Un Giro a mi Vida Después de Divorciarme – Capítulos 001 al 006

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
6,191
Likes Recibidos
2,497
Puntos
113
 
 
 
-
Un Giro a mi Vida Después de Divorciarme – Capítulo 001

mi nombre es Carlos y tengo ahora casi cincuenta años. Me casé relativamente joven con una compañera de trabajo, más o menos de mi misma edad. La sexualidad entre nosotros empezó a decaer pronto, hasta que en los últimos cinco años de matrimonio ni nos tocamos. Me considero un hombre sexualmente activo, por lo que dichos años fueron un auténtico calvario. El mes antes de la pandemia decidimos finalmente divorciarnos, con la mala suerte, de que la cita con el juez para ratificar el divorcio, la teníamos justo dos días después del empezar el confinamiento total. El divorcio era sencillo al no haber hijos de por medio, mi ex se quedaba con el piso en el que vivíamos en Sevilla y yo con el apartamento de la playa, que estaba en una urbanización muy familiar en la costa de Huelva. Tan familiar, que era mi familia la que normalmente lo disfrutaba.

Las semanas que pasamos mi ex y yo confinados las recuerdo como las últimas de una tortura que había durado ya demasiados años. En cuanto pudimos firmamos el divorcio y ese mismo día, ella me echó de la que había sido mi casa sin contemplaciones, pese a haberla pagado mayoritariamente. Como no tenía dónde meterme y era imposible alquilar algo en esas fechas, decidí irme al apartamento de la playa y teletrabajar o eso pensaba yo. Cuando llegué al apartamento, allí estaba Paula, mi hermana la pequeña, que no se había molestado en decirme que lo estaba ocupando.

- Carlos, no te esperaba. -Me dijo en biquini cuando abrí la puerta-.

- El que no te esperaba soy yo. No sabía que te habías venido al apartamento.

Me acerqué a ella para darle un par de besos en las mejillas. Paula tiene veinticinco años menos que yo, siempre hemos pensado que debió ser un despiste de mis padres, así que en ese momento tenía veinticuatro años. Es una chica muy guapa, morena, pelo negro largo, ojos negros grandes, boca carnosa y bonita nariz y un tipo espectacular, de alta más o menos como yo, algo más de un metro setenta, delgada, tetas grandes y un precioso culo. Nunca la hemos visto con un hombre ni hemos sabido que saliese con alguno, por lo que la familia pensaba que debía ser lesbiana o asexuada.

- ¿Qué haces aquí? -Me preguntó-.

- Eso debía preguntártelo yo. Me acabo de divorciar, María se ha quedado con el piso y me ha echado de él.

- Lo lamento.

- Yo no, debería haberme divorciado hace años. Así que me he quedado muy a gusto. ¿Hay algún sitio abierto para poder comer?

- Sí, el chiringuito. ¿Te vas a quedar mucho tiempo?

- Pues hasta que encuentre otro sitio. ¿Y tú?

- No lo sé. Me da igual pasar el confinamiento sola aquí o en mi casa y aquí al menos hay una buena terraza. Así que, si no te molesta, me gustaría quedarme.

- Tu no me molestas nunca, eres mi hermana. Vamos a comer que estoy muerto de hambre.

Paula fue a su habitación a ponerse algo encima. Mientras la esperaba pensé que efectivamente Paula era mi hermana, pero la diferencia de edad había hecho que nos conociéramos muy poco, al contrario de lo que me pasaba con mi hermana Lola, a la que yo le sacaba sólo cuatro años y teníamos una buena relación de hermandad y de amistad.

El chiringuito estaba casi vacío. Nos sentamos en una mesa en la terraza entre el sol y la sombra y le pedimos al camarero varias raciones para comer y una botella de albariño.

- ¿Estás pasando el confinamiento sola? -Le pregunté-.

- Sí. Porqué, ¿te doy pena?

- En absoluto, hasta esta mañana me darías envidia.

Nos bebimos la primera botella de vino y pedimos una segunda. El alcohol nos estaba soltando la lengua, al menos a mí.

- Nunca te he conocido pareja masculina. Lola y yo nos hemos preguntado alguna vez si eras lesbiana. -Me atreví a decirle y ella se rio-.

- Nooo, no soy lesbiana. ¿Tengo pinta de lesbiana?

- No se que pinta deben tener las lesbianas, es sólo que nunca te hemos visto con un hombre ni hemos sabido que salieras con alguno y tienes ya veinticuatro años.

- Carlos, estoy enamorada de un hombre con el que no puedo tener una relación, así que prefiero estar sin pareja, lo que no quiere decir que no tenga mis ratitos buenos.

- Lo siento, Paula, debe ser muy dura esa situación. ¿Estás teletrabajando desde aquí?

- Sí, he contratado una wifi de esas sin cables. ¿Y tú, piensas teletrabajar?

- ¡Qué remedio! ¿Compartimos la wifi?

- Sin problemas, yo tampoco necesito mucha. -Paula era abogada y estaba trabajando de interina en un Ayuntamiento-.

Terminamos la comida y volvimos al apartamento. El vino había hecho su efecto y yo tenía un sueño enorme, después del día que había pasado.

- Si no te importa, me voy a echar un rato en la cama. -Le dije-.

- Espera que saque mis cosas de tu dormitorio.

- No hace falta, luego hago la cama del otro cuarto y sigues tú donde estás.

- Como quieras, yo voy a tomar el sol un rato en la terraza mientras duermes.

Me desnudé y me acosté a dormir la mona. Mientras cogía el sueño, pensé que Paula era realmente una mujer muy atractiva. La inactividad sexual me estaba haciendo mella y ahora me fijaba hasta en mi hermana, así que decidí no seguir pensando y dormirme de una vez. Me desperté al cabo de poco tiempo y me asomé a la puerta de cristal que unía el dormitorio y la terraza. Paula estaba dormida tomando el sol desnuda boca arriba en una tumbona. Tenía las piernas un poco abiertas y se le veía el chocho, que me pareció precioso. Totalmente depilado, muy carnoso y con una raja apretada, que le tapaba sus labios menores. Empecé a empalmarme, lo que me produjo bastante mala conciencia. ¿Qué clase de hombre era, que se empalmaba viendo el chocho de su hermana veinticinco años menor que él? Tenía que desfogar, así que decidí darme una ducha y hacerme una paja bajo el agua. Entré al baño, Paula había desperdigado su ropa interior por el suelo y sobre la encimera del lavabo. Un par de tangas de hilo y otro de los que van a la cadera y un sujetador con unas grandes copas. No pude evitarlo, cogí uno de los tangas de hijo y me los llevé a la nariz para saborear su olor íntimo. La polla me dio un respingo, ¡qué barbaridad como olían a jugos de mujer! Los volví a dejar donde estaban, me metí en el plato de ducha, abrí el agua y mientras me caía por todo el cuerpo empecé a hacerme una paja pensando en Paula. Escuché que la puerta se abría y me puse de cara a la pared.

- Perdona, Carlos, pero tengo que orinar y en el otro baño no funciona la cisterna.

- ¿No puedes esperar?

- No, pero no te preocupes que cierro los ojos y no te miro. No me mires tú tampoco que voy desnuda.

Al momento oí el fuerte chorro de mi hermana meando, lo que me puso todavía más caliente, giré la cabeza para mirar el espejo del baño que estaba frente al inodoro en el momento que Paula se levantaba y la vi desnuda de frente reflejada casi por completo, luego apretó el botón de descarga de la cisterna, se miró en el espejo y dijo:

- Gracias, Carlos. Perdona que te haya molestado, pero no me quedaba otro remedio.

Luego escuché como la puerta se cerraba y volví al pajote que me estaba haciendo.

- ¡Uuuufff, uuufff, aaaggg, aaaggg, …! -Susurré, más alto de lo que yo quería, al correrme-.

Cuando terminé de correrme me pareció oír que la puerta se abría y se cerraba tratando de no hacer ruido. Miré, la puerta seguía cerrada, el ruido debía haber sido en mi cabeza. Me vestí, me fui al salón, me serví un whisky y salí a la terraza. Me llamó mi hermana Lola.

- ¿Qué tal Carlos, cómo lo llevas?

- De maravilla, tenía que haberme divorciado hace años.

- ¿Dónde estás?

- En el apartamento de la playa, María me ha echado de casa nada más firmar el divorcio y ahora no está la cosa para buscar piso.

- Estoy pensando en divorciarme yo también, ahora que las niñas son mayores. Estoy de mi marido hasta los ovarios.

Mi cuñado era un auténtico imbécil que, por ser director de una triste sucursal bancaria, se creía un personaje de la gran banca.

- Tú verás, yo lo que lamento es no haberlo hecho hace años.

- Cualquier día te doy la sorpresa. ¿Está allí Paula?

- Sí, yo no sabía que se había venido aquí a pasar el confinamiento. ¿A ti te había dicho algo?

- Sí, me llamó hace un par de semanas, me preguntó si yo iba a ir y le dije que no. ¿Te vas a quedar ahí mucho tiempo?

- Hasta que encuentre otra cosa.

- Adiós, hermano, me alegra que te hayas divorciado y que empieces una nueva vida.

- Gracias, hermana, un beso.

Me quedé pensando en lo que me había dicho mi hermana sobre empezar una nueva vida, eso era lo que realmente necesitaba, no seguir con la misma vida que llevaba, sólo que ahora divorciado. Apareció Paula por la terraza también con una copa de whisky en la mano. Llevaba una túnica que le transparentaba su precioso cuerpo.

- ¿Hablabas con Lola?

- Sí, me ha llamado para saber cómo me encontraba.

- ¿Te ha dicho que está pensando divorciarse?

- Sí, me lo acaba de decir. ¿Tú sabes si hay alguien?

- No, Carlos. Los hombres, menos tú, se separan porque tienen alguien fuera. Las mujeres nos divorciamos porque no hay nadie dentro.

- Es posible que tengas razón. Voy a ponerme otro whisky, ¿tú quieres otro?

- Tráete la botella y el hielo, me apetece cogerla hoy contigo.

- Lo mismo que a mí.

Después del tercer whisky perdí la memoria y al día siguiente no recordaba nada de lo que había pasado. Me desperté desnudo sobre la cama de la habitación de invitados. Estaba empalmado, cosa que no me pasaba al despertarme desde hacía años. Pensé que debía ser un síntoma de la liberación que me había supuesto el divorcio. Debo decir que la naturaleza me ha tratado bien, tengo una polla de buen tamaño, no tanto como la de un actor porno o el tocayo de los relatos que vive con las primas, pero sí sus buenos veintidós centímetros, relativamente gorda y cuando me empalmo se me pone como un auténtico palo. Vi que la puerta estaba abierta y temí que mi hermana me hubiera visto así. Me levanté de espaldas a la puerta, busqué unos pantalones y me los puse. Esperé a que se me bajara un poco y me fui a la cocina a prepararme un café. Con el café en la mano busqué a Paula, debía estar en su habitación. Le preparé una taza de café y se la llevé al dormitorio. No estaba allí y tampoco sus cosas. La llamé al móvil.

- Buenos días, Paula, soy tu hermano. ¿Dónde estás?

- Hola, Carlos. Estoy volviendo para Sevilla.

- ¿Por qué, te ha pasado algo?

- Sí, que mis jefes son gilipollas y por lo visto ahora soy esencial, así que me toca trabajar presencialmente días alternos.

- ¿Cuándo lo has sabido?

- Ayer noche me mandaron un mensaje y me toca asistir mañana.

- Vaya, lo siento, me apetecía pasar unos días contigo.

- Y a mí, pero que le vamos a hacer. Un beso.

- Adiós, Paula, un beso también.

Los siguientes días, pensé mucho en lo que quería hacer. Estaba harto de vivir en Sevilla, me gustaba vivir en el litoral, aunque no me gustase la playa. Primero pensé en mudarme del todo al apartamento, pero no me apetecía el ambiente tan familiar ni que, por mucho que yo las adorase, mi familia me lo ocupase de forma sistemática. Mirando por un lado y otro descubrí una zona del litoral de Almería, concretamente en Vera, que era una zona naturista, vamos de rollo gente en pelotas. Yo no había hecho nudismo en mi vida, pero era algo que me apetecía probar. Además, le encontré dos grandes ventajas: estaba muy lejos de Sevilla; y al ser nudista mis hermanas y mis sobrinas rechazarían venir a verme, en todo caso sería yo ahora el que fuera a verlas. Me puse manos a la obra y fui estudiando pisos y apartamentos para alquilar o comprar. Me puse en contacto con una agencia inmobiliaria para vender mi apartamento y que me ayudase a buscar el otro. No fue fácil, pero pasados algunos meses cuadraron las cosas. Tenían comprador para el apartamento, que me pagaba prácticamente lo mismo que me costaba un bonito piso con vistas al mar, dos dormitorios y una buena terraza. Se lo comenté por teléfono a mi hermana Lola.

- Hola, hermana.

- Hola, Carlos. ¿Qué tal estás?

- Bien, he decidido cambiar de vida.

- ¿Y cómo es eso?

- Voy a vender el apartamento y voy a comprarme uno en Vera.

- ¿Vera, dónde está eso?

- Entre Almería y Murcia.

- Espera que lo busque en internet. ¡Qué lejos, Carlos!

- Bueno, así podréis venir a pasar una temporada conmigo.

- Espera, espera, ¿no será en la zona naturista?

- Pues sí, pero cada uno puede hacer lo que quiera.

- ¿Cómo vamos a ir a verte a una zona que la gente va en pelotas?

- No seas antigua, Lola. ¿Qué problema hay?

- ¡Hombre, estar en la playa y estar viendo mingas y chochos!

- Igual te termina gustando.

- ¿Pero tú eres nudista?

- Yo no, pero me apetece probar. ¿A ti no?

- ¡Carlos, que soy tu hermana!

- ¿Y qué? Bien que te gusta ponerte biquinis enanos.

- No es lo mismo y sólo me los puedo poner cuando no está el garrulo de mi marido.

- No, lo mismo no es, pero es lo que quiero hacer.

- En fin, ya hablaremos tú y yo más adelante. Alquila primero y ves si te gusta y si estás cómodo antes de comprar.

- Cómodo en pelotas, debo estar.

- Ya sabes a qué me refiero. Desde luego se te ha ido la cabeza.

- Que va, creo que ahora estoy más lúcido que en toda mi vida.

- Hazme caso, alquila antes de comprar.

Cuando terminamos de hablar, pensé que Lola me había dado un buen consejo. Alquilar y probar, antes de comprometerme y comprar. Hablé de nuevo con la inmobiliaria y le pedí que me buscase algo para alquilar, por la zona donde estaba el piso que me habían propuesto comprar. Hicieron las gestiones y me llamaron a la semana.

- Buenos días, Carlos. Soy Raquel, de la inmobiliaria.

- Hola, Raquel. ¿Hay buenas noticias?

- Magníficas. Los propietarios del piso acceden a alquilártelo este verano, a condición de que, si aparece otro comprador, lo tienes que dejar en diez días.

- Por mí perfecto. ¿Cuándo puedo irme para allá?

- Cuando quieras, dándonos un par de días para poder limpiarlo y arreglarlo, como si quieres pasado mañana.

- Estamos a miércoles, pues el lunes que viene.

- Quedamos en eso. Cito a los propietarios, ellos están por allí, y firmamos el contrato cuando llegues.

- Muchas gracias, Raquel, estupendo trabajo.

- No hay de qué.

Estábamos ya al final de julio, así que podría ver la zona y vivir en el piso en plena temporada y luego fuera de temporada. Me llamó mi hermana Paula.

- Hola, Paula. ¿Qué tal estás?

- Bien. Oye, me ha dicho Lola que te mudas a una zona nudista. -Mi hermana Paula era bastante poco diplomática y les daba pocas vueltas a las cosas-.

- Sí, pero primero voy a probar que tal es eso. El lunes me voy alquilado.

- ¿Tú estás seguro?

- Bastante, quiero darle un giro a mi vida.

- Le puedes dar otro giro a tu vida que no sea ir enseñando el rabo.

- Yo creía que tú, que eres más joven, serías más moderna con eso que tu hermana.

- Tú lo que quieres es que no vayamos a verte ni a ocuparte el apartamento.

- Si no vais a verme es porque no queréis. Ya le dije a Lola que allí cada uno va como quiere.

- Otra cosa, ¿entonces dejas libre tu apartamento ahora?

- Sí hasta que me decida por el otro. Si queréis venir, por mi sin problema.

- A mí me apetece pasar unos días con Lola y las niñas, pero si va el gilipollas del banquero también, me abstengo.

- Eso lo hablas con Lola.

El lunes, día dos de agosto, a primera hora emprendí el viaje a Vera. Con la pandemia la carretera estaba tranquila. Llamé a Raquel con unas dos horas de antelación y quedamos en un bar que ella me indicó sobre la una y media. El bar era un chiringuito en el que la mayoría de la clientela estaba desnuda. La reconocí, por la carpeta de la inmobiliaria que llevaba.

- ¿Raquel?

- ¿Carlos?

- Sí, encantado de conocerte. -Era una mujer unos años menor que yo, pero no muchos, guapa, delgada y con unos bonitos ojos verdes-.

- Igualmente.

- Muchas gracias por todo. Sin ti me hubiera sido imposible lograr todo el cambalache y encima conseguir que antes me lo alquilen.

Mientras hablaba con Raquel, trataba de no mirar a las mujeres y hombres desnudos que se movían entre las mesas. Ella debió darse cuenta de que estaba un poco violento.

- No te preocupes, es normal al principio, luego te acostumbras y no le das importancia.

- No creí que se me notara, pero, en efecto, estoy un poco violento.

- ¿No has practicado nunca nudismo?

- No. ¿Y tú?

- Yo sí, desde hace años y me encanta.

- ¿Qué quieres tomar? -Le pregunté cuando se acercó el camarero-.

- Un vino blanco.

- Dos, por favor. -Le dije al camarero-.

- Mira, ya están aquí los propietarios. -Me dijo indicando a una pareja desnuda que venía de frente, con unos pareos en las manos-.

- ¿Qué queréis tomar, antes de que se vaya el camarero? -Les preguntó Raquel-.

- Dos cervezas, por favor. -Contestó ella-.

- Carlos, ellos son Natalia y Juan, los propietarios del piso.

- Encantado. -Les dije-.

Natalia era una mujer, como de mi edad, tal vez un poco más joven, preciosa en toda la extensión de la palabra. Entre mi calentón habitual y su maravillosa desnudez, estaba empezando a descentrarme. El camarero trajo las bebidas y nos quitamos las mascarillas para poder beberlas.

- Si os parece, leéis el contrato y si estáis todos de acuerdo los firmáis. -Dijo Raquel, pasándonos una copia a cada uno-.

- Antes que nada, quiero agradeceros que hayáis accedido a alquilármelo primero.

- Te voy a ser franca, aunque tire piedras en mi propio tejado. Aquí alquilar es relativamente fácil, vender no, pero estamos seguros de que cuando lleves un tiempo viviendo en el piso, nos lo vas a comprar. -Dijo Natalia-.

- Y yo, sin conocer el piso, también estoy casi seguro de que os lo voy a comprar. Me gusta la zona y el ambiente de la zona.

- ¿La conocías? -Me preguntó Natalia-.

- No. En Sevilla tiramos más para Cádiz y Huelva, esto está un tanto lejos.

- ¿Te gusta el nudismo? -Me volvió a preguntar-.

- Me gusta como idea, pero no lo he practicado.

- Aquí lo practicarás y lo disfrutarás.

- Eso pretendo.

Miré el contrato muy por encima y esperé a que ellos hicieran lo mismo para firmarlo.

- ¿Firmamos? -Preguntó Natalia-.

- Claro. -Dije y antes de empezar a firmar uno de los ejemplares, le di dos sobres a Raquel con el dinero del alquiler y su comisión-.

Debo confesar que la belleza de Natalia me tenía subyugado.

- ¿Cómo es que vendéis el piso? -Le pregunté-.

- La pandemia nos está haciendo mucho daño económico, nosotros lo utilizamos como segunda vivienda y necesitamos el dinero.

Cuando terminamos de firmar, propuse invitarlos a comer antes de ir al piso.

- Por nosotros estupendo. ¿Y tú Raquel? -Preguntó Natalia-.

- Por mí también, así podemos ir todos juntos después para enseñártelo.

Que Natalia estuviese comiendo, con total naturalidad desnuda, con un desconocido delante, me pareció encantador. Poco a poco me iba acostumbrando a ver a gente desnuda a mi alrededor y me iba convenciendo de que había acertado con el giro a mi vida.

- ¿Quieres el piso para temporadas o para vivir aquí? -Me preguntó Natalia-.

- Para vivir. Me divorcié hace poco, quiero cambiar de vida y me parece que este puede ser el sitio y el modo de vida para cambiarla.

- ¿No tienes familia?

- Dos hermanas y dos sobrinas, a las que quiero mucho, pero no las quiero todo el santo día en mi vida. ¿Y vosotros?

- Nosotros llevamos toda la vida juntos, aunque no hemos tenido hijos.

- ¿De dónde sois?

- De un pueblo de Córdoba.

- Pues también os coge lejos.

- Bastante, pero nos encanta venir.

La conversación con Natalia era bastante fluida y estuvimos conversando gran parte de la comida, lo mismo que Raquel y Juan. Se notaba que había una buena amistad entre ellos. Cuando terminamos de comer tomamos una copa. Raquel me propuso acompañarme en el coche para que lo dejara en el aparcamiento del piso. Natalia y Juan se colocaron sus pareos a la cintura y se fueron andando hacia el piso, que estaba a menos de cinco minutos de donde habíamos comido.

- ¿Eres amiga de ellos? -Le pregunté ya en el coche-.

- Sí, hemos trabado una buena amistad durante los años que han tenido el piso.

- ¿Te da pena que se deshagan de él?

- Bastante, los voy a echar mucho de menos, seguirán viniendo de alquiler mientras puedan, pero menos que teniendo el piso. Es aquí. -Me indicó señalando una puerta grande y pulsando un mando a distancia-.

- Voy a coger sólo el ordenador y la maleta. Luego bajaré por el resto. -Le dije a Raquel tras aparcar el coche-.

- Ves, ellos ya han llegado, el chiringo está al lado.

El piso era un segundo, subimos por la escalera. Raquel me ofreció las llaves frente a la puerta, le dije que hiciera ella los honores. El piso era amplio y estaba sorprendentemente bien decorado. Lo primero que hicimos fue salir a la terraza. Amplia, bien amueblada y con una bonita vista al mar.

- Creo que vamos a romper el contrato de alquiler y a firmar el de compra. -Les dije-.

- ¿Te gusta? -Me preguntó Natalia-.

- Mucho y está como nuevo o mejor que nuevo.

- Hemos sido muy felices aquí. Puta pandemia.

- Natalia, no te pongas triste. Tenemos que despedirnos del piso como se merece. -Le dijo Raquel, saliendo con Juan de la terraza y volviendo al poco los dos con una botella de champán y cuatro copas-.

Natalia se quitó el pareo, lo puso sobre una de las sillas y se sentó. Verla desnuda dentro del piso me excitó bastante. Tendría unos cuarenta y cinco años, un poco más baja que yo, estaba morena de pies a cabeza, unos bonitos ojos color miel, media melena de pelo castaño, una bonita boca de labios grandes y carnosos, unas tetas de muy buen tamaño, redondas, terminadas en unas areolas y unos pezones grandes, un pelo de barriga con un ombligo precioso, un monte de Venus carnoso, un culo generoso y respingón y unas bonitas y moldeadas piernas. Juan se quitó también el pareo, llevaba la polla y los huevos depilados, y se sentó frente a su mujer. Yo ayudé a Raquel a abrir la botella y a servir las copas. Luego me senté, mientras Raquel volvía al interior de la vivienda. Estuvimos unos minutos en silencio.

- No podía despedirme del piso vestida. -Dijo Raquel, entrando en la terraza desnuda con un pareo en la mano-.

Se sentó entre ellos y les cogió las manos a los dos. Era una mujer guapa, aunque no llegaba a la belleza de Natalia.

- Yo creo que debemos despedirnos del piso como se merece y darle la bienvenida al nuevo propietario. ¿No crees Juan? -Dijo Natalia-.

- Carlos, ¿no quieres empezar tu vida nudista? -Me preguntó Raquel-.

- La verdad es que sí, porque os veo y me da envidia. Dadme un minuto. -Les dije entrando en el piso-.

Había leído que no estaba bien visto entre los nudistas desnudarse en público, así que busqué el dormitorio principal y me desnudé. Estaba un poco nervioso con mostrarme desnudo, pero era la ocasión perfecta para empezar a hacerlo. Tenía la polla morcillona con la situación. Afortunadamente, días atrás me había cortado con la tijera un poco el vello de los alrededores de la polla y de los huevos, más por comodidad, que por estética. Cogí una toalla y me dirigí de nuevo a la terraza. Natalia estaba en el salón con dos copas de champán. ¡Joder, que barbaridad cómo está esta mujer! Pensé al verla de pie desnuda.

- Me alegra que seas tú, quien se haya quedado con el piso. Me has caído muy bien. -Me dijo ofreciéndome la copa para brindar-.

- Tú a mí también. Eres una mujer con la que se está muy cómodo.

- ¿Te acostumbras a estar desnudo frente a una desconocida?

- Ya no eres una desconocida.

Noté que iba a empalmarme irremediablemente y ella también debió notarlo.

- No te pongas violento porque te empalmes, sucede algunas veces, sobre todo al principio.

- Un poco lo estoy.

- ¿Qué, violento o empalmado?

- Las dos cosas.

Por el ventanal de la terraza vi que Raquel se levantaba, se sentaba sobre las piernas de Juan y lo besaba en la boca. Natalia debió notar que me quedaba un tanto embobado con el lío que se estaba formando fuera.

- Raquel es una muy buena amiga nuestra, como espero que tú también lo seas.

¿Esta mujer me está proponiendo que nos demos el lote, como Raquel con su pareja? Mi cabeza se descontroló del todo, era incapaz de centrar los pensamientos. Mis últimos años de inactividad sexual se me vinieron encima. ¿Qué iba a hacer yo con aquella tiaca, que era la mujer más atractiva con la que había estado desnudo en mi vida? Natalia, debió notar mi desconcierto, me quitó la copa y la dejó en una mesa junto a la suya. Luego se aproximó a mí, pegó su barriga contra mi polla, que ya estaba mirando al cielo, me cogió la cabeza y me besó en la boca, primero suavemente y después con mucha lengua.

- Natalia, no quiero equivocarme con esto. ¿Es lo que yo creo?

- ¿Qué crees tú?

- Que me estás proponiendo que tengamos sexo.

- Entonces sí es lo que crees. ¿No te apetece?

- Es que eres una mujer casada y tu marido está ahí fuera.

- Ya lo sé y se va a follar a Raquel. Nosotros somos liberales. ¿Por qué no me coges el culo y me aprietas contra ti?

¡Esto no me podía estar pasando y menos en el primer día de mi nueva vida! Puse mis manos en su culo, era duro y muy suave y la apreté contra mí. Notaba mi muy empalmada polla contra su barriga. La besé de nuevo y ella empezó a mover suavemente su cadera de un lado a otro pajeándome contra su barriga.

- Natalia, llevo mucho tiempo sin hacerlo, me gustas mucho y estoy muy caliente.

- ¿Qué me quieres decir que te vas a correr pronto?

- Sí.

- ¿Te puedes correr varias veces?

- No lo sé, no lo he hecho nunca, pero creo que hoy sí voy a poder.

- Pues córrete y seguimos. -Me dijo incrementando el movimiento de su barriga contra mi polla y mordiéndome suavemente los labios-.

- ¡Aaaaggg, aaaagggg, siiiii, aaaaggg, …! -Gemí al correrme largamente en su barriga, sin que ella dejara de moverla-.

- Te hacía mucha falta, ¿verdad?

- No te puedes hacer una idea.

Natalia, sin dejar de besarme, me cogió la polla, se la metió entre las piernas y empezó a moverse adelante y atrás. Era delicioso, su depilado chocho y sus ingles estaban bañados de jugos y mi polla se deslizaba entre ellos.

- ¿Te gusta? -Me preguntó-.

- Mucho.

- Sigues empalmado, esa es una buena señal.

- Creo que va a tardar mucho en bajárseme.

- Muévete tu ahora, como si me estuvieras follando. Yo también estoy muy caliente y no voy a tardar en correrme por primera vez.

Jamás había mantenido una conversación así con una mujer. A mi ex no le gustaba hablar ni que le hablaran mientras lo hacíamos y con las otras mujeres con las que había follado antes de casarme, las cosas habían sido tan rápidas y furtivas, que no había tiempo material para hablar.

- ¿Te gusta así? -Le pregunté moviéndome como ella me había indicado-.

- Sí, tienes la polla como un palo de dura y eso me gusta y me calienta.

Cuando yo me aproximaba a ella, Natalia lo hacía también y presionaba sus grandes tetas contra mi pecho.

- Natalia, eres una mujer espectacular. Ni en sueños creería que iba a estar así contigo.

- Gracias. Sigue moviéndote que me voy a correr. Agárrame cuando lo haga o terminaré en el suelo.

La cogí más fuerte por el culo y aceleré mis movimientos.

- ¡Aaaaggg, sigue, sigue, me corro, sigue, aaaggg, …!

La miré a la cara mientras se corría, se había puesto roja y respiraba con la boca abierta, como si necesitara más aire. Noté como sus flujos inundaban mi polla y sus muslos y luego como tenía que abrazarla para que no cayera al suelo.

- Vamos al baño, Carlos. -Me dijo cuando consiguió reponerse-.

Entramos al dormitorio, el baño estaba integrado en la habitación. Me di cuenta de que o ni siquiera había mirado las fotos de ese baño o Raquel no me las había mandado. La parte destinada al baño era grande y con una ventana por la que debía entrar el sol por la mañana, tenía una bañera redonda y un plato de ducha junto a ella, un gran espejo frente a ambos, sobre le encimera del lavabo y una cabina para el inodoro.

- ¡Aquí os lo debéis haber pasado del carajo! -Le dije-.

- Sí, lo hemos disfrutado muchas veces. -Me contestó doblándose por la cintura para poner el tapón y abrir los grifos. Su culo en pompa era increíblemente bello y entre sus muslos se le veía el depilado chocho. Me acerqué a ella y le coloqué la polla entre las nalgas-.

- ¡Uuuummm, que me gusta! -Me dijo incorporándose-. Cógeme las tetas.

Las tenía grandes, con la dureza propia de tener ya más de cuarenta años, suaves y calientes.

- Me gustan tus tetas. -Le dije apretándoselas-.

- Y a mí también me gustan. Tengo muy sensibles los pezones y me dan mucho placer.

Estuvimos así el rato que tardó la bañera en llenarse. Después me dio la mano para que la ayudase a entrar y luego entré yo.

- Siéntate en el borde. Me apetece comerme ese bonito palo que tienes. -Me dijo-.

Lo hice, ella se puso de rodillas entre mis piernas, puso sus manos en cada uno de mis muslos, abrió la boca y empezó a mamármela sin manos.

- Natalia, me estás haciendo la mejor mamada de mi vida. -Le dije y ella no contestó, sino que siguió comiéndomela-.

La verdad es que me la habían mamado pocas veces, pero ninguna de ellas como me lo estaba haciendo Natalia. Después de comérmela un buen rato, me cogió la polla con una mano, bajó más su cabeza y empezó a lamerme y comerme los huevos, mientras me hacía una paja y me miraba a los ojos. Era la primera vez que me lo hacían y me pareció el colmo del placer.

- Sé que te vas a correr otra vez, hazlo, dame el placer de ver cómo te corres.

- ¡Aaaaggg, aaaagggg, siiii, aaaggg, …! -Grité al empezar a correrme con grandes y fuertes chorros que le cayeron en la cara y en las tetas-.

- ¿Podrás con otro?

- Y con dos más, estoy más excitado que al principio. ¿Y tú podrás?

Natalia se rio y se sentó a mi lado en el borde de la bañera. Veía a los dos reflejados en el espejo. No podía creer que ella estuviera desnuda a mi lado y mucho menos que acabara de hacerme la mejor mamada de mi vida.

- Claro que podré, qué te piensas.

- ¿Esto de ser liberales lo tenéis muy claro Juan y tú?

- Clarísimo. Juan y yo nos queremos mucho, sólo nos tenemos el uno al otro en la vida. Pese a que los dos somos muy activos sexualmente, el paso de los años no perdona. Empezamos a venir aquí porque a los dos nos apetecía probar lo del nudismo, luego descubrimos el mundo liberal gracias a Raquel y eso dio paso a tomarnos la vida de otra manera, a disfrutar del sexo de forma abierta y a hartarnos de follar con otros y entre nosotros.

- Para mí hoy está siendo una inmersión en dos mundos que no conocía, el nudismo y el liberal.

- ¿Y te están gustando?

- Gustarme es poco, me están maravillando.

- Creo que, al menos, si vas a poder con otro. -Me dijo Natalia mirándome la polla, que seguía como un palo-.

Me giré y la besé en la boca.

- Ahora déjame que yo te lo coma a ti. -Le dije deslizándome por la bañera, poniéndome de rodillas entre sus piernas muy abiertas-.

- Por mí encantada, disfruto mucho el sexo oral bien hecho.

Puse mis manos en el interior de sus muslos, empecé a besarle y morderle suavemente los alrededores de su chocho, ella comenzó a gemir primero en un tono bajo y luego, cuando llegué a su chocho, el tono y el volumen de sus gemidos subió bastante de intensidad.

- Lámeme el clítoris. -Me pidió. Me gustaba que ella me dijera en cada momento lo que deseaba que le hiciera y cómo-.

