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Un Regalo – Capítulo 001
Muchas veces las relaciones entre hermano y hermana no son de las mejores, lo había visto con mis amigas mientras crecía, siempre me hablaban peste de sus hermanos, los que, por ser hombres, tenían ciertos privilegios que ellas no tenían, como tener novias a temprana edad, llegar más tarde de las fiestas y otras muchas que los padres conceden a sus hijos varones y no a las chicas, que por ser mujeres, somos castigadas y oprimidas, por lo menos, de esto es lo que todas mis amigas se quejaban a menudo.
Yo personalmente no vivía ese problema, mi hermano Mauro un amor de muchacho, tranquilo, estudioso y obediente, tengo que aclarar que mi hermano es muchísimo menor que yo, él va a cumplir catorce años y yo que estoy ya en la universidad, tengo veintidós años, la diferencia de edad no la voy a comentar, solo decir que fue un descuido de mamá.
Yo soy Estela, mi nombre significa “estrella” y mamá me contó que en el tiempo que yo estaba en su vientre, soñó que un gran cometa le traería una bella hija y cuando nací no encontró nada más apropiado que llamarme Estela, pero vamos a lo de mi hermanito.
Mauro ha sido siempre el regalón de la casa, es nuestro cachorrito, tanto mamá como yo lo adoramos, es tan tierno, tan inocente, tan amoroso, es como tener un osito de peluche con vida, lo único que quieres hacerle es abrazarlo y tenerlo estrecho a ti, yo lo amaba y más que una hermana, había desarrollado un instinto protector hacia él, pero no maternal, él me inspiraba algunas ideas de cómo guiarlo por la vida, enseñarle cosas y que nadie le contara cuentos, yo me sentía con la responsabilidad de instruirlo, de prepararlo a la vida como macho, como hombre, claro está que no tenía la menor idea cómo hacerlo, pero pensaba que al ser mayor, podía iniciarlo a las cosas de la vida en forma natural, no quería que fuese cómo yo que debí aprender casi todo por mí misma.
Él era del tipo atlético, practicaba baloncesto y tenis, por lo que era muy agraciado en sus movimientos, por lo menos a mí me parecía así, también encontraba que se estaba trasformando en un apuesto jovencito, para cómo ya dije muy regalón, yo lo besaba cada vez que podía, me parecía natural esta afección hacia él y él nunca se negaba.
Mi hermano estaba acostumbrado a todo ese cariño, era mimado por mi y mi madre, además, el estaba habituado a que nosotras lo viéramos en cualquier situación, su intimidad nunca había sido un secreto y el jamás nos consideró intrusas, para él simplemente era el modo de vida que le había tocado vivir con una madre que lo adoraba y una hermosa y dulce hermana que lo protegía.
Pero la vida tiene extrañas formas de complicar las cosas y cuando el superó sus catorce años, repentinamente se produjo un cambio. Cambios que se producen a nivel físico y hormonal, todo en la más completa normalidad de la naturaleza humana.
Mi hermano se encontraba en el baño lavándose los dientes antes de irse a acostar, de costumbre lo hace sin su camisa de pijama para no salpicarla y humedecerla, esa fría noche de invierno nos preparábamos todos para irnos a dormir, a mi se me quedaron en el baño las pinzas y mi bolsito con mis cosas de belleza:
—Mauro … perdona … saco mis cosas y me voy …
—¡Ah! … Sí … acomódate …
No somos una familia pudiente, nuestro departamento es pequeño, pero funcional, el baño es estrecho, me incliné desenfadada sobre él y mis senos cubiertos por mi camisola de dormir, rozaron su espalda desnuda, quizás por el hecho de que me había puesto el pijama muy frío, mis pezones estaban endurecidos, me di cuenta de ello, pensé en no darle importancia, pero mi hermano arqueó su espalda e interrumpió el lavado de sus dientes:
—¡Oh! Mauri … perdona …
—Sí …no es nada … no te preocupes …
No le di mayor importancia al pequeño incidente, saqué mis cosas y al salir, le pregunté:
—¿Seguro que estas bien? …
—Sí, no te preocupes … estoy bien …
Antes de salir le di un beso en la mejilla y mis pechos otra vez le rozaron, pero para mí no había nada más que pensar ni agregar, todo había sido algo casual y natural:
—Buenas noches, Mauri … que duermas bien …
—Buenas noches, hermanita … que descanses …
Pero los muchachos a esa edad con todos los cambios que comienza a experimentar sus cuerpos también comienzan a cambiar, son diferentes, eso para mí era totalmente indiferente, sabía por supuesto que chicos y chicas entramos a la pubertad y nos enfrentamos con cosas nuevas y desconocidas, pero no me daba cuenta de que mi hermanito había llegado a esa edad de conflictos emocionales, donde muchas cosas comienzan a cambiar y pueden nacer equivocaciones y desacuerdos.
