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Un Giro a mi Vida Después de Divorciarme – Capítulo 011
Cuando me desperté ya había amanecido. Me pregunté ¿cómo era posible que después de la mano de follar del día anterior todavía me levantara empalmado? Antes de abrir los ojos recordé los polvos que habíamos echado Susana y yo. Me incorporé para mirar a Susana, pero, en lugar de ella, me encontré con su hija. ¿Qué coño hacía Antonia en mi cama? Miré por el dormitorio y Susana no estaba por ningún lado. Me levanté sin hacer ruido y salí del dormitorio.
- Buenos días, Carlos. -Me dijo Susana con su pareo en la cintura-.
- Buenos días, Susana.
- ¡Joder, da gusto ver cómo te levantas de animado! -Dijo mirando mi erección-. ¿Quieres café? Está recién hecho.
- Sí, gracias. ¿Qué pasó anoche para que esté Antonia en mi cama?
- Nada, llegaron las tres cuando estaba amaneciendo y empezaron a pelearse entre ellas sobre cómo iban a dormir. Me despertaron y salí para decirles que no hicieran ruido. Al final, como ya estaba despierta, le dije a Antonia que se acostara en tu cama, yo me he quedado un rato en el sofá.
- ¿Qué tal volvieron?
- Debieron tener una noche movidita, porque venían despeinadas y bastante desarrapadas.
Miré a Susana mientras me servía el café y volví a admirar el cuerpo de pecado que tenía, como si no hubiéramos follado lo más grande la tarde anterior.
- Estás preciosa. -Le dije-.
- Gracias, tu también estás muy bien con la erección que tienes.
- ¿Tú crees que es normal que me levante así, como si tuviera veinte años, y no cincuenta?
- Está muy bien que te levantes así, promete un estupendo día por delante.
Salimos a la terraza a tomarnos el café. No me pude resistir, dejé la taza de café sobre la mesa, la abracé por detrás y le cogí sus impresionantes tetas, mientras le besaba el cuello.
- Cuidado, Carlos, soy una mujer muy pasional. Si me tientas me encuentras.
- Vente, no se vaya a levantar alguna y la liemos otra vez. -Le dije tirando de ella hacia el baño común para que tuviéramos algo de intimidad-.
- ¿Dónde me llevas?
- Tú sígueme.
Entramos en el baño, cerré la puerta y eché el pestillo. Empezamos a besarnos apasionadamente en la boca. Le cogí el culo y la empujé contra mí, apretando sus tetas contra mi pecho.
- Parecemos dos chavales a los que les ha dado un apretón. -Me dijo-.
- ¿Y por qué no?
- Ven aquí. -Dijo sentándose en el inodoro con las piernas muy abiertas-.
- ¿Qué quieres hacerme?
- Comértela otra vez.
Me puse frente ella de pie, Susana me cogió la polla y empezó a lamérmela suavemente, mirándome a los ojos. Yo le agarré las tetas y empecé a sobárselas.
- Tienes unas tetas, para estar sobándotelas todo el día.
- Me las ibas a desgastar.
- No creo que puedan desgastarse, aun cuando te las estuviera sobando toda una vida.
- Debías haberlas visto y tocado cuando tenía veinte años.
- Ya me hubiera gustado a mí.
Susana se abrió el pareo y llevó su otra mano a su chocho para acariciárselo ella misma.
- ¿Quieres que lo haga yo? -Le pregunté-.
- No, prefiero seguir comiéndote la polla.
- Por mí encantado.
Pasó de lamerme la polla a meterse mis huevos en la boca, sin dejar de pajearme.
- Tienes unos huevos perfectos para comértelos.
- ¿No te parece que me cuelgan ya demasiado?
- A mí me gustan así.
- Pues si a ti te gustan así, no se hable más.
Intentaron abrir la puerta.
- ¡Vete al otro baño! -Le grité a la que fuera-.
- ¿Qué estáis haciendo ahí? -Preguntó mi sobrina Marta-.
- ¡Lo que a ti no te importa! -Le contesté-.
- Vale, vale.
Susana había seguido con su tarea de comerme los huevos y pajearme sin inmutarse.
- ¡Qué bien lo haces! -Le dije-.
- Me he imaginado muchas veces de jovencita que te la comía así, mientras me pajeaba por las noches.
- Eras una jovencita muy traviesa.
- No, era una jovencita muy caliente, si hubiera sido traviesa, te lo habría pedido.
- ¿Qué más cosas te imaginabas?
- Una de las cosas que me ponía más caliente era imaginarme que te meabas sobre mí, a la misma vez yo me corría.
- ¡Qué ideas más sucias!
Me imaginé la escena. La Susana amiga de mi hermana, de rodillas en el plato de ducha, acariciándose el chocho y sobándose las tetas, mientras yo de pie la miraba con la polla muy morcillona en la mano, esperando que empezara a correrse para mearme sobre sus tetas con un potente chorro.
- ¿Te lo estás imaginando ahora? -Me preguntó-.
- Sí y me he puesto a reventar. No voy a tardar nada de correrme.
- Yo tampoco. Avísame cuando te vayas a correr.
- ¡Ya Susana, ya, uuuuffff, ya!
Susana aceleró los movimientos de su mano sobre su clítoris y dirigió mi polla hacia sus tetas. El primer y el segundo chorro rebotaron contra una de sus areolas y varios más entre sus tetas. Nos mirábamos los dos a los ojos, hasta que ella los cerró al correrse.
- ¡Qué bueno, qué bueno, siiii, Carlos, mira como me corro, siiii, aaagggrrr, joder qué placer, sigue corriéndote tú en mis tetas, aaaagggrrr, …!
Se extendía mi lefa sobre las tetas con la punta de mi polla mientras se corría. Cuando terminamos los dos de corrernos largamente, Susana se metió mi polla en su boca y me la limpió con la lengua, hasta dejármela como antes de correrme. Luego apoyé mi espalda contra la pared. Al rato Susana se levantó y se limpió las tetas en el lavabo.
- ¡Qué bien ha empezado el día! -Me dijo-.
- Desde luego que sí. No tenemos enmienda. -Le contesté-.
Salimos los dos del baño. Mi sobrina Marta estaba en la terraza con una taza de café en la mano. Le propuse a Susana salir a desayunar en el chiringuito, aceptó, cogí las llaves y la cartera y salimos. En el rellano de la escalera nos encontramos a una mujer muy morena o mulata, vestida y con la mascarilla puesta, que estaba entrando en el piso de al lado. Nos miró y se acercó un poco a nosotros.
- Hola, soy Lorena, la propietaria del piso. ¿Tú eres Carlos? -Me preguntó con un leve acento caribeño-.
- Sí, encantado.
- Entonces vamos a ser vecinos. Me ha dicho Natalia que te lo había vendido.
- Sí, falta por firmar la escritura, pero se lo he comprado ya.
- Os tengo que invitar a tomar una copa de bienvenida.
- Perdón, ella es Susana, una amiga que está pasando unos días.
- Encantada.
- Lo de la copa cuando quieras, es bueno conocer a los vecinos. -Le dije-.
- Hablamos y quedamos.
- De acuerdo, hasta luego. -Nos despedimos-.
No había casi nadie en el chiringuito. Nos sentamos y pedimos.
- ¿De verdad te imaginabas que me meaba sobre ti? -Le pregunté-.
- Sí, ¿te parece demasiado sucio?
- No, a mí también me gustaría que cuando yo estuviese muy caliente, tú te meases sobre mí mientras me corro.
- Bueno, pues ya tenemos una obligación pendiente que cumplir.
Susana se soltó el pareo y sus tetas llamaron la atención de la escasa clientela masculina y femenina de la terraza. Vi de lejos a Raquel, la agente inmobiliaria que me había encontrado el piso, y me acerqué a saludarla.
- Hola, Raquel, que alegría encontrarte.
- Ah, hola, Carlos. Qué casualidad, tenía que llamarte hoy. -Me dijo y nos dimos dos besos en las mejillas-.
- ¿Están ya los documentos del piso?
- Sí, al final Natalia y Juan no pueden venir a firmar y me han apoderado a mí, así que podemos ir al notario cuando quieras.
- Una pena que no puedan venir me hubiera gustado verlos de nuevo.
- Están muy liados tratando de sobrevivir a la situación, pero se lo diré para cuando vengan.
- Que le vamos a hacer, estoy deseando formalizar la compra. ¿Quieres un café? Estoy ahí sentado con una amiga. -Le dije indicando con la mano a Susana-.
- Pues estás muy bien acompañado. No quisiera molestaros.
- De verdad que no es una molestia, todo lo contrario.
Nos acercamos a Susana.
- Raquel, te presento a Susana, una amiga que está pasando unos días conmigo. Susana, ella es Raquel, el ángel que me encontró el piso. -Las presenté y ellas se saludaron también con dos besos en las mejillas-.
- ¡Huy, Carlos, se me ha hecho tarde y no me voy a poder quedar con vosotros! -Dijo Raquel mirando la hora en el teléfono-.
- ¿No puedes ni cinco minutos? -Le dije-.
- Ya me gustaría, pero no. Me lo debes para cuando nos veamos en la firma de la escritura.
Raquel se despidió de nosotros dos y se fue.
- Una chica muy guapa. -Me dijo Susana-.
- Sí, y muy eficaz en su trabajo.
- ¿Cómo se te ocurrió venirte a vivir aquí?
- Después de divorciarme quería cambiar de vida y me gustó el sitio y el ambiente.
- ¿Y conseguiste cambiar de vida?
- Bastante. -Le contesté pensando en cómo había cambiado sobre todo mi vida sexual-.
- Ahí van las niñas.
Miré e iban las tres en pareo a la cintura camino de la playa.
- Al menos podremos tener una mañana tranquila. -Comenté-.
- Yo no quiero tener una mañana tranquila. -Dijo Susana riéndose-.
- Depende de lo que tú entiendas por una mañana tranquila.
- Me han comentado las niñas que tu amiga es bastante joven y muy guapa. -Me dijo Susana cuando estábamos terminando de desayunar-.
- Es verdad. Es una chica estupenda, pero no somos ni novios ni nada que se le parezca.
- ¿Por qué?
- Porque ninguno de los dos queremos ese tipo de relación.
Cuando nos levantamos de la mesa, le dije a Susana:
- Tengo que ir al supermercado a comprar algunas cosas, ¿me acompañas?
- Sí claro, no te voy a dejar ir sólo encima de que te estamos esquilmando la despensa.
Susana se duchó mientras yo me afeitaba observándola por el espejo. Debo confesar que una de las imágenes que más me erotizan es ver a una mujer ducharse y en el caso de Susana más por sus enormes tetas, su morboso culo y su ahora depilado chocho. Estuve a punto de meterme en la ducha con ella, para enjabonarla y lo que surgiera, pero me retuvo pensar que si lo hacía no iríamos al supermercado en toda la mañana. Ella se vistió mientras era yo el que se duchaba. Se había puesto muy guapa con un vestido muy ajustado, bastante corto, sin mangas que resaltaba sus preciosas formas.
- Parece que vayas a ir a una fiesta. -Le dije-.
- Para una vez que me visto me gusta arreglarme. ¿Te parece mal?
- En absoluto, vas a ser la reina del supermercado.
Volviendo del supermercado, al sentarse Susana en el coche se le subió bastante el vestido dejando ver sus preciosas piernas enfundadas en unas medias negras y parte de las tiras del liguero que las sujetaban, era una visión de lo más sugerente. Ella debió darse cuenta de que la miraba, porque me dijo:
- ¿Te gustan mis medias?
- Me gustan tus piernas, pero la verdad es que las medias las realzan.
- Por eso me gusta tanto la ropa interior sugerente. Debía haber un sitio en el que, en lugar de poder ir desnudos por la calle, se pudiera ir en ropa interior.
Me imaginé lo que decía Susana. Mujeres en sujetador y tanga o bragas o en bodi, con o sin medias andando por la calle o sentadas en bares o restaurantes y me resultó de lo más excitante.
- Tienes razón, creo que sería un sitio muy excitante. Lo podríamos llamar Tangápolis. -Le dije-.
