Unas Buenas Vacaciones

heranlu

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Quería contaros lo que me ocurrió hace dos veranos en unas vacaciones inolvidables que pasamos en un pueblo de la costa. Desde el invierno, mis padres y mis tíos habían estado preparando aquellas vacaciones en la que pasaríamos las dos familias juntas.

De este modo, allí estaríamos mi padre Enrique, mi madre Marta, mi tío Manuel, mi tía María, mi primo Eduardo y yo, me llamo Jesús. Mi hermana Beatriz no iría pues estaría con su novio de viaje por el extranjero. Mi madre y mi tía son hermanas, María es dos años mayor que mi madre, así que tenían cincuenta y cinco y cincuenta y tres años. Mi padre y mi tío tienen una diferencia de edad con ellas entre uno y tres años. Mi primo es dos años mayor que yo y yo tengo veinte.

En cuanto al lugar escogido para pasar el verano, era una casa de cuatro habitaciones, no demasiado grande, pero en primera línea de playa y, lo mejor de todo, con piscina. Durante pocos meses antes de julio, mes que pasaríamos por completo allí, nuestras madres fueron preparando todo para las vacaciones.

A quince días del viaje, mi padre y mi tío dijeron que no podrían estar con nosotros de vacaciones. Ellos dirigían la empresa familiar y aquel mes tendrían que estar de viaje de negocios por Japón para promocionar los productos que fabricaban. Mi madre y mi tía se enfadaron cuando lo escucharon, pero si algo les gustaba a nuestros padres de ellas, era lo sumisas que se comportaban.

Mi primo y yo, que teníamos mucha amistad y nos habíamos criado como hermanos, sabíamos que en realidad ellos se irían con sus amantes. Mi padre estaba con su nueva secretaria, una chica de veinti pocos años que apenas llevaba un año en la empresa. Mi tío estaba con una mujer de no sé qué departamento, con la que llevaba varios años.

¿Por qué nunca dijimos nada de lo que sabíamos? Muy sencillo. Mi primo estaba estudiando informática y se le daba muy bien, así que un día los dos aprovechamos una reunión familiar para hakear los teléfonos de nuestros padres y robarles información susceptible de ser utilizada a nuestro favor. Algunos WhatsApp y vídeos que nos cubrirían las espalda ante cualquier problema.

Y todo lo hicimos al escuchar de forma fortuita una conversación entre nuestras madres, donde se mostraban temerosas de perder a sus maridos por alguna joven, con lo que pasaban mucho tiempo en el gimnasio y alguna operación de estética se hicieron, con lo que eran dos mujeres muy bonitas. Recuerdo la conversación con mi primo después de escucharlas.

- ¡Hay qué ver Enrique! – me dijo con cierta pena – Con lo buena que es tu madre y como la trata tu padre…

- Sí Edu. – le dije – La tuya es buena y está buena… - se me escapó y mi primo me miró con una sonrisa maliciosa.

- ¡¿Te gusta mi madre?! – era más una acusación que una pregunta. Me miró a la cara, puso una mano sobre mi hombro y me habló - ¡Vamos a hacer lo que sea para que tengas a mí madre! - ¡Pero me tendrás que ayudar para que yo tenga a la tuya!

Y así fue como empezamos a buscar la forma de robar algo que pudiera neutralizar a nuestros padres si sospechaban o descubrían nuestros deseos por nuestras madres. El día que nos enteramos que pasaríamos todo el mes de julio los cuatro solos, pasamos mucho tiempo imaginando lo que le haríamos a nuestras madre.

Nuestras madres se enfadaron cuando ellos les dijeron que tendrían que pasar el mes fuera de nuestro país, pero ya comenté que las dos hermanas habían sido criadas de forma sumisa y en sus matrimonios, no iba a ser de otra forma.

Lunes 01 de julio de 2019.

Demasiado pronto ha empezado mi madre a llamarme. Apenas ha amanecido y estamos colocando las maletas en el coche. Después fuimos por mi primo y mi tía a su casa. Sobre las ocho y media empezamos un viaje de tres horas. En uno de los descansos que hicimos durante el viaje, en un lugar por el que pasa un riachuelo, mi primo y yo comentamos los cuerpos que tienen nuestras madres.

- ¡Qué buen culo tiene tu madre! – me dice mi primo, lo miro y la verdad es que mi madre está muy sensual con aquellos pantalones cortos, bien ajustados para marcar sus curvas.

- ¡Pues la tuya tampoco está nada mal – María lleva una falda pantalón y su culo respingón hace que la falda tome mucho vuelo y si no fuera además pantalón, la más mínima inclinación de su cuerpo nos mostraría su redondo culo.

- Pero el de tu madre es natural… - rio mirándome – Mi madre se ha operado…

- ¿El culo? – le pregunté extrañado - ¡No creo! Llevó muchos años pendiente del cuerpo de tu madre y lo único que se ha tocado son las tetas.

- ¡Otra cosa en la que gana tu madre! – estaba orgulloso de que, por lo que sabíamos, mi madre tuviera esas generosas y firmes tetas - ¡Cómo me gustaría meter mi cara entre ellas!

A la orilla del riachuelo, Marta y María también hablaban.

- ¡Estoy harta de mi marido! – dijo María desahogándose por la ausencia de sus maridos – Él ha pagado estás tetas y, antes de volver a la ciudad, otro hombre las tiene que estrenar…

- ¡Tranquila! – dijo Marta – No creo que seas capaz de engañar a tu marido con el primero que se te ponga por delante…

- ¡Qué no! – María respondió desafiante – Nuestro trabajo nos cuesta tener estos cuerpos a nuestra edad para que esos dos cabrones estén contentos… Si mi marido no lo quiere, ya habrá otro que lo aproveche… - las dos rieron - ¡Y cuanto más jóvenes, mejor!

- ¡Sí María! ¡Este verano estaremos a dieta de yogurín!

Cuando nuestras madres nos llamaron, acudimos para continuar el viaje. Tras otro buen rato de carretera, llegamos hasta la casa que habíamos alquilado.

- ¡Hola, buenos días! – nos esperaba un tal Jorge para entregarnos la llave.

En una hora, más o menos, nos habíamos instalado en nuestras habitaciones. De las cuatro habitaciones, tres tenían cama de matrimonio y la otra dos camas pequeñas. Ellas cogieron una habitación grande y nosotros cogimos la de dos camas. Eran las dos y media de la tarde y nos pusimos ropas cómodas para ir a comer. A la vuelta, todos estuvimos de acuerdo en quedarnos en la piscina por el cansancio del viaje.

- Enrique, ponte un bañador de estos pequeños para insinuar a nuestras madres lo que tenemos. – mi primo me ofreció un bañador de natación.

- Eso no lo puedo usar, mira lo que tengo. – le mostré mi pene que es bastante grande.

- ¡Mejor, no las podremos esconder a su vista! – me mostró la suya que era casi igual de larga, pero con un glande extremadamente exagerado de gordo.

Y así bajamos. Buscamos en el pequeño almacén que había en el jardín y sacamos cuatro tumbonas. Después llegaron nuestras madres.

- Marta, allí podemos tomar un poco el sol… - las dos vestían unas batas de finas telas que se abrochaban por delante - ¡Hijo! ¿Te importa poner dos tumbonas allí?

Entre los dos cumplimos los deseos de mi tía y nos sentamos a admirarlas mientras tomaban el sol. Cuando se quitaron las batas, nos quedamos de piedra. Sí nos excitábamos sólo con pensar en ellas, ver sus majestuosos cuerpos con aquellos diminutos bikinis hicieron que nuestro penes reaccionarán. Ellas se embadurnaron con crema para no quemarse la piel y nosotros disfrutamos de mirar cómo sus cuerpos se agitaba y se movían sus tetas con cada movimiento que hacían. Mi tía se levantó e inclinó su cuerpo sin doblar las piernas para extender la toalla sobre la tumbona, dejando su hermoso culo en pompa. Aquel culo no estaba operado, era prieto y redondo… Mi polla empezaba a crecer un poco. Tras ella, mi madre hacía lo propio y yo podía ver cómo mi primo babeaba por su culo y sus tetas.

- ¿Queréis una copa? – les preguntó mi primo.

- ¡Yo quiero ginebra con tónica! – dijo mi tía.

- ¡Yo ron con cola, por favor! – pidió mi madre.

- ¡Vale! – y dándome con la mano en la pierna - ¡Venga, vamos!

Tras preparar las bebidas en la cocina, mi primo llevaba la de mi madre y yo la de mi tía.

- Ya sabes… - me dijo – llévalo a la altura de tu polla, para que tenga que verla, quiera o no.

- ¿Y si nos dicen algo por marcar tanto?

- ¡Joder tío! En cuanto esté cerca de tu madre, está va a querer reventar el bañador para salir. – se agarró la polla con una mano.

Cada uno caminamos con las copas hasta llegar a nuestras madres. Edu se acercó a mí madre y le ofreció la copa. Yo hice igual con la suya. Tenían que haber visto el bulto que formaban nuestros genitales en aquellos bañadores, pero ellas no parecieron reaccionar. Sin preguntar, Edu se sentó en la tumbona de mi madre, a sus pies. La miró descaradamente. Yo también me senté a los pies de mi tía esperando lo que Edu hacía.

- Mamá. – empezó a hablar mi primo - ¿Por qué no te quitas la parte de arriba? Te va a quedar un triángulo muy feo.

- No. – dijo mi tía – Ya llevamos un cuarto de hora tomando el sol y es el primer día. Hay que tener mucho cuidado. – se levantó - ¡Vamos Marta!

Las dos se levantaron sin decir nada más, se pusieron sus batas y se marcharon hacia la casa con sus copas en la mano.

- ¡Joder, qué buenas están nuestras madres! – dijo Edu y se frotó un poco su polla.

La dos hermanas entraron en la casa y se dirigieron a las habitaciones.

- ¡Ven Marta! – María la agarró por el brazo para que entrara en su habitación.

- ¿Qué pasa? – Marta se preocupó por la violencia con que la había hecho entrar en su habitación.

- ¡Perdona por lo que te voy a decir! – María la sentó en la cama y se puso a su lado – No puedo controlar lo que me está pasando…

- ¡Pero qué te ocurre! – Marta se preocupaba más por momento.

- No sé por qué pero me siento excitada al ver a tu hijo… - se tapó la cara con las manos – desde esta mañana que lo he visto, y ahora con ese bañador marcando su polla…

- ¡Ja, ja, ja! – Marta reía al escuchar a su hermana – Sé que mi hijo tiene una polla muy apetecible. Es más, creo que se han puesto esos bañadores para que veamos lo que tiene. Enrique no usa nunca bañadores de esos y a Edu no se lo he visto nunca en todos estos años… ¡Y tu hijo también porta un buen tamaño!

- ¡¿Tú también te has excitado?!

- Hermana, hace unos meses vi como mi hijo se hacía una paja sin que me viera… ¡Fue el mejor orgasmo que nunca me he provocado!

