Un Giro a mi Vida Después de Divorciarme – Capítulos 011 al 015

heranlu

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Un Giro a mi Vida Después de Divorciarme – Capítulo 011


Cuando me desperté ya había amanecido. Me pregunté ¿cómo era posible que después de la mano de follar del día anterior todavía me levantara empalmado? Antes de abrir los ojos recordé los polvos que habíamos echado Susana y yo. Me incorporé para mirar a Susana, pero, en lugar de ella, me encontré con su hija. ¿Qué coño hacía Antonia en mi cama? Miré por el dormitorio y Susana no estaba por ningún lado. Me levanté sin hacer ruido y salí del dormitorio.

- Buenos días, Carlos. -Me dijo Susana con su pareo en la cintura-.

- Buenos días, Susana.

- ¡Joder, da gusto ver cómo te levantas de animado! -Dijo mirando mi erección-. ¿Quieres café? Está recién hecho.

- Sí, gracias. ¿Qué pasó anoche para que esté Antonia en mi cama?

- Nada, llegaron las tres cuando estaba amaneciendo y empezaron a pelearse entre ellas sobre cómo iban a dormir. Me despertaron y salí para decirles que no hicieran ruido. Al final, como ya estaba despierta, le dije a Antonia que se acostara en tu cama, yo me he quedado un rato en el sofá.

- ¿Qué tal volvieron?

- Debieron tener una noche movidita, porque venían despeinadas y bastante desarrapadas.

Miré a Susana mientras me servía el café y volví a admirar el cuerpo de pecado que tenía, como si no hubiéramos follado lo más grande la tarde anterior.

- Estás preciosa. -Le dije-.

- Gracias, tu también estás muy bien con la erección que tienes.

- ¿Tú crees que es normal que me levante así, como si tuviera veinte años, y no cincuenta?

- Está muy bien que te levantes así, promete un estupendo día por delante.

Salimos a la terraza a tomarnos el café. No me pude resistir, dejé la taza de café sobre la mesa, la abracé por detrás y le cogí sus impresionantes tetas, mientras le besaba el cuello.

- Cuidado, Carlos, soy una mujer muy pasional. Si me tientas me encuentras.

- Vente, no se vaya a levantar alguna y la liemos otra vez. -Le dije tirando de ella hacia el baño común para que tuviéramos algo de intimidad-.

- ¿Dónde me llevas?

- Tú sígueme.

Entramos en el baño, cerré la puerta y eché el pestillo. Empezamos a besarnos apasionadamente en la boca. Le cogí el culo y la empujé contra mí, apretando sus tetas contra mi pecho.

- Parecemos dos chavales a los que les ha dado un apretón. -Me dijo-.

- ¿Y por qué no?

- Ven aquí. -Dijo sentándose en el inodoro con las piernas muy abiertas-.

- ¿Qué quieres hacerme?

- Comértela otra vez.

Me puse frente ella de pie, Susana me cogió la polla y empezó a lamérmela suavemente, mirándome a los ojos. Yo le agarré las tetas y empecé a sobárselas.

- Tienes unas tetas, para estar sobándotelas todo el día.

- Me las ibas a desgastar.

- No creo que puedan desgastarse, aun cuando te las estuviera sobando toda una vida.

- Debías haberlas visto y tocado cuando tenía veinte años.

- Ya me hubiera gustado a mí.

Susana se abrió el pareo y llevó su otra mano a su chocho para acariciárselo ella misma.

- ¿Quieres que lo haga yo? -Le pregunté-.

- No, prefiero seguir comiéndote la polla.

- Por mí encantado.

Pasó de lamerme la polla a meterse mis huevos en la boca, sin dejar de pajearme.

- Tienes unos huevos perfectos para comértelos.

- ¿No te parece que me cuelgan ya demasiado?

- A mí me gustan así.

- Pues si a ti te gustan así, no se hable más.

Intentaron abrir la puerta.

- ¡Vete al otro baño! -Le grité a la que fuera-.

- ¿Qué estáis haciendo ahí? -Preguntó mi sobrina Marta-.

- ¡Lo que a ti no te importa! -Le contesté-.

- Vale, vale.

Susana había seguido con su tarea de comerme los huevos y pajearme sin inmutarse.

- ¡Qué bien lo haces! -Le dije-.

- Me he imaginado muchas veces de jovencita que te la comía así, mientras me pajeaba por las noches.

- Eras una jovencita muy traviesa.

- No, era una jovencita muy caliente, si hubiera sido traviesa, te lo habría pedido.

- ¿Qué más cosas te imaginabas?

- Una de las cosas que me ponía más caliente era imaginarme que te meabas sobre mí, a la misma vez yo me corría.

- ¡Qué ideas más sucias!

Me imaginé la escena. La Susana amiga de mi hermana, de rodillas en el plato de ducha, acariciándose el chocho y sobándose las tetas, mientras yo de pie la miraba con la polla muy morcillona en la mano, esperando que empezara a correrse para mearme sobre sus tetas con un potente chorro.

- ¿Te lo estás imaginando ahora? -Me preguntó-.

- Sí y me he puesto a reventar. No voy a tardar nada de correrme.

- Yo tampoco. Avísame cuando te vayas a correr.

- ¡Ya Susana, ya, uuuuffff, ya!

Susana aceleró los movimientos de su mano sobre su clítoris y dirigió mi polla hacia sus tetas. El primer y el segundo chorro rebotaron contra una de sus areolas y varios más entre sus tetas. Nos mirábamos los dos a los ojos, hasta que ella los cerró al correrse.

- ¡Qué bueno, qué bueno, siiii, Carlos, mira como me corro, siiii, aaagggrrr, joder qué placer, sigue corriéndote tú en mis tetas, aaaagggrrr, …!

Se extendía mi lefa sobre las tetas con la punta de mi polla mientras se corría. Cuando terminamos los dos de corrernos largamente, Susana se metió mi polla en su boca y me la limpió con la lengua, hasta dejármela como antes de correrme. Luego apoyé mi espalda contra la pared. Al rato Susana se levantó y se limpió las tetas en el lavabo.

- ¡Qué bien ha empezado el día! -Me dijo-.

- Desde luego que sí. No tenemos enmienda. -Le contesté-.

Salimos los dos del baño. Mi sobrina Marta estaba en la terraza con una taza de café en la mano. Le propuse a Susana salir a desayunar en el chiringuito, aceptó, cogí las llaves y la cartera y salimos. En el rellano de la escalera nos encontramos a una mujer muy morena o mulata, vestida y con la mascarilla puesta, que estaba entrando en el piso de al lado. Nos miró y se acercó un poco a nosotros.

- Hola, soy Lorena, la propietaria del piso. ¿Tú eres Carlos? -Me preguntó con un leve acento caribeño-.

- Sí, encantado.

- Entonces vamos a ser vecinos. Me ha dicho Natalia que te lo había vendido.

- Sí, falta por firmar la escritura, pero se lo he comprado ya.

- Os tengo que invitar a tomar una copa de bienvenida.

- Perdón, ella es Susana, una amiga que está pasando unos días.

- Encantada.

- Lo de la copa cuando quieras, es bueno conocer a los vecinos. -Le dije-.

- Hablamos y quedamos.

- De acuerdo, hasta luego. -Nos despedimos-.

No había casi nadie en el chiringuito. Nos sentamos y pedimos.

- ¿De verdad te imaginabas que me meaba sobre ti? -Le pregunté-.

- Sí, ¿te parece demasiado sucio?

- No, a mí también me gustaría que cuando yo estuviese muy caliente, tú te meases sobre mí mientras me corro.

- Bueno, pues ya tenemos una obligación pendiente que cumplir.

Susana se soltó el pareo y sus tetas llamaron la atención de la escasa clientela masculina y femenina de la terraza. Vi de lejos a Raquel, la agente inmobiliaria que me había encontrado el piso, y me acerqué a saludarla.

- Hola, Raquel, que alegría encontrarte.

- Ah, hola, Carlos. Qué casualidad, tenía que llamarte hoy. -Me dijo y nos dimos dos besos en las mejillas-.

- ¿Están ya los documentos del piso?

- Sí, al final Natalia y Juan no pueden venir a firmar y me han apoderado a mí, así que podemos ir al notario cuando quieras.

- Una pena que no puedan venir me hubiera gustado verlos de nuevo.

- Están muy liados tratando de sobrevivir a la situación, pero se lo diré para cuando vengan.

- Que le vamos a hacer, estoy deseando formalizar la compra. ¿Quieres un café? Estoy ahí sentado con una amiga. -Le dije indicando con la mano a Susana-.

- Pues estás muy bien acompañado. No quisiera molestaros.

- De verdad que no es una molestia, todo lo contrario.

Nos acercamos a Susana.

- Raquel, te presento a Susana, una amiga que está pasando unos días conmigo. Susana, ella es Raquel, el ángel que me encontró el piso. -Las presenté y ellas se saludaron también con dos besos en las mejillas-.

- ¡Huy, Carlos, se me ha hecho tarde y no me voy a poder quedar con vosotros! -Dijo Raquel mirando la hora en el teléfono-.

- ¿No puedes ni cinco minutos? -Le dije-.

- Ya me gustaría, pero no. Me lo debes para cuando nos veamos en la firma de la escritura.

Raquel se despidió de nosotros dos y se fue.

- Una chica muy guapa. -Me dijo Susana-.

- Sí, y muy eficaz en su trabajo.

- ¿Cómo se te ocurrió venirte a vivir aquí?

- Después de divorciarme quería cambiar de vida y me gustó el sitio y el ambiente.

- ¿Y conseguiste cambiar de vida?

- Bastante. -Le contesté pensando en cómo había cambiado sobre todo mi vida sexual-.

- Ahí van las niñas.

Miré e iban las tres en pareo a la cintura camino de la playa.

- Al menos podremos tener una mañana tranquila. -Comenté-.

- Yo no quiero tener una mañana tranquila. -Dijo Susana riéndose-.

- Depende de lo que tú entiendas por una mañana tranquila.

- Me han comentado las niñas que tu amiga es bastante joven y muy guapa. -Me dijo Susana cuando estábamos terminando de desayunar-.

- Es verdad. Es una chica estupenda, pero no somos ni novios ni nada que se le parezca.

- ¿Por qué?

- Porque ninguno de los dos queremos ese tipo de relación.

Cuando nos levantamos de la mesa, le dije a Susana:

- Tengo que ir al supermercado a comprar algunas cosas, ¿me acompañas?

- Sí claro, no te voy a dejar ir sólo encima de que te estamos esquilmando la despensa.

Susana se duchó mientras yo me afeitaba observándola por el espejo. Debo confesar que una de las imágenes que más me erotizan es ver a una mujer ducharse y en el caso de Susana más por sus enormes tetas, su morboso culo y su ahora depilado chocho. Estuve a punto de meterme en la ducha con ella, para enjabonarla y lo que surgiera, pero me retuvo pensar que si lo hacía no iríamos al supermercado en toda la mañana. Ella se vistió mientras era yo el que se duchaba. Se había puesto muy guapa con un vestido muy ajustado, bastante corto, sin mangas que resaltaba sus preciosas formas.

- Parece que vayas a ir a una fiesta. -Le dije-.

- Para una vez que me visto me gusta arreglarme. ¿Te parece mal?

- En absoluto, vas a ser la reina del supermercado.

Volviendo del supermercado, al sentarse Susana en el coche se le subió bastante el vestido dejando ver sus preciosas piernas enfundadas en unas medias negras y parte de las tiras del liguero que las sujetaban, era una visión de lo más sugerente. Ella debió darse cuenta de que la miraba, porque me dijo:

- ¿Te gustan mis medias?

- Me gustan tus piernas, pero la verdad es que las medias las realzan.

- Por eso me gusta tanto la ropa interior sugerente. Debía haber un sitio en el que, en lugar de poder ir desnudos por la calle, se pudiera ir en ropa interior.

Me imaginé lo que decía Susana. Mujeres en sujetador y tanga o bragas o en bodi, con o sin medias andando por la calle o sentadas en bares o restaurantes y me resultó de lo más excitante.

- Tienes razón, creo que sería un sitio muy excitante. Lo podríamos llamar Tangápolis. -Le dije-.

- Pues si te gustan mis medias, creo que te vas a poner enfermo cuando veas el resto de mi ropa interior.

- Eres mala, Susana, te gusta tenerme caliente todo el día.

- No me culpes a mí. Tú ya estabas todo el día caliente antes de conocerme.

- Es posible, pero tú me elevas varios grados la temperatura.

Llegamos a la urbanización y sacamos del maletero las cosas que habíamos comprado. No podía dejar de mirar a Susana. Si desnuda era una bomba, vestida era una promesa de bomba, que te hacía desearla todavía más. Llegamos al piso y cuando terminamos de guardar la compra, Susana, dándome la espalda, me dijo:

- ¿Me ayudas a desnudarme?

- Ves como no eres buena.

- Yo no he dicho nunca que fuera buena. ¿Me ayudas o no?

- Claro que sí. -Le dije cogiéndola de la mano para llevarla al dormitorio-.

Ya en el dormitorio, Susana volvió a ponerse frente a mí de espaldas y cogiéndose el pelo con la mano descubrió el inicio de la cremallera que tenía el vestido por detrás. Me quedé admirando la excitante forma que le daba el vestido a su cuerpo. Finalmente, me acerqué a ella y le bajé la cremallera hasta casi el final de la espalda. Debajo parecía llevar un bodi negro casi transparente. Luego, sin quitarse el vestido se volvió de frente.

- ¿Tú no te desnudas? -Me preguntó-.

- Prefiero que lo hagas tú.

- Estás tú muy señorito. -Me dijo acercándose a mí-.

Lentamente, fue desabrochándome los botones de la camisa, para luego sacármela de los pantalones, quitármela y lamerme y morderme suavemente los pezones. Puse mis manos en sus caderas y ella me las retiró suavemente.

- ¿No querías que te desnudase? Pues déjame hacerlo. -Me dijo-.

Tras una buena lamida de mis pezones, les tocó el turno a mis pantalones. Besándome en la boca, llevó sus manos a mi cinturón, lo soltó y tiró de él hasta sacármelo del todo y tirarlo sobre la cama. Con mucha suavidad me soltó los botones de la tirilla del pantalón y luego con las dos manos me bajó la cremallera. Mi polla había empezado a reaccionar a todo aquello y estaba muy morcillona bajo mi bóxer. Me quité los zapatos, uno contra otro. Susana se agachó para terminar de quitarme los pantalones, luego se incorporó y volvió a besarme en la boca.

- ¿No te queda algo por quitarme? -Le pregunté haciendo referencia al bóxer-.

- Todavía no, quiero verlo primero bien abultado.

- ¿Puedo ahora quitarte el vestido?

- Sí. -Me dijo volviendo a darme la espalda-.

Le saqué el vestido de los brazos y ella lo dejó caer hacia delante, quedando alrededor de sus pies. Llevaba lo que parecía ser un corsé que hacía también de liguero al sujetar mediante unas tiras sus medias. Sobre las tiras llevaba un tanga de hilo negro. Le di la vuelta para contemplarla por delante. Mas que un corsé era un bodi con una infinidad de gafetes, también casi transparente por delante, que dejaba ver sus espléndidas tetas apretadas por la vaporosa tela.

- ¡Joder como te has puesto para ir al supermercado! -Le dije-.

- ¿Te gusta?

- Me gustas tú y la cosa esta también. -Le dije besándola en la boca-.

- Ya se nota que te gusta, tienes el bóxer a reventar.

- ¿Cómo quieres que lo tenga?

- Quiero que me ates las manos, me tapes los ojos y hagas conmigo lo que quieras.

- Eso suena muy bien.

- Pues hazlo. -Me dijo acercándome mi cinturón-.

Se volvió otra vez de espaldas a mí y colocó sus manos juntas por detrás.

- Mejor por delante, así te podré poner los brazos por encima de la cabeza. -Le dije-.

- Como quieras.

La puse el cinturón alrededor de las muñecas, le di varias vueltas y lo trabé, luego cogí del armario un antifaz que tenía guardado, de esos que regalan en los vuelos de larga duración, del que nunca había pensado que podría darle ese uso. Le puse las manos en la nuca y me separé de ella para mirarla. Tenía ya la polla como un palo debajo del bóxer. Su imagen era de los más excitante.

- Podría pegarte ahora. -Le dije-.

- Si te apetece hazlo.

- Estás muy sumisa.

- Estoy muy caliente.

- Eso también.

Me quité el bóxer sin dejar de mirarla, luego me puse detrás de ella encajándole la polla entre las nalgas, le cogí las tetas y le besé el cuello.

- ¿Qué piensas hacerme? -Me preguntó-.

- Mejor pregunta que pienso no hacerte. -Le conteste moviendo mi polla entre sus nalgas y apretándole sus grandes tetas-.

- ¿Has tenido alguna vez a una mujer así a tu disposición?

- Nunca, pero creo que me voy a aficionar.

Le di la vuelta, le pegué la polla a la barriga, le cogí el culo para presionarla contra mí y la besé en la boca. Sus tetas se apretaban contra mi pecho.

- Has conseguido que me ponga muy caliente. -Le dije-.

- Yo ya lo estaba sólo de pensarlo mientras estábamos en el supermercado.

- ¿Te has mojado mucho haciendo la compra?

- Tócame, compruébalo tú mismo.

Llevé una mano a su chocho y el tanga estaba empapado.

- ¡Qué bárbaro! -Le dije poniéndome en cuclillas para acercar la nariz a su chocho-.

Su olor a jugos de mujer era muy intenso. Pensé que podía llevarme mucho tiempo así.

- ¿Te gusta como huele mi chocho?

- Me vuelve loco.

Me incorporé y la desplacé hasta tumbarla en la cama. Me puse entre sus piernas, le ladeé el tanga y empecé a comerle el chocho.

- ¿No has desayunado?

- Ya sabes que no.

- Pues yo, ya sabes que sí, pero me he quedado con hambre.

- No te preocupes que luego te vas a hartar.

- No creo que me harte.

Le cogí su clítoris con los labios, mientras le metía dos dedos en el chocho.

- ¡Qué rico, Carlos, podría estar así el resto de mi vida!

- Y yo también. Mira como estás. -Le dije llevándole a la boca los dedos que antes le había metido en el chocho-.

- Me encanta. Vuelve a metérmelos y déjame que los saboree de nuevo.

En vez de eso, le quité el tanga, se lo pasé varias veces por el chocho y se lo metí en la boca. Lo tuvo un tiempo dentro de su boca, mientras yo le lamía el clítoris, hasta que lo expulsó diciendo:

- ¡Carlos, no pares que me voy a correr!

Le cogí entonces el clítoris con dos dedos para acariciárselo, mientras le pasaba la lengua por sus labios menores y por el interior de su chocho.

- ¡Siiii, ahora, siiii, no pares por Dios, sigue, sigue, aaaaggggrrr, qué bueno, que fuerte, siiii, sigue, sigue, siii, aagggrrr, aaagggg, para, para ya que me matas, …!

Me subí a la cama de rodillas, dejándola entre mis piernas y la besé en la boca mientras ella recobraba el aliento. Luego me incorporé y en la misma posición comencé a soltarle gafetes al bodi desde el pecho hacia abajo. Ella me dejaba hacer en silencio. Cuando ya le había soltado los suficientes gafetes, sus tetas desbordaron la tela. Me entretuve en sobarle y lamerle sus grandes tetas.

- Susana, tienes unas tetas de escándalo. -Le dije-.

- Lo sé. Me gusta mucho que me las comas, casi como estuvieras mamando de ellas.

- ¿Cómo se te pusieron las tetas cuando te quedaste embarazada?

- Todavía más grandes y durísimas. Me dolían y tenía que sacarme leche a menudo, para disminuir el dolor.

- Como me hubiera gustado hacértelo yo.

- Se lo decía a mi exmarido, pero el muy tonto decía que eso no era normal.

Me incorporé, me desplacé para poner mi polla entre sus tetas y se las apreté mientras me deslizaba adelante y atrás.

- Te quedaste ayer con ganas de hacerlo así, ¿verdad? -Me preguntó-.

- Sí, me gusta verte la cara mientras te follo las tetas.

- Ponme una almohada bajo la cabeza y quítame el antifaz, para que pueda verte.

Hice lo que ella me pidió. Mi polla estaba segregando tanto líquido, que lubricaba sus tetas permitiendo que me desplazara con facilidad.

- ¡Joder Susana, que placer!

- Para mí también, me encanta tener una polla bien dura entre las tetas y sentir como cada vez se pone todavía más dura. ¿Quieres que me las apriete yo?

- No, me encanta tenerlas en las manos y jugar con ellas.

Yo cada vez me movía más rápido, estaba llegando al punto de no retorno. Miraba las tetas de Susana con mi polla aprisionada y la miraba a ella que se mordía el labio inferior.

- ¿Te vas a correr ya? -Me preguntó-.

- Me falta muy poco.

- Hazlo como estás ahora, quiero ver cómo te corres y luego me la metes en la boca para que te la limpie hasta la última gota.

La imagen de Susana con las manos atadas por encima de la cabeza y sus depiladas axilas expuestas me tenía como loco.

- ¡Mírame bien ahora, mírame, Susana, me corro, me corro, toma, toma, siiii, te voy a llenar otra vez de lefa, siii, …!

Mis chorros fueron a parar primero a su cuello y luego a su cara y luego nuevamente a su cuello. Cuando terminé de correrme hice lo que ella me dijo y moviéndome hacia adelante le metí la polla en la boca tanto como pude, hasta que tuve que tumbarme a su lado para recuperar la respiración.

- Me vas a dejar seco. -Le dije-.

- Y tú a mí, tengo otra vez el coño encharcado.

- Vamos a tener que tomarnos una cerveza o un vino para recuperar líquidos.

- Sí, ayúdame a incorporarme.

La ayudé a sentarse y le quité el cinturón que le trababa las muñecas. Se levantó y fue al baño a limpiarse mi semen en el lavabo, mientras yo seguía tumbado en la cama. Cuando volvió venía desnuda se había quitado el bodi y las medias.

- ¿Has traído más ropa interior?

- Sí, yo siempre viajo con mucha ropa interior, aunque sea para ir a un sitio nudista. -Dijo riéndose-. ¿Por qué me lo preguntas?

- Porque me ha gustado mucho.

Salimos los dos desnudos del dormitorio, las niñas debían haber llegado mientras estábamos follando. Mis sobrinas estaban sentadas en la terraza. Recordé que la puerta del dormitorio se había quedado abierta. Teníamos que haberles ofrecido otro espectáculo porno, pensarían que me pasaba el día follando a todo lo que se menease y no les faltaría razón en los últimos días.

- ¿Qué quieres? -Le pregunté a Susana-.

- Que me trague la tierra, mi hija debe habernos visto en plena faena.

- Ya que le vamos a hacer.

- Ponme una copa de vino. Voy a hablar con Antonia que debe estar en su dormitorio.

Serví dos copas de vino y salí a la terraza. Sabía que mis sobrinas no se iban a callar.

- Tito, eres una máquina. Lo mismo te da la hija que la madre. -Me dijo Marta-.

- Vamos a dejarlo, Marta. Lamento no haber cerrado la puerta, pero pensaba que no volveríais tan pronto.

- No, si a nosotras nos gusta verte, eres muy imaginativo follando. Ayer mismo lo comentábamos cuando ligamos con unos tíos muy aburridos follando. -Dijo mi sobrina María-.

- ¿Crees que con Susana por en medio tendrás tiempo para nosotras en estos días? -Me preguntó Marta-.

- Susana es una mujer espléndida, los dos somos adultos ya y, además, no es cosa vuestra.

- ¿Y con Antonia? -Preguntó María-.

- ¿Con Antonia qué?

- Pues eso, que también te la has pasado por la piedra cada vez que has podido. -Dijo Marta-.

