Con mi propia estrategia Parte I Audio Relato

darkyss

Virgen
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Con mi propia estrategia Parte I

Lo dividi en 2 partes por lo extenso del relato.

Pero en el Mp3 esta todo completo.

Audio Relato: Con mi propia estrategia Parte I
Duracion: 1:22:38 Min
Formato: MP3

http://www.4shared.com/file/56331324/345fcef2/Con_mi_propia_estrategia.html?dirPwdVerified=2214d89b


Hace unos 12 años que me sucedió una de las historias más tórridas de mi vida.

Me llamo Rosa, y, para los efectos de esta historia diré que tengo un hermano dos años más pequeño que yo, que se llama Luis.

Cuando yo tenÃ*a 17 años, se puede decir que era una monada, alta, delgada, con un muy buen tipo, un culo redondo muy durito y bien puesto. Además practicaba natación, lo que contribuÃ*a de forma determinante a mi estado fÃ*sico.

Sólo me queda por añadir que no me pude dedicar a la alta competición por el tamaño de mis pechos, que eran, y son, grandes, y suponÃ*an un serio problema para estar en condiciones de participar en pruebas de máxima exigencia.

Recuerdo que, a principios de verano, finalizado el curso, fue cuando me dijeron que si querÃ*a podÃ*a seguir entrenando porque era realmente buena pero que no podÃ*a ser incluida en el equipo de competición por que mi "busto" era un inconveniente que imposibilitaba mi participación.

Al llegar a casa, que estaba en un barrio céntrico de Madrid, me encontraba realmente hundida, cosa que notó mi hermano Luis casi inmediatamente. Me preguntó que me pasaba, pero no estaba para contestar, ni para hablar.

Me fui a mi habitación, me tiré sobre la cama y como no soy de lágrima fácil, allÃ* me quedé dándole vueltas a mi fracaso.

Desde el primer momento que se conoció en casa el problema, mi hermano estaba especialmente atento conmigo, dentro de su alocada adolescencia de quince años, he de reconocer que supo estar a la altura de las circunstancias.

Mi natación truncada, y el rechazo por mi fÃ*sico, fue ocasionando una tristeza en mÃ*, que devino en una pérdida de apetito, de ilusión y, luego, de una depresión. Mi madre, preocupada, me llevó al médico y tras contarle todos mis problemas, éste respondió diciendo que era algo pasajero, que a esa edad las cosas cambian muy deprisa.

No obstante me mandó un antidepresivo muy suave y un tranquilizante.

Aquella noche, mis padres se fueron a cenar y al cine y nos quedamos mi hermano y yo. Creo, que nunca le agradeceré bastante la conversación que tuve con mi hermano aquella noche. Yo estaba tumbada en mi cama, él llego y se sentó a mi lado, me preguntó que como estaba y yo le dije que fatal.

Yo trataba de explicarle lo mal que me sentÃ*a con mi cuerpo y lo deformada que me sentÃ*a y cuando él me dijo que era una chica muy guapa, yo le contesté con la rabia de aquel momento que mira si era deforme que no podÃ*a dedicarme a practicar mi deporte favorito.

No se si fue la inspiración, no entiendo cómo mi hermano se expresó de aquella forma, pero el caso es que me dijo que me estaba dando pena a mi misma, que no querÃ*a superar la decepción que me habÃ*a producido eso, y en cuanto a lo de mi deformidad me aseguró que era una estupidez que no se sostenÃ*a, me dijo que desde que recuerda, no habÃ*a amigo que no le hubiera hecho algún comentario sobre lo bien que estaba su hermana.

Todo aquello me lo contaba con una voz calmada, serena, mientras me pasaba los pulgares desde las sienes hasta el cuello por debajo de las orejas y lo combinaba metiendo los dedos entre mi pelo, llegando al cuero cabelludo.

Yo me encontraba cada vez más seducida, no se si mi hermano se lo habÃ*a propuesto o no, pero el caso es que yo me encontraba cada vez más alterada, mis recuerdos me llevaron directamente a los episodios de espionaje de mi hermano, en la ducha, en los cambios de ropa, en fin, que aquel salido que era mi hermano, me estaba llevando por donde no querÃ*a, pero, me dejaba hacer.

Incluso, me decÃ*a Luis, que a él le resultaba muy atractiva, de verdad, "son mucho más importante esas tetas que tienes que toda la competición de natación".

En aquel momento, mi hermanito metió las manos por debajo de la camisa de mi pijama cogiéndome los pechos y tocando mis pezones y yo me ponÃ*a realmente cachonda.

HabÃ*a cambiado las manos y al soltar mi cabeza, me habÃ*a dejado una sensación como de acorchamiento, relajada, y la ternura que demostraba con sus manos, como me acariciaba los pechos, me dejaron excitada, pero debido a la medicación, me dormÃ*.

Al dÃ*a siguiente, nada más salir de mi habitación me encontré la sonrisa amplia de mi hermano, que salÃ*a del baño con un calzón de deportes, me fijé en como habÃ*a ensanchado su torso, sus brazos, la verdad es que no me habÃ*a dado cuenta pero a pesar de tener quince años, entre su estatura, era más alto que yo, pese a los dos años de diferencia que le tenÃ*a, y lo que habÃ*a ensanchado, era un tipo realmente atractivo.

