Rosa tenía 20 años. medía un metro sesenta de estatura, sus ojos eran negros, al igual que su largo cabello. Sus caderas eran anchas, su cintura estrecha y tenía un buen culo. Sus tetas nada tenían que envidiar a las de la cantante Sabrina, que en aquel tiempo se hiciera famosa con su: Boys, boys, boys, y por enseñar una teta mientras cantaba.
Rosa estaba en un hierbazal cortando hierba con la guadaña. Un cuervo vino volando y se posó en su hombro, era Paquito, un cuervo que se había caído del nido, que Rosa criara desde pequeño y que al ser adulto dejara en libertad. Le dijo:
-Hola Paquito.
Paquito, como si quisiera consolarla, acarició su mejilla con la cabeza, por la que en ese momento descendía una lágrima.
Las dos vacas apastaban libremente por el hierbazal. El carro estaba esperando a que Rosa lo cargase y las nubes viajaban cargadas de agua.
Rosa vio venir hacia ella a Tucho, su abuelo paterno, un hombre de 60 años, alto, fuerte, viudo y más serio que el hambre. Se limpió las lágrimas de las mejillas. Al llegar a su lado, oyó como le decía:
-¿Por qué estuviste llorando, Nena?
-Me voy a quedar en la calle, Tucho.
Sus palabras cogieron de improvisto al hombre.
-¿¡Qué?! ¡¿Qué piensa hacer el cabrón de mi hijo?!
-Vender todo, casa, vacas, cerdos, conejos, gallinas, tierras, va a venderlo todo, darme mi parte y volver a la ciudad con su nueva novia.
-Hace un año que os abandonó y se llevó todos los ahorros para irse a vivir con una puta. Tu madre está en el manicomio por su culpa. Ayer regresa al pueblo con otra puta y se quiere aprovechar de tu trabajo. ¡Tiene los huevos cuadrados!
Rosa, ya estaba resignada.
-Lo malo es que está en su derecho.
-Yo le di las tierras, la casa y el dinero para comprar animales cuando se casó con tu madre y tú tenías siete años. Lo hice para que no os faltase de nada. Esta noche cuando se vayan para cama deja la puerta abierta.
-¡¿No irás a hacer una barbaridad?!
Tucho quiso quitarle hierro al asunto.
-Tranquila, no habrá sangre.
-¿Seguro que no habrá sangre, Tucho?
-Si no es necesario, no.
-¡Me estás asustando!
-No te preocupes. Mi hijo siempre fue un cagado. Tú deja la puerta de la casa abierta. Ahora vamos a cargar el carro de hierba.
A las doce de la noche...
Tucho llegó a la casa de su nieta con Tigre, un pastor belga y con una escopeta de cartuchos en la mano. Empujó por la puerta y entró en la casa. Sintió a la nueva amiga de su hijo decir en una de las habitaciones:
-¡¡Jiiiiiija, jiiiiiiiiija, jiiiiiiiiija!! ¡¿!Vienes a cabalgar conmigo, Rosa?!
Tucho, al oír aquellas palabras, se endemonió. Al llegar a la habitación del jolgorio, que tenía la puerta abierta, se plantó en el umbral, y viendo a la amiga de su hijo, de espaldas. cabalgándolo, dijo con su potente voz:
-¡¡¡Vaaaaaaaya puuuuuuuta!!!
La joven, que no llegaba a los treinta años, y estaba más que potable, se llevó un susto de muerte. Descabalgó, y sin taparse y temblando de miedo, se quedó petrificada mirando a Tucho a la escopeta y al perro, que gruñía y les enseñaba los dientes.
El que reaccionó fue Pablo, el hijo de Tucho:
-¡¿Qué vas a hacer, papá?!
-¡Pegarte un tiro a ti y un tiro a ella y echar vuestros cuerpos a los cerdos!
Sus palabras fueron tan convincentes, que Lina, la nueva amiga de Pablo, rompió a llorar.
Pablo no creía a su padre capaz de hacer lo que había dicho.
-Tú no harías eso.
Tucho apuntó a su hijo a la cabeza. Un ruido ensordecedor se oyó en toda la casa y en la aldea, ya que de noche los ruidos se magnifican, aunque nadie salió de su casa, sabían que era el ruido del tiro de una escopeta de cartuchos, y quien tiene culo tiene miedo. La que si acudió a la habitación fue Rosa. Vio el boquete en la cabecera de la cama y a su abuelo metiendo un cartucho a la escopeta de dos cañones.
