-
Una Familia Asaltada – Capítulo 009
El día transcurrió sin más incidencias. Ya por la tarde cada uno de los integrantes de la familia hacía, como es habitual, su vida por separado.
Marta descansaba en el jardín, benito mataba sus horas estudiando, leyendo comics o trasteando con su ordenador. Bea, desaparecía de casa cuanto podía junto con su amiga. Por último Fermín pasaba innumerables horas en su santuario particular, su despacho, que utilizaba tanto para llevar sus negocios como para leer el periódico o descansar sobre su butaca.
En esta ocasión, se encontraba absorto en sus cavilaciones familiares. No podía quitarse de la cabeza a Bea ni a su mujer. Esa pequeña putilla presuntuosa se había confundido con él y la bruja paranoica de su mujer hizo otro tanto sin darle el beneficio de la duda sin esperar ningún tipo de explicación. Que se jodan pensó. Y que se joda también juanito y su puta viagra adulterada de mierda con sus putos consejos.
En medio de sus negros pensamientos se abrió la puerta del despacho y del pasillo apareció Beatriz. Llevaba una camiseta que, sin ser ajustada, le marcaba la figura y unas bragas como únicas prendas.
-¿puedo pasar? –preguntó desde el quicio de la puerta.
-ya estás dentro ¿que quieres? –pregunto enfadado.
-hablar del coche.
-pues yo no. Ya estoy hasta los huevos de repetirlo.
-quiero que me lo compres -insistía
-ya hemos hablado de ello. Y he dicho que no.
-a lo mejor si escuchas lo que tengo que decirte...
-a lo mejor si escucharas tú cuando yo te hablo... –corto tajante.
Beatriz se había estado acercando, había rodeado la mesa y se encontraba junto a él. Se sentó sobre la mesa, con los pies colgando, junto al periódico que leía Fermín frente a él.
-Seguro que te interesa un trato.
-seguro que no. Déjame leer tranquilo y vete a corretear histérica a tu habitación. –apoyó sus brazos sobre la mesa a cada lado del periódico e inclino la cabeza sobre él en ademán de leerlo.
Beatriz levanto una pierna por encima del brazo de él posando su pie desnudo sobre el periódico. Al hacerlo, toda la parte frontal de sus bragas quedaban expuestas a la vista justo delante de la cara de su padre.
No lo pudo pasar por alto. Miro con atención sus bragas, se apreciaba el nacimiento de un fino vello en las ingles. El mullido bulto que escondían bajo sí, aquel bosquecillo negro. Se intuía el perfil que marcaban sus labios adolescentes bajo aquella fina tela.
Levanto la vista hasta cruzarla con la de ella. Que le miraba impasible y fría.
-Podemos llegar a un trato. –dijo ella. -Yo quiero algo que tú tienes y tú quieres algo que yo tengo.
-¿Por que supones que voy a querer un tratos contigo?
-Por qué eres un cerdo -le atajó ella -La pregunta es: ¿cuanto vale para cada uno lo que tiene el otro?
Fermín volvió a bajar la vista hacia sus bragas, horrorizado por lo que su hija le estaba proponiendo, recorriendo con la vista en toda su dimensión aquella prenda. Levantó la cabeza de nuevo hasta cruzarse con su mirada gélida.
Cuando la luz del sol comenzaba a desaparecer Marta se encontraba sentada en el salón absorta en sus pensamientos, pensando en lo ocurrido durante la mañana, el manoseo de Benito, Fermín en erección, Bea desnuda y su “terapia de choque”.
Pensaba también en el deterioro de su relación con Fermín. Le detestaba pero era su marido, debía intentar un acercamiento con él o la familia terminaría desintegrándose. Si habían superado lo de aquella noche podrían superar cualquier cosa. Había mucho en juego y tanto ella como él debían permanecer siempre juntos y a ser posible unidos.
Se dirigió a su despacho. Llamó a la puerta y entró. Beatriz estaba dentro con su padre, al parecer se estaban despidiendo y ella se dirigía hacia la puerta. Pasó junto a ella sin decir palabra y con cara de hastío. Desapareció por el pasillo.
Fermín, en pie se abrochaba la camisa y se la metía dentro del pantalón.
-una escena curiosa cuando menos. –pensó Marta.