Después de lamerle varias veces su raja y de centrar luego mi lengua en su clítoris largamente, empezó a segregar unos jugos blanquecinos que olían y sabían a sexo de mujer caliente. Miré hacia arriba para ver su cara y ella estaba mirando el espejo que debía reflejarnos a ella de frente y a mí de espaldas.

- Carlos, méteme dos dedos y muévelos dentro.

Hice lo que me dijo, tenía el chocho completamente lubricado, y seguí jugando con mi lengua sobre su clítoris. Mi experiencia era muy limitada comiendo chochos y masturbando mujeres, así que agradecía que ella me dijera cómo debía hacerlo.

- ¿Sigues empalmado?

- Más que al principio.

- Me gusta, porque después de que me corra, quiero que me folles.

- Lo estoy deseando.

- ¡Sigue, Carlos, sigue, que estoy a punto de correrme otra vez, pasa tu lengua por mi clítoris, siiii, así, así, sigue, sigue, aaaagggg, me corro, me corro, sigue, sigue, no pares, …!

Natalia se corrió gritando y segregando tal cantidad de jugos, que no podía dar abasto para lamérselos. Cuando se quedó quieta con la espalda apoyada en la pared sobre la bañera, me volví a sentar a su lado y a mirarla en el espejo.

- ¿Te ha gustado? -Le pregunté-.

- No preguntes lo que ya sabes, no has visto como me he corrido.

- Estoy preocupado por tu marido, llevamos casi hora y media y te estará esperando.

- No te preocupes, habrán bajado al chiringo a tomar algo y esperarme. Yo iré cuando terminemos.

- Eres una mujer increíble.

- Gracias, pero no se te ocurra encapricharte de las mujeres con las que folles en el ambiente liberal. Se trata de follar, de dar y recibir placer, no de entablar una relación.

- Tengo mucho que aprender sobre esto.

- Habla con Raquel, ella es una buena maestra. Follamos ya, que ha empezado a atardecer.

Natalia se colocó sobre mí, me cogió la polla y se la fue introduciendo lentamente, mientras me besaba en la boca y yo le cogía su fantástico culo, luego colocó sus dos brazos alrededor de mi cuello y empezó a subir y bajar.

- La tienes todavía como una piedra. Serás un gran amante.

- No soy yo, eres tú la que me hace estar así.

- Cada mujer con la que folles te pondrá así, déjate llevar por tu deseo.

Natalia subía y bajaba cada vez más ampliamente. Notaba como casi salía mi capullo de su interior, para luego meterse mi polla completamente

- Natalia, me voy a correr.

- Y yo otra vez, córrete dentro, quiero sentir tu corrida en mi interior.

Se movía a una velocidad increíble, que yo no pude resistir por más de un minuto.

- ¡Uuuufff, Natalia, me corro, me corro, uuuufff, …!

- ¡Te siento y yo también me voy a correr, sssiiii, aaaggg, aaaggg, qué bueno, aaaggg, …!

Quedamos los dos quietos y en silencio durante unos minutos. Luego ella se puso de pie y se metió en la ducha que estaba separada de la bañera por un cristal, así que me dediqué a observarla sentado en la bañera. Cuando terminó, cogió una toalla y se secó.

- Me voy, que me apetece seguir follando con mi marido.

La acompañé desnudo y todavía empalmado a la terraza para que recogiera su pareo y luego a la puerta.

- Me voy a quedar con el piso. -Le dije en la puerta-.

- Disfruta de estos meses de alquiler y cuando estés seguro nos avisas a través de Raquel.

Me besó en la boca, se fue y yo me quedé con la espalda apoyada en la puerta. Vi que en un mueble del salón me habían dejado varias botellas, entre ellas una del whisky que me gustaba. Fui a la nevera y me habían dejado también una bolsa de hielo. Me serví un buen trago y salí desnudo a la terraza a bebérmelo. Era ya casi de noche, me senté en una de las sillas pensando que la follada que nos habíamos dado Natalia y yo, había sido la mejor de mi vida. Sonó el móvil, era mi hermana Lola.

- Hola, hermana.

- Hola, hermano. ¿Te has instalado ya en tu nuevo piso?

- Lo básico, todavía tengo que subir muchas cosas.

- ¿Y qué tal?

- ¿Tú has estado en la gloria?

- ¿La confitería?

- ¡No, coño, la gloria de Dios!

- En esa no.

- Pues así estoy yo ahora, en la gloria.

- Me alegro de que te sientas así. ¿Y lo del nudismo cómo lo llevas?

- Creo que no tendré problemas en acostumbrarme. Ahora mismo estoy en pelotas sentado en la terraza, tomándome un whisky.

- Ten cuidado no te vayas a resfriar.

- ¡Lola, por Dios, no seas tan madre! ¿Habéis ido al apartamento?

- Sí, estamos las cuatro aquí, también en la gloria, aunque nosotras en biquini.

- ¿Y tú marido?

- Le he dicho que se quede en Sevilla. Lo más probable es que nos separemos a la vuelta del verano.

- No le des más tiempo. ¿Y Paula y las niñas?

- Muy bien, preparándose para salir a dar una vuelta.

- ¿Tú no vas con ellas?

- No, déjame que me tome un respiro de hijas y de hermana. Llámame de vez en cuando.

- Lo haré, un beso hermana.

- Otro para ti.

Me tomé otro whisky, me acosté y me dormí como un leño. Me desperté tarde y empalmado, pensé que era una buena señal que me mandaba mi nueva vida. Recordé a Natalia y la tarde que habíamos pasado. Me tomé un café, me aseé, me puse algo de ropa y bajé para ir subiendo el resto de mis cosas. Después de varios viajes, logré tenerlo todo arriba. Cuando iba a empezar a sacar las cosas de las cajas, me paré un momento a reflexionar. ¿Para qué quería yo aquellas cosas en mi nueva vida? Decidí quedarme sólo con las cosas de mi familia, fotos, regalos, recuerdos, …etc., y ni siquiera sacar el resto de las cosas de las cajas.

Pasé las primeras semanas casi sin hacer nada. Ir a la compra, comer o cenar en el piso o en el chiringo y estar todo el resto del tiempo en pelotas por la casa. Al chiringo iba en pareo. Unas veces me lo quitaba para sentarme y otras no. Durante ese tiempo me acostumbré a ver a gente desnuda. ¡Qué diferente es el cuerpo entre unas personas y otras! Hablaba con frecuencia con mi hermana Lola. Nuestros padres habían fallecido prematuramente hacía unos años y eso había hecho que nos uniéramos mucho al quedarnos solos y tener que cuidar a la hermana pequeña.

A finales del mes de agosto llamé a Raquel para agradecerle sus atenciones, invitándola a comer o a cenar cuándo y dónde ella quisiera.

- Buenos días, Carlos. ¿Algún problema?

- Ninguno en absoluto, todo más que perfecto. Te llamaba para invitarte a comer o a cenar cuando quieras y en el sitio que quieras, me gustaría agradecerte todas tus atenciones.

- No hace falta, Carlos.

- Lo sé, pero me apetece mucho.

- Cómo quieras, yo encantada. ¿En tu casa este sábado para comer?

- Perfecto.

- ¿A qué hora?

- A la que tu quieras, a partir de la una.

- Pues hasta el sábado.

- ¿Sabes dónde es? -Le pregunté en broma-.

- No, dímelo tú o mejor mándame la posición al móvil. -Me contestó riéndose-.

Tras mi mudanza había recuperado algo mi afición a la cocina. Me esmeré en preparar el menú para la comida con Raquel. Nada complicado, sino producto fresco, hecho lo justo para realzar su sabor.

A la una y cuarto del sábado sonó el timbre de la puerta. Era Raquel, venía sólo con un pareo a la cintura, igual que estaba yo, pues, aunque iba casi todo el día desnudo, no quería tener un accidente en la cocina y que me salpicase cualquier cosa, en el sitio menos indicado.

- ¡Qué guapa vienes! -Le dije al verla y era verdad. Estaba más morena que la última vez que nos habíamos visto y sus bonitos ojos verdes quedaban realzados por su tono de piel-.

- Gracias, tú tampoco estás mal y ya veo que integrado con el entorno. -Me dijo mirando mi pareo-.

- Pasa, ¿qué quieres tomar?

- Un vino blanco, si tienes.

- Claro, precisamente eso estaba tomando yo.

Salimos a la terraza y nos sentamos, haciendo tiempo para la hora de comer española.

- ¿Te está gustando la experiencia? -Me preguntó-.

- Mucho, Raquel, estoy convencido que he acertado con la elección. ¿Sabes algo de Natalia y Juan?

- Hace un par de días que hablé con Natalia. Están bien, aunque echan de menos haber pasado más días aquí. Le dije que había quedado contigo para comer y me dio recuerdos para ti.

- Cuando vuelvas a hablar con ella, dile que yo también le mando recuerdos. -Y qué recuerdos, pensé-.

Las tetas de Raquel eran muy bonitas, medianas, con unas areolas grandes y rosadas que destacaban por el tono moreno de su piel.

- No te preocupes que se los daré. Les caíste muy bien a los dos. Están contentos de que estés tú en el piso. ¿Qué pensaste de lo que pasó la otra tarde?

- Al principio me sorprendió, pero luego, la verdad, me encantó. Yo no conocía nada del mundo liberal, bueno y sigo sin conocer. No sé, tenía la idea preconcebida de que era algo como muy oculto y un tanto perverso, pero me di cuenta de que no, que era algo abierto y muy humano. Disfruté mucho con Natalia, por cierto, una mujer preciosa.

- Sí que lo es. Ella nos contó que había estado muy a gusto contigo.

Sólo recordar la tarde con Natalia, estaba haciendo que la polla se me pusiera morcillona.

- ¿Te parece que comamos? Luego con una copa quiero que me cuentes cómo va eso del mundo liberal. -Le dije-.

- Ya veo que quieres integrarte del todo. -Me contestó riendo-.

Serví el primer plato, unas gambas rojas muy hermosas a la plancha. No tardamos en dar cuenta de ellas, terminando la primera botella de vino blanco. De segundo había preparado unos salmonetes, casi vivos, al horno, con los que terminamos la segunda botella. Raquel me estuvo contando las consecuencias de la pandemia en su negocio y las dificultades que estaba pasando.

- ¿A ti te ha afectado mucho? -Me preguntó-.

- No demasiado. Yo ya teletrabajaba bastante, ahora hago lo mismo, con la ventaja de que las pocas reuniones que tenía ahora son virtuales. Es el único momento que me pongo una camisa. -Le contesté riéndome-.

Terminamos de comer, quité las cosas de la mesa, serví una copa y volvimos a sentarnos. Raquel me gustaba más cada minuto que pasaba.

- ¿Qué quieres saber del mundo liberal? -Me preguntó-.

- No sé, ¿cómo funciona, como conoces a la gente, si crees que podría ser para mí? Ese tipo de cosas.

- ¿Te gusta el sexo sin compromisos?

- La verdad es que no he tenido muchas ocasiones de practicarlo, pero me suena muy bien.

- O uno se integra en un grupo ya formado o formas tu propio grupo o mitad y mitad, que suele ser lo más habitual.

- ¿Eso que se hace en locales de intercambio?

- Yo no. No me gusta el ambiente que hay y puedes encontrarte cualquier cosa. Prefiero gente conocida o que algún conocido nos presenta.

- ¿Tú podrías presentarme a tu grupo?

- ¿Quieres que lo haga?

- Creo que sí. He perdido muchos años en mi vida anterior y me gustaría recuperarlos.

- ¿Yo te gusto?

- Sí, mucho. ¿Y yo a ti?

- También. Vamos al dormitorio. -Me dijo Raquel levantándose y entrando en el piso-.

La seguí al dormitorio, por el camino ella se quitó el pareo, luciendo un bonito culo, pequeñito, redondo y respingón. Yo me lo quité también, estaba ya empalmado. Se tumbó en la cama de lado y yo me tumbé también mirándola, estaba muy guapa.

- Carlos, aquí no hay compromiso ninguno. Somos adultos, yo te gusto, tú me gustas y a los dos nos gusta el sexo.

Me acerqué a ella para besarla.

- No lo podrías haber definido mejor, me encanta esta nueva vida, sobre todo comparándolo con el tiempo que me llevó follar la primera vez con mi ex.

- Olvídate de tu ex. ¿Te gusta el sexo oral?

- Mucho.

- Pues empecemos por un “69”, me apetece comerme tu polla y que tu me comas el chocho.

Raquel, se puso encima de mí, poniendo su depilado coño al alcance de mi boca, luego me cogió la polla con la mano y empezó a lamérmela. Cogí una almohada, me la puse debajo de la cabeza y acerqué mi boca a su chocho. Su olor era embriagador y lo tenía bastante húmedo. Su lengua se deslizaba arriba y abajo por mi polla.

- Tienes una polla bastante apetitosa, pero mejoraría mucho si te depilaras del todo.

- Así como tú, que no tienes ni un pelo y resulta muy gustoso.

- Sí, así. Mójate los dedos en saliva y acaríciame el ojete.

Hice lo que me dijo y suavemente empecé a pasarle el dedo gordo por el ojete. Ella suspiró cuando empezó a notarlo.

- ¿Tienes el ojete muy sensible? -Le pregunté-.

- Todos tenemos el ojete muy sensible, si se trabaja con delicadeza.

- ¿Quieres que te lo lama?

- Luego, por ahora sigue así. ¿Lo has hecho otras veces?

- No, es la primera vez que le acaricio el ojete de una mujer, bueno o de un hombre.

- ¿Tampoco te lo has acariciado tú?

- No se me ha ocurrido.

- Pues verás cómo te aficionas.

Raquel puso un par de dedos húmedos sobre mi ojete y empezó a acariciármelo. Efectivamente producía un enorme placer.

- Sí que es placentero, me he estado perdiendo esto toda mi vida. -Le dije-.

La mamada, el sobe del ojete y comerle el chocho a Raquel me estaban poniendo como una moto.

- Pues recupera el tiempo perdido.

- Me estás poniendo al límite de mi resistencia.

- No importa, ya me contó Natalia que después sigues aguantando. Además, yo también estoy casi a punto.

- ¡Me voy a correr!

- Empieza cuando quieras.

- ¿No te la sacas de la boca?

- No, me gusta recibirlo en la boca y tragármelo.

- ¡Uuuuffff, siiii, uuuffff, que gusto, …!

Raquel, se corrió a la misma vez que lo hacía yo, con mi polla en su boca. Era la primera vez que me corría en la boca de una mujer, notando como ella excitaba mi capullo con su lengua, mientras me corría.

- ¡Qué maravilla Raquel!

- Para mí también ha estado fantástico. -Me dijo dejándose caer boca arriba a mi lado-.

- ¿Quieres otra copa?

- Sí, si me la traes, tengo ganas de quedarme aquí tumbada.

-
 

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
6,191
Likes Recibidos
2,497
Puntos
113
 
 
 
-
Un Giro a mi Vida Después de Divorciarme – Capítulo 002

Me levanté, fui por las dos copas y regresé al dormitorio. Raquel estaba preciosa, parecía muy relajada o más que relajada parecía dormida. Dejé su copa en la mesilla y me senté en la cama con la espalda apoyada en el cabecero, mirando a Raquel desnuda mientras daba un sorbo a la copa. Estaba contento con mis decisiones, había conseguido cambiar el trauma de un divorcio por una vida que me gustaba mucho más que la anterior.

- ¿En qué piensas? -Me preguntó Raquel incorporándose en la cama-.

- En que estoy feliz y tú me has ayudado mucho para poder lograrlo. -Le dije mientras ella se movía para alcanzar su copa-.

- Quien más te ha ayudado es tu ex al querer divorciarse y echarte de su casa.

- Tienes razón, todavía voy a tener que llamarla y darle las gracias. -Le contesté riéndome, mientras ella se sentaba a mi lado, también con la espalda apoyada en el cabecero-.

- A los hombres que son buenas personas, cómo tú, les pasa siempre lo mismo, aunque sean infelices con su pareja, aguantan junto a ella, hasta que ella los larga.

- Es posible que sea cierto lo que dices.

- ¿No se te baja?

- ¿A qué te refieres?

- A tu polla, sigues estando empalmado y yo puedo dar fe de que te has corrido.

Raquel se levantó de la cama.

- ¿Dónde vas? -Le pregunté-.

- A por la tarjeta de mi gabinete de estética, tienes que depilarte.

- ¿Y en tu gabinete atienden hombres?

- Si los envío yo, sí.

Salió del dormitorio y volvió al momento con una tarjeta en la mano.

- Llámalos el lunes y diles que llamas de mi parte. -Me dijo y volvió a sentarse con su copa en la mano-.

- Gracias, lo haré. ¿Has estado casada?

- No, ni se ha presentado la ocasión ni yo la he buscado. Me encuentro muy bien sola, ahora que mi hija ya vive por su cuenta.

- ¿Tienes una hija?

- Te lo acabo de decir. ¿Lo hacemos otra vez?

- Por mí encantado.

Raquel se puso sobre mí de cara, me cogió la polla y se la fue introduciendo lentamente, hasta tenerla toda dentro. Puse mis manos en su duro culo, ella me besó en la boca y empezó a bombear subiendo y bajando lentamente.

- Para haber sido madre, tienes un chocho muy estrecho.

- Tuve a mi hija por cesárea debido a complicaciones en el parto. La tienes durísima, parece que tuviera un consolador dentro.

- ¿No te gusta?

- No preguntes sobre cualquier cosa. ¿No ves que sí me gusta?

- Tienes razón, pero estoy todavía un poco inseguro de mí mismo.

- Lo haces bien, Carlos. A cualquier mujer le gustará follar contigo.

Raquel se movía arriba y abajo cada vez más rápido. Cambié mis manos a sus tetas para sobárselas, llevármelas a la boca y morderle suavemente los pezones. Nos llevamos así un buen rato, hasta que noté que no iba a tardar en correrme.

- Raquel, no voy a tardar en correrme.

- Hazlo dentro, yo tampoco voy a tardar en correrme. Acaríciame el clítoris.

Tenía el clítoris muy dilatado, ahora le sobresalía como la uña de un dedo.

- ¡Córrete, Carlos, que yo lo voy a hacer ya!

- ¡Aaahhh, aaahhh, aaahhh, …! -Gemí al correrme-.

- ¡Siiii, uuuufff, siento como te estás corriendo y me gusta mucho, aaaaggg, aaaggg, …! -Dijo Raquel, primero echando el cuerpo hacia atrás apoyando sus manos en mis muslos y luego echándose hacia delante, pegándose a mi pecho-.

Nos quedamos un rato en la cama y luego dijo que tenía que irse, que había quedado con unos clientes y no estaba la cosa para darles plantón. Nos despedimos prometiendo volver a vernos pronto, pero esta vez en su casa.

El lunes llamé al gabinete de estética que me había recomendado Raquel.

- Buenas tardes, llamo de parte de Raquel M., quería hora para depilarme.

- ¿Con láser?

- Creo que no, es una parte muy delicada.

- ¿Pubis y alrededores?

- Exacto.

- Si es con maquinilla o cuchilla, mandaremos una chica a su casa, sino se nos revoluciona el gabinete.

- Como quieran, por mí perfecto.

Les di la dirección y el teléfono y quedaron en mandarme a alguien al final de la tarde. Por discreción la urbanización no tenía portero electrónico, así que baje con el pareo y la mascarilla a abrir la puerta, cuando una mujer me llamó al móvil.

- Buenas tardes, ¿Carlos?

- Sí, ¿y tú?

- Mari Carmen.

- Encantado, Mari Carmen.

- Igualmente.

Mari Carmen tendría veinte y pocos años, ojos bonitos, era lo único que podía verle con la mascarilla, y generosa de formas, sin poder decir que gorda. Una malla blanca a media pierna y una camiseta corporativa, por lo menos una talla más pequeña que la suya. La indumentaria realzaba sus generosas formas, más de lo conveniente. Llevaba una especie de mochila a la espalda. No esperaba a alguien tan joven para la tarea que debía realizar y empecé a sentir un poco de vergüenza al tener que despatarrarme delante de una jovencita.

- No había entrado nunca en esta urbanización. Está muy cuidada. -Me dijo mientras caminábamos al bloque del apartamento-.

- Yo llevo escasamente un mes viviendo y es muy tranquila. -Le contesté llegando al apartamento-.

- ¿Dónde quiere que lo hagamos?

- No sé, tú eres la experta. ¿Por qué serás experta en esto?

- Sí, empecé con mi novio, que es muy caprichoso para estas cosas, y tengo ya por lo menos veinte clientes y la mayoría repite. Pues en la cama es lo más cómodo.

Fuimos al dormitorio, ella extendió una tela sobre la cama y luego sacó una maquinilla eléctrica, unas tijeras, varias maquinillas de afeitar y un bote de espuma.

- Túmbate sobre el paño. Si quieres, ahora apoya la espalda en el cabecero.

Hice lo que ella me dijo. Sentí que cada vez me daba más vergüenza que aquella joven trasteara en mis partes más íntimas.

- ¿Cómo lo vas a hacer? -Le pregunté-.

- Depende de lo que encuentre cuando te abras el pareo.

- No sé si me estoy arrepintiendo, casi mejor que lo dejamos.

- De eso nada, yo he venido hasta aquí a hacer un trabajo y lo voy a hacer. -Me dijo abriéndome ella misma el pareo, ya de rodillas sobre la cama-. Bueno, no está demasiado mal, otras veces me he encontrado unas melenas, que he tenido que cortar a tijera primero.

Me cogió la polla y la movió de un lado a otro, luego me cogió los huevos para mirar debajo de ellos. La chica lo hacía con la mayor naturalidad.

- ¿A ti no te da cierto corte hacer esto? -Le pregunté-.

- A mí no, a lo mejor las primeras veces un poquito, pero es que entonces tenía sólo dieciocho años y, además, sólo se lo había hecho a mi novio. Yo creo que va a ser mejor con cuchilla, te vas a quedar como un bebé.

- ¿Y tu novio que opina de tu trabajo?

- Él no lo sabe, es un poco antiguo y celoso. Se cree que es el único al que depilo.

De una botellita que traía se puso un poco de agua en la mano y me la roció por el pubis. Luego cogió el bote de espuma y empezó a extenderla.

- ¿Por arriba hasta dónde quieres que te depile?

- No lo sé. ¿Hasta dónde lo haces normalmente?

- A mi novio le gusta muy arriba, casi hasta el ombligo, pero a mí eso me parece demasiado, lo que si puedo hacer luego es cortarte un poco más arriba a tijera o con la maquinilla. Ya verás como quedas de bien y como parecerá que tienes el nabo más grande.

Mari Carmen me cogió la polla para echármela a un lado mientras pasaba la maquinilla. Yo miraba como lo hacía. Pues sí que tiene unas buenas tetas, pensé, mientras la observaba. Noté que tanto trajín sobre mi polla me estaba pasando factura y estaba empezando a ponerse morcillona.

- Si te empalmas no te preocupes, es normal. ¿Te importa si me quito la mascarilla, me molesta llevarla todo el día?

- No me importa, te comprendo. A mí también me molesta en cuanto la llevo demasiado rato.

- Espera que vaya al lavabo a limpiar la cuchilla, porque se está embotando.

Mari Carmen se bajó de la cama, las mallas que llevaba le hacían un culo muy tentador. O llevaba un tanga de hilo blanco o no llevaba nada debajo de las mallas. Me estaba empalmando irremediablemente.

- Seguimos, no queda mucho. -Me dijo al volver, poniéndose de nuevo de rodillas entre mis piernas-. Vaya, esto ha crecido. -Dijo al moverme la polla para que no le estorbara-.

- Perdona que tenga una erección, pero no puedo evitarlo.

- No te preocupes, a mí me gusta ver una buena polla empalmada. ¿A ti no? -Me preguntó continuando su tarea-.

- No he visto muchas.

- ¿Entonces no eres homosexual?

- No.

- Muchos de mis clientes lo son. A mí no me importa, que cada uno haga con su polla lo que quiera.

- Te comportas y hablas con mucha naturalidad.

- Claro, este es mi trabajo, lo mismo que otras cobran en el supermercado o ponen copas. Bueno vamos con los cataplines.

Mari Carmen siguió trasteando con mi polla y mis huevos, mientras continuaba con la cuchilla. Ahora que tenía una posición más inclinada, me pareció que no llevaba sujetador. Carlos, mira al techo y deja de mirarle las tetas a la chica, me dije.

- Ya casi has terminado, ¿no? -Le pregunté-.

- Sí, te rebajo un poco el vello del pubis y vas a quedar como un angelote, con una buena polla, pero angelote. -Dijo riéndose y cogiendo la depiladora-.

- Lo has hecho muy bien, no me has dado ni un tironcito.

- Gracias. -Me cogió la polla para bajármela, porque se me había pegado a la barriga-. Mi novio la tiene más pequeña, pero a mí me gusta mucho.

- ¿Terminaste?

- Ahora sí. Levántate y mírate en el espejo del baño, verás la diferencia.

Mari Carmen se bajó de la cama y yo detrás de ella. Fuimos al baño. Me puse frente al espejo, parecía que me había crecido todo, la polla y los huevos. Mari Carmen, a mi lado, me miraba también en el espejo.

- La verdad es que muy bien, no esperaba semejante efecto.

- Claro, por eso por aquí se depilan muchos hombres. Verás, estoy tratando de innovar en mi trabajo, mi jefa se ha quedado un poco anticuada. A mí me da cosa que los clientes se queden tan excitados después de depilarlos y he pensado que debía terminar el trabajo bajándoles la excitación.

- Es posible, pero no sé bien a qué te refieres.

- A hacerles una paja. ¿Crees que es una buena idea?

- Yo creo que sí, así te llamarán más los clientes.

- Pues al lío.

- Sí, por favor, tengo un calentón de mil demonios.

- Por eso es mejor cuando te depila tu pareja. Después folláis seguro.

Mari Carmen se subió la camiseta, dejando sus hermosas tetas, con unas grandes areolas, a la vista, luego me cogió la polla y los huevos y empezó a hacerme un pajote. Miraba su cara y sus tetas mientras me lo hacía.

- ¿Tú no te excitas? -Le pregunté-.

- Claro que me excito, verás la follada que le voy a pegar a mi novio esta noche.

Estaba tan caliente que no tardé nada en correrme lanzando grandes chorros contra el espejo.

- Sí, sí que estabas caliente. -Me dijo bajándose la camiseta-. Voy a recoger las cosas.

Salí tras ella del baño. Mientras ella tiraba unas cosas y recogía otras, le pregunté:

- ¿Cada cuanto tiempo debo volver a depilarme?

- Depende de a la velocidad que te crezca el pelo. Aunque vaya en contra de mis intereses, te recomiendo que me compres la depiladora, así te lo puedes hacer tu mismo o mejor que te lo haga tu pareja.

- De acuerdo, pero no tengo pareja.

- Pues será porque no quieres.

- Para un maduro como yo no es tan fácil encontrar pareja.

- Mira, precisamente mi amiga Rocío acaba de romper con su novio, si no te importa le doy tu teléfono y podéis quedar algún día.

- Por mí encantado.

Le pagué la depilación, la máquina y le di una buena propina. Me puse el pareo y la acompañé para abrirle la puerta de fuera. Me dio dos besos en las mejillas y se marchó. ¡Que barbaridad de chica! Pensé volviendo al apartamento. En menos de una hora me ha depilado, me ha hecho un pajote, me ha vendido una depiladora y me va a buscar una cita, desde luego su jefa no sabe el tesoro que tiene.

A los dos días de la depilación me llamó mi hermana Lola.

- Hola, hermana.

- Hola, Carlos. -Le noté la voz rara-.

- ¿Te pasa algo?

- Pues sí, una cosa mala y una buena.

- Por el orden que quieras.

- El gilipollas de mi marido me ha puesto los cuernos con una tía fea como pegarle a un padre y yo lo he puesto en la puta calle.

- Ese tío es tonto, ponerte los cuernos con la joya que tiene en casa. Pero si lo has puesto en la puta calle, al final me alegro. ¿Cómo estás?

- Regular. Carlos, con lo que yo he aguantado al tío mierda, para que me lo pague así. Pero, al final, me alegro. ¿Puedo pedirte un favor?

- Claro, incluso si se trata de que le parta las piernas.

- No, déjalo, bastante castigo tiene con la prenda con la que se ha enrollado. ¿Puedes acogerme unos días?

- Cómo no, hermana, yo encantado. Lo que pasa es que ya sabes tú de qué va esto.

- ¿Tú no dijiste que cada uno podía ir como quisiera?

- Sí, así es.

- Pues entonces no pasa nada.

- ¿Y las niñas?

- Las niñas, como siempre, a lo suyo.

- ¿Cuándo vienes?

- Si puedo mañana mismo en avión.

- Perfecto. Confírmamelo con un mensaje para ir a esperarte.

- De acuerdo.

- Te quiero, hermana.

- Y yo a ti, hermano.

Cuando colgué me quedé pensando en lo tonto que era el marido de mi hermana. Ella era un auténtico encanto, una mujer inteligente, cariñosa y guapa, y el tío mierda, que valía cien veces menos que ella le había puesto los cuernos con cualquier adefesio. A las dos horas recibí un mensaje de Lola, llegaba al día siguiente sobre las once de la mañana. Dediqué el resto del día a arreglar la habitación de invitados y a recoger cosas del piso, hasta dejarlo presentable.

A las diez y media de la mañana siguiente ya la estaba esperando en el aeropuerto de Almería. Tenía muchas ganas de ver a mi hermana Lola. El avión llegó a su hora. Cuando nos vimos en la puerta de salida nos dimos un fuerte abrazo y casi nos echamos a llorar los dos. Durante la hora escasa del viaje de vuelta mi hermana no paró de insultar a su ex. Lo que más me extrañó fue cuando empezó a despotricar de las relaciones sexuales con él.

- ¡Carlos, que el tío tiene una mierda de polla y folla de pena! ¡Joder, que menos mal que inventaron los succionadores esos del clítoris, que si no me subiría por las paredes!

La miré no dando crédito a lo que me decía Lola. Que yo recordara nunca habíamos hablado explícitamente de sexo.

Cuando llegamos a la zona nudista, cómo era normal, por la acera iban hombres, mujeres o parejas en toples o directamente en pelotas. Mi hermana giraba la cabeza y el cuerpo para mirarlos por la ventanilla del coche.

- ¿Tú has visto que ese tío lleva la polla al aire?

- Lola, ya te dije que es una zona nudista.

- ¿Y tú también vas así, con todo el mondongo a la vista de cualquiera?

- Yo, normalmente, por la calle llevo un pareo.

- Mira la tía esa, luciendo todo lo suyo y, encima, sin un solo pelo. ¿Pero qué sitio es este?

- Ya te lo dije, un área nudista, donde cada uno va como le da la gana.

Metí el coche en el aparcamiento de la urbanización, cogí la maleta de mi hermana y subimos hasta el piso. Nos cruzamos con una pareja, como de nuestra edad, que parecía ir a la piscina en pelotas, mi hermana se plantó y se volvió a mirarlos hasta que desaparecieron detrás de uno de los bloques.

- Oye, esto está muy bien. -Dijo mi hermana al entrar en el piso y ver el salón y la terraza-.

- A que sí.

- Enséñame el resto.

Le enseñé mi dormitorio y el baño integrado en su interior. Cuando vio la bañera redonda, me miró y dijo:

- ¡Valiente folladero que tienes tú aquí!

Por último, le enseñé el baño común y su dormitorio.

- ¿Qué quieres que hagamos? -Le pregunté-.

- Comer, ¿no?

- Ya, pero ¿vas a ir esta tarde a la playa?

- Igual sí.

- Entonces ponte el bañador y comemos en el chiringuito que está aquí cerca a pie de playa.

- Oye, ¿te sobra algún trapo como esos que llevaba la gente?

- Pareo, Lola, se llama pareo. Te presto el mío, hasta que compremos otro.

- ¿Y tú cómo vas a ir, no se te ocurrirá ir en pelotas?

- Yo me pondré un pantalón corto y un niqui.

Le di mi pareo, que afortunadamente había lavado la noche anterior, y la esperé en la terraza tomando un vino a que terminara de cambiarse.

- Pues sí que vives tú bien. -La escuché decir detrás de mí-.

- Encontrar este sitio ha sido una suerte. -Le dije volviéndome. Me di cuenta de que mi hermana estaba guapísima. Llevaba el pareo que le transparentaba la braga del biquini y un top, bastante recatadas las dos cosas. Lola es morena, casi de mi altura, con el pelo negro, bonitos ojos, también, negros, labios carnosos, que normalmente lleva pintados de rojo, unos pechos grandes, sin ser excesivos, una cintura pequeña y un culo de buen tamaño de mujer madura-.

- ¿Te pasa algo? -Me preguntó a los pocos segundos de estar mirándola-.

- Nada, es que no recordaba bien lo guapa que eras.

- No me mientas, Carlos, ya no me mira nadie por la calle y el cabrón de mi ex me ha cambiado por una tía andrógina.

- No te miento, estás preciosa.

- Venga, vamos a comer, que tengo hambre.

Cuando íbamos a salir del piso le di un juego de llaves.

- Toma, por si decides quedarte en la playa.

- Da igual, llamo al portero electrónico.

- No hay portero.

- No, ¿qué raro, si ya lo hay en todas partes?

- Es por intimidad, para que no pueda colarse nadie dentro de la urbanización que no tenga llave.

El chiringuito al que fuimos está a escasos tres minutos andando desde el piso. Por el camino mi hermana seguía mirando a los que iban desnudos, como si nunca hubiera visto a alguien desnudo. Todavía había poca gente y nos sentamos en una mesa mirando a la playa.

