Una Madre con Ganas de Nuevas Sensaciones 004

heranlu

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Era bien entrada la mañana cuando Isabel despertó. Seguía desnuda en la misma postura en la que se acostara en la madrugada y cuando quiso levantarse comprendió porque no se había inmutado en toda la noche. Un dolor agudo sacudió su culo recordando en el acto todo lo sucedido a lo largo de la noche, además de sentirse como si hubiese recibido una paliza. Se sentía tremendamente agotada.

Despacio y con gestos de dolor consiguió recostarse de lado en la cama y vio una mancha de sangre en la sábana y aunque ésta no era grande, la sangre alarmante y escandalosa como es, consiguió asustarla. Como hiciera antes de dormir, volvió a palparse la entrada de su ano y aunque mucho más cerrado aún estaba levemente dilatado.

Con más dificultad aún consiguió ponerse en pie, entonces reparó en el bote de aceite solar que tan efectivo les había resultado a su hijo y a su sobrino para profanarle el culo. Lo recogió y con andar dificultoso consiguió llegar al cuarto de baño donde se encerró. Al mirarse al espejo vio el resultado de una noche de auténtica locura por lo que evitó mirarse en él.

Dejó el bote de aceite en un estante y se metió en la bañera dispuesta a ducharse. Bajó el agua mucho del cansancio, del dolor y de su malestar pareció irse, pero una y otra vez se preguntaba cómo había permitido que la situación llegara a ese punto. Su apetito sexual y su depravación la habían traicionado y su culo había pagado por ello. Hasta esa noche todo había ido bien a pesar de algunas cabezonerías de Francis y había disfrutado plenamente de lo ocurrido pero el nuevo paso dado había puesto todo patas arriba. Se había acostado con sus sobrinos y debía de encontrar el modo de primero, hacerlos callar por lo sucedido y segundo, conseguir que no se volviera a repetir, pues comprendía perfectamente que al ser jóvenes y traviesos podrían irse de la lengua por fanfarronear ante sus amigos. A su hijo podría controlarlo, pero a sus sobrinos, viviendo en otra ciudad no los podría tener bajo vigilancia y esto le preocupaba.

Salió de la bañera y tras secarse volvió al dormitorio para ponerse algo de ropa, pero cuando vio que agacharse para ponerse unas bragas era aún demasiado doloroso, se limitó a ponerse un camisón largo de verano.

Recogió las sábanas manchadas de sudor, esperma, flujos y sangre para bajarlas hasta la lavadora, algo que resultó toda una hazaña, pues bajar las escaleras fue para ella igual de doloroso que los polvazos recibidos en su agujero negro la noche anterior.

Ya en el lavadero y con una punzada de dolor que la hizo erguirse sin conseguir introducir las sábanas en la lavadora, vio como su sobrino Pedro la observaba desde la cocina.

-Pedro. – lo llamó. -Ayúdame a meter esto en la lavadora, ¿quieres?


Pedro, nervioso fue hasta ella y metió todo en la lavadora. Se había pasado toda la mañana solo encerrado en el dormitorio de Francis porque éste y su hermano se habían ido a trabajar y él tenía miedo de estar a solas con su tía cuando ésta despertara. Había disfrutado como el que más en la orgía pero también había visto sufrir a su tía, y para él su tía era como una diosa.

-Tita, ¿estás bien? – se atrevió a preguntar.

-Sí, cielo. Es sólo que… es sólo que estoy muy cansada. – le respondió tras mirarlo durante un rato.

-Yo... tita, anoche. Siento si te hicieron daño. Todo fue por mi culpa, si yo no te hubiera tocado por la noche no hubiera pasado nada. – Pedro empezó a gimotear.

-Vamos, cariño. No te pongas así. – Lo abrazó para tranquilizarlo. – No ha sido culpa tuya, Pedro. No me hicieron daño. – mintió descaradamente, pues su culo gritaba lo contrario. – Vamos, no llores. ¿Acaso no te gustó lo que pasó?


-Sí. – respondió más calmado. – Pero tú querías parar y ellos no…


-Ellos estaban disfrutando, lo mismo que hiciste tú. - Isabel se sorprendió a sí misma justificando y disculpando a Francis y a David. - ¿Pero sabes una cosa Pedro? No puedes contar a nadie lo que pasó anoche. Si se lo contarás a algún amigo, a tu madre o a tu padre, vendría la policía porque es ilegal y no podríamos vernos más.


-Yo no quiero eso, tita. De verdad que no. No diré nada a nadie, te lo prometo. Haré y diré lo que me digas. Te lo juro.


