Jugodevida
Estrella Porno
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Ella era una cuarentona, seguía soltera , no quería compartir con ningún hombre su apreciado derecho a ser libre, tuvo algún amago de noviazgo pero nada serio.
Todos los domingos se levantaba muy temprano, antes de nada se duchaba con agua fría, esto mantenía tonificados los músculos de su cuerpo, depilaba sus zonas intimas, elegía la ropa que se pondría ese día, casi siempre era de color negro, una vez que se había puesto la sesy lencería tomaba el desayuno, un café con pastas, después se vestia y salía dirección al templo para oír la misa dominical.
Esta era la rutina de los domingos, una vez en la iglesia se sentaba en la primera fila de bancas, le gustaba provocar al cura con sus piernas blancas, en contraste del negro de su vestido, descuidaba lo subido de su falda, a veces enseñaba el color de su ropa interior, sus finas bragas dejaban marcados los labios de su vagina.
A ella le encantaba este tipo de morbo, los feligreses que la rodeaban casi siempre eran los mismos, cada domingo acudían temprano al templo para coger las primeras filas de asientos, creo que más interesados en las vistas que en la misa. Pero a ella lo que realmente le excitaba era sacar de sus casillas al sacerdote que tanto le gustaba. En cada lectura del evangelio la barría con la mirada de pies a cabeza, ella veía como le caían las gotas de sudor desde la frente al cuello, empapándose en su ropa, imaginando el bulto de su duro miembro debajo de la sotana.
Una vez pasaban a comulgar y el cura le ofrecía la hostia metía las puntas de sus dedos dentro de su boca, lamiéndolos con su lengua, al sacerdote se le notaba su excitación al pronunciar las palabras, otras se le olvidaban.
Momentos antes de terminar la misa ella se ponía de pie, hacia una reverencia y salía contorneandose hacia la puerta, podía sentir la mirada del cura fijada en el meneo de su culo, antes de llegar a la calle se metía por una puerta cerrada que daba a una habitación secreta y en ella esperaba que el cura termine la misa.
Cuando esté llegaba le daba un buen azote, le había hecho pasar un mal rato durante la homilía, después la tomo por su cintura y la arrimo a su cuerpo, la jalo del cabello y comenzó a besarla y morderle en el cuello, subió a besarle la boca, ella mientras abría la sotana para sacar su pene erecto, hinchado, venudo.
El cura la subía encima de una fuerte mesa, la abría de piernas y se metía entre ellas, con la yemas de sus dedos hundía las finas bragas en su mojada raja, lleno de ganas rompió con las uñas las finas y caladas bragas, agarrando su duro miembro y metiéndolo de una tacada, bombeando una y otra vez la jugosa vagina, ella jadeaba, gemía como una poseída por el mismo Satanás, a la vez que le gritaba que le metiera en sus entrañas a todos sus demonios.
El cura se aferró con fuerza a sus nalgas hundiendo sus dedos en sus carnes mojadas, dando las últimas puyadas como si estuviera poseso por el diablo dejando su hendidura llena de caliente semen, aguantando dentro su miembro hasta exprimir la última gota.
Ella satisfecha se limpio en la sotana, se acomodó el vestido, sacando de uno de sus bolsillos los billetes de la cesta de las limosnas y dejándolos encima de la mesa, que Dios te bendiga, hija, hasta el próximo domingo.
Jugodevida.
Todos los domingos se levantaba muy temprano, antes de nada se duchaba con agua fría, esto mantenía tonificados los músculos de su cuerpo, depilaba sus zonas intimas, elegía la ropa que se pondría ese día, casi siempre era de color negro, una vez que se había puesto la sesy lencería tomaba el desayuno, un café con pastas, después se vestia y salía dirección al templo para oír la misa dominical.
Esta era la rutina de los domingos, una vez en la iglesia se sentaba en la primera fila de bancas, le gustaba provocar al cura con sus piernas blancas, en contraste del negro de su vestido, descuidaba lo subido de su falda, a veces enseñaba el color de su ropa interior, sus finas bragas dejaban marcados los labios de su vagina.
A ella le encantaba este tipo de morbo, los feligreses que la rodeaban casi siempre eran los mismos, cada domingo acudían temprano al templo para coger las primeras filas de asientos, creo que más interesados en las vistas que en la misa. Pero a ella lo que realmente le excitaba era sacar de sus casillas al sacerdote que tanto le gustaba. En cada lectura del evangelio la barría con la mirada de pies a cabeza, ella veía como le caían las gotas de sudor desde la frente al cuello, empapándose en su ropa, imaginando el bulto de su duro miembro debajo de la sotana.
Una vez pasaban a comulgar y el cura le ofrecía la hostia metía las puntas de sus dedos dentro de su boca, lamiéndolos con su lengua, al sacerdote se le notaba su excitación al pronunciar las palabras, otras se le olvidaban.
Momentos antes de terminar la misa ella se ponía de pie, hacia una reverencia y salía contorneandose hacia la puerta, podía sentir la mirada del cura fijada en el meneo de su culo, antes de llegar a la calle se metía por una puerta cerrada que daba a una habitación secreta y en ella esperaba que el cura termine la misa.
Cuando esté llegaba le daba un buen azote, le había hecho pasar un mal rato durante la homilía, después la tomo por su cintura y la arrimo a su cuerpo, la jalo del cabello y comenzó a besarla y morderle en el cuello, subió a besarle la boca, ella mientras abría la sotana para sacar su pene erecto, hinchado, venudo.
El cura la subía encima de una fuerte mesa, la abría de piernas y se metía entre ellas, con la yemas de sus dedos hundía las finas bragas en su mojada raja, lleno de ganas rompió con las uñas las finas y caladas bragas, agarrando su duro miembro y metiéndolo de una tacada, bombeando una y otra vez la jugosa vagina, ella jadeaba, gemía como una poseída por el mismo Satanás, a la vez que le gritaba que le metiera en sus entrañas a todos sus demonios.
El cura se aferró con fuerza a sus nalgas hundiendo sus dedos en sus carnes mojadas, dando las últimas puyadas como si estuviera poseso por el diablo dejando su hendidura llena de caliente semen, aguantando dentro su miembro hasta exprimir la última gota.
Ella satisfecha se limpio en la sotana, se acomodó el vestido, sacando de uno de sus bolsillos los billetes de la cesta de las limosnas y dejándolos encima de la mesa, que Dios te bendiga, hija, hasta el próximo domingo.
Jugodevida.
