Unos Perros A Mi Cuidado (Zoofilia)

heranlu

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Me llamo Rosa y muchos de los que me leéis ya me conocéis. Para quienes no me conocéis paso a describirme. Abreviando diré que suelen decir que me parezco a Meryl Streep, aunque con mas volumen de pecho. También dicen que parezco china, por los rasgos de mi rostro. Mido 1,72 y 120 de pecho 65 de cintura y noventa de cadera, al ser alta no doy la sensación de estar gorda. Mi pelo es castaño, aunque suelo llevar mechas rubias e incluso en algunas ocasiones voy de rubia total. Mi sexo siempre lo llevo perfectamente depilado, gracias a una depiladora laser que me regaló mi marido. Le gusta no encontrarse pelos cuando me come por ahí debajo. De esta forma tampoco se puede saber si soy rubia natural o teñida, al no llevar pelos en las ingles ni axilas.

Lo que más atrae a los hombres de mí, son mis pechos coronados por unas aureolas grandes y oscuritas, terminadas en unos pezones gorditos y largos, muchas veces húmedos de leche, por estar dando el pecho a mi hijo.

Esto que os voy a relatar ocurrió cuando tenía 36 años y mi hijo aun no había cumplido los siete, aunque continuaba dándole el pecho como alimentación complementaria a la suya habitual, además de dejar que mi marido también se aproveche de esta circunstancia para tomar sus raciones de vez en cuando.

Vivimos en un zona residencial, donde las casas estás separadas unas de otras por un jardín, aunque donde vivimos es una casa muy antigua, que está más separada de las demás y forma parte de una finca con gran extensión de terreno cultivable.

Ese verano, los vecinos de al lado José y Amanda, decidieron marchar unos días de vacaciones y me pidieron que cuidara de sus animales de compañía, que al ser numerosos no se los podían llevar con ellos. Tienen una pareja de perros y varias crías, que hacía poco que habían nacido y no los habían regalado ni vendido por seguir alimentándose aún de leche.

Para que no perdieran esa oportunidad de viajar esos días, acepté quedarme al cuidado de ellos, por ser pocos días. No me costaba mucho echarles un vistazo de vez en cuando y ponerles comida y agua. Al estar las casas colindantes, los perros me conocían y solo tenía que saltar el seto que separaba ambos jardines, ni siquiera tenía que salir a la calle.

Son unos perros mestizos entre dogo y mastín y de gran tamaño, pero siempre han sido cariñosos conmigo, las veces que he estado en contacto con ellos, por lo que no les temo a pesar de su enorme tamaño.

En casa no teníamos perros ni los necesitábamos por tener cámaras y sistema de alarma. Tenía suficiente con mi hijo, que me ocupaba la mayor parte de mi tiempo y como ya dije antes, le seguía dando el pecho. Mis pechos siempre han sido muy grandes, y debido a la lactancia aumentaron más su tamaño.

La noche en que comienza este relato, mi marido Carlos ya estaba en la cama porque al día siguiente tenía que madrugar para viajar por motivos laborales y yo estaba muy excitada, por haber dado el pecho a mi hijo y me había dejado muy caliente al chupar mis pezones. Ya estaba para meterme en la cama, cuando recordé que no había mirado en todo el día a los perros y posiblemente necesitaban comida o agua. No me apetecía mucho salir tan de noche, pero tenía que hacerlo y no dejarlos sin cuidar. Desnuda tal y como estaba, me puse una camisa grande de mi marido, que me llegaba hasta los muslos, por lo que era como si llevara un corto camisón. A esa hora de la noche no suele haber nadie por las inmediaciones, ya que la zona está retirada de la población, además de que no tengo ni que salir a la calle, con solo saltar una baja separación vegetal es suficiente.

Al no haber farolas, no se veía mucho, pero conocía todo lo suficiente como para no tropezar. Cerca de la casa ya llegaba la tenue iluminación de la entrada, que al ser alimentada por placas solares y tener sensores, se encienden al oscurecer automáticamente. Me desplacé por el jardín hasta la parte del cobertizo donde están siempre los perros. Cuando les cambie el agua y les llené el comedero con pienso, se acercaron el macho y la hembra moviendo las colas, para olfatearme y hacerme fiestas. De cerca impone su tamaño, se ven más grandes de lo que parecen de lejos y los cachorros a pesar de seguir mamando, ya también se les veía muy desarrollados. Eran seis y aún no se habían anunciado para repartirlos, entre los posibles interesados por ellos.

Estando inclinada poniendo pienso en el comedero, noté como el macho metía su hocico entre mis piernas, agachada la camisa no cubría mi intimidad por la parte de atrás y al quedar al descubierto mi culo, el perro metió el morro y empezó a lamer. Aunque sorprendida, no me aparté no hice ningún gesto que pudiera hacerlo enfadar o asustarlo, además de que me estaba dando mucho placer con sus lamidas en mi expuesta vagina.