-Y tampoco lo podemos volver a hacer.


-Está bien, tita, como tú digas.


Esto último ya no le gustaba tanto, había subido el cielo y bajar de él no iba a ser fácil pero admiraba y quería tanto a su tía que seguiría siendo el sobrino obediente que gustaba a Isabel aunque se muriera por follársela otra vez.

Isabel dio por convencido a su sobrino Pedro, aunque más tarde le volvería a recordar su silencio, pues sus padres vendrían a buscarlo al día siguiente. El problema vendría con su hermano David, que se demostró más cabezón y bruto si cabe que Francis. Al menos con él tendría todavía un mes para abordarlo y convencerlo. Y por su puesto tendría que hablar con su hijo nuevamente, pues los impulsos de Francis eran difíciles de controlar y tenía que poner remedio a eso como fuera si no quería que la situación se escapara a su control definitivamente.

Cuando los jóvenes adolescentes llegaron de trabajar hicieron un profundo interrogatorio a Pedro sobre lo sucedido en su ausencia y éste le explico su conversación con Isabel y como ésta había pasado la mayor parte del día en su dormitorio descansando. De paso aprovecharon para dejarle bien claro de que no debía decir una palabra de lo sucedido.

Temeroso, Francis quiso comprobar en persona cómo se encontraba su madre, pero ésta lo despachó rápido alegando mucho cansancio. Los primos no vieron a Isabel salir de la habitación en todo el día.

Al día siguiente, cuando Francis y David ya se encontraban de nuevo en el trabajo, la hermana de Isabel y madre de Pedro llegó para recogerlo. Isabel trató de aparentar normalidad aunque estaba muy nerviosa de tener a su hermana frente a ella después de haberse follado a sus hijos. Finalmente y tras charlas triviales Pedro y su madre volvieron al pueblo e Isabel pudo estar más tranquila.

-Bueno, un problema menos, al menos por el momento. Ahora a ver qué hago con los otros dos. – se dijo a si misma recostándose en el sofá con dificultad y dolor anal.

Lo siguiente que hizo fue llamar al hotel para pedir algunos días libres aquejando dolor de lumbago. Aún sentía ardiente dolor cuando se sentaba, agachaba o al subir y bajar escaleras. Después se preparó para la charla que tendría con su hijo y su sobrino, donde les dejaría bien claro de que todo había acabado, incluso las relaciones con su hijo. Era algo que a ella misma le disgustaba pero no podía arriesgarse a cometer más locuras. Con esta determinación se preparó para afrontar a los chicos que en esos momentos regresaban del trabajo.

-Francis, David, cuando terminéis de ducharos, bajad, que quiero hablar con vosotros. – dijo Isabel seriamente.

Los muchachos sabían que tarde o temprano debían encarar la charla de Isabel y por eso se habían preparado a fondo. Tras darles muchas vueltas al coco, estaban totalmente convencidos de que tenían todos los ases de la baraja, por eso fueron a ducharse más tranquilos de lo que Isabel hubiera deseado. Al terminar se sentaron frente a Isabel.

-Una vez. – dijo Isabel alzando el dedo índice.- Una vez ha ocurrido y no va a volver a pasar, ¿entendéis? Lo de la otra noche fue algo que nunca debió pasar y por eso no se va a repetir más. Se acabaron vuestras miradas lascivas, los toqueteos y por supuesto no volveréis a acostaros conmigo. – continuó autoritaria. Se estaba gustando en esa faceta. – Fue un error, yo admito toda la culpa pues soy la adulta y vosotros dos jóvenes con las hormonas revueltas, pero quiero vuestro respeto y por supuesto nada de lo que ha ocurrido debe saberse nunca.


-Pero mamá, ¡qué dices!¿No empezaste tú todo esto porque te gustaba? – repuso Francis.

-Por eso mismo, yo lo empecé y lo voy a terminar. Así que metéoslo ambos en la cabeza.


-Mita, tita, sé que nos pasamos un poco y que te hicimos algo de daño. Pero no niegues que te gustó y disfrutaste de nosotros toda la noche. – argumentaba David.

-¡Algo de daño! David, he tenido que pedir más días libres porque aún tengo el culo dolorido. Me hicisteis algo más que daño, la sábana estaba manchada de sangre.


-No fue nuestra intención hacerte daño, mamá. Lo sentimos de verdad, pero estábamos muy calientes y nos dejamos llevar, queríamos probarlo todo.


-Eso no es lo importante, lo importante es que no me hicisteis caso, os dije… os rogué que pararais y no lo hicisteis. – se detuvo y los miró. – Es como si me hubieseis violado, chicos, ¿es qué no os disteis cuenta?


