Elena esta Excitada por su Hijo Fran

heranlu

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Siempre he tenido claro que no quería que mis hijos crecieran escondiendo o avergonzándose de su cuerpo.Tampoco que se sintieran atraídos por una desnudez insana por el otro sexo, lo que hace buscar obsesivamente esos momentos en los que el despertar sexual lo trastoca todo.Yo misma, de joven, escondía mi cuerpo por ese pudor adolescente en el que dejamos de ser naturales.

Odio esconder mi cuerpo por convencionalismos. Mi propia desnudez no la veo como un acto de exhibicionismo, como mucha gente piensa. Es todo lo contrario, es disfrutar de la ausencia de pudor que elimina muchos prejuicios y favorece el crecimiento en unos valores de igualdad y respeto.

Antes de seguir quiero mencionar que soy una mujer normal, nada fuera de lo común, viviendo una vida común a tantas otras vidas. Excepto que durante una parte de mi vida, de mi día, la ropa no existe. Físicamente, también soy una mujer normal, algo más de 1,65 de altura y alrededor de 53 kilos. Una mujer normal, pero un poco especial en una cosa, me gusta la imagen que los espejos me devuelven. Y eso que tengo ya 39 años y he sido madre.

Debo decir que fui madre bastante joven. Antes de cumplir los 20 años ya estaba en el mundo mi hija Laura. Demasiado joven para asumir esa responsabilidad, sin duda. Sin embargo, el tiempo te demuestra que los hijos son algo maravilloso que te sucede en la vida aún cuando en tu vida parecen no tener cabida. Laura tiene ahora 20 años y la veo la chica más linda del mundo.

En ella seré más generosa en los detalles. Laura tiene el pelo largo y castaño, y unos ojos que te cautivan cuando te miran pidiéndote algo. Sabe usar sus encantos y su dulce sonrisa. Le encanta llevar las uñas pintadas de tonos oscuros y sobre todo, adora esa pulsera que suele llevar en el tobillo. Tiene un culo tan cautivador como sus ojos y hace temblar a cualquiera que lo ve y sé de lo que hablo. Tiene unos pechos preciosos de pezones rosados y unas aureolas proporcionadas, tirando a grandes. El tipo de aureolas que llama la atención de cualquiera que las mira. Tiene el coño depilado desde la adolescencia. Imagino que algo influyó el que yo también lo lleve así. Sus piernas son largas y bien dibujadas que son la envidia de sus amigas cuando decide usar minifalda. Ninguna de ellas puede competirle protagonismo.

Su hermano presume de lo guapa que es su hermana entre sus amigos, aunque también me ha contado de algunas veces en las que ha tenido alguna pelea con algún amigo por cómo hablaban de ella, y creo que también de mi. El motivo, somos una familia nudista y algunos ven en eso un motivo de morbo.

Volviendo sobre mí y mi familia, debo decir que en mi vida nunca ha tenido cabida un marido. Nunca me casé. El padre de Laura era un joven inmaduro que no asumió esa paternidad. Yo tampoco tuve la suficiente madurez, debo decirlo también, puesto que mi segundo hijo vino antes de los dos años de haber nacido Laura. Fran tiene ahora apenas los 18 recién cumplidos. Se ha convertido en un guapo muchacho después de esos años de adolescencia tan complicados. Moreno, de pelo lacio, ojos verdes y rasgados y aficionado a los deportes desde siempre. Si a eso le añadimos que desde hace unos meses entrena en un gimnasio, ya os hacéis una idea de mi orgullo de madre hablar de lo guapo que es. Pero también su hermana presume de hermano entre sus amigas, a pesar de ser un poco mayores que él. Y a esa edad, es una diferencia importante.

El caso es que cuando asumí mi condición de madre, tuve claro que quería para mí un hogar libre de pudores y vergüenzas derivados del cuerpo. Mientras mis hijos fueron pequeños, todo había ido bien con dicha decisión y tan solo algunas madres me comentaban que los niños hablaban entre ellos que en su casa no llegaban ropa, y solo la usaban para ir al colegio. Como pueden imaginar, muchas madres no aprobaban esos principios míos y algunas abiertamente y otras de manera más sibilina, limitaba el contacto de sus hijos con los míos. Igual se imaginaban que yo desnudaría a sus hijos si entraban en casa a jugar con los míos. Eso hizo que mis hijos siempre hayan jugado mucho entre ellos, y por ello creo que tienen ahora esa fantástica relación.

Durante la adolescencia también tuvimos en casa momentos de cuestionamientos, sobre todo entre Laura y Fran, porque a cierta edad, Laura se quejaba de que Fran la miraba “diferente” y la hacía sentir incómoda. Varias veces tuve que pedirla que tuviera un poco de paciencia porque algunas personas tienen más complicado asumir la desnudez separada de la sexualidad. Afortunadamente fue una etapa de Fran. que finalmente quedó superada.

