2 Madres, 2 Hijos y una Tarde Lluviosa - Capítulos 001 al 005

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
6,204
Likes Recibidos
2,514
Puntos
113
 
 
 
-
2 Madres, 2 Hijos y una Tarde Lluviosa - Capítulos 001 al 005

2 Madres, 2 Hijos y una Tarde Lluviosa - Capítulo 001




Una tarde de agosto del verano pasado que salió muy lluviosa mi madre y yo fuimos a casa de mi tía Sofía a pasar el rato con ella y con su hijo, mi primo Arturo o Artur, como solemos llamarle en familia. Se daba el caso de que por motivos de trabajo tanto mi primo como yo estábamos solos durante aquella primera semana de agosto mientras el resto de nuestras familias ya se habían desplazado a nuestro lugar de veraneo habitual. Artur y yo teníamos que trabajar aquella semana antes de tomarnos nuestras vacaciones. Ambos habíamos empezado a trabajar hacía relativamente poco, tras acabar nuestros estudios. Como ambos hacíamos jornada de verano teníamos las tardes libres.

Nuestras respectivas madres habían decidido quedarse con nosotros para atendernos aquella semana en casa. Ya se sabe con las madres. Siempre piensan que deben estar al lado de sus hijos aunque éstos ya sean hombres hechos y derechos como éramos mi primo y yo. Nosotros se lo agradecíamos llevándolas por las tardes a la playa y eso era lo que habíamos estado haciendo los primeros días de aquella semana. Pero aquel jueves amaneció lluvioso y de hecho no dejó de llover en todo el día. Como ya nos habíamos acostumbrado a pasar las tardes los cuatro juntos en la playa, mi madre y yo, después de comer, nos fuimos dando un paseo bajo la lluvia hasta la casa de mi tía, no muy lejos de la nuestra, para pasar la tarde con ésta y con Arturo.

Cuando llegamos pasamos a la sala y allí estaba Artur tumbado en el sofá. Enseguida la tía nos invitó a tomar café y mientras ésta lo preparaba, Artur dijo:

-Hoy se jodió la playa. A quedarse en casa.

-Hoy no vais a ver tías buenas en pelotas como estos días de atrás, ¿eh, cabronazos? – le dijo mi madre riendo.

Este tono y este tipo de comentarios no eran raros pues tanto mi madre como mi tía son dos mujeres muy campechanas en entornos de confianza y además, durante aquellos días de tardes compartidas en la playa, había surgido entre todos una gran camaradería.

Por otro lado, en la playa mi primo y yo no perdíamos oportunidad de admirar y de hacer comentarios sobre las diferentes mujeres que veíamos en bikini o bañador o incluso en top-less y mi madre y mi tía a su vez criticaban o compartían nuestros comentarios. Con todo ello nosotros cada vez nos atrevíamos a decir delante de ellas cosas más y más atrevidas y no faltó algún “A esa ya le echaba yo un buen polvo”, comentarios estos que provocaban la risa o la crítica simpática por parte de mi tía o mi madre.

Llegamos a coger tal confianza entre los cuatro que hasta nos permitíamos insistirles a ellas para que se pusieran en top-less como hacen tantas y tantas mujeres en nuestras playas. Ellas nos contestaban con humor que ya no tenían las tetas como para enseñarlas y cosas así; nosotros les replicábamos que seguro que las tenían mejores que la mayoría y todos nos reíamos y lo pasábamos bien.

Aquella tarde sin embargo no podríamos ir a playa alguna, y eso que el día anterior, al venir de vuelta a casa, mi primo y yo habíamos sugerido, en plan de broma, que al día siguiente iríamos a una playa nudista y que tendríamos que ponernos los cuatro en bolas. Aunque ellas no dijeron que sí, lo cierto es que la idea les divirtió y hasta mi tía hizo algún comentario subido de tono sobre lo interesante de ver una buena colección de rabos masculinos.

Cuando mi tía volvió a la sala con el café todos estuvimos de acuerdo en que nos esperaba una tarde de casa y conversación. Tomamos café y hablamos un rato después de lo cual, ante la ausencia de alternativas, mi tía propuso que jugáramos un parchís. En su casa jugaban a menudo a este juego y en la nuestra también así que a todos nos pareció buena idea.

- Mira por dónde – dijo Artur mientras sacaba el tablero y los cubiletes – el día que íbamos a ir a una nudista a ver mogollón de tías en pelotas se nos chafa el plan...

- Mira que sois calentorros ¿eh? Siempre pensando en lo mismo. – Dijo mi tía divertida.

- Bueno, pues tranquilos chicos; ya iremos otro día – intervino mi madre con humor y aceptando tácitamente el plan que el día antes había sugerido mi primo. – Seguro que mañana hace bueno y podéis ver tías con todo al aire, y nosotras tíos, claro, que no vais a ser sólo vosotros los que alegréis la vista.

Todos reímos y entonces mi tía dijo, aunque evidentemente en tono de broma:

- Tías en pelotas, tías en pelotas... Hay que ver esta juventud como está de alterada; ya digo yo; estos siempre pensando en los mismo. –Y remachó riendo:- Si tantas ganas tenéis, de ver tetas ya os enseño yo una, hombre.

- Es que hoy vamos a echar de menos veros a vosotras el muslamen. Que ya estábamos acostumbrados a estar siempre con dos tías bien buenas medio desnudas a nuestro lado y hoy... – Intervine yo con un toque de picardía aunque sin atreverme a insistir o aceptar aquella propuesta de enseñarnos una teta que mi tía había lanzado con humor.

Todos volvimos a reír y mi madre volviendo al parchís dijo:

- Bueno, hoy en vez de playita y sol tenemos juegos de mesa así que vamos a empezar que seguro que también nos lo pasamos bien. ¿Qué apostamos al parchís? Algo tendremos que jugarnos, ¿no? Que si no sería muy aburrido. Hay que darle algo de picante al juego.

Entonces Artur, muy oportuna y hábilmente, sugirió:

- Lo que teníamos que hacer era jugar al parchís pero apostando prendas. Seguro que lo pasábamos mejor que apostándonos unas monedas.

- Bueno, yo lo que digo que algo sí tenemos que apostar, que si no es muy aburrido. Aunque eso de las prendas no se si no será un poco atrevidillo... – Dijo mi madre con humor.

- Sí, sí, venga, prendas, que así va a ser más divertido, ya lo creo que sí. – Apoyé yo también la sugerencia de mi primo.

-Es que… -Empezó a decir mi madre un tanto cortada ante aquella propuesta. Pero mi primo la interrumpió aprovechando el comentario anterior de su madre:

-Bueno, tía; mi madre ya andaba ahí toda dispuesta a enseñarnos las tetas así que…

- ¡Pero bueno! – intervino entonces mi tía también con humor. – Como hoy no vais a ver a chicas en bikini en la playa queréis vernos a nosotras las bragas... ¡Habrase visto!

- Bueno, os las veremos si perdéis. Si ganáis igual sois vosotras las que nos veis a nosotros en paños menores. – Respondió mi primo Artur.

- Vosotros lo que queréis es vernos con el culo al aire pero os vais a enterar, que vamos a ser nosotras las que os veamos el pito, - dijo mi tía riendo y aceptando tácitamente el tipo de partida propuesto por su hijo.

- Bueno, - intervino mi madre dando también por buena la idea – aunque nos vean en bragas y sujetador así ya nos han estado viendo en la playa todos estos días, más o menos...

- Estos querrán vernos más... – rió mi tía con buen humor.

- Para eso tendrán que ganarnos, e igual somos nosotras las que los vemos a ellos antes con el pájaro al aire, ja, ja, ja...

Todos reímos con humor y dando por buena la idea de la partida de parchís jugándonos las prendas de vestir.

A mí la idea me pareció sencillamente genial. Me sorprendió un tanto que mi madre y mi tía acabaran aceptando sin demasiada oposición aquel “strip-parchís” pero desde luego la idea me encantó y un punto de excitación recorrió mis bajos. A pesar de ser dos maduritas bien entradas en años pues mi madre tiene 58 años y mi tía 60, ambas me resultaban muy atractivas y apetecibles. Nuestro parentesco familiar no interfería en esa atracción, si acaso la reforzaba. Me causaba un morbo especial la idea de ver a mi madre y a mi tía desnudas y de hecho, cuando los días anteriores en la playa bromeábamos con ellas sugiriéndoles que se pusieran en top-less la idea de verlas con las tetas al aire me causaba una clara excitación. Mi tía, de hecho, es una madura jamona de lo más atractiva, al menos para mi gusto. Bastante rellenita, tiene unas tetas enormes, realmente grandes aunque ya muy caídas, tiene una tripa prominente que lejos de desagradarme contribuye a excitarme al parecerme una mujer madura más real. También posee un culazo grande y gordo además de unos muslazos rellenos y gordos como columnas. Estas características, que para muchos no resultarán atractivas como descripción de una mujer, para mí sí lo son. Mi madre, por su parte, también está más bien rellenita, tiene unas buenas tetas aunque no tan grandes como las de mi tía; su culo, por otro lado, es sencillamente extraordinario, grande, gordo, redondo y salido y muy atractivo. Creo que desde siempre su culo me ha gustado y excitado cuando se le aprecia bien ajustado en las apretadas faldas que suele usar. Tiene unos buenos muslazos, cremosos, bien rellenos y torneados, y unas caderas amplias y rotundas que contribuyen a dar forma a su tremendo culazo de modo que resulta tener más curvas que mi tía. De hecho, y de esto ya me he percatado varias veces al ir con ella por la calle, no son pocos los hombres que se dan la vuelta para admirar su tremendo culo cuando lleva esas faldas ajustadas de tubo o vestidos ajustados que marcas sus caderas y sus formas. Sus piernas también son muy bonitas y cuando calza zapatos de tacón está realmente atractiva.

En los días previos de playa, tanto mi primo como yo habíamos tenido oportunidad de tocarles los muslos a ambas jamonas con motivo de darles crema protectora solar y a pesar de tratarse de mi tía y de mi propia madre debo reconocer que tocarlas me había producido una más que cierta excitación. Y sin duda hubiera afirmado en aquel momento que lo mismo le había ocurrido a mi primo al extender la crema por los muslos de su madre o de la mía.

Ellas a su vez no habían perdido oportunidad de darle también a eso un cariz atrevido y desenfadado a la vez. “Qué gusto que te metan mano unos chicos tan jóvenes” había comentado mi tía alguna vez. Y mi madre recuerdo que una ocasión en que era yo el encargado de extenderle la crema solar, cuando ya acababa me decía mimosa “Sigue, sigue con el masajito, cariño, que me das mucho gusto”. Otra vez que era Artur el encargado de darle crema estando ella boca abajo, cuando se la estaba extendiendo por la parte alta de los muslos y tocándole algo las nalgas le dijo “Ay, picarón, que me estás tocando el culo pero qué gustito me das. Desde luego lo mejor de la playa es cuando estos chicos nos dan la crema”. A su vez mi tía en otra ocasión en que yo le había dado crema por la espalda y los muslos, al darse la vuelta también me ofrecí a extendérsela por delante, ella asintió y yo pude sobarle los muslos por delante incluso acercándome a su entrepierna sin que ella no solo no protestara sino que con una risita me animaba a que mi atrevimiento fuera mayor. En esa misma ocasión luego le dije si en el pecho también se la daba yo y ella me contestó que claro, que quería el servicio completo, así que le empecé a dar crema en la parte alta de sus voluminosas tetas en toda la zona que no cubrían su bañador mientras todos reíamos y mi madre decía: “A ver si se te va a perder la mano entre las tetas de tu tía”.

Con estos detalles quiero ilustrar que entre nosotros ya había un cierto clima de desenfado y confianza en estas cuestiones un tanto atrevidas, de modo que la camaradería y complicidad que se había generado entre nosotros y los buenos ratos pasados juntos durante aquella semana previa de playa, habían hecho posible que la propuesta de Artur resultara perfectamente aceptable y que constituyera una nueva oportunidad para pasar un buen rato. Además ellas, ante la ausencia de sus maridos, se mostraban con nosotros más abiertas y dispuestas a la broma de todo tipo, incluidas las de marcado carácter sexual como queda explicado. De hecho ellas, que siempre han usado bañador en la playa, aquellos días, a sugerencia nuestra, bien es verdad, se estaban planteando comprarse bikinis y lo hacían como una muestra de liberación.

Cuando la partida de parchís estaba a punto de empezar mi tía dijo:

- Pero de esta partida no se tiene que enterar nadie ¿eh? Que eso de que nos juguemos prendas, dependiendo de quién lo sepa, puede parecer una cosa u otra.

- Hombre, qué cosas tienes, mamá. ¡Por ahí vamos a ir contándolo...! – dijo Artur.

- Claro, - apostilló mi madre. – Como si hubiéramos ido a la playa nudista que dicen estos. Tampoco íbamos a irlo contando ¿no?

Pues claro, mamá. Ese será otro de nuestros secretos el día que vayamos. –Dije yo mientras todos reíamos con picardía.

Empezamos a jugar y Artur y yo comentamos entre risas que teníamos ganas de ver ciertos atributos de ambas mujeres.

- Pues ya tengo yo ganas de verle las tetas a tu madre – me atreví yo a decirle a mi primo y también para testear cómo se tomaban las dos mujeres aquello.

- Y yo el culo a la tuya – contestó él riendo.

- Pues espero que se lo veas – le repliqué yo – que así podré vérselo yo también, que seguro que da gusto vérselo.

-¡Ay, qué chicos estos; qué cosas dicen! –Respondía mi madre claramente halagada y sin el menor atisbo de sentirse incómoda por aquellos comentarios

Ellas reían divertidas, así que la cosa no iba mal. Aquellos comentarios nuestros estaban siendo bastante explícitos y ellas, desde luego, estaban más complacidas que escandalizadas con ellos.

- Yo también espero que podamos dejar a mi madre con las tetas al aire, que tiene que dar gusto verle estas tetazas – rió mi primo – pero más vale que tengamos cuidado que estas cabronas nos dejan en calzoncillos sin que nos enteremos.

Ellas nos llamaron desvergonzados entre risas y dijeron que lo que iba a pasar es que ellas nos iban a ver a nosotros el paquete y que ellas iban a terminar la partida con toda la ropa puesta.

Mi madre, al haber refrescado puesto que estaba lloviendo, había ido a casa de mi tía con un trajecito de falda verde, y entonces dijo riendo:

- Por si acaso yo no me voy quitar la chaqueta y eso que aquí en casa hace calor, no vaya a ser que me quede en pelotas antes de tiempo. Con este juego cualquier prenda vale su peso en oro, ja, ja, ja...

Empezamos a jugar y cuando llevábamos tres tiradas sin que ninguno hubiera ni siquiera conseguido aún sacar ficha de su casa creo que los cuatro tomamos conciencia real de lo que podía terminar sucediendo con aquel juego. Como poco, seguro que íbamos a terminar todos o casi todos desnudos. A mí, y seguro que a mi primo también, la posibilidad nos tenía excitados a tope pero mi madre y mi tía, quizá por pudor, debieron observar aquella posibilidad con un cierto temor en aquel momento. Seguramente fue por esto por lo que mi tía apuntó entonces que estaba bien el juego pero que deberíamos jugar sólo hasta que nos quedáramos en ropa interior como mucho. Tanto Artur como yo protestamos con humor y entonces mi madre dijo que deberíamos fijar algunas reglas por lo menos para saber cómo íbamos a hacerlo.

Entonces entre todos establecimos las siguientes reglas de juego: se pierde prenda cuando te comen una ficha, el que come elige la prenda y el propietario de la ficha comida debe entregar la prenda; no se puede elegir una prenda que no esté ya a la vista. Esta regla la propuso mi tía Sofía alegando que no fuera a ser que le obligaran a quitarse las bragas como primera prenda, y explicaba riendo “que así ya me lo veis todo a la primera que me comáis”. El calzado no entraba como prenda, si alguien mete ficha en la meta o casa de ganar, todos los demás pierden prenda y si un concursante ha perdido todas las prendas pero la partida aún no ha terminado, el que le come la ficha le dirá lo que tiene que hacer y éste deberá obedecer ese mandato que sustituirá así a la prenda. La partida termina con las reglas normales del parchís cuando un jugador haya introducido sus cuatro fichas en su casilla de meta. A todos nos parecieron bien esas reglas y seguimos comentando entre risas que iba a ser una partida muy emocionante, desde luego. Para entonces la aprensión que habían mostrado tanto mi madre como mi tía cuando al inicio ya había desaparecido y se las veía divertidas, cómodas y hasta con un punto de excitación. Sin duda lo de garantizar el secreto total de aquella partida, con la discreción que ello suponía, contribuía a tranquilizarlas. Y por otro lado, no me cabe duda de que si a nosotros nos excitaba la idea de ver en pelotas a nuestras madres, a ellas seguro que tampoco les desagradaba la idea de vernos el cipote a nosotros.

Tanto mi tía como mi madre, más en broma que en serio señalaron que acabar completamente desnudos era demasiado. No obstante decían esto sin excesiva convicción y entre risas y nosotros insistimos en que la partida era para jugarla hasta el final ya que si no, no había ninguna emoción. - Además, si sois tan buenas seguro que no os vemos ni el sujetador ¿no? – dijo Artur con tono de desafío.

- Eso es verdad. Y vosotros, que os creéis tan listos, ya veréis cómo vais a acabar, con todo al aire y si no al tiempo. – Respondió mi madre riendo.

Sin duda, tanto mi madre como mi tía querían más bien guardar las apariencias y no mostrarse tan dispuestas a participar en un juego que muy posiblemente nos iba a hacer acabar a todos desnudos. Pero realmente no debían estar tan en contra de que la partida se jugara hasta el final porque de hecho sus objeciones las plantearon entre risas y comentarios picantes y en modo alguno se mostraron intransigentes. De hecho aceptaron rápida y fácilmente que no hubiera regla alguna sobre el límite de prendas. Sin duda la posibilidad de vernos a nosotros desnudos también debía interesarles por no decir excitarles.

Ambas mujeres volvieron a insistir en que aquella partida no debía ser comentada con nadie más y con aquella seguridad sobre la discreción del asunto ellas parecieron quedar tranquilas.

Nos disponíamos a reanudar la partida, una vez establecidas y acordadas las reglas cuando mi madre, con cierta sorpresa por nuestra parte, propuso una nueva regla: cuando se produjera la victoria final por parte de alguno, éste podía exigir una nueva prenda a los tres perdedores. Con esta atrevida aportación se hizo evidente que para ellas, que el juego acabara de forma decididamente picante, tampoco era un problema sino, seguramente, una fuente de excitación.

Volvimos entonces a tirar los dados retomando la partida. Una vez el juego empezó a rodar, entre que al principio tardamos en sacar las fichas y que, una vez todos empezamos a tener alguna ficha fuera, no se generaban oportunidades de comer dada la lejanía entre las fichas en juego, las dos mujeres se tranquilizaron con respecto a los reparos que pudieran tener ya que no se vieron desnudas de repente.

Como no se producían situaciones de verdadero interés nos dedicábamos a aventurar lo que podría ocurrir.

- ¡Uy, yo que mal preparada para esta partida estoy! – decía la tía Sofía divertida. – Con este vestidito de estar en casa, en cuanto me coman una ya estoy en bragas y sujetador y verás...

- Pues mejor – le decía yo a la vez que le daba una palmada en el muslo que su corto vestido de casa dejaba al aire. – Así te empezamos a ver esas carnazas buenas desde el principio.

Conviene quizá aquí señalar la ropa de partida con la que empezamos todos. Mi tía llevaba, como acababa de indicar un vestido de verano de estar en casa, era de tirantes y tenía un más que generoso escote y debajo, a juzgar por sus palabras llevaba bragas y sujetador, éstas prendas debían ser negras por cierto porque los tirantes del sujetador se le veían ya que no los tapaban los finos tirantes del vestido. Mi madre llevaba un traje de verano verde de falda y, como había dicho, no se había quitado la chaqueta. Debajo llevaba una blusa blanca y, supuestamente, debajo bragas y sujetador. Los chicos llevábamos ambos pantalón corto de verano, camiseta y calzoncillos. Sin duda la que salía con ventaja pues tenía nada menos que cinco prendas era mi madre. El resto teníamos todos tres así que era fácil pensar que a lo largo de la partida la mayoría, si no todos, acabaríamos completamente desnudos. Este pensamiento ya hizo que mi polla empezara a reaccionar y tomé conciencia de que aunque no perdiera los calzoncillos el resto de jugadores me iban a ver la polla pues creo que ya pugnaba por salir por encima de la cinturilla de mi prenda interior.

Al principio, y mientras la partida iba cobrando interés, mi tía, mi primo y yo nos centramos en criticar la ventaja de mi madre y en broma anunciamos una especie de alianza para hacerle perder a ella cuanto antes sus prendas.

- Eres la que tienes más ropa, mamá, pero vas a enseñarnos el culo antes de lo que piensas – le decía yo riendo.

Pronto todos tuvimos fuera varias fichas con las que avanzar. Entonces la emoción fue creciendo aunque aún nadie lograba comer a nadie. Los comentarios eran atrevidos y picantes y paulatinamente se veía que las dos mujeres se sentían cada vez más cómodas ya que no había riesgo de perder una prenda en cada tirada ni mucho menos; de hecho parecía en aquella fase del juego que nunca llegaría el momento en que algún jugador tuviera que entregar una prenda. Todos nos divertíamos y así avanzó el juego hasta que las fichas de unos y otros comenzaron a acercarse produciéndose ya situaciones que podían dar lugar a que algún jugador comiera una ficha de otro. La partida se empezó a animar efectivamente y finalmente llegó el esperado momento en que una ficha fue capturada entre las risas y el alborozo de los cuatro. La suerte quiso que fuera mi madre la primera en ser comida. La autora de la acción había sido mi tía así que a ella le correspondía elegir la prenda de la que debía deshacerse mi madre. Esta le recordó que debía ser una prenda que estuviera a la vista según las reglas fijadas. Artur y yo por nuestra parte intentamos convencer a Sofía para que eligiera como prenda la falda de mi madre.

- Así le vemos las bragas enseguida – decía Artur divertido y con picardía mientras mi madre le echaba una mirada de reprobación aunque en broma.

- Eso, eso, que nos enseñe los muslazos, ella que se creía que con tanta ropa no iba a enseñar nada. – Insistía yo.

- Desde luego qué ganas tenéis de verle el culo a Patricia ¿eh? – decía mi tía Sofía divertida.

- Sofía, que voy yo luego a por ti, ¿eh? Como me dejes en bragas les enseñas a estos las tetas a la primera oportunidad que se me presente... – le amenazaba mi madre bromeando.

Lo cierto es que mi tía, con toda lógica por otra parte, eligió la chaqueta del traje de mi madre así que esta se la quitó y la entregó sin que ello supusiera destape alguno.

Continuamos jugando y a las pocas tiradas fue mi madre la que comió una ficha de Artur. Entre el alborozo general le ordenó que le entregara la camiseta.