Mucho tiempo después, él me confeso que esa noche mis senos lo descolocaron y excitaron, antes de eso no había tenido otra estimulación igual a esa, turbado se fue a la cama, sentía en su espalda ese roce que le hacía sentir extrañas sensaciones en su estómago, luego esa sensación se hizo placentera en su bajo vientre y su verga se endureció, él lo palpaba y se recordaba lo que los chicos del colegio de su misma edad comentaban, sus manos acariciaron su pene y el placer se incrementó, hasta que unos extraños chorros salieron de su verga, mojó su pijama y dejó unas manchas en sus sabanas, fue su primera paja fantaseando con mis senos.
Pero volvamos cronológicamente a como se fueron desarrollando los hechos.
Mauro continuaba creciendo y después de algunos meses entro de lleno en la adolescencia y hacía todo lo que los chicos de su edad hacen y había incrementado su adicción a tocarse, así como esa noche en que mis senos lo trastornaron con ese roce involuntario.
El tiempo corre veloz y él había cambiado en muchos sentidos, especialmente en la manera que él me veía a mí, ese ángel dulce y hermoso que siempre estaba dispuesta a abrazarlo y besarlo, se transformó de sopetón en mujer con tetas y panocha, yo me daba cuenta que él me observaba, sobre todo cuando vestía solo mi remera y dejaba mis senos libres y estos zangoloteaban bajo mi prenda, también a veces me giraba repentinamente y encontraba sus ojos fijos en mi culo, otras cuando vestía mi lycra ajustada a mi ingle, lo sorprendía mirando mi entrepiernas, a mi no me disgustaba, lo tomaba como una cosa normal en su desarrollo de muchacho a hombre.
En los meses de vacaciones, cuando íbamos juntos a la piscina municipal, me daba cuenta de que su pene reaccionaba mirando mi bikini, después en casa iba buscando las marcas que me había dejado el sol, todo lo excitaba y apenas posible se escapaba al baño a desahogar en secreto y discreción su calentura por mí, la única cosa que me desconsolaba era que él se había puesto más introverso, más reservado, ya no era tan cariñoso ni mimoso como antes, lo veía cambiado y no me había percatado que todo estaba relacionado con su paso de niño a adolescente.
Normalmente en casa estábamos yo y él, nuestros padres trabajaban, las tardes la pasábamos estudiando, mis empeños universitarios eran más exigentes que los de él, así que no era raro que el terminase primero y lo sentía girar por la casa, esa tarde lo sentí que entro al baño y no lo escuche salir, curiosa y metiche me preocupé y me levanté a ver que le había pasado, la puerta no estaba cerrada, lo vi parado de frente a la cesta con la ropa sucia y tenía mi lycra y mis calzones que me había cambiado esta mañana, se inclinó y saco también mis sostenes amarillos, que también me había mudado con el resto de la ropa.