-No lo volveremos a hacer, de verdad. – intervino David. - Te haremos caso, la próxima vez.


-Es que no habrá próxima vez. No supisteis aprovechar algo que sucedió por las buenas y ahora, por las malas, lo habéis perdido.


Todos quedaron en silencio e Isabel se sabía triunfadora, le gustaba esa sensación de autoridad que apenas había mostrado a lo largo de su vida, aunque una parte de ella se lamentaba por perder esas jóvenes y traviesas vergas.

-¿Qué pasaría si contáramos a la tita Marga (Margarita, la hermana de Isabel) que has abusado de nosotros? – preguntó Francis maliciosamente.

-¿De qué hablas? No digas tonterías, hijo. Eso es falso. – Isabel comenzó a asustarse pues no estaba segura de hasta qué punto sería falso ni hasta dónde estarían dispuestos a llegar los dos adolescentes. – No juguéis con eso, sabéis que nadie se puede enterar de esto. ¿No veis el escándalo que se formaría aquí y en el pueblo? Esto destrozaría a toda la familia si llega a saberse. Así que no lo mencionéis ni en broma.


-Bien, entonces quizá deba plantearlo de otro modo. – intervino David igual de malicioso que Francis. - ¿Qué estarías dispuesta a hacer para que digamos nada?


Isabel sintió como si la golpearan en la boca del estómago y se quedara sin aire durante un instante antes de poder responder.

-Pero, pero… ¿Os estáis oyendo?¿Es qué me estáis chantajeando?¿Acaso queréis que compre vuestro silencio permitiendo que os acostéis conmigo nuevamente?


-No, queremos que te acuestes con nosotros siempre que queramos. – dijo su hijo. – Queríamos que aceptaras por las buenas, pues hemos disfrutado mucho contigo y sabemos que tú con nosotros, pero parece ser que has optado hacerlo por las malas.


-¡Estáis locos! – les gritó queriendo levantarse del sofá, pero una punzada de dolor le advirtió que hiciera movimientos más lentos. – Salid de mi vista ahora mismo. Espero que penséis bien lo que habéis dicho y no hagáis una estupidez que paguemos todos. – dijo tratando de aparentar firmeza aunque estaba completamente aterrada.

-En tus manos esta seguir gozando como una perra o arruinar nuestras vidas. – sentenció David de forma arrogante y soberbia.

Francis y David salieron de casa dejando sola a Isabel en el sofá tratando de controlar el llanto inminente. Deseó dormir y olvidar todo, volver atrás y que nada de lo ocurrido hubiera pasado, maldijo el día que masturbó a su hijo en la playa y todo lo que ello desencadenó. Subió a su dormitorio y se encerró nuevamente en él, se tumbó boca abajo para que su dañado culo no sufriera y hundió la cabeza en la almohada para ocultar sus lágrimas.

"No se atreverían" se decía una y otra vez pero la duda insana que sus miradas habían provocado en ella, la carcomían, pues conocía lo cabezones y tercos que podían llegar a ser ambos y como había sospechado y comprobado, también podían ser muy perversos.

Dejó de llorar y abrió el cajón de su mesita de noche. Los había llamado locos, pero sabía que en el fondo la loca y la enferma era ella, pues a pesar de sentirse asustada, dolida e incluso traicionada, temblaba levemente de excitación. Así, tomo del cajón la caja con las píldoras anticonceptivas. No la había tomado el día anterior, pero esperaba que el tratamiento siguiera haciendo efecto. Engulló una de las pastillas y de ese modo, con una mezcla de temor y morbosidad, consintió al chantaje de Francis y David.

Durante los días siguientes, Isabel apenas cruzó un par de palabras con los chicos y sintiéndose algo mejor se reincorporó al trabajo para de paso pasar menos horas en casa y evitar encontrarse con su hijo y su sobrino. También esperaba que en cualquier momento se abalanzaran sobre ella para volver a follarla pero esto no sucedía y no sabía por qué. El por qué no era otro que la recuperación de Isabel, pues tanto David como Francis sabían que le habían causado un daño en su ano y esperaban ansiosos a que su hembra madura se recuperara lo antes posible, aunque en la espera tuvieran que pajearse a destajo.

Ellos se habían mostrado muy duros pero realmente querían que Isabel cooperara de buena gana para que todos pudieran gozar y disfrutar, pero siendo dos jóvenes con las hormonas cachondas no iban a dejar escapar la oportunidad de tener a una mujer que complaciera sus deseos más morbosos quisiera ella o no.