Sin darme cuenta era la primera vez en mi vida que hacÃ*a una valoración de mi hermano como hombre: me sorprendió y me agradó.

La verdad es que aquella conversación de la noche anterior, me habÃ*a hecho pensar y me sentÃ*a mucho más animada. Y las caricias de mi hermano y la excitación que me habÃ*an producido, me hacÃ*an reencontrarme de nuevo con mi cuerpo.

Me fui al baño, me desnudé, me bañé y estuve largo tiempo mirándome desnuda, con el pelo mojado, la verdad es que yo misma me sentÃ*a atractiva, pero no podÃ*a dejar de pensar como conseguir llegar a más que lo de la noche anterior con mi hermano.

Aquellos dÃ*as mi madre se fue al pueblo con mi tÃ*a, su hermana soltera, y mi padre estaba casi todo el dÃ*a en el trabajo, sólo venÃ*a a cenar. Entonces elaboré mi estrategia y la seguÃ* punto por punto.

Me tocaba ir al médico, según iba hacia la consulta recordaba el comentario del médico cuando la primera vez que fui, hacÃ*a una semana, dijo que esto pasaba pronto por la edad que tenÃ*a y a mi me parecÃ*a imposible.

Era cierto, ahora no tenÃ*a aquella tristeza, tenÃ*a ilusión por conseguir a mi hermano, era como reafirmarme a mi misma. AsÃ* que el médico me dio el alta, me dijo que estaba bien, y que podÃ*a suspender el tratamiento pues lo que me habÃ*a tomado era muy suave y no habÃ*a ningún problema.

Llegué a casa y enseguida mi hermano me preguntó qué me habÃ*a dicho el médico, yo le dije que me habÃ*a dicho que siguiera con el tratamiento durante dos semanas más, pero que el tranquilizante me lo tomara a la hora de la comida en lugar de por la noche, para poder retirármelas del todo en la siguiente consulta, pero que me encontraba mucho mejor.

Naturalmente no era verdad, pero era parte de la estrategia. Como parte de la estrategia eran las minifaldas, salir de mi cuarto en bragas y sujetador, las camisetas de algodón ajustadas y sin sujetador que marcaban perfectamente los pezones.

TenÃ*a quince dÃ*as por delante, hasta que volviera mi madre y tenÃ*a que aprovecharlos.

En dos dÃ*as habÃ*a conseguido que mi hermanito se paseara también en calzoncillos y mostrara sin ningún rubor el bulto de su entrepierna que parecÃ*a que iba a reventar su calzoncillo, definitivamente mi hermano tenÃ*a el cuerpo de un hombre aunque tuviera cosas de chiquillo, pero yo estaba interesada por el cuerpo, cuanto más le excitaba, más cachonda me ponÃ*a.

Al tercer dÃ*a, le dije a media mañana, que le iba a preparar de comida su plato favorito que implicaba estar con el horno y ello me dio pretexto, por el calor del verano, para ponerme una camisa y unas braguitas.

De tal forma hice la comida y de tal forma comÃ* con él. Yo me daba cuenta que habÃ*a vuelto el salido de mi hermano, que era en el que estaba interesada y él me decÃ*a:

- "Que buena estás Rosilla, no entiendo que te moleste haber tenido que dejar la natación, yo por un cuerpo como ese renunciaba a todo".

La verdad es que toda mi estrategia se basaba en el hecho de que Luis, como todos los hombres, es un machista, y yo no podÃ*a entrarle directamente, tenÃ*a que parecer que él llevaba la iniciativa, sabia que de no ser asÃ*, el tema fracasarÃ*a por completo.

AsÃ* que en una actitud sumisa, quité la mesa, metÃ* todo en el lavaplatos, lo dejé limpio y al volver al comedor le dije que me habÃ*a tomado la pastilla, y que me iba a la cama a dormir la siesta. AñadÃ* algo nuevo:

- "Si quieres algún disco de mi cuarto sácalo ahora, porque voy a dormir desnuda, que tengo mucho calor".

- No, dijo, no necesito nada.

La comida se habÃ*a dado en unas circunstancias bastante calientes y mi hermano estaba salido por completo. Era el momento de ver si mi estrategia daba sus frutos. Llegué a mi cuarto, me quité toda la poca ropa que llevaba, me acosté en la cama y me tapé con la sábana y a esperar.

Pasaban cinco minutos, diez, quince, y aquello me tenÃ*a súper excitada, pues, la expectativa sobre lo que harÃ*a mi hermano me tenÃ*a alterada.

Estaba en estos planteamientos cuando bajó el pomo de la puerta, y se abrió, y allÃ* estaba mi hermano, habÃ*a funcionado mi estrategia y ahora lo tenÃ*a allÃ*.

- "Rosa"

Me llamó en una voz baja para comprobar si estaba dormida, obviamente no le contesté.

Dejó la puerta abierta y se quedó mirando, movió la cama, nada, yo estaba para él completamente dormida, acarició mi cabeza, tocó mi cara, a medida que hacÃ*a todas esas cosas yo me iba excitando más y más, me daban ganas de abrir los ojos y decirle que me follara, pero eso se salÃ*a de la estrategia y, además, la expectativa de tenerle allÃ* me encantaba.

