Vecina de 8

alondraninfa

Virgen
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Al cumplir mis 40 años, mi vida había reventado: mi ex esposa (de igual edad mía)me engañó con un chico de 21 años, me echó de la casa, me quitó la tuición de los hijos, y me dejó en la calle. Tuve que trabajar muy duro para volver a establecerme con una casa propia, siempre manteniendo a mi ex mujer, las ingratas de mis hijas y a su apuesto y muy flojo novio nuevo. Me compré una casa en un sector residencial, y me tocó por vecinos a una pareja de mi edad, un pequeño empresario y su mujer, una belleza escandinava. Ellos tenían dos hijas, una de 8 años, tan bella como su madre y una hija menor mitad latina, mitad vikinga de nombre Rosa.
La primera vez que ví a Rosa, fue en la piscina de su casa. Ella era alta para su edad, con un porte orgulloso, espigado, la cabeza en alto, el cuello largo, los hombros atrás, el caminar femenino. Poseía un largo cabello trigueño liso y brillante, la piel de un tono tostado avellana debido a las tardes de verano, su mirada felina y altanera, se intensificaba con sus ojos color calipso, su nariz fina, sus labios gruesos y bien delineados, su cuerpo delgado, fibroso y esbelto, su vientre plano, sus piernas largas dotadas de bonitos muslos torneados y su culo grande, con forma de durazno, con nalgas redondas, gorditas y bien paraditas… todo eso unido a su coqueto y pequeño bikini multicolor, hacía que todos los chiquillos y los jovencitos tuvieran sus ojos fijos en ella, y la niña, sabedora de eso, combinaba su aire arrogante con una coquetería descuidada y una risa infantil.
Así pasaron las semanas, yo la veía cada tarde al lado de la piscina, tomando el sol, hablando con sus amigas y jugando en el agua… pero una tarde se quedó sola, ví que sus padres se habían ido en auto y su hermana mayor, tan linda como ella, se había quedado a cargo, mas preocupada del PC, que de su hermanita. Así pues, Rosa, se bronceaba sola al lado de la piscina, con su pequeño bikini multicolor. Yo salí afuera para lucir mis abdominales, fruto de un invierno metido en el gimnasio. Rosa levantó la cabeza, me siguió con la mirada unos segundos y volvió a lo suyo. Yo me dediqué a limpiar la basura detrás de la bodega y, pasados unos quince minutos, la ví levantarse y caminar directamente a mí.
Yo me erguí y la miré embobado. Ella se paró a unos dos metros de mí, sólo nos separaba el cerco, Rosa miró para su casa y después para la calle y las casas vecinas. No había nadie, un domingo en la tarde en la hora de la siesta. Y entonces, sin decirme nada, sin una expresión en su preciosa carita, se subió el sostén y se bajó el calzoncito hasta la mitad del muslo. Yo quedé impactado y con cara de idiota, observándola. Sus tetillas rosadas tenían pezoncitos oscuros y erectos… y su vaginita… Dios… cómo empezar a describirla…era… perfecta. Sin asomo de vello púbico, de labios vaginales gorditos, babositos, rosados, coronados con un clítoris largo, hinchado y rojito… una maravilla. Se exhibió por unos eternos segundos mirándome fija e intimidantemente a los ojos, y después se puso la ropa en orden, se dio la vuelta y empezó caminar hacia la piscina.
No era el caminar de una niña. Una andar lento, una pierna delante de la otra, de puntillas, remarcando cada paso para acentuar el movimiento de sus caderas y con ellas, el rebote de sus riquísimas nalguitas…y, para rematar, me miró por sobre el hombro, una mirada soberbia acompañada de una sonrisa traviesa y coqueta. Se me cortó la respiración y mi pene se puso duro como un roble, sobresaliendo por debajo de la tela de mi traje de baño.