Sin embargo, últimamente estoy tendiendo alguna dificultad en asumir algunos cambios. De un tiempo a esta parte, y junto con su desarrollo muscular derivado del entrenamiento, se ha producido otro desarrollo tan evidente como el muscular: Fran tiene una increíble polla. No hay otro modo de decirlo.

En unos meses, como dije, su cuerpo se ha desarrollado definiendo una musculatura que sin ser excesiva, muestra claramente unos abdominales marcados, unos hombros y pectorales torneados que resultan muy atractivo a la vista. También sus piernas están perfectamente dibujadas y además, dado que no tiene apenas vello, su cuerpo entero es muy estético. También Laura se ha percatado de ello, a pesar de no haberlo comentado conmigo. No hace falta. A veces la he sorprendido mirando de un modo distinto a su hermano. Aunque esos cambios no se producen de un día para otro, sí que tengo claro cuando empecé a pensar en mi hijo de una manera diferente.

Siempre me ha gustado despertar yo mismo a mis chicos, darles un beso y empezar el día juntos. Igual los malcrío un poco, pero durante la semana les despierto con poco margen para irse al instituto y la universidad, que es donde estudian Fran y Laura, respectivamente, para que aprovechen al máximo las horas de descanso. Aún me encargo de ordenar sus habitaciones y hacer su cama. Suelo trabajar de turno de tarde y las mañanas las dedico a la casa. Me hace sentir que aún me necesitan y refuerza mi autoridad, al no permitir que sus habitaciones sean su inexpugnable fortín donde recluirse. Me gusta que hagamos vida común, y aún tratamos de tener ratos de televisión juntos en el salón poniéndonos de acuerdo en series que seguir o películas de moda. De no ser por ellos seguiría pegada a la tele convencional.

Amanecía otro día que imaginaba sería como cualquier otro. Durante la ducha, a mi esponja de peeling se le deshizo el nudo que la compactaba, haciendo del todo imposible usarla. Enjaboné mis manos y acabé usándolas para enjabonarte el cuerpo.

Las suaves caricias de mis jabonosas manos en mi cuerpo, masajeando mis pechos y mis glúteos hicieron asomar un cosquilleo en mi coño demandando algo de atención. Pensándolo bien, hacía ya unas semanas que no tenía un orgasmo, ni con una cita ni en mi cama. Mis manos se afanaban en enjabonar mi vulva haciendo que separara mis piernas y terminé subiendo una de ellas al borde de la bañera. El agua caliente envolvía todo mi cuerpo cayendo desde arriba, pero ahora mi cuerpo demandaba del agua otro tipo de sensaciones. Giré el mando de mi ducha y el agua dejo de caer desde arriba para salir por la ducha de mano. El agua a maxima presión acariciaba ahora mi vulva, sintiendo cómo golpeaba fina pero intensamente tanto mi clitoris como los labios. La otra mano frotaba mi clitoris ayudando al agua a llevarme en volandas hasta un estado de placer que iba subiendo y subiendo. Se me habían puesto los pezones tan duros que dirigí allí el chorro de agua para sentirlo rico en mis tetas mientras seguía masturbandome con la otra mano. La verdad es que estaba cachondísima dejándome llevar cuando reparé en la hora que sería y que aún tenía que aclararme el cabello, con lo que la paja se tuvo que quedar en solo un amago. Aún tenía los pezones durísimos cuando me enrollé la toalla en la cabeza, empapando el cabello que me secaría luego. También pensaba que luego terminaría mi paja.

Laura esa mañana no tenía clase las dos primeras horas, así que ella dormiría unas horas más.

Cuando entré en la habitación de mi hijo, la luz ya la invadía desde hacía rato, pero eso jamás hacía que Fran se despertara.

Reconozco que disfruto cada mañana de ese momento de despertar a mis chicos. Cuando despierto a Fran, a veces he tardado algunos algunos segundos más de la cuenta en despertarlo deleitándome con algunas de las erecciones de Fran. La verdad es que llevaba un tiempo en el que en más ocasiones de las que me gustaba reconocer me fijaba en su miembro. Su tamaño variaba a lo largo del día y también andaba notando que hacía algún tiempo, de manera distraída, era fácil verlo tocándose manera distraída sus genitales mientras miraba la tele en ese acto casi reflejo de algunos adolescentes. Al estar desnudo era más evidente las reacciones naturales de su cuerpo a esos tocamientos. Y eso tampoco había pasado desapercibido para Laura, a quien también esos gestos de su hermano parecían gustarle y atraerla y la había visto ya mirándolo con cierta fijeza y sin disimulo en esos momentos.

