RichardVelard
Virgen
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MADRES, ESPOSAS E HIJAS
PARTE 6
PARTE 6
Ahora estábamos todos completamente desnudos y sonrientes; en la casa de los tíos de mi esposa; y nuestras prendas yacían desperdigadas en el suelo de la sala. Habíamos quedado ubicados circunstancialmente justo detrás del sofá, situación a la que le sacábamos provecho, de manera que de las tres hembras, dos de las que estaban siendo penetradas, tenían sus manos apoyadas contra la parte alta del respaldo del mueble.
Los cinco: Betzy, Denisse, Marlene Ramiro y yo, sin importar nuestras diferentes edades y personalidades, éramos presa por igual de un desbordado frenesí sexual, el cual disfrutábamos a tope y sin inhibiciones; y que hacía vibrar nuestros sexos con un placer exquisito e inigualable. Era obvio que el no habernos visto después de todo un mes, para volver a copular en grupo y en familia, era lo que nos ponía así. El morbo de estar todos juntos de nuevo aquella tarde en la sala, alegres, gozando y mirándonos gozar unos a otros, era algo simplemente exquisito.
En algún momento yo había dejado de penetrar a Denisse, y había sacado mí pene de su encharcada vulva, para proceder a desnudarla apresuradamente, con desesperación; cosa que la hija aprovechó para caer de rodillas y alcanzar mi miembro con sus manos, para de inmediato llevarlo a su boca. Y comenzó a mamarme con el mismo arrebato sexual que yo demostraba, al literalmente arrancarle las ropas a su madre; Denisse por su parte, no protestó por aquel trato brusco y severo al dejarla completamente en pelotas, sus gemidos eran de pura excitación de ser desnudada violentamente por mí, para seguir siendo poseída.
Una vez que Denisse quedó sin nada encima, más que las enormes e idénticas arracadas que tanto la madre como su hija usaban en esos momentos, y si acaso los zapatos, fue ella misma quien me ayudó rápida y solícitamente a desnudar a Marlene. De modo que mientras yo la despojaba de la hermosa blusa amarilla de manga larga que llevaba, pero que dejaba descubiertos los hombros, y luego le arrancaba el sostén liberando unos senos mucho más grandes incluso que los de su propia madre, Denisse le retiraba tan velozmente como podía la larga falda negra con diseño de flores rojas y blancas, y luego de eso le quitaba también las bragas, para lo cual la hija cooperaba decididamente, pero sin dejar de mamar mi dura erección con los ojos cerrados.
Después de que Marlene quedó también en pelotas, de inmediato hice que se pusiera de pie y se girara; luego la incliné un poco para que acabara con el culo levantado tal como ya había puesto a su madre, y ella de inmediato puso sus manos contra la parte alta del sillón, después y sin ningún preámbulo, me le fui encima y ensarté su encharcada y dispuesta vagina, y comencé a bombearla con la misma excitación y rudeza con la que había estado poseyendo antes a su madre. Mientras ella ansiosa daba un gritito de placer y de triunfo, al finalmente recibirme en su interior después de un mes que había sido como una eternidad para ella y su adorable vagina.
Denisse no pareció decepcionarse por haber perdido su lugar en estar siendo penetrada, o bien no lo demostró; en todo caso se puso a mi lado de inmediato, recargando su rostro contra el mío de lado, mientras a la vez se dedeaba intensamente con una mano. Luego comenzó a susurrarme cosas dulces al oído, como si ella fuese la que tuviese diecinueve años y no su hija, y ambos fuésemos novios. Esto sin importarle que el hombre de su vida, su esposo, estuviese a unos cuantos centímetros de nosotros.
Claro que el viejo Ramiro no tenía mucho interés en escuchar a detalle lo que su esposa me decía, mientras yo penetraba a la hija de ambos ¿Cómo iba a tenerlo si él mismo estaba justo detrás de mi esposa? Betzy yacía básicamente en la misma posición en la que yo tenía a su hija, inclinada lo necesario, mientras Ramiro la sujetaba por la cintura, claro que no con la misma firmeza con la que yo tenía bien aferrada a su hija mientras la hacía gemir con mis embates furiosos; Ramiro en cambio la tenía afianzada pero con cierta gentileza, mientras sus bombeos eran rápidos y sostenidos, pero a diferencia de los míos, él penetraba a su sobrina Betzy con más ritmo que fuerza. Y era obvio que el viejo estaba disfrutando de lo lindo, por estar entrando y saliendo, de la vulva de su querida y adorada sobrina.
De hecho aquella tarde y para Ramiro, había sido en exclusiva la primera sorpresa sexual, de las muchas que les esperaban a nuestros anfitriones sexuales, ahora que volvíamos a su casa para pasar allí todo un fin de semana. Y es que hasta antes de aquel día y por decisión mía y de Betzy, el tío Ramiro había podido tener acceso a la vagina de su sobrina sí, pero siempre bajo la condición de que fuese Betzy la que lo montara a él y la que tuviera el total control. Y esta vez en cambio, era la primera ocasión en que Ramiro llevaba las riendas de su sobrina, montándo a Betzy a su gusto y forma.
