Una Madre con Ganas de Nuevas Sensaciones 008

heranlu

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Por medio de su primo Pedro y en varias conversaciones del messenger, Francis se enteró de todo lo ocurrido en su ausencia. Le tranquilizó saber que al menos su primo David había controlado a sus dos colegas y evitado que pasara nada más fuera de lo normal, aunque dejar que dos adolescentes se follaran a su madre ya era algo fuera de lo normal. Sin embargo, le preocupaba, al igual que a su madre, que cada vez que David intervenía en escena todo estaba más cerca de irse al garete, lo que le hizo maldecir el día en que le hizo partícipe de ella.

Aunque los días posteriores a la orgía en el pueblo hizo que el ambiente entre madre e hijo estuviese más frío no tardaron mucho en volver a sus quehaceres sexuales pues Francis siempre encontraba tiempo para un polvete rápido o para recibir una golosa mamada, dejando las grandes sesiones para las noches de los fines de semana.

Isabel en cambio, si estaba más preocupada por lo ocurrido en casa de su hermana porque pensaba que en un pueblo y con jóvenes calenturientos de por medio sería más fácil que la noticia se extendiera rápidamente. No obstante, las noticias que su hijo le daba eran tranquilizadoras.

Ya había pasado casi mes y medio desde la feria y los encuentros con Francis se mantenían. Dedicaba tiempo a sus estudios, a sus amigos, seguía asistiendo al club de tennis, es decir, que hacía la vida normal de un adolescente excepto en fijarse en otras chicas. Según habían profundizado más en su incestuosa relación su fijación en ella había aumentado y pensó que eso no era bueno. Ella mantenía la creencia de que con el paso del tiempo se hartaría de ella, pues al fin y al cabo no era más que una cuarentona de cuerpo aceptable que no podía competir con las jóvenes generaciones de chicas, aunque bien es cierto que ella le ofrecía algo que esas adolecentes se negaban a hacer y no era otra cosa que sexo, sexo prácticamente cuando él quería, donde él quería y como él quería.

Hilando todos estos pensamientos y otros tantos que iban por el mismo camino, llegó a la conclusión de que tal vez estaría creando alguna obsesión en su hijo y que lo mejor sería detener la vida pecaminosa que llevaban. Aunque su apetito sexual lo lamentaría, pensaba que sería lo mejor para su hijo.

Ensimismada estaba en sus pensamientos mientras realizaba algunas de las tareas de la casa que no oyó el teléfono hasta que sonó por tercera vez, por lo qué rápidamente fue hacía él antes de que saltara el contestador.

-¿Sí?


-Hola, Isa, ¿qué tal? – dijo una voz al otro lado del teléfono.

-Sí, soy yo. ¿Quién es? – preguntó Isabel mientras miraba el número de teléfono que aparecía en la pantalla sin reconocerlo.

-¿Tan pronto te has olvidado de mí? – rió la voz. – Soy Rafa. ¿De verdad que no me has reconocido?


Pues era totalmente verdad, no había sabido quién la estaba llamando pero ahora sí era consciente de quién era, su "ex".

-Ah, hola. – respondió bastante cogida por sorpresa. - ¿Qué quieres ahora? – preguntó con la frialdad que pudo reunir en tan poco tiempo.

Hacía bastante que no sabía de él y las últimas veces que habían estado en contacto había sido por medio de los abogados y ahora que había podido remontar vuelo tras lo que para ella supuso una dramática separación, lo que menos quería era ver como su "ex" volvía a meterse en su vida.

-Tranquila, no seas tan seca que ahora no te he hecho nada.


-Ja. – rió irónica Isabel. - ¿Qué quieres?


-Así me gusta, directo al meollo. Igualito que antes, bueno… Quería hablar contigo sobre Francis. Lo vi hace un mes o así, en la feria y me comentó sobre algunos problemas en el instituto y quería saber cómo le iba, si se había solucionado o no.


-¡Qué!¿Qué hablaste con Francis? – preguntaba Isabel recibiendo el segundo golpe de sorpresa. - ¿De qué problema hablas?


-Sí, ya veo que no te ha dicho nada. – dijo Rafael que sonreía al otro lado del teléfono. – Tranquila, le di algunos consejos que creo que le habrán ayudado.


-Pero, pero, ¿qué es lo que le pasa? – preguntó Isabel más angustiada. - ¿Qué le has dicho?


-Mira, es muy largo para explicar por teléfono, si quieres quedamos y te lo explico.


-¿Pero es grave? A mí no me ha dicho nada.


-No es grave, pero es mejor solucionarlo cuanto antes por si acaso. No te preocupes si no te ha dicho nada, los niños se refugian en los padres o en las madres según les parece. – la consoló Rafael falsamente aunque muy convincente. - Eso sí, no le vayas a decir nada porque confió en mí. A ver si por querer ayudar vas a meter la pata. Sí quieres quedamos y te lo explico, como te he dicho.


