Llegué a tener relaciones sexuales con mi madre por puro azar, no fue algo buscado intencionadamente, pero con el tiempo he llegado a convencerme que siempre he tenido el complejo de Edipo, y así es como me siento, me siento Edipo Rey, soy un Rey en los negocios, poseo una casa palaciega, tengo posesiones, servicio y servidumbre, y por las noches tengo a mi madre desnuda en mi cama.
Me gustaría decirles que disfruto follando a mi madre, cosa que es cierta, pero también disfruto follando con otras mujeres, incluso a veces con hombres, pero con mi madre es diferente, porque con mi madre no sólo es follar. Alguien dijo una vez que la vida sólo merece vivirla cuando se traspasan barreras, yo mantengo que en el sexo, si no se traspasan barreras, no se despiertan las pasiones, esas que te hacen enloquecer, esas que tocas el cielo o que te calcinas en las llamas del infierno, esas que te hacen vivir en un día lo que la mayoría no consiguen en una vida.
Yo soy Edipo Rey, y últimamente me ronda una pasión por mi cabeza: quiero follar a mi madre delante de una cohorte que le rinda pleitesía y que sean conocedores de nuestra relación filial, y se me ha ocurrido una idea.
Hace unos días echaron por televisión un reportaje de la Isla de Ibiza, que como sabrán esta en el Mediterráneo y es un paraíso turístico, donde por igual corre el sexo y las fiestas, y hacían en ese reportaje especial énfasis en las playas nudistas que proliferan en toda la Isla.
Visto y hecho. Al día siguiente ya estaba reservando dos billetes de avión para irnos mi madre y yo unos días a las playas nudistas de Ibiza. Como pueden suponer, yo no ansiaba especialmente ver las chicas desnudas pasearse por las playas, yo lo que quería es que la gente viese a mi madre pasearse desnuda por las playas, y me atraía sobremanera el que alguien me viese follar con mi madre y que además supiesen de nuestra relación incestuosa.
No fuimos a ningún hotel, reservamos una villa lujosa y amplia muy cerca de la playa de Es Caballets, que como sabrán los que conozcan la zona, es donde se sitúa la mejor playa nudista de la isla, y como quiera que no estamos en plena temporada turística, pues la playa estaba un tanto desangelada, es decir, pocos nudistas de pro y muchos mirones de resabio, de los que van a buscar.
Nada más tumbarnos en un par de hamacas, ya estaban pululando a nuestro alrededor un par de chavales algo más jóvenes que yo. No, no fue por casualidad y no fue porque no hubiese otras chicas desnudas en la playa, es que mi madre tiene unas tetas firmes y puntiagudas (operadas, naturalmente), unas nalgas abultadas, pero no rellenas, y unos labios que incitan a beber de ellos, aunque lo más sobresaliente es el bello de su pubis: Tiene una mata de pelo en el chocho que te atrapa la mirada y ya no puedes desprenderte.
Y eso debió de ser lo que le ocurrió también a una pareja como de unos cincuenta años que pasaban arrastrando sus bolsas por la playa un tanto desganados. Cuando la señora se fijó en la mata de pelo del chocho de mi madre, soltó las bolsas y se tumbó en la hamaca más cercana a la nuestra.
Mi madre, muy recata ella, pues al ver la expectación que levantaba entre la pareja de salidos, perdón, de chavales de su diestra y los ojos de plato que se le pusieron a la señora de la hamaca de su siniestra, pues va y se abre de piernas, para mostrar "urbi et orbe" que tras aquella más que generosa mata de pelo, se escondía un chumino de labios gruesos y carnosos y que a la luz solar, desprendía destellos cual diamante de muchos quilates, aunque matizados por un color rubí que hacían las delicias de mirones y mironas que no daban crédito a sus fascinados ojos.
Los mirones, que se habían acomodado en una de las hamacas más cercana a la nuestra, parecían americanos, quizás soldados en permiso cuartelario y que posiblemente habían recalado en esa Isla en busca del sexo que posiblemente no disfrutaban en su destino. La pareja de maduros, que se habían situado en la hamaca más cercana a las nuestras, parecían gentes acomodadas del lugar y que frecuentaban la playa, porque la primera pregunta de la señora a mi madre fue si era habitual de la zona.