- ¿Te masturbarse mirando a tu hijo?

- ¡Sí!

- ¡Eres una pervertida!

- Sí, pero tú también te has puesto caliente con él…

- ¡Está decidido! – María se puso en pie – Tenemos que salir y buscar unos machos que nos den lo que nuestros maridos no nos dan.

- Hace mucho que mi marido no me hace sentir un orgasmo. – dijo Marta – Este verano sin ellos será para que disfrutemos.

- ¡Sí hermana! – las dos se abrazaron.

Estaba con mi primo en el agua cuando nuestras madres salieron de la casa. Se habían puesto unos bañadores que les cubrían todo el cuerpo y eso no fue lo peor. Nuestras calenturientas mentes se excitaban con las hermosas figuras de sus cuerpos que tan bien marcaban aquellas ajustadas prendas. Las dos se tiraron al agua y nadaron hasta el otro lado de la piscina, agarrándose al filo para charlar. Edu salió sin decir nada y, tras secarse un poco, entró en la casa. Al poco salió con dos copas para ellas. Se acercó hasta donde estaban.

- Os he preparado lo mismo de antes… - dijo ofreciéndoles los vasos.

- ¡Gracias hijo¡ - le contestaron las dos.

Edu se sentó junto a ellas, con una pierna en el agua y la otra doblada y apoyada en el filo.

- ¡Enrique, aquí está la tuya! – me gritó ofreciéndome una copa.

- Sujeta. – le dijo mi madre a Edu y, apoyándose en el filo, salió del agua y quedó sentada delante de la pierna de mi primo, muy cerca.

Nadé hasta ellos. Mi madre sonreía y, desde la distancia, parecía que estaba sentada con su culo pegado a la polla de mi primo. Llegué hasta ellos y me senté entre mi tía, que aún estaba en el agua, y mi madre. Tomé mi copa y di un trago. Mi tía se movió hasta estar delante de mí, puso una mano en mi muslo y me ofreció su copa.

- Sujétamela sobrino… - cogí su copa y ella se sumergió agarrada a mis piernas.

No sé el motivo, pero mi tía empezó a jugar a sumergirse y salir del agua por un rato, se sujetaba en mis piernas y podía sentir cómo sus manos me tocaban desde los pies hasta los muslos. Paró para pedirme la copa.

- Sobrino, dámela… - le acerqué y ella dio un trago.

Junto a nosotros, mi madre y mi primo empezaron a reír. Mi tía los miró y comprobó que la miraban. Quedó extrañada.

- ¡Te han quedado preciosas! – le dije al ver que sus pechos habían escapado del bañador.

- ¡Oh, vaya! – dijo sin inmutarse mucho. Miró por alrededor - ¿Aquí no nos ven?

- Parece que no, esto está bastante aislado. – contestó mi primo – sólo nosotros hemos visto tus tetas.

- ¡Mejor! – me devolvió la copa y con un rápido movimiento, se quitó el bañador – Sujétame el bañador y dame la copa…

- ¡Pero qué haces! – dijo mi madre.

- Hacía tiempo que no me bañaba desnuda y aquí estamos en unoconfianza… - me dio la copa y empujando con sus pies en la pared, se alejó nadando de espaldas y mirándome - ¡Vamos hermana! ¡Se está en la gloria!

No podía apartar mis ojos del cuerpo de mí tía. La había visto prácticamente desnuda antes con aquel diminuto bikini, pero ver sus redondas tetas emergiendo del agua y su cuidado pubis con aquel diminuto triangulito de pelos… Mi polla creció y quería escapar de su prisión.

- ¡Venga tita! – escuché hablar a Edu - ¡Sólo estamos nosotros!

- Vale, pero ustedes también lo tenéis que hacer…

Edu no dijo nada. Se puso en pie y se quitó el bañador. Su polla quedó colgando a escasa distancia de mi madre que la miró descaradamente. Ella se levantó mirando a Edu y en un momento se quedó totalmente desnuda frente a su sobrino. Edu la contempló, de arriba abajo. Mi madre se giró y se tiró al agua. Se alejó nadando de espaldas y ofreciéndonos la maravillosa visión de su cuerpo. Mi primo se tiró al agua y emergió junto a ella.

- ¡Vamos Enrique, ahora tú! – dijo mi tía que se acercaba a mí nadando despacio.

Miré a mi madre que reía mientras mi primo le echaba agua. Sentí las manos de mi tía en mis muslos y la miré para encontrar unos ojos llenos de excitación que me pedían que me desnudara.

- ¡Venga Enrique! – sentí el contacto de sus tetas en mis piernas y mi polla se puso totalmente dura – No te preocupes si la tienes erecta, eso es un halago para dos mujeres de nuestra edad… Si te digo la verdad, mis pezones no están duros por el agua, si no por la posibilidad de ver a mi sobrino empalmado… - saco sus tetas del agua y me mostró sus pezones - ¡Venga, vamos! – se alejó un poco de mí.

Miré a los otros. Mi madre movía la mano para que me lanzará al agua. Mi primo vino nadando y salió del agua.

- ¡Mira primo! – agarró su polla medio erecta y la agitó mirando a mí madre hasta qué estuvo empalmado - ¡Ya estamos igual!

- ¡Edu, eres un guarro! – dijo mi tía entre risas.

Me levanté y con mucha vergüenza me quité el bañador, y sin dar tiempo a que me viesen, me tiré al agua.

- ¡Sí, por fin! – gritaba mi primo con los brazos en alto y mostrando su generosa erección.

Saltó y se hundió en el agua salpicando a todos. Nadé hasta mi madre y me paré junto a ella. Podía ver a través de la cristalina agua sus pezones erectos y oscuros de aureolas pequeñas. Edu y su madre llegaron hasta nosotros. Miré las tetas de mi tía, eran más claras, pero sus pezones eran más largos. Con aquella visión, mi polla no bajaba en dureza y necesitaba hacerme una paja.

- Deja que me apoye en ti. – me pidió mi tía ya que ninguna de las dos hacían pie.

Mi madre se agarró a Edu y mi tía pasó sus brazos por mi cuello, podía sentir sus tetas en mi espalda, clavándome esos endurecidos pezones.

Edu agarró a mí madre y la puso boca arriba mientras la sujetaba por debajo con sus manos. Tenía unas tetas bastante firmes y sus oscuros pezones atraía mi vista. Su pubis también emergía del agua y sus pelos mojados marcaban el inicio de sus labios vaginales. No podía dejar de mirarla.

- ¡Yo también quiero lo mismo! – dijo mi tía.

Me rodeó sin soltar mi cuello hasta ponerse frente a mí. Mi polla chocó con su cuerpo hasta quedar en su vientre.

- ¡No sé si quedarme así! – sus ojos miraban directamente a los míos y sentí el deseo de besarla.

Edu giraba suavemente con mi madre en sus brazos. Ella sonreía y disfrutaba con aquello.

- No te vayas a dormir. – le dijo Edu a mí madre.

- ¡Es que estoy muy a gusto! – mi madre estiró los brazos como para desperezarse. Edu le hizo una pedorreta en la barriga.

- ¡No se duerme! – Edu siguió torturando su barriga mientras ella intentaba zafarse sin conseguirlo.

Sentí el cuerpo de mi tía moverse suavemente y frotarse contra mi polla. Estaba a punto de correrme. La giré y la puse boca arriba, poniendo una mano en su espalda y otra en su culo. Aquel culo era prieto, no estaba operado. Me acerqué con ella hasta donde estaban los otros, y pusimos una junto a la otra.

- ¡Qué bien nos cuidan nuestros hijos! – dijo mi madre.

- ¡Sí, esto es la gloria! – mi tía agarró la mano de mi madre - ¡Qué bonito es el amor en familia! ¡Creo que no vamos a salir!

- ¿Estás segura? – dijo mi madre sonriéndole.

- ¡Aquí lo tenemos todo! ¿No crees? – mi tía se movió para que la soltara - ¡Salid y acercarnos las toallas!

Mi madre se zafó de su sobrino y las dos quedaron esperando mientras nosotros andábamos para salir del agua y coger las toallas.

Las dos madres permanecían en el agua, desnudas y excitadas por lo que habían hecho con sus sobrinos. Marta se abrazó a su hermana.

- ¡Estoy ardiendo! – su cuerpo temblaba por los pecaminosos pensamientos que tenía con Eduardo – Por un momento deseé que me empalara con su enorme polla…

- ¡Yo estoy igual! – María sentía vibrar su coño – He estado a punto de hacerle una manada antes de que se tirará al agua.

Las dos se abrazaron con fuerza, mostrándose el consentimiento en tener sexo con el hijo de la otra. Miraron hacia sus hijos que las esperaban con las toallas en la mano y sus pollas bien duras. Salieron y cada joven secó a su tía, tocando sus cuerpo por zonas que no son para que las toque un sobrino.

Después María cogió su toalla y secó a su sobrino, deteniéndose en secar bien sus genitales. Marta hizo lo mismo pero tuvo que resistir la excitación que le produjo el beso que Edu le dio en el cuello, apartándolo de ella. Las dos mujeres desaparecieron al entrar en la casa, mientras sus hijo miraban cómo sus culos se agitaban con cada paso que daban, con las pollas erectas y deseando ofrecerles el blanco líquido que guardaban para ellas.

Mi primo y yo nos miramos sin creer lo que había pasado. Nuestras madres se habían desnudado y nos pidieron que nos desnudáramos nosotros.

- ¡Esta noche caen! – dijo Edu moviendo sus brazos como si follara.

Marta entró en su habitación y echó el cierre. Tiró la toalla y se subió a la cama a cuatro patas. En su mente se dibujó la enorme polla de su sobrino. Pegó su pecho al colchón y sus dedos frotaban su endurecido clítoris. En su cabeza imaginaba a Eduardo agarrado a sus caderas y metiendo ese grueso glande hasta el fondo de su vagina. No tardó en conseguir un orgasmo. Quedó rendida en la cama.

María cerró la puerta y corrió hasta una de sus maletas. Sacó un consolador, una polla de goma y empezó a mamarla mientras se echaba en la cama bocarriba y con las piernas bien abiertas. Mientras una mano empujaba la polla en su boca, imaginando que Enrique la follaba, la otra mano jugaba con so clítoris, imaginando a su hijo con la cabeza entre sus piernas y comiéndole todo el coño. En menos de un minuto se corría mojando sus dedos con los flujos que brotaban de su vagina.

Después de un rato, María fue a la habitación de su hermana para ir al salón.

