Hace dos meses que mandaste a tu hija Rosaura a mi casa para ahorrarte pagar un piso de alquiler mientras estudia derecho en la Univesidad de Santiago. Hice lo que me dijiste, ponerle las leyes penales... Tenía que estar en casa antes de las diez, nada de alcohol ni de traer chicos o chicas a casa. Ella estaba de acuerdo, hasta me dijo:
-No se preocupe que soy una joven responsable.
¡¿Responsable?! Ayer, estaba yo en la cocina desayunando y llegó tu hija del baño cubierta sólo con una toalla blanca. Por si tú la veías de otra manera, te diré como la vi yo... Se le adivinaban unas tetazas y tenía unas piernas largas, las piernas de una morenaza de 1.76 de estatura, y digo morenaza porque es preciosa. Tiene grandes ojos negros, cabello castaño que le llega a la cintura, labios gruesos, es estrecha de cintura y ancha de caderas. Si hermano, tu hija tiene un polvazo y ella lo sabe, por eso estando untando una tostada con mantequilla dejó caer la toalla al suelo y vi su culo... ¡Qué culo! Se agachó para coger la toalla y me enseñó una raja, pequeñita, rodeada de pelos negros. Se giró, me sonríó con picardía y me dijo:
-Está viva.
Viva estaba ella no la toalla. Antes te dije que dejó caer la tolla, y dirías tú que se le caería. Me reitero en lo dicho, dejó caer la toalla, lo supe al decirme con la tarrina de mantequilla en la mano:
-¿Vio lo que hacía Marlon Brando en El Último Tango en París?
Piensa, hermano. ¿Qué hacía? Tranquilo, le dije que no había visto esa película, pero escucha la conversación que tuvimos, estando ella lijera de ropa y yo empalmado, sí, empalmado, hermano. Me preguntó:
-¿A qué edad perdió la virginidad?
-A los once años .
-¡Qué suerte, yo a mi edad aún soy virgen. Mi chocho pequeñito solo conoce el calor de mis dedos!
-Te estás pasando, Rosaura.
-¿A qué edad empezó a masturbarse?
Mira, hemano, aquí ya me llegó. Tu hija pedía un polvo a gritos, y la preparé para el polvo, poniéndola en mi regazo y diciéndole:
-Esto por mala.
Le di con la palma de la mano: ¡Zaaaaaaas, zaaaaaaaas zaaaaaaas zaaaaaaaas....! Ella, en mi regazo, gimiendo, me cogía la polla, sí, esa polla de 20 centímetros a la que siempre has tenido envidia.
Fue ponerla en pie y agacharse para hacerme una mamada. No sabía hacerla, pero me gustó más que si supiera, y aún me gustó mucho más lo que decía mientras le caía de la boca baba hecha de aguadilla y saliva:
-¡Qué rico, qué rico, que rico!
Luego fuimos a mi habitación, se echó sobre la cama, y le comí su chocho pequeñito. Estaba tan mojado que al pasar la lengua por él patinaba. Por cierto, tiene un clitoris tan grande, que cuando sale de la capucha se puede chupar, y chupándolo estaba cuando me mojó la cara, al tiempo que me decía:
-¡Ooooooooooooh! !!Me corro!!
¡Y qué corrida tiene tu hija, hermano! Suelta un jugo blanquecino que sabe a gloria. Y su culo, ¡que culito más rico! Recién lavadito. Tranquilo, hombre, no se lo follé con la polla, se lo follé con la lengua. Bueno, se lo follé con la lengua hasta que ella, caliente como una perraca, me dijo:
-Ahí también quiero perder la virginidad.
No podía hacerle un feo. ¿Sabes que lloraba al metérsela con el dolor que sentía? Aún así me dijo:
-Más, más, mas...
Y hasta el fondo se la metí. Al tenerla toda dentro, me dijo:
-Quédate quieto.
Tuteándome, se masturbó, y cuando se iba a correr, me folló ella a mí con su culo y me volvió a decir:
-¡¡¡Me coooorro!!!
