Una mansión que acoge infinidad de orgías (caps. 4, 5, 6, 7, 8)

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Ene 4, 2025
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Jorge continuó haciendo zapping por las 61 habitaciones que acoge la Mansión El Edén en su planta baja y las dos superiores. También en el sótano las hay, estas están dedicadas al sadomaso y allí dirigió esta vez su atención el segurata.

En la habitación -14 observó que había una chica rubia muy hermosa, con un rostro angelical. Estaba de rodillas, con sus nalgas apoyadas en sus talones. Maniatada y con un aparato metálico en la boca que impedía cerrarla.

Al no poder deglutir la saliva, le iba cayendo por la comisura de los labios en forma de hilillos, cada vez más consistentes y espumosos.

En el suelo, acostado boca arriba, estaba un maromo, con la boca abierta recogiendo las babas para paladearlas y tragarlas con placer. Muchas de estas babas le caían en el rostro, y para que no se desperdiciaran, el esclavo las recogía y se las iba introduciendo en la boca, chupándose los dedos.

Rodeando la escena había siete fulanos sacudiéndose la verga de lo lindo viendo el espectáculo. A medida que les iban entrando ganas de correrse se acercaban a la chica y se vaciaban en el interior de su boca o en la cara. La hembra inclinaba la cabeza hacia el suelo descargando toda su mercancía de babas y semen en la cara y boca del esclavo. ¡Así siete veces! El mancebo no daba abasto. Se relamía. ¡Estaba en la Gloria!

Después, el esclavo le desabrochó, a la altura de la nuca, el aparato metálico que la chica llevaba en la boca, lo lamió hasta dejarlo impecable, y lo metió en un estuche.

Jorge hizo zapping a la habitación contigua, que es el monitor -15. Había una escena tan desagradable que el segurata no pudo aguantar más de treinta segundos viéndola.

Tres chicos maniatados y tumbados en el suelo boca arriba iban recibiendo de diferentes chicas que se colocaban en cuclillas sobre sus rostros, sus defecaciones. Algunas de ellas vomitaban también sobre ellos. Jorge decidió tomar aire y subir a la segunda planta y ver qué ocurría en la habitación 45.

¡Menuda coincidencia! Hoy era el día de encontrar a conocidos en la mansión. Ya en el anterior relato hablamos del párroco. En esta ocasión se topó con el alcalde pedáneo de su barriada. Estaba acompañado del presidente de una comunidad de vecinos afectada por las obras del Metro (les provocó unas grietas enormes en la fachada de su edificio), y por una hermosa chica de 24 años con una melena pelirroja ondulada. Lucía una blusa con un escote prominente acompañada de una minifalda color rosa.

Jorge agudizó el oído y escuchó lo siguiente:


Les he traído a esta mansión donde se fraguan los más importantes negocios de la ciudad, para hablarles del tema de las grietas de su bloque. A usted, señor López, por ser el presidente de la comunidad, y a usted, señorita Marga, por ser la mujer más hermosa del edificio –comenzó, rompiendo el hielo, don Alfonso, el alcalde pedáneo.

Pues usted dirá, don Alfonso, para qué nos a juntado aquí –comentó el señor López.

Se ha quedado corto, don Alfonso, con lo de que soy la mujer más hermosa del edificio. Yo diría que lo soy de todo el distrito, por lo menos –soltó, con cierta chulería, la señorita Marga.

Tiene usted razón, señorita Marga. Pero como solo a su edificio le afectan las obras del Metro, solo a él me referí. El caso es que siguiendo los trámites burocráticos pertinentes podrían pasarse meses, incluso años, con el problema de las grietas sin solucionar, con el consiguiente peligro de desplome del edificio. Para agilizar los trámites y que todo se haga en pocas semanas ustedes dos tienen que sacrificarse por su comunidad. Deben acostarse conmigo y hacerme el hombre más feliz de La Tierra.

Don Alfonso es físicamente más repugnante que su falta de ética. No supera el 1,60 m y pesará unos 120 kg. Por si fuera poco, aparte de seboso tiene una halitosis que se percibe a dos metros de distancia. Es extremadamente asqueroso. Un sexagenario que aparenta ser septuagenario.

El señor López es más agradable a la vista. Tiene buena percha. 1,80 m de altura, delgado y bien trajeado. Andará por los cuarenta años.


Pero yo no soy gay –comentó el señor López–. Entiendo que se quiera trajinar a esta muñeca de porcelana con pinta de furcia, pero no sé en qué puedo servirle yo.

Se equivoca señor López, su trasero virgen y su abultado paquete me excitan mucho más que la almeja perforada por mil hombres de esta puta veinteañera.

Ya lo ha oído señor López. A don Alfonso le pone usted más que yo. Así que, a poner el culo, ¡maricón! –le soltó Marga al cobarde de López, que quería escurrir el bulto poniendo a la joven como cebo.

Don Alfonso comenzó a desnudarse. Aquello era una bola de grasa inmensa acompañada de una picha de menos de 11 cm. Se acostó en una cama de matrimonio cercana y le hizo una señal al señor López para que se acercara. Una vez que este se aproximó, don Alfonso le dijo:


Practícame un Full Pack. No creo que te cueste mucho trabajo el introducirte todo mi rabo y mis huevos en esa boca de chupapollas que tienes. Cuando tengas todo el paquete dentro de tu garganta sacas la lengua y me lames el perineo y el ojete. Quiero correrme en tu boca de mamón. ¡Me excita mucho tu cara masculina y tu boca femenina!

Marga aprovechó para apretarle la cabeza a López hacia abajo, hasta que sus labios hicieran tope con el escroto de don Alfonso. Ayudaba a introducir los testículos del alcalde pedáneo en la cavidad bucal del chapero ocasional. Marga se reía y hacía comentarios jocosos.


Todo el chorizo y el par de huevos pa’ dentro. Este manjar no hace subir el colesterol. Es un menú ecológico. Saborea el paquete sin sacarlo de la boca, maricón. Y no te olvides de lamer el esfínter del amo –decía la señorita Marga soltando unas carcajadas.

Al cuarto de hora de estar López mamándole la entrepierna a don Alfonso, este comenzó a ponerse rígido y a los pocos segundos inundó la garganta de su amante de una ingente cantidad de líquido viscoso.

El chapero López se guardó toda la lefa en la boca y cuando se sacó los huevos y el rabo de su macho de la boca, se dirigió al rostro de Marga y le escupió toda la carga en sus mejillas, nariz y labios.

La señorita Marga extendió por su cara a modo de mascarilla toda aquella cuajada blanquecina. Después se puso a cuatro patas y le dijo a López que le penetrara la almeja, que la tenía chorretosa y pegajosa de lo salida que estaba.

El señor López no se hizo esperar y cogiendo por las caderas a Marga se la clavó de una sola estocada. A un ritmo salvaje se la iba follando. Marga jadeaba. Unía orgasmo con orgasmo. El pollón de López la encendía como a una hoguera. Ella no hacía más que arengarlo para que la empotrara como a un putón verbenero, sin compasión.