- Pues si te gustan mis medias, creo que te vas a poner enfermo cuando veas el resto de mi ropa interior.
- Eres mala, Susana, te gusta tenerme caliente todo el día.
- No me culpes a mí. Tú ya estabas todo el día caliente antes de conocerme.
- Es posible, pero tú me elevas varios grados la temperatura.
Llegamos a la urbanización y sacamos del maletero las cosas que habíamos comprado. No podía dejar de mirar a Susana. Si desnuda era una bomba, vestida era una promesa de bomba, que te hacía desearla todavía más. Llegamos al piso y cuando terminamos de guardar la compra, Susana, dándome la espalda, me dijo:
- ¿Me ayudas a desnudarme?
- Ves como no eres buena.
- Yo no he dicho nunca que fuera buena. ¿Me ayudas o no?
- Claro que sí. -Le dije cogiéndola de la mano para llevarla al dormitorio-.
Ya en el dormitorio, Susana volvió a ponerse frente a mí de espaldas y cogiéndose el pelo con la mano descubrió el inicio de la cremallera que tenía el vestido por detrás. Me quedé admirando la excitante forma que le daba el vestido a su cuerpo. Finalmente, me acerqué a ella y le bajé la cremallera hasta casi el final de la espalda. Debajo parecía llevar un bodi negro casi transparente. Luego, sin quitarse el vestido se volvió de frente.
- ¿Tú no te desnudas? -Me preguntó-.
- Prefiero que lo hagas tú.
- Estás tú muy señorito. -Me dijo acercándose a mí-.
Lentamente, fue desabrochándome los botones de la camisa, para luego sacármela de los pantalones, quitármela y lamerme y morderme suavemente los pezones. Puse mis manos en sus caderas y ella me las retiró suavemente.
- ¿No querías que te desnudase? Pues déjame hacerlo. -Me dijo-.
Tras una buena lamida de mis pezones, les tocó el turno a mis pantalones. Besándome en la boca, llevó sus manos a mi cinturón, lo soltó y tiró de él hasta sacármelo del todo y tirarlo sobre la cama. Con mucha suavidad me soltó los botones de la tirilla del pantalón y luego con las dos manos me bajó la cremallera. Mi polla había empezado a reaccionar a todo aquello y estaba muy morcillona bajo mi bóxer. Me quité los zapatos, uno contra otro. Susana se agachó para terminar de quitarme los pantalones, luego se incorporó y volvió a besarme en la boca.
- ¿No te queda algo por quitarme? -Le pregunté haciendo referencia al bóxer-.
- Todavía no, quiero verlo primero bien abultado.
- ¿Puedo ahora quitarte el vestido?
- Sí. -Me dijo volviendo a darme la espalda-.
Le saqué el vestido de los brazos y ella lo dejó caer hacia delante, quedando alrededor de sus pies. Llevaba lo que parecía ser un corsé que hacía también de liguero al sujetar mediante unas tiras sus medias. Sobre las tiras llevaba un tanga de hilo negro. Le di la vuelta para contemplarla por delante. Mas que un corsé era un bodi con una infinidad de gafetes, también casi transparente por delante, que dejaba ver sus espléndidas tetas apretadas por la vaporosa tela.
- ¡Joder como te has puesto para ir al supermercado! -Le dije-.
- ¿Te gusta?
- Me gustas tú y la cosa esta también. -Le dije besándola en la boca-.
- Ya se nota que te gusta, tienes el bóxer a reventar.
- ¿Cómo quieres que lo tenga?
- Quiero que me ates las manos, me tapes los ojos y hagas conmigo lo que quieras.
- Eso suena muy bien.
- Pues hazlo. -Me dijo acercándome mi cinturón-.
Se volvió otra vez de espaldas a mí y colocó sus manos juntas por detrás.
- Mejor por delante, así te podré poner los brazos por encima de la cabeza. -Le dije-.
- Como quieras.
La puse el cinturón alrededor de las muñecas, le di varias vueltas y lo trabé, luego cogí del armario un antifaz que tenía guardado, de esos que regalan en los vuelos de larga duración, del que nunca había pensado que podría darle ese uso. Le puse las manos en la nuca y me separé de ella para mirarla. Tenía ya la polla como un palo debajo del bóxer. Su imagen era de los más excitante.
- Podría pegarte ahora. -Le dije-.
- Si te apetece hazlo.
- Estás muy sumisa.
- Estoy muy caliente.
- Eso también.
Me quité el bóxer sin dejar de mirarla, luego me puse detrás de ella encajándole la polla entre las nalgas, le cogí las tetas y le besé el cuello.
- ¿Qué piensas hacerme? -Me preguntó-.
- Mejor pregunta que pienso no hacerte. -Le conteste moviendo mi polla entre sus nalgas y apretándole sus grandes tetas-.
- ¿Has tenido alguna vez a una mujer así a tu disposición?
- Nunca, pero creo que me voy a aficionar.
Le di la vuelta, le pegué la polla a la barriga, le cogí el culo para presionarla contra mí y la besé en la boca. Sus tetas se apretaban contra mi pecho.
- Has conseguido que me ponga muy caliente. -Le dije-.
- Yo ya lo estaba sólo de pensarlo mientras estábamos en el supermercado.
- ¿Te has mojado mucho haciendo la compra?
- Tócame, compruébalo tú mismo.
Llevé una mano a su chocho y el tanga estaba empapado.
- ¡Qué bárbaro! -Le dije poniéndome en cuclillas para acercar la nariz a su chocho-.
Su olor a jugos de mujer era muy intenso. Pensé que podía llevarme mucho tiempo así.
- ¿Te gusta como huele mi chocho?
- Me vuelve loco.
Me incorporé y la desplacé hasta tumbarla en la cama. Me puse entre sus piernas, le ladeé el tanga y empecé a comerle el chocho.
- ¿No has desayunado?
- Ya sabes que no.
- Pues yo, ya sabes que sí, pero me he quedado con hambre.
- No te preocupes que luego te vas a hartar.
- No creo que me harte.
Le cogí su clítoris con los labios, mientras le metía dos dedos en el chocho.
- ¡Qué rico, Carlos, podría estar así el resto de mi vida!
- Y yo también. Mira como estás. -Le dije llevándole a la boca los dedos que antes le había metido en el chocho-.
- Me encanta. Vuelve a metérmelos y déjame que los saboree de nuevo.
En vez de eso, le quité el tanga, se lo pasé varias veces por el chocho y se lo metí en la boca. Lo tuvo un tiempo dentro de su boca, mientras yo le lamía el clítoris, hasta que lo expulsó diciendo:
- ¡Carlos, no pares que me voy a correr!
Le cogí entonces el clítoris con dos dedos para acariciárselo, mientras le pasaba la lengua por sus labios menores y por el interior de su chocho.
- ¡Siiii, ahora, siiii, no pares por Dios, sigue, sigue, aaaaggggrrr, qué bueno, que fuerte, siiii, sigue, sigue, siii, aagggrrr, aaagggg, para, para ya que me matas, …!
Me subí a la cama de rodillas, dejándola entre mis piernas y la besé en la boca mientras ella recobraba el aliento. Luego me incorporé y en la misma posición comencé a soltarle gafetes al bodi desde el pecho hacia abajo. Ella me dejaba hacer en silencio. Cuando ya le había soltado los suficientes gafetes, sus tetas desbordaron la tela. Me entretuve en sobarle y lamerle sus grandes tetas.
- Susana, tienes unas tetas de escándalo. -Le dije-.
- Lo sé. Me gusta mucho que me las comas, casi como estuvieras mamando de ellas.
- ¿Cómo se te pusieron las tetas cuando te quedaste embarazada?
- Todavía más grandes y durísimas. Me dolían y tenía que sacarme leche a menudo, para disminuir el dolor.
- Como me hubiera gustado hacértelo yo.
- Se lo decía a mi exmarido, pero el muy tonto decía que eso no era normal.
Me incorporé, me desplacé para poner mi polla entre sus tetas y se las apreté mientras me deslizaba adelante y atrás.
- Te quedaste ayer con ganas de hacerlo así, ¿verdad? -Me preguntó-.
- Sí, me gusta verte la cara mientras te follo las tetas.
- Ponme una almohada bajo la cabeza y quítame el antifaz, para que pueda verte.
Hice lo que ella me pidió. Mi polla estaba segregando tanto líquido, que lubricaba sus tetas permitiendo que me desplazara con facilidad.
- ¡Joder Susana, que placer!
- Para mí también, me encanta tener una polla bien dura entre las tetas y sentir como cada vez se pone todavía más dura. ¿Quieres que me las apriete yo?
- No, me encanta tenerlas en las manos y jugar con ellas.
Yo cada vez me movía más rápido, estaba llegando al punto de no retorno. Miraba las tetas de Susana con mi polla aprisionada y la miraba a ella que se mordía el labio inferior.
- ¿Te vas a correr ya? -Me preguntó-.
- Me falta muy poco.
- Hazlo como estás ahora, quiero ver cómo te corres y luego me la metes en la boca para que te la limpie hasta la última gota.
La imagen de Susana con las manos atadas por encima de la cabeza y sus depiladas axilas expuestas me tenía como loco.
- ¡Mírame bien ahora, mírame, Susana, me corro, me corro, toma, toma, siiii, te voy a llenar otra vez de lefa, siii, …!
Mis chorros fueron a parar primero a su cuello y luego a su cara y luego nuevamente a su cuello. Cuando terminé de correrme hice lo que ella me dijo y moviéndome hacia adelante le metí la polla en la boca tanto como pude, hasta que tuve que tumbarme a su lado para recuperar la respiración.
- Me vas a dejar seco. -Le dije-.
- Y tú a mí, tengo otra vez el coño encharcado.
- Vamos a tener que tomarnos una cerveza o un vino para recuperar líquidos.
- Sí, ayúdame a incorporarme.
La ayudé a sentarse y le quité el cinturón que le trababa las muñecas. Se levantó y fue al baño a limpiarse mi semen en el lavabo, mientras yo seguía tumbado en la cama. Cuando volvió venía desnuda se había quitado el bodi y las medias.
- ¿Has traído más ropa interior?
- Sí, yo siempre viajo con mucha ropa interior, aunque sea para ir a un sitio nudista. -Dijo riéndose-. ¿Por qué me lo preguntas?
- Porque me ha gustado mucho.
Salimos los dos desnudos del dormitorio, las niñas debían haber llegado mientras estábamos follando. Mis sobrinas estaban sentadas en la terraza. Recordé que la puerta del dormitorio se había quedado abierta. Teníamos que haberles ofrecido otro espectáculo porno, pensarían que me pasaba el día follando a todo lo que se menease y no les faltaría razón en los últimos días.
- ¿Qué quieres? -Le pregunté a Susana-.
- Que me trague la tierra, mi hija debe habernos visto en plena faena.
- Ya que le vamos a hacer.
- Ponme una copa de vino. Voy a hablar con Antonia que debe estar en su dormitorio.
Serví dos copas de vino y salí a la terraza. Sabía que mis sobrinas no se iban a callar.
- Tito, eres una máquina. Lo mismo te da la hija que la madre. -Me dijo Marta-.
- Vamos a dejarlo, Marta. Lamento no haber cerrado la puerta, pero pensaba que no volveríais tan pronto.
- No, si a nosotras nos gusta verte, eres muy imaginativo follando. Ayer mismo lo comentábamos cuando ligamos con unos tíos muy aburridos follando. -Dijo mi sobrina María-.
- ¿Crees que con Susana por en medio tendrás tiempo para nosotras en estos días? -Me preguntó Marta-.
- Susana es una mujer espléndida, los dos somos adultos ya y, además, no es cosa vuestra.
- ¿Y con Antonia? -Preguntó María-.
- ¿Con Antonia qué?
- Pues eso, que también te la has pasado por la piedra cada vez que has podido. -Dijo Marta-.
- ¡Coño, que no os tengo que dar explicaciones! De sobra sabéis que os apostasteis entre vosotras si Antonia conseguiría follarme.
- Porque no sabíamos que eras el follador de la pradera, si no, anda que íbamos a apostar.