- ¡Coño, que no os tengo que dar explicaciones! De sobra sabéis que os apostasteis entre vosotras si Antonia conseguiría follarme.

- Porque no sabíamos que eras el follador de la pradera, si no, anda que íbamos a apostar.

Vi a Susana en el salón, cogí las copas y fui a verla.

- ¿Qué tal está Antonia? -Le pregunté pasándole la copa-.

- Sin problemas, se ha echado en la cama porque estaba cansada.

- ¿Te ha dicho algo?

- Me ha dicho que me aproveche, que ella ya lo hizo antes.

- ¡Qué familia más liberal!

- ¿Y tus sobrinas?

- Con la cantinela de que ellas también quieren.

- ¡Eso sí que es una familia liberal! Te vas a tener que multiplicar.

- Lo que pasa es que tienen muy poca vergüenza las dos. ¿Sabes lo que me dijeron?

- No lo sé.

- Pues que muchas amigas suyas follaban con sus tíos y que no pasaba nada.

- Bueno, no te enfades con ellas. Son muy jóvenes y con la calentura propia de la edad.

Sonó el timbre de la puerta.

- Qué raro, es la primera que llama alguien. -Le dije a Susana poniéndome el pareo para abrir la puerta-.

Era la vecina que habíamos conocido al salir esa mañana.

- Buenas tardes, vecino.

- Buenas tardes, Lorena. -Llevaba un pareo al pecho. Comprobé que en efecto era mulata, ahora que llevaba los hombros y los brazos desnudos-.

- Verás, he pensado que hoy es un día tan bueno como cualquier otro para tomar el vino del que hablamos antes. ¿Os apetece tomarlo en casa?

Mire a Susana que, con un gesto, me indicó que de acuerdo.

- Perfecto, déjame que coja una botella de vino.

- Como quieras, pero tengo varias en casa.

Cogí la botella de todas formas y le dije a mis sobrinas que Susana y yo íbamos a casa de la vecina. Lorena sirvió tres copas de vino y nos quedamos en la isla de la cocina a tomárnoslas. Nos quitamos las mascarillas. Lorena era una mulata muy guapa de unos cuarenta años, bonitos ojos oscuros y una boca con labios muy carnosos.

- Es una pena que Natalia y Juan hayan tenido que vender su piso. Ellos venían bastante, les gustaba mucho la zona y la disfrutaban. Pero me alegro de que te lo hayan vendido a ti, pareces simpático y seguro que serás un buen vecino. -Dijo Lorena-.

- Gracias, al menos lo intentaré. -Le contesté-. ¿Tenías mucha amistad con ellos?

- Sí, cuando coincidíamos nos veíamos mucho y lo pasábamos muy bien. ¿Estáis cómodos en la zona?

- Sí, yo me he acostumbrado enseguida. -Le contestó Susana-.

- ¿Eras nudista de antes?

- No, sólo desde ayer. -Le dijo Susana riéndose-. ¿Te importa si me quito el pareo?

- Pues sí que te has acostumbrado rápido. Puedes quitártelo sin problemas, yo me lo iba a quitar también.

Las dos se soltaron el pareo y se miraron mutuamente una vez desnudas. Yo también me quité el mío para no desentonar. Eran dos mujeres maduras que estaban para comérselas. Lorena tenía unas tetas erguidas de muy buen tamaño con unas areolas grandes muy oscuras, pero lo que más destacaba de ella eran sus potentes caderas y su gran culo. Llevaba el chocho depilado y su monte de Venus se veía muy carnoso.

Sonó el móvil de Susana, que se retiró un poco para contestar. Lorena aprovechó para decirme mirándola:

- Tu amiga es una mujer muy atractiva.

- Sí que lo es. Ha venido a recoger a su hija y a dos sobrinas mías que están pasando aquí unos días.

La conversación de Susana fue muy corta y al minuto estaba otra vez con nosotros.

- Era Antonia, que han quedado las tres con unos amigos para comer y pasar la tarde.

- Si van a estar solos quédense a comer, si les apetece.

- No queremos molestarte. -Le contesté-.

- No es molestia, al revés, prefiero comer acompañada.

- ¿Vives sola aquí? -Le preguntó Susana-.

- Normalmente sí. Algunas veces viene algún familiar o algún paisano a pasar unos días, pero habitualmente sola.

- ¿De dónde eres? -Le preguntó Susana-.

- De Venezuela, pero hace muchos años que vivo en España.

Mientras hablábamos Lorena había sacado del frigorífico algunas cosas para comer.

- ¿Comemos en la terraza? -Preguntó Lorena-.

- Por nosotros sí. -Le contesté-.

- ¿Alquilas mucho el apartamento? -Le pregunté cuando nos sentamos a comer recordando a la pareja de lesbianas con las que nos habíamos liado mi hermana Lola y yo-.

- Durante seis meses al año, el resto del tiempo lo utilizo yo. Soy azafata, trabajo seis meses al año y durante esos meses vivo en Madrid, cuando estoy en España.

- Qué cambio, ¿no? -Le dijo Susana-.

- Sí, de bastante estrés a demasiada tranquilidad. Pero me gusta.

- ¿Llevas mucho tiempo con el apartamento? -Le pregunté-.

- Desde que los construyeron. Lo compré a la misma vez que Natalia y Juan. -Lorena miraba insistentemente a Susana-. Susana me imagino que te lo habrán dicho muchas veces, pero es que tienes unos pechos increíbles.

- Algunas veces me lo han dicho, pero siempre gusta oírlo. De todas formas, tú no tienes nada de qué quejarte, eres una mujer muy atractiva. ¿Verdad, Carlos?

- Sin duda, sois las dos muy atractivas. Soy un hombre afortunado de estar aquí con vosotras.

- Desde luego que sí. -Me contestó Susana-. Lorena tengo que ir al baño.

- Claro, acompáñame.

Se levantaron las dos, entraron en el piso y se detuvieron en la isla de la cocina hablando. ¡Joder, que buenas están las dos! Pensé al verlas de pie desnudas. Estuvieron un rato hablando, luego Susana debió ir al baño y Lorena se quedó en la cocina. A los pocos minutos Susana regresó a la cocina y volvió a hablar con Lorena. Después de un rato hablando, Susana volvió a la terraza y Lorena se quedó en la cocina.

- ¿Pasa algo? -Le pregunté a Susana-.

- Lorena me ha propuesto que nos acostemos ella y yo.

- No ha necesitado mucho tiempo. ¿Y tú que le has dicho?

- No le he contestado nada todavía hasta hablarlo contigo.

- ¿Pero a ti te apetece?

- Mucho, hace tiempo que no me acuesto con otra mujer y Lorena me resulta muy tentadora.

- Pues entonces ya está. -Le dije levantándome de la silla-.

- ¿Estás enfadado?

- No. Yo me acuesto con quien quiero y tú también.

Entré en el piso acompañado de Susana.

- Lorena me marcho, estoy cansado. Muchas gracias por la copa y la comida.

- Hasta luego, Carlos.

- Te acompaño para quedarme con la llave de la puerta y no molestarte cuando vuelva al piso. -Me dijo Susana-.

Así lo hicimos. Susana me besó antes de coger la llave.

- Gracias, Carlos. -Me dijo regresando al piso de Lorena-.

¡Vaya con la vecina y con Susana! Pensé sirviéndome un vaso de whisky. Al minuto sonó mi móvil. Era un número que no tenía en la agenda.

- ¿Sí?

- Tío, soy Marta, ¿puedes bajar a abrirme la puerta?

- ¿No os ibais a quedar toda la tarde en la playa?

- Sí, pero el vaina con el que había ligado no ha aparecido y no quiero hacer de carabina.

- Pues espera, que tengo que recuperar las llaves y bajo a abrirte.

- ¿Quién las tiene?

- Es una historia muy larga. Espérate. -Le dije y colgué-.

¡Coño, voy a hacer siete juegos de llaves, estoy hasta los huevos de bajar, de ir o de volver! Pensé yendo a casa de la vecina, dejando la puerta abierta. Llamé varias veces hasta que me abrió Lorena.

- Perdona Lorena, puedes decirle a Susana que me deje las llaves otra vez. -Vi a Susana detrás de Lorena. Volví a pensar lo buenas que estaban las dos-.

- ¿Qué ha pasado? -Me preguntó Susana-.

- Mi sobrina Marta, que se ha vuelto de la playa y tengo que bajar a abrirle. Ahora te las devuelvo.

Susana me pasó el juego de llaves, cerré la puerta de casa y bajé a abrirle a mi sobrina.

- Por poco me salen raíces. -Me dijo cuando le abrí-.

- Haberte quedado en la playa. -Le contesté. ¡Qué ganas tenía de que se fueran! -.

Subimos, abrí la puerta del piso y fui a devolverle las llaves a Susana. Me abrió ella cuando llamé.

- Toma y perdona la interrupción. -Le dije-.

- No pasa nada, no habíamos empezado en serio.

¿A qué se referirá con lo de empezar en serio? Pensé y supuse que a comerse mutuamente los chochos y cosas así. La imagen se me pasó un momento por la cabeza y me resultó de lo más excitante.

- Qué te lo pases bien. -Le dije y volví a mi piso-.

Marta estaba en la terraza. Cogí mi vaso de whisky y salí yo también.

- ¿Qué te ha pasado? -Le pregunté-.

- Pues que el idiota con el que había ligado el otro día no se ha presentado y me ha dejado más tirada que a una colilla. ¿Por qué no estás con Susana en casa de la vecina?

- Estaba cansado y he preferido venirme a casa. -Le mentí-.

- ¿Te gusta Susana?

- Es una mujer muy atractiva, claro que me gusta.

- Más o menos que su hija.

- Marta, no creo que las cosas puedan medirse así.

- ¿Cuál de las dos folla mejor?

- ¡Marta, ya está bien!

- Es una curiosidad que tengo.

- Pues deberías interesarte por otras cosas.

- Nos gustó mucho veros follar esta mañana. Es muy sugerente eso de que te aten y puedan hacer contigo lo que quieran.

- ¿Tú te escuchas?

- Tío, María y yo tenemos nuestros deseos sexuales …

- Eso no lo dudo.

- María estará follando ahora, aunque sea mal, pero yo me he quedado a dos velas.

- Pues ve al baño y te alivias. ¡Coño, al final has conseguido que diga lo que no quiero!

- ¿Por qué no nos aliviamos los dos? No te pone ver a una chica haciéndose una paja.

Si hubiera podido me habría ido a la calle en ese momento, pero como no tenía las putas llaves, pues no podía salir de la urbanización, salvo que me fuera en el coche.

- Marta esto es acoso. Si te lo hiciera yo a ti, iría a la cárcel.

- Hazlo si quieres, yo no voy a protestar. ¿Por qué te follaste a mamá y no quieres hacerlo con nosotras?

- No teníais que saber eso y no es asunto tuyo.

Marta empezó a tocarse delante de mí mirándome a los ojos desafiante. El problema de esta niña es que nunca le han dado dos azotes bien dados, pensé, y el ser yo el primero en dárselos me tentó enormemente.

- ¿En qué estás pensando? -Me dijo-.

- ¿Por qué me lo preguntas?

- Porque se te nota en la cara.

- Pues tienes razón, estaba pensando que lo que tu hermana y tú necesitáis son dos buenos azotes cada una, que no os han dado nunca.

- ¿Tú me los darías?

- ¡Vaya que si te los daría!

- ¿Y por qué no lo haces?

- No me busques que me vas a encontrar.

El descaro y la poca vergüenza de mi sobrina me tenían ya realmente enfadado. Marta se levantó, se acercó a mí y se puso de espaldas, dejando su culo a un palmo de mi cara.

- Castígame, tío, he sido mala, muy mala.

No estaba dispuesto a que siguiera tomándome el pelo de esa manera. Me levanté, la cogí por los pelos y tiré de ella hacia mi dormitorio. Sin soltarle el pelo, me senté en los pies de la cama y tiré de ella hasta ponerla boca abajo sobre mis rodillas. Ma paré un momento y me pregunté qué iba a hacer con una chica ya con dieciocho años. Darle el escarmiento que se merece, me respondí a mí mismo. Levanté la mano derecha y la dejé caer abierta sobre uno de los cachetes de su culo. Fue el primero de una sucesión de golpes cada vez más fuertes, en ambos cachetes, hasta que se le pusieron rojos como tomates. Ella, en vez de quejarse, gemía. Lo malo es que yo me había calentado con la situación y mi polla empezó a empalmarse. Paré de golpearla un momento.

- Sigue, tito, necesito que me castigues más, todavía no ha sido suficiente. -Percibí un fuerte olor que provenía de su chocho, debía haberse mojado lo más grande-.

- Te vas a enterar. -Le dije y volví a golpearla de nuevo-.

- Te has empalmado por pegarme. ¿Estás ya tan caliente como yo?

En lugar de contestarle, la golpeé cada vez más fuerte y más rápido.

- ¿No me contestas?

- ¿A qué quieres que te conteste?

- ¿A que si estás ya muy caliente?

- Sí, sí que lo estoy.

- ¡Sigue, tito, no pares de pegarme ahora, que me voy a correr!

Debí parar, pero no lo hice, yo también estaba muy caliente.

- ¿Encima te vas a correr? -Le pregunté-.

- ¡Siiiii, ahora, ya, me corro, me corro, no dejes de pegarme, aaaggggrrr, por Dios, siiii, siii, sigue, sigue, …!

Marta perdió el control de sus piernas que empezaron a moverse espasmódicamente, estaba teniendo un orgasmo de los que hacen época y a mí me dolían las manos de pegarle. Cuando terminó de correrse la bajé de mis piernas, la puse de rodillas, me puse de pie y le metí la polla como un leño en la boca, cogiéndole la cabeza para manejársela a mi antojo.

- ¡Fóllame la boca, fóllame la boca! -Gritaba cuando podía-.

- ¡No vas a poder hablar en un tiempo! -Le decía mientras metía la polla cada vez más profundamente en su boca-.

- ¡Más, métemela más! -Me di cuenta de que debía llevar un rato sobándose el chocho, pese a acabar de correrse-.

- ¡Aaaaggg, toma, toma, te vas a hartar de lefa, toma, toma, aaaggg, …! -Grité al empezar a correrme en su boca-.

Marta no podía tragarse toda mi lefa y se le caía sobre sus tetas y sus piernas.

- ¿No vas a dejar de tocarte? -Le pregunté-.

- No, hasta que me corra otra vez.

- Claro que te vas a correr otra vez.

La levanté del suelo y la eché boca arriba en el borde de la cama. Le cogí las piernas y me las puse sobre los hombros, luego me cogí la polla que estaba llena de mi lefa y de sus babas y se la metí hasta el fondo del coño. La cogí por las caderas y empecé a moverla adelante y atrás follándomela.

- ¡Tito, que bien que te corras y puedas seguir follando!

- Y tú también.

- Te tenía muchas ganas desde que me enteré de que te follaste a mamá. -Me dijo sobándose las tetas y el clítoris-.

- ¡Deja eso, Marta!

- ¿Por qué? Me pone pensar que te la follaste y sé que ella lo disfrutó mucho, como yo ahora lo estoy disfrutando.

Pensé que me estaba follando a mi sobrina a lo bestia, pero ya me daba igual. Si ella quería que me la follase, pues me la iba a follar a base de bien.

- ¿Tenéis que ser todas tan provocadoras? -Le pregunté-.

- ¿Y tú qué? Que te follas todo lo que se menea. Cuando se lo cuente a María no se va a poder creer la follada que me estás dando.

- Date la vuelta. -Le dije bajándole las piernas mis hombros-.

- Así, ¿a lo perrito te gusta? -Me preguntó poniéndose a cuatro patas en el borde de la cama. Tenía el culo todavía completamente rojo-.

- Sí, así me gusta mucho. -Le dije poniéndole la punta de la polla en la entrada de su chocho-.

- ¡Fóllame ya, no me hagas esperar, estoy muy caliente!

Primero le di dos golpes más en su culo, luego le pasé la punta de la polla por toda su raja y su clítoris, por último, se la metí hasta el fondo, la cogí de las caderas y empecé a moverla.

- ¿Se lo tienes que contar a tu hermana? -Le pregunté-.

- Claro, nosotras nos contamos todo, bien que alardeó ella de la mamada que te había hecho.

Llevé una mano a su clítoris para excitarla más todavía, porque yo empezaba a estar a punto para volver a correrme.

- ¡Qué rico, tito, qué me gusta!

- ¿Cómo vas?

- Lista para volver a correrme.

Aceleré mi mano sobre su clítoris y mis embestidas contra su culo.

- ¡Ya, tito, ya, sigue, sigue, no pares, va a ser muy largo, siiii, sigue, sigue, sigue follándome, aaaagggg, …! -Gritó al correrse y se dejó caer cuando terminó, sacándose mi polla-.

Yo me subí encima de ella, me jalé la polla un par de veces y me corrí sobre su culo y su espalda.

- Ha sido la mejor follada de mi vida. -Me dijo levantándose al rato mientras yo seguía tumbado en la cama-.

Luego se fue al baño a ducharse y yo salí del dormitorio. Susana estaba en el salón.

- Buena follada le has metido. -Me dijo-.

- ¿Llevas mucho tiempo aquí?

- El suficiente.

- ¿Qué tal con Lorena?

- He vuelto a reafirmarme en lo que me gustan los hombres. De todas formas, no creo que sea lesbiana, sino que simplemente se había encaprichado de mis tetas ¿Estás preocupado por lo de tu sobrina?

- Preocupado no, pero la muy hija de puta ha conseguido al final lo que quería.

- Las mujeres somos así, tenemos que conseguir lo que queremos, mira tu hermana. Pues piénsate que vas a hacer con tu otra sobrina.

- No me agobies.

- Yo no te agobio, te agobiará ella. Ponme una copa, por favor.

Mientras servía las copas salió Marta del dormitorio con el móvil en la mano.

- Voy a salir. -Me dijo poniéndose el pareo en la cintura-.

- Te acompaño para abrirte.

Cuando volví de abrirle a mi sobrina, le dije a Susana:

- En cuanto terminemos la copa, nos vestimos, que voy a hacerle por lo menos tres copias a las putas llaves. Estoy hasta los cojones de hacer de portero. -Susana se río-.

- Tenías que haberlas hecho hace tiempo.

Nos tomamos la copa tranquilamente y cuando terminamos le dije:

- ¿Vamos?

- Sí, voy a vestirme.

- Yo también.

- Sí, pero más tarde. Quiero sorprenderte otra vez cuando volvamos.

- Me parece perfecto.

Susana se puso un bonito vestido más o menos del mismo tipo que se había puesto por la mañana. Desnuda o vestida sus tetas se veían impresionantes. La abracé por detrás y le cogí las tetas.

- ¿Puedo saber que llevas debajo?

- Por ahora no, después de invitarme a cenar, seguramente sí.

Hicimos las copias de las llaves y luego fuimos a cenar al sitio donde había conocido a Rocío.

- Entra y siéntate que voy a llamar a Rocío a ver que tal le va en Granada. -Le dije a Susana-.

- No tardes.

- No, será sólo un minuto.

Busqué su número por la marcación rápida y la llamé.

- Hola, Carlos.

- Hola, guapa, te llamo para saber cómo te va en Granada.

- En la facultad bien, pero resulta que me he encontrado a mi exnovio y ha vuelto a liarme para que lo ayude con algunas cosas.

- ¿Pero cómo se te ocurre, no sabes ya como es?

- Sí, Carlos, pero es que está muy mal con los dolores de la espalda y a mí me da cosa.

- ¿No se había echado una amiga o medio novia o lo que fuera que le daba masajes y había mejorado mucho?

- Sí, pero resulta que se enfadó con él y lo puso de patitas en la calle. Ahora el pobre está sin sitio para vivir y sin los masajes que lo alivien.

La inocencia y la generosidad de Rocío eran realmente singulares.

- Rocío, no vuelvas a caer en lo mismo.

- No. Carlos, sólo es que me da pena.

- ¿Cuándo crees que volverás?

- En unos días, todo lo más dos semanas.

- Bueno anda, llámame alguna vez que sepa de ti.

- Claro, un besito.

- Igualmente, un beso.

Colgué y pensé que no se podía ser más tonta o más ilusa. Entré al restaurante, vi a Susana y me senté con ella.

- He pedido ya algunas cosas para cenar. -Me dijo cuando me senté-.

- Perfecto, confío en tu gusto.

- ¿Qué tal Rocío?

- Pues que de buena es tonta. Antes de conocernos tenía un novio que vivía a costa de ella. Cuando el confinamiento el tío se fue a vivir con otra, dejándola sin trabajo y sin dinero, hasta que la otra lo habrá calado y lo ha puesto de patitas en la calle. Pues ahora se lo ha encontrado y lo está volviendo a mantener.

- Pues hijo, follará divinamente.

- ¡Qué va, si me dijo que no hacían nada!

- Ahora entiendo vuestra amistad, la cuidas, le das cariño y te la follas varias veces seguidas, que más quiere. Yo tenía una conocida que el novio la utilizaba para que le buscara otras chicas u otras parejas para hacer tríos o intercambios o lo que surgiera, cosa que a ella no le gustaba, pero que hacía por él, convencida de que el novio era muy macho y tenía que follar con muchas mujeres, no sólo con ella.

- ¿Y qué le pasó?

- Que el tío la dejó cuando ya había agotado a todas las conocidas con ganas de juerga.

- Desde luego, hay cada elemento suelto por ahí.

- Y cada boba con ganas de acogerlos, también sueltas por ahí. Oye, ¿tú has tenido siempre tanto éxito con las mujeres?

- ¿Yo? Yo no me comido un rosco en mi vida hasta que me vine a vivir aquí.

- ¿Quién lo diría?

- Pues yo, te lo digo yo que lo sé bien. Tú sí has debido tener siempre mucho éxito con los hombres, con el cuerpo y la cara que tienes.

- Y con las mujeres. La verdad es que no me puedo quejar, excepto por el período de mi matrimonio, que por poco me quita el gusto por el sexo, antes y después he corrido y me he corrido lo mío.

- Una lastima no habernos conocido más cuando ibas por casa con mi hermana.

- Que le vamos a hacer, todavía estamos a tiempo de recuperar parte del tiempo perdido.

Miraba a Susana y, con su físico, me parecía mentira que me dijera eso de recuperar el tiempo perdido.

- Por curiosidad, antes con Lorena ¿qué pasó?

- Pues que me dejó las tetas amoratadas de sobármelas y comérmelas, pero al chocho ni caso, tuve que ser yo la que me hice todo el trabajo. Te aseguro que una lesbiana no actúa así. Yo creo que, si le das un poco de tiempo, tendrás una vecina que te puede dar muchas alegrías.

Terminamos de cenar, cogimos el coche, nos besamos apasionadamente al montarnos y nos fuimos para el piso. Mis sobrinas y Antonia ya habían llegado. Mis sobrinas estaban durmiendo en su dormitorio y Antonia en mi cama.

- Me parece que me voy a quedar sin disfrutar de tu ropa interior. -Le dije a Susana-.

- De eso nada. Coge la botella de champán que compramos esta mañana y vamos a la terraza.

Cogí la botella y dos copas, cerré las puertas de los dormitorios y salí a la terraza.

- ¿Todavía tienes ganas de follar, después del día que llevas? -Me dijo Susana-.

- No habías dicho tú, que teníamos que recuperar, al menos, parte del tiempo perdido. -Le contesté ofreciéndole un brindis-.

- En efecto, eso he dicho. -Me dijo abrazándome y besándome en la boca-.

- ¿Qué llevas debajo del vestido?

- Otro vestido, pero más indecente.

- ¿Cómo de indecente?

- Compruébalo tú. -Me dijo dándome la espalda para que le bajara la cremallera del vestido-.

