Virgo y la tentación

roman74

Pajillero
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Toc, toc. –Lavander�*a… gracias. – El barreño pesaba ya bastante, era hora de bajar y vaciarlo, a ver si daba para terminar la planta, pensó, mientras pasaba a la siguiente puerta y llamaba dos veces como era su costumbre, quedándose a un lado, mirando hacia el pasillo y extendiendo la misma mano con la que llamaba – Lavander�*a… gracias. – La ocupante de la habitación le tend�*a una bolsa en la que guardaba su ropa sucia, Virgo la cog�*a sin mirar, daba las gracias y pasaba a la siguiente puerta. Siempre de la misma forma maquinal, y al mismo tiempo, familiar. Virgo llevaba ya… casi diez años trabajando de lavandero en la universidad, hab�*a visto muchas promociones y si bien es cierto que muchos le ten�*an por un perdedor, que muchas chicas disfrutaban riéndose de él, la mayor�*a le ten�*a en buen concepto por lo servicial que era.
En realidad, se llamaba Rodrigo, pero todos le dec�*an Virgo, desde los trece años… en parte por haber nacido el 19 de Septiembre, en parte por su poco éxito con las chicas. Es cierto que ya no era "virgo" en el sentido más estricto del término, pero se lo segu�*an llamando aún as�*. A él no le importaba, a fin de cuentas, Virgo sonaba mejor que Rodrigo, que parec�*a nombre de señor jubilado muy serio y refunfuñón.
Durante el tiempo que llevaba de lavandero, Virgo hab�*a adquirido muchas rutinas que le hac�*an fácil el trabajo a él y cómoda su presencia a las chicas… por ejemplo, la de colocarse al lado de la puerta y nunca enfrente, y mirar siempre hacia el pasillo, jamás hacia la puerta. As�*, si una de las inquilinas estaba en paños menores, o despeinada, o incluso desnuda, no ten�*a que preocuparse por él. Las chicas que ya le conoc�*an, ni siquiera sol�*an abrir la puerta del todo, sab�*an a qué altura tendr�*a la mano y le pasaban la bolsa de ropa sucia por la puerta entreabierta. Cada bolsa estaba personalizada con el nombre de su propietaria, o el número de habitación. Cuando alguna de ellas quer�*a algo especial, lo pon�*a en una nota dentro de la bolsa. Algo como "por favor, no uses lej�*a aunque sea suave", "lávalas a mano", "usa detergente de prendas delicadas" o cosa similar. Virgo no ten�*a inconveniente en nada, su trabajo le gustaba.
Mientras bajaba la escalera haciendo equilibrios con el pesado barreño lleno de bolsas de ropa sucia, pensó en la conversación que hab�*a tenido hac�*a unos d�*as con Rino, el chico al que llamaban el Rompebragas. Hab�*a intentado colarse, era algo que hab�*a hecho muchas veces, al parecer Rino ten�*a a todas sus primas estudiando en aquélla universidad, siempre que lo pescaba le dec�*a lo mismo, que iba a ver a una prima suya… y deb�*a haber estado regañado con ella, porque desde finales de Octubre que no hab�*a venido y estábamos a mitad de Enero, y antes, se colaba a eso de las nueve o diez de la noche de los viernes y sábados y a eso de las seis los d�*as laborables, vamos, cuando aún hab�*a mucho jaleo y las chicas iban y ven�*an y dorm�*an juntas. Bueno, cuando ven�*a Rino, sus primas siempre le presentaban a todas sus amigas, pero ahora intentaba colarse mucho más tarde, cuando ya no hab�*a nadie despierto y todas las chicas estaban acostadas. El Decano hab�*a dejado dicho que no se permitiese a ningún hombre entrar en la residencia femenina, y menos que a ninguno, a Rino, y Virgo efectivamente, hab�*a intentado imped�*rselo.
-Vamos, Virgo, pero si tú me conoces… sabes que vengo a ver a mi prima. – Virgo asintió, moviendo arriba y abajo su mand�*bula saliente, pero a él le hab�*an dicho que no dejase entrar a ningún hombre, y él ten�*a que cumplir órdenes… Rino le agarró del hombro y sonrió – Escucha, Virgo, vamos a hacer esto: tú me dejas subir, y mientras, tú piensa algo que quieras. Un deseo. Algo que quieras más que nada en el mundo, y yo intentaré consegu�*rtelo, ¿hace?
