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Un Giro a mi Vida Después de Divorciarme – Capítulo 007
A las dos horas de la llamada a mi hermana Lola para decirle que ya estaba sólo en el piso, me llamó ella:
- Carlos, ya tengo los billetes del vuelo de las niñas. Las cosas se han precipitado un poco, les he sacado billete para mañana.
- ¡Coño, Lola con las prisas!
- El domingo no hay vuelo y el del lunes estaba ya completo.
- ¿Qué llegan a la misma hora que llegaste tú?
- Sí, sobre diez y media. Otra cosa, al final se ha apuntado también una amiga de las dos.
- ¿Dónde va a dormir? No tengo sitio para las tres.
- Son jóvenes y se apañan de cualquier manera. ¿No tienes un sofá? Pues que una duerma en el sofá.
- ¿La amiga sabe dónde viene?
- Creo que sí, al parecer las niñas le contaron dónde viajaban y ella insistió en apuntarse. No las vas a conocer cuando las veas de lo que han crecido.
- ¿Cuánto tiempo hace que no las veo? Por lo menos un año, ¿no?
- Yo creo que algo más. ¿Qué tal era la amiga de Paula?
- No sabría decirte, rarita, por decir algo.
- Con rarita quieres decir lesbiana.
- No sólo lesbiana. Se agobió con la zona y se empeñó en irse cuando antes.
- Estoy cada día más convencida de que nuestra hermana pequeña también es lesbiana.
- Ella me dijo que no, pero si lo es no pasa nada, ya es mayorcita.
- ¿Cómo te va a ti con tu amiga?
- Está muy liada con su nuevo trabajo y nos hemos visto poco esta semana.
- Si es tan guapa y tan buena persona como dices, no la dejes escapar.
- Gracias, pero lo que le hace falta es ir un tiempo por su cuenta.
- No te estoy diciendo que te ennovies. ¿La llamas alguna vez?
- La verdad es que no, siempre me llama ella.
- Pues llámala a las mujeres nos gusta saber que alguien está pendiente de nosotras.
- Puede que tengas razón, la voy a llamar cuando terminemos de hablar. ¿Y a ti que tal te va en tu nueva vida de divorciada?
- Regular, hermano, desde que follé contigo no he tenido una follada como Dios manda. ¿Qué les pasa a los hombres de tu edad?
- No sé a qué te refieres, ¿pero por qué tiene que ser con hombres de mi edad? Tú eres muy atractiva, prueba con alguno que sea más joven que tú.
- Eso voy a tener que hacer, pero tampoco quiero convertirme en la niñera ni en la maestra sexual de un jovencito.
- Los jóvenes de hoy saben mucho de sexo, a ver si es él quien te da lecciones a ti.
- Así sea, por mi encantada. Bueno, te dejo para que llames a la chica, ¿cómo se llamaba?
- Rocío.
- Pues llámala. Un beso.
- Otro para ti.
Tiene cojones el tema, pensé al colgar. Me vengo a vivir a una zona nudista a más de cuatrocientos kilómetros de mi familia y mi hermana me manda a mis dos sobrinas y a una amiga de ellas. Mis sobrinas eran unas niñas muy lindas de pequeñas, gemelas, hacía poco que habían cumplido los dieciocho años. Rubias, pelo lacio y unos bonitos ojos azules. La última vez que las había visto parecía que tuvieran catorce o quince años, en vez de los dieciséis o diecisiete que debían tener. Salí de mis meditaciones para llamar a Rocío.
- Hola, Rocío, soy Carlos.
- ¡Qué bien que me llames! ¿Qué ha pasado para que lo hagas?
- Nada, quería saber de ti.
- Acabo de terminar de trabajar y estaba pensando en llamarte. ¿Me invitas a tu casa?
- Por supuesto, estoy deseando verte.
- Te llamo en quince minutos para que me abras la puerta de la urbanización, veras que novedades tengo.
- Me dejas en ascuas. Hasta ahora.
Me preparé una copa y salí a tomármela a la terraza desnudo. Había tenido un golpe de suerte increíble conociendo a Rocío. Una joven bellísima, estupenda persona y muy abierta. No sólo follaba de maravilla, sino que me divertía con ella y sus ocurrencias. A los quine minutos, más o menos, sonó mi móvil, era Rocío.
- Ya estoy abajo.
- Voy.
Me puse en pareo y bajé a abrirle. Venía con el uniforme del gabinete de estética en el que había empezado a trabajar, con una especie de tablero o camilla plegada colgada del hombro y una mochila a la espalda.
- ¿Qué traes? -Le pregunté tras darnos un beso-.
- Las novedades que quiero contarte.
Cogí el tablero y subimos al piso por el ascensor. En el corto trayecto del ascensor volvimos a besarnos, esta vez apasionadamente.
- ¿Qué quieres tomar? -Le pregunté cuando entramos al piso-.
- Lo que tú estés tomando. Voy a cambiarme mientras me preparas la copa. -Dijo yendo hacia el dormitorio. Volvió a los pocos minutos con una malla y una camiseta sin mangas, ambas blancas, las dos piezas tan ajustadas a su cuerpo que las tetas y los pezones se le marcaban, al igual que su chocho, por mucho que ella dijera que lo tenía de muñeca chochona-.
- ¡Qué barbaridad, que guapa! -Le dije al verla-.
- Te parece bonito.
- Yo diría algo más que bonito, diría que muy sugerente. Pero creía que ibas a desnudarte.
- Después, primero quiero saber tu opinión. ¿Te acuerdas de que la otra noche quedé a cenar con Mari Carmen y la jefa?
- Sí.
- Durante la cena la jefa nos dijo que le propusiéramos novedades para mejorar y ampliar los servicios del gabinete.
- Eso está bien, que os incentive y escuche vuestras propuestas.
- Pensando durante toda la semana se me han ocurrido varias cosas. Primero cambiar el uniforme por otro más atractivo y sugerente. Ves, aquí, dijo señalándose la teta izquierda, iría el logo y el nombre del gabinete.
- Sí, ese sería su sitio, sobre el corazón.
- Exacto, es lo mismo que he pensado yo. Otra novedad sería llevar nuestra propia camilla para la depilación, hacerlo en una cama es poco profesional. Ayúdame que la vamos a montar en el dormitorio.
Cogí la camilla plegada y la llevé al dormitorio, detrás de Rocío. ¡Joder, que culazo le hace la malla! Pensé al verla. Entre los dos montamos la camilla en el dormitorio.
- A ver, quítate el pareo. -Hice lo que ella me dijo, yo ya tenía la polla morcillona de verla con el uniforme tan ajustado-. Lo primero que vamos a hacer es dejarte sin un pelito en los bajos. ¿Dónde tienes la maquinilla?
- En el baño, voy por ella.
Mientras buscaba la maquinilla mi calentura subió varios niveles, pensando en la depilación que me iba a hacer Rocío.
- Toma, aquí la tienes, debe estar cargada.
- Ahora túmbate boca arriba.
- ¿Tú sabes hacer esto? -Le pregunté mientras me subía a la camilla-.
- Hombre, con una cuchilla no me atrevería, pero con la maquinilla es más fácil e inofensivo. Además, he practicado esta mañana con mi chocho.
- Bueno, pues adelante. -Le dije imaginándome a Rocío desnuda depilándose el chocho-.
- Como tienes todavía el vello cortito, voy a ir directamente con la afeitadora.
Rocío cogió mi polla ya empalmada con una mano y con la otra fue pasando la maquinilla. Estaba de lo más sexi con el uniforme y la atención que prestaba a su tarea.
- ¿Te excita que te coja la polla?
- Claro que me excita, como a cualquiera.
- Ahora cógete la polla tú para apartarla, que yo tengo que ponerte en posición los huevos para la maquinilla.
- ¿De dónde quieres que la aparte, si la tengo pegada a la barriga?
- Es verdad, que tonta.
Rocío me iba tirando de la piel de los huevos para pasar la maquinilla, yo estaba cada vez más caliente. Cuando me depiló Mari Carmen me excité también, pero con ella fue como más profesional.
- ¿Te queda mucho?
- No, muy poquito. ¿Por qué?
- Porque me estoy poniendo muy excitado.
- Por eso es bueno que te depile tu pareja. Después de la depilación un buen polvo y listo.
- ¿Tú estás excitada también?
- Claro, pero yo tengo que parecer muy profesional.
- ¿Conmigo también?
- Por ahora sí, después ya veremos. Pues listo, creo. Voy a hacer la prueba.
- ¿Qué prueba?
- ¿Cuál va a ser? Lamerte la polla y los huevos, para detectar si te ha quedado algún pelo.
Rocío empezó a pasarme la lengua por el tronco de la polla, después por la base y finalmente por los huevos. No pude soportarlo y me corrí como una fiera.
- ¡Rocío, me corro, me corro, aaaaggg, aaaagggg, siiiii, aaaggg…!
- Vaya como te has puesto la barriga. Menos mal que sé que no se te va a bajar todavía.
- Ni todavía, ni en bastante rato con el calentón que he cogido. ¿Me dejarás que un día te depile yo a ti?
- Algún día y me excitaré mucho también. Ahora, venga a la ducha mientras me cambio de ropa.
- ¿Y ahora que te vas a poner?
- Ya lo veras cuando te duches. -A Rocío se la había formado un manchurrón de jugos en la entrepierna de las mallas-.
- ¿Me dejarás luego oler tus mallas?
- Según te portes.
¡Vaya corridón que he tenido y vaya calentón que tengo todavía! Pensé al levantarme de la camilla e ir a la ducha. No tardé ni dos minutos en ducharme, secarme y volver al dormitorio. Rocío no estaba. Me senté en la camilla a esperarla más empalmado que antes de correrme.
- Túmbate boca arriba en la camilla y cierra los ojos. -Me dijo del otro lado de la puerta-.
- ¿Qué vas a hacer?
- Hazme caso.
Me tumbé como ella me había pedido y cerré los ojos.
- ¿Ya? -Preguntó-.
- Sí ya.
- No abras los ojos.
Escuché la puerta y me pareció que se acercaba a la camilla.
- He estado pensando sobre la idea de Mari Carmen para quitar la excitación que produce la depilación de los bajos y creo que es mejorable.
- No sé yo que decirte.
- No en cuanto a la finalidad, pero puede hacerse más sofisticado, más estético, más excitante. -Estaba deseando abrir los ojos, pero no quise quitarle la ilusión a Rocío-.
- ¿Qué has pensado?
- Unirlo a la profesión que me gustaría tener, la de masajista tántrica.
- He oído lo de masajes tántricos, pero no se muy bien lo que es.
- Se trata de que sientas el placer por todo tu cuerpo y te unas a la masajista, no sólo corporalmente, sino espiritualmente.
- ¡Joder qué cosas, Rocío! ¿De verdad que tú sabes de eso?
- Estoy haciendo un curso online muy gráfico e instructivo. Si no fuera por el rollo de la energía y todo eso, yo diría que es un puterío.
- No sé si eso le va a gustar a tu jefa.
- Bueno, si no me sirve para el trabajo, por lo menos tú y yo nos divertimos. ¿Estás preparado?
- ¿Para qué?
- Para sentir placer por todos tus poros.
- Mucha tela, ¿no?
- Venga, no seas obcecado.
- Vale, me abro de mente.
Empecé a notar una especie de cosquilleo que iba subiendo y bajando por mi cuerpo. Era placentero, pero sobre todo cuando el cosquilleo era en la barriga, en el nabo o en los huevos.
- ¿Qué tal? -Me preguntó Rocío-.
- No está mal, pero tampoco es para tirar cohetes.
- Abre los ojos.
Rocío se había puesto una especie de micro túnica hecha de jirones de tela blanca que dejaba a la vista sus grandes tetas y su chocho, que ahora con el depilado de esa misma mañana sí parecía el de una muñeca. Estaba muy sexi, a la jodida le quedaba bien todo. En las manos tenía como dos plumas que eran con las que me estaba haciendo las suaves cosquillas.