Más o menos, lo que también hacía yo, con el agravante de ser su madre. Tras esos toqueteos su miembro acababa adquiriendo mayor grosor y tamaño. La verdad es que su tamaño parecía crecer por días y a veces se le notaba bastante pesada sobre su muslo o sobre su abdomen, según la postura que tuviera.

A pesar de lo mucho que disfrutaba viéndolo así, le tuve que regañar en más de una ocasión por hacerlo sin reparar en quien estaba delante. Debo reconocer que aquello estaba haciendo cuestionarme si hacía bien mi papel de madre, pues no es normal encontrar excitante el cuerpo de tu propio hijo. Incluso estuve consultando algún foro sobre nudismo y lo quise comentar en chats donde el anonimato me ayudaba a decir en voz alta algo que solo pensarlo ya resultaba algo escandaloso. No puede subirte la libido el cuerpo de tu propio hijo. Y en un chat es como conocí a un amigo que me recomendó esta página de relatos. Descubrí casos similares de mujeres que pensaban que no era sano sentir esas cosas, pero que descubrieron un placer más allá de lo soñado dejándose caer en ese torbellino de emociones y de deseo. Entendí que había mujeres que llegaban a masturbar a sus hijos por algún problema de salud, alguna fractura de brazos que hacía que dependieran de su madre para todo, incluso para es desahogo sexual. Leer que una madre pajea a su hijo hasta que este eyacula en su mano, o incluso a alguna podía llegar a salpicarles a la cara.

Me recreaba leyendo aquellas madres que daban un paso más y sucumbían al placer de entregar su propia boca para el placer de su hijo, llegando a correrse en su garganta, sintiendo como la leche que tomó de su propio pecho, retornaba hecha semen a través de su miembro. Con cada historia que leía, más me convencía de que yo solo soñaba con su cuerpo, y que estaba a años luz de esas mujeres que perdían la cabeza por satisfacer algo que yo ya había empezado a conocer: la lujuria de tu propia sangre.

Aún con la sensación en mi cuerpo de esa medio paja en la ducha, entré en su habitación. Cuando me acercaba a despertarlo, me quedé hipnotizada por el magnetismo de aquella escena. Sus brazos estaban por encima de su cabeza, lo que dibujaba sus bíceps sobre el blanco lienzo de sus sábanas. Mis ojos recorrían su cuerpo de arriba a abajo dándome cuenta de que mi hijo ya era todo un hombre y que su cuerpo era ya una tentación para cualquier mujer. Y yo lo era. Sobre todo si la mujer se había dejado un orgasmo a medias y aún me palpitara el coño pidiendo terminar lo que había empezado.

Como tantas mañanas, me había adentrado en el dormitorio de mi hijo estando desnuda, como siempre estamos en casa. Miraba la expresión de su rostro, que reflejaba una tenue sonrisa, mostrando una sensación tan placentera que me daba pena despertarlo. Mis ojos bajaron a su pecho, con unos pequeños pezones levemente erizados que se movían a un delicado ritmo que marcaba su suave respiración. Mis ojos siguieron su camino por su esternón hasta su plano abdomen donde su ombligo marcaba el punto que lo había mantenido pegado a mi. No era la primera vez que mirar su ombligo me despertaba esa ternura de madre a hijo. Pero ahora, cerca de ese ombligo, un rotundo glande captaba toda mi atención recreándome en esa prominencia tan distinta al resto del cuerpo de su polla. Al verla así, pensé en la de veces que había disfrutado de alguna polla así de cabezona, sintiendo cómo mi boca se adaptaba en cada embestida a esa cabeza y cómo mis labios notaban perfectamente cuando ese glande rebasaba los labios y se adentraba en mi boca, siendo mi lengua quien tomaba el relevo y jugaba con sus bordes. Pero ahora estaba mirando la polla de mi propio hijo. Aparté ese pensamiento de mi mente porque era la polla de mi hijo. Mi mente batallaba con mi cuerpo. O quizá era un reproche lo que le hacía por pensar en el placer de una mamada al estar mirando la polla de mi propio hijo. Mis ojos seguían fijos contemplando esa polla al borde de su cama. Cuando me dí cuenta, mi mano habia vuelto a mi clitoris que estaba a menos de medio metro de mi hijo. Mi respiración se había disparado al darme cuenta de lo que estaba haciendo. ¿De verdad me tocaba el coño delante de mi hijo, por mucho que estuviera dormido? ¿y de verdad lo hacía mirando su tremenda ereccion?

Me avergonzaba lo que hacía pero parecía que no podía frenar mis propios deseos, que volaban a través de mis dedos reviviendo ese deseo que dejé a medias en la ducha.