- ¿Cómo está Paula? -Le pregunté cuando el camarero nos tomó la bebida-.

- Bien, ya sabes tú lo rara que es. Todavía no le he contado lo de mi separación.

- Pues debías hacerlo, se va a enterar por cualquier sitio y se va a enfadar.

- Tienes razón, la llamaré esta tarde o mañana. Aunque tampoco quiero darle mucha publicidad al tema.

- Es nuestra hermana, aunque nos llevemos muchos años con ella.

Fueron llegando parejas y pequeños grupos, la mayoría hombres solos, casi todos iban desnudos, para sentarse unos se ponían el pareo y otros doblaban el pareo sobre la silla. Mi hermana no perdía ojo de los que llegaban y de los que ya estaban sentados.

- ¿Aquí hay que llevar los bajos depilados? -Me preguntó-.

- No, aunque es bastante común.

- ¿Tú los llevas depilados?

- ¡Lola, a ti que más te da!

- Entonces los llevas depilados.

- Sí.

Al poco pasó al lado de nuestra mesa una pareja de homosexuales, cogidos de la mano, depilados y con unas pollas de buen tamaño.

- ¡Qué lástima, qué desperdicio de pollas! -Me dijo mi hermana acercando su cabeza a la mía-.

- Lola, no seas tan antigua.

- No, si lo digo por envidia.

- ¿Envidia?

- Claro, ya me gustaría a mí coger una polla de esas.

- ¡Lola, estás hecha una deslenguada!

- Ya ves tú ser tan recatada donde me ha llevado. Con cuarenta y cinco años, más sola que la una y sin poder recordar una buena follada.

- ¡Lola, que soy tu hermano!

- Pues por eso te lo puedo decir. ¿Tú no te habrás vuelto homosexual?

- ¿Yo? No, a mí cada vez me gustan más las mujeres.

- Pues debe ser de familia, porque a mí cada vez me gustan más los hombres.

A nuestro lado se sentó una pareja, ella con unas tetas operadas bastante grandes y él, evidentemente más joven que ella, con un cuerpo de matarse en el gimnasio.

- Mira ésta el cachas que se ha buscado para que se la folle.

Mi hermana toda la vida había sido discretísima y ahora estaba desmadrada.

- Lola, no digas barbaridades.

- ¿Vamos, que es mentira lo que he dicho?

- Yo no sé si es mentira o no, pero tampoco puedes estar diciendo lo primero que se pasa por la cabeza.

- Como quieras.

Trajeron la comida y una botella de albariño. Serví las copas y empezamos a comer.

- Yo no es por nada, pero mis tetas son las mejores que hay aquí. ¿O no?

- Muy posiblemente. -Le dije mirándoselas-. Pero llevas un biquini de abuela.

- Culpa del mierda de mi ex. El tío nos reconvenía a las niñas y a mí cuando nos poníamos algún biquini que a él no le parecía decente.

- Olvídate ya de tu ex y disfruta.

- Pues tienes razón, vaya si me voy a olvidar de él. -Se giró para ponerse de espaldas a mí y me dijo-. Suéltame el top, que se van a enterar en este sitio de lo que son unas buenas tetas.

- ¡Lola, que estoy yo aquí!

- ¿Y qué? No te hartas de ver tetas aquí, pues ahora las de tu hermana, que verás que bonitas son.

Con cierto nerviosismo, por lo inusual, llevé mis manos al cierre del top y se lo solté. Mi hermana, todavía de espaldas a mí, se quitó el top, lo dejó dentro del bolso de playa y se volvió otra vez de frente a la mesa. Efectivamente tenía unas tetas preciosas, grandes, redondas, todavía casi en su sitio, unas areolas grandes rosadas y unos pezones grandes que le sobresalían por los menos un centímetro. El único defecto que se les podía poner es que eran bicolor, debido a haber estado tomando el sol durante todo el verano con el top puesto.

- ¡Coño, que mi ilusión ha sido siempre que las tetas se me pusieran morenas enteras y el babas de mi ex no me ha dejado nunca! ¿Qué te parecen?

- Preciosas y más que se te van a poner cuando las tengas morenas.

- ¿Tú tomas el sol desnudo?

- Yo no tomo el sol, sabes que no me gusta.

- Pues yo sí que lo voy a hacer. ¿No hay más vino?

- No, pero pido otra botella. -Le hice al camarero la indicación de que trajera otra botella-.

Comencé a notar que algunos clientes no le quitaban la vista de encima a las tetas de mi hermana. No sé si porque eran muy bonitas o porque se notaba a la legua que no era nudista. A mí, con unas cosas y otras, la polla se me había puesto morcillona.

- ¡Qué a gusto estoy sin sujetador!

- Me alegro.

- Si no fuera porque vives aquí no me hubiera atrevido a hacerlo nunca.

El camarero trajo la otra botella y la abrió sin quitar la vista de las tetas de mi hermana. Sirvió las copas y se llevó la botella vacía con mucha parsimonia.

- No te he contado que, durante el confinamiento, cuando coincidí con Paula en el apartamento, le pregunté si era lesbiana.

- ¿Y qué te contestó?

- Que no.

- Y entonces, con lo guapa que es, ¿cómo es que no se le conoce pareja masculina?

- Me dijo una cosa bastante extraña, algo así como que estaba enamorada de una persona con la que no podía mantener una relación.

- Mira que es rarita. Con las niñas se lleva mejor que conmigo, claro entre ellas hay menos diferencia de edad que con nosotros. Mira el tío ese con un pirsin en el capullo, por favor, que dolor debió pasar el hombre. -Miré y efectivamente el tío llevaba el capullo cruzado de lado a lado por un pirsin. Me dio hasta repelús verlo-. ¿Pero ese tío como folla?

- Follará poco y se lo quitará cuando lo haga.

- Un tío que folla poco no se pone eso. Por cierto, ¿has ligado por aquí? Porque con este ambiente se debe follar un disparate.

- Alguna vez, pero ya sabes tú que yo soy bastante retraído.

- Pues si yo viviera aquí ahora me iba a poner las botas.

- No creas que es tan fácil.

- Me he estado documentando del sitio y, al parecer, hay locales de intercambio y grupos liberales. ¿Tú sabes algo de eso?

- Lola, estás completamente desmadrada.

- Y más que lo voy a estar. ¿Me vas a contestar o no?

- De algo me he enterado. Le pregunté a una mujer con la que estuve y me dijo que huyera de los locales de intercambio y si me apetecía ese rollo, que me integrase en algún grupo liberal.

- ¿Y te has integrado?

- No, y no sé si lo haría, pero en todo caso no tengo pareja. ¿Por qué me preguntas sobre eso?

- Por curiosidad. Yo no sé como esa mujer, con lo gorda que está, se atreve a ir desnuda. -Me dijo señalando con la cabeza a una mujer, que estaba realmente gorda-.

- No te voy a decir que aquí no haya complejos, pero sí que hay bastante menos. Fíjate tú, lo que has tardado en quitarte el top. Anda que lo ibas a hacer en Chipiona.

Nos reímos los dos sólo de pensarlo. Chipiona es un sitio de veraneo, próximo a Sevilla, con unos veraneantes de lo más tradicionales.

- Sí y no salir de puta para arriba -Dijo ella-.

Al rato pasó una mujer negra vendiendo cosas de playa, bolsos, alfombrillas, pareos y cosas así.

- Escoge el que quieras, te regalo un pareo. -Le dije-.

- Te lo acepto, me está gustando a mí esto del pareo.

Escogió uno bastante transparente en tonos azules, abrió el envoltorio y lo extendió para que lo viera.

- ¿Te gusta? -Me preguntó-.

- Sí, es bonito.

Le pagué a la mujer y ella guardó el pareo en la bolsa de playa. Terminamos de comer y el camarero retiró las cosas de la mesa.

- ¿Quieres una copa? -Le pregunté-.

- Si tú la tomas, sí.

A esas alturas estábamos los dos bastante contentos por no decir ebrios, pero, así y todo, Lola pidió una ginebra con tónica y yo un whisky. Estaba tan bien con mi hermana que no quería que ese rato terminase nunca. Le cogí la mano, se la apreté y ella me contestó con un apretón todavía más fuerte y un piquito en los labios.

- ¿Vas a ir a la playa? -Le pregunté-.

- Ni hablar, voy a dormir la mona en tu terraza. Oye, ¿te dijo Paula quien era su amor imposible?

- No, ni yo se lo pregunté, estaba de lo más misteriosa y no me pareció el momento. ¿Las niñas como se han tomado la separación? -Mis sobrinas tenían entonces dieciocho años, eran mellizas y hacía más de un año que no las veía-.

- Están en una edad en la que les suda todo, menos los amigos y las amigas. ¿Nosotros éramos así a su edad?

- Imagino que no tanto como ahora, pero un poco también. ¿Se llevan bien entre ellas?

- Mucho, son uña y carne. Donde va una va la otra.

- Eso está bien, no hay una relación mejor que la de los hermanos. -Le dije dándole un beso en la mejilla-.

Terminamos la copa, pagué y nos fuimos despacito para el piso. Lola me cogió del brazo, apretándome la teta contra él, lo que me puso la polla más morcillona de lo que ya la tenía. Cuando llegamos, le pregunté que quería hacer. Se me quedó un rato mirando y me contestó:

- Tomar el sol desnuda en la terraza y que tú me acompañes.

- Te has integrado del todo.

- ¿Lo harás por mí? -Me dijo como cuando tenía catorce años-.

- Si tienes capricho, no puedo negarte nada. ¿Quieres otra copa?

- ¿Por qué no? Otra ginebra con tónica.

Fui a la cocina a preparar las copas y cuando volví a la terraza estaba desnuda al sol en la tumbona de espaldas. Tenía un culo fantástico, demasiado blanco por la braga del biquini y se le notaba en la espalda la parte trasera del top. Le puse la copa en una mesita.

- Lola, pareces una cebra.

- Ya lo sé, por eso me voy a ir de estos días con un moreno integral. Seguro que tú ya lo tienes.

- Yo no tomo el sol.

- Ya, pero sólo con la brisa te has puesto siempre moreno. ¿Por qué no te desnudas y te sientas a mi lado?

Me quedé pensando. Me daba cierta cosa estar desnudo delante de mi hermana, pero ella ya lo estaba delante de mí y, supuestamente, el nudista era yo.

- Ahora vuelvo. -Le dije-.

- ¿Dónde vas?

- A desnudarme.

- ¿Y por qué no lo haces aquí?

- Porque vestirse y desnudarse no se hace en público.

- ¿Por qué?

- Yo que sé, es la costumbre.

Me desnudé en mi dormitorio y volví a la terraza. Lola estaba ahora boca arriba con unas gafas de sol puestas. Tenía un pelucón en el chocho que no era normal.

- Oye, te quedan fenomenal los bajos depilados.

- ¿No me puedes mirar a los ojos?

- Sí, pero me da más morbo mirarte el mandado. Te ha crecido bastante desde que tenías dieciocho años.

- ¿El qué me ha crecido? -Le pregunté sentándome en una silla-.

- ¿Qué va a ser, Carlos, el ombligo? ¡La polla!

- ¡Lola, que somos hermanos!

- ¡Qué tendrá eso que ver!

- ¿Además, tú cómo sabes como tenía yo la polla con dieciocho años?

- Porque te la miraba cuando te duchabas con la puerta abierta, para que no se llenara todo de vaho.

- Eres una cajita de sorpresas.

- ¿Qué quieres? Yo tenía catorce años, entonces no había internet ni en las películas salía ninguna polla y yo quería satisfacer mi curiosidad natural.

- Cambiando de tema, deberías depilarte el pelucón que llevas.

- Eso estaba pensando. Me han gustado los chochos depilados y si me lo depilo cuando me vaya, ya se me va a quedar la marca.

La conversación que estábamos teniendo y ver a mi hermana desnuda, me estaba produciendo un principio de erección.

- ¿Por qué lo llevas tan descuidado?

- ¿Para quién me lo iba a arreglar? Hay que ver qué mala suerte hemos tenido con nuestras parejas, seguro que tu ex también te tenía a palo seco.

- Pues sí.

- A mí me gustaba el sexo, pero con mi ex dejó de gustarme.

- Lo mismo digo.

- ¿Te imaginas si se lían entre ellos? -Dijo mi hermana riéndose-.

- Les duraría el colchón para toda la vida. -Le contesté riéndome también-.

- Déjame que te vea otra vez depilado.

- Déjalo, Lola. -Yo no quería hacerlo porque el principio de erección ya no era un principio y tenía la polla oculta entre los muslos-.

- Anda, hazlo por tu hermanita.

- ¡Qué no, Lola, que estoy empalmado!

- ¿Estás empalmado porque estoy desnuda?

- Básicamente sí.

- ¿Dónde fuiste a depilarte?

- Vino una chica a casa a hacérmelo, por lo visto cuando va un hombre al gabinete para eso, se monta mucho revuelo.

- ¿Cada cuanto te lo tienes que hacer?

- Me vendió una máquina para retocarme.

- Una confidencia, ¿te empalmaste cuando te lo hizo?

- Sí, mucho, además.

- Me lo imagino, nabo para acá, nabo para allá, huevos por aquí, huevos por allí. Anda, enséñame otra vez como has quedado, aunque estés empalmado.

Yo conocía a mi hermana Lola y cuando se empeñaba en algo, era inútil resistirse.

- ¿Estas contenta ya? -Le dije poniéndome de pie con los brazos en jarras y la polla mirando al cielo-.

- ¡Qué barbaridad, hermano, vaya buena polla que se te ha puesto!

- Lola, ya está bien. -Le dije volviendo a mi postura anterior-.

- ¿Te puedo hablar con franqueza?

- ¿Y hasta ahora cómo has hablado?

- Tengo un calentón de los que hacen época.

- ¡Lola, por favor!

- Ni por favor, ni leches. Creo que no he estado más caliente en mi vida. Aquí se debe follar un disparate, con tanto tío y tanta tía en pelotas alrededor todo el santo día.

- Yo no sé si se follará mucho, pero es verdad que produce una excitación permanente.

- Entonces, ¿tienes una máquina para depilarte los bajos?

- Ya te he dicho que se la compré.

- ¿Sirve para hombres y para mujeres?

- No lo sé, pero imagino que sí.

- ¿Me la prestas?

- Claro, luego te la doy.

- Luego, no. Ahora. Voy a ir al baño, primero me voy a dejar el chocho como él de una muñeca y luego me voy a hacer un dedo, que me voy a quedar medio muerta.

- ¡Lola, coño, que soy un hombre y, además, tu hermano!

- Con más razón.

- Córtate un poquito.

- No, Carlos, estoy hasta el coño de cortarme desde los catorce años y no lo voy a hacer más en lo que me quede de vida. ¿Me das la maquina?

- Voy a por ella.

- Te acompaño.

Me levanté de la silla y la polla me saltó como un resorte.

- Se te pone muy dura. -Me dijo mi hermana-.

- Vale, Lola, no te cortes, haz lo que te dé la gana.

Lola estaba todavía más buena de pie, que tumbada. Estaba impresionante de maciza. Saqué la máquina del armario y se la di.

- ¿Esto cómo se usa? -Me preguntó sacándola de la caja-.

- Yo no la he usado todavía, pero el otro día miré las instrucciones y tiene dos cabezales, uno para cortar el vello más o menos largo y otro para dejarlo como si te afeitases. Con lo que tú tienes ahí abajo, vas a tener que utilizar uno primero y luego el otro. ¿No te lo has depilado nunca?

- Depilado no, me he cortado el vello a tijera algunas veces, cuando ya no me encontraba el clítoris. -Dijo riéndose-.

- Nada, tu sigue igual.

- Carlos, yo tengo clítoris como todas las mujeres y bastante grande y bonito, cuando logro vérmelo.

- Te espero en la terraza mientras desarrollas todas tus actividades. -Le dije con mucha guasa-.

- Quédate si quieres, me daría mucho morbo que me estuvieses mirando.

- Adiós, Lola. -Le dije notando un salto en la polla de imaginarme la escena-.

Me senté en la terraza de nuevo con una erección de caballo. ¿Qué coño le estaba pasando a mi hermana? ¿Sería lo que ella decía de que había estado reprimida durante treinta años y no estaba dispuesta a estarlo ni un día más? Si, efectivamente era eso, la comprendía. Yo cuando me divorcié quería cambiar mi vida y lo había hecho, para ella, con las dos niñas y siendo mujer, no era tan sencillo como para mí. Recordé su imagen desnuda, era una mujer espléndida, lástima que hubiera gastado sus mejores años con el imbécil de su marido. Fui a servirme otro whisky, escuché el ruido de la maquinilla y no pude evitar imaginármela.

- Carlos, ¿puedes venir? -Gritó desde el baño-.

- A ver qué tripa se le ha roto ahora. -Me dije a mí mismo-. Dime, ¿qué quieres? -Le dije sin entrar en el dormitorio-.

- Que yo sola no puedo.

- Pues espérate y llamo al gabinete de estética, a ver si puede venir alguna chica.

- No, me da mucho corte que una extraña me toquetee el chocho.

- Entonces, ¿qué quieres?

- Que me ayudes tú. -La polla volvió a darme otro bote cuando la escuché-.

- Sí hombre. Tú te has vuelto loca.

- No seas tonto y ayúdame tú.

Entré en el dormitorio. De entrada, no la vi en el baño. Miré en la cabina del inodoro y estaba sentada con las piernas muy abiertas. Había logrado quitarse mucho vello del monte de Venus, pero el resto seguía con la misma melena.

- Lola, ¿tú crees que esto es normal? -Le dije mirándola desde fuera de la cabina-.

- ¿A qué te refieres?

- ¡Joder, tú a que crees que me refiero!

- No se te baja, te debo gustar mucho. -Me dijo mirándome la polla-.

- Lola, por lo que más quieras, no me martirices.

- No te parece bonito que un hermano ayude a otro.

- Sí, yo te llamo al gabinete de estética.

- ¡Que no quiero que una tía me toquetee el chocho, coño!

- Bueno, ¿qué quieres en concreto? -Le pregunté ya desesperado-.

- Que me pases la maquinilla por el chocho.

- ¡Y ya está no!

- Sí, tampoco es tanto trabajo.

- No es el trabajo Lola, es que somos hermanos.

- ¿Lo vas a hacer o me vas a dejar así?

- ¡Dame la puta maquinilla!

- ¿Es la primera vez que vas a depilarle el chocho a una mujer?

- Sí, y, además, me voy a estrenar con mi hermana.

Eché una toalla al suelo y me puse de rodillas entre sus piernas, ella, se abrió el chocho, para facilitarme el acceso. Lo tenía grande y muy rosado, con unos labios internos exagerados de grandes ¡Joder que pedazo de chocho y cómo le huele! Pensé. Fue aproximar la maquinilla y empezar a correrse como una loca, segregando una buena cantidad de jugos. Una cosa llevó a otra y yo me corrí también sin tocarme, salpicándola a ella.

- Hermano, como estábamos los dos. -Me dijo cuando recuperó el aliento-.

- Sí, eso parece.

- Empieza, a ver si ahora podemos.

Decidí tratar de terminar con aquello y le fui metiendo la máquina, con mucho cuidado, desbrozando aquella selva. Necesariamente tenía que rozar mi mano con su chocho y con sus ingles. Cuando le depilé los alrededores del clítoris, vi que no me había mentido, lo tenía como la falange del dedo chico, terminado en una bolita brillante.

- Hermana, no soy el único de la familia que está bien dotado.

- ¿A qué es bonito? Estoy deseando que termines para vérmelo bien. ¡Qué fiera, sigues empalmado!

- Gracias, me está pasando últimamente.

- Será porque estás follando con otras mujeres y no con tu ex.

- Seguramente.

- ¿Puedo hacerte una confesión?

- ¿Tú que crees Lola? ¡Qué te estoy depilando el coño!

- Siempre que he follado, desde la primera vez hasta la última que lo he hecho, imaginaba que lo estaba haciendo contigo.

- ¡Pero Lola, tú estás de siquiatra! -Le dije apartando la máquina de su chocho-.

- Sigue, que no vamos a terminar nunca.

- Es que no es normal lo que me has contado. -Le dije tratando de terminar la puta depilación-.

- No es tan extraño. Yo te quiero como a un hermano, pero a la vez me has puesto mucho como hombre, desde que me tocaba mirándote en la ducha.

- ¡Joder, Lola, si yo siempre he sido un tirillas!

- Para tirillas, mi ex. Lo que yo te diga.

- Pues esto está listo o, al menos, eso me parece a mí.

Me levanté y Lola detrás de mí, doblada hacia delante mirándose el chocho. Nos pusimos frente al espejo.

- Si llego a saber que me iba a quedar tan bien, me lo hubiera hecho hace tiempo, aunque desde luego no hubiera dejado que lo catara mi ex. ¿Tienes un espejito para que pueda vérmelo bien?

- No, esas cosas no las solemos utilizar los hombres.

- Da igual yo tengo uno en el bolso, deja que vaya por él.

Mi hermana de espaldas era un monumento de mujer. Un culo hermoso, unas piernas torneadas y una espalda preciosa. Ya me estaba acostumbrando a que el nabo me diese botes por su culpa. Volvió al momento.

- ¿Te gusta cómo me he quedado? -Me preguntó al entrar en el baño-.

- Mucho, estás infinitamente mejor que antes con ese pelucón, que desmerecía el resto.

- Gracias, hermano.

- Te espero en la terraza mientras terminas. Échate un poco de agua en la ducha para quitarte los pelos.

- Espera, tómate el whisky aquí y charlamos.

Lola, después de mirarse el chocho detenidamente, se metió en la ducha.

- ¿A ti no te ha pasado lo de imaginar que estabas follando con otra, cuando lo hacías con tu ex?

- No que yo recuerde, aunque, la verdad, hubiera sido mejor.

Lola había esperado a que saliese el agua caliente, cogió el rociador y se lo enfocó al chocho con mucha insistencia, pasándose la mano por él reiteradamente. Más saltos de la polla.

- ¿Me alcanzas una toalla? -Se la pasé y comenzó a secarse con ella de forma muy sensual-. ¡Qué contenta estoy con mi chocho depilado! Va a ser el icono de mi nueva vida.

- Me gusta verte más animada.

- Gracias a ti.

Volvimos a la terraza, ella recostada al sol en la tumbona y yo sentado a la sombra.

- Hermano, me encanta el giro que le has dado a tu vida.

- Y a mí. Una pregunta Lola, ¿cómo es eso de que siempre te imaginabas que estabas follando conmigo?

- Cerraba los ojos y a los pocos amantes que he tenido hasta ahora, les ponía tu cara, tu cuerpo y tu polla. De esa forma lograba correrme y que no me dejaran a dos velas, salvo el picha floja de mi ex en los últimos años.

- Debe ser raro, saber que estás follando con uno e imaginar que lo estás haciendo con otro, que, además, es siempre el mismo.

- Un poco sí. Hermano, estoy empezando a preocuparme, sigues empalmado y eso que te has corrido, a ver si va a ser priapismo.

- No, ya te he dicho que me está pasando últimamente.

- ¡Qué suerte para tus amantes!
-
 

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
6,191
Likes Recibidos
2,497
Puntos
113
 
 
 
Me desperté con el sol ya fuera, antes de abrir los ojos traté de recordar lo que había pasado al final de la tarde del día anterior, pero mis recuerdos terminaban cuando había tenido que depilarle el chocho a mi hermana. Abrí los ojos, giré la cabeza y vi que mi hermana estaba acostada a mi lado. ¿Qué coño paso ayer? Me pregunté bastante angustiado, mientras me incorporaba en la cama. Como me sucedía últimamente, estaba empalmado al despertarme.

- Lola, Lola. -Dije a la misma vez que le movía el hombro para despertarla-.

- ¡Qué dolor de cabeza tengo! -Dijo ella poniéndose boca arriba sin abrir los ojos-.

- ¿Lola, qué pasó anoche?

- Qué nos emborrachamos o eso creo. ¿Qué haces en mi cama?

- Yo no estoy en tu cama, estás tú en la mía.

- ¡Qué más da! La cuestión es porqué estamos en la misma cama y los dos desnudos. ¿Qué le ha pasado a mi chocho? -Preguntó levantando la sábana y mirando debajo-.

- Ayer te empeñaste en depilártelo.

- ¡Joder, que borrachera debía tener!

- ¿Hasta dónde te acuerdas de lo que sucedió ayer tarde?

- Espera que lo piense. Ah, sí, hasta que te vi depilado y empalmado. ¿Por qué?

- Porqué yo recuerdo hasta la depilación. Estaba tratando de poner las cosas en pie, pero tú no me vas a ser de mucha ayuda. ¿Quieres un café y un calmante?

- Sí, por favor, la cabeza me va a estallar. -Eché la sábana hacia atrás. Seguía empalmado-. ¿No estarás así desde ayer? -Me preguntó mi hermana cuando vio mi erección-.

- Espero que no, si no, es para empezar a preocuparse. Quédate en la cama mientras hago el café.

Preparé la cafetera, mientas se hacía el café estuve dándole vueltas a la cabeza, tratando de recordar si había pasado algo más entre Lola y yo. Serví el café en dos tazas, busqué un calmante y al darme la vuelta para ir al dormitorio, vi a mi hermana desnuda en la puerta. Estaba preciosa y tentadora.

- ¿Carlos, cómo pude depilarme con la borrachera que tenía?

- Te empeñaste en que yo te ayudara.

- ¿Que yo me empeñé en que me ayudaras a depilarme el chocho?

- Sí, Lola, y te pusiste pesadísima.

- No puedo beber. ¿Sucedió algo más?

- No lo recuerdo, pero creo que no, por eso te he preguntado antes. -Le contesté pasándole la taza de café y el calmante-.

- ¿No te pones nada?

- ¿Y tú?

- No, estoy bien así, pero yo no tengo la polla como un palo.

- ¿Te molesta ahora? Ayer te empeñaste en que te la enseñara.

- Vamos a dejarlo.

Lola cogió su taza y el calmante, se fue a la terraza a tomárselo y yo la seguí con mi café.

- Me gusta esto de ir desnuda por el piso y poder salir desnuda a la terraza. Me da una sensación de libertad enorme. -Me dijo de pie, apoyada en la barandilla mirando al mar-.

- Sí, es como quitarse de encima muchas represiones.

- Creo que tú y yo no nos veíamos desnudos desde que mamá dejó de bañarnos juntos.

- Yo a ti no, pero según me dijiste ayer, con catorce años te dedicabas a espiarme en la ducha.

- Ayer debí estar muy imprudente.

Me puse a su lado, le pasé un brazo sobre los hombros y le di un beso en la mejilla.

- Te quiero mucho, hermana.

- Y yo a ti, hermano. -Me contestó cogiéndome la mano que tenía sobre sus hombros-.

- ¿Qué quieres que hagamos?

- Nada, sólo quiero seguir desnuda, tomar el sol y olvidarme del resto del mundo.

- ¿Llamaste ayer a Paula?

- Creo que no.

- Pues deberías hacerlo y contarle lo de tu separación. -Le dije pasándole su móvil, que se había quedado sobre la mesa la tarde anterior-.

- Tienes razón. -Me dijo, buscó el número de nuestra hermana pequeña y la llamó-.

- Hola Lola, ¿pasa algo? -Podía oír la conversación entre las dos-.

- Sí, mi marido me ha puesto los cuernos y lo he echado de casa.

- Me alegro infinitamente. Por los cuernos no, pero sí de que, por fin, lo hayas mandado a la mierda. ¿Cómo estás?

- Bien, me he venido a ver a Carlos y estar unos días con él.

- ¿Al sitio donde la gente en bolas?

- Sí claro, donde si no.

- ¿Y qué tal?

- Ahora mismo estamos los dos desnudos en la terraza del piso, mirando el mar.

- ¡Qué modernos mis hermanos mayores!

- ¿Algún problema?

- Sí, que me gustaría estar ahí con vosotros y no trabajando.

- Mañana te llamo con más tiempo. Un beso.

- Otro para ti, hermana.

Lola colgó, dejó el teléfono de nuevo en la mesa y se quedó pensativa.

- ¿Crees que he debido decirle que estábamos los dos desnudos? -Me pregunto pasado un minuto-.

- Si se lo has dicho es porque querías decírselo, así que no te inventes problemas ahora. Tengo que ir al supermercado a comprar algunas cosas.

- ¿También va la gente en pelotas al supermercado?

- No, está fuera de la zona nudista.

- Entonces no te acompaño. -Me dijo riéndose-.

- Te estás picando con lo del nudismo.

- Es posible. ¿Hay piscina en la urbanización?

- Sí. Es el único sitio donde es obligatorio ir desnudo, pero me parece que eso ya no es un problema para ti. Voy a arreglarme.

- ¿Cuándo bajes me indicas dónde está la piscina?

- Por supuesto.

Lola se vino al baño conmigo.

- Voy a volver a espiarte mientras te duchas. -Me dijo sentándose en el borde de la bañera-.

- Esta vez no es espiarme, sino mirarme descaradamente.

- Me gustaba más espiarte, tenía más morbo.

- ¿Cuándo dejaste de hacerlo?

- Cuando tú empezaste a cerrar la puerta. ¿Le has dado ya uso a la bañera?

- Sí, con una mujer espléndida.

- Vas a tener que hacerlo también conmigo o me pondré celosa.

- Lola, no empieces, que te conozco.

Bajamos, ella desnuda con la toalla en la mano y yo vestido. Le indiqué el sitio de la piscina y me fui al supermercado. A la vuelta miré a ver si estaba todavía en la piscina, pero no había nadie.

- Hola, hermana. -Dije al abrir la puerta, sin recibir contestación-.

Dejé las bolsas en la encimera de la cocina y fui a buscar a Lola. Se escuchaba un leve zumbido que provenía de mi dormitorio. La puerta estaba entreabierta y miré al interior. Mi hermana estaba desnuda encima de la cama con los ojos cerrados masturbándose con el succionador de clítoris. Abrió los ojos y debió verme.

- Coño, Lola, ¡cierra la puerta! -Le dije cerrándola yo, con la imagen de mi hermana masturbándose en la cabeza-.

Me fui a ordenar las cosas que había comprado, pensando en lo salida que estaba mi hermana a sus cuarenta y cinco años.

- La había dejado entreabierta para que me vieras al llegar. -La escuché decir a mi espalda-.

- Coño, Lola, a mí me da igual que te hagas una paja o cuarenta si estás excitada, ahora que quieras que yo te vea no parece normal. -Le dije sin volverme hacia ella-.

- ¿No te ha excitado verme?

- ¡Claro que me ha excitado, pero no me parece normal que un hermano mire a otro mientras se masturba! -Le dije volviéndome para verla-.

- Me daba mucho morbo que me vieras. Yo te miraba cuando tú te hacías pajas en la ducha.

- La diferencia es que yo no me las habría hecho de saber que tú me estabas mirando. Tienes que controlar la calentura que gastas, parece que tuvieras dieciocho años.

- ¡Ya te dije ayer que no pienso controlar nada, que no me voy a reprimir más, que estoy harta de hacerlo! Como hermano, en vez de reprenderme, deberías preguntarte porqué estoy así de caliente y ayudarme.

- Tienes razón, Lola, no soy quién para reprenderte.

- ¿Me invitas a una cerveza?

- Claro, a mí también me vendrá bien. -Le dije sacando un par de latas del frigorífico y sirviéndolas en dos vasos-.

- Estás empalmado, se te ha formado un buen bulto.

- Deja mi empalmadura, vamos a sentarnos en la terraza y me explicas porque estás tan salida.

- ¿Qué quieres que hagamos un sicodrama?

- No, quiero entenderte para poder ayudarte. A mí me parece bien que seas una mujer muy pasional, yo también soy un hombre pasional, pero creo que tienes que enfocarlo en otra dirección. -Le dije ya sentados los dos en la terraza-.

- ¿Te vas a quedar vestido mientras yo estoy desnuda?

- Está bien. -Le dije, fui a desnudarme y volví a la terraza con la polla muy morcillona y todavía con la imagen de mi hermana masturbándose en la cabeza-.

- Carlos, yo fui de joven una mujer muy pasional. Me tenía que masturbar a diario y a partir de los dieciséis me tiraba a todo el que se ponía por delante. Al principio con mi marido no me fue mal, pero a partir de tener a las niñas nuestra vida cambió, entré en una especie de letargo sexual. Yo misma me reprimía y el idiota de mi marido no me ayudaba demasiado a liberarme de la represión.

- Conozco el caso, con la diferencia de que yo no tuve tanto éxito de joven como tendrías tú.

- La cosa es que parece que haya ido acumulando el deseo sexual durante años y de pronto este rollo nudista los ha descorchado, como si fueran una botella de champán.

- Te comprendo, pero nosotros somos hermanos y de ninguna forma voy a estropear nuestro cariño.

- Carlos, tu me has gustado siempre como hombre.

- Eso ya me lo dijiste ayer.

- Sí, efectivamente debí estar muy indiscreta. ¿Y yo no te he gustado como mujer?

- A mí ni se había pasado por la cabeza hasta ayer, cuando te vi desnuda y con ganas de guerra. ¿Quieres que llame a una amiga que está en el rollo liberal?

- No o, mejor dicho, por ahora no. Quiero empezar mi nueva vida sacándome la espina que tengo clavada de la anterior.

- No te entiendo.

- Mí deseo permanente era follar contigo y quiero satisfacerlo. Yo no estoy enamorada de ti ni nada de eso, lo mío es puro deseo sexual.

Me quedé de piedra con la confesión de mi hermana.

- ¿Por eso te comportaste ayer así?

- Sí, traté de excitarte para que no me vieras como tu hermana, sino como una mujer atractiva y caliente.