-Sí, sí. – asentía nerviosa Isabel. – Está bien. ¿Puedes quedar mañana por la mañana? Es que me has metido el susto en el cuerpo.


-¿Mañana? Pero tendrá que ser a las 10:00 que tengo el descanso para el desayuno.


-Está bien, no importa.


-¿Te acuerdas de la oficina dónde estaba, no? Bien, pues si sigues adelante, dirección al Corte Inglés, verás una pequeña plaza a mano izquierda. Podemos desayunar en un bar que hay en la plaza, se llama "Tapas Jamón", "Tapas Jamonete" o algo así. – instruyó Rafael.

-Vale, creo que sé qué plaza es. Pues mañana a las 10:00 nos vemos allí.


-De acuerdo, y tranquila que seguro que el niño ya lo ha solucionado. Si es muy espabilado.


-Sí, bueno. Eso espero. Adiós.


-Adiós.


Lo que le faltaba, cuando creía que su hijo era un estudiante modelo en el instituto ahora resultaba que tenía problemas y lo peor es que ella no se había enterado. No, lo peor era que su ex marido estaba al tanto de todo, eso era lo peor porque se sentía en parte traicionada por su hijo. Sabiendo lo mal que lo había pasado con el divorcio, no le gustó que su hijo acudiese a su padre en busca de ayuda y más después de todo lo que había hecho por él, sobre todo desde el verano.

No le apetecía nada tener que ver a Rafael pero bien era cierto que si Francis tenía problemas, lo mejor era enterarse de cuales eran esos problemas y según fueran de graves, decidiría si hablar con su hijo directamente del tema o bien ayudarle indirectamente.

Cuando Francis llegó a casa no le sacó el tema aunque le costó mucho evitarlo. Lo bueno fue que estuvieron poco juntos pues ella tenía que entrar a trabajar poco después y ya en el trabajo, enredada en sus deberes, aparcó esos pensamientos momentáneamente.

A la mañana siguiente, se preparó y fue al encuentro de su ex esperando enterarse de qué ocurría con su hijo y que ella, tan protectora como le hubiera pasado por alto. Le resultó difícil encontrar aparcamiento cerca del bar, pero lo consiguió. Era mediado de noviembre y hacía frío pues el cielo estaba gris aunque no creía que fuese a llover. Vio a lo lejos el pequeño bar y en una de las mesas de fuera, apartado del resto, estaba sentado Rafael. Según se acercaba los nervios iban creciendo pues era la primera vez que lo veía a solas en mucho tiempo pero para darse ánimos se puso a sacarle defectos. Le parecía que tenía muchas más canas que cuando se separaron y también estaba algo más gordo, no mucho, pero se le veía una incipiente papada.

-Hola. Qué puntual. – dijo Rafael cuando vio llegar a Isabel, la cual le pareció estar más guapa que cuando la vio por última vez, que estaba más entrada en carnes.

-¿Y tú? ¿Cómo es que ya has llegado?


-Me he escaqueado un poco. Venga siéntate y pídete algo.


-Aquí hace algo de frío, vamos dentro.


-El bar es muy chico y está todo lleno. Es hora punta para los desayunos. Además que están todos fumando y no me quiero intoxicar más de lo exigente.


Entonces Isabel se sentó y le pidió al camarero un café sombra. Reparó también que Rafaél tenía un diente torcido. Siempre lo había tenido torcido, pero ahora le parecía, no… le apetecía que lo tuviera más torcido. Sus nervios se disiparon aunque le dejaron una sensación de intranquilidad.

-¿Qué tal?¿Cómo te van las cosas? – preguntó Rafael a su ex mujer.

-Genial. Cuéntame, ¿qué le pasa a Francis? – exigió saber Isabel que quería terminar cuanto antes aquel encuentro. - He venido para hablar de Francis, no para hablar de tonterías.


Rafael se recostó en la incómoda silla del bar sin dejar de mirar a Isabel, parecía estar estudiándola mientras cavilaba. Finalmente empezó a sonreír hasta que estalló en una carcajada.

-¿Pero qué leches te pasa?¿Ahora de qué te ríes? – pregunto Isabel indignada por la situación.

-Está bien, perdón. – se disculpó. – A ver, ufff. Pues mira, como te dije me encontré a Francis de casualidad en la feria y estuvimos charlando. Hablamos de las tonterías de siempre, los estudios, las chicas, qué podía contar conmigo para lo que quisiera y ya está, nada más.


-¡Qué!¡Pero qué dices!¿Entonces de qué leches querías hablar? Mira, mejor me voy, no voy a perder más tiempo contigo, ya perdí muchos años de mi vida. – dijo mientras recogía el bolso y empezaba a levantarse.