De pie, mirando a mi hijo desnudo, sentí que debía frenar esa locura. Por un instante recobre la cordura y me di cuenta de la hora que era, y de que mientras mi cuerpo solo quería tener un orgasmo, mi mente sabía que debía posponerlo de nuevo, como ya lo había hecho en la ducha, para que mi hijo no llegara tarde.

Respiré hondo, y me seque los dedos en la toalla de la cabeza. Se me habían mojado y no me pareció ético chuparlos cuando iba a darle un beso a Fran para despertarlo.

Me incliné sobre el cuando ocurrió. Su respiración se alteró levemente y vi como su polla daba pequeñas contracciones o movimientos, y comenzó a brotar el semen de su polla. Fran se estaría corriendo en sueños pero su polla estaba expulsando semen real.

No podía creer el aroma que estaba llegando a mi nariz, embriagando mi ya nublado entendimiento.

No era la primera vez que Fran mojaba la cama con poluciones nocturnas, pero jamás pensé que vería a mi hijo eyacular.

Una, dos y hasta tres contracciones hicieron que su abdomen se llenara de semen. No era tan espeso como imagino que sería el que a buen seguro saldría en sus másturbaciones, pero desde luego tenía una consistencia suficiente para darle ese olor característico.

Al estar inclinada sobre el, mi cara estaba apenas a cuarentena centímetros de su semen y, antes de darme cuenta qué hacía, mis dedos tocaban la piscina de semen que su abdomen contenía.

Mis dedos estaban empapados y no me resistí a olerlos, así que los llevé a mi nariz aspirando aún más de cerca ese delicioso olor. Los remordimientos me atenazaban, pero el morbo de oler lo que esa magnífica polla había expelido ante mis ojos era superior a cualquier culpa. Abandonada como estaba, dí ese último paso que me separaba del abismo, y los llevé a mi boca.

Había probado el semen de mi hijo. Estaba tocando el semen de Fran con mi lengua…y era delicioso. Lo era su sabor y el hecho de probar el semen de mi propio hijo. Con ese sabor en mi boca, me acerque aún más a él, lo bese en la frente y le dije:

-Fran, cariño, es hora de levantarse.

Tardo en reaccionar muy poco incorporándose y ruborizándose inmediatamente, mientras parecía haber notado lo mojado que estaba su abdomen mirándome extrañado.

-Mamá, lo siento.

Se le notaba azorado y algo desconcertado. Era tan tierno verlo así de preocupado.

-No sabia que estabas tan cerca, mamá

-Cariño, es normal. Estabas dormido y no me has manchado.

Lo que él no sabía era que me hubiera encantado mancharme entera de él.

-Vamos, déjame que te limpie, se ve que estabas pasándolo bien. Solo espero no haberte interrumpido en lo mejor del sueño.

Mientras le decía eso, solté la toalla del pelo y por un extremo que permanecía seco, empecé a limpiar su abdomen de semen.

-Mamá, no hagas eso. No tienes que limpiarme tú.

-Cielo, no es la primera vez que manchas las sábanas, ¿verdad? Creo que ya hemos limpiado varías de estas. Esta vez parece que las sábanas han salido indemnes.

Diciendo eso, seguía recogiendo semen de su vientre.

-Déjame a mi, mamá, no te vayas a manchar. Debe ser asqueroso limpiar esto de tu hijo.

-Fran, nada tuyo es asqueroso. Seguro que no pensaba eso la chica a la que iba dirigido eso.

Sonreí para hacerle sentir bien.

- A la ducha a limpiarte bien.

La erección no bajaba y seguía aún bastante dura.

-En la ducha puedes rematar la faena si no te entretienes mucho - le dije mientras le guiñaba un ojo.

Se levanto y salió de la habitación, permitiéndome ver su bien formado culo al pasar por delante de mi.

Cuando se cerró la puerta del baño, mire la cama y recordé la escena que acababa de presenciar. Me hinqué de rodillas en su cama desnuda cómo estaba, cogí su almohada y la enrollé poniéndola entre mis piernas y empecé a frotar mi coño contra ella, mientras que cogí la toalla con la que acaba de limpiar a Fran y la puse en mi boca, lamiendo toda la humedad que aún contenía.Sentía su almohada en mi coño y cuando esa noche durmiera en ella, tendría muy cerca algo de su madre. Algo que ahora mismo soñaba:

Quería poner mi coño en su boca y follarmela hasta correrme.

Oliendo su semen, solo tuve que tocar mi clitoris unos instantes para acabar corriéndome en la cama de mi hijo.

La ducha dejó de sonar.



que contara su historia. La de una madre de dos hijos, chico y chica, a los que ha educado en un hogar nudista para que crecieran sin el pudor de la desnudez. Sin embargo, Elena no entiende entonces por qué últimamente eso la excita.



