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Vacaciones en Iquique – Capítulos 01 al 05
Vacaciones en Iquique - Capítulo 01
Había concluido el año escolástico, por supuesto que gracias a mi ahínco en el estudio obtuve excelentes notas, lo que me permitió pasar a tercero medio. En casa todos me felicitaron, mis padres iban de vacaciones a Brasil y yo les pedí me dejaran en casa. Siempre consideré que las vacaciones en otro país eran una especie de tortura camuflada, no me gustan. Ellos accedieron y la semana antes de la partida a Búzios, mi hermana mayor Claudia que vive en Iquique, una ciudad del norte de Chile me invitó para restar con ella por el periodo en que nuestros padres estarían fuera del país.
En un principio ella había invitado a Sonya mi otra hermana, pero como supo que yo no iría con nuestros padres, extendió la invitación a mi también. Yo me llamo Andrés, no soy muy deportista ya que paso encerrado a leer y estudiar, de todas maneras mi complexión física es aceptable para mi edad, de lo que puedo vanagloriarme es que mi pene es extraordinariamente grueso, pero la circunferencia es como una lata de cerveza. Mientras me observaba desnudo reflejado en el espejo tironeaba de mí prepucio para hacer salir mí glande. Mi polla de buen tamaño no me ha servido de mucho, ya que no he tenido mucha suerte con el sexo opuesto, todavía no tengo una novia y menos aún sexo, soy virgen.
No se cual podría ser el motivo por el cual no he tenido éxito con las chicas, me dijo un amigo mío que al haber crecido en un hogar con muchas mujeres, simplemente estaba harto de ellas y por eso no buscaba una relación con ellas. No me dediqué a cavilar mucho sobre el asunto y di por sentado que la teoría de mi amigo estaba basada en la evidencia de ser el único hijo hombre.
De todas maneras, como adolescente me atraían las muchachas con sus coloridos vestidos, sus formas sinuosas, sus piernas esplendorosas, su senos exuberantes. Ansiaba relacionarme con una chica, pero no tenía el empuje suficiente para hacerlo. Sí, es cierto que el año pasado me bese con Julia, una chica de primero medio, ella un poco gordita, entretenida, pero no muy brillante.
Una tarde nos dimos cita en un sitio apacible y no muy concurrido, pensé que ese sería mi día, pero ella se dedico a jugar con mi pene, a lamerlo y chuparlo hasta que exploté en su boca, ella dijo que era muy grueso para su diminuto coño y escapo riéndose. Quizás haya sido lo mejor.
Ahora frente al espejo me tocaba mi verga añorando un chocho que me desvirgara, absorto en mis cavilaciones concupiscentes no me percaté de haber dejado la puerta sin cerrojo y repentinamente entró mi hermana y abrió desmesuradamente sus ojos al verme parado ahí desnudo.
—¡Oh! … ¿Qué haces ahí sin ropas? …
Sonya cinco años mayor que yo, desde hace poco había regresado a casa. Una relación de dos años con su novio se había ido al traste y tuvo que regresar a casa nuestra.
—¿Y tú que buscas? …
Le respondí girándome con mi pene bamboleándose de lado a lado, Sonya miraba fijo mi verga, yo ni me inmuté, siendo el menor y único hombre, ya me habían visto desnudo años atrás. Además, como me masturbaba con bastante frecuencia, hasta me habían pillado más de una vez haciéndolo, sobre todo Sonya.
Más de alguna vez pensé que ella me espiaba y lo hacía de propósito, de alguna manera me gustaba mostrarme ante ella. Después ella se mudó, pero ahora estaba otra vez de vuelta y pensé que debía ser más cuidadoso.
—Espera que ahora me visto …
Dije sin tratar de girarme u ocultarme lo que habría sido inútil dado que me veía reflejado en el espejo de todas maneras.
—Recuerda que debemos irnos con tiempo para abordar el Bus … date prisa y termina de holgazanear …
Su voz sonaba diferente, quería parecer enfadada, pero no lo estaba. Sus ojos claros pegados a mi herramienta me decían que hasta podía estar excitada. Miré sus ojos y mire mi pene, se ruborizó, menee mis caderas para hacerle ver lo flexible de mi polla, ella se río, pero continuó a mirarme. Entonces le dije:
—¡Ya! … no jodas … estoy casi listo …
Me observo mientras me ponía mis boxers y pantalón, luego se dio media vuelta y salió de mi dormitorio.
Sonya es una chica brillante, primera de su clase a la universidad, solía ser entretenida y extrovertida. Se divertía vistiéndose sexy, lo que la hacía tener discusiones con mi padre, pero a ella le encantaba volver locos a los chicos. El año pasado la encontré en una disco, llevaba botas a la rodilla, una diminuta faldita y un top más pequeño aún, me pareció Julia Roberts en la prostituta de “Pretty Woman”, no pude evitar de preguntarle:
—¿Te vio papá salir así de casa? …
—Sí, pero llevaba un impermeable encima … ¡Y tú no se lo vayas a decir! …
—Descuida que no soy tú perro guardián …
Era tan calentón su aspecto, que olvidé que era mi hermana y me fui a los lavabos a masturbarme como loco. Después de su fracaso romántico, cambio mucho, ya no vestía en modo llamativamente sexy y había dejado de salir con chicos.