-¿tienes calor?, estas sudando.
-sí. -contestó él titubeando. –He hecho un poco de ejercicio.
-no me digas, ¿de que tipo?
-flexiones
-ya, ya veo. ¿Y Bea te ayudaba?
-la verdad es que no- dijo con enojo -he hecho ejercicio yo solo.
-típico de ella. Nunca hace nada.
-¿a quien me recuerda?
-a su padre, sin duda. –atajó Marta.
Tras unos segundos Fermín fue el que habló.
-y bien, ¿qué querías?
-hablar contigo, pero casi mejor lo dejamos para otro momento.
-¿que tiene de malo este?
-todo, lo tiene todo.
-¿por qué?
-Porque es imposible hablar con alguien que se aleja cada vez más de su matrimonio.
-eso no es cierto.
-Mira Fermín, es inútil negar que entre nosotros hay una distancia insalvable que cada vez se hace más grande.
-Cierto, ¿y de quien es la culpa?
-Ahora mismo tuya.
-¿Mía?, ¡vaya por dios!, siempre soy yo el culpable de todo.
-Siempre no. Yo tengo mucha culpa de lo que nos pasa. Pero ahora mismo hay cosas que ya no estoy dispuesta a tolerar.
-¿qué “YA” no estás dispuesta?, no digas bobadas. Tú nunca has tolerado nada.
Marta le miró irritada.
–He consentido muchas cosas en silencio. Que tú no lo sepas o no hayas querido darte cuenta no quiere decir que no lo haya hecho.
-No me digas, ¿como cual, si puede sab... –Marta no le dejó terminar.
-Verónica, Amanda, la madre de...
-vale, ¡vale ya! No sigas por ahí. -Cortó Fermín incómodo. –tampoco tú eres un alma cándida.
-no, no lo soy y por eso había venido aquí. Para hablar, para solucionar, hacer borrón y cuenta nueva. Pero de momento prefiero dedicar un tiempo a pensar cierta serie de cosas.
-¿Pensar?, ¡Maquinar!, querrás decir.
Marta se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta.
Antes de que abandonara el despacho Fermín gritó.
-yo también he hecho la vista gorda contigo muchas veces. ¿Qué diferencia hay ahora?
Se detuvo en el quicio de la puerta.
-pues que no estoy dispuesta a añadir a tu propia hija en tu lista de deslices.
-¡eres una paranoica!, ¿lo dices por lo de esta mañana?
-Lo digo por que sus bragas cubren la lámpara de tu escritorio.
Fermín se giró consternado en busca de la prueba del delito. Al verlas se lamentó de haberlas dejado allí. Miró a su mujer con cara de fastidio a la espera de lo que esta tuviera que decir.
-Bueno. -dijo ella. –al menos ahora, no tratas de darme excusas baratas. Siempre me hizo pensar que me tomabas por tonta. Dicho esto, abandonó el despacho.
Recorrió el pasillo hasta el jardín. Necesitaba espacio abierto para respirar y pensar con claridad. Anduvo por la hierba sin rumbo fijo, se paró frente al ventanal del salón donde Benito, sentado en el sofá, de espaldas a ella, estaba viendo una película.
Entró sin hacer ruido, al colocarse justo detrás de él comprobó con asombro la realidad de la escena. Benito estaba viendo una película porno. Tenía una mano dentro del pijama meneándose la polla. Marta cerró los ojos con aire cansado.
-¿es que no hay nadie normal en esta casa? –pensó.
Rodeó el sofá y se sentó junto a él. Benito dio un bote al ver a su madre a su lado y se cubrió con ambas manos intentando cubrir su erección bajo el pijama.
-Ah ..., mamá ..., joder ..., estaba viendo ...
-ya sé lo que estabas viendo.
-espera, ahora cambio... el mando está...
-no hace falta. –dijo cansada. –me da igual.
Se hizo el silencio entre ellos. Marta miraba el televisor sin interés. Pasaron así un pequeño rato. Ella, seria con la mirada perdida en el televisor. Él, buscando el mando con la vista sin encontrarlo, rojo de la vergüenza.
-tu padre es un cerdo.
-sí... ¿eh?, ¿ah, sí?
-tu padre es un cerdo y tu hermana... una hija de puta.