Después de unos instantes, me levanté e intenté apartarlo, porque eso no estaba bien. No dejé que siguiera lamiendo, pero algo le atraía e insistía a pesar de mis intentos por alejarlo, al recular y alejarme de él hacia mi casa, tropecé en la oscuridad y di con mis huesos por tierra.

A cuatro patas intentando levantarme, noté que la camisa se había subido hasta la cintura y al perro detrás lamiendo de nuevo mi vagina y culo. El placer de sentir la lengua en mi vagina era tal que dejé que siguiera lamiendo. Entre lo caliente que estaba esa noche y ahora la lengua del perro lamiendo, estaba llegando al paroxismo del placer.

Las dudas en levantarme, las aprovechó el gran mastín para montar sus patas delanteras sobre mi espalda, que seguidamente pasaron a abrazar mi cintura aplastándome con su peso.

Había pasado de lamer mi vagina, haciendo que me pusiera chorreando a montarse encima y empujar con su polla en la entrada de mi coño. No cabía la menor duda de que estaba intentando follarme. Cerré las piernas para evitar la penetración, pero su insistente roce con mi clítoris, me estaba llevando de nuevo a otro orgasmo. Tenía la esperanza de que desistiera de penetrarme y se marchara, pero mi vagina estaba completamente empapada por la doble corrida y en una de sus embestidas consiguió introducir en mi vagina la punta de la polla, lo siguiente fue seguir empujando hasta introducir casi toda, llenando por completo mi coño con su enorme polla, que no se la había visto, pero me sentía completamente empalada con el coño dilatado al máximo. Jamás había sentido mi coño tan dilatado, desde el nacimiento de mi hijo.

Preferí relajar mi coño y dejar que entrara del todo, con lo que empezó a bombear a un ritmo endiablado, metiendo y sacando en sucesivas embestidas, haciéndome llegar un tercer orgasmo. De pronto noté como su polla aumentaba aún más de tamaño, haciendo un nudo, que impedía que saliera de mi vagina, quedando cogida a él por el coño. Lo que sentí a continuación fueron sus contracciones al expulsar el semen en mi interior.

Con la excitación no me había dado cuenta de que los cachorros estaban debajo de mí, intentando cogerse a mis pezones. Por lo visto el olor a mi leche al derramarse por la excitación los había atraído hasta mis tetas colgantes y ahora intentaban mamar como si yo fuera su madre.

Con la camisa abierta y mis tetas colgando y goteando leche, no les fue muy difícil meterse mis pezones en sus boquitas y comenzar a alimentarse con mi leche. Así me encontraba yo con el enorme perro cogido a mi coño sin poder soltarse y seis cachorros pugnando por alimentarse de mis tetas, y con sus afilados dientes clavándose mordiendo mis pezones.

Uno de los cachorros, más grande que el resto y de pelo más oscuro, daba la sensación que querer tragarse mi pezón, por la fuerza con que succionaba y su hermano de pelo más claro y una mancha blanca en la cara, se dedicaba a mordisquear más que a mamar de mi otro pezón.

Intentaba separarme del perro, pero era imposible y no sabía lo que podía durar en deshacerse el nudo y poder liberarme, mientras los cachorros se iban turnando en mis pezones, cuando los dos primeros quedaron saciados otros dos ocuparon su lugar, mamando y estirando de los pezones, hasta que todos hubieron saciado su hambre, dejando mis pezones doloridos, pero era un dolor deseado y por lo tanto me gustaba y daba placer en mis sensibles pechos.

Cuando por fin al macho se le deshizo el nudo y pude liberarme, sentí mi coño escocido y gotear el semen por mis muslos. El placer que me habían dado los cachorros con sus mordisquitos y chupetones en las tetas, hacían que me hubieran llegado varios orgasmos, perdiendo ya la cuenta de los que había sentido, algunos enlazados sin pausa entre ellos. Había dejado que los cachorros se alimentaran hasta que sus estómagos estuvieron llenos de leche y se fueron correteando hasta donde los esperaba su madre.

Cuando me incorporé para volver hasta mi casa, las piernas me temblaban y pequeños regueros de semen mezclado con mis flujos, corrían por mis muslos.

Entré en casa directamente al cuarto de baño, metiéndome bajo la ducha, y mirando en el espejo el estado en que los cachorros habían dejado mis pezones, me dolían, pero era un dolorcillo agradable, que intensificaba apretándolos y sacando algunos chorritos de leche, que iban a impactar en el espejo.

Cuando me aseguré de que mi coño había dejado de gotear semen y flujos, me sequé y después de ponerme el pijama, me introduje en la cama, donde mi marido dormía ajeno a todo.