Mientras ocurría todo esto, don Alfonso se volvió a poner en marcha y con su minipolla erecta se dirigió a la retaguardia de López. Montaron un trenecillo. El alcalde le petaba con saña el culo al presidente de la comunidad y este, a su vez, le daba caña con buen empuje al chumino de la manceba.


Rómpale el trasero a este maricón, don Alfonso, que me está destrozando el coño a pollazos y no hago más que enlazar orgasmos. ¡Joder, qué placer! --decía, gimiendo, la señorita Marga.

¡Ya me corro! Le estoy llenando de esperma al chapero, el culo. ¡¡Cómo chilla el hijoputa!! –berreaba don Alfonso.

El señor López no pudo aguantar más la calentura y se corrió en el interior del chumino de su fémina.


¡Toma puta! Préñate de mí. ¡So golfa! –esbozó el señor López, todo excitado.

Cuando se desacoplaron, Marga ordenó a López que le limpiara la concha de caldos vaginales y de esperma de él. López se arrodilló y cumplió con lo ordenado por su diva. Mientras estaba inclinado mamando el chumino de Marga, por sus muslos le iba cayendo el semen que don Alfonso le había inoculado en su recto. Se le iba escurriendo hasta llegarle a las rodillas y de ahí al suelo.

Don Alfonso los observaba desde una hamaca en la que se había recostado. Se carcajeaba y decía:


Vaya par de putas. Os habéis ganado con creces que las grietas de vuestro edificio sean reparadas a partir del próximo lunes. Espero que vuestros vecinos sepan agradecéroslo y no os critiquen u os choteen cuando vean una copia en video de lo ocurrido hoy aquí –y soltó unas carcajadas diabólicas.

Jorge, el segurata, estaba haciendo un Máster de cómo conseguir sexo gratis a base de extorsión, chantaje y amenazas. Y sin coste alguno.






Ya hemos ido descubriendo lo que ocurre en 12 de las 61 habitaciones que integran esta mansión de lujuria y desenfreno. Si en cada episodio observamos e indagamos tres habitaciones, eso significa que a los 20 episodios le pondremos fin a esta investigación. Una investigación que nos desvela la doble moral, la doble vida, el cinismo y la hipocresía de los representantes de los poderes fácticos de un país.

Jorge, el segurata, acabó su turno hace un par de horas. Su lugar lo ocupa una vigilante de 28 años. Se llama Vega. Es rubia, con una melena recogida en dos trenzas. Menudita y delgada, apenas supera el metro y medio y pesará unos 40 kg. Pero es muy atlética y practica defensa personal.

Conectó con la habitación n.º 13, en donde el presidente y la directiva de la Mansión El Edén están reunidos en un Cónclave o Consejo para dirimir algunas proposiciones, sugerencias y aclarar algunas dudas.

Este Cónclave o Consejo lo componen el presidente y 20 directivos.

El presidente es el arzobispo de la zona. De los 20 directivos 8 son mujeres. Entre los 13 hombres se incluyen don Benedicto y don Alfonso (el párroco y el alcalde pedáneo, respectivamente, de los que ya hablamos en anteriores episodios).

Estos 21 miembros son todos accionistas, aunque no a partes iguales, y los únicos dueños de este negocio.

Este Cónclave lo componen magistrados, catedráticos, nobles de rancio abolengo, burgueses con grandes desembolsos en acciones de Bolsa, etc., etc. Todos y todas ellos ultraconservadores, como no podía ser de otra forma, pues tienen todo un tinglado burocrático, sistémico y de intereses de clase y casta al que conservar.

Están sentados en una mesa de roble semicircular. El orden del día va a tratar sobre tres puntos. A saber:

1) Sobre la existencia o no existencia de Dios.

2) Sobre la necesidad de inventarse un Dios, en caso de llegar a la conclusión de que este no exista, para el bien de la sociedad establecida.

3) Y sobre las nuevas titulaciones y méritos de los asociados para subir en el escalafón, en el organigrama, de la Sociedad de los Regresados a El Edén. Para ahorrar tiempo se hacen llamar Los Regresados.

Por la sala hay algunos y algunas Regresados que se pasean por el habitáculo en bikini, bañador o tanga, con la peculiaridad que de su cuello cuelga una figura circular plana, las había de diferentes colores.

Vega sabe que hay diez categorías con sus respectivos colores: blanco, amarillo, naranja, rosa, rojo, verde, azul, gris, marrón y negro.

Para pasar de la categoría Blanco a la categoría Amarillo hay que acumular 730 horas (el equivalente a un mes natural [pues si dividimos las 8.760 horas que tiene el año entre doce meses nos da 730 horas]), ejerciendo una actividad que más adelante desarrollaré con más detalles.

Para pasar de la categoría Amarillo a la Naranja hay que acumular 1.460 horas (el equivalente a dos meses naturales). Para pasar de la categoría Naranja a la Rosa hay que acumular 2.190 horas (el equivalente a tres meses naturales). Y así hasta llegar a la décima categoría que sería la Negro. Hay que aumentar 730 horas a la anterior cifra con cada escalada. Eso significa que para completar todo el ciclo y llegar a la categoría Negro que sería la diez, el o la Regresado tendría que sumar 45 meses naturales (o lo que es lo mismo, 32.850 horas). ¿Haciendo el qué? Me preguntarán ustedes. Pues allá voy con las explicaciones.

En la habitación 30, hay unos cuarenta sofás ordenados en espiral en donde los chicos se sientan totalmente en pelotas. Si están circuncidados esto favorece mucho la faena, pero si no lo están, hay que pasarle un esparadrapo o cinta aislante alrededor del prepucio (una vez que el glande esté descapullado), para evitar que el pellejo se suba. Es importante que el glande esté en todo momento en contacto con el aire. Al mancebo de turno se le ofrece un cinturón de castidad, el cual se ata a la cintura. Este cinturón de castidad en la zona inferior tiene dos cordeles, estos hay que atarlos a la bolsa escrotal, en la base de la polla, dejando los testículos como bolas navideñas.

Los cordeles tienen una longitud de un metro y hay que ir enrollándolos (apretando fuerte), hasta ir consiguiendo que abarquen el mayor espacio posible del escroto, dejándole a los huevecillos el mínimo espacio posible, en el fondo de la bolsa escrotal, insisto, a modo de adorno navideño.

En el interior del habitáculo metálico, que sirve para ejemplarizar la castidad, el tacto es como el del papel de lija. El alojamiento de la polla ahí no es muy placentero que digamos. Por si fuera poco esto, este aparato tiene la peculiaridad de que el tubo que acoge a la verga se puede ir girando en el sentido de las agujas del reloj o viceversa. No se puede hacer el gesto de la zambomba pues está sujeto a la base, pero se puede ir girando, con lo molesto que es para la polla y más en particular para el glande el hecho de tener un papel de lija rascándote el cipote durante horas.