Ocho días dejaron pasar los dos pervertidos, ocho días en los que Isabel estaba no sólo recuperada sino también expectante.

Estaba atardeciendo cuando Isabel se acababa de meter en la bañera tras otro día de duro trabajo cuando los chicos volvieron de la playa predispuestos a acostarse con Isabel esa misma noche.

-¡Mamá, ya hemos llegado! – anunció Francis en cuanto entraron.

Subieron las escaleras dispuestos a ducharse para quitarse la arena y la sal de la playa cuando vieron bajo la puerta del baño que la luz estaba encendida y oyeron un poco de agua.

-¡Hey, mira! Tu madre se está bañando. – señaló David.

-Entonces vamos a hacerlo ahora, hay que aprovechar. Total, nosotros también nos tenemos que bañar.


Entraron en el dormitorio y se desnudaron con rapidez.

-Joder, ¿ya estás empalmado? Jejejejjeje. – dijo Francis mirando a su primo.

-¿Qué quieres? Tengo muchas ganas y no puedo perder el tiempo que cuando termine el mes me voy.


Isabel oyó el alarido de su hijo anunciando su llegada y los oyó entrar en el dormitorio, para jugar con los videojuegos, supuso. Y fue por esta suposición por la que se sobresaltó cuando vio que la puerta del baño se abría y entraban en él su sobrino y su hijo, ambos desnudos, uno con la verga totalmente erecta y el otro semi-erecta. Se tapó con una mano su pubis y con la otra sus pechos aunque inmediatamente pensó que era estúpido pues podía leerse en sus miradas y en sus duras pollas (Francis terminó por empalmarse cuando vio desnuda a su madre otra vez) que la iban a follar sí o sí.

-Por favor, no lo hagáis. Esto no puede seguir así. – dijo Isabel aunque en su foro interno anhelaba el reencuentro con las jóvenes pollas.

Se acercaron en silencio y Francis se arrodilló junto a la bañera para comenzar a acariciar los muslos de su madre mientras su primo permanecía en pie a su lado.

-No, Francis. No sigas. – se quejó su madre.

Pero no hizo movimiento alguno de rechazo, de hecho, Francis la notó temblar aunque no sabía si por temor o por excitación. Mientras lo averiguaba llevó su mano hasta la vagina de su madre, le apartó la mano y acarició sus pelos hasta que dio con su raja, la cual empezó a frotar al instante.

-Aaaahhh. Para hijo, por el amor de Dios, no siiii.. aahhh. – comenzó a gemir.

Cerró los ojos y se agarró como pudo a los bordes de la bañera mientras se decía que efectivamente estaba enferma, tenía hambre de sexo pero no con cualquiera, quería follarse a esos dos diablos. Incluso se preguntó cómo pudo haber pensado en dejar de acostarse si estaba claro que su cuerpo y su mente calenturienta lo deseaban. Sin más, se abrió de piernas para facilitar la acción de su hijo y se dejó llevar.

Francis aprovechó esto para comenzar a meter un par de dedos en la cueva de su madre, aunque no muy profundos, quería que se corriera primero, pues era su madre y la quería… a su modo, pero la quería. A la vez, David agarró uno de los pechos semi-sumergidos de su tía y se entretuvo en masajearlo con suavidad pero sin pausa para luego aplicar igual tratamiento al otro. Isabel no sé quedaba atrás y movía su cadera al son de las penetraciones que su hijo ejercía con sus dedos mientras se dedeaba el clítoris.

-Mmmmmm. Sssííííííí. Mmmm. – se esforzaba por callar y contener sus gemidos. – Ya casi, ya casi estoy. Mmmmmmmm.


-Vamos mamá, córrete a gusto. – animaba Francis a su madre mientras movía los dedos con viveza en su coño.

-Sssííííí, así, así. Mmmmmm. Aaaaahhhh. – gemía Isabel. – Ssíí. ¡Sí!¡Sí!¡Aaaaahhhhhh!¡Aaaahhh!¡Sí! Ssííí.


Entre estertores de placer Isabel termino por correrse. Apartó las manos de sus amantes y se encogió como pudo dentro de la bañera toda agitada mientras las manos de su hijo y su sobrino seguían acariciándola. Abrió los ojos y sus chicos seguían acariciándola y con sus cipotes bien armados. Sabía lo que ellos esperaban de ella, pero lo peor, lo que la hacía sentirse como una auténtica guarra era que tenía hambre de verga joven. Se arrodillo sin salir de la bañera y Francis y David se pusieron de pie de inmediato, dejando sus herramientas bien cerca de la boca de su madre/tía. Ella agarró ambos rabos como si de dos joystick se tratasen y se pudo a menearlos.

