Una Madre Ayuda a su Hijo 002

heranlu

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Mis niños, mi hijo Juan y su amigo Manolo, se iban turnando en llenarme, casi diariamente, el coño y la boca de semen. Pero solo se dedicaban a su placer dejándome siempre a medias, porque a estas alturas mi libido ya estaba despierta, y yo, aunque me calentaba, no llegaba al orgasmo.

Hasta que, como siempre, tomé la iniciativa y hablé con ellos.

Un día en el que estaban escuchando música en el cuarto de Juan entré y les pedí que viniesen al salón que tenia que decirles una cosa.

Me senté en medio de los dos, en el sofá, y les dije lo que pasaba, sin titubeos ni mariconadas, directamente al asunto.

Se quedaron un tanto sorprendidos. Ni se les había pasado por la cabeza que una madre necesitara correrse.

Un tanto cortados se excusaron tímidamente alegando cosas como que creían que yo lo hacía por ellos…Que si no sabían que hacer…Que lo sentían…Y otras chorraditas que al final me dejaron ver la situación real. Estos dos no iban a darme mi ración de polla, al menos no como yo necesitaba, no tenían ni idea sobre dar gusto a un coño.

Nenes.- Les dije- Para eso está aquí mamá. Os voy ha enseñar como volver loca a una mujer en la cama. Y vamos a empezar las clases ahora mismo.

Tomé a mi hijo de la mano y me lo llevé al dormitorio. Y me dirigí a manolo:

Tú espera aquí tu turno, que cuando acabe con este vengo a por ti.

En el cuarto me desnudé y me tumbé abierta de piernas, Juan se quitó la ropa y se acostó a mi lado. Realmente no sabía por donde empezar. Yo sí.

Lo besé en la boca metiéndole la lengua mientras le acariciaba el pene, que ya estaba tieso como un mástil. Intentó subirse encima para metérmela pero yo no deseaba más de lo mismo. Hoy la estrella sería yo, hoy los iba a usar para darle gusto a mi coñito. Me tocaba a mí.

No cariño. Antes de follarme quiero que me comas el chochete, cielo.

Pero mamá. No sé…me da un poco de asco.

Ese egoísmo, después de lo que había hecho por él, colmó mi paciencia y me levanté. Fui al salón y me traje a Manolo. Lo desnudé y repetí la operación.

Cuando le pedí al amigo de mi hijo que me comiese entera me sorprendió, daba la sensación de estar deseándolo. Se lanzó a mi entrepierna y no me comió, me devoró. Mi niño miraba, sentado en una silla. Flipaba…Alucinaba. Y eso de que mi hijito estuviese viendo el percal, extrañamente en mí, me estaba gustando.

Sentí su lengua en toda mi raja, me lamía literalmente. La metió en mí, notándola dentro de mi vagina que estaba muy mojada. Hacia circulitos alrededor del clítoris la introducía de nuevo y volvía a sacarla para pasarla de arriba abajo nuevamente.

Estaba como loca. Con las piernas bien abiertas y frotando mi conejo por su cara, llenándolo de mis jugos. Por fin disfrutaba…Por fin se escucharían mis gemidos en aquella casa. Y vaya si se escucharon.

¡Dios! Que bien me lo haces. Mmm… Sigue por favor cómetelo, no pares. ¡Que gusto me estas dando Manolito! ¡Ahí! ¡Sí, dale ahí! ¡Me vengo! ¡Me corro! Ahhh…

Brutal. Fue brutal. Todavía hoy cuando recuerdo aquel orgasmo se me mojan las bragas. En fin. Sigamos con el relato porque ahora mismo me están entrando ganas de meterme el dedito y darme un alivio. Mejor, voy a masturbarme y después continuo la historia. Ese día me pone muy caliente. Así que va por ustedes.

Ya está. Satisfecha, al menos de momento. Cuando llegue a casa mi hijo, del trabajo, terminaré de satisfacerme con su cipote que seguro me gustará más. Perdonen ustedes pero es que estos recuerdos y, sobretodo, escribirlos para que todos se enteren me ponen muy cachonda. Continúo.

Tras correrme me quedé como atontada. Miré a mi hijo en la silla, como castigado, meneándosela como un mono. Lo que me volvió a empezar a poner a tono. Mientras tanto Manolo se había subido encima mío y me la estaba metiendo.

El chaval se había portado bien y se ganó el derecho de seguir disfrutándome como su puta. Yo estaba realmente agradecida.