Cuando le bajé la cremallera ella dejó caer el vestido. Debajo llevaba una malla elástica negra que dejaba ver todo su cuerpo. No llevaba nada más.

- Bastante indecente. -Le dije besándola-.

- Desnúdate que esta noche te voy a llevar al cielo.

- ¿Qué me piensas hacer? -Le pregunte mientras me desnudaba-.

- Ponte a cuatro patas en la tumbona.

-
 

heranlu

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Un Giro a mi Vida Después de Divorciarme – Capítulo 012

- Ponte a cuatro patas en la tumbona.

Me coloqué como ella me dijo. Susana se puso detrás de mí en la tumbona, noté como primero empezaba a lamerme el ojete y luego me cogía la polla todavía morcillona y empezaba a hacerme una paja.

- ¡Qué rico, Susana!

Mi polla no tardó nada en empalmarse con las caricias de Susana. Su lengua recorría mi ojete y de vez en cuando bajaba hasta los huevos.

- ¡Uuuuffff, Susana, que placer!

- ¿Te gusta?

- Me vuelve loco. -Le contesté apoyando la cabeza en la tumbona-.

- Se lo he hecho a muy pocos hombres, pero sé de su efecto.

- No te puedes imaginar el efecto.

- Claro que me lo puedo imaginar, a mí me lo han hecho bastantes veces.

- Entonces te lo debo.

Se oyeron ruidos en la terraza de la vecina.

- Cuidado, la vecina está en su terraza. -Le susurré-.

- Olvídate de la vecina y disfruta.

Susana debía estar sobándose el chocho a la misma vez, porque se oía un “chup, chup” constante.

- ¡Susana, me estás llevando al cielo!

- Tienes ya el ojete muy dilatado. Ahora es cuando lamento no tener polla para follarte por el culo.

- Lo que te faltaría es tener polla también.

- ¿No te gustaría para que me sintieras dentro de ti?

Me imaginé lo que decía Susana, tan mujer como ahora, pero encima con polla para darme por el culo.

- Sí, sí que me gustaría.

El incesante “chup, chup” había subido de volumen y ahora, además, debía estar dándose palmaditas en el chocho.

- ¿Te vas a correr ya? -Me preguntó-.

- Dentro de nada.

- ¿Tienes ganas de mear?

- Sí.

- Pues cuando te corras vamos a ir al baño y te vas a mear encima de mí, mientras yo me corro.

Aquello ya fue demasiado para mí.

- ¡Ahora, Susana, ahora, sigue lamiéndome el ojete y no dejes de pajearme hasta la última gota, siiii, aaaagggg, me corro, toma, toma, sigue, Susana, que me has puesto a reventar, otro, otro, aaaaggg …! -Grité al correrme-.

Cuando me pude recuperar un poco del corridón que había tenido, Susana me dijo:

- Vamos.

Me puse de pie y la seguí al baño común. Susana entró en el plato de ducha y se puso de rodillas. Yo eché el pestillo y me puse en frente de ella. Susana se sobaba el chocho y se apretaba las tetas. Me descapullé la polla que estaba muy, muy morcillona y esperé mirándola a que ella me dijese cuando se iba a correr para empezar a mear. Estaba más caliente que al principio de la noche.

- ¿Estás preparado? -Me preguntó-.

- Sí, salvo que me empalme otra vez.

- No lo hagas

- ¡Joder, Susana, que caliente estoy!

- Y yo más todavía. ¡Ahora, ahora, Carlos, méate en mis tetas, me corro!

Empecé a mear con un potente chorro que dirigí a sus tetas. Susana se estaba corriendo y lo evidenciaba.

- ¡Aaaaggg, que fuerte, no dejes de mearme encima, sigue, aaaaggg, no creí que pudiera ser tan fantástico, por Dios, Carlos no pares, no pares, ssiiii, …!

Susana se derrumbó en el suelo de la ducha, a la misma vez que yo terminaba de mear. Tenía tal calentón que me puse de rodillas a su lado y empecé a hacerme una paja que no duró ni un minuto y me corrí sobre su barriga con un placer enorme.

- Me debes mearte tú encima de mí. -Le dije-.

- Te lo pagaré, no te preocupes que te lo pagaré. Dame el rociador de la ducha.

- ¡La jodimos! No funciona.

- Vamos a ducharnos a tu baño.

- Está Antonia durmiendo.

- Pues que se despierte, no te fastidia.

Salimos del baño común y nos fuimos al mío. Entramos sin hacer ruido. Antonia dormía. Nos metimos los dos en la ducha, enjabonándonos mutuamente.

- Vaya cómo te sonaba el chocho antes. -Le dije acordándome del “chup, chup” y las palmadas en el chocho cuando estábamos en la terraza-.

- Yo también lo he oído, pero no era yo, tenía que ser Lorena que tendría la oreja puesta y se ha calentado.

- Pues hemos largado los dos lo más grande por las boquitas.

- No te preocupes, que ella también se lo estaba pasando muy bien.

Terminamos de ducharnos y Antonia seguía durmiendo a pierna suelta.

- Pues vamos a tener que acostarnos los tres juntos. Total, tú ya lo has hecho con las dos por separado. -Dijo Susana riéndose-.

- Pasa. -Le dije a Susana para que se pusiera al lado de su hija-.

- Ni hablar, que yo tengo el sueño muy ligero y Antonia se mueve mucho.

- Susana, que yo me empalmo durmiendo. -Protesté-.

- Pues te pegas a mí, que a mí me gustará mucho sentirla bien dura contra mi culo.

- Esto cada vez se parece más a una peli porno de familias pervertidas. Apaga la luz, por favor.

Me puse de lado hacia Susana cogiéndole las tetas y no tardé nada en dormirme. Dormí francamente mal. Yo no he visto dos mujeres que movieran más las manos durmiendo y siempre terminaran con sus manos en mi polla. Cuando me desperté estaba empalmado y eso que no podía haber follado más el día anterior. Estábamos solos Susana y yo. Eché las sábanas hacia abajo para contemplar a Susana. ¡Qué mujer! Pensé. Me había despertado juguetón y me levanté para cerrar la puerta del dormitorio. Susana estaba durmiendo boca arriba, le abrí y le flexioné las piernas, me puse entre ellas y pegué mi lengua a su más que generoso clítoris, después de besarle reiteradamente la parte interior de los muslos.

- Uumm, qué despertar tan rico. -Me dijo poniendo sus manos sobre mi cabeza-.

- Rico lo que yo me estoy comiendo.

- ¿Te has levantado empalmado?

- Mucho.

- ¿Y Antonia?

- Cuando yo me he despertado ya no estaba en la cama.

- Buena hija, para que su madre disfrute de un merecido relax.

- Y si tuvieras polla como has dicho antes, ¿qué te iba a comer yo?

- Pues mi polla también. ¡Carlos, que bien me lo haces!

- Espera que te ponga una almohada debajo del culo.

- ¿Para qué?

- Para llegar a tu ojete con mi lengua y con lo que se tercie.

- Uumm, me estás poniendo otra vez muy caliente.

- Ya tienes el chocho lleno de jugos. Me encanta.

- Y a mí.

Susana se incorporó un poco y con sus manos se llevó las tetas a la boca para lamerse y morderse los pezones.

- ¿Están ricas? -Le pregunté-.

- De sobra sabes tú que sí.

- Te voy a follar el culo.

- Vale, pero antes haz que me corra con tu lengua y con tus labios. Me falta muy poco para el primero.

- Te estás acostumbrando a correrte dos veces seguidas.

- ¿Y por qué no tres o cuatro? ¡Sigue ahora, sigue, sigue, siiiii, qué rico, qué suave, si, si, si, no pares todavía, no pares, aaaggg, …!

El chocho de Susana era puros jugos. Me incorporé y le metí la polla en el chocho para empaparla bien, luego le apunté al ojete y se lo fui penetrando lentamente hasta metérsela del todo. Con mis manos en sus muslos le eché las piernas para atrás todo lo que pude para facilitarme el acceso a su culo. Ella llevó una mano a su clítoris y empezó a jugar con él.

- ¿Te gusta por el culo? -Le pregunté-.

- A mí me gusta por todos los agujeros.

- Me encanta lo caliente que eres.

- ¿Para qué voy a disimular a mi edad?

Le bombeaba en el culo hasta casi sacársela para luego volver a metérsela hasta el fondo. Nos mirábamos a los ojos, observando nuestro gesto transformado por la calentura. Llamaron a la puerta del dormitorio.

- ¿Podemos pasar a ducharnos? -Preguntó mi sobrina María-.

- Ni se os ocurra.

- Es que tenemos que irnos.

- ¡Qué te follen María, déjanos en paz, id a ducharos a la playa! -Le gritó Susana-.

- Vale, vale, entendido. ¿Os queda mucho?

- ¡Y a ti que te importa! -Le contesté, sin dejar de bombear en el culo de Susana-.

- A ver si te la follas de una vez y nos deja en paz la jodida niña. -Me dijo Susana-.

Yo empezaba a estar a punto de correrme.

- ¿Cómo vas, Susana? Yo estoy a punto.

- Yo también, córrete cuando quieras, pero no me la saques.

- ¿Te quieres quedar con mi polla en tu culo para siempre?

- Claro que quisiera vivir con ella dentro.

- ¡Me corro, Susana, me corro, aaaggg, toma, toma, toma, …! -Le iba diciendo conforme lanzaba chorros de lefa en su interior-.

- ¡Y yo, te siento, te siento, aaaggg, aaaggg, …! -Dijo Susana moviendo su mano como una máquina sobre su clítoris-.

Cuando terminamos de corrernos, le solté las piernas y me dejé caer sobre ella.

- ¡Joder, Carlos, que rico, no sé si voy a querer irme! -Me dijo Susana-.

- ¿Por qué no mandamos a las niñas en avión y te quedas unos días más?

- Habrá que pensárselo.

- ¿Quieres un café?

- Sí, por favor.

Me levanté, seguía medio empalmado y me puse el pareo para disimular la erección. Salí del dormitorio. Estaban las tres en la terraza desnudas. Mientras se hacía el café miré el móvil, tenía una llamada perdida de mi hermana Lola, de hacía unos minutos. La llamé, pero estaba comunicando. Antes de servir el café me asomé a la terraza.

- Si queréis, podéis entrar a ducharos.

- Tito, que fiera, por la mañana, por la tarde y por la noche. -Me dijo mi sobrina María-.

- Vale María, lo que tú digas. Me alegra que alguien a quién no le importa me lleve la contabilidad de mi vida sexual. -Le contesté y fui a servir el café-.

La primera en entrar a ducharse al dormitorio fue Antonia. Con las dos tazas de café en la mano entré yo también. Susana estaba sentada en la cama con la espalda apoyada en el cabecero hablando por teléfono, me pareció que debía ser con mi hermana Lola. De nuevo admiré sus espléndidas tetas, era para no cansarse nunca de mirarlas. Me senté en la cama a su lado.

- Era Lola. -Me dijo cuando colgó-.

- ¿Qué quería?

- Nada, saber cómo iba la cosa.

- ¿Sólo?

- Bueno, he tenido que contarle los polvos que hemos echado con pelos y señales.

- ¿Era necesario?

- Entre nosotras no tenemos secretos y ya sabes que ella es muy curiosa. ¿Qué vas a hacer hoy?

- Tengo que trabajar, por lo menos, hasta la hora de comer. ¿Y tú?

- Me quedaré leyendo en la terraza.

Salió Antonia de ducharse.

- Hola, mamá, buenos días. -Dijo acercándose a su madre a darle un beso-.

- Hola, hija, ¿qué tal has dormido?

- Bien para estar los tres en la misma cama. ¿Y tú?

- No puedo quejarme. ¿Dónde vais a ir?

- Vamos de excursión con unos amigos a las playas vírgenes de Cabo de Gata. Comeremos fuera y volveremos tarde. ¿Cuándo tenemos que volver a Sevilla?

- Mañana o pasado, salvo que Carlos nos eche antes.

- No parece que esté muy por la tarea de echarte. ¿No, Carlos?

- Por mí os podéis quedar el tiempo que queráis.

- Gracias, Carlos. -Me dijo Susana-.

Antonia y mis sobrinas se fueron, Susana salió a la terraza desnuda con su libro electrónico y yo me quedé trabajando en el salón. A media mañana escuché a Susana hablar en la terraza. Primero creí que estaba hablando por teléfono, pero luego escuché también la voz de Lorena.

- Buenos días.

- Buenos días, Susana. Me imagino que habrás dormido en la gloria, después de la sesión que tuvisteis anoche.

- ¿Hicimos mucho ruido?

- Mucho no, pero el suficiente para oíros.

- La verdad es que sí, aunque tú también te debiste quedar muy relajada.

- Sí, pero no es lo mismo.

- Pues será porque tú no quieres. Yo creo que a Carlos le gustaría mucho que nos divirtiéramos los tres juntos.

- ¿Me estás haciendo una propuesta?

- Yo creo que es bastante evidente que sí.

- ¿Y a ti te gustaría?

- Claro, soy yo quien te lo está proponiendo.

- Ahora tengo que salir, pero luego me paso a haceros una visita.

- Cuando tú quieras, vamos a estar toda la mañana en casa.

Así que ahora Susana se dedicaba a organizar tríos con la vecina. Entró Susana en el piso.

- ¿Nos has oído? -Me dijo-.

- No he podido evitarlo.

- ¿Y qué?

Me levanté, me acerqué a ella y la abracé.

- Que eres muy traviesa.

- ¿Te disgusta que lo sea?

- Al contrario, me gusta mucho. -Le dije besándola en la boca-.

- Guárdate las fuerzas para luego, que te van a hacer falta. -Me dijo alejándose de mí y volviendo a la terraza-.

Me encantaba y me excitaba mucho la idea de hacer un trío con Susana y con Lorena, imagino que como a cualquier hombre. Traté de seguir trabajando, pero había perdido la concentración. En mi cabeza sólo cabían imágenes de las dos desnudas, besándose entre ellas o besándome a mí o comiéndomela a dúo o con sus potentes culos en pompa expuestos a mí para que me los follara. ¡Joder, que calentón estaba pillando! Decidí salir a la terraza con Susana.

- ¿Qué pasa ya no trabajas más? -Me preguntó con mucha guasa-.

- Cómo quieres que trabaje pensando en vosotras dos.

- ¿Te has puesto cachondo?

- Cachondo es poco.

- ¿Qué te gustaría hacer con nosotras?

Le conté las imágenes que tenía en la cabeza.

- Me parecen muy sugerentes tus ideas. Yo también estoy muy cachonda. Tienes un buen bulto bajo el pareo, ¿estás ya empalmado?

- Todavía no, pero casi.

- ¿Quieres ponerme protector solar?

- No, porque entonces voy a terminar de empalmarme.

- ¿Y qué?

- Que no me parece bonito recibir a la vecina en presenten armas.

- ¡Carlos, que viene a hacer un trío!

- Me da igual. ¿Quieres una copa de vino?

- Claro, te acompaño.

- ¿Cómo se te ha ocurrido lo del trío? -Le pregunté mientras abría la botella de vino-.

- Quería agradecerte tu hospitalidad y a la vez que conocieras mejor a tu vecina. Vais a pasar mucho tiempo puerta con puerta y algún día te puede hacer falta sal o azúcar o cualquier cosa.

- Qué guasa tienes.

Nos salimos los dos a la terraza con nuestras copas.

- ¡Qué bien se vive sin hacer nada! -Dijo Susana-.

- Yo, con la leche del teletrabajo, no consigo desconectar.

- Tampoco se te ve muy estresado.

- No, si lo llevo bien, pero todos los días me surge algo.

- Se me ocurre que un día, cuando esté de vuelta en Sevilla, podíamos echar un polvo virtual.

- ¿Cómo es eso? -Le pregunté-.

- Pues ya te lo puedes imaginar, mirándonos en los monitores, diciéndonos guarrerías, pidiéndole uno al otro que haga cosas o adopte posturas marranas y haciéndonos una paja.

- ¿Tú lo has hecho alguna vez?

- Yo no, pero durante el confinamiento pille a Antonia teniendo una con un amigo suyo. ¿Y tú has tenido alguna?

- Qué va, mis reuniones telemáticas son muy aburridas. Pero la tuya suena muy bien para echar un rato entretenido y relajante, aunque sea a distancia.

- Además, podíamos invitar a más personas y tener una multipaja.

- ¿Tú tienes la misma imaginación para todo o sólo para el sexo? -Le pregunté abrazándola por detrás-.

- Soy una mujer muy imaginativa para lo que me interesa. -Me dijo girando la cabeza para besarme-.

Sonó el timbre de la puerta, iba a abrir, pero Susana me hizo el gesto de que iría ella y me quedé en la terraza. Vi que Lorena, vestida de calle, y Susana se paraban a hablar en la cocina. Susana cogió una copa, le sirvió vino a Lorena y se vinieron a la terraza.

- Buenos días, vecino. -Me dijo Lorena-.

- Buenos días, Lorena.

- Lorena me ha preguntado si todavía tienes la bañera que instaló Natalia. -Dijo Susana-.

- Claro, ¿por qué iba a quitarla si está muy bien?

- Natalia y Juan me invitaban algunas veces a usarla, la disfruté mucho. Me preguntaba si tú me invitarías alguna vez.

- Por supuesto, cuando quieras.

- ¿Es buen momento ahora? -Me preguntó Lorena-.

- Pues como cualquier otro, voy a prepararla.

La situación era curiosa, Susana desnuda, Lorena vestida de calle y yo con pareo, muy propio de la zona, pensé. Me dirigí al dormitorio, imaginando la que se podía liar y mi polla empezó a empalmarse. Abrí los grifos de la bañera y dos o tres minutos después, cuando la bañera se había llenado hasta la mitad, entraron Susana y Lorena.

- ¡Qué me gusta el baño que se construyó Natalia! -Dijo Lorena-.

- A mí también. Me contó que lo habían disfrutado mucho. -Le contesté-.

- Yo no he probado todavía la bañera y me apetece mucho. -Dijo Susana-.

- Pues vamos. -Dijo Lorena-.

Lorena empezó a desnudarse. Se soltó un gafete del vestido y se bajó la cremallera lateral, fue tirando del vestido hacia arriba. No llevaba bragas y tampoco sujetador. Una pena, pensé, no voy a poder quedarme con sus bragas. Era una mujer muy hermosa con un precioso tono de piel mulata. Su culo era realmente portentoso, muy respingón, con las nalgas muy carnosas y bastante ancho. Susana se había metido en la bañera y miraba cómo Lorena se desnudaba, igual que yo. Cuando Lorena terminó de desnudarse se bajó de las zapatillas con bastante tacón que llevaba y se metió también en la bañera. Yo decidí quitarme el pareo y esperar apoyado en la encimera del lavabo mirándolas a las dos.

- ¿Has visto la polla de Carlos, a qué es realmente apetecible? -Le dijo Susana, que parecía haberse convertido en el mánager de mi polla, a Lorena-.

- Sí, sí que es apetecible. A mí me gustan mucho las pollas como objeto. Creo que una polla grande y bien dura es una de las mejores creaciones de la naturaleza, junto con un buen culo de mujer o unas hermosas tetas.

Así aciertas seguro, pensé. Las dos estaban sentadas una junto a otra, con los brazos apoyados en el borde la bañera. Las tetas de Lorena con el agua por los pezones y las de Susana flotando en el agua debido a su volumen.

- A mí me gustan más que como objeto. Ver una buena polla empalmada me pone a mil. -Objetó Susana-.

- Yo no digo que a mí no me exciten, pero si alguna vez me decidiera por la pintura o por la fotografía serían mi tema favorito.

- ¿Se la fotografiarías ahora? -Dijo Susana-.

- Me gustaría, pero no tengo con qué.

- Carlos, por favor, tráete mi móvil, que tiene una buena cámara, y os las envío después.

- Queréis dejaros de tonterías. -Les dije-.

- No te pongas cabezota y tráemela.

- A cambio me tenéis que dejar que yo os fotografíe también. -Dije-.

- Yo no tengo problemas, siempre que no se me vea la cara. -Dijo Susana-.

- Yo tampoco. Vengo haciéndome fotos desnuda desde adolescente. Me pareció interesante poder seguir la evolución de mi cuerpo a lo largo de los años.

- Lástima que a mí no se me ocurriera hacerlo también. ¿Nos dejarás verlas? -Le preguntó Susana-.

- No sé, en algunas no me reconozco.

Yo no tenía muy claro si quería que mi polla quedase inmortalizada en una fotografía, pero me resultaba curioso que Lorena me la fotografiase. Cogí el móvil de Susana que estaba en la terraza y lo llevé al baño.

- Te pongo la cámara en el teléfono y te lo doy. -Le dijo Susana a Lorena y luego se lo pasó-.

- Acércate un poco, Carlos. -Me dijo Lorena-.

Hice lo que me dijo y me coloqué frente a ella como a medio metro.

- Sí que es muy apetecible y bonita. Es la polla de un hombre adulto, ya desarrollada del todo, con unos huevos grandes y bastante descolgados, que casi le dan independencia del resto. -Dijo Lorena mientras me observaba por la pantalla del teléfono-.

- ¿Vosotras creéis que esto es normal?

- Espérate un poquito y ya vamos a lo que tú consideras normal. -Me dijo Susana-.

- ¿Y qué es lo que yo supuestamente considero normal? -Pregunté sin obtener respuesta, mientras Lorena seguía a lo suyo-.

- Ponte un poco de perfil, Carlos. -Me indicó Lorena-.

Aquello me parecía un tanto surrealista, ni que yo fuera un modelo para hacer consoladores, cuando era un tío de lo más normal, sólo que con una polla un poco más larga que la media nacional y depilada.

- Espera Lorena, yo creo que falta algo en la foto que la escale. -Dijo Susana cogiéndome la polla por la base con su mano-.

- Buena idea, Susana. -Le dijo Lorena, haciendo una nueva tanda de fotos-. Hazlo ahora con la boca. -Susana se metió la punta de mi polla en su boca y retiró la mano, mientras Lorena sacaba una nueva tanda de fotos-.

- ¿Se me ha visto la cara? -Preguntó Susana-.

- No, sólo la boca bien abierta.

- Ya vale, ahora me toca a mí sacar las fotos. -Protesté-.

Lorena me pasó el móvil.

- ¿Cómo quieres que posemos? -Preguntó Susana-.

La verdad es que para mí cualquier pose de aquellas dos mujeres me resultaba excitante.

- Poneros de perfil, cogeros las tetas con las manos y apretaros una contra otra. -Les dije-.

Se pusieron de rodillas en la bañera, se giraron para ponerse de frente, se subieron las tetas con las manos y se juntaron. Las tetas de Susana eran el doble de grandes de las Lorena, que no las tenía pequeñas. Empecé a hacer fotos teniendo cuidado de que no salieran sus caras.

- ¿Qué tal se nos ve? -Preguntó Susana-.

- Preciosas. Ahora moveros un poco a un lado y otro, para que se vean alternativamente las de cada una en primer plano.

Yo tenía ya un calentón de mucho cuidado. No podía tener más dura la polla, que estaba segregando líquido preseminal como un grifo abierto.

- Daros la vuelta y poned vuestros culos en pompa hacia mí.

De rodillas como estaban en la bañera se giraron ofreciéndome una maravillosa visión de sus culos. Mientras lo hacían no tuve otro remedio que sobarme el nabo.

- Parece que estás disfrutando con la tontería de las fotos. -Me dijo Susana y vaya si estaba disfrutando-.

Eran dos culos preciosos de mujeres maduras. El de Lorena mulato, grande con nalgas abultadas y prominentes. El de Susana, mucho más pequeño, muy respingón y durísimo de las manos de ejercicio que se pegaba en el gimnasio. En todo caso, los dos igualmente apetecibles. Les saqué varias fotos más y luego me apeteció ver sus culos uno encima de otro.