Como madre, soy la primera que se lo repite constantemente: una madre no piensa en la polla de su hijo.



Siempre he tenido claro que no quería que mis hijos crecieran escondiendo o avergonzándose de su cuerpo.

Tampoco que se sintieran atraídos por una desnudez insana por el otro sexo, lo que hace buscar obsesivamente esos momentos en los que el despertar sexual lo trastoca todo.

Yo misma, de joven, escondía mi cuerpo por ese pudor adolescente en el que dejamos de ser naturales.

Odio esconder mi cuerpo por convencionalismos. Mi propia desnudez no la veo como un acto de exhibicionismo, como mucha gente piensa. Es todo lo contrario, es disfrutar de la ausencia de pudor que elimina muchos prejuicios y favorece el crecimiento en unos valores de igualdad y respeto.



Antes de seguir quiero mencionar que soy una mujer normal, nada fuera de lo común, viviendo una vida común a tantas otras vidas. Excepto que durante una parte de mi vida, de mi día, la ropa no existe. Físicamente, también soy una mujer normal, algo más de 1,65 de altura y alrededor de 53 kilos. Una mujer normal, pero un poco especial en una cosa, me gusta la imagen que los espejos me devuelven. Y eso que tengo ya 39 años y he sido madre.



Debo decir que fui madre bastante joven. Antes de cumplir los 20 años ya estaba en el mundo mi hija Laura. Demasiado joven para asumir esa responsabilidad, sin duda.



Sin embargo, el tiempo te demuestra que los hijos son algo maravilloso que te sucede en la vida aún cuando en tu vida parecen no tener cabida. Laura tiene ahora 20 años y la veo la chica más linda del mundo.



En ella seré más generosa en los detalles. Laura tiene el pelo largo y castaño, y unos ojos que te cautivan cuando te miran pidiéndote algo. Sabe usar sus encantos y su dulce sonrisa. Le encanta llevar las uñas pintadas de tonos oscuros y sobre todo, adora esa pulsera que suele llevar en el tobillo. Tiene un culo tan cautivador como sus ojos y hace temblar a cualquiera que lo ve y sé de lo que hablo. Tiene unos pechos preciosos de pezones rosados y unas aureolas proporcionadas, tirando a grandes. El tipo de aureolas que llama la atención de cualquiera que las mira.

Tiene el coño depilado desde la adolescencia. Imagino que algo influyó el que yo también lo lleve así.

Tiene unas piernas largas y bien dibujadas que son la envidia de sus amigas cuando decide usar minifalda. Ninguna de ellas puede competirle protagonismo.



Su hermano presume de lo guapa que es su hermana entre sus amigos, aunque también me ha contado de algunas veces en las que ha tenido alguna pelea con algún amigo por cómo hablaban de ella, y creo que también de mi. El motivo, somos una familia nudista y algunos ven en eso un motivo de morbo.



Volviendo sobre mí y mi familia, debo decir que en mi vida nunca ha tenido cabida un marido. Nunca me casé. El padre de Laura era un joven inmaduro que no asumió esa paternidad. Yo tampoco tuve la suficiente madurez, debo decirlo también, puesto que mi segundo hijo vino antes de los dos años de haber nacido Laura. Fran tiene ahora apenas los 18 recién cumplidos. Se ha convertido en un guapo muchacho después de esos años de adolescencia tan complicados. Moreno, de pelo lacio, ojos verdes y rasgados y aficionado a los deportes desde siempre. Si a eso le añadimos que desde hace unos meses entrena en un gimnasio, ya os hacéis una idea de mi orgullo de madre hablar de lo guapo que es. Pero también su hermana presume de hermano entre sus amigas, a pesar de ser un poco mayores que él. Y a esa edad, es una diferencia importante.



El caso es que cuando asumí mi condición de madre, tuve claro que quería para mí un hogar libre de pudores y vergüenzas derivados del cuerpo. Mientras mis hijos fueron pequeños, todo había ido bien con dicha decisión y tan solo algunas madres me comentaban que los niños hablaban entre ellos que en su casa no llegaban ropa, y solo la usaban para ir al colegio. Como pueden imaginar, muchas madres no aprobaban esos principios míos y algunas abiertamente y otras de manera más sibilina, limitaba el contacto de sus hijos con los míos. Igual se imaginaban que yo desnudaría a sus hijos si entraban en casa a jugar con los míos. Eso hizo que mis hijos siempre hayan jugado mucho entre ellos, y por ello creo que tienen ahora esa fantástica relación.