- Tenías que haberle pedido los pantalones – dijo mi tía con humor, - que ellos antes bien que querían verte a ti rápido sin falda.

- Tiempo habrá, tiempo habrá... – decía mi madre riendo.

Prosiguió la partida y, tras unas cuantas tiradas sin mayor historia, en la siguiente oportunidad fui yo el que comió una ficha de mi madre. Aunque me correspondía a mí la decisión, entre risas y comentarios picantillos, lo consulté con Artur y finalmente le solicité a mi madre como prenda la falda.

- Seréis cabrones – decía mi madre riendo mientras se bajaba la cremallera de su falda verde. – Pero bueno, si no me piden la falda me piden la blusa y qué más da quedarse en bragas que en sujetador...

Mi madre si quitó la falda mostrándonos al hacerlo sus gruesos muslazos y claro, también las bragas blancas que llevaba, tras las que renegreaba un poco su vello púbico. Sus tremendas nalgazas no quedaban tapadas del todo con la tela de las bragas y tanto Artur nos quedamos embobados mirando toda aquella exhibición de carne tan apetitosa. En la playa los días de atrás le habíamos visto a mi madre de sobra los muslos, pero ahora era muy diferente aunque de hecho le estuviéramos viendo menos. Ver a mi madre en bragas desde luego me resultó tremendamente excitante. Tras esos momentos breves en que tanto mi primo como yo observábamos como hipnotizados los muslos y bragas de mi madre, recuperamos aliento y entonces la piropeamos mientras le decíamos que se diera una vuelta para dejarnos verle bien el culo:

- Venga, tía buena, enseña bien el culazo ese que tienes, maciza. – Le atreví a decirle yo.

-¡Pero bueno! –Replicó ella aunque en tono de broma-. ¿Pero te parece bien decirle eso a tu madre?

-Pues claro, mamá. Y no creo que deba molestarte que te diga que tienes un culo estupendo.

-Mira éste cómo quiere verle el culo a su madre…

-Pues claro, tía, que lo tienes bien bueno. –Intervino mi primo.

- Bueno, así ya me habéis visto en la playa ¿no? – respondía ella como queriendo quitarle importancia al hecho de enseñarnos las bragas.

- La próxima sin bragas, tía Patri, ya verás... – reía Artur.

Finalmente mi madre se sentó de nuevo en el sofá, a mi lado, por cierto, y tanto mi mirada como la de Artur no podían apartarse de sus gruesos y apetitosos muslos y de sus amplias y carnosas caderas que quedaban a la vista.

Seguimos jugando y tras varias tiradas sin consecuencias, la siguiente ocasión en la que se produjo una comida de ficha fue mi tía la que me la comió a mí. Tras bromear un poco con la posibilidad de pedirme los pantalones, me pidió la camiseta y así me quedé con el torso desnudo. Durante unas cuantas jugadas no se produjeron oportunidades de comer fichas. Luego yo tuve una para comer a mi madre pero no me salió el valor necesario para ello en el dado y luego la oportunidad se esfumó. Cuando se estaba produciendo esa oportunidad mi madre riendo no hacía más que decirme “las bragas no, ¿eh, hijo?, las bragas no”, y yo le decía “si con el culo tan bonito que tienes tenías que estar deseando enseñárnoslo tu sola”. Todos reíamos con estos comentarios y así llegamos a una oportunidad que si cuajó y en la cual fue Artur el que capturó una ficha de su madre.

- Bueno, pues nada, - decía mi tía entre divertida y resignada y asumiendo que su hijo le solicitaría el vestido veraniego que llevaba. – Pues a quedarse en paños menores... Manda narices que sea tu propio hijo el que te haga enseñar las bragas...

-Hombre, - intervine yo. – Como que porque sea tu hijo no le va a gustar ver en ropa interior a una tía tan maciza como tú.

Artur asintió de forma cómplice mientras el resto reíamos divertidos y crecientemente excitados.

En efecto, Artur le solicitó como prenda el vestido y al quitárselo, además de admirar su tremenda delantera encerrada en su sujetador negro y sus godos muslazos, pudimos ver con sorpresa que la braga que llevaba mi tía era minúscula, tipo tanga. Ante nuestras preguntas y comentarios al verle todo el culazo desnudo con sólo la breve tira negra escondida entre sus tremendas nalgas por toda protección, nos explicó por qué llevaba bragas de este tipo. Resulta que al comprarse ropa interior pidió un conjunto y sin percatarse del tipo de bragas que correspondían al conjunto se lo llevó a casa.

- Lo traje en la caja de la mercería y mira qué bragas, - le explicaba a mi madre divertida para añadir dirigiéndose a nosotros-: Con esto ya me veis todo el culazo, ¿eh, cabrones?

Entonces yo dándole un cachete en una nalga le dije que ahí había mucho que ver todavía y añadí:

- Ya era hora de veros en ropa interior. La verdad es que estás tremenda tía; da gusto ver una jamona como tú tan buenaza y con esas braguitas. Llevas una ropa interior bonita de verdad y el resto de lo que se ve es de primera ¿eh?

- Venga, venga, - decía ella sin esconder lo halagada que se sentía.

- A ver mamá, a ver – decía Artur. – Acércate que veamos bien ese culazo gordo que tienes.

- Anda, anda. Mira que querer verle el culo a tu madre...

- Y si lo tienes bueno ¿por qué no va a querer vértelo? – Intervine yo. – Yo ya estoy deseando vérselo también a mi madre...

. Al momento Artur propuso que hiciéramos un descanso. Todos estuvimos de acuerdo y entonces le dijo a su madre que sirviera más café a la vez que me guiñaba a mí un ojo. Su madre se levantó diligentemente y para salir de la sala pasó por delante de Artur pero lógicamente, dadas las dimensiones de la estancia, pasando tan cerca de él que prácticamente su culo quedaba a escasos centímetros de la cara de su hijo. Este entonces riendo le dio un sonoro beso en una nalga y acto seguido un cachete en la otra para decir a continuación:

- Ya te acompaño yo a por el café, mamá. – Y los dos se fueron hacia la cocina para servirnos a todos otra taza de café.

Mientras Arturo y la tía Sofía estaban en la cocina, mi madre y yo comentamos la partida y lo divertida que estaba siendo. Noté a mi madre absolutamente cómoda y relajada con lo que estaba pasando. Se había cruzado de piernas para hablar conmigo y resultaba tremendo verla con su blusa y su magnífico muslamen al aire mientras charlábamos. Reímos comentando las jugadas y pérdidas de prendas ya ocurridas y mientras hablábamos yo le puse una mano sobre su precioso y relleno muslo y le di un beso en la mejilla diciéndole que me gustaba mucho jugar con ella a cosas así, que me encantaba que fuera tan abierta y desenfadada en cosas como aquellas.

-¿De verdad, cariño? –me respondió ella dándome a su vez un beso a mí que casi acabó aterrizando en mis labios a modo de piquito porque yo me moví un poquito buscando precisamente eso. Ella sonrió con picardía y a su vez me dio unos cachetitos a mí en el muslo sin que le molestara lo más mínimo que mi mano siguiera sobre su carnoso muslazo.

Para entonces ya volvieron Artur y la tía Sofía con las tazas de café para todos, las repartieron y cuando la tía Sofía se iba a sentar en su sitio, mi primo volvió a darle una sonora palmada en el culo provocando las risas pícaras de todos.

- ¡Pero serás cabronazo! – reía mi tía divertida volviéndose a sentar.

- A ver, tía – le dije yo entonces. - ¿Me dejas tocar a mí un poco ese culazo? Es que verte así, con esas braguitas… Entenderás que den ganas de tocar un poco toda esa carnaza tan buena.

-¡Pero bueno! Pues que será si llego a perder toda la ropa, qué me pediréis entonces si me quedo desnuda, si ya me estáis diciendo que os deje tocarme el culo y aunque todavía lleve puestas las bragas, aunque sean de las que me lo dejan al...

Todos reímos de buena gana y a continuación mi tía me dijo con desparpajo y gracia que se lo tocara si quería, así que se levantó, me puso el culo enfrente y le empecé a dar un suave cachetito en una de sus rotundas y amplias nalgazas.

-¡Eh, eh! –Intervino mi madre-. Nada de tocamientos; eso si acaso ya será una prenda que le podrás pedir a tu tía cuando no le quede ropa que entregar.

-Pues verdad –apoyó mi tía-, así que sobrinito, te quedas sin tocarme el culete.

Los cuatro soltamos una sonora carcajada y yo repliqué:

-Pues esa prenda me la guardo, tía, y pienso cobrármela. No me voy a ir hoy de aquí sin tocarte el culo.

Después de estos jueguecitos que iban caldeando el ambiente proseguimos la partida entre las risas generalizadas de los cuatro pues nos lo estábamos pasando realmente bien y no era precisamente el juego

-
 

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
6,204
Likes Recibidos
2,514
Puntos
113
 
 
 
-
2 Madres, 2 Hijos y una Tarde Lluviosa - Capítulo 002

La partida se había iniciado casi con inocencia, como un divertimento más con un puntito picante, bien es verdad, pero sin que a nadie, y especialmente a mi madre o mi tía, les pareciera que podía convertirse en algo que se fuera a desmadrar demasiado, pero a medida que avanzaba, esa posibilidad se iba haciendo más evidente. Lo mejor de todo es que la evolución de aquella partida de parchís no parecía incomodar a ninguno de los jugadores.

Recapitulemos: las primeras jugadas habían tenido como consecuencia que en aquel momento mi tía estuviera en bragas y sujetador, mi madre conservaba la blusa así como sus bragas y su sujetador y por nuestra parte tanto mi primo como yo estábamos ya sin camiseta y por tanto nos quedaban los pantalones y los calzoncillos.

Con las prendas que tanto mi tía como mi madre ya habían perdido, el panorama visual ya era como para que le levantara a cualquiera y más a nosotros, a los que el morbo de ver a nuestras madres en aquel plan y enseñando poco a poco sus tremendos y rellenos cuerpazos, hacía que nuestras pollas empezaran a estar más que morcillonas.

Mi tía, en bragas y sostén, mostraba sin pudor su rechoncho cuerpazo de jamona madura. Verle aquellas tetazas tan solo cubiertas por su negro sostén hacía que me palpitara la polla, y estaba seguro de que a su hijo también le ocurría lo mismo pues de hecho era fácil ver las miradas llenas de deseo que Artur le lanzaba al ajamonado cuerpo de su madre.

Mi madre enseñaba menos en aquel momento, pero sus gruesos muslazos y sus bonitas piernas eran toda una invitación al vicio. ¡Qué jamona y que buenorra estaba mi madre! Sus muslos eran un permanente imán para mis ojos hasta el punto de que en un momento dado ella misma se percató de cómo le estaba mirando fijamente su suculento muslamen y dándome una palmada en la pierna me dijo riendo con picardía:

-Atento al juego, que si no te van a comer sin que te enteres. –Su advertencia iba sin embargo acompañada de una evidente mirada de satisfacción y orgullo al haber detectado de qué manera le estaba mirando sus desnudos muslazos.

Seguía la partida y a continuación fue mi madre la que me comió a mí una ficha y la prenda seleccionada fue mi pantalón mientras las dos mujeres se reían y celebraban la jugada. Yo me quedé por tanto sólo con los calzoncillos y mostrando una más que evidente erección bajo la prenda, cosa que no pasó desapercibida para las dos mujeres, que rieron alborozadas y divertidas.

- Vaya lo que escondes ahí ¿eh? – dijo mi tía con atrevimiento a la vez que me tocaba brevemente los huevos con el dorso de la mano y provocando la carcajada de todos.

-Oye, oye. No sea tocona –le recriminó mi madre a su cuñada aunque en evidente tono de broma.- A ver si vamos a tener que poner una regla para penalizar los tocamientos sin que se haya comido ficha.

-Es verdad, -asumió mi tía también riendo-. Habrá que esperar a dejarlos en pelotas y seguir comiéndoles fichas, pero es que mira qué paquetazo tiene el sobrinito, ja, ja, ja…

Me gustó ver el brillo divertido y pícaro en los ojos de mi madre mientras miraba divertida mi abultado paquete.

- A este paso no tardareis en vérmelo, porque en otra tirada con mala suerte me parece a mí que... A ver si tengo más suerte y os dejo yo sin bragas antes a vosotras.

Todos reímos y proseguimos la partida. Durante unas cuantas jugadas no se produjeron comidas de ficha aunque algunas estaban en disposición de ser pilladas, lo cual provocaba los comentarios divertidos de rigor.

Finalmente Artur le comió una ficha a mi madre y tanto él como yo estallamos en gritos de júbilo.

- ¡Ahí estamos! Ya las tenemos a las dos medio en pelotas – dije yo riendo.

- Serás cabronazo – contestó mi madre de buen humor mientras me daba de nuevo un cariñoso cachete en el muslo. -¡Que soy tu madre!

Artur amenazó en broma con exigir las bragas de mi madre pero finalmente le solicitó, como era lógico según la marcha del juego, la blusa. Mi madre se desprendió de ella dejándonos ver el bonito sujetador blanco tras el cual se ocultaban sus redondas tetas.

-Mamá, da gusto verte así. – Le dije yo riendo a la vez que me atrevía a darle una sonora palmada en uno de sus muslazos.

-Oye, que hemos dicho que no se toca. Eso ya veremos si te lo ganas comiéndome una ficha. –Reprochó mi madre mi atrevimiento aunque entre risas.

-Es que mamá… Verte así de buenorra, en ropa interior…

-¿Sí, hijo? ¿De verdad piensas que mamá está buena y te gusta verme así, casi en pelotas?- Dijo ella halagada

-Ya lo creo, mamá. Estás buenísima. Aunque todavía no estás en pelotas...

-De momento esto es menos despelote que cuando estamos los cuatro en la playa, así que… -Dijo mi primo, quizá para tranquilizar a nuestras madres sobre la marcha del juego, si bien es verdad que a ellas no se las veía precisamente intranquilas sino, cada vez, más animadas, divertidas y hasta excitadas.

En la siguiente ocasión en que una ficha fue capturada fue mi madre la que comió una de Artur. Mi tía empezó a dar saltos de júbilo y sus enormes tetazas amenazaban seriamente con desbordar las cazoletas de su sujetador. Era delicioso ver aquellos cántaros bamboleándose de aquella manera. Mi madre también aplaudía y daba pequeños gritos de júbilo entrecortados por la risa.

-A estos los despelotamos, Sofía. – Decía. – Ya verás cómo les vemos el aparato en menos que canta un gallo.

Como era de esperar mi madre le pidió a Artur los pantalones y este los entregó quedando, como yo, sólo con los calzoncillos. En cierta manera aquello era un empate pues todos estábamos en ropa interior exclusivamente si bien ellas tenían dos prendas, braga y sujetador, mientras nosotros teníamos sólo una.

Las siguientes tiradas estuvieron llenas de emoción pues era evidente que la persona cuya ficha fuera capturada tendría que enseñar algo ya de verdadero interés. Si era una de ellas al menos le veríamos las tetas y si éramos alguno de nosotros nuestro cipote quedaría al aire con toda seguridad.

Tras varias tiradas rodeadas de gritos y risas estruendosas por la emoción de que se produjera una situación de comida de ficha, fue Artur el que comió una ficha de su madre. Nosotros lo celebramos haciendo chocar nuestras manos y diciendo que ahora empezaba lo bueno, que por fin íbamos a tener oportunidad de ver algo que realmente merecía la pena.

-Venga, mamá, que tenemos ganas de verte las tetas– le decía él. – Quítate el sujetador y enseña ese par de domingas tan buenas que tienes.

-Hala, Sofía – la animaba también mi madre riendo–. Enséñales el tetamen y que se den un atracón de pechuga, ja, ja, ja.

- ¿Pero de verdad me vais a hacer que me quede con las tetas al aire? – decía mi tía riendo-. No seréis tan desvergonzados.

-¡Hombre, no!– respondía Artur riendo alegremente. – Si te parece nos las imaginamos todavía un rato más.

Mi tía se hizo la remolona un poco más y luego ya se quitó el negro sujetador dejando que sus espectaculares mamas se le desparramaran por la tripa ante nuestros ojos. Las tetas de mi tía son realmente grandes, con unas areolas de tamaño regular y con unos pezones muy oscuros. Además las tiene muy caídas pues el peso y el paso de los años no permitían otra opción. Sus pezones apuntaban claramente al suelo pero con todo y ello eran un par de tetas enormemente atractivas y excitantes. Nuestros ojos se clavaron en sus pechazos como atraídos por una irresistible fuerza magnética. Tanto mi madre como, sobre todo, mi tía, sin duda se daban perfecta cuenta del efecto que estaba teniendo en nosotros el hecho de mostrarnos sus tetas. Aquellas ubres, porque por su tamaño así cabría también definirlas, nos estaban dejando sin habla y casi babeando.

-Eso es un par de tetas, tía, sí señor, un estupendo par de tetas–. Le dije finalmente yo mientras se las observaba verdaderamente hipnotizado pues allí estaba frente a mí nada menos que mi tía Sofía con las tetas al aire, que era algo que había soñado no pocas veces.

-Estas tetazas todo el tiempo tan cerca de mí y sin haberlas visto– decía Artur, casi con la voz seca y sin apartar la mirada de las generosas mamas de su madre–. Esto es un delito.

-Delito es que yo os las esté enseñando– respondía ella con alegría y visiblemente orgullosa y satisfecha del efecto que sus tetazas estaban causando en nosotros-. ¡Ay, ay, ay, esto más vale que no lo sepa nadie!

Nosotros entonces hicimos amago de tocarle un poco las tetas pero mi madre volvió a intervenir señalando que aquella jugada daba derecho a pedirle a mi tía el sostén pero no a tocarle las tetas.

-Eso, eso, -afirmó mi tía riendo aunque halagada por nuestro deseo de tocarle las mamas-. Para tocármelas me tendréis que comer todavía algunas fichas más, ¿eh? De momento sólo tengo que quitarme el sujetador. Para poder sobármelas todavía os queda mucho que jugar y que comer y espero que no lleguéis a tanto.

-Es que las tienes de buenas, tía... – le dije yo mientras se las repasaba visualmente una vez más quedándome prendado de sus oscuros pezonazos.

-Ya tenías ganas de verle las tetas a tu tía ¿eh?– me dijo mi madre con picardía.

-Pues claro que tenía ganas de vérselas. Como estamos en confianza lo reconozco y lo confieso. Estos días en la playa no creas que no me las he imaginado, ahí tan tremendas, debajo del bañador.

-Ahí, ahí, hijo, sinceridad ante todo, -aprobó mi madre riendo con picardía- que estamos en confianza y si te gusta verle las tetas a tu tía hay que decirlo.

-Claro, igual que a ti, que también las tienes que tener cojonudas, mamá…

-¿A tu madre también quieres verle las tetas? –Comentó riendo y obviamente complacida.

-Pues claro, mamá.

-¡Ay, qué chico! –Seguía mi madre mostrando claramente su satisfacción por aquella actitud mía, cosa que le hizo acabar diciendo:- Dame un beso anda.

Y acercándose a mí nos dimos un beso que de hecho fue un piquito pues ninguno de los dos ladeamos la cara para besarnos así que fueron nuestros labios los que se encontraron brevemente.

-¡Eh, eh! –Intervino entonces mi tía riendo-. Besos y tocamientos cuando se pidan como prenda por comer fichas, ¿eh?

-Tienes razón, Sofía –apoyó mi madre mientras me echaba a mí una mirada llena de picardía tras nuestro breve piquito. Y añadió dirigiéndose a mí:- Vas a tener que esperar todavía alguna que otra tirada para vérmelas, cariño.

-Sin embargo nosotras no tenemos que esperar para verle a él el cipote,- apuntó mi tía riendo con gracia y haciendo que sus tetas se bambolearan alegremente–. Mira Patricia, mira como le asoma el capullo a tu hijo por encima del calzoncillo.

En efecto mi calentura era tal y la erección ya tan considerable que mi capullo asomaba casi por entero por encima del borde de mi calzoncillo. Ambas mujeres rieron con malicia al observar el detalle y mi madre dijo:

-No me digas que te pone así verle las tetas a tu tía...

-Pues hombre… -Respondí yo un tanto azorado pero también divertido:- Verle a ella las tetas, verla con ese tanga y también verte a ti en bragas y sujetador, con esas piernazas tan bonitas que tienes, mamá.... Y espera a que os vea completamente desnudas, que entonces sí que el calzoncillo no me va a dar para taparme nada...

Todos reímos y mi tía replicó:

-Antes de eso ya os hemos visto nosotras a vosotros los huevos, ya veréis...

Entonces mi madre reparó en que a Artur también se le veía el capullo por encima de la cinturilla del calzoncillo y dijo:

-Mira a Arturo también cómo se le ve el capullo... No sabía yo que un par de viejas como nosotras os íbamos a poner tan calientes... Igual es que todavía no estamos tan mal del todo ¿eh?

-¿Mal? ¡Vosotras estáis muy buenas, cacho cabronas!– le dijo Artur dándole un cachete en el muslo-. No creáis que estos días en la playa no nos hemos fijado y mucho en lo buenazas que estáis las dos.

-Venga, venga; vamos a seguir jugando –intervino mi tía– que yo ya estoy con las tetas al aire y tengo ganas de verle a estos dos el cipote bien empinado, que hace tiempo que no veo uno apuntando tan arriba, ja, ja, ja…

Todos volvimos a reír con ganas y seguimos jugando. Tras varias tiradas sin novedad, la siguiente comida de ficha fue realizada por mi madre y la víctima fui yo. Ambas mujeres volvieron a gritar como locas de alborozo ante la evidente perspectiva de que yo perdiera los calzoncillos y me quedara completamente desnudo. Las tetas de mi tía se movían de una forma increíble mientras ella saltaba riendo completamente alterada y las de mi madre también amenazaban con salírsele de las cazoletas del sujetador.

-¡El primero que se queda en pelotas!– decía mi tía alborozada

-Bueno, hijo, ya sabes. No tienes mucho que quitarte así que... ¡fuera esos calzoncillos! Ja, ja, ja…

Entonces yo me levanté y con cierta ceremonia me quité el calzoncillo dejando a la vista de todos mi más que erecto cipote y mis huevos. Me daba un poco de apuro que me vieran con aquella evidente erección pero también me excitaba mostrarme así delante de mi madre y mi tía.

-¡Mira qué empinada!– le decía mi madre a mi tía con alegría.

-¡Y qué cojonazos, chica!– señalaba mi tía al tiempo que acercaba su mano señalando mis gordos testículos y haciendo amago de tocármelos.

Lo mejor de todo es que la reacción de las dos mujeres evidenciaba que no estaban teniendo ningún problema con respecto al desarrollo del juego y que aquello podía acabar de forma muy excitante sin que, al parecer, ellas se fueran a sentir incómodas. De hecho se las veían tan o más entusiasmadas y excitadas que a nosotros.

