Jackobson
Virgen
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Hubo una vez un matrimonio joven, atractivo y con una vida sexual muy activa.
Él, en numerosas ocasiones, le había propuesto a ella hacer un trío con un amigo de los de toda la vida. A su vez, el amigo conocía de la voluntad de éste, el marido de la pareja. Todo se mascaba pero muy despacio. Ella, aunque en el fondo se sentía atraída por la idea, era reacia, tenía miedo, vergüenza, no se atrevía a dar el paso. Mientras, el marido, en cada acto sexual, sacaba el tema y ella lo complacía poniendo posturas, gimiendo como si realmente estuvieran los tres, haciendo que el acto realmente pareciera un trío.
Él, a solas, fantaseaba con la idea, y en sus numerosas masturbaciones, imaginaba esa fantasía sin cesar, lo que le provocaba intensos orgasmos. Mientras, el amigo seguía hablando con el marido de la posibilidad si se diera, qué haría. El amigo lo tenía claro, participaría.
Una noche, fiestas en el pueblo, coincidieron los tres y pasaron la noche juntos por las calles, bebebiendo y bailando. Era julio, mucho calor, mucho. Ella llevaba un vestido muy corto, tanga y un fino sujetador. La noche pasaba, el alcohol deshinibía, se hacía tarde. Los tres decidieron ir a casa de la pareja, donde tomaron un par de copas más. Ambos varones estaban deseosos y ella, de vez en cuando, descuidada un poco sus posturas lo que hacía ver partes de su precioso cuerpo.
En un determinado momento, ella dijo que se iba a la cama un rato a descansar. Ellos se quedaron en el comedor hablado y sin saber muy bien si era el momento de probar o no. Pasados unos minutos, los dos entraron el dormitorio. Ella estaba con su vestido, el calor era bastante "molesto". El amigo se sentó sobre el extremo de la cama, junto a la almohada y el marido al lado de los pies de ella. Ambos deseaban practicar sexo con ella pero también tenían miedo de la reacción de ella. Había que hacer algo, era el momento. Así que el amigo, despacio comenzó a tocarle los hombros a ella, el marido no hacía nada. El amigo, llegado un momento, deslizó su mano derecha sobre el pecho derecho de ella. Máxima tensión. Había dos posibilidades: continuar o que ella, molesta, los obligara a parar. El amigo siguió acariciando el pecho de ella, no opuso resistencia en ningún momento. Así pues, el amigo decidió sin más tocarle ambos pecho suavemente. Ella estaba claro que iba a participar. El marido entonces, ya sin miedo, comenzó a acariciar sus muslos hasta llegar a la entrepierna de ella. Comenzó a tocarla, suavemente acariciaba su clítoris. Estaba claro, todo iba bien. Ambos hombres, con una erección manifiesta, decidieron desnudarse. A ella le quitaron la ropa, no puso oposición alguna y lo más importante, era consciente de todo. El amigo seguía acariciando sus pecho pero ya desnudo por lo que el roce con el pene era inevitable. El marido comenzó a hacerle sexo oral, algo que a ella le gustaba mucho. Ella hizo lo mismo al amigo. La temperatura en la habitación había subido y no poco.
Pasado ya el momento crítico, el sexo dominaba el amanecer. Sexo oral, caricias por los cuerpos, gemidos suaves de placer. En momento determinado, el amigo agarró su miembro erecto y lo introdujo en el húmedo sexo de ella, que estaba acostada en la cama. Él penetraba, ella gozaba y él marido la tocaba, mientras ella hacía como podía sexo oral al marido. Después el marido se acostó en la cama y ella se sentó encima introduciéndose el miembro. Ella comenzó a moverse y el amigo aprovechaba para tocar los pechos de ella, que hay que decir que tenían muy buen tamaño y turgencia. El amigo se acostó en la cama y ella mientras seguía moviéndose sobre el miembro de su marido (miembro de considerable tamaño), se reclinó para poder lamer el pene del amigo. Todo era gozo entre los tres. Ella se levantó y sobre la cama, a cuatro patas, se dejó penetrar de nuevo por el amigo a la vez que continuaba lamiendo sin cesar el erecto pene de su marido. Después de varios minutos así, el amigo no pudo más y eyaculó sobre los glúteos de ella mientras que el marido la mandó ponerse de rodillas y soltó un buen chorro de semen sobre los pechos de ella. Los tres disfrutaron mucho. Al día siguiente el matrimonio tuvo una conversación y llegaron a la conclusión de que había sido una grata experiencia y, sin duda, fortalecería más la confianza entre ellos.