-Qué bien, tita. Qué bien lo haces, joder. Eres genial. – animaba David a su tía.

Con su mano derecha masturbaba a su sobrino a buen ritmo, mientras que con la izquierda sacudía la verga de Francis de un modo más intermitente pues era su mano mala, pero lo solucionó dándole los primeros lengüetazos a la polla de su hijo.

-Ooohhh. Joder, mamá. Chúpamela, eso es. – dijo mientras sujetaba su cabeza para que terminara de engullir su cipote. – Vamos, así, sí, eso es. Mmmmmm.


Como quería su hijo, se tragó su verga para chuparla como sabía sin dejar de pajear a su sobrino pero tras unos minutos, dejó a su hijo y empezó a mamar el mástil de David dejando que Francis se masturbara solo. Poco a poco iba cambiando de uno a otro lamiéndolos y acariciando sus bolas hasta que David anunció que se corría.

-Córrete. Y tú también cariño. Vamos, correos en mí. – dijo sacándose la polla de David.

Se acariciaba los melones y los ofrecía a sus vástagos para que se corrieran en ellos. Francis entonces se masturbó rápidamente pues no estaba tan cerca del orgasmo como su primo. De hecho no llegó a tiempo y David comenzó a verter semen en los pechos de su tía mientras ésta se relamía y se pellizcaba los pezones. Isabel cogió su verga y la estrujó sobre su pecho para asegurarse que no escupía más semen cuando su hijo lanzó sendas descargas de leche sobre sus tetas.

Ambos jóvenes habían terminado de correrse pero Isabel seguía estrujando sus duras pollas y las meneaba lentamente sobre sus pechos.

-Esperadme en el dormitorio mientras me limpio y me seco un poco. – dijo Isabel a su hijo y sobrino.

-No hace falta mamá, si nosotros también tenemos que bañarnos.


Ambos llevaban muchos días esperando follarse a Isabel y sus ganas e ímpetu eran inmensos, así que sacaron a su hembra cachonda de la bañera y Francis la colocó de pie inclinada sobre la bañera. Sin ningún preámbulo más dirigió su cipote al coño de su madre y la embistió.

-¡Aaaaaaaahhhhh! – chilló Isabel pero de gusto.

Rápidamente Francis se dispuso a coger buen ritmo en la añorada raja de su madre mientras que David se masturbaba despacio a la vez que veía como las tetas de su tía se bamboleaban con cada pollazo que le propinaba su primo.

-¡Aaaahh!¡Aaaahhh!¡Ahh!¡Aaaaah!¡Mmmm!¡Sí!¡Aaaahhh! – jadeaba Isabel mientras sentía como las corridas calientes de sus dos pervertidos chorreaban por sus pechos. – Más, sí. ¡Ssííí!¡Aaaahhh! – seguía gimiendo cuando la polla de Francis salió de su interior. - ¿Qué pasa? - preguntó disgustada pues sentía cercano otro orgasmo.

-Ponte de rodillas mamá, que así no estoy muy cómodo.


Isabel obedeció a su hijo y se puso de rodillas frente a la bañera sujetándose a ésta. En cuanto estuvo colocada volvió a notar como el cipote de Francis la llenaba a la vez que sus nalgas eran estrujadas con dureza.

-Así mejor, síí. ¡Aaahh! ¿Verdad que sí, zorrita? – dijo Francis a la vez que le daba un tortazo en el culo y la perforaba a gran velocidad.

-¡Ssííí!¡Sí, joder, sí! Más rápido. ¡Aaaaahhh!¡Aaaaahhh!¡Aaaahhh!¡Aaaaahhh! ¡Más! Que yaaaahhh. Mmmmm. ¡Aaaaahhhh!¡Aaaahhh!¡Joder!¡Sí!¡Aaaaaaaahhhhh!


-Yo también, mamá. Me corro. ¡Vamos!¡Ssííí!¡Aaaahhh!


-¡Sssíííí! Mi niño, sí. ¡Aaaaahhh!¡Mmmm!¡Aaaahhhh! Córrete, vamos. Yo me vengo yaaaaaa… ¡Aaaaaaahhh!¡Aaaaaahhhh!¡Sssíííííí!¡Aaaaaahhhhh!


El orgasmo de Isabel fue largo e intenso y cuando acabó, apoyó la cabeza en el borde de la bañera buscando descanso, pero su hijo aún no se había corrido y siguió perforando su coño durante un minuto más antes que una explosión de semen la llenara por dentro.