-¡¿Qué hiciste, Tucho?!
-Fallar el primer tiro, el segundo apuntaré al cuerpo -cerró la escopeta- así no fallaré. Estos pájaros darán de comer una semana a los cerdos. Mira que querer dejarte en la calle...
Rosa vio a la chica temblando y a su padrastro con la polla casi desaparecida encima de los huevos, y como tonta no era, se dio cuenta del juego de su abuelo. Sabía que no los iba a matar, pero se quiso vengar de la muchacha por haber estado riéndose de ella.
-A la zorra no la mates, dásela a follar a Tigre. Así no le contará a nadie lo que pasó aquí.
Tucho, tenía una sonrisa maléfica en los labios.
-Es una buena idea, una perra follando con un perro. ¿Follarías con mi perro, pécora?
Lina tenía tanto miedo que follaría con el mismísimo diablo.
-Si hay que follar, se folla.
-¡A cuatro patas, perra!
Lina se puso a cuatro patas.
-¡A por ella, Tigre!
Rosa, paró aquella barbaridad, pues Tigre ya le estaba lamiendo el coño a Lina.
-No lo decía en serio, Tucho. Además ella no tiene la culpa de nada más que de querer divertirse.
Tucho, le dijo a la muchacha:
-¡Levántate!
El perro le seguía lamiendo el coño y a la muchacha le estaba gustando. Tanto le estaba gustando, que cuando se levantó, sus piernas temblaron, se ladeó, sus ojos miraron al techo, estiró los brazos y a tientas se apoyó en la cabecera de cama para no desplomarse. Se estaba corriendo. Todos lo vieron, pero nadie dijo nada. Pablo, porque estaba demasiado asustado para excitarse, Rosa, porque mojó las bragas al verla y Tucho porque se le puso la polla morcillona.
Tucho, lo que hizo fue ponerle a su hijo las bocas de los cañones de la escopeta en los huevos, y le dijo:
-¡Despídete, cabrón!
Pablo, blanco cómo la cal, le preguntó a su padre:
-¿No hay otra manera de arreglar esto, papá?
-¡No!
Rosa, pensó que era el momento de parar aquello.
-Déjalos marchar y que no vuelvan por aquí.
-¿Y si vuelven, Nena?
Pablo, le dijo a su padre:
-No volveré. Tienes mi palabra.
-¡Tu palabra no me vale ¿Juras que te vas de aquí, renuncias a todo y no vuelves más?
Pablo viendo el dedo de su padre sobre el gatillo de la escopeta, con voz temblorosa, le dijo:
-Si, lo juro.
Tucho, les dijo:
-¡Vestiros y largaos!
En un par de minutos se vistieron, y sin hacer las maletas, salieron de la casa, subieron a un seat 124 y se largaron de allí.
Después de irse Pablo y Lina, le preguntó Rosa a su abuelo:
-Nunca pensaste en matarlos, ¿verdad?
-Verdad. ¿Cómo lo supiste?
-Desde el momento en que me dijiste que tu hijo es un cagado.
-Bueno, me voy. Que descanses, nena.
-Lo intentaré, Tucho.
Una semana más tarde...
Eran las diez de la noche. Estaba Rosa ordeñando las vacas para vender la leche el día siguiente cuando llegaron Tucho y Tigre al establo.
-¿Quieres que te ayude?
Le señaló un cubo y una pequeña banqueta.
-Si quieres, cógelos y ponte manos a la obra.
Tucho, ordeñando a la vaca, le dijo a Rosa.
-Siempre sentí una rara excitación al ordeñar una vaca.
Rosa, sonriendo picaramente, le dijo:
-¿Alguna vez bebiste la leche chupando una tetilla?
-Sí, pero ese es un terreno muy delicado, pertenece al de los secretos
-Confesemos.
-¿Qué puedes tener tú que confesar, Nena?
-Más de lo que te supones. ¿La bebiste solo?
-Solo, no. Cuando Isabel estaba viva, si, y acabábamos jugando.
-Yo también acabo jugando, pero sola.
-No esperaba eso de ti.
-¿Es qué tú ya no necesitas desahogarte?
-Vamos a dejarlo, vamos a dejarlo, que esto puede acabar muy mal.