Vi a Susana en el salón, cogí las copas y fui a verla.
- ¿Qué tal está Antonia? -Le pregunté pasándole la copa-.
- Sin problemas, se ha echado en la cama porque estaba cansada.
- ¿Te ha dicho algo?
- Me ha dicho que me aproveche, que ella ya lo hizo antes.
- ¡Qué familia más liberal!
- ¿Y tus sobrinas?
- Con la cantinela de que ellas también quieren.
- ¡Eso sí que es una familia liberal! Te vas a tener que multiplicar.
- Lo que pasa es que tienen muy poca vergüenza las dos. ¿Sabes lo que me dijeron?
- No lo sé.
- Pues que muchas amigas suyas follaban con sus tíos y que no pasaba nada.
- Bueno, no te enfades con ellas. Son muy jóvenes y con la calentura propia de la edad.
Sonó el timbre de la puerta.
- Qué raro, es la primera que llama alguien. -Le dije a Susana poniéndome el pareo para abrir la puerta-.
Era la vecina que habíamos conocido al salir esa mañana.
- Buenas tardes, vecino.
- Buenas tardes, Lorena. -Llevaba un pareo al pecho. Comprobé que en efecto era mulata, ahora que llevaba los hombros y los brazos desnudos-.
- Verás, he pensado que hoy es un día tan bueno como cualquier otro para tomar el vino del que hablamos antes. ¿Os apetece tomarlo en casa?
Mire a Susana que, con un gesto, me indicó que de acuerdo.
- Perfecto, déjame que coja una botella de vino.
- Como quieras, pero tengo varias en casa.
Cogí la botella de todas formas y le dije a mis sobrinas que Susana y yo íbamos a casa de la vecina. Lorena sirvió tres copas de vino y nos quedamos en la isla de la cocina a tomárnoslas. Nos quitamos las mascarillas. Lorena era una mulata muy guapa de unos cuarenta años, bonitos ojos oscuros y una boca con labios muy carnosos.
- Es una pena que Natalia y Juan hayan tenido que vender su piso. Ellos venían bastante, les gustaba mucho la zona y la disfrutaban. Pero me alegro de que te lo hayan vendido a ti, pareces simpático y seguro que serás un buen vecino. -Dijo Lorena-.
- Gracias, al menos lo intentaré. -Le contesté-. ¿Tenías mucha amistad con ellos?
- Sí, cuando coincidíamos nos veíamos mucho y lo pasábamos muy bien. ¿Estáis cómodos en la zona?
- Sí, yo me he acostumbrado enseguida. -Le contestó Susana-.
- ¿Eras nudista de antes?
- No, sólo desde ayer. -Le dijo Susana riéndose-. ¿Te importa si me quito el pareo?
- Pues sí que te has acostumbrado rápido. Puedes quitártelo sin problemas, yo me lo iba a quitar también.
Las dos se soltaron el pareo y se miraron mutuamente una vez desnudas. Yo también me quité el mío para no desentonar. Eran dos mujeres maduras que estaban para comérselas. Lorena tenía unas tetas erguidas de muy buen tamaño con unas areolas grandes muy oscuras, pero lo que más destacaba de ella eran sus potentes caderas y su gran culo. Llevaba el chocho depilado y su monte de Venus se veía muy carnoso.
Sonó el móvil de Susana, que se retiró un poco para contestar. Lorena aprovechó para decirme mirándola:
- Tu amiga es una mujer muy atractiva.
- Sí que lo es. Ha venido a recoger a su hija y a dos sobrinas mías que están pasando aquí unos días.
La conversación de Susana fue muy corta y al minuto estaba otra vez con nosotros.
- Era Antonia, que han quedado las tres con unos amigos para comer y pasar la tarde.
- Si van a estar solos quédense a comer, si les apetece.
- No queremos molestarte. -Le contesté-.
- No es molestia, al revés, prefiero comer acompañada.
- ¿Vives sola aquí? -Le preguntó Susana-.
- Normalmente sí. Algunas veces viene algún familiar o algún paisano a pasar unos días, pero habitualmente sola.
- ¿De dónde eres? -Le preguntó Susana-.
- De Venezuela, pero hace muchos años que vivo en España.
Mientras hablábamos Lorena había sacado del frigorífico algunas cosas para comer.
- ¿Comemos en la terraza? -Preguntó Lorena-.
- Por nosotros sí. -Le contesté-.
- ¿Alquilas mucho el apartamento? -Le pregunté cuando nos sentamos a comer recordando a la pareja de lesbianas con las que nos habíamos liado mi hermana Lola y yo-.
- Durante seis meses al año, el resto del tiempo lo utilizo yo. Soy azafata, trabajo seis meses al año y durante esos meses vivo en Madrid, cuando estoy en España.
- Qué cambio, ¿no? -Le dijo Susana-.
- Sí, de bastante estrés a demasiada tranquilidad. Pero me gusta.
- ¿Llevas mucho tiempo con el apartamento? -Le pregunté-.
- Desde que los construyeron. Lo compré a la misma vez que Natalia y Juan. -Lorena miraba insistentemente a Susana-. Susana me imagino que te lo habrán dicho muchas veces, pero es que tienes unos pechos increíbles.
- Algunas veces me lo han dicho, pero siempre gusta oírlo. De todas formas, tú no tienes nada de qué quejarte, eres una mujer muy atractiva. ¿Verdad, Carlos?
- Sin duda, sois las dos muy atractivas. Soy un hombre afortunado de estar aquí con vosotras.
- Desde luego que sí. -Me contestó Susana-. Lorena tengo que ir al baño.
- Claro, acompáñame.
Se levantaron las dos, entraron en el piso y se detuvieron en la isla de la cocina hablando. ¡Joder, que buenas están las dos! Pensé al verlas de pie desnudas. Estuvieron un rato hablando, luego Susana debió ir al baño y Lorena se quedó en la cocina. A los pocos minutos Susana regresó a la cocina y volvió a hablar con Lorena. Después de un rato hablando, Susana volvió a la terraza y Lorena se quedó en la cocina.
- ¿Pasa algo? -Le pregunté a Susana-.
- Lorena me ha propuesto que nos acostemos ella y yo.
- No ha necesitado mucho tiempo. ¿Y tú que le has dicho?
- No le he contestado nada todavía hasta hablarlo contigo.
- ¿Pero a ti te apetece?
- Mucho, hace tiempo que no me acuesto con otra mujer y Lorena me resulta muy tentadora.
- Pues entonces ya está. -Le dije levantándome de la silla-.
- ¿Estás enfadado?
- No. Yo me acuesto con quien quiero y tú también.
Entré en el piso acompañado de Susana.
- Lorena me marcho, estoy cansado. Muchas gracias por la copa y la comida.
- Hasta luego, Carlos.
- Te acompaño para quedarme con la llave de la puerta y no molestarte cuando vuelva al piso. -Me dijo Susana-.
Así lo hicimos. Susana me besó antes de coger la llave.
- Gracias, Carlos. -Me dijo regresando al piso de Lorena-.
¡Vaya con la vecina y con Susana! Pensé sirviéndome un vaso de whisky. Al minuto sonó mi móvil. Era un número que no tenía en la agenda.
- ¿Sí?
- Tío, soy Marta, ¿puedes bajar a abrirme la puerta?
- ¿No os ibais a quedar toda la tarde en la playa?
- Sí, pero el vaina con el que había ligado no ha aparecido y no quiero hacer de carabina.
- Pues espera, que tengo que recuperar las llaves y bajo a abrirte.
- ¿Quién las tiene?
- Es una historia muy larga. Espérate. -Le dije y colgué-.
¡Coño, voy a hacer siete juegos de llaves, estoy hasta los huevos de bajar, de ir o de volver! Pensé yendo a casa de la vecina, dejando la puerta abierta. Llamé varias veces hasta que me abrió Lorena.
- Perdona Lorena, puedes decirle a Susana que me deje las llaves otra vez. -Vi a Susana detrás de Lorena. Volví a pensar lo buenas que estaban las dos-.
- ¿Qué ha pasado? -Me preguntó Susana-.
- Mi sobrina Marta, que se ha vuelto de la playa y tengo que bajar a abrirle. Ahora te las devuelvo.
Susana me pasó el juego de llaves, cerré la puerta de casa y bajé a abrirle a mi sobrina.
- Por poco me salen raíces. -Me dijo cuando le abrí-.
- Haberte quedado en la playa. -Le contesté. ¡Qué ganas tenía de que se fueran! -.
Subimos, abrí la puerta del piso y fui a devolverle las llaves a Susana. Me abrió ella cuando llamé.
- Toma y perdona la interrupción. -Le dije-.
- No pasa nada, no habíamos empezado en serio.
¿A qué se referirá con lo de empezar en serio? Pensé y supuse que a comerse mutuamente los chochos y cosas así. La imagen se me pasó un momento por la cabeza y me resultó de lo más excitante.
- Qué te lo pases bien. -Le dije y volví a mi piso-.
Marta estaba en la terraza. Cogí mi vaso de whisky y salí yo también.
- ¿Qué te ha pasado? -Le pregunté-.
- Pues que el idiota con el que había ligado el otro día no se ha presentado y me ha dejado más tirada que a una colilla. ¿Por qué no estás con Susana en casa de la vecina?
- Estaba cansado y he preferido venirme a casa. -Le mentí-.
- ¿Te gusta Susana?
- Es una mujer muy atractiva, claro que me gusta.
- Más o menos que su hija.
- Marta, no creo que las cosas puedan medirse así.
- ¿Cuál de las dos folla mejor?
- ¡Marta, ya está bien!
- Es una curiosidad que tengo.
- Pues deberías interesarte por otras cosas.
- Nos gustó mucho veros follar esta mañana. Es muy sugerente eso de que te aten y puedan hacer contigo lo que quieran.
- ¿Tú te escuchas?
- Tío, María y yo tenemos nuestros deseos sexuales …
- Eso no lo dudo.
- María estará follando ahora, aunque sea mal, pero yo me he quedado a dos velas.
- Pues ve al baño y te alivias. ¡Coño, al final has conseguido que diga lo que no quiero!
- ¿Por qué no nos aliviamos los dos? No te pone ver a una chica haciéndose una paja.
Si hubiera podido me habría ido a la calle en ese momento, pero como no tenía las putas llaves, pues no podía salir de la urbanización, salvo que me fuera en el coche.
- Marta esto es acoso. Si te lo hiciera yo a ti, iría a la cárcel.
- Hazlo si quieres, yo no voy a protestar. ¿Por qué te follaste a mamá y no quieres hacerlo con nosotras?
- No teníais que saber eso y no es asunto tuyo.
Marta empezó a tocarse delante de mí mirándome a los ojos desafiante. El problema de esta niña es que nunca le han dado dos azotes bien dados, pensé, y el ser yo el primero en dárselos me tentó enormemente.
- ¿En qué estás pensando? -Me dijo-.
- ¿Por qué me lo preguntas?
- Porque se te nota en la cara.
- Pues tienes razón, estaba pensando que lo que tu hermana y tú necesitáis son dos buenos azotes cada una, que no os han dado nunca.
- ¿Tú me los darías?
- ¡Vaya que si te los daría!
- ¿Y por qué no lo haces?
- No me busques que me vas a encontrar.
El descaro y la poca vergüenza de mi sobrina me tenían ya realmente enfadado. Marta se levantó, se acercó a mí y se puso de espaldas, dejando su culo a un palmo de mi cara.
- Castígame, tío, he sido mala, muy mala.
No estaba dispuesto a que siguiera tomándome el pelo de esa manera. Me levanté, la cogí por los pelos y tiré de ella hacia mi dormitorio. Sin soltarle el pelo, me senté en los pies de la cama y tiré de ella hasta ponerla boca abajo sobre mis rodillas. Ma paré un momento y me pregunté qué iba a hacer con una chica ya con dieciocho años. Darle el escarmiento que se merece, me respondí a mí mismo. Levanté la mano derecha y la dejé caer abierta sobre uno de los cachetes de su culo. Fue el primero de una sucesión de golpes cada vez más fuertes, en ambos cachetes, hasta que se le pusieron rojos como tomates. Ella, en vez de quejarse, gemía. Lo malo es que yo me había calentado con la situación y mi polla empezó a empalmarse. Paré de golpearla un momento.
