Una tia despampanante

roman74

Pajillero
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Despampanante, una mujer realmente atractiva.
LucÃ*a era una de esas mujeres a las que no hacÃ*a falta enseñar cachete para subir su autoestima y atraer al personal.
Es por eso que vestÃ*a de forma poco llamativa; jeans que se ajustaban a sus interminables piernas y acababan en un prominente culo redondo de caderas anchas, zapatillas de deporte, camisetas (normalmente anchas, lo que no disimulaba sus generosos atributos; unos pechos bien formados y una cintura apetecible, con un piercing en el ombligo); cabello corto y revuelto, sin maquillaje, aunque a veces con un toque de vaselina en los labios para protegerlos. (Ese toque le daba el don de la provocación; una cara angelical de ojos grandes y cejas finas, pómulos marcados y mofletes sonrientes, junto a unos labios brillantes (en su punto justo, natural) y una sonrisa encantadora, pero matadora.)
Una mujer informal, natural, espontánea, y al mismo tiempo delicada en cada gesto, en cada palabra.
Trabajaba de cajera en el supermercado de la esquina, tenÃ*a estudios, pero no querÃ*a atarse a una profesión; querÃ*a aprender de todas y cada una de las profesiones que le fuera posible.
Tuve oportunidad de conocerla cuando me mudé a aquel barrio.
Tengo 25 años, habÃ*a estado viviendo con un colega de universidad, a quien echaron del trabajo y se quedó sin un duro.
Él decidió volver a casa de sus padres y yo, con mis pequeños ahorros, decidÃ* alquilarme un piso en algún barrio barato, aunque lejano de mi institución. Mi perro y yo nos independizamos, por asÃ* decirlo, de Charlie.
Yo, contrariamente a LucÃ*a, era un hombre alto, pero flaco, quizás destacable mi trasero, firme; el resto normal.
Pero sabÃ*a resaltar mis puntos fuertes, por lo que vestÃ*a con pantalones ajustados, pero no apretados, para resaltar mi trasero y camisas de rayas, zapatillas converse. Mi aspecto, lejos de ser formal, era más bien informal con un toque de elegancia y frescura, sé que llamaba la atención entre las mujeres. Además de la apariencia, mi gentileza con cualquier mujer era admirable, era todo un caballero.
Sólo unas semanas después de la mudanza pude comprobarlo.
Después de la mudanza (un sofá y una televisión, el frigorÃ*fico y la cama ya estaban en el piso de alquiler); pregunté a una vecina por el supermercado más cercano.
Muy contenta, me lo indicó.
Era una preciosidad de 18 añitos, bajita, morena, piernas bien torneadas y culo respingón.
Me dijo que, si me hacÃ*a falta, podÃ*a bajar a pedir lo que quisiera, por lo que deduje que buscaba una buena polla como la mÃ*a.
Le dije que no hacÃ*a falta, y marché al supermercado.
Cuando ya tenÃ*a mis artÃ*culos, habÃ*an dos cajas.
En una estaba ella. Con su uniforme de cajera, que consistÃ*a en un pantalón verde y una camisa a rayas, ajustada. Me encantó verla uniformada, e inmediatamente deseé conocerla. Pero, justo en esa caja, estaba la cola más larga.
Me resigné y fui a la caja de menos artÃ*culos.
Iba a salir del supermercado, cuando saltó la alarma.
En seguida un seguridad me lanzó de bruces al suelo, acusándome de ladrón.
Yo me quejé e intenté levantarme, pero aquel simio no me dejaba.
Fue entonces cuando LucÃ*a hizo su aparición.
Le dijo al seguridad que me dejara, que quizás se habÃ*a olvidado la otra cajera de registrar algún artÃ*culo, y que, antes de haber realizado tal embestida, deberÃ*a haberme registrado.
En efecto, una colonia tenÃ*a el pita puesto.
LucÃ*a me convenció para que no denunciara al simio, y éste me pidió disculpas (a partir de allÃ* robé lo que me dio la gana en aquel lugar; si el simio me delataba podrÃ*a denunciarle.)
AsÃ* fue como conocÃ* a LucÃ*a y me enteré que vivÃ*a en el parque de al lado del súper.
El encuentro fue tan fugaz que no me dio tiempo a pedirle una cita, pero todo se darÃ*a.
Aquella noche, paseando a Scooby, se produjo una alegre sorpresa.
LucÃ*a paseaba a su adorable Bull Terrier por el mismo parque que yo.
Nos saludamos y emprendimos una agradable charla, que acabó en cita asegurada el viernes noche.