Terminé de vestirme y salí a buscar a Sonya, no quería que se estresara por mí. Por supuesto llegamos a tiempo a la estación y cogimos el Bus sin ningún problema. El viaje en Pulman que siguió fue bastante aburrido y pasamos la mayor parte del tiempo dormitando.
Veinticinco horas después, llegamos al Terminal Rodoviario de Iquique, donde Claudia y su pareja Esteban nos recibieron felices.
Viendo mis dos hermanas juntas después de tanto tiempo, me di cuenta de lo diferentes que eran. Claudia es cuatro años mayor que Sonya, siempre ha sido más sofisticada y amante de lo original y del medio ambiente, en la universidad la conocían como “La chica ecológica”. Para ella no existía el maquillaje ni vestir a la moda, no me gusta aparentar ni ser presuntuosa, solía decir.
Al verla me pareció que en nada había cambiado, hacía dos años que no la veía. Su cabello lo mantenía un poco más corto de lo que yo recordaba, antes acostumbraba a llevarlo más largo, casi a la cintura. También había vuelto a usar esos anteojos de marco grueso y anticuado que la hacen ver de más edad.
Siempre discutía con papá porqué él es un empresario y defendía la actividad empresarial por lo que significaba a la economía, en cambio ella defendía sus convicciones ecologistas a ultranza. Luego conoció un activista, Esteban, mucho mayor que ella, seguramente mayor de cuarenta y ella tiene al menos quince-dieciséis años menos.
Mo madre, mi padre y mi hermana la criticaron por haber elegido un hombre tan mayor, pero no objetaron el que ella se fuera a vivir a con él. Pero Esteban era de aspecto juvenil y no parecía tan anciano como lo pintaban, se veía bastante ágil y activo para su edad.
A Sonya en cambio le gustaba vestirse en modo vistoso, provocativo a veces, siendo mayormente una monada verla. Sus faldas, pantaloncitos o jeans, se ajustaban a sus amplias caderas, también evidenciaban su culo redondo y firmes, sus blusas y remeras parecían siempre a punto de estallar dada la exuberancia de sus pechos. Sus cabellos largos y rizados le llegaban a la espalda y estaban siempre bien peinados, sin lugar a duda era la más bonita de las dos.
Lo otro que las diferenciaba, es que Sonya es de carácter mucho más amable y dicharachero, es más fácil de convivir con ella, está siempre alegre y pocas veces se pone de mal genio. Pero aunque ellas eran diametralmente diferentes, siempre se habían llevado bien y, por supuesto, ambas estaban muy encariñadas conmigo por ser el “bebé” de la familia.
Después de haber depositado nuestro equipaje en el antiguo Jeep de Esteban, partimos de inmediato y después de aproximadamente una hora de viaje llegamos a un paisaje de dunas y planicies, y escasamente pobladas directamente en el Pacifico meridional. La casa de ellos estaba en una colina que dominaba el espacio de dunas subyacente, los vecinos más próximos estaban como a un kilómetro de distancia.
Salí a recorrer los parajes desérticos aspirando la brisa marina, me pareció como estar en otro planeta. Como volver a los tiempos de Marco Polo el explorador, no había rastros de civilización. Pensé que esto iba a ser un poco aburrido, pero como se trataba solo de dos semanas, bien valía la pena enfrentar el sacrificio con optimismo. Valoré la tranquilidad del lugar y el hecho de que el mar estaba ahí a solo un centenar de metros, la franja de arena de la playa se estiraba hasta perderse de vista. Evidentemente no había problemas de atocho al momento de buscar un lugar para bañarse o tomar el sol desnudo.
Lo único que nos causó un impasse momentáneo, fue que tienen una sola habitación para visitas y Sonya rehusó compartirla conmigo. Pero Esteban dijo tener unas colchonetas y sacos de dormir, por lo que me ubiqué a dormir en el zaguán a la entrada de la casa. Mi ser aventurero y maleable me hicieron aceptar la idea de buena gana, debía ser una buena experiencia dormir bajo las estrellas respirando el fresco aire marino y disfrutando la tranquilidad del lugar.
Esteban nos mostro la casa. Esta era una vieja casona que ellos compraron a muy buen precio. Entre ambos se habían dedicado a remodelarla y amoblarla muy bien. Siempre respetando la madre natura y conservando su carácter acogedor. En la sala de estar destacaba la chimenea que probablemente era indispensable en los fríos días de invierno. Había un amplio dormitorio principal y una habitación para invitados, una cocina amoblada y bien fornida, además de un baño común.
Esteban había construido un Jacuzzi con estilo elegante, especialmente para Claudia que es una verdadera aficionada a los baños naturistas y al nudismo.
El ocaso nos encontró ya instalados y disfrutamos de una opípara cena con unas copas de vino blanco, que solo Esteban estuvo de acuerdo que yo bebiera siendo aún menor de edad, mis dos brujas hermanas me miraron y apuntaron sobre mí un dedo acusador, luego charlamos hasta tarde.