- ¿Te parece bien la indumentaria? -Me preguntó-.
- No sé Rocío, en mi vida he visto nada de eso del masaje tántrico. De todas formas, estás muy sexi. ¿De dónde lo has sacado?
- Lo he diseñado yo, basado en algunos videos porno y algunas películas antiguas de romanos. -Me contestó sin dejar de pasar las plumas por mi cuerpo-.
- ¿Tú te excitas con esto?
- Esto de las plumas es lo más aburrido de la sesión. Si te parece pasamos a la siguiente fase. Incorpórate.
Rocío se subió a la camilla, abrió las piernas y se pegó a mi desde el chocho hasta la cabeza. Volvió a coger las plumas y mientras me las pasaba por la espalda movía sus caderas apretándome la polla contra su chocho y su vientre.
- Ves, esto me gusta más, incluso si no me estuvieras dando con las plumas.
- Pero entonces no sería tántrico.
La besé en la boca, ella luego me mordió suavemente los labios e incrementó el movimiento de sus caderas contra mi polla. Yo la tenía cogida por el culo para apretarla contra mí. Sus tetas podían taladrarme el pecho de lo duros y grandes que tenía los pezones. Noté que no iba a tardar en correrse por como gemía en mi oído.
- ¡Aaaahhhh, siiii, me corro, Carlos, me corro, aaaaggg, siiii, …! -Gritó-.
Yo me tumbé hacia atrás para que ella se echara encima de mí.
- No creo que debas proponerle esto a tu jefa. Lo del nuevo uniforme y la camilla portátil sí. Por cierto, ¿cómo se ha quedado el uniforme?
- Para tirarlo, el olor no hay quien se lo quite. Me lo tengo que poner con un tanga debajo.
- Regálamelo.
- Te lo cambio por otra copa.
- De acuerdo.
Nos bajamos de la camilla, recogí los vasos y los rellené. Salimos a la terraza. Yo seguía con un calentón de mil demonios.
- Pues tú dirás lo que sea del masaje tántrico, pero yo me he pegado una corrida de mucho cuidado. -Me dijo-.
- Rocío, después de la depilación tu estabas que reventabas. Con tantra o sin tantra te hubieras corrido igual.
- Eso es verdad. ¿Te gustó lo del otro día con Clara? -Me preguntó-.
- Sí y no.
- ¿Por qué?
- Contigo maravillosamente, como siempre, pero con Clara extraño.
- ¿Habías hecho algún trío antes?
- No, pero el del otro día tampoco creo que se pueda considerar un trio. Igual para ti, sí, pero para mí no. ¿Y a ti te gustó?
- Pues me pasó un poco lo que a ti. La tía quería echarte de tu casa para follarme a solas y le tuve que decir que de eso nada o los dos o ninguno. -Le di un beso en la boca después de oírla-.
- Mañana vienen mis sobrinas y, además, con una amiga suya.
- Ja, ja, ja, ja. -Se descojonó en mi cara-. ¿Cómo es eso?
- Mi hermana, que está completamente loca.
- ¿Qué edad tienen?
- Dieciocho, igual podéis hacer buenas migas.
- ¿Saben dónde vienen?
- Mi hermana dice que sí, pero yo no las tengo todas conmigo de que no sea una encerrona de ella a las niñas, conmigo en medio.
- ¿Y qué vas a hacer?
- Yo nada, salvo que las traiga con los ojos vendados y las encierre dentro del piso, cosa que igual no les gusta. ¿Cenamos algo?
- Vale, pero luego te tengo que quitar la excitación. -Me dijo cogiéndome la polla que seguía empalmada-.
Preparé algo de picar, abrí una botella de vino y nos sentamos en la terraza.
- Se te ocurre algo para sustituir el masaje tántrico.
- Hombre, el control de calidad de la depilación rebaja mucho la excitación, como has podido observar.
- No es mala idea, pero igual no le gusta a mi jefa y tampoco a muchos clientes, que son homosexuales, según me dice Mari Carmen.
- Yo no creo que eso sea un problema. Una buena lamida de huevos le gusta a cualquiera.
- Sigues empalmado.
- ¿Qué quieres estando los dos desnudos y después del masaje tántrico? -Le dije y nos reímos los dos-.
- No te metas con mis ideas, aunque sean mejorables.
- ¿A ti no te hace efecto la bebida?
- ¿A qué efecto te refieres?
- ¡Coño a emborracharte! ¿A cuál va a ser?
- Cuando trabajaba en el pub me hice un reconocimiento médico de esos de las mutuas. Parece que mi naturaleza producía tal cantidad de vitamina B no sé cuántos, que tenía que beberme Escocia para que me emborrachara.
- ¿Entonces para qué me dijiste el primer día que tu norma número cinco era no abusar de la bebida?
- Esa norma era para no arruinarte. -Nos reímos los dos a carcajadas-.
- Sabes que me está cambiando el carácter desde que te conozco.
- ¿En qué sentido?
- Estoy mucho más alegre, he dejado atrás la pesadumbre que me dejó mi matrimonio.
- Algo parecido me pasa a mí. Terminar con mi novio y conocerte, me están convirtiendo en otra persona. -Me dijo apretándome la mano con fuerza-.
- No voy a ser tu novio de reemplazo.
- Ni yo te quiero como novio ni a ti ni a nadie, eso me lo dejaste muy claro el primer día, te quiero como amigo y como amante.
- No me digas esas cosas, que me voy a empalmar más todavía.
- ¿Vas a levantar la mesa con el nabo? -Nos reímos los dos de la ocurrencia-.
- Oye, quédate a vivir aquí el tiempo que estén mis sobrinas. Échame una mano, no sé que hacer con ellas y tú, por edad, estás mucho más cerca de ellas.
- De acuerdo, porque si no vas a ser el tío Gilito, pero me lo debes.
- Te debo lo que tú quieras.
- ¿Qué tal si me comes el coño ahora?
- ¿Me estás acosando?
- Yo a ti, vamos anda. -Dijo, se repanchigó en la silla y se abrió de piernas-.
- No tengo fuerza de voluntad. -Le dije riéndome y poniéndome de rodillas entre sus piernas-.
- No, mejor vamos a la cama, que te coma yo también la polla.
Nos fuimos a la cama, dejando la terraza y la cocina como estaban de empantanadas.
- ¿Hacemos un “69”? -Le pregunté-.
- ¿Tú conoces otra forma de que yo te coma la polla y tú me comas el coño?
- Ahora mismo no se me ocurre.
- Pues entonces.
Me tumbé boca arriba en la cama. Me dolía la polla y los huevos del calentón que tenía.
- ¿Tienes por ahí la malla del uniforme? -Le dije-.
- Para qué quieres la malla, si lo tienes en directo.
Hicimos un “69” de escándalo, nos corrimos los dos y nos quedamos dormidos pasadas las dos de la madrugada.
- Despierta, Carlos, despierta. -Abrí los ojos y el sol entraba por la ventana-.
- ¿Qué hora es?
- Casi las nueve y media y tienes que recoger a tus sobrinas.
- ¡Me cago en todo, vaya el día para quedarme dormido! Vente conmigo.
Nos metimos los dos en la ducha a la misma vez para ahorrar tiempo. Aguantar sin meterle mano a Rocío fue un auténtico suplicio. Mientras ella se arreglaba preparé café. Puse las cosas de la noche anterior en el fregadero y con el café en la boca salimos pitando al aeropuerto. Llegamos diez minutos tarde. En el exterior de la puerta de salidas esperaban tres chicas que a primera vista parecían extranjeras. Me fijé bien en ellas y eran mis sobrinas y su amiga. ¡Joder, tenía razón mi hermana, cómo habían cambiado mis sobrinas! Más altas que yo, como de la altura de Rocío, sobre uno ochenta, rubitas, con el pelo lacio media melena, un tipo fantástico de mujer hecha, unas tetas medianas y unas bonitas piernas que dejaban ver casi enteras los vaporosos vestidos veraniegos que llevaban. Seguían siendo como dos gotas de agua. La amiga era morena, alta también, aunque un poco menos, pelo castaño abundante, guapa de cara y con un cuerpo de ensueño.
- ¿Son esas? -Me preguntó Rocío-.
- Sí, al menos las dos rubias son mis sobrinas.
- No me habías dicho que fuesen gemelas y tan guapas.
Paré el coche delante de ellas y nos bajamos los dos.
- Hola, tío, pensábamos que te habías olvidado de tus sobrinas.
- Cómo me voy a olvidar, lo que pasa es que nos hemos quedado dormidos. Ella es Rocío, una amiga.
- Encantada, yo Marta. -Dijo una de ellas, la que llevaba un vestido en tonos verdes, besando a Rocío en las mejillas-.
- Y yo María. -Dijo la otra, que llevaba el vestido en tonos azules, saludando también a Rocío-. Y ella es Antonia.
- Encantado, Antonia. -Le dije besándola en las mejillas, dándome cuenta de que era una chica muy guapa también-.
- ¡Cómo habéis cambiado en un año, si ya sois dos mujeres!
- Gracias, tito. -Dijeron las dos a coro-.
- Seguís igualitas, si no es por el vestido no hay forma de saber cuál es cada una. Poned las mochilas en el maletero. Tardaremos más o menos una hora en el camino de vuelta.
Las tres se sentaron en el asiento de detrás y Rocío a mi lado delante. Se pasaron la hora de viaje hablando las cuatro sin que yo pudiera meter baza en ningún momento. El tiempo era muy bueno y había gente todavía por la zona. Como siempre unos vestidos y otros desnudos. Al ir a entrar al aparcamiento de la urbanización tuve que esperar que cruzara un grupo de tres parejas todos desnudos.
- ¿Pero esto qué es? ¡Van en pelotas! -Exclamó Antonia y mis sobrinas se echaron a reír. Las muy cabronas no debían haberle dicho nada. Se iba a enterar mi hermana Lola-.
- Es que esta es una zona un poquito particular. -Le dijo Marta-.
- ¿Tanto calor hace aquí? -Preguntó Antonia inocentemente-.
- No es eso, es que se trata de una zona naturista, vamos nudista. -Le contestó Rocío-.
- ¿Pero eso existe de verdad? -Volvió a preguntar Antonia-.
- Ya ves que sí.
Aparqué y mientras sacaban el equipaje del coche, al lado había dos hombres, más jóvenes que yo, desnudos y con dos pollas muy apreciables totalmente depiladas. Antonia se bajó por el otro lado y evitó mirarlos todo el tiempo. Camino del piso nos cruzamos con dos mujeres desnudas, como de cincuenta años y bastante tetonas, con la toalla al hombro que debían ir a la piscina. Antonia se paró, buscó en su bolso y se puso unas gafas de sol. Mientras subíamos los cinco por la escalera, Antonia les dijo a mis sobrinas:
- ¡Pero que cabronas sois, no decirme nada de dónde veníamos!
Mis sobrinas siguieron riéndose de ella a mandíbula batiente hasta que llegamos al piso.
- Este es vuestro dormitorio. Dejad vuestras cosas y organizaros para dormir como queráis. –
Les dije y me fui a mi dormitorio para llamar por teléfono a mi hermana Lola.
- ¿Estáis ya en el piso?
- Sí, Lola. ¿Tú sabes que tus hijas no le habían dicho nada a su amiga sobre esto?
- No lo sé, yo creía que sí.
- Pues no.
- ¡Qué guasonas las dos!
- Lola, yo no le veo la gracia.
- No dramatices, Carlos, tampoco le va a pasar nada por ver unas cuentas pollas y unos cuantos chochos.
- ¿Tú sabes la que se puede liar si se lo dice a sus padres o a su novio y yo por en medio?
- ¡Qué pesado eres, además, ya no tiene arreglo! Ha sido una broma. ¿Cómo has visto a las niñas?
