Una Recién Casada Aprovecha el Carnaval

heranlu

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La taberna era de lo más cutre. Un mostrador largo, botellas de licor en las estanterías de las paredes, seis mesas con cuatro sillas en cada una, el piso de madera estaba apolillado, y las paredes llevaban años sin pintar, pero a los cuatro les gustaba regresar a sus orígenes para comer su chorizada y jugar sus partidas de dominó.

-¿Fichas? -preguntó Alberto.

-Tres -dijo Pablo, hermano y compañero de partida de Alberto.

-Cuatro -dijo Sandro, hermano de Alberto y de Pablo.

Elisardo, que era alto, moreno, delgado, primo de los hermanos y contrincante de Pablo y de Alberto en la partida de dominó, le dijo:

-Cuatro.

-Me doblo al dos y cierro con el dos, cuatro- dijo Alberto con una sonrisa de oreja a oreja.

Contaron las fichas y ganaron la partida Alberto y Pablo.

Sandro, que tenía muy mal perder, le dijo:

-Afortunado en el juego, desafortunado en el amor.

-Lo dudo, acabo de ganar y tu cuñada sigue enamorada de mí como en la primera hora. Ir pagando la chorizada y el vino.

A Elisardo le sonó el teléfono móvil y lo cogió, escuchó y luego dijo:

-Imposible. Tengo a todos los muchachos ocupados, esta noche no puede ser.

Volvió a escuchar y le respondió:

-Siento mucho que en su primera vez con nosotros no pueda satisfacerla.

La mujer le colgó.

-¿Y por qué no vas tú? -le preguntó Sandro- Antes de ser el dueño de la agencia trabajabas de puto.

-A veces voy yo, pero esta quiere a tres para esta noche.

-¡¿Tres?!

-Sí, tres. Quiere que le llenen los tres agujeros con leche.

-Es bien puta la guarra esa.

Alberto no estaba de acuerdo con él.

-Es martes de carnaval, hoy todo vale, a no ser que esté casada. ¿Está casada, Elisardo?

-No lo sé.

Elisardo tuvo una idea:

-¿Por qué no vais vosotros tres? Buena planta tenéis.

Los hermanos estaban cortados por el mismo patrón, eran de estatura mediana, de complexión fuerte, ojos marrones y cabello negro y rizado. Pablo, que era el mayor de los hermanos, y el único que estaba casado, le preguntó:

-¿Qué edad te dijo que tiene?

-No me lo dijo, pero por su voz debe tener entre veinticinco y treinta años.

Pablo les preguntó a sus hermanos:

-¿Vamos y le llenamos los tres agujeros de leche?

-Yo no voy. -dijo Alberto- Ser puto no va conmigo.

Sandro tampoco se anotó.

-Yo tampoco voy.

Pablo tiró de ironía.

-Ya sabía yo que si no os casasteis era por algo.

Sandro se mosqueó.

-Es porque no necesitamos casarnos para follar.

-¿Para follar? Si seguro que no sabéis donde se mete.

A Alberto le llegó la leche a las tetas.

-Llevas seis meses casado y ya te crees que has inventado el sexo. ¡Iluso!

-Ilusos lo sois vosotros.

Sandro interrumpió la conversación.

-¿Quién le llena el culo de leche a esa mujer, Alberto?

-Pablo.

Pablo iba de sobrado.

-Si tengo que ser yo quien se lo llene, se lo llenaré.

Como tenía su número en el teléfono móvil, Elisardo, llamó a la mujer y esta quedó de esperarlos en una hora en la habitación número 12 de un motel de carretera, que les caía a media hora de la taberna en la que estaban.

Cuando Caperucita Roja abrió la puerta de la habitación del motel de carretera y los tres hermanos la vieron, se sintieron lobos. La cosa no era para menos, la minifalda que llevaba solo era un pequeño trozo de tela que dejaba ver sus ligas negras y su medias rojas y su blusa blanca tenía tal escote que se veían parte de las areolas rosadas de unas buenas tetas. Además, se subía en unos tremendos tacones que la hacían mucho más alta de lo que era. La cara no sabían cómo era porque llevaba una máscara de silicona imitando a Angelina Jolie. A Angelina Jolie se iban a follar sin importarle quién era aquel monumento de mujer. Cuando la mujer cerró la puerta, Sandro la arrinconó contra la pared.

-Vamos a ver cómo son esas tetas.

Le bajó la blusa y unas tremendas tetas aparecieron delante de los tres.

-¡Vaya tetas!

Pablo y Alberto agarraron las tetas y apretándolas, lamieron y mamaron. Sandro se agachó, le bajó las bragas y vio su coño pelado, lo abrió con dos dedos, y dijo:

-Tienes un coño pequeño. -le enterró la lengua en el coño- Estás poco follado.

Siguió lamiendo, y en nada, la mujer se corrió, sus piernas temblaron, su cuerpo se estremeció, y de su vagina salió un líquido blanco como la leche, pero no gimió, se limitó a morder el canto de una mano. Sandro saboreó la leche y luego le dijo:

-Estás rica, rica, rica.