Como toda mujer, mis hermanas se enfrascaron en una charla de mujeres, Esteban retiró los platos de la mesa y yo le di una mano. Claudia y Sonya se dirigieron hacia la playa, seguían su chachara interminable. El claro de la luna llena daba un aspecto espectral y alienígeno al paisaje, se alejaron las dos en esas arenas blanquizcas iluminadas de un color plata metalizado.
Una vez que ordenamos la vajilla, Esteban y yo nos desafiamos a una partida de ajedrez hasta que finalmente exhaustos nos saludamos para ir a dormir. Mis hermanas habían regresado desde hacía rato y se habían ido a sus respectivos dormitorios.
Inesperadamente la noche estaba muy fresca, tanto que me desperté varias veces durante la noche, pero resistí estoicamente volviendo a adormentarme. Temprano en la mañana me desperté sintiendo pasos cerca de mí. Como si fuera un sueño, vi a mi hermana mayor caminando desnuda por el porche. Inmediatamente me desperté por completo, sorprendido porque nunca había logrado verla así, diáfana y pulcra como una diosa griega. Ella caminaba hacia la playa, pero cuando me vio despierto se dirigió hacia mí:
—Buenos días, Andrés … espero no haberte despertado …
Dijo suavemente besándome la frente y dándome una amorosa carantoña en mi mejilla.
Entrecerré mis ojos contra la fuerte luz del amanecer y observé su cuerpo.
Si bien Sonya tiene un rostro bellísimo, Claudia tiene un cuerpo esplendido que sus atuendos jamás destacan. Con su 1,76m. tiene un cuerpo femenino perfecto, longilínea y esbelta sin ser flaca. Sus piernas larguísimas como las de Sonya, muslos firmes y sin sombra de celulitis, tonificadas y fuertes, seguramente por la natación que practica cada día. Lo mismo podía decirse de su trasero, redondas, pronunciadas y firmes nalgas. Había heredado los senos de mi madre, una copa D generosa 36 o 38, ahora que estaba inclinada sobre mí, no le colgaban, se mantenían firmes pegados a su torso.
Claudia siempre había sido desinhibida, yo ya la había visto desnuda fugazmente, pero esta es la primera vez que la observaba así de cerca, con sus pezones casi tocándome la nariz. El tiempo no había transcurrido sobre su piel, por el contrario, se conservaba muy agraciada y bella.
—¿Sabes? … estaba yendo a nadar … ¿Te atreves a venir conmigo? …
Su voz suave, dulce y sensible, sonaba como el alegre trinar de las aves de la mañana. Ella sabía que yo observaba sus formas de mujer, se enderezó y dio un paso hacia atrás abriendo ligeramente las piernas para que tuviera una vista clara de su ingle y monte venus, fue muy agradable ver su chocho totalmente calvo. Yo sabía que algunas mujeres se depilan las axilas, pero era la primera vez que veía que también pueden rasurar su sexo. Otra diferencia entre Claudia y Sonya, pues ésta última tenía su chochito cubierto de vellos, indudablemente sin pelitos era más bonito.
Podía ver sus labios delgados y la pequeñísima abertura, me sentía subyugado de esta visión espectacular. Claudia sonriendo me paso la mano por los ojos, para quitarlos de la atención que me había procurado su vagina lampiña, pero no se avergonzó para nada y continuó con su chachara sobre los beneficios de un baño mañanero al mar, la temperatura, el efecto sobre la musculatura y otros varias ventajas para el cuerpo humano.
—¡Ya!, está bien … vengo contigo …
Pero justo cuando estaba por alzarme me di cuenta de que mi pene estaba duro. Me estiré y bostecé histriónicamente tratando de ocultar mi erección.
—Anda primero tú … enseguida te sigo …
Balbucee fingiendo una somnolencia extrema, esperé que se alejara, agarré una toalla de baño de la barandilla y caminé detrás de ella que había desaparecido detrás de una duna. Me detuve a considerar la oportunidad de volver a buscar mi traje de baño, pero como ella estaba desnuda, pensé que también yo podía estar sin traje de baño. Caminé lentamente en modo de permitir que mi erección desapareciera y apuré el paso para unirme a Claudia.
Claudia estaba ya chapoteando en el mar, rápidamente me despojé de la toalla y corrí hacia ella, apenas mis pies tocaron el agua, me arrepentí de mi ímpetu, el agua estaba helada, me encogí y comencé a caminar hacia atrás, cuando Claudia comenzó a gritarme:
—¡Cobarde! … ¡Cobarde! … ¡Miedoso! … ¡Miedoso! …
Me detuve ofendido y con cuidado y apretando mis dientes, avance mar adentro. Claudia nadó hacia mí y comenzó a salpicarme con la heladísima agua, traté de hacerle el quite, pero no lo logré, así que me sumergí en las gélidas aguas, luego emergí cerca de ella y comencé a salpicarla y darle de su propia medicina. Ella arrancó hacia la playa mientras yo le lanzaba agua con pies y manos. La alcancé y comencé a hacerle cosquillas, ya que sé que ella es muy sensible a las cosquillas. Inmediatamente comenzó a chillar y a gritar en voz alta, se retorcía como una serpiente tratando de escapar. Su trasero se frotaba constantemente de un lado a otro entre mis piernas. Repentinamente sentí un poco de calor a pesar del frescor del agua marina y cuando una de mis manos se perdió en medio de sus pechos, la temperatura subió aún más.