Miraba muy concentrado las prendas, hubiese dado lo inimaginable por saber las cosas que estaban pasando por su mente, me intrigaba y me subyugaba su interés por mi vestuario íntimo, apenas se giró un poco me di cuenta de que tenía una poderosa erección, se apoyo en la cesta y se llevó a la nariz las prendas, una a la vez, cómo tratando de oler en esos vestidos vestigios de mí aroma y esencia. No sé cómo, pero esto me estaba complaciendo, ser el objeto de la perversión juvenil de mi hermano, estaba haciendo que mi conchita comenzase a tomar vida propia, empezando por emitir mucho más fluidos de lo normal, no pude resistir la tentación y entré:
—¿Qué tal Mauri! … ¿Qué estas haciendo! …
—¡Oh! … ¡emh! … yo … yo … nada … ¡emh! … nada …
Era hermoso, emocionante y excitante encontrar a mi hermanito oliendo mis bragas concentrado, así como estaba ni cuenta se dio cuando abrí la puerta del baño y lo sorprendí, pero no era mi idea meterlo en aprietos ni avergonzarlo, se había ruborizado y su rostro lucía enrojecido, con el nerviosismo dejo caer mis prendas al suelo:
—¡Cómo que nada! … ¡Estas con esas prendas mías en tus manos! … ¿Qué pretendías? …
—¡Te lo juro! … ¡no estaba haciendo nada! …
Mi tono no era de reproche, pero él se había derrumbado en su propia vergüenza y no sabía que decir, entendía que lo habían sorprendido en algo abominable, oliendo la ropa íntima de su hermana, recogió la prendas, las deposito en la cesta y salió cabeza gacha a refugiarse en su pieza, sentí que cerraba su puerta, tuve la intención de seguirlo, pero luego pensé que ya lo había disturbado lo suficiente.
De todas maneras, tras pensarlo por largo rato, pensé que sería oportuno conversar con él y calmarlo, además, que estaba comenzando a entender el porque de sus cambios, el niño que se convierte en muchacho y yo me sentía un poquito halagada de que me tuviera como punto de referimiento de su focalización sexual incipiente, así que lo fui a ver a su cuarto:
—Mauri … ¿Estas bien? … ¿Puedo entrar un momento? …
Sentí el tono de su voz normal, dulce, me alegro el corazón sentirlo así:
—¡Sí! … sí, entra … está abierto …
Entré y lo encontré sentado en su cama con la espalda apoyada en la cabecera, miraba la televisión ignorando el programa, me senté a su lado y le miré sonriendo:
—Mauri … nada temas … no estoy enojada y no diré nada a nuestros padres … ¿vale?
—¡Vale! … pero te pido perdón …
Sentí mucha ternura por él al verlo así afligido, estaba avergonzado y su timidez le impedía mirarme a los ojos:
—¡Sabes, Mauri! … estos últimos tiempos te he notado extraño … ya no eres tan dulce conmigo … a veces hasta pareces que me evitas … me gustaría saber el por que … ¿Quieres decírmelo? …
Él me miró inquieto y compungido, no sabía que decirme, se veía muy avergonzado, entonces lo presioné:
—Ya te dije que no estoy enfadada … solo quiero saber que es lo que no te va … ¿Porque has cambiado? …. ¿Qué cosa está mal? … ¡Dímelo! … quizás pueda ayudarte
—Estelita … no hay nada … es que … solo que …
—¡Dímelo! Mauri … vamos, dímelo … luego te sentirás mejor …
Plegué mi pierna y me giré hacia él, le tomé su barbilla y luego acaricié su mejilla, cosa que se que a él le gusta y funcionó:
—Es que es un poco vergonzoso …
—¡No importa … dilo y ya! … sácate ese peso de encima … ¡dilo! …
—Es que … bueno … hace unos días … yo estaba en el baño cepillándome los dientes … tu entraste a buscar algo … no recuerdo que …
—¿Y que, Mauri? … ¿Qué te sucedió? …
—Bueno … tú … tu te apoyaste con tu pecho en mi espalda … y … bueno … sentí tus bubis con tus pezones duros … y … bueno … eso, eso sucedió …
—¡Ay! ¡Mauri, por Dios! … ¿Qué tiene eso de grave? … ¿No te entiendo? …
—Bueno … yo me sentí extraño … y desde entonces cada vez que te veo me siento extraño …
—¡Ay! ¡Mauri! … que me estas confundiendo … no te entiendo … ¿Por qué te sientes extraño? …
—Es que siento algo raro aquí …
Por un momento me quedé pasmada, él estaba apuntando a su ingle, él apuntaba a su bajo vientre, ¡él señalaba su verga! … ¡Demonios!, pensé … ¿Qué hago?, me quede sin palabras, luego de un rato todo me pareció claro, yo con mi pierna plegada le estaba regalando una vista limpia y clara de mis bragas, rápidamente me compuse, ¡Cáspita!, se siente atraído por mí, se está convirtiendo en un hombre, por algún motivo comencé a sonreír, me gustaba este hecho:
—Mauri … eso es normal … a todos los chicos les sucede lo mismo … es tu edad … estas creciendo … nada más que eso … no te aflijas … disfrútalo …
Me enderecé y le di un beso en su mejilla y luego otro en su boca, él hizo su cara hacia atrás y esto me divirtió mucho, lo miré y se veía más tranquilo, no tan tensionado como antes, me sonreía:
—¡Así que me miras las tetas? … ¿Te gustan las tetas de tú hermanita? … ¿uh? …
Mauro movió su cabeza en sentido afirmativo, pero mantuvo su cabeza gacha, la timidez lo sobrepasaba, pero para mí era como un juego, un juego nuevo que me excitaba:
—¿Y que más, Mauri? … ¿no me digas que te gustan solo mis bubis? …
—¡No! … me da vergüenza … no te lo digo …
—¡Dale nomas! … si esto es solo entre tu y yo … nadie lo sabrá … ¡vamos … dímelo! …
Mauro sonreía, pero no levantaba su cabeza, este juego me estaba enardeciendo, sentí mi panocha que destilaba gotitas, Mauro me miro indeciso, entonces irreflexivamente tomé su mano y la apoyé en mi pecho derecho, sobre mi blusa:
—¿Sientes? … ¿Dime que sientes? …
Mauro trató de retirar su mano, pero suavemente yo se lo impedí, delicadamente cubrí su mano con la mía para que sintiera toda mi teta, se relajó y se dejo guiar por mi mano en la caricia a mi seno:
—¿Umh? … ¿Te gusta? …
—¡Oh! … ¡Sí! … es linda … me gusta … es blandita …
Entonces me arrodillé en su cama y tomándole la otra mano, la puse también en mi pecho, ahora sus manos copaban mis bubis completamente:
—¿Las sientes ahora? … ¿Sientes esas puntitas duritas en su extremo superior? …
—¡Sí! … son cómo de esponja durita … con tus pezones … tus pezones están duritos …
—¡Sí! … así es … están duritos … y … ¿Sabes por qué? … ¿Sabes porque se ponen así? …
—¡No! … no sé …
—Porque a veces también yo me siento “extraña” y se me ponen duritos, tal como te sucede a ti con eso …
Le señalé su pene que estaba levantando una vistosa protuberancia en sus shorts, Mauro me miraba fascinado con sus ojos vidriosos y su respiración alterada, parecía estar en un campo de juegos, juegos que él empezaba solo ahora a conocer y que yo me disponía a enseñarle:
—¿Te gusta, Mauri? …
—¡Sí! … me gusta mucho … y me siento “extraño” …
—¡Sí! … ya lo creo … apuesto que sientes cosquillitas en todo tú vientre y tu estomago se hunde como si estuviera vacío … ¿Verdad? …
—¡Sí! … y tú … ¿cómo lo sabes? …
—Lo sé … porque soy más grande que tú … ahora espera …
Sus ojos parecían salírseles de sus orbitas cuando vio que me quité la blusa y el sostén, su mirada lambía cada centímetro de mi piel albina, su excitación era mi excitación, me sentía estimulada a mostrarle más:
—¿Que te parecen? … ¿Te gustan así desnudas? …
Mauro había enmudecido, su rostro estaba enrojecido, no atinaba a moverse, así que le volví a tomar sus manos y a colocarlas en mis bubis:
—¡Tócalas! … sientes la diferencia …
Ahora él siguió autónomamente los movimientos que le había enseñado y comenzó a magrear mis tetas ávidamente, le faltaba habilidad y un poco de delicadez, pero me estaba gustando como mi hermano sobajeaba mis pechos y aplastaba mis pezones:
—¡Que bien lo haces, cariño! … ¡Buen toque! … ¿Te gustan? …
—¡Sí! … me gustan mucho …
El dialogo sobraba, lo importante eran los gemidos, las caricias, los gestos, las miradas y ese calor cómplice que se estaba creando entre mi hermano y yo:
—¡Bésalas! … ¡Trata de besarlas! … ¡Bésame y lámeme los pezones! … ¡Cómetelas todas! …
Mauro se había relajado y dejado atrás su timidez, ahora estaba sobre mi comiéndose mis bubis con gusto
Continuará
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Un Regalo – Capítulo 001
Muchas veces las relaciones entre hermano y hermana no son de las mejores, lo había visto con mis amigas mientras crecía, siempre me hablaban peste de sus hermanos, los que, por ser hombres, tenían ciertos privilegios que ellas no tenían, como tener novias a temprana edad, llegar más tarde de las fiestas y otras muchas que los padres conceden a sus hijos varones y no a las chicas, que por ser mujeres, somos castigadas y oprimidas, por lo menos, de esto es lo que todas mis amigas se quejaban a menudo.