En un momento determinado, separó la sábana y comprobó que estaba completamente desnuda, tiró de la sábana hacia abajo y me destapó por completo.

Con los ojos entreabiertos, observé como era observada, y me excitaba aún más, encogÃ* ligeramente las piernas y separé las rodillas, para dejarle una buena visión de mi coño.

En aquel instante, Luis salió de mi habitación, y se fue a la suya, lo supe porque puso la música a todo volumen, para comprobar si me despertaba, con lo cual volvió a mi cuarto y, finalmente, me zarandeo, yo gruñÃ* un poco, el volvió a zarandearme y respiré profundamente.

Cuando se aseguró que estaba profundamente dormida, sólo entonces volvió a su habitación, apago la música y entró en mi cuarto.

Desde luego parecÃ*a otro, muy distinto al de hacÃ*a apenas tres noches, se puso a los pies de mi cama, metió su cabeza entre mis piernas, y me hizo una foto del coño con su Polaroid, y luego, otra.

Aquello se iba de mi estrategia, pero… ¿Qué podÃ*a hacer? ¿Levantarme y quitarle le cámara y las fotos?

Él era más fuerte que yo y además quedarÃ*a en evidencia. Me veÃ*a atrapada en mi propia estrategia.

Se levantó, fotografió mis tetas y luego me hizo dos o tres fotos de cuerpo entero, completamente desnuda. La verdad es que aquello me excitaba cantidad.

La cuestión es que tras hacerme las fotos, se fue de la habitación, tapándome previamente y dejándome como me encontró, y no volvió en toda la tarde.

Aquella tarde estuvo llena de sorpresas. Cuando me levanté y tras vestirme, salÃ* de mi habitación. Desde luego la reacción de mi hermano me habÃ*a puesto en una situación un tanto azarosa, sólo me habÃ*a fotografiado y nada más.

Me extrañó mucho y algo me decÃ*a que habÃ*a errado el tiro y que no se podÃ*a jugar a estas cosas con adolescentes. A lo largo del pasillo vi a mi hermano que cogÃ*a el teléfono y hablaba por él. Con sumo cuidado descolgué el de la habitación de mis padres y le oÃ* hablar con su amigo Héctor, que era un pinta de cuidado, mi hermano le decÃ*a:

"Tengo unas fotos de mi hermana desnuda"

"No jodas, con lo buena que está", le contestaba mi puñetero hermano.

"Voy a hacer negocio con ellas, y a pedir a cada uno quinientas pesetas por verlas".

"Y como son, preguntó Héctor"

"Pues en unas completamente desnuda, en otras de su coño y otras de sus tetas".

"Joder tÃ*o, y como las has conseguido"

"Mi hermana se toma unas pastillas para dormir y se queda frita después de la comida"

"Oye Luis, le dijo Héctor, y me podÃ*as invitar mañana a tu casa a comer"

"No sé, ya sabes que a mi hermana no le caes muy bien"

"Pues ya puedes invitarme o en caso contrario, le contaré a tus padres lo de las fotos, y le daré a tu hermana las bragas de ella que me regalaste".

"Eres un cabrón, le replico mi hermano, mañana vienes a comer, pero ahora quedamos y te enseño el material, si es que lo pagas".

Colgué el teléfono indignada, Mi hermanito, que tan bien se habÃ*a portado conmigo, lo que querÃ*a era aprovecharse de la situación y yo con mi estrategia se lo habÃ*a puesto en bandeja.

Realmente enfurecida, me aproximé a donde estaba mi hermano y le dije:

Eres un hijo de puta, he oÃ*do tu conversación por teléfono y te aseguro que esto se lo digo esta noche a papá.

Mi hermano me miró con una cierta distancia, y sonriendo me dijo: Y ¿Cómo le vas a demostrar a papá que esas fotos existen? Además, ¿También le vas a decir lo de haber hecho la comida casi en pelotas?

Porque de eso también hice fotos que son las únicas que estoy dispuesto a admitir que tengo. Qué le vas a decir, que te obligue.

Además, te recuerdo que para papá el que seas la mayor te hace responsable, yo soy el pequeño, No hubiera podido entrar en tu habitación estando tú desnuda, porque tendrÃ*as que haber echado el pasador de la puerta y no lo hiciste.

ExplÃ*cale eso a papá. Y acto seguido se marchó, por supuesto con las fotos para lucirme desnuda delante de sus amigos y a cambio de dinero.

Me quedé sola rabiando por haber hecho esas tonterÃ*as con mi hermano, la verdad es que el argumento de ir a mi padre me podÃ*a dejar peor parada de lo que estaba y no podrÃ*a evitar que enseñara las fotos y, lo que es peor, que nunca podrÃ*a demostrar su existencia, y además yo habÃ*a iniciado todo este lÃ*o.

A medida que me iba tranquilizando, me iba excitando, para mi sorpresa, sentirme subastada aunque fuera en fotos, me descolocaba. Pensar que en ese momento Luis estarÃ*a con sus amigotes enseñando las fotos y que éstos se pajearian a base de bien con el recuerdo de mis fotos, me puso extremadamente cachonda.