Estábamos mi primo y yo sentados en los sillones del salón, cuando escuchamos el saludo de nuestras madres al entrar. Ya eran las nueve y media de la tarde y la luz que entraba por las ventanas las hacía más preciosa de lo que nunca me habían parecido. Tenían el pelo aún mojado y las dos iban con unas camisetas que les tapaban sólo un poco por debajo de sus sexos. Las dos, de forma natural, se ordenaron un poco los pelos con las manos, levantando sus brazos. Los dos, mi primo y yo, nos agitamos las pollas al ver cómo asomaban por el filo inferior de las camisetas, sus maduros coños. Sus generosas tetas se agitaban bajo la tela a cada paso que daban. Mi madre, de tetas más abundantes, llevaba una camiseta de tirantes que dejaba ver parte de aquella firme carne. Nuestras erecciones eran evidentes bajo la tela de los calzoncillos que era la única prenda que vestíamos.

- ¡Mira nuestros pobres niños! – dijo mi tía al ver nuestras erecciones que mostrábamos sin ningún pudor - ¡¿Los ayudamos?!

- ¡Claro! – dijo mi madre – Ya me he desahogado en mi habitación, pero ellos parece que no lo han hecho… - cogió a mi tía por la cintura y levantó un poco su camiseta para mostrarnos su coño.

- ¡Venga niños! – mi tía apartó un poco un tirante de la camiseta de mi madre y una tetas quedo a la vista.

En un segundo nos quedamos desnudos, sentados en el sofá, nuestras manos agitaban las endurecidas pollas mientras nuestros ojos no dejaban de mirarlas. El erecto y oscuro pezón de mi madre me volvía loco. Los cuidados pelos del coño de mi tía iban a conseguir que me corriera.

Edu se levantó y agitando su polla caminó hasta estar al lado de mi madre. Miró el pezón y se inclinó para lamerlo. María le dio una bofetada en la frente con un secó “¡No se toca!” Edu siguió mirando y masturbándose. Me levanté y me dirigí hacia mí tía. Me arrodillé delante de ella y miré de cerca su precioso coño. Ella puso un pie en mi hombro y me ofreció una perfecta visión de su raja. Acerqué mi nariz para recibir el intenso olor que emanaba de su mojada vagina. Sus dedos separaron sus labios vaginales y podías ver la rosada piel de su interior. Miré a mi madre que estaba junto a su hermana. Se giró frente a Edu y puso sus manos en los cachetes de su culo. Se inclinó un poco y los separó para que su sobrino pudiera ver su intimidad.

- ¡Sí, sí! – fue lo único que dijo Edu al ver el redondo culo abierto para mostrarle el coño y el ano de mi madre. Chorros de semen brotaron de la polla y cayeron sobre su culo, deslizándose por su raja hasta mojar su redondo ano y parte de los labios vaginales de mi madre.

- ¡Tu hijo me ha llenado con su leche! – dijo mi madre con un ronroneo sensual.

- ¡Venga Enrique! – me dijo mi tía – Yo también quiero sentir tu leche en mi cuerpo…

Se agachó con las piernas abiertas, de forma que dejó su coño cerca de mí polla. Puso un brazo en mi hombro y sus tetas quedaron a la altura de mi boca. Miré donde sus pezones presionaban la tela y mi boca se aferró a uno mientras mi polla empezaba a lazar chorros de semen.

- ¡Cabrón, me has cogido por sorpresa! – decía entre gemidos mientras mi boca no dejaba de jugar con su pezón y mi semen brotaba - ¡Sí, no pares de lanzar leche en mi coño! – sus piernas temblaban de placer y sentí por un momento el calor de su vagina en mi glande.

Miré hacia mí madre cuando mi tía se levantó. Edu sujetaba una de sus piernas en alto, mientras ella se agarraba a su cuello con el cuerpo medio girado y apoyada en la otra pierna. La polla de mi primo aún estaba erecta y la frotaba por toda la raja del coño de mi madre que no podía dejar de gemir.

Mi tía también los miraba y se sentía cada vez más caliente. Me tumbé en el suelo, agitando mi polla que empezaba de nuevo a tomar dureza. La miré y mi tía no lo dudó. Se sentó sobre mí y puso mi polla entre sus labios vaginales. Movía sus caderas y mi polla se frotaba contra su clítoris, presionándolo para arrancar un orgasmo. Las dos hermanas gemían, las dos madres empezaron a tener un tremendo orgasmo. Ninguna polla entró en la vagina de aquellas lujuriosas maduras abandonadas por sus maridos y consoladas por las jóvenes pollas de sus sobrinos. El semen de los niños se mezcló con la ingente cantidad de flujos que brotaban de tan lujuriosas y excitadas vaginas. Mi tía y yo quedamos tumbados en el suelo, ella sobre mí, con la respiración agitada por el placer, sintiendo como mi polla menguaba bajo el calor del maduro coño de mi tía que daba espasmos de placer. Miré a mi madre que descansaba en el sillón con mi primo abrazado a ella y acariciando su cuerpo dulcemente. Aquel era el primer día de vacaciones y ya habíamos atravesado la barrera del deseo para adentrarnos juntos en las masturbaciones en familia. ¿Qué nos esperaba en los próximos días?

María se levantó, me agarró de la mano y me puso en pie.

- Marta, dale un buen lavado a mi niño y después pedimos que nos traigan comida. – mi tía me llevó de la mano hasta el baño de su habitación.

Como bien dijo mi tía, sólo fue un baño, pero pude acariciar todo su cuerpo, incluso por su zonas más íntimas. Después volvimos al salón y mientras mi tía pedía la comida, llegaron mi madre y mi primo. Una hora más tarde llegó la comida y cenamos. Descansamos en los sofás, yo abrazado a mí tía y mi primo a mí madre. Eran cerca de las doce cuando nos fuimos a dormir. Mi madre y mi tía caminaban delante, nosotros detrás admirando el contoneo de sus cuerpos. Llegaron a la puerta de la habitación de mi tía y se despidieron de nosotros. Escuchamos como echaban el cierre de la puerta y, desilusionados nos fuimos a nuestra habitación a dormir. Ya amanecería el próximo día y volveríamos a cortejar y tener sexo con nuestras madres.
 

heranlu

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Abrí los ojos y recordé lo que había pasado el día anterior. El recuerdo del caliente coño de mi tía frotándose contra mi polla hizo que ésta se pusiera dura… Deseé que María entrara en la habitación y se subiera encima para volver a tener su cuerpo.

¡Vamos a levantarnos! – sonó la voz de mi primo que se había sentado en su cama. Me sacó de mis recuerdos y los dos caminamos en busca de nuestras madres después de pasar por el aseo.

Estaban en la cocina, más preciosas que nunca. Estaban vestidas como para ir a la calle. Edu se dirigió directamente a mi madre, le cogió con su mano todo el culo con un “¡Buenos días tita!” y antes de poder acercarse más a ella, su madre le dio una bofetada en la cabeza.

¡Qué haces idiota! – pocas veces había visto la cara de furia que ponía mi tía cuando estaba enfadada, esa fue una de esas ocasiones - ¡No creeréis que somos vuestras fulanas para meternos mano cuando estéis calientes!

Yo quedé paralizado ante la actitud de mi tía. Miré a mi madre que también mostraba enfado. Edu se retiró en silencio y no sabía cómo actuar frente a su madre, el silencio fue su mayor protección.

Ayer el alcohol nos hizo daros demasiadas confianzas… - pensé que tampoco habían bebido tanto, pero el miedo no me permitió protestar – Pero eso no volverá a pasar.

Ahora vamos a dar una vuelta y comprar. – mi madre añadió – Recoged vuestra habitación y poner orden antes de que volvamos.

No dijeron nada más. Se marcharon y quedamos sin saber qué decir o pensar.

Estas dos se lo han pensado esta noche y ya no van a querer nada más con nosotros… - dijo Edu - ¡Y yo necesito tener a tu madre!

Sí Edu, pero creo que nos hemos precipitado.

¡Y qué hacemos ahora!

Hacerles caso. - me acerqué a él y puse una mano sobre su hombro – Iremos despacio e intentaremos conquistarlas. Por lo menos ya sabemos que necesitan sexo, anoche lo comprobamos, es cuestión de ir despacio.

Nuestras madres pasaron todo el día fuera de casa. A media mañana nos llamaron para que pidiéramos comida y ellas no aparecieron hasta cerca de las ocho y media de la tarde. Edu y yo pasamos todo el día en la piscina, pensando y pensando en qué hacer para poder conquistar a nuestras madres. Habíamos acordado que nos comportaríamos indiferentes a ellas, como si fueran unas madres pesadas que prefieres que estén lejos de ti. De este modo, cuando llegaron las saludamos sin mucho afán y empezamos a prepararnos para salir esa noche por el pueblo. Y así, sobre las diez ya estábamos saliendo de la casa, dejando a nuestras madres allí.

Caminamos por el paseo marítimo y estuvimos en varios bares. Una copa aquí, otra allí... Cada vez que abríamos la boca era para decir algo de nuestras madres. Ya eran casi las doce cuando entramos en un local en el que sonaba la música. Tal vez un poco de baile nos iría bien, y con suerte algunas chicas nos hablarían y podríamos olvidar por un momento a nuestras madres. Una hora después seguíamos en un rincón del local, más solos que nunca. Tal vez pensar en nuestras madres nos no dejaba ánimos para divertirnos.

¡Mira Enrique! - me dijo mi primo señalando hacia la entrada del local - ¡Esas son nuestras madres!

Sí. - le dije y pensé que aquello iba a ser más un problema que una solución para quitárnoslas de la cabeza - Será mejor que nos marchemos...

¡No, veamos qué hacen!

Marta y María entraron en aquel local que parecía que tenía buena música. Habían pasado toda la tarde hablando de sus hijos. El día anterior se habían vuelto locas al permitirles a sus hijos que hicieran lo que hicieron. Pero lo que más les incomodaba era que ellas lo habían disfrutado y ahora habían decidido a voluntad no tener más sexo con sus hijos. Tal vez que sus maridos las tuvieran tan abandonadas hizo que se precipitaran en el trato con sus hijos y en entregarse a ellos movidas por la única necesidad de satisfacer sus deseos. Que fueran sus hijos no hizo más que verlos como un objeto prohibido que no podían tocar y que les calentaba más que nada. Aquella noche conocerían a algún hombre con el que cada una podría vengarse de la ausencia de sus idiotas maridos. Y así, las dos empezaron a bailar en medio de la pista. La mayoría de los hombres empezaron a fijarse en ellas, y ellas disimuladamente veían cómo estaba la mercancía que les rodeaba.

Al momento, dos jóvenes se acercaron a ellas bailando para insinuarles si podían estar con ellas, pero las dos se giraron y siguieron bailando solas. Unos minutos más y otro se acercó. Era el joven que les entregó las llaves de la casa que habían alquilado y cuando empezó una música suave y tranquila, los tres se fueron has una mesa donde había un amigo del primero.

Mirad, este es mi amigo Daniel. - Jorge se lo presentó - Ellas son Marta y María. - se saludaron y todos se sentaron en la mesa – Voy por unas copas... ¿Cerveza para todos? - todos aceptaron y se marchó.

¿Jorge y tú vivís aquí? - preguntó María a Daniel.