Me quedé pegado mirándola, pensando que todo eso había sido un sueño y que todo había terminado ahí, cuando Rosita, ya tendida en el pastito, mira hacia su casa para cerciorarse de que su hermana no la veía, se abrió de piernas, corrió su traje de baño a un lado, se abrió la vaginita con una mano y después se metió un dedito, empezando una lenta y suave paja ante mis incrédulos ojos. Estaba a unos cinco metros de ella, asi que pude ver el interior de su conchita, la cual estaba roja, viscosa y ya desvirgada. Era la primera vaginita caliente de una niña que veía, y fue… inolvidable.
Con una mano saqué mi pene erecto y furioso y empecé a hacerme una paja allí mismo, así de caliente me había dejado la pendejita y, casi cegado por la calentura, caí en cuenta que estaba expuesto a la calle y que, en cualquier momento, su hermana mayor me viera. Me oculté detrás de la bodega y seguí pajeándome, tal y como ella lo hacía también. A los pocos minutos, sentí ruidos dentro de la casa, Rosa se acomodó el bikini y se hizo la loca, en eso apareció su hermana, para avisarle que estaría en la plaza frente a la casa con su novio, y que estaría de vuelta en una hora o más, Rosa le contestó con indiferencia, como si nada hubiese pasado.
Pasados unos minutos que su hermana se fue, Rosa se levantó y fue corriendo adentro, después volvió, desordenó un poco la toalla, se pegó un fuerte chapuzón en la piscina, salió y empapada, volvió hacia donde yo estaba. Yo metí mi pene debajo del traje de baño y la esperé. Ella se pegó al cerco, mirándome en silencio, fijo a los ojos; después, poco a poco, fue bajando la vista, pasando por mis abdominales y pegándose en mi bulto. Volvió a mirarme a los ojos, una mirada fuerte, dominante, fiera, con un mensaje claro, casi una orden: “Yo te mostré lo mío, ahora quiero ver lo tuyo”.
Me bajé el traje de baño hasta la mitad del muslo, mi grueso y largo pene saltó y rebotó un par de veces, quedando en el aire, dando pequeños saltitos debido a las palpitaciones de la sangre. Rosado el tronco, el glande de color púrpura, lleno de venas, caliente y bañado en líquido pre seminal. Los ojos de la niña se abrieron como platos y en su inexpresivo rostro se fue dibujando, muy lentamente, una mirada pícara y una sonrisa torcida; tragó saliva, miró hacia la calle vacía y silenciosa, se agachó un poco, metió la manito bajo su calzoncito, juntó sus ricos muslos y, con un sonoro y largo gemido, se apretó la conchita… repetidas veces… ¡¡oh, por Dios, se estaba corriendo una paja enfrente de mí, mirando mi pedazo duro y caliente!!.
En un arranque de calentura avancé dos pasos, me agaché un poco para que mi pico quedara a su altura, y lo pasé por entre los alambres, quedando a centímetros de su piel mojada y brillante, a la espera de lo que hiciera ella. Y la niña no me decepcionó: con su mirada felina fija en mi miembro, lo palpó con libertad midiéndolo con la vista, apretando el tronco, recorriéndolo con sus dedos, arañando el glande, juntando líquido pre seminal con dos de sus deditos para después, llevárselos a su boquita, desparramarlos por sus labios y, finalmente, chuparlos golosamente, dándome una mirada penetrante, fiera y caliente.
Cuando creí que ésta niñita no podía enloquecerme más, pegó su cuerpo al cerco, se mordió los labios con rabia, con una manito bajó su calzoncito unos 2 cms, con la otra me agarró el duro pedazo y lo acomodó entre sus tersos y fuertes muslos, justo por encima de su conchita. Yo tuve que agacharme un poco más y apoyarme en el cerco para que a ella le quedara cómodo, y casi se me escapa un gemido de sorpresa y placer, al sentir como sus muslos apretaban mi glande contra la piel mojada, tibia y tersa de sus labios vaginales, sumándole a ello el roce y la presión que hacía el calzoncito en la mitad de mi tronco, justo en el conducto de la uretra, rellena de semen en ese momento.
