Un Giro a mi Vida Después de Divorciarme – Capítulos 007 al 010

heranlu

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Un Giro a mi Vida Después de Divorciarme – Capítulo 007

A las dos horas de la llamada a mi hermana Lola para decirle que ya estaba sólo en el piso, me llamó ella:

- Carlos, ya tengo los billetes del vuelo de las niñas. Las cosas se han precipitado un poco, les he sacado billete para mañana.

- ¡Coño, Lola con las prisas!

- El domingo no hay vuelo y el del lunes estaba ya completo.

- ¿Qué llegan a la misma hora que llegaste tú?

- Sí, sobre diez y media. Otra cosa, al final se ha apuntado también una amiga de las dos.

- ¿Dónde va a dormir? No tengo sitio para las tres.

- Son jóvenes y se apañan de cualquier manera. ¿No tienes un sofá? Pues que una duerma en el sofá.

- ¿La amiga sabe dónde viene?

- Creo que sí, al parecer las niñas le contaron dónde viajaban y ella insistió en apuntarse. No las vas a conocer cuando las veas de lo que han crecido.

- ¿Cuánto tiempo hace que no las veo? Por lo menos un año, ¿no?

- Yo creo que algo más. ¿Qué tal era la amiga de Paula?

- No sabría decirte, rarita, por decir algo.

- Con rarita quieres decir lesbiana.

- No sólo lesbiana. Se agobió con la zona y se empeñó en irse cuando antes.

- Estoy cada día más convencida de que nuestra hermana pequeña también es lesbiana.

- Ella me dijo que no, pero si lo es no pasa nada, ya es mayorcita.

- ¿Cómo te va a ti con tu amiga?

- Está muy liada con su nuevo trabajo y nos hemos visto poco esta semana.

- Si es tan guapa y tan buena persona como dices, no la dejes escapar.

- Gracias, pero lo que le hace falta es ir un tiempo por su cuenta.

- No te estoy diciendo que te ennovies. ¿La llamas alguna vez?

- La verdad es que no, siempre me llama ella.

- Pues llámala a las mujeres nos gusta saber que alguien está pendiente de nosotras.

- Puede que tengas razón, la voy a llamar cuando terminemos de hablar. ¿Y a ti que tal te va en tu nueva vida de divorciada?

- Regular, hermano, desde que follé contigo no he tenido una follada como Dios manda. ¿Qué les pasa a los hombres de tu edad?

- No sé a qué te refieres, ¿pero por qué tiene que ser con hombres de mi edad? Tú eres muy atractiva, prueba con alguno que sea más joven que tú.

- Eso voy a tener que hacer, pero tampoco quiero convertirme en la niñera ni en la maestra sexual de un jovencito.

- Los jóvenes de hoy saben mucho de sexo, a ver si es él quien te da lecciones a ti.

- Así sea, por mi encantada. Bueno, te dejo para que llames a la chica, ¿cómo se llamaba?

- Rocío.

- Pues llámala. Un beso.

- Otro para ti.

Tiene cojones el tema, pensé al colgar. Me vengo a vivir a una zona nudista a más de cuatrocientos kilómetros de mi familia y mi hermana me manda a mis dos sobrinas y a una amiga de ellas. Mis sobrinas eran unas niñas muy lindas de pequeñas, gemelas, hacía poco que habían cumplido los dieciocho años. Rubias, pelo lacio y unos bonitos ojos azules. La última vez que las había visto parecía que tuvieran catorce o quince años, en vez de los dieciséis o diecisiete que debían tener. Salí de mis meditaciones para llamar a Rocío.

- Hola, Rocío, soy Carlos.

- ¡Qué bien que me llames! ¿Qué ha pasado para que lo hagas?

- Nada, quería saber de ti.

- Acabo de terminar de trabajar y estaba pensando en llamarte. ¿Me invitas a tu casa?

- Por supuesto, estoy deseando verte.

- Te llamo en quince minutos para que me abras la puerta de la urbanización, veras que novedades tengo.

- Me dejas en ascuas. Hasta ahora.

Me preparé una copa y salí a tomármela a la terraza desnudo. Había tenido un golpe de suerte increíble conociendo a Rocío. Una joven bellísima, estupenda persona y muy abierta. No sólo follaba de maravilla, sino que me divertía con ella y sus ocurrencias. A los quine minutos, más o menos, sonó mi móvil, era Rocío.

- Ya estoy abajo.

- Voy.

Me puse en pareo y bajé a abrirle. Venía con el uniforme del gabinete de estética en el que había empezado a trabajar, con una especie de tablero o camilla plegada colgada del hombro y una mochila a la espalda.

- ¿Qué traes? -Le pregunté tras darnos un beso-.

- Las novedades que quiero contarte.

Cogí el tablero y subimos al piso por el ascensor. En el corto trayecto del ascensor volvimos a besarnos, esta vez apasionadamente.

- ¿Qué quieres tomar? -Le pregunté cuando entramos al piso-.

- Lo que tú estés tomando. Voy a cambiarme mientras me preparas la copa. -Dijo yendo hacia el dormitorio. Volvió a los pocos minutos con una malla y una camiseta sin mangas, ambas blancas, las dos piezas tan ajustadas a su cuerpo que las tetas y los pezones se le marcaban, al igual que su chocho, por mucho que ella dijera que lo tenía de muñeca chochona-.

- ¡Qué barbaridad, que guapa! -Le dije al verla-.

- Te parece bonito.

- Yo diría algo más que bonito, diría que muy sugerente. Pero creía que ibas a desnudarte.

- Después, primero quiero saber tu opinión. ¿Te acuerdas de que la otra noche quedé a cenar con Mari Carmen y la jefa?

- Sí.

- Durante la cena la jefa nos dijo que le propusiéramos novedades para mejorar y ampliar los servicios del gabinete.

- Eso está bien, que os incentive y escuche vuestras propuestas.

- Pensando durante toda la semana se me han ocurrido varias cosas. Primero cambiar el uniforme por otro más atractivo y sugerente. Ves, aquí, dijo señalándose la teta izquierda, iría el logo y el nombre del gabinete.

- Sí, ese sería su sitio, sobre el corazón.

- Exacto, es lo mismo que he pensado yo. Otra novedad sería llevar nuestra propia camilla para la depilación, hacerlo en una cama es poco profesional. Ayúdame que la vamos a montar en el dormitorio.

Cogí la camilla plegada y la llevé al dormitorio, detrás de Rocío. ¡Joder, que culazo le hace la malla! Pensé al verla. Entre los dos montamos la camilla en el dormitorio.

- A ver, quítate el pareo. -Hice lo que ella me dijo, yo ya tenía la polla morcillona de verla con el uniforme tan ajustado-. Lo primero que vamos a hacer es dejarte sin un pelito en los bajos. ¿Dónde tienes la maquinilla?

- En el baño, voy por ella.

Mientras buscaba la maquinilla mi calentura subió varios niveles, pensando en la depilación que me iba a hacer Rocío.

- Toma, aquí la tienes, debe estar cargada.

- Ahora túmbate boca arriba.

- ¿Tú sabes hacer esto? -Le pregunté mientras me subía a la camilla-.

- Hombre, con una cuchilla no me atrevería, pero con la maquinilla es más fácil e inofensivo. Además, he practicado esta mañana con mi chocho.

- Bueno, pues adelante. -Le dije imaginándome a Rocío desnuda depilándose el chocho-.

- Como tienes todavía el vello cortito, voy a ir directamente con la afeitadora.

Rocío cogió mi polla ya empalmada con una mano y con la otra fue pasando la maquinilla. Estaba de lo más sexi con el uniforme y la atención que prestaba a su tarea.

- ¿Te excita que te coja la polla?

- Claro que me excita, como a cualquiera.

- Ahora cógete la polla tú para apartarla, que yo tengo que ponerte en posición los huevos para la maquinilla.

- ¿De dónde quieres que la aparte, si la tengo pegada a la barriga?

- Es verdad, que tonta.

Rocío me iba tirando de la piel de los huevos para pasar la maquinilla, yo estaba cada vez más caliente. Cuando me depiló Mari Carmen me excité también, pero con ella fue como más profesional.

- ¿Te queda mucho?

- No, muy poquito. ¿Por qué?

- Porque me estoy poniendo muy excitado.

- Por eso es bueno que te depile tu pareja. Después de la depilación un buen polvo y listo.

- ¿Tú estás excitada también?

- Claro, pero yo tengo que parecer muy profesional.

- ¿Conmigo también?

- Por ahora sí, después ya veremos. Pues listo, creo. Voy a hacer la prueba.

- ¿Qué prueba?

- ¿Cuál va a ser? Lamerte la polla y los huevos, para detectar si te ha quedado algún pelo.

Rocío empezó a pasarme la lengua por el tronco de la polla, después por la base y finalmente por los huevos. No pude soportarlo y me corrí como una fiera.

- ¡Rocío, me corro, me corro, aaaaggg, aaaagggg, siiiii, aaaggg…!

- Vaya como te has puesto la barriga. Menos mal que sé que no se te va a bajar todavía.

- Ni todavía, ni en bastante rato con el calentón que he cogido. ¿Me dejarás que un día te depile yo a ti?

- Algún día y me excitaré mucho también. Ahora, venga a la ducha mientras me cambio de ropa.

- ¿Y ahora que te vas a poner?

- Ya lo veras cuando te duches. -A Rocío se la había formado un manchurrón de jugos en la entrepierna de las mallas-.

- ¿Me dejarás luego oler tus mallas?

- Según te portes.

¡Vaya corridón que he tenido y vaya calentón que tengo todavía! Pensé al levantarme de la camilla e ir a la ducha. No tardé ni dos minutos en ducharme, secarme y volver al dormitorio. Rocío no estaba. Me senté en la camilla a esperarla más empalmado que antes de correrme.

- Túmbate boca arriba en la camilla y cierra los ojos. -Me dijo del otro lado de la puerta-.

- ¿Qué vas a hacer?

- Hazme caso.

Me tumbé como ella me había pedido y cerré los ojos.

- ¿Ya? -Preguntó-.

- Sí ya.

- No abras los ojos.

Escuché la puerta y me pareció que se acercaba a la camilla.

- He estado pensando sobre la idea de Mari Carmen para quitar la excitación que produce la depilación de los bajos y creo que es mejorable.

- No sé yo que decirte.

- No en cuanto a la finalidad, pero puede hacerse más sofisticado, más estético, más excitante. -Estaba deseando abrir los ojos, pero no quise quitarle la ilusión a Rocío-.

- ¿Qué has pensado?

- Unirlo a la profesión que me gustaría tener, la de masajista tántrica.

- He oído lo de masajes tántricos, pero no se muy bien lo que es.

- Se trata de que sientas el placer por todo tu cuerpo y te unas a la masajista, no sólo corporalmente, sino espiritualmente.

- ¡Joder qué cosas, Rocío! ¿De verdad que tú sabes de eso?

- Estoy haciendo un curso online muy gráfico e instructivo. Si no fuera por el rollo de la energía y todo eso, yo diría que es un puterío.

- No sé si eso le va a gustar a tu jefa.

- Bueno, si no me sirve para el trabajo, por lo menos tú y yo nos divertimos. ¿Estás preparado?

- ¿Para qué?

- Para sentir placer por todos tus poros.

- Mucha tela, ¿no?

- Venga, no seas obcecado.

- Vale, me abro de mente.

Empecé a notar una especie de cosquilleo que iba subiendo y bajando por mi cuerpo. Era placentero, pero sobre todo cuando el cosquilleo era en la barriga, en el nabo o en los huevos.

- ¿Qué tal? -Me preguntó Rocío-.

- No está mal, pero tampoco es para tirar cohetes.

- Abre los ojos.

Rocío se había puesto una especie de micro túnica hecha de jirones de tela blanca que dejaba a la vista sus grandes tetas y su chocho, que ahora con el depilado de esa misma mañana sí parecía el de una muñeca. Estaba muy sexi, a la jodida le quedaba bien todo. En las manos tenía como dos plumas que eran con las que me estaba haciendo las suaves cosquillas.

- ¿Te parece bien la indumentaria? -Me preguntó-.

- No sé Rocío, en mi vida he visto nada de eso del masaje tántrico. De todas formas, estás muy sexi. ¿De dónde lo has sacado?

- Lo he diseñado yo, basado en algunos videos porno y algunas películas antiguas de romanos. -Me contestó sin dejar de pasar las plumas por mi cuerpo-.

- ¿Tú te excitas con esto?

- Esto de las plumas es lo más aburrido de la sesión. Si te parece pasamos a la siguiente fase. Incorpórate.

Rocío se subió a la camilla, abrió las piernas y se pegó a mi desde el chocho hasta la cabeza. Volvió a coger las plumas y mientras me las pasaba por la espalda movía sus caderas apretándome la polla contra su chocho y su vientre.

- Ves, esto me gusta más, incluso si no me estuvieras dando con las plumas.

- Pero entonces no sería tántrico.

La besé en la boca, ella luego me mordió suavemente los labios e incrementó el movimiento de sus caderas contra mi polla. Yo la tenía cogida por el culo para apretarla contra mí. Sus tetas podían taladrarme el pecho de lo duros y grandes que tenía los pezones. Noté que no iba a tardar en correrse por como gemía en mi oído.

- ¡Aaaahhhh, siiii, me corro, Carlos, me corro, aaaaggg, siiii, …! -Gritó-.

Yo me tumbé hacia atrás para que ella se echara encima de mí.

- No creo que debas proponerle esto a tu jefa. Lo del nuevo uniforme y la camilla portátil sí. Por cierto, ¿cómo se ha quedado el uniforme?

- Para tirarlo, el olor no hay quien se lo quite. Me lo tengo que poner con un tanga debajo.

- Regálamelo.

- Te lo cambio por otra copa.

- De acuerdo.

Nos bajamos de la camilla, recogí los vasos y los rellené. Salimos a la terraza. Yo seguía con un calentón de mil demonios.

- Pues tú dirás lo que sea del masaje tántrico, pero yo me he pegado una corrida de mucho cuidado. -Me dijo-.

- Rocío, después de la depilación tu estabas que reventabas. Con tantra o sin tantra te hubieras corrido igual.

- Eso es verdad. ¿Te gustó lo del otro día con Clara? -Me preguntó-.

- Sí y no.

- ¿Por qué?

- Contigo maravillosamente, como siempre, pero con Clara extraño.

- ¿Habías hecho algún trío antes?

- No, pero el del otro día tampoco creo que se pueda considerar un trio. Igual para ti, sí, pero para mí no. ¿Y a ti te gustó?

- Pues me pasó un poco lo que a ti. La tía quería echarte de tu casa para follarme a solas y le tuve que decir que de eso nada o los dos o ninguno. -Le di un beso en la boca después de oírla-.

- Mañana vienen mis sobrinas y, además, con una amiga suya.

- Ja, ja, ja, ja. -Se descojonó en mi cara-. ¿Cómo es eso?

- Mi hermana, que está completamente loca.

- ¿Qué edad tienen?

- Dieciocho, igual podéis hacer buenas migas.

- ¿Saben dónde vienen?

- Mi hermana dice que sí, pero yo no las tengo todas conmigo de que no sea una encerrona de ella a las niñas, conmigo en medio.

- ¿Y qué vas a hacer?

- Yo nada, salvo que las traiga con los ojos vendados y las encierre dentro del piso, cosa que igual no les gusta. ¿Cenamos algo?

- Vale, pero luego te tengo que quitar la excitación. -Me dijo cogiéndome la polla que seguía empalmada-.

Preparé algo de picar, abrí una botella de vino y nos sentamos en la terraza.

- Se te ocurre algo para sustituir el masaje tántrico.

- Hombre, el control de calidad de la depilación rebaja mucho la excitación, como has podido observar.

- No es mala idea, pero igual no le gusta a mi jefa y tampoco a muchos clientes, que son homosexuales, según me dice Mari Carmen.

- Yo no creo que eso sea un problema. Una buena lamida de huevos le gusta a cualquiera.

- Sigues empalmado.

- ¿Qué quieres estando los dos desnudos y después del masaje tántrico? -Le dije y nos reímos los dos-.

- No te metas con mis ideas, aunque sean mejorables.

- ¿A ti no te hace efecto la bebida?

- ¿A qué efecto te refieres?

- ¡Coño a emborracharte! ¿A cuál va a ser?

- Cuando trabajaba en el pub me hice un reconocimiento médico de esos de las mutuas. Parece que mi naturaleza producía tal cantidad de vitamina B no sé cuántos, que tenía que beberme Escocia para que me emborrachara.

- ¿Entonces para qué me dijiste el primer día que tu norma número cinco era no abusar de la bebida?

- Esa norma era para no arruinarte. -Nos reímos los dos a carcajadas-.

- Sabes que me está cambiando el carácter desde que te conozco.

- ¿En qué sentido?

- Estoy mucho más alegre, he dejado atrás la pesadumbre que me dejó mi matrimonio.

- Algo parecido me pasa a mí. Terminar con mi novio y conocerte, me están convirtiendo en otra persona. -Me dijo apretándome la mano con fuerza-.

- No voy a ser tu novio de reemplazo.

- Ni yo te quiero como novio ni a ti ni a nadie, eso me lo dejaste muy claro el primer día, te quiero como amigo y como amante.

- No me digas esas cosas, que me voy a empalmar más todavía.

- ¿Vas a levantar la mesa con el nabo? -Nos reímos los dos de la ocurrencia-.

- Oye, quédate a vivir aquí el tiempo que estén mis sobrinas. Échame una mano, no sé que hacer con ellas y tú, por edad, estás mucho más cerca de ellas.

- De acuerdo, porque si no vas a ser el tío Gilito, pero me lo debes.

- Te debo lo que tú quieras.

- ¿Qué tal si me comes el coño ahora?

- ¿Me estás acosando?

- Yo a ti, vamos anda. -Dijo, se repanchigó en la silla y se abrió de piernas-.

- No tengo fuerza de voluntad. -Le dije riéndome y poniéndome de rodillas entre sus piernas-.

- No, mejor vamos a la cama, que te coma yo también la polla.

Nos fuimos a la cama, dejando la terraza y la cocina como estaban de empantanadas.

- ¿Hacemos un “69”? -Le pregunté-.

- ¿Tú conoces otra forma de que yo te coma la polla y tú me comas el coño?

- Ahora mismo no se me ocurre.

- Pues entonces.

Me tumbé boca arriba en la cama. Me dolía la polla y los huevos del calentón que tenía.

- ¿Tienes por ahí la malla del uniforme? -Le dije-.

- Para qué quieres la malla, si lo tienes en directo.

Hicimos un “69” de escándalo, nos corrimos los dos y nos quedamos dormidos pasadas las dos de la madrugada.

- Despierta, Carlos, despierta. -Abrí los ojos y el sol entraba por la ventana-.

- ¿Qué hora es?

- Casi las nueve y media y tienes que recoger a tus sobrinas.

- ¡Me cago en todo, vaya el día para quedarme dormido! Vente conmigo.

Nos metimos los dos en la ducha a la misma vez para ahorrar tiempo. Aguantar sin meterle mano a Rocío fue un auténtico suplicio. Mientras ella se arreglaba preparé café. Puse las cosas de la noche anterior en el fregadero y con el café en la boca salimos pitando al aeropuerto. Llegamos diez minutos tarde. En el exterior de la puerta de salidas esperaban tres chicas que a primera vista parecían extranjeras. Me fijé bien en ellas y eran mis sobrinas y su amiga. ¡Joder, tenía razón mi hermana, cómo habían cambiado mis sobrinas! Más altas que yo, como de la altura de Rocío, sobre uno ochenta, rubitas, con el pelo lacio media melena, un tipo fantástico de mujer hecha, unas tetas medianas y unas bonitas piernas que dejaban ver casi enteras los vaporosos vestidos veraniegos que llevaban. Seguían siendo como dos gotas de agua. La amiga era morena, alta también, aunque un poco menos, pelo castaño abundante, guapa de cara y con un cuerpo de ensueño.

- ¿Son esas? -Me preguntó Rocío-.

- Sí, al menos las dos rubias son mis sobrinas.

- No me habías dicho que fuesen gemelas y tan guapas.

Paré el coche delante de ellas y nos bajamos los dos.

- Hola, tío, pensábamos que te habías olvidado de tus sobrinas.

- Cómo me voy a olvidar, lo que pasa es que nos hemos quedado dormidos. Ella es Rocío, una amiga.

- Encantada, yo Marta. -Dijo una de ellas, la que llevaba un vestido en tonos verdes, besando a Rocío en las mejillas-.

- Y yo María. -Dijo la otra, que llevaba el vestido en tonos azules, saludando también a Rocío-. Y ella es Antonia.

- Encantado, Antonia. -Le dije besándola en las mejillas, dándome cuenta de que era una chica muy guapa también-.

- ¡Cómo habéis cambiado en un año, si ya sois dos mujeres!

- Gracias, tito. -Dijeron las dos a coro-.

- Seguís igualitas, si no es por el vestido no hay forma de saber cuál es cada una. Poned las mochilas en el maletero. Tardaremos más o menos una hora en el camino de vuelta.

Las tres se sentaron en el asiento de detrás y Rocío a mi lado delante. Se pasaron la hora de viaje hablando las cuatro sin que yo pudiera meter baza en ningún momento. El tiempo era muy bueno y había gente todavía por la zona. Como siempre unos vestidos y otros desnudos. Al ir a entrar al aparcamiento de la urbanización tuve que esperar que cruzara un grupo de tres parejas todos desnudos.

- ¿Pero esto qué es? ¡Van en pelotas! -Exclamó Antonia y mis sobrinas se echaron a reír. Las muy cabronas no debían haberle dicho nada. Se iba a enterar mi hermana Lola-.

- Es que esta es una zona un poquito particular. -Le dijo Marta-.