-Yo creo que podría acabar muy bien. Terminé. ¿Quieres que te ayude a ordeñar?
Tucho estaba acojonado con la situación.
-¡No! Termina tú. Yo me vuelvo a casa.
Tucho se levantó del taburete. Rosa quería llegar hasta el final.
-¿Ya no se te levanta, Tucho?
-Hoy pareces una niña mala. Mereces que te coja en mis rodillas y te de unos azotes.
Acercándose a su abuelo, le preguntó:
-¿Y por qué no lo haces?
-Las estás buscando.
-Estoy.
Tucho, ya entró al trapo.
-¿Por qué yo?
-Eres mi héroe.
Rosa se sentó en el taburete donde estuviera él sentado, le chupó una tetilla a la vaca. Cayéndole leche por la comisura de los labios, le dijo:
-La tetilla parece un polla. ¿A que sí?
-Es un pezón.
-Ven y chupa el pezón, Tucho.
Tucho ya estaba como una moto, pero disimuló.
-No quiero jugar con fuego.
Rosa, se tocó las tetas, y le preguntó:
-¿Soy demasiada mujer para ti?
Tucho, agachándose, le dijo:
-Lo que pase de ahora en adelante ya será culpa tuya.
Tucho chupó una tetilla, Rosa, chupo la otra. La vaca le daba al rabo de un lado al otro. Con las bocas llenas de leche se besaron. La leche les mojó las ropas. Al acabar de besarse, Tucho, se puso en pie.
Disimuló por última vez.
-Esto no está bien, Nena.
-Lo que no está bien es que nos quedemos con las ganas.
Rosa volvió a chupar otra tetilla.
Tucho vio como la leche le volvía a salir por la comisura de los labios, su polla se puso más que morcillona. Rosa le abrió el cinturón, le bajó la cremallera del pantalón, quitó la polla y se la metió en la boca. Ya no había marcha atrás.
Rosa no sabía chupar polla, pero hizo lo que pudo... El caso fue que le puso la polla tiesa como un palo a su abuelo. Tucho, cuando vio que se iba a correr, hizo que se levantase, la cogió en brazos (Rosa, sonriendo, rodeó el cuello de su abuelo con los brazos) y la llevó hasta al paja. La puso sobre ella, de pie. Le quitó el jersey, la camisa, y el sostén. Al verle las tetas, le dijo:
-Y después hablan de Sabrina. ¡Estas si que son unas tetas como Dios manda!
Le comió las tetas con lujuria. Chupando, besando lamiendo, mordiendo los pezones. Le hizo de todo... Después de bajarle la falda y las bragas mojadas, la echó sobre la paja. Se desnudó, y con la polla mirando al frente, metió la cabeza entre sus piernas, le levantó el culo con las dos manos y le comió el coño con hambre atrasada. Rosa, no tardó nada en decir:
-¡Ay Tucho, que me corro, ay que me corro, Tucho, qué...!
Rosa, echando la pelvis hacia arriba y retorciéndose, mojó co un chorro de babas la cara de su abuelo, el resto de la corrida ya Tucho se la fue recogiendo con la lengua.
Tigre, se relamía viendo a su amo saborear las babas.
Tucho, después de acabar la faena, se echó boca arriba al lado de Rosa. que lo besó, y después le dijo:
-Acabas de hacer realidad una de mis fantasías eróticas.
-¿Tienes muchas?
-Muchísimas.
-Dime algunas.
-Follar con otra mujer. Hacer un trió con dos hombres y tener sexo oral y anal. Otro con un hombre y una mujer, y otro con dos chicas. Estar asomada a la ventana mientras me comen el coño y me masturban, y que todos vean mi cara de placer sin saber porque es. Que me aten a la cabecera y a los pies de una cama, me venden los ojos y que me hagan de todo. Follar con un jovencito y decirle que me haga todo lo que me gusta. Matar un viejo a polvos. Follar de pie arrimada a un pino. Follar de noche bajo la lluvia en medio de la plaza del pueblo. Follar en el río a plena luz del día mientras lavo la ropa. Correrme en un coche. Echar un polvo rápido con un desconocido. Hacer un dedo viendo follar a a una pareja. Que me nalgueen. Castigar. Disfrazarme de puta y que me paguen por correrme. Correrme mientras me dan por culo. Que me digan cosas guarras mientras me follan. Sentir la leche de un hombre en mi coño. Correrme en la boca de una mujer. Que un hombre se corra en mi boca...