Por la noche, a la hora de cenar, cuando Ã*bamos a empezar mi padre y yo, entró mi hermano, con una sonrisa de oreja a oreja. Besó a papá desde detrás del asiento y se acercó a mi, haciendo lo mismo, pero me dejó soltar en el oÃ*do, "que negocio, hay colas para verlas y a quinientas pesetas".

Acto seguido, según se servÃ*a le dijo a mi padre: "Oye, mañana vendrá a comer mi amigo Héctor".

"Esta bien, dijo mi padre, pero haced caso de vuestra hermana que es la mayor, si me entero de que no la has obedecido, tendremos más que palabras".

No te preocupes, seremos obedientes.

Por la noche, en mi cama, no dejaba de dar vueltas al tema del dÃ*a siguiente, sinceramente, no estaba segura si sentÃ*a más vergüenza, más excitación, más enfado, no lo tenÃ*a nada claro. Pero al ir calentándome sobre lo que podrÃ*a pasar, decidÃ* hacer seguir con el cuento de las siestas, no podÃ*a dejar de hacerlo, pero me echarÃ*a el cerrojo.

Pasó la mañana, mi hermano se habÃ*a ido supongo que a seguir haciendo negocio. La comida no fue una gran cosa. AllÃ* se presentó Héctor con mi hermano a eso de las dos de la tarde y yo tenÃ*a todo preparado.

Héctor era un amigo de mi hermano desde hacÃ*a muchÃ*simo tiempo, incluso de pequeños yo también habÃ*a participado con él en los juegos infantiles. Siempre le habÃ*a atraÃ*do, más de una vez en aquellos juegos me habÃ*a levantado la falta, tocado las braguitas, en fin, todo un pájaro.

Al ver a Héctor entrar me sentÃ* cohibida, sabÃ*a que habÃ*a visto las fotos y con su habitual descaro me miró de arriba abajo como si estuviera desnuda, o al menos eso me parecÃ*a a mi.

La comida se convirtió en una continua conversación entre Luis y Héctor llena de indirectas, con preguntas sobre la siesta, en fin, una actitud humillante. Como venganza, al terminar de comer les dije que quitaran la mesa, que yo me iba a la cama.

Efectivamente, llegué a mi cuarto me quedé en bragas y me acosté, eso sÃ*, cerrando el seguro de la puerta.

Me estaba quedando dormida cuándo me despertó el chasquido del pomo intentándose abrir. Naturalmente, estaba bloqueado, oÃ* claramente la voz de mi hermano que me llamaba, pero yo tenÃ*a que mantener que estaba dormida, y, por supuesto, no contesté.

Las llamadas en la puerta arreciaron con más fuerza y yo callada. La verdad es que mi corazón y mi respiración se habÃ*an agitado notablemente, y sentÃ*a mi coño húmedo.

OÃ* que Héctor decÃ*a:

"vamos a abrir la puerta", no se puede –dijo mi hermano– está puesto el seguro.

"SÃ*, pero estos pomos tienen un agujero para poder saltar el seguro, como medida de seguridad por si pasa algo", replicó Héctor.

¿Estás loco? Y si mi hermana nos descubre.

No te preocupes, está profundamente dormida, pero si se despierta yo estoy dispuesto a jurar que la oÃ*mos un golpe en su cuarto y que al no contestar entraste tú a ver que pasaba.

Otra vez vÃ*ctima de mi estrategia, pero aquella sumisión a la que estaba expuesta me ponÃ*a más cachonda. Además lo habÃ*a empezado yo. Sólo que estaba segura que no podrÃ*an abrir la puerta, porque Héctor era un bocazas y no podÃ*a ser lo que él decÃ*a.

Me equivoqué, la puerta se abrió y entraron los dos. Héctor dijo:

"como huele a mujer, me estoy poniendo cachondo".

No seas bestia, dijo mi hermano. Pero Héctor era un adolescente impulsivo y estaba claro que el iba a marcar el ritmo frente al pato de mi hermano.

Aquello me agradó profundamente. Era curioso como ya no me caÃ*a tan mal, pero al mismo tiempo que deseaba que pasara, temÃ*a lo que iba a pasar.

Sin ningún tipo de cuidado, el amigo de mi hermano, quitó la sábana, apareciendo yo, exclusivamente en bragas, teniendo que hacer un esfuerzo por cubrir mis tetas con los brazos y ser descubierta.

Durante una media hora, dejé que sobaran las tetas, que me taparan las narices para que tuviera que abrir la boca, mientras Héctor me pasaba la lengua por los labios y la metÃ*a ligeramente en mi boca, que me dieran la vuelta y me sobaran el culo, incluso que me pusieran un dedo en la entrada de mi ano.

A medida que iban progresando en sus tocamientos, yo me iba excitando más y más, y hubo un momento en el que Héctor, cuando estaba boca arriba, me pellizcó el coño por encima de las bragas.

Estuve a punto de sentarme en la cama de golpe.

Me di cuenta que era imposible seguir haciéndome la dormida bordeando el orgasmo y estando a punto de llegar a él. Además, aquello me darÃ*a una posición de ventaja frente a ellos.

Me desperté de repente. ¿Que haces aquÃ* con este cabrón Luis? Esta vez la puerta estaba cerrada, ahora si que te vas a ir preparando. Yo me tapaba las tetas, con las manos. ¿Cómo coño te atreves?