Yo personalmente no vivía ese problema, mi hermano Mauro un amor de muchacho, tranquilo, estudioso y obediente, tengo que aclarar que mi hermano es muchísimo menor que yo, él va a cumplir catorce años y yo que estoy ya en la universidad, tengo veintidós años, la diferencia de edad no la voy a comentar, solo decir que fue un descuido de mamá.
Yo soy Estela, mi nombre significa “estrella” y mamá me contó que en el tiempo que yo estaba en su vientre, soñó que un gran cometa le traería una bella hija y cuando nací no encontró nada más apropiado que llamarme Estela, pero vamos a lo de mi hermanito.
Mauro ha sido siempre el regalón de la casa, es nuestro cachorrito, tanto mamá como yo lo adoramos, es tan tierno, tan inocente, tan amoroso, es como tener un osito de peluche con vida, lo único que quieres hacerle es abrazarlo y tenerlo estrecho a ti, yo lo amaba y más que una hermana, había desarrollado un instinto protector hacia él, pero no maternal, él me inspiraba algunas ideas de cómo guiarlo por la vida, enseñarle cosas y que nadie le contara cuentos, yo me sentía con la responsabilidad de instruirlo, de prepararlo a la vida como macho, como hombre, claro está que no tenía la menor idea cómo hacerlo, pero pensaba que al ser mayor, podía iniciarlo a las cosas de la vida en forma natural, no quería que fuese cómo yo que debí aprender casi todo por mí misma.
Él era del tipo atlético, practicaba baloncesto y tenis, por lo que era muy agraciado en sus movimientos, por lo menos a mí me parecía así, también encontraba que se estaba trasformando en un apuesto jovencito, para cómo ya dije muy regalón, yo lo besaba cada vez que podía, me parecía natural esta afección hacia él y él nunca se negaba.
Mi hermano estaba acostumbrado a todo ese cariño, era mimado por mi y mi madre, además, el estaba habituado a que nosotras lo viéramos en cualquier situación, su intimidad nunca había sido un secreto y el jamás nos consideró intrusas, para él simplemente era el modo de vida que le había tocado vivir con una madre que lo adoraba y una hermosa y dulce hermana que lo protegía.
Pero la vida tiene extrañas formas de complicar las cosas y cuando el superó sus catorce años, repentinamente se produjo un cambio. Cambios que se producen a nivel físico y hormonal, todo en la más completa normalidad de la naturaleza humana.
Mi hermano se encontraba en el baño lavándose los dientes antes de irse a acostar, de costumbre lo hace sin su camisa de pijama para no salpicarla y humedecerla, esa fría noche de invierno nos preparábamos todos para irnos a dormir, a mi se me quedaron en el baño las pinzas y mi bolsito con mis cosas de belleza:
—Mauro … perdona … saco mis cosas y me voy …
—¡Ah! … Sí … acomódate …
No somos una familia pudiente, nuestro departamento es pequeño, pero funcional, el baño es estrecho, me incliné desenfadada sobre él y mis senos cubiertos por mi camisola de dormir, rozaron su espalda desnuda, quizás por el hecho de que me había puesto el pijama muy frío, mis pezones estaban endurecidos, me di cuenta de ello, pensé en no darle importancia, pero mi hermano arqueó su espalda e interrumpió el lavado de sus dientes:
—¡Oh! Mauri … perdona …
—Sí …no es nada … no te preocupes …
No le di mayor importancia al pequeño incidente, saqué mis cosas y al salir, le pregunté:
—¿Seguro que estas bien? …
—Sí, no te preocupes … estoy bien …
Antes de salir le di un beso en la mejilla y mis pechos otra vez le rozaron, pero para mí no había nada más que pensar ni agregar, todo había sido algo casual y natural:
—Buenas noches, Mauri … que duermas bien …
—Buenas noches, hermanita … que descanses …
Pero los muchachos a esa edad con todos los cambios que comienza a experimentar sus cuerpos también comienzan a cambiar, son diferentes, eso para mí era totalmente indiferente, sabía por supuesto que chicos y chicas entramos a la pubertad y nos enfrentamos con cosas nuevas y desconocidas, pero no me daba cuenta de que mi hermanito había llegado a esa edad de conflictos emocionales, donde muchas cosas comienzan a cambiar y pueden nacer equivocaciones y desacuerdos.