- Sigue, tito, necesito que me castigues más, todavía no ha sido suficiente. -Percibí un fuerte olor que provenía de su chocho, debía haberse mojado lo más grande-.
- Te vas a enterar. -Le dije y volví a golpearla de nuevo-.
- Te has empalmado por pegarme. ¿Estás ya tan caliente como yo?
En lugar de contestarle, la golpeé cada vez más fuerte y más rápido.
- ¿No me contestas?
- ¿A qué quieres que te conteste?
- ¿A que si estás ya muy caliente?
- Sí, sí que lo estoy.
- ¡Sigue, tito, no pares de pegarme ahora, que me voy a correr!
Debí parar, pero no lo hice, yo también estaba muy caliente.
- ¿Encima te vas a correr? -Le pregunté-.
- ¡Siiiii, ahora, ya, me corro, me corro, no dejes de pegarme, aaaggggrrr, por Dios, siiii, siii, sigue, sigue, …!
Marta perdió el control de sus piernas que empezaron a moverse espasmódicamente, estaba teniendo un orgasmo de los que hacen época y a mí me dolían las manos de pegarle. Cuando terminó de correrse la bajé de mis piernas, la puse de rodillas, me puse de pie y le metí la polla como un leño en la boca, cogiéndole la cabeza para manejársela a mi antojo.
- ¡Fóllame la boca, fóllame la boca! -Gritaba cuando podía-.
- ¡No vas a poder hablar en un tiempo! -Le decía mientras metía la polla cada vez más profundamente en su boca-.
- ¡Más, métemela más! -Me di cuenta de que debía llevar un rato sobándose el chocho, pese a acabar de correrse-.
- ¡Aaaaggg, toma, toma, te vas a hartar de lefa, toma, toma, aaaggg, …! -Grité al empezar a correrme en su boca-.
Marta no podía tragarse toda mi lefa y se le caía sobre sus tetas y sus piernas.
- ¿No vas a dejar de tocarte? -Le pregunté-.
- No, hasta que me corra otra vez.
- Claro que te vas a correr otra vez.
La levanté del suelo y la eché boca arriba en el borde de la cama. Le cogí las piernas y me las puse sobre los hombros, luego me cogí la polla que estaba llena de mi lefa y de sus babas y se la metí hasta el fondo del coño. La cogí por las caderas y empecé a moverla adelante y atrás follándomela.
- ¡Tito, que bien que te corras y puedas seguir follando!
- Y tú también.
- Te tenía muchas ganas desde que me enteré de que te follaste a mamá. -Me dijo sobándose las tetas y el clítoris-.
- ¡Deja eso, Marta!
- ¿Por qué? Me pone pensar que te la follaste y sé que ella lo disfrutó mucho, como yo ahora lo estoy disfrutando.
Pensé que me estaba follando a mi sobrina a lo bestia, pero ya me daba igual. Si ella quería que me la follase, pues me la iba a follar a base de bien.
- ¿Tenéis que ser todas tan provocadoras? -Le pregunté-.
- ¿Y tú qué? Que te follas todo lo que se menea. Cuando se lo cuente a María no se va a poder creer la follada que me estás dando.
- Date la vuelta. -Le dije bajándole las piernas mis hombros-.
- Así, ¿a lo perrito te gusta? -Me preguntó poniéndose a cuatro patas en el borde de la cama. Tenía el culo todavía completamente rojo-.
- Sí, así me gusta mucho. -Le dije poniéndole la punta de la polla en la entrada de su chocho-.
- ¡Fóllame ya, no me hagas esperar, estoy muy caliente!
Primero le di dos golpes más en su culo, luego le pasé la punta de la polla por toda su raja y su clítoris, por último, se la metí hasta el fondo, la cogí de las caderas y empecé a moverla.
- ¿Se lo tienes que contar a tu hermana? -Le pregunté-.
- Claro, nosotras nos contamos todo, bien que alardeó ella de la mamada que te había hecho.
Llevé una mano a su clítoris para excitarla más todavía, porque yo empezaba a estar a punto para volver a correrme.
- ¡Qué rico, tito, qué me gusta!
- ¿Cómo vas?
- Lista para volver a correrme.
Aceleré mi mano sobre su clítoris y mis embestidas contra su culo.
- ¡Ya, tito, ya, sigue, sigue, no pares, va a ser muy largo, siiii, sigue, sigue, sigue follándome, aaaagggg, …! -Gritó al correrse y se dejó caer cuando terminó, sacándose mi polla-.
Yo me subí encima de ella, me jalé la polla un par de veces y me corrí sobre su culo y su espalda.
- Ha sido la mejor follada de mi vida. -Me dijo levantándose al rato mientras yo seguía tumbado en la cama-.
Luego se fue al baño a ducharse y yo salí del dormitorio. Susana estaba en el salón.
- Buena follada le has metido. -Me dijo-.
- ¿Llevas mucho tiempo aquí?
- El suficiente.
- ¿Qué tal con Lorena?
- He vuelto a reafirmarme en lo que me gustan los hombres. De todas formas, no creo que sea lesbiana, sino que simplemente se había encaprichado de mis tetas ¿Estás preocupado por lo de tu sobrina?
- Preocupado no, pero la muy hija de puta ha conseguido al final lo que quería.
- Las mujeres somos así, tenemos que conseguir lo que queremos, mira tu hermana. Pues piénsate que vas a hacer con tu otra sobrina.
- No me agobies.
- Yo no te agobio, te agobiará ella. Ponme una copa, por favor.
Mientras servía las copas salió Marta del dormitorio con el móvil en la mano.
- Voy a salir. -Me dijo poniéndose el pareo en la cintura-.
- Te acompaño para abrirte.
Cuando volví de abrirle a mi sobrina, le dije a Susana:
- En cuanto terminemos la copa, nos vestimos, que voy a hacerle por lo menos tres copias a las putas llaves. Estoy hasta los cojones de hacer de portero. -Susana se río-.
- Tenías que haberlas hecho hace tiempo.
Nos tomamos la copa tranquilamente y cuando terminamos le dije:
- ¿Vamos?
- Sí, voy a vestirme.
- Yo también.
- Sí, pero más tarde. Quiero sorprenderte otra vez cuando volvamos.
- Me parece perfecto.
Susana se puso un bonito vestido más o menos del mismo tipo que se había puesto por la mañana. Desnuda o vestida sus tetas se veían impresionantes. La abracé por detrás y le cogí las tetas.
- ¿Puedo saber que llevas debajo?
- Por ahora no, después de invitarme a cenar, seguramente sí.
Hicimos las copias de las llaves y luego fuimos a cenar al sitio donde había conocido a Rocío.
- Entra y siéntate que voy a llamar a Rocío a ver que tal le va en Granada. -Le dije a Susana-.
- No tardes.
- No, será sólo un minuto.
Busqué su número por la marcación rápida y la llamé.
- Hola, Carlos.
- Hola, guapa, te llamo para saber cómo te va en Granada.
- En la facultad bien, pero resulta que me he encontrado a mi exnovio y ha vuelto a liarme para que lo ayude con algunas cosas.
- ¿Pero cómo se te ocurre, no sabes ya como es?
- Sí, Carlos, pero es que está muy mal con los dolores de la espalda y a mí me da cosa.
- ¿No se había echado una amiga o medio novia o lo que fuera que le daba masajes y había mejorado mucho?
- Sí, pero resulta que se enfadó con él y lo puso de patitas en la calle. Ahora el pobre está sin sitio para vivir y sin los masajes que lo alivien.
La inocencia y la generosidad de Rocío eran realmente singulares.
- Rocío, no vuelvas a caer en lo mismo.
- No. Carlos, sólo es que me da pena.
- ¿Cuándo crees que volverás?
- En unos días, todo lo más dos semanas.
- Bueno anda, llámame alguna vez que sepa de ti.
- Claro, un besito.
- Igualmente, un beso.
Colgué y pensé que no se podía ser más tonta o más ilusa. Entré al restaurante, vi a Susana y me senté con ella.
- He pedido ya algunas cosas para cenar. -Me dijo cuando me senté-.
- Perfecto, confío en tu gusto.
- ¿Qué tal Rocío?
- Pues que de buena es tonta. Antes de conocernos tenía un novio que vivía a costa de ella. Cuando el confinamiento el tío se fue a vivir con otra, dejándola sin trabajo y sin dinero, hasta que la otra lo habrá calado y lo ha puesto de patitas en la calle. Pues ahora se lo ha encontrado y lo está volviendo a mantener.
- Pues hijo, follará divinamente.
- ¡Qué va, si me dijo que no hacían nada!
- Ahora entiendo vuestra amistad, la cuidas, le das cariño y te la follas varias veces seguidas, que más quiere. Yo tenía una conocida que el novio la utilizaba para que le buscara otras chicas u otras parejas para hacer tríos o intercambios o lo que surgiera, cosa que a ella no le gustaba, pero que hacía por él, convencida de que el novio era muy macho y tenía que follar con muchas mujeres, no sólo con ella.
- ¿Y qué le pasó?
- Que el tío la dejó cuando ya había agotado a todas las conocidas con ganas de juerga.
- Desde luego, hay cada elemento suelto por ahí.
- Y cada boba con ganas de acogerlos, también sueltas por ahí. Oye, ¿tú has tenido siempre tanto éxito con las mujeres?
- ¿Yo? Yo no me comido un rosco en mi vida hasta que me vine a vivir aquí.
- ¿Quién lo diría?
- Pues yo, te lo digo yo que lo sé bien. Tú sí has debido tener siempre mucho éxito con los hombres, con el cuerpo y la cara que tienes.
- Y con las mujeres. La verdad es que no me puedo quejar, excepto por el período de mi matrimonio, que por poco me quita el gusto por el sexo, antes y después he corrido y me he corrido lo mío.
- Una lastima no habernos conocido más cuando ibas por casa con mi hermana.
- Que le vamos a hacer, todavía estamos a tiempo de recuperar parte del tiempo perdido.
Miraba a Susana y, con su físico, me parecía mentira que me dijera eso de recuperar el tiempo perdido.
- Por curiosidad, antes con Lorena ¿qué pasó?
- Pues que me dejó las tetas amoratadas de sobármelas y comérmelas, pero al chocho ni caso, tuve que ser yo la que me hice todo el trabajo. Te aseguro que una lesbiana no actúa así. Yo creo que, si le das un poco de tiempo, tendrás una vecina que te puede dar muchas alegrías.
Terminamos de cenar, cogimos el coche, nos besamos apasionadamente al montarnos y nos fuimos para el piso. Mis sobrinas y Antonia ya habían llegado. Mis sobrinas estaban durmiendo en su dormitorio y Antonia en mi cama.
- Me parece que me voy a quedar sin disfrutar de tu ropa interior. -Le dije a Susana-.
- De eso nada. Coge la botella de champán que compramos esta mañana y vamos a la terraza.
Cogí la botella y dos copas, cerré las puertas de los dormitorios y salí a la terraza.
- ¿Todavía tienes ganas de follar, después del día que llevas? -Me dijo Susana-.
- No habías dicho tú, que teníamos que recuperar, al menos, parte del tiempo perdido. -Le contesté ofreciéndole un brindis-.
- En efecto, eso he dicho. -Me dijo abrazándome y besándome en la boca-.
- ¿Qué llevas debajo del vestido?
- Otro vestido, pero más indecente.
- ¿Cómo de indecente?
- Compruébalo tú. -Me dijo dándome la espalda para que le bajara la cremallera del vestido-.
Cuando le bajé la cremallera ella dejó caer el vestido. Debajo llevaba una malla elástica negra que dejaba ver todo su cuerpo. No llevaba nada más.
- Bastante indecente. -Le dije besándola-.
- Desnúdate que esta noche te voy a llevar al cielo.
- ¿Qué me piensas hacer? -Le pregunte mientras me desnudaba-.
- Ponte a cuatro patas en la tumbona.