-eh, sí..., sí..., eso es verdad, sí..., es una hija de puta... ¿po... por qué?
-el cerdo de tu padre... –no acabó la frase.
Se miraban el uno al otro. La expresión de Marta era de amargura, la de Benito de desconcierto, estaba nervioso, con la frente empapada de sudor por el bochorno de la situación.
Entonces se dibujó en su cara una mueca de sorpresa, se le pusieron los ojos como platos y se le cortó la respiración. Marta había puesto una mano en su entrepierna y la estaba deslizando bajo el pijama.
Pudo sentir sus dedos alrededor de su polla que lo cogieron suavemente y comenzaron a acariciarlo. Al desconcierto inicial le siguió una tremenda erección. Miraba a su madre con expresión horrorizada. Ella guardaba la misma expresión inerte. Cerró los ojos un momento y cuando los abrió, tomó una decisión.
Alargó sus manos, asió las tetas de ella y comenzó a masajearlas. Ella no se inmutó. Seguía sin decir palabra con la misma expresión de amargura y la vista fija en su entrepierna, por lo que Benito, se atrevió a desabrochar su camisa lo más rápida y suavemente que pudo para acto seguido introducir sus manos bajo el sujetador.
Sintió el calor y la suavidad de aquellas tetas, se regodeó en sus pezones grandes y blanditos por los cuales pudo adivinar que su madre no estaba nada excitada. Se deshizo del sujetador para poder regodearse de la vista de aquellos cántaros de miel. Los besó, lamió y chupó como un poseso hasta quedar harto de ellos.
Cuando tuvo suficiente dosis, se atrevió a deslizar su mano bajo la falda a través de la cual, y sin encontrar resistencia, topó con sus bragas que, con habilidad, corrió hasta las rodillas donde una vez allí cayeron hasta los tobillos. Una patada al aire de ella terminó por disparar la prenda lejos.
Su mano recorría nerviosa su coño, acariciaba su pubis, sus ingles y sus labios que, a diferencia de esa mañana, no se atrevía a invadir.
Marta se tumbó hacia atrás a lo largo del sofá, levantó una pierna y la desplazó hasta colocarla por detrás de la espalda de Benito quedando él de esta manera entre sus piernas y con el coño de ella totalmente expuesto. Con 2 rápidos movimientos se quitó la camiseta y el pantalón del pijama, que ya llevaban rato molestándole.
Se echó sobre ella que lo esperaba tumbada, asió la polla de él y lo colocó en la entrada de su coño.
Casi se desmayó al notarlo, un pequeño mareo sacudió su cabeza que no era capaz de procesar lo que estaba a punto de ocurrir y sobre todo, por qué estaba a punto de ocurrir. Respiraba con dificultad, le sudaba todo el cuerpo que le temblaba desde hacía rato. Entonces, sin pensarlo más tiempo, presionó su polla ligeramente y comenzó a introducirse en ella.
A medida que su polla entraba por el coño de su madre, su corazón le golpeaba con más fuerza, amenazando con salirse por la boca. Ella en cambio no padecía ninguno de los síntomas de su hijo que, como muñeca de goma, participaba de manera más pasiva que activa. Sus movimientos, tan lentos como escasos, eran como de un autómata.
No dejó de acariciar el cuerpo de su madre durante todo el tiempo que estuvo penetrándola. Besó su cuello, sus hombros y sus tetas. Los lamió, chupó, y disfrutó de su vista todo lo que pudo mientras se la follaba. Excitándose más y más con los vaivenes que en ellos producían los envites que Marta recibía. Benito la galopaba desbocado. Su excitación estaba llegando al límite.
-me voy a... correr. –susurraba con voz entrecortada.
Faltaba poco para culminar su felonía y recordaba cuanto se enfadó su madre la vez que se corrió dentro de ella.
-mama, me... voy a... correr.- repetía
-tranquilo –contesto –no pasa nada. –la parsimonia en el tono de ella era evidente.
Entonces llegó el orgasmo que le produjo oleadas de placer.
-jod... der. Me corro... mi semen... tu coño... me corro.