- ¿Tanto calor hace aquí? -Preguntó Antonia inocentemente-.

- No es eso, es que se trata de una zona naturista, vamos nudista. -Le contestó Rocío-.

- ¿Pero eso existe de verdad? -Volvió a preguntar Antonia-.

- Ya ves que sí.

Aparqué y mientras sacaban el equipaje del coche, al lado había dos hombres, más jóvenes que yo, desnudos y con dos pollas muy apreciables totalmente depiladas. Antonia se bajó por el otro lado y evitó mirarlos todo el tiempo. Camino del piso nos cruzamos con dos mujeres desnudas, como de cincuenta años y bastante tetonas, con la toalla al hombro que debían ir a la piscina. Antonia se paró, buscó en su bolso y se puso unas gafas de sol. Mientras subíamos los cinco por la escalera, Antonia les dijo a mis sobrinas:

- ¡Pero que cabronas sois, no decirme nada de dónde veníamos!

Mis sobrinas siguieron riéndose de ella a mandíbula batiente hasta que llegamos al piso.

- Este es vuestro dormitorio. Dejad vuestras cosas y organizaros para dormir como queráis. –

Les dije y me fui a mi dormitorio para llamar por teléfono a mi hermana Lola.

- ¿Estáis ya en el piso?

- Sí, Lola. ¿Tú sabes que tus hijas no le habían dicho nada a su amiga sobre esto?

- No lo sé, yo creía que sí.

- Pues no.

- ¡Qué guasonas las dos!

- Lola, yo no le veo la gracia.

- No dramatices, Carlos, tampoco le va a pasar nada por ver unas cuentas pollas y unos cuantos chochos.

- ¿Tú sabes la que se puede liar si se lo dice a sus padres o a su novio y yo por en medio?

- ¡Qué pesado eres, además, ya no tiene arreglo! Ha sido una broma. ¿Cómo has visto a las niñas?

- Muy guapas, Lola. Un beso y para la próxima broma que vayan al club de la comedia.

- Venga ya, Carlos, échale un polvo a Rocío y deja de dar la lata.

Colgué y salí del dormitorio. Rocío y mis sobrinas estaban en la terraza. Me reuní con ellas.

- Esto está muy bien, mejor que el otro apartamento que tenías. -Dijo Marta-.

- Sí que está bastante bien.

- ¿Tío y tu vas también en pelotas por la calle? -Me preguntó María. Anda que le ha faltado tiempo, pensé-.

- Normalmente me pongo un pareo. Aquí se puede ir desnudo, medio desnudo o vestido, según cada uno quiera.

- ¿Y tú Rocío?

- Por la calle también me pongo un pareo, normalmente, a la cintura.

- Entonces llevas las tetas al aire.

- Claro.

- ¿En casa vais en pelotas? -Preguntó Marta-.

- Cuando estamos solos normalmente sí. -Le contestó Rocío-.

- Entonces estaréis todo el día calentitos los dos, ¿no?

- ¡Marta, por favor! -Intervine-. Por cierto, lo que le habéis hecho a vuestra amiga no está bien.

- No te preocupes, esa parece una mosquita muerta, pero luego es muy guarra. -Dijo María-. Seguro que no se pierde ninguna polla de las que haya por aquí, por mucho que disimule.

- ¡María, por favor, cuida lo que dices! -Las niñas habían sacado el desparpajo de mi hermana-.

Noté que Rocío me miraba como diciéndome que cambiara de actitud con ellas.

- Bueno tío, no te enfades, que acabamos de llegar. ¿Nos vais a llevar a comer al chiringuito nudista de la playa?

- ¿Y tú como lo sabes?

- Nos lo recomendó mamá. - ¡Joder con mi hermana! Pensé-.

- ¿Queréis un refresco? -Les pregunté-.

- Mejor una cerveza. -Contestaron las dos a dúo-.

- Te ayudo. -Me dijo Rocío y fuimos los dos a la cocina-.

Mientras sacaba las cervezas y una botella de vino, me dijo Rocío:

- Carlos, déjalas que se expresan como quieran. Los jóvenes ahora utilizan un lenguaje distinto y más directo al que tu usabas a su edad, lo mismo que pasa en el cine o en la televisión.

- Tendrás razón, intentaré dejarlo pasar. Pero vamos, la ocurrencia de no decirle nada a la amiga, aunque mi hermana diga que es una broma que le han gastado, no tiene gracia.

- Déjalo ya y vamos a la terraza. -Le di un piquito en la boca a Rocío y volvimos a la terraza-.

Serví las cervezas y el vino. Rocío empezó la contraofensiva.

- ¿Vais a bajar a la playa nudista? -Les preguntó-.

Ellas se miraron una a otra y luego contestó Marta:

- Yo creo que sí. Una de las cosas que queríamos hacer era quitarnos las marcas del biquini. Nos gustó mucho como volvió mamá.

- ¿Y Antonia dónde está? -Pregunté-.

- Estará deshaciendo la mochila. -Contestó María, dándole un trago a la cerveza-. ¿Vosotros estáis liados? Porque si es así, al tito le ha tocado el EuroMillón.

Iba a contestarle que eso a ella no le importaba, aunque quedaría claro cuando por la noche nos fuésemos juntos al dormitorio, pero se me adelantó Rocío.

- Si por liados quieres decir, qué si follamos, entonces sí. Si quieres decir si somos pareja, entonces no. Y a mí también me ha tocado mi premio.

Admiré la desenvoltura de Rocío para dejar las cosas en su sitio.

- Me alegro por ti, tito, ¡qué cambio a mejor! -Dijo Marta-.

- Gracias. -Le dije-.

- Ya está aquí Antonia, ya podemos ir a comer, en cuanto nos cambiemos.

Miré hacia la puerta de la terraza y empecé a darle la razón a mi sobrina. Antonia se había puesto un biquini que era menos que nada, le tapaba sólo parte de las areolas de sus grandes tetas y la raja del chocho, donde lo tenía incrustado. Se notaba que ese no era el biquini que utilizaría con su familia o con su novio, porque dejaba a la vista las marcas del que usaba normalmente, bastante más recatado. Desde luego la muchacha estaba como un tren.

- ¿Qué diferencia hay entre eso que te has puesto e ir desnuda? -Le preguntó Marta-.

- ¡Qué envidiosa eres! -Le contestó Antonia-. ¿A ti te gusta, Carlos? -Me preguntó dándose una vuelta sobre si misma. Para colmo, las tiras de la cosa esa que llevaba puesta, eran de silicona, por lo que de espaldas parecía que estuviese completamente desnuda-.

- Si lo viera, seguramente me parecería muy bonito. -Le contesté-.

Nos reímos todos con la ocurrencia.

- ¿Tío, como hay que bajar al chiringuito?

- Como cada uno quiera.

- Entonces nosotras vamos a ir como dice Rocío, con el pareo a la cintura. - ¡Vaya sesión de tetas que voy a tener durante la comida! Pensé-.

- ¿Habéis traído pareo?

- Claro, nos lo dijo mamá.

- Pues a cambiarse. -Dije-.

Rocío y yo fuimos a mi dormitorio a desnudarnos y ponernos el pareo.

- Antonia va a por ti. -Me dijo Rocío-.

- ¿Por mí para qué?

- Para que le leas cuentos por la noche. ¿Tú para qué crees?

- ¿Para lío?

- De lío nada, para follar. Por mí te la puedes follar sin problemas y que te aproveche, porqué está bien buena.

Me acerqué a ella y le di un largo beso en la boca. Nos pusimos el pareo y salimos del dormitorio. Nos estaban esperando las tres en la terraza. Mis sobrinas desnudas de cintura para arriba, ya no sabía cuál era Marta y cuál María. Tenían unas preciosas tetas medianitas con unas grandes areolas rosadas y se les notaba la marca de haber tomado el sol con el top del biquini. Carlos, piensa en otra cosa que son tus sobrinas, me dije. Antonia seguía con la cosa que se había puesto, que cada vez me resultaba más provocativa.

- Tengo que ir a hacer otro juego de llaves para dártelas. -Le dije a Rocío al darles un juego a mis sobrinas-.

Yendo hacia el chiringo Rocío y yo nos quedamos algo detrás de ellas tres. La visión de Antonia era espectacular.

- Antonia sabía dónde venía, por mucho que se haga la sorprendida. -Me dijo Rocío-.

- ¿Por qué lo dices?

- ¿Tú crees que se habría traído ese biquini si no supiese dónde venía?

- En eso tienes bastante razón. Mira como se le nota en el culo la marca del tipo de biquini que se ponga normalmente.

- Lo dicho, prepárate porque esta quiere rollo.

Llegamos al chiringo todos juntos. Noté que todos los presentes me miraban preguntándose que hacía yo con semejantes cuatro jovencitas. Ni me extrañó ni me molestó porque yo también me lo preguntaba. Nos sentamos entre el sol y la sombra. Antonia y mis sobrinas llevaban gafas de sol. Llegó el camarero para preguntar por la bebida.

- ¿Queréis vino o seguís con cerveza? -Les pregunté a ellas tres, porque ya sabía que Rocío tomaría vino-.

- Un poco de vino. -Dijeron las tres-.

- Es todavía más curioso de lo que nos contó mamá. -Dijo una de mis sobrinas, pues no podía saber cuál era-.

La hermana le rozó la mano y le indicó con la cabeza hacia un hombre muy musculado y con una polla de bastante buen tamaño, que pasaba al lado de nuestra mesa.

- Ya os acostumbraréis, vuestra madre no tardó más que un rato en hacerlo.

- ¿Y ella también vino con las tetas al aire? -Preguntó una de mis sobrinas-.

- No, pero se quitó el top en menos que canta un gallo.

- ¿Y a ti no te dio cosa verle las tetas a tu hermana? -Si tu supieras la que se lio luego, pensé-.

- Un poco al principio, pero enseguida nos acostumbramos.

- ¿Y vérnoslas a nosotras?

- Si vosotras estáis a gusto, yo también.

Pasó una mujer negra ofreciendo bisutería y cosas así. La detuve.

- Escoged cada una un collar distinto o una pulsera o lo que queráis, pero distinto. No hay forma de saber cuál es Marta y cuál María.

Se echaron a reír, una escogió un collar y la otra una pulsera.

- Ahora, decidme vuestro nombre, para que me quede con él.

Lo hicieron, aunque yo no las tenía todas conmigo que no me estuvieran engañando, era un juego que hacían constantemente con la familia cuando eran pequeñas.

- ¿Tenéis novio alguna de las tres? -Les preguntó Rocío-.

- ¿Novio para qué? -Le contestó Antonia-.

- No sé para lo clásico, salir, hablar, besarse.

- Tenemos muchos amigos y cuando te da el apretón, pues escoges a uno y al lio. -Dijo Marta. Pensé que, que generación tan diferente a la de mi hermana Lola o la mía-.

- ¿Tú has tenido novio? -Le preguntó María a Rocío-.

- Sí y hacéis muy bien en pensar así.

- Por cierto, que no estaría mal tener a algún amigo a mano ahora, porque esto me está excitando mucho. -Dijo Marta riéndose-.

- Y tanto. -Apostilló Antonia-.

- ¿A ti te pasa todavía? -Preguntó María a Rocío-.

- ¿El qué?

- Lo del apretón, ya sabes, ponerte juguetona.

- En la calle o en la playa menos que al principio, pero en casa vaya que si me pasa.

- ¿Estarás contento, no tito? -Me dijo María. La conversación se estaba descontrolando por momentos-.

- ¿Tú no lo estarías? -Le contesté a la gallega-.

El no biquini de Antonia me estaba martirizando. Eran cuatro chicas preciosas y las tetas de Rocío eran inigualables, pero las tiritas del no biquini eran magnéticas para mis ojos. Lamenté no haberme puesto gafas de sol. Comimos y nos bebimos tres botellas de vino. Todos estábamos achispados al final de la comida, menos Rocío que, pese haber bebido casi el doble que los demás, no mostraba el menor síntoma.

- ¿Queréis una copa de sobremesa? -Les pregunté a mis sobrinas y a Antonia, Rocío ya sabía que quería-.

- Yo prefiero darme un baño mientras os las bebéis. -Contestó Antonia-.

- Nosotras también. -Dijeron mis sobrinas-.

Se levantaron las tres y se dirigieron a la orilla de la playa.

- Son divertidas las tres. -Dijo Rocío cuando se habían alejado-. ¿Tú hermana es tan desinhibida como tus sobrinas?

- Desde su divorcio sí.

- ¿Ha cambiado mucho al divorciarse?

- Sí, como ella dice, era una botella de champán agitada sin descorchar.

- Bueno, como tú o como yo.

- Así es.

Volvieron las tres, mis sobrinas desnudas con el pareo en la mano y Antonia con las tiras del no biquini tan movidas que sus areolas y sus pezones quedaban ya al aire. Buenas tetas tiene esta chica, pensé. Mis sobrinas llevaban el chocho depilado, menos una fina línea de vello color castaño en vertical. De Antonia no cabía duda qué tenía debía llevarlo depilado por completo.

- ¿Queréis algo más? -Les pregunté-.

- No, mejor lo tomamos en el piso.

Pagué, las que tenían pareo se lo pusieron y nos fuimos para el piso. Al llegar ellas cuatro se fueron a la terraza y yo me quedé preparando las copas. Mientras lo hacía, apareció mi sobrina Marta.

- Tío voy al baño y te ayudo con las copas.

Cuando salió del baño se había quitado el pareo e iba desnuda. Era una preciosidad.

- Me encanta el sitio y me encanta ir en pelotas. -Me dijo-. No podía pensar que fuera tan liberador.

- Te has aclimatado todavía más rápido que tu madre.

- Ella nos lo contó, yo creí que exageraba, pero ahora creo que se quedó corta. -Me dijo cogiendo algunas copas y volviendo a la terraza-.

Antonia y María estaban boca arriba en la tumbona tomando el sol. Mi sobrina desnuda y Antonia con la misma cosa. Rocío estaba de pie sin el pareo. Le pasé la copa a Rocío y me quedé de pie junto a ella. Marta puso las copas de Antonia y su hermana en el suelo.

- Antonia, debías cambiarte el biquini, llevarlo mojado no es bueno para el chochete. -Le dijo Marta con mucha guasa, cuando le dejó la copa al lado-.

- Déjame tranquila, envidiosa.

- Tío, creo que voy a venir a verte con mucha frecuencia. -Me dijo Marta cuando se reunió con Rocío y conmigo-.

- Cuando tú quieras.

- ¿Por qué no te quitas el pareo? -Me dijo Rocío-.

- Sí, tío, por nosotras no hay problema.

Me quité el pareo y me lo eché al hombro. Observé que mi sobrina me miraba discretamente la polla.

- ¿Te apetece una siesta? -Le dije a Rocío-.

- Sí, pero no para dormir.

- Tenemos la tarde por delante, da tiempo para todo.

- Tía que suerte, con lo gustoso que es un caliqueño a la hora de la siesta. Quién lo pillara con el apretón que tengo.

Lo dicho, mi sobrina era peor que su madre. Rocío le guiñó un ojo, me cogió la mano y tiró de mi hacia el dormitorio. Eché una última mirada a María y a Antonia que seguían dormidas al sol. Cerramos la puerta del dormitorio y nos besamos apasionadamente en la boca.

- Me parece a mí que estas tres se van a matar a pajas esta tarde. -Dijo Rocío-.

- ¡Rocío, que son mis sobrinas!

- ¿Y qué, es qué por eso no son también adolescentes puestas a hervir?

- Si mis sobrinas han salido a su madre, están algo más que puestas a hervir.

- Pues eso, déjalas que desfoguen.

- Estoy pensando que me gustaría verte algún día con un no biquini como el de Antonia.

- Y a mí ponérmelo, que tú me vieras y luego me lo quitaras con los dientes.

- Espera un momento, voy a rellenar las copas.

Abrí la puerta del dormitorio y al dirigirme a la cocina vi entreabierta la puerta del dormitorio de mis sobrinas, miré sin acercarme y Marta estaba desnuda encima de la cama con los ojos cerrados haciéndose un dedo. Es curiosa la atracción que tenemos los hombres por una mujer haciéndose una paja, casi da igual como sea la mujer. Tenía las piernas flexionadas muy abiertas, su chochito era bastante grande y muy rosado, se acariciaba el clítoris con los dedos de una de sus manos, mientras que los dedos de la otra mano entraban y salían de su chocho lentamente. Me empalmé irremediablemente y recordé cuando había pillado más o menos igual a su madre. Me dije que no debía seguir mirándola y continué andando hacia la cocina. Rellené las copas rápido, no me fuera a pillar alguna con la erección que se me había puesto. Al volver al dormitorio no pude evitar mirar de nuevo, sus movimientos eran más rápidos y nerviosos que antes y tenía la cara muy colorada, debía estar a punto de correrse.

- ¿Qué te pasa que vienes tan empalmado? -Me preguntó Rocío al ver la erección que tenía-.

- Que mi sobrina Marta se dedica a hacerse pajas sin cerrar la puerta de su dormitorio.

- ¿Y te ha puesto cachondo verla?

- Cachondo ya estaba, me ha rematado. ¿No podía la niña cerrar la puta puerta para hacerlo?

- Tendría mucha prisa por aliviarse. ¿Te gusta ver a una mujer haciéndose un dedo?

- Siento atracción por observarla y tratar de averiguar qué está imaginando.

Llevábamos un rato abrazados de pie.

- En cualquier hombre o en cualquier cosa que le resulte morbosa. ¿Has mirado alguna vez a las chicas de las cámaras web?

- La verdad es que no. Me parece todo muy falso. ¿Tú en qué pensabas cuando eras modelo de ese tipo?

- ¿Yo? En la lista de la compra, repasaba alguna asignatura o miraba la televisión. Tienes razón en que es todo muy falso. ¿Quieres que me haga un dedo para ti?

- ¿Pero de verdad o de mentira?

- Esta vez de verdad, yo también estoy muy caliente. Deja la puerta entreabierta.

- Ni de broma.

- Venga, Carlos, así podemos imaginarnos que nos ven y es más morboso. -Dijo Rocío entreabriendo la puerta-.

- Te estás volviendo muy pervertida.

- ¿No te gusta?

- Sí que me gusta.

- Hazte una paja a la misma vez que yo.

- ¡Uuummm! Me excita mucho la idea.

Rocío se tumbó en la cama con la espalda apoyada en el cabecero con las piernas abiertas y yo me puse de rodillas, sentado en los talones, frente a ella. Mirándonos, Rocío empezó a acariciarse en clítoris y yo empecé a sobarme el nabo.

- ¿En qué piensas? -Le pregunté-.

- En alguno de los polvos que hemos echado y en lo rico de los orgasmos que me han producido.

- Tienes el chocho brillante.

- Estoy empapada. ¿Quieres que me ponga un tanga para que veas cómo lo dejo?

- Ahora no, prefiero ver cómo te brilla el chochito.

- ¿Y tú qué imaginas ahora?

- Nada, no sabes que los hombres no podemos hacer dos cosas a la misma vez. -Dije riéndome-. Bueno no, ahora mismo te estaba imaginando con el no biquini de Antonia puesto.

- Te ha gustado, ¿eh?

- ¿Tú has visto una cosa más guarra de biquini? Cuando ha vuelto de bañarse con el biquini movido, era todavía peor.

- ¿Te hacías muchas pajas de adolescente?

- Algunas caían. -Recordé lo que me había contado mi hermana de que ella me espiaba mientras me las hacía en la ducha y la polla me dio un bote-.

- ¿Qué te imaginabas entonces al hacértelas?

- Que alguna de las tías del Play Boy se metía en la ducha conmigo y me la comía.

- ¿Sólo comértela?

- No, pero era la parte que más me gustaba.

Rocío había aumentado la velocidad y la fuerza de las caricias sobre su clítoris.

- ¿Te has hecho alguna vez una paja así? -Me preguntó Rocío, que se acercaba irremediablemente a correrse-.

- No y me está resultando de lo más excitante.

- Cuando yo te diga, vente a mi lado y te corres en mis tetas.

- ¿Quieres que te las cubra de lefa?

- Sí, me gusta sentir su fuerza y su calor. ¿Te gusta correrte en mis tetas?

- Mucho.

- Pues vente aquí a mi lado.

Me moví y me puse al lado de sus tetas, estaba caliente como para quemarme.

- ¡Ahora, Carlos, ahora, córrete, lléname las tetas, siiiiii, aaaagggg, aaaaggg, …!

- ¡Toma, todo para ti, toma, toma, aaaaggg, …! -Grité salpicando sus tetas con mi lefa una vez tras otra, metiéndole luego la polla en su boca, hasta que no tuve más remedio que sentarme a su lado para recuperar el aliento-.

- ¿Te ha gustado? -Me preguntó-.

- Mucho. Joder, qué calentón he pillado.

- Calentón el que debe haber pillado Antonia, que no ha perdido detalle.

- ¡No me jodas!

- ¿No te hubiera gustado?

- Rocío, no me des esos sustos.

- ¿Por qué susto? ¿No te parecería morboso que ella hubiera visto cómo te corrías en mis tetas, mientras yo me corría también?

- Vamos a dejarlo. Como broma está bien, pero me daría mucha vergüenza.

Me levanté a cerrar la puerta. Al otro lado de la puerta había algo tirado en el suelo. Lo cogí y cerré la puerta.

- ¿Qué es eso? -Me preguntó Rocío-.

- No lo sé. -Le contesté pasándoselo-.

Rocío lo separó en dos y yo empecé a temerme lo que era.

- ¿No ves que es el biquini de Antonia? -Me dijo depositándolo en la cama-.

- ¿Y qué coño hacía en el suelo al lado de la puerta? Dime si es verdad que Antonia nos ha estado mirando.