Esperaba que en cualquier momento ella se desligara de mi y me llamara la atención por palparla ya descaradamente, pero nada de eso pasó. Ella seguía luchando con todas sus fuerzas.
—¡Uy!, hermanito … que fuerte que te has vuelto … pero no te servirá de nada …
Claudia soltó una carcajada y me hizo caer con una zancadilla, logré aferrar su brazo y la arrastré conmigo, de modo que caímos entrelazados a orillas del oleaje, sus senos se aplastaron contra mi pecho. Quizás cómo hubiera terminado esta pelea si no fuera por qué en ese momento apareció Esteban y nos llamó a ambos. Claudia se separó de mí y fue hacia él, yo permanecí en el mar. Sentí un poco de vergüenza cuando me di cuenta de que mi polla se había vuelto a poner rígida. Quise convencerme de que la erección acababa de comenzar y que mi hermana no se había dado cuenta de nada. Pero me quedó la duda, pues no estaba seguro de eso.
Visto la embarazosa situación, me sumergí y nadé mar adentro tratando de que nadie se percatara de mi inapropiada reacción eréctil.
Los observé a un centenar de metros y vi que Esteban se iba de regreso a casa, mientras Claudia con una carrera se sumergía y nadaba hacia mí. En pocas brazadas me alcanzó y respirando pesantemente, me dijo:
—¿Esteban quiere saber si te gustaría ir a la ciudad más tarde? …
—¿A la ciudad? … ¿Un recorrido por la ciudad? … Sí, creo que sí … me gustaría ir a ver un poco de Iquique …
Me sentí aliviado de que no era nada de preocupante, me sentía tan culpable por mis erecciones en el confronto con mi hermana, que pensé que podía ser acusado de algo. Nadamos durante una quincena de minutos, manteniéndonos bien separados y luego iniciamos a nadar hacia la playa.
Ella salió primero y comenzó a secarse, cuando me acerqué a su lado ella comenzó a secarme a mí, estaba a punto de decirle que lo haría por mí mismo cuando vi un enigmático brillo en sus ojos. No se detuvo mucho con mi cabeza, sino que frotó extensamente mi pecho y espalda, acercándose a mis nalgas, entonces la escuche murmurar:
—¡Pero cómo has crecido! …
Improvisamente sus movimientos se volvieron más lentos y no tan firmes, me estaba acariciando mis glúteos, esperé ansiosamente para ver si se acercaba al frente. Finalmente sentí que la toalla pasaba entre mis piernas, tocaba mis testículos y envolvía mi verga. Apreté los dientes. Luego la siguió su mano, acarició mis bolas y una y otra vez agarró mi pene. Esperaba no tener una erección tan pronto. Pero así como había iniciado, de repente se separó de mí, le dio un tirón a la toalla y dijo sucintamente:
—Bueno … se hace tarde … así que vámonos …
Quedé un poco desconcertado y confundido, dada la situación no me quedó nada más que recoger mi toalla y seguirla de cerca.
Desayunamos charlando un poco de todo y riéndonos, recordando nuestras infancias y Esteban nos hablo algo de Iquique donde iríamos más tarde a efectuar compras. A mitad de mañana Esteban nos transportó en ciudad, debo decir que me encantó la ciudad, el sector turístico, los diferentes locales comerciales en el paseo marítimo. Claudia iba adelante con Sonya y le mostraba los diferentes locales, se detuvieron en una florería porque ella quería comprar algo para su jardín. Después fue el turno de Sonya que arrastro a Claudia a una tienda de cosméticos para comprar algunas cremas y protector solar. Nos detuvimos a almorzar en un local con vistas al océano, paseamos por la playa y luego fuimos al supermercado para la compra de vituallas frescas para la semana.
El sol comenzaba a ocultarse cuando iniciamos el regreso a casa. Volvimos a la cabaña y me alegré de poder sentarme en un lugar familiar nuevamente. A cena bebimos un par de botellas de vino, Claudia se entonó con el alcohol y comenzó a molestarme con preguntas capciosas sobre mi vida amorosa.
Ella quería saber si tenía novia o quizás alguien en mente y todo eso me molestaba, más que nada porque no sabía que contestarle. ¿Qué podía decirle? Que nunca he tenido sexo con una chica y que me pajeo de tres a cuatro veces al día. Ciertamente no era algo que podía admitir delante de mis hermanas.
—¿Quién puede con nuestro hermanito? …
Dijo Sonya uniéndose a los comentarios y preguntas fastidiosas de Claudia. Le hice cosquilla en su cintura a sabiendas que es particularmente cosquillosa en esa zona. Sonya saltó como si hubiese sido picada por una alimaña y contra ataco haciéndome cosquillas.