Su madre aguantaba paciente las arremetidas de su hijo hasta que de improvisto recibió un profundo beso en mitad de la boca. Benito, en la cumbre de su orgasmo propinó un húmedo y largo beso a su madre introduciendo su lengua en busca de la de ella. Ella, horrorizada, trató de zafarse de él, pero le sujetaba con fuerza la barbilla por lo que no encontró la forma de esquivarlo. Sentía su lengua recorriendo su boca cruzándose contra la de ella. No podía respirar y empezó a ponerse nerviosa. Al final terminó por respirar a través de la nariz, soportando resignada los lametones de Benito hasta que este decidiera parar.
Cuando lo hizo, se dejó caer extenuado sobre su cuerpo colocando su cabeza en el cuello de ella.
-me he corrido. –decía –mi semen... lo siento. No he podido parar.
Benito respiraba agitadamente empapado de sudor.
-me he corrido dentro... lo siento.
-tranquilo Benito, ya te he dicho que no pasa nada. Todo está bien.
-pero mi semen...
-¡he dicho que no pasa nada! Quédate tranquilo.
-podría dejarte embarazada.
-podrías, pero no lo has hecho.
Pasaron un buen rato en aquella posición. Al final ella rompió el silencio.
-anda Beni, vístete y vete a tu cuarto.
-¿estás enfadada?
-no
-Tú no te has corrido
-No, no lo he hecho.
-Te he hecho daño
-¿qué dices? ¡No!
-¿y porque quieres que me vaya?
-Porque ahora quiero estar un rato a solas.
-¿Me odias?
Marta cogió a su hijo con suavidad por la cabeza y le miró a los ojos.
-Benito, no me has hecho daño, no te odio y no has hecho nada que yo no quisiera. ¿está claro?
Benito asintió indeciso
-Entré aquí porque me gusta tu compañía. Y ahora me gustaría estar sola un rato antes de irme a dormir. Anda, coge tu ropa y vete tranquilo.
Benito obedeció y abandonó la habitación mientras Marta se sentaba en el sofá, se abrochaba la camisa y se bajaba la falda. Cerró los ojos y apoyó su cara en las palmas de las manos preguntándose por que lo había hecho. No disfrutó con ello y no se sentía mejor. ¿lo hizo por Fermín o por Bea?, ¿tal vez fue por Benito?, ¿o solamente le apeteció en ese momento?
-
Una Familia Asaltada – Capítulo 009
El día transcurrió sin más incidencias. Ya por la tarde cada uno de los integrantes de la familia hacía, como es habitual, su vida por separado.
Marta descansaba en el jardín, benito mataba sus horas estudiando, leyendo comics o trasteando con su ordenador. Bea, desaparecía de casa cuanto podía junto con su amiga. Por último Fermín pasaba innumerables horas en su santuario particular, su despacho, que utilizaba tanto para llevar sus negocios como para leer el periódico o descansar sobre su butaca.
En esta ocasión, se encontraba absorto en sus cavilaciones familiares. No podía quitarse de la cabeza a Bea ni a su mujer. Esa pequeña putilla presuntuosa se había confundido con él y la bruja paranoica de su mujer hizo otro tanto sin darle el beneficio de la duda sin esperar ningún tipo de explicación. Que se jodan pensó. Y que se joda también juanito y su puta viagra adulterada de mierda con sus putos consejos.
En medio de sus negros pensamientos se abrió la puerta del despacho y del pasillo apareció Beatriz. Llevaba una camiseta que, sin ser ajustada, le marcaba la figura y unas bragas como únicas prendas.
-¿puedo pasar? –preguntó desde el quicio de la puerta.
-ya estás dentro ¿que quieres? –pregunto enfadado.
-hablar del coche.
-pues yo no. Ya estoy hasta los huevos de repetirlo.
-quiero que me lo compres -insistía
-ya hemos hablado de ello. Y he dicho que no.
-a lo mejor si escuchas lo que tengo que decirte...
-a lo mejor si escucharas tú cuando yo te hablo... –corto tajante.
Beatriz se había estado acercando, había rodeado la mesa y se encontraba junto a él. Se sentó sobre la mesa, con los pies colgando, junto al periódico que leía Fermín frente a él.
-Seguro que te interesa un trato.
-seguro que no. Déjame leer tranquilo y vete a corretear histérica a tu habitación. –apoyó sus brazos sobre la mesa a cada lado del periódico e inclino la cabeza sobre él en ademán de leerlo.