Hecho verídico en julio de 2004.
Él, en numerosas ocasiones, le había propuesto a ella hacer un trío con un amigo de los de toda la vida. A su vez, el amigo conocía de la voluntad de éste, el marido de la pareja. Todo se mascaba pero muy despacio. Ella, aunque en el fondo se sentía atraída por la idea, era reacia, tenía miedo, vergüenza, no se atrevía a dar el paso. Mientras, el marido, en cada acto sexual, sacaba el tema y ella lo complacía poniendo posturas, gimiendo como si realmente estuvieran los tres, haciendo que el acto realmente pareciera un trío.
Él, a solas, fantaseaba con la idea, y en sus numerosas masturbaciones, imaginaba esa fantasía sin cesar, lo que le provocaba intensos orgasmos. Mientras, el amigo seguía hablando con el marido de la posibilidad si se diera, qué haría. El amigo lo tenía claro, participaría.
Una noche, fiestas en el pueblo, coincidieron los tres y pasaron la noche juntos por las calles, bebebiendo y bailando. Era julio, mucho calor, mucho. Ella llevaba un vestido muy corto, tanga y un fino sujetador. La noche pasaba, el alcohol deshinibía, se hacía tarde. Los tres decidieron ir a casa de la pareja, donde tomaron un par de copas más. Ambos varones estaban deseosos y ella, de vez en cuando, descuidada un poco sus posturas lo que hacía ver partes de su precioso cuerpo.
En un determinado momento, ella dijo que se iba a la cama un rato a descansar. Ellos se quedaron en el comedor hablado y sin saber muy bien si era el momento de probar o no. Pasados unos minutos, los dos entraron el dormitorio. Ella estaba con su vestido, el calor era bastante "molesto". El amigo se sentó sobre el extremo de la cama, junto a la almohada y el marido al lado de los pies de ella. Ambos deseaban practicar sexo con ella pero también tenían miedo de la reacción de ella. Había que hacer algo, era el momento. Así que el amigo, despacio comenzó a tocarle los hombros a ella, el marido no hacía nada. El amigo, llegado un momento, deslizó su mano derecha sobre el pecho derecho de ella. Máxima tensión. Había dos posibilidades: continuar o que ella, molesta, los obligara a parar. El amigo siguió acariciando el pecho de ella, no opuso resistencia en ningún momento. Así pues, el amigo decidió sin más tocarle ambos pecho suavemente. Ella estaba claro que iba a participar. El marido entonces, ya sin miedo, comenzó a acariciar sus muslos hasta llegar a la entrepierna de ella. Comenzó a tocarla, suavemente acariciaba su clítoris. Estaba claro, todo iba bien. Ambos hombres, con una erección manifiesta, decidieron desnudarse. A ella le quitaron la ropa, no puso oposición alguna y lo más importante, era consciente de todo. El amigo seguía acariciando sus pecho pero ya desnudo por lo que el roce con el pene era inevitable. El marido comenzó a hacerle sexo oral, algo que a ella le gustaba mucho. Ella hizo lo mismo al amigo. La temperatura en la habitación había subido y no poco.
Pasado ya el momento crítico, el sexo dominaba el amanecer. Sexo oral, caricias por los cuerpos, gemidos suaves de placer. En momento determinado, el amigo agarró su miembro erecto y lo introdujo en el húmedo sexo de ella, que estaba acostada en la cama. Él penetraba, ella gozaba y él marido la tocaba, mientras ella hacía como podía sexo oral al marido. Después el marido se acostó en la cama y ella se sentó encima introduciéndose el miembro. Ella comenzó a moverse y el amigo aprovechaba para tocar los pechos de ella, que hay que decir que tenían muy buen tamaño y turgencia. El amigo se acostó en la cama y ella mientras seguía moviéndose sobre el miembro de su marido (miembro de considerable tamaño), se reclinó para poder lamer el pene del amigo. Todo era gozo entre los tres. Ella se levantó y sobre la cama, a cuatro patas, se dejó penetrar de nuevo por el amigo a la vez que continuaba lamiendo sin cesar el erecto pene de su marido. Después de varios minutos así, el amigo no pudo más y eyaculó sobre los glúteos de ella mientras que el marido la mandó ponerse de rodillas y soltó un buen chorro de semen sobre los pechos de ella. Los tres disfrutaron mucho. Al día siguiente el matrimonio tuvo una conversación y llegaron a la conclusión de que había sido una grata experiencia y, sin duda, fortalecería más la confianza entre ellos.
Hecho verídico en julio de 2004.
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