres ver tu otro regalo de Reyes, sin envoltorio?

-Llevo tiempo deseando verlo.

-A ver si valió la pena la espera.

Se quitó la bata roja y quedó completamente desnuda. Tenía el coño rasurado. Las tetas grandes, con areolas rosadas y tremendos pezones. Dionesia le dijo:

-Valió la pena, valió, aún estás más cachonda que en la foto.

-Tú sí que estás cachonda.

Lucía se metió en la cama y le pasó la lengua entre los labios. Dionesia reaccionó sacando su lengua para que se encontrara con la de Lucía y se acabaron morreando.

-Besas de miedo, Lucía.

-De miedo lo vas a pasar tú con nosotros.

Lucía le puso el pezón izquierdo entre los labios. Dionesia sacó la lengua, se lo lamió y luego le mamó la teta.

-¿Es tu primera teta?

-Si no contamos las mías, sí.

-Entonces habrá que darte la otra.

Le puso la teta en la boca y le hizo lo mismo que a la otra.

José se arrodilló entre las piernas de Dionesia, le echó las manos a la cintura, la elevó y le clavó la cabeza de la polla en el coño. Dionesia le dijo:

-¡Me encanta tu polla!

José empezó a darle caña. Lucía le cogió lo pezones, con dos dedos cada uno, y jugó con ellos, después le mamó las tetas. Al rato, al verla a punto, le dijo a José.

-¡Rompele el coño, José, rómpeselo!

José le dio a romper y Dionesia se corrió rugiendo como una fiera y, sacudiéndose como si estuviera sufriendo un ataque epiléptico.

Al acabar de correrse, José, le quito la polla. Lucía le miró para el coño y le dijo:

-Al ver un coño empapado se me hace la boca, agua.

Se metió entre sus piernas, le lamió el coño y con la lengua cubierta de jugos, besó a José, luego le enterró la lengua en el coño, la saco y comenzó a hacer in camino de ida y vuelta desde la base de coño hasta el clítoris. José se arrodilló detrás de Lucía, con la lengua le lamió y folló el ojete, luego le frotó la polla en el coño para pringarla de jugos, se la acercó al ojete y ¡Zasss! El glande entró como una bala. Lucía echó el culo hacia atrás, la metió toda dentro el culo y lo folló ella a él. Se veía que lo habían hecho más veces, ya que José, inmóvil, le metía dos dedos dentro del coño, los sacaba, acariciaba el clítoris con ellos, se los volvía a meter, se los volvía a sacar, volvía a acariciar el clítoris...

Poco después, Dionesia, exclamaba:

-¡Me corro en en tu lengua, Lucía!

Lucía, viendo como se convulsionaba, se movió aprisa y también se corrió

Lucía, luego de correrse, salió de entre sus piernas. Se metió José. La levantó por la cintura, se la clavó en el coño y le dio a mazo. Al rato, Dionesia, se corrió como una loca. Corriéndose, se la quitó del coño, le metió la punta en el culo y se corrió como un cerdo.

Luego de correrse y de limpiarse, Lucía, echada al lado de Dionesia, le dio un pico, y después le preguntó:

-¿Era tu estreno con un hombre y una mujer?

-Sí. ¿Tú cuántos tríos has hecho?

-Perdí la cuenta

-¿Es verdad que una noche haciendo un trío hiciste correr siete veces a una chica?

-¿Siete? He hecho correr hasta quince veces a una chica en una noche.

-¡Que suerte tuvo esa chica! Yo solamente me corro una o dos veces en una noche.

José la corrigió.

-Ya te has corrido seis veces, Dionesia, y la noche aún está empezando.

-¡Coño! Pues es verdad.

Fue una noche mágica, no en vano era la noche de Reyes.

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