No, a Jorge le ha salido un trabajo durante estos dos meses en la inmobiliaria y yo me he venido con él a pasar un tiempo aquí.

¡Aquí están las cervezas! - llegó Jorge con las cuatro jarras y las repartió - ¿De qué habláis?

Tu amigo nos comentaba que te hace compañía mientras estás aquí trabajando.

¡Claro, por algo me sonaba vuestras caras! - se separó un poco de ellas y las miró de arriba abajo - ¡Joder, qué cambio habéis dado esta noche! ¡Estáis imponentes cuando no vais de madres!

Pasaron cerca de una hora hablando y bebiendo. Marta sentía que su cabeza giraba y María aún aguantaba un poco más. Aquellos chicos eran guapos y tenían buenos cuerpos, pero el pensamiento de Marta se fue hacia su hijo y su sobrino, recordando lo caliente que se había puesto y el placer que había sentido la noche anterior mientras Edu le metía mano. Su hermana no quería volver a aquello, pero ella lo echaba de menos allí, con aquellos dos extraños.

¿Te gustaría tener sexo esta noche? - Marta escuchó el susurro de Daniel en su oído - Si te vienes conmigo te haré cosas que nunca antes te han hecho. - Marta sonrió al pensar que había tenido sexo con su sobrino, no completo, pero eso no lo podía igualar ningún tío que no fuera Edu – Sé hacer cosas con mi lengua que te volverán loca.

Marta miró a María que escuchaba a Jorge hablarle al oído, seguramente como Daniel hacía con ella. María la miró y agitó la cabeza indicándole a su hermana que aquello no le gustaba.

¿Qué hora es Marta? - preguntó María.

¡Uf, ya son las una y media! - empezó a levantarse.

¡Sí, es muy tarde! - María se levantó y empezaron a despedirse – Ha sido un placer...

Sí, espero que nos veamos otro día... - replicó Marta.

Por algún motivo, mi madre y mi tía se levantaban y se marchaban. A Edu no tuve que decirle nada, de inmediato empezó a seguirlas sin que lo descubrieran, yo lo seguía de cerca. Nuestras madres caminaban entre la gente hasta llegar a la puerta de salida. Nosotros aún no habíamos salido y ellas ya estaban en medio de la acera.

¿Dónde van dos pibones como vosotras solas? - un tipo medio borracho las asaltó sin ellas esperarlo - Aquí tenéis un hombre dispuesto a que no estéis solas. - ellas intentaban ignorarlo, pero él las buscaba y se acercó demasiado a mi madre.

Intenté ir rápido al auxilio de nuestras madres, pero yo andaba a mitad de camino cuando Edu ya se había interpuesto entre mi madre y aquel tipo. Entre aspavientos, el borracho se retiró y yo llegué hasta María.

¿Qué hacéis aquí? - preguntó María, mientras mi madre parecía orgullosa caminando junto al joven que la había salvado – Ya os hemos dicho que ya no habrá nada más entre nosotros...

¡Calla María! - nunca había visto a mi madre tan autoritaria – Tu hijo se ha enfrentado a ese tipo por nosotras, que menos que agradecerles que estuvieran por aquí. - me miró con la mirada inquisidora de una madre - ¡No estaríais siguiéndonos! - una sonrisa se dibujó en su boca.

No mamá. - dije intentando justificar nuestra presencia – Os hemos visto al salir del local... Y menos mal que os hemos visto.

Y ¿ahora a dónde vais? - preguntó María.

María, yo me voy a casa y espero que ellos me acompañen después de lo que ha pasado... - mi madre se agarró del brazo de Edu y comenzaron a caminar hacia el paseo marítimo.

¿Necesitas que te acompañe? - le dije a mi tía.

¡Estáis locos! - se cruzó de brazos y caminamos detrás de los otros.

Íbamos en silencio detrás, caminando. Yo me distraía viendo cómo se agitaban los cachetes del hermoso culo de mi madre con cada paso que daba. Ella iba agarrada al brazo de Edu y apoyaba su cabeza en el hombro de su salvador. Mi tía seguía caminando con sus brazos cruzados y una cara de enfado.

Estábamos en el local cuando llegasteis. - le dije para intentar que dejara de estar enfadada – Os vimos entrar y nos quedamos en un rincón del local para que no pensarais que os estábamos siguiendo... - seguía caminando con la misma actitud – Siento haberte molestado si hemos coincidido a la salida, pero creo que a Edu mi madre lo vuelve loco y se lanzó en su defensa sin pensarlo. - en sus labios se dibujó una leve sonrisa.

Me asusté cuando el tipo se acercó a tu madre... - por fin me hablaba.

¡La verdad es que llamáis la atención allá donde estáis! - la miré y ella me miró mostrando desagrado por mis palabras – Vimos cómo cuando llegasteis mucho de los tíos que allí estaban empezaban a hablar y a miraros. - la miré con cara de inocente chiquillo - ¡Es que esta noche os habéis puesto preciosas!

¡Gracias! - me miró como si mis palabras le molestasen más que agradarle - ¡Ea, ya empieza tu madre! - miré a los otros y Edu tenía su brazo sobre los hombros de mi madre, mientras ella se agarraba a la cintura de su sobrino.

Eduardo estaba orgulloso de llevar a su tía abrazada mientras caminaban. Sentía el deseo sexual hacía ella en su entrepierna, pero, en su corazón sentía que por momentos quería tenerla sólo para disfrutar de su presencia, por un momento empezó a sentir que se estaba enamorando de su tía. Marta, agarrada al cuerpo de aquel joven, sentía su cuerpo vibrar, no sólo por la necesidad sexual, aquella sensación la tuvo hace muchos años cuando se enamoró por primera vez de un hombre. Su sobrino la hizo rejuvenecer en sus sentimientos. Se acurrucó contra su musculoso cuerpo y soñó por un instante que no estaban en la realidad de la familia que les había tocado vivir.

Gracias por enfrentarte al borracho antes. - le dijo a su sobrino mientras se aferraba con más fuerza a su cintura.

¡Por mi tía lo que haga falta! - contestó Eduardo orgulloso.

Supongo que tu madre estará enfadada porque te haya abrazado, ella sigue pensando que esto no está bien y que lo de anoche fue una locura. - se miraron a los ojos y en su corazón sintió el pellizco del amor, ese amor loco que aparece cuando no se le llama y en las situaciones imposibles.

¡Me da igual! - contestó Eduardo y besó el pelo de su tía - Durante muchos años te he deseado, te he visto como la mujer más preciosa del mundo... - Marta lo abrazó con más fuerza pues sentía perder su corazón por aquel joven – Hoy te tengo miedo... - Eduardo calló y sintió estremecerse todo su cuerpo.

¡¿Miedo?! - preguntó su tía sin comprender bien de qué le estaba hablando – No te entiendo.

Tita. - tomó aire como si se fuera a enfrentar a algo que no podía controlar, no quería controlar – Marta, por momentos me siento cada vez más enamorado de ti...

¡Cariño! - Marta acarició levemente el cuerpo de su sobrino para animarlo, pero su corazón se aceleró al sentir que el amor que nacía en su corazón era correspondido por el joven – Tal vez estés equivocando tus deseos sexuales con algo parecido al amor... - por dentro ella se sentía igual y deseaba que él le correspondiera – Duerme esta noche y verás cómo mañana todo será diferente.

No quedaba mucho para llegar a la casa que habían alquilado, caminaron abrazados y disfrutaron de la ilusión de sentirse como dos enamorados que volvían a casa.

Intenté hablar con mi tía durante todo el tiempo que duró el camino. Ella permanecía en su postura de enfadada y apenas usaba palabras para contestarme. Miré a mi primo y le tuve envidia por poder caminar con mi madre abrazada. Cuando llegamos a la puerta de la casa, mi tía abrió y se marchó corriendo a su habitación. Marta y Edu entraron en la cocina y yo me fui a mi habitación mirando el prieto culo de mi tía. Antes de entrar en su habitación, me miró con enfado y cerró la puerta tras ella. Continué caminando hasta entrar y sentarme en mi cama. Me quité la ropa y me acosté mirando el techo en la oscuridad. Poco a poco sentí que el sueño me invadía.

¿Quieres un vaso de agua? - le preguntó Marta a su sobrino mientras empezaba a abrir el frigorífico, la mano de él empujó la puerta para que no la abriera y ella se giró temiendo lo peor.

¡No quiero un vaso de agua! - Eduardo pegó su cuerpo al de su tía y ella retrocedió hasta estar contra el frigorífico - ¡Quiero un beso de mi tía! - él se inclinó para besar su boca.

¡No puede ser! - fueron las últimas palabras que pronunció Marta.

Los labios de Eduardo presionaron los de Marta y la lengua del joven intentó meterse en la boca de su tía que se abría para recibirlo, llena de deseo y embriagada por el amor que empezaba a sentir por aquel muchacho. Las manos de él acariciaban su cuerpo y ella se aferraba a su cuello para sentirlo totalmente, para gritar de forma silenciosa que aquel joven poseía su corazón y que ella se entregaba voluntariamente a la locura de aquel amor imposible. Eduardo sentía el calor de la lujuria crecer en su interior, y su corazón latía con fuerza por el amor que su tía despertaba.

¡Tranquilo Edu! - Marta consiguió separarse un poco de su amante – Vayamos a algún rincón del jardín donde nadie nos vea... - cogieron una botella de agua y, nerviosos, corrieron al jardín para esconderse.

María estaba en su habitación. Se desnudó y quedó en ropa interior. Fue al baño y se miró en el espejo. Recordó al pendejo de su marido y el deseo que ser amada por un hombre se despertó en su interior. Había tenido algo de sexo la noche anterior con su sobrino. Se sentía arrepentida de haberlo hecho, pero la excitación y el placer que había tenido era superior a la sensación de sentirse una mujer despreciable. Recordó las caricias de su sobrino y su cuerpo empezó a sentir la necesidad de tenerlo otra vez. Podía haber tenido sexo con los jóvenes del bar, pero tenía que reconocer que nada le producía más morbo y excitación que pensar en ser follada por su sobrino. Se tumbó en la cama y metió una de sus manos bajo las bragas. Sus dedos separaron los labios vaginales y acariciaron la húmeda piel de su vagina. Mientras sus manos le daban placer, su mente recordaba el cuerpo de Enrique. Poco a poco fue sintiendo cada vez más placer hasta estallar en un maravilloso orgasmo del que intentaba ahogar los gemidos que su boca quería lanzar. Se relajó y poco a poco se fue quedando dormida, desnuda en mitad de su cama.

Eduardo y Marta salieron al oscuro jardín y buscaron un rincón donde estar a solas y tranquilos. Detrás de la casetilla parecía que no los podrían ver nadie. Eduardo ilumino un poco para ver el lugar y parecía perfecto. Corrió a oscuras y trajo una tumbona para estar los dos tranquilos. Le ofreció una toalla grande que había en el tendedero a Marta por si tenía frío y se echó en la tumbona para esperar a su madura amante. Marta se colocó abrazada a él y extendieron la toalla para taparse un poco.