Durante la adolescencia también tuvimos en casa momentos de cuestionamientos, sobre todo entre Laura y Fran, porque a cierta edad, Laura se quejaba de que Fran la miraba “diferente” y la hacía sentir incómoda. Varias veces tuve que pedirla que tuviera un poco de paciencia porque algunas personas tienen más complicado asumir la desnudez separada de la sexualidad. Afortunadamente fue una etapa entre los 14 y los 15 años de Fran. que finalmente quedó superada.



Sin embargo, últimamente estoy tendiendo alguna dificultad en asumir algunos cambios. De un tiempo a esta parte, y junto con su desarrollo muscular derivado del entrenamiento, se ha producido otro desarrollo tan evidente como el muscular: Fran tiene una increíble polla. No hay otro modo de decirlo.



En unos meses, como dije, su cuerpo se ha desarrollado definiendo una musculatura que sin ser excesiva, muestra claramente unos abdominales marcados, unos hombros y pectorales torneados que resultan muy atractivo a la vista. También sus piernas están perfectamente dibujadas y además, dado que no tiene apenas vello, su cuerpo entero es muy estético.

También Laura se ha percatado de ello, a pesar de no haberlo comentado conmigo. No hace falta. A veces la he sorprendido mirando de un modo distinto a su hermano.



Aunque esos cambios no se producen de un día para otro, sí que tengo claro cuando empecé a pensar en mi hijo de una manera diferente.



Siempre me ha gustado despertar yo mismo a mis chicos, darles un beso y empezar el día juntos. Igual los malcrío un poco, pero durante la semana les despierto con poco margen para irse al instituto y la universidad, que es donde estudian Fran y Laura, respectivamente, para que aprovechen al máximo las horas de descanso. Aún me encargo de ordenar sus habitaciones y hacer su cama. Suelo trabajar de turno de tarde y las mañanas las dedico a la casa. Me hace sentir que aún me necesitan y refuerza mi autoridad, al no permitir que sus habitaciones sean su inexpugnable fortín donde recluirse. Me gusta que hagamos vida común, y aún tratamos de tener ratos de televisión juntos en el salón poniéndonos de acuerdo en series que seguir o películas de moda. De no ser por ellos seguiría pegada a la tele convencional.



Amanecía otro día que imaginaba sería como cualquier otro. Durante la ducha, a mi esponja de peeling se le deshizo el nudo que la compactaba, haciendo del todo imposible usarla. Enjaboné mis manos y acabé usándolas para enjabonarte el cuerpo.



Las suaves caricias de mis jabonosas manos en mi cuerpo, masajeando mis pechos y mis glúteos hicieron asomar un cosquilleo en mi coño demandando algo de atención. Pensándolo bien, hacía ya unas semanas que no tenía un orgasmo, ni con una cita ni en mi cama. Mis manos se afanaban en enjabonar mi vulva haciendo que separara mis piernas y terminé subiendo una de ellas al borde de la bañera. El agua caliente envolvía todo mi cuerpo cayendo desde arriba, pero ahora mi cuerpo demandaba del agua otro tipo de sensaciones. Giré el mando de mi ducha y el agua dejo de caer desde arriba para salir por la ducha de mano. El agua a maxima presión acariciaba ahora mi vulva, sintiendo cómo golpeaba fina pero intensamente tanto mi clitoris como los labios. La otra mano frotaba mi clitoris ayudando al agua a llevarme en volandas hasta un estado de placer que iba subiendo y subiendo. Se me habían puesto los pezones tan duros que dirigí allí el chorro de agua para sentirlo rico en mis tetas mientras seguía masturbandome con la otra mano. La verdad es que estaba cachondísima dejándome llevar cuando reparé en la hora que sería y que aún tenía que aclararme el cabello, con lo que la paja se tuvo que quedar en solo un amago. Aún tenía los pezones durísimos cuando me enrollé la toalla en la cabeza, empapando el cabello que me secaría luego. También pensaba que luego terminaría mi paja.





Laura esa mañana no tenía clase las dos primeras horas, así que ella dormiría unas horas más.



Cuando entré en la habitación de mi hijo, la luz ya la invadía desde hacía rato, pero eso jamás hacía que Fran se despertara.

Reconozco que disfruto cada mañana de ese momento de despertar a mis chicos. Cuando despierto a Fran, a veces he tardado algunos algunos segundos más de la cuenta en despertarlo deleitándome con algunas de las erecciones de Fran. La verdad es que llevaba un tiempo en el que en más ocasiones de las que me gustaba reconocer me fijaba en su miembro. Su tamaño variaba a lo largo del día y también andaba notando que hacía algún tiempo, de manera distraída, era fácil verlo tocándose manera distraída sus genitales mientras miraba la tele en ese acto casi reflejo de algunos adolescentes. Al estar desnudo era más evidente las reacciones naturales de su cuerpo a esos tocamientos. Y eso tampoco había pasado desapercibido para Laura, a quien también esos gestos de su hermano parecían gustarle y atraerla y la había visto ya mirándolo con cierta fijeza y sin disimulo en esos momentos.