Rosita comenzó un vaivén corto y fuerte, moviendo sus caderitas de adelante hacia atrás, frotándose solita, la boquita abierta, la carita roja, el pelito mojado, sus ojos color calipso pegados a los míos, ambos conteníamos la respiración, jadeábamos y gemíamos bajito, despreocupados ya del mundo, alguien nos podría ver desde la calle, su hermana podría llegar de improviso y ver el espectáculo sin problemas… y a los dos eso nos importaba una mierda…yo estaba perdido en el frotamiento de la punta de mi glande sobre esa pequeña almohada de carne tan rica y desesperante, que me hacía babear del gusto. Rosita, en tanto, también concentrada en su placer, había cerrado sus ojitos, agachado la cabeza y sujetaba mi verga con ambas manitos, apretando y frotando todo el tronco, lo que aumentó mi placer. A la par de sentir su conchita tan rica, le veía el cuerpo: sus pezoncitos duros se salían del sostén, mientras su culo redondo y gordito se contraía y relajaba rítmicamente, a la vez que los músculos de sus piernas se esforzaban por apretar y seguir con el vaivén y los dedos de sus pies se separaban y cerraban, presas de lo que sentía el resto del cuerpo.
No sé cuánto tiempo estuvimos así, lo único que sabía era que, cada minuto el placer se hacía mas intenso e insoportable, ya me picaba la base del pene y ni les digo cómo me cosquilleaba la punta… Rosita debía sentir algo similar pues, su vaivén se hizo mas fuerte, me apretaba el tronco con todas sus fuerzas y gemía fuerte, lamiendo su labio superior con la punta de su lenguita. Sus caderas comenzaron a golpear el cerco y a moverlo, comenzó a perder coordinación, sus jadeos y gemidos se podían oír desde la calle, sus manitos ahorcaban mi pene… la niñita estaba a punto de correrse y eso, me dio el morbo suficiente para acelerar mi eyaculación en espera de su gozo. Poco tuve que esperar.
Rosita dejó de frotarse pero apretó mi cipote con sus muslos y con sus manitos hasta hacerme doler, lanzó un rico “OOOUUUHHHMMMMMMMM” y empezó a reírse solita. Yo en tanto, con el duro apretón que me había dado había alcanzado mi orgasmo, pero mi semen no pudo salir, y no fue hasta que ella me soltó que mis chorros de leche caliente y espesa, salieron disparados hacia su conchita y su vientre. Rosita se sobresaltó al sentirlo, se quedó quieta mirando como mi semen se escurría desde su vientre hasta su vaginita, con los dedos de una manito tocó el semen, lo desparramó entre ellos, se lo llevó a la nariz para olfatearla y finalmente, la probó con la punta de su lengua. La saboreó un poco, después me miró, una lenta y coqueta sonrisa que le iluminó su carita, me dieron a entender que le había gustado, volvió a bajar su manito y siguió sacando el semen que le quedaba en la piel, y se la fue lamiendo desde sus dedos, hasta dejarlos limpios.
Se acomodó su bikini, me dió una mirada felina y una sonrisa ufana, se mordió los labios y lanzó una risita traviesa, se dio la vuelta y fue corriendo hasta la piscina en donde se dio un buen chapuzón. Yo acomodé mi traje de baño y me entré. Su hermana llegó como a los 5 minutos y se metió en la piscina. Rosita jugó toda la tarde como si nada pero, a espaldas de su hermana, miraba hacia mi casa y me lanzaba besitos con la mano. Mi pene me estuvo doliendo por dos días, y cada vez que me dolía, recordaba a la niñita, y se me volvía a parar.
FIN
 