¡Creo que estamos locos! - dijo Marta y besó a su amante que le respondió con pasión y abrazándola para mostrarle sus sentimientos.

Tita, tal vez sea una locura, pero siento que tengo que darte todo el amor que pueda... - volvieron a besarse – Tengo que reconocer que lo de ayer fue más por deseo sexual, pero el que dijerais que ya todo se había acabado, ha encendido en mí un sentimiento de amor por ti.

Yo también me siento igual... - Marta se sentó sobre su sobrino y pudo sentir la dureza del amor de su sobrino contra su sexo, la falda que llevaba era perfecta para aquello, ocultaba de la vista que sólo llevaba unas bragas y se agitaba para frotarse contra Eduardo – Me siento como una jovencita que hace sus primeros pinos en el sexo, oculto de sus padres. - se inclinó y besó a su sobrino.

Mientras se besaban, Eduardo acarició las piernas de su tía hasta conseguir poner sus manos por debajo de la falda. La acariciaba y sentía la suave piel de los muslos de su tía. La lengua de Marta jugó con la oreja de su sobrino mientras sentía sus manos subir por sus piernas hasta agarrarse a su culo. La cogió con fuerza y la hizo agitarse sobre su polla. Marta sentía la presión del cuerpo de su sobrino en su coño. Su clítoris estaba endurecido con el roce. Excitada, abrió su camisa y bajó la copa de su sujetador para ofrecerle sus tetas a su sobrino. Un terrible calambre de placer recorrió todo su cuerpo en el momento que la boca de Eduardo mamaba su pezón y un terrible placer la invadió al provocarle un orgasmo. Su sobrino no paraba de mamarla y agitar su cuerpo sobre su endurecida polla, podía sentirla presionando su coño, aunque el pantalón y la ropa interior los separara.

¡Joder Edu! - gimoteaba mientras acababa de sentir aquellos latigazos de placer que le producía el amor furtivo de su sobrino - ¡Qué bueno! ¡Me he corrido!

¡Te quiero! - le dijo Eduardo y Marta se lanzó a besarlo – He tenido que hacer un gran esfuerzo para no correrme mientras te miraba.

¡Mi pobre niño! - Marta se levantó y le quitó los pantalones y los calzoncillos a su sobrino - ¡Me encanta lo que tienes para tu tía! - acarició la endurecida polla de Eduardo y se quitó las bragas. Levantó la falda y, abriendo las piernas, se sentó sobre el erecto sexo - ¡Me encanta tu polla! - se inclinó para besarlo mientras entre sus labios vaginales se colocaba la endurecida polla sin llegar a penetrarla.

Tita, me encanta todo lo que me haces... - las manos de Eduardo se aferraban al culo de su tía que agitaba sus caderas mientras se besaban.

Marta se incorporó y agarró las manos de Eduardo sobre su culo. Agitó las caderas cada vez con más fuerza y los flujos de su vagina iban empapando toda la longitud de la gruesa polla. Los dedos de él se clavaban en las carnes de los cachetes del redondo culo. En la tenue luz de la noche, Marta lo miró a la cara mientras frotaban sus sexos, sus ojos clavados uno en el otro, disfrutando del momento...

¿De verdad me quieres o sólo quieres follarme? - Marta se agitaba con más fuerza contra el cuerpo de su sobrino.

¡Lo quiero todo de ti! - contestó Eduardo – Quiero tu cuerpo y quiero tu amor... - sus cuerpos seguían moviéndose y el placer aumentaba.

¡Le darías un hijo a tu tía! - Marta se inclinó para ver mejor la cara de su sobrino - ¡Ámame y conviérteme en tu mujer!

Marta movió las caderas de forma que el grueso glande de la polla de su sobrino se colocó en la entrada de su vagina. Se miraron por un momento a los ojos. Sabían que iban a cruzar el límite entre un sobrino y su tía. Por unos momentos Eduardo dudo, ella le pedía que la dejara embarazada, sin importar nada más, pero el calor de la vagina de Marta en su glande fue más fuerte que la razón. Las manos de Eduardo empujaron el culo de su tía y sintió el calor de su madura vagina que envolvía poco a poco su glande. Marta lo besó con pasión y se dejó llevar por el deseo de su sobrino. Se movían despacio, sintiendo cada milímetro de polla que entraba en la ardiente vagina. Sus lenguas se agitaban peleando por ocupar la boca de su amante, sus manos acariciaban todas las partes de sus cuerpos. Gemían intentando no hacer ruido mientras la polla de Eduardo iba invadiendo y dilatando poco a poco la vagina de su tía. Marta se retorcía al sentir a su sobrino dentro de ella. Sus pezones erectos buscaban el roce del joven pecho de su amante. Con dificultad le quitó la camiseta y sintieron sus pieles. Eduardo agarró con fuerza el culo de su tía y empujó hasta que su polla estuvo totalmente clavada en lo más profundo de su vagina.

¡Qué maravilla! - susurró Marta al sentirse completamente llena por Eduardo - ¡Nunca había tenido una polla tan buena dentro de mí!

¡Me voy a correr, tita! - dijo Eduardo no pudiendo contener el orgasmo que le provocaba tener a su tía y aquellas palabras que le susurraba al oído - ¡No puedo más!

¡Sí mi niño! - le susurraba al oído y sus caderas se agitaban más rápido y más fuerte - ¡Llena a tu tía con tu semen! - Eduardo se agarró con fuerza al culo de ella - ¡Déjame embarazada!

No pudo más. Eduardo empujó el redondo culo contra su polla y entró en la vagina de su tía totalmente. Marta se sintió completamente llena, hasta donde nunca había conseguido llegar ningún hombre antes. Su sobrino daba espasmos de placer y en su interior pudo sentir brotar los chorros de semen que le daba para dejarla embarazada. Aquello le produjo un placer nuevo, nunca antes se había sentido tan penetrada, nunca antes había sentido la corrida de un hombre tan profunda. Las manos de Eduardo dejaron libre el culo de su tía. Marta comenzó a moverse suavemente, sintiendo como aquella polla se deslizaba por su vagina, sintiendo el grueso glande. Ella empezó a sentir que aquella polla frotaba con fuerza su excitado y erecto clítoris y sentía que no podía parar. Eduardo la miraba exhausto por el placer y su joven polla no llegaba a menguar con los movimientos del cuerpo de su tía. La observó, podía ver la hermosa cara de su tía que mostraba el placer que estaba sintiendo. Aquella imagen lo volvió a excitar y su polla no menguaba, todo lo contrario, se iba poniendo de nuevo dura. Marta notaba que la dureza de aquella polla volvía, lo notaba en su clítoris. Por momentos le parecía que estaba hecha de acero y su clítoris le mandaba mensajes de placer que iban volviendo loca a Marta. Su sobrino tenía un buen pene y tenía que ser sólo para ella.

¡Me estoy corriendo! - consiguió susurrarle a su sobrino al oído mientras su cuerpo daba espasmos de placer.

Eduardo agarró con fuerza el culo de su tía y sus caderas se movieron de una forma alocada, dando bestiales penetraciones que hacían que ella gimiera junto a su oído. Cuanto más gemía más se excitaba él y la penetraba con más fuerza, provocando que ella gimiera aún más. Marta no dejaba de sentir placer, se sentía embriagada por el placer de tantos orgasmos... o sólo era uno muy largo que la estaba volviendo loca hasta el punto de sentir que se iba a desmallar. Se agitó y su vagina se convulsionaba involuntariamente cuando Eduardo hundió su polla por completo en su vagina y de nuevo empezó a soltar chorros de semen. Cada golpe del semen en su interior, provocaba que Marta se agitara de placer. Quedaron inmóviles cuando todo el semen salió y llenó la vagina de Marta. La polla se agitaba mientras iba menguando y la vagina se movía involuntariamente, sus sexos tenían vida propia.

Estuvieron muchos minutos allí, abrazados y besándose suavemente mientras permanecían unidos por sus sexos. La polla de Eduardo casi había menguado por completo pero la caliente vagina de Marta la retenía en su interior mientras el semen de él y los flujos de ella se mezclaban dentro.

¡Cariño, te ha gustado! - le preguntó a su tía.

¡Nunca había sentido tanto placer! - lo besó con pasión y levantó sus caderas para liberar su polla. Nada del todo el semen que su sobrino le había dado salió de su interior - ¡Anda, ya es hora de acostarnos!

Dejaron las cosas como estaban antes de haberse entregado al amor y tras darse un nuevo beso apasionado a escondidas, se marcharon cada uno a su habitación. Eduardo encontró a su primo dormido en su cama y sin hacer ruido se acostó en la suya. Marta entró en su habitación y tras desnudarse y meterse en la cama, podía sentir como su vagina estaba alterada por el placer que le había dado su sobrino al llenarla con su semen, acariciando su vientre se durmió. Todos dormían en la casa en aquel verano en que ellas dejaban de querer a sus maridos y se sentían atraídas por sus sobrinos.
 

heranlu

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María dormía plácidamente cuando sintió un placer especial. Después de masturbarse la noche anterior, se había dormido en ropa interior y la sábana cubría su cuerpo de la cintura a los pies. En su coño sentía una mano que se lo acariciaba por encima de la tela de las bragas. Pensó que Enrique había esperado a que ella se durmiera para meterle mano y hacerla gozar. Ella lo había rechazado, pero un buen polvo furtivo y no consentido era algo que a ella la excitaba mucho, su coño se mojó.

Sintió como aquellos dedos apartaban sus bragas y jugaban con sus labios vaginales, separándolos y tocando suavemente la piel húmeda de su vagina. Ella empezó a gimotear y sus caderas se movían. Sabía qué de aquella forma le daría esperanzas a Enrique, y no quería volver a tener relaciones con su sobrino... ¡Pero es tan excitante lo que me está haciendo! Sintió la lengua de su joven amante sobre su coño, recorría toda su raja y su clítoris lo esperaba erecto y deseando ser acariciado.

Podía ver la cabeza de su sobrino bajo la sábana, entre sus piernas. Puso su mano sobre la cabeza y le acarició como agradecimiento. Él seguía lamiéndola y los únicos ruidos que se escuchaban eran el batir de la lengua en su coño, lamiendo y tragando todos los flujos que brotaban del interior de su vagina. Iba a correrse y quería hacerlo sintiendo la polla de Enrique dentro de ella, levemente le suplicó “¡Clávame tu polla!”