Una persona, llamada Guía, vestida con una especie de capirote y sayón (que puede ser chica o chico, no se sabe), se sienta al lado del Regresado y durante 4, 6, 8 y hasta 10 horas al día le está dando vueltas al cilindro a modo de imitación de un monje tibetano con sus ruedas de plegarias. Este Guía, cada dos horas va cambiando de sofá y de Regresado.

En definitiva, estas horas se van contabilizando y así es el modo de ir subiendo en categorías, del color más claro al más oscuro. Esto les da un prestigio en la mansión y un caché económico mayor, también.

Para las mujeres que quieren ser Regresadas hay otra sala, que es la habitación 20. Allí también hay otros cuarenta sofás colocados en forma espiral. Las chicas deben acumular las horas haciendo lo siguiente:

Les colocan unas pinzas en los pezones y les van mandando corriente a baja intensidad. A su vez, deben sentarse sobre un consolador doble, sujeto al asiento, de 20 cm de largo por 14 cm de perímetro y meterse ambas pollas de madera de ébano por el culo y el coño. El asiento del sofá tiene la peculiaridad de que se va moviendo a modo de potro.

Esto es todo el misterio de los colgantes circulares de colores.

Vega se fija que hay muchos colgantes de color naranja, rosa y rojo, pero muy pocos azules o grises, y negros solo tres entre los hombres. En cambio, mujeres con colgantes marrones y negros vio a muchas más. No sabría decir si se debe a que las pruebas para las mujeres son más suaves o es que ellas son más constantes, persistentes y metódicas.

Pero volvamos al Cónclave, que se está poniendo interesante.

El arzobispo, que está sentado en el centro de la mesa semicircular, comienza diciendo:

--Se abre la sesión. El primer punto del día es reflexionar sobre si Dios existe o no existe. ¿El Big Bang fue un hecho natural y casual? ¿El universo es autosuficiente? ¿La energía y la materia son la causa incausada, el primer motor, y por lo tanto son eternas e increadas? ¿O es necesario acudir a un ente divino para explicar el fenómeno del cosmos y de la vida? ¿A un Ser inmaterial, aespacial y atemporal? ¿A un dios omnipresente, omnisciente, omnipotente (el cual no es capaz de vencer a Lucifer), y omnibenevolente (el cual permite los terremotos, maremotos, las pandemias, los tumores, la muerte por desnutrición de niños de cinco años, la muerte por cáncer de niños de ocho años, y un largo etc.)?

Si aceptamos esta última propuesta contradecimos la Teoría de la Navaja de Ockham, que trata de no multiplicar los entes de forma innecesaria. Si la astrofísica y la biología explican con claridad y con todo lujo detalles el origen del universo y el de las especies, no tiene ningún sentido el quitarse de la chistera un ente imaginario, llamado Dios (el cual nadie a podido demostrar su existencia de forma empírica y objetiva), y endosarle a él los atributos que por ley le corresponden al universo.

Doña Luz, que es una marquesa cuya familia heredó el título nobiliario de un antepasado del siglo XVI, le hizo una señal a una mujer de 35 años con un colgante color gris, para que se acercara a ella. Doña Luz tiene más de setenta años. Viste a la moda decimonónica. Parece sacada de una serie de época, pero cuando se suelta es muy guarra.

--Mientras el presidente nos honra con su elocuencia y erudición, introduce tu cara en mi entrepierna y me alivias un poco, que estoy muy salida –le sugiere doña Luz a la mujer–. Si eres de categoría Gris debes tener el coño y el ano muy irritados y doloridos, pero la boca la tendrás descansada. Así que, las dos horas que va a durar este Cónclave te las vas a pasar comiéndome el berberecho y provocándome unas buenas corridas, ¡cacho puta!

La chica obedeció a su ama y bajando al pilón, le lamió el coño todo arrugado y canoso a la momia calentorra, sorbiendo y tragando todos los jugos que doña Luz iba soltando.

El arzobispo seguía con su exposición:

--Porque si todo debe tener una causa y por lo tanto el universo, la energía y la materia no pueden ser su propia causa, ¿por qué ese ente imaginario llamado Dios sí lo puede ser? “El Gran Diseñador no puede ser diseñado. El Creador no puede ser creado”. Dicen los ignorantes y pacatos de mentalidad cuadriculada. Están empeñados en infravalorar el inmenso poder del cosmos. En empequeñecer los misteriosos atributos del universo. Todo lo hacen para engrandecer a su Dios, que es lo mismo que decir a su ego, su vanidad y su soberbia. “El universo no es eterno, tuvo un comienzo y tendrá un final” dicen, “Pero nosotros, los humanos, sí somos eternos”. ¿Hay mayor acto de estupidez y de engreimiento?

De todas formas, aunque aceptáramos a un Ser Supremo, esa postura nos llevaría al deísmo o al panteísmo (el universo es Dios, no busques fuera), pero de ahí a aceptar los diversos teísmos revelados hay un trecho muy grande. Las doctrinas politeístas y monoteístas son demasiado infantiloides para tomarlas en serio.

Así que, votemos ya. ¿Votos a favor de la existencia de Dios?

Nadie levantó la mano.

--¿Votos en contra de la existencia de Dios?

Los 21 miembros del Cónclave levantaron la mano.

--Primer orden del día solucionado. Dios no existe. Eso es una realidad objetiva. Pero ahora toca abordar el segundo orden del día. ¿Nos conviene seguir fingiendo, y en público aceptar la existencia de Dios? ¿Seguir adoctrinando al populacho en el temor a Dios? ¿En imponer en sus planes de estudio la creencia en un Santa Claus para adultos, que premia y castiga según nuestros actos? Yo creo que sí. Nuestros privilegios como nobles, aristócratas, burgueses, terratenientes, etc., estuvieron y siempre estarán al lado del Trono y el Altar. Necesitamos que el populacho, que en su mayor número es ignorante y supersticioso, se ponga de nuestra parte, aun comprando su complicidad (a precio de saldo, por supuesto).

Si no, los jacobinos, anarco-bakuninistas, bolcheviques y marxistas-trotskistas nos volverán a despojar de nuestras pertenencias y privilegios. Así que, ¿es conveniente instruir al populacho en la creencia en alguna forma de divinidad, que le inspire miedo y respeto y proteja al statu quo?

Todos levantaron la mano a favor de crear un plan de estudios para someter al pueblo, desde una muy temprana edad, a una autoridad divina (que es humana, y tan humana, la de los poderes fácticos), la cual sirva para blindar los intereses y privilegios de las clases altas y el de las castas.

--Bien, pues pasemos al tercer y último punto del día. El de repartir títulos y méritos a los asociados que hayan conseguido subir de categoría.

Muchas personas subían de la categoría Rojo a la Verde, de la Azul a la Gris, etc.

La chica que se estaba manducando la panocha de doña Luz se sorprendía de que esta soltara tantos caldos, unos efluvios riquísimos para mayor sorpresa, pues se sabe, que con la edad, la mayoría de mujeres sufren de sequedad vaginal.

