Acontecimientos en Familia - Capitulo 001
Darío, mi padrastro, que era abogado, se había roto una pierna jugando al fútbol de veteranos y tuvo que guardar cama un tiempo. Aurora, mi madre, trabajaba y no podía atenderlo. Mi padrastro no quería extrañas en casa, por eso ni servicio doméstico tenían, así que mi madre me pidió ayuda.
Yo lo había acabado con novio recientemente y estaba en el paro. No me voy a describir, pero mi novio decía que mi cara y mi cuerpo eran muy parecidos al los de la venus de Urbino del pintor Tiziano.
Conocía el chalet porque había vivido en él, o sea que no tenía que preguntar a mi padrastro donde estaban las cosas, ya que sabía donde estaba todo.
Los primeros tres días todo fue de maravilla, pero al cuarto día las cosas cambiaron, y la culpa fue de Darío, pues se pasó de listo.
Ese día llegué al chalet a las nueve de la mañana. Fui al cuarto de mi padrastro y lo encontré machacando su enorme polla. Con mala cara, le dije:
-Eso ya lo he visto hacer más veces. ¿Qué esperabas? ¿Esperabas que me calentara?
Se tapó y me mintió.
-No sabía que ya eran las nueve.
-Lo sabías y lo has hecho adrede.
Darío siguió negándolo.
-No te montes películas. Ya te he dicho que no sabía que hora era.
Estaba mintiendo con descaro, pues yo había dado un portazo al entrar para que supiera que había llegado.
-Cuando vuelva mi madre, dile que busque a otra mujer. Me voy.
Me imploró.
-No te vayas, por favor, no te vayas.
Me di la vuelta y me fue dejándolo desvalido y con la polla en la mano. Lo dejé tan cortado que seguro que ni la paja terminó de hacer.
Esa tarde volví, y fue para decirle:
-¿Las malas noticia las quieres recibir de golpe o con rodeos?
-Ni de golpe ni con rodeos, no las quiero recibir.
-Vale, no te las daré.
-Déjate de hostias que esto ya me huele a cuerno quemado.
-Ahí le has dado, ahí le has dado.
-¡No!
-Sí, mi madre no va a volver a casa.
-¡¿Le has dicho lo de la paja?!
-No le he dicho nada. La paja se la debía estar haciendo ella a su socio porque se va a vivir con él.
Darío se puso blanco, fue como si le hubieran dado una puñalada. No lloró de puro milagro. Me preguntó:
-¿Te lo ha dicho ella?
-Sí, y también me dijo que un día de estos viene a por sus cosas.
-Debe ser el karma, yo lo intento contigo y ella lo hace con otro.
-¿Has comido algo?
-Sí, he comido una buena ración de realidad.
-¿Quieres que te prepare algo?
-Se me quitó el hambre, pero antes de irte me podrías poner la botella de coñac encima de la mesita de noche.
-Así no vas a ahogar las penas.
-Lo sé, pero tengo ganas de emborracharme. Tráeme el Barbadillo.
Fui a por el coñac, se lo di, me senté en una silla y le dije:
-Sabes, cuando no se está bien juntos, lo mejor es ir por caminos diferentes.
Darío bebió a morro de la botella, y luego me dijo:
-¿Qué coño vería en ese que no tenga yo?
-Algo vería.
-Como no sea más dinero...
Le volví a preguntar:
¿Te hago algo de comer?
-No, lo que te agradecería es que me buscaras a alguien de la familia para que me venga a atender.
-¿Cuándo te quitan el yeso?
-Aún faltan semanas y luego viene la recuperación. Me dijeron que sobre un mes, mes y algo.
-Puedo atenderte yo, pero si me prometes no volver a hacer tonterías.
-Prometido.
-Eso incluye que me devuelvas el Barbadillo.
-Si te lo he prometido es porque no pienso pasar de esta noche, no te voy a dar nada.
Si se bebía todo el coñac de la botella, podía darle un coma etílico, y se le veía en la mirada que lo iba a beber.
-No digas barbaridades, sobran mujeres buenas en ese mundo, aunque mi madre no sea una de ellas.
-Vete, vete y déjame con mi culpa.
Me fui, pero a la cocina a buscar una copa. Volví, fui al lado de la cama, y le dije:
-Llénala que quiero emborracharme contigo.
-¿Y tú que tienes que olvidar?
Comencé a mentirle para ir quitándolo de su zozobra.
-A un tipo que deseo, pero que le digo que no porque no estaría bien follar con él.
Me medio la copa.
-¿Lo conozco?
Antes de responder me hice la valiente y me mandé la copa de un trago, Comenzaron a arderme las entrañas, luego mis ojos empezaron a llorar, me di aire con las dos manos y cuando pude hablar fue con la ronquera de Marlon Brando en El Padrino.
-Queeeeemaaaaaaa.
-Solo a ti se te podría ocurrir hacer algo así sin estar acostumbrada a beber.
-Me estoy mareando.