Él se movió sobre su cuerpo, cubierto por la sábana, ella lo esperaba con los ojos cerrados y las piernas bien abiertas. Estaba sobre ella y en su mojado coño pudo sentir el roce de su glande. Agarró la joven polla con una mano y la dirigió a su vagina. Quería tenerlo dentro, muy dentro, completamente dentro. Sintió la presión de su glande en su vagina y empezó a penetrarla. Aguantó los gemidos para no despertar al resto de la casa. Su sobrino entraba cada vez más en su coño y, dando un golpe de cadera fuerte, la penetró por completo. No podía más, estaba gozando y quería pedirle perdón por haberlo echado de su lado. Quería follarlo y entregarle todo su cuerpo para que él disfrutara y le diera todo el placer que pudiera.

Mientras se agitaba sobre su cuerpo y su polla penetraba a María, la resistencia de María menguaba y deseaba entregarse por completo. Se sintió con el deseo de ser su mujer, que la amara toda la vida, no sólo quería sexo y lujuria, tal vez si la perdonaba podrían tener algo sentimental... un pervertido romance. Deseó besarlo y agarró la sábana que cubría su cabeza para ofrecerle su boca y besarlo apasionadamente.

Todo su cuerpo tembló de terror cuando apartó la sábana y descubrió que era su hijo Eduardo quien estaba entre sus piernas, clavando su polla totalmente en ella. Lo empujó para apartarlo de ella, pero no podía y una maliciosa sonrisa se dibujó en su boca mientras la penetraba con más fuerza.

- ¡Tita, tita! - María escuchaba a su sobrino llamarla mientras su hijo la follaba bruscamente, casi violándola - ¡Tita, tita!

Me había despertado a las seis de la mañana de aquel miércoles. Después de que nuestras madres, sobre todo mi tía María, nos dejaran bien claro que ya no querían nada con nosotros, me acosté y quedé dormido. Me he despertado inquieto, no sé lo que estaría soñando, pero me sentía muy raro. Mi primo dormía en la otra cama, totalmente desnudo. Me levanté para ir al servicio y pasé por delante de la habitación de mi madre, estaba tapada con la sábana y estaba tranquila. Entre en el baño y después me acerqué a la habitación de mi tía. La puerta no estaba totalmente cerrada, así que la empujé un poco y estaba en medio de su cama, sólo llevaba su ropa interior y no estaba tapada. ¡Es preciosa! Pensé. En ese momento empezó a agitarse y parecía que tenía una pesadilla. Por momentos se iba agitando más y parecía que lo estaba pasando mal.

- ¡Tita, tita! - intenté despertarla pues parecía que lo estaba pasando mal - ¡Tita, tita! - abrió los ojos y se abrazó a mí - ¿Estás bien?

- Perdona hijo. - no sé lo que soñaría, pero ya no se mostraba tan arisca a que estuviera con ella como la noche anterior – No sé qué estaba soñando, pero lo estaba pasando mal... Échate conmigo...

No sé qué soñaría, pero daba gracias a esa pesadilla pues la había cambiado y ahora me pedía que me echara junto a ella en la cama. Además, los dos estábamos en ropa interior, no es que fuera a intentar hacer nada con ella, pero la excitación haría que mi polla se pusiera dura, seguro. Me tumbé junto a ella, ella puso mi brazo para apoyar su cabeza y me abrazó poniendo todo su cuerpo contra el mío. Subió su pierna sobre mí, sobre mi polla. Con el brazo en el que apoyaba su cabeza, acaricié su espalda, mientras la otra mano acariciaba el muslo de la pierna que había colocado sobre mí. Mi polla empezó a reaccionar con el roce de nuestros cuerpos y empezó a crecer bajo la presión de su pierna.

- Tranquilo Enrique. - me dijo casi susurrando al oído - Esto no significa que vayamos a tener nada. Relájate y duerme un poco más. - en poco tiempo empecé a sentirme dormido bajo el cálido abrazo de mi tía.

Marta despertó como si tuviera una nueva vida. Se sentía feliz por la relación que había nacido la noche anterior con su sobrino. Pensó en su marido y descubrió que él sólo la quería como mero objeto decorativo. Cuando joven era muy popular entre sus amistades por ser una chica joven, guapa y con un cuerpo maravilloso. Era inteligente y había perdido su vida a la sombra de su marido. Sí, no le faltaba de nada en la vida, ni a su hijo, pero si ella había estado enamorada de su marido, con Eduardo descubrió que nunca la quiso, por lo menos no tanto como le había demostrado aquel joven. Ahora su marido había perdido el interés por ella, seguro que estaría con alguna joven con la que podía mostrarse como un auténtico macho frente a sus amigos. Se asustó al sentir un beso en su cuello.

- ¡Tranquila tita! - Eduardo estaba junto a ella y la había besado para despertarla - Levántate sin hacer ruido y te enseñaré una cosa...

Marta se levantó de la cama y pensó que era muy pronto para que su joven amante le quisiera hacer el amor. Eduardo era muy vigoroso, pero allí estaban su hermana y su hijo y no era prudente tener sexo. Él la cogió de la mano y pudo ver que el joven estaba totalmente desnudo, ella sólo vestía un camisón corto y debajo estaba totalmente desnuda, si intentaba follarla, lo tendría muy fácil. La llevó por el pasillo hasta llegar a la puerta de la habitación de la madre.

- ¡Mira! - dentro estaban María y Enrique abrazados y dormidos, en ropa interior - ¡Seguro que al final han follado!

- No lo parece... - dijo Marta – De todas maneras, es bueno que hayan hecho las paces.

- Pues yo necesito darme una ducha... - Eduardo le susurró a su tía al oído - ¡¿Ayudarías a tu cariñoso sobrino a lavarse después de una noche de sucias acciones?!

- ¡Eres un pervertido! - le respondió su tía y lo llevó a su habitación - Utilizaremos mi ducha... - Marta se sintió caliente por la proposición de su sobrino y echó el cierre de la puerta para que nadie los interrumpiera.

Se abrazaron y se besaron apasionadamente mientras se acariciaban mutuamente. Marta cogió a Eduardo de la mano y lo metió en el baño. La polla de él estaba totalmente erecta por la situación.

- ¡Cariño! - le dijo Marta - No tendremos sexo, sólo un baño rápido antes de que despierten esos dos. Debemos mantener en secreto nuestro amor por ahora.

- No sé si podré aguantar sin besarte cuando estemos con ellos. - dijo Eduardo y besó a su tía mientras le quitaba el camisón hasta dejarlo caer al suelo.

Como había dicho Marta, fue una ducha muy rápida en la que se lavaron el uno al otro, disfrutando de tocar a su pareja. Después se secaron y Eduardo abandonaba la habitación para ir a su habitación a ponerse algo de ropa. Se acercó a la habitación de su madre para comprobar que aún seguían durmiendo. Pasó por delante de Marta que esperaba en la puerta de su habitación y ella le dio una cachetada en el culo a su sobrino.

Desperté abrazado por mi tía. María no se había movido en todo el tiempo que habíamos pasado en su cama. La miré y estaba preciosa, sus labios me atraían y no pude resistir darle un suave beso.

- ¡Guarro! - estaba despierta.

- No he podido resistirme... - le dije y mi tía empezó a separarse de mí.

- Anda, vete a tu habitación antes de que se despierten los otros y nos vean aquí. - me empujó suavemente. Entré en mi habitación y mi primo aún dormía.

Una hora después, todos nos encontramos en la cocina. Nuestras madres hacían el desayuno y mi primo y yo poníamos la mesa. Nos sentamos y podía notar a mi madre y a mi primo algo raros, no sabía el qué, pero imaginé que seguirían con sus prácticas de sexo. No estaba seguro.

- ¿Quién se apunta a ir a la playa? - preguntó mi madre mientras comíamos.

- ¡Yo seguro! - Edu no tardó en contestar, sin duda algo tenían estos dos.

- Yo tengo que esperar a la mujer que viene a limpiar. - mi tía no se fiaba de que entrara una desconocida en la casa y pudiera robarnos algo, por mucho que la enviara la empresa inmobiliaria.

- Pues yo me quedaré aquí y aprovecharé la piscina. - la verdad es que quería pasar el tiempo cerca de mi tía.

Poco tiempo después, mi madre y mi primo se marcharon a la playa con todas las cosas que necesitaban para pasar allí un buen rato. Mi tía andaba por la casa organizando algunas cosas antes de que llegara la mujer que iba a limpiar. Una hora después, sonó el timbre y llegó la esperada mujer, Adela, una mujer de unos treinta y tantos años, que, tras escuchar las indicaciones de mi tía, de inmediato se puso a trabajar.

- ¡Venga Enrique! - me dijo mi tía - Tú y yo nos vamos al jardín para no molestar.

Cada uno cogimos una tumbona y extendimos una toalla en cada una. María parecía confundida. Había puesto dos toallas en las tumbonas y tenía otra más en las manos.

- ¿Dónde estará la toalla grande? - miró por alrededor.

- Se la habrán llevado a la playa... - contesté y miré hacia el pequeño almacén.

Por detrás de la caseta, me pareció ver algo de tela en el suelo, casi no se veía. Caminé sin decirle nada a mi tía y la encontré tirada en el suelo. Miré por alrededor, no había césped como en el resto del jardín y me parecía ver huellas de pisadas y como cuatro marcas. Me acerqué con la toalla en la mano a una tumbona y pude comprobar que parecían huellas de una tumbona. Sospeché que mi madre y mi primo habrían estado allí por la noche haciendo algo que no querían que nadie viera, follar.

- ¿Dónde estaba? - me preguntó María al verme con la toalla en la mano.

- Allí en el césped... - dije señalando hacia ningún lugar de la piscina.

Yo me había puesto un bañador de los que suelo usar, nada que ver con el ajustado que me dejó mi primo dos días antes. Me senté y observé disimuladamente a mi tía. Llevaba la bata que solía ponerse para ir a bañarse y cuando se la quitó, llevaba otra vez aquel diminuto bikini que tan caliente me puso el otro día, que tan caliente me estaba poniendo.

- ¡Deja de mirarme! - me dijo.

- ¿Por qué os esforzáis tanto en tener esos cuerpos? - le pregunté.

- Hijo, cuando tienes una edad, has de hacer todo lo posible por tener un buen cuerpo que retenga a tu marido... - se tumbó en su asiento y yo no podía dejar de mirarla.

- Pero ellos os quieren... ¿no? - le pregunté como si yo no supiera que ambos, mi padre y mi tío, tenían amantes.

- Mira chiquillo... - se sentó en la tumbona mirándome - Hace ya bastante tiempo que tu tío no me toca, ni siquiera me da un beso para felicitarme por mi cumpleaños. Estoy segura que, por muy buena que esté, prefiere a jovencitas... - se encogió de hombros – A fin de cuentas, cada uno tiene su perversión. Ellos las jovencitas, nosotras, nuestros sobrinos.

- ¡Bueno, tú no! - me burlaba por la reacción del día anterior de no querer nada conmigo - ¡Tú te dedicarás a tu marido y no harás nada con tu sobrino!