Y tocaba el coño, hermano, sí hermano, el pequeño coño de tu hija. Te voy a relatar con detalle como perdió la virginidad... Se acababa de correr y la quise dejar descansr, pero tu hija es incansable. Se echó encima de mí y me dio las tetas a chupar. Unas tetas con un tacto que el terciopelo a su lado es lija, y con unos pezones que cuando más se chupaban más grandes se hacían y unas areolas grandes como tazas, tazas de la más fina porcelana. Las saboreaba cuando me dijo tu hija:
-Hoy es el día más feliz de mi vida.
-Yo le dije:
-Anda, dámela un poquito más que ne encantan tus flujos.
Subió encima de mí y le comí él chocho y el culo con propiedad... Lamiendo sus labios, metiendo y sacando mi lengua de su ojete y de su vagina, lamiendo y chupando su clítoris empalmado... hasta que me dijo:
-¡Me corro otra vez, tío!
Y esta vez vi como caía su jugo blanquecino en mi lengua, pues ella acabó frotando el clítoris con los dedos. Saboreé hasta la última gota y disfruté viendo sus espasmos y oyendo sus gemidos. Al acabar, se dio la vuelta, me besó y me dijo:
-Estoy viviendo un sueño.
El que estaba en un sueño era yo. Le dije:
-Ponte a cuatro patas.
Tu hija se puso a cuatro patas. Le cogí las tetas. Le puse la polla en la entrada del chocho, y le dije:
-Empuja y desvírgate tú sola.
Tu hija no se quejaba mientras la iba metiendo en aquel coño empapado, pero yo sentía como apretaba los dientes al meter el capullo, que entraba tan apretada como en el culo. Descansó al tenerlo dentro, y después fue metiendo la polla milímetro a milímetro. Ya la estaba disfrutado. Al llegar al fondo, me dijo:
-Quiero correrme otra vez, pero quiero que sea en lenta agonía.
La folle tan despacito, que cuando se corrió. Gritó:
-¡¡¡Me mueeeeeeeeeeero!!¡
Cayó desplomada en la cama. Se convulsionó. Se desmayó y tardó diez minutos en despertar.
Bueno, hermano, ahí te la mando. ¡Ah! Me corrí dentro de ella ¿Qué por qué te cuento esto? iNo haberme robado a su madre, cabrón!
-No se preocupe que soy una joven responsable.
¡¿Responsable?! Ayer, estaba yo en la cocina desayunando y llegó tu hija del baño cubierta sólo con una toalla blanca. Por si tú la veías de otra manera, te diré como la vi yo... Se le adivinaban unas tetazas y tenía unas piernas largas, las piernas de una morenaza de 1.76 de estatura, y digo morenaza porque es preciosa. Tiene grandes ojos negros, cabello castaño que le llega a la cintura, labios gruesos, es estrecha de cintura y ancha de caderas. Si hermano, tu hija tiene un polvazo y ella lo sabe, por eso estando untando una tostada con mantequilla dejó caer la toalla al suelo y vi su culo... ¡Qué culo! Se agachó para coger la toalla y me enseñó una raja, pequeñita, rodeada de pelos negros. Se giró, me sonríó con picardía y me dijo:
-Está viva.
Viva estaba ella no la toalla. Antes te dije que dejó caer la tolla, y dirías tú que se le caería. Me reitero en lo dicho, dejó caer la toalla, lo supe al decirme con la tarrina de mantequilla en la mano:
-¿Vio lo que hacía Marlon Brando en El Último Tango en París?
Piensa, hermano. ¿Qué hacía? Tranquilo, le dije que no había visto esa película, pero escucha la conversación que tuvimos, estando ella lijera de ropa y yo empalmado, sí, empalmado, hermano. Me preguntó:
-¿A qué edad perdió la virginidad?
-A los once años .
-¡Qué suerte, yo a mi edad aún soy virgen. Mi chocho pequeñito solo conoce el calor de mis dedos!
-Te estás pasando, Rosaura.
-¿A qué edad empezó a masturbarse?
Mira, hemano, aquí ya me llegó. Tu hija pedía un polvo a gritos, y la preparé para el polvo, poniéndola en mi regazo y diciéndole:
-Esto por mala.