- Muy guapas, Lola. Un beso y para la próxima broma que vayan al club de la comedia.
- Venga ya, Carlos, échale un polvo a Rocío y deja de dar la lata.
Colgué y salí del dormitorio. Rocío y mis sobrinas estaban en la terraza. Me reuní con ellas.
- Esto está muy bien, mejor que el otro apartamento que tenías. -Dijo Marta-.
- Sí que está bastante bien.
- ¿Tío y tu vas también en pelotas por la calle? -Me preguntó María. Anda que le ha faltado tiempo, pensé-.
- Normalmente me pongo un pareo. Aquí se puede ir desnudo, medio desnudo o vestido, según cada uno quiera.
- ¿Y tú Rocío?
- Por la calle también me pongo un pareo, normalmente, a la cintura.
- Entonces llevas las tetas al aire.
- Claro.
- ¿En casa vais en pelotas? -Preguntó Marta-.
- Cuando estamos solos normalmente sí. -Le contestó Rocío-.
- Entonces estaréis todo el día calentitos los dos, ¿no?
- ¡Marta, por favor! -Intervine-. Por cierto, lo que le habéis hecho a vuestra amiga no está bien.
- No te preocupes, esa parece una mosquita muerta, pero luego es muy guarra. -Dijo María-. Seguro que no se pierde ninguna polla de las que haya por aquí, por mucho que disimule.
- ¡María, por favor, cuida lo que dices! -Las niñas habían sacado el desparpajo de mi hermana-.
Noté que Rocío me miraba como diciéndome que cambiara de actitud con ellas.
- Bueno tío, no te enfades, que acabamos de llegar. ¿Nos vais a llevar a comer al chiringuito nudista de la playa?
- ¿Y tú como lo sabes?
- Nos lo recomendó mamá. - ¡Joder con mi hermana! Pensé-.
- ¿Queréis un refresco? -Les pregunté-.
- Mejor una cerveza. -Contestaron las dos a dúo-.
- Te ayudo. -Me dijo Rocío y fuimos los dos a la cocina-.
Mientras sacaba las cervezas y una botella de vino, me dijo Rocío:
- Carlos, déjalas que se expresan como quieran. Los jóvenes ahora utilizan un lenguaje distinto y más directo al que tu usabas a su edad, lo mismo que pasa en el cine o en la televisión.
- Tendrás razón, intentaré dejarlo pasar. Pero vamos, la ocurrencia de no decirle nada a la amiga, aunque mi hermana diga que es una broma que le han gastado, no tiene gracia.
- Déjalo ya y vamos a la terraza. -Le di un piquito en la boca a Rocío y volvimos a la terraza-.
Serví las cervezas y el vino. Rocío empezó la contraofensiva.
- ¿Vais a bajar a la playa nudista? -Les preguntó-.
Ellas se miraron una a otra y luego contestó Marta:
- Yo creo que sí. Una de las cosas que queríamos hacer era quitarnos las marcas del biquini. Nos gustó mucho como volvió mamá.
- ¿Y Antonia dónde está? -Pregunté-.
- Estará deshaciendo la mochila. -Contestó María, dándole un trago a la cerveza-. ¿Vosotros estáis liados? Porque si es así, al tito le ha tocado el EuroMillón.
Iba a contestarle que eso a ella no le importaba, aunque quedaría claro cuando por la noche nos fuésemos juntos al dormitorio, pero se me adelantó Rocío.
- Si por liados quieres decir, qué si follamos, entonces sí. Si quieres decir si somos pareja, entonces no. Y a mí también me ha tocado mi premio.
Admiré la desenvoltura de Rocío para dejar las cosas en su sitio.
- Me alegro por ti, tito, ¡qué cambio a mejor! -Dijo Marta-.
- Gracias. -Le dije-.
- Ya está aquí Antonia, ya podemos ir a comer, en cuanto nos cambiemos.
Miré hacia la puerta de la terraza y empecé a darle la razón a mi sobrina. Antonia se había puesto un biquini que era menos que nada, le tapaba sólo parte de las areolas de sus grandes tetas y la raja del chocho, donde lo tenía incrustado. Se notaba que ese no era el biquini que utilizaría con su familia o con su novio, porque dejaba a la vista las marcas del que usaba normalmente, bastante más recatado. Desde luego la muchacha estaba como un tren.
- ¿Qué diferencia hay entre eso que te has puesto e ir desnuda? -Le preguntó Marta-.
- ¡Qué envidiosa eres! -Le contestó Antonia-. ¿A ti te gusta, Carlos? -Me preguntó dándose una vuelta sobre si misma. Para colmo, las tiras de la cosa esa que llevaba puesta, eran de silicona, por lo que de espaldas parecía que estuviese completamente desnuda-.
- Si lo viera, seguramente me parecería muy bonito. -Le contesté-.
Nos reímos todos con la ocurrencia.
- ¿Tío, como hay que bajar al chiringuito?
- Como cada uno quiera.
- Entonces nosotras vamos a ir como dice Rocío, con el pareo a la cintura. - ¡Vaya sesión de tetas que voy a tener durante la comida! Pensé-.
- ¿Habéis traído pareo?
- Claro, nos lo dijo mamá.
- Pues a cambiarse. -Dije-.
Rocío y yo fuimos a mi dormitorio a desnudarnos y ponernos el pareo.
- Antonia va a por ti. -Me dijo Rocío-.
- ¿Por mí para qué?
- Para que le leas cuentos por la noche. ¿Tú para qué crees?
- ¿Para lío?
- De lío nada, para follar. Por mí te la puedes follar sin problemas y que te aproveche, porqué está bien buena.
Me acerqué a ella y le di un largo beso en la boca. Nos pusimos el pareo y salimos del dormitorio. Nos estaban esperando las tres en la terraza. Mis sobrinas desnudas de cintura para arriba, ya no sabía cuál era Marta y cuál María. Tenían unas preciosas tetas medianitas con unas grandes areolas rosadas y se les notaba la marca de haber tomado el sol con el top del biquini. Carlos, piensa en otra cosa que son tus sobrinas, me dije. Antonia seguía con la cosa que se había puesto, que cada vez me resultaba más provocativa.
- Tengo que ir a hacer otro juego de llaves para dártelas. -Le dije a Rocío al darles un juego a mis sobrinas-.
Yendo hacia el chiringo Rocío y yo nos quedamos algo detrás de ellas tres. La visión de Antonia era espectacular.
- Antonia sabía dónde venía, por mucho que se haga la sorprendida. -Me dijo Rocío-.
- ¿Por qué lo dices?
- ¿Tú crees que se habría traído ese biquini si no supiese dónde venía?
- En eso tienes bastante razón. Mira como se le nota en el culo la marca del tipo de biquini que se ponga normalmente.
- Lo dicho, prepárate porque esta quiere rollo.
Llegamos al chiringo todos juntos. Noté que todos los presentes me miraban preguntándose que hacía yo con semejantes cuatro jovencitas. Ni me extrañó ni me molestó porque yo también me lo preguntaba. Nos sentamos entre el sol y la sombra. Antonia y mis sobrinas llevaban gafas de sol. Llegó el camarero para preguntar por la bebida.
- ¿Queréis vino o seguís con cerveza? -Les pregunté a ellas tres, porque ya sabía que Rocío tomaría vino-.
- Un poco de vino. -Dijeron las tres-.
- Es todavía más curioso de lo que nos contó mamá. -Dijo una de mis sobrinas, pues no podía saber cuál era-.
La hermana le rozó la mano y le indicó con la cabeza hacia un hombre muy musculado y con una polla de bastante buen tamaño, que pasaba al lado de nuestra mesa.
- Ya os acostumbraréis, vuestra madre no tardó más que un rato en hacerlo.
- ¿Y ella también vino con las tetas al aire? -Preguntó una de mis sobrinas-.
- No, pero se quitó el top en menos que canta un gallo.
- ¿Y a ti no te dio cosa verle las tetas a tu hermana? -Si tu supieras la que se lio luego, pensé-.
- Un poco al principio, pero enseguida nos acostumbramos.
- ¿Y vérnoslas a nosotras?
- Si vosotras estáis a gusto, yo también.
Pasó una mujer negra ofreciendo bisutería y cosas así. La detuve.
- Escoged cada una un collar distinto o una pulsera o lo que queráis, pero distinto. No hay forma de saber cuál es Marta y cuál María.
Se echaron a reír, una escogió un collar y la otra una pulsera.
- Ahora, decidme vuestro nombre, para que me quede con él.
Lo hicieron, aunque yo no las tenía todas conmigo que no me estuvieran engañando, era un juego que hacían constantemente con la familia cuando eran pequeñas.
- ¿Tenéis novio alguna de las tres? -Les preguntó Rocío-.
- ¿Novio para qué? -Le contestó Antonia-.
- No sé para lo clásico, salir, hablar, besarse.
- Tenemos muchos amigos y cuando te da el apretón, pues escoges a uno y al lio. -Dijo Marta. Pensé que, que generación tan diferente a la de mi hermana Lola o la mía-.
- ¿Tú has tenido novio? -Le preguntó María a Rocío-.
- Sí y hacéis muy bien en pensar así.
- Por cierto, que no estaría mal tener a algún amigo a mano ahora, porque esto me está excitando mucho. -Dijo Marta riéndose-.
- Y tanto. -Apostilló Antonia-.
- ¿A ti te pasa todavía? -Preguntó María a Rocío-.
- ¿El qué?
- Lo del apretón, ya sabes, ponerte juguetona.
- En la calle o en la playa menos que al principio, pero en casa vaya que si me pasa.
- ¿Estarás contento, no tito? -Me dijo María. La conversación se estaba descontrolando por momentos-.
- ¿Tú no lo estarías? -Le contesté a la gallega-.
El no biquini de Antonia me estaba martirizando. Eran cuatro chicas preciosas y las tetas de Rocío eran inigualables, pero las tiritas del no biquini eran magnéticas para mis ojos. Lamenté no haberme puesto gafas de sol. Comimos y nos bebimos tres botellas de vino. Todos estábamos achispados al final de la comida, menos Rocío que, pese haber bebido casi el doble que los demás, no mostraba el menor síntoma.
- ¿Queréis una copa de sobremesa? -Les pregunté a mis sobrinas y a Antonia, Rocío ya sabía que quería-.
- Yo prefiero darme un baño mientras os las bebéis. -Contestó Antonia-.
- Nosotras también. -Dijeron mis sobrinas-.
Se levantaron las tres y se dirigieron a la orilla de la playa.
- Son divertidas las tres. -Dijo Rocío cuando se habían alejado-. ¿Tú hermana es tan desinhibida como tus sobrinas?
- Desde su divorcio sí.
- ¿Ha cambiado mucho al divorciarse?
- Sí, como ella dice, era una botella de champán agitada sin descorchar.
- Bueno, como tú o como yo.
- Así es.
Volvieron las tres, mis sobrinas desnudas con el pareo en la mano y Antonia con las tiras del no biquini tan movidas que sus areolas y sus pezones quedaban ya al aire. Buenas tetas tiene esta chica, pensé. Mis sobrinas llevaban el chocho depilado, menos una fina línea de vello color castaño en vertical. De Antonia no cabía duda qué tenía debía llevarlo depilado por completo.
- ¿Queréis algo más? -Les pregunté-.
- No, mejor lo tomamos en el piso.
Pagué, las que tenían pareo se lo pusieron y nos fuimos para el piso. Al llegar ellas cuatro se fueron a la terraza y yo me quedé preparando las copas. Mientras lo hacía, apareció mi sobrina Marta.
- Tío voy al baño y te ayudo con las copas.
Cuando salió del baño se había quitado el pareo e iba desnuda. Era una preciosidad.
- Me encanta el sitio y me encanta ir en pelotas. -Me dijo-. No podía pensar que fuera tan liberador.