-
Un Giro a mi Vida Después de Divorciarme – Capítulo 011
Cuando me desperté ya había amanecido. Me pregunté ¿cómo era posible que después de la mano de follar del día anterior todavía me levantara empalmado? Antes de abrir los ojos recordé los polvos que habíamos echado Susana y yo. Me incorporé para mirar a Susana, pero, en lugar de ella, me encontré con su hija. ¿Qué coño hacía Antonia en mi cama? Miré por el dormitorio y Susana no estaba por ningún lado. Me levanté sin hacer ruido y salí del dormitorio.
- Buenos días, Carlos. -Me dijo Susana con su pareo en la cintura-.
- Buenos días, Susana.
- ¡Joder, da gusto ver cómo te levantas de animado! -Dijo mirando mi erección-. ¿Quieres café? Está recién hecho.
- Sí, gracias. ¿Qué pasó anoche para que esté Antonia en mi cama?
- Nada, llegaron las tres cuando estaba amaneciendo y empezaron a pelearse entre ellas sobre cómo iban a dormir. Me despertaron y salí para decirles que no hicieran ruido. Al final, como ya estaba despierta, le dije a Antonia que se acostara en tu cama, yo me he quedado un rato en el sofá.
- ¿Qué tal volvieron?
- Debieron tener una noche movidita, porque venían despeinadas y bastante desarrapadas.
Miré a Susana mientras me servía el café y volví a admirar el cuerpo de pecado que tenía, como si no hubiéramos follado lo más grande la tarde anterior.
- Estás preciosa. -Le dije-.
- Gracias, tu también estás muy bien con la erección que tienes.
- ¿Tú crees que es normal que me levante así, como si tuviera veinte años, y no cincuenta?
- Está muy bien que te levantes así, promete un estupendo día por delante.
Salimos a la terraza a tomarnos el café. No me pude resistir, dejé la taza de café sobre la mesa, la abracé por detrás y le cogí sus impresionantes tetas, mientras le besaba el cuello.
- Cuidado, Carlos, soy una mujer muy pasional. Si me tientas me encuentras.
- Vente, no se vaya a levantar alguna y la liemos otra vez. -Le dije tirando de ella hacia el baño común para que tuviéramos algo de intimidad-.
- ¿Dónde me llevas?
- Tú sígueme.
Entramos en el baño, cerré la puerta y eché el pestillo. Empezamos a besarnos apasionadamente en la boca. Le cogí el culo y la empujé contra mí, apretando sus tetas contra mi pecho.
- Parecemos dos chavales a los que les ha dado un apretón. -Me dijo-.
- ¿Y por qué no?
- Ven aquí. -Dijo sentándose en el inodoro con las piernas muy abiertas-.
- ¿Qué quieres hacerme?
- Comértela otra vez.
Me puse frente ella de pie, Susana me cogió la polla y empezó a lamérmela suavemente, mirándome a los ojos. Yo le agarré las tetas y empecé a sobárselas.
- Tienes unas tetas, para estar sobándotelas todo el día.
- Me las ibas a desgastar.
- No creo que puedan desgastarse, aun cuando te las estuviera sobando toda una vida.
- Debías haberlas visto y tocado cuando tenía veinte años.
- Ya me hubiera gustado a mí.
Susana se abrió el pareo y llevó su otra mano a su chocho para acariciárselo ella misma.
- ¿Quieres que lo haga yo? -Le pregunté-.
- No, prefiero seguir comiéndote la polla.
- Por mí encantado.
Pasó de lamerme la polla a meterse mis huevos en la boca, sin dejar de pajearme.
- Tienes unos huevos perfectos para comértelos.
- ¿No te parece que me cuelgan ya demasiado?
- A mí me gustan así.
- Pues si a ti te gustan así, no se hable más.
Intentaron abrir la puerta.
- ¡Vete al otro baño! -Le grité a la que fuera-.
- ¿Qué estáis haciendo ahí? -Preguntó mi sobrina Marta-.
- ¡Lo que a ti no te importa! -Le contesté-.
- Vale, vale.
Susana había seguido con su tarea de comerme los huevos y pajearme sin inmutarse.
- ¡Qué bien lo haces! -Le dije-.
- Me he imaginado muchas veces de jovencita que te la comía así, mientras me pajeaba por las noches.
- Eras una jovencita muy traviesa.
- No, era una jovencita muy caliente, si hubiera sido traviesa, te lo habría pedido.
- ¿Qué más cosas te imaginabas?
- Una de las cosas que me ponía más caliente era imaginarme que te meabas sobre mí, a la misma vez yo me corría.
- ¡Qué ideas más sucias!
Me imaginé la escena. La Susana amiga de mi hermana, de rodillas en el plato de ducha, acariciándose el chocho y sobándose las tetas, mientras yo de pie la miraba con la polla muy morcillona en la mano, esperando que empezara a correrse para mearme sobre sus tetas con un potente chorro.
- ¿Te lo estás imaginando ahora? -Me preguntó-.
- Sí y me he puesto a reventar. No voy a tardar nada de correrme.
- Yo tampoco. Avísame cuando te vayas a correr.
- ¡Ya Susana, ya, uuuuffff, ya!
Susana aceleró los movimientos de su mano sobre su clítoris y dirigió mi polla hacia sus tetas. El primer y el segundo chorro rebotaron contra una de sus areolas y varios más entre sus tetas. Nos mirábamos los dos a los ojos, hasta que ella los cerró al correrse.
- ¡Qué bueno, qué bueno, siiii, Carlos, mira como me corro, siiii, aaagggrrr, joder qué placer, sigue corriéndote tú en mis tetas, aaaagggrrr, …!
Se extendía mi lefa sobre las tetas con la punta de mi polla mientras se corría. Cuando terminamos los dos de corrernos largamente, Susana se metió mi polla en su boca y me la limpió con la lengua, hasta dejármela como antes de correrme. Luego apoyé mi espalda contra la pared. Al rato Susana se levantó y se limpió las tetas en el lavabo.
- ¡Qué bien ha empezado el día! -Me dijo-.
- Desde luego que sí. No tenemos enmienda. -Le contesté-.
Salimos los dos del baño. Mi sobrina Marta estaba en la terraza con una taza de café en la mano. Le propuse a Susana salir a desayunar en el chiringuito, aceptó, cogí las llaves y la cartera y salimos. En el rellano de la escalera nos encontramos a una mujer muy morena o mulata, vestida y con la mascarilla puesta, que estaba entrando en el piso de al lado. Nos miró y se acercó un poco a nosotros.
- Hola, soy Lorena, la propietaria del piso. ¿Tú eres Carlos? -Me preguntó con un leve acento caribeño-.
- Sí, encantado.
- Entonces vamos a ser vecinos. Me ha dicho Natalia que te lo había vendido.
- Sí, falta por firmar la escritura, pero se lo he comprado ya.
- Os tengo que invitar a tomar una copa de bienvenida.
- Perdón, ella es Susana, una amiga que está pasando unos días.
- Encantada.
- Lo de la copa cuando quieras, es bueno conocer a los vecinos. -Le dije-.
- Hablamos y quedamos.
- De acuerdo, hasta luego. -Nos despedimos-.
No había casi nadie en el chiringuito. Nos sentamos y pedimos.
- ¿De verdad te imaginabas que me meaba sobre ti? -Le pregunté-.
- Sí, ¿te parece demasiado sucio?
- No, a mí también me gustaría que cuando yo estuviese muy caliente, tú te meases sobre mí mientras me corro.
- Bueno, pues ya tenemos una obligación pendiente que cumplir.
Susana se soltó el pareo y sus tetas llamaron la atención de la escasa clientela masculina y femenina de la terraza. Vi de lejos a Raquel, la agente inmobiliaria que me había encontrado el piso, y me acerqué a saludarla.
- Hola, Raquel, que alegría encontrarte.
- Ah, hola, Carlos. Qué casualidad, tenía que llamarte hoy. -Me dijo y nos dimos dos besos en las mejillas-.
- ¿Están ya los documentos del piso?
- Sí, al final Natalia y Juan no pueden venir a firmar y me han apoderado a mí, así que podemos ir al notario cuando quieras.
- Una pena que no puedan venir me hubiera gustado verlos de nuevo.
- Están muy liados tratando de sobrevivir a la situación, pero se lo diré para cuando vengan.
- Que le vamos a hacer, estoy deseando formalizar la compra. ¿Quieres un café? Estoy ahí sentado con una amiga. -Le dije indicando con la mano a Susana-.
- Pues estás muy bien acompañado. No quisiera molestaros.
- De verdad que no es una molestia, todo lo contrario.
Nos acercamos a Susana.
- Raquel, te presento a Susana, una amiga que está pasando unos días conmigo. Susana, ella es Raquel, el ángel que me encontró el piso. -Las presenté y ellas se saludaron también con dos besos en las mejillas-.
- ¡Huy, Carlos, se me ha hecho tarde y no me voy a poder quedar con vosotros! -Dijo Raquel mirando la hora en el teléfono-.
- ¿No puedes ni cinco minutos? -Le dije-.
- Ya me gustaría, pero no. Me lo debes para cuando nos veamos en la firma de la escritura.
Raquel se despidió de nosotros dos y se fue.
- Una chica muy guapa. -Me dijo Susana-.
- Sí, y muy eficaz en su trabajo.
- ¿Cómo se te ocurrió venirte a vivir aquí?
- Después de divorciarme quería cambiar de vida y me gustó el sitio y el ambiente.
- ¿Y conseguiste cambiar de vida?
- Bastante. -Le contesté pensando en cómo había cambiado sobre todo mi vida sexual-.
- Ahí van las niñas.
Miré e iban las tres en pareo a la cintura camino de la playa.
- Al menos podremos tener una mañana tranquila. -Comenté-.
- Yo no quiero tener una mañana tranquila. -Dijo Susana riéndose-.
- Depende de lo que tú entiendas por una mañana tranquila.
- Me han comentado las niñas que tu amiga es bastante joven y muy guapa. -Me dijo Susana cuando estábamos terminando de desayunar-.
- Es verdad. Es una chica estupenda, pero no somos ni novios ni nada que se le parezca.
- ¿Por qué?
- Porque ninguno de los dos queremos ese tipo de relación.
Cuando nos levantamos de la mesa, le dije a Susana:
- Tengo que ir al supermercado a comprar algunas cosas, ¿me acompañas?
- Sí claro, no te voy a dejar ir sólo encima de que te estamos esquilmando la despensa.
Susana se duchó mientras yo me afeitaba observándola por el espejo. Debo confesar que una de las imágenes que más me erotizan es ver a una mujer ducharse y en el caso de Susana más por sus enormes tetas, su morboso culo y su ahora depilado chocho. Estuve a punto de meterme en la ducha con ella, para enjabonarla y lo que surgiera, pero me retuvo pensar que si lo hacía no iríamos al supermercado en toda la mañana. Ella se vistió mientras era yo el que se duchaba. Se había puesto muy guapa con un vestido muy ajustado, bastante corto, sin mangas que resaltaba sus preciosas formas.
- Parece que vayas a ir a una fiesta. -Le dije-.
- Para una vez que me visto me gusta arreglarme. ¿Te parece mal?
- En absoluto, vas a ser la reina del supermercado.
Volviendo del supermercado, al sentarse Susana en el coche se le subió bastante el vestido dejando ver sus preciosas piernas enfundadas en unas medias negras y parte de las tiras del liguero que las sujetaban, era una visión de lo más sugerente. Ella debió darse cuenta de que la miraba, porque me dijo:
- ¿Te gustan mis medias?
- Me gustan tus piernas, pero la verdad es que las medias las realzan.
- Por eso me gusta tanto la ropa interior sugerente. Debía haber un sitio en el que, en lugar de poder ir desnudos por la calle, se pudiera ir en ropa interior.
Me imaginé lo que decía Susana. Mujeres en sujetador y tanga o bragas o en bodi, con o sin medias andando por la calle o sentadas en bares o restaurantes y me resultó de lo más excitante.
- Tienes razón, creo que sería un sitio muy excitante. Lo podríamos llamar Tangápolis. -Le dije-.