- No lo sé seguro. Me ha parecido verla un momento, pero tampoco estaba yo para prestarle mucha atención. Anda, vamos a descansar un poco, que tengo sueño.

Nos acostamos, la abracé por detrás con la polla encajada entre los cachetes de su culo y me quedé dormido. Recuerdo que soñé con mis sobrinas desnudas, pero sobre todo con Antonia y su biquini mirándonos desde la puerta entornada y sobándose las tetas, mientras se acariciaba el chocho.

- Despierta, dormilón, que vas a empalmar la siesta con la noche. -Escuché decir a Rocío-.

Abrí los ojos. Rocío llevaba puesto el no biquini de Antonia. Estaba para follársela de todas las maneras. Las tiritas de arriba estaban empitonadas por sus pezones y no llegaban a cubrirles completas sus grandes areolas. La de abajo la tenía incrustada en el chocho, su monte Venus se le veía casi por completo.

- ¿Qué haces con eso puesto? -Le pregunté-.

- He ido a devolvérselo a Antonia, pero me ha dicho que no hacía falta que era un regalo.

- ¿Un regalo por qué?

- No lo sé. Me ha dicho que lo disfrutemos. ¿Te gusta cómo me queda?

- ¿Cómo no me iba a gustar, con el cuerpo que tienes?

- Que me veas con el biquini me ha puesto muy caliente. Cómeme el chocho.

Rocío se tumbó boca arriba en la cama con las piernas flexionadas y abiertas, yo me puse boca abajo entre sus piernas y empecé a lamerle y a darle suaves bocados en la parte alta de sus muslos acercándome poco a poco a su chocho. Me costó cierto trabajo moverle la tirilla de la raja de encajada que estaba.

- ¿Quieres que me lo quite? -Me preguntó Rocío-.

- No, me gusta mucho así. Tienes el chocho empapado.

- ¿Estás empalmado?

- Mucho.

Le lamía la raja entera. El chocho le olía a que estaba muy caliente. Le atrapaba el clítoris con los labios y se lo movía suavemente, para luego volver a lamerle desde el clítoris hasta el ojete.

- Me lo comes de maravilla, joder que gusto.

Cogió mi cabeza con sus manos y me la movía al ritmo que quería que se lo comiese.

- Cuando me corra, ven aquí que te coma la polla.

- No tardes, que estoy para reventar.

- No te preocupes que no voy a tardar nada.

Seguí comiéndoselo hasta que empezó a tensarse y a gemir muy fuerte.

- ¡Sigue Carlos, sigue, que me voy a correr, ahora, ahora, siiii, sigue, aaaggg, aaaggg, siiii, para, para, vente aquí!

Me puse de rodillas con su cabeza entre las piernas, mirando su cuerpo. Me bajé la polla con la mano hasta metérsela en la boca. Le cogí las tetas moviéndole las tirillas del biquini y empecé a moverme arriba y abajo follándole la boca, hasta que me corrí en su interior.

- ¡Toma Rocío, toma, trágatelo todo, aaaggg, no pares que hay más, toma, toma, …!

Me dejé caer sobre ella cuando terminé de correrme.

- ¡Qué bárbaro, creí que no iba a poder con todo! -Me dijo al poco-.

- ¡Uuufff, que caliente estaba!

- Vamos a arreglarnos un poco y a cenar algo con ellas.

- ¿Te has quedado con hambre?

- Yo, de eso, siempre me quedo con hambre.

Nos duchamos juntos y nos secamos mutuamente. Iba a ponerme un pareo para salir del dormitorio.

- No te lo pongas, si ellas estarán desnudas.

- ¿Tú crees?

- Por lo menos antes lo estaban.
-
 

heranlu

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Un Giro a mi Vida Después de Divorciarme – Capítulo 008

Rocío se fue para la terraza y yo me quedé en la cocina abriendo una botella de vino. Cuando salí estaban las cuatro desnudas, Antonia se había sumado a las costumbres de la zona. Mis sobrinas estaban sentadas en la tumbona con una cerveza en las manos y Rocío y Antonia, también con una cerveza, sentadas alrededor de la mesa.

- ¡Qué buena siesta, tito! -Dijo mi sobrina Marta. No lo sabes tú bien, pensé-.

- ¡Quién la pillara! -Dijo Antonia-.

Serví vino para Rocío y para mi y me senté en la mesa junto a Rocío, frente a Antonia. Me pregunté que hacía yo con cuatro chicas jóvenes desnudas a las cuales por lo menos les doblaba la edad.

- Tío, estábamos hablando de las parafilias y los fetichismos. -Dijo mi sobrina María-.

- Vaya conversación para cuatro jovencitas.

- Son cosas humanas y como dijo el filósofo, nada de lo humano me es ajeno -Dijo Antonia-. ¿Tú tienes alguna?

Yo claro que tenía la de oler y guardar bragas usadas, pero no iba a decírselo a ellas.

- Puede que tenga alguna rareza, pero no una parafilia. -Rocío me miró sabiendo que mentía-.

- Yo soy un poquito exhibicionista. -Dijo mi sobrina Marta-.

- Pues yo también un poco exhibicionista y algo mirona. -Dijo Antonia-. ¿Y tú Rocío?

- Yo soy muy simple, a mí me gusta el sexo, sin más

- Eso nos gusta a todas. -Dijo mi sobrina María-.

- Si me apuras, tal vez me gusta que me dominen. -Dijo Rocío-. ¿Y tú María, que estás muy callada?

- A mí me gusta disfrazarme para follar.

Iba a reprender a mi sobrina, pero me acordé de que Rocío me dijo que las dejara expresarse a su manera.

- Tío, ¿tú con esto de ir en pelotas no serás también algo exhibicionista? -Me preguntó Marta-.

- No creo. Yo no voy desnudo para llamar a atención ni para que me miren. De hecho, por la calle voy siempre con el pareo.

- ¿Os acordáis de la señorita Julia, la profesora de anatomía? -Preguntó mi sobrina María-.

- Sí, claro. -Contestaron Marta y Antonia a dúo-.

- Pues esa era sadomasoquista.

- ¿Y tú cómo lo sabes? -Le preguntó su hermana-.

- Me lo contaron Susana y Guadalupe.

- ¿Y ellas por qué lo sabían? -Preguntó Antonia en esta ocasión-.

- Porqué las invitó un día a su casa y tuvieron una sesión sado.

- Pues tuvo que hartarse de tetas, porqué vaya mostrador que tenían las dos. -Concluyó Antonia riéndose-. ¿A vosotras no os llama la atención eso del sadomasoquismo?

- A mí, que me gusta disfrazarme para hacerlo, un poquito sí. -Contestó María-.

- Yo lo quiero probar un día. -Dijo Rocío y a mí me dio un bote la polla, sólo de imaginármelo-.

Yo no había tenido experiencias sadomaso, pero la parafernalia del asunto me atraía y ahora con lo que había dicho Rocío se me abría la posibilidad de probarlo.

- ¿Cómo es eso de disfrazarte para follar? -Le preguntó Antonia a María-.

- Bueno, es casi como un juego de rol. Según de lo que me disfrace me monto una historia. Si me disfrazo de policía, pues una de cárcel o de un interrogatorio en la comisaría. Si lo hago de enfermera, pues de tratamiento hospitalario o de consulta médica. Si lo hago de monja, pues con el confesor del convento o con el albañil que viene a hacer las chapuzas. Si …

- Por eso te gustan a ti tanto los carnavales y cada día te disfrazas de una forma. -Le dijo su hermana Marta-.

- Claro, que creías.

- ¿Y la vez que te disfrazaste de butanero?

- ¿Tú qué crees? Pues entrega de bombona a un marido caliente o al ama de casa solitaria o al chaval que se queda sólo en casa y se está haciendo un pajote cuando traen la bombona o …

- Pues sí que da eso juego. Lo tengo que probar algún día. -Dijo Antonia-.

¡Joder con mis sobrinas y pensaba yo que eran todavía unas niñas!

- ¿Para que es la camilla que tenéis en el dormitorio? -Preguntó Antonia, yo deje que Rocío contestara-.

- Tiene muchos usos. Sin ir más lejos, ayer depilé a Carlos y luego le di un masaje.

- ¿Sabes dar masajes? -Le preguntó Marta-.

- Estoy aprendiendo.

- ¿Me darías a mí uno?

- Claro, ¿por qué no?

- Voy a preparar algo para picar. -Dije, en parte, por dejar de oír la conversación que se traían mis sobrinas-.

- ¿Te ayudo? -Preguntó Antonia-.

- Si quieres. -Le contesté y Rocío me miró con cara de guasa-.

- ¿Estás ya más cómoda yendo desnuda? -Le pregunté mientras sacaba algunas cosas del frigorífico-.

- Sí, la verdad es que me está gustando. -La miré y pensé en lo buena que estaba-. ¿No te excita vernos desnudas?

- Un poco sí, pero trato de evitarlo.

- ¿Por qué?

- Pues porque Marta y María son mis sobrinas …

- Pero yo no.

- Tú eres su amiga y tienes dieciocho años y yo cincuenta.

- No tienes tantos reparos con Rocío, que también podría ser tu hija. -Antonia no se iba a dar por vencida tan pronto-.

- Rocío es una buena amiga.

- Yo también puedo serlo.

- Anda, llévate esto para la mesa.

Cuando la vi de espaladas andando hacia la terraza me dio un brinco el nabo. Carlos estate tranquilito, me dije. Durante la cena la conversación no varió mucho de la que habíamos tenido antes. Sería la edad y el sitio, pero mis sobrinas y Antonia estaban pensando en sexo constantemente. Después de cenar mis sobrinas y Antonia decidieron bajar a darse un baño en la piscina y Rocío y yo nos fuimos a la cama.

- ¿Qué quería Antonia? -Me preguntó Rocío mientras nos lavábamos los dientes-.

- Yo creo que rollo.

- Te lo dije. No desaproveches la ocasión.

- ¿Vas a hacer de su representante?

- ¿Qué problema tienes en follar con ella?

- Que es amiga de mis sobrinas y no quiero que ellas piensen que soy un pervertidor de menores.

- Perdona, Carlos, pero me parece a mí que sería ella la que te pervertiría.

- Lo que tú digas. ¿De verdad te apetecería probar un día el sadomasoquismo?

- ¿Te pone verdad?

- ¡Vaya que si me pone!

- Algún día lo probamos. Hoy un pequeño adelanto, déjame que te vende los ojos y te folle.

- Me gusta verte.

- Vale, pero hoy me imaginas. Acuéstate.

Me senté en la cama con la espalda contra el cabecero. Rocío cogió la camiseta de su nuevo uniforme, la enrolló y me la puso sobre los ojos, anudándola por detrás de la cabeza. Al minuto se sentó sobre mí y empezó a besarme en la boca. Fui a poner mis manos en su culo y ella suavemente me las retiró.

- Quiero que te estés quieto y me dejes a mí.

Yo ya estaba otra vez empalmado con los besos de Rocío y la presión de sus durísimas tetas sobre mi pecho. Rocío se quitó en encima de mí y empezó a comerme la polla, pajeándome a la misma vez.

- ¡Uuummm, que me gusta! Me estoy poniendo muy caliente.

- Tienes una polla perfecta para comértela, larga y muy dura.

- ¡Qué me gusta que me digas eso!

- ¿Te imaginas que yo fuera Antonia?

- No, a mí me gusta follar contigo. Deja a Antonia tranquila.

- ¿Y que tus sobrinas nos estuviesen mirando ahora?

- Eres una pervertida. Quiero verte.

- Ni lo sueñes, hoy te toca sólo sentirme.

La mamada que me estaba haciendo Rocío me tenía fuera de mí. Unas veces se metía mi polla en su boca, otras me lamía el frenillo y el capullo, otras me lamía los huevos o se los metía en la boca y otras se golpeaba la lengua con mi polla.

- ¡Joder Rocío, cómo me estás poniendo!

- Ahora te voy a follar.

Se puso otra vez sobre mí, aunque no podía verla supe que me estaba dando la espalda. Me cogió la polla y se fue penetrando lentamente, hasta que noté que la tenía entera dentro y empezó a mover las caderas en todas direcciones, mientras me acariciaba los huevos con una mano.

- Rocío, hoy te estás esmerando. ¡Joder, como me tienes!

- No vas a tardar mucho, ¿verdad?

- No, no voy a tardar mucho.

- Yo tampoco.

- Dime cuando te vayas a correr, para corrernos juntos.

- ¿Dónde has aprendido a mover el culo así?

- En el curso de masaje tántrico.

- Voy a tener que pagarte la mitad del curso.

- No, es muy barato para lo que lo disfruto.

- ¡Ahora Rocío, me voy a correr, aaaagggg, siiii, aaagggg, siiii, …!

- ¡Dámelo todo, aaaagggg, quiero sentir tus chorros dentro de mí, aaaagggg, me corro, me corro, me corro, …!

Ella se dejó caer sobre mí de espaldas cuando terminó de correrse, sin sacársela.

- ¿Te ha gustado lo de los ojos vendados?

- Mucho, ¿eso también es del curso?

- Sí, así sólo me sientes.

- ¡Qué talento natural tienes para follar!

- Gracias, te voy a quitar la camiseta.

Rocío se bajó de encima de mí y me quitó la camiseta de los ojos.

- Estás preciosa.

- Es por follar, que me sienta de maravilla. Apaga la luz, que mañana tengo que madrugar.

Apagué la luz de la mesilla, la abracé y nos quedamos dormidos. Amaneciendo, noté que Rocío se levantaba, di media vuelta y seguí durmiendo. Al rato, Rocío debía estar juguetona, porque empecé a notar como me volvía a comer la polla.

- ¿Te quedaste con hambre anoche? -Le dije, pero ella no me contestó, pensé que, por una vez, no debía tener ganas de hablar-.

Que te despierten con una mamada mañanera es una cosa sublime, así que decidí quedarme con lo ojos cerrados y disfrutarla. Rocío, además del repertorio de la noche pasada, añadía nuevas delicias como golpearse las tetas con mi polla o lamerme todos los alrededores de la polla.

- ¡Que maravilla, tienes una boca inmejorable para comerme la polla!

Rocío seguía sin hablarme.

- Si no quieres hablar, no hables, así no paras de comerme el nabo y no te distraes.

La mamada me tenía en el séptimo cielo.

- ¡Qué bien lo haces! ¿Cuántas lenguas tienes para comérmela de esta manera? Entre anoche y ahora me vas a gastar la polla.

Tanto se estaba entreteniendo Rocío con la mamada, que le dije:

- Vas a llegar tarde, aunque con el desayuno tomado.

Finalmente, empezó a pajearme rápido mientras se metía mis huevos en la boca, ya no pude más y me corrí.

- ¡Así, así, sigue, sigue, qué bueno, aaaahhhh, me vas a dejar seco, aaaaggg, …!

Mantuve los ojos cerrados, Rocío debió bajarse de la cama y luego escuché como cerraba la puerta del dormitorio. Me levanté al rato, me aseé y salí desnudo del dormitorio. Antonia estaba en la cocina, también desnuda, tomándose un café.

- Buenos días, Antonia. ¿Mis sobrinas siguen durmiendo?

- Buenos días, Carlos. María creo que sí, Marta está en la ducha. ¿Quieres un café?

- Sí, gracias.

- ¿Con leche?

- Si puede ser, sí.

- Mucha leche o poca leche.

- No sé, normal.

Al poco salió mi sobrina Marta de la ducha, también desnuda.

- Hola, tío.

- Hola, Marta.

Con las tazas de café en la mano salimos a la terraza.

- ¿Qué tal anoche en la piscina?

- Hacía un poco de fresco y nos subimos enseguida. -Me contestó Antonia-.

- ¿Qué tenéis pensado hacer hoy?

- Ayer hablamos de irnos a la playa y luego igual comer en el chiringuito.

- Ya estáis morenas, así que os vais a poner como el tizón.

Vi desde la terraza a María que iba del dormitorio a la cocina, sólo con un tanga mínimo. Se echó un café y salió a la terraza.

- Buenos días. Me ducho y nos vamos a la playa.

Estuvimos un rato hablando hasta que volvió María de la ducha.

- ¿No vamos? -Preguntó poniéndose el pareo-.

- Si, vamos. -Contestaron las otras dos-.

Se fueron las tres y me puse a trabajar un rato. A media mañana me llamó Rocío.

- ¿Qué haces?

- Trabajando un rato, se han ido las tres a la playa.

- ¡Qué tempranito!

- Sí, están locas por tomar el sol en pelotas. Por cierto, no te he dicho nada de la forma tan agradable de despertarme esta mañana.

- Yo no te despertado, cuando me he ido seguías durmiendo.

- Venga ya con la guasa, Rocío.

- De guasa nada. ¿A que te referías con la forma de despertarte?

- Coño, pues a la mamada que me has hecho esta mañana.

- Yo no he sido. No digo que no me hubiese gustado, pero me he despertado tarde e iba con prisa.

- Rocío, pues yo no lo he soñado.

- Pues tú sabrás quien te la ha comido, porque yo no.

- Rocío no me gastes estas bromas.

- Que no es broma. ¿No sabes quién te la ha comido?

- Es que me he quedado todo el tiempo con los ojos cerrados en la gloria, pensando que eras tú.

- Serás el primer hombre al que se la comen y no sabe quién ha sido. Cuando yo me he ido Antonia estaba en la cocina. ¿A ver si ha sido ella?

- ¡Qué raro todo!

- Bueno, nos vemos ya esta tarde, que aquí tenemos ahora mucho trabajo.

- De acuerdo, hasta luego.

Me quedé pensando en lo que había pasado. Seguro que era una broma de Rocío, sin embargo, me pareció que ella estaba hablando en serio. Empecé a preocuparme al recordar que ella no había hablado en ningún momento de la mamada. Y me preocupé más todavía, cuando me vinieron a la memoria las barbaridades que yo le había dicho mientras me la comía. Me llamó mi hermana Lola.

- Hola, hermano.

- Hola, hermana.

- He llamado a las niñas, pero no me cogen el teléfono. ¿Pasa algo?

- No, nada que yo sepa. Hace un buen rato que se han ido las tres a la playa a tomar el sol en pelotas.

- Me alegro. ¿Algún problema con lo de ir desnudas?

- Ninguno, se han aclimatado más rápido que tú.

- Y después en casa les da vergüenza que las vea desnudas. Están guapas, ¿verdad?

- Mucho, Lola, mucho. Sabes hacer niñas estupendamente.

- ¿Y la amiga que tal?

- También aclimatada y también muy bien hecha.

- Carlos, no seas viejo verde.

- ¿Qué quieres, que me tape los ojos?

- Las volveré a llamar, a ver si esta vez escuchan el móvil.

- Vale, Lola, un beso.

Volví a mis pensamientos anteriores. Estaba seguro de que no había sido un sueño y si Rocío no mentía, mis sospechas recayeron en Antonia, no sé si por el zorreo de la tarde anterior o porque Rocío me había dicho que era la única que estaba levantada. Como a la una, volvieron mis sobrinas y Antonia, las tres con el pareo a la cintura.

- ¿No ibais a comer en el chiringuito? -Les pregunté-.

- Sí, pero ya estábamos de playa hasta las orejas. -Contestó Marta-.

- ¿Queréis comer aquí o bajamos luego al chiringo?

- Como tú quieras. -Dijo María-.

Yo trataba de escrutar a Antonia, a ver si le notaba algo raro. Lo único que noté es que cada vez que se creía que no la veía, me miraba la polla.

- Voy a ducharme. -Dijo Marta-.

- Yo también, así que no tardes. -Le dijo María-.

- Si quieres ducharte en el baño de mi dormitorio.

Acompañé a María hasta mi dormitorio.

- ¡Joder, tito, las manos de follar que te debes dar aquí! -Dijo cuando vio el baño-.

- Tú no puedes ser un poquito menos expresiva.

- ¿Te molesta que diga follar?

- Di lo que quieras. -Le dije dejándola en el baño y volviendo a la terraza-.

- Antonia, ¿quieres una cerveza? -Seguía con el pareo a la cintura, tenía unas tetas grandes para su edad-.

- Sí, por favor, estoy muerta de sed.

Mientras cogía la cerveza y el vino, pensé que no podía ser que hubiera tenido el desparpajo de meterse en mi dormitorio y hacerme una mamada. Tenía que haber sido Rocío y que después tuvo ganas de gastarme una broma. Traté de recordar las dos mamadas y pensé que no habían sido iguales, pero eso tampoco significaba nada, tampoco las que me hacía Rocío eran siempre iguales. Salí a la terraza de nuevo. Antonia estaba sentada en la tumbona.

- Gracias. -Me dijo cuando le di la cerveza-.

- No hay de qué.

- No te lo tomes a mal, pero deberíais tener más cuidado con la puerta del dormitorio. Ayer noche, cuando volvimos de la piscina, estaba medio abierta y no pudimos evitar veros.

- Lo siento, Rocío es muy despistada con eso. -Estaba empezando a pensar que no eran despistes de Rocío, sino que tenía una buena vena exhibicionista-.

- No pasa nada, pero somos tres chicas solas y esto nos tiene bastante alteradas.

- ¿Mis sobrinas también nos vieron?

- Salvo que cerraran los ojos, no les quedó más remedio.

- ¿Tú has entrado en mi dormitorio esta mañana?

- ¿Por qué me lo preguntas?

- Porque me ha parecido que entraba alguien cuando Rocío ya se había marchado y yo seguía durmiendo.

Llegó Marta a la terraza con el pareo en la cintura y no quise seguir con la conversación. Tenía mucha vergüenza de que ellas me hubieran visto follar con Rocío.

- ¿Quieres una cerveza? -Le pregunté-.

- Sí y tráete otra para María.