La recogerÃ*a en el súper e irÃ*amos a tomar algo a una cafeterÃ*a que inauguraban.
Los dias se me hacÃ*an eternos... Yo sólo querÃ*a arrancarle aquel uniforme a mordiscos, morderle los pezones, lamer ese piercing, agarrar esas caderas, ese culito redondo, ese coñito... que no sé cómo serÃ*a, pero lo desharÃ*a a lametazos y a dedos. Esa boquita brillante tragarÃ*a algo más que vaselina... Y asÃ* me lo propuse mientras agarraba mi pene, erecto, e imaginaba cómo me la follaba en los baños de la cafeterÃ*a encima del lavabos, atragantándole con mi lengua y exprimiendo sus senos y sus nalgas...
Sólo me quedaba esperar.
El viernes por la noche la recogÃ* en el supermercado.
Se habÃ*a cambiado y ofrecÃ*a un aspecto totalmente distinto al que solÃ*a mostrar; pantalones ajustados, sandalias, una camiseta de manga corta muy ceñida y el cabello rizado.
Aquella imagen hizo que mi pene empezara a moverse bajo mis pantalones, asÃ* que procuré pensar en otra cosa.
Fuimos a la cafeterÃ*a, cada uno pidió helados con brandy y varios carajillos (junto a aperitivos cortesÃ*a de la casa), y, mientras charlabamos animadamente un grupo de música ambiental tocaba para todos los presentes una balada que incitaba a bailar.
La cafeterÃ*a era un sitio muy acogedor, estilo ochentera; una bola de discoteca en el medio, una barra bastante grande al lado de una figurada pista de baile, y en la parte izquierda, mesas. Al fondo, algunos sofás.
No era muy grande, pero merecÃ*a la pena. Y la relación calidad/precio con el trato de los clientes era de primera.
Bastante acalorados por el brandy, le propuse bailar. Más bien le obligué, le tomé de la cintura, la levanté de la silla y la llevé a la pista.
El baile comenzó de forma suelta, a modo de mambo. Luego la tomé de la cintura.. y aproveché al máximo.
Mi pene, erecto, intentaba salir de mis pantalones. Lo dejé salir. Nadie se daba cuenta, ni siquiera LucÃ*a, parecÃ*a bastante alegre. Me acerqué más a ella, la giré, la puse de espaldas y pegué mi polla a su culo. Restregué lo más que pude, hasta que LucÃ*a empezó a decirme que habÃ*a algo que le molestaba en el bolsillo, que se lo quitara.
Reintroduje mi pene en mi pantalón y sobé su culo haciendo como que intentaba quitarle algo que se hallaba muy al fondo de su bolsillo.
Estaba a punto de estallar.
DecidÃ* marcharme al baño, donde acabé la faena imaginando el dÃ*a en que consiguiera follármela.
Ese dÃ*a llegarÃ*a. Y yo lo sabÃ*a.
VolvÃ* a la pista, y tenÃ*a varios moscones acechándola.
La tomé de la mano y decidÃ* llevarla a mi casa, a ver una pelÃ*cula.
Mientras caminábamos le expuse la idea y se mostró conforme, diciendo que se encontraba bastante mareada y necesitaba sentarse en un sitio cómodo.
Subimos a mi casa en el ascensor, coincidiendo con mi nena morena, a quien pareció decepcionarle la idea de verme con otra mujer.
Le guiñé un ojo antes de que saliera del ascensor, cosa que pareció no entender.
Indiqué a LucÃ*a dónde estaba el sofá mientras iba a coger palomitas de la cocina.
Puse una pelÃ*cula que pasaban por la tele, pero ninguno la vio.
LucÃ*a estaba cada vez más dormida y yo expectante al ver que caÃ*a rendida en mis brazos, mientras me ofrecÃ*a un magnÃ*fico panorama; un canalillo perfecto y dos senos firmes, asomaba medio pezón de uno.
Sin poder resistirme más le besé, le mordÃ* el labio apasionadamente.
LucÃ*a, de súbito, despertó y se enfadó.
HabÃ*a algo que no me habÃ*a contado, y eso me enfureció.
Estaba comprometida.
Salió corriendo de mi piso y yo me quedé con un calentón que no me quitarÃ*a ni con 5 litros de agua frÃ*a.
AbrÃ* la puerta y fui al ascensor para ver si aún quedaba rastro de LucÃ*a, pero nada.
Bajé hasta la primera planta, pero se habÃ*a esfumado.
Cuando me dispuse a subir al ascensor vi a mi pequeña morena abriendo la puerta del portal.
HabÃ*a ido a comprar palomitas, estaba sola y aburrida.