Cuando le tocó el turno a esta mujer-esclava para recoger su titulación, que le reconoce su paso de la categoría Gris a la Marrón, se irguió, y con toda la cara llena de moquillos vaginales de la vieja (los labios los tenía muy enrojecidos al estar casi dos horas comiendo almeja), se dirigió al estrado.

Una vez acabado el acto, el arzobispo se dirigió a uno de los chicos que tenía un colgante negro y le comentó que quería romperle el culo. El chico, por supuesto, aceptó.

El resto de directivos y la chavalada Regresada formaron un corro alrededor del arzobispo seboso y el mancebo de categoría Premium. Don Pelayo, que así se llama el arzobispo, se acostó en una colchoneta y mandó al chaval que le soplara la polla, la cual tenía desinflada, para que se la pusiera a tono.

El jovenzuelo, más que soplar propiamente dicho, lo que hacía era masticarle el rabo para que cogiera la robustez y dureza oportunas, para una vez conseguidas ambas cosas, meterse el mástil del arzobispo por el culo de una asentada, pues el culo el mancebo lo tenía lubricado y bien abierto de antemano, ¡el muy maricón!

Al cuarto de hora de estar saboreándole la polla al arzobispo, esta ya estaba bien erguida y dura. Andaría en los 17 cm de larga por 13 cm de perímetro. El chaval se sentó en cuclillas sobre el falo de don Pelayo y de tres empellones se lo tragó entero por el esfínter.

La gente jaleaba al chaval para que cabalgara fuerte y a buen ritmo. A don Pelayo lo animaban a aguantar lo máximo que pudiera, para ver si el chaval se rendía y pedía ayuda a otro chapero o a alguna golfa con categoría Negro, y así se pondría la fiesta más entretenida. Estaba en juego el orgullo de don Pelayo, no podía vaciarse tan pronto. Tenía que aguantar como un potro el tiempo que su público le pidiera.

Pero la edad es la edad, don Pelayo andará en los 72 años y el mancebo de 25 años se lo puso difícil. El improvisado chapero, aparte de subir y bajar con su ano por aquel falo bien parecido, también hacía circulitos a modo de hula hoop cuando tenía todo el rabo bien incrustado en sus entrañas. Ponía los brazos en jarra y restregaba sus nalgas contra el pubis del septuagenario. Se ponía a cantar el pasodoble “… y los nardos apoyaos en la cadera”. Después volvía a la carga subiendo y bajando por el todo enrojecido miembro del arzobispo, por las sacudidas que le pegaba con su esfínter el mancebo.

Don Pelayo bufaba, no podía contenerse más y a los pocos minutos aúlla un “Toma lechada para tus intestinos, ¡maricón de cuplé!”. A los pocos segundos el chaval se desengancha, todo triunfal, de la ya semidesinflada minga de don Pelayo saludando al público como si hubiera conseguido las dos orejas y el rabo (nunca mejor dicho), en una plaza de toros.

Don Pelayo se quedó en la colchoneta, todo estirado y exhausto, pero también extasiado por el gran placer que había sentido al encular aquel recto tan sensual y acogedor, y sobre todo, no pudo reprimir un cierto rictus de orgullo al ver cómo se le iba escurriendo al mancebo, el semen de su maestro, por las nalgas y muslos.

Vega se puso tan cachonda, que se animó a inscribirse en la Sociedad de los Regresados a El Edén. La gratificaron con un colgante circular plano de color blanco. Vega estaba deseando acumular sus primeras 730 horas de envainadas por el chocho y el culo con sus respectivas descargas eléctricas en los pezones, para subir enseguida a la categoría Amarillo.






Vega, la segurata, luce con orgullo su colgante circular blanco recién adquirido. Está deseando terminar su turno de trabajo para comenzar a “sumar méritos” y así conseguir el colgante color amarillo pronto.

Mientras tanto hace zapping por los diversos monitores. En la habitación 5 observa que se está impartiendo una clase de fitness muy peculiar, de hecho a esta habitación la llaman “La Sala Gym”.

Esta sala consiste en una tarima o plataforma de madera maciza, que abarca casi todo el recinto. Tiene unos agujeros cada metro y medio de distancia, por donde asoman, a modo de champiñones, unas buenas vergas.

Cada hora se inicia una sesión de 40 minutos de “Sentadillas con pene incrustado”.

Las chicas, en grupos de 15 en cada sesión, escogen la polla a su gusto, y colocándose en cuclillas montan sobre ellas. Pero el ritmo de las sentadillas no lo marcan las chicas a su voluntad. Hay una persona, que utilizando un gong va marcando el tempo. Con este ejercicio tonifican muslos, glúteos y endurecen los abdominales.

La sesión de 40 minutos se divide en 8 etapas de 5 minutos cada una.

Se comienza con un ritmo muy lento. La persona encargada del gong va golpeando con la maza cada 4 segundos. Con el primer toque las chicas se incrustan la verga, poco a poco, hasta la base, y con el segundo toque se la van sacando hasta casi la punta del nabo. 8 segundos de un mete-saca a ralentí que sirve para ir entrando en calor.

En los siguientes 5 minutos se acelera un poco el tempo. El gong es golpeado cada 3 segundos (6 segundos un mete-saca). Las chicas van calibrando, calculando mentalmente, para que en 3 segundos la polla entre en su totalidad, y después, con el siguiente golpe de gong ir sacándosela casi entera.

En la tercera etapa la maza golpea cada 2 segundos (4 segundos un mete-saca). En la cuarta etapa el gong suena cada segundo (2 segundos un mete-saca). A partir de aquí, el percusionista cambia de táctica. En la quinta etapa, aunque sigue golpeando el gong una vez por segundo, avisa a las chicas que ahora con cada golpe de maza no hay solo que introducirse la verga, sino introducirla y sacarla (un mete-saca por segundo).

A partir de la sexta etapa se pone interesante la sesión, pues el percusionista golpea el gong 2 veces por segundo, exigiendo a las chicas 2 mete-sacas por segundo, siguiendo las indicaciones de la maza. Algunos chicos comienzan a bufar bajo la tarima, otros ya no pueden aguantar más y se acaban corriendo.

Hay chicas que cuando su potro se vacía antes de acabar la sesión se lo toman muy a mal. Se desenganchan del mancebo y levantan el brazo pidiendo otro macho. La picha del chaval que pinchó antes de tiempo, suele ir escupiendo el semen ad libitum, sin ayuda de ningún tipo de masaje. Incluso hay chicas, que si están muy enojadas, suelen abofetear con la palma y los nudillos de su mano el falo, mientras este, ajeno al enfado de la jinete, suelta sus descargas de forma mecánica. Otras son más consideradas y siguen follándose al chaval hasta que este deja de eyacular, para después pedir el cambio de potranco.

El chaval sustituido tiene como castigo recibir 30 latigazos en la espalda, por hacer perder el ritmo de la clase a la chica.