Beatriz levanto una pierna por encima del brazo de él posando su pie desnudo sobre el periódico. Al hacerlo, toda la parte frontal de sus bragas quedaban expuestas a la vista justo delante de la cara de su padre.
No lo pudo pasar por alto. Miro con atención sus bragas, se apreciaba el nacimiento de un fino vello en las ingles. El mullido bulto que escondían bajo sí, aquel bosquecillo negro. Se intuía el perfil que marcaban sus labios adolescentes bajo aquella fina tela.
Levanto la vista hasta cruzarla con la de ella. Que le miraba impasible y fría.
-Podemos llegar a un trato. –dijo ella. -Yo quiero algo que tú tienes y tú quieres algo que yo tengo.
-¿Por que supones que voy a querer un tratos contigo?
-Por qué eres un cerdo -le atajó ella -La pregunta es: ¿cuanto vale para cada uno lo que tiene el otro?
Fermín volvió a bajar la vista hacia sus bragas, horrorizado por lo que su hija le estaba proponiendo, recorriendo con la vista en toda su dimensión aquella prenda. Levantó la cabeza de nuevo hasta cruzarse con su mirada gélida.
- · -
Cuando la luz del sol comenzaba a desaparecer Marta se encontraba sentada en el salón absorta en sus pensamientos, pensando en lo ocurrido durante la mañana, el manoseo de Benito, Fermín en erección, Bea desnuda y su “terapia de choque”.
Pensaba también en el deterioro de su relación con Fermín. Le detestaba pero era su marido, debía intentar un acercamiento con él o la familia terminaría desintegrándose. Si habían superado lo de aquella noche podrían superar cualquier cosa. Había mucho en juego y tanto ella como él debían permanecer siempre juntos y a ser posible unidos.
Se dirigió a su despacho. Llamó a la puerta y entró. Beatriz estaba dentro con su padre, al parecer se estaban despidiendo y ella se dirigía hacia la puerta. Pasó junto a ella sin decir palabra y con cara de hastío. Desapareció por el pasillo.
Fermín, en pie se abrochaba la camisa y se la metía dentro del pantalón.
-una escena curiosa cuando menos. –pensó Marta.
-¿tienes calor?, estas sudando.
-sí. -contestó él titubeando. –He hecho un poco de ejercicio.
-no me digas, ¿de que tipo?
-flexiones
-ya, ya veo. ¿Y Bea te ayudaba?
-la verdad es que no- dijo con enojo -he hecho ejercicio yo solo.
-típico de ella. Nunca hace nada.
-¿a quien me recuerda?
-a su padre, sin duda. –atajó Marta.
Tras unos segundos Fermín fue el que habló.
-y bien, ¿qué querías?
-hablar contigo, pero casi mejor lo dejamos para otro momento.
-¿que tiene de malo este?
-todo, lo tiene todo.
-¿por qué?
-Porque es imposible hablar con alguien que se aleja cada vez más de su matrimonio.
-eso no es cierto.
-Mira Fermín, es inútil negar que entre nosotros hay una distancia insalvable que cada vez se hace más grande.
-Cierto, ¿y de quien es la culpa?
-Ahora mismo tuya.
-¿Mía?, ¡vaya por dios!, siempre soy yo el culpable de todo.
-Siempre no. Yo tengo mucha culpa de lo que nos pasa. Pero ahora mismo hay cosas que ya no estoy dispuesta a tolerar.
-¿qué “YA” no estás dispuesta?, no digas bobadas. Tú nunca has tolerado nada.
Marta le miró irritada.
–He consentido muchas cosas en silencio. Que tú no lo sepas o no hayas querido darte cuenta no quiere decir que no lo haya hecho.
-No me digas, ¿como cual, si puede sab... –Marta no le dejó terminar.
-Verónica, Amanda, la madre de...
-vale, ¡vale ya! No sigas por ahí. -Cortó Fermín incómodo. –tampoco tú eres un alma cándida.
-no, no lo soy y por eso había venido aquí. Para hablar, para solucionar, hacer borrón y cuenta nueva. Pero de momento prefiero dedicar un tiempo a pensar cierta serie de cosas.
-¿Pensar?, ¡Maquinar!, querrás decir.
Marta se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta.
Antes de que abandonara el despacho Fermín gritó.