- Pues lo conseguiste, tanto que nos corrimos los dos cuando te ayudé a depilarte. Déjame pensarlo, Lola.

- No, si te lo piensas nunca lo haremos. Tiene que salir de la pasión no de la razón.

- Lola, ayer me lo pasé muy bien contigo, hasta que empezaste con la depilación. No lo estropeemos.

- Hermano, te voy a estar excitando hasta que lo consiga.

- ¿Tú no sabes que tu hermano puede ser un cartujo? -Le dije riéndome-.

- ¿Y tú no sabes lo puta que tu hermana puede llegar a ser? -Me contestó Lola riéndose-.

- ¡Pues vaya plan que tenemos por delante! ¿Comemos en casa o en el chiringo?

- En el chiringo, me apetece lucir mis tetas y mi depilado chocho.

- Eres tremenda.

Me puse el pareo, Lola sólo lo cogió para sentarse, llevándolo en el hombro, cuando fuimos andando a comer.

- ¿Vas a ir por la calle en pelotas? -Le pregunté-.

- No pienso vestirme hasta que me vaya, quiero mantenerte calentito.

Al entrar en el chiringo, que estaba casi lleno, vi a Natalia y a Juan sentados en una mesa.

- Vamos a saludar a los dueños del piso. Son liberales y muy simpáticos. -Le dije a Lola-.

- Él no está mal, pero ella está tremenda. -Me contestó Lola-.

- Carlos, que alegría encontrarnos. -Dijo Natalia levantándose y dándome un pico en la boca-.

- Alegría la mía. Permitidme que os presente a mi hermana Lola, ellos son Natalia y Juan. -Lola besó en las mejillas a los dos-. Creía que no ibais a venir.

- Nos ha invitado Raquel a pasar unos días en su casa. Lola, no nos había dicho Carlos que tuviera una hermana nudista.

- No os lo podía decir porque lo soy desde ayer, no veis las marcas del biquini. Me ha encantado y me pirra lucir el palmito.

- Di que sí, sobre todo con un palmito tan estupendo que lucir. -Le dijo Juan-.

- Gracias. -Le contestó mi hermana-.

- Nosotros estamos terminando de comer, sentaros, tomáis algo y os quedáis con la mesa, nosotros nos tenemos que ir. -Dijo Natalia-.

- No queremos molestar. -Le dije-.

- Carlos, no digas tonterías. -Me contestó Natalia-.

Nos sentamos en las dos sillas libres. Lola empezó a hablar con Juan y Natalia conmigo.

- Totalmente integrados por lo que veo. -Me dijo Natalia-.

- A mí me costó un poquito, pero mi hermana ha sido de ayer a hoy.

- Muy guapa tu hermana.

- Sí, es de lo mejor de la familia. ¿Qué tal Raquel?

- Muy bien. El negocio se ha animado, por fin, y va saliendo de la crisis. Por cierto, me comentó que la habías invitado a comer.

Mientras Natalia hablaba, yo más que mirarla la admiraba. En un momento reparé que ella y mi hermana tenían bastante parecido físico. La verdad es que eran las dos mujeres más guapas y atractivas de chiringo.

- Sí, quería agradecerle todo lo que había hecho por mí.

La camarera vino a traer la cuenta y a terminar de retirar los platos. Le dije que nos íbamos a quedar a comer.

- Natalia, me voy a quedar con el piso, ya no tengo ninguna duda.

- Me alegra, hablaré con Raquel para nos ponga de acuerdo para firmar la escritura. Gracias por comprarlo.

- No, gracias a ti por vendérmelo.

Natalia y Juan se levantaron para marcharse. Nos despedimos con un beso y Juan dijo:

- Es una pena que nos tengamos que ir, podríamos haber tomado una copa como el otro día.

- A ver si podemos quedar y nos vemos con más tiempo. -Les dije yo-.

Se pusieron sus pareos y se marcharon. Lola y yo volvimos a sentarnos. Pedimos la comida y una botella de albariño.

- ¡Qué mujer más atractiva Natalia! ¿Has follado con ella?

- Lola, eso no se cuenta.

- Entonces es que sí. Tienes suerte, jodío, hasta a mí me apetecería pasar un buen rato con ella.

- ¿Eres redonda?

- Yo ya no renuncio a nada.

- ¿Has tenido experiencias con otras mujeres?

- Estás muy preguntón. ¿Te acuerdas de Lucía?

- Ahora mismo no.

- Sí, hombre estuvo un tiempo viniendo a casa a ayudarnos con las tareas.

- Levemente, una mujer rubia como de treinta años.

- Eso es. Yo entonces tenía dieciséis años y estaba deseosa de tener experiencias de todo tipo. Me di cuenta, que ella me miraba mucho las tetas, ya las tenía bastante desarrolladas y duras como piedras.

- ¿Me tienes que contar eso?

- Tú me has preguntado y yo te estoy contestando, por eso los detalles de la narración serán los que yo quiera.

- De acuerdo, Lola, que remedio me queda.

- Un día que estábamos las dos solas en casa, me quedé desnuda en mi dormitorio con la puerta abierta, sabiendo que ella debería pasar por delante, como así fue. Se quedó mirándome sorprendida por la situación y yo le devolví la mirada sin hacer nada por cubrirme. Tienes un cuerpo muy bonito, me dijo. ¿Te lo parece? Yo creo que tengo las tetas demasiado grandes para mi edad. Ella entró en la habitación, llevaba una falda corta y una camiseta lo bastante ajustada para saber que no llevaba sujetador. ¿Te gustan las mujeres? Me preguntó. No lo sé, no he estado con ninguna. ¿Y a ti te gustan las mujeres? Mucho, no me gustan los hombres, son demasiado rudos, adoro acariciar a las mujeres y que ellas me acaricien. Se acercó a mí, me besó en la boca y me cogió las tetas delicadamente, …

- ¿Lo que me estás contando es cierto?

- Qué más da si lo es o no, lo cierto es que tú te has calentado sólo de oírlo.

Yo, efectivamente, había empezado a empalmarme imaginando el dormitorio de mi hermana, a ella desnuda a esa edad y la situación.

- Anda, vamos a comer y déjate de relatos eróticos. -Le dije-.

- ¿Y tú has tenido experiencias homosexuales?

- No, ninguna.

- ¿Y te hubiera apetecido alguna vez?

- Creo que no, aunque sí he tenido algunos sueños en los que las tenía.

- ¿De qué tipo?

- Mamadas y cosas así.

- ¿Se la comías tú a otro hombre u otro hombre te la comía a ti?

- No me acuerdo Lola, vamos a cambiar de tema.

- ¿Te violenta hablar de sexo con tu hermana?

- Un poco, sí.

- ¿Crees que me voy a escandalizar de lo que me cuentes?

- No es por ti, es por mí.

Terminamos de comer hablando de unas cosas y otras, tomamos una copa de sobremesa y volvimos para el piso.

- ¿No te entran más ganas de follar después de comer? -Me preguntó al salir a la terraza-.

- Joder, Lola, ¡ni que estuviéramos en el instituto!

- ¿Tú estabas entonces muy caliente?

- Bastante.

- ¿Y cómo te quitabas la calentura?

- Con una aspirina. ¡Pues como todo el mundo entonces, a pajas!

- Me excita mucho imaginarte haciéndote una paja. ¿Por qué no te haces una ahora delante de mí? O mejor, ¿por qué no nos la hacemos mutuamente? Verás que buena siesta nos echamos después.

Mi cabeza empezó a imaginarse la escena y mi polla volvió a reaccionar empalmándose.

- ¿A qué te apetece? -Me dijo al notar mi erección debajo del pareo-. Si tú no quieres hacérmela, déjame que yo te la haga.

- Lola, en toda mi vida me han acosado como tú lo estás haciendo.

- ¿Tan poco te gusto?

Entre la presión de Lola y la calentura que yo tenía ya, decidí darme por vencido.

- Vale, Lola, vamos dentro.

- Me apetece que sea en la bañera.

- Pues en la bañera.

- ¿Fue a Natalia a la que te follaste en la bañera?

Me preguntó mientras se llenaba la bañera.

- Sí.

- ¿Y su pareja donde estaba?

- Follándose a otra.

- ¡Qué bueno, yo quiero participar en un lío de esos!

- Métete en la bañera.

Lola se metió en la bañera y se sentó con las piernas abiertas, luciendo su chocho depilado. Desde luego mi hermana era una mujer muy atractiva.

- Ven aquí a mi lado. -Me dijo-.

Entré en la bañera y me senté a su lado.

- Lola, me preocupa que esto vaya a estropear nuestra relación de hermanos.

- Carlos, los dos somos adultos y nada va a hacer que cambie mis sentimientos hacia ti.

Cogió mi mano y después de meterse dos dedos en la boca, me la puso en su chocho, luego me agarró la polla con su mano, lo que me electrizó, y cerró los ojos. Yo le acariciaba el clítoris suavemente, mientras ella subía y bajaba su mano por mi polla.

- Carlos, como deseaba estar así. He deseado toda mi vida hacerte una paja y que tú me la hicieras a mí. Siempre que me hacía una paja, que de adolescente no han sido pocas, soñaba con esta escena.

Mi hermana gemía lentamente, mientras que yo me sentía en una situación irreal.

- Se te pone durísima para tener casi cincuenta años.

- Me has puesto muy caliente desde que llegaste.

- ¿Estás disfrutando?

- Mucho, Lola. ¿Y tú?

- No te lo puedes imaginar.

Giré la cabeza para mirarla, seguía con los ojos cerrados. Me acerqué a ella, la besé en la boca y ella me lo devolvió abriéndola y dejando que su lengua jugara con la mía.

- Lola, no voy a tardar en correrme.

- Yo tampoco, pero no paremos, hagámoslo varias veces seguidas.

- ¡Aaaaaggg, aaaaggg, siii, aaagg, …! -Grite al correrme con un enorme placer-.

- ¡Ahora, Carlos, ahora, sigue, sigue, aaahhh, uuuffff, sigue, sigue, …!

Nos corrimos los dos, pero no dejamos de pajearnos ni de besarnos en la boca, hasta que volvimos a corrernos una segunda vez. Nos quedamos un poco de tiempo en la bañera, hasta que Lola dijo levantándose:

- Necesito dormir una siesta.

- Te acompaño con lo de la siesta.

Salimos de la bañera y cogimos una toalla para secarnos.

- Sécame, Carlos, quiero sentir tus manos por todo mi cuerpo.

Lo hice y luego lo hizo ella conmigo. Nos tumbamos en la cama, Lola se quedó dormida al instante y yo decidí ponerme una copa para bebérmela junto a ella. Recostado en el cabecero miré a mi hermana acostada de lado desnuda. Yo seguía empalmado pese a haberme corrido dos veces seguidas. No podía dejar de mirar el fastuoso culo de mi hermana. No quería pensar en lo que había sucedido, pero sí supe que no iba a influir en el amor fraternal que sentía por ella. Después de tomarme la copa me tumbé en la cama y me quedé dormido.

Cuando me desperté Lola no estaba en la cama. Me levanté y fui a buscarla. Se había preparado una copa y estaba de pie en la terraza tomándosela.

- Hola, hermano.

- Hola, hermana, has dormido poco.

- No, eres tú el que ha dormido mucho, son más de las ocho de la tarde.

- Pues entonces sí que me he echado una buena siesta.

- ¿Quieres que te prepare una copa?

- Sí, por favor.

Miré a mi hermana como entraba desnuda en el piso, estaba preciosa. Volvió al momento con la copa.

- Oye, ¿cómo fue eso de follarte a Natalia mientras su pareja se follaba a otra? -Me preguntó-.

- Se lio solo el asunto. Fui a desnudarme, Natalia me esperaba en el salón y vi por el ventanal como Raquel empezaba a follarse a Juan. A partir de ahí empezamos Natalia y yo a follar.

- ¿Así de sencillo?

- Sí, así de sencillo.

- Me gusta ese plan de aquí te pillo, aquí te mato o, mejor dicho, aquí te follo. -Dijo Lola riéndose-.

- Pues sí, a mí también me gustó bastante, con la de vueltas que había que dar para echar un polvo en mi juventud. -Le dije poniéndome a su lado y pasándolo un brazo por los hombros-.

- Te gusta protegerme, ¿verdad?

- Sí, desde que eras una cría. ¿Por qué?

- Por lo que te gusta esa postura de pasarme el brazo por encima.

- Tienes razón.

- A veces me pregunto si hemos protegido lo necesario a Paula.

- No lo sé, Lola, la diferencia de edad hizo que, de pequeña, cada uno de nosotros estuviera a lo suyo.

- Deberíamos tratar de conocerla mejor.

- Es posible, pero ya sabes que es muy cerrada. -Dijo Lola muy pensativa-.

- Sí, es como si fuera hija única.

- ¿Qué tal estás después de lo que ha pasado antes? -Me preguntó mi hermana cambiando de tema.

- Muy relajado. -Le contesté riéndome-.

- Pues entonces igual que yo. ¿No quieres pasar de las pajas, por ahora?

- No lo sé.

- Si es así, te las puedo hacer con las manos, con las tetas, con el chocho, con la barriga, con el culo, con los pies, con los muslos, con la boca, …

- Joder, Lola, ¡vaya catálogo que tienes para haber estado reprimida!

- Tengo mucha imaginación. Y me he imaginado hacértelas de todas las maneras.

- ¿Cenamos algo?

- ¿No quieres que siga con el catálogo? -Dijo riéndose-.

- No, ya me tienes abrumado.

- Pues entonces, anda vamos a cenar algo.

Fuimos a la cocina a buscar algunas cosas frías para cenar.

- Lola, se que me voy a arrepentir de la pregunta, pero ¿cómo es lo de la paja con el culo? -Lola se rio-.

- Ah, ¿te pica la curiosidad?

- Un poco.

- Puede ser de varias formas.

- ¿Ah, que cada una de las pajas que me has dicho tiene variantes?

- Claro. Puede ser de pie, tú me abrazas por detrás colocando tu polla entre mis cachas y yo me muevo, mientras tú me pajeas a mí a la misma vez. Puede ser en la cama, tú te tumbas boca arriba y yo, dándote la espalda me siento sobre tu polla y me muevo. Puede ser …

- Déjalo, Lola, porque me voy a tener que hacer unos dibujos para no perderme.

Sacamos la comida y algo de vino y fuimos a sentarnos a la terraza.

- ¿Sigues dibujando? -Me preguntó mi hermana-.

- Muy de vez en cuando, para no perder del todo la mano.

- Me gustaría que en estos días me dibujases.

- ¿No me digas que desnuda?

- ¡Cómo va a ser, Carlos, si no pienso vestirme hasta que me vaya!

Oímos ruidos en la terraza de al lado. Alguna vez me había encontrado a dos mujeres que entraban o salían del piso o que esperaban el ascensor. Tendrían unos treinta años, una rubia con el pelo corto, bastante delgada que parecía extranjera y la otra morena, guapa de cara, con algún quilo de más, pero muy atractiva.

- ¿Tenías que estar toda la tarde tonteando con la zorra esa de Ingrid? -Dijo una voz con bastante acento, que debía corresponder a la rubia-.

- No exageres Laura, sólo hemos hablado un rato.

- Carmen, porque no te he quitado la vista de encima, sino termináis enrolladas.

Mi hermana y yo nos miramos como diciendo que las vecinas estaban de malas.

- ¡Que yo no quiero líos con más tías, a ver cuándo te convences!

- ¿Y con tíos sí?

- Pues no te diría yo a ti que no, me cansa tanto rollo lésbico. ¿A ti no te pasa igual?

- A mí no, ya sabes que no me gustan los hombres.

Mi hermana juntó su cabeza con la mía.

- Con esa no tienes nada que hacer, a lo mejor, yo sí. -Me dijo en voz baja-.

- Bueno, pero igual con la otra sí, que además es muy vistosa. -Le contesté haciendo con los brazos el gesto de que tenía las tetas muy grandes-.

Mi hermana hizo un gesto con la cara como de incredulidad, ante el tamaño que yo había señalado.

- Y a veces creo que tampoco te gustan las mujeres, porque desde hace tiempo no me haces ni caso. -Le contestó la vecina-.

- Igual tienes razón, Carmen, el trabajo me ha tenido muy absorbida.

- ¿Por qué no aprovechamos la buena noche que hace?

- ¿Estás caliente?

- Yo siempre estoy caliente.

La cara de mi hermana era un poema, gesticulando con lo que decían las vecinas.

- ¿Quieres que vaya por el arnés? -Dijo la extranjera-.

- Luego, ahora quiero que me comas el coño.

- Siéntate y ábrete de piernas. Yo también estoy hoy muy caliente.

Cesó la conversación y empezaron a oírse lengüetazos y gemidos. Mi hermana se levantó y se vino a mi lado.

- Hermano, te ha puesto caliente el rollo lésbico de las vecinas. -Me dijo en voz baja señalando mi polla que volvía a estar en erección-.

- Tú es que no las has visto, pero están bastante buenas. Deberíamos meternos dentro del piso.

- Nosotros no hemos salido a escucharlas, son ellas las que han salido a la terraza a hacernos un audio erótico.

Yo estaba sentado de lado a la mesa, mi hermana me abrió las piernas, se puso de espaldas a mí y me dijo sentándose encima de mi polla, con sus manos apoyadas en mis muslos:

- Te voy a hacer otra variante de la paja con el culo.

- ¿Otra más?

- Sí, es que antes no me has dejado terminar. -El movimiento del culo de mi hermana era delicioso-. Cógeme las tetas, que me excita mucho.

Sus tetas eran grandes, suaves, calientes y duras. Ella suspiró quedamente cuando empecé a sobárselas. Las vecinas se habían animado bastante y los suspiros y gemidos cada vez eran a más volumen.

- Vaya la comida de coño que se están dando. -Me dijo mi hermana-.

- ¿Te gustaría que te lo comieran a ti?

- Si eres tú, sí.

- Lola, esto de la paja con el culo es una delicia.

- ¿Me vas a comer el coño algún día?

- Sí, me apetece mucho comerte ese chocho depilado y grande que tienes.

Lola se levantó un poco, me cogió la polla y empezó a pasársela por el chocho.

- ¿Notas lo mojado que lo tengo? -Me preguntó-.

- Sí, yo también la debo tener bien mojada.

- Mucho.

En la terraza de al lado, una de las vecinas debía estar corriéndose por el escándalo que estaba formando.

- Ve a por el arnés, quiero que me folles. -Dijo la española-.

- ¡Joder con la muchacha, le va todo! -Dijo mi hermana-. ¿Me follarás tú a mí también?

- Vuelve a pajearme con tu culo.

- Ves como sabía que te iba a gustar.

Bajé una mano de sus tetas a su chocho para acariciarle el clítoris.

- Tienes un clítoris enorme

- Ya te lo dije ayer. Hermano, ten cuidado, que así me voy a correr enseguida.

- No importa yo también estoy en el final.

Mi hermana amplió todavía más los movimientos de su culo.

- Me pone a mil verte con esa polla. -Se oyó decir en la terraza de al lado-.

- Pues cómemela primero, zorra. -Le contestó la extranjera-.

- Eres tú el que le tenía que estar dando polla a la boyera hasta que reviente. -Me dijo mi hermana-.

- ¡Lola, por Dios, no seas tan burra!

- ¡Es que estoy burra perdida! ¡Me corro, me corro, aaaagggg, sigue, sigue, sigue, aaagggg, …! -Gritó mi hermana, hasta que le tapé la boca. Su voz tuvo que oírse por narices en la terraza de al lado-.

- ¡Muévete, muévete, así, así, así, aaagggg, sigue, sigue Lola, aaaaggg, …! -Le dije a mi hermana en vos baja cuando empecé a correrme sobre su culo, su espalda y mi barriga-.

- Me tienen que haber oído. -Me dijo-.

- Ellas y la mayor parte de la urbanización. ¿Vamos a la cama?

- Sí. ¿Quieres que te haga otra variante de pajote con mi culo?

- Ahora no, estoy cansado.

- ¡Coño, te pareces a mi ex!

- Pues tú a la mía, te aseguro que no.

Nos aseamos y nos tumbamos en la cama boca arriba.

- ¿Tú crees que se la estará follando ahora? -Me preguntó mi hermana-.

- ¿Quién se estará follando a quién?

- Entre las vecinas.

- No lo sé, Lola, pero me da igual.

Apagamos las luces y nos quedamos dormidos al minuto. Esa noche soñé muy desordenadamente como la vecina rubia se follaba a la morena en todas las posturas con un arnés con una polla enorme.

Me desperté con el sol fuera, miré la hora, las nueve y media. Me levanté porque esa mañana tenía que ir a hacer unas gestiones en el banco. Mi hermana se quedó en la cama tapada de cintura para abajo por las sábanas. Me quedé mirándola de pie, pensando en lo que había sucedido el día anterior. La seguía queriendo igual, incluso algo más, conociendo ahora su debilidad por el sexo y su frustración. Preparé café, me bebí una taza de pie en la terraza, volví a la cocina y le preparé una a mi hermana. Volví al dormitorio, Lola seguía dormida, abrió los ojos cuando me acerqué con la taza.

- Buenos días, hermana. ¿Qué tal has dormido?

- Como los ángeles. -Me contestó incorporándose en la cama-. ¿Hoy no te has levantado empalmado?

- No empieces, Lola, que es muy temprano. -Le dije sentándome de lado en la cama-. Estás muy guapa para estar recién despierta.

- Gracias, hermano.

- Voy a arreglarme, que tengo que salir a hacer unas gestiones.

- ¿En la zona nudista?

- No, en el banco, para poder comprar este piso, mientras vendo el apartamento.

- Tenías comprador, ¿no?

- Sí, pero tardarán un par de meses en firmar y quiero comprar este cuanto antes, no vaya a ser que algo se estropee el asunto.

- ¿Tardarás mucho?

- Un rato sí, ya sabes lo pesados que son los bancos para prestar el dinero.

Mi hermana llevó una mano a mi polla y empezó a jugar con ella.

- ¿No quieres que te haga paja matutina? -Me dijo-.

- ¿Cuál de las de tu catálogo?

- Túmbate en la cama y verás.

La verdad es que me apetecía que me hiciera una paja. Me tumbé boca arriba en la cama, ya con la polla bastante morcillona debido al manoseo que le había dado mi hermana. Ella se movió y se puso sobre mi mirándome con su chocho bastante abierto sobre mi polla y sus manos en mi pecho.

- Lola, te acabas de despertar y ya lo tienes empapado.

- Claro, no eres tú solo el que se despierta calentito en esta familia.

- Sabes que tienes unas tetas preciosas, de las mejores que he visto.

- ¿Cómo de las mejores? Las mejores que has catado. -Se inclinó hacia mí y, sin dejar de mover las caderas, me puso un pezón en la boca y mi polla terminó de empalmarse-.

- ¡Qué delicia de pezón tienes!

- Y tú, que delicia de polla.

Le cogí las tetas y fui comiéndomelas y mordiéndole los pezones cada vez con más fuerza. Metí la cabeza entre sus tetas y ella las movió de un lado a otro.

- Deberíamos haber hecho esto cuando estaba embarazada de las niñas. No te puedes imaginar como se me pusieron de gordas y de duras. -Me dijo-.

- Sí, recuerdo haber pensado alguna vez entonces en cómo se te habían puesto las tetas.

- ¡Qué pervertido! ¿Te fijabas en las tetas de tu hermana?

- Nada de pervertido, es que saltaban a la vista.

- ¿Te gusta lo que te hago?

- Mucho, es como si te hubieras puesto lubricante en el chocho.

- No he usado nunca de eso, mi chocho es muy generoso segregando jugos.

- ¿No dicen que las mujeres van segregando menos con la edad?

- Esas serán las de los anuncios de la tele. Yo cada vez segrego más, debe ser que cada vez estoy más caliente. ¿Estás ya, porque yo no aguanto más?

- Cuando quieras, yo tampoco aguanto mucho más.

- Ayer noche deberías haberle dado tu polla a la vecina para que te la comiera, así dura y caliente como la tienes ahora y no que la pobre se tendría que conformar con un cacho de plástico. ¡Carlos, me corro, me corro, córrete tú también, aaaggg, aaaggg, …!

- ¡Yo también!

- ¡Lo noto, córrete todo lo que puedas!

- ¡Aaaaggg, aaaggg, siiii, que fuerte y que largo, aaaggg, …! -Le dije al correrme-.

- Ya puedes ir a hacer tus gestiones, que yo me voy a quedar un rato más en la cama, disfrutando de la corrida que me he pegado.

- ¿Me esperas en casa? -Le dije levantándome-.

- Sí, estaré aquí o en la piscina.

Sobre las diez y media salí del piso, dejando a mi hermana en la cama. Las gestiones se prolongaron más de lo previsto y hasta cerca de la una no pude volver a casa. Cuando entré en el piso, mi hermana me había dejado una nota:

“Carlos, estoy en casa de las vecinas, ven desnudo a buscarme y tomar un vino con ellas. Besos de tu pareja”

¿Pareja? Pensé. ¿Que estará liando mi hermana con las vecinas? Me desnudé, me puse un pareo y fui a buscarla.

- Hola, vecino, pasa, te estábamos esperando -Me dijo Carmen, la morena española, cuando me abrió la puerta desnuda, dándome dos besos en las mejillas-.

- Gracias.

Carmen estaba tremenda, dos tetas entre grandes y muy grandes con unas areolas también grandes y oscuras, una bonita figura con un pequeño michelín y un hermoso culo redondo y carnoso.

- Ah, hola, Carlos, mira Laura y Carmen, nuestras vecinas, él es Carlos, mi pareja. -Dijo mi hermana, dándome un pico en la boca-.

- Encantado. -Dije dándole dos besos en las mejillas a Laura, mientras pensaba a qué coño estaba jugando mi hermana-.

- Hemos estado juntas en la piscina, hemos descubierto que éramos vecinas y me han invitado a tomar un vino mientras te esperaba. -Dijo mi hermana-.

- ¿Qué quieres tomar? -Me preguntó Carmen-.

- Lo que estéis tomando.

- Vino blanco, ¿entonces?

- Perfecto.

- Laura, ayúdame y sacamos algo de picar. -Dijo Carmen y las dos entraron al piso-.

- ¿Cómo, pareja? -Le dije a mi hermana en cuanto salieron-.

- Si le digo que somos hermanos no hay rollo.

- ¿Pero qué rollo tiene que haber?

- Pues no viste ayer la calentura que tienen estas dos.

- ¿Y tú no?

- Claro que yo también, eso ya lo sabes tú.

Volvieron Carmen y Laura. Laura era una mujer alta, delgada, rubia, de tipo nórdico, con unas tetas pequeñas, moreno integral y vello rubio recortado en el monte Venus. Dejaron algunos platos en la mesa y Carmen me pasó una copa de vino y se quedó a mi lado.

- ¿Sois propietarias del piso? -Le pregunté-.

- ¡Qué más quisiéramos! No, lo hemos alquilado una quincena este año por primera vez. Nos vamos dentro de un rato. ¿Y vosotros?

- Lo hemos alquilado, pero yo pretendo quedarme a vivir aquí y es muy posible que lo compre.

- ¿Dimos mucho escándalo anoche?

- No sé a qué te refieres. -Le contesté haciéndome el tonto-.

- Sí que lo sabes, aunque tu pareja tampoco se quedó corta.

- Son cosas que pasan las calurosas noches del verano almeriense.

- ¿Sabes lo que pasa? El rollo nudista nos tiene todo el día caliente a las dos. ¿A vosotros no os pasa también?

No estaba cómodo con aquella conversación sobre las calenturas de uno u otro, con una mujer a la que no conocía de nada. Pero mi hermana debía sentirse comodísima, porque no tardó en terciar en la conversación.
 

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
6,191
Likes Recibidos
2,497
Puntos
113
 
 
 
-
Un Giro a mi Vida Después de Divorciarme – Capítulo 004


Y que lo digas, Carmen. Carlos se vino al piso antes, yo no estaba muy convencida de que la zona me gustase. Pero ahora, a los dos días de llegar, no la cambiaría por ninguna otra zona. Estoy como una moto todo el día y eso a mi edad se agradece, sobre todo, si estás con un hombre que sabe darle a una mujer lo que ella quiera. -Dijo mi hermana empezando a sobarme el culo de manera ostensible-.

- Esto lo deberían prescribir en las terapias de pareja. -Dijo Carmen-.

- A nosotras, los años de relación, nos habían atacado a la pasión del principio. Ha sido llegar aquí y volver a sentir la pasión de los primeros días. -Dijo Laura, cogiendo por la cintura a Carmen-.

- Carlos, ¿por qué no te quitas el pareo? No vamos a ver nada que no hayamos visto ya.

Miré a mi hermana con mirada asesina. Estar con aquellas tres mujeres desnudas me había empezado a animar y notaba mi polla bastante morcillona.

- No sé, Lola, igual les molesta a ellas. Y yo no sé lo que ellas hayan visto o no.

- A mí desde luego no me molesta lo más mínimo. -Dijo Carmen mirando el bulto que mi polla le estaba produciendo al pareo-.

- A mí tampoco me molesta, simplemente no me siento atraída por el miembro masculino. -Dijo Laura-.

- Ves, Carlos. No vayas de raro y quítate el pareo. -Me dijo mi hermana-.

Mi hermana volvió a salirse con la suya y me quité el pareo ante la aparente expectación de Carmen.

- A que es bonita. -Dijo mi hermana, a la que yo cada vez deseaba más estrangular-.

- Sí que lo es. -Dijo Carmen-.

- Como objeto no está mal. -Dijo Laura en tono bastante seco-.

- ¿Podemos hablar de otra cosa? -Me defendí-.

- Por supuesto, acercaros a comer algo. -Dijo Laura-.

Me acerqué a la mesa y cogí un poco de jamón y un poco de queso. Carmen y Lola siguieron donde estaban.

- ¿Qué tal la maneja? -Escuché que le preguntaba Carmen a mi hermana-.

- De maravilla, ¿te gustaría probarlo? Lastima que esté tu novia, parece bastante celosa. - ¿Ahora mi hermana me ofrece como si fuera un coche o unos bombones? Pensé-.

- No, nosotras tenemos un acuerdo, como yo soy bisexual, me deja follarme los hombres que quiera, pero no mujeres, y como ella es lesbiana radical, yo la dejo tirarse a otras mujeres.

- ¡Qué buen acuerdo! -Dijo mi hermana-.

- ¿Y vosotros cómo os lo montáis?

- Nosotros somos bastante liberales.

Mi hermana se estaba pasando tres pueblos y nos iba a meter en un lío.

- ¿Me permites hablar un momento con Lola? -Le dije a Carmen-.

- Claro, tendréis cosas que hablar. -Dijo Carmen y se fue junto a Laura, al lado de la mesa-.

- ¿Tú a qué estás jugando? -Le pregunté a mi hermana-.

- ¿Tú no eras tan liberal? Me apetece montármelo con la nórdica y te estoy preparando el camino para que te folles a la morena de las tetas.

- ¿Te has vuelto loca?

- No, me gustaría verte follando a la morena, mientras Laura me come el coño, que lo debe hacer de maravilla.

- ¿Os pasa algo? -Nos preguntó Laura-.

- Nada importante. -Le contestó mi hermana dejándome solo para acercarse a Laura-.

- Antes me ha dicho tu pareja que vosotros sois bastante liberales. ¿Tienes algún problema conmigo? -Me preguntó Carmen poniéndose a mi lado, de espaldas a Laura y Lola-.

- Ningún problema, ¿qué problema iba a tener?

- Las veces que nos hemos cruzado en el rellano no me pareciste gran cosa, pero desnudo te conviertes en un maduro muy apetecible.

- Carmen, tu eres una mujer muy atractiva, pero la situación me resulta un poco violenta delante de Lola.

Lola había empezado a besarse apasionadamente con Laura. ¡Tú eres tonto, Carlos! Me dije. Tienes la oportunidad de follarte a una tía que está buenísima y que tiene quince o veinte años menos que tú, ¿qué problema hay? Olvídate de que tu hermana esté delante. Sin decir nada más abracé a Carmen y la besé en la boca.

- Esto me gusta mucho más. -Me dijo Carmen-. ¿Te molesta si te cojo la polla?

- ¿Por qué iba a molestarme? Lo estoy deseando.

Carmen me cogió la polla y volvió a besarme en la boca. Yo puse mis manos en su culo. Pese a su buen tamaño, lo tenía bastante duro.

- ¿Vas al gimnasio para tener un culo así? -Le pregunté-.

- No es que vaya, es que casi no salgo. Soy tendente a coger peso y me tengo que cuidar para estar así de buena.

- Desde luego merece la pena el esfuerzo. -Le dije sobándole el culo-.

- Se está poniendo la polla durísima.

- ¿Cómo quieres que se me ponga con lo bien que la manejas?

- ¿Te gusta el sexo oral?

- Como al que más. ¿Y a ti?

- Me vuelve loca comerme una polla y que me coman el coño.

Carmen tiró de mi hasta una tumbona grande y le bajó el respaldo.

- Túmbate. -Hice lo que me dijo y ella se puso encima de mí, para hacer un “69”-.

Tenía el coño brillante y muy rosado, con unos labios menores bastante grandes. Se los abrí con las manos y empecé a lamérselos. Ella, con mucha habilidad, me cogió la polla con la boca sin ayudarse de las manos. Vi que mi hermana estaba de pie con las piernas abiertas y algo flexionadas y que Laura, en cuclillas, le estaba comiendo el coño.

- Me estás poniendo muy caliente con tu lengua. -Me dijo Carmen-.

- No es verdad, tú ya estabas muy caliente.

- Es cierto, pero ahora lo estoy mucho más. -Me contestó riéndose-.