Me desperté cuando mi marido se había marchado y salí en pijama a la puerta, encontrando a un perro vagabundo, como esperando a que le diera el desayuno. No tardó nada en meter su hocico entre mis piernas como la noche anterior había hecho el perro de la vecina. Algo en mí hacía que atrajera a los perros, porque enseguida tres más se unieron al primero, lamiendo mi cuerpo por todas partes.

Estaba tan excitada, que entré en la casa y puse mermelada en mis tetas, después de quitarme el pijama y también la puse en mi vagina, después de quitarme las bragas.

Salí de nuevo a la puerta y fui hasta la parte trasera de la casa, donde hay un pequeño cobertizo, seguida por los perros, que se empujaban para llegar hasta mi culo y chuparlo.

Una vez a cubierto de las posibles miradas desde la calle, me puse boca arriba en el suelo, dejando que los perros comieran la mermelada, para ir poniendo más cada vez que se la terminaban. Llegó un momento que ya no necesitaba mermelada, porque la leche de mis pechos y mis fluidos vaginales, les hacían lamer y chupar sin descanso. Estaba en la gloria siendo lamida, cuando apareció el perro de la vecina, que se abalanzó sobre los otros poniéndolos en fuga.

Ahora me tenía a su entera disposición por lo que empezó a lamer mis tetas apurando la leche que se me derramaba y posteriormente se pasó a la vagina, donde por lo visto, le atraía mucho más mis flujos vaginales. Después de varios orgasmos, me di la vuelta y me puse agachada con rodillas y manos en el suelo, sabiendo lo que iba a suceder a continuación.

Sin esperar se montó encima de mí y ahora sí que acertó mucho antes en mi coño, metiéndola toda de golpe, para bombear a un ritmo muy rápido, y haciendo que llegara a un orgasmo muy fuerte.

En lo mejor, desperté en mi cama, con las bragas y el pijama empapados de sudor y fluidos.

Todo había sido un delicioso sueño, del que había despertado en el mejor momento.

Podía escuchar a mi marido arreglándose en el cuarto de baño, para irse de viaje, mientras yo me quedaba muy caliente y con enormes deseos de ser follada. Cuando se acercó a mí para despedirse, le ofrecí los pechos para que me los acariciara y chupara, pero con las prisas para no perder el vuelo, solo me dio un par de besos y se marchó deprisa. Me quedé con las tetas y pezones muy duros y tocando la humedad de mis bragas.

Menos mal que luego desperté a mi hijo y le di de mamar, aliviando en parte mis pechos, lo arreglé posteriormente y le hice un bocadillo, antes de acompañarlo hasta el colegio.

No paraba de pensar en la noche anterior ni en el sueño durante todo el trayecto, llegando hasta la puerta del colegio completamente excitada. Tan excitada que se me había derramado la leche de los pechos y mi blusa mostraba dos manchas, donde coincidían mis mojados pezones, teniendo que disimular para que las demás madres, padres y abuelos, que llevaban a sus niños, no se dieran cuenta de que se me derramaba la leche de las tetas.

No tenía otra ropa para ponerme encima, por lo que no me quedó otra que esperar en el coche hasta el último momento y dejar a mi hijo lo más rápidamente que me fue posible.

El trayecto de vuelta a casa, lo hice con el pensamiento puesto en los perros. Nunca me había sentido atraída por esos animales, pero fue probarlo, para que me creara cierta dependencia. Nunca había sentido ningún orgasmo tan fuerte, con los hombres que había estado, ni con mi marido, como los sentidos con ese perro y sus cachorros, follando y comiendo de mis tetas.

En cuanto llegué a casa y sin perder tiempo, me cambié de ropa, poniéndome una bata abierta por delante y sin ropa interior, para saltar el seto y dirigirme hasta el cobertizo donde estaban los perros.

Estaba deseando entregarme al macho y dejar que me follara, las veces que quisiera, mientras sus cachorros, podían comerse mis tetas, sin importarme el dolor que pudieran hacerme en los pezones. Creo que ese delicioso dolor a mordisquear, fue lo que hizo que tuviera los orgasmos más intensos.

Me quedaban unos días estupendos con la compañía de los perros, por la ausencia de mi marido y de los vecinos. Mis pezones iban a sentir durante todo ese tiempo los chupetones y mordisquitos de los cachorros y mi vagina el placer de ser dilatada al máximo por la enorme polla del mastín.

De día, lo pasaba con los perros y por la noche también, al soñar que me quedaba embarazada y alimentaba con la leche de mis pechos a una multitud de cachorros, en los sueños puede pasar cualquier fantasía y despertar con el pijama mojado.

Tuve otras experiencias muy excitantes con los perros, y con José el dueño de los perros, e incluso llegué a quedarme con uno de los cachorros, como perro de compañía.


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