-No señora, yo soy de Madrid y estoy aquí de vacaciones con mi hijo que esta muy atareado en su trabajo y necesita descansar unos días-
Bueno, tanto los maduros como los soldados, porque uno de ellos era hispano y enseguida le puso en antecedentes al otro, ya sabían de nuestra relación. Éramos madre e hijo y estábamos desnudos tomando el sol. Sólo hacía falta que mi madre les pusiera en antecedentes de nuestra relación incestuosa, cosa que no tardó en suceder porque la vecina se lo puso a huevo.
-Pues con la de chicas jóvenes que hay por aquí, seguro que su hijo enseguida encuentra novia- le dijo taimadamente su interlocutora.
-No señora, mi hijo no viene buscando novia porque ya la tiene. Aunque soy su madre nosotros vivimos en pareja, somos pareja de hecho y mantenemos una relación sólida y apasionante- le remachó mi madre.
Como pueden suponer a los soldados casi se le funden los fusibles ante tal confesión, cosa bien distinta le ocurrió a la vecina de hamaca, que con total naturalidad va y le contesta:
-"Que cool", a mi también me gustaría mantener una relación así, debe ser apasionante- dijo casi relamiéndose.
Ahora al que parecía que se le iban a fundir los fusibles era al marido de la vecina, que estaba un tanto apático y no había intervenido hasta el momento en el intercambio de confidencias, pero que ésta de su mujer le había puesto las pilas.
A partir de ese momento y dejadas claras las cosas, empezó un largo y estudiado posicionamiento. Los mirones, que en efecto eran soldados americanos en busca de "nuevas experiencias", pusieron en practica una estrategia de envolvimiento que consistía en acercarse a mi posición para, una vez ganada, afrontar el objetivo que no era otro que el asedio y la toma del chocho de mi madre.
La señora, que los ojos se le salían de las orbitas cuando miraba sin recato alguno la entrepierna de mi madre, nos ignoró a todos y se centró desde el primer momento en su objetivo: mamarle el chocho a mi madre.
El señor de la señora, un matrimonio acomodado y conservador hasta el momento como ellos mismos se definían, no le interesaba nada de lo que ocurría a nuestro alrededor, sólo le interesaba la confidencia de su pudorosa esposa que reclamaba a gritos "traspasar barreras" y estaba expectante en ver qué tipo de barreras iba a traspasar su reprimida señora.
Yo en cambio me situé en mi posición de Edipo Rey. Ya tenía la cohorte y ahora sólo me faltaba el escenario, de modo que les propuse a unos y a otros que cómo se acercaba la hora de comer que podíamos dejarnos caer por mi residencia, que estaba muy cerca de allí, y preparar entre todos algo de comer.
Obviamente, aunque eso no lo concretamos, cada uno ya tenía claro el menú que quería comerse ese día, de modo que la aceptación fue unánime y en apenas un cuarto de hora, todos estábamos en el salón de mi lujosa residencia en la Isla.
Lo primero que hice para deshacer el hielo inicial de los asistentes, fue quitarle las bragas que se había puesto mi madre antes de salir de la playa nudista, recostarla en un suntuoso y amplio sofá del salón, subirme encima de ella y follarla.
Tanto los soldados como los maduros no supieron reaccionar a tiempo, porque tuve la ocasión de echarle a mi madre un polvo de "puta madre" delante de sus narices, pero se ve que la señora del señor maduro era lenta en reaccionar, pero contundente, porque nada más levantarme de encima de mi madre, se echó literalmente encima de su chocho, enterró su boca dentro de sus carnosos y ahora también jugosos labios, y se dedicó a hacerle una mamada que los lambetazos retumbaba por toda la estancia.
Uno de los dos soldados, el angloamericano, se lanzó a por las tetas de mi madre, se las sacó del sujetador, se las metió en su boca y las succionaba como si de ellas fluyese néctar, y posiblemente así era, porque cuanto más chupaba más ansias de chupar le entraban.
El otro soldado, el latinoamericano, se lanzó por el culo de la señora del señor maduro, que lo tenía en pompa. Le quitó las bragas a mordiscos, buscó abnegado su recóndito chumino, le metió su polla y, diligente, buscó deseoso los labios de mi madre para lamerle frenéticamente su boca.