¡Joder, que vergüenza! ¿Qué pensarían mis sobrinas de mí? Encima con el numerito de taparme los ojos. Pensé que debería hablar con ellas y pedirle excusas, pero no se me ocurría como sacar el tema y que no fuera peor. Volví a la terraza a la misma vez que María.

- ¡No sabéis el baño que tiene el tito! -Dijo María-.

- ¿Qué le pasa? -Pregunto su hermana-.

- Integrado con el dormitorio, bañera redonda, ducha muy grande con mampara transparente y un espejo enfrente como una pantalla de cine. -Marta y Antonia me miraron de una forma extraña-.

- Ya estaba así cuando me mudé.

- Vamos a verlo. -Le dijo mi sobrina Marta a Antonia y salieron las dos de la terraza. Aproveché para hablar con María-.

- María, me ha dicho Antonia que, ayer cuando volvisteis de la piscina, se nos había olvidado cerrar la puerta del dormitorio. Lo siento no era nuestra intención.

María se quedó callada mirándome. Pensé que no tenía que haberle dicho nada.

- No pasa nada, tío, un despiste lo tiene cualquiera.

- Gracias por ser tan comprensiva.

- Lo que pasa es que no me pareció un despiste, sino que Rocío quería que os viéramos mientras lo hacíais.

- ¿Para qué iba a querer Rocío eso? Simplemente se nos olvidó cerrar la puerta.

- ¿Lo mismo que esta mañana cuando se fue, que también la dejó abierta?

- No lo sé, tampoco tiene importancia. - ¿Cómo sabía María eso? Pensé-.

- Tío, me da la impresión de que Rocío nos quiere poner calientes y te aseguro que no hace falta. Esta mañana me he despertado al cerrar Rocío la puerta de la calle, me he levantado a beber agua y te he visto empalmado durmiendo sobre las sábanas.

- ¿Has entrado en el dormitorio?

- No sé mamarla a distancia, así que claro que he entrado.

- ¿Cómo se te ocurre hacer eso?

- ¿A qué te refieres a entrar en el dormitorio o a mamártela? Tienes una polla muy atractiva.

- ¡María!

- Marta y yo sabemos que follas con mamá.

- ¿Y vosotras como lo sabéis?

- Se lo oímos a mamá, sin que ella lo supiera. - ¡Vaya con la discreción de mi hermana Lola! –.

- Fueron un conjunto de circunstancias. Su divorcio, mi divorcio, el sitio, … En cualquier caso, no deberíais saberlo.

- No tienes que excusarte. Mamá está mucho mejor desde que estuvo aquí contigo. Estas dos tardan mucho, seguro que les ha dado un calentón en el baño.

- ¿Marta y Antonia son lesbianas? -Pregunté extrañado-.

- No, qué va, son más redondas que una pelota. Entonces, ¿no te gustó lo de esta mañana? Porque a mi me pareció que sí.

- No se trata de eso. Soy tu tío y casi te triplico la edad.

- Lo mismo que a Rocío y eso no parece ser un problema entre vosotros.

- Rocío es una amiga y tú eres mi sobrina.

- Pues como te coja Marta, prepárate.

- Vamos a dejarlo. Avisa a tu hermana y a Antonia que se nos va a hacer tarde para comer.

- Avísalas tú, veras que sorpresa te llevas.

Dejé a mi sobrina en la terraza y fui a la cocina por otra copa de vino y a tratar de tranquilizarme, después de la conversación que había tenido con ella. Me arrepentí mucho de haber sacado el tema de la noche anterior y haberme enterado de cosas que no quería saber.

- ¿Las has avisado? -Me dijo María entrando desde la terraza-.

- No y no las voy a avisar, no tengo ganas de más líos.

- Como quieras. ¿Te gusta Antonia?

- Es una chica muy guapa, pero ya está.

- Pues ella está loquita por follarte y no es tu sobrina.

- ¿Pero bueno, vosotras por quién me habéis tomado?

Marta y Antonia salieron de mi dormitorio. Pensé que no debía quedarme más a solas con ninguna de las tres.

- ¿Vamos a comer? -Preguntó Marta-.

- Id vosotras, a mí se me ha quitado el hambre. -Dije-.

- De eso nada. Tú nos acompañas y si no quieres comer, no comas. -Me dijo María-.

- De acuerdo. -Dije, aunque a mí lo que me apetecía era quedarme solo e intentar digerir lo que había pasado-.

Tan caliente estaba María como para entrar en mi dormitorio y hacerme una mamada por las buenas. Ella debió pensar que yo iba a saber quién era, pero le dio igual. La salvó que, como juego, mantuve los ojos cerrados. Iba pensando camino del chiringuito.

Comimos y al terminar les pregunté:

- ¿No os vais a quedar en la playa?

- No ya hemos tenido bastante playa esta mañana. -Me contestó Marta-.

- Podíamos jugar a algo, si Carlos juega también. -Propuso Antonia-.

- ¿Jugarás no? -Me preguntó Marta.

- Si os empeñáis. -Dije pensando que así, al menos, estaríamos todos juntos-.

- Vale, ¿a qué? -Preguntó María-.

- A algo divertido. -Le contestó Antonia-.

- Aquí no vale jugar al strip poker. -Dijo Marta riéndose-.

- Yo me he traído unas cartas muy divertidas. -Dijo Antonia-.

- ¿Esas tan guarras que me has enseñado alguna vez? -Le preguntó Marta-.

- Exactamente.

Llegamos al apartamento y preparé una copa mientras Antonia buscaba las cartas. Luego nos sentamos los cuatro desnudos en la terraza, mis sobrinas cada una a un lado y Antonia en frente.

- ¿Cómo se juega a esto? -Pregunté-.

- Cada uno saca una carta, por turno, la lee y escoge a otro para que responda o para que haga una prueba o para lo que sea según lo que diga la carta. ¿Quién empieza? -Respondió Antonia-.

- Empiezo yo. -Dijo Marta cogiendo una carta. La leyó y se rio-. Pregunta para Carlos. “¿A quién te follarías de los que están jugando?”

- ¿No podemos jugar al mus? -Dije-.

- Contesta, tío. -Me dijo Marta-.

- No quiero contestar. - ¡Joder con el jueguecito! Pensé-.

- Pues lo siento, pero tienes que contestar o sino Marta tiene que ponerte una prueba. -Dijo Antonia-.

- Y te advierto que va a ser peor. -Me dijo Marta-.

- A Antonia. -Dije por fin-.

- ¿Es que nosotras no te gustamos? -Me preguntó Marta-.

- Ya ha contestado, si no te gusta, te aguantas. -Le dijo Antonia a Marta-. Me toca a mí coger carta. Repregunta para Carlos: “¿Cómo te la follarías?”

- ¡Esto ya es demasiado! Enséñame la carta. -Le dije a Antonia-.

- ¿No me crees?

- Bueno, tú enséname la carta. -Me pasó la carta, Antonia había leído lo que ponía-.

- Ves cómo no he mentido. -Me dijo-.

- Tío, contesta y con detalles. -Me dijo María-.

- Yo que sé, eso se improvisa.

- Pues improvisa. Y te advierto que a mí me gusta follar duro. -Me dijo Antonia-.

El descaro de las tres y su empeño en el sexo, estaba empezando a cabrearme, así que decidí pasarme a no llegar.

- Primero, te comería la boca y te advierto que no en sentido figurado, te mordería los labios y te metería la lengua hasta la campanilla, a la misma vez que te sobaba duramente el culo, después te daría la vuelta y poniendo la polla entre tus cachetes te agarraría las tetas por detrás y te retorcería los pezones. -Me miraban las tres sin dar crédito de lo que oían-. Cuando ya estuvieras chorreando jugos por los muslos, te arrojaría sobre la cama y te comería el chocho desde el clítoris hasta el ojete. En ese momento ya te habrías corrido una primera vez.

- Eso que no lo dudes. -Dijo Antonia, que cada vez tenía la cara más desencajada-.

- Entonces, te pondría entre mis rodillas, primero te metería mis cojones en la boca y luego te follaría la boca hasta dejarte sin respiración, mientras te atormentaba las tetas y cuando no te lo esperases me correría dentro de tu boca …

- ¿Ya está? -Preguntó Marta, que había empezado a tocarse el chocho con mucho disimulo-.

- Que va, yo tengo la capacidad de seguir empalmado después de correrme.

- Anda hombre, no exageres. -Me dijo Antonia-.

- Pregúntale a Rocío y verás como no exagero un pelo.

- Lo que quieres decir es que eres capaz de follarme, correrte y después follarte a mi hermana sin que se te baje.

- Puede ser con la misma o con otra. Después de llenarte la boca con mi lefa, te pondría a cuatro patas y te reventaría el chocho, tirando para atrás de tu pelo con una mano, hasta que no pudieses doblar más el cuello, mientras que con la otra te estrujaría las tetas, mientras bombeaba en tu interior con tal fuerza que mis cojones rebotarían en tu clítoris.

Hice una pausa. Pensé que me estaba pasando cantidad. Las tres se estaban tocando disimuladamente, así que debía gustarles la narración. A mí también me estaba haciendo efecto y había empezado a empalmarme.

- Para ese momento, ya te habrías corrido por segunda vez. Sin parar de follarte, con una mano te daría golpes en tu culo, hasta ponértelo como un tomate, mientras que con la otra mano te iría dilatando el ojete. Tú me pedirías que por ahí no, pero, yo dándote todavía más fuertes los azotes, te contestaría que por ahí también …

- Para, tío, que no puedo más. -Me dijo María-.

- ¡Si queréis pajearos, pues lo hacéis, vosotras habéis querido jugar a esto, no yo! Cuando ya tuvieras el ojete como un bebedero de patos te sacaría la polla del coño y te la metería de un golpe en tu culo. Gritarías, me pedirías que te la sacara, pero yo bombearía dentro de ti, mientras te sobaba el clítoris y te estrujaba las tetas. Dejarías de gritar y me pedirías que te follase más fuerte, hasta correrte por tercera vez, entonces yo me correría a la misma vez en tu culo. ¿Te ha parecido bien, Antonia?

Terminé mi narración mientras las tres se tocaban ya descaradamente.

- Si me follan así algún día, creo que me moriría del gusto. -Me contestó Antonia-.

- Te toca a ti María. -Le dije y ella cogió una carta-.

- ¿De verdad te follarías así a Antonia? -Me preguntó Marta-.

- ¡Yo qué sé como me follaría a Antonia, si es que me la follase!

- Pues a mí me gustaría que fuera así. -Dijo Antonia-.

- Qué lista y a mí. -Dijo Marta-.

- No os parece que esto se ha ido de madre. ¿Vosotras os comportáis así con vuestros amigos? -Les dije-.

- Depende de que amigos. -Me contestó Antonia-.

- Venga María, lee la carta. -Le dijo su hermana-.

- Pregunta para Carlos: “¿Te gusta practicar sexo oral?”

- Creo que eso ya ha quedado claro. Me toca a mí coger carta y lo dejamos.

- ¿Claro por la mamada que te hizo anoche Rocío o por la que te ha hecho esta mañana mi hermana? -Me preguntó Marta-.

- Por las dos. ¿Es qué no tenéis un ápice de vergüenza?

- ¿Y eso para qué sirve? -Me contestó Antonia-.

- Vamos tío, te toca, coge la carta. -Me apremió Marta-.

Cogí la carta y la leí para mí. Estaba visto que el jueguecito estaba contra mí. Las miré a las tres para decidir a cuál de ellas le hacía la pregunta. De pronto noté que un pie empezaba a sobarme los huevos y la polla. Por la posición que teníamos en la mesa tenía que ser Antonia. Pensé en echar la silla hacia atrás, pero, por un lado, me estaba gustando y, por otro, ya estaba harto de parecer un panoli frente a tres niñatas de dieciocho años.

- Pregunta para todas, “¿Qué tres cosas os gusta más hacerle a vuestra pareja de follada?”

- ¿Cómo pregunta para todas? -Protestó Antonia-.

- Sí, pregunta para todas, la que no quiera contestar que no conteste.

- Empiezo yo. -Dijo Marta-. A mí me encanta ponerlo a cuatro patas, colocarme detrás de él y chuparte el ojete, mientras le pongo la polla hacia atrás, apretándole los huevos, y lo pajeo salvajemente. - ¡Vaya con la niña, pensé! -. También me gusta mucho llenarme bien los dedos de saliva y penetrarle el ojete.

- ¡Tú tienes fijación por el culo! -Le dijo su hermana-.

- Pues eso no es nada, porque lo que más me gusta es ponerlos boca arriba, subirle las piernas y meterle un buen vibrador por el culo, mientras él se pajea.

¡Qué había pasado con mis sobrinas, si no tenían más que dieciocho años? Pensé tras oír las barbaridades de María. El pie de Antonia seguía sobándome los huevos y la base de la polla. La miré fijamente, pero ella no hizo el más mínimo gesto de dejar de hacerlo.

- Sigo yo. -Dijo Antonia-. A mí me gusta cogerles los huevos con una goma hasta que se le ponen rojos como tomates y las venas a reventar de gordas, comérselos entonces mientras los pajeo hasta que ellos se corren y yo también. ¿A ti te lo han hecho alguna vez? -Me preguntó-.

- Pues no, pero tampoco me gustaría que me lo hicieran.

- Tú te lo pierdes, porque los tíos se corren que es un gusto. Otra cosa que me gusta mucho es ponerlos boca arriba, ponerles el chocho en la boca de rodillas sobre su cabeza y pajearlos, cuidando de que el tío no se corra hasta que lo haga yo.

- ¿A ninguna os gusta besarlos y acariciarlos, mientras él os hace lo mismo?

- ¡Venga ya, tito! Eso es para cuando seamos mayores, ahora lo que queremos es guerra. Termina Antonia. -Dijo Marta-.

- Otra cosa que me gusta mucho es hacerles pajas con los pies. Me pongo mucha crema en las plantas, les pongo la polla en medio y voy moviendo lentamente los pies a la misma vez que me sobo, hasta corrernos juntos. María quedas tú.

Antonia se había tumbado en la silla, había apoyado los talones de los dos pies en la mía y ahora me cogía los huevos y la polla en medio pajeándome.

- Yo soy más normalita. Después de haber follado toda la noche, cuando se queda dormido, me gusta despertarlo con una buena mamada, mientras me sobo el chocho para corrernos otra vez. -Esto lo dijo María mirándome fijamente-.

- Antonia, quieres dejar de sobarle la polla a mi tío con los pies. -Dijo Marta-.

- Y a ti qué te importa, en todo caso sería él el que tendría que decir algo. -Le contestó sin alterarse y sin dejar de sobarme, consiguiendo que me empalmara-.

- No eres más guarra porque no te entrenas. -Le contestó Marta-.

- ¿Me vais a dejar terminar? -Dijo María para que Antonia y su hermana se callaran-. Otra cosa que me gusta mucho es atarles las manos, ponerme entre sus piernas bien abiertas y golpearme las tetas con su polla sin dejar de sobarme hasta corrernos. Ah, y otra cosa que me encanta es, también con las manos atadas, poner mi chocho sobre su polla empalmada y deslizarme arriba y abajo, sin dejar de mirarlo, pajeándonos mutuamente hasta corrernos.

Pensé que debía hablar con mi hermana, tenía que contarle el plan que tenían las niñas, para que tomara cartas en el asunto. No era normal su comportamiento para tener sólo dieciocho años.

- ¿Y a ti que te gusta hacerles a tus amantes? -Me preguntó Antonia-.

Dudé si contestarle o no, decir unas cuentas barbaridades o decir la verdad.

- Me gusta besarla y acariciarla por todo el cuerpo, luego besarle, lamerme y morderle suavemente el chocho, mientras le acaricio las tetas, luego ponerlas boca abajo y lamerles y morderles el culo y por último ponerlas boca arriba en el borde de la cama, subirles sus piernas a mis hombros y penetrarla mientras le acaricio el clítoris y cuando se corre, ponerme a su lado para que ella me pajee y yo me corra en sus tetas y en su vientre.

- No está mal, pero muy clásico, ¿no? -Dijo mi sobrina Marta-.

- Sí, está bien cuando ya has follado muchas veces con ella, pero para una primera follada a mí me gusta más duro. -Dijo Antonia-.

- Bueno, yo no juego más, me voy a trabajar un rato. -Les dije-.

Lo malo era que tenía que levantarme y estaba completamente empalmado. Así que antes de levantarme me tapé la polla con una mano, aunque me pareciera ridículo.

- ¿Qué pasa, tío, te has puesto calentito con el juego? -Me preguntó Marta-.

- Te referirás al juego y a mis pies. -Le dijo Antonia a Marta-.

- No hace falta que te tapes, ya te la vimos ayer noche bien empalmada. -Me dijo Marta-.

Salí de la terraza y me fui a mi dormitorio a llamar a mi hermana Lola para contarle la poca vergüenza de las niñas. Tardó en coger el teléfono.

- Hola, Carlos. ¿Qué quieres?

- ¿Estabas durmiendo la siesta?

- No, estaba follando con el repartidor de Amazon y no veas el nabo que se gasta el tío.

- Joder, Lola, ¡a mí que me importa cómo tenga el tío el nabo! Llámame cuando termines.

- No, dime, que el chaval ha terminado de repartir y esto va a ir para largo.

Me dije que, si mi hermana estaba en ese plan, la conversación no iba a resultar muy útil.

- Tienes que hablar con las niñas.

- ¿Por qué?

- Porque el sexo no se les va de la cabeza.

- ¿Y qué quieres que tengan en la cabeza con dieciocho años, filosofía griega?

- Yo no digo que no tengan presente el sexo, lo que te digo es que están obsesionadas, tienen muy poca vergüenza y yo soy su tío.

- Mira, Carlos, ahora las niñas son así y se divierten provocando. No te lo tomes a la tremenda.

- En cualquier caso, creo que deberías hablar con ellas.

- Bueno si te empeñas, lo haré cuando vuelvan. Tú no les hagas mucho caso y ya está. ¿Algo más?

Pensé en contarle la mamada que me había hecho su hija María por la mañana, pero decidí que mejor no.

- No, nada más, te dejo para que disfrutes del repartidor.

- Un beso, Carlos, y no te tomes todo por la tremenda.

¡Joder, que no me tomase todo por la tremenda, tenía que haber estado presente durante el jueguecito! Noté que empezaba a tener sueño y me eché en la cama. Cuando desperté estaba boca arriba y me dolía algo la cabeza. Traté de moverme, pero debía tener las manos y los pies trabados a la cama, porque no pude. Levanté la cabeza y no vi a nadie, sin embargo, escuché voces que provenían de mi baño.

- ¿Estáis bien? ¿Qué ha pasado? -Pregunté a voces-.

- Creíamos que no te ibas a despertar. Ahora vamos. -Me contestó Marta desde el baño-.

- ¿Pero esto qué es? ¿Por qué estoy atado?

- Ayer vimos cómo se te ponían los ojos cuando hablamos del sadomasoquismo y hemos decidido darte una pequeña sesión. -Me contestó María-.

- ¿Qué me habéis hecho?

- Nada, sólo ponerte un poquito de somnífero en la copa. -Contestó Antonia-.

- ¿Pero vosotras creéis que eso es normal, que se puede drogar a la gente?

- Tío, te tomas todo a la tremenda. -Dijo Marta, que parecía haber escuchado a su madre-.

- ¡Soltadme ahora mismo!

- Va a ser que no. -Dijo María-.

Salieron las tres del baño. Antonia con un biquini casi igual al que se había puesto el día anterior, pero esta vez blanco. Lo había debido de mojar, porque se le transparentaban los pezones. Marta llevaba un sujetador y un microtanga negros y un liguero y medias también negras. María debía haberse disfrazado porque llevaba una especie de túnica negra transparente hasta los pies abierta por delante. Estaban todavía más apetecibles que desnudas.

- ¡Oídme, ya está bien de tonterías, soltadme ahora mismo! -Insistí-.

- ¿De verdad quieres que te soltemos? -Me preguntó Antonia, sentándose en la cama y empezando a sobarme los huevos-.

- ¿Qué pasa, tito, no se te levanta como con el juego? -Me preguntó Marta-.

- Esto es una monstruosidad, soy vuestro tío. Os conozco desde que nacisteis y no tenéis más que dieciocho años.

- Lo mismo que a nuestra madre y a ella bien que te la follas. -Me contestó Marta, poniéndose de rodillas en la cama entre mis piernas-.

- Eso no lo voy a hablar con vosotras. Sucedió y listo.

Antonia se quitó una goma que llevaba en la muñeca, la puso doble, metió mis huevos en medio y la soltó.

- ¿Verdad que te gusta? -Me dijo-.

- ¡Quítame eso! -Le dije porque me molestaba de verdad-.

- No, hasta que no se te pongan a reventar de hinchados.

María se sentó al otro lado de la cama que Antonia, puso su mano sobre mis huevos y empezó a sobármelos con fuerza.

- Esto se lo voy a decir a vuestra madre.

- ¡Qué chivato! -Me dijo María bajando el torso y empezando a lamerme los pezones-.

- Voy a tener que animarla. -Me dijo Marta cogiéndome la polla, agachándose y metiéndosela en la boca-.

- Marta, déjame.

- ¿A mi madre también se lo vas a decir? Porque no creo que te eche mucha cuenta. Mi madre es muy guarra, fíjate que este biquini es suyo y se lo pone cuando invito a mis amigos a la piscina de casa, para follárselos a todos. No veas como queda cuando termina con ellos.

- ¡No sigas! -Le grité a Marta cuando noté que me estaba empalmando-.

- ¿Ahora quieres que te la deje, cuando se te está poniendo dura?

Me desperté de verdad en ese momento, Rocío, con el uniforme puesto, estaba entre mis piernas, me tenía apretados los huevos con una mano, mientras con la otra se llevaba mi polla a la boca.

- Rocío, menos mal que eres tú.