Yo me volví a sentar con mi cipote apuntando al techo y recibiendo en él las apreciativas miradas tanto de mi tía como de mi madre, cosa que me hizo sonreír satisfecho y excitado.

Tras varias tiradas llenas de emoción pues casi todos teníamos alguna ficha en posición de ser capturada la siguiente jugada que permitió comer ficha fue protagonizada por mí y la ficha comida correspondió a mi madre. En bromas Artur y yo hablamos de pedirle las bragas pero decidimos que era mejor esperar para que hubiera más emoción.

-Dejadle, dejadle las bragas, que así las tendrá más mojadas cuando le toque quitárselas– fue el sorprendente comentario de mi tía riendo a carcajada limpia y haciendo a su vez que todos riéramos divertidos y excitados.

-¡Será golfa! – replicó mi madre con humor.

Seguidamente le pedí a mi madre que entregara el sujetador y ella así lo hizo dejando en libertad sus bonitas y redondas tetas. Las tetas de mi madre son de un tamaño regular, usará un sujetador de talla 95 o así. Sus areolas no son muy grandes y sus pezones son salidos y marrones. Ya las tiene un tanto caídas pero su visión resultaba absolutamente excitante y mi polla bien que lo notó dando un respingo y soltando un poco de líquido preseminal que contribuyó a dejar brillante y humedecer aún más mi capullo.

-Estupendas, mamá, realmente estupendas–. Le dije yo mirando embobado sus caídas pero preciosas tetas. Ella sonreía complacida y entonces fue mi primo Artur el que dijo:

-A ver cuando le comemos la ficha que nos permita tocárselas.

Mi madre siguió riendo y diciendo:

- ¡Uy, qué chicos! ¿Pero os va a gustar tocarle las tetas a una vieja como yo?

Lo mejor de aquella reacción de mi madre, y que a mí no me pasó desapercibida provocándome otra palpitación en la polla, fue que ella asumía y daba por hecho que le acabaríamos tocando las tetas. Y no parecía que aquella perspectiva le desagradara.

-Ya lo creo que nos gustaría porque las tienes cojonudas, maciza– le replicó Artur.

-La verdad, mamá, es que en bragas estás preciosa ¿eh?– piropeé yo mientras nos cruzábamos una mirada llena de complicidad y con una sonrisa llena de picardía entre ambos.

-Bueno, venga, venga, a seguir jugando– Cortó mi madre con humor.

En la siguiente oportunidad fue Sofía la que comió una ficha a Artur haciendo que ambas mujeres rieran y gritaran de júbilo.

-Ya los tenemos a los dos en pelotas– decía mi tía riendo de buena gana.

-Venga, que se quite los calzoncillos–. Exigía mi madre dando pequeños botes mientras continuaba sentada y haciendo que sus excitantes pechos saltaran alegremente.

-Hala, cariño, calzoncillos fuera y presentando armas ante tu madre y tu tía, ja, ja, ja…- Ordenó mi tía tremendamente divertida.

Arturo se deshizo de los calzoncillos mostrando su herramienta completamente erecta y brillante de líquidos preseminales, prueba evidente de su tremenda calentura.

-¡Bien empinada! ¡Y qué dura parece...! – reía su madre sin ocultar la satisfacción y más que evidente excitación que le producía verle la polla a su hijo.

-Mira, ahora me parece a mí una pena no poder tocársela, ja, ja, ja…- Reía mi madre

-Pues chicas, yo sin embargo casi me alegro porque me da la impresión de que a nada que me la tocarais seguro que me corro... que uno no es de piedra ¿eh? Y viéndoos las tetas a las dos no descarto que me acabe corriendo incluso sin tocarme.

Las dos mujeres reían a mandíbula batiente con las ocurrencias de mi primo.

-Bueno... – le decía mi madre con picardía. – Pues si te corres, como tú dices, te has corrido. No va a pasar nada ¿no? Estamos en confianza y tranquilo, que no te vamos a expulsar de la partida por eso, ja, ja, ja…

-Mientras no manche el sofá, ja, ja…– intervino su madre con humor.

-Bueno, pues hemos ganado la partida–. Dijo entonces mi madre sorprendiéndonos un poco a todos. –Estáis los dos en pelotas y nosotras todavía conservamos las bragas.

-¿Cómo que habéis ganado la partida? De eso nada...- aclaró Artur riendo–. Si recuerdas las reglas, de lo que se trata es de ganar la partida de parchís metiendo todas las fichas en la meta, no de dejar a alguien en pelotas. Y no veo que tengáis todas vuestras fichas en la meta, monadas.

-Pero si no os queda nada que quitaros ahora cuando os comamos una ficha…– decía la tía Sofía riendo.

-Bueno, es verdad. Hay que ser justos y respetar las normas que habíamos acordado. Ahora les podemos mandar lo que queramos– aclaró mi madre recordando las reglas. Y añadió con picardía-. Así que ahora igual hasta nos divertimos más.

Yo creo que mi madre intervino de aquella manera, apuntando la posibilidad de dar la partida por finalizada en ese momento en que nosotros estábamos ya los dos completamente desnudos, quizá para auto justificarse a sí misma dejando claro que la responsabilidad de que continuáramos jugando a partir de aquel momento era más cosa nuestra que suya. Pero también era del todo evidente que ni a ella ni a mi tía les causaba la menor zozobra continuar con aquella partida.

Volvimos por tanto al juego y mientras tirábamos los dados Artur y yo hablábamos de que ya teníamos ganas de verlas sin bragas mientras ellas no paraban de plantearse que nos mandarían si nos comían una ficha.

Tras varias jugadas curiosamente fue mi tía Sofía la que capturó una de mi madre.

-Fíjate qué cosas, Patri; tengo que ser yo la que te pida que te quites las bragas y que les enseñes el coño a estos dos viciosos. Ya siento que sea yo la que te mande enseñarles el chichi pero así es el juego...– Le explicaba sonriendo divertida y con picardía.

Nosotros lo celebramos por todo lo alto.

-Ya era hora de ver un buen potorro. – Decía Artur sin cortarse ni un pelo-. Venga, tía Patricia, enseña ese felpudo.

-Y el culo también, que tiene un culazo de campeonato-. Agregaba yo sin cortarme ni un pelo aunque se tratara nada menos que del culo de mi madre.

-Es verdad– asintió Artur–. Que llevo yo días fijándome en el culazo tan cojonudo que tiene tu madre. No me había atrevido a decir nada pero ahora... en estas circunstancias creo que podemos decir de todo ¿no?

-Venga, mamá, bragas abajo; no nos hagas esperar más–. La animaba yo.

-¡Pero seréis cabronazos!– decía mi madre con buen humor mientras se levantaba para quitarse las bragas.

Cuando deslizó sus bragas blancas hacia abajo nosotros estábamos a menos de dos palmos de su chichi, como esperando que apareciera.

- Qué preciosidad...– decía Artur mientras el chocho de mi madre iba apareciendo poco a poco ante nuestros brillantes ojos-. ¡Qué peludito!

Yo cogí las bragas que sostenía mi madre en la mano y comprobé que, en efecto, en la entrepierna estaban decididamente húmedas.

-Tenías razón, tía. Las tiene húmedas. –Le dije a ésta con un guiño.

-Pues como vosotros las pollas, calentorros–, replicó mi madre riendo–. Que se os escapa todo el jugo por la punta, cacho cerdos.

-Ya me gustaría pasar un dedo por esa rajita para comprobar esa humedad-. Me atreví a decir yo mientras miraba embelesado el chocho de mi madre.

Ella ni se inmutó por mi comentario; sonrió aprobadoramente y yo le dije que daba gusto vérselo y que tenía un chichi para comérselo.

-¡Hijo, comerle el coño a tu madre! ¿No te parece una desvergüenza decirle eso a mamá, cariño?- Me contestó mientras me sonreía con un brillo muy especial en sus ojos. Me resultó muy significativo que acabar su frase llamándome “cariño” pues era una forma tremendamente explícita de hacer ver que su frase no era un reproche sino, más bien al contrario, una invitación.

-Todo se andará, todo se andará... – dijo Artur con intención.

El coño de mi madre en verdad era precioso y excitante. Bastante peludo, aunque quizá por la edad ya con menos frondosidad de la que sin duda había tenido en sus años jóvenes. Entre el vello púbico se veían un deliciosos labios vaginales y en efecto daban ganas de arrimar allí la lengua y degustar semejante manjar.

Al quedarse mi madre completamente desnuda a excepción de sus zapatos de tacón, también me fijé en su tripita suavemente curvada y también me excitó pues me pareció un detalle muy femenino y muy de jamona. Los vientres planos son cosas de modelos pero en mi madre me gustó y excitó mucho más aquella incipiente tripita curvada que invitaba también a manosearle su anatomía de mujer de verdad, de madura jamona apetitosa.

También le dijimos que se diera una vuelta para verle en condiciones el culo pero ella replicó que eso sería en todo caso otra petición, que con quitarse las bragas ya había cumplido en esa jugada, así que seguimos jugando.

-Da gusto verte así, mamá, completamente desnuda–. Le decía yo entre tirada y tirada haciendo que ella sonriera con complacencia y malicia.

-¿De verdad, hijo? ¿No te parece mal que tu madre esté así, con todo al aire?

-¿Mal? Me parece estupendo, mamá-. Le replicaba yo mientras le acariciaba sin disimulo un muslo con la mano-. ¡Me encanta verte así, puedes estar segura!

-A ver esos toqueteos –intervino mi tía riendo.

-Hija, es en el muslo, que nos hemos estado dando palmaditas ahí toda la partida-. Fue la sorprendente respuesta de mi madre.

Todos reímos y nosotros volvimos a insistir en lo delicioso que era ver a nuestras madres enseñando sus encantos sin pudor alguno ante nosotros.

-¡Serán viciosos! –señalaba mi tía riendo–. Les gusta ver desnuda incluso a su propia madre.

-Desde luego, más que a muchas otras, sobre todo si tenemos en cuenta lo buenorras que estáis vosotras… -Dije yo mientras ellas reían complacidas y halagadas.

Tras varias tiradas finalmente mi primo comió una ficha de su madre. Nosotros lo celebramos con alborozo y risas a los que no dudó en unirse mi madre.

-Por fin le vamos a ver el potorro a esta golfa– dijo Arturo sin cortarse ni un pelo al utilizar semejante calificativo referido a su madre y haciendo que todos riéramos.

-¿Pero cómo le llamas golfa a tu madre?- Dijo riendo la mía.

- Bueno... es que...– trató de justificarse entonces él visiblemente cortado.

-No te preocupes, hijo– intervino mi tía Sofía–. No creas que me molesta; además es evidente que si voy a enseñaros el coño y estoy con todo el tetamen al aire y viéndoos a vosotros esas pollazas es que algo golfilla si seré, ¿no? Así que podéis llamarme golfa o lo que os apetezca todas las veces que queráis, que no me parece mal. Bueno, siempre que me lo llaméis así estando nosotros solos ¿eh? Si es así me lo tomo como un piropo.

Y entonces mi tía, en señal de que las palabras de su hijo no le habían molestado en absoluto, le dio un beso a su hijo tan cerca de los labios que fue prácticamente un piquito.

-¿Y tú, mamá?– le pregunté yo apretándole uno de sus rollizos muslos-. ¿También eres un poco golfa?

-Hombre... Como dice tu tía, si estamos en pelotas, será que un poco golfillas sí somos, así que a mí tampoco me molesta que me lo llaméis. La verdad es que casi hasta me gusta; bueno, ya sabéis. Pero como dice Sofía que quede entre nosotros y aquí ¿eh? Con que vosotros sepáis que somos un poco atrevidillas ya vale ¿eh? No se trata de que lo sepa todo el mundo...

Todos reímos y yo dándole un beso en la mejilla le dije:

-Menuda mamá más golfona que tengo... y cómo me gusta.

Todos volvimos a soltar una carcajada hasta que Artur nos cortó diciendo:

-Bueno, bueno, venga; a lo que estamos: que esta putona nos enseñe el chocho.

Sofía, sin inmutarse lo más mínimo por el nuevo calificativo que acababa de emplear su hijo, más fuerte aún que el anterior, se deshizo del tanga y ambos nos lanzamos a examinar su extraordinario coñazo. El chocho de mi tía era mucho menos peludo que el de mi madre, de hecho se puede decir que tiene escaso vello aunque extendido por un área más grande que el de mi madre. Lo que si tiene son unos labios tremendamente abultados que le dan la apariencia de un coño grande y gordo. Mi tía tiene también una tripa más prominente que mi madre, que no oculta su coño pero que lo deja como encajado entre sus carnes. Vamos la típica mujer de su edad, con un cuerpazo relleno, entrado en carnes y ajamonado.

-¡Menudo almejón!– dije yo extasiado contemplándoselo de cerca.

-¿Os gusta este coño de vieja, cacho guarros? – decía ella riendo complacida por el efecto que mostrarnos su sexo causaba en nosotros.

-Lo tienes estupendo, tía. A ver si te como yo una ficha y te mando que me dejes tocártelo.

-¿Así que eso es lo que nos vais a mandar ahora si nos coméis una ficha, cabrones, que os dejemos tocarnos el coño? – dijo mi madre divertida mientras colocaba una mano en mi espalda dado que yo estaba inclinado delante de ella admirando el chocho de mi tía.

-La partida no ha terminado...– Dijo Artur riendo-. Así que ahora el que pierda si no tiene ropa tendrá que hacer lo que se le mande ¿no? Y yo ya estoy deseando mandaros algunas cositas que se están ocurriendo...

-¡Serás guarro!– dijo mi tía con humor dándole una palmada en la espalda–. Pues a ver lo que le vas a mandar a tu madre ¿eh? Que a tu madre le debes un respeto…

-Pues en cualquier momento te mandará que le hagas una paja con todo respeto, ja, ja, ja…– dijo mi madre riendo y sorprendiéndome a mí por su lenguaje y por su ocurrencia, tan evidentemente sexual.

-Sí, pero con las tetas, tía, que las tienes ideales para eso– me atreví yo a apuntillar viendo cómo iba la conversación y haciendo que los cuatro riéramos de buena gana.

En ese momento, y entre las risas de todos, según me incorporaba desde mi posición inclinada frente al chocho de mi tía, también me percaté de que la mano de mi madre que había tenido en mi espalda se deslizaba hacia mi culo y acabó acariciándome brevemente con un dedo la raja del mismo en la parte más cercana a la espalda. La actitud de mi madre, desde luego, prometía.

Seguimos jugando y al de pocas tiradas se produjo una nueva situación en la que mi madre me tenía a tiro. Pude salvar la primera jugada pero en la siguiente ronda, como no había logrado alejarme lo suficiente, mi madre me comió la ficha.

Tras las correspondientes risas y comentarios, mi madre y mi tía empezaron a plantearse entre ellas qué mandarme. Era un momento crucial de la partida pues por primera vez el mandato no podía ser ya deshacerse de una prenda de vestir sino que tenía que ser forzosamente otra cosa y a buen seguro, tal como se estaban desarrollando los acontecimientos, tendría carácter sexual. La cuestión peliaguda en aquel caso es que era mi propia madre la que tenía que ordenarme a mí algo. La situación era de lo más interesante y excitante para mí pues no me desagradaba en absoluto, sino todo lo contrario, que mi madre me ordenara hacer con ella o delante de ella algo decididamente sexual.

-
 

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
6,204
Likes Recibidos
2,514
Puntos
113
 
 
 
-
2 Madres, 2 Hijos y una Tarde Lluviosa - Capítulo 003


Había llegado el momento en que una prenda a pagar ya no era ropa sino que habría que pedir y ejecutar algo. Quiso el azar que los protagonistas del lance que fuéramos mi madre y yo. Ella me comió una ficha y tenía que establecer la prenda a pagar. Mi madre lucía una sonrisa llena de picardía mientras mi tía le decía:

-Seguro que si hubiera sido uno de ellos el que nos come a nosotras no se andaba con dudas ni con tonterías– la animaba mi tía riendo–. Ya ves lo que andaban diciendo antes, que si tocarnos el chocho…

-Ya, ya… Ellos no se cortan. –Decía mi madre mientras pensaba qué ordenarme. Y entonces volvió a la carga mi tía recordando un lance anterior del juego:

-Ahora que tú también, maja, con esa idea de la paja que has dicho antes…

Los cuatro reímos por cómo mi tía le había recriminado en broma a mi madre su ocurrencia anterior de que su hijo pudiera acabar pidiéndole que le cascara una paja.

-Bueno, ¿qué le mando?– preguntaba divertida mi madre.

-Pues mándale que te chupe las tetas –le sugirió atrevidamente mi primo Arturo– que seguro que te va dar buen gusto.

-¿Cómo voy a mandarle eso, hombre? Que soy su madre…– dijo mi madre riendo y mostrándose un tanto escandalizada, aunque evidentemente en cierto tono divertido que dejaba ver que la idea no le resultaba tan inapropiada como en principio, o fuera de aquel contexto, pudiera parecer.

-Mándale que te de un masaje en la espalda de esos suaves, que da bien de gustito. - Sugirió mi tía–. A mi esas cosas me encantan.

-Pero entonces que se lo de hasta bien abajo, ja, ja, ja... – rió Artur.

-Puedes mandarme lo que quieras, mamá. Lo que dicen estos, o también que te de un beso... hasta que echemos un baile... lo que quieras, mamá. –Le propuse yo para tratar de darle alternativas viables porque como era el primer mandato de aquellas características, lo que no quería era que la cosa acabara resultando incómoda para mi madre y que el juego acabara yéndose al traste-.

-Esto no es tan sencillo como parece –dijo ella riendo pero visiblemente más cómoda tras oír las opciones que yo le había sugerido.

-La que mandas eres tú, maciza. Cualquier cosa que me mandes la voy a hacer con gusto, porque eres mi madre, porque eres estupenda y porque estás buenísima. Y también porque seguro que da gusto hacer cualquier cosa contigo. –Volví a decirle yo completamente excitado pero a la vez tratando de hacerle ver que cualquier alternativa con la mi madre se sintiera cómoda mandándome hacer algo era perfectamente válida.

-Me gusta la idea del beso. –Dijo ella valorando la idea que yo había apuntado.

-Venga, tía Patricia –reprochaba Artur-. Atrévete a algo más, mujer.

-No, lo del beso me gusta. Venga, venga, el beso, el beso. Que además yo soy muy besucona. Tienes que darme un beso, cariño -Decidió mi madre visiblemente satisfecha con su opción.

-Pues te lo doy encantado, mamá.

Entonces nos dimos un beso en los labios aunque sin lengua y tanto Artur como mi tía, la muy cachonda, dijeron que así no valía y que ya que mi madre había elegido un beso, teníamos que darnos un beso de verdad.

- A ver si vamos a estar todos en pelotas y os vais a andar dando un beso como os lo daríais en la calle a la vuelta de un viaje, hombre. –Dijo mi tía de buen humor-. Daos un beso como es debido, hombre, que esto de aquí no sale.

-Es que… ¿Seguro? -decía mi madre pero más divertida que cortada.

-Venga, venga… -Insistía mi tía sin duda excitada por la idea de que mi madre y yo nos diéramos un beso con lengua-. ¿Dónde se ha visto que estando dos personas en pelota picada se den un beso como si se estuvieran saludando en la calle? ¡Hombre, por favor!

-Bueno, ya nos lo hemos dado en la boca ¿eh? –Seguía mi madre, aunque realmente más divertida que decididamente opuesta a lo que mi tía y mi primo demandaban.

-Sí, pero sin tocaros las lenguas... –fue el sorprendente reproche de mi tía.

-Eso, eso, un beso con lengua, - insistió Artur riendo-. Con bien de lengua.

-¿Tú qué dices, hijo? –Me preguntó.

-Tú mandas, mamá. Yo sólo tengo que pagar la prenda. Y te aseguro que lo haré encantado porque será delicioso besar a una mujer tan atractiva como tú.

Mi tía y mi primo prorrumpieron en aplausos y mi madre soltó una sonora carcajada, satisfecha y seguramente complacida con mi respuesta. Así que sonreímos, dijimos que no había nada como que se besen una madre y un hijo y entonces nos dispusimos a darnos un buen morreo. A mí morrearme con mi madre allí, desnuda entre mis brazos, me producía un morbo tremendo, desde luego, y estaba dispuesto a disfrutar de lo lindo aquel beso. Como estábamos de pie yo agarré a mi madre por las caderas y ella a mí por los hombros. Tener entre mis brazos su ajamonado cuerpo de madura maciza me hizo casi temblar de excitación. Era mi madre, la tenía desnuda allí, pegada a mi cuerpo, con mis manos agarrando sus anchas caderas y su culo y nos íbamos a dar un beso. Nos sonreímos de nuevo, acercamos nuestras bocas ya asomando nuestras húmedas lenguas y empezamos a darnos un besazo de campeonato. Empezamos un poco tímidamente, con unos primeros acercamientos dubitativos con nuestras lenguas pero tras un par de breves contactos o tres ya nos chupamos las lenguas a base de bien metiéndola cada uno con decisión en la boca del otro y pude apreciar que mi madre participaba más que activamente disfrutando del beso. Incluso podría decirse que nuestro beso duró más de lo que en principio cabría esperar. Mientras nos besábamos además mi empinada polla, por supuesto, entro en pleno contacto con la prominente tripita de mi madre dejando sobre su ombligo restos de mis fluidos preseminales, que eran más que abundantes. A su vez mis manos, además de en sus caderas también se acercaron a su culo aprovechando para acariciarle un poco sus soberbias nalgas aunque ese no era, se supone, el objeto de la prueba.

-¡Que se vean esas lenguas! –dijo mi primo cuando ya casi mi madre y yo íbamos a dar el morreo por finalizado. Así que entonces separamos nuestros labios y seguimos unos instantes más dándonos las lenguas a la vista de mi tía y su hijo mientras ellos nos jaleaban divertidos y visiblemente excitados.

-Me ha encantado darle un buen besazo a una tía buenorra como tú, mamá. – Le dije yo cuando hubimos terminado y mientras mi tía y Artur aplaudían aprobadoramente.

-Sí, menudo beso– decía mi madre sonriendo y un poco colorada, quizá un tanto por la excitación, un tanto por la vergüenza-. De que nos damos estos besos no tiene que enterarse nadie ¿eh? Pero bueno, tengo que reconocer que a mí también me ha gustado. Besas muy bien, hijo… -Y diciendo esto mi madre se acercó de nuevo a mí y me dio ahora un nuevo piquito que, puesto que yo abrí la boca, se transformó en un nuevo beso con lengua, si bien muy breve esta vez.