Continua
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Vacaciones en Iquique – Capítulos 01 al 05
Vacaciones en Iquique - Capítulo 01
Había concluido el año escolástico, por supuesto que gracias a mi ahínco en el estudio obtuve excelentes notas, lo que me permitió pasar a tercero medio. En casa todos me felicitaron, mis padres iban de vacaciones a Brasil y yo les pedí me dejaran en casa. Siempre consideré que las vacaciones en otro país eran una especie de tortura camuflada, no me gustan. Ellos accedieron y la semana antes de la partida a Búzios, mi hermana mayor Claudia que vive en Iquique, una ciudad del norte de Chile me invitó para restar con ella por el periodo en que nuestros padres estarían fuera del país.
En un principio ella había invitado a Sonya mi otra hermana, pero como supo que yo no iría con nuestros padres, extendió la invitación a mi también. Yo me llamo Andrés, no soy muy deportista ya que paso encerrado a leer y estudiar, de todas maneras mi complexión física es aceptable para mi edad, de lo que puedo vanagloriarme es que mi pene es extraordinariamente grueso, pero la circunferencia es como una lata de cerveza. Mientras me observaba desnudo reflejado en el espejo tironeaba de mí prepucio para hacer salir mí glande. Mi polla de buen tamaño no me ha servido de mucho, ya que no he tenido mucha suerte con el sexo opuesto, todavía no tengo una novia y menos aún sexo, soy virgen.
No se cual podría ser el motivo por el cual no he tenido éxito con las chicas, me dijo un amigo mío que al haber crecido en un hogar con muchas mujeres, simplemente estaba harto de ellas y por eso no buscaba una relación con ellas. No me dediqué a cavilar mucho sobre el asunto y di por sentado que la teoría de mi amigo estaba basada en la evidencia de ser el único hijo hombre.
De todas maneras, como adolescente me atraían las muchachas con sus coloridos vestidos, sus formas sinuosas, sus piernas esplendorosas, su senos exuberantes. Ansiaba relacionarme con una chica, pero no tenía el empuje suficiente para hacerlo. Sí, es cierto que el año pasado me bese con Julia, una chica de primero medio, ella un poco gordita, entretenida, pero no muy brillante.
Una tarde nos dimos cita en un sitio apacible y no muy concurrido, pensé que ese sería mi día, pero ella se dedico a jugar con mi pene, a lamerlo y chuparlo hasta que exploté en su boca, ella dijo que era muy grueso para su diminuto coño y escapo riéndose. Quizás haya sido lo mejor.
Ahora frente al espejo me tocaba mi verga añorando un chocho que me desvirgara, absorto en mis cavilaciones concupiscentes no me percaté de haber dejado la puerta sin cerrojo y repentinamente entró mi hermana y abrió desmesuradamente sus ojos al verme parado ahí desnudo.
—¡Oh! … ¿Qué haces ahí sin ropas? …
Sonya cinco años mayor que yo, desde hace poco había regresado a casa. Una relación de dos años con su novio se había ido al traste y tuvo que regresar a casa nuestra.
—¿Y tú que buscas? …
Le respondí girándome con mi pene bamboleándose de lado a lado, Sonya miraba fijo mi verga, yo ni me inmuté, siendo el menor y único hombre, ya me habían visto desnudo años atrás. Además, como me masturbaba con bastante frecuencia, hasta me habían pillado más de una vez haciéndolo, sobre todo Sonya.
Más de alguna vez pensé que ella me espiaba y lo hacía de propósito, de alguna manera me gustaba mostrarme ante ella. Después ella se mudó, pero ahora estaba otra vez de vuelta y pensé que debía ser más cuidadoso.
—Espera que ahora me visto …
Dije sin tratar de girarme u ocultarme lo que habría sido inútil dado que me veía reflejado en el espejo de todas maneras.
—Recuerda que debemos irnos con tiempo para abordar el Bus … date prisa y termina de holgazanear …
Su voz sonaba diferente, quería parecer enfadada, pero no lo estaba. Sus ojos claros pegados a mi herramienta me decían que hasta podía estar excitada. Miré sus ojos y mire mi pene, se ruborizó, menee mis caderas para hacerle ver lo flexible de mi polla, ella se río, pero continuó a mirarme. Entonces le dije:
—¡Ya! … no jodas … estoy casi listo …
Me observo mientras me ponía mis boxers y pantalón, luego se dio media vuelta y salió de mi dormitorio.
Sonya es una chica brillante, primera de su clase a la universidad, solía ser entretenida y extrovertida. Se divertía vistiéndose sexy, lo que la hacía tener discusiones con mi padre, pero a ella le encantaba volver locos a los chicos. El año pasado la encontré en una disco, llevaba botas a la rodilla, una diminuta faldita y un top más pequeño aún, me pareció Julia Roberts en la prostituta de “Pretty Woman”, no pude evitar de preguntarle:
—¿Te vio papá salir así de casa? …
—Sí, pero llevaba un impermeable encima … ¡Y tú no se lo vayas a decir! …
—Descuida que no soy tú perro guardián …
Era tan calentón su aspecto, que olvidé que era mi hermana y me fui a los lavabos a masturbarme como loco. Después de su fracaso romántico, cambio mucho, ya no vestía en modo llamativamente sexy y había dejado de salir con chicos.