- Susana, ponte sobre Lorena con tu culo pegado al suyo. -Le dije-.

Mientras lo hacía pude observar que los chochos de las dos estaban brillantes de los jugos que estaban segregando.

- ¿Así? -Me preguntó Susana cuando estaba de frente sobre la espalda de Lorena-.

- Sí, así. -La posición obligaba a Susana a tener las piernas abiertas, con lo que ofrecía una visión completa de su chochaco-.

Saqué algunas fotos más y pensé que era hora de terminar con la sesión de fotos y empezar la sesión de folleteo. Dejé el móvil sobre la encimera del lavabo, me puse detrás de ellas. La altura de Susana era perfecta para follársela a lo perrito y sin dudarlo, le puse la punta de la polla a la entrada de su chocho y de un golpe de caderas se la metí hasta el fondo sin el menor problema porque estaba lleno de jugos.

- ¡Uuufff, Carlos pensaba que no te ibas a decidir! -Exclamo Susana-.

Empecé a bombear con fuerza en el chocho de Susana que empezó a gemir con fuerza. Lorena se movía también por mis embestidas sobre Susana.

- Carlos, no voy a tardar en correrme, no te olvides de nuestra invitada. -Me dijo Susana al rato de estar follándomela-.

- No te preocupes por eso, que no me voy a olvidar.

- ¡Mas fuerte, Carlos, más fuerte, que estoy a punto, quiero oír los golpes de tus huevos en mi clítoris, así, así, ahora, ahora, me corro, siiii, aaaaggg, sigue, sigue, aaaggg, …!

Yo estaba tan caliente, que cuando terminó Susana de correrse, y se bajó de encima de Lorena me cogí la polla y me corrí sobre el impresionante culo de Lorena.

- ¿Pero chico me vas a dejar así? -Protestó Lorena-.

- No te preocupes, Lorena, que Carlos se corre varias veces seguidas sin que se le baje la polla. -Le contestó Susana-.

- ¿Seguro?

- Seguro, si no ya lo verás por ti misma. -Dijo Susana-.

- Vámonos a la cama. -Les dije-.

- ¿Para qué? -Me preguntó Susana-.

- Para un capricho que tengo.

Estaba pensando en hacer una postura que había visto en algunas películas porno. Mientras ellas hacían un “69” yo me follaba a una de ellas y de vez en cuando se la metía en la boca a la otra.

- Susana, túmbate boca arriba y tú, Lorena, ponte sobre ella para un “69”, mientras yo te follo a lo perrito. -Les dije-.

- Le estás echando mucha imaginación. ¿No me iras a dejar a medias? -Me dijo Lorena, colocándose sobre Susana-.

- No te preocupes que te vas a quedar bien follada. -Le contestó Susana-.

Cuando estaban las dos en posición y Lorena había empezado a comerle el coño a Susana, me puse de rodillas detrás del impresionante culo de Lorena, pero antes de metérsela le puse la polla en la boca a Susana que la engulló gustosamente. Mientras Susana me la comía, le pasaba los dedos por el chocho a Lorena, que me lo agradecía suspirando con cada caricia. Después de un tiempo así, se la saqué a Susana de la boca y la enfilé al chocho de Lorena, penetrándola de un solo golpe. Susana empezó a lamerme los huevos. Me gustaba tanto estar follando a Lorena y que Susana me lamiera los huevos que decidí mover a Lorena adelante y atrás, mientras yo me quedaba quieto.

- Te gusta, ¿verdad? -Me preguntó Susana-.

- Me encanta. -Le contesté-.

Le di un palmetazo al culo de Lorena, ella no sólo no protestó, sino que suspiró más fuerte. Ante su anuencia le di varios cachetes más, para terminar, sobándole el ojete con mis dedos. ¡Qué barbaridad de culo! Pensaba admirándolo en su magnitud. Lorena seguía suspirando y comiéndole el chocho a Susana.

- ¿Se la vas a meter por el culo? -Me preguntó Susana-.

- Sí, hazlo. -Contestó Lorena-.

- Cuando se la saques del chocho, deja que te la coma un poco, quiero tener el sabor de sus jugos en mi boca. -Me dijo Susana-.

Le saqué la polla a Lorena, sin dejar de sobarle el ojete, y se la metí en la boca a Susana.

- ¡Qué fuerte el sabor de su chocho! Carlos, estoy a mil otra vez. -Me dijo Susana. Yo pensé que cuándo no estaba a mil-.

- Métemela ya por el culo. -Pidió Lorena-.

Se la saqué de la boca a Susana y volví a metérsela por el chocho a Lorena, para empaparla bien con sus jugos, cuando se la saqué apunté a su culazo y poco a poco empecé a meterle la polla a Lorena por el culo. Cuando la tuve entera dentro, Susana empezó a comerle el chocho a Lorena y a comerme los huevos a mí, alternativamente. Por el volumen de su culo tenía que presionar mucho para metérsela entera.

- Estás a punto, ¿verdad Lorena? -Le preguntó Susana-.

- Sí y va a ser un corridón largo y fuerte.

- ¿Y tú, Carlos?

- Correros vosotras, yo quiero hacerlo al final sobre vosotras.

- ¡Aaaaggg! -Gritó Lorena. - ¡Sigue follándome el culo, Carlos, sigue, siiii, aaaggg, qué fuerte, qué rico, sigue, sigue, ssiiii, …!

- ¡Lorena, no dejes de comerme el coño, por Dios, siiii, otro, otro, sigue, sigue, …!

Cuando las dos terminaron de correrse, les dije:

- ¡Juntaros boca arriba!

Luego me puse detrás de sus cabezas y les fui metiendo la polla en la boca a una y a otra, hasta que me corrí sobre sus caras y sus tetas y me dejé caer sobre la cama.

- Ha sido de los mejores tríos de mi vida. Tenías razón Susana, iba a quedar bien follada. -Dijo Lorena-.

- Habrá que comer algo, ¿no? -Les dije-.

- Sí, porque yo estoy desfallecida. -Contestó Susana-.

Mientras ellas se duchaban, fui a preparar algo de comer y a tomarme una copa de vino, que me supo a gloria. A los pocos minutos Susana y Lorena salieron del dormitorio. Susana se había puesto un sujetador y un tanga rojos. El sujetador le juntaba y le subía sus grandes tetas, haciéndolas todavía más excitantes. El tanga era un hilo con dos pequeños triángulos, uno le cubría a duras penas su monte de Venus y el otro quedaba al inicio de su bonito culo. Lorena llevaba sólo un tanga negro de hilo mínimo que, excepto el triángulo que ocultaba su monte de Venus quedaba oculto por la magnitud de sus nalgas y caderas.

- Le he comentado a Lorena tu afición por las bragas usadas y ha querido dejarte un regalo de buena vecindad. -Dijo Susana, mientras Lorena se daba una vuelta sobre si misma, para que la viera en su espléndida madurez-.

- Gracias, estáis preciosas y muy excitantes. -Les dije-.

Nos sentamos a comer.

- Yo tenía un conocido con la misma parafilia que tú. Nunca llegué a explicarme muy bien esa afición. -Me dijo Lorena-.

- Yo tampoco me la explico muy bien, pero me resulta muy excitante oler las bragas usadas de una mujer. Tienen un perfume muy especial. -Le contesté-.

- ¿Te da igual cualquier mujer? -Me preguntó Lorena-.

- No, deben ser de mujeres que conozca. Es una especie de asalto a su intimidad, para saber cómo huelen íntimamente. ¿Vosotras no tenéis ninguna parafilia secreta?

- La mía es la ropa interior provocativa. Sólo con pensar en ponérmela ya estoy excitada. -Dijo Susana-.

- Pues te pasarás el día excitada teniendo una tienda de ropa interior. -Le comentó Lorena-.

- Por eso la tengo. -Le contestó Susana riéndose-.

- Yo no tengo ninguna clara. Hay muchas cosas que me excitan sexualmente. -Dijo Lorena-.

- Cuéntanos alguna. -Le dijo Susana-.

- Son tonterías. Ver a un hombre de espaldas orinando de pie o ver a un hombre tocándose sus partes por encima de la ropa y cosas así. Una cosa que me excita mucho en mi trabajo es cuando compruebo si los pasajeros se han puesto el cinturón y tengo que ir mirando sus entrepiernas.

Terminamos de comer y yo me encontraba muy cansado, así que me excusé y fui a tumbarme un rato en la cama. Me quedé dormido al instante. No suelo recordar los sueños, pero esa tarde fue diferente.

Estaba en la terraza del piso, junto a mi hermana Lola y Susana, yo desnudo, Lola sólo con la braga del biquini y Susana con el tanga del biquini que llevaba Antonia el primer día de su llegada. Lo curioso es que yo tendría veinte años y ellas sobre dieciséis. Hacía mucho calor y Lola propuso que nos refrescáramos echándonos agua con la manguera.

- Anda, Carlos, échanos agua, a ver si así conseguimos estar más a gusto. -Dijo mi hermana Lola-.

Las dos se colocaron juntas en el sitio más alejado de los muebles de la terraza. Reparé que estaban preciosas las dos, abrazadas por la cintura, de frente a mí. Cogí la manguera, abrí el grifo y dirigí el agua hacia ellas. El primer chorro que les cayó hizo que se echaran hacia atrás huyendo del agua fría, pero después, poco a poco, se fueron acercando para recibir el agua sobre sus cuerpos, que brillaban con el agua y con el sol. Empezaron a jugar entre ellas poniéndose de espaldas y abrazándose por la cintura. Sus culos me resultaban muy excitantes. Al rato Lola se vino hacia mí.


- Venga ahora tú, Carlos, ponte allí con Susana. -Me dijo cogiendo la manguera-.

- Eso, Carlos, ven a refrescarte tú también. -Me dijo Susana-.

Hice lo que ambas me dijeron y me coloqué junto a Susana. Mi hermana dirigió la maguera hacia mí. El agua estaba fría, pero con el calor que hacía la sensación era placentera. Susana, jugando, se colocó a mi espalda y apretó sus durísimas y grandes tetas contra mí. Noté que estaba empezando a empalmarme irremediablemente. Traté de ocultarlo poniéndome de espaldas, pero ya fue tarde.


- Carlos, ¿te has empalmado? -Me preguntó mi hermana-.

Susana se asomó por mi costado para mirarme.


- Sí, Lola, se le ha puesto la polla como un palo. -Dijo Susana riéndose-.

Me tapé con las manos.


- No seas ridículo, Carlos, no pasa nada porque te empalmes. Es natural con tu edad y con dos chicas en toples, sobre todo con las tetas que se gasta Susana. -Me dijo mi hermana-.

- ¿Es que te han excitado mis tetas? -Me preguntó Susana cogiéndoselas con las manos-.

- Bastante. -Le contesté-.

- Pues hazte una paja, que te veamos y nos excitemos también nosotras. -Me dijo mi hermana-.

- ¡Venga Lola, no seas burra!

- No tiene nada de malo, si estás excitado te haces un pajote y listo. -Dijo Susana, como si me recomendara beber si tenía sed-.

- Venga Susana, esta es tu oportunidad, como tantas veces me has dicho que lo estabas deseando. -Le dijo mi hermana-.

Susana se arrodilló delante de mí, me cogió la polla y se la puso entre sus tetas.


- Apriétamelas. -Me dijo mirándome a los ojos-.

Puse mis manos al lado de sus tetas y se las junté contra mi polla. Ella empezó a subir y bajar lentamente. Era delicioso. Yo nunca había mirado a Susana como un posible ligue, era simplemente una amiga de mi hermana.


- ¿Te gusta? -Me preguntó mi hermana-.

- Mucho, no creía que pudiera producir tanto placer. -Le contesté-.

Estaba en la gloria, me importaba un carajo que mi hermana pequeña estuviese delante mirando.


- Susana, enséñale a Carlos que más cosas sabes hacer.

Susana se retiró un poco hacia atrás, volvió a cogerme la polla con su mano y se la llevó a la boca, sin dejar de mirarme a los ojos.


- ¿A qué esto es todavía mejor? -Me preguntó mi hermana-.

- No sabría que decirte, las dos cosas me dan mucho placer.

Mi hermana se acercó a nosotros, se puso de rodillas al lado de Susana y empezó a lamerme los huevos. Las dos se acariciaban sus clítoris y se metían los dedos en sus chochos.


- Todo para mi hermanito.

- Me voy a correr muy pronto. -Les dije-.

- De eso se trata. -Me contestó Susana y luego se metió mi polla todo lo que puso en su boca-.

Me desperté justo cuando iba a empezar a correrme en el sueño con una erección de caballo. Miré el reloj y eran las siete de la tarde. Me levanté Susana y Lorena no estaban. Me serví una copa y salí a la terraza a tomármela. Sobre la mesa estaban los tangas que se habían puesto para comer. Se oían murmullos en la terraza de Lorena, debían haberse cambiado de sitio mientras dormía. Cogí el tanga de Lorena y me lo acerqué a la nariz. Su olor era muy excitante, luego cogí el de Susana, estaba bastante húmedo y su olor me era deliciosamente conocido. Seguía empalmado como un fraile carmelita. Oí la puerta abrirse.

- Hola, tito. -Era mi sobrina María, traté de ocultar mi erección metiéndome la polla entre las piernas y me senté sobre las bragas de Lorena y Susana.

- Hola, María. ¿Vienes sola?

- Sí, Antonia y Marta han decidido ir a la playa, yo no tenía ganas y, además, quería hablar contigo. -Llevaba una falda corta blanca muy ajustada y una camiseta de tirantas empitonada por sus pezones-.

- Tú dirás, pero no empieces con la cantinela.

- Te has follado a toda la que ha pasado por esta casa, menos a mí.

- Ves como no hay manera.

- Déjame hablar. Te follaste a mamá, a Rocío, a Antonia, a la madre de Antonia, a mi hermana y qué sé yo a quién más. ¿Y conmigo que pasa?

- Yo no te tengo que darte explicaciones, pero lo de tu hermana fue una equivocación porque me cabreó más de la cuenta.

- He hablado con mamá y dice que no entiende tu actitud, que o las dos o ninguna y como Marta ya ha caído, me lo debes.

- ¿Por qué no me dejas terminar mi copa tranquilamente?

- Haz lo que quieras, pero que sepas que no está bien.

- O sea, que, según tu madre, lo que está bien es que me folle a mis sobrinas.

- ¿Y si jugamos a que no soy tu sobrina?

- ¡Qué barbaridad que pesada eres!

- Verás cómo nos divertimos.

María salió de la terraza y volvió a los pocos minutos con los avíos de limpieza del piso.

- Buenas tardes, don Carlos. Perdone que me haya retrasado un poco, pero en la casa anterior me han tenido muy liada.

Yo no daba crédito a la actuación que estaba empezando a hacer, así que decidí seguirle la corriente por ver dónde terminaba.

- Hola, Juani, no te preocupes por la hora.

- Gracias, don Carlos. Voy a empezar por la terraza para luego no molestarlo más.

Dándome la espalda, cogió una bayeta y un cubo con agua, se arrodilló en el suelo y empezó a fregarlo. Evidentemente, debido a lo corto de su falda, me enseñó su culo y el hilo del tanga negro que llevaba.

- Otras prefieren limpiar con la fregona, pero a mí me gusta más a la antigua. -Dijo moviendo el culo de un lado a otro-.

- Haciéndolo así te puedes hacer daño en las rodillas y en la espalda.

- Todavía soy muy joven y puedo hacerlo.

- ¿Qué edad tienes?

- Dieciséis para diecisiete.

- Pues estás muy desarrollada para tu edad.

- Eso me dicen mi papá, mis primos y mis hermanos, cuando entran en el baño mientras me estoy duchando.

No se podía negar que María tenía un culo de lo más apetecible.

- ¿Y a ti no te da vergüenza que te vean duchándote?

- No, en mi casa tenemos mucha confianza unos con otros.

- ¿Y a tu madre también la ven duchándose?

- Claro, a ella a la que más. Es que mi madre es una mujer muy atractiva, para los que le gustan las gordas tetonas. Qué calor, si no le importa voy a refrescarme un poco.

Se levantó, cogió la manguera y empezó a echarse agua en la camiseta, que no tardó nada en transparentarse y pegarse a sus tetas.

- ¿No tiene usted calor?

- Un poco, pero como voy desnudo, lo aguanto mejor.

- Hace usted muy bien en ir desnudo. Si yo estuviera en mi casa también iría desnuda. Yo duermo desnuda en invierno y en verano, porque como mi hermana y yo dormimos juntas, nos da mucho calor a las dos.

- A mí también me gusta dormir desnudo, es muy cómodo.

- Se puede creer que me da calor hasta el tanga. -Dijo levantándose la falda y quitándoselo-. Mire, que no es exageración, mire como se me ha puesto el tanga. -Me dijo acercándose y poniéndomelo en la mano-.

La muy hija de puta sabía perfectamente cuál era mi debilidad. Su tanga mojado me quemaba en la mano.

- Cuéntame algo de tu madre.

- ¿Mi madre? Si por ella fuera se pasaría el día follando. Ella dice que la mantiene joven y en forma. Cuando mi padre está trabajando se folla a los vecinos, al butanero, al fontanero y a todos los que pasan por casa.

- ¿Y tu padre lo sabe?

- Sí, él dice que así está más contenta y le sale más rica la comida.

Volvió a darme la espalda y a arrodillarse. Ahora podía verle su duro culo y su chocho.

- ¿Me está usted mirando? -Me preguntó-.

- Qué remedio, si estas delante de mí. ¿Te molesta?

- ¿A mí? En absoluto, incluso le diría que me gusta que un señor tan atractivo como usted lo haga, no como los viejos verdes de los vecinos que se asoman a las ventanas para verme cuando tomo el sol en el patio de casa.

Como no podía verme, caí en la tentación de llevarme su tanga a la nariz. Olía a chocho caliente que echaba para atrás.

- ¿Y te dicen cosas?

- ¿Quiénes?

- Tus vecinos.

- Uy, unas barbaridades que harían avergonzar a cualquier mujer de la vida.

- ¿Cómo cuáles?

- Que me meterían sus bastones por mi chocho o por mi culo o que se pajean mientras me miran, cosa que yo sé que no es cierta, porque ya no se les levanta.

- ¿Y tú les contestas?

- Unas veces sí y otras no, según me pille. A veces les digo que como no le hagan una paja al bastón, lo van a tener muy difícil. -Me dijo riéndose-.

La verdad es que el juego me estaba divirtiendo y calentando. María tenía mucha habilidad y soltura con sus contestaciones.

- ¿Tienes novio?

- Novio formal no. De vez en cuando salgo con un chico que trabaja en el mercado de abastos, pero el pobre es muy bruto.

- ¿Qué hacéis cuando os veis?

- Unas veces vamos al cine, otras vamos a la discoteca y siempre terminamos en el parque del barrio haciendo nuestras cosas.

- ¿A qué llamas vuestras cosas?

- Pues a darnos el lote, ya me entiende. Él se saca su polla de los pantalones y yo le pajeo mientras él mete su mano bajo mi falda y nos besamos en la boca. A ver don Carlos, levante los pies que tengo que limpiar por aquí. -Me dijo poniéndose delante de mis piernas cruzadas tapando mi erección-.

- Limpia mejor por otro sitio.

- No puedo, venga abra las piernas y súbalas para que pueda pasar la bayeta.

Ella misma me descruzó las piernas y mi polla saltó como un resorte mirando al cielo.

- ¡Qué barbaridad don Carlos, se le pone a usted bastante más grande y más dura que a mi medio novio e incluso que a mi papá cuando me ve ducharme! ¿Por qué está usted tan empalmado?

- Son cosas de la naturaleza. Venga Juani, déjalo ya y termina de limpiar bajo mis pies.

- Déjeme que la disfrute un poquito, no todos los días tiene una a su disposición una polla como esta. -Dijo quitándose la camiseta y luego cogiéndomela con las dos manos-.

Ahí tendría que haber terminado el juego, pero yo ya estaba más que excitado en ese momento.

- ¿Eres virgen todavía?

- No, me lo hice con un primo mío hace dos años.

- ¿Y cómo fue?

- En la piscina municipal, fuimos un grupo de primos y primas a pasar el día, me dio el calentón y me llevé a uno de mis primos a los vestuarios y allí me lo follé. Él también era virgen, así que dos desvirgados con un polvo, aunque no fue gran cosa, la verdad.

Mi sobrina seguía con las dos manos en mi polla, moviéndolas lentamente arriba y abajo.

- Juani, te vas a retrasar con tus tareas.

- No hay problema, luego voy un poco más deprisa. Sabe usted que de más pequeña los caramelos que más me gustaban eran los chupachups de esos que, después de chuparlos mucho, te explotaban muy fuerte en la boca, llenándotela de crema.

- No, no lo sabía.

- Pues sí, pero ahora me he aficionado a otro tipo de caramelos. -Dijo y se metió mi polla en la boca-.

- Juani, ten cuidado no te vayas a atragantar.

- No se preocupe, don Carlos, estoy muy acostumbrada.

- ¿Qué otros caramelos te comes?

- El de mi papá y los de mis hermanos y primos.

- ¡Vaya, pues sí que te gustan los caramelos!

- Sí, pero el suyo es más grande y más cabezón.

Sabía que debía terminar con aquello, pero mi cabeza me estaba jugando la mala o la buena pasada de confundir a mi sobrina con Juani la asistenta. Juani la comía de escándalo. Su entrenamiento con los caramelos la había hecho una experta.

- ¿Ayudas en más casas? -Le pregunté-.

- Sí, don Carlos, no me queda más remedio. Mis hermanos no encuentran trabajo y tengo que colaborar en casa.

- ¿Y cómo te tratan?

- Hay un poco de todo. En casa de doña Manuela, la hija me pide que hagamos cosas entre las dos cuando su madre no está y en casa de don Francisco, un viudo jubilado, me pide que le coma el caramelo, a mí me da pena el pobre hombre y yo se lo como. Se queda más contento que todo.

- Estate atenta porque el caramelo ya está para que te reviente la crema en la boca.

- ¡Qué bien, el momento que más me gusta!

- ¡Toma crema, aaaagggg, no la desperdicies, toma más crema y todavía más, sigue, sigue tragando crema! -Le dije mientras me corría en su boca y ella se iba tragando toda mi lefa-.

- ¡Qué rico, cuanta crema tenía el caramelo! -Me dijo poniéndose de pie y dejándome entre sus piernas, me cogió la polla y se la metió en el chocho. Puse mis manos en su culo, duro como una piedra-.

- ¿Esto también lo hacías con los caramelos?

- Sí, mi hermana y yo jugábamos a ver a cuál se le reventaba antes en el chocho y nos lo llenaba de crema. Don Carlos, tiene usted todavía el caramelo durísimo.

- Y tú tienes el chocho encharcado.

- Sí, me suele pasar cuando voy a algunas casas a ayudar y los señores son tan atractivos como usted.

Juani movía su culo en todas direcciones como una batidora.

- Tienes que venir más días en semana. -Le dije-.

- Los que usted quiera, me gusta ayudar en las casas con hombres solos.

- ¿Estás muy unida a tu hermana?

- Sí, mucho, a las dos nos encantan los caramelos, grandes y duros. ¡Don Carlos, creo que no voy a tardar en mojarle el caramelo!

- Moja lo que quieras que el caramelo no se va a arrugar.

- ¡Aaaagggg, siiii, aaagggg, don Carlos, voy a mojar mucho, aaaagggg, qué gusto, qué caramelo tan duro, aaaggg, siiii, …!

- ¿Te gusta mi caramelo?

- ¡Mucho!

- ¿Te tratan así en las otras casas?

- Ya me gustaría a mí que me tratasen así.

- Antes de irte tienes que darle un repaso a la tumbona.

- Claro, don Carlos.