—Pero ¿qué haces Ramiro? ¡Dale más fuerte a Betzy! ¡Ella se lo merece! Mira cómo se lo hace Pablo a tu hija, y cuánto la hace gemir —Dijo Denisse sonriente y animosa, luego de voltear a ver a la pareja, pero sin separarse de mí.
Por mi parte y en cuanto escuché aquel comentario de la esposa de Ramiro, aumenté aún más los embates frenéticos dentro de la hija de ambos, haciendo que ella gritara de placer mientras le llegaba un tremendo orgasmo, durante el cual la sostuve dejando de moverme, para disfrutar de sus jugos y también para evitar que cayera al suelo de tanto placer que sentía.
El comentario de la madre aunque dirigido a su esposo y no a mí, no había hecho sino excitarme aún más, de lo que de por sí ya lo estaba. Y quien más ganaba con ello era la hija de Ramiro y Denisse, así lo confirmaba el tremendo orgasmo que la joven de diecinueve años acababa de experimentar, y del cual aún no acababa de recuperarse. Justo cuando la hija dejó de tener sus últimas contracciones vaginales, y en cuanto estuve seguro de que podía sostenerse por sí sola, salí de ella para de inmediato sujetar, posicionar y montar a su adorable y deliciosa madre. Quién casi lloró de gusto cuando se dio cuenta que iba nuevamente por ella.
Por su parte y por única respuesta al comentario de Denisse, el marido sonrió de oreja a oreja, pero sin voltear a ver a su esposa, tenía su mirada concentrada en la belleza de su joven sobrina, y por momentos pasaba sus manos por aquel delicioso cuerpo de piel blanca, acariciando ya las caderas, ya las nalgas, la espalda y hasta la tetas; el viejo se sentía realizado de poder coger a su excitante sobrina de pelo castaño oscuro, sin ningún tipo de sentimiento de culpa y ni siquiera de duda.
Además, a Ramiro le encanta cuando Betzy giraba el cuello tanto como podía, para apreciar con rostro sonriente, cómo estaba siendo penetrada por su tío; o bien para que sus ojos se encontraban con los suyos. Aquella anuencia de su propia sobrina con su mirada y actitud, era lo que hacía que aquella unión sexual adquiriera rasgos de algo romántico para su tío. Y además sin que hubiera ya ningún sentimiento de culpa, ni tampoco afectaciones de terceros, pues yo su esposo estaba allí dando mi anuencia; y esa misma anuencia era recíproca de Ramiro hacía mí, al dejarme poseer a su esposa e hijas sin ningún resquemor ni objeción de su parte. Ramiro tenía la tranquilidad de que Denisse no iba a dejarlo, ella no dejaría de ser su esposa y de igual manera Marlene no dejaría de ser su hija.
La familia de Ramiro gracias a mis poderes mentales, seguiría igual de unida que siempre, incluso más de lo que nunca lo habían estado antes, sólo que ahora de una manera distinta, amorosamente sexual. Y eso era lo mejor de todo, no sólo para Ramiro sino para todos nosotros.
—Tía, dejé que su esposo me bombee como él quiera —dijo Betzy sonriente y en tono de dulce reclamo, y luego de manera un poco más seria, pero sin dejar de ser amable agregó—, esto no es una competencia necesariamente, se trata de disfrutar en familia, ya Pablo se los explicó detalladamente.
La tía de Betzy ya no contestó al comentario de Betzy, pues en esos momentos se limitaba a entrecerrar los ojos y a ponerlos en blanco, además de a gemir casi mordiéndose los labios, del tremendo placer de ser embestida desde atrás por mí, de una manera tan brutal pero a la vez tan deliciosa; yo golpeaba fieramente contra sus nalgas turgentes, una y otra vez, y ambos gozábamos con aquello. Era por demás obvio que le encantaba aquel trato, tanto como también le encantaba a su hija, quien ya recuperada de su monumental orgasmo, aguardaba impaciente pero sin protestar, mientras se atendía a sí misma la vagina con la mano derecha, y con la izquierda se acariciaba y provocaba todavía más, uno de los pezones de sus enormes tetas.
—Bueno —dijo el tío de Betzy sincerándose finalmente al respecto— lo que sucede es que tienen que comprenderme; de todos los aquí reunidos, yo soy el de mayor edad comparativamente. Fui educado de cierta manera y estoy chapado a la antigua, ese trato… como el que Pablo les está dando a ustedes dos… admito que es muy excitante, pero yo desde que hice a Denisse mi esposa… pues la atiendo muy bien. Y ella no me dejará mentir que lo hago, pero francamente hacérselo así de fuerte… a otra mujer, tal vez pero a mi esposa… entiéndanme por lo que ya les expliqué, supuse que eso no era correcto.