-Siéntate o cuento por ahí que eres una puta de adolescentes. – dijo Rafael rápidamente.

-¡Qué! – alcanzó a decir Isabel aturdida.

-Lo que has oído. Siéntate o le digo a tu hermana Marga que ahora te dedicas a follar con menores de edad en su casa.


El color de piel de Isabel comenzó a cambiar del rojizo por el frío a uno más pálido mientras su estómago se plegaba sobre si mismo, haciéndola debatirse entre vomitar o cagar, y sus piernas la sostenían con dificultad por lo que se volvió a sentar. Estaba aturdida pues no esperaba que su ex le saliera con eso. Estaba a punto de echarse a llorar.

-Me cago en todo, es verdad. – dijo Rafael con una sonrisa triunfal. - ¡Joder! Estaba convencido pero tenía mis dudas, con lo mojigata que has sido.


-¡Cállate!¡No digas tonterías! Estás loco, me marcho. – dijo tratando de aparentar que no sabía de lo que hablaba pero para su desgracia su cuerpo traicionaba sus palabras. – No dices más que estupideces.


-Siéntate. - ordenó.- Cuando hablé con Francis, lo acompañé hasta la casa nueva de tu hermana y allí vi salir a dos muchachos. Ambos iban hablando del polvazo que acababan de echar. Así que les pregunté de qué hablaban y algo bebidos me dijeron que se acaban de follar a una puta madura que había pagado su amigo. – se detuvo a mirar como los ojos de Isabel se ponían vidriosos tratando de controlar las lágrimas. – Pensé que realmente la pandilla de tu sobrino y Francis habían contratado a una prostituta pero cuando vi tu coche a la entrada de la casa me hizo dudar. Sin embargo, ha sido tu reacción ahora mismo la que me lo ha confirmado. ¡Joder! Qué bajo has caído coño, follarte a unos chavalines, a tu sobrino, seguro que te has follado a nuestro hijo y todo.


-¡Cállate! – le dijo mientras se limpiaba las lágrimas y él sonreía.

Se estableció un duro silencio entre los dos y mientras este transcurría podía verse como la autoestima de Isabel caía en picado mientras que el orgullo y la prepotencia inflaban el ánimo de Rafael.

-¿Qué quieres conseguir diciéndome esto?¿Dejar de pagar la manutención de tu hijo?¿Humillarme?¿Qué? – preguntó Isabel mientras se terminaba de limpiar las lágrimas.

-No, nada de eso. – dijo un sonriente Rafael. – Verás, lo que quiero. – se acercó a ella. – Lo que quiero es acostarme contigo otra vez. Ya sabes, a cambio de que yo no diga nada. He estado muy cachondo desde aquel día y quiero desfogarme contigo.


-De eso ni hablar. – dijo rápidamente Isabel. – No volveré a acostarme contigo, maldito cerdo.


-Lo harás o tu hermana y todo el pueblo se enterará que te dedicas a desvirgar a los jovencitos de la familia.


Isabel recogió su bolso y se arregló la ropa para irse de allí. Quería huir, quería alejarse de ese hombre que tenía delante de ella y olvidar lo ocurrido, aunque sabía que no podría.

-Ya te llamaré y cuando lo haga te abrirás a mí. – le dijo Rafael a su ex antes de que se alejara de la mesa y siguió comiendo su desayuno.

Isabel caminó cual zombie hasta el coche donde se desplomó y rompió a llorar. Le había costado mucho superar la ruptura de Rafael, de quien había estado enamorada y ahora descubría lo ciega que había estado como para no ver a semejante demonio. Lo peor de todo no había sido el encuentro con él, que había sido terrible para su estado de ánimo, si no el chantaje al que la acababa de someter pues si no obedecía se arriesgaba a un escándalo público. De igual modo que había cedido al chantaje de su hijo y su sobrino tendría que ceder al de su ex, y mientras que el primero la había excitado, el segundo le repugnaba.

Los días fueron pasando y sólo cuando Isabel se encontraba atareada en el trabajo conseguía apartar de su mente a su ex y su siniestro chantaje. En esos días había dado largas a su hijo y evitado acostarse con él poniéndole mil pegas pues no tenía ánimo para hacer nada. Mientras, cada llamada de teléfono la sobresaltaba esperando ver reflejado el número de Rafael, pero este no parecía dar señales de vida hasta que finalmente la llamada llegó.

Se encontraba fregando los platos mientras que Francis acababa de salir para el club de tenis a jugar un poco cuando el teléfono empezó a sonar. Se aceró y reconoció el número. Se puso muy nerviosa pero dejó no sonar y sonar el teléfono hasta que calló pero ni medio minuto después volvió a sonar.

Desesperada, Isabel descolgó el auricular.

-¿Qué quieres? – dijo tratando de aparentar frialdad pero en su voz se leía el miedo que tenía.