- ¿Quién te creías que era, Antonia como esta mañana? -Dijo viniendo a tumbarse a mi lado-.

- Estaba soñando que Antonia y mis sobrinas me habían drogado y atado a la cama, para servirles de juguete sexual.

- ¿Y te lo pasabas bien?

- No, estaba muy agobiado y, por cierto, la de esta mañana no fue Antonia, sino mi sobrina María.

- ¡Vaya con la niña!

- No te puedes imaginar lo salidas que están las tres.

- Es la edad y el carácter.

- ¿Has cerrado la puerta?

- ¿Por qué?

- Porque ayer noche nos pillaron y, al parecer, se quedaron mirándonos.

- Es posible.

- ¿Tú lo sabías?

- Las escuché entrar, pero me dio un ramalazo exhibicionista y decidí dejar la puerta entornada.

- ¡Rocío!

- No te enfades, si las chicas querían mirar, pues que mirasen.

- ¿Dónde están ahora?

- No lo sé, no las he visto.

- Estarán en la piscina o dando una vuelta. ¿No te desnudas?

- No puedo, tengo que ir a Granada a arreglar unas cosas a la facultad, he pedido unos días en el trabajo y me tengo que ir ya. He venido sólo a decírtelo.

- Vaya, te voy a echar de menos.

- Yo también, pero bueno, tú te quedas acompañado.

- Eso es lo malo.

Llevé a Rocío a la estación de autobuses. No nos dio tiempo ni a despedirnos porque llegamos con el autobús cerrando las puertas. Cuando la vi alejarse con su mochila pensé que me estaba quedando un poquito colgado de ella y que eso no debía pasarme, sobre todo por el bien de Rocío.

Aproveché a la vuelta al piso para pasarme por el supermercado y comprar algunas cosas que hacían falta en casa. Cuando llegué a casa, Antonia estaba viendo la televisión desnuda en el salón y mis sobrinas estaban en la terraza.

- Hola, Carlos, podías habérmelo dicho y te hubiera acompañado al supermercado.

- Ha sido improvisado. Tenía que llevar a Rocío a la estación y ya he aprovechado para comprar. -Le contesté poniendo las bolsas en la encimera-.

- Te ayudo a colocar las cosas. -Me dijo apagando la televisión y viniendo hacia la cocina. Desde luego la chica estaba para comérsela-.

- Gracias, pero no hace falta.

- Da igual. Entonces, ¿Rocío se ha marchado?

- Por unos días, tenía que arreglar papeles en la facultad.

- Tienes suerte con Rocío, bueno y ella contigo.

- Nos damos compañía, que no es poco. Vivir solo está muy bien, pero a veces se pone cuesta arriba.

Cuando Antonia se ponía de puntillas para colocar alguna cosa en los muebles de arriba, su culo y sus piernas alcanzaban dimensiones épicas.

- ¿Me estabas mirando? -Me preguntó al volverse y pillarme con la vista fija en ella-.

- Sí, perdona.

- No hay nada que perdonar. Me gusta que me miren el culo y más si es un hombre maduro tan interesante como tú.

- Gracias, pero no me lo creo.

- Cree lo que quieras.

- Voy a cambiarme y cenamos.

Fui a mi dormitorio a desnudarme pensando que, como me había dicho Rocío, Antonia zorreaba conmigo de mala manera. Llamaron a la puerta del dormitorio.

- ¿Sí? -Contesté-.

- Soy Antonia, te he preparado una copa. ¿Puedo pasar? -Yo ya estaba desnudo-.

- Sí, gracias, pasa.

- Te importa si vuelvo a ver el baño, la verdad es que me encanta. -Me dijo dándome la copa-.

- No, mira lo que quieras.

Antonia fue hacia la zona del baño con su copa en la mano. Yo le di un trago a la mía y luego me acerqué también al baño.

- Lo miro y se me ocurren tantas cosas que hacer en él. ¿Tú lo disfrutas mucho? -Me preguntó-.

- Menos de lo que quisiera.

Antonia se inclinó para ver las salidas del agua, dejándome una visión inigualable de su carnoso y depilado chocho desde detrás. Luego se puso derecha, se giró y me miró de arriba abajo.

- Eres el primer hombre al que veo de cerca con sus cosas depiladas.

Me quedé un momento pensando si entrar en su juego. Sabía que no debía hacerlo con mis dos sobrinas en el piso, nos iban a pillar fijo, pero me acordé de lo que me había dicho Rocío, que aprovechase la ocasión y que disfrutase. Me pregunté qué porque no.

- Antonia, ¿tú crees que es normal esta forma de zorrearme?

- Tengo muchas ganas de follarte y más después de haber escuchado como lo harías -Me dijo acercándose a mí, cogiéndome los huevos con una mano y besándome en la boca-.

- Para Antonia, que no respondo.

- Fóllame en la ducha, es una fantasía que tengo. -Me dijo tirando de mi hacia la ducha-.

Abrió los grifos, esperó a que el agua saliera templada y me empujó dentro. Cogió gel, se puso detrás de mí, presionando sus tetas contra mi espalda, me cogió la polla y los huevos con sus dos manos y empezó a pajearme. No tardé nada en empalmarme.

- Tienes una polla muy apetecible. -Me dijo al oído-.

Cogió el rociador y de frente a mí, me enjuagó la polla del jabón, se pudo en cuclillas y empezó a comérmela mirándome a los ojos.

- ¿De verdad sigues empalmado después de correrte?

- Muchas veces sí.

- ¿Te correrías ahora y podrías follarme después?

- Sí.

- ¿Te gusta cómo te la mamo?

- Parece que tienes mucha experiencia.

- Mucha no, pero me gusta comérsela a mis amigos.

Lo hacía bien, me la lamía, me la apretaba con sus labios o me chupaba los huevos pajeándome. Me agaché hasta alcanzar sus tetas con mis manos. Las tenía grandes, duras y muy suaves.

- Antonia, me voy a correr.

- Y yo. -Me dijo volviendo a mirarme a los ojos-.

- ¡Ya, aaaaggg, sigue, sigue, aaaggg, …! -Había dirigido mi polla a sus tetas y se las embadurnaba con una mano, mientras con la otra seguía pajeándome-.

- ¡Sí, sí, siiiii, me corro yo también, aaaagggg, si, qué rico, aaaaggg, …! -Gritó con la cara tensa y roja-.

- Ponte de pie y dóblate por la cintura. -Le dije al cabo de un minuto-.

Antonia me obedeció y se agarró agachada a los bordes de la mampara, dejándome su culo para mí.

- ¡Fóllame, fóllame! -Me dijo-.

- No te preocupes que lo voy a hacer. -Le dije poniéndole la polla en la entrada de su chocho-.

- ¡Métemela ya!

- ¡Toda para ti! -Le dije y se la incrusté hasta el fondo con un golpe de la cadera-.

- ¡Aaaaggg! ¡Qué buena polla!

Le metí varios dedos en su boca y tiré de su cabeza hacia atrás, mientras que con la otra mano le sobaba el clítoris.

- Tenías ganas de follar, ¿eh? -Le dije-.

- No te puedes imaginar lo caliente que estaba, viéndote la polla todo el santo día. -Me contestó mientras yo bombeaba cada vez más fuerte su chocho-.

Después de un buen rato de bombeo, le saqué la mano de la boca, le cogí una pierna y se la subí sin parar de follarla.

- Follas de maravilla para la edad que tienes. -Me dijo-.

- Y tú también para la edad que tienes.

- ¿Puedes aguantar más?

- Claro, ¿por qué?

- Porque mis amigos ya se habrían corrido y no me darían tanto placer como tú me estás dando.

- Te voy a follar, hasta que te deje sin ganas.

- No creo que eso vaya a pasar.

- Ya veremos.

Le daba unos empujones de tal calibre, que mis huevos le rebotaban en el clítoris.

- ¡Otro, otro, no pares, sigue follándome, aaahhh, siiii, es la primera vez que me corro dos veces seguidas, aaahhh! -Gritó al correrse por segunda vez-.

- ¿Qué pasa ahora con el viejo?

- ¡Carlos, agárrame que me caigo!

Le saqué la polla, le solté la pierna y la ayudé a sentarse apoyada en la pared.

- No te creas que me vas a dejar a medias. -Le dije metiéndole la polla en la boca hasta atragantarla-.

- ¡Fóllame la boca!

Empecé a follarle la boca cogiéndole la cabeza con las manos.

- ¡Prepárate para tragarte todo! ¡Toma, toma, trágatelo todo, siiii, toma, uuufff!

- ¡Joder qué follada! -Me dijo cuando me senté a su lado-.

- Vuelve con mis sobrinas que estarán mosqueadas.

Se levantó se medio secó con la toalla y se fue.

- Me debéis diez pavos cada una. -La oí decir saliendo del dormitorio-.

- ¡Qué guarra eres! -Le contestó una de mis sobrinas-.

- Sí, muy guarra, pero no veas la follada que me he pegado.

- ¿Sí, cómo ha sido?

- Tenéis que probarlo. En efecto, no se le baja el pedazo de nabo que tiene después de correrse.
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heranlu

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Un Giro a mi Vida Después de Divorciarme – Capítulo 009

Antonia sería capaz de seducirme para follar? Tenía que pensar algo para evitar quedar más veces como un idiota en sus manos. Me llamó mi hermana Paula:

- Hola, Carlos.

- Hola, Paula. Cuánto tiempo sin saber de ti, desde que se mudó tu amiga Clara.

- No hace tanto. Me ha dicho Lola que las niñas están contigo.

- Sí, pero vamos que te las cedo sin problemas.

- ¿Cuándo piensas invitarme a tu casa?

- No hace falta que yo te invite, eres siempre bienvenida. Ahora, que ya sabes lo que hay.

- Yo no soy tan pudorosa como Clara. Pero conmigo te pones los pantalones.

- Yo me pongo lo que tú quieras, como si quieres que me ponga una sotana.

- ¿Hasta cuándo estarán las niñas?

- Creo que se van al final de la semana.

- Bueno, hablamos y concretamos.

- Claro, Paula. ¿Y tú cómo estás?

- Como siempre, pero más harta del trabajo. Adiós, un beso.

- Igualmente, un beso.

Ahora iba a ser mi hermana Paula y con el carácter que tenía. La cosa era no dejarme tranquilo. Volví a pensar en la poca vergüenza de mis sobrinas y de Antonia, pero también en el pedazo de polvo que había echado con ella. Iba a ponerme el pareo para salir del dormitorio, pero pensé que, si querían verme la polla, pues me la iban a ver. Estaban las tres tomando una copa en la terraza. Rellené la mía y salí con ellas a la terraza.

- Hola, tito, ¿cómo has echado la tarde? -Me preguntó Marta-.

- Accidentada, ¿y vosotras?

- Muy tranquilas, al menos María y yo, Antonia parece que no tanto.

- ¿Por qué no salís a tomar una copa, a ver si conocéis a nuevos amigos? -La verdad es que tenía ganas de perderlas de vista por lo menos por un rato-.

- Eso estábamos pensando, si no te molesta quedarte solo.

- En absoluto. -Se miraron entre ellas-.

- ¿Vamos entonces? -Preguntó Marta-.

- Sí, vamos. ¿No te animas? -Dijeron las otras dos, levantándose y entrando en el piso-.

- No, gracias.

Bueno, mira, voy a poder tener algo de tranquilidad, pensé. Me quedé en la terraza mientras ellas se arreglaban para salir. Al cabo del rato asomaron por la terraza para despedirse. Terminé la copa, tomé algo de cena y me acosté. Ya de madrugada me despertaron mis sobrinas:

- Tito, ¿podemos dormir contigo? -Preguntó Marta de pie al lado de la cama y desnuda-.

- ¿Por qué?

- Antonia se ha emborrachado, se ha echado en la cama y no nos deja sitio a nosotras. -Contestó María-.

- ¡Joder con Antonia! ¿No podéis moverla?

- Cuando se pone así, no hay forma.

- Bueno, haced lo que queráis. -Les dije desplazándome a un lado de la cama-.

- Gracias, tito.

Se acostaron, yo me di la vuelta y traté de dormirme de nuevo, sin querer pensar que estaban las dos desnudas en la cama a mi lado. Creo que a los pocos minutos volví a despertarme con la sensación de que una de ellas o las dos se estaba haciendo un dedo. Encendí la luz de la mesilla. Las dos estaban con los ojos abiertos y los brazos debajo de la sábana.

- ¿Se puede saber que hacéis? -Les pregunté indignado-.

- No podíamos dormir y nos estábamos aliviando un poco la calentura. -Me contestó Marta como si me hubiera dicho que estaban rezando-.

- Pero coño, ¿a vosotras os parece esto normal?

- Masturbarse a nuestra edad es sano y necesario para la salud corporal y mental.

- ¡Pues iros al baño! -Les dije incorporándome en la cama-.

- No queríamos despertarte.

- Pero bueno, ¿a vosotras que os pasa para estar todo el santo día con el sexo en la cabeza?

- Nada raro.

- ¿Tú crees?

- Somos mujeres pasionales como mamá, adolescentes todavía y encima el sitio este, ¿pues que quieres? -Dijo Marta-.

- También saber que follas con mamá, nos excita más todavía.

- ¡No quiero volver a escuchar eso! No tendríais que saberlo. Son cosas que pasan entre adultos.

- No, si nosotras no os recriminamos. Lo que pasa es nos gustaría mucho que nos follases también a nosotras. -Dijo Marta, que me daba la impresión de que seguía tocándose-.

- ¿Qué barbaridad dices, Marta?

- No es ninguna barbaridad. Muchas de nuestras amigas follan con sus tíos y no pasa nada. -Me contestó Marta-.

- Nosotras ya teníamos ganas de follar contigo, pero después de lo que nos ha contado Antonia, nos han entrado más ganas. -Dijo María-.

- ¿Tú tomas viagra para que se te mantenga dura después de correrte? -Me preguntó Marta-.

- ¡Vosotras estáis de siquiatra!

- ¿Pero tomas o no? -Insistió Marta-.

- ¡Que yo no tomo nada, coño! Dormíos o id al baño a aliviaros, pero dejad de decir barbaridades.

- ¿Es qué nosotras no te gustamos? ¿A qué nunca lo has hecho con unas gemelas? -Me preguntó María-.

- Ya está bien. -Les dije levantándome de la cama-.

- ¿Por qué no estás empalmado como antes? -Me preguntó María al verme de pie-.

- Si lo prefieres una a una a nosotras también nos vale. -Dijo Marta-.

Les hice un gesto con el brazo de que me dejaran en paz y me fui del dormitorio. Decidí llamar a Lola, aunque la despertara.

- ¿Qué pasa Carlos, tu has visto la hora que es?

- Pues pasa que tus hijas no me dejan en paz.

- ¿Qué te hacen para que estés así?

- Se han metido en mi cama y cuando me he vuelto a dormir han empezado a hacerse un dedo a mi lado.

- Bueno, son cosas de crías.

- ¡Lola, que me han pedido que me las folle!

- ¡Coño, si te follaste a su amiga, pues ellas también quieren!

- ¿Y tú como sabes eso?

- Porque me lo han dicho ellas.

- ¿Y no te han dicho que saben que nosotros hemos follado?

- No, eso no.

- ¡Pues lo saben!

- Entonces con más razón quieren follar contigo.

- ¿Y eso por qué?

- Por el complejo de Electra y como ni locas follarían con el vaina de su padre, pues les toca querer con el que se folla a la madre. Mira, Carlos, que se follan a todo lo que se menea, así que, si te las follas tú también, tampoco pasa nada.

- ¿Pero tú te estás oyendo?

- Sí, pero creo no estar diciendo ninguna monstruosidad. A las niñas les vendrá muy bien y a ti, también. Te dejo, que estoy muy cansada y no seas tan pejiguera ni tan remilgado.

Mi hermana se había vuelto completamente loca. Me volví y en la puerta de la terraza estaban mis dos sobrinas.

- ¿Qué te ha dicho mamá?

Detrás de mis sobrinas vi a Antonia en el dormitorio tumbada boca abajo en la cama vestida y con los tacones puestos.

- ¡Pues nada, que por ella no os cortéis! Por cierto, podíais quitarle los zapatos a Antonia, por lo menos. -Les dije señalándola-.

Ellas se dieron la vuelta para mirar hacia Antonia. La verdad es que estaban buenísimas las dos. Parecían dos modelos, pero con algo más de formas. Se volvieron otra vez hacia mí.

- Si mamá no tiene problemas, ¿qué problemas tienes tú? -Me preguntó Marta-.

- No me hagáis repetíroslo otra vez. -Les dije ya cansado de la situación-.

- Está bien, tito, como quieras. Vuelve tú a la cama, que mañana tendrás que trabajar. Nosotras nos quedamos un rato en la terraza para no molestarte. -Dijo María. No podía creer que hubieran desistido-.

- De acuerdo, hasta mañana.

Cuando me iba hacia el dormitorio me dieron cada una un beso de buenas noches en la mejilla. Dejé la puerta del dormitorio abierta, me acosté, apagué la luz y traté de dormirme de nuevo. Por mucho que intentaba evitarlo no se me quitaba de la cabeza la imagen de las dos desnudas de espaldas. Me debí quedar dormido y como en las pesadillas de las películas antiguas, sus dos culos se acercaban, se alejaban y giraban en el espacio como flotando. Detrás de los culos veía a mi hermana Lola desnuda, que me decía algo que yo no lograba entender, lo que sí entendía era el gesto que hacía con sus manos introduciendo un dedo de su mano izquierda entre los dedos semicerrados formando un círculo de su mano derecha, indicando que me las follase. Dormí francamente mal, me desperté cuando empezaba a amanecer, muy empalmado y con un fuerte escozor en el capullo. Me incorporé, estaban las dos durmiendo desnudas encima de las sábanas. Noté un fuerte olor a sexo en la habitación. Me levanté y fui a la cocina dejando la puerta del dormitorio cerrada para que siguieran durmiendo. Antonia debía haberse despertado de madrugada, porque ahora estaba tumbada boca abajo en ropa interior y sin zapatos. Cerré también la puerta de su dormitorio. Me preparé un café y me quedé en la cocina tomándomelo. Sonó mi móvil, era mi hermana Lola.

- ¿Qué tal?

- Buenos días, hermana. ¿Qué tal qué?

- Anoche con las niñas.

- Me acosté después de hablar contigo, me acabo de despertar y ellas siguen durmiendo.

- Pues no dice eso el mensaje que me mandaron anoche.

- No sé que dirá el mensaje, pero ya te he dicho lo que pasó.

- El mensaje dice: “Pedazo de follada con el tito. ¡Joder con lo que aguanta empalmado!”

- Lola, diga lo que diga el mensaje, yo no he follado con ellas.

- Pues tú dirás entonces.

- Yo no tengo nada que decir, que no te haya dicho ya. Se lo habrán inventado.

- ¿Bebiste mucho ayer?

- Bebí, pero mucho tampoco.

- Carlos, tu y yo sabemos que tienes lagunas de memoria cuando bebes.

- Vamos a ver, Lola, ¿cómo no iba a acordarme si hubiéramos hecho algo así?

- Acuérdate lo que nos ocurrió la primera noche que pasé en tu casa, que luego no nos acordábamos ninguno de nada.

- No insistas, Lola, que no.

Mi hermana había conseguido sembrar la duda en mi cabeza y empecé a relacionar el escozor de la polla con que hubiera pasado algo, que yo no recordaba.

- Bueno, pues lo que tú digas. Se lo habrán inventado ellas.

- Pues debe ser.

Colgamos y empezaron a asaltarme las dudas, aunque mi cabeza se mantenía en que no podía haber pasado nada. La erección se me había bajado y me habían entrado las ganas de mear. Fui al baño común para no despertarlas. Sobre la encimera del lavabo había dos tangas hechos un ovillo, debían ser los que se habían puesto mis sobrinas la noche anterior. Iba a cogerlos, pero decidí mear primero. Cuando terminé, fui a salir del baño, pero la tentación de los dos tangas era demasiado fuerte. Los cogí y me los llevé a la nariz. ¡Qué barbaridad como olían a jugos de mujer! El efecto fue inmediato y volví a empalmarme como una fiera con los tangas pegados a la nariz. La fuerza de voluntad de la noche anterior empezó a flaquearme y decidí ir a verlas desnudas en el dormitorio con los tangas pegados a la nariz. Abrí la puerta sin hacer ruido, me puse a los pies de la cama a mirarlas. Una estaba boca arriba y la otra boca abajo, no sabía en que posición me gustaban más. Estaban las dos para empezar a follárselas y no parar hasta caer muerto. O me tranquilizaba o iba a ocurrir algo irreparable. Entré al baño con la intención de darme una ducha fría. La bañera estaba llena y cuando yo me había acostado no estaba así. ¿Qué coño había pasado? Volví a llevarme los tangas a la nariz y la polla me dio un brinco pegándoseme a la barriga. Volví al dormitorio a mirarlas con los tangas pegados a la nariz. Marta se movió y abrió los ojos.

- Buenos días, tito. ¡Qué bárbaro, como te levantas! -Me dijo en voz baja mirándome la polla empalmada-.

Le hice un gesto para que se levantara y fuéramos al baño a hablar para no despertar a María. Ella se levantó y me siguió.

- ¿Pasó algo anoche que yo deba saber? -Le pregunté-.

- ¿Te refieres a después de que llamaras a mamá por teléfono?

- Sí.

- ¿De verdad que no te acuerdas?

- Recuerdo que volví a la cama y me dormí, aunque muy intranquilo.

- ¿Tu crees que pudo pasar algo con quién?

- Con vosotras, me ha leído vuestra madre un mensaje de una de las dos que no es verdad, en lo que yo recuerde.

- Tito, a veces la memoria juega malas pasadas. ¿Qué haces con nuestros tangas en la mano?