Juani se levantó y se colocó a cuatro patas sobre el borde la tumbona. Cogí su tanga, me puse detrás de ella y se lo pasé varias veces por el chocho, que estaba segregando jugos como una fuente. Me lo llevé a la nariz y me puse todavía más caliente de lo que ya estaba.

- ¿Ves la mancha?

- Sí, don Carlos, pero no tengo con que limpiarla.

- Con la lengua, Juani, improvisa.

- ¿Cómo no, don Carlos?

Me cogí la polla y se la pasé por la entrada de su chocho.

- ¿Juegas mucho con caramelos en tu rajita?

- Todas las noches y a veces cuando me ducho. Como tenemos una economía difícil en casa, mi hermana y yo compartimos el consolador.

- ¿A que no es mejor que este que tengo para ti? -Le dije metiéndole la polla poco a poco-.

- Mejor que este no hay ninguno. Le tengo que decir a mi hermana que venga un día conmigo, para que lo pruebe.

- ¿Y tu madre no ayuda en alguna casa?

- Mi padre no quiere, dice que es muy guarra y que ya folla bastante sin salir de casa, pero si quiere algún día le digo que me acompañe.

- Sí, me gustaría conocerla.

- Y a ella seguro que también le gustaría conocerlo a usted y a su caramelo.

- Cuéntame como es físicamente tu madre.

- Ella cuenta que de joven estaba muy buena y que se llevaba a todos los hombres de calle, pero desde que yo la recuerdo tiene bastantes kilos de más, según dice por culpa de los embarazos. Eso sí, tiene unas tetas enormes ya bastante caídas, que según ella son capaces de hacer las mejores pajas cubanas de la comarca y el chocho más grande que yo he visto nunca, detrás de un pelucón que le llega casi desde el ombligo a las ingles. Su boca es grande de labios carnosos, con la que presume de hacer unas mamadas inigualables.

Yo bombeaba sin parar el chocho de Juani y tenía una mano en su clítoris y la otra en sus tetas.

- No la pintas muy atractiva.

- Seguro que cuando empiece a hacerte una mamada o una cubana opina de otra manera. Don Carlos, tiene usted el aguante follando de un chaval, después de haberse corrido ya. Si sigue así le voy a volver a mojar el caramelo.

- Te advierto que lo tengo a punto de que reviente.

- Hágalo dentro, quiero recordar cuando lo hacemos mi hermana y yo.

- ¡Toma, toda la crema para ti, toma, toma, aaaaggg, te voy a llenar!

- ¡Síiiii, lo noto, noto como ha reventado el caramelo y cómo te lo voy a mojar, aaaagggg, por Dios que rico, don Carlos, como me gusta cómo me folla con ese caramelo tan duro, …!

- Bueno, Juani, se ha hecho tarde y estarán preocupados en tu casa, otro día terminas el resto de la casa.

Mi sobrina se puso de pie, cogió su camiseta y antes de salir de la terraza me dijo:

- Ves como te ibas a divertir, otro día puedo hacer de enfermera o de mujer policía o de vendedora a domicilio o de repartidora de paquetería o de manitas o …

- Déjalo, María, que me abrumas.
-
 

heranlu

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Un Giro a mi Vida Después de Divorciarme – Capítulo 013

La marcha de mis sobrinas, su amiga Antonia y la madre de esta, Susana, me produjo una cierta pena, pero también un cierto alivio, iba a poder retomar la vida tranquila que de alguna manera deseaba o al menos eso pensaba yo. Mi hermana Lola me llamaba con bastante asiduidad para saber cómo estaba y para comentar mis, según ella, proezas sexuales:

- Me ha contado Susana, que día sí y día también y varias veces cada día, estás hecho una fiera.

- Lola, no me explico la costumbre que tenéis de contaros ese tipo de cosas.

- ¿Tú no se las cuentas a nadie?

- No, Lola, yo creo que esas cosas no hay que contarlas.

- ¡Qué aburrido eres!

- Pues eso.

Varios días solo me sirvieron para ponerme al día con el trabajo y darle un merecido descanso a mi polla. De vez en cuando hablaba con Lorena, pero ni ella ni yo deseábamos tener una relación que fuera más allá de la buena vecindad. Parecía que, con la marcha de Susana, ella había perdido el interés en mí. Una tarde noche me llamó mi amiga Rocío, una preciosa chica muy perdida en la vida, con la que de vez en cuando mantenía relaciones sexuales.

- Hola, Carlos, ¿qué tal estás?

- Hola, Rocío, muy bien, ¿y tú?

- Bien también, ya estoy de vuelta.

- Me alegro. ¿Te has desecho de tu exnovio?

- Sí, me ha dado pena, pero no quería volver a las andadas.

- Has hecho muy bien, esa persona era tóxica para ti. Si quieres te invito a cenar.

- Pues sí, porque tengo bastante hambre y no tengo dinero. Te importa si voy con una amiga.

- No, en absoluto. ¿Quieres que os recoja?

- No, mejor nos vemos directamente en el restaurante de siempre a las nueve.

- Perfecto, pues allí nos vemos.

Tenía ganas de ver a Rocío, era una persona tan generosa e inocente que era imposible no cogerle cariño.

Llegué un poco antes de las nueve al restaurante. Me pedí una copa para esperarlas. A los poco minutos llegó Rocío, nos besamos y se sentó.

- ¿Y tu amiga? -Le pregunté-.

- La he citado un poco más tarde, antes quería contarte de ella para que estuvieras sobre aviso.

- Dime, ¿qué pasa?

- Verás, Rosa, en verdad es más amiga de mi madre que mía, aunque yo le tengo mucho cariño. De joven era muy religiosa y con veinte años decidió meterse a monja. Resulta, que, tras quince años de estar en un convento, ha decidido colgar los hábitos. Salió hace unos días, la pobre está muy desorientada y no quiere volver al pueblo. Así, que mi madre me ha pedido que viva conmigo un tiempo hasta que se adapte a su nueva vida y yo no he podido negarme.

- Me imagino que habrá muchas monjas que deciden salirse, debe ser una vida difícil.

- Imagino que sí. Yo no sé muy bien cómo actuar, por eso le he dicho que se venga a cenar. Tú tienes más experiencia y más mundo que yo y creo que podrías ayudarla.

- No sé muy bien cómo puedo ayudarla, pero haré lo que pueda. ¿De qué vive ahora?

- Su familia tenía dinero y ella lo ha heredado todo. Esta tarde la he llevado de compras y al gabinete de estética para quitarle un poco la pinta monja que todavía tenía. Mira, ahí está ya. -Me dijo levantándose y yendo a su encuentro.

¡Joroba, que si le había cambiado la imagen a la exmonja! Rubia, posiblemente de bote, media melena, muy maquillada, los labios pintados de rojo, un ajustado vestido rojo y unos zapatos de tacón también rojos. Era una mujer guapa y con buen tipo, no despampanante como Rocío, pero atractiva. Me levanté para saludarla.

- Rosa, este es mi amigo Carlos. -Dijo Rocío-.

- Encantado, Rosa.

- Igualmente. -Dijo ella extendiendo la mano-.

- No, Rosa, a los amigos se les saluda con dos besos en las mejillas. -Le dijo Rocío-.

- Perdona, es la falta de costumbre. -Se excusó Rosa y se acercó a darme dos besos-.

- ¿Cómo nos sentamos? -Pregunté-.

- Tú en el centro y nosotras a los lados. -Contestó Rocío-.

Pedimos las bebidas. Agua para Rosa y una botella de vino para Rocío y para mí.

- ¿Has visto que guapa se ha puesto Rosa? -Me preguntó Rocío-.

- Bueno, yo no te conocía de antes, pero sí que estás muy guapa. -Le dije a Rosa-.

- Gracias, no sé si será un poco escandaloso el maquillaje.

- En absoluto, está muy bien. -Dijo Rocío-.

- Llevaba muchos años sin maquillarme y, claro, cualquier cosa me parece excesiva. -Explicó Rosa-.

- Carlos vive por aquí cerca. En una zona nudista. -Dijo Rocío y yo la miré con intención de matarla-.

- ¿Y eso qué es? -Preguntó Rosa-.

Yo esperé a que contestara Rocío, que era la que había introducido el tema, pero permaneció callada tomando un trago de vino, produciéndose un silencio algo violento, así que me decidí a contestar yo.

- Una zona en la que se puede ir desnudo por la playa, por la calle o dentro de las urbanizaciones y de los bares.

- ¿Pero hombres y mujeres? -Preguntó Rosa-.

- Sí, claro. -Contestó Rocío-.

- Qué curioso. ¿Tú has estado, Rocío?

- Sí, algunas veces.

- ¿Y no te da vergüenza? -Le preguntó Rosa-.

- Un poco al principio, pero se pasa enseguida.

Vino el camarero y pedimos varias raciones al centro para picar y otra botella de vino.

- ¿No quieres un poco de vino? -Le preguntó Rocío a Rosa-.

- Sí, pero sólo por probarlo.

- ¿Qué tal tu nueva vida? -Le pregunté a Rosa-.

- Todavía llevo poco tiempo fuera del convenio, pero muy distinta a la anterior.

- ¿Qué pasó para que te decidieras a dejar el convento? -Le preguntó Rocío-.

- Sorprendí a la hermana superiora cometiendo actos impuros con dos albañiles. Al principio no di crédito a lo que había visto, pero luego me fue haciendo mella …

- Claro, lo inesperado y lo impropio. -La interrumpí yo-.

- Puede ser, pero también pensar que yo había renunciado a las relaciones con los hombres y que, al parecer, no todas las hermanas lo habían hecho. Empecé a obsesionarme por lo que me estaba perdiendo y eso puso en crisis mi fe, hasta que me decidí a colgar los hábitos. - ¡Joder con la historia de Rosa! Pensé-.

- Bueno, eres una mujer joven todavía y podrás rehacer tu vida.

- Tal vez. El problema es que no sé nada o casi nada de las relaciones con los hombres. Dentro del convento algunas hermanas a escondidas mantenían relaciones entre ellas. Yo prefería evitar enterarme, pero a veces era demasiado evidente.

- Esas cosas se aprenden de manera natural en cuanto tengas una pareja. -Le dije-.

- Ese es el problema, ¿de dónde saco yo ahora una pareja?

- Por eso no te preocupes, ahora hay montones de páginas de internet para conocer gente. -Le contesté-.

Rosa miró a Rocío como pidiendo confirmación de lo que yo le había dicho.

- En eso tiene razón Carlos, basta con inscribirte, hacerte el perfil, mirar el resto de los perfiles que te pueden interesar y probar suerte. -Le dijo Rocío-.

- Si es tan fácil, ¿por qué vosotros no tenéis pareja?

- Lo nuestro es una elección personal en este momento. No quiere decir que en el futuro no la tengamos -Le contesté-.

Rocío bebía a su ritmo de siempre, es decir, una copa tras otra. Yo procuraba contenerme y Rosa empezó a seguir el ritmo de Rocío.

- Rosa, me voy a meter donde no me llaman, pero si no tienes costumbre de beber, no deberías seguir el ritmo de Rocío, a ella no le afecta el alcohol, a cualquier otro, sí. -Le dije-.

- La verdad es que ya estoy un poco mareada, pero me siento bien. Voy un momento al aseo. -Me contestó-.

- Carlos, deberías hacer algo por ella. -Me dijo Rocío cuando Rosa ya se había ausentado-.

- Rocío, no me metas en más líos, que bastantes tengo ya.

- Venga se generoso, a ti que más te da.

- ¿Pero qué quieres que haga?

- Que la orientes, tú tienes experiencia y eres un buen hombre.

- ¿Pero que la oriente en qué?

- En la vida, en las relaciones con los hombres, en el sexo.

- ¡Tú estás loca!

- Mira hacemos lo siguiente, cuando terminemos de cenar, nos ofreces una copa en tu casa, después de la primera copa, yo digo que estoy muerta de sueño y os dejo a los dos solos.

- Ni lo sueñes.

Volvió Rosa del aseo.

- Perdona, Carlos, pero me ha dado curiosidad eso de la zona nudista. ¿Puedes contarme algo más? -Dijo Rosa al sentarse-.

- Poco más hay que contar de lo que ya te he contado. Es un sitio donde se tolera ir vestido o desnudo o cómo a cada uno le apetezca.

- Invítanos a una copa en tu casa cuando terminemos de cenar y así verá Rosa que es un sitio normal.

- Bueno, normal, normal tampoco es.

- ¿Tú o yo no somos personas normales? -Me preguntó Rocío-.

- Claro que somos personas normales.

- Pues entonces.

- ¿A ti te apetece? -Le pregunté a Rosa-.

- Sí, me da curiosidad, después de haberme llevado la vida entre hábitos.

Terminamos de cenar y nos fuimos andando para mi piso. Debido a la hora, casi todo el mundo iba vestido, excepto algunos rezagados de la playa a los que ya se les había hecho de noche, que iban con el pareo a la cintura. Rocío le contaba a Rosa las excelencias del nudismo y Rosa la escuchaba con cierta incredulidad.

- ¿Tu madre sabe que tú practicas esto del nudismo? -Le preguntó Rosa a Rocío entrando en la urbanización-.

- Mi madre sí, mi padre no porque es más chapado a la antigua.

- ¿Y qué te dice?

- Que hago bien luciendo el palmito, que ya le hubiera gustado a ella de joven.

- No me esperaba eso de tu madre.

Llegamos al piso sin cruzarnos con nadie. Mientras servía las copas, Rocío dijo que iba al baño.

- Pues la verdad, esto me parece de lo más normal. -Comentó Rosa-.

- Ya quedan pocas personas y es tarde, no pienses que siempre es así.

- ¿Tú crees que ir desnudo en público es pecado?

- No me lo he planteado, pero creo que no. Dios nos creó desnudos y hasta hace relativamente poco los humanos íbamos desnudos y luego nos cubrimos por el frío o el calor, lo de los prejuicios sociales o religiosos vino bastante después hace cuatro días.

Vi que Rocío salía desnuda con el pareo a la cintura de mi habitación por detrás de Rosa. Pensé que se iba a liar parda.

- Mira Rosa, ves cómo no pasa nada. -Dijo poniéndose al lado de Rosa-.

Rosa la miró de arriba abajo con expresión de censura, pero no dijo nada. Les pasé sus copas a las dos y salimos a la terraza. La situación se había puesto un poco tensa desde la aparición de Rocío en pareo. Rosa le dio un sorbo a su copa y dijo:

- Creo que el alcohol ha terminado afectándome. Carlos, ¿podrías decirme un sitio donde tumbarme un rato para que se me pase?

- Claro, ven por aquí. -Le dije levantándome y conduciéndola al dormitorio secundario-. Las camas están hechas, ocupa la que quieras. Si necesitas algo dímelo. El baño es la puerta de al lado.

- No, gracias, sólo necesito tumbarme un rato.

Rosa se sentó en el borde de una de las camas, cerré la puerta del dormitorio, la dejé allí y volví a la terraza.

- Se te ha chafado el plan. -Le dije a Rocío cuando volví a la terraza-.

- Sí y no. -Me dijo ella dándome un beso en la boca-.

- ¿Para qué te has desnudado, si ella no estaba preparada para eso?

- Que no esté preparada es una apreciación tuya. Estoy segura de que ella ahora está deseando hacerlo.

- Yo creo que lo que está deseando es dormir la mona.

- También es posible. ¿Qué tal el final de la visita de tus sobrinas y Antonia?

- Un dislate, se plantó aquí la madre de Antonia también, que resultó ser una amiga de mi hermana Lola a la que yo conocía de pequeña.

- ¿Y qué tal?

- Muy bien, la verdad. Como ella dijo, recuperando el tiempo perdido.

- ¿Y habíais perdido mucho?

- Por el que hemos recuperado, yo diría que sí. -Le contesté sin poder evitar reírme-.

- ¿Y si recuperamos tú y yo parte del que hemos perdido con mi viaje a Granada?

- No estaría nada mal. ¿Qué se te ocurre?

- Por lo pronto que te desnudes.

- ¿Y si cojo frío?

- Ya te daré yo calorcito.

- ¿Vamos al dormitorio? -Le propuse-.

- Luego, ahora se está aquí muy bien.

Mientras me quitaba la ropa ante la atenta mirada de Rocío, que seguía igual de guapa que siempre, le dije:

- Es curioso lo de Rosa, hay que ser muy valiente para cambiar de vida a los treinta y tantos años.

- Rosa es una persona compleja. Mi madre dice que nunca se explicó su entrada en el convento, que de joven era una chica muy sensual, pero muy reprimida por su educación religiosa y por su familia.

Terminé de desnudarme, abracé a Rocío y la besé en la boca.

- Espérame en el dormitorio, mientras yo voy a ver como se encuentra Rosa.

- Vale, pero no tardes. -Le dije entrando en el piso-.

- No tardo nada.

Me tumbé en la cama de mi dormitorio, desnudo con los ojos cerrados y con la polla bastante morcillona. Al rato escuché la puerta del dormitorio abrirse y volver a cerrarse.

- ¿Qué tal está Rosa? -Pregunté sin abrir los ojos-.

- Míralo tú mismo. -Era la voz de Rosa-.

Abrí los ojos a la misma vez que me incorporaba en la cama y me tapaba la polla. Rosa estaba desnuda al lado de la puerta. Se notaba que llevaba años sin que le diera el sol. Su cuerpo tenía una palidez que casi se transparentaba. Tenía un tipo atractivo con unas tetas medianitas de areolas grandes y rosadas, un pequeño triángulo de vello muy corto en el chocho y unas bonitas piernas. Pensé que, al final, Rocío me la había jugado.

- Perdona, Rosa, ¿pero que haces aquí así desnuda? -Le pregunté-.

- No lo sé muy bien. Rocío me ha dicho que viniera a verte, que tú podrías hacer algo por mí.

- Rocío es una lianta. ¿Qué cree que puedo hacer por ti?

- Me imagino que rebajar mi ansiedad.

- ¿Ansiedad por qué?

- Ansiedad por los hombres y el sexo.

- Pero esto no funciona así.

- ¿Es qué no te gusto?

- No es eso, eres una mujer atractiva, pero te acabo de conocer y no puedes presentarte desnuda en mi dormitorio.

- Carlos, llevo casi veinte años sin relaciones sexuales y antes sólo las mantuve con un chico que era mi medio novio. Necesito volver a sentirme mujer.

Me daba pena de Rosa, estaba pasando un mal rato y a punto de echarse a llorar.

- Ven, siéntate y vamos a hablar. -Le dije sentándome en la cama, dejando de taparme la polla y señalándole un sitio a mi lado-.

- Rocío me dijo que a ella la habías ayudado mucho y que seguro que conmigo lo harías también. -Me dijo sentándose donde le había indicado-.

- ¿Quieres algo de ropa? -Le pregunté-.

- No, como comprenderás me siento muy violenta, pero tengo que volver a estar a gusto con mi cuerpo.

- Como quieras.

- Creo que me voy a marchar.

- No, quédate un poco más. ¿Qué esperas de mí?

- Que me beses, me acaricies y me dejes acariciarte, necesito sentir los labios y la piel de un hombre.

Me volví hacia ella y la miré durante un rato, luego acerqué mi cabeza a la suya, le besé las mejillas y la nariz y terminé besándola en los labios. Sin dejar de besarle los labios la tumbé en la cama, luego le acaricié su cara. Ella permanecía rígida, sin hacer ningún movimiento, sin abrir siquiera la boca para recibir los besos. Le cogí las manos y se las llevé a mi pecho. Rosa empezó a acariciarme el pecho suavemente, deteniéndose en enredar sus dedos en mi vello.

- Relájate, Rosa, estás muy tensa.

- Lo intento, pero no me es fácil.

- No vamos a hacer nada que tú no quieras. Vuélvete de espaldas.

Lo hizo, yo puse las rodillas a los lados de su cuerpo a la altura de sus muslos. Suavemente fui besándole y acariciándole la espalda. Ella empezó a reaccionar a las caricias y gimió quedamente.

- Tienes que tomar un poco el sol, estás excesivamente pálida. -Le dije-.

- Llevo quince años sin tomarlo y me apetece mucho. De joven me encantaba hacerlo, aunque fuera con un bañador de vieja

- Tienes una espalda y un culo muy bonito.

- Gracias. Lastima que no me hayan servido de nada.

- Deja de lamentarte. -Le dije acariciándole las nalgas y luego besándoselas-.

Yo ya volvía a tener la polla muy morcillona, pensé que lo mío no tenía arreglo. Empecé de nuevo por besarle el cuello y los lobanillos de las orejas. Luego metí las manos bajo su cuerpo y le cogí las tetas. Rosa jadeó cuando lo hice.

- Es la primera vez que alguien me coge las tetas.

- ¿Ni aquel medio novio que mencionaste antes?

- No le dejaba.

- Qué cruel con el chaval.

Con el movimiento había terminado encajándole la polla entre las nalgas.

- ¿Eso es lo que me imagino? -Me preguntó-.

- ¿El qué?

- Lo que hay tan duro entre mis nalgas.

- Si te imaginas la polla, sí.

- Déjame que te la coja.

- Si quieres.

Rosa llevó sus brazos hacia atrás y me cogió la polla con las dos manos.

- ¡Qué dura y qué grande! -Me dijo-.

- No es para tanto, sólo un poco más larga que la media.

- No tienes pelos.

- No, me depilo con cierta asiduidad.

- Carlos, nunca pensé que me podía producir tanto placer tener una entre mis manos. Estoy muy caliente. ¿Puedo verla?

- Claro. -Me quité de encima de ella y se giró en la cama, luego volvió a cogérmela con sus manos-.

- ¿Está así por mí?

- ¿Por quién si no? -Llevé una mano a su chocho y se lo acaricié suavemente-.

Noté que inmediatamente se corrió sin decir nada.

- Rosa, expresa tu placer.

- No estoy acostumbrada y me da vergüenza, creerás que soy una calentorra. -Me dijo sin soltarme la polla-.

- ¿Y no lo eres?

- Si quieres verlo así. Yo me siento una mujer pasional.

- Me parece bien, llámalo como quieras.

- ¿No te corres?

- Todavía no. Quiero que te corras tú más veces.

- No creo que pueda.

- Claro que puedes.

- ¿Puedo besártela?

- Puedes hacer lo que quieras, menos cortármela.

Rosa se incorporó sin soltarme la polla, luego se agachó sobre ella y empezó a darme besos en el capullo y en el frenillo.

- He soñado con hacer esto muchas veces cuando estaba en el convento.

- Debiste pasarlo muy mal en el convento.

- En los últimos años sí. Mi deseo sexual fue creciendo exponencialmente al mismo ritmo que mi insatisfacción. Empecé a masturbarme con frecuencia y después tenía ataques de mala conciencia por ser incapaz de contener mi lívido.

Mientras hablábamos ella seguía besándome el capullo y yo le acariciaba suavemente su culo y su espalda.

- ¿Qué te llevó a meterte en un convento?

- No lo sé, entonces pensé que era por mi religiosidad, pero ahora creo que fue el miedo a un mundo que no conocía y a mi propia sexualidad.

- Ponte encima de mí y déjame que yo también te bese tu sexo.

- Me da vergüenza que me beses ahí abajo.

- Tú ponte y déjate de vergüenza.

Se puso en la posición del “69”, le separé las nalgas con las manos y llevé mi lengua a su clítoris y su raja. Gimió muy fuerte al primer contacto de mi lengua con su clítoris y se metió mi polla en su boca.

- Carlos, creo que voy a tener otro orgasmo.

- Pues tenlo.

- ¿No te voy a parecer una calentorra?

- No me vas a parecer nada, sólo una mujer muy sensual, con deseos atrasados.

- ¡Sigue, Carlos, sigue, me produces mucho placer, el placer que he deseado durante años, sigue, por favor, sigue, aaaagggg, siiii, siiii, …!