- Te has aclimatado todavía más rápido que tu madre.
- Ella nos lo contó, yo creí que exageraba, pero ahora creo que se quedó corta. -Me dijo cogiendo algunas copas y volviendo a la terraza-.
Antonia y María estaban boca arriba en la tumbona tomando el sol. Mi sobrina desnuda y Antonia con la misma cosa. Rocío estaba de pie sin el pareo. Le pasé la copa a Rocío y me quedé de pie junto a ella. Marta puso las copas de Antonia y su hermana en el suelo.
- Antonia, debías cambiarte el biquini, llevarlo mojado no es bueno para el chochete. -Le dijo Marta con mucha guasa, cuando le dejó la copa al lado-.
- Déjame tranquila, envidiosa.
- Tío, creo que voy a venir a verte con mucha frecuencia. -Me dijo Marta cuando se reunió con Rocío y conmigo-.
- Cuando tú quieras.
- ¿Por qué no te quitas el pareo? -Me dijo Rocío-.
- Sí, tío, por nosotras no hay problema.
Me quité el pareo y me lo eché al hombro. Observé que mi sobrina me miraba discretamente la polla.
- ¿Te apetece una siesta? -Le dije a Rocío-.
- Sí, pero no para dormir.
- Tenemos la tarde por delante, da tiempo para todo.
- Tía que suerte, con lo gustoso que es un caliqueño a la hora de la siesta. Quién lo pillara con el apretón que tengo.
Lo dicho, mi sobrina era peor que su madre. Rocío le guiñó un ojo, me cogió la mano y tiró de mi hacia el dormitorio. Eché una última mirada a María y a Antonia que seguían dormidas al sol. Cerramos la puerta del dormitorio y nos besamos apasionadamente en la boca.
- Me parece a mí que estas tres se van a matar a pajas esta tarde. -Dijo Rocío-.
- ¡Rocío, que son mis sobrinas!
- ¿Y qué, es qué por eso no son también adolescentes puestas a hervir?
- Si mis sobrinas han salido a su madre, están algo más que puestas a hervir.
- Pues eso, déjalas que desfoguen.
- Estoy pensando que me gustaría verte algún día con un no biquini como el de Antonia.
- Y a mí ponérmelo, que tú me vieras y luego me lo quitaras con los dientes.
- Espera un momento, voy a rellenar las copas.
Abrí la puerta del dormitorio y al dirigirme a la cocina vi entreabierta la puerta del dormitorio de mis sobrinas, miré sin acercarme y Marta estaba desnuda encima de la cama con los ojos cerrados haciéndose un dedo. Es curiosa la atracción que tenemos los hombres por una mujer haciéndose una paja, casi da igual como sea la mujer. Tenía las piernas flexionadas muy abiertas, su chochito era bastante grande y muy rosado, se acariciaba el clítoris con los dedos de una de sus manos, mientras que los dedos de la otra mano entraban y salían de su chocho lentamente. Me empalmé irremediablemente y recordé cuando había pillado más o menos igual a su madre. Me dije que no debía seguir mirándola y continué andando hacia la cocina. Rellené las copas rápido, no me fuera a pillar alguna con la erección que se me había puesto. Al volver al dormitorio no pude evitar mirar de nuevo, sus movimientos eran más rápidos y nerviosos que antes y tenía la cara muy colorada, debía estar a punto de correrse.
- ¿Qué te pasa que vienes tan empalmado? -Me preguntó Rocío al ver la erección que tenía-.
- Que mi sobrina Marta se dedica a hacerse pajas sin cerrar la puerta de su dormitorio.
- ¿Y te ha puesto cachondo verla?
- Cachondo ya estaba, me ha rematado. ¿No podía la niña cerrar la puta puerta para hacerlo?
- Tendría mucha prisa por aliviarse. ¿Te gusta ver a una mujer haciéndose un dedo?
- Siento atracción por observarla y tratar de averiguar qué está imaginando.
Llevábamos un rato abrazados de pie.
- En cualquier hombre o en cualquier cosa que le resulte morbosa. ¿Has mirado alguna vez a las chicas de las cámaras web?
- La verdad es que no. Me parece todo muy falso. ¿Tú en qué pensabas cuando eras modelo de ese tipo?
- ¿Yo? En la lista de la compra, repasaba alguna asignatura o miraba la televisión. Tienes razón en que es todo muy falso. ¿Quieres que me haga un dedo para ti?
- ¿Pero de verdad o de mentira?
- Esta vez de verdad, yo también estoy muy caliente. Deja la puerta entreabierta.
- Ni de broma.
- Venga, Carlos, así podemos imaginarnos que nos ven y es más morboso. -Dijo Rocío entreabriendo la puerta-.
- Te estás volviendo muy pervertida.
- ¿No te gusta?
- Sí que me gusta.
- Hazte una paja a la misma vez que yo.
- ¡Uuummm! Me excita mucho la idea.
Rocío se tumbó en la cama con la espalda apoyada en el cabecero con las piernas abiertas y yo me puse de rodillas, sentado en los talones, frente a ella. Mirándonos, Rocío empezó a acariciarse en clítoris y yo empecé a sobarme el nabo.
- ¿En qué piensas? -Le pregunté-.
- En alguno de los polvos que hemos echado y en lo rico de los orgasmos que me han producido.
- Tienes el chocho brillante.
- Estoy empapada. ¿Quieres que me ponga un tanga para que veas cómo lo dejo?
- Ahora no, prefiero ver cómo te brilla el chochito.
- ¿Y tú qué imaginas ahora?
- Nada, no sabes que los hombres no podemos hacer dos cosas a la misma vez. -Dije riéndome-. Bueno no, ahora mismo te estaba imaginando con el no biquini de Antonia puesto.
- Te ha gustado, ¿eh?
- ¿Tú has visto una cosa más guarra de biquini? Cuando ha vuelto de bañarse con el biquini movido, era todavía peor.
- ¿Te hacías muchas pajas de adolescente?
- Algunas caían. -Recordé lo que me había contado mi hermana de que ella me espiaba mientras me las hacía en la ducha y la polla me dio un bote-.
- ¿Qué te imaginabas entonces al hacértelas?
- Que alguna de las tías del Play Boy se metía en la ducha conmigo y me la comía.
- ¿Sólo comértela?
- No, pero era la parte que más me gustaba.
Rocío había aumentado la velocidad y la fuerza de las caricias sobre su clítoris.
- ¿Te has hecho alguna vez una paja así? -Me preguntó Rocío, que se acercaba irremediablemente a correrse-.
- No y me está resultando de lo más excitante.
- Cuando yo te diga, vente a mi lado y te corres en mis tetas.
- ¿Quieres que te las cubra de lefa?
- Sí, me gusta sentir su fuerza y su calor. ¿Te gusta correrte en mis tetas?
- Mucho.
- Pues vente aquí a mi lado.
Me moví y me puse al lado de sus tetas, estaba caliente como para quemarme.
- ¡Ahora, Carlos, ahora, córrete, lléname las tetas, siiiiii, aaaagggg, aaaaggg, …!
- ¡Toma, todo para ti, toma, toma, aaaaggg, …! -Grité salpicando sus tetas con mi lefa una vez tras otra, metiéndole luego la polla en su boca, hasta que no tuve más remedio que sentarme a su lado para recuperar el aliento-.
- ¿Te ha gustado? -Me preguntó-.
- Mucho. Joder, qué calentón he pillado.
- Calentón el que debe haber pillado Antonia, que no ha perdido detalle.
- ¡No me jodas!
- ¿No te hubiera gustado?
- Rocío, no me des esos sustos.
- ¿Por qué susto? ¿No te parecería morboso que ella hubiera visto cómo te corrías en mis tetas, mientras yo me corría también?
- Vamos a dejarlo. Como broma está bien, pero me daría mucha vergüenza.
Me levanté a cerrar la puerta. Al otro lado de la puerta había algo tirado en el suelo. Lo cogí y cerré la puerta.
- ¿Qué es eso? -Me preguntó Rocío-.
- No lo sé. -Le contesté pasándoselo-.
Rocío lo separó en dos y yo empecé a temerme lo que era.
- ¿No ves que es el biquini de Antonia? -Me dijo depositándolo en la cama-.
- ¿Y qué coño hacía en el suelo al lado de la puerta? Dime si es verdad que Antonia nos ha estado mirando.
- No lo sé seguro. Me ha parecido verla un momento, pero tampoco estaba yo para prestarle mucha atención. Anda, vamos a descansar un poco, que tengo sueño.
Nos acostamos, la abracé por detrás con la polla encajada entre los cachetes de su culo y me quedé dormido. Recuerdo que soñé con mis sobrinas desnudas, pero sobre todo con Antonia y su biquini mirándonos desde la puerta entornada y sobándose las tetas, mientras se acariciaba el chocho.
- Despierta, dormilón, que vas a empalmar la siesta con la noche. -Escuché decir a Rocío-.
Abrí los ojos. Rocío llevaba puesto el no biquini de Antonia. Estaba para follársela de todas las maneras. Las tiritas de arriba estaban empitonadas por sus pezones y no llegaban a cubrirles completas sus grandes areolas. La de abajo la tenía incrustada en el chocho, su monte Venus se le veía casi por completo.
- ¿Qué haces con eso puesto? -Le pregunté-.
- He ido a devolvérselo a Antonia, pero me ha dicho que no hacía falta que era un regalo.
- ¿Un regalo por qué?
- No lo sé. Me ha dicho que lo disfrutemos. ¿Te gusta cómo me queda?
- ¿Cómo no me iba a gustar, con el cuerpo que tienes?
- Que me veas con el biquini me ha puesto muy caliente. Cómeme el chocho.
Rocío se tumbó boca arriba en la cama con las piernas flexionadas y abiertas, yo me puse boca abajo entre sus piernas y empecé a lamerle y a darle suaves bocados en la parte alta de sus muslos acercándome poco a poco a su chocho. Me costó cierto trabajo moverle la tirilla de la raja de encajada que estaba.
- ¿Quieres que me lo quite? -Me preguntó Rocío-.
- No, me gusta mucho así. Tienes el chocho empapado.
- ¿Estás empalmado?
- Mucho.
Le lamía la raja entera. El chocho le olía a que estaba muy caliente. Le atrapaba el clítoris con los labios y se lo movía suavemente, para luego volver a lamerle desde el clítoris hasta el ojete.
- Me lo comes de maravilla, joder que gusto.
Cogió mi cabeza con sus manos y me la movía al ritmo que quería que se lo comiese.
- Cuando me corra, ven aquí que te coma la polla.
- No tardes, que estoy para reventar.
- No te preocupes que no voy a tardar nada.
Seguí comiéndoselo hasta que empezó a tensarse y a gemir muy fuerte.
- ¡Sigue Carlos, sigue, que me voy a correr, ahora, ahora, siiii, sigue, aaaggg, aaaggg, siiii, para, para, vente aquí!
Me puse de rodillas con su cabeza entre las piernas, mirando su cuerpo. Me bajé la polla con la mano hasta metérsela en la boca. Le cogí las tetas moviéndole las tirillas del biquini y empecé a moverme arriba y abajo follándole la boca, hasta que me corrí en su interior.
- ¡Toma Rocío, toma, trágatelo todo, aaaggg, no pares que hay más, toma, toma, …!
Me dejé caer sobre ella cuando terminé de correrme.
- ¡Qué bárbaro, creí que no iba a poder con todo! -Me dijo al poco-.
- ¡Uuufff, que caliente estaba!
- Vamos a arreglarnos un poco y a cenar algo con ellas.
- ¿Te has quedado con hambre?
- Yo, de eso, siempre me quedo con hambre.
Nos duchamos juntos y nos secamos mutuamente. Iba a ponerme un pareo para salir del dormitorio.
- No te lo pongas, si ellas estarán desnudas.
- ¿Tú crees?
- Por lo menos antes lo estaban.