- Estaban tirados en el otro baño y los he traído para que los recojáis.

- ¿No los habrás cogido para guardarlos tú?

- Y yo porqué iba a hacer eso.

- Pues para lo mismo que tienes varios de mamá en el armario.

- ¿Habéis estado registrando mi armario?

- Tanto como registrar, no. Están casi a la vista. ¿Y tú qué crees que pudo pasar anoche?

- No lo sé, por eso te lo pregunto.

- Cuéntaselo, Marta. -Dijo María detrás de mí-.

- No podíamos dormir, así que vinimos aquí a darnos un baño para relajarnos. Como parte de la relajación decidimos hacernos una paja. Tú, despierto o sonámbulo, te asomaste. Al vernos, te llevaste la mano a la polla y empezaste a cascártela a lo bestia delante de nosotras. Te costó más correrte que a nosotras, pero al final lo lograste. Ya tú también más relajado, te volviste a la cama. Nosotras igual exageramos en el mensaje que le enviamos a mamá.

Yo no recordaba nada de eso y, que yo sepa, nunca había tenido un episodio de sonambulismo. No tenía nada claro que no me estuviesen engañando.

- No os creo. Que os dieseis un baño es posible, que os hicierais una paja, también, ya habíais empezado antes, pero que yo me levantase y que dormido me hiciera una paja mirándoos, no.

- Piensa lo que quieras, pero yo recuerdo perfectamente tu capullo brillante y segregando líquidos, mientras te la cascabas, tus ojos desorbitados sin perder detalle del dedo que nos estábamos haciendo y como al final te corriste en el suelo. ¿Hay café hecho? -Terminó María, cambiando de tema, como si no hubiera pasado nada-.

- Sí. -Le contesté descorazonado y confuso-.

Se fueron las dos y me quedé en el baño dándole vueltas a la cabeza. Lo que me habían contado no podía ser cierto o, al menos, así lo creía yo, hasta que vi lo que parecía ser semen seco en el suelo del baño cerca de la entrada. Me estaba agobiando mucho, así que me duché, me vestí y salí del piso sin saludar a mis sobrinas, necesitaba tomar el aire. Cuando llevaba casi una hora dando vueltas andando sonó mi móvil. Era un número que no conocía.

- Carlos, soy Antonia.

- Sí, Antonia, dime.

- Te tengo que pedir un favor.

- Dime.

- Me ha llamado mi madre, tiene unos días libres y nos ha propuesto venir a recogernos. Me pregunta si puede quedarse en tu casa dos o tres días. No conoce la zona y siente curiosidad.

¡Pero qué se creen, que yo tengo una pensión! Pensé, pero no quería parecer desagradable.

- No sé dónde va a poder dormir, pero si os arregláis entre vosotras, por mí sin problemas.

- Muchas gracias, Carlos.

- Oye, ¿ella sabe dónde viene? -Le pregunté antes de que colgara, no quería tener luego problemas-.

- Sí, ya se lo dije, por eso tiene curiosidad.

- De acuerdo, como queráis.

Decidí volver a mi casa, ya un poco más sereno. Estaba sólo Antonia desnuda en el salón.

- Buenos días, Antonia. ¿Y mis sobrinas?

- Se han ido a tomar el sol a la playa.

Se levantó y se puso a mi lado apoyada en la encimera de la cocina.

- ¿No te has ido con ellas?

- Qué va, tengo un dolor de cabeza que no es normal y no quiero que me dé el sol.

- Te pasaste anoche.

- No, no bebí mucho, lo que pasa es que me tuvieron que dar garrafón. ¿Qué os pasaba ayer noche a ti y a tus sobrinas?

- ¿Por qué?

- Primero os oí discutir entre sueños y luego las escuché a ellas riéndose a carcajadas.

- Discutimos porque ellas tienen muy poca vergüenza. Las carcajadas yo no las recuerdo, me volví a dormir o, al menos, eso creo. ¿Cómo es que viene tu madre a recogeros?

- Cuando le conté como era esto, me dijo que se cogería unos días para poder conocer el sitio.

- Ya veréis vosotras como os las apañáis para dormir.

- Te gustará mi madre.

- ¿Por qué?

- Es muy simpática y sociable.

- ¿Y tu padre?

- Están divorciados desde hace años, casi no nos vemos. Se volvió a casar con una a la que le dobla la edad y se mudaron de ciudad. Carlos, me gustó mucho el polvo que echamos ayer.

- A mí también. Lo que no me gustó es que hubieras apostado con mis sobrinas que lo conseguirías.

- No te lo tomes a mal, es algo que hacemos constantemente.

- Peor me lo pones.

- No, quiero decir que apostamos por cualquier cosa.

- Pues podíais discriminar un poquito sobre lo qué apostáis. Voy a cambiarme. -Le dije yendo hacia el dormitorio-.

Entré al baño del dormitorio a orinar después de desnudarme, cuando salí de la cabina vi sobre la encimera los tangas de mis sobrinas y otro tanga más, lo cogí, era igual o muy parecido al que el que llevaba Antonia cuando estaba acostada por la mañana. Las muy hijas de puta habían descubierto mi parafilia y estaban dispuestas a explotarla. El tanga era lo mínimo para poderlo llamar con ese nombre. Decidí devolvérselo a Antonia. Salí del dormitorio con él en la mano.

- Antonia, creo que esto es tuyo. -Le dije enseñándoselo-.

- Marta me comentó que te gustaba coleccionarlos y quise hacerte un regalo. ¿Lo has olido?

- No.

- Si te apetece, ¿por qué no lo haces? He dormido con él puesto y he tenido varios sueños muy húmedos contigo.

Me quedé mirándola sin saber que decirle. Ella se acercó a mí, me cogió la mano en la que tenía el tanga y me la acercó a la nariz.

- Huele fuerte, ¿verdad? - ¡Joder que si olía fuerte a chocho caliente! -. Fíjate como han debido ser mis sueños.

Me molestaba que Antonia estuviese jugando conmigo, pero a la misma vez me gustaba y me calentaba.

- ¿No crees que eres muy joven para ser tan puta? -Le dije-.

- Me gusta cuando me llamas puta. Me entran todavía más ganas de serlo contigo.

Llevé una mano a su chocho y empecé a sobárselo. Lo tenía empapado. Ella lanzó un fuerte gemido y acercó su cara a la mía para oler su propio tanga a la misma vez que yo.

- Te pone cachondo oler las bragas usadas de las mujeres calientes. Y eso que dijiste que tú no tenías parafilias. -Me dijo en un tono de voz muy bajo-.

Yo seguía con mi mano en su chocho. Ella había flexionado un poco las piernas para facilitarme el acceso.

- Te gusta provocarme, ¿verdad? -Le dije-.

- Mucho. Yo sé que te pongo caliente, pero eres demasiado racional para meterme mano, por eso me gusta hacerte perder la cabeza, como ahora. Tus caricias van a hacer que me corra.

- ¿Quieres que deje de acariciarte?

- Por nada del mundo. Me encanta correrme en tus manos. -Me dijo cuando yo ya estaba completamente empalmado-. ¿Sabes con qué estaba soñando anoche cuando mojé el tanga?

- No lo sé, cuéntamelo.

- Me había despertado y me levanté de la cama para quitarme la ropa con la que me había acostado Escuché hablar en tu habitación a ti y a tus sobrinas. Me acerqué sigilosamente, te vi de espaldas, desnudo, mirando a tus sobrinas, que se estaban haciendo un dedo en la bañera, mirando como tú te sobabas el nabo. La escena me pareció muy pervertida. Me pegué a tu espalda, apretando mis tetas contra ti. A ti pareció no extrañarte, pues ni siquiera giraste la cabeza. Yo te rodeé … No pares ahora, sigue sobándome el chocho, que estoy a punto. -El sueño de Antonia coincidía con lo que me habían contado mis sobrinas, lo que me tenía perplejo-. ¡Aaaaggg, Carlos, sigue, sigue, siiii, aaaagggg, qué fuerte, aaaagggg, siiii, …!

Antonia se corrió dando voces y moviéndose como si estuviera endemoniada, apretada contra mi pecho.

- Pásame el tanga por el chocho, verás el regalo que te dejo. -Me dijo cuando terminó de correrse. Se llevó la mano que me tenía cogida desde el principio a su chocho y arqueando las piernas se restregó el tanga varias veces con fuerza-. Huélelo ahora. -Me dijo, devolviéndome la mano a la nariz-. ¿Te gusta?

El olor del tanga era como para morirse. Había pegado su vientre a mi polla y lo movía de un lado a otro. No pude aguantar más y me corrí en su barriga.

- ¡Aaaaggg, ya, me corro, siii, me corro, sigue moviéndote, sigue, sigue, aaahhh, …!

- Ya veo que te ha gustado el olor de mis jugos. -Me dijo sin parar de moverse-.

- ¡Joder, Antonia, como consigues ponerme!

- Me encanta ponerte así. Espera que ahora te voy a dejar mi olor en la polla.

Me cogió la polla y se la metió entre sus ingles y empezó a moverse adelante y atrás. Mi polla resbalaba entre sus ingles bajo su empapado chocho. Apartó mi mano con el tanga y me besó en la boca.

- ¡Joder que bueno que te mantengas empalmado! Es como tener un consolador de carne para seguir haciéndote otra paja, cuando ya te has corrido una primera vez.

- ¿Cómo seguía el sueño? -Le pregunté-.

- Me acuerdo de poco más. Como te he contado, la escena me pareció muy pervertida, me pegué a tu espalda y adelanté los brazos para seguir haciéndote yo la paja. Ya no recuerdo más.

Antonia no paraba de moverse, sin dejar de apretar sus tetas contra mi pecho. Le puse las dos manos en el culo. Lo tenía como una piedra de duro.

- Quiero que me folles en la tumbona de la terraza. -Me dijo-.

Me cogió de una mano y tiró de mí hacia la terraza. Me tumbé boca arriba con la espalda apoyada, ella se puso de frente sobre mí con las piernas apoyadas en el suelo a los lados de la tumbona, me cogió la polla y flexionando las piernas fue bajando hasta tenerla entera dentro de su depilado chocho, se inclinó hacia delante poniéndome las tetas a la altura de mi cabeza para que se las comiera, cosa que no tardé en hacer, poniendo mis manos en su culo para acompañar sus movimientos.

- Fóllame, fóllame, fóllame, … -Repetía ella como un mantra-.

El choque de sus muslos con mis caderas sonaba como si estuviéramos dando palmas al compás del chop, chop de mi polla dentro de su chocho empapado de jugos. Se echó hacia atrás apoyando sus manos en mis piernas, sin parar de moverse. Llevé mis manos a sus tetas para sobárselas con fuerza.

- Carlos, me voy a correr. Pellízcame los pezones.

- Y yo también. -Le contesté cogiendo con fuerza sus pezones con los dedos-.

- ¡Ahora, ahora, ahora, siii, qué bueno, aaaggg, córrete tú también, aaaggg, …! -Gritó ella-.

- ¡Aaaaggg, toma, toma, toma, …! ¿Sientes cómo me corro?

- ¡Siiii, siiii, aaaggg!

Cuando terminamos de corrernos, se echó de nuevo hacia delante recostándose en mi pecho.

- ¿Te he parecido lo bastante puta? -Me preguntó todavía con mi polla dentro-.

- Me ha parecido fantástico.

- Por lo tus sobrinas no te preocupes, están en fase lésbica.

- No te entiendo.

- Qué no quieren rollo con tíos, se lo montan entre ellas.

Aquello no me pegaba con lo que me había dicho mi hermana Lola ni con la mamada que me había dado María la mañana anterior.

- ¿Estás segura?

- Completamente. No veas la que nos montamos entre las tres la tarde antes de venir.

- Pues la otra tarde no lo parecía.

- Yo no estoy diciendo que sean lesbianas, sino que están en una fase lésbica, ya se les pasará.

Coño, ni que fuera un resfriado, pensé. Sonó un móvil en el salón.

- Es el mío, debe ser mi madre.

Se levantó, fue hacia el salón y cogió el móvil. Volvió al poco.

- Déjame tus llaves, voy a bajar a abrir a mi madre. Me ha dicho que en diez minutos está en la puerta.

- ¿Ya?

- Sí, estaba de camino cuando te llamé. Voy a ducharme en un minuto, porque huelo a chocho que tumbo. Por cierto, la ducha del baño nuestro no funciona, así que voy al tuyo.

- Vale, luego me ducharé yo mientras tú bajas.

Fui a mirar que le pasaba a la ducha del segundo baño. Abrí el grifo y el agua salía por todas partes, se había roto el flexómetro. Cogí mis llaves y fui hacia mi dormitorio, Antonia estaba terminando de secarse. Se peinó un poco con las manos y se puso un pareo al pecho.

- Ahora vuelvo.

- Vale, voy a ducharme mientras.

Me duché pensando en el pedazo de polvo que habíamos echado y en lo que me había dicho Antonia de mis sobrinas. Pensé que cuando se lo montaran entre ellas debía de ser cómo montárselo con uno mismo. Dudé si vestirme o ponerme un pareo para recibir a la madre de Antonia. No tenía ganas de vestirme y me decidí por el pareo. Antonia y su madre estaban de espaldas en la terraza mirando el mar. La madre de Antonia tenía su misma altura y su mismo pelo. Llevaba un pantalón corto blanco que le hacía un culo de mujer madura de ensueño y una camiseta de tirantas verde. Tenía unas bonitas piernas bastante morenas, calzadas con unas zapatillas con algo de tacón.

- ¿Qué tal el viaje? -Le pregunté mientras seguía de espaldas-.

Se volvieron las dos y no pude evitar que los ojos se me fueran a sus tetas. ¡Qué barbaridad! Pensé. La camiseta dejaba ver un par de tetas muy grandes, embutidas en un sujetador que se le veía por los lados de la camiseta, más pequeño de lo necesario para aquel par de tetas. En el canal que le formaban sus tetas no cabía ni una hoja de papel de fumar. Cuando pude miré su cara, era guapa, debía tener la edad de mi hermana Lola, entre cuarenta y cinco y cincuenta. Tenía una ligera barriguita propia de su edad.

- Bien, pero muy largo. -Me contestó acercándose a saludarme con dos besos en las mejillas-.

- Carlos, ella es Susana, mi madre. Mamá, el es Carlos, nuestro anfitrión.

- Encantada y gracias por acogerme.

- No hay porque darlas, encantado yo porque estés aquí. ¿Una cerveza o un vino blanco?

- Mejor un vino blanco.

- ¿Antonia, tú quieres algo?

- No, voy a bajar con Marta y María a tomar un poco sol.

- ¿Tú no bajas a la playa? -Le pregunté a Susana-.

- No, debo ser de las pocas mujeres a las que no les gusta la playa.

Fui a la cocina a por dos copas y una botella. Mientras lo hacía Antonia cogió su bolso de playa.

- ¿Me acompañas para abrirme la puerta?

- Sí, claro.

Bajamos y le abrí la puerta.

- He echado una mañana estupenda. -Me dijo al irse guiñándome un ojo-.

Subí y fui a la terraza, Susana seguía de espaldas mirando el mar. El culo de Susana tenía un morbo especial. Le ofrecí su copa.

- Ah, gracias. -Dijo cuando se la acerqué-.

- ¿Habías estado aquí antes?

- No, había oído hablar del sitio, pero no he venido nunca. Está muy bien.

- Sí, está bastante bien. -Miré también hacia el mar para evitar mirarle las tetas-.

- ¿Cuál es el protocolo con la ropa?

- No hay un protocolo, salvo dos o tres cosas. Puedes ir desnuda, vestida, en pareo o en traje de buzo, vamos como quieras. No debes sentarte sin algo entre tu trasero y la silla y no se ve bien desnudarte ante extraños, aun cuando te vayas a quedar luego desnuda. Lo demás cómo te parezca. Ah, se me olvidaba, en la piscina hay que estar desnudo.

- ¿Cuesta acostumbrarse?

- Depende de lo pudorosa que seas. -Le dije mirándola. ¡Joder, que tetas tiene! Pensé al verla de nuevo de frente-.

- Un poco, pero no demasiado.

- Pues entonces te acostumbrarás enseguida. -Le dije rellenando las copas-.

- Lo del pareo tiene pinta de ser muy cómodo.

- Sí. Si no has traído te puedo prestar alguno.

- Me he traído un par de ellos que tenía para la piscina de la urbanización, claro que me los ponía con el biquini debajo y son un poco vaporosos. -Me imaginé aquellas tetas con biquini y me puse cardiaco-.

- No te preocupes por eso aquí. Tendrás hambre. ¿Prefieres comer en casa o fuera?

- Dónde tú quieras, aunque me apetece más aquí.

- Entonces prepararé algo.

- Me cambio y te ayudo. ¿Dónde puedo cambiarme?

- Hazlo en mi dormitorio, el otro lo tienen las chicas ocupado y desordenado. -Le dije yendo hacia el dormitorio-.

Susana cogió la pequeña maleta de fin de semana y me siguió.

- Cualquier cosa que necesites me la pides.

- Gracias, Carlos.

Volví a la cocina. Escuché un móvil que debía ser el de Susana. Encendí el horno para poner el pescado que había comprado el día anterior. Al rato salió Susana del dormitorio. Se había puesto un pareo, efectivamente muy vaporoso, al pecho, que le quedaba a media pierna El volumen de sus tetas era descomunal y se le transparentaban ligeramente las areolas y los pezones. Tienes que dejar de mirarle las tetas, me dije.

- Ha llamado Antonia, que van a comer en el chiringuito de la playa y luego seguirán tomando el sol. -Me dijo-.

En ese momento me di cuenta, a la misma vez que ella, que el tanga de su hija estaba encima de la mesa de centro del sofá. Me hice el loco hasta que pudiera quitarlo sin que Susana se diera cuenta.

- ¿En qué te ayudo? -Me preguntó-.

- En nada, en cuanto esté el horno caliente pongo el pescado y nos volvemos a la terraza.

- ¿Preparo una ensalada?

- Si quieres, hay una bolsa en el frigorífico.

Susana abrió el frigorífico y se dobló por la cintura para abrir el cajón y sacar la bolsa. La posición hizo que se le transparentara su hermoso culo. Iba desnuda bajo el pareo. Era una mujer hermosa con mucho morbo. Abrió la bolsa y la volcó en una ensaladera.

- Luego la aliñamos. -Le dije metiendo el pescado en el horno-. ¿Salimos a la terraza?

- Como quieras.

La mano de Dios hizo que en ese momento se le resbalará el pareo, ella intentó cogerlo al vuelo, pero se terminó cayendo al suelo. La imagen que me ofreció no tenía desperdicio. Sus tetas tenían casi el tamaño de pelotas de balonmano, todavía altas, pese a su volumen, la maternidad y la edad de Susana. Sus areolas eran grandes y oscuras y sus pezones erectos y muy carnosos. Se le notaba una fuerte marca de haber tomado el sol con un biquini que a duras penas le cubría sus grandes areolas. ¡Joder, que tetas para follárselas! Pensé. Una pequeña barriga con un hermoso y profundo ombligo, un chocho con una buena mata de pelo oscuro, que destacaba todavía más por la marca de la braga del biquini. ¡Qué pedazo de mujer madura! Pensé, empezando a notar que la polla se me estaba poniendo morcillona.

- ¡Uy que tonta! -Dijo agachándose para recoger el pareo y volver a colocárselo lo más rápido que pudo-. No tenía claro si desnudarme, pero desde luego así no.

- No te preocupes, eres una mujer muy atractiva.

- Gracias por el cumplido.

Salimos los dos a la terraza una vez superado el incidente. Nos sentamos mirando al mar. Tenía su imagen desnuda grabada en mi cabeza.

- ¿En qué trabajas? -Le pregunté-.

- Tengo una tienda de ropa interior y de baño femenina.

- Te habrá hecho mucho daño la pandemia.

- Al principio sí, pero luego el negocio se recuperó muy rápidamente. Parece que las mujeres necesitábamos ponernos guapas por dentro para pasar mejor las dificultades.

- Me alegro de que haya sido así.

- ¿Y tú en que trabajas para poder vivir aquí?

- Soy ingeniero en una consultora y teletrabajo.

- Además, he abierto una tienda virtual, al no saber como iba a evolucionar la cosa.

- Eso está muy bien, por ahí parece estar el futuro.

- También vendo en Amazon, pero me gusta más mi propia tienda. Espera que te la voy a enseñar. -Dijo, se levantó, entró en el piso y volvió al minuto con una tableta en la mano. Tecleó algo y me pasó la tableta-. Navega un poco y dime si te gusta.

La tienda parecía estar especializada en ropa interior sexi o muy sexi, mini tanguitas, sujetadores de encaje, bodis casi transparentes, micro biquinis como el que se había puesto Antonia el primer día, …etc.

- Muy bonita la ropa y muy sexi. -Le dije, devolviéndole la tableta-.

- Es que a mi me gusta mucho ese tipo de ropa interior, como sé que a muchas mujeres. La modelo de muchas de las fotos soy yo misma. Mira.

Me volvió a pasar la tableta. En la pantalla una mujer muy exuberante a la que no se le veía la cara, lucía un conjunto de micro tanga y sujetador rojos, que le sentaban como un guante.

- Pasa, pasa las fotos. -Me dijo-.

Las siguientes fotos eran de la misma mujer con el mismo conjunto. En una de ellas estaba de espaldas, el micro tanga por detrás eran unas tiritas que dejaban su fantástico culo al aire. ¡Joder, como está! Con las fotos y la imagen de Susana al caérsele el pareo antes, mi polla estaba ya más que morcillona.

- ¿A qué parezco resultona en las fotos? -Me preguntó cuando le devolví de nuevo la tableta-.

- Yo diría que algo más que resultona. Sales preciosa y muy sexi.