- Pues si te gustan mis medias, creo que te vas a poner enfermo cuando veas el resto de mi ropa interior.
- Eres mala, Susana, te gusta tenerme caliente todo el día.
- No me culpes a mí. Tú ya estabas todo el día caliente antes de conocerme.
- Es posible, pero tú me elevas varios grados la temperatura.
Llegamos a la urbanización y sacamos del maletero las cosas que habíamos comprado. No podía dejar de mirar a Susana. Si desnuda era una bomba, vestida era una promesa de bomba, que te hacía desearla todavía más. Llegamos al piso y cuando terminamos de guardar la compra, Susana, dándome la espalda, me dijo:
- ¿Me ayudas a desnudarme?
- Ves como no eres buena.
- Yo no he dicho nunca que fuera buena. ¿Me ayudas o no?
- Claro que sí. -Le dije cogiéndola de la mano para llevarla al dormitorio-.
Ya en el dormitorio, Susana volvió a ponerse frente a mí de espaldas y cogiéndose el pelo con la mano descubrió el inicio de la cremallera que tenía el vestido por detrás. Me quedé admirando la excitante forma que le daba el vestido a su cuerpo. Finalmente, me acerqué a ella y le bajé la cremallera hasta casi el final de la espalda. Debajo parecía llevar un bodi negro casi transparente. Luego, sin quitarse el vestido se volvió de frente.
- ¿Tú no te desnudas? -Me preguntó-.
- Prefiero que lo hagas tú.
- Estás tú muy señorito. -Me dijo acercándose a mí-.
Lentamente, fue desabrochándome los botones de la camisa, para luego sacármela de los pantalones, quitármela y lamerme y morderme suavemente los pezones. Puse mis manos en sus caderas y ella me las retiró suavemente.
- ¿No querías que te desnudase? Pues déjame hacerlo. -Me dijo-.
Tras una buena lamida de mis pezones, les tocó el turno a mis pantalones. Besándome en la boca, llevó sus manos a mi cinturón, lo soltó y tiró de él hasta sacármelo del todo y tirarlo sobre la cama. Con mucha suavidad me soltó los botones de la tirilla del pantalón y luego con las dos manos me bajó la cremallera. Mi polla había empezado a reaccionar a todo aquello y estaba muy morcillona bajo mi bóxer. Me quité los zapatos, uno contra otro. Susana se agachó para terminar de quitarme los pantalones, luego se incorporó y volvió a besarme en la boca.
- ¿No te queda algo por quitarme? -Le pregunté haciendo referencia al bóxer-.
- Todavía no, quiero verlo primero bien abultado.
- ¿Puedo ahora quitarte el vestido?
- Sí. -Me dijo volviendo a darme la espalda-.
Le saqué el vestido de los brazos y ella lo dejó caer hacia delante, quedando alrededor de sus pies. Llevaba lo que parecía ser un corsé que hacía también de liguero al sujetar mediante unas tiras sus medias. Sobre las tiras llevaba un tanga de hilo negro. Le di la vuelta para contemplarla por delante. Mas que un corsé era un bodi con una infinidad de gafetes, también casi transparente por delante, que dejaba ver sus espléndidas tetas apretadas por la vaporosa tela.
- ¡Joder como te has puesto para ir al supermercado! -Le dije-.
- ¿Te gusta?
- Me gustas tú y la cosa esta también. -Le dije besándola en la boca-.
- Ya se nota que te gusta, tienes el bóxer a reventar.
- ¿Cómo quieres que lo tenga?
- Quiero que me ates las manos, me tapes los ojos y hagas conmigo lo que quieras.
- Eso suena muy bien.
- Pues hazlo. -Me dijo acercándome mi cinturón-.
Se volvió otra vez de espaldas a mí y colocó sus manos juntas por detrás.
- Mejor por delante, así te podré poner los brazos por encima de la cabeza. -Le dije-.
- Como quieras.
La puse el cinturón alrededor de las muñecas, le di varias vueltas y lo trabé, luego cogí del armario un antifaz que tenía guardado, de esos que regalan en los vuelos de larga duración, del que nunca había pensado que podría darle ese uso. Le puse las manos en la nuca y me separé de ella para mirarla. Tenía ya la polla como un palo debajo del bóxer. Su imagen era de los más excitante.
- Podría pegarte ahora. -Le dije-.
- Si te apetece hazlo.
- Estás muy sumisa.
- Estoy muy caliente.
- Eso también.
Me quité el bóxer sin dejar de mirarla, luego me puse detrás de ella encajándole la polla entre las nalgas, le cogí las tetas y le besé el cuello.
- ¿Qué piensas hacerme? -Me preguntó-.
- Mejor pregunta que pienso no hacerte. -Le conteste moviendo mi polla entre sus nalgas y apretándole sus grandes tetas-.
- ¿Has tenido alguna vez a una mujer así a tu disposición?
- Nunca, pero creo que me voy a aficionar.
Le di la vuelta, le pegué la polla a la barriga, le cogí el culo para presionarla contra mí y la besé en la boca. Sus tetas se apretaban contra mi pecho.
- Has conseguido que me ponga muy caliente. -Le dije-.
- Yo ya lo estaba sólo de pensarlo mientras estábamos en el supermercado.
- ¿Te has mojado mucho haciendo la compra?
- Tócame, compruébalo tú mismo.
Llevé una mano a su chocho y el tanga estaba empapado.
- ¡Qué bárbaro! -Le dije poniéndome en cuclillas para acercar la nariz a su chocho-.
Su olor a jugos de mujer era muy intenso. Pensé que podía llevarme mucho tiempo así.
- ¿Te gusta como huele mi chocho?
- Me vuelve loco.
Me incorporé y la desplacé hasta tumbarla en la cama. Me puse entre sus piernas, le ladeé el tanga y empecé a comerle el chocho.
- ¿No has desayunado?
- Ya sabes que no.
- Pues yo, ya sabes que sí, pero me he quedado con hambre.
- No te preocupes que luego te vas a hartar.
- No creo que me harte.
Le cogí su clítoris con los labios, mientras le metía dos dedos en el chocho.
- ¡Qué rico, Carlos, podría estar así el resto de mi vida!
- Y yo también. Mira como estás. -Le dije llevándole a la boca los dedos que antes le había metido en el chocho-.
- Me encanta. Vuelve a metérmelos y déjame que los saboree de nuevo.
En vez de eso, le quité el tanga, se lo pasé varias veces por el chocho y se lo metí en la boca. Lo tuvo un tiempo dentro de su boca, mientras yo le lamía el clítoris, hasta que lo expulsó diciendo:
- ¡Carlos, no pares que me voy a correr!
Le cogí entonces el clítoris con dos dedos para acariciárselo, mientras le pasaba la lengua por sus labios menores y por el interior de su chocho.
- ¡Siiii, ahora, siiii, no pares por Dios, sigue, sigue, aaaaggggrrr, qué bueno, que fuerte, siiii, sigue, sigue, siii, aagggrrr, aaagggg, para, para ya que me matas, …!
Me subí a la cama de rodillas, dejándola entre mis piernas y la besé en la boca mientras ella recobraba el aliento. Luego me incorporé y en la misma posición comencé a soltarle gafetes al bodi desde el pecho hacia abajo. Ella me dejaba hacer en silencio. Cuando ya le había soltado los suficientes gafetes, sus tetas desbordaron la tela. Me entretuve en sobarle y lamerle sus grandes tetas.
- Susana, tienes unas tetas de escándalo. -Le dije-.
- Lo sé. Me gusta mucho que me las comas, casi como estuvieras mamando de ellas.
- ¿Cómo se te pusieron las tetas cuando te quedaste embarazada?
- Todavía más grandes y durísimas. Me dolían y tenía que sacarme leche a menudo, para disminuir el dolor.
- Como me hubiera gustado hacértelo yo.
- Se lo decía a mi exmarido, pero el muy tonto decía que eso no era normal.
Me incorporé, me desplacé para poner mi polla entre sus tetas y se las apreté mientras me deslizaba adelante y atrás.
- Te quedaste ayer con ganas de hacerlo así, ¿verdad? -Me preguntó-.
- Sí, me gusta verte la cara mientras te follo las tetas.
- Ponme una almohada bajo la cabeza y quítame el antifaz, para que pueda verte.
Hice lo que ella me pidió. Mi polla estaba segregando tanto líquido, que lubricaba sus tetas permitiendo que me desplazara con facilidad.
- ¡Joder Susana, que placer!
- Para mí también, me encanta tener una polla bien dura entre las tetas y sentir como cada vez se pone todavía más dura. ¿Quieres que me las apriete yo?
- No, me encanta tenerlas en las manos y jugar con ellas.
Yo cada vez me movía más rápido, estaba llegando al punto de no retorno. Miraba las tetas de Susana con mi polla aprisionada y la miraba a ella que se mordía el labio inferior.
- ¿Te vas a correr ya? -Me preguntó-.
- Me falta muy poco.
- Hazlo como estás ahora, quiero ver cómo te corres y luego me la metes en la boca para que te la limpie hasta la última gota.
La imagen de Susana con las manos atadas por encima de la cabeza y sus depiladas axilas expuestas me tenía como loco.
- ¡Mírame bien ahora, mírame, Susana, me corro, me corro, toma, toma, siiii, te voy a llenar otra vez de lefa, siii, …!
Mis chorros fueron a parar primero a su cuello y luego a su cara y luego nuevamente a su cuello. Cuando terminé de correrme hice lo que ella me dijo y moviéndome hacia adelante le metí la polla en la boca tanto como pude, hasta que tuve que tumbarme a su lado para recuperar la respiración.
- Me vas a dejar seco. -Le dije-.
- Y tú a mí, tengo otra vez el coño encharcado.
- Vamos a tener que tomarnos una cerveza o un vino para recuperar líquidos.
- Sí, ayúdame a incorporarme.
La ayudé a sentarse y le quité el cinturón que le trababa las muñecas. Se levantó y fue al baño a limpiarse mi semen en el lavabo, mientras yo seguía tumbado en la cama. Cuando volvió venía desnuda se había quitado el bodi y las medias.
- ¿Has traído más ropa interior?
- Sí, yo siempre viajo con mucha ropa interior, aunque sea para ir a un sitio nudista. -Dijo riéndose-. ¿Por qué me lo preguntas?
- Porque me ha gustado mucho.
Salimos los dos desnudos del dormitorio, las niñas debían haber llegado mientras estábamos follando. Mis sobrinas estaban sentadas en la terraza. Recordé que la puerta del dormitorio se había quedado abierta. Teníamos que haberles ofrecido otro espectáculo porno, pensarían que me pasaba el día follando a todo lo que se menease y no les faltaría razón en los últimos días.
- ¿Qué quieres? -Le pregunté a Susana-.
- Que me trague la tierra, mi hija debe habernos visto en plena faena.
- Ya que le vamos a hacer.
- Ponme una copa de vino. Voy a hablar con Antonia que debe estar en su dormitorio.
Serví dos copas de vino y salí a la terraza. Sabía que mis sobrinas no se iban a callar.
- Tito, eres una máquina. Lo mismo te da la hija que la madre. -Me dijo Marta-.
- Vamos a dejarlo, Marta. Lamento no haber cerrado la puerta, pero pensaba que no volveríais tan pronto.
- No, si a nosotras nos gusta verte, eres muy imaginativo follando. Ayer mismo lo comentábamos cuando ligamos con unos tíos muy aburridos follando. -Dijo mi sobrina María-.
- ¿Crees que con Susana por en medio tendrás tiempo para nosotras en estos días? -Me preguntó Marta-.
- Susana es una mujer espléndida, los dos somos adultos ya y, además, no es cosa vuestra.
- ¿Y con Antonia? -Preguntó María-.
- ¿Con Antonia qué?
- Pues eso, que también te la has pasado por la piedra cada vez que has podido. -Dijo Marta-.
- ¡Coño, que no os tengo que dar explicaciones! De sobra sabéis que os apostasteis entre vosotras si Antonia conseguiría follarme.
- Porque no sabíamos que eras el follador de la pradera, si no, anda que íbamos a apostar.