-Normal. ¿Qué esperabas?
El mareo dio paso a una euforia tal que tiempo después quise más, y el muy cabrito, más me dio... En fin, que acabé hablando por los codos.
-... Dime, Darío, lo de menear la polla era para calentarme.
-Sí.
-Pues me calentaste, sabes, es que tienes una polla grande, gorda... ¡Qué rica debe estar!
-¿Era yo el hombre que has dicho que deseabas?
-Sí.
-¿Quieres saber lo rica que está mi polla?
-Ahora no, pero todo se andará. Dime, Darío. ¿Quién fue la mujer que te lo hizo pasar mejor?
-Una amiga que tuve, fue la única que me puso los ojos en blanco. ¿Y tú, tienes algún recuerdo especial de tus relaciones sexuales?
-Sí, fue una pareja que tuve hace un tiempo. Cuando yo me ponía encima, igual me tocaba las tetas, que me tocaba los muslos, las nalgas, la cara, la espada, luego colocaba los pulgares en mi ombligo y apretaba, aflojaba, apretaba, aflojaba, apretaba, aflojaba, apretaba, aflojaba, apretaba, aflojaba... Era como si me follase la vagina y el vientre a la vez. Al principio no sentí nada extraño, pero luego cuando hundió los pulgares más profundamente sentí como se separaban mis tripas para hacerle hueco a sus dedos, como bajaba mi útero haciendo que su polla pareciese más grande. Cuando hundió más sus dedos sentí un dolor raro, un dolor placentero. Luego un gusto tremendo llegó a mi cerebro, seguido casi al instante sentí un espasmo en vagina, culo y vientre y muslos, todo a la vez. Ese espasmo fue bestial, fue como si me mataran. El corazón se me puso a mil, hiperventilé y perdí visión. A este espasmo le siguieron seis o siete más. Quedé fatal, quedé como si me hubieran dado una paliza. Estuve temblando un rato sin poder quitarme de encima de mi pareja. Él aún no se había corrido y me siguió follando. Tardó mucho en correrse y me volví a correr, pero el orgasmo ya fue más flojo.
-Ese tipo sabía lo que hacía.
Ya no recuerdo más de esa noche. Por la mañana desperté en la cama al lado de Darío , con una jaqueca terrible y el cuerpo molido. Me senté en la cama y le pregunté.
-¿Qué pasó anoche?
-Que te emborrachaste.
-Ya lo sé, me refiero a si hubo algo entre tú y yo.
-Tienes la ropa puesta, eso ya debía responder a tu pregunta.
Darío, mi padrastro, que era abogado, se había roto una pierna jugando al fútbol de veteranos y tuvo que guardar cama un tiempo. Aurora, mi madre, trabajaba y no podía atenderlo. Mi padrastro no quería extrañas en casa, por eso ni servicio doméstico tenían, así que mi madre me pidió ayuda.
Yo lo había acabado con novio recientemente y estaba en el paro. No me voy a describir, pero mi novio decía que mi cara y mi cuerpo eran muy parecidos al los de la venus de Urbino del pintor Tiziano.
Conocía el chalet porque había vivido en él, o sea que no tenía que preguntar a mi padrastro donde estaban las cosas, ya que sabía donde estaba todo.
Los primeros tres días todo fue de maravilla, pero al cuarto día las cosas cambiaron, y la culpa fue de Darío, pues se pasó de listo.
Ese día llegué al chalet a las nueve de la mañana. Fui al cuarto de mi padrastro y lo encontré machacando su enorme polla. Con mala cara, le dije:
-Eso ya lo he visto hacer más veces. ¿Qué esperabas? ¿Esperabas que me calentara?
Se tapó y me mintió.
-No sabía que ya eran las nueve.
-Lo sabías y lo has hecho adrede.
Darío siguió negándolo.
-No te montes películas. Ya te he dicho que no sabía que hora era.
Estaba mintiendo con descaro, pues yo había dado un portazo al entrar para que supiera que había llegado.
-Cuando vuelva mi madre, dile que busque a otra mujer. Me voy.
Me imploró.
-No te vayas, por favor, no te vayas.
Me di la vuelta y me fue dejándolo desvalido y con la polla en la mano. Lo dejé tan cortado que seguro que ni la paja terminó de hacer.
Esa tarde volví, y fue para decirle:
-¿Las malas noticia las quieres recibir de golpe o con rodeos?
-Ni de golpe ni con rodeos, no las quiero recibir.
-Vale, no te las daré.
-Déjate de hostias que esto ya me huele a cuerno quemado.
-Ahí le has dado, ahí le has dado.
-¡No!
-Sí, mi madre no va a volver a casa.
-¡¿Le has dicho lo de la paja?!
-No le he dicho nada. La paja se la debía estar haciendo ella a su socio porque se va a vivir con él.
Darío se puso blanco, fue como si le hubieran dado una puñalada. No lloró de puro milagro. Me preguntó:
-¿Te lo ha dicho ella?