Su chocho se llenó de jugos a la misma vez que se incrustaba mi polla en su garganta, luego se dejó caer sobre la cama de espaldas y perdió el conocimiento con una enorme cara de satisfacción. Me levanté y salí del dormitorio. El piso estaba a oscuras, la puerta del otro dormitorio estaba abierta, miré y Rocío dormía desnuda sobre las sábanas. Me entraron ganas de despertarla y decirle que lo que había hecho no se le hacía a un amigo, pero dormía tan plácidamente que me dio pena, ya se lo diría a la mañana siguiente. Cerré la puerta de su dormitorio, me serví una copa y salí a la terraza a bebérmela pensando en Rosa. La noche estaba fresca. Me pregunté que es lo que hacía que una persona perdiera quince años de su vida e inmediatamente me respondí que, en definitiva, mi matrimonio tampoco había sido tan distinto al enclaustramiento de Rosa. Ella se ha separado del convento y de la religión y yo me separé de mi mujer. Al final sentí frío, me terminé la copa y volví a mi dormitorio. Rosa dormía bajo las sábanas, me metí yo también bajo las sábanas y me quedé dormido.

Me desperté empalmado cuando estaba amaneciendo, Rosa seguía durmiendo. La miré y dudé si abrazarla, pero al final la dejé y me levanté para prepararme un café. Rocío estaba desnuda en la cocina esperando que se hiciera el café. ¡Joder que mujer! Me dije al ver a Rocío.

- Buenos días, Carlos. ¿Qué tal anoche?

- Buenos días, Rocío. Pues que sigue sin gustarme que me metan a alguien en la cama.

- Vale, pero no te enfades.

- No me enfado, Rocío, pero no me gusta. Rosa es un encanto de mujer, pero no estuvo bien lo que hiciste.

- Perdona, pero le hacía mucha falta. ¿Cómo fue?

- Yo no comento esas cosas, que te lo cuente ella si quiere.

Se vino hacia mí, me besó en la boca y pegó su barriguita a mi polla.

- Al final ayer no recuperamos el tiempo perdido. -Me dijo-.

- Nosotros no, pero tu amiga sí. -Le dije riéndome-.

- Me alegro por ella.

- ¿Qué haces hoy? -Le pregunté-.

- Ir a trabajar, antes de que me despidan.

- ¿Quieres que te lleve?

- No, he quedado con Mari Carmen, vendrá a recogerme, tenemos sesión de depilación en casa de una pareja de ingleses y luego iremos al gabinete. Voy a ducharme.

- Ve a mi baño, en el otro la ducha no funciona.

Mientras Rocío se duchaba, salí a tomarme el café a la terraza. Al poco apareció de nuevo para despedirse.

- Carlos, me voy.

- ¿Me dejas a Rosa aquí?

- Sí, que me llame cuando se despierte. Échale uno matutino que os vendrá bien a los dos y llévatela a desayunar al chiringuito. -Me dijo dándome un beso y cogiéndome la polla todavía empalmada-.

- ¿Algo más?

- Lo dejo a tu criterio. ¿Bajas a abrirme?

- Eso se acabó, toma un juego de llaves. -Le dije en la puerta-.

- Gracias. -Me dijo dándome un pico en los labios-.

Terminé el café en la terraza y entré en mi dormitorio. Rosa seguía acostada, pero ya despierta.

- Vaya, que dormilona. -Le dije sentándome en la cama-.

- Pues sí, estaba pensando en lo que pasó anoche.

- ¿Y qué?

- Qué me gustó mucho, pero tú te quedaste a dos velas.

- Te equivocas, yo me lo pasé muy bien también.

- Pero no te corriste.

- No siempre hay que correrse para pasárselo bien.

- ¿Te apetece ahora?

- Te vas a enviciar.

- Déjalo. Ayer me diste un enorme placer, déjame que te devuelva una parte. -Me dijo incorporándose, besándome en la boca y cogiéndome la polla-.

- No tienes que devolver nada.

- Pero es que a mí me gusta saldar mis deudas. -Me dijo poniéndose de rodillas detrás de mí, pegando sus tetas a mi espalda y volviendo a cogerme la polla-.

- Te has levantado muy traviesa. -Le dije volviéndome para besarla-.

- Quiero levantarme así el resto de mi vida. Me gusta tener tu polla en mi mano.

- Pues no te la puedo regalar. Ven anda. -La tumbé en la cama y me puse de rodillas sobre ella mirándola a la cara-.

- Cógeme las tetas, quiero que me las acaricies y me las sobes, mientras te hago una paja. -Rosa me pajeaba suavemente con una mano, mientras me acariciaba los huevos con la otra mano-. Sabes, el medio novio que tuve me pedía de vez en cuando que le hiciera una paja y, al pobre, no le hice ni una.

- ¡Qué mala! ¿Sabes que ha sido de él?

- Sí, se casó y se divorció a los pocos años.

- Búscalo y se las haces ahora.

- Igual ahora ya no le gustan.

- A todos los hombres nos gusta que nos hagan pajas, igual que a todas las mujeres. -Le dije llevando una mano hacia atrás para acariciarle el chocho-.

- Lo tengo empapado desde ayer.

- ¿Te puedo pedir un favor?

- Claro.

- Regálame tus bragas.

- Ve por ellas, están en el otro dormitorio.

- Luego, ahora quiero que termines de hacerme la paja.

- Carlos, me encanta que me toques el chocho, me excita enormemente.

- Dime cuando te vayas a correr.

- No voy a tardar mucho ¿y tú?

- Tampoco, también estoy muy excitado desde anoche.

Rosa aceleró el ritmo de la paja a la misma vez que gemía cada vez con más intensidad.

- En el convento me masturbaba casi todas las noches, pero no es lo mismo a que te lo haga otro. ¡Carlos, no pares ahora, sigue, por favor, sigue, que me voy a correr, córrete tú a la misma vez! -La cara de Rosa evidenció que se iba a correr inmediatamente-. ¡Aaaagggg, sigue, sigue, sigue, qué bueno, siiiii, qué intenso, sigue, sigue, …!

- ¡Rosa, me voy a correr, sigue tú también, sigue, mas fuerte, ya, ya, ya, …! -Le dije cuando empecé a soltar chorros de lefa que llenaron su vientre y sus tetas-.

- Me voy a morir de placer. No puedo creer que me haya corrido tres veces en poco más de ocho horas. Me ha encantado ver como te corrías, como te salían los chorros y la cara de placer que tenías.

- Te invito a desayunar en el chiringuito.

- ¿Tengo que ir desnuda?

- No, puedes ir como quieras. Yo te recomiendo que vayas con el pareo a la cintura.

- Me da vergüenza que me vean tan pálida.

- No te creas que todo el mundo va tostado. Vamos a la ducha. -Le dije quitándome de encima de ella-.

- ¿Sabes que cuando me duchaba en el convento, me imaginaba que un hombre entraba en la ducha y me follaba?

- Me hubiera gustado ser ese hombre.

- Pues nos imaginamos que estamos en el convento. -Dijo Rosa levantándose de la cama-.

Fuimos al baño. Rosa se quedó un rato mirándolo.

- Me gusta lo que tienes aquí montado.

- Lo hicieron los propietarios a los que le compré el piso.

Abrí los grifos de la ducha. Nos pusimos bajo el agua cuando estuvo templada. Cogí el gel y empecé a enjabonarla.

- ¡Qué placer! -Exclamó cuando pasaba mis manos por su culo y por sus tetas-.

- ¿Qué te hacía el hombre que entraba en tu ducha del convento?

- Me ponía de espaldas, primero me sobaba todo mi cuerpo, metía sus dedos insistentemente en mi chocho y luego me follaba.

- Bueno, sobarte, ya te he sobado bastante, me falta lo de los dedos y follarte.

Le levanté una pierna con una mano y la otra la llevé a su chocho, primero se lo acaricié por fuera y luego le metí dos dedos, seguía con el chocho empapado. Rosa llevó una mano a mi polla para acariciármela.

- No se te baja.

- Tengo mucho aguante cuando estoy muy caliente.

- Hubieras sido la bendición del convento. -Dijo riéndose-.

Me cogió la polla con la mano y se la puso a la entrada del chocho.

- ¡Fóllame! -Me dijo echando el culo hacia atrás, hasta que tuvo buena parte de mi polla dentro-. ¡Qué bueno! El hombre de mi imaginación la tenía más pequeña y no tan dura como la tuya.

- ¿Había muchas monjas como tú en el convento?

- Tan calientes como yo, ¿quieres decir?

- Sí.

- No muchas o por lo menos que yo lo supiera. -Volví a acariciarle el clítoris-. ¡Cómo me gusta, Carlos!

- Y a mí.

- ¿Para qué quieres mis bragas?

- Para olerlas, tengo esa parafilia.

- ¿Has olido muchas?

- Últimamente bastantes.

- ¡Carlos, me voy a correr otra vez!

- Pues córrete, que yo me voy a correr también. ¿Me puedo correr dentro?

- No, no estoy tomando nada todavía. ¡Aaaahhh, síiii, otro, otro, sigue Carlos, sigue follándome, siiiii, me corro, siiii, …!

Cuando terminó de correrse se puso de rodillas frente a mí y se metió mi polla en la boca.

- ¡Me voy a correr, Rosa!

- Córrete en mi boca, quiero que me la inundes, como he deseado tantas veces.

- ¡Aaaahhhh, toma, siéntelos, pues hay más, sigue tragando, aaahhh, que bien me la comes, otro y otro más, aaaggg!

- Vamos a tener que ir a desayunar, estoy desfallecida.

Terminamos de ducharnos y nos secamos. Rosa salió del dormitorio y volvió al momento con un tanga en sus manos.

- Toma, lo prometido es deuda. -Me dijo dándomelo a oler-.

- ¡Vaya, estabas calentita ayer noche!

- Mucho.

- ¿Te habías puesto de acuerdo con Rocío?

- Tanto como ponernos de acuerdo no.

- ¿Vas a salir en pareo? -Le pregunté-.

- Si me prestas uno, sí.

No había casi gente en el chiringuito, se notaba que ya no era temporada de vacaciones.

- Carlos, ¿puedo hacerte una pregunta?

- Claro.

- ¿Anoche te acostaste conmigo por lástima?

- No, anoche me acosté contigo porque me apeteció.

Sonó el móvil de Rosa.

- ¡Ah hola, Rocío! Perdona, pero no he tenido tiempo de llamarte.

- ¿Qué has estado haciendo para estar tan ocupada? -Escuche preguntar a Rocío al otro lado del teléfono-.

- Luego te lo cuento.

- Mari Carmen y yo ya hemos terminado con los ingleses. Te recogemos en unos quince minutos.

- Dame un poco más de tiempo, que tengo que volver a casa de Carlos a vestirme. Hasta luego.

Volvimos a casa. Mientras Rosa se vestía, me dijo:

- ¿Volveremos a vernos?

- Espero que sí, ya sabes dónde vivo y Rocío tiene mi número de teléfono.

Nos besamos, bajé a abrirle y ya estaban esperándola.

- Luego te llamo y gracias. -Me dijo Rocío-.

- De nada.


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heranlu

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Un Giro a mi Vida Después de Divorciarme – Capítulo 014

Me quedé pensando en Rosa. ¿Cómo se le abría ocurrido meterse en un convento con el carácter que tenía? Una mala decisión sin duda, pero mantenerla durante quince años había sido un auténtico disparate. Al cabo de un rato me llamó mi hermana Paula.

- Hola, Carlos.

- Hola, Paula. ¿Qué tal estás?

- Bien. Voy a tener unos días de vacaciones, ¿tienes hueco en tu casa? -Mi hermana siempre igual de seca-.

- En principio, sí.

- ¿Cómo en principio? Será sí o no.

- Sí tengo, no espero a nadie, aunque parezca mentira.

- Vale, pues entonces me acercaré a verte.

- Me alegrará recibirte. Si te vienes en avión, te recogeré y te ahorras una pila de horas de coche.

- A mí no me importa conducir.

- Pues haz lo que quieras.

- Te aviso el día que vaya a ir.

- Perfecto. No tengo que decirte como es esto.

- No, ya lo sé. Un beso.

- Adiós, un beso.

Y yo que me había mudado, entre otras cosas, por poner distancia con mis hermanas, aunque las quisiera mucho, pues ya no faltaba nadie por visitarme.

Llamé a mi hermana Lola.

- Hola. ¿Cómo estás?

- Hola, hermano, bien. Recuerdos de Susana, que la tengo aquí al lado.

- Igualmente, recuerdos para ella. Me acaba de llamar Paula, que va a venir a pasar unos días conmigo.

- ¡Qué milagro, que la montaña vaya a Mahoma!

- Pues ya ves. ¿Y las niñas?

- Bien, iniciando el curso en la universidad.

- ¿Y qué hacéis Susana y tú juntas?

- Hablando de ti.

- Me temo lo peor. ¿No tenéis otro tema de conversación?

- Tan jugoso no.

- Bueno, que os divirtáis.

- ¿Has estado con alguna más?

- Lola, eso no se pregunta.

- Anda, cuéntanos algo, que nos gusta conocer tus aventuras.

- Qué no, Lola. ¿Por qué no te vienes cuando esté aquí Paula y así estamos los tres hermanos juntos?

- Me apetece, veré que puedo hacer, pero me tienen muy liada en el trabajo.

- Inténtalo.

- Vale, un beso.

- Otro para ti.

Estar los tres juntos podía ser una locura, pero realmente me apetecía pasar unos días con mis dos hermanas.

Por la tarde, casi noche, me llamó Rocío.

- Hola, Carlos. ¿Estás en casa?

- ¿Dónde voy a estar?

- Me paso por allí dentro de un rato.

- Cuando quieras y cenamos algo.

- Vale, adiós.

- Adiós, un beso.

Dejé de trabajar y salí a la terraza. Tenía todavía en mente a Rosa y su peripecia vital. Al cabo de un rato escuché la puerta del piso y al momento a Rocío decir:

- Hola, guapo. ¿Qué tal el día?

- Tranquilo. ¿Y el tuyo?

- Con mucho trabajo. Prepárame una copa mientras me cambio.

Fui al frigorífico a por hielo, preparé un par de copas y las saqué a la terraza. Al momento apareció Rocío desnuda con algo en la mano.

- Toma, un regalo especial de Rosa. -Me dijo dándome un beso en la boca-.

- ¿Qué es?

- No lo sé, ábrelo.

Era una cajita roja con un lazo. Le quité el lazo y la abrí. Dentro había lo que parecía ser un tanga blanco. Lo saqué, lo extendí y observé una mancha de humedad en la entrepierna. Me lo acerqué a la nariz y olía a jugos de mujer como para hartarse. También había una pequeña tarjeta en la que, escrito a mano, decía: “Gracias por haberme hecho sentir tan mujer”.

- Parece que triunfaste. -Me dijo Rocío-.

- No ha sido para tanto. Dale las gracias de todas formas. ¿Dónde la has dejado?

- Se ha ido hace un rato. Me ha dicho que quería ir al pueblo a ver si encontraba a un antiguo medio novio.

- Me alegro. Dentro de unos días vendrá mi hermana Paula y no sé si también mi hermana Lola.

- ¿Reunión familiar?

- No sé si reunión familiar o la tercera guerra mundial. En todo caso, me apetece que pasemos unos días los tres juntos.

- ¡Que día, estoy hasta el toto de depilar chochos y pollas!

Miré a Rocío. Estaba especialmente guapa.

- Pues te sienta muy bien, porque estás muy guapa.

- Gracias. -Giró la silla y apoyó sus pies en mis piernas-. ¿Tú serías tan bueno como para darme un masaje en los pies? Los tengo reventados de todo el día.

Cogí sus pies y empecé a darle un masaje en los dedos y en la planta. Tenía unos pies grandes, pero preciosos.

- No me había fijado en tus pies, pero son preciosos.

- Son muy grandes. ¡Ay, que gusto, Carlos!

Yo no soy un fetichista de los pies o, al menos, no hasta ese momento, en que decidí besárselos.

- ¡No seas guarro! -Me dijo-.

- Guarro, ¿por qué? -Le dije metiéndome uno de sus dedos gordos en la boca y chupándoselo durante un buen rato-.

- Oye, pues sabes que me gusta.

- Y a mí, me estoy poniendo juguetón.

- Pues yo no te puedo regalar mis pies como Rosa su tanga.

Me fijé y tenía su rosado chocho brillante.

- Creo que no soy yo solo el que se está poniendo juguetón.

Rocío se tumbó más en la silla, mientras yo seguía metiéndome el resto de los dedos de uno de sus pies en la boca.

- Me estoy poniendo muy caliente. -Me dijo y llevó una de sus manos a su chocho-.

- ¿Te gusta que te coma los pies?

- Mucho, creo que voy a tener que acariciarme.

- Hazlo, quiero verte, mientras me como tus pies.

- ¿Cómo tienes ya la polla? -Me preguntó llevando la otra mano a su chocho para abrírselo-.

- Como el palo de una bandera.

- Sigue comiéndome los pies, cuando me corra te voy a hacer una paja con los pies.

- Eres una pervertida.

- No más que tú.

A esas alturas yo ya tenía un calentón de los que hacen época, viendo como Rocío se estaba haciendo una paja mientras que yo seguía con sus pies.

- He sabido que has estado muy entretenido mientras yo estaba en Granada.

- ¿Cómo lo has sabido?

- Llamé a Antonia para saber qué tal les iba y me contó que te habías liado con su madre. ¡Ay que gusto, que paja más relajante!

- Todas las mujeres tenéis que contaros las intimidades.

- Bueno, nos gusta saber los polvos que cada una hecha y presumir de los que nosotras echamos. ¡Qué bien, Carlos, qué descubrimiento lo de los pies! ¿Se los has comido a muchas?

- No, es la primera vez que lo hago.

- Pues deberías hacérselo a todas, así como me lo estás haciendo a mí ahora.

Rocío había acelerado el ritmo de su mano sobre su clítoris.

- Me parece que no vas a tardar mucho en correrte. -Le dije-.

- Y te parece bien. Estoy en la gloria. Necesito correrme después de estos días sin hacerlo. ¡Sigue comiéndote mis pies, aaaaggg, qué rico, siiii, qué gusto, aaaggg, así, así, así…! -Exclamó mientras se corría-.

- Parece que ya estás mejor.

- Mucho mejor. Dame un minuto y verás como tú también mejoras. -Me dijo con los ojos cerrados-.

Me tumbé yo también un poco más en la silla. Rocío abrió los ojos y se levantó.

- ¿Dónde vas? -Le pregunté-.

- A por aceite de masaje.

Volvió al minuto se puso a mi lado y vertió parte del contenido del bote sobre mi polla y mis huevos y luego lo extendió con sus manos.

- Sí que la tienes como el palo de una bandera.

Se volvió a sentar y a poner sus piernas sobre las mías, luego colocó la planta del pie derecho sobre mi polla y los dedos de su pie izquierdo bajo mis huevos.

- ¿Te han hecho esto alguna vez? -Me preguntó-.

- No, nunca. ¿Y tú lo has hecho?

- Tampoco nunca.

- Pues, por ahora, lo haces muy bien.

- Ya me dijiste que tenía un talento innato para el sexo.

- Y es verdad.

Los pies de Rocío me estaban produciendo un gran placer y sobre todo un morbo enorme. Estaba muy relajado con las manos sobre sus piernas, dejándola hacer.

- Joder, Rocío, ¡qué maravilla!

- Me alegro de que te guste.

- No es que me guste, es que me estoy poniendo como una moto.

- Eso pretendo. ¿Te follaste al final a tus sobrinas?

- Me follé a todo Cristo viviente, fue una auténtica locura.

- Hiciste bien, ellas lo estaban deseando.

- No te puedes imaginar el juego que me hizo mi sobrina María, fingiendo que era la chica que venía a ayudar a casa para que la follase. -Rocío se rio con el comentario-.

- Carlos, creo que vas a durar ya muy poco.

- Estás en lo cierto, sigue así, sigue con ese movimiento. -Le dije cuando ella deslizaba la planta de su pie a lo largo de mi polla-. ¡Aaaaggg, sigue, sigue, qué gusto, aaaggg, …! -Grité cuando empecé a correrme con unos enormes chorros que cayeron sobre mi pecho y sobre sus pies-.

- Pues para la faena que le has hecho a Rosa esta mañana, tenías el depósito cargado.

- Esto tenemos que repetirlo.

- Cuando quieras. Anda vamos a limpiarnos, que tengo hambre.

Nos dimos una ducha rápida, preparé algunas cosas, abrí una botella de vino y volvimos a la terraza a cenar.

- ¿Cómo son tus hermanas? -Me preguntó-.

- Muy distintas. Lola es muy alegre y sensual, como sólo le llevo cuatro años, nos llevamos muy bien. Paula es mucho más joven, tiene veinticinco años ahora, es bastante seca de carácter y no se le conoce pareja. La diferencia de edad ha hecho que no tengamos mucha intimidad.

- Si vienen las dos te vas a divertir.

- Bastante. Lola se hizo nudista en una tarde y Paula reniega del nudismo como de la peste, aunque no lo haya practicado nunca, que yo sepa.

- Ah, el otro día tuve un sueño bastante calentito en que intervenías tú. -Me dijo Rocío-.

- ¿Lo recuerdas?

- Más o menos.

- Pues cuéntamelo.

- A ver si lo pongo en pie.

Yo estaba de médica en el centro de salud de mi pueblo y apareciste tú como paciente. Te indiqué que te sentaras y te hice las preguntas de rigor para abrirte la ficha. Cuando terminé, te miré y te pregunté por qué venias a la consulta.

- Verá doctora, estoy preocupado porque las últimas dos veces que una amiga y yo hemos intentado tener sexo, no ha sido posible

- ¿Por qué?

- Porque no he logrado tener una erección.

- ¡Venga ya Rocío! ¿Cuándo nos ha pasado eso a nosotros? -La interrumpí-.

- Carlos, fue un sueño, no que yo lo haya pensado ni nos haya pasado.

- Pues podías soñar otras cosas.

- Déjame seguir que me cortas el hilo.

- ¿Ha empezado a tomar alguna medicación recientemente?

- Ninguna.

- ¿Antes le había pasado con la misma amiga?

- No, nunca.

- ¿Cómo diría usted que era antes su rendimiento sexual?

- Yo diría que alto. Me levantaba casi todas las mañanas con una erección bastante grande y era capaz de hacer el acto sexual dos o tres veces sin que se me bajara la erección.

- ¿Está usted seguro de eso? -Te pregunté extrañada-.

- Claro que estoy seguro. Pregunte a cualquiera de las mujeres con que he tenido relaciones sexuales.

Empecé a pensar que eras de los que se comen una y se cuentas veinte.


- Si usted lo dice. Desnúdese y túmbese boca arriba en la camilla. ¿Está usted pasando por una situación de estrés? -Te pregunté mientras te desnudabas-

- Ninguna en especial.

- ¿Le gustan a usted las mujeres?

- ¿En qué sentido?

- En el sentido de si le excitan sexualmente.

- Bastante, hasta mucho diría yo.

Me puse los guantes de látex y empecé a reconocerte el pene. Pues no está mal dotado, pensé.


- Por fuera parece todo normal. Testículos normales, pene normal tirando a grande.

- ¿Cree usted que podría ser sicológico?

- Podría ser. Su amiga trató de excitarlo cuando no lograba la erección.

- Sí, ella hizo todo lo que pudo.

- ¿Qué exactamente?

- Pues ya sabe, excitación manual, sexo oral, masajes con sus pechos, incluso me dio a oler sus bragas, que es algo que me excita tremendamente.

- ¿Y?

- Desgraciadamente, sin resultados.

- ¿Su amiga es una mujer atractiva?

- Mucho, se parece bastante a usted.