En la séptima etapa la maza golpea al gong 3 veces por segundo. Esto significa que hay que hacer 3 mete-sacas por segundo. Al llegar a este nivel de folleteo, algunas chicas también llegan al orgasmo. Las hay quien después de correrse se paran y abandonan la sesión, y otras, que, sin embargo, continúan con el fuelle como si nada hubiese ocurrido.

Hasta aquí es fácil seguir el ritmo, no perder el tempo que marca el metrónomo humano. Si todo va bien y ningún chico se desinfla antes de tiempo, las chicas deberían haberse envainado y desenvainado el pollón de sus machos ocasionales 2.112 veces.

En la octava y última etapa no es tan fácil seguir la comba que marca el gong. El mazo golpea 4 veces por segundo al instrumento, lo que significa 4 mete-sacas por segundo. Llegados a este nivel tan extremo se permite pasar de las “Sentadillas con pene incrustado” al “Butt Bridge con pene incrustado”. Las chicas se reclinan hacia atrás, apoyando sus manos en la tarima. Con esta postura se evita perder el equilibrio y sobre todo, facilita coger más y mejor impulso para así poder acelerar las estocadas.

Solo las muy expertas consiguen estar 5 minutos a un ritmo de 4 clavadas de polla por segundo. Esto significaría conseguir 1.200 estocadas en la octava etapa, que añadidas a las anteriores, sumarían 3.312 en total, en los 40 minutos de sesión.

Pero la mayoría de las chicas en la octava etapa andan entre los 900 y los 1.000 empellones, sumando alrededor de 3.000 clavadas de polla por sesión.

Por muy experta que sea la chica, si el chico no está a la altura de las circunstancias y se vacía en la sexta, séptima u octava etapa (sobre todo en esta última), pues es normal que la hembra se coja un cabreo de cojones. Tener que cambiar de potranco a mitad de carrera le corta el rollo a cualquiera, a más de ser perjudicial para el ritmo cardíaco también, por supuesto.

Después de unas diez sesiones como esta comienza a notarse en los cuerpos de las mujeres que practican este deporte los correspondientes efectos positivos. En cada sesión sudan lo suyo, las muy golfas. ¡Consiguen unas piernas, unos glúteos y un abdomen envidiables!

No solo van mujeres. A veces se anima a ir algún chico gay o bisex. También bajo las tarimas, en ocasiones, suele colocarse algún transexual que otro, propietario de una respetable verga.

A parte de “Sentadillas con pene incrustado” y de “Butt Bridge con pene incrustado”, también se suele practicar el “Saltar a la comba sobre polla”. En este caso, por el bien del chaval, es aconsejable que el pene esté lo más fofo y arrugado posible. Si está morcillón, y ya no digamos, enhiesto, el dolor que se siente suele ser insoportable. Algunas chicas en vez de saltar descalzas sobre el falo, lo hacen con zapatillas de tacos.

Vega se entretuvo lo suyo viendo esta clase de fitness tan especial. Decidió, acto seguido, cambiar al monitor -3, que como todos sabemos a estas alturas, pertenece a una habitación de sadomaso (como todas las del sótano).

Un hombre estaba sentado en un sillón de los que se usan en las peluquerías, con los brazos y piernas encadenados. Estaba completamente desnudo.

Una mujer de unos treinta años, con una melena morena rizada y con antifaz en el rostro, vestía solamente con ropa interior (sujetador, bragas, medias y liguero color negro), y unos zapatos de tacón de aguja. Caminaba sigilosa alrededor de su víctima.

Le sujeta el nabo con una mano y con la otra, sin preámbulos ni circunloquios, le introduce por la uretra una sonda de un grosor considerable.

Se la introduce y se la saca completamente varias veces. A medida que la polla va cogiendo consistencia, el injerto de la sonda por la uretra se hace más doloroso. Con la picha flácida, la sonda fluye mejor por el interior del pene y causa menos molestias.

La dómina decide hacerle una gayola. Se la va pelando muy despacio. La sonda poco a poco se va saliendo y la mujer, con la palma de su mano, la vuelve a meter (con brusquedad), hacia dentro. Parecía una pajita de un cóctel.

Cuando la dómina intuye que al esclavo le queda poco para llegar al éxtasis, pues comienza a salir algo de babilla (líquido preseminal), por la punta de la sonda, la mujer chasquea los dedos para que alguien que está en el fondo de la sala se acerque. Es un mozuelo imberbe de 18 años. Este se aproxima y se mete la “pajita” en la boca, sin tocar la polla en ningún momento.

Mientras la ama le zurra la sardina con garra al esclavo, el mancebo succiona, sorbe y va saboreando el líquido preseminal que asoma por la goma de la sonda.

Los resoplos y jadeos del macho sondado avisan de la pronta descarga de lefa. Efectivamente, a los pocos segundos el hombre, entre gemidos de placer y quejidos de dolor, va soltando sus ocho o nueve descargas de lechada, que suben como un cohete por la sonda.

El chico succionador, no pierde comba a la hora de ir extrayendo y tragando aquel líquido viscoso con sabor a leche condensada.

La dómina seguía zumbando la zambomba. Por la comisura de la uretra salen algunos restos de semen, por fuera de la sonda. Pero son insignificantes. El premio gordo se lo tragó íntegro el chico, sin tener contacto con la verga siquiera. Pero eso sí, la “pajita” no la soltó hasta estar completamente seguro de que de aquel “recipiente” ya no saldría ni una gota más de granizado sabor a nata. El sorbeteo de aquel cóctel especial aún duró unos buenos treinta segundos.

Una vez que el chico vuelve a su rincón, la dómina le va sacando a su esclavo la sonda. Cuando ya está toda fuera, la ama se la da a lamer a su esclavo para que la deje bien limpita para próximos usos.

Vega estaba como una moto de lo cachonda que se había puesto, pero no quería masturbarse para reservarse… ya sabemos el para qué.

Cambió a la habitación 44. Allí había una pareja de recién casados. Eran muy jóvenes, tendrían veintipocos años. Los muy estiraos estaban de rodillas rezando el Rosario y pidiéndole al Señor perdón por el acto tan pecaminoso que iban a realizar. Se meten en la cama y en un misionero arrítmico e insulso de estilo, el chaval a los pocos minutos se corre. La chica le dice: “Menos mal, pensé que no terminarías nunca” y se echan a dormir. Les queda mucho que aprender a estos pipiolos. ¡No saben en qué lugar se metieron!

A Vega ya le llegó el relevo. Se va disparada a comenzar sus “estudios” de Regresada.






Julián es el guarda de seguridad que reemplazó a Vega en la garita de control. Esta se despidió de él dándole un pico y palpándole el paquete. Julián le deseó suerte en su comienzo “académico” en la Sociedad de los Regresados a El Edén y le ofreció sus servicios de machoman para ayudarla a progresar en su carrera. Vega le tomó la palabra.

Julián es un chico de 38 años, 1,80 m de altura y 90 kg de peso. Está muy musculado pues participa en competiciones de halterofilia. Es un enamorado de sí mismo. No hace más que mirarse al espejo cuando está desnudo y admirarse de su hipertrofia muscular y de su vientre plano en forma de tableta.