Mi madre se retorcía de gusto en el sofá cual odalisca que bailaba provocativamente para satisfacer los gustos de su señor el Rey. Mientras, el señor de la señora madura, viendo quizás por primera vez a su mujer follándose a otra mujer y a la vez follada por semejante mancebo, y quizás viendo que ya no le quedaban orificios donde enterrar su voluntariosa herramienta, optó por lo que estaba más a mano, es decir, hacerse una paja a dos manos mientras se le caía la baba contemplando los estertores de su casta esposa, cuando el soldado le soltó un chorro de leche que salpicó a todos los presentes.
La reprimida señora, ante tal cascada de leche y gemidos de placer, cometió la torpeza de levantar la cabeza de la entrepierna de mi madre para enterarse de cuánto acontecía a su alrededor, ligereza que el soldado angloamericano no desaprovechó para encaramarse a lomos de mi madre, encajarse entre sus piernas y enterrarle en su chocho una polla que reventaba de ansiedad.
Mi madre se abandonó y se dejó hacer. La esposa del señor maduro, un tanto despechada por tan jugosa perdida y viendo la calamitosa paja que su marido trataba de completar, se abrió de piernas en el sofá al lado de mi madre y benevolente, le ofreció a su marido un premio de consolación, cosa que su marido aprovechó a satisfacción, porque apenas un minuto después exhalaba ciertos sonidos de placer.
El señor se quedó exhausto encima de su señora, y ella, acostada al lado de mi madre que estaba siendo zarandeada vigorosamente por el soldado, le echó la mano por la cabeza, la abrazó y juntó su cara a la suya, como haciéndose participe del polvo que la estaban metiendo.
El soldado se recreó en el chumino de mi madre una eternidad. Parecía que sus ansias no se iban a ver colmadas nunca, pero de pronto desenfundó su polla y roció a los tres con su manguera, a mi madre, a la señora del señor y al señor exhausto encima de su señora.
El soldado se levantó de tan estratégico lugar y enseguida fue ocupado nuevamente por la señora del señor, que fue desalojado del sofá a empujones de su señora. La recatada señora entonces reanudó la faena que hacía unos minutos había dejado abandonada, esta vez entregándose a conciencia a su labor.
Le metió tal mamada a mi madre y mi madre le hizo tal paja a tan reprimida y pudorosa señora, que ambas se metieron una corrida que las hizo que cayeran desfallecidas, ambas mirándome satisfechas y ofreciéndome tan apasionante espectáculo de sexo, cuernos, incesto y lesbianismo
Me gustaría decirles que disfruto follando a mi madre, cosa que es cierta, pero también disfruto follando con otras mujeres, incluso a veces con hombres, pero con mi madre es diferente, porque con mi madre no sólo es follar. Alguien dijo una vez que la vida sólo merece vivirla cuando se traspasan barreras, yo mantengo que en el sexo, si no se traspasan barreras, no se despiertan las pasiones, esas que te hacen enloquecer, esas que tocas el cielo o que te calcinas en las llamas del infierno, esas que te hacen vivir en un día lo que la mayoría no consiguen en una vida.
Yo soy Edipo Rey, y últimamente me ronda una pasión por mi cabeza: quiero follar a mi madre delante de una cohorte que le rinda pleitesía y que sean conocedores de nuestra relación filial, y se me ha ocurrido una idea.
Hace unos días echaron por televisión un reportaje de la Isla de Ibiza, que como sabrán esta en el Mediterráneo y es un paraíso turístico, donde por igual corre el sexo y las fiestas, y hacían en ese reportaje especial énfasis en las playas nudistas que proliferan en toda la Isla.
Visto y hecho. Al día siguiente ya estaba reservando dos billetes de avión para irnos mi madre y yo unos días a las playas nudistas de Ibiza. Como pueden suponer, yo no ansiaba especialmente ver las chicas desnudas pasearse por las playas, yo lo que quería es que la gente viese a mi madre pasearse desnuda por las playas, y me atraía sobremanera el que alguien me viese follar con mi madre y que además supiesen de nuestra relación incestuosa.
No fuimos a ningún hotel, reservamos una villa lujosa y amplia muy cerca de la playa de Es Caballets, que como sabrán los que conozcan la zona, es donde se sitúa la mejor playa nudista de la isla, y como quiera que no estamos en plena temporada turística, pues la playa estaba un tanto desangelada, es decir, pocos nudistas de pro y muchos mirones de resabio, de los que van a buscar.