Le di con la palma de la mano: ¡Zaaaaaaas, zaaaaaaaas zaaaaaaas zaaaaaaaas....! Ella, en mi regazo, gimiendo, me cogía la polla, sí, esa polla de 20 centímetros a la que siempre has tenido envidia.
Fue ponerla en pie y agacharse para hacerme una mamada. No sabía hacerla, pero me gustó más que si supiera, y aún me gustó mucho más lo que decía mientras le caía de la boca baba hecha de aguadilla y saliva:
-¡Qué rico, qué rico, que rico!
Luego fuimos a mi habitación, se echó sobre la cama, y le comí su chocho pequeñito. Estaba tan mojado que al pasar la lengua por él patinaba. Por cierto, tiene un clitoris tan grande, que cuando sale de la capucha se puede chupar, y chupándolo estaba cuando me mojó la cara, al tiempo que me decía:
-¡Ooooooooooooh! !!Me corro!!
¡Y qué corrida tiene tu hija, hermano! Suelta un jugo blanquecino que sabe a gloria. Y su culo, ¡que culito más rico! Recién lavadito. Tranquilo, hombre, no se lo follé con la polla, se lo follé con la lengua. Bueno, se lo follé con la lengua hasta que ella, caliente como una perraca, me dijo:
-Ahí también quiero perder la virginidad.
No podía hacerle un feo. ¿Sabes que lloraba al metérsela con el dolor que sentía? Aún así me dijo:
-Más, más, mas...
Y hasta el fondo se la metí. Al tenerla toda dentro, me dijo:
-Quédate quieto.
Tuteándome, se masturbó, y cuando se iba a correr, me folló ella a mí con su culo y me volvió a decir:
-¡¡¡Me coooorro!!!
Y tocaba el coño, hermano, sí hermano, el pequeño coño de tu hija. Te voy a relatar con detalle como perdió la virginidad... Se acababa de correr y la quise dejar descansr, pero tu hija es incansable. Se echó encima de mí y me dio las tetas a chupar. Unas tetas con un tacto que el terciopelo a su lado es lija, y con unos pezones que cuando más se chupaban más grandes se hacían y unas areolas grandes como tazas, tazas de la más fina porcelana. Las saboreaba cuando me dijo tu hija:
-Hoy es el día más feliz de mi vida.
-Yo le dije:
-Anda, dámela un poquito más que ne encantan tus flujos.
Subió encima de mí y le comí él chocho y el culo con propiedad... Lamiendo sus labios, metiendo y sacando mi lengua de su ojete y de su vagina, lamiendo y chupando su clítoris empalmado... hasta que me dijo:
-¡Me corro otra vez, tío!
Y esta vez vi como caía su jugo blanquecino en mi lengua, pues ella acabó frotando el clítoris con los dedos. Saboreé hasta la última gota y disfruté viendo sus espasmos y oyendo sus gemidos. Al acabar, se dio la vuelta, me besó y me dijo:
-Estoy viviendo un sueño.
El que estaba en un sueño era yo. Le dije:
-Ponte a cuatro patas.
Tu hija se puso a cuatro patas. Le cogí las tetas. Le puse la polla en la entrada del chocho, y le dije:
-Empuja y desvírgate tú sola.
Tu hija no se quejaba mientras la iba metiendo en aquel coño empapado, pero yo sentía como apretaba los dientes al meter el capullo, que entraba tan apretada como en el culo. Descansó al tenerlo dentro, y después fue metiendo la polla milímetro a milímetro. Ya la estaba disfrutado. Al llegar al fondo, me dijo:
-Quiero correrme otra vez, pero quiero que sea en lenta agonía.
La folle tan despacito, que cuando se corrió. Gritó:
-¡¡¡Me mueeeeeeeeeeero!!¡
Cayó desplomada en la cama. Se convulsionó. Se desmayó y tardó diez minutos en despertar.
Bueno, hermano, ahí te la mando. ¡Ah! Me corrí dentro de ella ¿Qué por qué te cuento esto? iNo haberme robado a su madre, cabrón!