Luis estaba completamente desarbolado, no tenÃ*a respuestas, yo me iba creciendo, pero en un momento Héctor dijo:

- "Para el carro guapa".

Me quedé callada no más de dos segundos.

- "Y tú que quieres, gilipollas" le dije a Héctor.

- "Nada, hacer un trato contigo, llegar a un acuerdo"

"Habla", le dije. "Mira, se que hay por ahÃ* seis fotos tuyas en situación comprometida" ¿Las quieres recuperar?"

Deliberadamente tardé en contestar, pues no querÃ*a dar la impresión de mostrar la ansiedad que tenÃ*a por recuperarlas. Depende de las condiciones, respondÃ* ambiguamente.

"Te cambiamos las fotos por dos dÃ*as de obediencia ciega a nosotros".

Pero, en el caso que aceptara, no habrá nadie más que vosotros dos.

Héctor dijo: "Las únicas dos personas seremos nosotros".

"Déjame pensarlo al final de la tarde os contesto. Pero con una condición: que no enseñéis a nadie más las fotos hasta que me decida, y desde luego si acepto, no las enseñaréis hasta que me las devolváis".

"De acuerdo, dijeron los dos, si aceptas, los dÃ*as serán mañana y pasado y no te podrás negar a ninguno de nuestros deseos".

Yo era consciente de que no podÃ*a negarme, además los últimos dÃ*as habÃ*an sido muy tórridos y mi lÃ*vido estaba por todo lo alto. Tampoco podrÃ*a ser para tanto y eso era mejor que estar luciendo por ahÃ* las fotos, permitiendo que medio barrio me viera en pelotas y además era mucho mejor que el desánimo que habÃ*a tenido los dÃ*as de atrás.

Casi cuando Héctor se iba les comuniqué mi decisión de aceptar el trato, la cara de ambos se iluminó, y ambos se marcharon a dar una vuelta. Un extraño picor en el coño hacÃ*a presagiar las aventuras de los dos próximos dÃ*as.

La verdad es que aquella noche me costó mucho trabajo dormirme. Pensaba en los dos dÃ*as que tenÃ*a por delante, y en las cosas que me podrÃ*an hacer tanto mi hermano como Héctor. Pero me repetÃ*a a mi misma:

"Un trato es un trato", como queriendo justificar aquella situación.

No podÃ*a engañarme y aquella aventura tan peculiar no dejaba de producirme un más que evidente picor en mi coño, que dificultaba seriamente conciliar el sueño. Estaba tan excitada como ellos.

A la mañana siguiente, me levanté, me di un baño, me vestÃ* con un pantalón corto una camiseta, y tomé un desayuno ligero.

Esperando que viniera Héctor, me crucé con mi hermano, estaba nervioso, yo me hice la dura y no le dirigÃ* la palabra, tenÃ*a que mantener mi actitud de enfado.

Era muy pronto y sonó el portero automático. Aquello hizo que me diera la vuelta el corazón, Mi hermano con voz seca dijo "cógelo". Tomé el auricular en mi mano y dije. ¿Si?

"Soy Héctor, baja a buscarme".

Yo bajé, desde el séptimo piso en el que vivÃ*amos hasta el portal en el ascensor. Al llegar abajo, abrÃ* la puerta y le dije: sube.

Héctor y yo tenÃ*amos una muy mala relación, y me esperaba cualquier cosa, asÃ* que cuando me dijo: "¿Cómo que sube?" "Ven aquÃ*.", no me extrañó lo más mÃ*nimo.

Cuando llegué a su altura, el se aproximó al ascensor y metido dentro de dijo:

"Dame tu ropa"

¿Cóooomo? Le pregunté yo.

Dame la ropa, menos el calzado.

Miré a mi alrededor, no sabÃ*a donde estaba el portero, pero no me quedaba otra, asÃ* que me quité la camisa, todo lo rápido que pude, me bajé el pantalón y se lo di, él insistió, "he dicho toda", mis bragas blancas bajaron por mis piernas, y sacándolas de los pies se las di,

"Bien, en tu casa nos vemos. Me dijo, no se te ocurra usar el ascensor porque entonces subirás y bajarás en pelotas por la escalera hasta que me harte".

No lo podÃ*a creer, estaba completamente desnuda en el portal de mi casa, sólo con las deportivas y los calcetines, pero sin nada más. Alguien entró al portal. Era el cartero.

Rápidamente me bajé hacia el cuarto de la basura, donde el portero guarda los productos de limpieza, de haber subido para arriba hubiera corrido el riesgo de que si bajaba alguien por las escaleras no podrÃ*a bajar. AsÃ* desde aquella posición veÃ*a perfectamente el cartero, en cuanto terminara, subirÃ*a como una flecha a mi casa.

Estaba tan concentrada en ver los movimientos del cartero, que no me di cuenta que se acercó por detrás el portero con los productos de limpieza, hasta que con una mano me cogió por el culo.

Mi portero era uno de esos tipos ya pasada la cincuentena que le desquicia cualquier jovencita, cuanto más de esa guisa Su aspecto repugnante y de escasa higiene, y la situación en la que me encontraba, me tenÃ*an en una incomodÃ*sima situación.

- ¿Hombre Rosita, vino a hacerme una visita?, dijo como si lo de mi desnudez no contará.