-
Un Giro a mi Vida Después de Divorciarme – Capítulo 007
A las dos horas de la llamada a mi hermana Lola para decirle que ya estaba sólo en el piso, me llamó ella:
- Carlos, ya tengo los billetes del vuelo de las niñas. Las cosas se han precipitado un poco, les he sacado billete para mañana.
- ¡Coño, Lola con las prisas!
- El domingo no hay vuelo y el del lunes estaba ya completo.
- ¿Qué llegan a la misma hora que llegaste tú?
- Sí, sobre diez y media. Otra cosa, al final se ha apuntado también una amiga de las dos.
- ¿Dónde va a dormir? No tengo sitio para las tres.
- Son jóvenes y se apañan de cualquier manera. ¿No tienes un sofá? Pues que una duerma en el sofá.
- ¿La amiga sabe dónde viene?
- Creo que sí, al parecer las niñas le contaron dónde viajaban y ella insistió en apuntarse. No las vas a conocer cuando las veas de lo que han crecido.
- ¿Cuánto tiempo hace que no las veo? Por lo menos un año, ¿no?
- Yo creo que algo más. ¿Qué tal era la amiga de Paula?
- No sabría decirte, rarita, por decir algo.
- Con rarita quieres decir lesbiana.
- No sólo lesbiana. Se agobió con la zona y se empeñó en irse cuando antes.
- Estoy cada día más convencida de que nuestra hermana pequeña también es lesbiana.
- Ella me dijo que no, pero si lo es no pasa nada, ya es mayorcita.
- ¿Cómo te va a ti con tu amiga?
- Está muy liada con su nuevo trabajo y nos hemos visto poco esta semana.
- Si es tan guapa y tan buena persona como dices, no la dejes escapar.
- Gracias, pero lo que le hace falta es ir un tiempo por su cuenta.
- No te estoy diciendo que te ennovies. ¿La llamas alguna vez?
- La verdad es que no, siempre me llama ella.
- Pues llámala a las mujeres nos gusta saber que alguien está pendiente de nosotras.
- Puede que tengas razón, la voy a llamar cuando terminemos de hablar. ¿Y a ti que tal te va en tu nueva vida de divorciada?
- Regular, hermano, desde que follé contigo no he tenido una follada como Dios manda. ¿Qué les pasa a los hombres de tu edad?
- No sé a qué te refieres, ¿pero por qué tiene que ser con hombres de mi edad? Tú eres muy atractiva, prueba con alguno que sea más joven que tú.
- Eso voy a tener que hacer, pero tampoco quiero convertirme en la niñera ni en la maestra sexual de un jovencito.
- Los jóvenes de hoy saben mucho de sexo, a ver si es él quien te da lecciones a ti.
- Así sea, por mi encantada. Bueno, te dejo para que llames a la chica, ¿cómo se llamaba?
- Rocío.
- Pues llámala. Un beso.
- Otro para ti.
Tiene cojones el tema, pensé al colgar. Me vengo a vivir a una zona nudista a más de cuatrocientos kilómetros de mi familia y mi hermana me manda a mis dos sobrinas y a una amiga de ellas. Mis sobrinas eran unas niñas muy lindas de pequeñas, gemelas, hacía poco que habían cumplido los dieciocho años. Rubias, pelo lacio y unos bonitos ojos azules. La última vez que las había visto parecía que tuvieran catorce o quince años, en vez de los dieciséis o diecisiete que debían tener. Salí de mis meditaciones para llamar a Rocío.
- Hola, Rocío, soy Carlos.
- ¡Qué bien que me llames! ¿Qué ha pasado para que lo hagas?
- Nada, quería saber de ti.
- Acabo de terminar de trabajar y estaba pensando en llamarte. ¿Me invitas a tu casa?
- Por supuesto, estoy deseando verte.
- Te llamo en quince minutos para que me abras la puerta de la urbanización, veras que novedades tengo.
- Me dejas en ascuas. Hasta ahora.
Me preparé una copa y salí a tomármela a la terraza desnudo. Había tenido un golpe de suerte increíble conociendo a Rocío. Una joven bellísima, estupenda persona y muy abierta. No sólo follaba de maravilla, sino que me divertía con ella y sus ocurrencias. A los quine minutos, más o menos, sonó mi móvil, era Rocío.
- Ya estoy abajo.
- Voy.
Me puse en pareo y bajé a abrirle. Venía con el uniforme del gabinete de estética en el que había empezado a trabajar, con una especie de tablero o camilla plegada colgada del hombro y una mochila a la espalda.
- ¿Qué traes? -Le pregunté tras darnos un beso-.
- Las novedades que quiero contarte.
Cogí el tablero y subimos al piso por el ascensor. En el corto trayecto del ascensor volvimos a besarnos, esta vez apasionadamente.
- ¿Qué quieres tomar? -Le pregunté cuando entramos al piso-.
- Lo que tú estés tomando. Voy a cambiarme mientras me preparas la copa. -Dijo yendo hacia el dormitorio. Volvió a los pocos minutos con una malla y una camiseta sin mangas, ambas blancas, las dos piezas tan ajustadas a su cuerpo que las tetas y los pezones se le marcaban, al igual que su chocho, por mucho que ella dijera que lo tenía de muñeca chochona-.
- ¡Qué barbaridad, que guapa! -Le dije al verla-.
- Te parece bonito.
- Yo diría algo más que bonito, diría que muy sugerente. Pero creía que ibas a desnudarte.
- Después, primero quiero saber tu opinión. ¿Te acuerdas de que la otra noche quedé a cenar con Mari Carmen y la jefa?
- Sí.
- Durante la cena la jefa nos dijo que le propusiéramos novedades para mejorar y ampliar los servicios del gabinete.
- Eso está bien, que os incentive y escuche vuestras propuestas.
- Pensando durante toda la semana se me han ocurrido varias cosas. Primero cambiar el uniforme por otro más atractivo y sugerente. Ves, aquí, dijo señalándose la teta izquierda, iría el logo y el nombre del gabinete.
- Sí, ese sería su sitio, sobre el corazón.
- Exacto, es lo mismo que he pensado yo. Otra novedad sería llevar nuestra propia camilla para la depilación, hacerlo en una cama es poco profesional. Ayúdame que la vamos a montar en el dormitorio.
Cogí la camilla plegada y la llevé al dormitorio, detrás de Rocío. ¡Joder, que culazo le hace la malla! Pensé al verla. Entre los dos montamos la camilla en el dormitorio.
- A ver, quítate el pareo. -Hice lo que ella me dijo, yo ya tenía la polla morcillona de verla con el uniforme tan ajustado-. Lo primero que vamos a hacer es dejarte sin un pelito en los bajos. ¿Dónde tienes la maquinilla?
- En el baño, voy por ella.
Mientras buscaba la maquinilla mi calentura subió varios niveles, pensando en la depilación que me iba a hacer Rocío.
- Toma, aquí la tienes, debe estar cargada.
- Ahora túmbate boca arriba.
- ¿Tú sabes hacer esto? -Le pregunté mientras me subía a la camilla-.
- Hombre, con una cuchilla no me atrevería, pero con la maquinilla es más fácil e inofensivo. Además, he practicado esta mañana con mi chocho.
- Bueno, pues adelante. -Le dije imaginándome a Rocío desnuda depilándose el chocho-.
- Como tienes todavía el vello cortito, voy a ir directamente con la afeitadora.
Rocío cogió mi polla ya empalmada con una mano y con la otra fue pasando la maquinilla. Estaba de lo más sexi con el uniforme y la atención que prestaba a su tarea.
- ¿Te excita que te coja la polla?
- Claro que me excita, como a cualquiera.
- Ahora cógete la polla tú para apartarla, que yo tengo que ponerte en posición los huevos para la maquinilla.
- ¿De dónde quieres que la aparte, si la tengo pegada a la barriga?
- Es verdad, que tonta.
Rocío me iba tirando de la piel de los huevos para pasar la maquinilla, yo estaba cada vez más caliente. Cuando me depiló Mari Carmen me excité también, pero con ella fue como más profesional.
- ¿Te queda mucho?
- No, muy poquito. ¿Por qué?
- Porque me estoy poniendo muy excitado.
- Por eso es bueno que te depile tu pareja. Después de la depilación un buen polvo y listo.
- ¿Tú estás excitada también?
- Claro, pero yo tengo que parecer muy profesional.
- ¿Conmigo también?
- Por ahora sí, después ya veremos. Pues listo, creo. Voy a hacer la prueba.
- ¿Qué prueba?
- ¿Cuál va a ser? Lamerte la polla y los huevos, para detectar si te ha quedado algún pelo.
Rocío empezó a pasarme la lengua por el tronco de la polla, después por la base y finalmente por los huevos. No pude soportarlo y me corrí como una fiera.
- ¡Rocío, me corro, me corro, aaaaggg, aaaagggg, siiiii, aaaggg…!
- Vaya como te has puesto la barriga. Menos mal que sé que no se te va a bajar todavía.
- Ni todavía, ni en bastante rato con el calentón que he cogido. ¿Me dejarás que un día te depile yo a ti?
- Algún día y me excitaré mucho también. Ahora, venga a la ducha mientras me cambio de ropa.
- ¿Y ahora que te vas a poner?
- Ya lo veras cuando te duches. -A Rocío se la había formado un manchurrón de jugos en la entrepierna de las mallas-.
- ¿Me dejarás luego oler tus mallas?
- Según te portes.
¡Vaya corridón que he tenido y vaya calentón que tengo todavía! Pensé al levantarme de la camilla e ir a la ducha. No tardé ni dos minutos en ducharme, secarme y volver al dormitorio. Rocío no estaba. Me senté en la camilla a esperarla más empalmado que antes de correrme.
- Túmbate boca arriba en la camilla y cierra los ojos. -Me dijo del otro lado de la puerta-.
- ¿Qué vas a hacer?
- Hazme caso.
Me tumbé como ella me había pedido y cerré los ojos.
- ¿Ya? -Preguntó-.
- Sí ya.
- No abras los ojos.
Escuché la puerta y me pareció que se acercaba a la camilla.
- He estado pensando sobre la idea de Mari Carmen para quitar la excitación que produce la depilación de los bajos y creo que es mejorable.
- No sé yo que decirte.
- No en cuanto a la finalidad, pero puede hacerse más sofisticado, más estético, más excitante. -Estaba deseando abrir los ojos, pero no quise quitarle la ilusión a Rocío-.
- ¿Qué has pensado?
- Unirlo a la profesión que me gustaría tener, la de masajista tántrica.
- He oído lo de masajes tántricos, pero no se muy bien lo que es.
- Se trata de que sientas el placer por todo tu cuerpo y te unas a la masajista, no sólo corporalmente, sino espiritualmente.
- ¡Joder qué cosas, Rocío! ¿De verdad que tú sabes de eso?
- Estoy haciendo un curso online muy gráfico e instructivo. Si no fuera por el rollo de la energía y todo eso, yo diría que es un puterío.
- No sé si eso le va a gustar a tu jefa.
- Bueno, si no me sirve para el trabajo, por lo menos tú y yo nos divertimos. ¿Estás preparado?
- ¿Para qué?
- Para sentir placer por todos tus poros.
- Mucha tela, ¿no?
- Venga, no seas obcecado.
- Vale, me abro de mente.
Empecé a notar una especie de cosquilleo que iba subiendo y bajando por mi cuerpo. Era placentero, pero sobre todo cuando el cosquilleo era en la barriga, en el nabo o en los huevos.
- ¿Qué tal? -Me preguntó Rocío-.
- No está mal, pero tampoco es para tirar cohetes.
- Abre los ojos.
Rocío se había puesto una especie de micro túnica hecha de jirones de tela blanca que dejaba a la vista sus grandes tetas y su chocho, que ahora con el depilado de esa misma mañana sí parecía el de una muñeca. Estaba muy sexi, a la jodida le quedaba bien todo. En las manos tenía como dos plumas que eran con las que me estaba haciendo las suaves cosquillas.