- Cuando más joven, sí. Ahora ya tengo una edad. ¿Le queda mucho a la comida?

- Unos veinticinco minutos. ¿Por qué?

- Me apetece darme un baño en la piscina antes de comer.

- La piscina es exclusivamente nudista.

- Pues habrá que acostumbrarse. ¿Me acompañas? -A mí no me gusta bañarme, pero no iba a perder semejante oportunidad-.

- De acuerdo. Un minuto que tengo que ir al baño. -Le dije levantándome y reparé que ella miraba el bulto que se me había formado en la entrepierna-.

Fui a mi dormitorio. Susana había dejado la ropa que llevaba sobre la cama, incluido su sujetador y un tanga blanco. Nuevamente no pude resistirme a mi perversión, lo cogí y me lo llevé a la nariz. ¡Qué delicia de perfume de mujer! Pensé. Lo volví a dejar donde estaba, oriné y volví a salir con el bulto de la entrepierna más crecido todavía. Susana estaba de pie en la terraza.

- ¿Vamos? -Le pregunté-.

- Sí. ¿Me puedes dejar una toalla de baño?

- Claro, voy por dos.

Volví al dormitorio y volví a ver el tanga de Susana, pero me resistí a olerlo de nuevo, temía terminar de empalmarme. Cogí las toallas. Me estaba esperando en el salón.

- Toma. -Le dije pasándole una de las toallas-.

- Gracias.

- Voy a bajar el hormo.

- Sí, no nos vayamos a quedar sin comida, que tengo hambre.

Bajamos. En la piscina sólo había una mujer de unos sesenta años que se estaba secando después de bañarse y se marchó en seguida. Nos acercamos a una tumbona a dejar las cosas. Susana se quitó el pareo y se dirigió a la escalerilla de la piscina. Yo volví a admirar su cuerpo lleno de morbo. Me quité el pareo. Mi polla seguía muy morcillona. Entré en la piscina por la misma escalerilla, bajo la atenta mirada de Susana.

- Está muy buena el agua. -Me dijo, cuando me acercaba hacia ella-.

- Sí, a esta hora ya le ha dado bastante el sol.

- Puedo hacerte una pregunta. -Me dijo con el agua hasta el cuello-.

- Claro.

- ¿Estás excitado? -La pregunta me cogió un poco por sorpresa. Excitado no, lo que estoy es más caliente que una plancha, pensé-.

- Un poco. -Le contesté-.

- Voy a hacerte una confesión. Yo también.

- ¿Por qué?

- Por la situación. Es la primera vez que voy desnuda en público y también que me baño desnuda.

- ¿Te gusta?

- Sí, pero es una sensación extraña. ¿A ti todavía te excita?

- Te confieso que verte desnuda y verte en las fotos me ha excitado.

- Creo que debemos ducharnos con agua fría al salir de la piscina. -Me dijo riéndose-.

- Yo también lo creo. -Le contesté riéndome con ella-.

Susana salió de la piscina. La visión de su espalda, su culo y sus piernas era subyugante, pero la de sus tetas desbordando su espalda por los lados me produjo un latigazo en la polla. Ella se dirigió a una de las duchas yo a otra, colocándome de tal manera que pudiera verla mientras se duchaba. La visión dejando caer el agua por su cuerpo y frotándose las tetas, la barriga o el culo produjo que el efecto de la ducha fría sobre mi calentón fuera nulo. Nos secamos al lado de la tumbona.

- ¿Sabes? Creo que no me voy a poner el pareo. -Me dijo-.

- Entonces yo tampoco.

- ¿Puedo hacerte otra pregunta? -Me dijo de camino al piso-.

- Si no es como la de antes, vale.

- ¿Es molesto depilarse el sexo?

- Si se hace bien, no. Lo malo es que cuando empieza a crecer el vello, te pica un poco y te lo tienes que volver a repasar o aguantar el picor.

Al llegar al piso puse de nuevo el horno y salimos a la terraza a seguir tomando un vino.

- ¿De verdad te has excitado por ver mis fotos? -Me preguntó-.

- Y por verte al natural. ¿Cómo te metiste en lo de la tienda de ropa interior?

- Por ahorrar. A mi hija y a mí nos gusta tanto la ropa interior, que con la tienda ahorramos un dineral. -Me contestó riéndose-.

- Con lo que de verdad ahorrarías es viniéndote a vivir aquí.

- En eso tienes razón, pero entonces no disfrutaría tanto del placer que me produce ponérmela.
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heranlu

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Un Giro a mi Vida Después de Divorciarme – Capítulo 010

Sonó el reloj del horno, fuimos a la cocina y mientras ella aliñaba la ensalada yo serví el pescado. Cada vez que la miraba su visión me resultaba hipnótica. Pensé en que, si su hija era atractiva, ella lo era mucho más. Nos sentamos a comer con otra botella de vino.

- ¿Vives aquí solo? -Me preguntó-.

- Sí, a veces se queda una amiga, pero vamos, que vivo solo.

Durante la comida me pilló varias veces mirándole las tetas y retirando inmediatamente los ojos.

- Carlos, puedes mirarme las tetas sin problemas, no me voy a molestar, comprenderás que estoy muy acostumbrada a que me las miren.

- Perdona, pero es que son preciosas.

- Y grandes, sobre todo grandes, aunque yo no me quejo. Voy a ver si aprovecho estos días para que se me pongan un poco morenas.

- Una mujer con moreno integral tiene su morbo, pero una con las marcas del biquini también, aunque de otra manera.

- ¿De qué otra manera?

- Sí, te dice que al poder verle las marcas eres uno de los pocos elegidos.

- Sí, puedes tener razón o que está recién llegada a una zona nudista. -Dijo riéndose-. ¿Qué tal mi hija durante estos días?

- Bien. -Le contesté sin querer entrar en detalles-.

- Carlos, conozco el carácter de mi hija y sé que es una chica, vamos a llamarle, muy activa sexualmente. A mí no me importa, que disfrute desde jovencita, que luego ya se hará mayor.

Terminamos de comer, recogí los platos y los llevé a la cocina.

- ¿Quieres una copa de algo? -Le pregunté sin salir a la terraza-.

- Sí, por favor, de lo que vayas a tomar tú.

Serví hielo en dos vasos y los saqué a la terraza, junto con la botella de whisky. Susana se había sentado en la tumbona al sol, con la espalda recostada y los ojos cerrados. Aproveché para recrearme con sus tetas.

- ¿Quieres dormir dentro? -Le pregunté-.

- No, no quiero dormir. -Me contestó abriendo los ojos y cogiendo el vaso que le ofrecía-. Estoy muy a gusto ahora.

- Yo también.

- ¿Hace mucho que estás divorciado?

- No, unos meses.

- Yo hace ya unos diez años.

- ¿Tienes pareja? -Le pregunté-.

- No, he tenido alguna, pero sin éxito. Tampoco me apetece ahora. ¿Y a ti?

- Tampoco, es demasiado pronto, para volver a unirse a alguien.

- Eres un hombre muy agradable, un maduro atractivo, con buena situación económica y buena planta, me imagino que se te pegarán muchas chicas.

- Muchas gracias. Alguna, pero tampoco las tengo que espantar para poder ver el sol. Tú también eres muy agradable y con una planta muy apetecible, así que no podrás quejarte.

- Yo no me quejo de nada. Me divierto lo que puedo y después, si te he visto no me acuerdo.

- Deberías ponerte crema solar, al menos en los pechos.

- ¿Tienes tú? A mí se me ha olvidado.

- Creo que sí. Te la traigo.

Fui a buscarla a mi baño. En esta ocasión no pude resistirme otra vez a oler el tanga de Susana. Su olor me produjo un calambrazo en el nabo. Lo volví a dejar en su sitio, para coger luego su sujetador, las copas eran impresionantes de grandes, me lo llevé también a la nariz, era un olor distinto, pero igualmente excitante. Cuando lo dejé, cogí la crema solar y volví a la terraza.

- No queda mucha, pero para unos días creo que te llega.

- No sé yo que decirte. -Me dijo cogiendo el bote y riéndose del tamaño de sus tetas-.

- Tienes razón. -Le contesté riéndome también-.

Susana tumbó el bote, dejando caer el contenido sobre sus tetas. Luego con las dos manos empezó a sobárselas para extenderlo y finalmente con una mano se levantaba una teta, mientras que con la otra se extendía la crema por la parte inferior. El calentón me subió varios grados con las maniobras de Susana.

- Toma, gracias. -Me dijo extendiendo un brazo con el bote-.

- Quédatelo, yo no me pongo al sol.

Yo tenía el nabo metido entre las piernas para disimular la medio erección que tenía ya. Susana se inclinó hacia delante mirándose el chocho.

- ¿Tú crees que me quedaría bien depilado? -Me preguntó. Nuevo calambrazo en la polla-.

- Eso es algo muy personal, pero creo que por probar no pasa nada. Luego vuelve a crecer el vello.

- ¿Tú por qué te depilaste?

- Me lo recomendó una amiga y me hizo gracia.

- Es que a los hombres parece que os creciera el miembro, pero a las mujeres que tenemos los labios menores grandes, como yo, nos deja como desprotegidas. -Varios calambrazos mas en la polla, cada vez estaba más empalmado-.

- ¿Me pones un poco más de hielo? Por favor.

No iba a tener más remedio que levantarme y lucir la erección que tenía.

- ¿Te puedo pedir que cierres los ojos? -Le dije-.

- ¿Por qué?

- Pues porque estoy muy excitado y no me parece bien lucirme así.

- A ver si te crees que va a ser la primera vez que vea un miembro en erección. Tengo cuarenta y seis años y me quedé embarazada de manera natural. Además, a algunas mujeres nos gusta ver por nosotras mismas el efecto que producimos en los hombres.

- Es que me da vergüenza que me veas empalmado.

- Que no, Carlos, que ya somos los dos bastante mayorcitos para tonterías de ese tipo.

Abrí las piernas para levantarme y la polla me saltó como un resorte. Susana no me quitaba la vista de encima. Me levanté, cogí su vaso y el mío y fui a la cocina a ponerles hielo. Volví a la terraza y rellenando los vasos, me dijo Susana:

- Pues sí, que he causado efecto sobre ti. Me alaga lo que todavía puede mi físico hacer sobre un hombre. Además, no tienes nada de qué avergonzarte tienes un miembro muy hermoso.

- Gracias. -Le contesté bastante avergonzado por la situación-.

- Seguro que mi hija no ha perdido detalle ni ha dejado pasar la ocasión.

- ¿Qué tiene que ver tu hija con esto?

- Carlos, ya te dije que conozco bien a mi hija. Si yo estoy excitada con esto, mi hija, con lo caliente que es, tenía que estar como una parrilla. No me contestes si no quieres, pero ¿a qué te ha follado?

- ¡Susana, por favor!

- Bueno, ya te he dicho que no me contestaras si no querías.

Volvió a sonar el móvil de Susana que lo tenía a su lado.

- Dime.

Alguien al otro lado debió contarle alguna cosa.

- De acuerdo, que os divirtáis. -Dijo y colgó-. Era Antonia, que han conocido a un grupo de gente en la playa y que se van a quedar hasta tarde.

- Menos mal. Han estado casi sin salir del piso.

Se levantó de la tumbona, bajó el respaldo y se puso boca abajo. Si las tetas eran impresionantes, el culo era morboso.

- ¿Te importa darme un poco de crema en la espalda? -Me dijo y yo creí que estaba en un sueño-.

- No, claro.

Me levanté con todo el pollón, cogí el bote de crema y empecé a ponerle en la marca del top del biquini. Sus tetas, presionadas contra la tumbona, le sobresalían por los lados. Su piel era muy suave. Yo miraba su culo de cerca, estaba deseando sobárselo, pero no me atreví.

- Ya está. -Le dije cuando le había cubierto la espalda-.

- No, Carlos, o quieres que no pueda sentarme en una temporada.

Aquella mujer, no sé si intencionada o inocentemente, me estaba poniendo como una moto. Vertí crema sobre su blanco culo y se la extendí lentamente con una mano, tratando de no presionar. El tacto de su culo era duro y suave. Mi polla estaba a reventar.

- Ahora ya te podrás sentar sin problemas. -Le dije, volviendo a poner el bote en la tumbona-.

- Gracias, Carlos. -Me dijo ella volviendo la cabeza y encontrándose con todo mi pollón-.

- ¿Vas al gimnasio? -Le pregunté volviendo a sentarme y a admirarla por detrás-.

- Sí, ¿por qué?

- Porque tienes el trasero como una piedra.

- Mi dinero y mi sudor me cuesta, pero si no, a las mujeres de mi edad el culo se nos pone blando y se nos cae enseguida.

- Pues no es tu caso.

- ¿Qué piensas hacer para bajarte la erección? -Me dijo mirándome-.

- Nada, ¿qué quieres que haga?

- Yo tengo una amiga enfermera especialista en quitar la erección con un golpe en el miembro.

- Déjalo, mejor me quedo como estoy.

- Volviendo a lo de la depilación. ¿Tú te depilas solo?

- La primera vez llamé a una profesional, yo hago el mantenimiento y la última vez me ayudó una amiga.

- Yo veo muy difícil que uno mismo pueda depilarse para quedar como tú, sin un pelito. Si tú te haces el mantenimiento tendrás alguna maquina o algo.

La situación se me estaba pareciendo mucho a cuando mi hermana Lola se empeñó en el tema y la cosa terminó como terminó. Pero esta vez no era mi hermana, sino una tía que estaba como un tren y que, además, estaba tonteando conmigo.

- Sí, tengo una máquina. -Le contesté-.

- Siento curiosidad, ¿me la podrías enseñar?

- Claro, pero es como todas.

Fui al baño de mi dormitorio y cogí la depiladora. Me vi en el espejo y comprobé que no podía estar más empalmado. A la vuelta, me paré otra vez junto a su ropa y olí de nuevo profundamente su tanga. ¡Qué bárbaro, como huele! Pensé.

Ahora Susana estaba sentada en la tumbona de frente a la puerta con los pies en el suelo. Los ojos se me volvieron a ir a sus tetas.

- Toma. -Le dije pasándole la máquina para lo que tuve que poner el pollón a quince centímetros de su cara-.

- Sigues muy excitado.

- ¿Tú ya no?

- Bastante más que antes. -Me contestó mirando la depiladora-. ¿Me ayudarías a depilarme?

Su propuesta terminó con mi estoicismo.

- Susana, ¿no crees que eso nos va a excitar todavía más de lo que ya estamos?

- Imagino que sí, pero me apetece mucho hacerlo y que seas tú quien descubra primero el nuevo aspecto de mi vagina. ¿Me pones más hielo? Por favor.

Carlos, no puedes dejar pasar esta oportunidad, me dije.

- Claro.

Cogí los vasos y fui al frigorífico. Cuando me volví después de poner el hielo en los vasos, Susana estaba de pie en el salón con la máquina de depilar en una mano y la botella de whisky en la otra.

- ¿Te has pensado ya lo de ayudarme con la depilación? -Me dijo-.

- Te advierto que va a ser la primera vez que depile una vagina. -Inmediatamente pensé que no era cierto, sería la segunda detrás de la de mi hermana Lola-.

Me pasó la botella y rellené los vasos.

- Asumiré el riesgo. ¿Dónde lo hacemos que no pongamos todo perdido de pelos?

Yo estaba que se me iba a salir el nabo del sitio con aquel pedazo de mujer desnuda delante de mí y con la idea de trastear en su chocho.

- Vamos primero al inodoro y luego, si hace falta, terminamos en la cama. Perdón, creo que ha sonado a otra cosa distinta a la que quería decir.

- No pasa nada, la cabeza a veces juega malas pasadas.

Nos fuimos con nuestros vasos y la máquina hacia mi baño.

- ¡Qué baño tan fantástico! -Exclamó al verlo-. ¡Qué envidia para cualquier mujer!

- Sí, está muy bien.

- ¿Lo has diseñado tú?

- No, ya estaba así cuando compré el piso.

- ¿Vamos?

- Si, vamos.

Susana se sentó con las piernas muy abiertas en el inodoro y yo me puse de rodillas entre ellas. Recordé como me había corrido de manera espontánea cuando se lo hice a mi hermana. Empecé por el monte de Venus de arriba hacia abajo con la máquina en el uno, sin tocar todavía su vulva. Tenía el vello relativamente largo, aunque se notaba que arreglado. Su chocho desprendía el mismo olor que el tanga que había estado oliendo toda la tarde. Cuando miraba hacia arriba me encontraba con sus enormes tetas.

- Carlos, me estoy excitando mucho.

- Te lo dije antes. ¿Cómo te crees que estoy yo?

Cuando ya todo el monte de Venus se había quedado con el vello muy corto, seguí con los laterales de la vulva.

- Ábretelo, para que pueda pasar la máquina por los bordes.

Ella me hizo caso y tiró de los labios mayores hacia fuera. En efecto, tenía unos labios menores muy grandes que le formaban varios pliegues. Terminé de pasar la máquina de cortar y empecé con la de afeitar. Susana tenía un clítoris grande, como una perla de tamaño medio, y muy prominente.

- ¿Cómo vas, Carlos? Estoy completamente excitada.

- Aguanta un poco más, que ya termino.

Hice con la afeitadora el camino inverso al que había seguido con la maquinilla de cortar el vello. Su vulva y su monte Venus eran muy carnosos. Terminé con uno de los mayores calentones que había tenido en mi vida. Me dolía la polla de lo durísima que la tenía.

- Creo que ya está. -Le dije levantándome-. Date agua en la ducha para terminar de quitar los pelos, que hayan quedado.

Fui hacia la ducha y abrí los grifos, Susana se levantó del inodoro y entró en el plato de ducha, cogió el rociador cuando el agua ya salía templada y se lo aplicó al chocho que se estaba abriendo con la otra mano. Su cara era de tener un calentón similar al que tenía yo. De pronto flexionó las piernas para abrir el chocho y, sin dejar de aplicarse el agua del rociador empezó a mover como una loca la otra mano sobre su clítoris, que estaba cada vez más abultado. Vaya pajote que se está haciendo, pensé, hasta que empezó a gritar:

- ¡Aaaaggg, me corro, me corro, me corro, aaaagggg, siiii, qué fuerte, qué fuerte, aaaagggg!

El pajote y la corrida de Susana era lo que a mi me faltaba para el calentón que yo tenía.

- ¡Ven, Carlos, ven para acá! -Me dijo poniéndose en cuclillas y dejando el rociador en el suelo-.

No tardé ni un segundo en entrar en la ducha. Susana me cogió la polla y se metió en la boca, mientras yo me agachaba para cogerle sus enormes tetas.

- ¡Me corro, Susana, me corro!

- ¡Córrete, no sé como has podido aguantar tanto!

Ella, pajeándome empezó a golpear mi polla contra sus tetas.

- ¡Sigue, Susana, sigue, me corro, aaaggg, síiii, que fuerte también, aaaaggg!

Mi polla era una fuente lanzando potentes chorros de lefa contra sus tetas. Susana me estuvo ordeñando hasta que lancé la última gota que me quedaba. Nos sentamos los dos en el plato de ducha con las espaldas apoyadas en la pared.

- ¡Joder, que calentón y que corridón y sigo más caliente que antes! -Me dijo-.

- Y que lo digas.

- Tengo que ver como me has dejado el chocho.

- Espera un minuto que nos repongamos. -Le pedí-.

Seguimos los dos sentados y con la nuca apoyada en la pared. Hasta que Susana volvió a coger el rociador y un bote de gel para limpiarse las tetas de mi lefa. Luego nos levantamos, Susana se puso ante el espejo y se pasó un buen rato mirándose el chocho.

- Precioso, aunque tenga tan grandes los labios menores. -Me dijo-.

- Sí que está precioso.

- Me ha quedado más bonito que el de tu hermana.

- ¿Y tú como sabes eso? -Le pregunté muy extrañado-.

- Carlos, yo soy la mejor amiga de tu hermana de toda la vida. Nos contamos todo y, por supuesto, lo que pasó entre vosotros y la depilación del chocho, también. -Mientras me hablaba seguía mirándose y trasteándose el chocho-.

Traté de hacer memoria y, en efecto, recordaba una amiga de mi hermana que desde pequeña tenía unas tetas muy desarrolladas. Si mal no recordaba su nombre era Susana.

- ¿Tú eres la Susana que a veces venía por casa?

- Claro, ¿te acuerdas ahora de mí?

- Sí, ya con catorce o quince años tenías las tetas muy desarrolladas.

- Tu hermana me contaba que te espiaba cuando te duchabas y te hacías pajas. Alguno de los días, yo también te espiaba con ella y no veas cómo nos poníamos de calientes.

- ¿Te ha dicho mi hermana que vinieras?

- No, se me ocurrió a mí solita cuando supe que las niñas iban a venir. Recordé mis tiempos de adolescente y me dije que por qué no recuperar el tiempo perdido. Yo creo que me ha quedado perfecto.

- Sí, de todas formas, tengo que hacer la prueba definitiva. -Le dije recordando la que me había hecho Rocío-.

- ¿Cuál es esa prueba?

La cogí y la senté en la encimera del lavabo, tirando de su culo hacia adelante, apoyando ella la espalda en el espejo, le abrí mucho las piernas y empecé a pasarle la lengua por todo su chochaco. Ella empezó a gemir, a sobarse sus enormes tetas y a retorcerse los pezones.

- Como me dijo tu hermana, no se te baja después de correrte.

- Con la calentura que me has metido es imposible que se me baje.

- Aaaggg, por ahí no había pelos. -Me dijo cuando empecé a comerle su cada vez más prominente clítoris-.

- Es por si se te había quedado alguno pegado.

- Entonces sigue buscando, sigue buscando en profundidad.