Francis dejó libre la vagina de su madre y vio como se escurría hacia fuera parte de su semen. Se sentó en el váter para ver como su primo, que había estado de espectador todo el tiempo, le echaba un polvo a su madre. Y fue apartarse Francis y David, impaciente, se colocó detrás de su tía con la polla terriblemente dura de la excitación y se preparó para penetrarla con ansia. Sin embargo, nada más Isabel sintió el rabo de su sobrino se hizo a un lado y se sentó contra la bañera.

-¡Uff!¡Espera! Dame un momento, por favor. – dijo Isabel que aparte de recuperarse se frotaba las rodillas, algo doloridas de estar arrodilla en el suelo.

-¿Te duelen? Voy a traerte un cojín. – se ofreció Francis que salió en su busca.

Mientras tanto, David, que seguía caliente e impaciente seguía pajeándose para mantener la rigidez de su verga. Aunque era difícil que se le bajara la erección teniendo a su tía en pelotas frente a él y viendo como algo del semen de su primo se escapaba de su coño.

-Anda, acércate David. – dijo Isabel a su sobrino.

Éste se acercó e inmediatamente Isabel se llevó la polla a la boca y le dio un par de lametones para seguidamente empezar a chupar y mamar todo el glande.

Así los encontró Francis cuando regresó con el cojín y se lo pasó a su primo que se deleitaba con la mamada recibida.

-Vamos, tita, ponte a cuatro patas que ahora me toca a mí. – le dijo a su tía sacándole la verga de la boca y dándole el cojín.

Isabel se colocó en idéntica postura que antes pero ahora sí, con el cojín amortiguando su peso en las rodillas y nuevamente, apenas estuvo colocada, su sobrino se situó tras ella, la agarró de las caderas y guiando su cipote se lo introdujo hasta el fondo.

-¡Aaaaaaaaahhhhhhh! – volvió a gemir de placer Isabel volviendo a notar la diferencia de grosor con la polla de su hijo.

David estaba ansioso y desde el principio aplicó un rápido mete-saca. Con las manos en sus caderas se ayudaba a embestir con más fuerza, pero también su tía ponía de su parte en muchos momentos en los que echaba su culo atrás para recibir el pollazo con más ímpetu.

-¡Aaaaahh!¡Aaaahhh!¡Aaahh!¡Aaahh!¡Síííí!¡Joder!¡Aaaahhh!¡Aaaaahhhh! – gemía sin parar Isabel al son de las embestidas de su sobrino. -¡Aaaaaahhh!¡Aaaaahh!¡Ssííí!


Francis, excitado y contento, veía follar a su madre porque finalmente se había entregado a ellos como él tanto quería, pues sus gemidos y sus movimientos eran claro ejemplo de que estaba disfrutando con la cogida. De este modo, pensaba, no tendrían que usar la fuerza con ella y podrían ver cuán zorra era su madre. Pensó también en ponerse frente a su madre para recibir otra mamada, pero dado la velocidad a la que su primo la follaba dudaba que pudiera hacerlo, así que siguió mirando cómo era embestida una y otra vez.

-¡Aaaaaaaaaaahhhhhh!¡Aaaaaaahhhh!¡Sííí!¡Yaaaa!¡Aaaaaahhh!¡Síííí! – gemía ante el inminente orgasmo, por lo que Isabel se puso a masturbarse a la vez que el mástil de su sobrino seguía taladrándola y por tercera se corrió. - ¡Aaaaaahhh!¡Aaaaaaaaaahhhhh!¡Aaaaaaaaahhh!¡Mmmmm!¡Aaaaaahhhh!


Ente bufidos y resoplidos David seguía dándole verga a su tía mientras ella tenía un nuevo orgasmo y las contracciones de su vagina sobre su polla fueron la gota que colmó el vaso para que él también se corriera.

-¡Aaaaaaaaaaagghhh!¡Aaaaaahhhhhh!¡Aaaaaaaaaahhhhhh! – aulló Isabel ante las tres duras sacudidas de su sobrino y tres chorros de leche se perdieron en su interior.

Sin terminar de correrse, David saco su herramienta y soltó el resquicio de semen que le quedaba en sus huevos sobre el culo de su tía.

Aún de rodillas Isabel jadeaba y resoplaba mientras su coño volvía a expulsar algo del semen que previamente la había llenado.

-Joder, qué gustazo. – indicó David. - ¡Ufff! Qué ganas tenía de follarte otra vez, tita.