-Eh, eh; eso para la siguiente, cachondones –intervino mi tía con desparpajo y humor.- A ver si le vais a coger demasiado gusto a eso de morrearos en plan guarrete, ja, ja, ja…

Seguimos jugando y en la siguiente ocasión fui yo el que comió una ficha de mi tía Sofía. Tanto Arturo como yo reíamos con ganas celebrándolo y diciendo que ahora empezaba lo bueno. Mi madre me preguntaba si le iba a dar a mi tía otro beso como a ella mientras Artur decía que en cuanto comiera él una ficha las dos mujeres se iban a enterar de lo que era un mandato y que no se iba a andar con tonterías teniendo un par de jamonas como aquellas a mano. Yo, como antes con mi madre, no quería forzar situaciones que pudieran resultar incómodas para las dos mujeres; pensé que ir paso a paso nos permitiría llegar más lejos así que finalmente le pedí a mi tía que me dejara tocarle las tetas y ella respondió sonriendo, aceptando de buena gana el pago de la prenda que le exigía y agarrándose sus tremendas mamas con las manos, como ofreciéndomelas. Se las empecé a tocar con ganas mientras Artur me decía que se las sobara bien, que las tenía muy buenas y que él seguía sin estrenarse en la parte buena de la partida. Mi madre a su vez me decía:

-¿Ya tenías ganas de tocarle las tetazas a tu tía, eh?

-A mi tía y a más que a mi tía-. Le dije yo con picardía mientras amasaba los gordos melones de mi tía. La prueba me estaba resultando deliciosa y a mí tía parecía que también. Las enromes tetazas de mi tía son una invitación al manoseo indiscriminado. Sus tetas resultaron blandas y tibias, muy desparramadas pero tremendamente excitantes de sobar. De vez en cuando también me centraba en sus salidos pezones, algo que a mi tía le hacía gemir por lo que mi madre le decía:

-Y a ti bien que te gusta, ¿eh, zorra?

-No voy a decir que no –sonreía con malicia mi tía-. A todas nos gusta que nos toquen las tetas y si encima te lo hacen bien y estás viendo un par de pollas bien empinadas pues tú me dirás.

Mientras le sobaba las tetas a su madre, Arturo no perdía detalle y era evidente la tremenda excitación que mi sobeteo en las tetas de su madre le estaba produciendo. Le miré, le guiñé un ojo y él me respondió asintiendo, como animándome a seguir magreando las tetazas de su madre.

Unos instantes después dimos por finalizado el magreo de tetas y seguimos jugando. Estuvo curioso que tras acabar el magreo, como punto final de aquel acto, mi tía se acercó a mí y me dio un suave piquito en los labios mientras me decía:

-Me ha gustado mucho cómo me has tocado las tetas, cabroncete.

En la siguiente oportunidad fue Artur el que le comió una ficha a mi madre.

-Ya era hora. –Celebró él alborozado mientras los demás reíamos.

-No te cortes y pídele algo interesante a esta zorrona – le animé entonces yo mientras dirigía una mirada a mi madre, la cual me sonrió con picardía sin asomo de molestia por haberle llamado zorrona.

-Ya lo creo, además ya lo tengo bien pensado. Tía Patricia, vas a dejarme que te toque el culo en condiciones, que llevo mucho tiempo con ganas de magrear ese panderazo.

En cierta manera me alegré de que mi primo hubiera optado por una prueba también cómoda para mi madre. Por un momento pensé, dados sus comentarios anteriores, que mi primo le propondría a mi madre que le chupara la polla o algo así, e igual todavía no era el momento de forzar tanto la situación. A fin de cuentas aquellas dos mujeres no dejaban sino de ser nuestras madres y convenía que se sintieran en todo momento a gusto con todo lo que fuera ocurriendo. Me alegré por tanto de que mi primo también pensara que pasito a pasito íbamos a llegar decididamente más lejos.

-Pues toca, hijo, toca –fue la decidida y animosa respuesta de mi madre riendo al tiempo que se levantaba para poner su tremendo culazo a disposición de su sobrino.

-Ya lo creo que voy a tocar, tía, a disfrutar mucho de todo lo que toque.

-Pero mira que querer tocarle el culo a una vieja y gorda como yo... y antes este otro las tetas a tu madre... Hay que ver, qué chavales…

-No te hagas la modesta, tía, que bien sabes que tienes un culazo que hace volver la vista a los hombres, que bien que me he fijado estos días de atrás cuando estábamos en la playa. Y mi madre otro tanto con esas tetazas. Estáis buen buenorras a vuestra edad y no es cuestión de desaprovechar ahora que os tenemos a las dos en pelotas aquí.

Para entonces Artur ya le estaba manoseando el culo a mi madre con la total complacencia de esta, que mientras recibía las caricias de su sobrino en su gordo trasero, siguiendo la conversación, le preguntaba:

-Serías capaz hasta de tocarle las tetas a tu madre si le comes una ficha...

-¡Hombre! –aseguró Arturo en un tono plenamente convencido-. ¿Y por qué no? Ya verás cuando se la coma. Como si tu hijo te come a ti una ficha, ¿qué te crees, que no te va dar a ti un buen magreo... o pedirte otras cosas?

-Menudos guarros – decía mi tía divertida-. No se paran ni con su propia madre...

-Si estáis así de buenas... Aquí no tiene nada que ver que seáis madres o tías.

-Sois dos macizas y ya está – intervine yo-. Además así todo queda en familia y es más discretito y a la vez más excitante.

-Sí, sí. –Dijo mi madre riendo mientras Artur le seguía sobando las nalgas a conciencia-. Lo de la discreción es importante con todo esto que estamos haciendo, ¿eh? Yo si no fuera porque confío plenamente en vosotros no creáis que os dejaba hacer nada de esto, así que ya sabéis... ¿Quién me iba a decir a mí que os iba a dejar tocarme el culo así como así hoy?

-Lo importante es que estáis bien buenorras y apetecibles y que da gusto veros en pelotas. Eso es lo importante-. Afirmé yo riendo también mientras observaba complacido cómo las redondas y amplias nalgas de mi madre eran sobadas a conciencia por mi primo. Arturo manoseaba ambas esferas de carne y se entretenía también pasando los dedos por la raja del culo de mi madre. La escena era tremendamente morbosa y excitante. Además me estaba gustando especialmente ver a mi madre un poco inclinada hacia adelante para dejar su culazo en pompa perfectamente ofrecido a los magreos de su sobrino, porque en aquella postura además sus bonitas tetas quedaban colgando y bamboleándose suavemente mientras discurría la prueba. En un momento dado mi madre me miró, yo le sonreí y asentí y entonces ella se acercó un poco a mí, lo suficiente para darme un breve piquito con el que se hacía evidente lo cómoda que le resultaba aquella situación delante de mí y sobre todo el hecho de que yo la animara y diera por buena su conducta.

-La verdad es que resulta muy agradable saber que les gustamos de esta manera a estos chicos –decía mi madre mientras se le escapaba un suspiro de placer por el intenso manoseo de su sobrino en su gordo culazo.

-Claro que nos gustáis; muchísimo. –Me apresuré a corroborar yo.

-Sí, sí, algo seguro que os gustamos porque hay que ver cómo tenéis de empinados esos aparatos... –reía mi tía.

Entonces Artur dirigiéndose a mí mientras seguía sobando las gordas nalgas de mi madre me dijo:

-Anda, ven acá y sóbale un poco el culo a tu madre; que vea que tú también tienes ganas de tocárselo ¿O te parece mal, Patricia?

-¡No, qué va, qué va!– contestó ella con rapidez-. La prueba la decides tú, así que si queréis tocármelo los dos pues nada, tocádmelo. Ya os comeré yo una ficha y a ver qué hago.

Entonces yo también le empecé a pasar la mano por las tremendas nalgas a mi madre a la vez que le decía:

-Tienes un culo estupendo, mamá. La verdad es que es una gozada poder tocártelo.

-¿A ti también te gusta tocarle el culo a tu madre, hijo?

-Uffff… Pues claro, mamá. Con lo bueno que lo tienes... Qué rico, qué gordo, qué cremoso… -Alabé yo provocando la risa orgullosa de mi madre.

El culazo de mi madre es realmente colosal, grande y gordo, levantado, con sus dos nalgazas muy redondas a modo de semiesferas, muy cremoso y muy apetecible; un señor pandero, desde luego.

La sobada a cuatro manos fue de campeonato y cuando nuestros dedos resbalaban por el canal que separaba sus nalgas, mi madre dejaba escapar algunos suspiros que demostraban a las claras que el asunto no le desagradaba precisamente. A mi además me causaba un tremendo morbo la postura que había adoptado mi madre ya que para dejarnos el culo más a nuestro alcance, según estaba de pie, se había inclinado más hacia adelante apoyando las manos sobre sus rodillas y dejando que sus bonitas tetas colgaran y se balancearan como las de una vaca, y eso contribuía a excitarme aún más.

Después de un rato en este plan mi madre dijo riendo que ya valía, que le íbamos a desgastar el culo y ya dimos por finalizada la prueba entre las risas de todos y también entre la excitación generalizada. Al sentarnos de nuevo mi madre y yo en nuestros sitios, y como antes hiciera mi tía, mi madre nos dio un suave piquito en la boca tanto a mi primo como a mí mismo. Era la demostración palpable de que todo aquello les estaba gustando a las dos jamonas y que se sentían dispuestas a que la cosa fuera mucho más allá.

Una vez acabamos con el magreo en el culazo de mi madre, y tras esos ricos piquitos, proseguimos la partida si cabe todos más excitados aún.

Tras unas cuantas tiradas sin mayor novedad, la siguiente ocasión fue mi madre la que comió una ficha a Artur. Al hacerlo le dijo en tono de desafío y broma:

-¡Hala, chúpate esa!

A lo que él le contestó:

-Cómo te coma yo a ti otra ficha, tía, ya vas a ver la que chupas tú, ya.

Todos reímos con la más que evidente insinuación sexual de mi primo. A continuación empezó la ronda de sugerencias a mi madre. Yo le dije que le pidiera a Artur que le chupara las tetas, que seguro que le iba a gustar.

-¡Hala, hijo, nada menos que eso! –contestó ella haciéndose la escandalizada pero riendo divertida-. ¿Cómo le voy a decir que me chupe las tetas? ¿A ti te iba a parecer bien que tu madre ande diciendo que le chupen las tetas y que me las deje chupar aquí, delante de ti?

-A mí me encantaría ver esa escena, ya lo creo. Y me parece estupendo que lo hagáis, te lo aseguro... y a ti más todavía, y si no haz la prueba.

Mi tía se reía divertida ya que era evidente que a ellas todavía les daba cierto corte pasar a mandatos decididamente sexuales. Mi madre, aunque creo que estuvo tentada por mi insistencia en mandarle a Artur que le chupara las tetas, terminó decidiéndose por un masaje en la espalda; una opción mucho más modosita y presentable, que seguro que la dejaba un poco más tranquila en su conciencia.

–Venga, mamá, no seas tonta y dile que te masajee las tetas, que te va a dar más gusto. Antes te hemos masajeado el culo a base de bien y no parece que te haya disgustado ¿no? –insistía yo riendo.

-Sí, pero eso lo habéis mandado vosotros que sois unos cerdos, pero yo no voy a deciros que me sobéis las tetas así alegremente ¿no? ¡Qué ibais a pensar de mí...! Una cosa es ser un poco golfilla y enseñaros las tetas y otra ya pediros que me las sobéis o me las chupéis... –Decía mi madre riendo y, en cierta medida, justificándose por habernos permitido el magreo anterior en su soberbio pandero.

Finalmente la opción fue el masaje. Por supuesto Artur aprovechó para darle otro buen magreo a mi madre. Como no podía ser de otra manera, entendió el masaje en sentido amplio e hizo que éste se extendiera a la parte alta del culo y creo que no le magreó el culo a conciencia otra vez porque al estar mi madre sentada en el sofá su culo no estaba por entero al alcance de sus ávidas manos. Artur también, de vez en cuando, acercaba sus dedos a las tetas de mi madre con la total complacencia de ésta ya que siguió sonriendo como si tal cosa a pesar de los evidentes tocamientos de Artur en sus mamas cuando metía sus manos por debajo de los brazos de mi madre. A veces las yemas de los dedos de éste rozaban incluso los pezones de la jamona según la masajeaba desde atrás, y mi madre se estremecía de gusto sin protestar para nada por el atrevimiento de su sobrino mientras mi tía decía:

-Mira la guarra esta como se deja sobar... Y decía que qué ibais a pensar de ella.

-Me está dando un masaje. –Puntualizaba con picardía mi madre mientras proseguían las caricias de Artur cada vez más centradas en los laterales de sus pechos y llegando a los pezones de mi madre cada vez con más frecuencia.

Cuando hubo acabado el masaje, entre risas e indirectas, sobre todo de mi tía, comentando el masaje, proseguimos la partida, aunque de nuevo mi madre le dio un piquito a su sobrino, como en señal de agradecimiento o recompensa por las caricias recibidas, sólo que en esta ocasión Arturo convirtió el piquito en algo más y sacó la lengua para rozar con ella los labios de mi madre. Lo mejor vino entonces, y es que mi madre también sacó la lengua convirtiendo aquel piquito en un breve pero rico beso con lengua, tras el cual los dos rieron satisfechos.

-Ha sido casi más un masaje de pezones que un masaje de espalda. Y para acabar morreo incluido, ¿eh? –Apuntaba mi tía con socarronería haciendo que todos riéramos.

En aquel momento ya lo intuí, pero ahora, con la distancia que da el tiempo, veo claramente que aquellos piquitos y breves morreos, eran la forma que usaban tanto mi madre como mi tía para darnos a entender tácitamente que todo lo que estaba ocurriendo y lo que pudiera ocurrir, no solo no les incomodaba sino que les gustaba, que ellas también estaban por la labor, vaya.

Prosiguió la partida y ya de hecho con una más relajada forma de entender las reglas ya que ahora los breves toqueteos o los suaves piquitos empezaron a formar parte de lo que hacíamos entre los cuatro mientras se iban sucediendo las tiradas de dados. Así yo, que tenía sentada a mi derecha a mi madre, completamente desnudos como estábamos todos, en un momento dado le puse la mano en su muslo izquierdo y se lo comencé a acariciar suavemente, pronto mi mano ya andaba subiendo y bajando por la cara interna de su muslo y cuando acariciaba la parte superior del muslo, mi mano no andaba muy lejos de de su peludo chochito sin que ella me recriminara en absoluto mi actitud. Es más, en algunos de los momentos de espera, mientras mi tía o mi primo sacudían el cubilete para arrojar el dado, nos dábamos algún que otro piquito. Algún otro piquito también me intercambié con mi tía y otro tanto hacía mi primo Arturo tanto con su madre, que estaba a su derecha como con mi madre que se sentaba a su izquierda.

Pocas tiradas después fue Artur el que comió una ficha a su madre.

-Bueno, -dijo ésta riendo y simulando tono serio-. A ver lo que le vas a mandar a tu madre ¿eh?

- Puedo mandarte lo que quiera, ¿o no?

-Tú serás capaz de mandarle a tu madre cualquier cosa... –dijo ella ya riendo-. Que seguro que no te importa que sea tu madre o una cualquiera.

-Déjale que te mande lo que quiera. El juego es así ¿no? –Animaba mi madre, sin duda excitada por el morbo de ver lo que Artur le podía mandar a su propia madre.

- Pues… igual os parece un poco fuerte pero... lo que quiero es que me dejes chuparte esas tetazas tan buenas y tan gordas que tienes, mamá. –Dijo Artur con decisión y alegría.

- ¡Hala! Pero mira que querer chuparle las tetas a tu madre... –respondió mi tía aunque más divertida que con tono de reproche para a continuación añadir con evidente satisfacción: –Bueno, pues venga chupa, hijo, chupa. Ya que me has visto hasta el felpudo ahora no vamos a ponernos tontos porque quieras chuparme las tetas aunque seas mi hijo.

-Venga, zorrona, que seguro que te gusta. –Intervino mi madre sonriendo con picardía.

-Pues no digo que no –contestó mi tía-. Como a ti antes el magreo que te han dado los dos en el pandero, ¿o no?

-Yo tampoco digo que no me haya gustado...

A continuación mi tía se agarró ambas mamas y se las puso ante la cara de Artur como ofreciéndoselas. Este no se hizo de rogar y enseguida agarró ambos pechazos con las manos llevándose el pezón de uno de ellos a la boca. Lo estuvo chupando un rato y luego cambió al otro. Mientras chupaba un pezón con la otra mano amasaba con ganas la teta que no chupaba y con todo ello empezó a provocar sin duda el placer en mi tía, que enseguida empezó a gemir y a decir:

-Pero cabronazo, ¿qué le haces a tu madre en las tetas, que me voy a derretir de gusto? Pero que bien lo haces, cabrón. Sigue, sigue... cómemelas enteras, mamonazo. Cómele las tetas a la golfa de tu madre.

-Mira a la muy putona como le gusta que le chupen las tetas. Y si es su hijo como si no lo es-. Me decía mi madre a mí mientras observábamos, sin duda cada vez más calientes ambos, la excitante escena.

-Igual hasta le da más gusto que sea su hijo precisamente el que se las está chupando... –dije yo con picardía.

-No te extrañe. –Me contestó ella sonriendo y poniendo una mano sobre mi muslo en señal de complicidad.

-A mí todo esta partida de parchís me está gustando mucho más siendo con vosotras que si es con dos chicas amigas nuestras por ejemplo… -Le dije yo a mi madre mirándola a los ojos. Mi madre entonces se acercó para darme un piquito y como yo abrí la boca ella también lo hizo y entonces nos dimos un breve beso con las lenguas al aire tras el cual sonreímos con complicidad.

Luego, volviendo nuestra atención a la mamada de tetas de Arturo a su madre, mi madre dijo dirigiéndose a mi tía:

-Hace tiempo que no te las chupaban con esas ganas, ¿eh, cacho guarra?

- Ya lo creo. Y qué gusto da, chica, qué gusto da que te las chupen con esta ansia. ¡Con lo que a mí me gusta de siempre que me chupen las tetas!

Los intensos chupeteos de Artur en las tetas de su madre estaban llevando a esta al paroxismo del placer ya que al parecer las tetas de mi tía son extraordinariamente sensibles.

-¡Qué gusto, qué gusto...! –decía mi tía completamente excitada y sin molestarse en ocultar o disimular en absoluto su excitación-. Y yo que no te iba a dejar chupármelas... Sigue, sigue, muérdemelas, cómemelas enteras. ¡Uummm…! Disfruta de las tetazas de tu madre, que para eso están. ¡Ay, pero qué caliente me estás poniendo, hijo, y qué gustazo me estás dando!

Si mi tía no tuvo un orgasmo cerca le anduvo. Cuando Artur se dio por satisfecho con el chupeteo de tetas le dio un cachete en el culo a su madre y dio por concluida la prueba diciéndole:

- Unas tetas muy ricas, sí señora... –A lo que mi tía Sofía respondió plantándole un señor morreo a su hijo en la boca metiéndole la lengua hasta la campanilla mientras mi madre y yo reíamos y aplaudíamos el gesto.

A las pocas tiradas fui yo el que comió una ficha de mi madre.

-Pues ahora, mamá, me toca a mi chuparte las tetas ¿qué te parece?

-Pues bueno, si quieres... yo aquí las tengo y como no se puede decir que no...

-Venga, venga... ¿Pero dirías que no aunque pudieras, zorrona? – le dijo mi tía con desparpajo.

-Bueno, la verdad es que si me gusta tanto como antes a ti que te las haya chupado tu hijo seguro que no es para decir que no, ¿eh?

-Oye, mamá, si no quieres no te las chupo ¿eh? Ya se me ocurrirá otra cosa...- le dije yo como para tantear su predisposición ante lo que me disponía a hacer.

-No, hijo, chupa, chupa, que me alegro mucho de que tengas ganas de chuparle las tetas a mamá. Si de verdad te gustan aunque ya las tenga caídas...

-Ya lo creo que me gustan, mamá. Tienes unas tetas cojonudas y estoy deseando comértelas.

-¡Uy, qué chico! Pues venga, hijo, cómemelas como tú dices... –reía mi madre divertida.

-¿A ti te va a gustar que te las chupe tu hijo? – le pregunté yo con picardía.

-Seguro que tanto como antes le ha gustado a tu tía...

Mientras ella continuaba sentada en el sofá, me puse de rodillas entre sus piernas y acercando mi boca a sus pechos enseguida me metí un pezón en la boca iniciando una lamida de tetas en toda regla.

-Te gusta ¿eh, putón? –le decía mi tía riendo.

-Hombre, no me va a disgustar... –replicaba mi madre sin rechazar para nada el calificativo que le acababa de aplicar su cuñada-. Además mi hijo me las chupa muy bien.

Cuando llevaba un rato chupándole alternativamente los pezones a mi madre y amasándole las tetas se me ocurrió decirle a Artur:

-Oye, ¿por qué no me ayudas a chuparle las tetas a esta calentorra? Es que yo solo si no le tengo que tener una teta desatendida mientras le chupo la otra.

-Pero bueno, menudo par de pillos. –Decía mi madre sin el menor asomo de rechazo a mi propuesta. Enseguida Artur se puso a mi lado y se amorró a la teta de mi madre que yo dejaba libre y que ella misma le ofrecía con todo descaro. Los dos empezamos a chuparle los pezones con ganas provocándole un gran gusto en las tetas.

Tras un rato de intenso chupeteo en sus colgonas mamas dimos por concluida la prueba y mi madre, como ya empezaba a ser costumbre tras cada prueba, nos dio un decidido morreo a cada uno que degustamos con gran placer. Mi madre, como ella misma decía, es muy besucona y desde luego que no perdía ocasión de demostrarlo. A mí me dio un rico morreo con lengua mientras yo aprovechaba para acariciarle una de sus enormes nalgas. Luego con mi primo se entretuvo incluso más y estuvieron dándose la lengua un buen rato e incluso en un momento dado algo de saliva se escurrió de sus bocas para caer sobre una de las tetas de mi madre sin que por ello los dos dejaran de morrease.

Cuando finalmente mi primo y mi madre pusieron fin a su caliente beso reiniciamos la partida mientras mi tía le decía a mi madre:

-¿Qué, te ha dado gusto que te coman los dos a la vez las tetas, eh, zorra?

-La verdad es que sí. Me han dado mucho gustito y me han puesto... uy, cómo me han puesto…

-Ya se ha visto, ya, que bien que se lo has agradecido con esos morreos de golfa, ja, ja, ja…

Seguimos con la partida y en la siguiente ocasión fue mi madre la que capturó una ficha mía.

Evidentemente ya con menos prejuicios habida cuenta de los anteriores mandatos, aunque aún así con cierta sorpresa para mí, me pidió que le dejara tocarme los huevos.

-¡Hala, mira qué atrevida! – dijo mi tía riendo. – Queriendo tocarle los huevos a su hijo la muy puta.

-Bueno, él antes me ha querido chupar las tetas a mí y bien que nos ha gustado a los dos...

- A los tres. –Puntualizó Artur con humor.

Yo me situé delante de mi madre dejando mi paquete ante su cara y ella, alabando el tamaño de mis testículos, empezó a acariciármelos con gran mimo y placer para mí. En el trascurso de la prueba me tocó también un poco el capullo, que ya lo tenía baboso a tope de la calentura que arrastraba.