-Vaya, vaya. Has tardado en coger el teléfono. Me pregunto qué estarías haciendo, ¿follando con un jovencito?


-¡Cabrón! – se exasperó Isabel que no era muy propensa a decir tacos. - ¿Qué quieres, cerdo?


-En cuarenta minutos estaré en tu casa, así que ve preparándote para mí.


Ni hablar!¡No vas a entrar en esta casa!


-Ya lo creo que sí. Esta tarde harás lo que yo te diga o le cuento a tu hermana y a tu jefe lo que haces, así que en cuarenta minutos me recibirás y no quiero que tardes en abrir la puerta tanto como has tardado en coger el teléfono, ¿entiendes? – Rafael esperó la respuesta afirmativa de su ex. – Bien, pues nos vemos en seguida.


Nada más colgar el teléfono, Isabel rompió a llorar preguntándose cómo había podido llegar a eso. Varias veces la situación había escapado a su control pero de un modo u otro todo parecía encauzarse, aunque no exento de consecuencias, pero esta vez parecía que terminaba una etapa y se presentaba otra pues estaba seguro de que su ex marido aprovecharía la situación al máximo.

No se había movido del sofá junto al teléfono cuando Rafael llamó al timbre. Los cuarenta minutos se habían pasado volando y como un autómata Isabel se dirigió a la puerta. Rafael entró sonriente sin esperar a ser invitado a pasar y se quedó contemplando a su mujer, porque para él, esa tarde Isabel sería más que su mujer, sería su puta.

-Pensé que te habrías arreglado un poco para mí. – dijo Rafael maliciosamente.

-Rafa, por favor. Vete de aquí, no me hagas esto a mí ni a Francis…


-Ssssshhhh. No he venido a hablar. – dijo mientras subía las escaleras para llegar al dormitorio de Isabel. – Venga, cuanto antes empecemos antes terminaremos. Seguro que es lo que quieres.


Sabiendo que eso era una gran verdad, Isabel lo siguió lentamente hasta su habitación. Rafael se movía como si aún viviese allí y pronto bajó persianas, encendió la luz y comenzó a desvestirse colocando la ropa sobre una silla.

Viendo que Isabel permanecía quieta en la entrada de la habitación, Rafael, ya desnudo, fue a buscarla y la llevó hasta la cama para ir quitándole la ropa acto seguido. Isabel por su parte pedía una y otra vez a su ex que se marchara y dejara las cosas estar pero sólo consiguió enfadar a Rafael.

-Mira Isa, será mejor que comiences a cooperar ya o me largo de aquí a gritar a los cuatro vientos lo puta que eres. – la amenazó y la empujó sobre la cama.

Isabel se calló y se terminó de desvestir ante la lasciva mirada de su ex. No le molestaba tanto el hecho de acostarse con él, aunque era pasar un mal trago, pues ya se había acostado con él muchas veces en sus años de casada, lo que la atormentaba es que dejarse follar por él esa tarde no lo mantendría callado, si no que cada vez pediría algo más por su silencio.

-Vamos, chúpamela un rato como tú sabes. – interrumpió los pensamientos de Isabel. – Y mientras quiero que te masturbes, que te quiero bien mojada cuando te la vaya a meter.


Con esta orden, Isabel se acercó obediente a su ex que la esperaba de pie junto a la cama. A cuatro patas en la cama, Isabel gateó hasta aquella verga antaño deseada para lamerla lentamente mientras que con una mano se dedeaba al mismo ritmo que lamía.

-Eso es, así, así. Muy bien, Isa. – animaba Rafael a su ex conforme se iba excitando. – Trágatela toda. ¿La echabas de menos, verdad? Pues chupa que te vas a hartar de polla.


Contrarrestando la excitación de Rafael se encontraba Isabel, la cual llevaba varios minutos mamando y succionando el cañón de su ex y a pesar de sus caricias por autosatisfacerse no conseguía calentarse, por lo que se sorprendió imaginando que aquella polla que comía no era la de Rafael si no la de Francis, y fue sólo entonces cuando su coño respondía a sus caricias.

-Chupa con ansía que me voy a correr, vamos. ¡Traga!¡Traga! – advirtió Rafael. – Oooohhh, sí. ¡Joder! Trágate todo. Así, sí.


Rafael sostuvo la cabeza de Isabel en el mismo instante que su cipote lanzaba las primeras descargas de leche haciendo que las recibiera todas y cada una de ellas en su boca. Isabel trató en lo posible no tragarse el semen que le invadía la boca, pero le fue imposible y volvió a notar su sabor fuerte escupiendo el resto en cuanto la polla de Rafael liberó su boca.

-¡Guau! Ha estado bien. Veo que te has convertido en una buena comepollas. No quiero ni pensar cuantas pollas de niños te habrás comido. Jejejejeje.
 
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