Carmen movía la cabeza arriba y abajo con mi polla dentro de su boca, apretada por sus labios.

- Me la comes de maravilla. -Le dije-.

- Cállate y sigue comiéndome el coño, que lo estás haciendo muy bien. -Me contestó-.

Oía gemir a mi hermana, que ahora tenía una mano en la cabeza de Laura y con la otra se sobaba las tetas y se tiraba de los pezones. Empecé a sobarle a Carmen el ojete y ella emitió un sonido gutural de placer. La mamada de Carmen me estaba llevando al límite de mi resistencia, así que me apliqué sobre su coño y su ojete, para conseguir que se corriera a la misma vez que yo. Ella me cogió la polla con una mano y empezó a golpearla contra sus tetas.

- ¡Carlos, me voy a correr, sigue acariciando mi ojete!

- ¡Y yo también, date más fuerte en las tetas, que escuche como golpea!

- ¿Así está bien? -Me preguntó cuando empecé a escuchar los golpes que se daba con mi polla en las tetas, a la misma que los sentía con mucho placer-.

- Sí, de maravilla.

- ¡Aaaaggg, sigue Laura, sigue comiéndolo que me estoy corriendo, aaaggg, qué bueno, sigue, sigue, sigue, …! -Escuché decir a mi hermana y sus gritos de placer terminaron con mi resistencia-.

- ¡Uuuuffff, me corro Carmen, toma, toma, aaaaggg, …! -Grité al correrme sin que Carmen parase de golpear mi polla contra sus tetas-.

- ¡Y yo también me corro, no pares, sigue comiéndomelo, sigue, sigue, aaaagggg, aaaggg, …! -Carmen me llenó la boca con los jugos que empezó a segregar al correrse-.

- ¡Qué bien hemos empezado la despedida de las vacaciones! -Escuché decir a Laura-.

- ¿Quieres otra copa de vino? -Me preguntó Carmen-.

- Sí, me gustaría.

Carmen se levantó, lo que me permitió sentarme en la tumbona. Mi hermana, con cara de sentir placer todavía, vino a sentarse a mi lado.

- ¿Qué tal estás? -Me preguntó-.

- Pues ya ves, con cara de tonto todavía de la corrida que me he pegado. ¿Y tú?

- La nórdica lo come de maravilla. Me hubiera gustado más que me lo hubieras comido tú, pero ya caerá. Carmen te debe haber reventado la polla contra sus tetas.

- Pues sí, pero me ha matado del gusto.

- Bueno es saberlo.

Carmen y Laura se acercaron a nosotros con dos copas de vino en las manos. Laura le pasó una a mi hermana y se sentó a su lado, mientras que Carmen se sentó primero en mis piernas y luego me pasó la copa.

- Sigues empalmado. -Me dijo al oído-.

- Sí, me está pasando desde que estoy aquí.

- ¿Y te dura mucho o tenemos que ir con prisa?

- No hay prisa.

- Perdonadme la indiscreción, pero anoche no pude evitar oír algo sobre un arnés.

- Sí, ¿por qué? -Le preguntó Laura-.

- Porque me gustaría ponérmelo.

- ¡Lola! -Le dije-.

- Lola, ¿qué? -Me contestó-.

- Que eso es muy íntimo.

- ¡Coño y el “69” que habéis hecho Carmen y tú no lo es! ¿Me lo prestas? -Le dijo a Laura-.

- Por supuesto, voy a buscarlo, me pone mucho sólo pensarlo. -Le contestó Laura levantándose y entrando en el piso-.

- ¿No has usado nunca un arnés? -Le preguntó Carmen a mi hermana-.

- No, pero me lo he imaginado muchas veces. -Vaya con la cabeza de mi hermana, pensé-.

- Verás como te transformas cuando te lo pongas.

- ¿Sí?

- Sí, te entran unas ganas enormes de que le hagan una paja y de que te lo coman.

- Pero si es de plástico.

- Por eso te decía que te transforma, porque te crees que forma parte de ti.

¡Qué barbaridad, como están estas mujeres! Pensé. Volvió Laura con el arnés. La polla falsa era realista y bastante grande.

- Levántate, que te lo voy a poner. -Le dijo Laura-.

Las caras de mi hermana y de Carmen eran de auténticas viciosas. Laura metió el arnés por una de las piernas de mi hermana, se lo subió hasta la entrepierna, luego cerró dos cintas alrededor de su cadera y, por último, le ajustó la otra. Casi no podía reconocer la cara de mi hermana, por la expresión de vicio que tenía. Sin embargo, debía reconocer que su imagen era de lo más morbosa.

- ¿Te ha quedado bien cogida? -Le preguntó Laura-.

- Como si fuera mía. -Contestó mi hermana agarrando la polla falsa fuertemente con una mano, subiéndola y bajándola después-. Sí que es verdad que te transforma.

- ¿Quieres que te la coma? -Le preguntó Carmen-.

- Prefiero que el primero sea Carlos. -Dijo poniéndose frente a mí-.

- ¡Lola, déjate de gilipolleces!

- ¡De gilipolleces nada, me la vas a comer! -Me dijo acercándome la cabeza y poniéndome en los labios aquella cosa-.

- Pero Lola, que es un trozo de plástico y silicona. -Le dije-.

- No, te aseguro que ahora para mí es mi polla y quiero que tú seas el primero en comérmela.

Miré a mi hermana a los ojos, me lo estaba diciendo totalmente en serio. Abrí la boca y mi hermana me introdujo la polla. Laura se puso detrás de Lola y apretándose contra su espalda le cogió la polla falsa con una mano, mientras que con la otra le sobaba las tetas. Carmen se sentó a mi lado, se inclinó y empezó a comerme la polla otra vez. Puse mis manos en las caderas de mi hermana para controlar su balanceo adelante y atrás.

- Carlos, me estás dando mucho placer con tu mamada. -Me dijo mi hermana-.

A mí me estaba poniendo muy caliente la situación.

- Cada vez que se la he comido a un tío, al ver su cara de placer, deseaba haber tenido yo también una polla, para que el tío me la comiera a mí también y sentir ese mismo placer.

Carmen se incorporó y cogiendo la polla falsa de mi hermana se la metió ella en la boca. Al rato, Laura se puso a cuatro patas sobre la tumbona, invitando a mi hermana a que se la follase por detrás.

- ¿Tienes lubricante? -Le preguntó mi hermana-.

- No hace falta, estoy empapada de jugos.

Mi hermana le colocó a Laura la punta de la polla falsa a la entrada del chocho y empezó a metérsela. Ambas tenían la cara desencajada con gestos entre el vicio y un inmenso placer. Carmen se puso de espaldas a mí, me cogió la polla y empezó a penetrarse, sin perder ojo de la follada que mi hermana le estaba pegando a su novia. Llevé mis manos a sus tetas. Eran deliciosas, grandes, suaves y con la dureza justa.

- Hacía tiempo que no me follaba una polla tan dura. -Me dijo-.

- Gracias. Antes de venir a vivir aquí, hacía tiempo que no se me ponía así.

Yo miraba a mi hermana estaba realmente atractiva follándose a Laura. Carmen se apoyó en mis muslos para echarse hacia delante y empezar a comerle las tetas a mi hermana, sin dejar de subir y bajar sobre mi polla.

- Sóbale el clítoris, le encanta. -Le dijo Carmen a mi hermana, que inmediatamente empezó a hacerlo-.

- ¿A ti te gusta también? -Le pregunté a Carmen-.

- Claro que me gusta, como a cualquier mujer.

Llevé una mano al clítoris de Carmen, que empezó a gemir al notar mis dedos.

- ¡Me voy a correr! -Dijo Laura-.

- ¡Yo también! -Le contestó mi hermana-.

- ¡Fóllame más fuerte, que me estoy corriendo, aaaggg, así, así, siiii, aaaggg, …! -Gritó Laura al minuto-.

- ¡Aaaaggg, aaaggg, me corro, me corro, siiii, …! -Gritó Carmen, cogiéndome desprevenido-.

- ¿Me puedo correr dentro? -Le pregunté-.

- Sí, córrete dentro.

- ¡Aaaahhh, me corro, siiiii, aaaggg, …! -Gritó también mi hermana al correrse con la cara tensa y roja-.

- ¡Siiii, uuuuffff, toma, toma, toma, todo para ti, siii, …! -Grité yo incapaz de soportar la cara de placer de mi hermana sin correrme-.

Mi hermana se echó hacia atrás y le sacó la falsa polla a Laura, que se recostó en la tumbona. Carmen se puso de pie y luego se agachó para besar a Laura en la boca. Mi hermana se sentó sobre mí de cara y también me besó en la boca.

- Lástima que tengamos que irnos. -Dijo Laura-.

- Sí que es una lástima. -Dijo mi hermana levantándose y quitándose el arnés para devolvérselo a Laura-.

- Quédatelo como un recuerdo de nosotras. -Le dijo Laura, como si el cacho polla fuera un imán para la nevera-.

Nos besamos los dos con ellas, cogimos nuestros pareos y nos fuimos llevando mi hermana el arnés cogido por la polla.

- A que ha estado bien. -Me dijo mi hermana, acercándose al frigorífico para poner hielo en dos vasos-.

- Sí, bastante, bastante bien.

- Me ha gustado ver como te la comía Carmen y como te la follabas después.

- Y a mí verte con el arnés, follándote a Laura.

- Cuando quieras me lo pongo para ti. -Me dijo mi hermana pasándome un vaso de whisky-.

- Me apetece relajarme con un baño. ¿Te vienes?

- Sí, yo también necesito relajarme.

Llené la bañera e invité a mi hermana a meterse.

- Me gusta el invento este de la bañera redonda. -Me dijo cuando se sentó dentro de ella-.

- Y a mí, creo que le voy a dar bastante uso. -Le contesté sentándome a su lado-.

- Me gusta estar así contigo. -Me dijo apoyando su cabeza en mi hombro-.

Miré nuestro reflejo en el espejo que cubría toda la encimera del lavabo. Mi hermana se veía preciosa. Tenía las tetas rosadas de tomar el sol desnuda.

- Se te está quitando la marca del biquini.

- Sí, pero tengo que tomar más el sol, quiero lucir por primera vez en mi vida un moreno integral. -Dijo mirándose las tetas-.

- Ten cuidado de no quemarte, son unas zonas muy sensibles.

- Sí, muy sensibles para todo. -Dijo riéndose-. ¿Tú te quemaste?

- Yo no me pongo al sol.

- Me gustaría estar más días contigo, pero en dos o tres días tengo que volver a Sevilla, temo lo que las niñas estén haciendo.

- ¿Has hablado con ellas?

- No, es bueno que corra el aire durante unos días.

- ¿Cómo están mis sobrinas?

- Son dos mujeres, se han desarrollado mucho desde que no las ves. Me gustaría que vinieran por aquí, a ver si se les quita parte de la tontería.

- Pero Lola, ¿cómo van a venir por aquí?

- Pues viniendo. Si quieren ponerse en pelotas, que lo hagan, y si no quieren, que no lo hagan.

- Estás tú muy moderna.

Nos quedamos un rato en silencio bebiendo de nuestros vasos.

- ¿Sabes algo de tu ex? -Me preguntó mi hermana-.

- Nada de nada, no debe haber tenido averías en su casa. -Lola se rio de la ocurrencia-.

- Nunca me gustó para ti. Demasiado seca, sabía que no te iba a hacer feliz, tu necesitabas una mujer como yo.

- ¿Te pusiste celosa cuando me casé con ella?

- Celosa no, pero me dio envidia que ella pudiera disfrutarte y yo no.

- Tampoco me disfrutó mucho. -Le dije riéndome-. ¿Y tú sabes algo de tu ex?

- Nada, que se vaya a la mierda el muy picha floja.

- ¿Cómo se te ocurrió casarte con un tío tan tonto?

- Al principio no era tan tonto, pero luego consiguió unas cotas de gilipollez importantes. Vamos a dejarlo, que no quiero acordarme de él.

- Tienes razón, que les vayan dando a los dos, que bastante nos han amargado la vida.

- Voy a salirme porque me estoy poniendo como un garbanzo.

- Todavía puedes tomar un rato el sol en la terraza.

- Eso es lo que voy a hacer. ¿Te vienes?

- No, voy a dormir un rato.

Nos salimos los dos de la bañera. Volvimos a secarnos el uno al otro.

- Hermano que buena polla tienes.

- Y tú qué buena estás entera.

Lola se fue a la terraza, yo me tumbé en la cama y me quedé dormido enseguida. Debí hacerlo profundamente porque estuve casi todo el tiempo soñando. Cuando abrí los ojos, Lola estaba sentada a mi lado en la cama mirándome.

- ¿Qué hora es? -Le pregunté-.

- Las siete y media.

- Pues sí que me he dormido.

- Y profundamente. ¿Qué estabas soñando?

- ¿Por qué?

- Porque me has nombrado varias veces en sueños.

Recordé vagamente uno de los sueños y era bastante tórrido.

- No lo recuerdo.

- No me mientas.

- Lola, no quiero contártelo.

- ¿Qué era, muy guarro?

- Bastante.

- Razón de más para que lo cuentes.

- No me vas a dejar hasta que no te lo cuente, ¿verdad?

- En efecto, empieza.

- Espera a ver si consigo ponerlo en pie.

Era imposible que pusiera en pie el sueño, así que decidí inventármelo y jugar yo esta vez a excitarla a ella.

Éramos todavía unos adolescentes, yo tendría dieciocho o diecinueve años y tú pues catorce o quince. Tenía que decirte algo, no sé qué cosa, fui a tu habitación, la puerta estaba cerrada, pero como solía hacer entré sin llamar. Estabas en sujetador y tanga mirándote al espejo. Me quedé parado admirándote, estabas preciosa.

- Pasa, iba a ir ahora a tu habitación para que me dieras tu opinión sobre este conjunto. -Me dijiste-.

Por primera vez me fijaba en tu físico, era ya el de una mujer. Las tetas te llenaban el sujetador y el tanga resaltaba tu redondo y apretado culo. Noté que me estaba empalmando.


- ¿Así como ahora? -Me dijo mi hermana cogiéndome la polla-.

- Sí, así como ahora. Pero si empiezas no voy a poder contártelo. -Mi hermana hizo caso omiso y siguió sobándome la polla-.

- ¿Qué me dices? Me lo quedo o lo cambio.

- No lo sé, no entiendo mucho de ropa interior.

- Carlos, la cosa es sencilla, ¿te excito o no?

- Excitarme, sí que me excitas.

- Acércate que lo compruebe.

Me acerqué a ti y tú pusiste una mano en mi entrepierna, en la que descubriste mi polla como un palo.


- Parece que sí te resulto excitante. -Me dijiste sobándome el paquete, lo que produjo que una fuerte corriente eléctrica cruzara por todo mi cuerpo-.

- ¿Te has follado ya a tu novia? -Me preguntaste sin dejar de sobarme la entrepierna-.

- No tengo novia.

- Bueno, pues a la fea esa con la que sales.

- No, no he follado con ella y no es fea.

- ¿Por lo menos le habrás metido mano?

- Yo no era tan preguntona de chica. -Me dijo mi hermana-.

- Pero te has vuelto preguntona y tocona de mayor. -Le contesté-.

- Sigue, anda, a ver qué pasa.

- Sí, algunos buenos lotes nos hemos dado. -Continué con el sueño-.

- ¿Y qué os hacéis?

- ¿Para qué quieres saberlo?

- Para saber hasta dónde puedo llegar con los chicos sin parecer demasiado guarra. -Me contestaste-. O mejor que contármelo, ¿por qué no me lo haces?

- Lola, eres mi hermana pequeña.

- Por eso, enséñame.

- ¡Joder, hermano, ya entonces eras tonto! -Exclamó Lola-.

- ¡Y tú una salida!

- No te lo tomes a mal y sigue con el sueño, que está poniendo interesante.

- ¿Os morreáis? -Me dijiste besándome en la boca con mucha lengua-.

- Sí.

- ¿Te mete ella la lengua en la boca?

- Sí.

- ¿Y te muerde los labios como yo?

- No, eso no.

- ¿Le coges el culo metiéndole las manos debajo de la falda?

- Cuando lleva falda.

- Que es casi siempre, porque le gustará que le sobes el culo. Sóbamelo ahora. ¿Le coges las tetas?

- Cuando me deja, sí.

- Quítame el sujetador y sóbame las mías.

- Ves, esa ventaja tenemos ahora, que no hace falta que me quites el sujetador para que me las sobes. -Me dijo cogiéndome las manos y poniéndolas en sus tetas-.

- Ahora las tienes bastante más grandes que en el sueño.

- Pues aprovéchate, que todavía están duras.

- ¿Y ella te coge la polla?

- No siempre, sólo cuando le insisto mucho para que me haga una paja. -Empezaste a abrirme los pantalones y bajarme la cremallera de la bragueta-.

- ¿Y a ti te gusta que te la coja?

- Claro.

- ¿Se te pone así de dura con ella?

- Creo que sí.

- ¿Te la chupa o sólo te la manosea?

- Me la manosea, pero dice que le da asco meterse mi polla en la boca.

- A mí no me da asco. ¿Quieres que la coma?

- Lola, espera un poco. -Podía ser la primera mamada de mi vida y sabía que me correría de inmediato-.

- ¿Y tú le comes el coño a ella?

- Sí, me lo pide a menudo.

- ¡Que lista, te pide que le comas el coño, pero le da asco comerte la polla! ¿Cómo lo tiene?

- Con mucho vello y le huele muy fuerte.

- Yo, sin embargo, lo llevo bastante corto. Mira. -Te ladeaste el tanga y me enseñaste el chocho. Llevabas el vello muy corto-. ¿Te lo quieres comer?

- Sí. -Te bajaste el tanga y te tumbaste en la cama-.

- ¡Y vaya si me lo vas a comer! Me estás poniendo a mil con el puto sueño. -Me dijo mi hermana, tumbándose en la cama, doblando y abriendo las piernas-.

- ¿Quieres que te lo coma?

- No, me he puesto así para hacer gimnasia. Sigue contándome el sueño.

- ¿Cómo voy a hacer las dos cosas, Lola?

- Bueno, pues entonces sigue con el sueño mientras te la como yo a ti. -Se movió, se puso de rodillas en la cama a mi lado y empezó a comérmela por primera vez. Yo llevé una de mis manos a su clítoris para acariciárselo-.

- Así, así, lo haces bien. -Me dijiste cuando empecé a pasar la lengua por todo tu chocho-.

- ¿Te lo han comido ya?

- Chicos, no, pero algunas amigas nos juntamos y a veces nos animamos bastante.

- ¿Qué amigas?

- ¿Para qué quieres saberlo?

- Pues para comérselos también y que ellas me la coman a mí.

- ¡Qué bonita actividad para dos hermanos! -Escuchamos decir en la puerta del dormitorio. Miramos y era Lucía-.

- ¿La que te conté el otro día, que habíamos tenido lío? -Me preguntó mi hermana-.

- Sí y no.

- Aclárate.

- En nombre sí era el suyo, pero la mujer que estaba en la puerta tendría unos cincuenta años, morena, peinada con un moño y entrada en carnes. Llevaba una bata de estar por casa.

- ¡Qué barbaridad, que giro de los acontecimientos en el sueño! Se pone todavía más interesante. Sigue.

- No es lo que parece. -Le dije tratando de taparme el nabo, mientras que tú no hacías nada por cubrirte-.

- ¿Entonces qué es?

- Lola me ha llamado porque decía que le picaba mucho la vagina, que por favor se la mirase, a ver si tenía algo.

- La única verdad que has dicho es que le picaba y todavía le seguirá picando el chocho. ¿Sabes que a mí también me pica?

- Lucía, ¿quieres que mi hermano te lo mire también a ti? -Le preguntaste con un tono de viciosa que daba miedo-.

- Claro, ven para acá jovencito. -Me dijo Lucía abriéndose la bata. Debajo no llevaba nada. Tenía unas tetas enormes, una barriga llena de michelines y un pelucón en el chocho de mucho cuidado-.

- ¡Vaya imagen, Carlos!

Me lo estaba pasando de maravilla excitando a mi hermana con el supuesto sueño.

- ¿Qué quieres, si así era en el sueño? Lola, me estás haciendo una mamada de escándalo.

- ¿Te gusta? Fíjate lo que te perdiste en el sueño por tonto.

- Sí, Lucía, ¿pero no le contarás nada de esto a mamá? -En el sueño Lucía abrió las piernas, las flexionó y se abrió el chocho con las manos, Yo me puse en cuclillas entre sus piernas, agarrándome a sus michelines para no caerme y empecé a comérselo-.

- Depende de cómo lo hagas, así que esmérate. ¿Tengo algo dentro para que me pique tanto?

- Creo que no, lo tienes muy húmedo y rosa. -Tú aprovechaste para acercarte y tener una mejor visión de la lamida de coño que yo le estaba haciendo a Lucía-.

- ¿Quieres follártelo? -Me preguntó Lucía al rato-.

- Si tú quieres, sí. -Lucia me levantó me cogió de la mano y me llevó junto a la cama, se puso a cuatro patas, se ladeó la bata dejando su enorme culo al descubierto y se restregó varias veces el chocho con las manos ensalivadas-.

- ¡Fóllame! -Me dijo. Yo me puse detrás de ella de rodillas en la cama y se la metí hasta donde me dejaba su culazo-. ¿A qué esperas para moverte? -Luego se dirigió a ti, que seguías desnuda de pie-. ¡Y tú ven aquí, que tengo ganas de comerme el chocho de putita ese que tienes!

- No recuerdo yo que pasara por casa ninguna mujer de esas características. -Dijo Lola, a la que yo seguía acariciándole el clítoris-.

- Es un sueño, Lola. Su físico me recuerda mucho a Purita, la amiga de mamá, ¿te acuerdas?

- ¡Pero si Purita estaba gorda para reventar!

- Por eso Lucía me la recuerda.

- ¿Cómo consigues acordarte del sueño con tanto detalle?

- ¿Y tú cómo te tragas todo lo que yo te cuento?

- ¿Te lo estás inventando?

- ¿No te excita aún más que sea así?

- ¡Eres un cabrón, aunque es verdad, que me excita más que sea una narración tuya!

- ¿Te parece que tengo la mente muy sucia?

- En eso somos iguales.¿Me comía el coño Lucía en el sueño?

- Sí, hasta que las dos os corristeis juntas.

- Pues, cómemelo ahora. -Me dijo poniéndose de rodillas con mi cabeza entre sus piernas, para que se lo comiera, apoyando una mano en mi pecho y cogiéndome la polla con la otra-. ¿Te gusta comerte mi chocho?

- Mucho. Es muy grande y te huele a mujer caliente.

- ¿Sabrás tú a qué huele una mujer caliente, si hasta hoy no me lo estás comiendo?

- Estabas muy guapa y sexi en el sueño. Me he puesto muy caliente al imaginarte en ropa interior con tus catorce o quince años.

- Con esa edad estaba preciosa y caliente todo el santo día.

Tenía las manos en el culo de mi hermana.

- ¿Cuándo se te puso el pedazo de culo que tienes? -Le pregunté-.

- Después de tener a las niñas empecé a ir al gimnasio para recuperar la figura. Entonces fue cuando se me puso grande, duro y respingón.

- Se pondría contento tu ex.

- Mi ex ni se dio cuenta el cabrón, fíjate lo que me miraría.

- Lola, me voy a correr.

- No te corras todavía, espera, que quiero que te corras en mi boca. -Me contestó, doblándose por la cintura hasta alcanzar mi polla-.

- Uuuufff, Lola, ¡qué rico!

- Córrete cuando quieras, que yo también me voy a correr, no quites tu boca de mi coño.

- ¡Aaaaggg, toma hermana, todo para ti, aaaaggg, siiii, …!

- ¡Pues también hay para ti hermano, aaagggg, aaaggg, aaaggg, sigue, sigue comiéndomelo, aaaggg, …! -El chocho de mi hermana era igual que una fuente, que no parase de segregar jugos-.

Finalmente, mi hermana se dejó caer de lado, empujándose con el dedo hacia la boca el semen que le caía por las comisuras de los labios. Los dos habíamos perdido el resuello y respirábamos tratando de recuperarlo.

- Hermano, sabes que vamos a follar.

- Lo sé.

- ¿Entonces por qué lo retrasas?

- Porque me encanta que me tengas todo el día excitado para lograrlo.

- A mí también me encanta zorrearte durante todo el día.

- ¿Quieres una copa antes de cenar?

- Sí, anda vamos a la terraza y abre la ventana que aquí huele a sexo que echa para atrás.

- ¿No te gusta el olor a sexo?

- Me gusta más practicarlo.

Serví las copas y las saqué a la terraza. Mi hermana estaba preciosa de pie mirando el mar. Le pase la copa.

- Por nosotros. -Le dije ofreciéndole un brindis-.

- Por nosotros. -Me contestó ella chocando los vasos-.

- ¿Tú recuerdas cuando perdiste la virginidad? -Le pregunté-.

- Sí, ya hace casi treinta años.

- ¿Cómo fue?

- Con el primo Marcos.

- ¿Con el primo Marcos? ¡Pero si era tonto del culo!

- Tú no sabes que todos los tontos tienen suerte.

- ¿Pero tanta? Si tú eras una preciosidad, ¿no encontraste a otro mejor?

- La suerte consiste en estar en el sitio adecuado, en el momento adecuado y eso fue lo que le pasó al primo Marcos. Aunque tenía sólo dieciséis añitos recién cumplidos, una noche salimos con un grupo de amigos a bailar y a beber. De vuelta para casa ya los dos solos y un poco pasados de alcohol, yo tenía unas ganas tremendas de mear, me metí entre dos coches aparcados, me bajé las bragas, me recogí la falda, me puse en cuclillas y empecé a mear con el placer que da hacerlo cuando estás que revientas. Al poco levanté la cabeza y el primo me estaba mirando. ¿Tú no tienes ganas de mear? Le pregunté. Sí, ahora cuando tú termines, me contestó. Cuando acabé me pasé un pañuelo de papel por el chocho, me levanté y me subí las bragas. Aunque yo estaba todo el día cachonda, que el primo me hubiese visto mear, en lugar de molestarme me puso más cachonda todavía. El primo se abrió la bragueta y se sacó el nabo. Lo tenía muy morcillón. Empezó a mear con un potente chorro, cuando terminó se lo sacudió con demasiada energía, más como si se estuviera haciendo una paja, que sacudiéndose la gotita. ¿Quieres que te la sacuda yo? Le dije y él se quedó paralizado.

- No me extraña que se quedará paralizado.

- Como no me contestaba me puse a su lado y se la cogí con la mano. Era la primera vez que cogía una polla. Él se terminó de empalmar. Me recosté en uno de los coches y bajándome las bragas le dije que me follara, pero que no se le ocurriera correrse dentro. Él empezó a penetrarme hasta que notó que era virgen. ¿Eres virgen todavía? Y tú también, así que acabemos con esto, le contesté moviendo la cadera hacia delante, hasta que noté que había dejado de ser virgen. Lo empujé para que se alejara y el tío se corrió en mis piernas. Me puse un pañuelo de papel en el chocho, me subí las bragas y allí lo dejé tratando de meterse la polla en los pantalones.

- ¡Mira que eres burra!

- Venga ya, que el tío la había metido en caliente por primera vez. ¿Y tú cuando follaste la primera vez?

- Yo no era tan espabilado como tú y me costó mis años que sucediera. En mi curso de la facultad había una chica que no era gran cosa, pero que se arreglaba mucho para parecerlo.

- ¿Cómo era ella?

- Tenía mí misma edad, veinte años entonces, más baja que yo de estatura, no muy agraciada de cara, aunque tampoco fea, unas tetitas medianas y un culo bastante grande.

- ¿Cómo se llamaba?

- Manuela. Hacíamos, junto con otros compañeros, bastantes trabajos en grupo, normalmente, en alguna sala de estudio de las que estaban abiertas las veinticuatro horas. Una noche que hacía un frío del carajo, el resto de los compañeros del grupo nos dieron plantón. La calefacción de la sala dejó de funcionar a eso de las doce y a la una de la madrugada estábamos los dos, bueno y el resto de la gente, muertos de frío. Manuela compartía piso con otra chica, así que cuando no pudo más con el frío, propuso que fuéramos a su piso, que estaba cerca de la facultad a terminar el trabajo. Para colmo, cuando salimos empezó a llover suavemente, ninguno de los dos llevábamos paraguas, pero como llovía poco decidimos seguir, luego la lluvia apretó y ya no teníamos más remedio que seguir. Cuando llegamos a su piso íbamos los dos empapados y muertos de frío. Vamos a despertar a tu compañera, le dije cuando entramos. No está, se ha ido a una boda a su pueblo.

- Tu verías el cielo abierto.

- Qué va, Lola, yo era más tonto que hecho de encargo. Ni se me pasó por la cabeza que pudiera suceder algo entre Manuela y yo. Tienes que quitarte la ropa y los zapatos, estás empapado, me dijo ella dándome un albornoz para que me lo pusiera. Fui al baño a desnudarme, mientras ella lo hacía en su dormitorio. Debían llevar tiempo sin poner la lavadora, porque el baño estaba lleno de bragas, tangas y sujetadores. La ropa interior usada de mujer siempre ha supuesto un fetiche especial para mí.

- ¿Sí?

- Sí, es ver unas bragas usadas y ponerme cachondo perdido.

- ¿Qué haces con ellas?

- Las miro, las toco, las huelo. A veces he llegado a hacerme una paja con ellas.

- ¿Con las mías también te pasaba lo mismo?

- Raras veces. Mamá debió olerse algo, porque no te dejaba que pusieras las bragas o los sujetadores en el cesto de la ropa sucia, sino que ella o la chica que fuera las cogía de tu dormitorio. ¿No te acuerdas?

- Sí, pero yo no pensaba que fuera porque tú ya eras un depravado. -Dijo Lola riéndose-.

- Un depravado, ¡qué lástima!

- ¿Qué pasó cuando te encontraste aquel festival de tangas y bragas?

- Pues lo que tenía que pasar, que después de manosearlas y olerlas me puse cachondo perdido. Me quité la ropa mojada, hasta me tuve que quitar los calcetines y el bóxer de cómo nos habíamos puesto, y la puse a secar en un tendedero que había en el baño. Fui a ponerme el albornoz y no es que me quedara chico, es que debía ser de niño. Como pude me metí dentro, pero era casi imposible cerrarlo y yo tenía la polla bastante morcillona de los tangas y las bragas.

- Debías estar monísimo.

- Lola, menos cachondeo que yo estaba pasando un mal rato. Me armé de valor y salí del baño cerrándome el albornoz con las manos. El dormitorio de Manuela tenía la puerta cerrada, llamé y ella me dijo que pasara. Estaba metida en la cama tiritando. Perdona, pero es que no se me quita el frío. Me dijo. No te preocupes, yo seguiré con el trabajo, si puedo mover los brazos con el albornoz, le contesté y luego le dije: ¿Quieres algo? Te va a parecer un atrevimiento, pero ¿puedes meterte en la cama y darme calor?

- ¡Yo sé el calor que quería la tal Manuela!

- A mí me extrañó, sobre todo porque yo estaba desnudo debajo del albornoz y ella debía de saberlo. Se echó a un lado en la cama y yo, después de pensarlo, me metí en la cama con el albornoz. ¿Te importa abrazarme, a ver si dejo de tiritar? Me dijo poniéndose de espaldas a mí. Me giré para abrazarla y entonces noté ¡que estaba desnuda bajo las sábanas!

- Esa estaba tiritando de la calentura no del frío.

- Me empalmé inmediatamente, la polla se me salió por la abertura del albornoz y se la encajé en medio de su hermoso culo. Perdona Manuela, son las circunstancias. Me excusé. ¿Sólo las circunstancias? Dijo ella echando la mano hacia atrás, cogiéndome la polla y metiéndosela entre los muslos, bien pegada a su coño. Yo era la primera vez que estaba así con una mujer y el calentón que tenía era sideral. Ella me cogió las manos y se las llevó a sus tetas, medianitas, pero durísimas, y empezó a mover las caderas pajeándome. ¿Se te va quitando el frío? Le pregunté.

- Tú eras tonto, se le quitaría el frío, pero la calentura debió subirle varios grados.

- Pues debió ser eso, porque al minuto escaso empezaron a darle espasmos en las piernas y noté como mi polla se inundaba, hasta que me corrí yo también sobre sus muslos.

- Pero eso no fue follar, no vale como primera vez.

- Espera, que no he terminado de contarte. Cuando Manuela recobró su ser le pregunté si quería follar. Por supuesto, pero por el culo. Me contestó. El culo vale, ¿no? -Le pregunté a mi hermana-.

- El culo sí, por eso se dice follar por el culo.

- Manuela sin tregua se puso encima de mí, mirándome, se metió dos dedos en el chocho y luego en el ojete, me cogió la polla se la puso a la entrada del culo y empezó a bajar hasta tenerla entera dentro. Yo le puse las manos en su hermoso culo y ella empezó a subir y a bajar, acariciándose el clítoris a la misma vez.

- ¿Pero por qué por el culo y no por el chocho?

- No te adelantes que ya te lo explicaré. No tardamos mucho en corrernos de nuevo, ella igualmente con espasmos en las piernas y dando unas voces que se oirían en todo el bloque. Luego me dijo, que no se lo contara a nadie, que no quería que su novio pudiera enterarse. ¿Ah, pero tienes novio? Le pregunté. Sí claro, estamos preparando la boda y yo le he prometido llegar virgen al altar.

- ¡No me jodas, que por eso quería por el culo!

- Eso mismo deduje yo.

- ¿Volviste a acostarte con ella?