juanpiedra

Virgen
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Me parecio una cronica de lago que me contaron hace tiempo, existen casos reales, incluso con sus mascotitas, en fin, bueno el aporte.
 

CASADOX

Virgen
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Una delicia de niña, buen relato, felicidades.
 

xan22

Virgen
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Al cumplir mis 40 años, mi vida había reventado: mi ex esposa (de igual edad mía)me engañó con un chico de 21 años, me echó de la casa, me quitó la tuición de los hijos, y me dejó en la calle. Tuve que trabajar muy duro para volver a establecerme con una casa propia, siempre manteniendo a mi ex mujer, las ingratas de mis hijas y a su apuesto y muy flojo novio nuevo. Me compré una casa en un sector residencial, y me tocó por vecinos a una pareja de mi edad, un pequeño empresario y su mujer, una belleza escandinava. Ellos tenían dos hijas, una de 8 años, tan bella como su madre y una hija menor mitad latina, mitad vikinga de nombre Rosa.
La primera vez que ví a Rosa, fue en la piscina de su casa. Ella era alta para su edad, con un porte orgulloso, espigado, la cabeza en alto, el cuello largo, los hombros atrás, el caminar femenino. Poseía un largo cabello trigueño liso y brillante, la piel de un tono tostado avellana debido a las tardes de verano, su mirada felina y altanera, se intensificaba con sus ojos color calipso, su nariz fina, sus labios gruesos y bien delineados, su cuerpo delgado, fibroso y esbelto, su vientre plano, sus piernas largas dotadas de bonitos muslos torneados y su culo grande, con forma de durazno, con nalgas redondas, gorditas y bien paraditas… todo eso unido a su coqueto y pequeño bikini multicolor, hacía que todos los chiquillos y los jovencitos tuvieran sus ojos fijos en ella, y la niña, sabedora de eso, combinaba su aire arrogante con una coquetería descuidada y una risa infantil.
Así pasaron las semanas, yo la veía cada tarde al lado de la piscina, tomando el sol, hablando con sus amigas y jugando en el agua… pero una tarde se quedó sola, ví que sus padres se habían ido en auto y su hermana mayor, tan linda como ella, se había quedado a cargo, mas preocupada del PC, que de su hermanita. Así pues, Rosa, se bronceaba sola al lado de la piscina, con su pequeño bikini multicolor. Yo salí afuera para lucir mis abdominales, fruto de un invierno metido en el gimnasio. Rosa levantó la cabeza, me siguió con la mirada unos segundos y volvió a lo suyo. Yo me dediqué a limpiar la basura detrás de la bodega y, pasados unos quince minutos, la ví levantarse y caminar directamente a mí.
Yo me erguí y la miré embobado. Ella se paró a unos dos metros de mí, sólo nos separaba el cerco, Rosa miró para su casa y después para la calle y las casas vecinas. No había nadie, un domingo en la tarde en la hora de la siesta. Y entonces, sin decirme nada, sin una expresión en su preciosa carita, se subió el sostén y se bajó el calzoncito hasta la mitad del muslo. Yo quedé impactado y con cara de idiota, observándola. Sus tetillas rosadas tenían pezoncitos oscuros y erectos… y su vaginita… Dios… cómo empezar a describirla…era… perfecta. Sin asomo de vello púbico, de labios vaginales gorditos, babositos, rosados, coronados con un clítoris largo, hinchado y rojito… una maravilla. Se exhibió por unos eternos segundos mirándome fija e intimidantemente a los ojos, y después se puso la ropa en orden, se dio la vuelta y empezó caminar hacia la piscina.
No era el caminar de una niña. Una andar lento, una pierna delante de la otra, de puntillas, remarcando cada paso para acentuar el movimiento de sus caderas y con ellas, el rebote de sus riquísimas nalguitas…y, para rematar, me miró por sobre el hombro, una mirada soberbia acompañada de una sonrisa traviesa y coqueta. Se me cortó la respiración y mi pene se puso duro como un roble, sobresaliendo por debajo de la tela de mi traje de baño.