Mucho tiempo después, él me confeso que esa noche mis senos lo descolocaron y excitaron, antes de eso no había tenido otra estimulación igual a esa, turbado se fue a la cama, sentía en su espalda ese roce que le hacía sentir extrañas sensaciones en su estómago, luego esa sensación se hizo placentera en su bajo vientre y su verga se endureció, él lo palpaba y se recordaba lo que los chicos del colegio de su misma edad comentaban, sus manos acariciaron su pene y el placer se incrementó, hasta que unos extraños chorros salieron de su verga, mojó su pijama y dejó unas manchas en sus sabanas, fue su primera paja fantaseando con mis senos.
Pero volvamos cronológicamente a como se fueron desarrollando los hechos.
Mauro continuaba creciendo y después de algunos meses entro de lleno en la adolescencia y hacía todo lo que los chicos de su edad hacen y había incrementado su adicción a tocarse, así como esa noche en que mis senos lo trastornaron con ese roce involuntario.
El tiempo corre veloz y él había cambiado en muchos sentidos, especialmente en la manera que él me veía a mí, ese ángel dulce y hermoso que siempre estaba dispuesta a abrazarlo y besarlo, se transformó de sopetón en mujer con tetas y panocha, yo me daba cuenta que él me observaba, sobre todo cuando vestía solo mi remera y dejaba mis senos libres y estos zangoloteaban bajo mi prenda, también a veces me giraba repentinamente y encontraba sus ojos fijos en mi culo, otras cuando vestía mi lycra ajustada a mi ingle, lo sorprendía mirando mi entrepiernas, a mi no me disgustaba, lo tomaba como una cosa normal en su desarrollo de muchacho a hombre.
En los meses de vacaciones, cuando íbamos juntos a la piscina municipal, me daba cuenta de que su pene reaccionaba mirando mi bikini, después en casa iba buscando las marcas que me había dejado el sol, todo lo excitaba y apenas posible se escapaba al baño a desahogar en secreto y discreción su calentura por mí, la única cosa que me desconsolaba era que él se había puesto más introverso, más reservado, ya no era tan cariñoso ni mimoso como antes, lo veía cambiado y no me había percatado que todo estaba relacionado con su paso de niño a adolescente.
Normalmente en casa estábamos yo y él, nuestros padres trabajaban, las tardes la pasábamos estudiando, mis empeños universitarios eran más exigentes que los de él, así que no era raro que el terminase primero y lo sentía girar por la casa, esa tarde lo sentí que entro al baño y no lo escuche salir, curiosa y metiche me preocupé y me levanté a ver que le había pasado, la puerta no estaba cerrada, lo vi parado de frente a la cesta con la ropa sucia y tenía mi lycra y mis calzones que me había cambiado esta mañana, se inclinó y saco también mis sostenes amarillos, que también me había mudado con el resto de la ropa.