Virgo ya sab�*a lo que quer�*a antes de que el Rompebragas terminase de hablar, pero le dejó subir. Rino corrió subiendo las escaleras de tres en tres y Virgo, sabiéndose solo, agarró una de las bolsas de ropa sucia. Era una bolsa de tela roja, suave, que ten�*a bordado en negro las iniciales de su dueña: C. J. W. Siempre la dejaba para el final, porque le gustaba recrearse en ella. En las prendas que conten�*a esa bolsa siempre pon�*a más suavizante, del más caro. Con frecuencia, las lavaba a mano sin que su dueña se lo pidiera, era las últimas que planchaba para subirlas a su cuarto todav�*a tibias, y casi todos los d�*as echaba en ellas algunas gotitas de perfume de lavanda o almizcle, o dejaba en ellas una ramita de hierbas olorosas, como mirto o romero… en una ocasión, pétalos de rosa.
Cuando Rino bajó, casi una hora más tarde, Virgo estaba de pie frente a la escalera, esperándole.
-Quiero estudiar – dijo a bocajarro – Quiero que me enseñes cosas para poder conversar sin quedar como un tonto.
-¿Qué? – A Rino ya se le hab�*a olvidado su promesa, y aunque no hubiese sido as�*, aquél deseo le hubiera pescado igualmente de sorpresa.
-Lo que quiero… Eso es lo que quiero, estoy harto de ser el tontarra lavabragas, quiero ser alguien.
-Y yo te aconsejo que sigas de lavandero. – bromeó Rino pasando al cuarto de las lavadoras con él – No hay t�*o en ésta universidad que no se dejase cortar las piernas por poder oler a las t�*as tan de cerca como tú. – Rino se quedó pensativo por un momento… él conoc�*a a Virgo, sab�*a que no ten�*a inquietudes intelectuales, JAMÁS las hab�*a tenido. Para él, sólo exist�*a la ropa limpia perfumada, sólo sab�*a hablar de detergentes, quitamanchas, suavizantes y programas de lavado, su única inquietud era elegir entre lej�*a o perborato para blanquear las prendas sin estropearlas… ese repentino deseo de ser culto… - Virguito… ¿te gusta alguna t�*a? ¿Cuál?
Virgo agachó la cabeza y sonrió con algo de apuro.
-Venga, sinvergüenza, que buenas gallardas te habrás hecho ya a su salud con todo éste "material"… confiesa. – se rió Rino, pero Virgo negó con la cabeza, más apurado aún.
-¡No…! No, yo nnno hago esas cosas… bu-bueno, s�* las hago, pero,… pero no con la ropa. Me-menuda vergüenza si alguna chica se entera…
-¿Si se enteran? ¡Bah, vamos, ¿y por qué se iban a enterar?! ¿Tú se lo dir�*as?
-No…
-Pues yo, tampoco. Bueno, pero cuenta, ¿quién es? ¿Lucita? ¿La Pitufina? ¿No será la sobrin�*sima, verdad….?
-No, no… la so-sobrina del Decano, no… es… - Virgo sonrió y se sonrojó ligeramente – es… Coral.
A Rino se le esfumó la sonrisa de la cara.
-Espera… ¿estamos hablando de "esa" Coral…? ¿"Loba" Coral? ¿Comet�*os Coral…? – Virgo volvió a agachar un poco la cabeza y asintió de nuevo. Rino suspiró y le acercó la bolsa de ropa sucia de la citada – Toma. Cógele unas bragas, zúmbatela pensando en ella y olv�*dala. Es lo más y lo único que vas a sacar de ella, creéme.
Virgo intentó preguntar o decir algo, pero Rino se marchó silbando. "No lo entiende" pensó, y ten�*a razón. Sab�*a que nadie lo entender�*a, pero él… estaba enamorado de Coral. De acuerdo, s�*, sab�*a bien lo que dec�*an de ella, que si era una ninfómana, que si no calentaba la olla con un solo carbón, que si era una bestia… pero eso a él, no le importaba "Yo la quiero. Y yo también he tenido alguna novia antes… si estamos juntos, lo que haya hecho antes, no me va a importar. Sé que no pegamos. Ella es muy guapa, muy mala, muy agresiva… pero me gusta. Todos me dicen que ella ni me escupir�*a a la cara… y creo que tienen razón, pero eso no cambia que la quiero". Se dio cuenta que ten�*a entre las manos la bolsa de ropa sucia, y le vino un mal pensamiento, mal�*simo, pero muy tentador. En la residencia todas las chicas estaban acostadas, todo estaba en silencio, nadie le descubrir�*a… aún as�* se sent�*a nervioso y culpable, pero de todos modos lo hizo: metió la mano en la bolsa, sacó unas bragas de color rojo… miró a todas partes para asegurarse una vez más de su privacidad, y cerrando los ojos, se llevó la prenda a la nariz aguileña y aspiró intensamente. Un suave gemido se le escapó de la garganta y notó que su pantalón vaquero se abultaba poderosamente. ¡Cómo le gustaba ese olor! Se sent�*a terriblemente culpable, sucio por hacer algo semejante, pero no pod�*a evitarlo.