Vi a Susana en el salón, cogí las copas y fui a verla.
- ¿Qué tal está Antonia? -Le pregunté pasándole la copa-.
- Sin problemas, se ha echado en la cama porque estaba cansada.
- ¿Te ha dicho algo?
- Me ha dicho que me aproveche, que ella ya lo hizo antes.
- ¡Qué familia más liberal!
- ¿Y tus sobrinas?
- Con la cantinela de que ellas también quieren.
- ¡Eso sí que es una familia liberal! Te vas a tener que multiplicar.
- Lo que pasa es que tienen muy poca vergüenza las dos. ¿Sabes lo que me dijeron?
- No lo sé.
- Pues que muchas amigas suyas follaban con sus tíos y que no pasaba nada.
- Bueno, no te enfades con ellas. Son muy jóvenes y con la calentura propia de la edad.
Sonó el timbre de la puerta.
- Qué raro, es la primera que llama alguien. -Le dije a Susana poniéndome el pareo para abrir la puerta-.
Era la vecina que habíamos conocido al salir esa mañana.
- Buenas tardes, vecino.
- Buenas tardes, Lorena. -Llevaba un pareo al pecho. Comprobé que en efecto era mulata, ahora que llevaba los hombros y los brazos desnudos-.
- Verás, he pensado que hoy es un día tan bueno como cualquier otro para tomar el vino del que hablamos antes. ¿Os apetece tomarlo en casa?
Mire a Susana que, con un gesto, me indicó que de acuerdo.
- Perfecto, déjame que coja una botella de vino.
- Como quieras, pero tengo varias en casa.
Cogí la botella de todas formas y le dije a mis sobrinas que Susana y yo íbamos a casa de la vecina. Lorena sirvió tres copas de vino y nos quedamos en la isla de la cocina a tomárnoslas. Nos quitamos las mascarillas. Lorena era una mulata muy guapa de unos cuarenta años, bonitos ojos oscuros y una boca con labios muy carnosos.
- Es una pena que Natalia y Juan hayan tenido que vender su piso. Ellos venían bastante, les gustaba mucho la zona y la disfrutaban. Pero me alegro de que te lo hayan vendido a ti, pareces simpático y seguro que serás un buen vecino. -Dijo Lorena-.
- Gracias, al menos lo intentaré. -Le contesté-. ¿Tenías mucha amistad con ellos?
- Sí, cuando coincidíamos nos veíamos mucho y lo pasábamos muy bien. ¿Estáis cómodos en la zona?
- Sí, yo me he acostumbrado enseguida. -Le contestó Susana-.
- ¿Eras nudista de antes?
- No, sólo desde ayer. -Le dijo Susana riéndose-. ¿Te importa si me quito el pareo?
- Pues sí que te has acostumbrado rápido. Puedes quitártelo sin problemas, yo me lo iba a quitar también.
Las dos se soltaron el pareo y se miraron mutuamente una vez desnudas. Yo también me quité el mío para no desentonar. Eran dos mujeres maduras que estaban para comérselas. Lorena tenía unas tetas erguidas de muy buen tamaño con unas areolas grandes muy oscuras, pero lo que más destacaba de ella eran sus potentes caderas y su gran culo. Llevaba el chocho depilado y su monte de Venus se veía muy carnoso.
Sonó el móvil de Susana, que se retiró un poco para contestar. Lorena aprovechó para decirme mirándola:
- Tu amiga es una mujer muy atractiva.
- Sí que lo es. Ha venido a recoger a su hija y a dos sobrinas mías que están pasando aquí unos días.
La conversación de Susana fue muy corta y al minuto estaba otra vez con nosotros.
- Era Antonia, que han quedado las tres con unos amigos para comer y pasar la tarde.
- Si van a estar solos quédense a comer, si les apetece.
- No queremos molestarte. -Le contesté-.
- No es molestia, al revés, prefiero comer acompañada.
- ¿Vives sola aquí? -Le preguntó Susana-.
- Normalmente sí. Algunas veces viene algún familiar o algún paisano a pasar unos días, pero habitualmente sola.
- ¿De dónde eres? -Le preguntó Susana-.
- De Venezuela, pero hace muchos años que vivo en España.
Mientras hablábamos Lorena había sacado del frigorífico algunas cosas para comer.
- ¿Comemos en la terraza? -Preguntó Lorena-.
- Por nosotros sí. -Le contesté-.
- ¿Alquilas mucho el apartamento? -Le pregunté cuando nos sentamos a comer recordando a la pareja de lesbianas con las que nos habíamos liado mi hermana Lola y yo-.
- Durante seis meses al año, el resto del tiempo lo utilizo yo. Soy azafata, trabajo seis meses al año y durante esos meses vivo en Madrid, cuando estoy en España.
- Qué cambio, ¿no? -Le dijo Susana-.
- Sí, de bastante estrés a demasiada tranquilidad. Pero me gusta.
- ¿Llevas mucho tiempo con el apartamento? -Le pregunté-.
- Desde que los construyeron. Lo compré a la misma vez que Natalia y Juan. -Lorena miraba insistentemente a Susana-. Susana me imagino que te lo habrán dicho muchas veces, pero es que tienes unos pechos increíbles.
- Algunas veces me lo han dicho, pero siempre gusta oírlo. De todas formas, tú no tienes nada de qué quejarte, eres una mujer muy atractiva. ¿Verdad, Carlos?
- Sin duda, sois las dos muy atractivas. Soy un hombre afortunado de estar aquí con vosotras.
- Desde luego que sí. -Me contestó Susana-. Lorena tengo que ir al baño.
- Claro, acompáñame.
Se levantaron las dos, entraron en el piso y se detuvieron en la isla de la cocina hablando. ¡Joder, que buenas están las dos! Pensé al verlas de pie desnudas. Estuvieron un rato hablando, luego Susana debió ir al baño y Lorena se quedó en la cocina. A los pocos minutos Susana regresó a la cocina y volvió a hablar con Lorena. Después de un rato hablando, Susana volvió a la terraza y Lorena se quedó en la cocina.
- ¿Pasa algo? -Le pregunté a Susana-.
- Lorena me ha propuesto que nos acostemos ella y yo.
- No ha necesitado mucho tiempo. ¿Y tú que le has dicho?
- No le he contestado nada todavía hasta hablarlo contigo.
- ¿Pero a ti te apetece?
- Mucho, hace tiempo que no me acuesto con otra mujer y Lorena me resulta muy tentadora.
- Pues entonces ya está. -Le dije levantándome de la silla-.
- ¿Estás enfadado?
- No. Yo me acuesto con quien quiero y tú también.
Entré en el piso acompañado de Susana.
- Lorena me marcho, estoy cansado. Muchas gracias por la copa y la comida.
- Hasta luego, Carlos.
- Te acompaño para quedarme con la llave de la puerta y no molestarte cuando vuelva al piso. -Me dijo Susana-.
Así lo hicimos. Susana me besó antes de coger la llave.
- Gracias, Carlos. -Me dijo regresando al piso de Lorena-.
¡Vaya con la vecina y con Susana! Pensé sirviéndome un vaso de whisky. Al minuto sonó mi móvil. Era un número que no tenía en la agenda.
- ¿Sí?
- Tío, soy Marta, ¿puedes bajar a abrirme la puerta?
- ¿No os ibais a quedar toda la tarde en la playa?
- Sí, pero el vaina con el que había ligado no ha aparecido y no quiero hacer de carabina.
- Pues espera, que tengo que recuperar las llaves y bajo a abrirte.
- ¿Quién las tiene?
- Es una historia muy larga. Espérate. -Le dije y colgué-.
¡Coño, voy a hacer siete juegos de llaves, estoy hasta los huevos de bajar, de ir o de volver! Pensé yendo a casa de la vecina, dejando la puerta abierta. Llamé varias veces hasta que me abrió Lorena.
- Perdona Lorena, puedes decirle a Susana que me deje las llaves otra vez. -Vi a Susana detrás de Lorena. Volví a pensar lo buenas que estaban las dos-.
- ¿Qué ha pasado? -Me preguntó Susana-.
- Mi sobrina Marta, que se ha vuelto de la playa y tengo que bajar a abrirle. Ahora te las devuelvo.
Susana me pasó el juego de llaves, cerré la puerta de casa y bajé a abrirle a mi sobrina.
- Por poco me salen raíces. -Me dijo cuando le abrí-.
- Haberte quedado en la playa. -Le contesté. ¡Qué ganas tenía de que se fueran! -.
Subimos, abrí la puerta del piso y fui a devolverle las llaves a Susana. Me abrió ella cuando llamé.
- Toma y perdona la interrupción. -Le dije-.
- No pasa nada, no habíamos empezado en serio.
¿A qué se referirá con lo de empezar en serio? Pensé y supuse que a comerse mutuamente los chochos y cosas así. La imagen se me pasó un momento por la cabeza y me resultó de lo más excitante.
- Qué te lo pases bien. -Le dije y volví a mi piso-.
Marta estaba en la terraza. Cogí mi vaso de whisky y salí yo también.
- ¿Qué te ha pasado? -Le pregunté-.
- Pues que el idiota con el que había ligado el otro día no se ha presentado y me ha dejado más tirada que a una colilla. ¿Por qué no estás con Susana en casa de la vecina?
- Estaba cansado y he preferido venirme a casa. -Le mentí-.
- ¿Te gusta Susana?
- Es una mujer muy atractiva, claro que me gusta.
- Más o menos que su hija.
- Marta, no creo que las cosas puedan medirse así.
- ¿Cuál de las dos folla mejor?
- ¡Marta, ya está bien!
- Es una curiosidad que tengo.
- Pues deberías interesarte por otras cosas.
- Nos gustó mucho veros follar esta mañana. Es muy sugerente eso de que te aten y puedan hacer contigo lo que quieran.
- ¿Tú te escuchas?
- Tío, María y yo tenemos nuestros deseos sexuales …
- Eso no lo dudo.
- María estará follando ahora, aunque sea mal, pero yo me he quedado a dos velas.
- Pues ve al baño y te alivias. ¡Coño, al final has conseguido que diga lo que no quiero!
- ¿Por qué no nos aliviamos los dos? No te pone ver a una chica haciéndose una paja.
Si hubiera podido me habría ido a la calle en ese momento, pero como no tenía las putas llaves, pues no podía salir de la urbanización, salvo que me fuera en el coche.
- Marta esto es acoso. Si te lo hiciera yo a ti, iría a la cárcel.
- Hazlo si quieres, yo no voy a protestar. ¿Por qué te follaste a mamá y no quieres hacerlo con nosotras?
- No teníais que saber eso y no es asunto tuyo.
Marta empezó a tocarse delante de mí mirándome a los ojos desafiante. El problema de esta niña es que nunca le han dado dos azotes bien dados, pensé, y el ser yo el primero en dárselos me tentó enormemente.
- ¿En qué estás pensando? -Me dijo-.
- ¿Por qué me lo preguntas?
- Porque se te nota en la cara.
- Pues tienes razón, estaba pensando que lo que tu hermana y tú necesitáis son dos buenos azotes cada una, que no os han dado nunca.
- ¿Tú me los darías?
- ¡Vaya que si te los daría!
- ¿Y por qué no lo haces?
- No me busques que me vas a encontrar.
El descaro y la poca vergüenza de mi sobrina me tenían ya realmente enfadado. Marta se levantó, se acercó a mí y se puso de espaldas, dejando su culo a un palmo de mi cara.
- Castígame, tío, he sido mala, muy mala.
No estaba dispuesto a que siguiera tomándome el pelo de esa manera. Me levanté, la cogí por los pelos y tiré de ella hacia mi dormitorio. Sin soltarle el pelo, me senté en los pies de la cama y tiré de ella hasta ponerla boca abajo sobre mis rodillas. Ma paré un momento y me pregunté qué iba a hacer con una chica ya con dieciocho años. Darle el escarmiento que se merece, me respondí a mí mismo. Levanté la mano derecha y la dejé caer abierta sobre uno de los cachetes de su culo. Fue el primero de una sucesión de golpes cada vez más fuertes, en ambos cachetes, hasta que se le pusieron rojos como tomates. Ella, en vez de quejarse, gemía. Lo malo es que yo me había calentado con la situación y mi polla empezó a empalmarse. Paré de golpearla un momento.