- No, después de saber lo del novio y lo de la virginidad hasta el altar.

Nos reímos los dos.

- Bueno, tu al menos te estrenaste en una cama y no entre dos coches como yo.

- Sin tener una relación más íntima entre nosotros, nunca nos hubiéramos contado estas cosas.

- Por eso hay que culminar, hermano.

Cenamos algo y cuando fuimos a acostarnos, Lola se puso un tanga.

- ¿Ahora te vas a poner un tanga? -Le pregunté-.

- Sí, me tiene que venir el período cualquier día de estos.

Nos abrazamos y ella me dijo entre risas:

- Ten cuidado con lo que sueñas a ver si le vas a tener que follar el culo a la gorda.

Cuando desperté mi hermana no estaba en la cama, remoloneé un poco, pero me estaba meando y tuve que levantarme al baño.

- ¡Hija de puta, qué cabrona! -Exclamé cuando vi que había llenado el baño de bragas, tangas, biquinis y sujetadores-.

La tentación fue demasiado fuerte y empecé a olerlos y a manosearlos. La muy puta me lo había dejado todo usado y las que se había puesto por la noche no era necesario acercarse a ellas para olerlas. Se me puso el nabo como una piedra.

- ¿Te gusta la nueva decoración del baño? -La escuché decir a mi espalda-.

- Efectivamente, hermana, tenías razón, no podía imaginar lo puta que puedes llegar a ser.

- ¿Estás ya preparado para follarme?

- ¡Y tanto que sí!

La abracé por el culo y la besé en la boca. Estaba auténticamente fuera de mí. La cogí en brazos, la senté en la encimera del lavabo rodeada de su ropa interior y la taladré de un solo golpe de cadera.

- ¡Aaaaggg, que placer hermano, toda mi vida he estado esperando esto!

- Y yo, pero no lo sabía hasta ahora.

- Huele, huele. -Me dijo mi hermana cogiendo la braga de un biquini y poniéndola en mi nariz-.

- ¡Joder, Lola, como huele a hembra caliente!

- Es la braga del biquini que me puse el primer día que llegué, fíjate como podía estar de caliente. -Cogió el tanga que se había puesto la noche anterior-. Y fíjate el tanga de anoche.

- Si sigues así, me voy a correr enseguida.

- No importa, yo también y sé que luego continuaremos. Mírame a los ojos cuando te vayas a correr, quiero verte la cara.

- ¡Aaaahhhh, uuuuffff, siiii, me corro, me corro, …! -Le dije al empezar a correrme dentro de ella mirándola a los ojos-.

- ¡Siento tus chorros dentro de mí y me muero del placer! ¡Sigue bombeando, sigue, que me corro, aaaaggg, …!

Tenía la vista fija en la cara de mi hermana al correrse. Su rostro estaba congestionado, tenía los ojos cerrados y la boca muy abierta. La besé en la boca y ella luego presionó sus tetas contra mi pecho.

- Quiero que nos duchemos juntos. -Le dije, ayudándola a bajar de la encimera del lavabo-.

- Con esto del nudismo vas a perder mucho en tu fetichismo.

- Esta ropa se queda aquí cuando te vayas.

- Por mí perfecto, así te acordarás más de tu hermana Lola.

Entramos en la ducha y empezamos a sobarnos mientras nos besábamos.

- Cuando te espiaba en la ducha, hubiera dado media vida por ducharme contigo. -Me dijo-.

- ¿Y qué me hubieras hecho?

- Primero te hubiera abrazado y besado en la boca apretándote la polla contra mi barriga, moviéndome lentamente.

- Suena bien.

- Luego, sin dejar de besarte, te hubiera cogido la polla para pajearte despacio.

- Así como lo haces ahora.

- Sí. ¿Te gusta?

- Me vuelve loco de deseo.

- Cuando ya tuvieras la polla durísima, me pondría en cuclillas y empezaría a comértela, metiéndomela tan adentro como pudiera.

- ¡Lola, que mamada me estás haciendo!

- Cuando te viese la cara desencajada de la mamada. Me erguiría, y me pondría de espaldas a ti, con tu polla bien encajada en mi culo, te cogería las manos y una la llevaría a mis tetas y la otra a mi chocho.

- Eras una chica muy pervertida con esas ideas tan jovencita.

- ¿No te hubiera gustado que te hiciera todo eso?

- No creo que entonces lo hubiera aguantado sin correrme en menos de un minuto.

- Después me hubiera apoyado contra la pared de frente con una pierna elevada para que me follaras por detrás.

- ¿Tú no hubieras corrido también antes de follar?

- Yo ya me he corrido ahora por segunda vez. Bésame y pon tu mano en mi clítoris. ¡Empújame más fuerte, estrella tus huevos contra mi chocho!

- ¡Lola, me voy a correr!

- Hazlo, yo también me voy a volver a correr.

- ¡Aaaahhh, hermana, aaaaggg, siiii, aaaggg, …! -Mi corrida fue larga y violenta, sin dejar de sobarle las tetas y el clítoris-.

- ¡Ahora, ahora, ahora, sigue follándome, sigue, más fuerte, aaaggg, aaaggg, …! Cógeme que me caigo. -Me dijo mi hermana cuando estaba al final de su tercera corrida-.

Ese día y los siguientes hasta que mi hermana se fue, estuvimos follando como conejos a cualquier hora del día o de la noche.

Llevé a Lola al aeropuerto con la polla en carne viva.
-
 

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
6,191
Likes Recibidos
2,497
Puntos
113
 
 
 
-
Un Giro a mi Vida Después de Divorciarme – Capítulo 005

Los días siguientes a la marcha de mi hermana pensaba constantemente en lo que nos había pasado. Hablaba con ella con cierta frecuencia, aunque no siempre de la explosión de sexo que habíamos tenido

- ¡Hola, hermana! ¿Cómo estás?

- Mucho más tranquila. Haberme sacado la espina que tenía clavada contigo me ha ayudado mucho.

- ¿Estás saliendo con alguien?

- Todavía no, pero pronto voy a empezar a hacerlo y esta vez, cuando folle con él, trataré de no ponerle tu cara.

- Eso espero. ¿Sabes algo de Paula? Llevo unos cuantos días sin hablar con ella.

- Está muy distante, yo creo que le molestó un poco que fuera a verte sola, sin decírselo. Deberías invitarla unos días.

- ¿Te ha dicho ella que quiere venir aquí?

- No, tampoco me ha dejado contarle nada de la zona. Cuando le voy a contar algo me corta por las buenas.

- Ya se le pasará, no sé el qué, pero ya se le pasará.

- Te tengo que dejar, que voy tarde al trabajo.

- Vale, un beso hermana.

- Otro para ti.

Estaba mucho tiempo solo y eso, quiera que no, me pasaba factura. Mis únicas salidas eran algunos días a comer al chiringuito o a comprar las cuatro cosas que me faltaran en casa. Trabajaba mucho, tal vez demasiado, y leía casi todos los días en la terraza al final de la tarde. A mediados del mes de septiembre se notó mucho el descenso de gente en todos sitios. Hacía esfuerzos por acostumbrarme a estar solo, pero no siempre lo conseguía. Un día recibí a primera hora de la tarde una llamada de teléfono.

- ¿Carlos? -Era una voz de mujer-.

- Sí, dígame.

- No sé si te acuerdas de mí, soy Mari Carmen, del gabinete de estética.

- ¡Ah, hola, Mari Carmen, claro que me acuerdo de ti! -Como para olvidarme de ella, después de haberme depilado los bajos y del pajote final que me había hecho enseñándome sus tetas-.

- ¿Te acuerdas de que te dije que mi amiga Rocío había roto con su novio? -Algo recordaba, aunque había sido una cosa tan de pasada, que el recuerdo era muy débil-.

- Levemente, hace ya tiempo que nos vimos.

- Bueno, la cosa es que ya, más o menos, ha pasado el duelo de la ruptura, le gustaría conocer a más gente y me he acordado de que me dijiste que no tenías pareja.

- Y sigo sin ella.

- ¡Ah estupendo! No estupendo porque sigas sin pareja, sino estupendo porque así podrías quedar con ella y conoceros.

Pensé que la verdad es que me sentía solo y pasar un rato con alguien me vendría bien.

- Por mí de acuerdo, aunque no me guste mucho eso de quedar con alguien que no conozco.

- Es una chica estupenda, como de mi edad. -Recordé que Mari Carmen debía tener veintipocos años-.

- Creo que yo podría ser su padre.

- Le vendrá bien conocer a alguien mayor, está harta de la pandilla de niñatos amigos de su exnovio.

- Pues tú dirás.

- ¿Te viene bien esta noche para cenar?

- Sí, como cualquier otra noche.

- Pues entonces a las nueve en el restaurante “La costa”. ¿Sabes dónde está?

- Sí, en frente del supermercado, ¿no?

- Exacto. Venga le digo a Rocío que a las nueve.

- Perfecto. ¡Ah y gracias por acordarte de mí!

- No las merece, que os divirtáis.

Colgué y me quedé extrañado y pensativo, nunca me habían facilitado así una cita con una chica. Pensé que le tenía que haber preguntado como era, si no antes de aceptar, que hubiera resultado grosero, sí al menos para poder reconocerla en el restaurante. Me pasé la tarde pensando en cómo sería la tal Rocío. Si era una amiga la que tenía que concertarle una cita, además con un tío que, por lo menos, le doblaba la edad, o era muy introvertida o era muy fea o las dos cosas juntas. Resolví que, si la cosa no iba bien, al menos, cenaría estupendamente, porque el restaurante tenía bastante fama en la zona. A las ocho y media me vestí con una camisa y una chaqueta de verano, mientras me tomaba un whisky, y a las nueve menos cuarto me fui andando al restaurante, que estaba bastante cerca.

No había reservado, ni falta que hacía fuera de la temporada de verano. Un poco antes de las nueve menos cinco entraba en el restaurante. Había poca gente, la mayoría extranjeros terminando de cenar. Le pedí al camarero una mesa para dos, cuando me senté en la mesa mirando a la entrada, le pedí otro whisky, le dije mi nombre y que había quedado con una joven a la que no conocía, por si ella le preguntaba por mí. Estaba un pelín nervioso, debía ser la incertidumbre por cómo sería la tal Rocío y la falta de costumbre de citarme con nadie. Mientras esperaba, primero entraron dos parejas, más o menos de mi edad, que debían ser nacionales por la hora de empezar a cenar y luego una mujer de unos treinta y tantos años, no muy atractiva, que se sentó sola en una mesa para dos. A las nueve y diez empecé a temerme que me iban a dar plantón, hasta que escuché una voz que me decía por detrás:

- ¿Pero Carlos, que haces aquí ya sentado?

Me volví y era Mari Carmen con el uniforme del trabajo. Me levanté para saludarla.

- No sé, Mari Carmen, supongo que esperando a tu amiga.

- ¿Tú no sabes que en las citas se espera en la barra, para sentarse juntos?

- Hace tantos años que no tengo una cita, que me he olvidado hasta del protocolo. ¿Y tú que haces aquí?

- Como no te describí a Rocío he venido a acompañarla, en cuanto os presente me voy, que me está esperando mi novio y quiero pillarlo despierto.

- ¿Dónde estabais qué no os he visto?

- En la barra esperándote. Anda vamos y te presento a Rocío.

Nos dirigimos a una barra que estaba retirada de las mesas y oscura como boca de lobo. En la barra había dos chicas solas, que apenas podía distinguir. Mari Carmen se detuvo a unos metros de las dos y en voz baja me dijo:

- Carlos, no te vayas a asustar cuando veas a Rocío. Es una chica estupenda con independencia de su apariencia.

Me dije que me había tocado cenar con la fea o con la gorda o las dos cosas. Escruté la barra una vez que mis ojos se habían acostumbrado a la oscuridad de la zona. Una de las chicas, la que estaba de pie, me pareció que estaba muy entrada en carnes, la otra estaba sentada de espaldas con una chaqueta puesta, por lo que no pude deducir nada sobre ella. Seguimos andando y yo tiré hacia la gordita que estaba de pie, pero me equivoqué porque Mari Carmen se dirigió hacia la chica sentada de espaldas. Parece que no tiene mal tipo, me dije, entonces debe ser fea como pegarle a un padre.

- Rocío, mira, él es Carlos. -Dijo Mari Carmen, la chica se giró y se puso de pie-.

¡Ostia que pibón! Me dije. ¿Pero cómo me voy a asustar de semejante tiaca? Tengo que detener la narración para intentar describirla, lo que no es fácil. Más alta que yo, alrededor de uno ochenta, tez morena de tomar el sol, pelo lacio negro azabache por debajo de los hombros, grandes ojos, negros como el pelo, nariz griega, boca más bien grande de labios carnosos, pintados color carmín. Un descotado vestido blanco de una pieza bastante corto que dejaba ver un fabuloso canalillo formado por dos tetas grandes, seguro que, sin sujetador, que parecían duras como piedras, cintura estrecha que terminaba en unas caderas marcadas que prometían un culo de ensueño y unas bonitas, largas y torneadas piernas. ¡Qué barbaridad de mujer, por Dios! Yo me quedé paralizado y fue ella la que se adelantó para saludarme con dos besos en las mejillas.

- No debía darte dos besos por el COVID, pero total si vamos a cenar juntos. -Me dijo-.

- Encantado. -Acerté a decir, después de los dos besos-.

- Bueno yo me voy ahora que ya os conocéis. -Dijo Mari Carmen-.

- Te acompaño a la puerta. -Le dije para poder hablar un momento con ella-. ¿Pero cómo me dices que no me asustará de su aspecto físico, si es un bellezón?

- Por eso, tiene una presencia tan despampanante que asusta a los hombres, pero es una chica estupenda.

- ¿Cómo es posible que no tenga una nube de admiradores a su lado?

- Está un poco perdida después de la ruptura de su noviazgo. Me voy, vuelve con ella.

Me acerqué a ella temiendo que se desvaneciera como un sueño.

- ¿Conoces a Mari Carmen por trabajo? -Me preguntó-.

- Sí. -Le contesté sin querer entrar en detalles de qué tipo de trabajos-.

- Es la mejor haciendo la depilación del pubis y de las ingles. ¿A ti te depiló los bajos? -Preguntó con total naturalidad-.

- Sí y lo hizo muy bien y muy profesional. -Le contesté un poco avergonzado-. ¿Y tú de qué la conoces?

- De lo mismo, hace ya algunos meses. ¿Te contó las ideas que tiene para mejorar su trabajo?

- Algo me dijo.

- A mí me pareció una genialidad cuando me lo comentó. Lógicamente, los hombres os excitáis con la depilación, bueno las mujeres también nos excitamos, bajarles la excitación con una buena paja es una idea genial. A mí me parece I+D+I de la estética. ¿A ti te la hizo?

- Me da un poco de vergüenza contestarte.

- Entonces es que te la hizo, creo que las hace de maravilla. ¿Nos sentamos?

- Si, claro, estaba en esa mesa. -Le dije señalándome la mesa en la que estaba sentado antes de que Mari Carmen me saludase-.

Durante los pocos pasos que dimos, comprobé que, como había supuesto, su culo era espectacular y traté de reponerme del inicio de conversación que habíamos tenido. Cuando llegamos a la mesa le separé la silla y ella, antes de sentarse, se quitó la chaqueta que llevaba sobre los hombros, el vestido le dejaba casi toda la espalda, bastante morena, descubierta ¡Y qué espalda! Vino el camarero, pedimos la cena y vino blanco para beber.

- Carlos, has sido muy amable al querer quedar conmigo. Pero no quiero que te llames a engaño. Después de romper con mi novio, me he establecido unas reglas para evitar confusiones.

- Cuéntamelas, seguro que me parecerán bien.

- Primero, como puedes ver, he decidido vestir recatadamente para estas ocasiones. - ¡Joder, si el vestido que llevaba ella lo consideraba recatado, no se qué se pondría cuando quisiera partir la pana! -. Segundo, debes saber que no estoy buscando novios ni amantes, solo amigos. Tercero, nada de morreos ni de magreos, al menos hasta la tercera cita. Cuarto, no quedarme a dormir después de follar, que no será nunca antes de la quinta cita. ¿De acuerdo?

Yo estaba alucinando con las reglas, o sea que la rutina para triunfar con ella era invitarla a cenar todas las noches durante una semana.

- Claro, yo también busco sólo una amiga.

- Cuéntame algo de ti, para que te conozca un poco.

- Hay poco que contar. Soy de Sevilla, me divorcié hace unos meses, decidí darle un giro a mi vida y me vine a vivir a la zona nudista.

- ¿Vives en la zona nudista? Yo no he ido nunca, me da un poco de palo, no tengo un cuerpo para eso. - ¿Cómo? Pensé, si es la tía más maciza que he visto en mi vida-. ¿Y de trabajo?

- Soy ingeniero y trabajo, o ahora teletrabajo, en una empresa consultora.

- Eso está muy bien. Mi exnovio no podía trabajar porqué el pobre tenía unos dolores muy fuertes en la espalda.

- Vaya, lo siento. Háblame un poco sobre ti, ahora. -Trajeron el vino y nos sirvieron una primera copa.

- Hay poco que contar. Me fui de mi pueblo a estudiar farmacia en Granada, un empeño de mis padres. Mi novio se vino conmigo. Sin que mis padres lo supieran, vivíamos juntos en un pequeñísimo apartamento que me pagaban ellos. Él no podía estudiar porque le dolía mucho la espalda cuando se sentaba en el aula o delante del libro. A mi me daba igual que no trabajase ni estudiase, yo lo quería y lo cuidaba mucho. -Se bebió la primera copa de vino como si fuera agua y yo se la rellené-. Lo malo fue un día que mis padres se presentaron sin avisar en el apartamento y descubrieron que estaba viviendo con mi novio. Me dijeron que, si quería que ellos me siguieran pagando el apartamento, él se tenía que ir. -Se bebió la segunda copa todavía más rápido que la primera y yo volví a llenársela-.

- ¿Y qué hiciste?

- Pues buscarme un trabajo para poder pagar la renta y la comida, no iba a dejar a mi novio en la calle. -Empecé a tener la percepción de que el novio era un jeta de mucho cuidado-. Lo del trabajo estaba muy difícil, menos mal que mi novio, bueno ahora exnovio, habló con un amigo suyo que me contrató para servir copas de noche en un pub, así que iba a la facultad por las mañanas, dejándole el café servido, estudiaba por las tardes, después de hacer la comida y fregar los platos, ya que mi novio no podía porque …

- No me lo digas, le dolía mucho la espalda también de pie.

- ¿Cómo lo has sabido?

- Intuición que tengo. -Pedí una segunda botella, porque Rocío se había liquidado la primera casi entera ella solita-.

- Ah, se me había olvidado decirte que la quinta regla que me he impuesto es no abusar de la bebida. -Me dijo bebiéndose de un tirón la primera copa de la segunda botella. Yo empecé a poner bastante en duda que siguiera las reglas que me había contado-. Después de dejarle la cena hecha, me iba al pub a trabajar y no regresaba hasta las cuatro o las cinco de la mañana. Dormía en el sofá para no molestar el sueño de mi novio.

- Qué considerada.

- Claro, porque si lo despertaba los dolores de espalda no le dejaban volver a coger el sueño y se ponía de muy mal humor.

- Una pregunta, ¿desde cuándo erais novios?

- Desde los catorce años, poco antes de que le empezaran los dolores de la espalda.

Desde luego hay tíos que saben montárselo, pensé, pero el exnovio de Rocío batía el récord.

- Cómo siempre estábamos apurados de dinero, mi novio habló con otro amigo suyo y me buscó un trabajo de modelo en despedidas de soltero.

- ¿Modelo en despedidas de soltero?

- Sí, salía de una tarta o me presentaba disfrazada y me desnudaba después delante de los chicos que estuvieran en la despedida.

- ¿Tu novio sabía eso?

- Claro, él siempre decía que me hubiera llevado y recogido, si no fuera …

- Por los dolores de espalda.

- Estoy pensando que tienes una intuición sorprendente. -Me dijo poniendo una mano en mi brazo-.

- No te creas, es que los años dan mucha experiencia. -Pedí la tercera botella de vino, de las dos anteriores yo sólo había podido tomar un par de copas-.

Miraba a Rocío preguntándome como se podía estar tan buena y ser tan inocente.

- El confinamiento hizo que nos quedáramos sin dinero para poder mantenernos.

- ¿Él hizo algo para buscar trabajo?

- No podía con los dolores de la espalda.

- Ya, me lo suponía.

- Mi novio me dijo que se iba a vivir con unos amigos, para no ser una carga para mí, y yo me tuve que volver a casa de mis padres, en cuanto pude.

- ¿Rompisteis entonces?

- No, qué va, yo seguía muy enamorada de él. -Desde luego hay tíos que nacen con suerte, pensé-. Yo seguía las clases de la facultad online, pero lo echaba mucho de menos, así que cuando se fue levantando el confinamiento volví a Granada …Perdona, no te lo podrás creer, pero tengo que ir un momento al servicio,

No me extrañó después de haberse bebido más de dos botellas de vino. Temí que al levantarse fuera dando traspiés al servicio, pero nada, se dirigió a los aseos sin el menor problema. Su figura de espaldas y su movimiento de caderas quitaba el hipo. Mientras esperaba a que volviese llegué a varias conclusiones: el novio debía follar como los ángeles; Rocío de inocente que era, rallaba en ser tonta; y, desde luego, aguantaba la bebida como un escocés.

- Perdona, no creí que tuviera que ir al servicio, había orinado justo antes de salir de casa. -Me dijo al volver a sentarse-.

- ¿Cómo has terminado aquí?

- Al volver a Granada no tenía trabajo. Me puse en contacto con mi novio para decirle que había vuelto y que lo esperaba. Sin embargo, él me confesó que había pasado el confinamiento con una amiga, que ahora le sabía mal dejarla sola y que además no podía viajar …

- Porque le dolía mucho la espalda.

- Pues sí, el pobre. Ya me daba igual quedarme en Granada o irme a cualquier otro sitio, leí un anuncio para un trabajo de modelo en un pueblo de por aquí, escribí y me escogieron, así que me vine. Puedo seguir las clases de la facultad online, tengo trabajo, puedo tomar el sol y es más barato para vivir.

- ¿Qué trabajo de modelo tienes, el mismo que antes?

- No, ese estaba muy mal pagado. Ahora soy modelo de cámara web, el trabajo está bien, pero es un poco solitario.

No daba crédito a la inocencia con que hablaba de todo. Me decía que se pasaba el día masturbándose y sobándose delante de la cámara para unos pajilleros y el problema era que el trabajo le parecía solitario. Pedí la cuarta botella de vino cuando trajeron el segundo plato.

- ¿Y tu novio?

- Lo hemos dejado, no le gustaba mucho mi nuevo trabajo y, además, su amiga ha hecho un curso de masajista y le da masajes en el cuerpo, dice que está mucho mejor.

- ¿Y tú cómo estás?

- Regular, estuvimos juntos ocho años y eso pesa mucho. Pero qué le vamos a hacer, por eso quiero conocer gente nueva.

- Te has dado cuenta de que yo, doblándote la edad, te he contado mi vida en treinta segundos y tú has tardado casi una hora.

- Es que yo hablo mucho, más cuando estoy con alguien que sabe escuchar.

- Gracias. ¿Te puedo decir un par de cosas?

- Claro, para eso están los amigos y tu y yo lo somos ya, ¿no?

- Me parece muy acertado que estés una temporada sin novio sino sólo con amigos.

- Estamos de acuerdo en eso, pero me alegra que me lo digas tú, que eres un hombre maduro con experiencia. ¿Y la otra?

- Cambia de trabajo, búscate otro más normal y en el que estés más acompañada.

- No te creas que está fácil, pero puedo intentarlo. ¿Puedo hacerte yo una pregunta ahora?

- Como no.

- ¿Por qué no tienes pareja?

- Te digo lo mismo que tú con el trabajo, no te creas que está fácil y, además, quiero darme un tiempo después de mi divorcio. ¿Quieres una copa?

- Sí, pero aquí no va a poder ser, tienen que cerrar temprano por el horario de la pandemia.

- Buscamos otro sitio.

- ¿Te importa si nos la tomamos en tu casa? Tengo curiosidad por conocer la zona nudista.

- Sin problema, pero no creo que ahora se diferencie mucho de cualquier otra zona. ¿Cómo has venido?

- Me ha traído Mari Carmen en coche.

- Pues nos vamos caminando y luego te llevo en coche a tu casa.

Pagué la cuenta y empezamos a caminar hacia el piso.

- Si no te importa voy a agarrarme a tu brazo, con estos tacones puedo matarme por el camino. -Me dijo y me cogió del brazo pegándome su teta derecha, dura como si fuera de piedra, a mi costado-.

- ¿Por qué has dicho antes que te daba palo ir a la zona nudista, si tienes un cuerpo muy bello?

- Gracias por el piropo, pero no me has visto entera.

- ¿Te pasa algo o es el síndrome normal de las mujeres de ponerle pegas a su cuerpo?

- Nada importante, pero tengo el ombligo muy grande y mis labios menores son muy pequeños y desnuda parezco una muñeca chochona.

- O sea, que son defectos que tú te encargas de sacarte.

Llegamos a la urbanización, de camino al piso nos cruzamos con dos mujeres y un hombre desnudos con las toallas al hombro, que debían ir a bañarse a la piscina.

- ¿Dónde van desnudos? -Me preguntó al oído-.

- Seguramente a la piscina, es obligatorio ir desnudo.

- ¿A ti no te importa que te vean en pelotas?

- Al principio un poco, pero yo no tengo ni la edad ni el físico que tienes tú.

Subimos por la escalera, ella delante y yo detrás, aunque hacía esfuerzos por no mirarle su culo fantástico embutido en aquel ceñido vestido, era imposible resistirse.

- Pasa a la terraza, ¿qué quieres tomar?

- Lo mismo que tú.

Serví dos wiskis y los llevé a la terraza.

- ¿Tú vas desnudo por el piso o por la terraza? -Me preguntó-.

- Si la temperatura lo permite, normalmente sí.

- Si te quieres desnudar, por mí no hay problema.

- Estando tú vestida, no me parece bien.

- ¿Has traído a más mujeres aquí?

- Sí, a alguna amiga y mi hermana Lola estuvo pasando unos días hace poco. ¿Por qué me lo preguntas?

- Me da curiosidad.

- ¿Tu exnovio y tú no estabais a veces desnudos en vuestro apartamento?

- Casi nunca, a mi novio no le gustaba que yo estuviese desnuda. - ¡Joder, que tío más raro, con el cuerpo que tiene esta mujer! Pensé-.

- ¿Por qué? -Le pregunté, pues no lograba atisbar el motivo-.

- Decía que se excitaba y como no podía follar por los dolores de espalda, pues pasaba un mal rato.

- Perdona la pregunta, ¿pero tú que veías en tu exnovio?

- Ver, ver, nada en concreto, pero lo quería mucho.

- Ya, pero ¿por qué?

- Era muy desvalido. ¿Tú no has recogido nunca un perrito de la calle?

- Pero Rocío, no es lo mismo. ¡Te has llevado ocho años con un hombre que no trabajaba, no estudiaba, no te ayudaba en nada, sino que más bien te chuleaba, y que encima no te follaba!

- Visto así, igual tienes razón.

- Rocío, hazte un favor, no te eches otro novio en mucho tiempo. ¿Quieres otra copa?

- Sí, por favor.

Cogí los vasos y fui a la cocina a rellenarlos. Mientras lo hacía no daba crédito a la historia de Rocío, ni a como se podía ser tan buena persona y tan inocente. Era la persona con menos maldad que había conocido. Le estaba cogiendo cariño. Volví a la terraza, ella seguía de pie mirando el mar.

- Toma, Rocío. -Le dije pasándole el vaso-.

- Gracias, Carlos. Estoy pasando una noche estupenda contigo. He salido muy pocas veces con amigos. Cuando salíamos, que era muy poco, mi exnovio siempre se empeñaba en que fuera con su pandilla.

- Yo también estoy pasando una noche estupenda. Hacía muchos años que no quedaba con una chica para cenar.

- Te puedo hacer una propuesta.

- Cómo no, tú dirás.

- Me ha picado la curiosidad con lo del nudismo. ¿Te parece que nos desnudemos los dos? -Por poco se me cayó el vaso de whisky al oírla-.

- ¿Estás convencida de hacerlo?

- Creo que sí, estoy pensando que la cosa no tiene por qué tener mayor maldad, en definitiva, es estar como Dios nos trajo al mundo.

- De acuerdo.

Rocío empezó a soltarse el vestido.

- Espera, Rocío. No te debes desnudar delante de mí.

- ¿Y qué más da si me voy a quedar desnuda?

- Es la costumbre. Te acompaño al dormitorio.

La acompañé a mi dormitorio para que se desnudara.

- Vives como un rey o como un gigoló. -Me dijo al ver la habitación con el baño integrado y la bañera redonda-.

- Ya me gustaría a mí, pero no es para tanto.

- No te vayas a reír de mí, cuando me veas desnuda. -Me dijo cuando la dejé dentro cerrando la puerta-.

Yo me desnudé en el otro dormitorio y volví en pelotas a la terraza. Tenía la polla morcillona por la situación y por imaginarme a Rocío desnuda. Me quedé de pie esperándola con el whisky en la mano. Pasaron varios minutos y Rocío no volvía. Igual se ha arrepentido, pensé. Fui a hablar con ella.

- ¿Te pasa algo Rocío? Si quieres lo dejamos y te acerco a tu casa. -Le dije sin abrir la puerta-.

- Pasa, es que estoy un poquito nerviosa.

- Espera que me ponga un pareo.

- No hace falta, pasa.

Estaba desnuda sentada en la cama, preciosa y de lo más tentadora. Sus tetas llamaban la atención de cualquiera. Me senté a su lado.

- ¿Qué te ocurre?

- Estoy preocupada por defraudarte o por no saber comportarme de forma apropiada.

- Rocío necesitas tener más confianza en ti misma. Eres una mujer preciosa, no sé de qué tendrías que defraudarme, además, no creo que nunca te comportes de forma inadecuada. Anda, vamos a la terraza. -Le dije levantándome y dándole la mano para que me siguiera-.

- ¿De verdad crees que soy una mujer preciosa?

- ¿Tú te has mirado al espejo?

- Sí, cuando me arreglo para salir de casa.

- Pues deberías mirarte más.

- ¡Qué buen trabajo te hizo Mari Carmen! -Me dijo todavía sentada mirándome mi depilada polla-.

Se levantó, por fin, y nos fuimos a la terraza, donde estábamos en penumbra bajo la luz de la luna. Me puse frente a ella para poder verla.

- Ves lo que te decía, tengo un ombligo horroroso de grande y mi chocho parece el de una muñeca. - ¿Cómo se puede pensar eso, teniendo ese cuerpo y esa cara? Pensé-.

- Lo que tu digas, Rocío.

- Has dicho antes que estuvo tu hermana haciéndote una visita, ¿estuvisteis desnudos también?

- Sí, a mi hermana le gustó mucho eso de ir desnuda por todas partes.

- ¿Y no estabais violentos?

- Al principio sí, pero nos acostumbramos enseguida.

- A mí me pondría muy incómoda estar desnuda con mis hermanos.

- ¿Sois muchos?

- Uno mayor que yo y otra más pequeña.

- ¿Estás incomoda?

- Me siento un poco rara, pero me resulta muy agradable estar desnuda aquí contigo.

- No tienes marcas del biquini.

- Tomo el sol desnuda en el balcón de mi apartamento.

- ¿Y no temes que te vean los vecinos?

- Me imagino que el que mire me verá, pero a mí no me importa.

- ¿Entonces que diferencia hay con la playa nudista?

- No sé, igual ninguna, pero para mí no es lo mismo. ¿Puedo besarte?

- Por mí encantado, pero vas a incumplir tus propias normas.

- Lo sé, lo que pasa es que no esperaba encontrarme con una persona como tú. -Me echó los brazos alrededor del cuello y me besó en la boca. Tenía una boca suave con una lengua muy juguetona. Sus durísimas tetas me presionaban el pecho-.

- ¿Te ha gustado? -Me preguntó cuando dejamos de besarnos-.

- Claro que me ha gustado, ¿cómo no me iba a gustar? Pero no puedes estar constantemente preguntando lo que me gusta o lo que no me gusta.

- Tienes razón, es que soy muy insegura. -Dijo volviendo a mirar el mar. Su culo de perfil era sobrehumano, redondito, muy respingón y con un tono bronceado precioso-.

- ¿Cómo te van los estudios? -Le pregunté por cambiar de tema-.

- Bastante bien, posiblemente pueda terminar este año, lo que pasa es que no me gusta ser boticaria.

- Pues trabaja en otra cosa cuando termines.

- He pensado que voy a dejar lo que hago ahora, como me has dicho, voy a hablar con Mari Carmen a ver si puedo trabajar en el gabinete de estética con ella, aunque lo que realmente me gustaría es ser masajista.

Le puse el brazo por encima del hombro y acerqué mi boca a la suya para besarla de nuevo. Los besos y la situación hicieron que me empalmara.

- Tienes una polla muy apetecible. Mi exnovio la tiene muy pequeñita, él dice que no es micropene, pero yo creo que sí.

- Bueno, no se elige como tenerla.

- Eso le decía yo, pero él estaba todo el día tocándosela, a ver si le crecía. - ¡Joder con el novio lo tenía todo! -.

Miré la hora en el móvil y eran las dos de la mañana.

- ¿Quieres que te lleve a tu casa? -Le dije-.

- ¿Quieres que me vaya?

- No, estoy muy a gusto contigo, pero es que si me tomo otro whisky no voy a poder llevarte.