Yo alcancé a decirle. - Es que al bañarme se me ha cerrado la puerta de la calle y he perdido la toalla.

- Ya, ya, dijo él, pasando descaradamente a sobarme de arriba abajo, ya veo.

Estuvo por un tiempo interminable abrazándome desde atrás mientras me tocaba los pechos, el coño, el clÃ*toris, porque ese tÃ*o no iba a perder el tiempo con contemplaciones. Yo no sabÃ*a qué hacer.

Pero lo cierto es que estaba tan falta de sexo que, para mi sorpresa, empecé a chorrear por la raja, dejándome entregada al tipejo de mi portero.

En aquel instante no me importaba lo más mÃ*nimo que el cartero tardara una eternidad, Antonio, el portero, se estaba cebando conmigo, pezones, pechos, raja, clÃ*toris, todo, y yo, cada ver más excitada, y aquella excitación me hacÃ*a sentirme distinta, nunca me habÃ*a visto asÃ*. Esta disfrutando y a tope.

He de reconocer que con habilidad el cabrón del portero me bordeó el clÃ*toris y con el mismo dedo me fue separando los labios menores hasta llegar a la entrada de mi vagina. Con la otra mano me pellizcaba los pezones y logró arrancarme un suspiro.

Me exigió una mamada a cambio de su silencio y de su cooperación para subirme en el ascensor, sin que nadie me viera. Automáticamente me agaché le saqué la polla y me puse a chuparla, como el tipo debÃ*a hacer años que no lo hacÃ*a, se corrió en menos de un minuto, eso sÃ*, el cabrón era hábil y no me dejo retirarme, asÃ* que me tuve que tragar todo su semen que debÃ*a tener ahÃ* desde hacia más de seis meses.

El portero se habÃ*a corrido en mi boca, al darme cuenta que el cartero habÃ*a terminado, le dije al portero que me ayudara según lo prometido, me sujetó con mucha fuerza por los pelos del coño, y volteándome me dio un buen azote en el culo y me dijo:

- "Sube tu sola, que eres una guarra y tú te has metido en esto, anda a ver si te piÃ*lla más de un vecino".

Aquello me puso cachonda, incluido el tirón de pelos del coño, chorreaba por los muslos y viendo el momento despejado, salÃ* y empecé a subir las plantas, todo iba sobre ruedas hasta el quinto piso, donde vivÃ*a una familia que eran amigos de mis padres, realmente el marido era primo lejano de mi padre, que tenÃ*an dos crÃ*os gemelos de diez años.

Cuando estaba subiendo a toda velocidad, me encontré bajando a los dos niños, era evidente que nada podÃ*a hacer, por lo que sin dar importancia, y pese a percibir como abrÃ*an los ojos como platos, seguÃ* subiendo, hasta llegar a casa.

Una vez que llegué entré en el salón donde estaban mi hermano y su amigo Héctor hablando tranquilamente. Yo desnuda, salvo los pies, sobada por el portero y vista por los niños pequeños, a los que alguna noche habÃ*a bajado a cuidar, y ellos tan tranquilos.

Mi hermano debió darse cuenta de mi cara de calentón y antes de abrir la boca, me dijo:

"Ven aquÃ* hermanita", me dirigÃ* sumisa hacia mi Luis, que sin la menor contemplación mientras él estaba sentado y yo de pie, me abrió ligeramente las piernas y tocándome el coño, me preguntó

"¿Como tardaste tanto?".

"¿Qué has estado haciendo que traes el coño empapado?".

"El portero, que me ha pillado", el explotó en una carcajada inmensa ¿Antonio?, ¿y qué te ha hecho?

Yo molesta con la actitud de mi hermano le dije "Tocarme el coño, mucho mejor que tú".

Entonces haciendo un gesto de asco, me llevó al cuarto de baño, me sentó en el bidet y comenzó a limpiarme el coño. Eso nadie lo habÃ*a hecho hasta ahora. "El cabronazo –le dije a mi hermano– me ha dado un tirón del pelo". ¿De la cabeza?, me preguntó Luis, "no" le dije yo. ¿De aquÃ*?, siguió interrogando mientras me daba otro tirón del pelo del coño, "sÃ*", le dije yo.

Pues esto hay que evitarlo hermanita.

Como no, apareció Héctor. Me molestó bastante porque no dejaba de resultarme agradable la maniobra de mi hermano, además estaba haciendo algo que me agradaba bastante, pues me daba una cierta repugnancia el tocamiento del portero.

Lo cierto es que Héctor empezó a poner el agua a una temperatura muy agradable y a dirigir la presión del chorro a mi clÃ*toris, a mi vagina, dibujando con el chorro todo mi coño y llegando con el agua a toda mi intimidad, mi hermano, a todo eso, con los dedos de una mano abrÃ*a mi raja como una almeja dando jabón, Héctor, aclaraba.

La respiración se agitó, el latido cardiaco también, la sudoración, y estos eran ya mayorcitos para saber que me venÃ*a un orgasmo, incluso el hecho de no tener intimidad me puso mucho más cachonda, el caso, es que allÃ* sentada, me vino el primer orgasmo.

"Te gusta hermanita", pues esto es el principio.