- Te voy a decir una cosa... - se inclinó un poco hacia mí - Me mojo al pensar en echar un polvo contigo... - se llevó las manos a la espalda y se quitó la parte alta del bikini para liberar sus tetas - ¡Ahora úntame crema para que no me queme! - sus palabras y verla allí con sus tetas al aire me pusieron muy caliente y rápido cogí el bote de crema que me ofrecía para acariciar todo su cuerpo. Eché un poco en su barriga y empecé a extenderla Una de sus manos agarró la mía - Pero por mucho que lo desee, no te dejaré tener sexo conmigo...

Me arrodillé junto a ella mientras mis manos recorrían su cuerpo, primero su barriga y fui bajando por sus caderas hasta llegar a sus muslos. Recorrí cada pierna extendiendo la crema y mi polla crecía cada vez más pensando en poseer a aquella madura y atractiva mujer que era mi tía. Miré bien de cerca el bulto que formaban sus labios vaginales en la diminuta tela que intentaba contenerlos. Por mi cabeza pasaban las ideas de todo lo que le haría allí mismo, en aquel aislado jardín, fuera de la vista de las personas que vivían por allí. Mi madre y mi primo no estaban, sólo la mujer que limpiaba era un obstáculo para lanzarme contra su cuerpo y hacerla gozar. Mis manos tenían que poner crema sobre sus turgentes pechos. Eso sería una prueba de fuego. Luchaba por no comerme el cuerpo de mi tía mientras mis manos acariciaban sus redondas tetas. Sus pezones estaban erectos y pasaba mis manos una y otra vez por encima para disfrutar de su tacto. Se giró y empecé a extender crema por su espalda, sus brazos y dejé para el final su prieto culo. Allí pasé varios minutos, separando ligeramente sus cachetes por donde se perdía la fina tela de su bikini y podía apreciar parte de su ano.

- ¡Vale ya! - me dijo mi tía y se giró para ponerse bocarriba y ofrecerme una visión de sus tetas.

- ¡Lo que te haría con el cuerpo que tienes! - le dije sin pensar.

- No te dejaré que me hagas nada... - me miró con una mirada lasciva – Pero si te apetece, me lo puedes contar.

Junté mi tumbona a la suya, totalmente pegadas, me tumbé y me acerqué a ella para hablarle bajito al oído.

- Te lo contaré... - le dije y empecé a hablar sin saber bien si le gustaría las perversiones que diría.

“Aprovechando que te estaba echando la crema, he sentido la piel tan suave que tienes. Primero empezaría por besar suavemente tu barriga mientras mis manos siguen moviéndose por tu cuerpo. Poco a poco subiría hasta cerca de tus pechos, donde mis manos los acariciarían por un buen rato, sintiendo su redondez y disfrutando de la visión de esos dos pezones grandes y duros. Acercaría mis labios a uno de ellos y lo besaría suavemente, con dulzura, y después le haría lo mismo al otro.”

- ¡Qué sobrino más cariñoso tengo! - bromeaba con lo que le decía - Sigue...

“Tras besarlos, mis labios los rodearían hasta que quedaran presos entre ellos. Mi lengua los buscaría y los acariciaría con suavidad. Mientras, mi mano seguiría extendiendo la crema por tu barriga, bajando suavemente hasta llegar al filo de tu braguita. Recorrería el filo de la tela para buscar unos de tus muslos y empujarlo a un lado. Mientras, mi boca ya estaría dando buenas succiones en tus pezones para que sintieras placer. Mi mano bajaría por tu muslo para buscar el otro y separarlo, pasando sutilmente por encima de tu pubis.”

- ¡Qué pervertido hacerle eso a tu tía que está descansando inocentemente! - sus comentarios me seguían el juego – Sigue...

“Empujaría el otro muslo para que tus piernas se abrieran y quedaran a ambos lados de la tumbona, separadas y dejando que mi mano pudiera tocar tu coño. Mi boca seguiría jugando con tus pezones, mamando como si tuviera que alimentarme de ellos. Ahora movería mi mano para pasar por encima de tus braguitas hasta sentir el bulto de tus labios vaginales en la punta de mis dedos. Mi dedo índice se movería por toda la longitud de tu raja, por encima de la tela.”

- ¿Por qué no me besas mientras tus dedos empiezan a tocar mi coño? - añadió a mi historia. - Sigue...

“Estaba disfrutando de tus pezones cuando me agarras del pelo y me fuerzas a besarte, a pelear con tu lengua que recorre mi boca y juega con la mía mientras mi dedo presiona la tela de tus braguitas y siento tu clítoris endurecido en todo lo alto de la raja de tu coño. Nos besamos mientras mi dedo acaricia tu sexo.”

- ¡Sí, siento como se moja mis bragas! - estaba con los ojos cerrados y podía vivir lo que le iba contando. - ¡Sigue, no pares!

“Noto la humedad que brota del interior de tu coño y va empapando cada vez más la diminuta tela que lo cubre, tus caderas se agitan ligeramente, esto te pone caliente.”

- ¡Sí, muy caliente, cada vez más caliente! - su voz empezaba a ser más un ronroneo de excitación por lo que le estaba contando - ¡Vamos, no dejes que se enfríe tu tía!

- ¡Señora! - escuchamos la voz de la mujer que limpiaba que llamaba a mi tía.

- ¡Qué inoportuna! - mi tía se levantó, se puso la bata y fue al interior de la casa.

La seguí y pude ver como despidió a la mujer tras hablar con ella. Cerró la puerta y vino hacia mí ofreciéndome la mano con un “¡Sigamos!”. Me llevaba al jardín, pero la detuve. La llevé a su habitación y la hice acostarse en la cama.

- ¡No Enrique! - me dijo pensando que le iba a hacer algo que ella no quería hacer.

- ¡Tranquila tita! - le dije – Aquí estaremos más cómodos para contarte. - con un poco de desconfianza, se tumbó en la cama y yo me eché junto a ella para seguir hablándole.

“Mi dedo se mueve para buscar el filo de tu braguita, tu lengua castiga a la mía, luchando en nuestras bocas. Mi dedo se va colando bajo la tela que cubre tu caliente coño y siento los pelos que cubren tu pubis. Abandonas mi boca y empiezas a gemir suavemente cuando sientes que mis dedos juegan con tus labios vaginales, intentando separarlos y mojándose con los deliciosos flujos que brotan sin control de tu vagina.”

- ¡Sobrino, esto es estupendo! - me mira a los ojos y su cara muestra una gran excitación. Su mano agarra mi polla por encima del bañador y siente lo dura que está - ¡Tú también estas excitado! ¡Sigue, cuéntame más! - paso mi brazo bajo su cuello y acerco más mi boca a su oído, la otra mano empieza a acariciar suavemente su barriga, ella no pone resistencia - ¡Me gusta esto, sigue!

“Mientras mis dedos intentan encontrar la entrada a tu vagina, mi boca muerde tu cuello con pasión y tus gemidos se hacen más intensos. Consigo meter un dedo entre tus labios vaginales y recorro toda la longitud de tu raja, sintiendo la húmeda y suave piel de tu coño.”

- ¡Uf, qué bueno! - está caliente y me atrevo a besar suavemente su hombro. No protesta. Su mano se agita sobre mi polla y me masturba. Bajo mi mano por su barriga y empiezo a tocar su coño por encima del bikini - ¡Nunca había sentido algo igual! ¡Sigue, quiero más! - sus palabras me dan valor y meto mi mano bajo el bikini, tocando su coño y buscando el interior. Lo encuentro y decido probar a hacer lo que le cuento - ¡Sí, así mejor, sigue!

- Mientras nos masturbamos, te ofrezco mi boca para besarnos... - hago lo que digo y veo su hermosa cara que muestra todo el placer que está sintiendo. Unimos nuestras bocas y nos besamos con deseo mientras nuestras manos acarician nuestros sexos. Me separo un poco de ella – Entonces metes tu mano por dentro de mi bañador y compruebas lo dura que está mi polla por la excitación y la lujuria que me provoca mi hermosa tía... - y su mano entra en mi bañador y coge mi polla para seguir masturbándome. Beso su boca de nuevo.

Por unos minutos no digo nada. Mi dedo juega en su vagina que no deja de mojarse. Su mano agita mi polla que está tan dura que explotará en cualquier momento. Nuestras lenguas se agitan, luchando por entrar en la boca del otro. Estamos enloquecidos por la excitación y ella se ha abandonado al placer que le pide su cuerpo. Mi dedo encuentra su clítoris endurecido y decido ir a por todas. Dejo de besarla.

- Ahora me vuelvo loco por el placer que me da mi tía y no puedo contenerme. - ella me mira sin entender lo que estoy diciendo, pero no deja de agitar mi polla mientras mi mano se retira de su coño.

Con un movimiento rápido, me levanto de la cama y me coloco a sus pies. Agarro las bragas del bikini y se las quito con cierta brusquedad. Empujo sus muslos y tengo ante mí su mojado coño. Nunca he comido el coño de una mujer, pero hoy lo voy a hacer para darle placer a mi adorada tía María. La miro, ella sabe lo que quiero hacer y con sus manos en la boca, agita la cabeza implorándome que no lo haga mientras mantiene sus piernas abiertas deseando que hunda mi lengua en su coño. Me agacho, separo los labios vaginales de su coño con los dedos y paso suavemente mi lengua por toda su raja.

- ¡No Enrique! ¡No lo hagas! - me pide que pare, pero no me aparta de ella. Mi lengua se mueve saboreando su coño mientras su mano acaricia mi cabeza - ¡Me has engañado! - gimotea mientras mi boca castiga su coño - ¡Dios! ¡Qué bueno! - su mano empuja mi cabeza contra su coño - ¡Sigue, no pares de comerme el coño!

Marta y Eduardo volvían de pasar un buen rato en la playa. En público no quisieron hacer nada, pero los dos deseaban follar para que Marta quedará embarazada. Abrieron la puerta de la casa y quedaron paralizados al escuchar los gemidos que venían de algún lugar de la casa.

- ¡Esa es mi madre! - le dijo en un susurro Eduardo a su tía - ¡Tu hijo se la está follando!

- No puede ser... - Marta aún dudaba de lo caliente que Enrique ponía a su hermana, pero anduvieron hasta encontrar el lugar de donde provenían los gemidos - ¡Están en la habitación de tu madre!

- ¡Vamos a ver, seguro que se la está clavando entera! - Eduardo se sentía excitado al pensar en la posibilidad de ver a su madre follando con su primo.

Los dos se acercaron con cuidado a la puerta de la habitación. Habían dejado la puerta abierta al saber que estaban solos y no esperaban que volvieran los otros. Los dos se quedaron perplejos al ver a Enrique entre las piernas de su tía, comiéndole el coño. María agitaba las caderas por el placer, mientras se tapaba la boca con los ojos cerrados.