Terminé de vestirme y salí a buscar a Sonya, no quería que se estresara por mí. Por supuesto llegamos a tiempo a la estación y cogimos el Bus sin ningún problema. El viaje en Pulman que siguió fue bastante aburrido y pasamos la mayor parte del tiempo dormitando.
Veinticinco horas después, llegamos al Terminal Rodoviario de Iquique, donde Claudia y su pareja Esteban nos recibieron felices.
Viendo mis dos hermanas juntas después de tanto tiempo, me di cuenta de lo diferentes que eran. Claudia es cuatro años mayor que Sonya, siempre ha sido más sofisticada y amante de lo original y del medio ambiente, en la universidad la conocían como “La chica ecológica”. Para ella no existía el maquillaje ni vestir a la moda, no me gusta aparentar ni ser presuntuosa, solía decir.
Al verla me pareció que en nada había cambiado, hacía dos años que no la veía. Su cabello lo mantenía un poco más corto de lo que yo recordaba, antes acostumbraba a llevarlo más largo, casi a la cintura. También había vuelto a usar esos anteojos de marco grueso y anticuado que la hacen ver de más edad.
Siempre discutía con papá porqué él es un empresario y defendía la actividad empresarial por lo que significaba a la economía, en cambio ella defendía sus convicciones ecologistas a ultranza. Luego conoció un activista, Esteban, mucho mayor que ella, seguramente mayor de cuarenta y ella tiene al menos quince-dieciséis años menos.
Mo madre, mi padre y mi hermana la criticaron por haber elegido un hombre tan mayor, pero no objetaron el que ella se fuera a vivir a con él. Pero Esteban era de aspecto juvenil y no parecía tan anciano como lo pintaban, se veía bastante ágil y activo para su edad.
A Sonya en cambio le gustaba vestirse en modo vistoso, provocativo a veces, siendo mayormente una monada verla. Sus faldas, pantaloncitos o jeans, se ajustaban a sus amplias caderas, también evidenciaban su culo redondo y firmes, sus blusas y remeras parecían siempre a punto de estallar dada la exuberancia de sus pechos. Sus cabellos largos y rizados le llegaban a la espalda y estaban siempre bien peinados, sin lugar a duda era la más bonita de las dos.
Lo otro que las diferenciaba, es que Sonya es de carácter mucho más amable y dicharachero, es más fácil de convivir con ella, está siempre alegre y pocas veces se pone de mal genio. Pero aunque ellas eran diametralmente diferentes, siempre se habían llevado bien y, por supuesto, ambas estaban muy encariñadas conmigo por ser el “bebé” de la familia.
Después de haber depositado nuestro equipaje en el antiguo Jeep de Esteban, partimos de inmediato y después de aproximadamente una hora de viaje llegamos a un paisaje de dunas y planicies, y escasamente pobladas directamente en el Pacifico meridional. La casa de ellos estaba en una colina que dominaba el espacio de dunas subyacente, los vecinos más próximos estaban como a un kilómetro de distancia.
Salí a recorrer los parajes desérticos aspirando la brisa marina, me pareció como estar en otro planeta. Como volver a los tiempos de Marco Polo el explorador, no había rastros de civilización. Pensé que esto iba a ser un poco aburrido, pero como se trataba solo de dos semanas, bien valía la pena enfrentar el sacrificio con optimismo. Valoré la tranquilidad del lugar y el hecho de que el mar estaba ahí a solo un centenar de metros, la franja de arena de la playa se estiraba hasta perderse de vista. Evidentemente no había problemas de atocho al momento de buscar un lugar para bañarse o tomar el sol desnudo.
Lo único que nos causó un impasse momentáneo, fue que tienen una sola habitación para visitas y Sonya rehusó compartirla conmigo. Pero Esteban dijo tener unas colchonetas y sacos de dormir, por lo que me ubiqué a dormir en el zaguán a la entrada de la casa. Mi ser aventurero y maleable me hicieron aceptar la idea de buena gana, debía ser una buena experiencia dormir bajo las estrellas respirando el fresco aire marino y disfrutando la tranquilidad del lugar.
Esteban nos mostro la casa. Esta era una vieja casona que ellos compraron a muy buen precio. Entre ambos se habían dedicado a remodelarla y amoblarla muy bien. Siempre respetando la madre natura y conservando su carácter acogedor. En la sala de estar destacaba la chimenea que probablemente era indispensable en los fríos días de invierno. Había un amplio dormitorio principal y una habitación para invitados, una cocina amoblada y bien fornida, además de un baño común.
Esteban había construido un Jacuzzi con estilo elegante, especialmente para Claudia que es una verdadera aficionada a los baños naturistas y al nudismo.
El ocaso nos encontró ya instalados y disfrutamos de una opípara cena con unas copas de vino blanco, que solo Esteban estuvo de acuerdo que yo bebiera siendo aún menor de edad, mis dos brujas hermanas me miraron y apuntaron sobre mí un dedo acusador, luego charlamos hasta tarde.