Mi hermano contó lo del tirón de pelo de mi coño por parte del portero, no se porqué me sentÃ* más desnuda aún. Héctor cogió la crema de afeitar y la brocha de la espuma, asÃ* como la navaja, mi padre se afeita a navaja. Cogieron una toallita y me llevaron a la cocina que habÃ*a más luz.

Me tumbaron en la mesa de la cocina, dejando mis piernas caer, y fue Héctor quien se puso por donde mis rodillas separándolas en ese momento.

El cabrón de mi hermano, con una maestrÃ*a que no me esperaba en él, empezó a manejar la brocha de afeitar con toda maestrÃ*a. Al principio, cuando lo hacÃ*a directamente en mi pubis, la verdad es que era agradable sentir la temperatura del agua tibia. DecidÃ* dejarme hacer.

Pero cuando llegó a mi coño, la cosa cambió por completo, la suavidad del jabón, la suavidad con la que pasaba la brocha, y, para colmo Héctor habÃ*a metido la punta se su dedo meñique en la entrada de mi vagina y hacÃ*a los movimientos empujando desde dentro de mi coño hacia arriba o hacia abajo, a un lado o a otro, para dejar a mi hermano extender el jabón con la brocha y que llegara a todos los lados.

Dado que mi hermano estaba apoyado sobre mi vientre y mirando hacia mi coño, y el otro estaba entre mis piernas y los dos inclinados sobre mi raja, tenÃ*a la extraña sensación de estar sola de cintura para arriba pero disfrutando de un súper sobo de mi conejo que no podÃ*a por menos de ponerme cada vez más cachonda.

Héctor rompió el silencio "Deja de mojar tanto, que se deshace el jabón.", yo estuve por contestarle "Tapa el agujero con tu poya, y asÃ* no saldrá nada" pero preferÃ* callar y disfrutar. El tono de Héctor era triunfante, me habÃ*an puesto cachonda y lo sabÃ*an.

Cogiéndome por los pies, los juntaron y los pusieron contra mi frente, de tal forma que mi ano quedaba al descubierto, dándole jabón igual que al coño.

Con mucho cuidado, Héctor cogió la navaja de afeitar, pero no pudo evitar que yo soltara un pequeño grito, más que nada por prevención. Inmediatamente, Héctor le dijo a Luis, "ponle un tapón en la boca, que no grite". El degenerado de mi hermano se acercó a mi cara y sacando su rabo, de un golpe me lo metió en la boca y me dijo: chupa, guarra.

Con extremo cuidado, Héctor me iba quitando los pelos del coño y yo estaba enchufada a la poya de mi hermano, que una vez vencidos los primeros rechazos por el parentesco, estaba disfrutando a base de bien.

He de decir, que debido a mi actividad deportiva, apenas habÃ*a tenido experiencias sexuales, sobre todo con una amiga, pero nada con chicos, por lo que todo aquello era nuevo, y sobre todo, profundamente excitante.

Cuando terminó la faena, me dijo Héctor: "esto está muy frÃ*o" y se fue al cuarto de baño. Puso el secador a una distancia que no me quemara y aquel calorcillo me hizo arquear la espalda. Una vez seco mi culo y luego mi coño, se tumbó boca arriba y pasó una toalla muy suave por mi raja.

¡Joder! Que sensibilidad tenÃ*a, nunca lo habÃ*a conocido tan receptivo. Héctor dijo a mi hermano, vuelve a taparle la boca que hay que hacer una última limpieza.

Cogió el cepillo de dientes eléctrico y paso las cerdillas que iban a toda velocidad por toda mi raja, aquello era la locura, porque no apretaba y sólo eran unas cosquillas que me calentaban, hasta el punto que no pudiendo reprimirme, esta vez si empecé a chuparle la poya a mi hermano.

Anda, dijo Héctor, como chupa la guarra. Si, si, mÃ*rala, dijo mi hermano, mientras metÃ*a casi hasta sus huevos en mi boca. A medida que me calentaba iba aumentando la presión del cepillo, hasta llegar al orgasmo, que coincidió con la corrida de mi hermano, del que por supuesto me tragué todo su jugo.

Según estaba en la mesa, tragando la leche de mi hermano, sentÃ* como Héctor me lamÃ*a el coño y se lo comÃ*a, lo tenÃ*a completamente desnudito sin un pelo que lo tapara y de una sensibilidad absolutamente nueva para mÃ*.

Ese fue uno de los momentos más deseados por Héctor y me metió la polla hasta el fondo, sin cuidado, sin piedad, yo di un respingo tremendo, pero la sola entrada de aquel miembro me produjo medio orgasmo. El movimiento de Héctor, rápido y golpeando con todas sus fuerzas en mi vagina, hacÃ*a que mi excitación llegara a lÃ*mites para mÃ* desconocidos.

CogÃ* la polla de mi hermano con la mano y se la apretaba y se la movÃ*a hasta que nuevamente se puso dura y aquel instrumento sólo podÃ*a estar en mi boca. Por tercera vez en menos de media hora, me comÃ* el rabo de mi hermano.

Cuando Héctor se corrió, lo hizo Luis y lo hice yo, la sensación de sentir la leche caliente por los dos lados fue un nuevo descubrimiento. Esto no habÃ*a hecho nada más que empezar y dos dÃ*as se me hacÃ*an cortos.