- ¿Te parece bien la indumentaria? -Me preguntó-.
- No sé Rocío, en mi vida he visto nada de eso del masaje tántrico. De todas formas, estás muy sexi. ¿De dónde lo has sacado?
- Lo he diseñado yo, basado en algunos videos porno y algunas películas antiguas de romanos. -Me contestó sin dejar de pasar las plumas por mi cuerpo-.
- ¿Tú te excitas con esto?
- Esto de las plumas es lo más aburrido de la sesión. Si te parece pasamos a la siguiente fase. Incorpórate.
Rocío se subió a la camilla, abrió las piernas y se pegó a mi desde el chocho hasta la cabeza. Volvió a coger las plumas y mientras me las pasaba por la espalda movía sus caderas apretándome la polla contra su chocho y su vientre.
- Ves, esto me gusta más, incluso si no me estuvieras dando con las plumas.
- Pero entonces no sería tántrico.
La besé en la boca, ella luego me mordió suavemente los labios e incrementó el movimiento de sus caderas contra mi polla. Yo la tenía cogida por el culo para apretarla contra mí. Sus tetas podían taladrarme el pecho de lo duros y grandes que tenía los pezones. Noté que no iba a tardar en correrse por como gemía en mi oído.
- ¡Aaaahhhh, siiii, me corro, Carlos, me corro, aaaaggg, siiii, …! -Gritó-.
Yo me tumbé hacia atrás para que ella se echara encima de mí.
- No creo que debas proponerle esto a tu jefa. Lo del nuevo uniforme y la camilla portátil sí. Por cierto, ¿cómo se ha quedado el uniforme?
- Para tirarlo, el olor no hay quien se lo quite. Me lo tengo que poner con un tanga debajo.
- Regálamelo.
- Te lo cambio por otra copa.
- De acuerdo.
Nos bajamos de la camilla, recogí los vasos y los rellené. Salimos a la terraza. Yo seguía con un calentón de mil demonios.
- Pues tú dirás lo que sea del masaje tántrico, pero yo me he pegado una corrida de mucho cuidado. -Me dijo-.
- Rocío, después de la depilación tu estabas que reventabas. Con tantra o sin tantra te hubieras corrido igual.
- Eso es verdad. ¿Te gustó lo del otro día con Clara? -Me preguntó-.
- Sí y no.
- ¿Por qué?
- Contigo maravillosamente, como siempre, pero con Clara extraño.
- ¿Habías hecho algún trío antes?
- No, pero el del otro día tampoco creo que se pueda considerar un trio. Igual para ti, sí, pero para mí no. ¿Y a ti te gustó?
- Pues me pasó un poco lo que a ti. La tía quería echarte de tu casa para follarme a solas y le tuve que decir que de eso nada o los dos o ninguno. -Le di un beso en la boca después de oírla-.
- Mañana vienen mis sobrinas y, además, con una amiga suya.
- Ja, ja, ja, ja. -Se descojonó en mi cara-. ¿Cómo es eso?
- Mi hermana, que está completamente loca.
- ¿Qué edad tienen?
- Dieciocho, igual podéis hacer buenas migas.
- ¿Saben dónde vienen?
- Mi hermana dice que sí, pero yo no las tengo todas conmigo de que no sea una encerrona de ella a las niñas, conmigo en medio.
- ¿Y qué vas a hacer?
- Yo nada, salvo que las traiga con los ojos vendados y las encierre dentro del piso, cosa que igual no les gusta. ¿Cenamos algo?
- Vale, pero luego te tengo que quitar la excitación. -Me dijo cogiéndome la polla que seguía empalmada-.
Preparé algo de picar, abrí una botella de vino y nos sentamos en la terraza.
- Se te ocurre algo para sustituir el masaje tántrico.
- Hombre, el control de calidad de la depilación rebaja mucho la excitación, como has podido observar.
- No es mala idea, pero igual no le gusta a mi jefa y tampoco a muchos clientes, que son homosexuales, según me dice Mari Carmen.
- Yo no creo que eso sea un problema. Una buena lamida de huevos le gusta a cualquiera.
- Sigues empalmado.
- ¿Qué quieres estando los dos desnudos y después del masaje tántrico? -Le dije y nos reímos los dos-.
- No te metas con mis ideas, aunque sean mejorables.
- ¿A ti no te hace efecto la bebida?
- ¿A qué efecto te refieres?
- ¡Coño a emborracharte! ¿A cuál va a ser?
- Cuando trabajaba en el pub me hice un reconocimiento médico de esos de las mutuas. Parece que mi naturaleza producía tal cantidad de vitamina B no sé cuántos, que tenía que beberme Escocia para que me emborrachara.
- ¿Entonces para qué me dijiste el primer día que tu norma número cinco era no abusar de la bebida?
- Esa norma era para no arruinarte. -Nos reímos los dos a carcajadas-.
- Sabes que me está cambiando el carácter desde que te conozco.
- ¿En qué sentido?
- Estoy mucho más alegre, he dejado atrás la pesadumbre que me dejó mi matrimonio.
- Algo parecido me pasa a mí. Terminar con mi novio y conocerte, me están convirtiendo en otra persona. -Me dijo apretándome la mano con fuerza-.
- No voy a ser tu novio de reemplazo.
- Ni yo te quiero como novio ni a ti ni a nadie, eso me lo dejaste muy claro el primer día, te quiero como amigo y como amante.
- No me digas esas cosas, que me voy a empalmar más todavía.
- ¿Vas a levantar la mesa con el nabo? -Nos reímos los dos de la ocurrencia-.
- Oye, quédate a vivir aquí el tiempo que estén mis sobrinas. Échame una mano, no sé que hacer con ellas y tú, por edad, estás mucho más cerca de ellas.
- De acuerdo, porque si no vas a ser el tío Gilito, pero me lo debes.
- Te debo lo que tú quieras.
- ¿Qué tal si me comes el coño ahora?
- ¿Me estás acosando?
- Yo a ti, vamos anda. -Dijo, se repanchigó en la silla y se abrió de piernas-.
- No tengo fuerza de voluntad. -Le dije riéndome y poniéndome de rodillas entre sus piernas-.
- No, mejor vamos a la cama, que te coma yo también la polla.
Nos fuimos a la cama, dejando la terraza y la cocina como estaban de empantanadas.
- ¿Hacemos un “69”? -Le pregunté-.
- ¿Tú conoces otra forma de que yo te coma la polla y tú me comas el coño?
- Ahora mismo no se me ocurre.
- Pues entonces.
Me tumbé boca arriba en la cama. Me dolía la polla y los huevos del calentón que tenía.
- ¿Tienes por ahí la malla del uniforme? -Le dije-.
- Para qué quieres la malla, si lo tienes en directo.
Hicimos un “69” de escándalo, nos corrimos los dos y nos quedamos dormidos pasadas las dos de la madrugada.
- Despierta, Carlos, despierta. -Abrí los ojos y el sol entraba por la ventana-.
- ¿Qué hora es?
- Casi las nueve y media y tienes que recoger a tus sobrinas.
- ¡Me cago en todo, vaya el día para quedarme dormido! Vente conmigo.
Nos metimos los dos en la ducha a la misma vez para ahorrar tiempo. Aguantar sin meterle mano a Rocío fue un auténtico suplicio. Mientras ella se arreglaba preparé café. Puse las cosas de la noche anterior en el fregadero y con el café en la boca salimos pitando al aeropuerto. Llegamos diez minutos tarde. En el exterior de la puerta de salidas esperaban tres chicas que a primera vista parecían extranjeras. Me fijé bien en ellas y eran mis sobrinas y su amiga. ¡Joder, tenía razón mi hermana, cómo habían cambiado mis sobrinas! Más altas que yo, como de la altura de Rocío, sobre uno ochenta, rubitas, con el pelo lacio media melena, un tipo fantástico de mujer hecha, unas tetas medianas y unas bonitas piernas que dejaban ver casi enteras los vaporosos vestidos veraniegos que llevaban. Seguían siendo como dos gotas de agua. La amiga era morena, alta también, aunque un poco menos, pelo castaño abundante, guapa de cara y con un cuerpo de ensueño.
- ¿Son esas? -Me preguntó Rocío-.
- Sí, al menos las dos rubias son mis sobrinas.
- No me habías dicho que fuesen gemelas y tan guapas.
Paré el coche delante de ellas y nos bajamos los dos.
- Hola, tío, pensábamos que te habías olvidado de tus sobrinas.
- Cómo me voy a olvidar, lo que pasa es que nos hemos quedado dormidos. Ella es Rocío, una amiga.
- Encantada, yo Marta. -Dijo una de ellas, la que llevaba un vestido en tonos verdes, besando a Rocío en las mejillas-.
- Y yo María. -Dijo la otra, que llevaba el vestido en tonos azules, saludando también a Rocío-. Y ella es Antonia.
- Encantado, Antonia. -Le dije besándola en las mejillas, dándome cuenta de que era una chica muy guapa también-.
- ¡Cómo habéis cambiado en un año, si ya sois dos mujeres!
- Gracias, tito. -Dijeron las dos a coro-.
- Seguís igualitas, si no es por el vestido no hay forma de saber cuál es cada una. Poned las mochilas en el maletero. Tardaremos más o menos una hora en el camino de vuelta.
Las tres se sentaron en el asiento de detrás y Rocío a mi lado delante. Se pasaron la hora de viaje hablando las cuatro sin que yo pudiera meter baza en ningún momento. El tiempo era muy bueno y había gente todavía por la zona. Como siempre unos vestidos y otros desnudos. Al ir a entrar al aparcamiento de la urbanización tuve que esperar que cruzara un grupo de tres parejas todos desnudos.
- ¿Pero esto qué es? ¡Van en pelotas! -Exclamó Antonia y mis sobrinas se echaron a reír. Las muy cabronas no debían haberle dicho nada. Se iba a enterar mi hermana Lola-.
- Es que esta es una zona un poquito particular. -Le dijo Marta-.
- ¿Tanto calor hace aquí? -Preguntó Antonia inocentemente-.
- No es eso, es que se trata de una zona naturista, vamos nudista. -Le contestó Rocío-.
- ¿Pero eso existe de verdad? -Volvió a preguntar Antonia-.
- Ya ves que sí.
Aparqué y mientras sacaban el equipaje del coche, al lado había dos hombres, más jóvenes que yo, desnudos y con dos pollas muy apreciables totalmente depiladas. Antonia se bajó por el otro lado y evitó mirarlos todo el tiempo. Camino del piso nos cruzamos con dos mujeres desnudas, como de cincuenta años y bastante tetonas, con la toalla al hombro que debían ir a la piscina. Antonia se paró, buscó en su bolso y se puso unas gafas de sol. Mientras subíamos los cinco por la escalera, Antonia les dijo a mis sobrinas:
- ¡Pero que cabronas sois, no decirme nada de dónde veníamos!
Mis sobrinas siguieron riéndose de ella a mandíbula batiente hasta que llegamos al piso.
- Este es vuestro dormitorio. Dejad vuestras cosas y organizaros para dormir como queráis. –
Les dije y me fui a mi dormitorio para llamar por teléfono a mi hermana Lola.
- ¿Estáis ya en el piso?
- Sí, Lola. ¿Tú sabes que tus hijas no le habían dicho nada a su amiga sobre esto?
- No lo sé, yo creía que sí.
- Pues no.
- ¡Qué guasonas las dos!
- Lola, yo no le veo la gracia.
- No dramatices, Carlos, tampoco le va a pasar nada por ver unas cuentas pollas y unos cuantos chochos.
- ¿Tú sabes la que se puede liar si se lo dice a sus padres o a su novio y yo por en medio?
- ¡Qué pesado eres, además, ya no tiene arreglo! Ha sido una broma. ¿Cómo has visto a las niñas?