Como toda mujer, mis hermanas se enfrascaron en una charla de mujeres, Esteban retiró los platos de la mesa y yo le di una mano. Claudia y Sonya se dirigieron hacia la playa, seguían su chachara interminable. El claro de la luna llena daba un aspecto espectral y alienígeno al paisaje, se alejaron las dos en esas arenas blanquizcas iluminadas de un color plata metalizado.
Una vez que ordenamos la vajilla, Esteban y yo nos desafiamos a una partida de ajedrez hasta que finalmente exhaustos nos saludamos para ir a dormir. Mis hermanas habían regresado desde hacía rato y se habían ido a sus respectivos dormitorios.
Inesperadamente la noche estaba muy fresca, tanto que me desperté varias veces durante la noche, pero resistí estoicamente volviendo a adormentarme. Temprano en la mañana me desperté sintiendo pasos cerca de mí. Como si fuera un sueño, vi a mi hermana mayor caminando desnuda por el porche. Inmediatamente me desperté por completo, sorprendido porque nunca había logrado verla así, diáfana y pulcra como una diosa griega. Ella caminaba hacia la playa, pero cuando me vio despierto se dirigió hacia mí:
—Buenos días, Andrés … espero no haberte despertado …
Dijo suavemente besándome la frente y dándome una amorosa carantoña en mi mejilla.
Entrecerré mis ojos contra la fuerte luz del amanecer y observé su cuerpo.
Si bien Sonya tiene un rostro bellísimo, Claudia tiene un cuerpo esplendido que sus atuendos jamás destacan. Con su 1,76m. tiene un cuerpo femenino perfecto, longilínea y esbelta sin ser flaca. Sus piernas larguísimas como las de Sonya, muslos firmes y sin sombra de celulitis, tonificadas y fuertes, seguramente por la natación que practica cada día. Lo mismo podía decirse de su trasero, redondas, pronunciadas y firmes nalgas. Había heredado los senos de mi madre, una copa D generosa 36 o 38, ahora que estaba inclinada sobre mí, no le colgaban, se mantenían firmes pegados a su torso.
Claudia siempre había sido desinhibida, yo ya la había visto desnuda fugazmente, pero esta es la primera vez que la observaba así de cerca, con sus pezones casi tocándome la nariz. El tiempo no había transcurrido sobre su piel, por el contrario, se conservaba muy agraciada y bella.
—¿Sabes? … estaba yendo a nadar … ¿Te atreves a venir conmigo? …
Su voz suave, dulce y sensible, sonaba como el alegre trinar de las aves de la mañana. Ella sabía que yo observaba sus formas de mujer, se enderezó y dio un paso hacia atrás abriendo ligeramente las piernas para que tuviera una vista clara de su ingle y monte venus, fue muy agradable ver su chocho totalmente calvo. Yo sabía que algunas mujeres se depilan las axilas, pero era la primera vez que veía que también pueden rasurar su sexo. Otra diferencia entre Claudia y Sonya, pues ésta última tenía su chochito cubierto de vellos, indudablemente sin pelitos era más bonito.
Podía ver sus labios delgados y la pequeñísima abertura, me sentía subyugado de esta visión espectacular. Claudia sonriendo me paso la mano por los ojos, para quitarlos de la atención que me había procurado su vagina lampiña, pero no se avergonzó para nada y continuó con su chachara sobre los beneficios de un baño mañanero al mar, la temperatura, el efecto sobre la musculatura y otros varias ventajas para el cuerpo humano.
—¡Ya!, está bien … vengo contigo …
Pero justo cuando estaba por alzarme me di cuenta de que mi pene estaba duro. Me estiré y bostecé histriónicamente tratando de ocultar mi erección.
—Anda primero tú … enseguida te sigo …
Balbucee fingiendo una somnolencia extrema, esperé que se alejara, agarré una toalla de baño de la barandilla y caminé detrás de ella que había desaparecido detrás de una duna. Me detuve a considerar la oportunidad de volver a buscar mi traje de baño, pero como ella estaba desnuda, pensé que también yo podía estar sin traje de baño. Caminé lentamente en modo de permitir que mi erección desapareciera y apuré el paso para unirme a Claudia.
Claudia estaba ya chapoteando en el mar, rápidamente me despojé de la toalla y corrí hacia ella, apenas mis pies tocaron el agua, me arrepentí de mi ímpetu, el agua estaba helada, me encogí y comencé a caminar hacia atrás, cuando Claudia comenzó a gritarme:
—¡Cobarde! … ¡Cobarde! … ¡Miedoso! … ¡Miedoso! …
Me detuve ofendido y con cuidado y apretando mis dientes, avance mar adentro. Claudia nadó hacia mí y comenzó a salpicarme con la heladísima agua, traté de hacerle el quite, pero no lo logré, así que me sumergí en las gélidas aguas, luego emergí cerca de ella y comencé a salpicarla y darle de su propia medicina. Ella arrancó hacia la playa mientras yo le lanzaba agua con pies y manos. La alcancé y comencé a hacerle cosquillas, ya que sé que ella es muy sensible a las cosquillas. Inmediatamente comenzó a chillar y a gritar en voz alta, se retorcía como una serpiente tratando de escapar. Su trasero se frotaba constantemente de un lado a otro entre mis piernas. Repentinamente sentí un poco de calor a pesar del frescor del agua marina y cuando una de mis manos se perdió en medio de sus pechos, la temperatura subió aún más.