Miraba muy concentrado las prendas, hubiese dado lo inimaginable por saber las cosas que estaban pasando por su mente, me intrigaba y me subyugaba su interés por mi vestuario íntimo, apenas se giró un poco me di cuenta de que tenía una poderosa erección, se apoyo en la cesta y se llevó a la nariz las prendas, una a la vez, cómo tratando de oler en esos vestidos vestigios de mí aroma y esencia. No sé cómo, pero esto me estaba complaciendo, ser el objeto de la perversión juvenil de mi hermano, estaba haciendo que mi conchita comenzase a tomar vida propia, empezando por emitir mucho más fluidos de lo normal, no pude resistir la tentación y entré:
—¿Qué tal Mauri! … ¿Qué estas haciendo! …
—¡Oh! … ¡emh! … yo … yo … nada … ¡emh! … nada …
Era hermoso, emocionante y excitante encontrar a mi hermanito oliendo mis bragas concentrado, así como estaba ni cuenta se dio cuando abrí la puerta del baño y lo sorprendí, pero no era mi idea meterlo en aprietos ni avergonzarlo, se había ruborizado y su rostro lucía enrojecido, con el nerviosismo dejo caer mis prendas al suelo:
—¡Cómo que nada! … ¡Estas con esas prendas mías en tus manos! … ¿Qué pretendías? …
—¡Te lo juro! … ¡no estaba haciendo nada! …
Mi tono no era de reproche, pero él se había derrumbado en su propia vergüenza y no sabía que decir, entendía que lo habían sorprendido en algo abominable, oliendo la ropa íntima de su hermana, recogió la prendas, las deposito en la cesta y salió cabeza gacha a refugiarse en su pieza, sentí que cerraba su puerta, tuve la intención de seguirlo, pero luego pensé que ya lo había disturbado lo suficiente.
De todas maneras, tras pensarlo por largo rato, pensé que sería oportuno conversar con él y calmarlo, además, que estaba comenzando a entender el porque de sus cambios, el niño que se convierte en muchacho y yo me sentía un poquito halagada de que me tuviera como punto de referimiento de su focalización sexual incipiente, así que lo fui a ver a su cuarto:
—Mauri … ¿Estas bien? … ¿Puedo entrar un momento? …
Sentí el tono de su voz normal, dulce, me alegro el corazón sentirlo así:
—¡Sí! … sí, entra … está abierto …
Entré y lo encontré sentado en su cama con la espalda apoyada en la cabecera, miraba la televisión ignorando el programa, me senté a su lado y le miré sonriendo:
—Mauri … nada temas … no estoy enojada y no diré nada a nuestros padres … ¿vale?
—¡Vale! … pero te pido perdón …
Sentí mucha ternura por él al verlo así afligido, estaba avergonzado y su timidez le impedía mirarme a los ojos:
—¡Sabes, Mauri! … estos últimos tiempos te he notado extraño … ya no eres tan dulce conmigo … a veces hasta pareces que me evitas … me gustaría saber el por que … ¿Quieres decírmelo? …
Él me miró inquieto y compungido, no sabía que decirme, se veía muy avergonzado, entonces lo presioné:
—Ya te dije que no estoy enfadada … solo quiero saber que es lo que no te va … ¿Porque has cambiado? …. ¿Qué cosa está mal? … ¡Dímelo! … quizás pueda ayudarte
—Estelita … no hay nada … es que … solo que …
—¡Dímelo! Mauri … vamos, dímelo … luego te sentirás mejor …
Plegué mi pierna y me giré hacia él, le tomé su barbilla y luego acaricié su mejilla, cosa que se que a él le gusta y funcionó:
—Es que es un poco vergonzoso …
—¡No importa … dilo y ya! … sácate ese peso de encima … ¡dilo! …
—Es que … bueno … hace unos días … yo estaba en el baño cepillándome los dientes … tu entraste a buscar algo … no recuerdo que …
—¿Y que, Mauri? … ¿Qué te sucedió? …
—Bueno … tú … tu te apoyaste con tu pecho en mi espalda … y … bueno … sentí tus bubis con tus pezones duros … y … bueno … eso, eso sucedió …
—¡Ay! ¡Mauri, por Dios! … ¿Qué tiene eso de grave? … ¿No te entiendo? …
—Bueno … yo me sentí extraño … y desde entonces cada vez que te veo me siento extraño …
—¡Ay! ¡Mauri! … que me estas confundiendo … no te entiendo … ¿Por qué te sientes extraño? …
—Es que siento algo raro aquí …