-yo también he hecho la vista gorda contigo muchas veces. ¿Qué diferencia hay ahora?
Se detuvo en el quicio de la puerta.
-pues que no estoy dispuesta a añadir a tu propia hija en tu lista de deslices.
-¡eres una paranoica!, ¿lo dices por lo de esta mañana?
-Lo digo por que sus bragas cubren la lámpara de tu escritorio.
Fermín se giró consternado en busca de la prueba del delito. Al verlas se lamentó de haberlas dejado allí. Miró a su mujer con cara de fastidio a la espera de lo que esta tuviera que decir.
-Bueno. -dijo ella. –al menos ahora, no tratas de darme excusas baratas. Siempre me hizo pensar que me tomabas por tonta. Dicho esto, abandonó el despacho.
- · -
Recorrió el pasillo hasta el jardín. Necesitaba espacio abierto para respirar y pensar con claridad. Anduvo por la hierba sin rumbo fijo, se paró frente al ventanal del salón donde Benito, sentado en el sofá, de espaldas a ella, estaba viendo una película.
Entró sin hacer ruido, al colocarse justo detrás de él comprobó con asombro la realidad de la escena. Benito estaba viendo una película porno. Tenía una mano dentro del pijama meneándose la polla. Marta cerró los ojos con aire cansado.
-¿es que no hay nadie normal en esta casa? –pensó.
Rodeó el sofá y se sentó junto a él. Benito dio un bote al ver a su madre a su lado y se cubrió con ambas manos intentando cubrir su erección bajo el pijama.
-Ah ..., mamá ..., joder ..., estaba viendo ...
-ya sé lo que estabas viendo.
-espera, ahora cambio... el mando está...
-no hace falta. –dijo cansada. –me da igual.
Se hizo el silencio entre ellos. Marta miraba el televisor sin interés. Pasaron así un pequeño rato. Ella, seria con la mirada perdida en el televisor. Él, buscando el mando con la vista sin encontrarlo, rojo de la vergüenza.
-tu padre es un cerdo.
-sí... ¿eh?, ¿ah, sí?
-tu padre es un cerdo y tu hermana... una hija de puta.
-eh, sí..., sí..., eso es verdad, sí..., es una hija de puta... ¿po... por qué?
-el cerdo de tu padre... –no acabó la frase.
Se miraban el uno al otro. La expresión de Marta era de amargura, la de Benito de desconcierto, estaba nervioso, con la frente empapada de sudor por el bochorno de la situación.
Entonces se dibujó en su cara una mueca de sorpresa, se le pusieron los ojos como platos y se le cortó la respiración. Marta había puesto una mano en su entrepierna y la estaba deslizando bajo el pijama.
Pudo sentir sus dedos alrededor de su polla que lo cogieron suavemente y comenzaron a acariciarlo. Al desconcierto inicial le siguió una tremenda erección. Miraba a su madre con expresión horrorizada. Ella guardaba la misma expresión inerte. Cerró los ojos un momento y cuando los abrió, tomó una decisión.
Alargó sus manos, asió las tetas de ella y comenzó a masajearlas. Ella no se inmutó. Seguía sin decir palabra con la misma expresión de amargura y la vista fija en su entrepierna, por lo que Benito, se atrevió a desabrochar su camisa lo más rápida y suavemente que pudo para acto seguido introducir sus manos bajo el sujetador.
Sintió el calor y la suavidad de aquellas tetas, se regodeó en sus pezones grandes y blanditos por los cuales pudo adivinar que su madre no estaba nada excitada. Se deshizo del sujetador para poder regodearse de la vista de aquellos cántaros de miel. Los besó, lamió y chupó como un poseso hasta quedar harto de ellos.
Cuando tuvo suficiente dosis, se atrevió a deslizar su mano bajo la falda a través de la cual, y sin encontrar resistencia, topó con sus bragas que, con habilidad, corrió hasta las rodillas donde una vez allí cayeron hasta los tobillos. Una patada al aire de ella terminó por disparar la prenda lejos.
Su mano recorría nerviosa su coño, acariciaba su pubis, sus ingles y sus labios que, a diferencia de esa mañana, no se atrevía a invadir.