Eduardo besó a su tía y la empujó contra el quicio de la puerta. La desnudó por completo mientras ella no apartaba la vista de la escena que le ofrecían su hijo y su hermana. Eduardo la colocó con el culo en pompa mientras ella se agarraba al quicio. En un momento sintió el glande de su sobrino que empujaba en su coño. La penetró poco a poco. Su coño estaba cada vez más mojado viendo como su joven hijo le daba placer con la boca a su hermana. Marta se sintió más excitada al desear ser ella la que estuviera en el lugar de su hermana. Eduardo empezó a darle embestidas con su polla, pero en aquel momento a Marta le provocaba más placer mirar a su hijo.

- ¡Qué hacéis ahí! - gritó María cuando vio a Eduardo y Marta follando en la puerta.

- ¡Lo mismo que ustedes! - contestó Eduardo sin dejar de penetrar a Marta.

Marta se separó de Eduardo y se dirigió a la cama donde su hermana estaba con las piernas abiertas y Enrique la miraba extrañado por su comportamiento. Se colocó a cuatro patas junto a su hermana y se acercó a su hijo entre las piernas de María.

- ¡Quiero ver cómo lo haces! – Marta se sentía muy excitada al ver a su hijo entre las piernas, con el coño de su tía abierto y mojada por la saliva.

Enrique miró a su madre a los ojos. Su boca brillaba por los flujos de aquel maduro coño que se comía con ganas. Sin pensarlo, madre e hijo se acercaron y se besaron suavemente en los labios.

Marta tenía su culo en pompa y sintió las manos de Eduardo que lo acariciaba con ganas. María vio perfectamente en incestuoso beso entre su hermana y su sobrino. Miró a Eduardo que besaba los cachetes del redondo culo de Marta. Deseó agarrar la erecta polla de su hijo, sólo tenía que moverse un poco y la alcanzaría antes de que se la clavara a su hermana en el coño. Se movió y sus dedos se aferraron a la gruesa polla. Eduardo se acercó a ella al sentir su mano y los dos se miraban deseándose. María cerró los ojos al sentir de nuevo la lengua de Enrique en su coño.

Marta acariciaba la cabeza de su hijo mientras él hundía su lengua en la vagina de María. Eduardo buscaba entre los muslos de Marta su coño. Lo encontró húmedo y empezó a masturbarla con sus dedos, Marta abrió sus piernas un poco para que tocará todo su coño. María disfrutaba de la boca de Enrique en su coño, con los ojos cerrados, su mano se agitaba sobre la polla de su hijo. Sus caderas se agitaban y estaba a punto de estallar en un gran orgasmo. Los gritó y gemidos de placer de María llenaron toda la casa. Enrique sentía en su boca los flujos que la vagina de María le regalaba. En apenas dos minutos, María quedó rendida por el placer y cada leve roce que daba la lengua de Enrique en su vagina, le provocaba un espasmo.

Eduardo disfrutaba viendo como su madre se corría sin soltar su polla. Alargó la mano y amasó una de sus tetas. Sacó la mano que tenía en el coño de Marta y amasó las dos tetas de su madre. Se acercó un poco más a ella y su polla quedó cerca de la boca de su madre. María miró a su hijo mientras agitaba su polla.

Marta miró a su hijo y quedó paralizada por la extraña excitación que sentía al verlo dándole placer a su tía. Un deseo de besar su boca se apoderó de ella y sin pensarlo, se acercó a él y besó suavemente sus labios. Quedaron por unos segundos parados, mirándose, sin decir nada. Marta volvió a ofrecerle su boca y Enrique hundió su lengua para buscar la de su madre.

María agitaba suavemente la polla de Eduardo. Miró a su hermana que se comía la boca de Enrique. Una lujuria incontrolable la invadió y Eduardo se había inclinado sobre ella para besarla. María no se resistió al incestuoso beso de su hijo. Soltó su polla y lo abrazó por el cuello para que no dejará de besarla. Mientras su lengua se agitaba en la boca de Eduardo, sintió como los dedos de su hijo se agitaban sobre su coño, separando sus labios vaginales, introduciéndose en su vagina para darle placer.

Marta y Enrique estaban de rodillas en la cama. Se besaban con pasión mientras sus manos recorrían todo el cuerpo de su nuevo amante. María y Eduardo hacían lo mismo junto a ellos. Ninguno de los cuatro decían nada, sólo disfrutaban del deseo, los hijos por las madres, las madres por los hijos.

Marta se levantó y llevó a su hijo de la mano hasta colocarlo bocarriba junto a su hermana María. Se subió sobre Enrique, abriendo las piernas, puso su coño sobre su joven boca, la erecta polla de su hijo estaba delante de sus ojos esperando sus maternales cuidados.

María y Eduardo miraron a la otra pareja que se preparaban para darse sexo oral. Eduardo no esperó. Se subió sobre su madre hasta que su cabeza quedó entre los muslos y su boca encima del coño. La mano de María agarró la polla y la llevó a su boca.

La escena era propia de la más pervertida de las películas porno que ninguno de los cuatro habían visto. El tener sexo junto a los otros, ellos con unas maduras calientes, ellas con unos vigorosos jóvenes, todos excitados por estar metidos en aquella orgía incestuosa, en la que las madres tragaban las endurecidas pollas de sus propios hijos, donde los hijos lamían los mojados coños por dónde años atrás habían nacido. En la habitación sólo se escuchaba el leve crujir que la cama producía con los movimientos de las cabezas de las madres mientras mamaban, mezclado con los apagados gemidos de madres e hijos que tenían sus bocas llenas con el sexo de su familiar.

- ¡Fóllame! – pidió María cuando sintió el intenso orgasmo que le provocó la lengua de su hijo.

- ¡Sí Enrique! – Marta lanzó un desesperado gemido al sentir que se corría - ¡Clávame tu polla!

Los dos hijos se levantaron y colocaron a sus madre a cuatro patas, a los pies de la cama, con sus redondos culos en pompa. Eduardo se agachó tras su madre y le escupió saliva en la ya mojada raja. Se pegó a ella con su dura polla en la mano. La agitó por su coño y frotó su glande con el endurecido clítoris de María que se retorcía gimiendo de placer. Movió la polla por su raja y sintió en su glande la entrada de su vagina. Agarrado a sus caderas, empujó y penetró a María que se sintió embriagada al sentir su vagina llena por su hijo.

Marta esperaba con el culo en pompa y su coño empapado a que su hijo la penetrara. Cuando el glande de Enrique tocó la entrada de su vagina, ella sintió como los flujos recorrían su vagina para recibir a su hijo. Un fuerte empujón de las caderas de Enrique hizo que su polla la llenara hasta lo más profundo, dejándola totalmente empalada por unos instantes. Marta sentía la polla de su hijo dentro de su vagina que se agitaba sin control como queriendo devorar la polla que la había invadido.

Ahora que las dos madres habían sido penetradas y sus hijos las embestían frenéticamente agarrados a sus caderas, los gemidos y gritos de placer se podían escuchar en toda la casa. Eduardo miró como la polla de su primo se perdía en el coño de su amada tía mientras sentía su propia polla arder dentro de la caliente vagina de su madre. Quería follar los dos coños de aquellas maduras mujeres.

Enrique puso una mano en lo alto del culo de su madre y acarició el ano con el dedo gordo. Marta miró a su hijo al sentir la presión de aquel dedo en su ano, mientras la polla entraba en su coño con fuerza.

- ¡Qué bueno! – gimió Marta - ¡Sigue, sigue!

A Eduardo le excitó ver a su primo jugando con el ano de Marta. Separó los cachetes del culo de su madre y pudo ver como el oscuro ano se deformaba ligeramente con cada penetración que le daba. Sin pensar en lo que hacía, dejó caer saliva y acertó en tan atrayente agujero. Llevó su dedo gordo y extendió la saliva por él. María giró la cabeza para mirarlo mostrándole el placer que sentía. Se miraban cuando Eduardo empujó su dedo hasta clavarlo por completo en su ano.

- ¡Uf, despacio! – protestó María levemente - ¡Sigue penetrando mis agujeros!

Marta gemía desesperada mientras su hijo la follaba muy rápido agarrado a sus caderas.

- ¡Sí, sí! – gimió Marta mientras sus piernas temblaban de placer - ¡Me corro, me corro!

Enrique siguió dándole hasta qué estuvo a punto de correrse. Sacó su polla y dejó a su madre convulsionando de placer. Se subió en la cama y se sentó delante de María con las piernas abiertas.

- ¿Quieres que tita te la chupe? – dijo María agarrando la dura polla de Enrique.

Marta se levantó sintiendo los movimientos involuntarios de su vagina, abrazó a Eduardo y pegó su cuerpo mientras penetraba a su madre, lo besó con pasión. María tenía su vagina llena con la polla de su hijo, su ano con el dedo y ahora iba a llenar su boca con la polla de su sobrino.

Enrique agarró la cabeza de su tía y acercó la polla. María abrió la boca y su sobrino la folló con ganas. Marta clavaba sus dedos en el prieto culo de su sobrino mientras lo besaba. María sentía la polla de su hijo que le llegaba hasta lo más profundo de su vagina, el dedo en su culo le daba una sensación nueva al follar y la polla de Enrique tocaba su garganta con fuerte empujones. María se sentía sucia, pero el placer de aquella sensación era demasiado buena para resistirse. Un gran orgasmo le invadió el cuerpo y empezó a temblar. Quería gemir, pero la polla de Enrique no sé lo permitía. Aquel orgasmo se intensificó cuando sintió en su boca los golpes del semen de Enrique que empezaba a correrse.

Marta veía como su hijo eyaculaba en la boca de María mientras se corría de placer. Acercó su boca al oído de Eduardo y le susurró.

- ¡Vamos cariño! – Marta le habló mientras acariciaba su cuerpo y lamía su oreja - ¡Córrete en el coño de tu madre y déjala embarazada! – ella se iba a correr con sólo verlos follar - ¡Nos dejarás a las dos embarazadas!

Eduardo no pudo aguantar más. Clavó su polla por completo en su madre y empezó a lanzar su semen. María se iba a desmayar, al placer de sentir y saborear el semen de su sobrino en la boca, ahora sentía el de su hijo quedar el interior de su vagina. No pudo resistir tanto placer y cayó sobre las piernas de su sobrino, mientras su Eduardo aún permanecía enganchado a su coño, sobre ella y echando su semen dentro de su coño. Marta se agachó y mordió suavemente el culo de Eduardo que se movía suavemente sobre su madre para llenarla por completo.

Enrique se echó a un lado de la cama y esperó a que su primo liberará a María, se abrazaron para descansar. Eduardo se colocó junto a ellos y esperó a que Marta se subiera a su cuerpo y se abrazaron.

Nunca imaginé que íbamos a tener un verano tan bueno. Había deseado por mucho tiempo follar a mi tía María, pero ha sido mi madre la primera con la que he follado. Eduardo ya ha tenido sexo con las dos, pero espero que esta tarde nuestras madres sigan dispuestas a tener más sexo con nosotros, deseo follar a mi tía hasta hacer que se desmaye de placer.
 
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