- Sigue, tito, necesito que me castigues más, todavía no ha sido suficiente. -Percibí un fuerte olor que provenía de su chocho, debía haberse mojado lo más grande-.
- Te vas a enterar. -Le dije y volví a golpearla de nuevo-.
- Te has empalmado por pegarme. ¿Estás ya tan caliente como yo?
En lugar de contestarle, la golpeé cada vez más fuerte y más rápido.
- ¿No me contestas?
- ¿A qué quieres que te conteste?
- ¿A que si estás ya muy caliente?
- Sí, sí que lo estoy.
- ¡Sigue, tito, no pares de pegarme ahora, que me voy a correr!
Debí parar, pero no lo hice, yo también estaba muy caliente.
- ¿Encima te vas a correr? -Le pregunté-.
- ¡Siiiii, ahora, ya, me corro, me corro, no dejes de pegarme, aaaggggrrr, por Dios, siiii, siii, sigue, sigue, …!
Marta perdió el control de sus piernas que empezaron a moverse espasmódicamente, estaba teniendo un orgasmo de los que hacen época y a mí me dolían las manos de pegarle. Cuando terminó de correrse la bajé de mis piernas, la puse de rodillas, me puse de pie y le metí la polla como un leño en la boca, cogiéndole la cabeza para manejársela a mi antojo.
- ¡Fóllame la boca, fóllame la boca! -Gritaba cuando podía-.
- ¡No vas a poder hablar en un tiempo! -Le decía mientras metía la polla cada vez más profundamente en su boca-.
- ¡Más, métemela más! -Me di cuenta de que debía llevar un rato sobándose el chocho, pese a acabar de correrse-.
- ¡Aaaaggg, toma, toma, te vas a hartar de lefa, toma, toma, aaaggg, …! -Grité al empezar a correrme en su boca-.
Marta no podía tragarse toda mi lefa y se le caía sobre sus tetas y sus piernas.
- ¿No vas a dejar de tocarte? -Le pregunté-.
- No, hasta que me corra otra vez.
- Claro que te vas a correr otra vez.
La levanté del suelo y la eché boca arriba en el borde de la cama. Le cogí las piernas y me las puse sobre los hombros, luego me cogí la polla que estaba llena de mi lefa y de sus babas y se la metí hasta el fondo del coño. La cogí por las caderas y empecé a moverla adelante y atrás follándomela.
- ¡Tito, que bien que te corras y puedas seguir follando!
- Y tú también.
- Te tenía muchas ganas desde que me enteré de que te follaste a mamá. -Me dijo sobándose las tetas y el clítoris-.
- ¡Deja eso, Marta!
- ¿Por qué? Me pone pensar que te la follaste y sé que ella lo disfrutó mucho, como yo ahora lo estoy disfrutando.
Pensé que me estaba follando a mi sobrina a lo bestia, pero ya me daba igual. Si ella quería que me la follase, pues me la iba a follar a base de bien.
- ¿Tenéis que ser todas tan provocadoras? -Le pregunté-.
- ¿Y tú qué? Que te follas todo lo que se menea. Cuando se lo cuente a María no se va a poder creer la follada que me estás dando.
- Date la vuelta. -Le dije bajándole las piernas mis hombros-.
- Así, ¿a lo perrito te gusta? -Me preguntó poniéndose a cuatro patas en el borde de la cama. Tenía el culo todavía completamente rojo-.
- Sí, así me gusta mucho. -Le dije poniéndole la punta de la polla en la entrada de su chocho-.
- ¡Fóllame ya, no me hagas esperar, estoy muy caliente!
Primero le di dos golpes más en su culo, luego le pasé la punta de la polla por toda su raja y su clítoris, por último, se la metí hasta el fondo, la cogí de las caderas y empecé a moverla.
- ¿Se lo tienes que contar a tu hermana? -Le pregunté-.
- Claro, nosotras nos contamos todo, bien que alardeó ella de la mamada que te había hecho.
Llevé una mano a su clítoris para excitarla más todavía, porque yo empezaba a estar a punto para volver a correrme.
- ¡Qué rico, tito, qué me gusta!
- ¿Cómo vas?
- Lista para volver a correrme.
Aceleré mi mano sobre su clítoris y mis embestidas contra su culo.
- ¡Ya, tito, ya, sigue, sigue, no pares, va a ser muy largo, siiii, sigue, sigue, sigue follándome, aaaagggg, …! -Gritó al correrse y se dejó caer cuando terminó, sacándose mi polla-.
Yo me subí encima de ella, me jalé la polla un par de veces y me corrí sobre su culo y su espalda.
- Ha sido la mejor follada de mi vida. -Me dijo levantándose al rato mientras yo seguía tumbado en la cama-.
Luego se fue al baño a ducharse y yo salí del dormitorio. Susana estaba en el salón.
- Buena follada le has metido. -Me dijo-.
- ¿Llevas mucho tiempo aquí?
- El suficiente.
- ¿Qué tal con Lorena?
- He vuelto a reafirmarme en lo que me gustan los hombres. De todas formas, no creo que sea lesbiana, sino que simplemente se había encaprichado de mis tetas ¿Estás preocupado por lo de tu sobrina?
- Preocupado no, pero la muy hija de puta ha conseguido al final lo que quería.
- Las mujeres somos así, tenemos que conseguir lo que queremos, mira tu hermana. Pues piénsate que vas a hacer con tu otra sobrina.
- No me agobies.
- Yo no te agobio, te agobiará ella. Ponme una copa, por favor.
Mientras servía las copas salió Marta del dormitorio con el móvil en la mano.
- Voy a salir. -Me dijo poniéndose el pareo en la cintura-.
- Te acompaño para abrirte.
Cuando volví de abrirle a mi sobrina, le dije a Susana:
- En cuanto terminemos la copa, nos vestimos, que voy a hacerle por lo menos tres copias a las putas llaves. Estoy hasta los cojones de hacer de portero. -Susana se río-.
- Tenías que haberlas hecho hace tiempo.
Nos tomamos la copa tranquilamente y cuando terminamos le dije:
- ¿Vamos?
- Sí, voy a vestirme.
- Yo también.
- Sí, pero más tarde. Quiero sorprenderte otra vez cuando volvamos.
- Me parece perfecto.
Susana se puso un bonito vestido más o menos del mismo tipo que se había puesto por la mañana. Desnuda o vestida sus tetas se veían impresionantes. La abracé por detrás y le cogí las tetas.
- ¿Puedo saber que llevas debajo?
- Por ahora no, después de invitarme a cenar, seguramente sí.
Hicimos las copias de las llaves y luego fuimos a cenar al sitio donde había conocido a Rocío.
- Entra y siéntate que voy a llamar a Rocío a ver que tal le va en Granada. -Le dije a Susana-.
- No tardes.
- No, será sólo un minuto.
Busqué su número por la marcación rápida y la llamé.
- Hola, Carlos.
- Hola, guapa, te llamo para saber cómo te va en Granada.
- En la facultad bien, pero resulta que me he encontrado a mi exnovio y ha vuelto a liarme para que lo ayude con algunas cosas.
- ¿Pero cómo se te ocurre, no sabes ya como es?
- Sí, Carlos, pero es que está muy mal con los dolores de la espalda y a mí me da cosa.
- ¿No se había echado una amiga o medio novia o lo que fuera que le daba masajes y había mejorado mucho?
- Sí, pero resulta que se enfadó con él y lo puso de patitas en la calle. Ahora el pobre está sin sitio para vivir y sin los masajes que lo alivien.
La inocencia y la generosidad de Rocío eran realmente singulares.
- Rocío, no vuelvas a caer en lo mismo.
- No. Carlos, sólo es que me da pena.
- ¿Cuándo crees que volverás?
- En unos días, todo lo más dos semanas.
- Bueno anda, llámame alguna vez que sepa de ti.
- Claro, un besito.
- Igualmente, un beso.
Colgué y pensé que no se podía ser más tonta o más ilusa. Entré al restaurante, vi a Susana y me senté con ella.
- He pedido ya algunas cosas para cenar. -Me dijo cuando me senté-.
- Perfecto, confío en tu gusto.
- ¿Qué tal Rocío?
- Pues que de buena es tonta. Antes de conocernos tenía un novio que vivía a costa de ella. Cuando el confinamiento el tío se fue a vivir con otra, dejándola sin trabajo y sin dinero, hasta que la otra lo habrá calado y lo ha puesto de patitas en la calle. Pues ahora se lo ha encontrado y lo está volviendo a mantener.
- Pues hijo, follará divinamente.
- ¡Qué va, si me dijo que no hacían nada!
- Ahora entiendo vuestra amistad, la cuidas, le das cariño y te la follas varias veces seguidas, que más quiere. Yo tenía una conocida que el novio la utilizaba para que le buscara otras chicas u otras parejas para hacer tríos o intercambios o lo que surgiera, cosa que a ella no le gustaba, pero que hacía por él, convencida de que el novio era muy macho y tenía que follar con muchas mujeres, no sólo con ella.
- ¿Y qué le pasó?
- Que el tío la dejó cuando ya había agotado a todas las conocidas con ganas de juerga.
- Desde luego, hay cada elemento suelto por ahí.
- Y cada boba con ganas de acogerlos, también sueltas por ahí. Oye, ¿tú has tenido siempre tanto éxito con las mujeres?
- ¿Yo? Yo no me comido un rosco en mi vida hasta que me vine a vivir aquí.
- ¿Quién lo diría?
- Pues yo, te lo digo yo que lo sé bien. Tú sí has debido tener siempre mucho éxito con los hombres, con el cuerpo y la cara que tienes.
- Y con las mujeres. La verdad es que no me puedo quejar, excepto por el período de mi matrimonio, que por poco me quita el gusto por el sexo, antes y después he corrido y me he corrido lo mío.
- Una lastima no habernos conocido más cuando ibas por casa con mi hermana.
- Que le vamos a hacer, todavía estamos a tiempo de recuperar parte del tiempo perdido.
Miraba a Susana y, con su físico, me parecía mentira que me dijera eso de recuperar el tiempo perdido.
- Por curiosidad, antes con Lorena ¿qué pasó?
- Pues que me dejó las tetas amoratadas de sobármelas y comérmelas, pero al chocho ni caso, tuve que ser yo la que me hice todo el trabajo. Te aseguro que una lesbiana no actúa así. Yo creo que, si le das un poco de tiempo, tendrás una vecina que te puede dar muchas alegrías.
Terminamos de cenar, cogimos el coche, nos besamos apasionadamente al montarnos y nos fuimos para el piso. Mis sobrinas y Antonia ya habían llegado. Mis sobrinas estaban durmiendo en su dormitorio y Antonia en mi cama.
- Me parece que me voy a quedar sin disfrutar de tu ropa interior. -Le dije a Susana-.
- De eso nada. Coge la botella de champán que compramos esta mañana y vamos a la terraza.
Cogí la botella y dos copas, cerré las puertas de los dormitorios y salí a la terraza.
- ¿Todavía tienes ganas de follar, después del día que llevas? -Me dijo Susana-.
- No habías dicho tú, que teníamos que recuperar, al menos, parte del tiempo perdido. -Le contesté ofreciéndole un brindis-.
- En efecto, eso he dicho. -Me dijo abrazándome y besándome en la boca-.
- ¿Qué llevas debajo del vestido?
- Otro vestido, pero más indecente.
- ¿Cómo de indecente?
- Compruébalo tú. -Me dijo dándome la espalda para que le bajara la cremallera del vestido-.
Cuando le bajé la cremallera ella dejó caer el vestido. Debajo llevaba una malla elástica negra que dejaba ver todo su cuerpo. No llevaba nada más.
- Bastante indecente. -Le dije besándola-.
- Desnúdate que esta noche te voy a llevar al cielo.
- ¿Qué me piensas hacer? -Le pregunte mientras me desnudaba-.
- Ponte a cuatro patas en la tumbona.
-