-Mamá, estoy a punto de correrme – le dije mientras ella sonreía y continuaba con sus manoseos-. Como sigas así te voy a poner las tetas perdidas.

–No pasa nada, hijo; si es tuya no creas que me va a dar ningún asco que me riegues las tetas con la lechecita que te salga de aquí...

Mi madre siguió magreándome los huevos y, de vez en cuando el capullo, un buen rato. No llegué a correrme precisamente porque sus caricias en la punta de mi polla no eran continuas, que si no desde luego que todo mi torrente de leche hubiera ido a parar a sus redondas tetas o incluso a su cara. Tras unos deliciosos minutos de manoseo mi madre dio por concluida la prueba diciéndome:

-Bueno, lo de regarme las tetas con tu leche para otra vez que te coma una ficha, ¿eh, cariño?

-Pues espero que me comas pronto, mamá. – Contesté yo provocando la carcajada general.

Estaba ya muy claro para los cuatro que allí acabaría pasando de todo entre nosotros e incluso sin que el parentesco madre-hijo fuera resultar un impedimento para nada. La partida ya era un mero pretexto, un hilo conductor, pero todos estábamos por la labor de continuar jugando porque desde luego era una forma tremendamente excitante de ir propiciando situaciones y acciones cada vez más sexuales y atrevidas entre nosotros.

En la siguiente oportunidad fui yo el que comió una ficha a mi primo Artur. Tras pensarlo un rato haciendo que las dos mujeres se fueran excitando aún más pensando en lo que le mandaría hacer a Artur, decidí ordenarle que les pasara la polla por las tetas a ambas. Entonces surgió una cierta polémica, más en tono de broma que real, sobre las peticiones que implicaban a un tercero cuya ficha no ha sido comida. Tras hablarlo un rato en el mencionado tono jocoso, llegamos al acuerdo de que esos mandatos se cumplirían si el tercero implicado estaba de acuerdo; si no lo estuviera habría que hacer otro mandato. Preguntadas entonces ambas mujeres si estaban de acuerdo con mi mandato a Artur para que les restregara la polla por las tetas ambas asintieron riendo y mi tía le dijo a mi madre:

-Pues nada, Patricia. A ver si te van a bañar las tetas con lechada antes de lo que pensabas...

-Bueno, -contestó mi madre con despreocupación-. Tanto si es tu hijo como si es el mío el que me las riega no me va a molestar en absoluto. Será señal de que les gustan mis pechos, aunque ya los tenga caídos ¿no?

-De sobra sabéis vosotras que nos gustan, zorronas –dijo Artur al tiempo que se acercaba a donde estaba mi madre con la polla agarrada y le pedía a su madre que se sentara al lado de la mía para tener los dos pares de tetas más al alcance de su polla.

Artur les estuvo pasando la polla por las tetas de ambas mujeres durante un rato centrándose en acariciarles con su prepucio los pezones de ambas. Mientras lo hacía ellas no dejaban de reír y de hacer comentarios unas veces graciosos y otras claramente sexuales.

-Hay que ver –decía mi madre– la de cosas que hay que dan gusto y que no hacemos nunca ¿eh? A mí esto de pasarme una polla por las tetas no me lo habían hecho en la vida.

-Pues porque sois tontas, –les decía yo– que con lo buenas que estáis os lo podéis pasar estupendamente con quien queráis y haciendo todo tipo de cosas, calentorras.

-Sí, pero esto lo estamos haciendo hoy porque estamos seguras de que va a quedar entre nosotros y no se va a enterar nadie, que si no... –Decía mi tía mientras se agarraba sus pechazos para dejarlos más al alcance de la brillante y dura polla de su hijo.

-Pues es cuestión de elegir gente discreta, tía, y a disfrutar...

Mi tía y mi madre sonreían con mis argumentaciones y así transcurrió la prueba hasta que pasado un rato Artur ya se sentó de nuevo en su sitio.

-Pues no se habrá corrido en nuestras tetas pero bien húmedas que nos las ha dejado-. Dijo mi madre aludiendo al abundante líquido preseminal que Artur había esparcido con su polla por las tetas de ambas maduritas.

Seguimos jugando en un ambiente ya plenamente sexual. Se notaba que no sólo nosotros sino también ellas estábamos dispuestos a todo y que hasta teníamos ganas de que los mandatos fueran cada vez más atrevidos. Tras unas cuantas tiradas la fortuna me sonrió de forma especial y yo comí en una misma tirada a mi madre y luego a mi tía Sofía al contar las 20 reglamentarias. Les mandé que nos dejaran tocarles el chichi las dos. Ambas, aunque protestaron en broma por lo atrevido de la petición, enseguida se abrieron de piernas riendo y nos ofrecieron sus jugosos coñazos sin mayor problema. Entonces Artur y yo les estuvimos tocando la castaña a ambas durante un buen rato hasta ponerlas casi al borde del orgasmo. Empezamos cada uno tocándole el conejo a nuestra respectiva madre pues creo que a todos nos daba un morbo muy especial ese componente nítidamente incestuoso.

-¿Lo tienes jugosito, eh, mamá? –Le decía yo a mi madre mientras paseaba mis dedos por su caliente y humedísima raja.

-¿Tenías ganas de tocarle el chocho a mamá, hijo? –Me preguntaba ella mimosa mientras disfrutaba claramente con mis caricias.

-Pues claro, mamá, que tienes un chichi de lo más apetitoso, maciza. Jugoso y peludito, como a mí me gustan; y bien enmarcado entre estos soberbios muslazos, maciza. –Y entonces, mientras le seguía acariciando la raja con mis dedos, me acerqué a su boca y nos dimos un sabrosísimo morreo con las lenguas al aire.

-Y te gusta que mamá diga esas palabras como chocho y cosas así ¿a que sí, hijo?

-Desde luego mamá. Me gusta que seas una zorrona.

-A mí también me gusta que tú digas esas cosas delante de tu madre y que me llames a mi golfa y cosas así o me digas lo que quieras, cariño.

-Así que te gusta que llame a las cosas por su nombre ¿eh? Al chocho, chocho y a ti ¿cómo hay que llamarte? ¿Mamá, tía buena o también golfa, putorra o zorrona?

-Ja, ja, ja… Pues todo eso, cariño. Me gusta que llames todo eso. Me pone... uy, no se ni cómo me pone oírte que me llames esas cosas. Me gusta mucho que pienses que mamá es una cachonda y una golfa.

-Y más si te están tocando el potorro ¿a que sí, cacho puta? –intervino Artur al tiempo que cambiábamos y él se empezaba a ocupar de la castaña de mi madre y yo del gordo chochazo de la suya.

Casi fueron ellas las que nos obligaron a acabar la prueba y es que creo que estaban realmente a punto del orgasmo con nuestros manoseos y le daba corte todavía orgasmar con o delante de sus hijos. La cosa es que entre suspiros y risas dimos la prueba por superada y seguimos jugando. Pero la cosa, claramente iba a ir a más. Ya estábamos los cuatro lanzados y aquella partida de parchís hacía rato que se había convertido en un tobogán que nos deslizaba a los cuatro sin freno y completamente descontrolados hacia el vicio y el más intenso placer incestuoso.
-
 

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
6,204
Likes Recibidos
2,514
Puntos
113
 
 
 
-

2 Madres, 2 Hijos y una Tarde Lluviosa - Capítulo 004


El discurrir de la partida de parchís nos había llevado a un punto en el que se había hecho del todo evidente que aquello iba a desembocar en una fiestecita sexual de lo más morbosa. El hecho de que los cuatro jugadores de la partida fuéramos dos hijos y sus respectivas madres hacía que hubiera que avanzar con tacto, muy paso a paso y midiendo los efectos de cada acción, para que todos pudiéramos sentirnos cómodos con lo que fuera ocurriendo. Si aquella partida hubiera sido de mi primo Arturo y yo con dos amigas nuestras o incluso con dos vecinas maduritas, seguro que muy pronto, tras las primeras entregas de prendas, hubiéramos acabado follando sin mayores miramientos. Pero lo cierto (y de hecho para mí lo más morboso y excitante) era que nuestras compañeras de juego eran nuestras propias madres; era a ellas a las que poco a poco habíamos ido viéndoles los muslos, las tetas y el coño, a las que les habíamos mostrado nuestros erectos cipotes; era a ellas a las que, indistintamente y en las sucesivas pruebas, habíamos besado al principio con tímidos piquitos y luego con decididos morreos; y era a ellas, a nuestras madres, a las que en esta fase del juego estábamos metiendo mano con toda libertad amparados en las reglas del juego; era a mi madre y a mí tía a las que mi primo y yo les estábamos tocando las tetas y hasta el chocho. Y ellas se estaban mostrando encantadas con el discurrir de la partida, cada vez más abiertas, con menos rubores, haciéndonos ver con su actitud y sus besos llenos de sexualidad y saliva, que todo aquello a ellas también les estaba gustando. Y lo mejor de todo es que la partida continuaba.

Era ahora mi primo Artur el que tiraba el dado y el valor que le salió le llevó a comer una ficha a mi madre. Entonces le recordó lo del “Chúpate esa” que antes le había dicho ella en una ocasión anterior en la que mi madre le había comido una ficha. Artur sonriendo le recordó a mi madre que ahora iba a ser ella la que tenía que chuparle “esa” a la vez que inequívocamente señalaba hacia su más que erecta polla. Todos nos reímos y yo vi a mi madre, a pesar de lo lanzada que estaba, dudar un tanto. A fin de cuentas hasta ahora había habido toqueteos, aunque fuera de zonas muy íntimas, y nosotros les habíamos chupado las tetas a nuestras madres. Pero por alguna razón, chupar una polla parece una especie de paso definitivo, una declaración ya abierta de que la acción sexual irá hasta el final. Mi madre debía estar pasando internamente por esas deliberaciones y se reflejaba en su cara. Yo entonces le guiñé aprobadoramente y simultáneamente su cuñada, le dijo también riendo:

-Bueno, chica… Si ellos nos chupan las tetas...

-Venga, mamá –la animaba yo para disipar sus posibles reparos, posiblemente más debidos a mi presencia que al hecho en sí de chuparle el nabo a su sobrino-. Hazle una buena mamada a este calentorro; que se entere cómo la chupa mi madre.

Todos reímos una vez más y ya vi a mi madre más desenvuelta y hasta dispuesta a hacer frente a la prueba sin mayores consideraciones.

-¿De verdad, hijo? –Preguntó mirándome-. Te parece bien que…

-¡Pues claro, mamá! –Le dije yo, y además aproveché para, dado que estaba sentada am mi derecha, acercarme un poquito a ella y darle un breve beso en los labios, beso que ella me devolvió de la misma manera-. A mí me va a gustar mucho verte demostrándole a Artur lo que sabes hacer con esta boquita tan bonita que tienes. –Y entonces volví a darle un beso esta vez con lengua a la vista, que aunque fue breve, me gustó y excitó mucho. Por alguna razón, pensar que la lengua de mi madre, que yo acababa de degustar y lamer, iba enseguida a estar lamiendo la polla de mi primo, me excitaba terriblemente.

-Bueno, pues si hay que chupar chuparemos. Que no vayáis a pensar que nosotras no sabemos hacer cosas de esas, por muy guarradas que sean.

Entonces mi madre se arrodilló entre las piernas de Artur, que seguía cómodamente sentado en su butaca a la derecha de mi madre, y agarrando su cipote le dio unas lamidas y después se lo metió en la boca iniciando una espectacular mamada. A mí me estaba llevando al borde de la extrema erección tanto el ver a mi madre chupándole con aquel desparpajo la polla a Artur como el verla también por detrás, dada la posición que yo ocupaba, con su tremendo culazo apoyado en sus talones y expuesto en todo su esplendor.

Sin duda no era la primera polla que mi madre se metía en la boca porque desde luego chupaba con mucha solvencia. La pregunta que me asaltó entonces, y que contribuyó a excitarme aún más, fue cuántas pollas se había metido mi madre en la boca antes que la de Artur. Este, por cierto, estaba empezando a dar unos suspiros que mostraban bien a las claras que mi madre estaba haciendo un buen trabajo.

-¡Cómo la chupas, mamona! Sigue, sigue, que me estás dando un gustazo tremendo, cacho golfa. ¡Joder, nada menos que la calentorra de mi tía Patricia mamándome el nabo! Y hay que ver cómo lo hace la muy guarra. Sigue, sigue, así, así, con toda la lengua de arriba abajo, zorra.

-Cómo la mama tu madre, ¿eh? –me dijo mi tía, que estaba sentada en la butaca a mi izquierda, dándome un codazo mientras yo observaba embelesado y muy excitado la caliente escena.

-Sin duda lo debe hacer bien. A ver cuándo os como una ficha para que me hagáis a mí un trabajito igual porque estoy que reviento.

-¿Y a quién prefieres comerle la ficha, a tu madre o a mí? –Preguntó con malicia mi tía mientras aprovechaba para acariciarme los huevos.

-Me da igual, tía. La verdad es que de sólo pensar en que me la chupéis alguna de las dos creo que me voy a correr.

Entonces oímos que Artur suspiraba con mayor fuerza y empezaba a decir:

-Que me voy, zorra, que me corro, cacho guarra. ¡Ahí va toda mi leforra para ti, golfona! ¡Ahhhhh…! ¡Ufffff…! Ahí va tooooodooooo….!

Mi madre entonces, en el momento en que se producía la corrida de Artur, se sacó su polla de la boca y recibió la catarata de leche masculina en todas las tetas firmando la autoría del primer orgasmo de la tarde, que mi tía Sofía y yo, que habíamos sido los espectadores, celebramos y aplaudimos entusiasmados vitoreando a los protagonistas de la escena.

Yo palmeé a mi madre en el hombro felicitándola:

-Buen trabajo, mamá. Le has demostrado lo que sabes hacer con una polla en la boca.

-¿Te ha gustado, eh, cabronazo? Mira cómo te la ha dejado de floja tu tía –le decía riendo la tía Sofía a su hijo a la vez que le tocaba la ahora pringosa y morcillona polla.

-Tranquila, mamá, que en el plan que estamos y con vosotras dos aquí en pelotas no tardará en ponerse otra vez a tono –prometió Artur respirando aún agitadamente y satisfecho por la corrida que acababa de experimentar.

-¡Ay, pero qué cerdito es mi niño! –le dijo a Artur su madre mientras se inclinaba sobre él para darle un húmedo beso que ambos degustaron con placer.

A continuación Arturo dijo dirigiéndose a mi madre:

-Tía Patricia, me las has comido de miedo. Ha sido la mejor mamada de mi vida. Quiero que sepas que me ha encantado de verdad y que estoy muy, muy contento de que hayas accedido a chupármela. Ha sido cojonudísimo, tía.

-¿Qué pensabais, que una vieja como yo no iba a saber chupar un cipote? –decía mi madre complacida y halagada.

Yo entonces, una vez mi madre hubo recuperado su sitio sentándose a mi lado, me incliné de nuevo sobre ella y le dio un nuevo beso en la boca chupándonos las lenguas con verdadero vicio.

-Estoy orgulloso de ti, mamá. Que lo sepas.

-¿De verdad, cariño? –dijo ella volviendo a besarme los labios, esta vez con un breve piquito.

-Claro, me encanta tener una madre así de golfa y buena mamona –le respondí haciendo que todos riéramos. Y de nuevo nos dimos un beso, esta vez con lengua, tras el cual ella me hizo una pregunta que contribuyó a excitarme aún más, y es que mi madre, tras acabar de besarnos, me dijo:

-¿Y no te importa besarme así aunque le haya estado chupando la polla a tu primo hace un momento?

-¡Pues claro que no! –Fue mi decidida respuesta-. Todo lo contrario, mamá; es delicioso besarte esa boquita de mamona y disfrutar de tu lengua.

Seguimos haciendo comentarios jocosos y picantes durante unos minutos y después ya reanudamos la partida. Cuando nos disponíamos a coger los cubiletes mi madre me preguntó a mí:

- ¿Tú también vas a pedir en prenda una mamada en cuanto nos comas una ficha a tu tía o a mí, hijo?

La pregunta de mi madre tenía miga y yo así lo capté. Ella, creo interpretar, estaba interrogándome y testeando mi disposición a que, llegado el caso, también resultara factible que fuera ella misma la que me hiciera una mamada a mí, a su propio hijo. Como semejante posibilidad a mí no sólo me parecía bien y me excitaba sino que sencillamente me entusiasmaba, enseguida le respondí:

-Lo que puedo decirte, mamá, es que estoy deseando comerte una ficha yo también... Y de nuevo le di un piquito en su boquita de mamona y además aproveché para pellizcarle suavemente un pezón mientras ella gemía aprobadoramente.

Todos reímos una vez más y mi madre me devolvió otro beso en los labios como agradeciéndome mi disposición favorable a que hiciera aquel tipo de cosas. Luego ya nos dispusimos a hacer rodar los dados de nuevo.

Mientras jugábamos comentábamos la habilidad de mi madre chupando pollas y yo lancé la idea de que seguro que la de Artur no era la primera polla que se metía en la boca. Sin embargo mi madre no contestó aunque tanto ella como mi tía Sofía se miraron y sonrieron con malicia.

En la siguiente jugada en la que se produjo una captura fue Artur el que nos comió a mí y a mi madre también en una jugada doble. Su mandato consistió en que yo le pasase la polla por el culo a mi madre. Tanto mi madre como yo nos miramos entre sorprendidos, divertidos y excitados aceptando la petición de mi primo. Enseguida nos colocamos en posición entre risas y comentarios picantes. Mi madre se levantó y dándome la espalda se inclinó un poquito hacia delante para dejar aún más salido su culazo, y eso que de suyo natural su trasero ya es muy salido y respingón.

-Bueno, cariño. ¿Te va a gustar arrimarme la polla al culo? –decía ella coqueta y segura del atractivo de su trasero.

-No sabes cuánto, mamá.

A continuación empecé a pasar mi humedísimo cipote por las gordas nalgas de mi madre. Luego empecé a deslizar mi polla por toda la raja de arriba abajo. Tras unos pocos pases en este plan ya me decidí a detenerme en su ano y estuve un poquito acariciándole el ojete con el capullo. Mi madre gemía de gusto y me decía con una mezcla de coquetería y malicia:

-¿Te gusta el culito de mamá, eh, cariño?

-Bien sabes tú que con este culazo vuelves loco a cualquiera, zorra, y tu hijo no iba a ser una excepción-. Le respondía yo completamente excitado y bien agarrado a sus amplias caderas.

-Pues disfruta con él, hijo, disfruta con el culo de mamá. Ahí lo tienes y es todo para ti, mi amor. Si tanto te gusta disfruta con mi culo todo lo que quieras.

En el transcurso de mis caricias hasta me atreví a tocarle un poco el chichi con el capullo mientras mi madre reía complacida.

-Que eso no es el culo, pillín-. Me decía ella riendo complacida.

-Pues te aseguro que acercarte el cipote a esa zona también me gusta mucho, mamá.

-Pero eso tendría que esperar a otra tirada ¿no?

- No se si aguantaré –contestaba yo en broma.

Al poco rato ya dimos por concluida la prueba y proseguimos el juego.

En la siguiente oportunidad fui yo el que comió una ficha a mi tía Sofía.

-Dile que te la chupe – me aconsejaba con desparpajo y riendo mi primo.

-Es que también me apetece que me haga una cubana con esas tetonas...

-Pues mándale las dos cosas, hijo –intervino con alegría mi madre-. Que con esas tetazas que tiene tu tía bien arriba las puede poner para hacerte la cubana a la vez que te chupa el capullo. No seas tonto...

Aluciné, desde luego, con la atrevida y muy sexual sugerencia de mi madre, así que, tras estos consejos, formulé el mandato como había sugerido mi madre y mi tía me empezó a hacer una cubana y una mamada simultánea que no tardó en provocar mi primer orgasmo de la tarde porque no estaba yo a aquellas alturas como para contenerme mucho. De hecho no llevaría ni media docena de deslizamientos entre las tetazas de mi tía y otros tantos lengüetazos de ella en el capullo cuando no pude resistir más y exploté en una abundante corrida de espesa lefa blanca. De resultas de la misma, la cara y las tetas de mi tía quedaron completamente bañadas en leche mientras todos reíamos complacidos por el resultado de la prueba, especialmente yo, claro.

Mi tía hizo ademán de ir a limpiarse todo el semen que yo le había dejado sobre sus tetas y cara pero su hijo la detuvo.

-No hace falta que vayas a limpiarte, mamá, que estás así muy guapa-. Y no sólo le dijo eso sino que él mismo le extendió el semen que yo había dejado sobre las tetas de su madre por todas sus amplias mamas y también recogió con los dedos los dos goterones que habían quedado sobre su barbilla y su mejilla derecha y aprovechó con los dedos así manchados de mi semen para frotarle los pezones a su madre. La escena estaba resultando tremendamente morbosa y excitante y de hecho bien lo notó mi polla, que enseguida volvió a estar dura y empinada como un mástil. Además, tras el frote de pezones a su madre, Arturo le dio a esta un morreo sin contemplaciones al que ella respondió también muy jugosamente. A parecer a mi primo tampoco le importaba besar a su madre después de que ésta hubiera estado chupando una polla.

Mientras mi tía y mi primo se morreaban, mi madre me preguntó si había disfrutado de la prueba; le dije que sí y ella me respondió diciéndome que enhorabuena y acto seguido y sin previo aviso también me plantó un morreo así que nos entregamos a chuparnos las lenguas con enorme vicio. Y allí estábamos las dos parejas de madre e hijo, besándonos como auténticos amantes viciosos y disfrutando del enorme morbo de aquellos emparejamientos. Yo además, mientras me besaba con mi madre, le metí la mano entre los muslos y tras sobar un poco su ajamonado muslamen, subí la mano hasta dejársela en el coño, que encontré realmente encharcado. Tras pasear mis dedos por su pelambrera y por su raja estuve acariciando suavemente su clítoris mientras ella gemía más que sonoramente, y todo ello sin dejar de morrearnos de una forma bastante guarra pues a mi madre, desde luego, le gusta mucho besar y lo hace condenadamente bien, con mucha saliva de por medio siempre.

Una vez acabó esa sesión de besuqueo intenso de cada hijo con su madre, y tras una nueva tanda de comentarios y felicitaciones, proseguimos la partida.

En la siguiente jugada mi tía Sofía, que era la que más adelantada iba en la partida, metió una ficha en la meta y se dispuso a mandarnos algo al resto de jugadores.

-Bueno, ahora me toca a mi mandar y después de lo que os hemos hecho nosotras a vosotros, que os habéis corrido bien con nuestras mamadas, cabronazos, no sé que mandaros.

-Pues mándanos que os chupemos nosotros a vosotras esos chochos tan ricos que tenéis... ya veréis como os gusta, macizas. –me atreví a sugerir yo.

-Pero eso será mucha guarrada ¿no? –dijo mi tía casi como con sorpresa ante mi sugerencia.