Nada más tumbarnos en un par de hamacas, ya estaban pululando a nuestro alrededor un par de chavales algo más jóvenes que yo. No, no fue por casualidad y no fue porque no hubiese otras chicas desnudas en la playa, es que mi madre tiene unas tetas firmes y puntiagudas (operadas, naturalmente), unas nalgas abultadas, pero no rellenas, y unos labios que incitan a beber de ellos, aunque lo más sobresaliente es el bello de su pubis: Tiene una mata de pelo en el chocho que te atrapa la mirada y ya no puedes desprenderte.
Y eso debió de ser lo que le ocurrió también a una pareja como de unos cincuenta años que pasaban arrastrando sus bolsas por la playa un tanto desganados. Cuando la señora se fijó en la mata de pelo del chocho de mi madre, soltó las bolsas y se tumbó en la hamaca más cercana a la nuestra.
Mi madre, muy recata ella, pues al ver la expectación que levantaba entre la pareja de salidos, perdón, de chavales de su diestra y los ojos de plato que se le pusieron a la señora de la hamaca de su siniestra, pues va y se abre de piernas, para mostrar "urbi et orbe" que tras aquella más que generosa mata de pelo, se escondía un chumino de labios gruesos y carnosos y que a la luz solar, desprendía destellos cual diamante de muchos quilates, aunque matizados por un color rubí que hacían las delicias de mirones y mironas que no daban crédito a sus fascinados ojos.
Los mirones, que se habían acomodado en una de las hamacas más cercana a la nuestra, parecían americanos, quizás soldados en permiso cuartelario y que posiblemente habían recalado en esa Isla en busca del sexo que posiblemente no disfrutaban en su destino. La pareja de maduros, que se habían situado en la hamaca más cercana a las nuestras, parecían gentes acomodadas del lugar y que frecuentaban la playa, porque la primera pregunta de la señora a mi madre fue si era habitual de la zona.
-No señora, yo soy de Madrid y estoy aquí de vacaciones con mi hijo que esta muy atareado en su trabajo y necesita descansar unos días-
Bueno, tanto los maduros como los soldados, porque uno de ellos era hispano y enseguida le puso en antecedentes al otro, ya sabían de nuestra relación. Éramos madre e hijo y estábamos desnudos tomando el sol. Sólo hacía falta que mi madre les pusiera en antecedentes de nuestra relación incestuosa, cosa que no tardó en suceder porque la vecina se lo puso a huevo.
-Pues con la de chicas jóvenes que hay por aquí, seguro que su hijo enseguida encuentra novia- le dijo taimadamente su interlocutora.
-No señora, mi hijo no viene buscando novia porque ya la tiene. Aunque soy su madre nosotros vivimos en pareja, somos pareja de hecho y mantenemos una relación sólida y apasionante- le remachó mi madre.
Como pueden suponer a los soldados casi se le funden los fusibles ante tal confesión, cosa bien distinta le ocurrió a la vecina de hamaca, que con total naturalidad va y le contesta:
-"Que cool", a mi también me gustaría mantener una relación así, debe ser apasionante- dijo casi relamiéndose.
Ahora al que parecía que se le iban a fundir los fusibles era al marido de la vecina, que estaba un tanto apático y no había intervenido hasta el momento en el intercambio de confidencias, pero que ésta de su mujer le había puesto las pilas.
A partir de ese momento y dejadas claras las cosas, empezó un largo y estudiado posicionamiento. Los mirones, que en efecto eran soldados americanos en busca de "nuevas experiencias", pusieron en practica una estrategia de envolvimiento que consistía en acercarse a mi posición para, una vez ganada, afrontar el objetivo que no era otro que el asedio y la toma del chocho de mi madre.
La señora, que los ojos se le salían de las orbitas cuando miraba sin recato alguno la entrepierna de mi madre, nos ignoró a todos y se centró desde el primer momento en su objetivo: mamarle el chocho a mi madre.
El señor de la señora, un matrimonio acomodado y conservador hasta el momento como ellos mismos se definían, no le interesaba nada de lo que ocurría a nuestro alrededor, sólo le interesaba la confidencia de su pudorosa esposa que reclamaba a gritos "traspasar barreras" y estaba expectante en ver qué tipo de barreras iba a traspasar su reprimida señora.