-¡Joder! Y parecía que nunca rompieras un plato.
-Lo que rompí fue el culo y el coño con mis dedos y mis juguetes.
-¿Qué juguetes?
-Pepinos, espigas de maíz y zanahorias. ¿Preparado?
Rosa, quiso subir encima de su abuelo. Tucho la puso en sus rodillas, y le dijo:
-¡Antes de que me mates a polvos te voy a dejar el culo a arder, puta, más que puta!
Le cayeron las de Caín. El brazo derecho de Tucho subía y bajaba y su mano cayó con fuerza sobre las nalgas de Rosa.
-¡¡Plas, plas!
-¡Aaaaaaaaay!
-¡¡Calla, perdida!!
La mano iba de nalga en nalga.
-¡¡Plas, plas, plas, plas...!!
-¡Me estás haciendo dañó!
-¡Y más que te voy a hacer, ramera.
Del coño de Rosa comenzó a salir jugo. Tigre, al verlo, le lamió el coño.
-¡¿Le digo que pare, putona?
Rosa, gimiendo, abrió las piernas, y le respondió:
-No, déjalo.
Tucho siguió nalgueando a su nieta, pero ya más suave.
-¡Plas, plas, plas, plas...!
Rosa. levantó la cabeza y le dijo a su abuelo:
-Dame un beso.
-¿Te vas a correr, zorra?
Rosa, se estaba derritiendo.
-Siiiiiii, Tucho, siiiii.
Tucho la besó. Rosa, levantando el culo, dijo:
-Me cooo, oooooooh. ¡¡Me corro!!
Rosa, se corrió y Tigre aprovechó toda la baba que salió de su coño.
Aún jadeando, le dijo a su abuelo:
-Prepárate. Te voy a castigar por lo que me hiciste.
Tucho, ya no las tenía todas con él.
-No des con mucha fuerza.
Rosa cogió las tetas con las manos, y empezó a darle con ellas en la cara a su abuelo.
-¡Plas, plas, plas, plas...!
Paró de darle y le dijo:
-Ahora chupa.
Estaba Tucho chupando cuando Rosa cogió la polla, la acercó a la entrada del coño, empujó con el culo y la metió hasta el fondo. Tucho, le dijo:
-Ese coño parece un pozo, puerca.
-¡Cómo te atreves a insultarnos a mí coño y a mi!
Le cayeron otra manada de tetazos.
-¡Plas, plas, plas, plas...!
Al acabar...
-¡Chupa y calla!!
La polla no era lo mismo que la espiga de maíz, que el pepino o la zanahoria, era mucho más placentera. Rosa, sintió que estaba a punto de correrse, la sacó y la puso en la entrada del ojete. Tucho se la clavó hasta el fondo. Esta vez entró más apretada pero sin dificultad.
Tucho, le dijo:
-Otro pozo, y este es un pozo negro.
Rosa, jadeando, y moviendo el culo hacia atrás y hacia delante, le respondió:
-Calla, cabronazo, calla y folla mi culo!
-Eres una viciosa, una guarra... ¡Eres lo que no está en los escritos!
Le volvió a dar con las tetas en la cara.
-Plas, plas, plas, plas...!
Después, dándole las tetas, le dijo:
-¡Chupa! Chuuuu. ¡Uuuuuuuuuy que me voy a volver a correr, Tucho!
Rosa, sacudiéndose y chupando la lengua de su abuelo, le llenó las pelotas con las babas de su corrida.
Al acabar de correrse, besó de nuevo a su abuelo. Sacó la polla del culo, la metió en el coño, y le dijo:
-Te voy a dejar los ojos en blanco.
Lo volvió a moler la cara a tetazos.
-¡Plas, plas, plas, plas...!
Esta vez no le mando chupar las tetas. Lo folló a toda pastilla...
Poco después, le decía Tucho a su nieta.
-¡Saca la polla, saca la polla que me corro!
Rosa, no la sacó. Siguió follando a su abuelo. Sus corridas se juntaron dentro del coño. Los dos quisieron mirarse, pero sólo Tucho pudo ver la cara de su nieta, pues Rosa se había quedado con los ojos en blanco.
Cuando Rosa volvió de aquel viaje de placer, le dijo Tucho:
-¿Sabes lo que acabas de hacer, Nena?