-Sí, y también me dijo que un día de estos viene a por sus cosas.
-Debe ser el karma, yo lo intento contigo y ella lo hace con otro.
-¿Has comido algo?
-Sí, he comido una buena ración de realidad.
-¿Quieres que te prepare algo?
-Se me quitó el hambre, pero antes de irte me podrías poner la botella de coñac encima de la mesita de noche.
-Así no vas a ahogar las penas.
-Lo sé, pero tengo ganas de emborracharme. Tráeme el Barbadillo.
Fui a por el coñac, se lo di, me senté en una silla y le dije:
-Sabes, cuando no se está bien juntos, lo mejor es ir por caminos diferentes.
Darío bebió a morro de la botella, y luego me dijo:
-¿Qué coño vería en ese que no tenga yo?
-Algo vería.
-Como no sea más dinero...
Le volví a preguntar:
¿Te hago algo de comer?
-No, lo que te agradecería es que me buscaras a alguien de la familia para que me venga a atender.
-¿Cuándo te quitan el yeso?
-Aún faltan semanas y luego viene la recuperación. Me dijeron que sobre un mes, mes y algo.
-Puedo atenderte yo, pero si me prometes no volver a hacer tonterías.
-Prometido.
-Eso incluye que me devuelvas el Barbadillo.
-Si te lo he prometido es porque no pienso pasar de esta noche, no te voy a dar nada.
Si se bebía todo el coñac de la botella, podía darle un coma etílico, y se le veía en la mirada que lo iba a beber.
-No digas barbaridades, sobran mujeres buenas en ese mundo, aunque mi madre no sea una de ellas.
-Vete, vete y déjame con mi culpa.
Me fui, pero a la cocina a buscar una copa. Volví, fui al lado de la cama, y le dije:
-Llénala que quiero emborracharme contigo.
-¿Y tú que tienes que olvidar?
Comencé a mentirle para ir quitándolo de su zozobra.
-A un tipo que deseo, pero que le digo que no porque no estaría bien follar con él.
Me medio la copa.
-¿Lo conozco?
Antes de responder me hice la valiente y me mandé la copa de un trago, Comenzaron a arderme las entrañas, luego mis ojos empezaron a llorar, me di aire con las dos manos y cuando pude hablar fue con la ronquera de Marlon Brando en El Padrino.
-Queeeeemaaaaaaa.
-Solo a ti se te podría ocurrir hacer algo así sin estar acostumbrada a beber.
-Me estoy mareando.
-Normal. ¿Qué esperabas?
El mareo dio paso a una euforia tal que tiempo después quise más, y el muy cabrito, más me dio... En fin, que acabé hablando por los codos.
-... Dime, Darío, lo de menear la polla era para calentarme.
-Sí.
-Pues me calentaste, sabes, es que tienes una polla grande, gorda... ¡Qué rica debe estar!
-¿Era yo el hombre que has dicho que deseabas?
-Sí.
-¿Quieres saber lo rica que está mi polla?
-Ahora no, pero todo se andará. Dime, Darío. ¿Quién fue la mujer que te lo hizo pasar mejor?
-Una amiga que tuve, fue la única que me puso los ojos en blanco. ¿Y tú, tienes algún recuerdo especial de tus relaciones sexuales?
-Sí, fue una pareja que tuve hace un tiempo. Cuando yo me ponía encima, igual me tocaba las tetas, que me tocaba los muslos, las nalgas, la cara, la espada, luego colocaba los pulgares en mi ombligo y apretaba, aflojaba, apretaba, aflojaba, apretaba, aflojaba, apretaba, aflojaba, apretaba, aflojaba... Era como si me follase la vagina y el vientre a la vez. Al principio no sentí nada extraño, pero luego cuando hundió los pulgares más profundamente sentí como se separaban mis tripas para hacerle hueco a sus dedos, como bajaba mi útero haciendo que su polla pareciese más grande. Cuando hundió más sus dedos sentí un dolor raro, un dolor placentero. Luego un gusto tremendo llegó a mi cerebro, seguido casi al instante sentí un espasmo en vagina, culo y vientre y muslos, todo a la vez. Ese espasmo fue bestial, fue como si me mataran. El corazón se me puso a mil, hiperventilé y perdí visión. A este espasmo le siguieron seis o siete más. Quedé fatal, quedé como si me hubieran dado una paliza. Estuve temblando un rato sin poder quitarme de encima de mi pareja. Él aún no se había corrido y me siguió follando. Tardó mucho en correrse y me volví a correr, pero el orgasmo ya fue más flojo.
-Ese tipo sabía lo que hacía.
Ya no recuerdo más de esa noche. Por la mañana desperté en la cama al lado de Darío , con una jaqueca terrible y el cuerpo molido. Me senté en la cama y le pregunté.
-¿Qué pasó anoche?
-Que te emborrachaste.
-Ya lo sé, me refiero a si hubo algo entre tú y yo.
-Tienes la ropa puesta, eso ya debía responder a tu pregunta.