- Gracias por el cumplido. ¿Las dos veces fueron iguales?

- Sí, mi amiga se esforzó cuanto pudo, pero nada.

- ¿Ha tratado usted de excitarse sólo?

- ¿Qué si he tratado de masturbarme?

- Si, eso.

- Lo hice los primeros días, incluso veía películas porno de mujeres con grandes pechos, pero ni así. Luego, al ver que no servía para nada, no he vuelto a intentarlo.

- A ver, trate de intentarlo ahora.

- ¿Qué me masturbe?

- Sí. ¿Qué va a ser?

- Es que así en frío, con cincuenta años que tengo, no me apetece ahora.

- Es terapéutico, piense en algo que le excite.

- Si usted me lo pide.

Llevaste una mano a tu polla y otra a tus huevos y cerraste los ojos para concentrarte.


- Tú lo que querías era verme haciéndome un pajote. -Interrumpí de nuevo a Rocío-.

- A nadie le amarga un dulce, pero estaba tratando de ayudarte con tu problema.

- ¡Qué yo no tengo ese problema!

- En el sueño, Carlos. No seas pesado.

Te miraba mientras tratabas de excitarte y no puedo negar que yo empecé a excitarme un poco.

- ¿En qué está pensando ahora? -Te pregunté-.

- En los pechos y en el trasero de mi amiga.

- ¿Siente algo?

- Es que en estas circunstancias comprenderá que me cuesta excitarme.

- ¿Tiene alguna foto de su amiga?

- Sí, en el móvil, pero son un poco subidas de tono.

- No importa, coja el móvil.

Te acerqué el móvil que te habías dejado en la mesa de consulta, tú te incorporaste en la camilla y las buscaste. Eran de una chica, muy parecida a mí, reflejada en un espejo mientras follaba.


- ¿Es usted quién la está penetrando?

- Sí.

- Pues entonces le funcionaba bastante bien.

- Ya le he dicho que no me pasaba hasta hace dos semanas.

- Mire las fotos y vuelva a masturbarse.

- Oiga, ¿lo normal no sería mandarme unas pruebas médicas o recetarme alguna píldora?

- Haga lo que le digo ¿o es que el médico es usted?

- Por supuesto que no.

Volviste a cogerte la polla con la mano y a masturbarte, mirando las fotos del móvil. Yo empecé a excitarme bastante mirándote.


- Me parece que aquí vamos a tener para largo. -Te dije, descolgué el teléfono y le pedí a recepción que anulara todas las citas-. ¿Tiene usted alguna parafilia que le excite especialmente?

- Sí, la que le he dicho de oler bragas usadas de mujer que las hayan mojado con sus jugos.

- ¿No le parece un poco sucio y pervertido?

- Cada uno tiene sus cosas. Ve como no hay manera de que tenga una erección.

- ¿Se masturbaba usted mucho de joven?

- Mucho no, pero claro que me masturbaba.

- ¿En que pensaba entonces para excitarse?

- En que una mujer con los pechos muy grandes se metía en la ducha conmigo y me hacía una felación.

- Pues piense en eso ahora.

- ¿Tú cómo sabes eso? -Pregunté a Rocío-.

- Porque es lo que se imaginan la mayoría de los hombres.

- No lo sabía, que poco original era.

- ¿Está pensando que está en la ducha y una mujer de grandes tetas le está comiendo la polla?

- Sí, doctora. -Me contestaste mirándome extrañado por el cambio de lenguaje-.

- ¿Te estás haciendo ahora una paja, Carlos? -Me preguntó Rocío interrumpiendo la narración-.

- Sí.

- ¿Con mejores resultados que en mi sueño?

- Mucho mejores.

- No te obsesiones es sólo un sueño.

- Ya lo sé, pero me estoy agobiando.

- No te agobies, que el sueño tiene un final feliz.

- ¡Uf, menos mal!

- Déjame que siga que ya termino.

En el sueño me quité el tanga que llevaba, sin que pudieras verme, y me lo metí en el bolsillo de la bata.

- A mí me está pareciendo que no sabes masturbarte. -Te dije-.

- ¿Cómo no voy a saber masturbarme, si llevo toda la vida haciéndolo con excelentes resultados?

- No es lo mismo con veinte años, que con cincuenta. Toma, huele esto y déjame a mí. -Te dije pasándote mi tanga y quitándome los guantes de látex-.

Te llevaste el tanga a la nariz, mientras yo apartaba tus manos y te cogía la polla con las mías.


- ¡Qué bárbaro, doctora! ¿Qué le pasa para que huela así su tanga!

- ¿Qué me va a pasar? Pues que me he puesto muy caliente con la consulta.

- ¿Le pasa con frecuencia?

- Según el tipo de consulta y el paciente.

- ¡Doctora, estoy empezando a notar un principio de erección!

- Y yo también empiezo a notarla.

Rocío se levantó de su silla y me dijo que me echase boca arriba en la tumbona. Cuando lo hice, ella se sentó a horcajadas y empezó a masturbarme. Yo ya tenía la polla muy morcillona.

- Doctora, esto es milagroso.

- ¡Qué va a ser milagroso, milagroso sería que se le levantase a mi marido!

Te tenía cogidos los huevos con una mano y con la otra ya recorría el tronco de tu polla, que estaba ya casi plenamente empalmada.


- ¡Doctora, no permita que se me baje!

- No te preocupes que no lo voy a permitir. -Te dije empezando a comértela-.

- ¡Doctora, que bueno! ¿Enseñan esto en la facultad?

- No, se aprende en la facultad, pero no lo enseñan en la docencia. La tienes ya como un palo, ahora vas a pagarme la consulta. -Te dije, me quité la bata, me quedé desnuda, me subí en la camilla y de frente a ti, me metí tu polla hasta el fondo del chocho-.

- ¡Doctora, está usted buenísima!

- Ya lo sé, cógeme las tetas. -Te dije apoyando mis manos en tu pecho-.

Empecé un sube y baja endemoniado, que fue haciendo mella en la resistencia de los dos.


- ¡Doctora, no sólo me he empalmado como un mulo, sino que creo que me voy a correr!

- Me vas a demostrar eso que me has contado antes de que puedes echar varios polvos seguidos.

- Yo lo verá usted misma con sus propios ojos.

- ¡Córrete, que yo me voy a correr ya!

- ¡Siiii, uuuufff, siii, otro, …! ¿Los nota doctora? -Me dijiste cuando empezaste a correrte-.

- ¡Claro que los noto, me corro, me corro, qué rico, aaaagggg, siiii, siiii, …!

A la misma vez que en sueño de Rocío nos corrimos en la realidad.

Sin dejarte descansar un minuto, te dije:

- Ahora, fóllame a lo perrito.

- Claro, doctora como quiera.

Te bajaste de la camilla, te pusiste detrás de mí y me la incrustaste hasta el fondo y yo empecé a mover el culo en todas direcciones.


- Tírame del pelo hacia atrás y sóbame el clítoris.

- Doctora es usted una mujer muy pasional.

- No lo sabes tú bien, pero te vas a enterar hoy.

Tú bombeabas en mi interior constantemente sin dejar de sobarme el clítoris.


- Ve como era verdad lo que le dije de que podía echar dos o tres polvos seguidos, sin que se me baje la erección.

- Lo veo, lo veo y sobre todo lo siento, la tienes todavía como un palo.

Después de un buen rato de seguir follando, te dije que iba a volver a correrme.


- Córrase cuando quiera, yo voy a aguantar un poco más.

- ¡Qué fiera! ¡Aaaaagggg, sigue follándome, sigue follándome, siiii, qué rico, qué largo, aaaagggg, siiii …!

No pude más y me dejé caer en la camilla boca arriba, tiraste de mí hasta dejarme la cabeza fuera de la camilla y empezaste a follarme la boca, hasta que al final volviste a correrte.


Oímos un fuerte jadeo en la terraza de la vecina. Rocío me miró con cara de extrañeza.

- Es la vecina, que se debe haber puesto calentita con tu sueño. -Le dije en voz baja-.

- ¡Vaya par de polvos que hemos echado a costa de mi sueño!

- ¿Ha terminado ya, porque yo no puedo con más?

- Sólo un detallito.

Cuando nos vestimos y volvimos a la mesa de consulta, me dijiste:

- Doctora, muchas gracias por haberme curado.

- No sabemos si estás curado del todo, vuelve dentro de quince días para repetir el tratamiento.

Nos reímos los dos

- ¿Lo del sueño es de verdad o te lo has inventado? -Le pregunté-.

- ¿Y a ti que más te da?

- Pues tienes razón, a ver si te acuerdas de más y me los cuentas.

Ya en la cama, antes de dormirnos, me dijo Rocío:

- ¿Sabes que Mari Carmen ha dejado a su novio?

- No, no lo sabía. ¿Qué les ha pasado, porque parecía muy contenta con él?

- Pues que el tío tonto se folló a una compañera de trabajo más fea que pegarle a un padre y Mari Carmen se enteró.

- ¡Vaya, lo siento!

- Dice que ahora va a disfrutar de lo lindo.

- Pues mejor para ella.

A la mañana siguiente Rocío se levantó temprano para ir a su trabajo y yo me levanté con ella para hacer café. Al cabo del rato, salió vestida con su uniforme. Mientras se tomaba su café conmigo, le pregunté:

- ¿Te veo luego?

- No lo sé, igual vamos a cenar Mati Carmen y yo a ver si se anima un poco.

- De acuerdo, dale recuerdos de mi parte.

- Se alegrará de recibirlos.

Estuve adelantando trabajo todo el día, en previsión de la inminente visita de mi hermana Paula. Por la noche llamé a mi hermana Lola.

- Hola, hermano, ahora te iba a llamar.

- ¿Por qué?

- Además de por hablar contigo, para decirte que al final podré acompañaros, pero que llegaré después de Paula.

- Estupendo. ¿Tú sabes cuando viene Paula?

- Creo que me dijo que, pasado mañana, el sábado próximo.

- ¡Tiene cojones que viene a mi casa y no se digna decirme cuando!

- No te enfades con ella, te llamará seguramente mañana.

- Bueno, a ver si es verdad. ¿Y tú cuando vienes?

- El martes siguiente. Tendrás que ir a buscarme, porque me voy en avión.

- Sin problemas.

- Un beso de las niñas, que están por aquí.

- Otro para ellas. Hablamos antes del martes.

Sobre las diez y media de la noche me llamó Rocío.

- Hola, Carlos.

- Hola, Rocío. ¿Qué tal?

- Bien. Estamos Mari Carmen y yo tomando una copa en el chiringuito y nos preguntamos si te apetecería acompañarnos.

- Pues mira sí, llevo todo el día trabajando y me apetece una copa al aire libre. En quince minutos, el tiempo de vestirme, estoy con vosotras.

- Si no te quieres vestir no lo hagas, aquí hay mucha gente en pareo.

- Bueno ya veré, Hasta ahora.

Salí a la terraza, hacía un poco de frío y decidí vestirme. Rocío y Mari Carmen estaban sentadas en una mesa con sus copas por delante. Se habían arreglado mucho las dos para salir a cenar. Saludé a Mari Carmen con dos besos en las mejillas y a Rocío con un pico en los labios.

- ¡Qué guapas os habéis puesto las dos! -Les dije-.

- Ya estábamos hartas del uniforme y hemos salido a quemar la noche. -Me contestó Mari Carmen, que había perdido peso desde la última vez que la vi-.

- ¿Habéis cenado aquí?

- No, hemos cenado en el centro comercial y luego nos ha apetecido tomar una copa al fresco de la playa. -Me dijo Rocío-.

Mari Carmen estaba un tanto ausente, debía ser por la ruptura con su novio.

- ¿Qué tal estás? -Le pregunté, cogiéndole suavemente el brazo-.

- Regular, pero ya se me pasará. -Me contestó. Noté que estaba un tanto bebida-. Lo que peor llevo es no follar.

- Yo le he dicho que eso tiene fácil arreglo. -Me dijo Rocío-.

- Yo soy una mujer que necesita follar todos los días, igual que comer o beber y llevo dos semanas a palo seco. -Insistió Mari Carmen-.

- Ya verás como eso se arregla pronto. -Le dije por consolarla-.

- Para vosotros es muy fácil, que queréis follar, pues folláis y listo. Para mí ahora mismo, no.

- Será porque no quieres. Mira la cantidad de hombres que hay. -Le dijo Rocío señalando las otras mesas-.

- ¿Dónde, Rocío? ¿Dónde? No ves que más de la mitad son homosexuales.

Me fijé y no le faltaba razón a Mari Carmen. Ellas dos se pidieron otra copa y yo seguí con la que tenía. Mari Carmen se levantó para ir al servicio, En el corto trayecto dio varios traspiés que demostraron que estaba no un poco, sino bastante bebida.

- Pobre Mari Carmen, yo creía que lo llevaba mejor, pero en cuanto ha bebido ya se ve que no. -Dijo Rocío-.

- ¿Cómo habéis venido?

- En el coche de Mari Carmen.

- Pues no está para conducir. Quedaros a dormir en mi casa.

- Será lo mejor, lo difícil será convencerla. Me duele verla así, al fin y al cabo, es buena amiga y fue ella quién nos presentó.

- Sí. Lo mejor será que la duerma hoy y mañana será otro día.

Volvió Mari Carmen dando los mismos traspiés que antes.

- ¿Ha aparecido algún hombre mientras he ido al servicio? -Dijo al sentarse-.

- No, en todo caso, se ha ido alguno. -Le contestó Rocío-.

- Muy graciosa. -Le dijo Mari Carmen-.

- Mari Carmen, Carlos dice que nos quedemos a dormir en su casa y yo creo que es lo más prudente. -Le dijo Rocío-.

- ¿Allí hay algún hombre más?

- No te pongas pesada, ya sabes que no. -Le contestó Rocío-.

- Me estoy acordando de cuando te depilé, tenías una polla muy apetecible. -Me dijo Mari Carmen-.

- Y sigue teniéndola. -Le contestó Rocío-.

- Zorra, que bien que te la beneficias. ¿Vosotros folláis mucho?

- ¿A qué llamas tú mucho? -Le preguntó Rocío-.

- No sé, todos los días.

- Cuando estamos juntos dos o tres veces al día.

- Cacho de guarra suertuda.

- Déjalo ya, Rocío. Creo que lo mejor será irnos, antes de que demos un espectáculo. -Dije-.

Me levanté, me dirigí al camarero y pagué las copas. Entre los dos logramos levantar a Mari Carmen, llevarla cada uno de un brazo hasta casa, quitarle el vestido y los zapatos y meterla en la cama en ropa interior.

- ¡Joder, qué borrachera ha cogido! -Le dije a Rocío sirviendo dos copas en la cocina-.

- Y qué perra le ha dado con lo de follar. Ahora parece que le moleste que los demás lo hagamos, como si le estuviéramos quitando a ella los polvos.

- Por fin, parece, que mi hermana Paula vendrá el sábado. Podríamos salir los tres a cenar.

- Por mí de acuerdo, me gustará conocer a tu hermana la pequeña.

- ¿Tan pasional es Mari Carmen, como para estar así por quince días sin hacerlo?

- No lo sé, no ha sido hasta esta noche que se ha puesto así.

- ¿Te vienes a la cama? Estoy cansado.

- ¿De qué estás tan cansado? ¿No habrás estado visitando a la doctora de mi sueño?

- No, he estado trabajando todo el puñetero día.

- ¿Entonces hoy no hay polvete?

- Vamos, sacaré fuerzas para ti.

Terminamos las copas, cogí a Rocío por la cintura y nos fuimos al dormitorio. Nos aseamos y nos acostamos abrazados. Rocío se durmió sólo poner la cabeza en la almohada y yo un minuto después que ella. Me despertó Rocío sobándome la polla, que ya estaba empalmada.

- Anoche caíste dormida nada más acostarte. -Le dije-.

- Bueno, pero hoy me he despertado con las ganas de ayer y las de hoy juntas.

- Eso me gusta. -Le dije dándole un beso en un pezón de sus durísimas tetas-.

- Estate quieto, déjame a mí.

Se incorporó, se puso sobre mi polla de espaldas y lentamente fue penetrándose hasta tenerla entera dentro. Su culo y su espalda eran deliciosos. Le cogí las manos y se las puse a la espalda atrapándolas con una de mis manos, mientras que con la otra le acariciaba el culo.

- Me gusta tenerte así. -Le dije-.

- Y a mí que me tengas así.

Rocío movía su culo adelante y atrás de una forma deliciosa y gemía suavemente.

- Tienes un chocho delicioso, parece que esté hecho para mí. -Le dije-.

- Y tú una polla a su medida.
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Un Giro a mi Vida Después de Divorciarme – Capítulo 015

Escuché un ruido, miré por el costado de Rocío y Mari Carmen estaba en la puerta en ropa interior mirándonos. Rocío debía saberlo desde hacía un rato, pues estaba frente a ella. No dije nada, ya conocía las tendencias exhibicionistas de Rocío, ella debió darse cuenta de que yo me había percatado de la presencia de Mari Carmen en la habitación.

- ¿Te importa si la invitamos a unirse a nosotros? -Me preguntó en voz muy baja-.

Yo esperaba tener un polvo tranquilo con Rocío, pero tampoco me disgustó la idea de hacer un trío con Mari Carmen. Volví a mirar a Mari Carmen llevaba un sujetador que le apretaba y le subía sus hermosas tetas y un pequeño tanga.

- Si a ti no te importa, a mí tampoco. -Le contesté-.

- Ven, Mari Carmen, únete a nosotros. -Le dijo Rocío-.

Mari Carmen debió dudar un poco, pero al final vi como se acercaba a la cama, se quitaba el tanga y se subía en ella.

- Acércate que te coma el chocho. -Le dije-.

Me puse otra almohada debajo de la cabeza, ella puso sus rodillas a los lados de mi cabeza. Su chocho estaba completamente depilado, tenía el monte de Venus muy carnoso y sus labios mayores bastante cerrados encerraban a los menores. Puse mis manos en su culo y ella se abrió el chocho con las manos, antes de ponérmelo en la boca. Lo tenía empapado y desprendía un fuerte olor a jugos. Pensé que tenía que pedirle el tanga que llevaba desde el día anterior. Cuando le pasé la lengua por su chocho, ella lanzó un fuerte suspiro y luego dijo:

- ¡Qué rico!

Seguía escuchando los gemidos de Rocío, que ahora tenía sus manos sobre mis muslos y subía y bajaba con más intensidad.

- Cuando me corra te dejo aquí. -Le dijo Rocío-.

- No tengas prisa, Carlos me está comiendo el chocho que es una delicia.

- Lo sé, es una de sus grandes habilidades.

- ¡Uuuufff, que falta me hacía un rato así! -Dijo Mari Carmen-.

- ¿Carlos, te vas a correr conmigo? -Me pregunto Rocío-.

- Sí.

- ¿Entonces me voy a quedar yo sin probarlo? -Preguntó Mari Carmen con cierto fastidio-.

- No te preocupes, Carlos puede correrse varias veces seguidas con la misma erección. -Le contestó Rocío-.

Mari Carmen bajó la cabeza y me miró cómo preguntándome si era cierto y yo le hice un gesto afirmativo con la cabeza.

- ¡Qué bueno, desde luego eres una zorra con mucha suerte! -Le dijo Mari Carmen a Rocío-.

- ¡Carlos, córrete que yo ya estoy a punto!

Fue decírmelo Rocío y empecé a correrme con mucha fuerza dentro de su chocho.

- ¿Así, así es cómo quieres que te llene el chocho?

- ¡Sí, sí así, sigue, aaaagggg, como me gusta que me llenes el chocho con tu lefa, aaaagggg, qué bueno, siiii, …!

- ¡Carlos, no dejes de comerme el coño, que yo también me estoy corriendo, aaaaggg, sigue, sigue, sigue, aaaaggg, …! -Gritó Mari Carmen corriéndose a la misma que Rocío y yo-.

- Ponte aquí, Mari Carmen, verás como no te engañaba. -Le dijo Rocío levantándose, un par de minutos después de habernos corrido-.

Mari Carmen se desplazó hacia atrás mirándome hasta cogerme la polla.

- ¡Joder como la tienes de dura todavía, a mi novio no se le ponía así ni antes de correrse! -Me dijo, echándose todavía un poco más a mis pies y agachándose para metérsela en la boca-.

Rocío se vino a mi lado y me besó en la boca y luego me dijo:

- ¡Fóllatela bien, que me voy a hacer una paja mirándoos!

- Rocío, me encanta que seas tan caliente.

- Y a mí serlo, no sabes cómo lo disfruto.

Mari Carmen me comía la polla con verdaderas ganas. Yo tenía las manos en su cabeza, siguiendo sus movimientos arriba y abajo. Al rato se incorporó, subió por mis piernas, me volvió a coger la polla y poco a poco se la fue metiendo, mientras hacía exclamaciones de satisfacción y de placer. Se sacó las tetas del sujetador, me cogió las manos y se las llevó a ellas. Rocío estaba a mi lado sentada en la cama con la espalda en el cabecero y las piernas abiertas. Se estaba sobando el clítoris y metiéndose los dedos en el chocho.

- ¡No sabes la suerte que tienes con esto! -Le dijo Mari Carmen a Rocío-.

- Claro que lo sé. Echar los polvos de dos en dos no tiene precio.

Mari Carmen apoyó sus manos en mi pecho y empezó a subir y bajar sobre mi polla, dando unas fuertes palmadas sobre mí con su culo y sus ingles cuando se dejaba caer.

- ¡Te lo estás pasando bien! ¿Eh?

- Bien, no, lo siguiente a lo siguiente.

- ¿Te queda mucho para correrte? -Le preguntó Rocío a Mari Carmen, con voz de estar ella también a punto-.

- No, muy poco. No recuerdo la última vez que me corrí dos veces seguidas en el mismo polvo. ¿Carlos, podrás correrte de nuevo?

- Eso espero, si no, voy a pasar una mañana muy mala. -Le contesté riéndome-.

- ¡Pues ve preparándote porque yo me voy a correr ya! -Me dijo Mari Carmen incrementando el ritmo de sus movimientos-.

- Empieza tú, que yo te alcanzo.

- ¡Aaaayyy, qué bueno, ya, ya, ya, la Virgen, qué pedazo de corrida me estoy pegando, …!

- ¡Joder, qué pajote más gustoso, que rico, siiii, ya, aaaahhh, si, si, si! -Gritó Rocío sin dejar de sobarse el clítoris y meterse los dedos-.

- ¿Me puedo correr dentro? -Le pregunté a Mari Carmen-.

- ¡Claro que sí, como lo hagas fuera te la corto!

- ¡Toma, toma, toma, uuuuffff, toma más y otro y otro, aaaggg, sigue moviéndote Mari Carmen, sigue, que me queda algo dentro, …! -Grité al correrme-.

Marí Carmen se dejó caer sobre mi pecho intentando recuperar el aliento.

- ¡Con la perra que me acosté anoche de que no follaba y vaya un despertar que he tenido! -Dijo Mari Carmen-.

- Mari Carmen, se nos ha hecho tarde, una ducha rápida y luego nos ponemos el uniforme en el coche. -Le dijo Rocío-.

- Tienes razón. -Dijo Mari Carmen saltando de la cama, junto con Rocío-.

Mientras se duchaban fui a la cocina a preparar café. Cuando el café estuvo preparado salieron las dos desnudas.

- Toma, me ha dicho Rocío que te lo regale. -Dijo Mari Carmen, dándome su tanga. Me lo llevé a la nariz y madre mía cómo olía-.

- Hasta luego. -Dijeron las dos al irse-.

Me duché, me peiné y salí al salón a hacer algunas llamadas de teléfono. Primero llamé a un fontanero para que arreglase la ducha del segundo cuarto de baño. Podría haberlo hecho yo sólo, pero sabía que nunca iría a comprar el flexómetro y menos lo pondría. Luego llamé a mi hermana Paula para saber si llegaría al día siguiente, como me había dicho Lola.