Esperaba que en cualquier momento ella se desligara de mi y me llamara la atención por palparla ya descaradamente, pero nada de eso pasó. Ella seguía luchando con todas sus fuerzas.
—¡Uy!, hermanito … que fuerte que te has vuelto … pero no te servirá de nada …
Claudia soltó una carcajada y me hizo caer con una zancadilla, logré aferrar su brazo y la arrastré conmigo, de modo que caímos entrelazados a orillas del oleaje, sus senos se aplastaron contra mi pecho. Quizás cómo hubiera terminado esta pelea si no fuera por qué en ese momento apareció Esteban y nos llamó a ambos. Claudia se separó de mí y fue hacia él, yo permanecí en el mar. Sentí un poco de vergüenza cuando me di cuenta de que mi polla se había vuelto a poner rígida. Quise convencerme de que la erección acababa de comenzar y que mi hermana no se había dado cuenta de nada. Pero me quedó la duda, pues no estaba seguro de eso.
Visto la embarazosa situación, me sumergí y nadé mar adentro tratando de que nadie se percatara de mi inapropiada reacción eréctil.
Los observé a un centenar de metros y vi que Esteban se iba de regreso a casa, mientras Claudia con una carrera se sumergía y nadaba hacia mí. En pocas brazadas me alcanzó y respirando pesantemente, me dijo:
—¿Esteban quiere saber si te gustaría ir a la ciudad más tarde? …
—¿A la ciudad? … ¿Un recorrido por la ciudad? … Sí, creo que sí … me gustaría ir a ver un poco de Iquique …
Me sentí aliviado de que no era nada de preocupante, me sentía tan culpable por mis erecciones en el confronto con mi hermana, que pensé que podía ser acusado de algo. Nadamos durante una quincena de minutos, manteniéndonos bien separados y luego iniciamos a nadar hacia la playa.
Ella salió primero y comenzó a secarse, cuando me acerqué a su lado ella comenzó a secarme a mí, estaba a punto de decirle que lo haría por mí mismo cuando vi un enigmático brillo en sus ojos. No se detuvo mucho con mi cabeza, sino que frotó extensamente mi pecho y espalda, acercándose a mis nalgas, entonces la escuche murmurar:
—¡Pero cómo has crecido! …
Improvisamente sus movimientos se volvieron más lentos y no tan firmes, me estaba acariciando mis glúteos, esperé ansiosamente para ver si se acercaba al frente. Finalmente sentí que la toalla pasaba entre mis piernas, tocaba mis testículos y envolvía mi verga. Apreté los dientes. Luego la siguió su mano, acarició mis bolas y una y otra vez agarró mi pene. Esperaba no tener una erección tan pronto. Pero así como había iniciado, de repente se separó de mí, le dio un tirón a la toalla y dijo sucintamente:
—Bueno … se hace tarde … así que vámonos …
Quedé un poco desconcertado y confundido, dada la situación no me quedó nada más que recoger mi toalla y seguirla de cerca.
Desayunamos charlando un poco de todo y riéndonos, recordando nuestras infancias y Esteban nos hablo algo de Iquique donde iríamos más tarde a efectuar compras. A mitad de mañana Esteban nos transportó en ciudad, debo decir que me encantó la ciudad, el sector turístico, los diferentes locales comerciales en el paseo marítimo. Claudia iba adelante con Sonya y le mostraba los diferentes locales, se detuvieron en una florería porque ella quería comprar algo para su jardín. Después fue el turno de Sonya que arrastro a Claudia a una tienda de cosméticos para comprar algunas cremas y protector solar. Nos detuvimos a almorzar en un local con vistas al océano, paseamos por la playa y luego fuimos al supermercado para la compra de vituallas frescas para la semana.
El sol comenzaba a ocultarse cuando iniciamos el regreso a casa. Volvimos a la cabaña y me alegré de poder sentarme en un lugar familiar nuevamente. A cena bebimos un par de botellas de vino, Claudia se entonó con el alcohol y comenzó a molestarme con preguntas capciosas sobre mi vida amorosa.
Ella quería saber si tenía novia o quizás alguien en mente y todo eso me molestaba, más que nada porque no sabía que contestarle. ¿Qué podía decirle? Que nunca he tenido sexo con una chica y que me pajeo de tres a cuatro veces al día. Ciertamente no era algo que podía admitir delante de mis hermanas.
—¿Quién puede con nuestro hermanito? …
Dijo Sonya uniéndose a los comentarios y preguntas fastidiosas de Claudia. Le hice cosquilla en su cintura a sabiendas que es particularmente cosquillosa en esa zona. Sonya saltó como si hubiese sido picada por una alimaña y contra ataco haciéndome cosquillas.
Continua
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