Su chocho segregaba jugos como un surtidor y su olor me tenía enfermo.

- ¿Has olido mucho mi tanga? -Me preguntó-.

- ¿También te lo ha contado mi hermana?

- Siiiii, aaaggg.

- Unas pocas de veces durante la tarde. ¡Vaya si tienes un chocho grande!

- Te lo dije, aaaggg. Yo lo tengo todo grande. ¿Entonces te gustaban mis tetas de adolescente?

- Alguna de las pajas que me hacía era pensando en tus tetas.

- Tenías que haberme dicho algo, yo hubiera estado encantada en dejar que me las sobaras y me las comieras, así me habría comido yo otra cosa.

Notaba como estaba cada vez más próxima a correrse, por el incremento de los jugos que segregaba.

- ¡Carlos, no pares ahora, sigue comiéndomelo, me voy a correr otra vez!

- No pienso parar hasta que te desmayes.

- ¡Siiii, ahora, ahora, ahora, sigue por Dios, sigue, aaaggg, aaaggg, que bueno, siiii, …!

Yo ya no podía más, necesitaba correrme otra vez. Me incorporé, me jalé la polla un par de veces y me corrí sobre su depilado monte de Venus.

- ¡Aaaggg, toma, toma, que voy a estrenar tu depilación, toma, aaaaggg, …!

Cuando terminé de correrme me dejé caer sobre ella y empecé a comerle la boca con pasión, que ella me devolvió.

- ¡Cómo necesitaba un buen polvo! -Me dijo-.

- No hemos terminado todavía.

- ¡Qué me gusta oír eso!

Nos limpiamos el semen que teníamos pegado y nos fuimos a la cama. Me tumbé boca arriba y ella de lado con la cabeza sobre mi pecho.

- ¿De verdad no te molesta que Antonia y yo hayamos follado?

- Ves como conozco a mi hija. No me molesta ni lo más mínimo. Me alegro por ella, que disfrute. ¿Y con tus sobrinas?

- ¡Nooo!

- Pues ten cuidado.

- No te puedes imaginar el cerco que me han hecho las tres estos días.

Mientras hablábamos yo le acariciaba la suave piel de sus tetas y ella me acariciaba la polla todavía empalmada.

- Y mi cerco, ¿te ha gustado? -Me preguntó-.

- Yo creo que no me han puesto más caliente en toda mi vida.

- Debe ser, porque llevas horas con la polla como un palo.

- ¿Tu tenías de adolescente complejo por tus tetas?

- Nunca. Mi madre también tiene las tetas muy grandes y cuando a mí empezaron a crecerme, me dijo que tenía mucha suerte y que dos tetas pueden más que dos carretas y no le faltaba razón. -Dijo riéndose al final-.

- Desde luego que tenía razón.

- ¿Quieres que les saquemos partido?

- ¿Partido cómo?

- Ya verás cómo te gusta

Se levantó, cogió el neceser de mano que traía y sacó un bote que me pareció de aceite corporal. Se puso delante de mí sentada en la cama y vertió abundante aceite entre sus tetas.

- Extiéndemelo. -Me dijo-.

Me incorporé en la cama y fui sobándole sus más que hermosas tetas extendiendo el aceite.

- Me gustaría disfrutar de este trabajo contigo todas las mañanas. -Le dije-.

- Y a mí disfrutarlo también.

Una vez embadurnada de aceite se movió hasta tumbarse boca arriba en la cama y se puso una almohada doblada bajo la cabeza.

- Pon tu polla entre mis tetas. -Yo fui a ponerme de frente a ella-. No, al revés, como si te sentaras sobre mi cara.

- ¿No sería mejor de la otra forma?

- Tú hazlo como te digo.

Me coloqué como ella decía, de rodillas con las piernas muy abiertas sobre su cara, un poco desplazado hacia delante y me bajé la polla, que seguía estando como un palo y completamente descapullada. Ella, con sus manos, subió y cerró sus grandes tetas alrededor de mi polla, empezando a moverlas suavemente en círculos, cada una, por su lado. Poco después entendí porque quería que me pusiera en esa posición, cuando empezó a lamerme los huevos y el ojete.

- ¡Susana esto es la gloria!

- A que sí. Hace falta una polla grande como la tuya y unas tetas enormes como las mías, pero a que es fantástico.

- Fantástico no, la gloria bendita.

Su lengua iba desde mi ojete a la base de mi polla, deteniéndose en mis huevos que cada vez me colgaban más. Sus tetas aceitadas masajeaban mi polla. Susana abrió y flexionó las piernas, dejándome libre acceso a su chochaco, que no tardé en acariciar suavemente.

- ¿Esto dónde lo has aprendido? -Le pregunté-.

- Uno de mis rollos era actor porno y él me lo enseñó.

- ¡Qué maravilla de lengua, Susana!

- Y tú, que maravilla de mano.

Las sensaciones eran maravillosamente fuertes. A veces, abría mucho la boca y engullía uno de mis huevos o los dos. Sus manos, moviendo sus tetas, me estaban haciendo una paja de escándalo.

- Porque llevamos dos polvos seguidos, si no, me habría corrido ya.

- Acaríciame el ojete con la otra mano.

- Yo te acaricio lo que tú quieras. -Le dije empezando a hacerlo-.

- ¡Qué rico, Carlos! El que sigas empalmado es un chollo para una mujer ardiente como yo.

- ¿Cómo vas? -Le pregunté cuando llevábamos por lo menos diez minutos, pajeándonos mutuamente-.

- Lista para el tercero. No te sorprendas cuando me corra y sigue sobándome, diga lo que diga. ¿Y tú?

- Yo hace tiempo que lo estoy con lo que me hacen tu lengua y tus tetas.

- ¡Aaaaggg! -Gritó y empezó a escupir flujos por el coño que saltaron sobre la cama y el suelo-. ¡Aaaaggg, qué bendición, sigue Carlos, sigue sobándome el chocho y el culo, hacía tiempo que no me pasaba esto, aaagggg, por Dios, aaaaggg, …!

- ¡Susana, que olor! ¡Me corro yo también!

- ¡Córrete, pero no pares de sobarme, hasta que notes que pierdo el conocimiento!

¡Joder, que barbaridad de mujer! Pensé cuando empecé yo también a correrme sobre ella, como si no lo hubiera hecho en años, sin dejar de sobarla

- ¡Así, Carlos, dámelo todo, que no te quede ni una gota dentro! ¡Aaaggg! -Volvió a gritar cuando empezó otra vez a lanzar jugos-.

Noté que había dejado de moverse las tetas y de comerme los huevos. Me levanté y Susana estaba como muerta, debía haber perdido el conocimiento como me dijo. Me tumbé a su lado mirándola para recuperar el resuello. Al poco abrió los ojos, giró la cabeza y me miró. Me lancé sobre su boca metiéndole la lengua hasta la campanilla.

- ¡Qué fuerte, Carlos, no puedo moverme, estoy desfallecida!

- Fuerte lo tuyo.

- ¿Qué hora es?

- No lo sé, yo he perdido la noción del tiempo. -Me incorporé para mirar por la ventana, estaba anocheciendo-. Por lo menos las nueve pasadas.

- ¿Me invitas a otro whisky?

- Claro, ¿te lo traigo o salimos a la terraza?

- Mejor salimos o nos liaremos otra vez y te juro que me muero.

Nos levantamos, la parte de los pies de la sábana estaba empapada.

- Aquí vas a tener para oler durante mucho tiempo. -Dijo Susana con mucha guasa-.

- No pienso lavarla.

Cogimos nuestros vasos y salimos del dormitorio. Rellené las bebidas y salimos a la terraza.

- Anda que voy bonita, entre el aceite corporal y tu semen.

- No te preocupes que hay confianza.

Susana miró el móvil.

- Un mensaje de Antonia, que vendrán a ducharse y luego saldrán otra vez. Voy a ducharme yo primero.

- ¿Voy contigo?

- Si quieres, pero de ducharnos juntos, nada de nada. ¡Hombre, por fin se te ha bajado!

- En caso contrario, tenía que ir al médico o a tu amiga esa que me dijiste antes.

Susana se duchó, verla enjabonarse aquellas enormes tetas era de lo más erótico que he visto nunca. Mientras se pintaba y se peinaba me duché yo. Volvimos a la terraza.

- Voy a ponerme el pareo o Antonia va a descubrir el trabajito que me has hecho y se va a mosquear.

- ¿Por qué tendría que mosquearse, ella también lo lleva depilado?

- ¿Cuál te gusta más, ella o yo?

- Me gustas tú, infinitamente más. ¿Qué piensas de lo que pasó entre Lola y yo?

- Qué ya sois mayorcitos los dos para hacer lo que queráis. Lola estaba obsesionada contigo desde chica y un poco yo también. Las pajas que te hacías cuando te espiábamos, nos descubrieron a las dos la sexualidad y eso pesa mucho.

Escuché la puerta y entraron mis sobrinas y Antonia. Marta y María besaron a Susana para saludarla.

- ¿Qué te parece esto, Susana? -Le preguntó Marta-.

- Muy bien, muy tranquilo. Un sitio para descansar. -Le contestó con mucha ironía-.

- ¿No te animas a desnudarte? -Le preguntó su hija a Susana-.

- Tal vez mañana, cuando esté un poco más hecha al sitio.

- Vamos a ducharnos, que hemos quedado con un grupo de gente que hemos conocido. -Dijo María-.

- Pues tiene que ser en la ducha del baño de Carlos, la otra está estropeada. -Le contestó Antonia-.

Me acordé de como estaba el dormitorio y el baño y salí pitando a adecentarlo. Abrí las ventanas, quité las sábanas y las guardé en el armario y quité los pelos de Susana del inodoro. Terminé justo cuando estaban entrando las tres y volví con Susana.

- Justo a tiempo, no veas como se había quedado el baño y el dormitorio. -Le dije a Susana-.

- Pues no sé de qué. -Me contestó ella riéndose-. ¿Sabes que todavía me tiemblan las piernas?

- ¿Y tú sabes como tengo yo la polla y los huevos?

- En carne viva.

- Justo. ¡Qué maravilla de tarde, deberían ser todas así!

- Bueno si no todas, por lo menos alternas. -Dijo y nos reímos los dos-.

Me llamó mi hermana Lola.

- Hola, hermana. Está aquí una amiga tuya.

- Ya lo sé. ¿Te gusta Susana?

- ¿Y a quién no?

- Trátale bien, que se lo merece.

- Creo que así lo estoy haciendo.

- ¿Y las niñas?

- Hoy no las he visto en todo el día, ahora se están duchando y van a volver a salir.

- Así podréis estar más tranquilos Susana y tú.

- Sí, cenaremos algo y nos iremos a dormir.

- ¿A dormir? ¿Habéis follado ya?

- ¡Lola, eso no se pregunta!

- Susana y yo no tenemos secretos, ya me lo contará ella. Deja bien alto el pabellón.

- Vale, Lola, ¿algo más?

- Sí, pásamela, porque estás de un soso inaguantable.

- De acuerdo, un beso.

- Otro para ti.

- Toma Susana, es Lola que quiere hablar contigo.

Dejé a Susana hablando con Lola y fui a la cocina a sacar algo para la cena. Mis sobrinas y Antonia iban de mi baño a su dormitorio y viceversa desnudas o en tanga mientras se vestían y maquillaban. Entró Susana y me devolvió el teléfono.

- ¿Qué quería Lola?

- Nada, saber que había pasado.

- No se lo habrás contado.

- Claro que se lo he contado y con pelos y señales.

- Nos vamos. -Dijeron Antonia y mis sobrinas ya vestidas-.

- Que os divirtáis y cenar algo. -Les dije-.

- Sí, tito.

En cuanto salieron Susana se desprendió del pareo y yo también del mío.

- Me encanta estar desnuda. Lastima no haber descubierto esto antes. -Me dijo-. ¿Te ayudo?

- Llévate esto para fuera, mientras abro una botella de vino. -Le dije pasándole un plato con algunas cosas frías-.

Abrí la botella mirando a Susana, me encantaba verla desnuda. Luego salí a la terraza con la botella y dos copas.

- ¿Qué tal estás? -Le pregunté-.

- En el paraíso. Nunca me había corrido tres veces en una tarde. ¿Y tú?

- Muerto, pero encantado. -Recordé que además de las tres veces que me había corrido con Susana, antes me había corrido otras dos con su hija-.

- ¿Para qué es la camilla que tienes en el dormitorio?

- Es de Rocío, una amiga que se dedica a estética íntima y está aprendiendo a dar masajes.

- Suena divertido. ¿Tú me darías luego un masaje?

- ¿Terapéutico?

- No, tonto, con final feliz.

Me imaginé recorrer el cuerpo de Susana con las manos una y otra vez y se me puso una sonrisa bobalicona.

- Puedo intentarlo.

- Lola me ha recordado una de las veces que te estuvimos espiando mientras te hacías una paja en la ducha. Ese día parecía que tenías la polla más grande que otros días o ese día nosotras estábamos especialmente salidas. Lo cierto es que cuando te corriste volvimos a la habitación de tu hermana. Le comenté que, por primera vez, tenía las bragas empapadas y Lola me dijo que no más que ella. Las dos íbamos con la faldita del uniforme del colegio, me quité las bragas y se las pasé, diciéndole que a ver si podía igualarlas. Lola las tocó y las olió, como a ti te gusta, luego se quitó las suyas, pasándomelas también. Estaban auténticamente empapadas y su olor a chocho caliente era irresistible. La tontería de las bragas terminó por ponernos a las dos como motos, nos tumbamos en su cama y empezamos a hacernos una paja. A la mitad, tu hermana me preguntó qué haría contigo si pudiera.

- Susana, me estás poniendo otra vez cardiaco.

- Eso quiero. Espérame un momento.

Me dijo y entró en el piso. Pensé que urgencia le habría dado para salir pitando. Me levanté para esperar a que volviera, lo que hizo en unos minutos.

- Ir desnuda es muy erótico, pero a mí lo que me pone de verdad caliente es ponerme ropa interior marrana.

Susana se había puesto el sujetador y el tanga rojos de la foto que me había enseñado a medio día. Tenía razón, verla desnuda era un auténtico placer, pero verla con aquel sujetador que le comprimía las tetas, cubriéndole justo hasta la mitad de las areolas y aquel tanga mínimo que le cubría justo la raja del chocho y dejaba su imponente culo a la vista, elevada por los zapatos de tacón que se había puesto, podía resucitar a un muerto o hacer renacer cualquier polla, como hizo con la mía.

- Estás preciosa. -Le dije acercándome a ella para abrazarla, sobar su culo y besarla en la boca-.

Me senté de nuevo. Susana se vino hacia mí y se sentó a horcajadas sobre mis muslos de frente. Mi polla rozaba con el pequeño tanga y su barriga. La besé en la boca y puse mis manos en su culo.

- Espera que termine de contarte. Pensé en la pregunta de tu hermana. Con los ojos cerrados para imaginármelo mejor y sin dejar de acariciarme el clítoris, le contesté que una de las noches en las que me quedaba a dormir con ella, me levantaría sigilosamente e iría a tu habitación, tu estarías dormido, desnudo y empalmado sobre las sábanas, me quitaría el camisón, me pondría de rodillas entre tus piernas para hacerte una paja con mis ya grandes tetas. Te despertabas, me mirabas, pero no te movías, me echaba un poco para atrás, te cogería la polla y te la comería, después me pondría sobre ti, me metería tu polla en el chocho y llevaría tus manos a mis tetas para que me las sobases mientras te follaba …

- Susana, me estás poniendo muy caliente otra vez.

- ¿No te apetece?

- Claro que me apetece.

- Yo ponía las manos sobre tu pecho y me echaba hacia delante para poder mover el culo de arriba abajo, hasta casi sacarme tu polla y luego volver a dejarme caer para metérmela entera. Tú cada vez me sobabas más fuerte las tetas, hasta que me las apretaste haciéndome daño y empezaste a correrte. Yo también empecé a correrme, cayéndome luego sobre tu pecho.

- Susana, si hubiera sido cierto me habrías hecho el muchacho más feliz del mundo.

- Haberme dicho algo entonces.

- Sí, la verdad es que entonces era muy tímido con las chicas.

El roce de la barriga de Susana con mi polla hizo que empezase otra vez a segregar líquido preseminal como un grifo abierto.

- Cuando me corrí en mi imaginación, tu hermana y yo nos corrimos de verdad, pero no por eso dejamos de sobarnos los chochos. Entonces le pregunté a tu hermana que ella que te haría. Cerró los ojos como yo había hecho antes y me dijo con la voz muy ronca, que uno de los días que te estuviese espiando en la ducha, se quitaría la ropa y entraría en la ducha por detrás de ti para que no la vieras, se pegaría a tu espalda y sustituiría tus manos por las suyas para seguir con la paja que te estabas haciendo, te pediría que tú le sobases el culo. Cuando notase que tenías la polla como un palo, te daría la vuelta, primero te besaría en la boca, mientras restregaba su vientre apretándote la polla, luego se pondría en cuclillas y empezaría a comértela, tratando de metérsela en la boca tanto como le fuera posible, mientras te sobaba los huevos a la misma vez …

- Susana, estoy ya muy caliente otra vez.

- Y yo también. Después de comértela un buen rato se levantaría, se pondría de espaldas a ti, te cogería la polla y se la metería hasta el fondo, tú le subirías una pierna para poder llegar con una mano a su clítoris, cogiéndole las tetas con la otra mano. Tras varios minutos de embestidas, te correrías y ella también.

- ¡Qué dos adolescentes tan imaginativas!

- ¡A que sí! Cuando tu hermana terminó de imaginárselo nos volvimos a correr las dos de nuevo.

- ¡Vaya tarde que echasteis a mi costa!

- Fueron muchas, lo que pasa es que ese día nosotras estábamos más calientes de lo habitual, que era mucho normalmente. -Dijo y me dio un larguísimo beso en la boca-.

- Quítate el tanga y déjame que lo huela.

- Te advierto que te vas a hartar.

Se levantó de mis piernas, se puso de espaldas a mí y muy lentamente se bajó el tanga, poniendo su culo en pompa, enseñándome todo su chochaco por detrás. Con el tanga en la mano, volvió a sentarme sobre mis muslos y acercó su tanga a mi nariz. El olor era de los más fuertes a jugos de mujer que había olido en mi vida.

- Fíjate como me has puesto.

- Yo no, quién ha contado la historia has sido tú.

- ¡Fóllame, Carlos, quiero que me folles!

- Vamos al dormitorio.

En el dormitorio se subió a la cama y se puso a cuatro patas, mostrándome su morboso culo. El sujetador que todavía llevaba le mantenía sus grandes tetas pegadas a su cuerpo.

- Quiero que me folles a lo perrito. -Me dijo-.

Tiré de ella hacia atrás hasta situarla en el borde de la cama, me puse detrás de su culo de pie, me cogí la polla, se la puse a la entrada de su chochaco y se la fui metiendo despacio hasta tenerla entera dentro. Tenía el chocho empapado de flujos y mi polla entraba y salía con total facilidad.

- ¡Qué buena estás, Susana! -Le dije llevando una mano a sus tetas para sobárselas por encima del sujetador-.

- Quítame el sujetador.

- No, me gustas así.

Empecé a bombear con fuerza dentro de ella, tenía los huevos tan colgando que le golpeaban el clítoris al bombear. Su ojete parecía que me llamaba y empecé a sobárselo con el dedo gordo de la mano que no tenía en sus tetas.

- ¡Cómo me gusta que me acaricies el ojete! -Me dijo-.

- Y a mí acariciártelo.

- Cuando iba por tu casa, mientras estudiábamos tu hermana y yo, me imaginaba que me follabas así. Que tu hermana había salido a algo que le había mandado tu madre, tú entrabas en la habitación, me decías algo y me besabas después. Yo me levantaba para besarte también, te ponía una mano sobre la entrepierna y notaba que ya estabas empalmado. Entonces me subía a la cama, con la faldita levantada, tu te abrías los pantalones, apartabas mis bragas y me follabas como una fiera.

- Cada vez lamento más no haberte dicho algo entonces.

- Déjalo, que estamos recuperando bien el tiempo perdido.

Estaba poseído por el culo de Susana, no podía dejar de mirarlo.

- Tienes un culo lleno de morbo, me encanta follarte mirándolo.

- ¿No te apetece ponérmelo rojo como un tomate?

- Claro, ¿quieres que lo haga?

- Sí, lo deseo con locura.

Concentré mis manos en darle cachetes cada vez más fuertes al culo de Susana, que los recibía con gemidos cada vez más fuertes. Me estaba poniendo tan caliente con aquello, que los empujones que le daba bombeando dentro de ella, por poco hacían que se cayera de cabeza en la cama.

- ¡Carlos, me voy a correr otra vez, fóllame más fuerte!

- ¿Más fuerte todavía?

- ¡Sí, más fuerte todavía!

Lamenté no ir al gimnasio para fortalecer mis caderas, pero con la calentura conseguí meterle empujones todavía más potentes.

- ¡Ahora, ahora, Carlos, sigue follándome, siiii, sigue, sigue, aaaggg, que bueno, aaaggg, …!

Cuando terminó de correrse, se sacó mi polla y se dio la vuelta, sin la ayuda de las manos me cogió la polla con la boca, ella empezó a mover la cabeza y yo seguí moviendo las caderas, follándole la boca.

- ¡Me corro, Susana, me corro, no te la saques de la boca, siiii, aaaggg, toma, toma, toma, aaaggg …!

Me corrí dentro de su boca, llenándosela con mi lefa, luego tuve que tumbarme en la cama para recuperar la respiración.

- ¡Joder, Susana, qué tarde de follar! -Le dije-.

- Pues prepárate para los días que vienen.

- No sé si seré capaz.

- Claro que serás capaz, ya me encargaré yo.
-
 
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