-Si, hacer realidad una de mis fantasías.
Rosa estaba en un hierbazal cortando hierba con la guadaña. Un cuervo vino volando y se posó en su hombro, era Paquito, un cuervo que se había caído del nido, que Rosa criara desde pequeño y que al ser adulto dejara en libertad. Le dijo:
-Hola Paquito.
Paquito, como si quisiera consolarla, acarició su mejilla con la cabeza, por la que en ese momento descendía una lágrima.
Las dos vacas apastaban libremente por el hierbazal. El carro estaba esperando a que Rosa lo cargase y las nubes viajaban cargadas de agua.
Rosa vio venir hacia ella a Tucho, su abuelo paterno, un hombre de 60 años, alto, fuerte, viudo y más serio que el hambre. Se limpió las lágrimas de las mejillas. Al llegar a su lado, oyó como le decía:
-¿Por qué estuviste llorando, Nena?
-Me voy a quedar en la calle, Tucho.
Sus palabras cogieron de improvisto al hombre.
-¿¡Qué?! ¡¿Qué piensa hacer el cabrón de mi hijo?!
-Vender todo, casa, vacas, cerdos, conejos, gallinas, tierras, va a venderlo todo, darme mi parte y volver a la ciudad con su nueva novia.
-Hace un año que os abandonó y se llevó todos los ahorros para irse a vivir con una puta. Tu madre está en el manicomio por su culpa. Ayer regresa al pueblo con otra puta y se quiere aprovechar de tu trabajo. ¡Tiene los huevos cuadrados!
Rosa, ya estaba resignada.
-Lo malo es que está en su derecho.
-Yo le di las tierras, la casa y el dinero para comprar animales cuando se casó con tu madre y tú tenías siete años. Lo hice para que no os faltase de nada. Esta noche cuando se vayan para cama deja la puerta abierta.
-¡¿No irás a hacer una barbaridad?!
Tucho quiso quitarle hierro al asunto.
-Tranquila, no habrá sangre.
-¿Seguro que no habrá sangre, Tucho?
-Si no es necesario, no.
-¡Me estás asustando!
-No te preocupes. Mi hijo siempre fue un cagado. Tú deja la puerta de la casa abierta. Ahora vamos a cargar el carro de hierba.
A las doce de la noche...
Tucho llegó a la casa de su nieta con Tigre, un pastor belga y con una escopeta de cartuchos en la mano. Empujó por la puerta y entró en la casa. Sintió a la nueva amiga de su hijo decir en una de las habitaciones:
-¡¡Jiiiiiija, jiiiiiiiiija, jiiiiiiiiija!! ¡¿!Vienes a cabalgar conmigo, Rosa?!
Tucho, al oír aquellas palabras, se endemonió. Al llegar a la habitación del jolgorio, que tenía la puerta abierta, se plantó en el umbral, y viendo a la amiga de su hijo, de espaldas. cabalgándolo, dijo con su potente voz:
-¡¡¡Vaaaaaaaya puuuuuuuta!!!
La joven, que no llegaba a los treinta años, y estaba más que potable, se llevó un susto de muerte. Descabalgó, y sin taparse y temblando de miedo, se quedó petrificada mirando a Tucho a la escopeta y al perro, que gruñía y les enseñaba los dientes.
El que reaccionó fue Pablo, el hijo de Tucho:
-¡¿Qué vas a hacer, papá?!
-¡Pegarte un tiro a ti y un tiro a ella y echar vuestros cuerpos a los cerdos!
Sus palabras fueron tan convincentes, que Lina, la nueva amiga de Pablo, rompió a llorar.
Pablo no creía a su padre capaz de hacer lo que había dicho.
-Tú no harías eso.
Tucho apuntó a su hijo a la cabeza. Un ruido ensordecedor se oyó en toda la casa y en la aldea, ya que de noche los ruidos se magnifican, aunque nadie salió de su casa, sabían que era el ruido del tiro de una escopeta de cartuchos, y quien tiene culo tiene miedo. La que si acudió a la habitación fue Rosa. Vio el boquete en la cabecera de la cama y a su abuelo metiendo un cartucho a la escopeta de dos cañones.
-¡¿Qué hiciste, Tucho?!
-Fallar el primer tiro, el segundo apuntaré al cuerpo -cerró la escopeta- así no fallaré. Estos pájaros darán de comer una semana a los cerdos. Mira que querer dejarte en la calle...