En la habitación -5 hay un grupo de 100 mujeres, las cuales se hacen llamar “Las Féminas Chefs”. Se dedican a elaborar varios menús para la clientela a la que le apetezca degustar manjares exquisitos. Los hay para veganos, vegetarianos y para omnívoros. Julián posó su atención en ellas, pues le gusta mucho aprender sobre dieta fitness.

Pero en esta mansión de lujuria y perversión todo tiene sus peculiaridades. La comida debe ser masticada por las chefs y escupida en unas ollas grandes. Para que la comida no se haga excesivamente pastosa, de vez en cuando una de las féminas orina dentro de la olla.

La carne, el pescado, las verduras, las patatas, la fruta, etc., etc., deben ser bien trituradas por los dientes de aquellas hembras cachondas. Hay que convertir los alimentos sólidos en una copiosa papilla. Para evitar que por algún despiste o fallo humano se cole algún alimento mal masticado, una de las chicas, remangándose los sayolos, se mete dentro de la olla y al viejo estilo de pisar las uvas, machaca con sus pies descalzos toda la papilla que sus amigas van escupiendo en el interior de aquel gigantesco recipiente, hasta dejarla como un puré acuoso.

Un grupo de chicas mete sus pies en una tinaja llena de agua caliente. Se cortan las uñas de los pies, cuando comienzan a ablandar. Con una lima se van deshaciendo de las pieles muertas de los talones. También aprovechan para cortase las uñas de las manos. Todo ello lo echan en la tinaja. Lo remueven con el agua, ya oscurecida por la suciedad que desprenden aquellos piececitos cuidadosamente poco higienizados. Cuando sospechan que esa agua podría ya tener el correspondiente sabor a potaje de pezuñas, la vacían en la olla.

También le echan a la olla moquillo, mocos y unos buenos gargajos verdes arrancados de sus gargantas con brío y maestría.

Aquellas inmensas ollas cuarteleras las ponen a fuego lento para que la comida se sirva tibia. En la habitación -6 hay un gran salón comedor en donde los y las clientes, en fila y con su correspondiente bandeja, plato, cuchara y vaso van pasando por el mostrador. Dependiendo del menú que deseen se acercan a unas camareras o a otras. Las ollas tienen un letrero identificativo: dieta vegana, omnívora, etc. Las camareras con sus respectivos cucharones van sirviendo la comida. Cuatro cucharones por plato.

Una vez sentados los clientes en sus mesas, las camareras les van sirviendo la bebida. Cogen el vaso de vidrio, lo colocan en el suelo. Ellas se inclinan un poco haciendo una ligera sentadilla, y a modo de como se escancia la sidra, van orinando en el interior de aquellos vasos de tubo. Los clientes lo paladean y saborean con devoción antes de tragarlo. Son unos caldos exquisitos de diferentes cosechas, dependiendo de la edad de la hembra productora.

En la habitación -7 hay 100 “Machos Chefs” que repiten el mismo proceso de elaboración de menús que sus compañeras, con el añadido de que estos vacían buenas descargas de semen sobre sus ollas. La extracción de lefa la provocan practicando el onanismo, haciéndose felaciones mutuamente o rompiéndose el culo en algunas ocasiones.

Los machos se desacoplan de las bocas y traseros de sus amantes instantes antes de correrse para luego apuntar sus falos al interior de las ollas y soltar sus ocho o nueve escupitajos de líquido blanquecino viscoso. Otros machos eyaculan en las bocas y culos de sus respectivas “hembras”, después estos vacían sus “recipientes”, bien cargados de leche, en las ollas.

En la habitación -8 hay un salón comedor también, donde los y las clientes degustan a placer los menús, en esta ocasión elaborados con materia prima masculina. Como bebida, los camareros utilizan sus pollas a modo de sifón, y van rellenando los vasos según sus clientes les vayan pidiendo.

Algún cliente o clienta pide una tostada con “salsa bechamel” recién elaborada, a ser posible delante de la mesa. Entonces uno de los camareros se masturba en el salón, junto al cliente, y cuando ya está a punto de correrse, coge dos o tres tostadas y las va rellenando de su lechada recién exprimida. La chica o el chico las engulle encantada.

En estos salones comedor del subsuelo, donde se practica la dominación y la humillación, el menú cuesta 30 euros el plato, a más de caprichos extra que se pagan con 10 euros más por ocurrencia (como lo de pedir tostadas con “salsa bechamel” o un café capuchino con una buena carga de “nata montada”).

Julián en las 8 horas de su jornada laboral aprovecha para cascarse la polla de lo lindo. Se corre 5 veces dentro de un termo el cual contenía café. Llama por teléfono al comedor de “Los Machos Chefs” para que manden a alguien a buscar su humilde contribución a la causa. El chico que acude a la garita del segurata le dice a Julián que se fije en una manceba pelirroja que está sentada en la mesa 7 con su novio, pues el café se lo van a servir a esa pareja. Julián le dio las gracias al chico por la información y quedó pendiente de esa mesa.

Cuando la fulana pelirroja pide dos cafés bien cargados de “nata” para ella y su novio, el camarero se acerca con el termo de Julián. Les sirve el café. Pero la chica protesta diciendo:


No tiene pinta de estar bien cargado.

Le aseguro, señorita, que el dueño del termo, que es el guarda de seguridad, se vació cinco veces en su interior –aseveró el camarero.

Pues yo quiero que se note más la espuma en la superficie. Cinco corridas en un termo de un litro no es mucho, ni siquiera afecta al color.

Entonces el camarero llama a tres compañeros y entre los cuatro consiguieron complacer a la chica. Se pajearon sus miembros de casi 20 cm de largo, con furia. La chica se relamía esperando su ración de crema montada. Su novio fue acercando las tazas a las pollas según se iban corriendo. Tanto la taza de la pelirroja como la de su novio quedaron bien cargadas de abundantes copos de esperma… sin contar las lechadas de Julián.

El novio pagó un suplemento de 60 euros, que se añadieron a los 60 euros de los menús, por aquellos cafés bien cargados.

El camarero siguió sirviendo en otras mesas el resto de café que aún quedaba en el termo de Julián, hasta agotarlo. Muchas chicas y chicos se maravillaban del sabor tan especial de aquella mezcla.

Julián hacía dos horas que había acabado su turno (ya estaba Marisol, su reemplazo), pero se quedó un poco más para ver cómo aquellas guarras y guarros se tragaban su simiente.


Eres un insolidario. Te vaciaste 5 veces para complacer a esas furcias y chaperos pero para tus compañeras de trabajo no guardaste nada, ¿no? –le soltó con sorna Marisol.

Marisol es una buena hembra de 1,75 m. Es rubia con melena hasta la cintura. Una diva del Metal Sinfónico. Canta en un grupo llamado Lilith y Las Valquirias. Le encanta enfundarse trajes de cuero ajustados, casi todos de color negro, aunque también tiene alguno rojo, gris o blanco. Marcan a la perfección su talle, con esos pechos prominentes y sus glúteos y muslos bien trabajados por infinidad de sentadillas y zancadas practicadas en la “Sala Gym” de la mansión. Es una Regresada de categoría Gris, por cierto.