- Pues vamos a tomarnos otro. -Cogí los vasos y me dirigí a la cocina-. Deja que te ayude.

- No hace falta.

- Pues deja que te acompañe.

- Como quieras.

- ¿Puedo hacerte una pregunta? -Me dijo en la cocina-.

- Rocío, no me preguntes si me puedes preguntar. Tú preguntas y si yo no quiero contestarte, pues listo.

- ¿Por qué estás empalmado?

- Porque eres una mujer preciosa, porque estamos desnudos y porque me has besado.

- Me da cosa que estés excitado y empalmado por mi culpa.

- Rocío, yo me levanto casi todas las mañanas empalmado, sin que sea culpa de nadie, es una reacción normal, así que deja de preocuparte.

- ¿Te excito incluso con mi chocho de muñeca? -Me preguntó mirándose el chocho y mi polla pegó un bote-.

- Porque sé que eres una buena chica, sino pensaría que estás jugando conmigo.

- ¿Jugar a qué?

- A calentarme y dejarme caliente. -Le pasé su vaso ya relleno-.

- Yo no haría eso nunca. -Me dijo dándose la vuelta y yendo hacia la terraza. La visión de su espalda, de su culo y de sus piernas hizo crecer mi erección, hasta ponerme la polla como un palo. Que noche más rara, aunque también más agradable, pensé-. ¿Sabes que yo también estoy excitada? -Me dijo en la terraza-.

- ¿Y tú por qué?

- Por lo mismo que tú. ¿Me follarías ahora?

- Yo no te follaría, en todo caso, follaríamos los dos. Pero si lo hacemos vas a romper todas tus normas.

- Tienes razón. Dime una cama en la que pueda dormir, estoy muy cansada y posiblemente haya bebido de más.

- Vente conmigo. -Le dije pensando en que eso de “posiblemente” era muy benigno-.

La llevé al dormitorio de invitados, le di un piquito y salí cerrando la puerta. Volví a la terraza a terminarme el wiski. Lo dicho, que noche más rara, pensé, sentándome en una silla. Rocío me había parecido una chica estupenda, pero bastante perdida tras romper con el prenda del novio y liberarse de la dependencia que tenía de él. Escuché en el interior ruido de puertas, debía haber ido al baño y vuelto al dormitorio. Recibí un mensaje en el móvil, era de Mari Carmen.

- ¿Qué tal? Me ha dicho Rocío que acaba de acostarse y que tú seguías despierto.

- Bien, es una chica estupenda, además de una preciosidad. Lo mejor es que esté una temporada sin novio, a ver sí así coge confianza en sí misma.

- Tienes razón, que duermas bien.

- Gracias, igualmente.

Yo también estaba cansado y algo bebido, siendo benigno. Apagué las luces, me fui a mi dormitorio y me acosté dándole vueltas a la noche y a Rocío. Escuché una puerta y luego a Rocío decir en la oscuridad:

- ¿Te importa si me vengo aquí contigo? No me apetece dormir sola. - ¿Qué pretende esta mujer, terminar conmigo? Pensé-.

- No me importa. Anda acuéstate y duérmete que es muy tarde.

- Estaba pensando que he pasado una noche estupenda y que no quería terminarla durmiendo sola. -Se acostó y apoyó su cabeza en mi hombro-. ¿Sigues empalmado?

- Sí, bastante.

- ¿Podrás dormir así?

- Creo que sí. No será ni la primera ni la última vez que me pasa.

- Me apetece follar contigo.

Yo estaba loco por que folláramos, pero algo me decía que era mejor no hacerlo. Mi poca resistencia se acabó cuando ella me cogió la polla. Me giré hacia ella y empecé a besarla apasionadamente en la boca, mientras ella me hacía una paja muy despacio. Pensé que si me iba a follar a semejante mujer no quería hacerlo a oscuras. Me moví y encendí la lampara de la mesilla.

- Si vamos a follar, vamos a hacerlo bien. -Le dije-.

- ¿Te gusta hacerlo con luz?

- Sí, quiero verte y admirarte.

- Me da un poco de vergüenza.

- Si te desnudabas en despedidas de soltero, ¿cómo te va a dar vergüenza?

- Vale, lo probamos, pero si no me encuentro cómoda la apagamos.

La puse boca arriba, me arrodillé entre sus piernas y empecé a comerle su apretado coño, que estaba empapado.

- ¿Qué me haces? -Me preguntó-.

- ¿Tú que crees? ¿No te gusta?

- No lo sé, no me lo han hecho nunca, mi novio decía que le dolía mucho la espalda y que, además, me olía mucho el chocho para hacerme sexo oral.

- Rocío, olvídate de tu novio y disfruta.

Mientras le comía el coño, empecé a acariciarle el clítoris con mis dedos.

- ¡Ay qué bueno, me gusta mucho lo que me haces! -Empezó a decir de manera reiterada-.

- Me alegro, disfruta, siente el placer.

- Y tanto que lo siento. ¿No quieres que te lo haga yo a ti?

- Luego, ahora déjame a mí darte placer.

Su chocho no paraba de segregar jugos, cuyo olor me tenía la polla a reventar.

- ¡Carlos, siento que me voy a correr!

- Hazlo y no preocupes por nada.

- ¡Ahora, ahora, siiii, siiii, aaagggg, aaaaggg, sigue, sigue, aaaggg, …! -Gritó al correrse con espasmos en las piernas-. ¡Para, para, por Dios, para, que me muero! -Dijo casi al minuto de empezar a correrse.

Yo estaba muy caliente y quería meterle la polla en la boca, pero ella estaba medio inconsciente, así que me tumbé a su lado mirándola.

- ¿Estás bien? ¿Te pasa algo? -Le pregunté-.

- Claro que me pasa, que ha sido el mejor orgasmo de mi vida.

- Me alegro. Ahora descansa un poquito y luego seguimos. Si eres modelo de cámara web, ¿te correrás varias veces al día?

- Esos son todos de mentira.

- ¿Y cómo sé yo que este ha sido de verdad?

- Porque lo ha sido y fantástico. -Me contestó girando el cuerpo para mirarme-. Pensarás que soy una calentorra.

- No, ¿por qué debía pensarlo?

- Porque me he metido en tu cama y no he tardado ni cinco minutos en correrme como una loca.

- Me pareces una mujer pasional, no una calentorra.

- ¿No te parece mal que estemos así el mismo día de conocernos?

- Me parece extraño que una mujer como tú, quiera follar con un tío como yo.

- ¿Cómo yo, en qué sentido?

- En el sentido de que estás buena para reventar.

- ¿Me lo dices de verdad? -Dijo incorporándose, poniéndose de rodillas a mi lado, cogiéndome la polla y llevándosela a la boca-.

- Claro que de verdad. -Le dije acariciándole su suave y duro culo-.

- No sé si te gustará como te la como.

- Mucho, Rocío, mucho. No preguntes más.

- Es muy práctico esto de que vayas depilado. Con mi exnovio, entre que la tenía muy pequeña y que tenía un maturrón de pelo, era muy incómodo

- ¡Quieres dejar ya a tu exnovio!

- Es que es el único tío con el que he follado.

- Sigue, sigue así, pásame la lengua por los huevos, que rico, que bien lo haces.

- Gracias.

- No, gracias a ti por la mamada que me estás haciendo.

- ¿No te corres?

- Todavía no.

- Es que mi exnovio …

- ¡Rocío, por Dios no me cuentes como, cuando y cuanto se corría tu exnovio, que no me interesa!

- Perdona, tienes razón.

- No tengo nada que perdonar. Anda, ponte encima.

- Sí, pero no te corras dentro, no estoy tomando precauciones.

Rocío se puso encima de mí y poco a poco se fue metiendo mi polla, seguía con el coño empapado. Puse mis manos en sus hermosas y duras tetas y comencé a sobárselas.

- Me gusta mucho que me cojas las tetas.

- Tienes un chocho gustosísimo, me aprieta la polla por todas partes. -Puso sus manos en mi pecho y comenzó a subir y bajar las caderas-.

- La tienes durísima.

- Rocío, no me vayas a contar cómo se le ponía a tu exnovio.

- Acaríciame el clítoris, soy más del clítoris que de la vagina.

Sin dejar de sobarle las tetas con una mano, llevé la otra a su clítoris y empecé a acariciárselo con el dedo gordo. La miraba, tenía la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados, no podía creer mi suerte de estar follando con aquel pibón. Ella me cogió la mano que tenía en sus tetas y se la metió en la boca. La imagen era de las más calientes que habría podido imaginarme en mi vida.

- ¡Carlos, voy a volver a correrme!

- ¿Pero de verdad o de la cámara web?

- ¡Ya verás si es de verdad! ¡Aaaagggg, que bueno, aaaaggg, no pares de acariciarme, sigue Carlos, sigue, siiii …! -Mientras gritaba daba unos botes sobre mi como si tuviera un resorte, hasta que se dobló y cayó sobre mi pecho-.

- Sí que me ha parecido de verdad.

- Soy una egoísta me he corrido dos veces y tú sigues como al principio.

- Como al principio, no. Mucho más caliente.

- Fóllame a lo perrito, por favor. -Dijo levantándose y poniéndose a cuatro patas sobre la cama-.

Me incorporé y la tentación de su culo en pompa me volvió loco. Los jugos le resbalaban por los muslos. Me puse detrás de ella y sin contemplaciones se la metí hasta que mis huevos chocaron con su clítoris.

- ¡Aaaaggg, qué bueno! -Dijo cuando la tuvo entera dentro-.

Mientras bombeaba en su chocho, su culo me producía tal tentación, que empecé a darle cachetes cada vez más fuertes, que ella recibía con fuertes gemidos.

- ¡Rocío que buena estás! -Le decía de vez en cuando-.

- ¡Fóllame más fuerte, más fuerte, más …! -Le daba tales empujones que le costaba no caerse hacia delante-.

- ¿Está bien así?

- ¡Mejor, mejor, sigue, sigue, que me viene el tercero, sigue, aaaagggg, siiii, aaaaggg, …! -Yo no podía aguantar más sin correrme, así que se la saqué-.

- ¡Me voy a correr, Rocío!

- ¡Espera córrete en mis tetas! -Me dijo incorporándose y poniéndose delante de mí-.

- ¡Aaaagggg, aaaagggg, siiii, toma, toma, …! -Grité cuando empecé a correrme como una fiera sobre sus tetas y su cara-.

- ¡Sigue corriéndote, sigue corriéndote, hasta que te quedes seco! -Me decía ella-.

- Ya no me queda mucho más.

Ella se tumbó boca arriba en la cama y yo a su lado tratando de recuperar el aliento.

- ¿Crees que podré convertirme en una buena folladora?

- Ya eres una extraordinaria folladora y si tu exnovio te follaba tan mal como cuentas es que lo tuyo es talento natural.

- Es que hoy me has inspirado tú.

Ninguno de los dos podíamos más y nos quedamos dormidos enseguida, eso sí, muy relajados.

Me despertó mi móvil sonando en el salón. Rocío seguía dormida. Era mi hermana Paula.

- Buenos días, Paula.

- Buenos días, hermano. Tienes voz de dormido, ¿no te habré despertado?

- Pues sí, pero da igual. ¿Dime?

- Me tienes que hacer un favor.

- Si puedo, claro.

- Si no pudieras no te lo pediría.

- Pues sí que te has levantado encantadora hoy.

- ¡Cállate! Una buena amiga mía ha aprobado las oposiciones y la han destinado allí donde vives ahora. Tiene que incorporarse en tres días y por circunstancias no puede ir antes a buscar piso. El favor es que la alojes durante unos días en tu casa, hasta que encuentre un sitio donde vivir.

- ¿Tú recuerdas que yo vivo en una zona nudista?

- Claro que me acuerdo. Se lo he dicho a ella, no es que le haya hecho mucha gracia, pero no tiene otra opción ¿Sí o no?

- Sí, claro, si tu me lo pides, pues adelante. ¿Cuándo vendría?

- Llegaría dentro de dos días, para estar allí el día antes de incorporarse. Se llama Clara.

- Dale mi teléfono, aquí no hay portero electrónico.

- ¿Pero dónde vives tú que no tienes portero electrónico?

- En un buen piso, sino pregúntale a Lola, no lo hay por intimidad.

- Claro, muy razonable. Vas en pelotas por la calle, pero que te vean en pelotas dentro de la urbanización rompe la intimidad. ¡Qué gilipollez!

- Paula, que no es cuestión mía. Que me llame por teléfono cuando esté por aquí y salgo a buscarla.

- ¿Tienes para tomar nota de su teléfono?

- Ahora mismo no, mándame un mensaje a mi teléfono.

- Adiós, hermano.

- Adiós, Paula.

Miré el reloj, eran las diez de la mañana. Preparé un café, serví dos tazas y le llevé una a Rocío. Dormía plácidamente desnuda de lado.

- Buenos días, Rocío, te he traído un café, por si querías. -Abrió los ojos y me miró fijamente-. Soy Carlos, ¿te acuerdas de mí?

- Claro que me acuerdo, no seas tonto.

- Pues me has mirado como si no te sonara mi cara de nada.

- No es eso, es que es la primera vez en mi vida que me traen un café a la cama.

- Alguna vez tenía que ser la primera. -Se sentó en la cama, le pasé el café y me senté también en el lado de la cama-.

- ¿Hace mucho tiempo que estás despierto?

- El tiempo de discutir con mi hermana pequeña y de hacer el café. Te has despertado guapísima.

- Vas a insistir tanto, que me lo voy a terminar creyendo. ¿Sabes que otra cosa sería la primera vez para mí?

- No, pero dímela.

- Echar un polvo recién despertada, antes de levantarme de la cama.

- ¿Te has despertado guerrillera?

- Es que los tres de anoche fueron tan ricos, que no quiero irme sin otro. -Me dijo besándome en la boca-.

- Tú por quién me tomas, ¿por un jovencito de veinte años?

- No, por un maduro de cincuenta, al que se le pone la polla como un leño, y que hace disfrutar mucho a las mujeres.

- Te voy a nombrar mi embajadora para el mundo.

- Anda, ven aquí. -Me dijo tumbándose boca arriba en la cama y señalándome su barriga para que me pusiera encima. Me había levantado empalmado, pero la charla con mi hermana me la había bajado y ahora tenía la polla sólo bastante morcillona-.

Rocío me cogió la polla y puse mis manos sobre sus tetas. Era increíble lo duras que las tenía.

- Me daría miedo que me hicieras una cubana, tienes las tetas como piedras.

- ¿Qué es una cubana?

- Lo mismo que una rusa, una paja con las tetas. Yo pongo mi polla entre ellas y te las aprieto, moviéndolas.

- ¿Y por qué te daría miedo?

- Porque podrías partirme la polla con tus tetas.

- Ya estás empalmado.

- Lo sé, ¿cómo quieres que lo hagamos?

- Túmbate boca arriba y yo me pongo encima de ti de espaldas.

Lo hicimos, ella me cogió la polla y fue bajando hasta penetrarse completamente. Su culo y su espalda eran para estarlos mirando y acariciando toda la vida. Puso sus manos a la espalda y yo se las cogí juntas por las muñecas con una mano, mientras que con la otra le sobaba el culo. Ella movía suavemente sus caderas adelante y atrás.

- Creo que tienes el mejor culo que he visto nunca.

- ¿No te parece un poco grande?

- No, me parece perfecto.

- Me gusta mucho esta postura. Es muy gustosa y tiene mucho morbo. Parece que tú me tengas controlada, pero de verdad la que controlo soy yo con mi movimiento de caderas.

- Además de estar buenísima eres una magnífica amante. Lo tienes todo.

- Tú también eres un gran amante. Noches como la de ayer y mañanas como esta tenemos que repetirlas.

- Y tanto que sí.

Su espalda estaba preciosa al tenerle cogidas sus manos por detrás.

- Espera que me gire, quiero ver en el espejo como me follas. -Me dijo y los dos nos giramos un poco sin sacársela-.

- Cuéntame lo que ves.

- Sí te lo voy a contar, que me va a poner todavía más cachonda hacerlo. Veo a una muchacha de pueblo, con el pelo revuelto, se le ha borrado el lápiz de labios, su gesto indica que está muy caliente y que está satisfaciendo la calentura. Sus tetas son grandes, con unas bonitas areolas y sus pezones están duros como piedras. Su ombligo se ve demasiado grande en medio de su barriga plana. El chocho lo tiene pequeño, pero se le ve muy abierto porque una buena polla lo está penetrando.

- Otro día te tienes que hacer una foto así.

- Otro día no, ahora. Pásame mi móvil.

- ¿Me las enviarás luego?

- Claro, quiero que te hagas pajas con mi imagen follándote. -Me dijo mientras se hacía las fotos y luego arrojó el móvil sobre la cama-.

- ¿Cómo estabas?

- Mi cara evidenciaba que estaba a punto de correrme. No te corras dentro.

- No lo haré.

- ¡Me corro, me corro! -Gritó acelerando el movimiento de su culo-. ¡Aaaaggg, quiero correrme así todas las mañanas, siiii, aaaagggg, …! -Se dejó caer hacia mis pies, sin sacarse mi polla-.

- ¡Rocío me voy a correr, sácatela! -Levantó el culo, luego se giró para ponerse de rodillas a mi lado y cogerme la polla justo en el momento en que empecé a correrme-. ¡Sigue Rocío, sigue, estoy lleno y tengo que vaciarme, sigue, sigue, aaaagggg, aaaggg, …!

- Sí que tenías los huevos repletos, vaya pedazo de corrida que has tenido.

- ¿Puedo pedirte un favor de fetichista?

- Claro.

- Regálame tus bragas.

- ¡Uy que guarro! Lo haría con mucho gusto, pero ayer no llevaba ropa interior.

Nos duchamos juntos besándonos y sobándonos, desayunamos desnudos en la terraza y luego nos vestimos para llevarla en el coche.

- ¿Dónde te llevo? -Le pregunté ya montados en el coche-.

- Al gabinete de estética, quiero hablar con Mari Carmen.

- De acuerdo.

- Carlos, quiero que me llames a mí cuando tengas que retocarte la depilación. -Me dijo cuando estábamos llegando al gabinete-.

- No dudes que te llamaré.

Nos besamos, se bajó y tras un minuto pensando en ella, arranqué el coche y volví al piso.

Al día siguiente me llamó otra vez mi hermana Paula.

- Buenas tardes, Paula.

- Buenas tardes, Carlos. Quiero recordarte que mañana llegará mi amiga Clara. Me ha dicho que llegará sobre la una, tiene previsto salir pronto.

- Pues muy bien, la estaré esperando sobre esa hora.

- Carlos, procura ser discreto con ella.

- ¿Discreto con qué?

- Con lo de ir en pelotas.

- No te preocupes, Paula, que delante de ella no me quitaré el pareo.

- Ponte mejor los pantalones.

- Paula, me has metido a esa mujer por las puertas de mi casa ¿y ahora quieres decirme como debo vestir en mi propia casa?

- Joder, llevas toda tu vida sin ser nudista, ¿no puedes dejar de serlo unos días?

- Vale, Paula, lo que tú quieras. ¡Adiós!

- Adiós, hermano, que tienes cada día peor carácter.

Me levanté temprano al día siguiente, limpié y ordené la casa, hice la cama del cuarto de invitados y luego fui a hacer la compra al supermercado. De vuelta a casa me llamó mi hermana Lola.

- Hola, hermana.

- Hola, Carlos. Creo que Paula te ha encajado a una amiga.

- Sí, hija, sí.

- Me ha dicho que está preocupada porque estés todo el día con el nabo al aire delante de su amiga.

- ¡Tu hermana está cada día más tonta! A mí me dijo ayer que me pusiera los pantalones.

- Pues su amiga se lo pierde.

- ¿Qué se pierde su amiga?

- Disfrutar de verte la polla.

- ¡Lola, no empieces!

- Ayer salí con un conocido a cenar.

- Me alegro.

- Pues yo no. ¡Qué tío más soso! Otro descarte.

- Yo salí hace unos días a cenar con una chica.

- ¿De qué la conocías?

- De nada, me la presentó en el momento una conocida, amiga suya.

- ¿Y qué tal?

- La verdad es que muy bien, tuve mucha suerte con la chica.

- ¿Guapa?

- Para reventar de guapa y muy simpática.

- ¡Qué suerte tienes, ladrón! A ver que tal te va con la amiga de Paula.

- A mí no me tiene que ir de ninguna manera con ella.

- Bueno, no te pongas picajoso. Suerte.

- Gracias, un beso.

Después de recoger la compra me serví un vaso de vino y salí a la terraza a esperar la llamada de la invitada de mi hermana. Hacía un día fantástico y, al ser sábado, había bastante gente en la urbanización y por la calle, la mayoría desnudos o con un pareo. Buen recibimiento va a tener la invitada, pensé. Al rato sonó el móvil.

- ¿Carlos? -Dijo una voz de mujer-.

- Sí, ¿eres Clara?

- Sí.

- ¿Dónde estás?

- Creo que delante de tu urbanización. -Miré hacia el lado de la calle y había un coche encima de la acera-.

- ¿Un A1 rojo?

- Sí.

- Pues quédate ahí, bajo a abrirte por la puerta peatonal que está más cerca del portal del bloque. Tardo un minuto.

- De acuerdo, gracias.

Bajé, abrí la puerta y me dirigí al coche. Justo cuando ella iba a bajarse vi que se había quedado vacío un aparcamiento, todavía más cerca de la puerta. Se lo indiqué para que aparcara. Hizo la maniobra, aparcó, se puso la mascarilla, se bajó del coche y abrió el maletero. Cada uno cogimos una maleta, yo el maletín de un portátil, ella su bolso y nos dirigimos hacia la puerta de la urbanización. Durante ese tiempo nos cruzamos en la calle con dos o tres parejas desnudas. Dentro de la urbanización, al ir a entrar en el portal del bloque, nos cruzamos con otra pareja, también desnuda. Ya dentro del ascensor, le pregunte por el viaje:

- Pesado el viaje desde Sevilla, ¿verdad?

- Se hace un poco largo. Yo pensaba volverme algunos fines de semana, pero creo que los voy a espaciar bastante más.

- Con el jaleo de las maletas no me he presentado. -Le dije ya dentro del piso-. Yo soy Carlos. -Le dije quitándome la mascarilla-.

- Yo Clara. -Me contestó quitándose también la mascarilla y dándome dos besos en las mejillas-.

- Encantado. ¿Quieres una cerveza o un vino antes de salir a comer?

- Mejor una cerveza, vengo con mucha sed.

Saqué una lata y la botella de vino del frigorífico, cogí un vaso para ella y nos dirigimos a la terraza. Clara tendría la edad de mi hermana Paula, unos veinticinco, morena, con mucho pelo y una cara con mucha gracia. Llevaba una camisa y unos vaqueros amplios.

- Curioso sitio este.

- ¿Te refieres a que la gente vaya desnuda por la calle?

- Sí.

- ¿Te molesta?

- Creí que me iba a molestar más, pero la gente lo hace de manera tan natural, que sólo me ha chocado un poco. Lo que he visto del piso me ha gustado mucho. Gracias por alojarme, espero encontrar algo pronto y dejarte tranquilo.

- No te preocupes, no hay prisa. ¿Dónde te incorporas?

- En el centro de salud, soy enfermera, ha sido todo muy rápido con esto de la pandemia.

- ¿Dónde quieres que vayamos a comer?

- Si hay un sitio en la playa, lo prefiero, me encanta la playa.

- Hay uno aquí al lado, aunque es nudista se puede estar con ropa.

- Me parece que me voy a tener que acostumbrar.

- ¿Vamos entonces?

- Espera que vaya a ponerme un bañador, igual me quedo tomando el sol luego.

- Claro, te enseño tu dormitorio para que puedas cambiarte. -Entramos en el piso y le mostré su baño y su dormitorio-. Siéntete en tu casa.

- Gracias, eres muy amable.

Regresé a la terraza y llamé a mi hermana Paula.

- Hola, Carlos. ¿Ha llegado ya Clara?

- Sí, te llamaba para que lo supieras.

- ¿Llevas los pantalones puestos?

- ¡Vete al carajo, Paula! -Le dije y le colgué-.

-
 

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
6,191
Likes Recibidos
2,497
Puntos
113
 
 
 
-
Un Giro a mi Vida Después de Divorciarme – Capítulo 006

Me serví otro vaso de vino, mientras esperaba a Clara. ¡Qué pesada mi hermana con los pantalones! Pensé.

- Cuando quieras. -Dijo Clara desde la puerta de la terraza. Se había puesto un biquini bastante cortito de tela y una larga camisa semitransparente. Es bastante mona, pensé-.

- Te voy a dar un juego de llaves, para que entres y salgas a tu aire.

- Gracias. ¿Tú no te cambias?

- Da igual, además Paula me ha ordenado que no me quite los pantalones. -Nos reímos los dos-.

- Ya le diré que te de la contraorden, total esto está lleno de gente en pelotas.

Comimos, Clara se quedó en la playa y yo me volví al piso a echarme una siesta. Me levanté antes de que Clara hubiera regresado. Entró un mensaje en mi móvil, era de Paula:

“Puedes quitarte los pantalones, pero ponte un pareo”

¡Qué lucha la de Paula con los pantalones! Pensé. Me puse un pareo y fui a servirme una copa para tomármela en la terraza. Escuché la puerta de la calle, Clara debía haber vuelto. Entré en el piso.

- ¿Quieres una copa? -Le pregunté-.

- Sí, una ginebra con tónica. Ya veo que Paula te ha dado la contraorden. -Me dijo señalando el pareo-.

- Menos mal, creí que iba a tener que llevar un hábito.

Preparé la ginebra con tónica y la saqué a la terraza. Clara estaba boca arriba tomando el sol. Su biquini era realmente escueto y, desde luego ella tenía cuerpo para ponérselo. Dos triángulos mínimos le cubrían las areolas y los pezones, dejando al aire el resto de sus hermosas tetas y un triángulo todavía más pequeño le cubría justo el chocho.

- ¿Lo quieres o te lo dejo en la mesa? -Ella se incorporó y le pase la copa-.

- Está bastante bien la playa, había gente, pero no tanta como en las playas de Cádiz o de Huelva.

- ¿Te puedes creer que no he bajado nunca a la playa?

- Me cuesta creérmelo, si por mí fuera estaría todo el día en la playa.

Me senté en una silla, Clara se puso de pie y me dio la espalda para recoger la toalla. Por detrás el biquini era una cinta, que dejaba todo su hermoso culo al aire. ¡El biquini es bastante más provocativo que ir en pelotas! Pensé.

- Me siento contigo para tomarme la copa. -Me dijo-.

- Como quieras.

Tenía el móvil en la mesa y empezaron a entrarle mensajes con fotos, eran de un número desconocido. Abrí el teléfono para ver que era. Me quedé lívido cuando empecé a ver las fotos de Rocío follando conmigo. Traté de cerrar el móvil, pero estaba seguro de que Clara ya había visto las fotos.

- Perdona un momento, por favor, voy a rellenarme la copa. -Le dije bastante azorado, cogiendo la copa y el móvil-.

- Claro, sin problemas.

Ya en la cocina, volví a abrir el móvil. Rocío estaba preciosa en las fotos, con una cara de vicio que calentaba sólo de verla. Después de las fotos, había otro mensaje que decía:

“Se me olvidó mandártelas, las he encontrado ahora y le he pedido a Mari Carmen tu teléfono. Ya tienes tú también mi número, llámame cuando quieras.”

Volví a mirar las fotos, la descripción que había hecho Rocío de sí misma cuando estábamos follando se quedaba bastante corta. La próxima vez quería verla así en vivo y en directo. Cerré el teléfono porque estaba empezando a empalmarme. Rellené mi vaso de whisky y volví a la terraza con un cierto bulto bajo el pareo. No podía quitarme la imagen de Rocío de la cabeza.

- ¿Qué te incorporas mañana domingo? -Le dije a Clara sentándome-.

- No, al final me incorporo el lunes, pero ya tenía el viaje preparado y no quise retrasarlo. -Me contestó mirándome de una manera bastante extraña-.

Sonó mi móvil. Rocío debía de haber visto que había leído sus mensajes. Salí de la terraza para contestar.

- Hola, Carlos.

- Hola, Rocío, que alegría oírte.

- ¿Te han gustado las fotos?

- No podías estar más guapa, he empezado a empalmarme al mirarlas.

- Pues hazte una buena paja a mi salud. Por cierto, la próxima vez que nos veamos llevaré ropa interior bien guarra, para regalártela después. -Me dijo y mi comienzo de erección fue a peor-.

- Rocío, ten caridad de un hombre maduro.

- Por eso, te la voy a regalar, después de haberlas mojado hasta empaparlas. ¿Estás ya empalmado?

- Casi. ¿Te dieron el trabajo en el gabinete?

- Sí, aunque a prueba, el lunes empiezo.

- Me alegro mucho.

Vi que Clara, con su micro biquini, entraba al piso. Estaba de lo más atractiva. Me pegué todo lo que pude a la encimera para que no viera la erección que tenía bajo el pareo. Me hizo un gesto como de que iba a ducharse. Cuando la vi entrar en el baño, me dirigí a mi habitación para estar más tranquilo, con la mala suerte de que Clara salió del baño para ir a su habitación y me pilló de frente con toda la tienda de campaña montada. No dijo nada, pero me miró a la cara como preguntándome que tipo de salido era.

- ¿Carlos?

- Sí, Rocío, estoy aquí, es que me he tenido que venir al dormitorio.

- ¿Por qué?

- Porque tengo en casa a una amiga de mi hermana pequeña, que primero me ha visto mirando tus fotos y luego me ha pillado de frente empalmado. -Rocío se partió de la risa-.

- Pues sí que estás quedando bien.

- Sí, de puta madre. Ya verás, como se entere mi hermana, la que me va a caer.

- ¿Sabes que estoy desnuda en casa? Me gustó a mí lo de la otra noche. -Mi imaginación se desbocó con la imagen de Rocío andando desnuda por su casa-.

- Te imagino y me pongo malo.

- Ahora me estoy mirando en el espejo y sigo creyendo que tengo el ombligo muy grande y el chocho de una muñeca.

- No me hagas sufrir, Rocío.

- ¿Sigues empalmado?

- Sí, más que antes todavía.

- ¿Te estás tocando? Yo al mirarme en el espejo me he acordado de la comida de coño que me diste y me he puesto caliente para reventar. Si te cogiera ahora mismo, te ibas a enterar. -Me abrí el pareo para liberarme la polla-.

- Carlos, perdona que te moleste, ¿podrías prestarme una toalla? -Dijo Clara al otro lado de la puerta. Lo malo era que todas las toallas estaban en uno de los armarios de mi habitación-.

- Claro, un momento. -Le contesté-. No cortes, Rocío, espera un momento.

Dejé el móvil en la cama, traté de acomodarme la polla, me puse el pareo y saqué un juego de toallas del armario. Entreabrí la puerta para pasarle las toallas a Clara, momento en el que se me resbaló el pareo y me quedé con toda la polla al descubierto. Clara volvió a mirarme como si yo fuera un depravado cogió las toallas y se dio la vuelta, diciendo, gracias en un tono muy poco amistoso. Cerré la puerta y cogí el móvil.

- ¿Rocío?

- Sí, sigo aquí.

- ¡Joder qué desastre!

- ¿Qué te ha pasado ahora?

- Que se me ha resbalado el pareo y me he quedado con el asta de la bandera delante de la amiga de mi hermana.

- Pues se habrá puesto ella también calentita. Yo no sé qué me pasa, pero desde la otra noche estoy todo el día salida. ¿Te viene mal si me paso por tu casa?

Me quedé pensando. Si venía Rocío la imagen que Clara ya tuviera de mí iba a empeorar bastante, pero, por otro lado, yo estaba loco por echar un polvo con ella.

- No, no me viene mal, me gustaría mucho que vinieras. -Dije pensando con la polla y no con la cabeza-.

- ¿Quieres que lleve ropa interior?

- Sí, por favor.

- En veinte minutos estoy allí.

- Llámame y bajo a abrirte.

- Hasta ahora.

¡Qué les den por culo a mi hermana y a Clara! Pensé. Me di una ducha fría y me vestí, siempre tendría tiempo de desnudarme. Salí de mi dormitorio y fui a la terraza.

- Voy a dar una vuelta para conocer esto. -Me dijo Clara desde la puerta de la terraza-.

- Claro, hasta luego.

A los dos minutos sonó mi móvil. Era Rocío.

- Hola, Carlos, estoy abajo.

- Voy a abrirte, no te vayas.

Bajé los escalones de dos en dos y abrí la puerta. Fuera estaba Rocío desnuda de cintura para arriba con un pareo a la cintura y una pequeña mochila a la espalda.

- ¡Qué guapa y que fresquita vienes!

- Lo de fresquita será por fuera, porque por dentro vengo todo lo contrario. Además, te pareces a Paco Martínez Soria con lo de fresquita. ¿Qué haces tan vestido?

- Cosas de la invitada, pero no te preocupes que eso tiene fácil arreglo.

Mientras dejaba pasar a Rocío vi que Clara nos estaba observando desde la acera de enfrente.

- ¿Vamos a la cama? -Le dije a Rocío cuando entramos en el piso-.

- Invítame primero a algo. Me acabo de poner el tanga y no está todavía lo bastante empapado.

- No me digas esas cosas, que me he tenido que dar una ducha fría hace un rato. ¿Whisky?

- Está bien. -Las tetas de Rocío seguían impresionándome-.

- Si no fuera porque sé que esas tetas son tuyas, diría que es imposible que las haya creado la naturaleza. -Le dije pasándole su copa-.

Fuimos a la terraza.

- ¿Te vas a quedar así vestido?