- Muy guapas, Lola. Un beso y para la próxima broma que vayan al club de la comedia.
- Venga ya, Carlos, échale un polvo a Rocío y deja de dar la lata.
Colgué y salí del dormitorio. Rocío y mis sobrinas estaban en la terraza. Me reuní con ellas.
- Esto está muy bien, mejor que el otro apartamento que tenías. -Dijo Marta-.
- Sí que está bastante bien.
- ¿Tío y tu vas también en pelotas por la calle? -Me preguntó María. Anda que le ha faltado tiempo, pensé-.
- Normalmente me pongo un pareo. Aquí se puede ir desnudo, medio desnudo o vestido, según cada uno quiera.
- ¿Y tú Rocío?
- Por la calle también me pongo un pareo, normalmente, a la cintura.
- Entonces llevas las tetas al aire.
- Claro.
- ¿En casa vais en pelotas? -Preguntó Marta-.
- Cuando estamos solos normalmente sí. -Le contestó Rocío-.
- Entonces estaréis todo el día calentitos los dos, ¿no?
- ¡Marta, por favor! -Intervine-. Por cierto, lo que le habéis hecho a vuestra amiga no está bien.
- No te preocupes, esa parece una mosquita muerta, pero luego es muy guarra. -Dijo María-. Seguro que no se pierde ninguna polla de las que haya por aquí, por mucho que disimule.
- ¡María, por favor, cuida lo que dices! -Las niñas habían sacado el desparpajo de mi hermana-.
Noté que Rocío me miraba como diciéndome que cambiara de actitud con ellas.
- Bueno tío, no te enfades, que acabamos de llegar. ¿Nos vais a llevar a comer al chiringuito nudista de la playa?
- ¿Y tú como lo sabes?
- Nos lo recomendó mamá. - ¡Joder con mi hermana! Pensé-.
- ¿Queréis un refresco? -Les pregunté-.
- Mejor una cerveza. -Contestaron las dos a dúo-.
- Te ayudo. -Me dijo Rocío y fuimos los dos a la cocina-.
Mientras sacaba las cervezas y una botella de vino, me dijo Rocío:
- Carlos, déjalas que se expresan como quieran. Los jóvenes ahora utilizan un lenguaje distinto y más directo al que tu usabas a su edad, lo mismo que pasa en el cine o en la televisión.
- Tendrás razón, intentaré dejarlo pasar. Pero vamos, la ocurrencia de no decirle nada a la amiga, aunque mi hermana diga que es una broma que le han gastado, no tiene gracia.
- Déjalo ya y vamos a la terraza. -Le di un piquito en la boca a Rocío y volvimos a la terraza-.
Serví las cervezas y el vino. Rocío empezó la contraofensiva.
- ¿Vais a bajar a la playa nudista? -Les preguntó-.
Ellas se miraron una a otra y luego contestó Marta:
- Yo creo que sí. Una de las cosas que queríamos hacer era quitarnos las marcas del biquini. Nos gustó mucho como volvió mamá.
- ¿Y Antonia dónde está? -Pregunté-.
- Estará deshaciendo la mochila. -Contestó María, dándole un trago a la cerveza-. ¿Vosotros estáis liados? Porque si es así, al tito le ha tocado el EuroMillón.
Iba a contestarle que eso a ella no le importaba, aunque quedaría claro cuando por la noche nos fuésemos juntos al dormitorio, pero se me adelantó Rocío.
- Si por liados quieres decir, qué si follamos, entonces sí. Si quieres decir si somos pareja, entonces no. Y a mí también me ha tocado mi premio.
Admiré la desenvoltura de Rocío para dejar las cosas en su sitio.
- Me alegro por ti, tito, ¡qué cambio a mejor! -Dijo Marta-.
- Gracias. -Le dije-.
- Ya está aquí Antonia, ya podemos ir a comer, en cuanto nos cambiemos.
Miré hacia la puerta de la terraza y empecé a darle la razón a mi sobrina. Antonia se había puesto un biquini que era menos que nada, le tapaba sólo parte de las areolas de sus grandes tetas y la raja del chocho, donde lo tenía incrustado. Se notaba que ese no era el biquini que utilizaría con su familia o con su novio, porque dejaba a la vista las marcas del que usaba normalmente, bastante más recatado. Desde luego la muchacha estaba como un tren.
- ¿Qué diferencia hay entre eso que te has puesto e ir desnuda? -Le preguntó Marta-.
- ¡Qué envidiosa eres! -Le contestó Antonia-. ¿A ti te gusta, Carlos? -Me preguntó dándose una vuelta sobre si misma. Para colmo, las tiras de la cosa esa que llevaba puesta, eran de silicona, por lo que de espaldas parecía que estuviese completamente desnuda-.
- Si lo viera, seguramente me parecería muy bonito. -Le contesté-.
Nos reímos todos con la ocurrencia.
- ¿Tío, como hay que bajar al chiringuito?
- Como cada uno quiera.
- Entonces nosotras vamos a ir como dice Rocío, con el pareo a la cintura. - ¡Vaya sesión de tetas que voy a tener durante la comida! Pensé-.
- ¿Habéis traído pareo?
- Claro, nos lo dijo mamá.
- Pues a cambiarse. -Dije-.
Rocío y yo fuimos a mi dormitorio a desnudarnos y ponernos el pareo.
- Antonia va a por ti. -Me dijo Rocío-.
- ¿Por mí para qué?
- Para que le leas cuentos por la noche. ¿Tú para qué crees?
- ¿Para lío?
- De lío nada, para follar. Por mí te la puedes follar sin problemas y que te aproveche, porqué está bien buena.
Me acerqué a ella y le di un largo beso en la boca. Nos pusimos el pareo y salimos del dormitorio. Nos estaban esperando las tres en la terraza. Mis sobrinas desnudas de cintura para arriba, ya no sabía cuál era Marta y cuál María. Tenían unas preciosas tetas medianitas con unas grandes areolas rosadas y se les notaba la marca de haber tomado el sol con el top del biquini. Carlos, piensa en otra cosa que son tus sobrinas, me dije. Antonia seguía con la cosa que se había puesto, que cada vez me resultaba más provocativa.
- Tengo que ir a hacer otro juego de llaves para dártelas. -Le dije a Rocío al darles un juego a mis sobrinas-.
Yendo hacia el chiringo Rocío y yo nos quedamos algo detrás de ellas tres. La visión de Antonia era espectacular.
- Antonia sabía dónde venía, por mucho que se haga la sorprendida. -Me dijo Rocío-.
- ¿Por qué lo dices?
- ¿Tú crees que se habría traído ese biquini si no supiese dónde venía?
- En eso tienes bastante razón. Mira como se le nota en el culo la marca del tipo de biquini que se ponga normalmente.
- Lo dicho, prepárate porque esta quiere rollo.
Llegamos al chiringo todos juntos. Noté que todos los presentes me miraban preguntándose que hacía yo con semejantes cuatro jovencitas. Ni me extrañó ni me molestó porque yo también me lo preguntaba. Nos sentamos entre el sol y la sombra. Antonia y mis sobrinas llevaban gafas de sol. Llegó el camarero para preguntar por la bebida.
- ¿Queréis vino o seguís con cerveza? -Les pregunté a ellas tres, porque ya sabía que Rocío tomaría vino-.
- Un poco de vino. -Dijeron las tres-.
- Es todavía más curioso de lo que nos contó mamá. -Dijo una de mis sobrinas, pues no podía saber cuál era-.
La hermana le rozó la mano y le indicó con la cabeza hacia un hombre muy musculado y con una polla de bastante buen tamaño, que pasaba al lado de nuestra mesa.
- Ya os acostumbraréis, vuestra madre no tardó más que un rato en hacerlo.
- ¿Y ella también vino con las tetas al aire? -Preguntó una de mis sobrinas-.
- No, pero se quitó el top en menos que canta un gallo.
- ¿Y a ti no te dio cosa verle las tetas a tu hermana? -Si tu supieras la que se lio luego, pensé-.
- Un poco al principio, pero enseguida nos acostumbramos.
- ¿Y vérnoslas a nosotras?
- Si vosotras estáis a gusto, yo también.
Pasó una mujer negra ofreciendo bisutería y cosas así. La detuve.
- Escoged cada una un collar distinto o una pulsera o lo que queráis, pero distinto. No hay forma de saber cuál es Marta y cuál María.
Se echaron a reír, una escogió un collar y la otra una pulsera.
- Ahora, decidme vuestro nombre, para que me quede con él.
Lo hicieron, aunque yo no las tenía todas conmigo que no me estuvieran engañando, era un juego que hacían constantemente con la familia cuando eran pequeñas.
- ¿Tenéis novio alguna de las tres? -Les preguntó Rocío-.
- ¿Novio para qué? -Le contestó Antonia-.
- No sé para lo clásico, salir, hablar, besarse.
- Tenemos muchos amigos y cuando te da el apretón, pues escoges a uno y al lio. -Dijo Marta. Pensé que, que generación tan diferente a la de mi hermana Lola o la mía-.
- ¿Tú has tenido novio? -Le preguntó María a Rocío-.
- Sí y hacéis muy bien en pensar así.
- Por cierto, que no estaría mal tener a algún amigo a mano ahora, porque esto me está excitando mucho. -Dijo Marta riéndose-.
- Y tanto. -Apostilló Antonia-.
- ¿A ti te pasa todavía? -Preguntó María a Rocío-.
- ¿El qué?
- Lo del apretón, ya sabes, ponerte juguetona.
- En la calle o en la playa menos que al principio, pero en casa vaya que si me pasa.
- ¿Estarás contento, no tito? -Me dijo María. La conversación se estaba descontrolando por momentos-.
- ¿Tú no lo estarías? -Le contesté a la gallega-.
El no biquini de Antonia me estaba martirizando. Eran cuatro chicas preciosas y las tetas de Rocío eran inigualables, pero las tiritas del no biquini eran magnéticas para mis ojos. Lamenté no haberme puesto gafas de sol. Comimos y nos bebimos tres botellas de vino. Todos estábamos achispados al final de la comida, menos Rocío que, pese haber bebido casi el doble que los demás, no mostraba el menor síntoma.
- ¿Queréis una copa de sobremesa? -Les pregunté a mis sobrinas y a Antonia, Rocío ya sabía que quería-.
- Yo prefiero darme un baño mientras os las bebéis. -Contestó Antonia-.
- Nosotras también. -Dijeron mis sobrinas-.
Se levantaron las tres y se dirigieron a la orilla de la playa.
- Son divertidas las tres. -Dijo Rocío cuando se habían alejado-. ¿Tú hermana es tan desinhibida como tus sobrinas?
- Desde su divorcio sí.
- ¿Ha cambiado mucho al divorciarse?
- Sí, como ella dice, era una botella de champán agitada sin descorchar.
- Bueno, como tú o como yo.
- Así es.
Volvieron las tres, mis sobrinas desnudas con el pareo en la mano y Antonia con las tiras del no biquini tan movidas que sus areolas y sus pezones quedaban ya al aire. Buenas tetas tiene esta chica, pensé. Mis sobrinas llevaban el chocho depilado, menos una fina línea de vello color castaño en vertical. De Antonia no cabía duda qué tenía debía llevarlo depilado por completo.
- ¿Queréis algo más? -Les pregunté-.
- No, mejor lo tomamos en el piso.
Pagué, las que tenían pareo se lo pusieron y nos fuimos para el piso. Al llegar ellas cuatro se fueron a la terraza y yo me quedé preparando las copas. Mientras lo hacía, apareció mi sobrina Marta.
- Tío voy al baño y te ayudo con las copas.
Cuando salió del baño se había quitado el pareo e iba desnuda. Era una preciosidad.
- Me encanta el sitio y me encanta ir en pelotas. -Me dijo-. No podía pensar que fuera tan liberador.