Los tres tuvimos que parar. Necesitábamos un descanso y una ducha. Reponernos nos costó prácticamente una hora.

Al mismo instante que notaba como las gotas de agua de la ducha reiniciaban mi sensibilidad sexual por todo el cuerpo, aparecieron mis dos machos en el baño, se introdujeron en la bañera y me enjabonaron de pies a cabeza. Fue mi hermano Luis quien me dijo que me diera la vuelta y le limpiara bien la polla y los cojones a su amigo, cuando estando en esa posición, noto que mi hermanito me pasa la esponja por la raja del culo, centrándose en mi ano.

En ese momento no le di mayor importancia, es más me resultó agradable cuando echaba champú, o jabón lÃ*quido, y metÃ*a un dedo, luego dos, y aquello se dilataba, pensaba que me querÃ*a limpiar también por dentro.

Tales tocamientos me habÃ*an excitado, por lo que, sin dudarlo, me metÃ* la polla de Héctor en la boca. HabÃ*a superado completamente mis reparos del principio, además la experiencia con el portero me habÃ*a llevado a la conclusión de que peor no podÃ*a ser, y estaba decididamente dispuesta a disfrutar de mi hermano y del rondón que se nos habÃ*a metido por medio.

Estaba en esos pensamientos cuando sentÃ* un dolor agudo en mi culo que por poco le arranco a Héctor su polla de un bocado y eso que estaba durÃ*sima, como una piedra.

¡¿Qué haces, hermanito?! Interrogué a Luis casi sin fuerza.

- Metértela por el culo, me dijo él con una naturalidad que llamaba la atención.

¡¡Me duele mucho!! Dije sin poder aguantarme.

- No te preocupes, en un minuto cambias de opinión, sigue con el biberón.

Pese al dolor e instintivamente le hice caso. VolvÃ*a a comerme la polla de Héctor.

Luis, mi hermano, empezó a mover su cadera poco a poco, y el dolor se fue transformando el placer.

Nunca me habÃ*an follado y menos aún, me habÃ*an roto el culo, pero las dos sensaciones eran incomparables entre sÃ*, y con todas las demás. Cuando Luis estaba en pleno movimiento, introdujo en mi coño dos dedos de su mano, y con otro comenzó a tocarme el clÃ*toris.

Héctor, que veÃ*a la situación perfectamente, empezó a darme pequeños y suaves pellizcos en los pezones de aquellas hermosas tetas, que ahora adoraba, me sentÃ*a como un cohete que estaba dispuesta a ir a otro mundo.

En aquella postura, con una polla por detras y otra en la boca, con el coño lleno de dedos, con el clÃ*toris pellizcado por mi hermano y con los pezones bien cogidos por Héctor, instintivamente tuve la necesidad de hacer una especie de equilibrio entre aquellos dos machos, de tal forma que si mi hermano jadeaba, paraba un poco el culo, si Héctor se distanciaba del orgasmo, presionaba más aún la polla con mis labios.

Pronto me di cuenta que no sólo eran los jadeos, notaba la excitación de los dos machos por su presión en los pezones o en mi clÃ*toris, por la fuerza de su empuje, entonces me sentÃ* la dueña de la situación, eran como dos instrumentos que yo excitaba a mi voluntad, y cuando llegó el aviso de mi orgasmo, me empleé a fondo para conseguir leche calentita en mi culo y en boca, que comÃ* con gran satisfacción.

Tras ese nuevo ejercicio, ya eran incontables los orgasmos, y con las pollas casi vacÃ*as, terminamos la ducha y comimos abundantemente, porque el ejercicio da mucha hambre y este mucha más.

Acordamos un rato de siesta tras la comida. La verdad es que me hacÃ*a falta. Necesitaba más que descansar, pensar y deleitarme con la mañana vivida, asÃ* que me desnudé por completo y me tumbé en la cama, con la puerta abierta de par en par. No me importaba nada. Al quitarme la ropa y verme en el espejo, tenÃ*a la sensación de estrenar coño. Todo peladito, y sobre todo sensible, pero lo más excitante era la sensación de estar absolutamente desnuda, ni un pelo en mi cuerpo que no estuviera en la cabeza, eso me ponÃ*a cachonda a más no poder.

DebÃ* quedarme dormida, repasando cada uno de los acontecimientos de la mañana, desde el incidente con el portero de casa, hasta cuando me rompieron el culo. Lo cierto es que cada uno de esos recuerdos me venÃ*a con más fuerza a mis recuerdos, con la correlativa excitación.

Se que me quedé dormida poco después de darme cuenta de que, lejos de sentirme mal por hacer estas cosas con mi hermano, el morbo del incesto multiplicaba por mucho mi sexualidad, que narices, pensé, tengo 17 años, y voy a disfrutar a tope, tiempo habrá para poner freno a estas cosas.

El caso es que cuando me desperté sentÃ*a un cosquilleo en el coño, que poco a poco se fue transformando en un toqueteo...

Inexperto...

Extraño.

EntreabrÃ* los ojos con cuidado y para mi sorpresa:

¡ Estaban entre mis piernas los niños del quinto piso, los hijos del primo de mi padre !


Audio Relato Elaborado Por:

Darkyss Y JL

Para Todos Los Fanaticos De La Lectura

Erotica! Super erotica.

2008
 
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