En todo el tiempo que llevaba de lavandero, hab�*a visto las bragas a miles, tanto "de abuela" como prendas muy sexys y algunas ciertamente "de batalla". Incluso las hab�*a visto rotas por el centro, sobre todo después de que Rino visitase a alguna de sus primas… pero nunca, nunca se hab�*a excitado con ellas. Sab�*a que esas prendas pertenec�*an a sus propietarias y ellas se sentir�*an humilladas si él las miraba de otro modo que no fuera el estrictamente profesional, a él le dejaban las ropas para lavarlas, no para hacer el indio, si alguien se enteraba, lo despedir�*an… eso si no dimit�*a él primero de la vergüenza… un demonio pequeñito le susurró en el o�*do "Ps�*, pero, por una vez… ¿quién se va a enterar? ¡Date el gustazo!"
La verdad es que no quer�*a, en el fondo no quer�*a, pero su mano derecha bajó ella solita a su pantalón y empezó a frotarse el bulto mientras aspiraba. Ol�*a a hembra, era un olor caliente y acre, pero tan agradable… un olor con un punto salvaje, y un cierto toque a jabón �*ntimo, con perfume de aloe… Dios, qué bien ol�*a, sólo pensar que ése trocito de tela hab�*a estado pegado a la rajita de Coral… ¿Ir�*a depilada, se dejar�*a el vello… lo rasurar�*a sólo en parte? ¿Se afeitar�*a o depilar�*a? Apenas se hab�*a dado cuenta, pero se hab�*a sacado la polla de los pantalones y se la estaba acariciando sin ninguna prisa, gozando del olor que le inundaba el cerebro y se le met�*a hasta la garganta.
Empezó a fantasear con la idea de lamer el sexo de Coral, sentir ese olor "en vivo", no el que ella dejaba en sus bragas, mientras se frotaba de arriba abajo. Sus dedos hac�*an cosquillas en su miembro erecto y le parec�*a que las piernas no le sosten�*an. Se apretó la polla con fuerza y el placer le sacudió, haciéndole ahogar un gemido sobre la prenda que sosten�*a contra su nariz, se dobló de gusto y una gota transparente salió de su miembro, mojándole los dedos. Virgo esparció la humedad por el tronco y las caricias se hicieron más dulces, aún más sensibles… cada suave pasada de su mano le erizaba la espalda y le electrizaba el cuerpo entero. Intentó no gemir, pero la situación era tan excitante, el placer tan intenso…
Virgo no sol�*a masturbarse más que totalmente a solas, en su casa, y cuando fantaseaba, era con actrices o modelos, jamás con personas de su entorno… le parec�*a que no ser�*a capaz de mirar a la cara a una chica con cuya imagen se hubiera… Ahora, por primera vez, no sólo estaba fuera de su casa, sino en un sitio donde pod�*a venir alguien, y pensando en una chica a la que ve�*a casi a diario, y además, con una prenda �*ntima de esa misma chica… ¡pero era demasiado agradable para renunciar! Los placenteros escalofr�*os le atacaban a cada momento, quer�*a ir más despacio en realidad, no quer�*a correrse tan pronto, quer�*a disfrutar un poco más, la sensación era incre�*ble… pero su mano no quer�*a, no pod�*a detenerse, aceleraba más y más, cabalgando hacia el orgasmo cada vez más rápido.
"Cómo me gusta… qué calorcito, cómo me gusta…" pensaba torpemente mientras su mano derecha casi no se ve�*a y el sudor de su cara estaba empezando a mojar las bragas que no dejaba de esnifar. Las piernas le temblaban, se estremec�*a, la deliciosa electricidad pre orgásmica le invad�*a cada vez con mayor fuerza. El dulce picorcito que se cebaba en la base de su polla empezó a expandirse, anunciando el placer final, notó que iba a caer de rodillas por el gusto y a manchar el suelo…
BLAM – Caminando… prefiero bajar las escaleras…. Porque es más fácil que subirlas… - Un portazo y una voz cantarina, Virgo saltó en el aire, ¡alguien ven�*a! ¿Qué pod�*a hacer? Su mano derecha estuvo a punto de acelerar más aún para lograr terminar, pero por suerte pudo contenerse, pero ten�*a que ocultarse, ¡no pod�*a dejar que lo pescaran… as�*! De forma automática intentó esconder las bragas delatoras y cerrarse la cremallera a la vez, y se metió la prenda en la bragueta, se cerró el pantalón y se escondió tras una fila de lavadoras. "Mierda…" pensó "me… me gusta demasiado el tacto de esta tela sobre mi…". Pero las sorpresas no se hab�*an acabado. La chica que bajaba por las escaleras canturreando y que entró en la lavander�*a, era una joven de generosas formas y cintura estrecha, caderas redondeadas y largos y espesos cabellos negros, con reflejos rojizos y blancos. Era Coral.