Me dijo que habÃ*a olvidado la bebida, y me ofrecÃ* a dársela..
Pero con un poco de cristal todo estarÃ*a mejor. La droga de mis noches de locura, de inhibición, de felicidad.
Me la iba a follar lo que quisiera, me iba a quitar el calentón de LucÃ*a con ese cuerpo de curvas perfectas cuyo nombre ni sabÃ*a, y luego ella ni sabrÃ*a qué habrÃ*a pasado.
Era el plan perfecto.
CogÃ* una coca-cola de la despensa a la que añadÃ* un poco de cristal y whisky.
Bajé a dársela.
Llevaba un camisón que le tapaba lo justo para dejar espacio a la imaginación..
Me invitó a entrar pero la rechacé.
Dejé la puerta entreabierta al salir, y esperé a que hiciera efecto.
Media hora después ya era toda mÃ*a.
Estaba tumbada en el sofá, frente a la televisión, y, para mi sorpresa, estaba viendo porno con unos ojos como platos, masturbándose mientras se mordÃ*a los labios, con euforia.
Me senté a su lado y apagué la televisión.
La tumbé en el sofá y le até las manos con una sábana que cogÃ* de otro sofá.
Acaricié su cabello, lacio y negro, sus orejas, su cara.
Acaricié sus labios con mi lengua, la cual empujé bruscamente dentro de su boca.
LamÃ* todos los recovecos de aquella boquita dulce, aun con restos de alcohol y cristal.
Me relamÃ*.
MordÃ* su cuello dejándole marcas, lo chupé con ansia cual vampiro hambriento, agarré sus pechos, por encima del camisón más grandes que los de LucÃ*a, pero de pezones más oscuros, y, antes de exprimirlos con violencia, los chupé y mordÃ*.
No podÃ*a más.
SubÃ* el camisón del todo, bajé a su cintura, besé su ombligo, y seguÃ* bajando.
Mi morena no decÃ*a nada, sólo reÃ*a y suspiraba, sé que estaba en estado se shock, y, a la vez, de euforia.
Llevaba un culotte de encaje negro.
Lo empapé de saliva por encima, para que se fuera mojando.
Lo palpé, agarré sus nalgas, las estrujé, volcando en ella la frustración de no haberme podido follar a la puta de LucÃ*a.
MordÃ* su culotte, aparé el hilo de tela que cubrÃ*a su depilado coño, y empecé a chupar, a mamar, mientras su coño destilaba mil jugos, que yo absorbÃ*a.
MetÃ* mi lengua en su culo,abriéndolo de golpe.
Ella intentó cerrarlo, pero no podÃ*a pararme.
MetÃ* dos dedos en su coño, y otros dos en su culo.
Froté arduamente a la par que mamaba.
Le clavé mi polla de una,a lo que ella contestó con un grito.
Le tapé la boca.
-Mi morena, puta, calla que vas a disfrutar.
SentÃ*a que estaba dentro suyo, me agarré a sus pechos, mientras la penetraba los mordÃ*a, dejando pequeñas heridas.
Estaba disfrutando como un cabrón, y ella también.
GemÃ*a, le gustaba. Yo lo sabÃ*a, la estaba violando y a la muy puta le gustaba que le dieran lo suyo.
"Eso te pasa por provocadora"- pensé.
DecidÃ* entonces escupir en su culo.
-Disfruta y calla, zorra provocadora, esto te enseñará a ir por ahÃ* en camisón semitransparente.
EmbestÃ* contra su culo mientras le tapaba la boca.
Al principio me costó entrar, era virgen. Pero cada embestida iba siendo más fluida.
Le metÃ* un dedo en el coño, se empapó de jugos, se lo metÃ* a la boca, y luego lo relamÃ*.
Joder, cómo me estaba poniendo la muy zorrita, habrÃ*a de hacer aquello más a menudo.
Me follé su culo virgen, su coño depilado, me faltaban sus tetas y su boca.
Le metÃ* la polla en la boca, cómo chupaba la nena.
Me corrÃ* en su boca. Le obligué a tragarlo casi todo, una parte la derramé por sus tetas y su coño.
Los restos que habÃ*a de cristal en su boca, y yo habÃ*a lamido, empezaban a hacer efecto.
Yo también empezaba a estar eufórico.
Aquella noche me corrÃ* en cada recoveco de su cuerpo.
Antes de las 6 de la madrugada me fui a mi casa, únicamente poniéndole el camisón, dejándole corrida por todo su cuerpo.
Y la pelÃ*cula porno.
Pero no. No olvidé a LucÃ*a.
Me vengarÃ*a.
 
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