Marta se tumbó hacia atrás a lo largo del sofá, levantó una pierna y la desplazó hasta colocarla por detrás de la espalda de Benito quedando él de esta manera entre sus piernas y con el coño de ella totalmente expuesto. Con 2 rápidos movimientos se quitó la camiseta y el pantalón del pijama, que ya llevaban rato molestándole.
Se echó sobre ella que lo esperaba tumbada, asió la polla de él y lo colocó en la entrada de su coño.
Casi se desmayó al notarlo, un pequeño mareo sacudió su cabeza que no era capaz de procesar lo que estaba a punto de ocurrir y sobre todo, por qué estaba a punto de ocurrir. Respiraba con dificultad, le sudaba todo el cuerpo que le temblaba desde hacía rato. Entonces, sin pensarlo más tiempo, presionó su polla ligeramente y comenzó a introducirse en ella.
A medida que su polla entraba por el coño de su madre, su corazón le golpeaba con más fuerza, amenazando con salirse por la boca. Ella en cambio no padecía ninguno de los síntomas de su hijo que, como muñeca de goma, participaba de manera más pasiva que activa. Sus movimientos, tan lentos como escasos, eran como de un autómata.
No dejó de acariciar el cuerpo de su madre durante todo el tiempo que estuvo penetrándola. Besó su cuello, sus hombros y sus tetas. Los lamió, chupó, y disfrutó de su vista todo lo que pudo mientras se la follaba. Excitándose más y más con los vaivenes que en ellos producían los envites que Marta recibía. Benito la galopaba desbocado. Su excitación estaba llegando al límite.
-me voy a... correr. –susurraba con voz entrecortada.
Faltaba poco para culminar su felonía y recordaba cuanto se enfadó su madre la vez que se corrió dentro de ella.
-mama, me... voy a... correr.- repetía
-tranquilo –contesto –no pasa nada. –la parsimonia en el tono de ella era evidente.
Entonces llegó el orgasmo que le produjo oleadas de placer.
-jod... der. Me corro... mi semen... tu coño... me corro.
Su madre aguantaba paciente las arremetidas de su hijo hasta que de improvisto recibió un profundo beso en mitad de la boca. Benito, en la cumbre de su orgasmo propinó un húmedo y largo beso a su madre introduciendo su lengua en busca de la de ella. Ella, horrorizada, trató de zafarse de él, pero le sujetaba con fuerza la barbilla por lo que no encontró la forma de esquivarlo. Sentía su lengua recorriendo su boca cruzándose contra la de ella. No podía respirar y empezó a ponerse nerviosa. Al final terminó por respirar a través de la nariz, soportando resignada los lametones de Benito hasta que este decidiera parar.
Cuando lo hizo, se dejó caer extenuado sobre su cuerpo colocando su cabeza en el cuello de ella.
-me he corrido. –decía –mi semen... lo siento. No he podido parar.
Benito respiraba agitadamente empapado de sudor.
-me he corrido dentro... lo siento.
-tranquilo Benito, ya te he dicho que no pasa nada. Todo está bien.
-pero mi semen...
-¡he dicho que no pasa nada! Quédate tranquilo.
-podría dejarte embarazada.
-podrías, pero no lo has hecho.
Pasaron un buen rato en aquella posición. Al final ella rompió el silencio.
-anda Beni, vístete y vete a tu cuarto.
-¿estás enfadada?
-no
-Tú no te has corrido
-No, no lo he hecho.
-Te he hecho daño
-¿qué dices? ¡No!
-¿y porque quieres que me vaya?
-Porque ahora quiero estar un rato a solas.
-¿Me odias?
Marta cogió a su hijo con suavidad por la cabeza y le miró a los ojos.
-Benito, no me has hecho daño, no te odio y no has hecho nada que yo no quisiera. ¿está claro?
Benito asintió indeciso
-Entré aquí porque me gusta tu compañía. Y ahora me gustaría estar sola un rato antes de irme a dormir. Anda, coge tu ropa y vete tranquilo.
Benito obedeció y abandonó la habitación mientras Marta se sentaba en el sofá, se abrochaba la camisa y se bajaba la falda. Cerró los ojos y apoyó su cara en las palmas de las manos preguntándose por que lo había hecho. No disfrutó con ello y no se sentía mejor. ¿lo hizo por Fermín o por Bea?, ¿tal vez fue por Benito?, ¿o solamente le apeteció en ese momento?
-