Por un momento me quedé pasmada, él estaba apuntando a su ingle, él apuntaba a su bajo vientre, ¡él señalaba su verga! … ¡Demonios!, pensé … ¿Qué hago?, me quede sin palabras, luego de un rato todo me pareció claro, yo con mi pierna plegada le estaba regalando una vista limpia y clara de mis bragas, rápidamente me compuse, ¡Cáspita!, se siente atraído por mí, se está convirtiendo en un hombre, por algún motivo comencé a sonreír, me gustaba este hecho:
—Mauri … eso es normal … a todos los chicos les sucede lo mismo … es tu edad … estas creciendo … nada más que eso … no te aflijas … disfrútalo …
Me enderecé y le di un beso en su mejilla y luego otro en su boca, él hizo su cara hacia atrás y esto me divirtió mucho, lo miré y se veía más tranquilo, no tan tensionado como antes, me sonreía:
—¡Así que me miras las tetas? … ¿Te gustan las tetas de tú hermanita? … ¿uh? …
Mauro movió su cabeza en sentido afirmativo, pero mantuvo su cabeza gacha, la timidez lo sobrepasaba, pero para mí era como un juego, un juego nuevo que me excitaba:
—¿Y que más, Mauri? … ¿no me digas que te gustan solo mis bubis? …
—¡No! … me da vergüenza … no te lo digo …
—¡Dale nomas! … si esto es solo entre tu y yo … nadie lo sabrá … ¡vamos … dímelo! …
Mauro sonreía, pero no levantaba su cabeza, este juego me estaba enardeciendo, sentí mi panocha que destilaba gotitas, Mauro me miro indeciso, entonces irreflexivamente tomé su mano y la apoyé en mi pecho derecho, sobre mi blusa:
—¿Sientes? … ¿Dime que sientes? …
Mauro trató de retirar su mano, pero suavemente yo se lo impedí, delicadamente cubrí su mano con la mía para que sintiera toda mi teta, se relajó y se dejo guiar por mi mano en la caricia a mi seno:
—¿Umh? … ¿Te gusta? …
—¡Oh! … ¡Sí! … es linda … me gusta … es blandita …
Entonces me arrodillé en su cama y tomándole la otra mano, la puse también en mi pecho, ahora sus manos copaban mis bubis completamente:
—¿Las sientes ahora? … ¿Sientes esas puntitas duritas en su extremo superior? …
—¡Sí! … son cómo de esponja durita … con tus pezones … tus pezones están duritos …
—¡Sí! … así es … están duritos … y … ¿Sabes por qué? … ¿Sabes porque se ponen así? …
—¡No! … no sé …
—Porque a veces también yo me siento “extraña” y se me ponen duritos, tal como te sucede a ti con eso …
Le señalé su pene que estaba levantando una vistosa protuberancia en sus shorts, Mauro me miraba fascinado con sus ojos vidriosos y su respiración alterada, parecía estar en un campo de juegos, juegos que él empezaba solo ahora a conocer y que yo me disponía a enseñarle:
—¿Te gusta, Mauri? …
—¡Sí! … me gusta mucho … y me siento “extraño” …
—¡Sí! … ya lo creo … apuesto que sientes cosquillitas en todo tú vientre y tu estomago se hunde como si estuviera vacío … ¿Verdad? …
—¡Sí! … y tú … ¿cómo lo sabes? …
—Lo sé … porque soy más grande que tú … ahora espera …
Sus ojos parecían salírseles de sus orbitas cuando vio que me quité la blusa y el sostén, su mirada lambía cada centímetro de mi piel albina, su excitación era mi excitación, me sentía estimulada a mostrarle más:
—¿Que te parecen? … ¿Te gustan así desnudas? …
Mauro había enmudecido, su rostro estaba enrojecido, no atinaba a moverse, así que le volví a tomar sus manos y a colocarlas en mis bubis:
—¡Tócalas! … sientes la diferencia …
Ahora él siguió autónomamente los movimientos que le había enseñado y comenzó a magrear mis tetas ávidamente, le faltaba habilidad y un poco de delicadez, pero me estaba gustando como mi hermano sobajeaba mis pechos y aplastaba mis pezones:
—¡Que bien lo haces, cariño! … ¡Buen toque! … ¿Te gustan? …
—¡Sí! … me gustan mucho …
El dialogo sobraba, lo importante eran los gemidos, las caricias, los gestos, las miradas y ese calor cómplice que se estaba creando entre mi hermano y yo:
—¡Bésalas! … ¡Trata de besarlas! … ¡Bésame y lámeme los pezones! … ¡Cómetelas todas! …
Mauro se había relajado y dejado atrás su timidez, ahora estaba sobre mi comiéndose mis bubis con gusto
Continuará
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