Más o menos, lo que también hacía yo, con el agravante de ser su madre. Tras esos toqueteos su miembro acababa adquiriendo mayor grosor y tamaño. La verdad es que su tamaño parecía crecer por días y a veces se le notaba bastante pesada sobre su muslo o sobre su abdomen, según la postura que tuviera.

A pesar de lo mucho que disfrutaba viéndolo así, le tuve que regañar en más de una ocasión por hacerlo sin reparar en quien estaba delante.

Debo reconocer que aquello estaba haciendo cuestionarme si hacía bien mi papel de madre, pues no es normal encontrar excitante el cuerpo de tu propio hijo. Incluso estuve consultando algún foro sobre nudismo y lo quise comentar en chats donde el anonimato me ayudaba a decir en voz alta algo que solo pensarlo ya resultaba algo escandaloso. No puede subirte la libido el cuerpo de tu propio hijo. Y en un chat es como conocí a un amigo que me recomendó esta página de relatos. Descubrí casos similares de mujeres que pensaban que no era sano sentir esas cosas, pero que descubrieron un placer más allá de lo soñado dejándose caer en ese torbellino de emociones y de deseo. Entendí que había mujeres que llegaban a masturbar a sus hijos por algún problema de salud, alguna fractura de brazos que hacía que dependieran de su madre para todo, incluso para es desahogo sexual. Leer que una madre pajea a su hijo hasta que este eyacula en su mano, o incluso a alguna podía llegar a salpicarles a la cara.

Me recreaba leyendo aquellas madres que daban un paso más y sucumbían al placer de entregar su propia boca para el placer de su hijo, llegando a correrse en su garganta, sintiendo como la leche que tomó de su propio pecho, retornaba hecha semen a través de su miembro. Con cada historia que leía, más me convencía de que yo solo soñaba con su cuerpo, y que estaba a años luz de esas mujeres que perdían la cabeza por satisfacer algo que yo ya había empezado a conocer: la lujuria de tu propia sangre.



Aún con la sensación en mi cuerpo de esa medio paja en la ducha, entré en su habitación. Cuando me acercaba a despertarlo, me quedé hipnotizada por el magnetismo de aquella escena. Sus brazos estaban por encima de su cabeza, lo que dibujaba sus bíceps sobre el blanco lienzo de sus sábanas. Mis ojos recorrían su cuerpo de arriba a abajo dándome cuenta de que mi hijo ya era todo un hombre y que su cuerpo era ya una tentación para cualquier mujer. Y yo lo era. Sobre todo si la mujer se había dejado un orgasmo a medias y aún me palpitara el coño pidiendo terminar lo que había empezado.



Como tantas mañanas, me había adentrado en el dormitorio de mi hijo estando desnuda, como siempre estamos en casa. Miraba la expresión de su rostro, que reflejaba una tenue sonrisa, mostrando una sensación tan placentera que me daba pena despertarlo. Mis ojos bajaron a su pecho, con unos pequeños pezones levemente erizados que se movían a un delicado ritmo que marcaba su suave respiración. Mis ojos siguieron su camino por su esternón hasta su plano abdomen donde su ombligo marcaba el punto que lo había mantenido pegado a mi. No era la primera vez que mirar su ombligo me despertaba esa ternura de madre a hijo. Pero ahora, cerca de ese ombligo, un rotundo glande captaba toda mi atención recreándome en esa prominencia tan distinta al resto del cuerpo de su polla. Al verla así, pensé en la de veces que había disfrutado de alguna polla así de cabezona, sintiendo cómo mi boca se adaptaba en cada embestida a esa cabeza y cómo mis labios notaban perfectamente cuando ese glande rebasaba los labios y se adentraba en mi boca, siendo mi lengua quien tomaba el relevo y jugaba con sus bordes. Pero ahora estaba mirando la polla de mi propio hijo. Aparté ese pensamiento de mi mente porque era la polla de mi hijo. Mi mente batallaba con mi cuerpo. O quizá era un reproche lo que le hacía por pensar en el placer de una mamada al estar mirando la polla de mi propio hijo. Mis ojos seguían fijos contemplando esa polla al borde de su cama. Cuando me dí cuenta, mi mano habia vuelto a mi clitoris que estaba a menos de medio metro de mi hijo. Mi respiración se había disparado al darme cuenta de lo que estaba haciendo. ¿De verdad me tocaba el coño delante de mi hijo, por mucho que estuviera dormido? ¿y de verdad lo hacía mirando su tremenda ereccion?