Rosa vio a la chica temblando y a su padrastro con la polla casi desaparecida encima de los huevos, y como tonta no era, se dio cuenta del juego de su abuelo. Sabía que no los iba a matar, pero se quiso vengar de la muchacha por haber estado riéndose de ella.
-A la zorra no la mates, dásela a follar a Tigre. Así no le contará a nadie lo que pasó aquí.
Tucho, tenía una sonrisa maléfica en los labios.
-Es una buena idea, una perra follando con un perro. ¿Follarías con mi perro, pécora?
Lina tenía tanto miedo que follaría con el mismísimo diablo.
-Si hay que follar, se folla.
-¡A cuatro patas, perra!
Lina se puso a cuatro patas.
-¡A por ella, Tigre!
Rosa, paró aquella barbaridad, pues Tigre ya le estaba lamiendo el coño a Lina.
-No lo decía en serio, Tucho. Además ella no tiene la culpa de nada más que de querer divertirse.
Tucho, le dijo a la muchacha:
-¡Levántate!
El perro le seguía lamiendo el coño y a la muchacha le estaba gustando. Tanto le estaba gustando, que cuando se levantó, sus piernas temblaron, se ladeó, sus ojos miraron al techo, estiró los brazos y a tientas se apoyó en la cabecera de cama para no desplomarse. Se estaba corriendo. Todos lo vieron, pero nadie dijo nada. Pablo, porque estaba demasiado asustado para excitarse, Rosa, porque mojó las bragas al verla y Tucho porque se le puso la polla morcillona.
Tucho, lo que hizo fue ponerle a su hijo las bocas de los cañones de la escopeta en los huevos, y le dijo:
-¡Despídete, cabrón!
Pablo, blanco cómo la cal, le preguntó a su padre:
-¿No hay otra manera de arreglar esto, papá?
-¡No!
Rosa, pensó que era el momento de parar aquello.
-Déjalos marchar y que no vuelvan por aquí.
-¿Y si vuelven, Nena?
Pablo, le dijo a su padre:
-No volveré. Tienes mi palabra.
-¡Tu palabra no me vale ¿Juras que te vas de aquí, renuncias a todo y no vuelves más?
Pablo viendo el dedo de su padre sobre el gatillo de la escopeta, con voz temblorosa, le dijo:
-Si, lo juro.
Tucho, les dijo:
-¡Vestiros y largaos!
En un par de minutos se vistieron, y sin hacer las maletas, salieron de la casa, subieron a un seat 124 y se largaron de allí.
Después de irse Pablo y Lina, le preguntó Rosa a su abuelo:
-Nunca pensaste en matarlos, ¿verdad?
-Verdad. ¿Cómo lo supiste?
-Desde el momento en que me dijiste que tu hijo es un cagado.
-Bueno, me voy. Que descanses, nena.
-Lo intentaré, Tucho.
Una semana más tarde...
Eran las diez de la noche. Estaba Rosa ordeñando las vacas para vender la leche el día siguiente cuando llegaron Tucho y Tigre al establo.
-¿Quieres que te ayude?
Le señaló un cubo y una pequeña banqueta.
-Si quieres, cógelos y ponte manos a la obra.
Tucho, ordeñando a la vaca, le dijo a Rosa.
-Siempre sentí una rara excitación al ordeñar una vaca.
Rosa, sonriendo picaramente, le dijo:
-¿Alguna vez bebiste la leche chupando una tetilla?
-Sí, pero ese es un terreno muy delicado, pertenece al de los secretos
-Confesemos.
-¿Qué puedes tener tú que confesar, Nena?
-Más de lo que te supones. ¿La bebiste solo?
-Solo, no. Cuando Isabel estaba viva, si, y acabábamos jugando.
-Yo también acabo jugando, pero sola.
-No esperaba eso de ti.
-¿Es qué tú ya no necesitas desahogarte?
-Vamos a dejarlo, vamos a dejarlo, que esto puede acabar muy mal.
-Yo creo que podría acabar muy bien. Terminé. ¿Quieres que te ayude a ordeñar?
Tucho estaba acojonado con la situación.
-¡No! Termina tú. Yo me vuelvo a casa.
Tucho se levantó del taburete. Rosa quería llegar hasta el final.
-¿Ya no se te levanta, Tucho?