La mujer seguía callada como una muda. Solo se dejaba y disfrutaba.

Le duró menos el disfraz encima de lo que dura un suspiro. Al tenerla desnuda, Sandro, la echó sobre la cama y luego se desnudaron ellos. Empalmados como burros se pusieron boca arriba sobre la cama, Pablo a la izquierda, Sandro en el medio y Alberto a la derecha. La mujer tenía donde elegir. Empezó por la polla de Pablo. La empuñó, la llevó a la boca y lamió el glande y el meato unas cuantas veces, después lamió desde las pelotas al frenillo media docena de veces y a continuación le chupó y le lamió el glande. Sandro y Alberto la meneaban mirando como se la mamaba a Pablo y esperaban a que les tocase el turno. Poco después le trabajaba la polla a Sandro, que le preguntó:

-¿Eres muda?

La mujer habló, pero ninguno entendió lo que dijo por qué puso esa voz que ponen los choqueiros para que no se descubra quién está debajo del disfraz, en este caso, de la máscara. Después siguió mamando. Acabó mamándosela a Alberto... Alberto, cuando se hartó de que se la mamara, la puso de costado y se la clavó en el coño. La mujer le agarró la polla a Sandro y se la siguió mamando. Pablo, mirando y masturbándose, se fijó en el cuello de la mujer y vio seis lunares muy pequeños con los que se podía trazar una estrella. Su mujer tenía esos lunares en el mismo sitio y tenía un cuerpo igual al de la viciosa que estaban follando. Le dio un vuelco el corazón, pero luego miró para el coño pelado y descartó que fuera ella. Su mujer estaba orgullosa de su negro felpudo, además, la viciosa, había empezado a gemir, y su mujer era frígida, o sea, que ni se corría ni gemía.

La polla de Alberto entraba y salía del coño empapado de jugos. Aquel coño lubricaba una barbaridad. De tanto lubricar, la polla acabó chapoteando cada vez que llegaba al fondo del coño. Cuando más fuerte le dio, más chapoteó. Pasado un tiempo la mujer no pudo aguantar más y se corrió. Al correrse le metió tal mamada a Sandro que casi se le corre en la boca.

La mujer era insaciable, pues al acabar de correrse, se sentó sobre la polla de Sandro. Sandro la cogió por la cintura y, levantándola y bajándola, le dio a mazo. Pablo y Alberto se pusieron en pie sobre la cama, y le dieron las pollas a mamar, al tiempo que le magreaban las tetas, unas tetas que tenía los gordos pezones de punta y duros como el acero. Al rato la mujer se volvió a correr. Sandro sintió como el coño apretaba su polla y la bañaba y tuvo que apretar los huevos para no correrse él.

Al acabar de gozar la mujer, Sandro, se echó sobre la cama con ella encima y la polla dentro del coño. Pablo se arrodilló entre las piernas de su hermano, se la frotó en el ojete a la mujer y se la fue metiendo despacito, al tiempo que le amasaba las tetas. Alberto le frotó la polla en los labios ella abrió la boca y comenzó a mamársela.

Le dieron lo que no está en los inscritos, en el culo, en el coño y en la boca, y unos diez minutos más tarde, la mujer obtuvo lo que quería, que le llenaran de leche, y al mismo tiempo, la boca, el coño y el culo. Tal y como había imaginado, se corrió y tuvo uno de los mejores orgasmos de su vida.

Al acabar, les pagó y se fueron hablando entre ellos.

Pablo tenía que asegurarse de que aquella zorra no era su esposa. Como se habían desplazado en su auto, dejó a sus hermanos en la puerta de un bar y se fue a casa. Su esposa no estaba. Esperó en la sala de estar y tiempo después llegó su mujer disfrazada de bruja. Pablo, le dijo:

-¿Dónde has estado?

-En el liceo con mis amigas. ¿Y tú?

-Anduve por ahí. Quítate el disfraz.

-¿Quítate el disfraz? Esa no es forma de recibirme.

-Yo creía que era la mejor forma de recibirte.

-Sí, pero con preámbulos, cariño.

Fue a su lado y sonriendo, se sentó en sus rodillas. Su perfume no era el mismo que el de la viciosa con la que había estado.

-Quítate el disfraz.

-Si lo quito me quedo desnuda, es que no llevo nada debajo.

-Mejor.

Se puso en pie y se desnudó. Pablo vio su negro felpudo y respiró aliviado.

-¡Qué bella eres, Andrea!

-¿Quieres hacerlo?

-Sí, y a ver cuando te afeitas el coño.

-Sabes que no me gusta...

-Aféitate el coño y te lo como.

-¿Comerme el coño? Eso sería una cochinada muy grande.

-A lo mejor así te corres.

-¿Tú crees que así podría tener mi primer orgasmo?

-Es posible.

-Voy al aseo a afeitarme. Enseguida vuelvo.

Andrea fue al aseo, cerró la puerta con llave, se quitó la peluca del coño, lo echó en la taza y tiró de la cadena
 
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