Virgo tuvo ganas de golpearse la cabeza contra la plancha de la lavadora que ten�*a frente a s�*. "Por favor, por favor, que se marche pronto", suplicó. La joven, vestida con un vaquero que dejaba casi al descubierto la curva de las caderas y un top de tirantes con un escote redondo decididamente exagerado, pareció buscar algo por la lavander�*a y finalmente cogió un paquetito monodosis de sal de limpiar tuber�*as. Se volvió para marcharse, y Virgo estuvo a punto de respirar tranquilo, pero entonces, ella se volvió. Olfateó. Y sonrió.
-Eh, lavabragas, sal de ah�*. – "No lo dice en serio… en realidad no sabe si hay alguien…" se dijo Virgo, intentando no pensar que Coral, sin poder verle, le estaba mirando directamente a los ojos – Sé que estás ah�*… ¿quieres que vaya a buscarte? – la joven se contoneó un paso hacia él, y Virgo levantó las manos como si ella le hubiera enseñado un arma y se levantó lentamente. No se atrevió a mirarla a la cara. Oyó cómo ella se re�*a - ¿Qué hac�*as ah�*, lavabragas? Te escond�*as como un conejito asustado… ¿algo malo que estabas haciendo, quizá?
-Eeeeh… estaba… cre-creo que una de las lavadoras ten�*a un atas… tas…tas-tas-tas.. - por regla general era un poco tartamudo, pero cuando se pon�*a nervioso, directamente se encallaba. Tomó aire e intentó vencer al rid�*culo – atasco. – logró decir. – Estaba… intentando desatascar… la tub-tuber�*a.
-Ya. Claro. – Coral le miraba, divertida. Cuando sonre�*a por un lado de la boca, como ahora, dejaba ver uno de sus colmillos, afilado y algo más largo de lo normal. A Virgo le gustaba mucho, le daba tanta pinta de mala… pero ahora mismo, no estaba para pensar en eso, sólo deseaba que ella se marchase cuanto antes – Ya que estás aqu�*, aprovecho para pedirte que, para mañana, pongas en mi ropa ese perfume de lavanda que sólo usas conmigo. El almizcle también me gusta, pero la lavanda me gusta mucho más. – Se dio la vuelta para marcharse, pero de nuevo Virgo se quedó con las ganas de tomar aire. – Oh, esa tuber�*a atascada… a lo mejor, se desatasca con esto.
Coral se levantó el top sin ningún reparo y se apretó los pechos, redondos, medianos tirando a grandes, y de pezones rosados en la piel blanca. Virgo desencajó los ojos, su corazón pareció explotar y sintió un latigazo de placer tan poderoso que se dobló por la cintura, gimiendo un quejido, mientras notó que empapaba la ropa interior hasta el vaquero… y sin ni siquiera tocarse, sólo mirando aquéllas hermosas tetas bamboleantes. Coral se rió y se tapó de nuevo.
-S�*, creo que ya está desatascada… Más te vale lavarme muy bien esas bragas, conejito – le señaló la bragueta riendo y siguió riendo mientras sub�*a las escaleras de camino a su cuarto. Virgo recuperó la respiración y sólo entonces se miró y vio que por su bragueta, sobresal�*a la tela roja de las bragas de Coral, goteando quedamente. Virgo se golpeó las sienes de pura impotencia y sintió ganas de llorar de humillación, ¡diez años, diez malditos años en esa lavander�*a, y para una vez, UNA SOLA VEZ que se le ocurre hacer guarradas con una prenda �*ntima, tiene que aparecer ELLA!
-¡¿Ten�*a que bajar justo ella, justo hoy, justo ahora?! – masculló, sacándose las bragas empapadas y disponiéndose a lavarlas a mano, intentando ignorar que también ten�*a pringosos los calzoncillos - ¡No hay derecho, no hay derecho, no hay derecho!
Sólo horas más tarde, cuando se le fue pasando la vergüenza, recordó que ella le hab�*a llamado "conejito"… y desde luego, eso era mucho mejor que "lavabragas".
 
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