—No se preocupe tío —dijo Betzy de inmediato en tono comprensivo—, gracias a los poderes de Pablo es que hemos podido estar así como estamos ahora, todos juntos y desnudos, y disfrutar del mejor juego de adultos que es el sexo, disfrutar a plenitud y sin preocupaciones, usted hágaselo a su esposa como están acostumbrados. Eso está bien, pero… recuerde que yo no soy su esposa…
Mientras terminaba de decir lo anterior, Betzy volteó a ver a su tío con una mirada cómplice y traviesa. Parecía que con aquella expresión y el último comentario, la sobrina trataba de excitar y provocar al tío, dándole permiso de manera velada y juguetona, para atreverse sexualmente a cosas que nunca hubiera hecho con su esposa. Después de todo Betzy era la que estaba siendo penetrada por él; es decir ella no era Denisse, con quien desde que se casaron siempre le había sido fiel, y a quien siempre había atendido bien en la cama pero con gentileza. Pero lo que Betzy trataba de decirle, era que ahora todo había cambiado, de modo que…
—¡Oh Betzy! ¿Te refieres a que puedo…? —dijo Ramiro arrobado por la pasión romántica y sexual que su sobrina le provocaba.
—Hágamelo como Pablo se lo está haciendo a mi prima y a mi tía… claro, sólo si usted quiere tío.
Después de escuchar aquello, el trío sexual que formábamos, la esposa de Ramiro, su hija y yo, volteamos a ver con gran curiosidad a la pareja formada por Betzy y su tío. Obviamente que sin dejar de hacer nada de lo que estábamos haciendo tan deliciosamente. Si acaso sólo reduje la potencia de mis bombeos al chocar contra las nalgas de aquella madre de familia; y Marlene se dedeo un poco más despacio también. De nuestra parte nadie dijo nada para no perturbar la escena sexual de aquellos dos amantes en turno, Betzy de veinte años y Ramiro de cincuenta y tres.
—¡Betzy te amo! —dijo finalmente y con gran sentimiento, el tío de aquella hermosura de veinte años, a la que yo sin usar mis poderes mentales, había convertido en mi esposa. La frase resonó fuerte y claro, sin que nadie en aquella sala le recriminara o se sintiera ofendido, por lo que Ramiro había dicho.
—¡Entonces mónteme así! ¡como mi esposo está poseyendo a su hija y a su esposa!
—¡Como putas! —espetó Ramiro, y comenzó a bombear a Betzy a una velocidad mayor de lo que ya había comenzado a hacerlo. Acercándose de lleno a mi forma de penetrar a sus hembras, Denisse y Marlene.
—¡Sí como putas! —respondió Betzy lanzando un chillido de placer, y cerró los ojos cuando se sintió montada de aquella manera tan poco gentil.
—También la hija y la esposa de Ramiro gimieron de placer, al escuchar y ver aquello.
—¡Vamos, más fuerte Pablo! ¡Demuéstrale a Ramiro que tú puedes cogernos más fuerte a su esposa y a su hija! —gritó Denisse en el octavo paraíso del placer, y su hija la secundo, teniendo un orgasmo por su cuenta, mientras se dedeaba frenéticamente. Finalmente lo que no debía ser una competencia, había acabado convirtiéndose en una, para placer de todos los presentes.
—¡No es cierto tía! —respondió Betzy sonriente y divertida— ¡Tu esposo me está dando fuerte a mí que a ustedes! ¡Ahhhhhhh me vengooooooo!
—¡Yo también Betzy yo también! —no tardó en gritar la tía a su sobrina con total satisfacción.
Nuestras embestidas a aquel par de hembras eran ahora brutales, era más que obvio que el viejo Ramiro no podría soportar ese ritmo mucho tiempo.
Por mi parte tuve que detener mis brutales bombeos dentro del coño de aquella madre de familia, pues al igual que había pasado con su hija, al comenzar a venirse y a mojarme el pene, con aquel orgasmo tremendo, la esposa de Ramiro perdía por completo el control de su cuerpo quedando expuesta a irse al suelo, no de manera peligrosa desde luego, pero yo no quería que eso sucediera. De manera que la sostuve con cuidado, procurando no salir de ella ni un milímetro para no perderme de su jugos y sus contracciones vaginales, que se sentían deliciosas a lo largo de mi erección.
Mientras tanto Ramiro bufaba, parecía que iba a comenzar a venirse dentro de Betzy, gritando una vez más que la amaba. Y su sobrina se dejaba llevar y sujetar, sonriendo de placer y con los ojos cerrados.
—¡Te amo Pablo! —dijo la esposa de Ramiro de repente, aún con los ojos cerrados, y luego giró el cuello para buscar mis labios, los cuales no tardé en poner en contacto con los suyos, en un beso, profundo sexual y prolongado. Claro que no sin antes decirle en voz alta y clara:
—Yo también te amo Denisse… a ti y a tu hija…
A un lado de nosotros, mojada, desnuda y totalmente entregada al amor, la hija de Denisse y de Ramiro, suspiraba y a la vez me acariciaba cariñosamente las bolas, en señal de entrega total.
(CONTINUARÁ)
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