Me quedé pegado mirándola, pensando que todo eso había sido un sueño y que todo había terminado ahí, cuando Rosita, ya tendida en el pastito, mira hacia su casa para cerciorarse de que su hermana no la veía, se abrió de piernas, corrió su traje de baño a un lado, se abrió la vaginita con una mano y después se metió un dedito, empezando una lenta y suave paja ante mis incrédulos ojos. Estaba a unos cinco metros de ella, asi que pude ver el interior de su conchita, la cual estaba roja, viscosa y ya desvirgada. Era la primera vaginita caliente de una niña que veía, y fue… inolvidable.
Con una mano saqué mi pene erecto y furioso y empecé a hacerme una paja allí mismo, así de caliente me había dejado la pendejita y, casi cegado por la calentura, caí en cuenta que estaba expuesto a la calle y que, en cualquier momento, su hermana mayor me viera. Me oculté detrás de la bodega y seguí pajeándome, tal y como ella lo hacía también. A los pocos minutos, sentí ruidos dentro de la casa, Rosa se acomodó el bikini y se hizo la loca, en eso apareció su hermana, para avisarle que estaría en la plaza frente a la casa con su novio, y que estaría de vuelta en una hora o más, Rosa le contestó con indiferencia, como si nada hubiese pasado.
Pasados unos minutos que su hermana se fue, Rosa se levantó y fue corriendo adentro, después volvió, desordenó un poco la toalla, se pegó un fuerte chapuzón en la piscina, salió y empapada, volvió hacia donde yo estaba. Yo metí mi pene debajo del traje de baño y la esperé. Ella se pegó al cerco, mirándome en silencio, fijo a los ojos; después, poco a poco, fue bajando la vista, pasando por mis abdominales y pegándose en mi bulto. Volvió a mirarme a los ojos, una mirada fuerte, dominante, fiera, con un mensaje claro, casi una orden: “Yo te mostré lo mío, ahora quiero ver lo tuyo”.
Me bajé el traje de baño hasta la mitad del muslo, mi grueso y largo pene saltó y rebotó un par de veces, quedando en el aire, dando pequeños saltitos debido a las palpitaciones de la sangre. Rosado el tronco, el glande de color púrpura, lleno de venas, caliente y bañado en líquido pre seminal. Los ojos de la niña se abrieron como platos y en su inexpresivo rostro se fue dibujando, muy lentamente, una mirada pícara y una sonrisa torcida; tragó saliva, miró hacia la calle vacía y silenciosa, se agachó un poco, metió la manito bajo su calzoncito, juntó sus ricos muslos y, con un sonoro y largo gemido, se apretó la conchita… repetidas veces… ¡¡oh, por Dios, se estaba corriendo una paja enfrente de mí, mirando mi pedazo duro y caliente!!.
En un arranque de calentura avancé dos pasos, me agaché un poco para que mi pico quedara a su altura, y lo pasé por entre los alambres, quedando a centímetros de su piel mojada y brillante, a la espera de lo que hiciera ella. Y la niña no me decepcionó: con su mirada felina fija en mi miembro, lo palpó con libertad midiéndolo con la vista, apretando el tronco, recorriéndolo con sus dedos, arañando el glande, juntando líquido pre seminal con dos de sus deditos para después, llevárselos a su boquita, desparramarlos por sus labios y, finalmente, chuparlos golosamente, dándome una mirada penetrante, fiera y caliente.
Cuando creí que ésta niñita no podía enloquecerme más, pegó su cuerpo al cerco, se mordió los labios con rabia, con una manito bajó su calzoncito unos 2 cms, con la otra me agarró el duro pedazo y lo acomodó entre sus tersos y fuertes muslos, justo por encima de su conchita. Yo tuve que agacharme un poco más y apoyarme en el cerco para que a ella le quedara cómodo, y casi se me escapa un gemido de sorpresa y placer, al sentir como sus muslos apretaban mi glande contra la piel mojada, tibia y tersa de sus labios vaginales, sumándole a ello el roce y la presión que hacía el calzoncito en la mitad de mi tronco, justo en el conducto de la uretra, rellena de semen en ese momento.