- Te has aclimatado todavía más rápido que tu madre.
- Ella nos lo contó, yo creí que exageraba, pero ahora creo que se quedó corta. -Me dijo cogiendo algunas copas y volviendo a la terraza-.
Antonia y María estaban boca arriba en la tumbona tomando el sol. Mi sobrina desnuda y Antonia con la misma cosa. Rocío estaba de pie sin el pareo. Le pasé la copa a Rocío y me quedé de pie junto a ella. Marta puso las copas de Antonia y su hermana en el suelo.
- Antonia, debías cambiarte el biquini, llevarlo mojado no es bueno para el chochete. -Le dijo Marta con mucha guasa, cuando le dejó la copa al lado-.
- Déjame tranquila, envidiosa.
- Tío, creo que voy a venir a verte con mucha frecuencia. -Me dijo Marta cuando se reunió con Rocío y conmigo-.
- Cuando tú quieras.
- ¿Por qué no te quitas el pareo? -Me dijo Rocío-.
- Sí, tío, por nosotras no hay problema.
Me quité el pareo y me lo eché al hombro. Observé que mi sobrina me miraba discretamente la polla.
- ¿Te apetece una siesta? -Le dije a Rocío-.
- Sí, pero no para dormir.
- Tenemos la tarde por delante, da tiempo para todo.
- Tía que suerte, con lo gustoso que es un caliqueño a la hora de la siesta. Quién lo pillara con el apretón que tengo.
Lo dicho, mi sobrina era peor que su madre. Rocío le guiñó un ojo, me cogió la mano y tiró de mi hacia el dormitorio. Eché una última mirada a María y a Antonia que seguían dormidas al sol. Cerramos la puerta del dormitorio y nos besamos apasionadamente en la boca.
- Me parece a mí que estas tres se van a matar a pajas esta tarde. -Dijo Rocío-.
- ¡Rocío, que son mis sobrinas!
- ¿Y qué, es qué por eso no son también adolescentes puestas a hervir?
- Si mis sobrinas han salido a su madre, están algo más que puestas a hervir.
- Pues eso, déjalas que desfoguen.
- Estoy pensando que me gustaría verte algún día con un no biquini como el de Antonia.
- Y a mí ponérmelo, que tú me vieras y luego me lo quitaras con los dientes.
- Espera un momento, voy a rellenar las copas.
Abrí la puerta del dormitorio y al dirigirme a la cocina vi entreabierta la puerta del dormitorio de mis sobrinas, miré sin acercarme y Marta estaba desnuda encima de la cama con los ojos cerrados haciéndose un dedo. Es curiosa la atracción que tenemos los hombres por una mujer haciéndose una paja, casi da igual como sea la mujer. Tenía las piernas flexionadas muy abiertas, su chochito era bastante grande y muy rosado, se acariciaba el clítoris con los dedos de una de sus manos, mientras que los dedos de la otra mano entraban y salían de su chocho lentamente. Me empalmé irremediablemente y recordé cuando había pillado más o menos igual a su madre. Me dije que no debía seguir mirándola y continué andando hacia la cocina. Rellené las copas rápido, no me fuera a pillar alguna con la erección que se me había puesto. Al volver al dormitorio no pude evitar mirar de nuevo, sus movimientos eran más rápidos y nerviosos que antes y tenía la cara muy colorada, debía estar a punto de correrse.
- ¿Qué te pasa que vienes tan empalmado? -Me preguntó Rocío al ver la erección que tenía-.
- Que mi sobrina Marta se dedica a hacerse pajas sin cerrar la puerta de su dormitorio.
- ¿Y te ha puesto cachondo verla?
- Cachondo ya estaba, me ha rematado. ¿No podía la niña cerrar la puta puerta para hacerlo?
- Tendría mucha prisa por aliviarse. ¿Te gusta ver a una mujer haciéndose un dedo?
- Siento atracción por observarla y tratar de averiguar qué está imaginando.
Llevábamos un rato abrazados de pie.
- En cualquier hombre o en cualquier cosa que le resulte morbosa. ¿Has mirado alguna vez a las chicas de las cámaras web?
- La verdad es que no. Me parece todo muy falso. ¿Tú en qué pensabas cuando eras modelo de ese tipo?
- ¿Yo? En la lista de la compra, repasaba alguna asignatura o miraba la televisión. Tienes razón en que es todo muy falso. ¿Quieres que me haga un dedo para ti?
- ¿Pero de verdad o de mentira?
- Esta vez de verdad, yo también estoy muy caliente. Deja la puerta entreabierta.
- Ni de broma.
- Venga, Carlos, así podemos imaginarnos que nos ven y es más morboso. -Dijo Rocío entreabriendo la puerta-.
- Te estás volviendo muy pervertida.
- ¿No te gusta?
- Sí que me gusta.
- Hazte una paja a la misma vez que yo.
- ¡Uuummm! Me excita mucho la idea.
Rocío se tumbó en la cama con la espalda apoyada en el cabecero con las piernas abiertas y yo me puse de rodillas, sentado en los talones, frente a ella. Mirándonos, Rocío empezó a acariciarse en clítoris y yo empecé a sobarme el nabo.
- ¿En qué piensas? -Le pregunté-.
- En alguno de los polvos que hemos echado y en lo rico de los orgasmos que me han producido.
- Tienes el chocho brillante.
- Estoy empapada. ¿Quieres que me ponga un tanga para que veas cómo lo dejo?
- Ahora no, prefiero ver cómo te brilla el chochito.
- ¿Y tú qué imaginas ahora?
- Nada, no sabes que los hombres no podemos hacer dos cosas a la misma vez. -Dije riéndome-. Bueno no, ahora mismo te estaba imaginando con el no biquini de Antonia puesto.
- Te ha gustado, ¿eh?
- ¿Tú has visto una cosa más guarra de biquini? Cuando ha vuelto de bañarse con el biquini movido, era todavía peor.
- ¿Te hacías muchas pajas de adolescente?
- Algunas caían. -Recordé lo que me había contado mi hermana de que ella me espiaba mientras me las hacía en la ducha y la polla me dio un bote-.
- ¿Qué te imaginabas entonces al hacértelas?
- Que alguna de las tías del Play Boy se metía en la ducha conmigo y me la comía.
- ¿Sólo comértela?
- No, pero era la parte que más me gustaba.
Rocío había aumentado la velocidad y la fuerza de las caricias sobre su clítoris.
- ¿Te has hecho alguna vez una paja así? -Me preguntó Rocío, que se acercaba irremediablemente a correrse-.
- No y me está resultando de lo más excitante.
- Cuando yo te diga, vente a mi lado y te corres en mis tetas.
- ¿Quieres que te las cubra de lefa?
- Sí, me gusta sentir su fuerza y su calor. ¿Te gusta correrte en mis tetas?
- Mucho.
- Pues vente aquí a mi lado.
Me moví y me puse al lado de sus tetas, estaba caliente como para quemarme.
- ¡Ahora, Carlos, ahora, córrete, lléname las tetas, siiiiii, aaaagggg, aaaaggg, …!
- ¡Toma, todo para ti, toma, toma, aaaaggg, …! -Grité salpicando sus tetas con mi lefa una vez tras otra, metiéndole luego la polla en su boca, hasta que no tuve más remedio que sentarme a su lado para recuperar el aliento-.
- ¿Te ha gustado? -Me preguntó-.
- Mucho. Joder, qué calentón he pillado.
- Calentón el que debe haber pillado Antonia, que no ha perdido detalle.
- ¡No me jodas!
- ¿No te hubiera gustado?
- Rocío, no me des esos sustos.
- ¿Por qué susto? ¿No te parecería morboso que ella hubiera visto cómo te corrías en mis tetas, mientras yo me corría también?
- Vamos a dejarlo. Como broma está bien, pero me daría mucha vergüenza.
Me levanté a cerrar la puerta. Al otro lado de la puerta había algo tirado en el suelo. Lo cogí y cerré la puerta.
- ¿Qué es eso? -Me preguntó Rocío-.
- No lo sé. -Le contesté pasándoselo-.
Rocío lo separó en dos y yo empecé a temerme lo que era.
- ¿No ves que es el biquini de Antonia? -Me dijo depositándolo en la cama-.
- ¿Y qué coño hacía en el suelo al lado de la puerta? Dime si es verdad que Antonia nos ha estado mirando.
- No lo sé seguro. Me ha parecido verla un momento, pero tampoco estaba yo para prestarle mucha atención. Anda, vamos a descansar un poco, que tengo sueño.
Nos acostamos, la abracé por detrás con la polla encajada entre los cachetes de su culo y me quedé dormido. Recuerdo que soñé con mis sobrinas desnudas, pero sobre todo con Antonia y su biquini mirándonos desde la puerta entornada y sobándose las tetas, mientras se acariciaba el chocho.
- Despierta, dormilón, que vas a empalmar la siesta con la noche. -Escuché decir a Rocío-.
Abrí los ojos. Rocío llevaba puesto el no biquini de Antonia. Estaba para follársela de todas las maneras. Las tiritas de arriba estaban empitonadas por sus pezones y no llegaban a cubrirles completas sus grandes areolas. La de abajo la tenía incrustada en el chocho, su monte Venus se le veía casi por completo.
- ¿Qué haces con eso puesto? -Le pregunté-.
- He ido a devolvérselo a Antonia, pero me ha dicho que no hacía falta que era un regalo.
- ¿Un regalo por qué?
- No lo sé. Me ha dicho que lo disfrutemos. ¿Te gusta cómo me queda?
- ¿Cómo no me iba a gustar, con el cuerpo que tienes?
- Que me veas con el biquini me ha puesto muy caliente. Cómeme el chocho.
Rocío se tumbó boca arriba en la cama con las piernas flexionadas y abiertas, yo me puse boca abajo entre sus piernas y empecé a lamerle y a darle suaves bocados en la parte alta de sus muslos acercándome poco a poco a su chocho. Me costó cierto trabajo moverle la tirilla de la raja de encajada que estaba.
- ¿Quieres que me lo quite? -Me preguntó Rocío-.
- No, me gusta mucho así. Tienes el chocho empapado.
- ¿Estás empalmado?
- Mucho.
Le lamía la raja entera. El chocho le olía a que estaba muy caliente. Le atrapaba el clítoris con los labios y se lo movía suavemente, para luego volver a lamerle desde el clítoris hasta el ojete.
- Me lo comes de maravilla, joder que gusto.
Cogió mi cabeza con sus manos y me la movía al ritmo que quería que se lo comiese.
- Cuando me corra, ven aquí que te coma la polla.
- No tardes, que estoy para reventar.
- No te preocupes que no voy a tardar nada.
Seguí comiéndoselo hasta que empezó a tensarse y a gemir muy fuerte.
- ¡Sigue Carlos, sigue, que me voy a correr, ahora, ahora, siiii, sigue, aaaggg, aaaggg, siiii, para, para, vente aquí!
Me puse de rodillas con su cabeza entre las piernas, mirando su cuerpo. Me bajé la polla con la mano hasta metérsela en la boca. Le cogí las tetas moviéndole las tirillas del biquini y empecé a moverme arriba y abajo follándole la boca, hasta que me corrí en su interior.
- ¡Toma Rocío, toma, trágatelo todo, aaaggg, no pares que hay más, toma, toma, …!
Me dejé caer sobre ella cuando terminé de correrme.
- ¡Qué bárbaro, creí que no iba a poder con todo! -Me dijo al poco-.
- ¡Uuufff, que caliente estaba!
- Vamos a arreglarnos un poco y a cenar algo con ellas.
- ¿Te has quedado con hambre?
- Yo, de eso, siempre me quedo con hambre.
Nos duchamos juntos y nos secamos mutuamente. Iba a ponerme un pareo para salir del dormitorio.
- No te lo pongas, si ellas estarán desnudas.
- ¿Tú crees?
- Por lo menos antes lo estaban.
-