Besé su boca, con sabor a coño, apasionadamente y metí la puntita de mi dedo en su culito. Pareció gustarle y su pollón se endureció aún más dentro de mí por lo que decidí meterle el dedo un poquito más. El resultado no se hizo esperar, bombeaba como un poseso y me estaba haciendo gozar de lo lindo. Este ya estaba definitivamente curado de su fimosis, pensé.

Lo que no se me ocurrió pensar es que lo del dedito en el culo le daría ideas a ese macho que me estaba dando tanto gusto.

Casi cuando me iba a volver a correr la sacó y otra vez se bajó al pilón y yo, loca de contenta, abrí las piernas todo lo que pude, sujetándolas con mis manos por las rodillas.

Volví a mirar a mi Juan que no perdía detalle de lo que pasaba. Pajeándose.

La comida de coño que me daba era mejor que la otra, si cabe. De vez en cuando notaba un lengüetazo en el agujero de mi culo. Supuse que era por casualidad pero a los pocos minutos ya introducía su lengua en mi esfínter anal con todo descaro, dándome un placer que yo no conocía pues nunca me habían hecho antes el beso negro.

De hecho mi culo era virgen ya que era de las que pensaba eso de que por el culo no entraría ni el pelo de una gamba. Lo consideraba como algo tabú. Que equivocada estaba.

Esa lengua me ponía a cien. De mi culo a mi coño y viceversa. Especialmente cuando me chupaba el esfínter me llevaba al paraíso, me subía al cielo. Yo gritaba.

- Nene, ¡Que bueno eso que me haces! ¡Que rico! ¡Cómele el culo a la puta madre de tu amigo! ¡Comete lo que dé la gana que todo es tuyo!

A todo esto yo me abría los cachetes del culo para facilitar la labor, tan grata, a esa boca que me estaba haciendo sentir una zorra caliente.

Mi hijo, al que de vez en cuando echaba un vistazo, se la pelaba a gusto con el espectáculo que le estábamos dando su mejor amigo y yo, su madre.

En un momento dado Manolo me dio la vuelta poniéndome a cuatro patas. Colocó su polla en la entrada de mi esfínter anal y comenzó a penetrarme. Por mi parte no puse objeción, el placer que me había dado me hizo desear que me sodomizara.

- Manolo, por favor se delicado que soy virgen por ahí.- Le dije.

Entre que, efectivamente, lo fue y que mi agujero trasero estaba muy bien lubricado por la saliva del chico y mis propios flujos vaginales, además de lo excitada que estaba la cosa me encantó.

Al principio sentí algo de dolor, poco, y como si me fuese a cagar encima pero al llenarme de polla mis entrañas empezó el placer.

El mete saca del chico era potente y notaba como me perforaba el recto y, de repente, me vino un orgasmo anal, que yo ni sospechaba que existiese, y me corrí por el culo.

Fue algo diferente, muy distinto a los que había sentido por el coño anteriormente. Disfruté de otra forma pero tengo que decir que de una manera muy, pero que muy placentera e intensa.

Se lo recomiendo a todas las que, como yo antes, piensen que eso es algo raro o que tengan miedo por lo que sea. No saben que se están perdiendo.

Y grité.

Ahhhh…! Qué gusto me das con tu polla Manolito! ¡Rómpeme el culo mi amor! Ahhh… ¡Me corro! ¡ Me corro por el culo!

Después del gustazo él seguía dándome caña y entonces si que me dolía pero se merecía descargar su leche en mis entrañas así que aguanté.

Sus movimientos se hicieron más rápidos y me agarró las tetas fuertemente, hasta que se vació dentro de mí inundándome los intestinos de semen calentito. Me gustó.

Cuando la sacó el esperma salió de mí chorreando por mi coño y mis muslos. Fue maravilloso.

Miré a mi hijo y me dio una sensación de lástima. Estaba serio pero, eso sí, empalmado.

Le dije:

- ¿Quieres el culito de mamá cielo?

En un instante me estaba enculando, aún con restos de la lechada de su amigo en mi interior que, por cierto me sirvió de lubricante y alivió en algo a mi sufrido culete. Yo, dolorida, recibiendo la polla de mi niño y su corrida, abundante, que llegó, a dios gracias, en pocos minutos.

Total que terminé el día con un par de orgasmos, como yo deseaba, y con el culo roto lleno de semen hasta arriba. Como un bebedero de patos.

A partir de ese cambio de situación yo también tenía lo que me correspondía y, como era de esperar,
Llevaba tres meses, más o menos, disfrutando de mi culo… Y teniendo unos orgasmos colosales, por mi ano y por mi coño.