Me avergonzaba lo que hacía pero parecía que no podía frenar mis propios deseos, que volaban a través de mis dedos reviviendo ese deseo que dejé a medias en la ducha.



De pie, mirando a mi hijo desnudo, sentí que debía frenar esa locura. Por un instante recobre la cordura y me di cuenta de la hora que era, y de que mientras mi cuerpo solo quería tener un orgasmo, mi mente sabía que debía posponerlo de nuevo, como ya lo había hecho en la ducha, para que mi hijo no llegara tarde.



Respiré hondo, y me seque los dedos en la toalla de la cabeza. Se me habían mojado y no me pareció ético chuparlos cuando iba a darle un beso a Fran para despertarlo.

Me incliné sobre el cuando ocurrió. Su respiración se alteró levemente y vi como su polla daba pequeñas contracciones o movimientos, y comenzó a brotar el semen de su polla. Fran se estaría corriendo en sueños pero su polla estaba expulsando semen real.

No podía creer el aroma que estaba llegando a mi nariz, embriagando mi ya nublado entendimiento.

No era la primera vez que Fran mojaba la cama con poluciones nocturnas, pero jamás pensé que vería a mi hijo eyacular.



Una, dos y hasta tres contracciones hicieron que su abdomen se llenara de semen. No era tan espeso como imagino que sería el que a buen seguro saldría en sus másturbaciones, pero desde luego tenía una consistencia suficiente para darle ese olor característico.



Al estar inclinada sobre el, mi cara estaba apenas a cuarentena centímetros de su semen y, antes de darme cuenta qué hacía, mis dedos tocaban la piscina de semen que su abdomen contenía.



Mis dedos estaban empapados y no me resistí a olerlos, así que los llevé a mi nariz aspirando aún más de cerca ese delicioso olor. Los remordimientos me atenazaban, pero el morbo de oler lo que esa magnífica polla había expelido ante mis ojos era superior a cualquier culpa. Abandonada como estaba, dí ese último paso que me separaba del abismo, y los llevé a mi boca.



Había probado el semen de mi hijo. Estaba tocando el semen de Fran con mi lengua…y era delicioso.



Lo era su sabor y el hecho de probar el semen de mi propio hijo.



Con ese sabor en mi boca, me acerque aún más a él, lo bese en la frente y le dije:



-Fran, cariño, es hora de levantarse.



Tardo en reaccionar muy poco incorporándose y ruborizándose inmediatamente, mientras parecía haber notado lo mojado que estaba su abdomen mirándome extrañado.



-Mamá, lo siento.



Se le notaba azorado y algo desconcertado. Era tan tierno verlo así de preocupado.



-No sabia que estabas tan cerca, mamá



-Cariño, es normal. Estabas dormido y no me has manchado.



Lo que él no sabía era que me hubiera encantado mancharme entera de él.



-Vamos, déjame que te limpie, se ve que estabas pasándolo bien. Solo espero no haberte interrumpido en lo mejor del sueño.



Mientras le decía eso, solté la toalla del pelo y por un extremo que permanecía seco, empecé a limpiar su abdomen de semen.



-Mamá, no hagas eso. No tienes que limpiarme tú.

-Cielo, no es la primera vez que manchas las sábanas, ¿verdad? Creo que ya hemos limpiado varías de estas. Esta vez parece que las sábanas han salido indemnes.



Diciendo eso, seguía recogiendo semen de su vientre.



-Déjame a mi, mamá, no te vayas a manchar. Debe ser asqueroso limpiar esto de tu hijo.

-Fran, nada tuyo es asqueroso. Seguro que no pensaba eso la chica a la que iba dirigido eso.



Sonreí para hacerle sentir bien.



-Ademas, nada de ti me resultaría asqueroso, como tú dices. A la ducha a limpiarte bien.



La erección no bajaba y seguía aún bastante dura.



-En la ducha puedes rematar la faena si no te entretienes mucho - le dije mientras le guiñaba un ojo.



Se levanto y salió de la habitación, permitiéndome ver su bien formado culo al pasar por delante de mi.



Cuando se cerró la puerta del baño, mire la cama y recordé la escena que acababa de presenciar. Me hinqué de rodillas en su cama desnuda cómo estaba, cogí su almohada y la enrollé poniéndola entre mis piernas y empecé a frotar mi coño contra ella, mientras que cogí la toalla con la que acaba de limpiar a Fran y la puse en mi boca, lamiendo toda la humedad que aún contenía.Sentía su almohada en mi coño y cuando esa noche durmiera en ella, tendría muy cerca algo de su madre. Algo que ahora mismo soñaba:



Quería poner mi coño en su boca y follarmela hasta correrme.



Oliendo su semen, solo tuve que tocar mi clitoris unos instantes para acabar corriéndome en la cama de mi hijo.
 
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