-Hombre, pues una guarrada tan rica como cuando vosotras nos habéis chupado a nosotros el capullo. –Aclaró Artur con picardía.

-¿De verdad nos chuparíais ahí abajo? –preguntó mi madre también con cierta incredulidad pero con un brillo de vicio en los ojos.

-Pues claro, mamá. Tiene que dar gusto relameros la raja, y más gusto os va a dar a vosotras, claro. -Dije yo a la vez que le daba a mi madre un apretón en uno de sus gordos muslos.

-No me digáis que no os gusta que os coman el higo... –exclamó Artur mientras deslizaba una de sus manos entre los muslazos de su madre.

-Bueno... –contestó mi madre como dudando.

-¡No me digáis que nunca os han comido el coño! – exclamó entonces mi primo ante el tono de desconcierto que mostraban ambas mujeres.

-Pues la verdad es que no, por lo menos a mí no. –Respondió mi madre mientras mi tía hacía gestos en el mismo sentido.

-Pues ya es hora de que os hagan una buena limpieza de bajos y os den gusto en el chichi con la lengua así que aquí nos tenéis a nosotros. – Les dije yo-. Tía, a tus órdenes

-Chica, pues que nos lo hagan, ¿no? – le dijo mi madre a su cuñada con un tono de cachondez evidente-. La verdad es que no se por qué nos parece bien chuparles nosotras las pollas y nos da no se qué que nos chupen a nosotras el chocho. Es lo mismo, ¿no?

-Pues venga, venga, que nos lo chupen –ordenó mi tía con excitación en la voz.- ¡Uy, cómo me pongo de sólo pensar que nos van a pasar la lengua por la raja! Me parece una marranada tan gorda... y más todavía que sean nada menos que nuestros hijos los que nos la hagan.

-Bueno, ¿y cómo queréis que os lo chupemos? Quiero decir, ¿a quién se lo chupamos cada uno de nosotros? –pregunté yo.

- Ay, no se. –Dijo mi tía–. Como queráis, ¿no? A mi desde luego me da igual.

-Tú eres la que manda, tía... –dije yo tremendamente excitado ante la posibilidad de comerle el chocho a mi propia madre, una posibilidad que me excitaba tremendamente, claro.

- No sé; si os da corte chupárselo a vuestra propia madre pues...

-De corte nada –interrumpí yo rápidamente al tiempo que todos nos levantábamos como para tratar mejor el contenido de la prueba-. Por lo menos a mi no me importaría darle unos buenos lengüetazos en el higo a esta jamona. Y al tiempo que decía esto le daba una palmada a mi madre en el culo mientras ella sonreía con cierto nerviosismo pero con un evidente brillo de lujuria en la mirada.

-¿Y a ti, Artur? –Proseguí yo-. ¿Te da corte comerle la castaña a tu madre?

- ¿Corte? Me apetece un montón chuparle ese potorrazo; ahora que también se lo chuparía con gusto a esta otra zorra ¿eh? –Apuntó mi primo mientras le daba un cachetito en las nalgas a mi madre.

-Pues venga, empezáis así y luego ya cambiaremos o ya habrá más tiradas y tendréis más oportunidades, ¿no? –dijo mi madre visiblemente excitada.

-¿Entonces te parece bien que te chupe yo el conejito, mamá?

- Si a ti te apetece... a mí… qué te voy a decir; que me parece estupendo, hijo.

Aclaradas así las cosas y con gran excitación entre todos, especialmente entre las dos maduritas, nos dispusimos a cumplir con la prueba. Indicamos a las dos mujeres que se sentaran y se abrieran bien de piernas para dejar sus apetitosos coñazos bien a la vista. Nosotros nos situamos arrodillados entre sus piernas y comenzamos a lamerles el chocho, yo a mi madre y Artur a la suya. Ponerme frente al peludito conejo de mi madre para comérselo creo que ha sido el instante más excitante que he vivido desde un punto de vista sexual. Es algo tremendo. Mi madre, abierta de piernas, ofreciéndome su jugoso chocho y yo a punto de meterle la lengua en aquella deliciosa raja. La sola idea era como para correrse sin tocarse. Me dispuse a disfrutar del momento y a hacerle disfrutar a mi madre todo lo que pudiera. Para empezar le pasé los dedos por su humedísima raja y le separé los labios para acto seguido acercarme a aquella riquísima almeja con mi lengua dispuesto a devorarla y sorberla entera. En cuanto deslicé mi lengua por entre los labios del chichi de mi madre, ésta empezó a gemir de forma tremendamente sonora. Aunque pronto quedaron sus gemidos ahogados por el sonido que provenía de la otra pareja.

-¡Ay, qué gusto, pero qué gustazo más grande! – decía Sofía en voz alta y completamente excitada.

-¿Y a ti, mamá? –le pregunté yo a mi madre parando un momento de chuparle el higo-. ¿Te gusta lo que te estoy haciendo?

-¡Ay, hijo! Me estás volviendo loca. Me encanta lo que me estás haciendo. Y lo que más me calienta y me hace gozar es que me lo estés haciendo tú, hijo. ¡Menuda cerdada más rica, y además con mi hijo! ¿Y a ti? ¿Te gusta chuparle ahí abajo a mamá?

Yo por toda respuesta arrecié en mis lamidas en la raja de mi madre haciendo que ésta suspirara y gimiera con mayor fuerza. Después de lamerle los labios y el agujero de su chocho con fuerza me centré en su clítoris y aquello sí que ya fue lo máximo. Mi madre comenzó a gemir casi con escándalo y a los pocos minutos estallaba en un fenomenal orgasmo gritando fuera de sí.

-¡Ummm…! ¡Ahhhh! ¡Qué buenoooooo! ¡Ahhhhhh…! ¿Pero qué le has hecho a la zorra de tu madre, hijo? ¡Uuuuuuh…!

-Pues darte en el chocho el gustito que te mereces, cachondona.

-Querrás decir el gustazo, cabronazo, que me has vuelto loca de gusto. Ha sido increíble. Qué gusto más grande me ha dado portarme como una cerda y dejar que mi hijo me lama la raja.

Entonces oímos a mi tía Sofía que estallaba en otro estupendo orgasmo provocado por las lamidas de su hijo en su carnoso conejo.

Cuando todos nos hubimos reincorporado y sentida tranquilamente en nuestros sitios mi madre riendo dijo:

-¡Ay, ay, ay! ¡Pero qué guarras estamos hechas! Mira que dejar que nuestros hijos nos laman el chocho... y encima que nos dé tanto gusto.

-No se tú, chica, pero yo he tenido el gusto más grande de mi vida. –Dijo mi tía-.

-Eso de momento, tía, de momento, que seguro que todavía podemos darte más gustito, ya verás –apunté yo.

-Ha sido cojonudo. Ahora entiendo porqué a los tíos les gusta tanto que se la chupen. Y si todavía decís que nos vais a dar más gusto pues ya no se qué nos vais a hacer.

-Ha sido estupendo, la verdad –dijo mi madre mientras me agarraba la cara y me plantaba un morreo en toda regla degustando intensamente mi lengua, que a buen seguro aún tenía el sabor de su propio conejo.

Artur y mi tía también se dieron un beso con lengua y luego ya nos dispusimos a continuar la partida. Tras varias tiradas se produjo una nueva oportunidad de capturar una ficha, esta vez a cargo de Artur. La propietaria de la ficha a tiro era mi madre y finalmente Artur se la comió. Aunque nadie había reparado en ello, especialmente tras las últimas emociones y placeres vividos, tras comer la ficha a mi madre y cuando todos estábamos esperando que Artur formulara el correspondiente mandato, éste se dio cuenta de que al contar las 20 casillas preceptivas comía también una ficha a la suya. Todos estallamos en una sonora carcajada y, tras considerarlo un poco, Artur les ordenó que ahora fueran ellas las que nos la chuparan. Pero como mi madre ya se la había chupado a él y a mí también me la había chupado mi tía a la vez que me hacía una cubana con sus espectaculares melonazos, Artur ahora les ordenó que fuera mi madre la que se encargara de chuparme la polla a mí mientras su madre se hacía cargo de la suya. Ellas rieron con malicia pero sin mostrar el menor atisbo de contrariedad, cosa que a estas alturas ya tampoco se hubiera justificado. Enseguida se amorraron cada una a la polla correspondiente a su propio hijo y empezaron a hacernos una mamada de antología.

-Venga, zorras, a sacarnos la leche bien sacada. Estas furcias tienen que probar todas las pollas. –Decía Artur.

-Y habrá que ir pensando en que las prueben por más sitios que por la boca. –Le contesté yo mientras disfrutaba de las deliciosas lamidas de mi madre. Entonces ésta, dejando de chupármela por un instante, me miró a la cara con un brillo especial en sus ojos y me dijo.

- En qué estarás pensando, cabronazo... –dijo con malicia antes de reanudar la mamada.

Mi madre la verdad es que comía la polla realmente bien. La envolvía con la lengua y la baboseaba tremendamente. Gruesos goterones de su saliva se desparramaban por mi polla yendo a parar a mis huevos mientras ella seguía y seguía mamando. También me sobaba con sus manos mis ensalivados huevos y hasta en un momento dado deslizó un dedo hacia mi ojete y me lo estuvo acariciando mientras su boca seguía haciendo diabluras con mi prepucio.

-¡Cómo la comes, mamá! –le decía yo extasiado y apoyando las manos en su cabeza-. Eres cojonuda mamando rabo, mamá. Sigue, preciosa, sigue. Ummmm…

La mamada continuó y al rato y casi al unísono tanto mi primo como yo estallábamos en un tremendo orgasmo que tuvo como efecto dejar a ambas mujeres con la cara y el pecho lleno de semen. Las dos se apartaron en el momento de nuestra corrida pero no tuvieron reparos en recibir nuestra descarga sobre sus caras y pechos a la vez que se reían complacidas también por el placer que nos habían proporcionado.

-Mira, mira cómo disfrutan estos cerditos con la mamada que les hace su propia madre –decía mi tía riendo complacida.

De nuevo agradecí a mi madre con un tremendo beso su mamada y, desde luego, no me importó lo más mínimo percibir en su lengua los restos del sabor de mi polla en su boca. Fue un beso que disfrutamos mucho y nos dimos la lengua con verdadera pasión y durante un buen rato.

-Así me gusta, hijo, que beses así de bien a tu madre aunque tenga en la boca sabor a polla. –Me decía ella con un brillo de lujuria en sus ojos.

Proseguimos la partida y pocas tiradas después yo metí una ficha en la meta. Correspondía por tanto un mandato para todos los jugadores.

-Bueno, chicas, ¿qué os parece si echamos un polvito? –Dije así como quien no quiere la cosa.

Ellas reían con picardía y quizá también con algo de nerviosismo ante mi propuesta pues a pesar de todo lo ocurrido y de que eran ya varios los orgasmos experimentados por todos, aún no habíamos follado. La primera en responder fui mi tía:

-Bueno... Ya que estamos así y si es eso lo que nos mandas... Yo la verdad no voy a decir que no porque tengo que confesar que estoy caliente como una burra y deseando follar como una perra; así de claro os lo digo a los dos. Creo que no había estado tan salida desde hace más de 30 años...

-Y te apetece una polla en el chocho ¿eh, guarra? –completó mi madre.

- Pues hombre, como que a ti no. A mí me apetece follar una barbaridad. ¿Y a ti?

-Pues claro que me apetece, y más viendo estas dos pollas tan ricas que tenemos aquí, que yo también estoy cachonda perdida, sobre todo después de la mamada de antes. No te vayas a pensar que eres la única calentorra que hay aquí. –Contestó mi madre con desparpajo.

-Bueno, venga, ¿cómo lo hacemos? Que ya tengo ganas de meterla en caliente. ¿En qué chochito se va a meter mi pichón? –Apremió Artur a la vez que se agarraba su herramienta y se la acariciaba previendo el placer que iba a recibir en breve.

-Que lo diga el que tiene que ordenar el mandato ¿no? –Señaló mi madre sonriéndome.

-Seguro que habrá tiempo y ocasión para todo pero si tenéis alguna preferencia para esta vez yo la respeto. –Les dije.

Como nadie decía nada yo terminé estableciendo:

-Bueno, pues tú, Artur, fóllate a la putona de mi madre mientras yo me jodo a la zorra de la tuya.

Todos reímos y mi tía, según se acercaba insinuante hacia mí, me dio un breve beso con lengua y me dijo:

-Os parece un poco fuerte hacerlo así de buenas a primeras con vuestra madre ¿no?

-¿Fuerte? Lo que nos da es un montón de morbo, pero igual a vosotras… –dije yo casi a la vez que Artur me interrumpía:

-Eso lo que nos pone es muy cachondos, mamá, y lo que queremos es metérosla a las dos, yo por lo menos, sin importar si empezamos por nuestra madre o por nuestra tía ¿o no? -Todos reímos y yo concluí:

-Bueno, pues entonces empezamos así y ya seguiremos jugando. ¿Eh, qué os parece?

Los cuatro estallamos en una sonora carcajada y como en aquel momento miré a mi madre fue ésta la que contestó:

-A mí me parece estupendo, cariño mío. ¿Qué creéis, que a nosotras no nos pone cachondas que nos folléis los dos?

Todos sonreímos con picardía y satisfacción pues sin duda nos excitaba la idea de follar a nosotros tanto con nuestra madre como con nuestra tía y a ellas tanto con su hijo como con su sobrino.

A continuación mi tía, tras darme un nuevo e intenso morreo, se arrodilló delante de mí y empezando a lamerme la polla me dijo:

-Venga, sobrino, deja que te la chupe un poco para que luego le des a tu tía el gustazo de su vida, cabronazo mío.

-Pues chupa tía y espatárrate cuanto antes que te la voy a meter hasta los huevos, cacho guarra.

Tras unos breves lametazos mi tía se tumbó en el suelo y se abrió de piernas cogiéndose de las rodillas y mostrando su gordo y abultado chochazo, dejándolo a mi disposición para penetrarlo. Entonces reparé en que Artur justo separa su boca de la mi madre, con la que había estado morreando a tope, y la estaba tumbando en el sofá y poniéndole las piernas por encima de sus hombros. En esa posición se dispuso a clavársela en todo el peludo coñazo de mi madre.

-Échale un buen polvo a esa puerca. –Le animé yo mientras observaba como mi madre sonreía y me guiñaba sin molestarse en absoluto por el hecho de que la hubiera llamado puerca.

Enseguida ambos invadimos los chochos de las dos maduras arrancándoles el primer y sonoro suspiro de aquel polvo. Iniciamos el bombeo y pronto ellas empezaron a gemir y a suspirar de placer.

-Pero qué gustazo le estás dando a tu tía con esa polla tan gorda que tienes, cabronazo. –Me decía mi tía Sofía-. Jódeme, jódeme bien, cariño. Así, así… Sigue, dame, dame bien fuerte.

-¡Ay, qué gusto, qué gusto! –decía mi madre sin parar de gemir ante las arremetidas de mi primo-. ¡Qué gustazo sentir una polla tan rica en todo el conejo!

Nosotros aguantábamos bastante por nuestras recientes corridas pero ellas sin duda estaban calientes al máximo pues en cuanto arreciamos en nuestras acometidas casi a la vez ambas estallaron en sendos orgasmos gritando como locas.

- ¡Pero qué gustazo! –decía mi tía riendo con ganas-. Hace años que no sentía esto.

-¡Ay cómo me ha gustado, cacho cabrón! –le decía mi madre a Artur tras experimentar su primer orgasmo con la follada de su sobrino.

A pesar de que ellas habían tenido ya un orgasmo, nosotros seguíamos follándolas pues ambos estábamos aún lejos de eyacular. Mientras las jodíamos yo le decía a Artur:

-¿Qué tal, jode bien la cerda de mi madre?

-Como una auténtica puta. –Contestaba él riendo mientras la barrenaba agarrado a los muslos de la hembra-. ¿Y esa golfona que tienes debajo?

-Divinamente; tiene un coñazo de lo más jugoso, y no veas cómo me pone ver cómo se le mueven las tetas mientras la jodo.

- Menudos cabronazos estáis hechos... –decía mi madre entre suspiros.

-¿Y tú qué dices, mamá? –Le pregunté yo a mi madre-. ¿Te jode bien ese cerdo, te da gustito en el coño?

- ¡Ay, hijo! Que si me da gusto... Me da gustazo y del bueno.

-Chica, tu hijo qué gorda la tiene –intervino mi tía-. Me llena el chocho del todo y eso que yo lo tengo bien grande. ¡Qué gusto me da el cabrón!

Tras esta pequeña conversación, tanto Artur como yo volvimos a arreciar en nuestras acometidas y las estuvimos follando a buen ritmo hasta que primero mi madre e instantes después mi tía estallaron en otro profundo y tremendo orgasmo. Nosotros estábamos también a punto de caramelo y enseguida tuvimos nuestra ración de placer. Yo fui el primero en eyacular sin molestarme en sacarla ya que mientras me corría mi tía no dejaba de decir:

-Échamela toda dentro, cariño, riégame el potorro, llénamelo de leche caliente, que tengo muchas ganas de que me lo eches todo dentro, sobrinito.

Segundos después era Artur el que descargaba su lefa. Al hacerlo le sacó la polla del chocho a mi madre y se corrió sobre los pelos de su coño y sobre su tripa mientras ella reía alborozada y satisfecha. Para acabar yo le metí un apretujón en las tetas a mi tía mientras nos dábamos un morreo de escándalo. Cuando me incorporé pude ver que Artur y mi madre también se estaban dando la lengua mientras él le estiraba de los pezones y ella le acariciaba los huevos.

Instantes después todos nos incorporamos riendo y celebrando lo placentero que había resultado aquel primer polvo de la tarde, y digo primero porque de hecho fueron las dos mujeres las que se apresuraron a decir que la partida no estaba acabada con aquello y que todavía faltaban muchas fichas por comer. Todos reímos y nos dispusimos por tanto a continuar la partida.

-Me ha gustado mucho verte joder como una putona, mamá. –Le dije a mi madre mientras nos sentábamos para continuar con la partida.

-¿De verdad, hijo, que no te importa ver a tu madre jodiendo ahí delante de ti, como una zorrangona viciosa?

-¿Importarme? Me encanta, mamá, de verdad. Da gusto verte ahí toda espatarrada y gozando a tope como una guarra con el chocho bien repleto de polla. Y más me encantaría hacer otra cosa que verte, que con ese cuerpazo de jamona maciza que tienes seguro que das mucho gusto al joderte.

Mi madre sonrió halagada y complacida y seguramente también excitada por mis palabras de modo que tras darme un beso en la boca me dijo con picardía:

-Pues ya sabes la próxima vez que me comas una ficha... –Y nos volvimos a dar un intenso morreo con las lenguas al aire, degustándolas con enorme vicio.

Cuando nos separamos, vimos que Artur le estaba tocando el chocho a su madre metiéndole los dedos a la vez que le decía:

-Cómo te ha dejado de lleno de lefa el chocho tu sobrino ¿eh, zorra?

-Pues claro, y bien de gusto que me ha dado. –Y haciendo un paréntesis para darle un beso a su hijo luego añadió con picardía-: A ver si el próximo que me lo llena eres tú...

Seguimos jugando; la partida ya estaba en sus últimos estertores y casi todos teníamos las fichas cerca de la meta. Pocas tiradas después de hecho yo volví a meter una ficha en la meta así que correspondía un mandato para todos:

-Bueno, mamá, ¿qué te parece si tu yo echamos ahora un casquete entre nosotros mientras Artur se la mete hasta los huevos a la putona de su madre?

Mi madre por toda respuesta sonrió con picardía y me agarró el cipote a la vez que acercándose a mí sacaba su lengua, por cierto bastante más larga de lo que yo pensaba hasta aquel día, para dármela a chupar. Nos chupamos las lenguas durante un rato hasta que mi tía nos interrumpió diciendo:

-Venga, venga, a joder otra vez todos, que tengo el coño hecho caldo y la idea de que me la meta mi hijo me pone como una verdadera burra.

-Ahora vamos a joderlas por detrás, –le sugerí yo a Artur,- o por lo menos yo a esta golfa, que tengo ganas de follarme a mi madre viéndole todo su gordo culazo en pompa.

-Venga, pues a cuatro patas las dos, cacho guarras. –Les ordenó Artur.

Ambas hembras se situaron en el suelo, sobre la alfombra, a cuatro patas, relativamente juntas y sonriendo con vicio. Nosotros nos pusimos detrás de ellas; yo detrás de mi madre y Artur detrás de la suya. Yo puse mis manos sobre las tremendas caderas de mi madre y le dije:

-Mamá, qué gusto me da verte el culazo así, a mi disposición para metértela en el chocho hasta los huevos. No sabes cómo me calienta la idea de metértela hasta los cojones, mamá, y de joderte como a una buena puta.

-Pues más gusto me da a mí ponerte mi culazo, como tú dices, en pompa para que me la metas, que llevo toda la tarde calentorra perdida pensando que terminarías follándome como a una puta, hijo. Que eso es lo que quiero ser para ti, una verdadera puta.

Artur también agarró a su madre por el culo diciéndole que la iba a joder como a una perra y sin más preámbulo se la metió hasta los huevos empezando a follarla con fuerza haciéndola gemir de placer. Yo me quedé embobado viendo como las tremendas tetas de mi tía se balanceaban como campanas con las acometidas de Artur. Entonces mi madre volviendo la cabeza hacia atrás me miró con lascivia y moviendo el culo provocativamente me dijo:

-Venga, cariño, no te hagas de rogar y dale polla a tu mamaíta, que me muero de envidia viendo cómo tu primo jode con la suya y de ganas de sentir tu gordo cipote en el higo.

Entonces yo le empecé a restregar mi capullo por toda la raja de arriba abajo frotándole el clítoris y ya haciéndola gemir sonoramente.

-Cabronazo, que vas a matar de gusto a tu madre y todavía no has empezado a joderme. ¡Ay, qué gusto, qué gusto me estás dando con la polla en el higo y sin metérmela!

A la tercera pasada ya me detuve en su agujero y de un empujón se la colé por entero en el chocho haciendo que diera un grito de placer.

No llevaríamos ni cinco minutos follándolas cuando mi madre prorrumpió en un bestial orgasmo chillando como una loca.

-¡Síííí, qué gusto más grande me das con esa pollaza tan gorda, hijo! ¡Dame, dame, reviéntame de gusto, destrózale el coño a la puta de tu madre! ¡Aaahh, aaaaaahh, sííííííí....!

Disfruté muchísimo oyéndole decir a mi madre esas cosas mientas la follaba, y como yo no me había corrido seguí follándola aún más fuerte haciendo que ella gimiera de gusto tras su orgasmo.

-Sigue, cariño, sigue jodiéndote a la putorra de tu madre, que me estás destrozando de gusto, mi amor. Dale, dale gustito a mamá.

En ese momento mi tía Sofía alcanzaba también un intenso orgasmo resoplando sonoramente.