Mis niños se estaban portando bien, muy bien. Y yo estaba realmente satisfecha con la situación, todo lo hacíamos de forma discreta de puertas para fuera. Pero cuando cerrábamos la puerta de la casa empezaba a recibir pollas por todos los agujeros de mi cuerpo.

Algunas veces era Juan y otras su amigo, nuestro amigo, Manolo. Siempre había uno de los dos buscándome para vaciar sus testículos dentro de mí.

Reconozco que, con tanto follar, yo no siempre me corría pero me gustaba dejar sus huevos secos. Me daba morbo.

Me acuerdo de cómo se me acercaba Manolo, que es realmente tímido. Venía al cuarto donde yo estaba, casi siempre el mío, saludaba con un simple "hola" y se quedaba clavado en la puerta. Mirándome con su cara enrojecida. Como esperando que pasara algo. Esto me hacía gracia.

Entonces yo me acercaba a él y le decía:​

  • Manolito, ¿qué te pasa? Mi niño.
Mientras le hablaba, susurrando, acariciaba su nuca.​

  • ¿Tienes ganitas de hembra? ¿Quieres darme tu lechita?
Y empezaba a acariciarle su pene y a besarlo. Era muy feo como ya dije anteriormente pero me encantaba chupársela y ponérsela bien dura para que me follase el orificio que quisiera follarme.

El tímido en cuanto entrábamos en situación se volvía un caballo salvaje.

Me sobaba las tetas a placer, me metía los dedos en el chochete, en mi culito y me encendía totalmente. Más de una vez me corrí con sus manos en alguna de aquellas sobadas.

Después de tenerme "a punto de caramelo" con sus certeros toqueteos colocaba su polla en el boquete que le apetecía y me daba unas buenas folladas. Me hacia venirme casi siempre.

Muchas de las veces veía como mi hijo nos observaba en plena faena y se la meneaba a nuestra costa. Lo que me ponía a cien.

Un día mi Juan y yo estábamos liados, un calentón que le dio a mi niño, mientras su amigo estaba escuchando música en el otro cuarto.

Mi nene, en un momento dado, me puso a cuatro patas, le encanta darme por el culo. Y veo, delante de mí, a Manolo, con un bulto en su pantalón que amenazaba con reventar. Aquello me puso cachondísima y comencé a gemir, a gritar de gusto.

Se sacó el cipote y empezó a hacerse una paja.

Yo estaba en la gloria. Juanito me follaba, por detrás, el coño. A la vez estrujaba mis senos, cosa que me vuelve loca. Y la visión de nuestro amigo masturbándose, ahí delante de mi cara, me tenía salida como una perra. Gemía como una guarra.​

  • Me voy a correr, mamá
  • Yo también, cielo. Dale caña a mamaíta, no te pares…mmm. Que bien.
La cara de Manolo indicaba que estaba a punto de correrse, subiendo y bajando su mano alrededor de ese nabo que me tiene loca.

Cuando me vino el orgasmo agarré el pollón del pajillero y me lo tragué. Me lo introduje hasta la garganta, deseando su esperma en mi boca.

Una corriente de placer invadía mi cuerpo, yo era una zorra en celo, y sentí los chorros de semen, semen a borbotones en mi paladar. Lo bebía golosa, con ganas, mientras me estaba corriendo.

Al momento noté como se vaciaba mi hijo en mi conejo, llenándolo con su leche.

No paraba de correrme, era un orgasmo interminable. Hasta que, después del climax, quedé tranquilita. Satisfecha.

Los tres habíamos disfrutado de lo lindo. Estábamos encima de la cama tumbados, relajados.

Me levanté y me dirigí a la ducha como si nada hubiese pasado.

Pasaron un par de días sin nada de sexo, cosa que me extrañó. Al día siguiente preparé café y lo tomamos en el salón. Charlábamos sobre lo bien que nos lo estábamos montando y lo que disfrutábamos los tres con todo lo que estaba pasando.

Yo me insinuaba, sutilmente. Deseaba algo más, me calentaba.

Me di cuenta que la conversación, tan subidita de tono, además de humedecer mi entrepierna se las había puesto dura mis niños.

Sus pantalones marcaban paquete, unos paquetes que presionaban la tela y formaban unas maravillosas tiendas de campaña que hicieron que mis bragas se empaparan con mis flujos.