Rosita comenzó un vaivén corto y fuerte, moviendo sus caderitas de adelante hacia atrás, frotándose solita, la boquita abierta, la carita roja, el pelito mojado, sus ojos color calipso pegados a los míos, ambos conteníamos la respiración, jadeábamos y gemíamos bajito, despreocupados ya del mundo, alguien nos podría ver desde la calle, su hermana podría llegar de improviso y ver el espectáculo sin problemas… y a los dos eso nos importaba una mierda…yo estaba perdido en el frotamiento de la punta de mi glande sobre esa pequeña almohada de carne tan rica y desesperante, que me hacía babear del gusto. Rosita, en tanto, también concentrada en su placer, había cerrado sus ojitos, agachado la cabeza y sujetaba mi verga con ambas manitos, apretando y frotando todo el tronco, lo que aumentó mi placer. A la par de sentir su conchita tan rica, le veía el cuerpo: sus pezoncitos duros se salían del sostén, mientras su culo redondo y gordito se contraía y relajaba rítmicamente, a la vez que los músculos de sus piernas se esforzaban por apretar y seguir con el vaivén y los dedos de sus pies se separaban y cerraban, presas de lo que sentía el resto del cuerpo.
No sé cuánto tiempo estuvimos así, lo único que sabía era que, cada minuto el placer se hacía mas intenso e insoportable, ya me picaba la base del pene y ni les digo cómo me cosquilleaba la punta… Rosita debía sentir algo similar pues, su vaivén se hizo mas fuerte, me apretaba el tronco con todas sus fuerzas y gemía fuerte, lamiendo su labio superior con la punta de su lenguita. Sus caderas comenzaron a golpear el cerco y a moverlo, comenzó a perder coordinación, sus jadeos y gemidos se podían oír desde la calle, sus manitos ahorcaban mi pene… la niñita estaba a punto de correrse y eso, me dio el morbo suficiente para acelerar mi eyaculación en espera de su gozo. Poco tuve que esperar.
Rosita dejó de frotarse pero apretó mi cipote con sus muslos y con sus manitos hasta hacerme doler, lanzó un rico “OOOUUUHHHMMMMMMMM” y empezó a reírse solita. Yo en tanto, con el duro apretón que me había dado había alcanzado mi orgasmo, pero mi semen no pudo salir, y no fue hasta que ella me soltó que mis chorros de leche caliente y espesa, salieron disparados hacia su conchita y su vientre. Rosita se sobresaltó al sentirlo, se quedó quieta mirando como mi semen se escurría desde su vientre hasta su vaginita, con los dedos de una manito tocó el semen, lo desparramó entre ellos, se lo llevó a la nariz para olfatearla y finalmente, la probó con la punta de su lengua. La saboreó un poco, después me miró, una lenta y coqueta sonrisa que le iluminó su carita, me dieron a entender que le había gustado, volvió a bajar su manito y siguió sacando el semen que le quedaba en la piel, y se la fue lamiendo desde sus dedos, hasta dejarlos limpios.
Se acomodó su bikini, me dió una mirada felina y una sonrisa ufana, se mordió los labios y lanzó una risita traviesa, se dio la vuelta y fue corriendo hasta la piscina en donde se dio un buen chapuzón. Yo acomodé mi traje de baño y me entré. Su hermana llegó como a los 5 minutos y se metió en la piscina. Rosita jugó toda la tarde como si nada pero, a espaldas de su hermana, miraba hacia mi casa y me lanzaba besitos con la mano. Mi pene me estuvo doliendo por dos días, y cada vez que me dolía, recordaba a la niñita, y se me volvía a parar.
FIN

Muy bueno.
 

papete

Virgen
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Muy bueno, me encanta. Ya hacía falta un relato decente por quí que hacía tiempo no entraba algo tan bueno.

Mis felicitaciones y gratitud nuevamente.
 

alondraninfa

Virgen
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Gracias a todos por sus comentarios, envíenme un mensaje privado para intercambiar experiencias
 

mamachochos

Virgen
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Hola muy buen relató espero tenga continuación suelen engañarnos a mucho q nos sorprenden esas niñas.con cara de angelitas y tiernas y po dentro tienen un diablito...
Ya me paso ahora q lo ase esa persona ya no me sorprende un poco cada dia mas pero se disfruta
 
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