-Pero mira que soy guarra, dejándome joder por mi propio hijo y disfrutando como una perra por ello. -Decía mi cachonda tía riendo mientras se recuperaba de su orgasmo-. Esto es ser una completa marrana, pero ¡cómo me gusta, jodeeeer!

Nosotros seguíamos follándolas a ritmo mientras ellas comentaban que estaban disfrutando como nunca. En un momento dado yo le comenté a Artur:

-Como me gusta verle las tetas colgando a tu madre mientras la jodes; se le mueven como campanas.

Entonces mi madre, que como he señalado antes, estaba situada a su lado a cuatro patas mientras las jodíamos a las dos, agarró una de las tetas de su cuñada y estrujándola dijo:

-Claro, las tiene de grandes como las de una vaca, así que es normal que se le muevan así con este bamboleo, ja, ja, ja...

Este gesto de mi madre tocándole una teta a la tía Sofía excitó enormemente a mi primo Artur que dijo:

-Así, así, guarronas, tocaos entre vosotras, viciosas.

El gesto de cierto carácter lésbico de mi madre hacia la suya al tocarle una teta, tuvo sobre Artur un efecto tremendo ya que le arreó a su madre dos o tres fuertes pollazos completamente excitado y se corrió con fuerza en el interior del chochazo de la caliente madurita.

A continuación, y mientras sacaba la polla del jugoso coño de su madre completamente anegado en semen, se dirigió a mi diciéndome:

-A mi me pone mogollón de cachondo que las tías se lo monten entre ellas ¿a ti no? Así me parece que son más guarras todavía. Cuando le he visto a tu madre tocarle las peras a esta putona me he puesto como una moto.

-Ya te he notado, ya. –Replicó su madre riendo mientras se sentaba en el suelo permaneciendo al lado de mi madre y mío.

Yo, mientras seguía follando suavemente a mi madre, le dije que ese tipo de cosas a mí no me calentaban especialmente aunque tampoco me molestaban

-¿Y a vosotras, guarrillas, os gusta meteros mano entre vosotras? – les preguntó Artur a la vez que se sentaba delante de mi madre y le agarraba una de sus colgonas tetas.

-Hombre, a mí lo que me gustan son los hombres, no las tías, desde luego, –contestó mi madre mientras seguíamos follando– pero tampoco me parece mal tocarle las tetas a tu madre ni me molesta que ella me las toque a mí, qué tontería, y más en este plan que estamos ¿no?

Mi tía asentía y para corroborarlo le agarró la otra teta a mi madre y le pellizcó el pezón titilándolo entre sus dedos.

-Y además de tocaros las peras, ¿qué haríais? –preguntó Artur visiblemente excitado tanto por la conversación como por el nuevo gesto esta vez de su madre hacia la mía.

-Uy, pues no se. –Contestó mi madre-. ¿Qué quieres que hagamos?

- ¿Os las chuparíais?

- ¿Por qué no? –contestó mi madre sorprendiéndome en cierta medida a mí con su respuesta-. Si estamos nosotras solas no, desde luego, porque eso no me excita, pero en este plan, follando con vosotros, yo hago cualquier clase de guarrada que aumente la calentura de todos.
-
 

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
6,204
Likes Recibidos
2,514
Puntos
113
 
 
 
-

2 Madres, 2 Hijos y una Tarde Lluviosa - Capítulo 005

Los breves gestos de cierta naturaleza lésbica que habían protagonizado mi madre y mi tía en los últimos momentos, con mi madre tocándole las colgonas tetas a mi tía mientras nosotros las follábamos, y luego los toqueteos de mi tía a mi madre en las tetas, alentados por mi primo Artur, habían generado una situación curiosa en la que mi primo, que había reconocido que le ponían muy cachondo las escenas entre dos mujeres, les había preguntado si harían algo más que tocarse las tetas entre ellas. La sorprendente respuesta de mi madre, al menos para mí, fue que sí; que ella sí estaba dispuesta a hacer algo más, si bien puntualizó que aquello podría apetecerle en aquel contexto, en el que estaban follando con hombres, y que no le encontraría sentido en caso de estar solo con otra mujer. Eso sin embargo fue suficiente para mi primo, completamente dispuesto a instar una escena lésbica entre su madre y la mía. Y todo ello teniendo en cuenta que yo seguía follando suavemente a mi madre a cuatro patas después de que ella ya hubiera experimentado un fabuloso orgasmo con aquel polvo.

-Venga, mamá –le dijo entonces Artur a su madre-, chúpale las tetas a la tía, que quiero verte hecha una guarra con otra mujer.

Mi tía sonriendo y diciendo que éramos unos cabronazos viciosos de mucho cuidado se puso de nuevo a cuatro patas desde donde estaba, e inclinándose un poco le empezó a chupar una teta a mi madre desde un lateral según estábamos situados mi madre y yo. Artur pareció volverse loco con la escena de su madre chupándole las tetas a la mía. Esta, por su parte, también parecía disfrutar de la caricia pues empezó a gemir a la vez que le decía a Sofía:

-Anda, zorrona, cómemelas bien, dame gusto en las tetas. Chúpame los pezones mientras disfruto de la polla de mi hijo en el potorro, que me da mucho gustito. ¡Uy, esto es maravilloso! ¡Qué puta soy pero cómo disfruto, joder!

Mi madre a la vez también le empezó a sobar los tremendos melonazos a mi tía mientras ésta le decía:

-Mira que eres viciosa, ¿eh, putona? Tocándole las tetas a tu cuñada mientras tu hijo te barrena el chocho…

Artur estaba fuera de sí completamente excitado por la exhibición lésbica de nuestras madres. Sin duda era algo que le excitaba enormemente. Su polla de nuevo lucía una tremenda erección de modo que agarrando a su madre nuevamente por detrás mientras ésta permanecía a cuatro patas, se la ensartó de nuevo en todo el coño empezando a joderla salvajemente.

-¡Guarras, guarras, que sois unas guarras! –decía mi primo completamente salido mientras jodía de nuevo a su madre.

A mi todo aquello también me estaba excitando más de lo que yo hubiera imaginado y sentía mi polla a punto de reventar aunque quería aguantar para regalar a mi madre un segundo orgasmo. Ambos estábamos jodiendo a las dos maduras calentorras a buen ritmo mientras ellas se tocaban los pechos y gemían de placer. Ellas también habían cambiado los papeles y ahora era mi madre la que, inclinándose aún más, se había llevado una de las tetazas de mi tía a la boca y le estaba chupando un pezón.

-¿Os pone bien cachondos que hagamos estas guarradas entre nosotras, eh, viciosos? –decía mi tía Sofía. Entonces Artur, mientras ambos arreciábamos en nuestras acometidas en los chochos de nuestras cachondas madres, les dijo:

-Daos la lengua, calentorras. Quiero ver cómo os dais la lengua. Besaros con vicio, marranas.

Entonces ellas rieron, nos miraron con lascivia y sacando sus lenguas se las empezaron a chupar dándose un beso sin llegar a juntar los labios de modo que nosotros pudiéramos ver en todo momento como sus lenguas se chupaban mutuamente.

Ver a mi madre, toda una señora de cincuenta y tantos años largos bastante tradicional en sus costumbres y que seguramente nunca hubiera pensado en la más mínima acción lésbica, allí dándose la lengua con su cuñada mientras yo la follaba agarrado a su inmenso culo, resultó uno de los momentos más intensamente morbosos de mi vida. Además las dos maduras jamonas se daban la lengua con verdadero vicio y sin miramientos, y de hecho varios goterones de saliva iban cayendo de sus bocas hasta la alfombra en suelo mientras ellas se besaban.

La excitación era de tal grado que ninguno de los cuatro pudimos aguantar más. Mi madre estalló en un tremendo orgasmo gritando como una loca y diciendo:

-Así, hijo, así, rellénale el chocho de leche a tu madre mientras me morreo con tu tía. ¡Joder, qué gustooooo! ¡Pero qué guarra y que puta estoy hecha! ¡Qué bueno es estoooooo!

Casi en el mismo instante yo descargué toda la lefa acumulada en mis cojones dentro de su almeja mientras ella me decía:

-¡Eso es, hijo, así. Báñale a tu madre el chocho con tu lechecita! ¡Uy, pero qué gustazo; mi hijo regándome el conejo y follándome como a una puta!

Y en ese preciso instante la tía Sofía y Artur alcanzaban también el orgasmo prácticamente al unísono.

-Guarras, que sois las madres más guarras del mundo. –Les decía Artur-. Cómo me habéis puesto con vuestros tejemanejes bolleros, putonas.

-Hijo mío, qué gustazo le has dado en la castaña a la puta de tu madre –decía ella tumbada en el suelo de espaldas y con sus tremendas tetas cayéndole por los lados de sus costados-. He gozado más esta tarde que en los últimos 30 años. Vaya par de cabronazos viciosos que nos habéis salido.

-Lo bueno es que se están portando como unos viciosos calentorros con sus madres, que si lo hacen con otras tías nosotras ni nos enteramos de lo que se puede gozar con estas pollas. –Decía mi madre divertida y también recostada sobre el suelo con una de sus tetas apoyada en la alfombra-. Si hasta han logrado emputecernos a nosotras, que ya incluso nos chupamos las tetas y nos damos muerdos entre nosotras.

-Bueno, a mi no me ha disgustado –decía Sofía-. Ahora que eso sí, como dices tú, estando en este plan y con dos machos aquí jodiéndonos bien jodidas, que si no, la verdad, sólo dos tías yo creo que es muy aburrido, no siendo bolleras, claro.

Seguimos comentando alegremente todo lo sucedido y entonces Artur y yo nos llevamos una sorpresa ya que ambos pensábamos que tras la tremenda jodienda que acabábamos de protagonizar y puesto que ambos nos habíamos tirado a las dos cachondas jamonas, la fiesta habría acabado, pero ellas levantándose dijeron que la partida no había acabado y que faltaban muchas fichas por comer. Todos reímos y nosotros celebramos su magnífica disposición a seguir gozando dándoles unos buenos morreos a cada. Lo cierto es que era tremenda y ciertamente sorprendente la cachondez de nuestras madres. Ellas comentaron entre risas y mientras nos toqueteaban la polla o el culo que no les importaría tener algunos orgasmos más y seguir haciendo guarradas.

-Así que si os queda fuelle aquí –nos dijo mi tía Sofía a la vez que nos agarraba los huevos a los dos– vamos a seguir jugando, que todavía es pronto, sigue lloviendo y hoy no hay otra cosa que hacer.

-Seguro que sí nos queda fuelle, tía –dije yo-, que con lo buenorras que estáis enseguida se nos levanta otra vez, ya veréis.

- Eso espero, cariño –me dijo mi madre a la vez que me estampaba una vez más un besazo en los labios que enseguida convertimos ambos en un buen morreo-, que me ha gustado mucho cómo has jodido a tu mamaíta, que lo sepas, cabroncete. Que no me había puesto así de cachonda ningún tío en toda mi vida. Y es que hay que ver qué guarrada más rica es esta de follar con nuestros propios hijos.

-Sí que es rico follar con la madre de uno, desde luego, da mucho gusto –le respondí yo mientras le acariciaba suavemente las tetas.- Y seguro que todavía me vas a dar más gusto; como dice la tía, esta partida hay que acabarla.

Todos reímos y ya nos sentamos dispuestos a reanudar la partida de parchís. Ya el ambiente era tan abierto y decididamente sexual, tras la última follada, que mientras mi madre agitaba el cubilete Artur le estiraba de los pezones provocando las risitas y sonoros gemidos de mi madre. A su vez, mi tía Sofía y yo nos dábamos un morreo impresionante y yo aprovechaba para manosear a base de bien sus tremendas tetazas. Seguimos jugando entre manoseos y besos. Mi madre y yo también nos dimos una buena chupada de lenguas mientras Sofía movía su ficha tras una tirada. También aproveché para acariciar la suave tripita de mi madre, que es una zona que a mí me resulta especialmente erógena. Las caricias en la tripa de mi madre, claro, fácilmente se extendían hacia abajo para terminar en la pelambrera de su coño y con mis dedos deambulando por su deliciosa raja.

Reanudar el juego nos permitió también a Artur y a mí irnos reponiendo de modo que pudiéramos dar la talla si se presentaba de nuevo la ocasión de eyacular sobre nuestras madres. Y en ese plan estábamos cuando se produjo la siguiente jugada que daba lugar a un mandato.

Yo comí una ficha de mi madre y le ordené que le pasara lefa de su boca a la de la tía Sofía sin que se cayera ni una gota. Esto implicaba que nos la tenía que chupar a uno de los dos y que de una u otra manera alguna de las dos iba a tener leche de su hijo en la boca. Este mandato volvió a poner muy caliente a Artur dada su afición por ver escenas un poco lésbicas. Mi madre decidió comérmela a mí y estuvo haciéndome una mamada espectacular a la vez que me acariciaba los huevos. Su maestría manejando la lengua era espectacular, jugueteaba con mi prepucio y me baboseaba todo el nabo de modo que en pocos minutos todos mis bajos, desde el capullo hasta prácticamente el agujero del culo estaban empapados de la densa saliva de mi madre. Además, para excitarme más, de vez en cuando se incorporaba y con la boca y la lengua empapadas de mis líquidos preseminales, me daba un morreo de impresión que hacía que mi excitación llegara a límites insospechados.

-¡Ay que ver lo guarra que es tu tía! –le decía mi tía Sofía a su hijo mientras ambos observaban visiblemente excitados el morreo guarrísimo que mi madre me estaba dando con su lengua llena de denso líquido preseminal mío. Al oír eso entonces mi madre se separó de mí y se acercó a su sobrino dándole a este un espectacular morreo también que seguro que le puso el pito como una verdadera estaca.

Tras el beso a mi primo, mi madre volvió a centrarse en mi polla prosiguiendo aquella alucinante mamada. También me acariciaba de vez en cuando el ojete, lleno como estaba de su saliva que iba resbalando desde mi cipote y huevos a lo largo de la bolsa escrotal hasta llegar a mi ano. Y así siguió mi madre mamando mi polla hasta que, sin poder aguantar más, sentí lo inevitable de mi orgasmo y eyacule en su boca soltando a la vez un sonido gutural sordo y ronco. MI madre recogió muy bien toda la leche que expulsó mi cipote en su boca. No tuvo especiales dificultades porque a aquellas alturas mi corrida ya no era precisamente una catarata aunque sí fueron un par o tres de buenos chorros lo que eyaculé. Mi madre, con mi densa crema en la boca, se incorporó y me guiñó con una lascivia y un vicio que hicieron que tuviera en ese momento unas inmensas ganas de follármela. Pero el plan no era esa, claro; las reglas del juego y el mandato hacían que tuviera que hacer otra cosa. Así que aquella jamona cincuentona que me la acababa de chupar con aquella habilidad, que había resultado tan golfa y calentorra y que era nada más y nada menos que mi madre, se dirigió a donde estaba mi tía sentada, al lado de mi primo Arturo, y le dio un buen morreo a la tía para pasarle toda mi leforra evitando que se cayera nada, según el mandato realizado. Entre las dos se repartieron mi leche y mi tía además se la tragó de forma evidente aunque a mi madre la poca que le quedó en la boca la dejó escurrir por su barbilla.

-¡Mira a esta puta! Pero si se la traga como si tal cosa –dijo Arturo refiriéndose a su madre y a lo que acababa de hacer con una mezcla de sorpresa y tremenda excitación.

-¡Pero qué rica está! –decía mi tía relamiéndose-. Cremita de jovencito. ¡Cómo para desperdiciarla! Ja, ja, ja…

-Pues ya sabes dónde hay más, cacho puerca. –Le dijo Artur con sorna apuntando hacia su polla-. Así que venga, mamá; cómemela que estoy cachondo perdido después de ver el morreo que os habéis dado, marranazas.

Entonces mi tía se amorró a la polla de su hijo y se la empezó a mamar hasta hacerle correrse también abundantemente en su boca. Artur no tardó mucho en eyacular pues la nueva escenita de besos entre mi madre y la suya con semen de por medio le había puesto tremendamente cachondo. Mi tía Sofía no lo dudó ni por un momento y se tragó toda la corrida de su hijo y sólo dejó escapar algunas gotas que se le salieron de la boca en el momento de la corrida y que resbalaron por su barbilla cayéndole en las tetas.

-Te gusta tragarte la leche de estos cerdos, ¿eh, putona? –le decía mi madre viendo la actitud tan entusiasta al respecto de mi tía.

-La verdad es que sí. Mamar pollas lo hago encantada desde siempre, os lo confieso –nos explicaba mi tía-. Me gusta meterme en la boca una buena polla de un tío, pero la verdad es que lo de tragarme la lefa siempre me ha dado un poco de asco. Sin embargo con nuestros hijos es diferente; me resulta tan morboso que ellos se pongan tan cachondos con nosotras que haría cualquier cosa con ellos. Y con todo lo que ha pasado estoy tan calentorra que trago leche y lo que haga falta, ya lo creo que sí.

Para expresarle lo que nos habían complacidos sus palabras Artur y yo tuvimos entonces la misma idea: darle a su madre un tremendo besazo y así lo hicimos. Primero le dio un buen morreo su hijo Artur, demorándose un buen rato degustando la lengua de su madre, y luego fui yo el que le dio otro buen morreo a la golfa de mi tía.

-Mira como a éstos no les importa morrearte aunque tengas sabor a polla en la boca –dijo entonces mi madre haciendo que todos riéramos.

-Son besos todavía más ricos porque se le dan a una mujer que se nota bien que es una guarra –apunté yo riendo.

En la siguiente jugada fue Artur el que encasilló una en la meta. Su mandato fue el siguiente:

-Mamá, tía Patri; vosotras me vais a chupar a dúo la polla y los cojones y tú –me dijo a mí- vete follándotelas por detrás a las dos.

Y así lo hicimos. Artur permaneció sentado en su butaca y ellas se arrodillaron frente a él. Con el culo en pompa ellas se la empezaron a chupar. Mientras una se ocupaba de la polla la otra lo hacía de los cojones de mi primo alternándose en las tareas. Por mi parte, yo las empecé a follar cambiando de chocho cada pocas emboladas. Las follaba sin embargo muy fuerte, cosa que a ambas maduras parecía complacerles especialmente y así estuvimos un rato hasta que ellas orgasmaron; primero lo hizo mi tía y en la siguiente tanda de emboladas en el chocho de mi madre fue esta la que alcanzó un orgasmo que le hizo decirme:

-Así, hijo, así; dale gusto una vez más a tu madre, que a este paso vas a ser sin discusión el hombre que más orgasmos me ha provocado en todo el mes y casi en todo el año, cabronazo.

Después de oírle a mi madre decir eso, y dado que mi aguante tras las últimas corridas era enorme, seguí jodiéndola francamente excitado y así logré que pocos minutos después mi madre tuviera un nuevo orgasmo que volvió a celebrar pidiéndome que le prometiera que la iba a follar de aquella manera por lo menos una vez al mes.

-Una vez al mes va a ser muy poco para lo mucho que gusta disfrutar de tu conejazo, mamá –le respondí a la vez que le daba una sonora palmada en su soberbio culazo.

Finalmente Artur se corrió en la boca de su madre, que se volvió a tragar la ya escasa cantidad de leche que le salía, y yo, cuando finalmente alcancé el orgasmo, eyaculé encima de las orondas nalgas de mi madre pues en el momento de correrme me apeteció hacerlo sobre su culazo. Ella misma se extendió por sus nalgas los ya exiguos goterones de semen que yo había depositado en ellas mientras me miraba con tal expresión de vicio que daban ganas de metérsela de nuevo.

Recuperados de la prueba seguimos jugando hasta que se produjo otra situación que daba lugar a una nueva prueba. Como ya la partida iba estando muy avanzada eran habituales las situaciones en las que alguno de nosotros llegaba con una ficha a la meta dando lugar así a mandatos para el resto de los jugadores. Esta vez fue mi madre la que encasilló una en la meta y nos mandó lo siguiente.

-Después de la follada de antes me apetece una guarrada tremenda que nunca me hubiera atrevido a decir y menos a vosotros, pero tal como estamos no me voy a cortar. Quiero sentirme lamida de una forma muy guarra, quiero que me chupéis todos.

-Eso lo hacemos encantados, tío –apuntó mi primo.

-Muy bien, cariño. Pues tú, Artur, me vas a comer el chocho, y tú, cacho cerda –dijo dirigiéndose a mi tía– me vas a chupar las tetas.

-¿Y yo qué te chupo, mamá?

- Hijo, tú ya me has comido el chichi y también las tetas y me ha encantado, -entonces mi madre hizo una pausa para darle más tono dramático a lo que estaba diciendo y tras unos segundos continuó:- ahora me gustaría que me chupes otra cosa. Sólo de pensarlo me pongo calentorra a tope así que no me voy a cortar en pedírtelo porque con lo guarro que has demostrado ser con tu madre seguro que no te parece mal. Y si te parece mal o desagradable pues me lo dices ¿eh? Y lo cambio por otra cosa, pero tengo que decírtelo.

-Sí, te puede decir si lo que le mandas le gusta o no, pero tendrá que hacerlo –intervino mi primo riendo divertido-. Que el juego consiste en cumplir los mandatos, no lo olvidemos. Y esa regla es inamovible.

-Yo estoy completamente de acuerdo con eso –dije yo expectante y excitado-. Así que pide lo que quieras por esa boquita de mamona, mamá, que ya verás cómo te lo hago y con mucho gusto.

-Bueno, pues lo que queda que me chupes... es el culo. Aunque es una cerdería grandísima me apetece mucho y me pone calentorra perdida, cariño. Como dices que te gusta mucho el culo de mamá... ¿o te parece mucha guarrada?

-Nada es suficientemente guarro para hacerle a una putorra caliente como tú, mamá. Me encantará lamerte tu precioso culazo, te lo aseguro. Y ya me dirás tú si te gusta cómo te lo hago.

A mí de hecho me excitó tremendamente el mandato de mi madre pues su culo, que es sencillamente colosal, es una de las parte de su anatomía que más me atrae. Y chuparle el ojete no me desagradaba en absoluto, todo lo contrario; me parecía tremendamente morboso hacerle esa caricia en el ano a mi madre. Además me gustó, me excitó mucho y me provocó un enorme morbo el hecho de que mi madre me eligiera precisamente a mí, a su hijo, para chuparle el culo, para hacerle aquella caricia bucal tan decididamente guarra y viciosa. Y me gustó también mucho que se atreviera a pedirlo y a expresarlo de aquella manera.

Establecida la prueba nos pusimos a ello entre risas y comentarios obscenos pues la prueba que había diseñado mi madre era digna de una auténtica viciosa depravada.

Qué poco me imaginaba yo aquella tarde cuando me dirigía con ella a casa de mi tía a pasar la tarde charlando, que mi madre iba a terminar demostrando que era una auténtica viciosa y que yo me la iba a follar y a chuparle las tetas, el chocho y hasta el culo.