-¡Y que lo digas, primo!¡Vaya polvazo más bueno! Si es que mi madre es la ostia cuando quiere. Da miedo de le bien que folla, ¿o no?


-Jejejejejeje, tú lo has dicho. Cuando quiere es la ostia. – puntualizó.

Isabel que se sentaba de nuevo apoyada en la bañera no podía creer los comentarios que su hijo y su primo hacían sobre ella. Definitivamente le habían perdido todo el respeto y la trataban como una cualquiera, pero lo peor de todo (o lo mejor) es que le gustaba, le había gustado el modo en que los dos pipiolos le habían hecho el amor y prueba de ello eran sus orgasmos.

-¿Tú qué dices, mamá?¿Te ha gustado o no?


-¿Es que no se ha notado? – contestó tras un breve silencio y sus amantes se rieron. – Vamos a lavarnos un poco, ¿no creeis?


-Sí, vamos rápido que me ha entrado hambre, podemos pedir algo de pizza, hamburguesa o shawarma y que lo traigan a casa. – propuso David.

Estuvieron de acuerdo y los tres se ducharon juntos dentro de la bañera, dónde Francis aprovecho para seguir acariciando a su madre y darle varios besos a sus pechos y en su espalda.

Isabel pensó, que en el fondo todo podía ir bien, ya que se habían portado muy bien con ella y la habían hecho gozar al máximo a pesar de su reticencia inicial. Sí las cosas se mantenían así, todos podrían obtener lo que querían, que no era otra cosa que disfrutar del sexo fogoso y prohibido manteniendo el secreto. Pero lo que Isabel no sabía es que sus amantes, aparte de ser muy pervertidos y salidos, eran muy dominantes y autoritarios, algo que ella había demostrado y demostraría que no era.

Días después de la sesión de sexo en el baño, habían vuelto a follar un par de veces más, algo que a Isabel le sorprendió, pues parecía que los dos adolescentes no querían abusar de su poder. Sin embargo, un día en la que ella se encontraba haciendo de comer, mandó a Francis al supermercado a comprar algo que necesitaba para el almuerzo, pero David se quedó y pronto supo por qué.

Ni cinco minutos llevaba Francis fuera cuando David hambriento de sexo entró en la cocina. Allí vio a su tía con uno de sus camisones de verano, las chanclas y el pelo recogido mientras se afanaba por preparar el almuerzo y tan atareada estaba que no se enteró de la presencia de su sobrino hasta que no estuvo tras ella.

-¡Por Dios, qué susto! – dijo girándose cuando David la agarró por las caderas. - ¿Qué quieres?


-Quiero follarte un rato. – le contestó mientras subía sus manos hasta sus pechos.

-Ahora no. ¿No ves que estoy cocinando? – dijo Isabel tratando de apartarle las manos. – Deja que prepare esto tranquila y ponte a ver la tele un rato.


-Venga, tita, que tengo muchas ganas y se me ha puesto como un burro.


David pegó el cuerpo de su tía al suyo y restregó su abultada verga por el culo de Isabel a la vez que comenzaba a remangar el camisón.

-¡Ay, no! Déjame, de verdad. Ahora no, que estoy liada. – seguía oponiéndose.

Entonces, en un arranque de furia, pasión o de ambos, el grandote de David tomó a su tía por la fuerza y la llevó hasta la mesa de la cocina dónde la apoyó usando bastante fuerza pues ella se resistía.

-¿Pero qué haces, David?¡Suéltame! Deja de hacer el tonto y no seas bruto. – decía asustada.

Pero David se apoyó sobre Isabel para inmovilizarla con su peso y envergadura mientras que una de sus manos ya había bajado su corto pantalón y dejado a plena vista su cipote. Isabel lo notó al instante y seguía luchando por librarse pero no lo estaba consiguiendo, de hecho se sentía cada vez más paralizada y para colmo David había conseguido subirle el camisón dejando sus bragas verdes al descubierto.

-Vamos, David, suéltame. – le pidió. – Déjame que no me apetece y tengo cosas que hacer.


-Tita, si es sólo un casquete rápido y seguro que te gusta, lo mismo que los otros.


Tenía todo su cuerpo sobre su tía, sujetaba sus brazos con sus fuertes manos y restregaba su polla sobre su culo con el único impedimento de las braguitas. Introdujo una de sus piernas entre las de Isabel y haciendo fuerza consiguió que estás permanecieran abiertas. Seguidamente y escuchando la retahíla de quejas de su tía, se ayudó de una de sus manos para deslizar las bragas a un lado y apuntar con su polla en su coño.