Yo en cambio me situé en mi posición de Edipo Rey. Ya tenía la cohorte y ahora sólo me faltaba el escenario, de modo que les propuse a unos y a otros que cómo se acercaba la hora de comer que podíamos dejarnos caer por mi residencia, que estaba muy cerca de allí, y preparar entre todos algo de comer.
Obviamente, aunque eso no lo concretamos, cada uno ya tenía claro el menú que quería comerse ese día, de modo que la aceptación fue unánime y en apenas un cuarto de hora, todos estábamos en el salón de mi lujosa residencia en la Isla.
Lo primero que hice para deshacer el hielo inicial de los asistentes, fue quitarle las bragas que se había puesto mi madre antes de salir de la playa nudista, recostarla en un suntuoso y amplio sofá del salón, subirme encima de ella y follarla.
Tanto los soldados como los maduros no supieron reaccionar a tiempo, porque tuve la ocasión de echarle a mi madre un polvo de "puta madre" delante de sus narices, pero se ve que la señora del señor maduro era lenta en reaccionar, pero contundente, porque nada más levantarme de encima de mi madre, se echó literalmente encima de su chocho, enterró su boca dentro de sus carnosos y ahora también jugosos labios, y se dedicó a hacerle una mamada que los lambetazos retumbaba por toda la estancia.
Uno de los dos soldados, el angloamericano, se lanzó a por las tetas de mi madre, se las sacó del sujetador, se las metió en su boca y las succionaba como si de ellas fluyese néctar, y posiblemente así era, porque cuanto más chupaba más ansias de chupar le entraban.
El otro soldado, el latinoamericano, se lanzó por el culo de la señora del señor maduro, que lo tenía en pompa. Le quitó las bragas a mordiscos, buscó abnegado su recóndito chumino, le metió su polla y, diligente, buscó deseoso los labios de mi madre para lamerle frenéticamente su boca.
Mi madre se retorcía de gusto en el sofá cual odalisca que bailaba provocativamente para satisfacer los gustos de su señor el Rey. Mientras, el señor de la señora madura, viendo quizás por primera vez a su mujer follándose a otra mujer y a la vez follada por semejante mancebo, y quizás viendo que ya no le quedaban orificios donde enterrar su voluntariosa herramienta, optó por lo que estaba más a mano, es decir, hacerse una paja a dos manos mientras se le caía la baba contemplando los estertores de su casta esposa, cuando el soldado le soltó un chorro de leche que salpicó a todos los presentes.
La reprimida señora, ante tal cascada de leche y gemidos de placer, cometió la torpeza de levantar la cabeza de la entrepierna de mi madre para enterarse de cuánto acontecía a su alrededor, ligereza que el soldado angloamericano no desaprovechó para encaramarse a lomos de mi madre, encajarse entre sus piernas y enterrarle en su chocho una polla que reventaba de ansiedad.
Mi madre se abandonó y se dejó hacer. La esposa del señor maduro, un tanto despechada por tan jugosa perdida y viendo la calamitosa paja que su marido trataba de completar, se abrió de piernas en el sofá al lado de mi madre y benevolente, le ofreció a su marido un premio de consolación, cosa que su marido aprovechó a satisfacción, porque apenas un minuto después exhalaba ciertos sonidos de placer.
El señor se quedó exhausto encima de su señora, y ella, acostada al lado de mi madre que estaba siendo zarandeada vigorosamente por el soldado, le echó la mano por la cabeza, la abrazó y juntó su cara a la suya, como haciéndose participe del polvo que la estaban metiendo.
El soldado se recreó en el chumino de mi madre una eternidad. Parecía que sus ansias no se iban a ver colmadas nunca, pero de pronto desenfundó su polla y roció a los tres con su manguera, a mi madre, a la señora del señor y al señor exhausto encima de su señora.
El soldado se levantó de tan estratégico lugar y enseguida fue ocupado nuevamente por la señora del señor, que fue desalojado del sofá a empujones de su señora. La recatada señora entonces reanudó la faena que hacía unos minutos había dejado abandonada, esta vez entregándose a conciencia a su labor.
Le metió tal mamada a mi madre y mi madre le hizo tal paja a tan reprimida y pudorosa señora, que ambas se metieron una corrida que las hizo que cayeran desfallecidas, ambas mirándome satisfechas y ofreciéndome tan apasionante espectáculo de sexo, cuernos, incesto y lesbianismo