- Buenos días, Paula.

- Buenos días, Carlos.

- ¿Te sería mucha molestia decirme cuando vienes?

- ¿Te has levantado picajoso?

- No, pero me gusta saber que va a ser de mi vida, al menos a corto plazo.

- Mañana, si además ya lo sabías por Lola.

- ¿Sobre qué hora?

- Pues no lo sé, depende de cuando me levante.

- De acuerdo, Paula. Llámame para que indique como llegar y abrirte la puerta.

- Así lo haré.

- No hace falta que te traigas mucha ropa. -Le dije para picarla-.

- ¡Vete a la mierda! -Me dijo y colgó-.

Verás las que vamos a tener durante estos días, pensé y me auto recomendé paciencia.

A media mañana, sonó mi móvil, era un número que no tenía en la agenda.

- ¿Sí?

- Buenos días. ¿Ha llamado usted a un fontanero? -Me preguntó una voz de mujer-.

- Sí, esta mañana.

- ¿Me puede decir dónde está el portero electrónico?

- No hay, tengo que bajar a abrirle. ¿En qué puerta está usted?

- Aquí pone puerta B.

- Espéreme ahí, tardo un minuto.

Me puse el pareo por la prisa y bajé a abrir. El fontanero era una mujer como de cuarenta y tantos años con un mono azul de trabajo, una caja de herramientas pequeña y una caja de cartón bajo el brazo.

- Pues sí, que está esto anticuado, no tener porterillo.

- Son cosas de la comunidad. -Le dije cerrando la puerta tras entrar ella-.

- Están los hombres graciosos con ese trapo reliado, como si fueran indios, de la India, ya me entiende.

- Ya, ya. Es cómodo.

- Debajo no se lleva nada, ¿no?

- Normalmente, no.

- O sea que con el mandado a su aire.

- Pues sí, claro.

Nos cruzamos con una mujer como de sesenta años desnuda.

- Anda esa. ¿Qué querrá lucir?

- Tampoco se trata de lucir nada.

- Lo que usted diga, pero yo creo que sí. Normalmente a estas urbanizaciones guarras viene mi marido. El dice que no le gusta que yo vaya viendo mingas, me imagino que para que no vaya a comparar y salga perdiendo, pero yo sé que lo que pasa de verdad es que a él le gusta ver a las tías en pelotas.

- ¿Y cómo es que ha venido usted hoy?

- Porque él está en una obra y como el trabajo es fácil, pues me he decidido yo a venir.

En el portal nos cruzamos con dos hombres desnudos y depilados con la toalla al hombro, seguramente camino de la piscina. La fontanera hizo un gesto como de asombro.

- ¡Vaya que sueltecitos y mejor depilados que muchas mujeres! -Me dijo mientras esperábamos el ascensor-. ¿Usted también se pasea por ahí en cueros?

- Normalmente no.

- Mi marido y yo no hemos ido nunca a la playa nudista, aunque él dice a veces que se va a dar un paseo por la playa y yo creo que va a mirar a las que toman el sol en pelotas. Mis chiquillas yo creo que sí que van, porque no les noto la marca del biquini. A mí me da igual que vayan, son muy jóvenes y muy guapas y a ver si luciendo el hopo pillan a uno que no sea un garrulo como su padre.

Qué barbaridad lo que habla esta mujer, pensé. Cuando entramos al piso le ofrecí un vaso de agua.

- ¿Qué hora es? -Me preguntó-.

- Sobre las doce y media.

- Pues si a usted no le importa yo prefiero ya una cerveza.

- Claro, sin problemas.

Saqué dos cervezas y dos vasos del frigorífico y le ofrecí.

- Yo no quiero vaso, sabe más fresquita a morro. Habrá que quitarse las mascarillas, sino no sé cómo vamos a beber. -Dijo, quitándosela-.

Era una mujer guapetona con una cara simpática, con una bonita nariz y boca, de labios bastante carnosos. Con el mono, era imposible intuir algo del resto del cuerpo.

- ¿Y usted va normalmente desnudo por aquí?

- Salvo que haga frío, sí.

- Lo que me faltaría a mí sería tener a mi marido todo el día con la cosita al aire por casa. ¿Vive usted solo?

- Sí.

- Una pena, los hombres solos no saben apañarse.

- No crea, yo me apaño bastante bien.

- Será por las lavadoras que tendrá que poner. -Dijo riéndose-.

- No muchas, la verdad. -Le contesté riéndome también-.

- ¿Y qué tal eso de llevar el mandado a su aire?

- Está bien, mejor que llevar los calzoncillos o el bóxer.

- Yo se lo digo a mi marido, que cambie de los slips al bóxer, que se le airee un poquito a ver si se le anima. Una vez le regalé uno a ver si se gustaba, se los puso un día y me dijo que estar dando campanazos todo el día era una guarrería y yo le dije, ¿de qué campanazos hablas, criatura? Lo que a mí si me gustaría es lo poder ir sin sujetador, qué comodidad y poder ir luciendo los melones. ¿No cree usted que es un contradiós que, precisamente lo más bonito que tenemos las mujeres, lo disfrute sólo un hombre?

- Sí, pero así es la sociedad.

- ¡Qué se vaya al carajo la sociedad! Bueno, ¿me dice dónde está la ducha que hay que arreglar?

- Por aquí. -Le dije y le indiqué la puerta del baño-.

- Me voy a quitar los botines, para no ensuciarlo todo.

Se sentó en el inodoro y se los quitó. Luego cogió el rociador y abrió uno de los grifos.

- El flexómetro que está picado.

- Yo no entiendo mucho, pero lo he supuesto.

Sacó una llave inglesa de la caja de herramientas y soltó el tubo de la pared y del rociador.

- Tenga esto lo puede tirar con toda tranquilidad. -Me dijo pasándome el tubo viejo-.

Abrió la caja de cartón, sacó el nuevo, lo colocó y puso el rociador en el soporte.

- Pues listo, vamos a probar. -Dijo y abrió el grifo sin darse cuenta de que, ella estaba debajo, con lo que recibió un buen chorro de agua hasta que pudo cerrar el grifo-. ¡Me cago en todo, seré tonta!

- Espere que le traigo una toalla.

- Gracias, pero me he puesto el mono perdido. ¿No tendrá otro trapo de esos para ponérmelo mientras se seca un poco a ropa?

- Sí claro, ahora le traigo las dos cosas.

Fui a mi dormitorio, cogí del armario una toalla y un pareo grandes y se los llevé al baño. Ella se estaba quitando el mono de espaldas a la puerta en el momento que regresé.

- Aquí se los dejo. -Le dije poniéndolos en la encimera del lavabo y entornando la puerta-.

- ¡Joder, hasta el sujetador y el tanga se han mojado! -La escuché decir desde el salón-. ¡Vamos hay que ser tonta del culo!

- No se enfade, un accidente le ocurre a cualquiera. -Le dije-.

- Sí, pero coño, que yo llevo ya veinte años en esto. Oiga, ¿esto como se pone para que te tape?

- Por encima del pecho, presionado como si fuera una toalla de baño o con un nudo.

Salió del baño con el pareo puesto y el resto de la ropa en los brazos. Le quedaba bien el pareo, tenía unas tetas grandes que le permitían apoyarlo sobradamente y le había hecho un nudo por delante.

- ¿Le molesta si la pongo en la terraza al sol para que se seque antes?

- En absoluto. ¿La ayudo?

- ¿A qué, a tender?

- Sí.

- Venga hombre, por Dios, ¿dónde se ha visto eso?

El pareo le hacía un tipo bonito. Cuando se agachó para poner la ropa en el tendedero, se le marcó un culo de bastante buen tamaño. La ropa interior que estaba tendiendo era blanca muy sencilla.

- ¿Quiere otra cerveza o un vino? -Le ofrecí-.

- Otra cerveza no, que luego me hincho, pero un vino sí, mientras se seca la ropa. Pues no estoy muy mal con esto del trapo. ¿Se me ve algo indiscreto? -Me preguntó al verse reflejada en el espejo del salón-.

- Nada. -Le dije mirándola-. Va usted de lo más decente de la urbanización-.

- Me voy a acostumbrar yo a llevar esto por casa, que se me ventile bien el hopo, aunque mi marido me llame de guarra para arriba. Además, que fácil para desnudarse si surge una oportunidad. -Dijo riéndose-.

Me caía muy bien la fontanera, era sencilla, expresiva, charlatana, espontánea y ocurrente.

- Llevamos un rato hablando y no me ha dicho usted su nombre. -Le dije al pasarle su copa de vino-.

- Es verdad, María del Mar, muy de la tierra de Almería. Usted Carlos, por lo que he visto en el albarán.

- En efecto y yo creo que deberíamos tutearnos, ya que estamos tomando un vino.

- Por mí perfecto, eso del usted, me parece muy antiguo. Sabe que me está dando curiosidad eso de ir desnuda por la casa y por la terraza. Ya en la calle y eso no, pero en casa, ¿por qué no? Digo yo que a ti no te importará, porque estarás harto de ver tías en pelotas

- Por mí lo que quieras, María del Mar. Voy a abrir unas latas para acompañar el vino.

- Si, por favor, porque yo me achispo enseguida con el vino a secas.

Ella se quedó en la terraza, yo abrí un par de latas, las puse en unos platos, con algunos picos de pan, cogí la botella que estaba abierta y me dirigí a la terraza. María del Mar estaba desnuda de espaldas, mirando el mar. Tenía una espalda fuerte, unas caderas anchas, un culo de bastante buen tamaño y unas piernas que no eran feas, aunque con unos muslos anchos a juego con su culo y sus caderas.

- Al final te has decidido a desnudarte.

- Total, si va a ser una vez en la vida, pues habrá que probar.

Se volvió hacia mi de frente. Tenía unas tetas muy blancas, más bien grandes, caídas por la edad y los embarazos, un poco de barriga, con algún michelín y el chocho con una buena mata de pelo.

- ¿Y qué, cómo te sientes? -Le pregunté-.

- Pues muy a gusto, aunque con un poco de vergüenza. Me tenia que haber decidido cuando era más joven.

- Nunca es tarde, mírame a mí que he empezado a los cincuenta.

- Un hombre de cincuenta años es todavía un hombre muy atractivo. Una mujer de cuarenta y ocho como yo, ya ha dejado de ser atractiva, si es que alguna vez lo fue.

- Eso no es verdad, es el cuento de las mujeres con la crisis de los cuarenta y cinco.

- Lo que tú digas, pero no. -Dijo picando de las tapas que había sacado-. ¿A ti te importaría quitarte el pareo?

- ¿Por qué?

- Por tener la sensación completa de cómo se vive en una casa nudista.

- De acuerdo. -Le dije y me quité el pareo-.

- ¡Ay, que jodio, que llevas todo el mandado depilado!

- Suele ser bastante habitual, ya viste a los vecinos con los que nos hemos cruzado.

- Pues te queda bien, tienes una minga y unos cojones muy aparentes.

- Gracias, ya te he dicho que eres una mujer atractiva.

- ¿Tú crees, con estas tetas blanquecinas y caídas, este michelín y este tamaño de caderas puedo ser una mujer todavía atractiva? -Dijo marcándose cada zona del cuerpo que iba mencionando-.

- Sí que lo creo. -Le dije rellenando las copas de vino-.

- Pero soy yo la que no te creo. Esto no se lo puedo contar a mi marido, que me va a llamar de puta para arriba.

- Pues no se lo cuentes.

- Una curiosidad. Esto de estar una pareja en pelotas todo el día, debe ser un folladero de mucho cuidado. Aquí te pillo, aquí te mato.

- En mi experiencia, que tampoco es tanta, la lívido se incrementa bastante.

- ¿Qué es eso de la lívido?

- Las ganas de practicar sexo.

- Pues entonces yo estoy sufriendo de eso ahora mismo.

- De todas formas, hace unos días, una amiga que tiene una tienda de ropa interior me demostró que una lencería erótica tiene el mismo efecto o mayor sobre la lívido.

- ¿Tú estás caliente ahora?

- Sí.

- ¡Pero si tú debes estar acostumbrado, lo mío es la novedad!

- Tu eres una novedad para mí.

- ¡Venga ya, que aquí te tienes que haber follado lo más grande!

Me acerqué a ella le cogí la cara y la besé en la boca. Ella se sorprendió un poco al principio, pero luego abrió la boca y me devolvió el beso, me cogió las manos y las llevó a su culo para que la abrazara. Mi polla empezó a reaccionar con los besos y el abrazo. Yo le cogí sus manos y las llevé a mi culo, me apretó muy fuerte contra ella. Mi polla se empalmó y la metí entre nuestras barrigas.

- ¡Buen aparato tienes! -Me dijo-.

- ¿Qué quieres que hagamos? -Le pregunté.

- Pues echar un quiqui, ¿no?

- ¿Tienes prisa?

- No me espera nadie en casa y no tengo más chapuzas que hacer hoy.

- Vamos al dormitorio. -Le dije y tiré de su mano para que me siguiera-.

En el dormitorio volvimos a besarnos y a abrazarnos.

- Me estoy poniendo a revienta calderas, como con un novio muy follador que tenía antes de casarme. -Me dijo-.

- ¿Y eso es bueno o es malo?

- Eso es estupendo para ti y para mí.

Me cogió una mano y se la llevó a su chocho. Yo empecé a acariciárselo con suavidad.

- Si está muy seco mójate los dedos en mi boca. -Me dijo-.

- No está nada seco, sino lo contrario.

- Hace tiempo que casi no segrego, cuando mi marido me lo hace me tengo que poner crema para que no me duela.

- Verás como así no te va a doler. -La tumbé en la cama boca arriba y le fui besando y mordiendo poco a poco sus hermosos muslos-.

- ¡Ay, que rico! Esto no me lo había hecho ni el novio ese follador que tuve.

- Ábrete el chocho con las manos. -Le pedí-.

Tenía vello corto por todo el chocho, le pasé la lengua varias veces arriba y abajo, deteniéndome especialmente en su clítoris, grande y prominente. Ella jadeaba y gemía insistentemente.

- ¡Qué bueno, Carlos! A mi marido no le gusta hacérmelo y a mi es de las cosas que me producen más placer, aunque hace tanto tiempo que no me lo hacen, que casi se me había olvidado.

- Relájate, pásalo bien y olvídate de todo.

Seguí lamiendo su chocho mordisqueando su clítoris. Estaba segregando jugos como si tuviera veinte años.

- ¡Carlos, siento que me voy a correr ya y te voy a dejar a dos velas! -Me dijo-.

- De eso nada, ya me encargaré yo de que no sea así.

- Es que me quedo como desmayada.

- Córrete sin problemas.

- ¡Si tú lo dices, ahí voy, aaaaggg, por Dios que rico, sigue Carlos, sigue, presiento que va a ser largo e intenso, aaaaggg, ahora, ahora, sigue, sigue, …! -Tenía espasmos en las piernas y su chocho no paraba de segregar, hasta que se quedó como paralizada-.

La miré, tenía los ojos cerrados y la respiración entrecortada. Me puse encima de ella para jugar con sus tetas y su barriga. Tenía una piel muy suave que apetecía acariciar. Al cabo del rato abrió los ojos y me miró.

- Ha sido un orgasmo como no recordaba, pero ves lo que te dije, que me quedo luego como desmayada. ¿Ha pasado mucho tiempo? -Me preguntó-.

- No lo sé, no he mirado el reloj.

Puso su mano sobre mi polla, que seguía como un palo.

- Tienes una buena polla, ¿quieres que te haga una paja?

- Prefiero que me la comas.

- No sé si me acordaré, a mi marido no le gusta.

- Seguro que sí te acuerdas.

Me tumbé en la cama con dos almohadas bajo la cabeza, ella se puso de rodillas a mi lado, se recogió el pelo a un lado, e intentó cogerme la polla con la boca directamente. Las dos primeras veces no pudo, pero a la tercera sí. Yo le puse una mano en el pelo y la otra mano la movía entre sus tetas y su chocho.

- Para no tener experiencia reciente lo haces muy bien, María del Mar.

- Gracias. -Me contestó escapándosele mi polla de la boca-.

- Si la coges con la mano te será más fácil y podrás hacerme más cosas.

- Yo es que vi en una película guarra que una mujer lo hacía así.

- El porno es el porno y esto es la vida real.

- Tienes razón, ahora puedo lamerla, comérmela e incluso lamerte y comerte los cojones.

Yo seguía con una mano entre sus tetas y su chocho y elle me lo agradecía gimiendo y lanzando sonidos de placer.

- ¿Te has corrido en alguna ocasión varias veces seguidas? -Le pregunté-.

- La mayoría no me he corrido ni la primera. -Me contestó ella riéndose-.

- Hoy lo vamos a intentar. -Le dije incrementando las caricias sobre su clítoris-. Tienes un clítoris muy hermoso y juguetón-.

- Eso me decía una amiga del colegio, cuando nos enseñábamos nuestros hopos, para saber cual de las dos se estaba desarrollando más rápido

- ¡Qué bien me lo haces, que placer me estás dando!

- Y tú con la mano en mi chocho.

- ¿Se te han corrido alguna vez en la boca?

- Nunca, el novio follador no quería más que follarme el chocho y a mi marido no le gusta que se la coma.

- ¿Te gustaría?

- No lo sé, no lo he probado, pero en una película porno lo hizo una mujer y me dio curiosidad de que se sentiría.

- ¡Uy, que bien me lo haces! ¿Ves mucho porno?

- Ahora no, pero durante una época le dio por ahí a mi marido, para poder empalmarse. Ahora yo creo que él sigue viéndolo para cascársela el solo.

- Yo estoy en el límite de no retorno, ¿y tú?

- Muy cerca de correrme otra vez. ¡Sigue acariciándome y si puedes méteme los dedos!

Tenía el chocho completamente lleno de jugos, por lo cual no tuve ningún problema en cumplir sus deseos

- ¡Cómo me gusta cuando te metes mis huevos en la boca, qué placer!

- Es que como vas depilado es gustosísimo no estar comiendo pelos.

- Ahora, María del Mar, hazlo como quieras, ¡me voy a correr!

- ¡Y yo también me voy a correr, no dejes de acariciarme y meterme los dedos!

- ¡Ya, aaaggg, toma, toma, María del Mar, todo para ti, siiii, …!

- ¡Me corro por segunda vez, siiii, sigue Carlos, sigue, no te pares, sigue dándole a mi hopo, …!

María del Mar había decidido enfocarse mi corrida a la cara y a las tetas. Cuando terminó de correrse volvió a caer en el mismo letargo de antes, con la cabeza apoyada en mi vientre. Curiosa mujer, pensé, en realidad estaba deseando practicar nudismo y percibir las sensaciones que produce y luego una cosa ha llevado a la otra.

- ¡Joder, Carlos, es la primera vez en mi vida que me he corrido dos veces seguidas, coño, ni con el novio follador, que tuve! -Dijo cuando abrió los ojos-.

- ¿Qué tal un tercero, yo tengo que hacer algo para bajar esto? -Le dije señalando mi polla, que seguía empalmada-.

- Lo del tercero dalo por imposible, pero algo hay que hacer con el pollón que tienes ahí y que no se te baja.

- ¿Se te ocurre algo?

- Yo tengo poca práctica y menos imaginación, pero una vez vi en una peli porno, como una mujer se ponía a cuatro patas en la cama y el hombre se la follaba por detrás. Como yo tengo un culo grande, te puede resultar más sugerente.

- De acuerdo, ponte aquí en este borde la cama, para que podamos vernos reflejados en el espejo, y yo te follaré de pie.

- Yo nunca me he visto follando, ¡mira que las cochinadas que se te ocurren!

- ¡Anda anímate, que lo vamos a pasar muy bien!

- Yo ya lo he pasado muy bien esta tarde, me parece que más todavía debe ser pecado, Así que a pecar que, si eso, ya me confesaré.

María de Mar se colocó como le había dicho delante del espejo. Sus hermosas tetas le colgaban por la posición y se perfilaba la potencia de sus caderas y de sus nalgas.

- ¿Sabes que me gusta lo que veo y a ti te gusta? -Me preguntó-.

- Mucho. -Le contesté poniéndome detrás de ella y sobándole su potente culo-.

- Me gusta que me toquen el culo, claro que con mi permiso y tú lo tienes para hacer lo que quieras.

Le puse la punta de la polla en su chocho y con las manos sobre sus caderas empecé a tirar de ella para atrás lentamente, observando su cara de placer cuando lo hacía.

- ¡Que me gusta tu polla tan grande y dura dentro de mi hopo! -Me dijo mirándome a los ojos por el espejo-. Debo tenerlo todavía empapado.

- No te puedes hacer una idea de cómo estás de jugos.

- Si eso de la pérdida de jugos no es culpa de la edad, sino de la falta de excitación al follar.

- ¿Te gusta despacito o fuerte?

- Me gusta empezar despacio y terminar fuerte.

Ella había cogido su ritmo sola, lo que me permitió ir sobándole con las manos todo su culo, suave y bastante duro, el trabajo debía mantenerla en forma.

- No recordaba lo que me gustaba follar. -Me dijo moviendo el culo en torno a mi polla-. Cuando empiezas a follar mal es que hasta se te quita el gusto y la afición.

- En eso tienes toda la razón. Yo no empecé a follar como Dios manda hasta que me divorcié de mi mujer.

- ¿Hace mucho tiempo?

- No, apenas un año.

- Pues has aprovechado el año, porque ahora follas que da gloria.

- Eres tú que me inspiras.

- Pues inspírate algo más y métemela más fuerte, quiero notar el rebote de tus cojones en mi hopo.

La cogí las tetas y empecé a darle unos embates tremendos contra su culo que sonaban como trallas.

- ¿Te refieres a esto? -Le pregunté-.

- Sí, a esto, a esto. -Me contestó mirándose en el espejo-. Es curioso, nunca me había visto a mí misma follando

- ¿Te gusta lo que ves?

- Mucho, primero me gusta verme desnuda y empalada por una buena polla y luego me gusta ver la cara de golfa que se me pone.

Había llevado una mano a su clítoris y se lo sobaba con bastante fuerza.

- Esa mano te la voy a comer. -Me dijo con mucha guasa-.

- ¿No te gusta?

- Claro que me gusta. Me gusta tanto que voy a volver a correrme.

- Yo también estoy listo. ¿Me puedo correr dentro?

- Te puedes correr donde quieras, pero mejor hazlo fuera, no estoy tomando nada y para una vez que lo hago con mi marido, usamos condón.

- ¡Carlos, me corro, me corro, no dejes de sobarme el chocho, por lo que más quieras, así, así, así, aaaagggg, qué rico, siiiiii, aaaaggg, …!

Cuando María del Mar terminó de correrse se dejó caer hacia delante y yo me corrí entre su espalda y su culo.

- ¡Joder María del Mar, que culo y que espalda tienes para correrse encima de ellos, qué rico, aaaaagggg, …!

- Voy a darme una ducha para probar el arreglo del flexómetro y luego me vestiré, la ropa debe haberse secado. ¿Me la traes?

- Claro.

Fui por la ropa a la terraza, en efecto ya estaba seca, se la llevé al baño, dónde estaba terminando de secarse, se puso primero el sujetador y mientras se ponía el tanga, me dijo:

- Carlos, la fontanería de esta casa tiene ya unos años, por lo que habría que revisarla cuidadosamente. Te llamo y trazamos un plan de revisión que nos venga bien a los dos.

- Por mí, perfecto, estaba empezando a estar un poco preocupado.

- Además, he visto que convendría revisar también la instalación eléctrica, si quieres se lo puedo decir a mi hermana pequeña que es electricista.

- Por mi perfecto.
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