Julián quiso complacerla pero su pene no daba para más. Entonces lo suplió con su lengua. Le hizo una buena comida de almeja a Marisol. Esta es una loba insaciable. Una diosa celosa de sus súbditos. Muy exigente. No permitió que Julián abandonara su cueva hasta que no le proporcionara cinco buenos orgasmos.

Julián la obsequió con cientos de lascivas lamidas de chocho; morreos y besos de tornillo hasta casi tocar el útero con la punta de su lengua, no faltaron tampoco; sorber y tragar mililitros y mililitros de zumo de coño de su exuberante amante es una obligación que cumple con embriagado placer.

Aquella sesión de lavado de bajos duró cuarenta y cinco minutos. Cuando ya, Marisol, consigue las cinco corridas indicadas anteriormente, deja libre a Julián para que se vaya a casa a complacer a su esposa, aunque será con un dedo o un dildo (pues la polla y la lengua, Julián, las tenía muy dormidas y cansadas).

Pero de Marisol y de las muchas guarradas que pondrá en práctica durante su turno de trabajo, y de la mansión El Edén seguiremos hablando en el siguiente relato.






Una vez que ya se quedó sola Marisol en la garita, al haberse marchado su compañero Julián, esta comenzó a hacer zapping por los diferentes monitores que conectan con las habitaciones.

En la habitación 4 observa que hay tres parejas muy apuestas y atractivas. Cada una de ellas pone en práctica una postura diferente del Kama Sutra.

La primera pareja está compuesta de un chico de 1,90 m, rubio y con ojos azules. La chica andará en el 1,70 m y es pelirroja y con pecas. Los dos parecen dioses bajados del Olimpo. Ella está de pie, contra la pared, y se agarra a unas anillas. El chico la está empotrando con saña. A veces se la enchufa en el coño y otras veces lo hace por el ano. Va alternando las entradas, pero sin perder la comba y el ritmo.

La segunda pareja la componen un maromo de 1,86 m, rapado al cero y con una copiosa barba. La fulana medirá 1,65 m, pelo corto y con labios muy carnosos e hinchados. Esta pareja también está de pie, con la diferencia de que la hembra está colgada, como un koala, del cuello del mocetón. Las hermosas y contorneadas piernas las coloca rodeando la cintura del chaval. Este, sujetándola bien por las cachas, va marcando el ritmo. Gracias a sus desarrollados y considerables bíceps y tríceps, no le cuesta nada subir y bajar el cuerpo de aquella cortesana, para así proporcionarle placer y su correspondiente orgasmo.

La tercera pareja la forma un chaval de 1,70 m, pelirrojo y algo escuchimizado. La hembra es una auténtica loba. Una rubia despampanante de ojos negros y con el cuerpo lleno de tatuajes. Esta pareja practica la postura del sofá (él sentado y ella a su vez sentada sobre él, pero dándole la espalda). El ritmo del fuelle lo marca la chica. El chico bufa, le cuesta mantener la concentración para no correrse tan pronto. La golfa marca un buen ritmo de mete-sacas. A veces, la furcia, se la mete por el culo, y aunque entra de forma más trabajosa, no por ello baja el ritmo.

Así estuvieron una buena media hora. El acaloramiento les daba un cierto brillo a sus cuerpos desnudos. Los cabellos comenzaban a estar un poco chorretosos, por el sudor.

El primer chaval, cuando se corrió, lo hizo sobre las nalgas de la chica. Esta, después, fue pasando sus dedos por la zona encharcada. Recoge algunos restos de esperma y se los lleva a la boca, para saborearlos. Puso cara de que le agradó.

La segunda pareja se corrió al unísono, quedando enganchados algún tiempo más. Cuando la chica decide descolgarse del chaval para ir a buscar una cerveza, se observa cómo se le va escurriendo el semen por los muslos.

El tercer chaval se vació en el trasero de la manceba. Con las palmas de las manos eleva un poco las cachas de la chica, para tener la holgura suficiente y poder petarle el culo con rudeza y conseguir una eyaculación placentera. Después, la chica, lo mandó tumbarse en el suelo. Ella se colocó en cuclillas sobre su cara y le vació todo el esperma para que lo saboreara, y ya de camino, que le pegara un buen morreo al ano.

Marisol se puso tan cachonda que no pudo resistir el llamar a esa habitación, para que los tres maromos fueran a la garita de seguridad y tirárselos a un tiempo, en su noche de guardia. Los chicos aceptaron.

Mientras esperaba la llegada de los tres guarros, Marisol hizo zapping a la habitación 1. Allí se encuentra una condesa muy peripuesta. Pertenece a la directiva de la mansión El Edén y es una de sus mayores accionistas. Es una mujer de unos 66 años, 1,60 m de altura y con casi 100 kg de peso. Su cuerpo es como un colchón de agua. Es muy fofa, no es de carnes prietas.

La mujer está sentada sobre la cara de un puto. La cama en la que se ubican es de estilo rococó, muy señorial. Ella ni se mueve. No hace el menor gesto de frote intentando buscar su propio placer. Tampoco hacía falta. Por la cara de golfa babeante que pone, se nota que el chico le está trabajando los bajos a conciencia. Aunque no se ve nada (por el inmenso volumen corporal de la señora), es obvio que el gigoló le proporcionó, por lo menos, tres orgasmos en lo que llevan de sesión de cunnilingus.


Siempre habrá clases, cariño. Siempre habrá quien esté arriba, gozando de los placeres de la vida y de buenos orgasmos, y quien esté abajo, haciendo el trabajo sucio de lamer culos y rajas ensangrentadas. Por lo menos, conmigo, no tendrás la preocupación de si te vas a tragar restos de la menstruación, ¿verdad? –dijo la condesa, con sorna, y soltó unas carcajadas.

Por fin llegaron los tres chicos a la garita. Aunque Marisol solo tiene 26 años no se amedrenta ante tanto macho musculado. Al que mide 1,70 m, por ser 5 cm más bajito que ella, lo convertirá en el esclavo del grupo. Le encanta utilizar a uno de sus amantes, cuando monta orgías, como chivo expiatorio, y así vengarse de la sociedad patriarcal en la que le tocó vivir.

Marisol se desprendió de su uniforme en un santiamén. Ellos venían en albornoz y quedaron en pelotas en un plis plas, también. Sus rabos, en vivo y no a través del monitor, se veían más grandes y gordos. Se nota que utilizan bombas de vacío para muscular y alargar, más aún si cabe, aquellas nada despreciables pollas.

Marisol, al ver la copiosa barba de uno de ellos, se acordó de que tenía que pedir cita con la habitación 25, que es una sala de rasuración (una mezcla de salón de belleza, peluquería y barbería). Marisol acude a este lugar una vez por semana. Cambió al monitor 25, para observar qué ocurría en la Sala de Rasuración.