-¡Suéltame, David! ¡No sigaaaaaarrrggghhhh! – gritó cuando el cipote de David se introdujo en su coño con fuerza. - ¡Nooo!¡Aaaarrgghhh!¡Aaaarrrghh!¡Aaaarrgghh!


Las primeras embestidas fueron duras y dolorosas porque la vagina de Isabel no estaba nada lubricada y tuvo que soportar algunas más hasta que su cuerpo reaccionó a los estímulos provocados por la verga de David. Así, con sus tetas estrujadas contra la mesa a la cual se aferraba y los dientes apretados, soportó como pudo cada envite de su sobrino.

-¡Mmm!¡Mmm!¡Mmm!¡Aaarrgghh!¡Aaahhh!¡Mmm!¡Aaaahhh! – resoplaba Isabel.

-Así. Bien. Sí. – bufaba David, que se había incorporado y perforaba con fuerza a su tía agarrando de su culo y su hombro.

Su polla entraba y salía ahora con más facilidad y procuraba que cada penetración fuera lo más profunda posible pues esto le daba mucho placer, le encantaba saber que la tenía empalada del todo.

-¡Aaaarrgghh!¡Aaaaahhh!¡Mmmm!¡Aaaaaahhh!¡Mmm!¡Aaaahhh!¡Aaaahh! – trataba de acallar Isabel cuando empezaba a notar ardiente su coño.

Entonces David se puso a follarla a ritmo de conejo dando rápidos pero menos profundos pollazos y entre jadeos comenzó a verter su leche dentro de su tía.

Ésta sintió como su cueva se llenaba del caliente esperma y como su sobrino permanecía dentro de ella tiempo después de haber eyaculado. Poco a poco su verga perdía volumen y por fin la dejó libre.

-¡Joder, qué polvazo! Ves como ha sido rápido. – dijo David que se limpiaba la polla con el camisón de su tía.

-Eres un bruto. – se limitó a decir Isabel.

David regresó al salón dejando a Isabel con su semen chorreándole por la pierna. Se limpió un poco, se colocó bien la ropa y se fue al baño a asearse mejor.

Poco después regresó Francis de la compra de última hora y tanto primo como madre actuaron como si no hubiera pasado nada, aunque horas después David le contó a su primo todo lo sucedido. Éste se molestó un poco, pero más por no estar presente que por lo dominante y duro que se había mostrado con su madre.

No teniendo suficiente con esto, Isabel tuvo que someterse en más ocasiones a las exigencias de sus machos a pesar de sus negativas, aunque no siempre era así, cada vez más a menudo se acostaban con ella cuando querían y sin que a ella le apeteciera.

En otra ocasión fue su hijo el que reclamó su ración de sexo. A Isabel le tocó el turno de noche y llevaba varios días eludiendo las sesiones de polla juvenil alegando estar cansada, pues lo estaba. Así volvió una mañana a casa tras la noche de trabajo y se acostó.

Francis había pasado una mala noche debido al calor, pues el aire acondicionado seguía estropeado y tras dar muchas vueltas en la cama oyó como su madre llegaba del trabajo. Inmediatamente empezó a hacerse una paja pensando en ella. Iba a un ritmo lento y no conseguía concentrarse del todo en su madre por lo que se la estaba meneando pero no disfrutando. Harto de tanto sacudírsela se levantó y fue al dormitorio de su madre con ganas de desfogarse.

La puerta de su dormitorio estaba encajada, algo que no comprendió Francis, pues así apenas se ventilaría su dormitorio, pero cuando abrió la puerta, vio a su madre tumbada boca abajo y con los brazos y piernas estirados. Tan sólo llevaba un tanga blanco que dejaba casi todo su culo al aire. Francis supuso que entornó la puerta para evitar que él y David la vieran semidesnuda cuando despertaran y ahorrarles la excitación. El problema para Isabel es que Francis tenía excitación y ganas de guerra para regalar.

Entró en el dormitorio, cerró la puerta totalmente y se despelotó. Desnudo y con la polla dura se acercó a su madre subiéndose a la cama. Isabel, que notó el movimiento, se despertó con dificultad.

-¿Eh?¿Qué pasa? – dijo muy soñolienta. - ¿Francis?¿Qué pasa?


-Nada, mamá. Es sólo que quería dormir contigo. – contestó mientras la acariciaba de arriba abajo.

-Francis, cariño, estoy cansada y necesito dormir. Ve y duérmete anda, aprovecha ya que no tienes que madrugar para trabajar. – dijo Isabel y hundió la cabeza en la almohada.​
 
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