Mi madre se puso de pie con el cuerpo un poco inclinado hacia delante y con las manos apoyadas en sus rodillas. En esta posición nos facilitaba a todos nuestra tarea de mamones. Artur se arrodilló entre sus piernas para empezar a comerle el conejo. Mi tía se situó inclinada frente a mi madre, cuyas tetas colgaban y se balanceaban de forma muy excitante, y le empezó a chupar los pezones diciéndole:

-¡Serás guarra, mira que querer que otra mujer te chupe las tetas!

-A ti sola no te lo pediría, ni me apetece que me lo haga ninguna otra, pero estando estos dos marranetes, tu hijo y el mío nada menos, dándome placer seguro que tengo más gusto todavía si me tú me chupas las tetas. Así que venga, marrana. ¡A comerme los pezones!

-Sí, sí, que te las chupe –decía Artur entusiasmado con la nueva escena lésbica entre su madre y la mía.

Yo por mi parte me situé detrás de mi madre cuyo culazo quedaba decididamente en pompa dada su inclinación hacia delante. Se lo amasé un poco, le di unos besos en las nalgas y empecé a pasarle la lengua por el canal que divide su delicioso trasero en aquellas dos fabulosas semiesferas de carne para luego ya detenerme en su agujero marrón y empezar a chupárselo con ganas. Mi madre enseguida empezó a suspirar de gusto mientras nos dirigía frases decididamente obscenas que nos ponían más cachondos a todos. A mí me decía:

-Así, amor mío, así. Chúpame bien el ojete, cariño, que me das mucho gustito. Disfruta del culito de mamá. Así, así. Méteme la lengua en el culo que me vuelvo loca de gusto. Bien dentro, y lame, lame bien el agujerito del culo de tu madre con esa lengua de vicioso que tienes, cariño. ¡Ahhh, qué gustito le estás dando en el culo a mamá!

Finalmente el tratamiento conjunto de los tres y especialmente el trabajo de Artur en su almeja hicieron su efecto y mi madre terminó experimentando un tremendo orgasmo con gran placer.

-Ah, cabronazos, qué gustazo más grande me habéis dado los tres. Y qué puta y qué guarra me siento, pero cómo me gusta...

Todos reímos y Artur le dijo a su madre:

-Me encanta verte liada con otra tía, mamá. Eso ya me demuestra que sois las más putas que conozco... y desde luego me gusta tener a mi disposición a dos putorras tan guarras.

Mientras Arturo hablaba así con su madre, la mía me estaba agradeciendo mi trabajo en su ojete con un profundo beso de lengua que yo degusté encantado.

-¿Te gusta besarme la boca con sabor a culo en mi lengua, mamá? –Le dije yo morbosa y provocadoramente.

-Ya lo creo, cariño. Me encanta y me pone muy cachonda besar tu lengüita, nada menos que la lengua de mi hijo que hace nada ha estado metiéndose en mi culo. Es tan cerdo que creo que si me tocas un poco la pepitilla ahora me corro otra vez como una cerda.

Recogiendo las palabras de mi madre le metí entonces mano en el coño buscando su clítoris, que es a lo que ella se refería llamándole “pepitilla”, se lo acaricié un poco y, en efecto, mi madre prorrumpió en otro tremendo orgasmo que hizo que se abrazara a mí más fuerte y que me volviera a morrear con inusitada fuerza, rechupeteándome y casi mordiéndome la lengua.

-¡Cabronazo, cómo sabes tratar a la puta de tu madre! –Me dijo ella cuando ya nos sentábamos, una vez acabado aquel salvaje morreo.

Proseguimos la partida y tras unas pocas tiradas Artur encasilló una nueva ficha en su meta con lo que se acercaba al triunfo final pues ya llevaba tres. Como mandato, y para darle gusto a su vena de voyeur de escenas entre mujeres, les mandó a su madre y a la mía que se acariciaran y se comieran las tetas una a la otra y a mí que me hiciera una paja junto con él mientras observamos la escenita. A mi madre no le desagradó la idea en absoluto y mi tía también la aceptó de buen grado. Nosotros permanecimos sentados en nuestros sitios tocándonos nuestras pollas y ellas empezaron a sobarse las tetas. Mi madre le metió un buen magreo a mi tía y luego le empezó a chupar los pezones con ganas. A esas atenciones respondió mi tía de igual manera y ambas debieron disfrutar pues aunque no llegaron a tener ningún orgasmo, sí que gozaron y desde luego se calentaron más de lo que ya estaban. Quien sí se terminó corriendo fue Artur ya que la escena entre ambas maduras lo llevó al colmo de la cachondez y su paja acabó siendo casi frenética. Sin duda las escenitas entre mujeres son uno de sus vicios, especialmente si implican a su madre. En el momento próximo a eyacular Artur se incorporó y mientras finalizaba su paja furiosamente, se situó muy próximo a las dos maduritas y su chorro de semen lo dirigió a ambas aunque curiosamente fue a caer sobre el culo de su madre. Yo no acabé eyaculando pues mi última corrida era muy reciente, aunque también disfruté tanto de la escena como de la paja, aunque no la llegara a culminar.

La siguiente en meter una ficha en su casa fue mi madre. Como estaba cachonda perdida por el bollo anterior con mi tía, dijo que a estas alturas y con todo lo que había pasado no se iba a cortar ni un pelo y nos mandó que la folláramos los dos uno detrás de otro.

-Tengo el chocho ardiendo y necesito mucha polla –decía mi madre completamente cachonda y desconocida.

-¿Y a la tía Sofía qué le mandas? –le dije yo mientras le sobaba una nalga y le metía la dedo índice en el culo.

-Que os la chupe mientras el otro me está follando para que la tengáis bien dura y me deis gustazo en el conejo. Venga, hijo, empieza tú follándote a la guarra de tu madre; así tu tía podrá chuparle bien la polla a Artur, que ya has visto que le gusta la leche de su hijo.

-Vas a ser tú la que me folle a mí, cacho guarra. – Entonces le indiqué a mi madre que mientras yo permanecía sentado en el sofá ella se sentara de cara sobre mí metiéndose mi polla en su encharcado coño. Así lo hicimos y entonces ella empezó a botar sobre mi polla haciendo que sus bonitas tetas saltaran excitantemente ante mi cara.

Mi madre tuvo dos orgasmos mientras follábamos antes de que yo eyaculara. Sin duda estaba completamente cachonda, experimentando una especie de ataque de ninfomanía.

-Soy una grandísima puta que folla hasta con su hijo –decía completamente embriagada de vicio y placer tras disfrutar del segundo de los orgasmos que tuvo en aquella follada conmigo.

Luego Artur, que no se había corrido con la mamada que le estaba regalando su madre, le dijo a mi madre que se pusiera en el suelo a cuatro patas y la jodió así, proporcionándole otro par de orgasmos antes de que él se corriera dentro de su peludo conejazo.

Tras esta prueba, como ellas estaban más que lanzadas y casi se diría que poseídas por un furor uterino, seguimos jugando y la siguiente vez fue Artur el que en una jugada doble nos comió ficha a su madre y a mí. Con esta jugada las posibilidades de ganar de su madre y mías casi desaparecieron ya que Artur ya contaba con tres fichas en la meta, mi madre y yo con dos pero ahora, con este revés yo tenía que volver a hacer el recorrido entero con una de ellas. Por otro lado, en lo que toca al mandato, a Artur le salió una cierta vena sado y diciendo que después de todo lo que habíamos mamado y jodido teníamos que hacer algo diferente, me ordenó a mí que le diera unos cachetes en el culo a su madre y a ella que se dejara azotar.

Más con risas que de otra manera, mi tía Sofía se tumbó sobre mis muslos con el culo en pompa y yo le empecé a dar unas palmetadas en su orondo trasero. Tanto Artur como mi madre, que también demostró tener cierto gusto por el sado, me instaban a que le diera más fuerte y yo fui arreciando algo en mis cachetes mientras mi tía comenzaba a quejarse entre risas del tratamiento que le estaba aplicando, aunque en ningún momento la cosa llegó a ser un verdadero castigo sino más bien una broma.

-Eso es por puta –le decía Arturo a su madre riendo.

-Dale fuerte a esa guarra, hijo. –Me animaba riendo mi madre mientras la muy cachonda se acariciaba el chocho.

Cuando mi tía tuvo las nalgas ciertamente rojas dimos por concluida la prueba entre las risas de todos y la cachondura de mi madre y de Artur a los que la prueba parecía haberles gustado especialmente.

En la siguiente jugada yo comí la ficha de Artur que aún tenía sin encasillar y le ordené que le chupara el culo a mi madre. Ella sonrió viciosamente con mi orden y se puso a cuatro patas delante de su sobrino diciéndole:

-Venga, sobrinito; repásame el ojete con esa lengua de vicioso que tienes; dale gusto a tu tía en el culo, anda.

Así lo hizo mi primo, desde luego y mi madre disfrutó mucho con esta nueva caricia íntima en su agujero anal. Mientras mi primo le lamía el ano ella no dejaba de darle instrucciones a cada cual más morbosa:

-Más dentro esa lengua, sobrinito. Así, así. Ahora toda la raja, de arriba abajo. Ummmm… Bien, así, así… Ahora otra vez el agujerito, ahí, ahí. Lame, lame bien el ojete, déjamelo bien limpito.

Con semejante escena mi tía y yo también estábamos cada vez más calientes y entre morreo y morreo le empecé a sobar el chocho dándole un enorme gusto mientras contemplábamos la escenita de su hijo y mi madre. Ella a su vez me sobaba con toda la palma de la mano mi húmedo prepucio y el escroto dándome un gusto fabuloso.

Tras un rato en aquel plan dimos la prueba por concluida y nos aprestamos a finalizar aquella partida pues se veía que en pocas tiradas bien mi madre o bien mi primo se iban a alzar con la victoria.

Pero quiso el azar que yo le volviera a comer una ficha a mi madre y entonces, instancias de mi primo, fijé como mandato que se dejara encular por Artur y por mí mismo.

-Con el trabajito anal que le he hecho antes con la lengua –aducía mi primo- esta zorra tiene el culo en perfectas condiciones para que se lo penetremos. Y no me digas que no apetece disfrutar del culazo de la zorra culona de tu madre.

-Ya lo creo –asentí yo completamente excitado una vez más ante la perspectiva de penetrar analmente a mi madre y disfrutar así de su maravilloso y atractivo traserazo.

Mi madre entonces planteó una cierta resistencia ya que dijo que era virgen del culo y que le dolería pero fue más bien de cara a no aceptar rápidamente mi mandato que una resistencia real pues sin demasiada insistencia, y ya riendo, mi madre acabó aceptando pagar prenda con la penetración anal, aunque sí que nos pidió que antes de encularla ambos le comiéramos el culo para dejárselo blandito y apto para la penetración. Nosotros, por supuesto, aceptamos su condición.

-Y bien ensalivado me lo tenéis que dejar, eh? –insistía ella-. Así que venga; antes de meterme la polla a meterme la lengua bien babosa y bien dentro.

Así lo hicimos gozando los tres también enormemente de aquella caricia en el ano de mi madre. Ella por evidentes razones y nosotros porque a los dos nos encantaba lengüetear y comernos el delicioso culo de mi jamona y cachonda madre.

Tras un rato de intenso rechupeteo alterno en el culo de mi madre, mi primo dijo:

-Venga, desvírgale el culo a la puta de tu madre. La ficha se la has comido tú, pero es que además eres su hijo y tuyo tiene que ser el honor de disfrutar el primero de penetrar ese tremendo culazo.

Los tres reímos y mi madre entonces me dio un humedísimo beso con lengua para acto seguido ponerse con el culo en pompa apoyada en el brazo del sofá ofreciéndome todo su flanco trasero para que la penetrara. Me agarré a sus caderazas, me incliné hacia adelante para besarle en el cuello y decirle al oído aunque de forma que todos lo pudieron oír:

-Mamá, voy a disfrutar una barbaridad follándote por el culo, y espero que a ti también te guste.

-Claro que me va a gustar, mi amor. –Respondió ella girando la cabeza y ofreciéndome de nuevo la lengua para darnos un nuevo beso-. Yo disfruto mucho de tu polla me la metas por donde me la metas, cariño.

Apunté mi nabo hacia su ojete y comencé a apretar. No cabía duda de que mi primo y yo habíamos hecho un muy buen trabajo de lengua ensalivando el ojete de mi madre porque lo cierto es que mi polla, aunque es relativamente gruesa, empezó a entrar sin excesiva dificultad y, lo que es más importante, sin dolerle en absoluto a mi madre. Cuando todo el prepucio estuvo alojado en su ojete, mi madre soltó un sonoro suspiro y dijo:

-Muy bien, mi amor, lo estás haciendo muy bien. Sigue, sigue, métesela hasta el fondo en el culo a la guarra de tu madre. Ummmm…

Una vez alojado por completo en el recto de mi madre comencé un muy suave mete saca para que su culo se fuera acoplando a la follada. Su culo apretaba con fuerza mi polla produciéndome un enorme placer acrecentado de manera exponencial por el hecho de tratarse nada más y nada menos de que fuera el culo de mi madre el que estaba penetrando. Fueron unos cuantos minutos de meter y sacar suavemente, disfrutando de todo el recorrido de mi polla en el interior del culo de mi madre.

En un momento dado mi madre dijo:

-La verdad es que hace unas cosquillitas muy ricas. No es como por delante pero tampoco está mal. Y si a vosotros os gusta metérnosla por el culo, no nos vamos nosotras a negar...

Seguí follándola por el culo durante un buen rato aún a ritmo creciente aunque cuidando siempre que a ella no le causara daño. Sus gemidos me indicaban que no era así y que de hecho mi madre estaba disfrutando de la penetración anal. Finalmente, y con enorme placer, me corrí en el recto de mi madre mientras ella gritaba de júbilo y mi tía y mi primo nos aplaudían.

-Así, así; qué bien, con todo el culo lleno de la lechecita de mi hijo –decía mi madre cachonda perdida.

Tras sacarle yo la polla del culo y darme un soberbio morreo con mi madre felicitándonos mutuamente por la enculada que acabábamos de protagonizar, fue el turno para mi primo.

-¿No te importa meterme la polla en el culo aunque lo tenga lleno de la lefa de tu primo, Arturo? –Le preguntó mi madre con un brillo de lujuria en la mirada.

-En absoluto, me encanta. Y seguro que así lo tienes más lubricado y a ti te gustará más, zorra. –Y dándose un beso lleno de saliva se dispusieron a la enculada. MI madre se situó de nuevo con todo su culazo en pompa y apoyada en el brazo del sofá y Artur detrás de ella le empezó a meter la polla por el ano con precaución y a la vez disfrutando de la penetración. La polla de mi primo es más larga que la mía aunque algo menos gorda y eso hizo que su penetración fuera aún más sencilla que la mía en el ojete de mi madre. Enseguida los dos estaban follando a buen ritmo y mi madre gemía y gemía como una gata en señal inequívoca de que todo aquello no le molestaba en absoluto. Yo por mi parte me puse delante de ella y le di la lengua a lo que ella respondió sacando su larga y húmeda lengua para morrearnos mientras mi primo la sodomizaba. La follada anal duró un buen rato y finalmente mi primo se corrió en el culo de mi madre mientras ella lo festejaba satisfecha diciendo:

-Ummm… la leche de estos dos cerditos en mi culo. Mi hijo y mi sobrino descargando su lefa en mi ojete. ¡Si es que esto es la hostia, joder! ¡Qué guarra soy y cómo lo disfruto!

No le dejamos seguir hablando porque tanto mi primo como yo nos lanzamos a morrear con ella alternativamente degustando su boca y su lengua de zorra viciosa, besos éstos a los que mi madre respondía con enorme vicio y lascivia, dejando que enormes cantidades de densa saliva resbalaran desde su boca hacia las nuestras y cayendo por entre sus tetas y sobre nuestros pechos. Tras un rato de este morreo descontrolado y baboso en grado sumo ya proseguimos la partida, a la que ya no debían quedar muchas jugadas. Aún así un par de tiradas más adelante mi tía me comió una ficha a mí. Como prueba me mandó que me masturbase sobre la cara de mi madre; ésta le dijo entonces que de acuerdo y que le encantaría ver cómo su hijo se pajeaba frente a ella pero que no iba a estar de mientras mirando como una pavisosa y que por lo menos sería ella la que me cascase la paja. Mi tía estuvo de acuerdo en que la prenda se pagara así y así lo hizo mi madre, pajeándome con toda la mano bien húmeda y dándome unos frotes de alucinar en el prepucio y en toda la polla, así como en los huevos. Mi madre sabía manejar una polla, de eso no hay duda. Tras una primera fase de manoseo húmedo y baboso por todo el tallo y los huevos, ya se centró en el capullo y me lo estuvo frotando con sus manos llenas de de densa y caliente saliva, pues se escupía continuamente en ellas hasta que me corrí sin remisión encima de ella dejándole la cara llena de mis ya ciertamente pequeños goterones de semen. Por cierto, que ella recogió con sus dedos aquellas breves gotas, se las llevó a la boca y acto seguido me plantó un morreo tremendo degustando los dos con nuestras lenguas mi semen. Estuvimos así morreando un breve ratito mientras yo le sobaba las tetas.

-Esto es para que veas cómo sabe la boca de una puta, cariño. –Dijo ella riendo cuando finalizábamos el caliente y lefoso morreo.

Cuando continuamos la partida, en la siguiente jugada fue mi madre la que metió una ficha en su casa con lo que dejaba la partida en franquicia para ella o para Artur pues ambos tenían tres fichas en la meta. Al encasillar esta ficha en su casa, le ordenó a Artur que enculara a su madre mientras yo le comía a ella la castaña.

-Así no seré yo la única que ha probado hoy cipote por el culo –decía mi madre divertida.

Así lo hicimos de modo que Artur pudo disfrutar de haberse follado el culo de ambas putonas mientras seguía las indicaciones de mi madre, a la que ahora le apetecía que le comiera la almeja mientras veía cómo Artur le daba por el culo a su madre. La prueba se desarrolló con normalidad; mi tía acabó gozando con la enculada, Artur se corrió por segunda vez en un agujero anal, esta vez el de su viciosa madre. Por su parte mi madre alcanzó un tremendo orgasmazo con mi comida de chocho mientras veía a Artur encular con ganas a la suya.

Cuando la prueba finalizó yo hice una alusión al desvirgamiento anal de mi tía Sofía pero esta me corrigió riendo y revelándonos que aquella no había sido su primera experiencia anal.

-Mi culo ya lo han visitado antes otras pollas…

-Eso nos lo tienes que contar con detalle, tía –Le dije yo.

La utilización del plural además nos llenó de sorpresa y excitación, claro, y su hijo también le demandó una explicación más detallada. Mi tía se rió sonoramente y nos prometió dárnosla aunque dijo que eso sería en otra ocasión, que ahora lo que tocaba era seguir jugando al parchís hasta acabar la partida.

Cuando proseguimos la partida, al de pocas tiradas Artur, que había hecho un recorrido sensacional, metió su cuarta ficha en la meta y con ello ganó el juego. Como ya estábamos cansados y bien satisfechos todos, la última petición del ganador fue que al día siguiente fuéramos a una playa nudista y ellas tendrían que pasar la tarde en la playa en pelotas. Ellas estuvieron de acuerdo y así lo expresaron entre risas. Y con ello dimos la excitante partida de parchís por concluida.

-Me pone caliente que otros hombres vean también desnudas a este par de putas –dijo mi primo mientras les sobaba el culo a las dos.

-A mí también – afirmé yo.

-¿De verdad, chicos? –Intervino mi madre-. ¿No sois celosos, no os importa que nos vean otros hombres las tetas y el coño?

-Todo lo contrario, mamá. Nos excita mucho compartiros con otros hombres.

-¡Uy qué chicos más cerdetes! –contestó riendo y haciendo que todos riéramos.

-Aquí además hay mucha carne para un solo hombre –le seguí diciendo yo a mi madre mientras le sobaba su gordo culazo.

-Eso, hijo, ya lo he pensado yo últimamente muchas veces, no creas, ja, ja, ja… -Fue su cachonda respuesta antes de darme, una vez, un beso lleno de saliva y vicio.

Finalmente, y antes de irnos a casa, todos nos duchamos pues, sobre todo ellas, estaban de semen hasta las orejas. Nos duchamos cada hijo con su madre y la escena de ducha también fue muy divertida entre enjabonamientos y sobeteos de lo más intensos y profundos para dejarle bien limpios todos sus agujeritos y ellas para hacer lo propio con nuestras pollas, todo bien acompañado de morreos intensos mientras el agua caliente resbalaba por nuestros cuerpos. No obstante, en la ducha ya no hubo más sexo porque bien se puede decir que aquella tarde ya estábamos todos con el cupo completamente cubierto en lo que a placer sexual se refiere.

Tras la ducha, mi madre y yo nos vestimos y, tras una tanda de profundos besos a modo de despedida, yo con mi tía y de mi madre con su sobrino, nosotros ya nos fuimos de regreso a nuestra casa.

Sin embargo para mí no acabó ahí la jornada pues al llegar a casa el paseo me había devuelto el vigor sexual. Bueno, el paseo y también la conversación con mi madre, pues durante todo el trayecto, claro, fuimos hablando de la experiencia vivida y de sexo y yo no dejé de decirle lo mucho que había disfrutado y lo mucho que ella me gustaba como hembra. Ella reía divertida y halagada y me iba haciendo preguntas llenas de morbo y provocación. Me preguntaba qué me habían parecido sus tetas cuando se las vi por primera vez tras el correspondiente lance de la partida, qué me parecía su peludo coñito, si me gustaban sus piernas y sus muslos, qué tal pensaba que besaba, qué era lo que más me gustaba de ella, etc. etc. Fue un paseo y una conversación de lo más caliente y claro, llegué a casa calentorro como una antorcha. Entonces, nada más entrar y darnos otro morreo tremendo en el que estuvimos besándonos seguramente 5 minutos o más, ya le planteé a mi madre lo que me gustaría follarla de nuevo por el culo. Entonces ella, volvió a darme su larga y húmeda lengua y por toda respuesta se desnudó completamente, me cogió de la mano para llevarme a su habitación matrimonial y allí se subió a la cama colocándose a cuatro patas, me miró con esos ojos de vicio intenso que esa misma tarde había descubierto en ella, y me ofreció su gordo culazo para que la sodomizara.

-Aquí tienes mi culito, mi amor; que se que te encanta el culo de mamá. Disfruta de él todo lo que quieras, cariño. Goza con mi gordo culazo cuanto quieras, hijo mío. Y hazle sentir a tu madre lo puta y guarra que es.

Tras sus excitantes palabras le di un intenso beso y seguidamente, situándome a su popa, le chupé el ojete un buen rato provocándole con ello un gran placer, pues a la muy guarra le encanta que le coman el culo. Después de la larga comida de culo se la metí en su precioso ano con gran placer, en el culo de la cachonda de mi madre. Más excitante no podía resultar la sodomización que cuando se experimenta con una madre tan viciosa y cachonda como descubrí aquella tarde, gracias al juego
-
 
Arriba Pie