La Sala de Rasuración tiene 20 sillones. Un biombo separa los sillones utilizados por hombres de los utilizados por mujeres. Allí se rasura la parte del cuerpo que el cliente pida. Las zonas más rasuradas en esta sala son las axilas, el pubis (con todo su contorno), y las piernas.

Los y las maestros tienen unos ayudantes. Hay ayudantes que se dedican a utilizar sus bocas y lengua a modo de bálsamo. Lamen y besan las zonas del cuerpo recién depiladas, para que las clientas no sientan demasiado el escozor. Cuando el rasurado se practica a navaja o con cuchilla, que es la mayoría de las veces (en contadas ocasiones se utiliza la cera o el láser), pues hay otro grupo de ayudantes que se dedica a cambiar los cuencos (que suelen contener agua caliente), por otros nuevos, cuando ya el agua está turbia y con abundantes micro pelos en el fondo del recipiente o flotando en la superficie.

Pero en esta mansión nada se desperdicia y esta agua turbia los ayudantes la vacían en sus gargantas. Beben con ganas. Se relamen recogiendo los micro pelos que pudieran quedarles en la comisura de sus labios.

La segurata estaba tan salida (viendo las guarradas que los ayudantes de los maestros exponen con tanta lascivia), que se puso de inmediato manos a la obra con sus putos, los cuales ya tenían sus rabos en posición de firmes.

Al rubio de ojos azules lo mandó tumbarse en el suelo. Marisol lo montó, dándole la espalda y metiéndose por el culo la verga del mancebo. Bombeó con rabia aquella tranca, durante unos minutos. Después se recostó un poco y ordenó al calvo de barba copiosa que se la metiera en el coño. Estuvieron practicando este peculiar sándwich un buen rato. El pelirrojo escuchimizado en ocasiones le metía el rabo en la boca a Marisol y otras veces hacía de mamporrero, metiendo en sus orificios correspondientes las pichas que por descuido se salían y lamiendo los bajos de los tres actores en acción.

Marisol decidió darse la vuelta. Ahora en el suelo se colocó el pelirrojo. La segurata se enchufa su verga en el coño. Se inclina un poco para lamer los pezones y el cuello al chaval. El rubio, aprovechando que Marisol tenía en pompa y bien abierto el trasero, se le acerca y la ensarta por el culo en dos estocadas. Con esta modalidad de sándwich (a diferencia de la modalidad anterior), es el esfínter anal el que recibe con furia las emboladas, mientras que el coño solo se limita a albergar la polla. El chico de abajo apenas se puede mover y bastante hace con conseguir que la polla no se desinfle.

La chica besa al pelirrojo y le lame las orejas. El calvorotas se coloca enfrente, para que Marisol le haga una felación. La muy guarra no se lo piensa dos veces y engulle aquel falo de 18 cm, al completo. Estuvo practicando una buena garganta profunda con aquel rabo alrededor de un cuarto de hora. Las babas que se le iban escurriendo por la comisura de los labios y deslizándose por los huevos del barbudo, caían en la cara del pelirrojo. Marisol, en ocasiones, se sacaba la polla de la boca y soltaba unos abundantes y espesos espumarajos sobre la cara del chivo expiatorio.


Abre la boca y trágatelo todo. Es un alimento muy nutritivo, mi amor –le dijo al mancebo escuchimizado, guiñándole un ojo.

Decidieron cambiar de postura. En esta ocasión lo harían de pie. Marisol se cuelga del pescuezo del barbudo y con sus piernas lo abraza por la cintura. El fulano se la clava en el chocho. El rubio se coloca detrás de ella y abriéndole bien las nalgas se la calca por el culo. Hicieron un sándwich, pero esta vez de pie. Marisol levitaba, los chicos la sujetaban por los muslos, nalgas o por la cintura. Entre los dos podían, con cierta comodidad, manejar bien a aquella hembra endiosada.

El pelirrojo se coloca bajo palio y va lamiendo todo lo que se le pone a tiro. Cuando algún rabo se sale, el chaval le pega unos cuantos chupetones y lo vuelve a incrustar en su agujero correspondiente.

Los chavales sudaban lo suyo dándole fuelle fuerte a la chica. Los dos, a un tiempo, la clavaban y desclavaban de sus respectivos orificios. Sincronizan sus movimientos de emboladas. Marisol empalmó tres orgasmos seguidos. Tan intensas fueron sus corridas, que le provocaron unos espasmos salvajes. Su squirt no se desperdiciaría. Lo recoge el pelirrojo en su boca. Coloca los morros al modo de estar bebiendo de un botijo. También lame los cachos de polla que van quedando a la vista y los huevos de sus compañeros, buscando restos de squirt. Lo paladea, saborea y después se lo traga todo. ¡Es el mejor champagne del mundo!

A los veinte minutos de estar trajinándose a la hembra en esta posición, los chicos deciden ponerse de acuerdo y correrse al unísono. Se concentran, y al rato, inundan las entrañas de esta zorra insaciable de una ingente cantidad de esperma. Después de correrse siguen con sus pollas en el interior del coño y el culo de la potranca, hasta que, con el paso de los minutos (al volverse flácidas), fueron saliendo de sus escondrijos ellas solas. Detrás de ellas salieron unos buenos chorros de líquido viscoso. Los que salían del chocho mantenían su original color blanco, pero los que lo hacían por el trasero, eran de un color más oscuro, como de café con leche.

El guarro pelirrojo lo sorbía y tragaba todo con sumo placer. Los chicos seguían sujetando a la furcia en aire, para que el pelirrojo pudiera lamerle el ojete y el conejo a gusto, buscando los restos de las cuajadas de sus colegas. También chupeteó los capullos de sus pichas, extrayendo las últimas gotas de oro blanco.

Cuando Marisol se bajó de su particular tiovivo, se puso de rodillas y le comió el rabo al pelirrojo. Este estaba tan cachondo que se corrió enseguida. Marisol hizo unas gárgaras y luego escupió en una copa toda la lechada. Volvió a meterse todo el líquido en la boca y volvió a hacer otra sesión de gárgaras. Lo escupió en la copa. Esta vez había más contenido, pues al semen había que añadirle una buena cantidad de saliva espumosa. Marisol puso en práctica una tercera sesión de gárgaras, volviendo a sorber el líquido de la copa.

Cuando lo escupió por tercera vez, la copa estaba prácticamente llena de semen y espumarajos. La golfa se lo dio a beber al pelirrojo. Este se tragó todo, sin dejar una sola gota en el interior de la copa. Los restos de semen y saliva espumosos que quedaron pegados en los laterales de la copa, los recogió con un dedo y se lo fue chupando.

Marisol quedó encantada con este chivo expiatorio. Contactaría con él sin dudarlo, para otros encuentros. No es fácil conseguir a un excelente cuckold con el cual poner la guinda a una morbosa y excitante sesión de sexo duro. Se despidió de los tres dándoles un fabuloso morreo y les agradeció la sesión de sexo que le habían regalado.
 
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