- Vuelvo en un segundo. -Le dije yendo al dormitorio a desnudarme-.

Mientras lo hacía no podía dejar de pensar en lo buena que estaba Rocío y en cómo tendría ya el tanga. Me puse el pareo y volví a la terraza. Rocío estaba de pie mirando el mar. Me puse a su lado con mi copa.

- ¿Entonces vas a trabajar en el gabinete de estética? -Le pregunté-.

- Por ahora en pruebas. Voy a ver si puedo trabajar con Mari Carmen. ¿Me dejarás practicar contigo?

- Por supuesto, todo por los amigos.

- Gracias. -Me dijo volviéndose hacia mí y besándome en la boca-.

- ¿Cómo llevas el tanga?

- Blanco de hilo.

- Me refiero de mojado.

- Eres un pervertido, pero bastante mojado ya. ¿No lo hueles? -Me dijo cogiéndome la polla por encima del pareo-. Te estás alegrando ya.

- Vamos al dormitorio ya, que va a volver la invitada y me va a coger otra vez empalmado.

- Espera un momento. -Dijo subiéndose el pareo para quitarse el tanga-. Está bien así de mojado. -Dijo poniéndome el tanga en la nariz-.

- ¡Joder, Rocío que barbaridad! -Le dije ya completamente empalmado-.

- Ya podemos irnos al dormitorio. -Me dijo soltándome el pareo-.

Entramos en el piso y nos dirigimos al dormitorio, momento en que se abrió la puerta de la calle. Clara debió pillarme desnudo de espaldas y cogiendo por la cintura a Rocío.

- Hola buenas tardes, yo soy Rocío. -Le dijo a Clara volviendo la cabeza. Jodida sociabilidad de las mujeres. Yo preferí no volverme-.

- Yo Clara, encantada.

Entramos al dormitorio, cerré la puerta y comenzamos a besarnos apasionadamente.

- Han sido muy pocos días, pero soñaba con estar de nuevo contigo. -Le dije, soltándole el pareo y dejándolo caer al suelo-.

- Y yo. -Me dijo cogiéndome el culo y apretándome contra ella-.

- ¿Dónde has puesto el tanga?

- ¡Uy, me lo he olvidado en la mesa de la terraza, voy a recuperarlo!

Sin hacer ruido abrió la puerta del dormitorio, al minuto volvió sin el tanga.

- ¿Qué pasa? -Le pregunté-.

- Que no está en la terraza y estoy segura de haberlo olvidado sobre la mesa.

- Qué raro.

- O lo ha cogido Clara o se lo ha llevado el viento, aunque no creo que sea esto último, estaba demasiado mojado.

- ¿Y para qué lo iba a coger Clara?

- Igual es también fetichista de bragas mojadas. -Dijo riéndose-. Déjame los calzoncillos que llevaras puestos antes.

- ¿Para qué los quieres? -Sabía que cuando me los había quitado llevaban una buena mancha de líquido preseminal-.

- Para olerlos, ¿para qué iba a ser?

- ¡Rocío, no seas marrana!

- De marrana nada. ¿Si lo haces tú es fetichismo y si lo hago yo es una marranada?

- No quería decir eso.

- Pues dámelos o voy a tener que buscarlos yo. -Abrí el armario y se los di, no sin cierta vergüenza por el manchurrón que tenían-.

- Toma, no puedo evitar segregar mucho cuando estoy muy caliente.

Rocío los miró, encontró la mancha de líquido preseminal, se la llevó a la nariz y la estuvo oliendo durante unos segundos, luego separó el bóxer de la nariz, para volver a acercárselo al poco.

- Oye, pues está bien esto de oler a sexo. ¿Tienes todavía la polla mojada?

Me miré, tenía el capullo cubierto y el interior mojado y brillante.

- Mucho. -Le dije-.

Rocío se puso en cuclillas, me cogió la polla, la miró y se la llevó a la boca sin descapullarla y empezó a pasar la lengua.

- ¡Qué rico! Esto promete una buena follada. -Dijo, tiré de ella hacia arriba y la besé en la boca-.

- Lastima haber perdido el tanga. -Le dije-.

- Eso tiene arreglo. -Abrió el bóxer, que seguía en su mano, se lo puso y empezó a sobarse el chocho con él puesto-.

- ¿Qué haces? -Le pregunté-.

- Quiero que huela a los dos.

La llevé hasta el lateral de la cama y besándola la obligué a que se tumbara, luego fui bajando por su cuerpo besándolo, lamiéndolo y mordiéndolo, mientras ella gemía y suspiraba. Aparté el bóxer y empecé a comerle el chocho, mientras le acariciaba el vientre.

- ¡Ah, como me gusta, me encanta que me comas el chocho, que bien estoy! -Murmuró-.

- ¡Yo sí que estoy a gusto comiéndotelo!

- ¡Sigue, Carlos, no pares de comérmelo, me voy a correr!

- No te preocupes que no voy a parar y cuando te corras, te voy a follar, para que vuelvas a correrte.

- Eso me suena muy bien. ¡Ahora, Carlos, sigue, aaaaggg, sigue, sigue, …! -Su chocho no paraba de segregar jugos, que yo trataba de lamerle-.

Tiré del bóxer hasta quitárselo, luego tiré de ella hacia el borde de la cama, cogí sus piernas, me las puse en los hombros y le metí la polla de una vez. Tenía el chocho tan empapado que, al bombear dentro de él, sonaba chap, chap, chap.

- Carlos, córrete dentro, he empezado otra vez a tomar las pastillitas.

Empecé a sobarle el clítoris a la misma vez que la movía al tenerla cogida por las piernas. Cada vez que la miraba pensaba que ¿cómo era posible que me estuviese follando a una tía tan buena?

- ¡Qué buena estás, Rocío!

- ¿De verdad te gusto?

- Te gusta escuchármelo, ¿verdad?

- Mucho. ¡Estoy a punto de correrme otra vez, hazlo conmigo!

- Yo también estoy a punto. ¡Aaaaggg, siiii, toma, toma, aaaggg! -Grité al correrme-.

- ¡Te siento, te siento, aaaagggg, qué bueno, siiii, aaaaggg, …! -Gritó Rocío corriéndose conmigo-.

Me tumbé encima de ella todavía con la polla dentro y la besé en la boca.

- Tu inquilina debe habernos oído, con las voces que hemos dado.

- No lo sé y si nos ha oído que le vamos a hacer. -Le dije, girándome y tumbándome a su lado-.

- ¿Qué hora es?

- Las nueve menos cuarto.

- Tengo que irme, he quedado con Mari Carmen y mi futura jefa para hablar un poco sobre el trabajo

- Siento que tengas que irte,

- No te preocupes, que no me vas a perder de vista.

Rocío se levantó, yo me quedé tumbado en la cama mirándola. De la pequeña mochila sacó un short y una camiseta. El short era realmente pequeño y le dejaba parte de las nalgas al descubierto, la camiseta le marcaba sus grandes tetas y sus duros pezones.

- Estás muy guapa. -Le dije-.

- Gracias.

Guardó el pareo y mi bóxer en la mochila.

- ¿Te llevas mi bóxer? -Le pregunté-.

- Ya no es tu bóxer, sino nuestro bóxer, pienso ponérmelo para dormir, cuando no lo haga desnuda.

Se peinó delante del espejo. Me puse el pareo, al salir de la habitación me di cuenta de que la puerta no estaba cerrada, valiente espectáculo le teníamos que haber dado a la invitada. La acompañé para abrirle la puerta de la urbanización. Nos besamos para despedirnos y se fue. Subí y me senté en la terraza haciendo tiempo para irme a dormir.

- ¿Se ha ido ya Rocío? -Escuché preguntar a Clara saliendo a la terraza-.

Volví la cabeza para ver a Clara. Llevaba un pijama de pantalón corto y camisa, que podía ser de hombre o de mujer. Estaba muy atractiva.

- Sí, había quedado. -Le contesté-.

- ¿Es tu novia?

- No, una amiga.

- Es muy guapa y bastante más joven que tú.

- Sí, a las dos cosas.

- Lamento haber estado antes por en medio. Trataré de irme lo antes posible.

- No te preocupes, quédate el tiempo que quieras.

- Ah, toma esto estaba sobre la mesa y como se levantó el viento lo recogí para que no se volara. -Me dijo dándome el tanga de Rocío. Me quedé algo azorado por la situación-.

- Gracias, se lo daré cuando vuelva a verla.

Se sentó en otra de las sillas mirando al mar.

- ¿Hace mucho que conoces a mi hermana Paula? -Le pregunté-.

- Bastante, desde que íbamos al instituto.

- Entonces no hace tantos años. ¿Estás soltera?

- No, divorciada.

- Lo siento siendo tan joven.

- No pasa nada, si algo no funciona lo mejor es cortarlo cuanto antes. Me dijo Paula que tú también estás divorciado.

- Sí, pero yo erróneamente no seguí tu criterio. Si no te importa me voy a ir a la cama. Si quieres cenar algo hay cosas en el frigorífico.

- Gracias, igual luego pico algo.

Me fui a mi dormitorio con el tanga de Rocío en la mano. Antes de guardarlo en el armario me lo llevé a la nariz noté que tenía dos olores, el de Rocío que había olido antes en la terraza y otro bastante fuerte diferente, sólo podía ser de Clara. ¿Qué habría estado haciendo Clara con el tanga de Rocío? Me aseé, me acosté y me dormí inmediatamente. Recuerdo muy vagamente que estuve soñando con el tanga, Rocío y Clara.

Me despertó el timbre del móvil. Miré la hora y eran las nueve en punto de la mañana. Me llamaba mi hermana Lola.

- ¿Qué quieres tan temprano un domingo? -Le pregunté-.

- ¿Te he despertado?

- No te preocupes, estaba ya dando vueltas en la cama. Dime.

- Es que me he acordado de ti y he pensado en llamarte.

- ¿Y por qué te has acordado de mí?

- Acabo de llegar a casa …

- ¡Buena noche te debes haber pegado!

- No ha sido para tanto. Pues eso, he llegado a casa, me he desnudado para irme la cama y al quitarme el tanga lo he olido y me he acordado de ti.

- Lola, ¿me llamas para contarme que te huelen las bragas?

- Claro, porque sé que te gusta.

- Me gusta olerlas, no que me lo cuenten.

- Me gustaría estar ahí contigo y dártelas a oler para que me follaras como un loco.

- ¿Y qué has hecho toda la noche por ahí para que te huelan así las bragas?

- Poca cosa, Carlos. Anoche salí a cenar con mi amiga Cristina, Después de cenar no teníamos ganas de acostarnos y nos fuimos a un pub. Allí conocimos a un maduro que estaba para comérselo, pero se me adelantó Cristina, la muy puta. Cuando cerraron el pub nos invitó a su casa. Yo dije que me marchaba para se quedaran solos ellos dos, pero Cristina se puso muy pesada con que me fuera con ellos.

- ¿Qué fuiste de carabina a tu edad?

- La verdad es que Cristina estaba bebiendo mucho, pensé que no podría hacer nada y que el mirlo me lo pillaría yo.

- Muy edificante, Lola.

- ¿Qué quieres? Tomamos un par de copas más en casa del maduro, pero a Cristina, en lugar de dormirla el alcohol, la puso perra, pero perra, perra.

- Lola, ¿qué me vas a contar?

- Pues lo que me has preguntado de por qué me olían tanto las bragas. Total, que ya bien de madrugada, Cristina y el maromo empezaron a darse el lote, primero besos, luego magreos y más tarde sobe mutuo de entrepiernas. Fui al baño a mear y cuando volví estaban los dos desnudos follando como cosacos.

- ¿Y no te fuiste entonces?

- Lo pensé, pero me gustó más quedarme a mirar y hacerme una paja. El tío era un máquina follando, casi como tú, y le estaba dando a Cristina lo suyo y lo de su prima. Yo me subí la falda, metí la mano bajo el tanga y me hice un pajote de los que hacen época viéndolos follar.

- Lola, ¿tú crees que por mucho que hayamos follado tú y yo es normal que me cuentes esto siendo tu hermano?

- Vale, acorto. Me quedé tan relajada con el pajote que fui yo la que me dormí. Me desperté ya amaneciendo, ellos no estaban en el salón y fui a mirar dónde estaban. Los encontré en la cama desnudos durmiendo. El tío estaba todavía empalmado, como te pasa a ti, y tenía una polla tan apetecible que no me privé de comérsela hasta que se corrió sin despertarse y yo me corrí también a la vez que él. Cogí un taxi y me vine para casa, así que fíjate como llevaba el tanga.

- ¿Y tu amiga Cristina?

- Yo que sé, yo la dejé durmiendo la mona. ¿Sabes lo que voy a hacer?

- No lo sé, puede ser cualquier cosa.

- Voy a envasar el tanga al vacío y te lo voy a mandar, para que lo disfrutes.

- ¿A ti se te ha ido la cabeza?

- ¡Déjame tranquila! ¿Has vuelto a ver a la chica con la que cenaste el otro día?

- Sí, ayer me hizo una visita.

- ¿Le has pedido ya unas bragas?

- A ti que te importa.

- ¿Se las has pedido?

- Sí y me las ha dado.

- Entonces es que vais en serio.

- Lo que tu digas.

- ¡Ah, otra cosa! Las niñas quieren ir a hacerte una visita, así que cuando se vaya la invitada de Paula, me lo dices.

- ¿Tú no les has dicho que esto es nudista?

- Claro, les he estado contando de aquello y dicen que quieren ir.

- Tú eres su madre, así que tú veras, a mí luego no me digas que si tal o que si cual.

- Anda, déjalo ya y me dices cuando puedan ir. Llámame cuando recibas el paquete.

- No, si todavía serás capaz de hacerlo.

- Que no te quepa duda, que lo haré. Adiós, hermano.

- Adiós, hermana.

Pensé que mi hermana Lola estaba cada vez más loca y más salida. Me levanté, me aseé, me puse el pareo y salí del dormitorio. Clara estaba en la cocina con el pijama.

- Buenos días, Clara.

- Buenos días, Carlos.

- ¿Has extrañado la cama?

- Para nada, he dormido estupendamente. He hecho café, ¿quieres?

- Sí, por favor. ¿Vas a hacer algo hoy?

- Creo que voy a bajar a la playa en cuanto termine el café. ¿Y tú?

- No sé si trabajar o perrear.

- Mejor perrea, que hoy es domingo.

Clara se fue cuando terminó su café y yo me quedé en la terraza mirando el mar y leyendo. Como a las dos horas, un poco más, volvió Clara.

- Has durado poco en la playa. ¿Hacía frío?

- No, hace una temperatura estupenda, lo que pasa es que no me sentía cómoda.

- ¿Qué te pasaba?

- Estaba todo el mundo desnudo menos yo, parecía de otro planeta.

- No te preocupes por eso, nadie repara en que lleves o no lleves bañador.

- No es por los demás es por mí. Voy a ducharme.

Clara se fue a su dormitorio y luego la vi salir para entrar al baño envuelta en una toalla. En ese momento le sonó el móvil.

- Hola, Paula. -Le escuché decir, debía llamarla mi hermana-.

Escuchaba sólo lo que decía Clara.

- Bien, bien.

- Menos bien, estar rodeada de gente desnuda me tiene excitada todo el día. -Mi hermana le debía haber preguntado por el nudismo-.

- Si yo no los miro, pero tampoco estoy ciega. Es una sensación muy rara.

- No, tu hermano lleva el pareo

- Te lo paso, adiós. Carlos, tu hermana Paula quiere hablar contigo.

Me levanté y entré en el piso. Clara me pasó su móvil y entró al baño.

- Hola, Paula, ¿qué quieres?

- Qué no vayas en pelotas cuando estés con Clara.

- ¡No voy desnudo, no me des más el coñazo con el tema, que además estoy en mi casa! ¿Algo más?

- No, nada más, ¿no podías haber escogido vivir en otro sitio?

- Vivo dónde me apetece, yo no te digo a ti dónde tienes o no que vivir.

- Eres un desagradable. -Me dijo y colgó-.

Fui a dejar el móvil de Clara sobre la mesa, pero debí tocar algo sin querer en la pantalla y salió una foto suya desnuda, sólo con un tanga que parecía el de Rocío puesto. ¿Qué hacía esta con el tanga de Rocío puesto y haciéndose un selfie? Dejé el móvil boca abajo en la mesa y al ir a volverme a la terraza vi sobre la cama de Clara el tanga de su biquini. Sabiendo que no debía hacerlo, entré en el dormitorio, lo cogí y me lo llevé a la nariz para olerlo. ¡Uufff, vaya tela! Pensé cuando lo olí, sí que debe estar todo el día caliente. Lo volví a dejar sobre la cama y al salir de su dormitorio escuché un gemido muy fuerte procedente del baño. ¡Joder con el pajote que se debe estar haciendo! El olor del biquini y saber que Clara se estaba haciendo una paja me excitó y empecé a empalmarme. Cogí mi móvil y fui a mi dormitorio para hacerme yo también una paja con las fotos de Rocío follando conmigo.

- ¡Qué buena está! -Susurré admirando la primera foto, empezando a sobarme el nabo ya empalmado, tras quitarme el pareo-.

Me senté en la cama frente al espejo para hacerme la paja. De pronto se abrió la puerta y entró Clara envuelta en la toalla.

- ¿Tú que haces mirándome el móvil? -Me preguntó con cara de mucho cabreo, mientras yo trataba de taparme-.

- Yo no te he mirado el móvil y se llama antes de entrar.

- ¿Entonces por qué está esta foto en la pantalla?

- No lo sé, pero yo también podría preguntarte sobre la foto. ¿Qué hacías con el tanga de Rocío puesto?

- ¡Ese no es el tema!

- Clara, vamos a tranquilizarnos y, por favor, sal de mi habitación para que pueda vestirme.

- Sí, porque parece que tuvieras dieciséis años, cascándotela como un mono. -Me dijo y salió sin cerrar la puerta-.

Yo decidí no contestarle a lo último que me había dicho, aun cuando ella, minutos antes, se estaba haciendo una paja de época en el baño. Desde luego, no quedaba ni resto de mi erección. Cerré el móvil, me puse el pareo y salí del dormitorio. Clara debía estar vistiéndose en el suyo. Miré la hora, las doce y media, y me serví una copa de vino blanco. Al poco salió Clara de su habitación vestida con un pantalón corto y una camiseta.

- Clara, te juro que yo no te he mirado el móvil. Cuando he terminado de hablar con mi hermana, he ido a dejarlo sobre la mesa y ha salido la foto, cosas de los móviles.

- No te preocupes, te creo, discúlpame por pensarlo y por haber invadido tu intimidad.

- Disculpada. ¿Quieres una copa de vino o una cerveza?

- Mejor un vino. Perdona, pero esto de estar en una zona en la que la gente va en pelotas me tiene muy alterada, en todos los sentidos. Te agradezco tu hospitalidad, pero mudarme cuanto antes se ha convertido en una prioridad.

- Parece mentira el miedo que sentimos al cuerpo humano, pese a que, en definitiva, todos son iguales al tuyo o al mío.

- Puede ser, pero la educación y la religión pesan mucho.

- ¿Eres muy religiosa?

- No, ahora diría que nada, pero me educaron en un colegio de monjas y las represiones que te inculcan no se quitan con facilidad. Mi expareja me lo echaba en cara a menudo.

- ¿Cómo era tu exmarido?

- Yo no he dicho que fuera un hombre, me casé con una mujer.

- Perdón por el error.

- No pasa nada. Durante algunos años creí que era lesbiana y al final lo soy, pero no tanto como creía.

Sonó mi móvil era Rocío.

- Hola, Rocío. ¿Qué tal ayer?

- Bien, fue una cena entretenida e instructiva.

- Me alegro.

- Estoy abajo, ¿me invitas a comer en tu casa?

- Claro, bajo a abrirte, comeremos con Clara también.

- Por mí perfecto.

Rocío venía sólo con el pareo a la cintura. Nos dimos un pico en la boca y subimos.

- ¿Qué quieres tomar? -Le pregunté al entrar-.

- ¿Tú que estás bebiendo?

- Vino blanco.

- Pues otro para mí.

Cogí una copa y la botella y salimos a la terraza.

- Hola, Clara. -Le dijo acercándose para besarla en las mejillas-.

- Hola, Rocío

- ¿Qué estabais haciendo? -Preguntó Rocío-.

- Hablando un poco de todo. -Le contestó Clara-.

- Si interrumpo algo me voy.

- No, en absoluto.

Rocío estaba deslumbrante y Clara no le quitaba la vista de encima.

- Voy a poner el pescado en el hormo, es grande y va a tardar un rato.

- ¿Te ayudo? -Dijo Clara-.

- No hace falta.

- Da igual, te acompaño. -Me contestó levantándose-.

Rocío se quedó en la terraza y Clara y yo entramos.

- Esta chica es realmente muy atractiva. Contradice lo que has dicho antes de que todos los cuerpos son iguales. -Me dijo mientras yo ponía el horno a calentar-.

- Sí que es muy guapa.

- ¿Te importa si le entro? -Me extrañó la pregunta-.

- A mí no me tienes que preguntar eso. Yo soy más que un amigo suyo. Cuida de ella es una mujer muy confiada.

Clara volvió a la terraza, me quedé con la cabeza bastante confusa. ¿Cómo querría Clara montárselo? ¿Cuál sería la reacción de Rocío? Me quedé en la cocina mientras el horno terminaba de calentarse para meter el pescado. Al volver a la terraza, Clara le decía a Rocío.

- ¿Sabes que eres una chica muy guapa?

- Entre Carlos y tú, me lo voy a terminar creyendo.

- Pues créetelo, porque es la verdad, además, te lo habrán dicho muchas veces.

- Alguna vez cuando trabajaba en el pub, pero yo no me lo creía porque mi exnovio no me lo decía nunca.

- Sería ciego.

- No, la vista la tenía bien, se pasaba el día tumbado viendo la tele.

- Cuando queráis vais poniendo la mesa para comer. -Les dije, entre otras cosas para terminar con las historias del penco del exnovio de Rocío-.

Se levantaron las dos y fuimos a la cocina, ellas a por las cosas de la mesa y yo a mirar como iba el pescado. Clara seguía sin quitarle la vista de encima de Rocío, tanto que al final esta terminó dándose cuenta.

- ¿Tú te has dado cuenta como me mira Clara? -Me dijo en un momento en que nos quedamos a solas-.

- Bueno, ya sabes que hay personas que son un poco menos disimuladas mirando a otras.

- Puede ser, pero a mí no me parece eso.

- ¿Entonces, qué te parece a ti?

- No sé, como si le extrañara o le molestara mi presencia aquí.

- Te puedo asegurar que no es eso.

Nos sentamos a comer, Clara seguía sin quitarle la vista de encima a Rocío, hasta que finalmente esta le dijo:

- Clara, ¿te pasa algo conmigo?

- No, ¿por qué?

- No dejas de mirarme.

- Chica, eres tan atractiva que se me van los ojos. Perdona si te he molestado.

- No pasa nada. Tú también eres una mujer muy atractiva. ¿Verdad Carlos?

- Sí, tengo mucha suerte de estar comiendo con dos mujeres tan guapas.

- ¿Tú te sientes atraída por las mujeres? -Le preguntó Rocío a Clara-.

- Cuando son como tú, sí. ¿Tú no?

- No lo sé, la verdad es que no lo he pensado.

- Eso no hay que pensarlo, es una sensación. Muy rico el pescado, Carlos.

- Gracias, pero yo no he hecho más que ponerlo al horno el tiempo y a la temperatura que me ha dicho la pescadera. Voy a por otra botella de vino. -Dije y fui hacia la cocina llevándome mi plato, pues ya habíamos terminado-.

- Ahora que lo has dicho, creo que sí, que alguna vez me he sentido atraída por alguna mujer, como ahora por ti. -Dijo Rocío y yo me quedé con la oreja puesta en la conversación-.

- ¿Has estado con alguna mujer?

- No.

- ¿Y no te lo has planteado?

- ¿Me estás tirando los tejos?

- Estarás acostumbrada a que lo hagan los hombres, ¿por qué no alguna mujer?

- No te creas que estoy tan acostumbrada. Cuando tenía novio no daba pie a que eso pasara.

- ¿Y desde que no tienes novio?

- Pues tampoco. Ahora no es que no de pie, es que hace muy poco que hemos roto.

- ¿Te molesta que me haya insinuado?

- Nome molesta, es que me extraña que te hayas fijado en mí.

Se hizo un largo silencio entre las dos. Ya no podía seguir retrasándome más en la cocina y fui hacia la terraza tras descorchar la botella. Desde el salón vi como Clara estaba inclinada hacia Rocío, besándola en la boca. Intencionadamente hice algo de ruido y Clara volvió a su posición. Rocío tenía cara de perplejidad. Antes de sentarme recogí la bandeja del pescado para llevarla a la cocina. Rocío cogió su plato y el de Clara y me acompañó a la cocina.

- Carlos, Clara me ha besado en la boca.

- ¿Te ha molestado?

- No, me ha gustado.

- Pues estupendo, ¿no? -Había empezado a imaginarme a las dos desnudas comiéndose las tetas-.

- No he estado nunca con una mujer y ahora siento atracción y curiosidad. ¿Te molesta si le sigo la corriente?

- ¿Quieres que os deje a solas?

- No, parte del morbo es que nos veas.

La polla me dio un brinco bajo el pareo.

- ¿Por qué te da morbo que te vea con otra mujer?

- Me parece de película porno y eso me pone mucho. ¿A ti no?

- Claro que me pone a mí también. Vuelve a la terraza con Clara mientras yo recojo esto.

Rocío me dio un beso en la boca y se marchó a la terraza. Yo me quedé pensando en la que se podía liar esa tarde e intentando controlar mi erección por el momento. Les di cinco minutos y me asomé a la terraza. Clara y Rocío estaban de pie abrazadas besándose.

- ¿No queréis más vino? -Les dije al entrar-.

Clara trató de separarse de Rocío, pero esta, bastante más alta, la mantuvo abrazada.

- Sí, pero ya en la bañera. -Contestó Rocío-.

- No hay bañera, sino plato de ducha. -Dijo Clara-.

- ¿No has visto el baño de Carlos?

- No.

- Pues vamos. Carlos, coge la botella y los vasos y síguenos.

Rocío le pasó el brazo por la cintura a Clara y esta le respondió con el mismo gesto. Por el camino Clara volvió a besar a Rocío y yo le di rienda suelta a mi erección.

- Ves cómo hay bañera, aunque yo no la he probado todavía. -Le dijo Rocío a Clara-.

Dejé las copas y la botella en la encimera del lavabo y comencé a llenar la bañera, mientras ellas volvían a besarse.

- ¿Queréis que os deje a solas? -Pregunté, deseando que Rocío se mantuviera en que no-.

- Rocío ha impuesto como condición que tú estuvieras presente. A mí me parece bastante pervertido. No sabía que fueses un mirón. -Me contestó Clara y yo decidí no contestarle a ella-.

Rocío se quitó el pareo y se quedó preciosa desnuda. Luego volvió a besar a Clara y tiró de su camiseta hasta sacársela por la cabeza, llevaba un sujetador bastante ligero del mismo color naranja de la camiseta. Clara se soltó los pantalones cortos, que cayeron al suelo sin esfuerzo, dejando al descubierto un pequeño tanga blanco. Clara, en ropa interior, estaba muy apetecible. Siguieron besándose, mientras Rocío le soltaba el sujetador, que se deslizó por los brazos de Clara, tenía unas areolas grandes y rosadas y los pezones muy carnosos. Cerré los grifos de la bañera cuando se llenó.

- El agua está lista. -Les dije-.

Rocío fue hacia la bañera y empezó a meterse dentro, mientras Clara se quitaba el tanga y me lo lanzaba.

- Huélelo y verás. -Me dijo-.

El tanga tenía la entrepierna empapada, me lo llevé a la nariz. El olor era delicioso a mujer muy caliente. De rodillas las dos en la bañera, Clara le cogió las tetas a Rocío y comenzó a besárselas y a lamerle y morderle los pezones, mientras Rocío le sobaba el clítoris con una mano. Me quité el pareo, tenía la polla como un palo, las miraba a la misma vez que me delectaba con el olor del tanga de Clara.

- Estáis preciosas. -Les dije sin recibir respuesta-.

Clara le pidió a Rocío que se sentara en el borde de la bañera para poder comerle el coño. La cara de Rocío era de sentir un placer enorme, de vez en cuando me miraba fijamente mientras gemía y suspiraba. Yo empecé a sobarme el nabo, que segregaba tanto líquido preseminal, que goteaba en el suelo. Tenía una calentura tremenda. De vez en cuando me preguntaba cómo había sido posible el cambio que había dado mi vida, de una existencia casi asexuada a estar ahora viendo a dos mujeres follando o a liarme con mi hermana o a disfrutar de mujeres como Natalia o Raquel o ahora de Rocío, una joven tan atractiva como caliente.

- Clara, si sigues me voy a correr. -Dijo Rocío-.

- Hazlo, yo ya me he corrido.

- Carlos, mírame, quiero que veas como corro.

- Ya te miro y me excita mucho, no lo ves como estoy.

A Rocío se le cambió la cara, de mostrar estar sintiendo un gran placer a ponerse roja y tensa, hasta que empezó a gritar:

- ¡Aaaagggg, sigue, sigue Clara, sigue, aaaagggg, me corro, me corro, sigue, sigue, …!

No pude aguantar más y me corrí yo también lanzando chorros que fueron a caer al suelo, apoyándome, al terminar, con el culo en la encimera del lavabo.

- ¿Te ha gustado? -Le preguntó Clara a Rocío-.

- Mucho, ha sido una comida de coño gustosísima, tanto que casi me caigo cuando me he corrido.

- Ves como está muy bien el sexo entre mujeres.

- Yo creo que estaría mejor entre los tres. ¿Tú no lo crees también? -Le contestó Rocío-.

- Si tú quieres, vale, pero yo sigo sólo contigo.

- Como quieras. Carlos, vente a la bañera con nosotras y fóllame. Clara, déjame que te devuelva la comida de coño que me has hecho.

Mientras yo me metía en la bañera, Clara se sentó en el borde con las piernas muy abiertas. Tenía un chocho pequeñito, pero muy carnoso. Rocío se puso a cuatro patas entre sus piernas y yo me puse de rodillas detrás de ella. Su espalda y su culo eran preciosos. Le abrí los cachetes del culo, me flexioné y empecé a sobarle el clítoris con la mano y a lamerle el ojete, lo que hizo que me pusiera todavía más caliente.

- Carlos, me estás matando del gusto, pero ten cuidado no te vaya a doler la espalda. -Me dijo Rocío-.

- ¿Me va a doler la espalda de comerte el culo cinco minutos y no de estar sentado frente al ordenador trabajando ocho horas al día?

- Bueno, pero ten cuidado.

Hasta el ojete de Rocío era una preciosidad. Desde luego su creador había querido que su obra fuera perfecta.

- ¿He aprendido a comértelo bien? -Le preguntó Rocío a Clara-.

- Lo tuyo es talento natural, es de las mejores comidas de coño que me han hecho, parece que tuvieras dos lenguas.

- Carlos, fóllame ya, que estoy otra vez a punto.

- Córrete así primero y luego te follo.

- No sé si seré capaz de correrme dos veces más.

- Yo creo que sí.

- ¡Aaaaagggg, Carlos, sigue con el clítoris, sigue y no dejes de chuparme el culo, aaaagggg, qué bueno, aaaagggg, …! -Gritó Rocío al correrse-.

Me había llenado la mano de jugos, debía tener el chocho empapado. Me incorporé, me acerqué a ella y le metí la polla entera de una vez.

- ¡Aaaaaggg! -Gritó Rocío al notarla entera en su interior-.

- ¡Sigue Rocío, sigue, no pares ahora! -Le dijo Clara que tenía cara de estar en la gloria-.

- Carlos, fóllame más fuerte. -Me dijo Rocío y yo traté de complacerla, aunque ya le estaba dando unos empujones que sonaban como palmas-.

- ¿Te gusta más así?

- A mí me gusta que me folles de todas las maneras.

- ¡Me corro, sigue Rocío, quiero que sea muy largo! -Dijo Clara-.

- Me voy a correr, Rocío. -Le dije-.

- Dame golpes en el culo, que yo también me voy a correr otra vez.

Empecé a darle golpes en el culo con las dos manos, primero suave, pero luego perdí el control y empecé a golpearla con fuerza.

- ¡Sigue pegándome así, aaaagggg, me corro, sigue, sigue, aaaggg, siiiii, aaaagggg …! -Gritó Rocío-.

- ¡Aaaagggg, me corro, me corro, aaaggg, toma, toma, …! -Grité yo al correrme por segunda vez-.

Nos sentamos los tres en la bañera exhaustos.

- Me ha encantado esto de hacer un trío, tenemos que repetir. -Dijo Rocío al cabo del rato-.

El viernes de esa semana, es decir, cinco días después Clara se mudó a un apartamento que había alquilado en la zona textil. Durante la semana Rocío me llamó varias veces, pero no pudimos vernos por su nuevo trabajo, al que estaba dedicada en cuerpo y alma. Cuando Clara se hubo marchado llamé a mi hermana Lola.

- Hola, hermana.

- Hola, Carlos.

- Me dijiste que te comentara cuando se hubiera ido la invitada, pues hace un rato acaba de salir por la puerta.

- ¡Qué contentas se van a poner las niñas, están deseando ir!

- ¿Estás segura de dejarlas venir?

- Claro que sí, les va a venir muy bien para que se les quiten las tonterías de la edad.

- ¿Y su padre que dirá?

- ¡A mí que me importa lo que diga!

- Pues allá tú.
-
 
Arriba Pie