Mi hijo me miró, muy serio, y me dijo:​

  • Mamá, queremos hacer un trío. Queremos follarte los dos a la vez.
La proposición no me pilló de improviso, ya la veía venir...Y la estaba deseando.​

  • ¿Queréis metérsela a mamá por delante y por detrás?
Mientras les hablaba acariciaba sus penes, durísimos por cierto, por encima de los vaqueros. Ellos magreaban mis tetas y metían sus manos bajo la falda, jugando con mi chochete.

Mis piernas abiertas, sus manos dentro de mis bragas, en mis senos. Sus dedos en mi coño y mi culo. Dándome gusto. Y yo con esas dos pollas en mis manos, que ya estaban fuera, meneándoselas a la vez. Siempre con el coñito bien abierto, de par en par, para recibir sus caricias.

Fuimos a mi cama y allí, nos quedamos todos en pelota picada, me tumbaron. Mi hijo se dedicó a comerme la raja, ya había aprendido y no le daba asco, y su amigo me puso el nabo en la boca. No lo pensé dos veces y comencé a mamárselo.

Excitadísima me vine en la boca de mi niño mientras le comía el pedazo de carne a Manolo, ese pedazo de cipote que tiene entre las piernas.

Me dieron la vuelta poniéndome a cuatro patas. Mi Juan daba lengüetazos en mi ano, me entraba la lengua bien dentro, dándome muchísimo placer. Y el otro se las apañó para colocarse debajo mía y follarme en esa postura.

Mi hijo seguía lamiendo mi agujero negro y el amigo zumbándome como loco. Me corrí de nuevo, gritando como la puta que era. La puta de esos dos niñatos.

Cuando casi llegaba a otro orgasmo noté el pene de mi nene intentándose meter por mi ojete. Levanté las caderas para facilitarle la labor y comenzó a entrar dentro de mí.

Uno por el coño y el otro enculándome a su gusto. Me sentía en la gloria. Las dos pollas taladraban sin compasión mis orificios dándome un placer indescriptible.

Formábamos un "sándwich" sexual en el que yo era la mortadela o quizás sería más apropiado decir el mejillón, y ellos los panes que me cubrían por arriba y por abajo. Clavándome sus estacas mientras yo, bien abierta de piernas, me corría una y otra vez.

Unas veces gritaba como una posesa, otras susurraba o gemía, o resoplaba. Me daban muchísimo gustito en mi almeja y mi culito.​

  • Mis niños… Que bien me lo estáis haciendo…Mmmm…Follaros a vuestra puta… Soy vuestro putón… Ahhh… Os quiero dejar vacíos.
Cuatro manos sobando mi cuerpo, tocándomelo todo, estimulando mis instintos, llegando a zonas erógenas de mí que yo no sabía que existían. Y dos rabos perforándome.

Fue una gran experiencia la de mi primer trío. Inolvidable.

Mi hijo me apretó los senos y aceleró su mete-saca. Eso me avisó de que se iba a derramar en mi ano rápidamente. Y su amigo emitía esos grititos que siempre hacía justo antes de soltar la leche que contenían sus testículos.

Llegamos los tres casi a la vez. Con mis manos separándome los cachetes todo lo que podía, en mi culo noté el chorro de semen calentito de mi niño.

Todavía palpitaba su verga dentro de mí cuando me vino otro orgasmo, maravilloso. Aún corriéndome Manolo inundó mi coño, con su manguera, regándome el útero de esperma. Esto hizo que el placer que sentía fuese más intenso.

La leche se salía de mis agujeros. Allí con sus pollas, flácidas, todavía en mi interior. Todos abrazados, cansados, satisfechos.

Con la entrepierna embarrizada de mis jugos y, sobretodo, por sus sendas corridas me encontraba en el cielo.

Nos quedamos dormidos.

Desde de ese día el trío tomó protagonismo en nuestros polvos. Algunas veces me cogían de uno en uno pero en la mayoría de las ocasiones terminábamos, todos, follando juntos. Era lo que más nos gustaba, sobretodo a mí.

Con el tiempo Manolo encontró un trabajo en otra ciudad y tuvo que irse. Aunque de vez en cuando nos hace una visita, que yo siempre aprovecho bien.

Actualmente mi hijo y yo mantenemos una relación madre-hijo totalmente normal de cara a la galería. Pero en casa somos una auténtica pareja.

Yo soy su puta, la que le vacía los cojones de leche y él es mi cabrón, el que me mete la caña que necesito dándome mucho gusto en el coño y en el culo, haciéndome tan feliz.

Y aquí doy por finalizada la "miniserie" de esos relatos que di en llamar Amor de Madre, que cuentan mis comienzos en el incesto y el principio de esa nueva forma de vida con mis dos sementales cabalgándome cada dos por tres.​
 
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