-Hoy pareces una niña mala. Mereces que te coja en mis rodillas y te de unos azotes.
Acercándose a su abuelo, le preguntó:
-¿Y por qué no lo haces?
-Las estás buscando.
-Estoy.
Tucho, ya entró al trapo.
-¿Por qué yo?
-Eres mi héroe.
Rosa se sentó en el taburete donde estuviera él sentado, le chupó una tetilla a la vaca. Cayéndole leche por la comisura de los labios, le dijo:
-La tetilla parece un polla. ¿A que sí?
-Es un pezón.
-Ven y chupa el pezón, Tucho.
Tucho ya estaba como una moto, pero disimuló.
-No quiero jugar con fuego.
Rosa, se tocó las tetas, y le preguntó:
-¿Soy demasiada mujer para ti?
Tucho, agachándose, le dijo:
-Lo que pase de ahora en adelante ya será culpa tuya.
Tucho chupó una tetilla, Rosa, chupo la otra. La vaca le daba al rabo de un lado al otro. Con las bocas llenas de leche se besaron. La leche les mojó las ropas. Al acabar de besarse, Tucho, se puso en pie.
Disimuló por última vez.
-Esto no está bien, Nena.
-Lo que no está bien es que nos quedemos con las ganas.
Rosa volvió a chupar otra tetilla.
Tucho vio como la leche le volvía a salir por la comisura de los labios, su polla se puso más que morcillona. Rosa le abrió el cinturón, le bajó la cremallera del pantalón, quitó la polla y se la metió en la boca. Ya no había marcha atrás.
Rosa no sabía chupar polla, pero hizo lo que pudo... El caso fue que le puso la polla tiesa como un palo a su abuelo. Tucho, cuando vio que se iba a correr, hizo que se levantase, la cogió en brazos (Rosa, sonriendo, rodeó el cuello de su abuelo con los brazos) y la llevó hasta al paja. La puso sobre ella, de pie. Le quitó el jersey, la camisa, y el sostén. Al verle las tetas, le dijo:
-Y después hablan de Sabrina. ¡Estas si que son unas tetas como Dios manda!
Le comió las tetas con lujuria. Chupando, besando lamiendo, mordiendo los pezones. Le hizo de todo... Después de bajarle la falda y las bragas mojadas, la echó sobre la paja. Se desnudó, y con la polla mirando al frente, metió la cabeza entre sus piernas, le levantó el culo con las dos manos y le comió el coño con hambre atrasada. Rosa, no tardó nada en decir:
-¡Ay Tucho, que me corro, ay que me corro, Tucho, qué...!
Rosa, echando la pelvis hacia arriba y retorciéndose, mojó co un chorro de babas la cara de su abuelo, el resto de la corrida ya Tucho se la fue recogiendo con la lengua.
Tigre, se relamía viendo a su amo saborear las babas.
Tucho, después de acabar la faena, se echó boca arriba al lado de Rosa. que lo besó, y después le dijo:
-Acabas de hacer realidad una de mis fantasías eróticas.
-¿Tienes muchas?
-Muchísimas.
-Dime algunas.
-Follar con otra mujer. Hacer un trió con dos hombres y tener sexo oral y anal. Otro con un hombre y una mujer, y otro con dos chicas. Estar asomada a la ventana mientras me comen el coño y me masturban, y que todos vean mi cara de placer sin saber porque es. Que me aten a la cabecera y a los pies de una cama, me venden los ojos y que me hagan de todo. Follar con un jovencito y decirle que me haga todo lo que me gusta. Matar un viejo a polvos. Follar de pie arrimada a un pino. Follar de noche bajo la lluvia en medio de la plaza del pueblo. Follar en el río a plena luz del día mientras lavo la ropa. Correrme en un coche. Echar un polvo rápido con un desconocido. Hacer un dedo viendo follar a a una pareja. Que me nalgueen. Castigar. Disfrazarme de puta y que me paguen por correrme. Correrme mientras me dan por culo. Que me digan cosas guarras mientras me follan. Sentir la leche de un hombre en mi coño. Correrme en la boca de una mujer. Que un hombre se corra en mi boca...
-¡Joder! Y parecía que nunca rompieras un plato.
-Lo que rompí fue el culo y el coño con mis dedos y mis juguetes.
-¿Qué juguetes?
-Pepinos, espigas de maíz y zanahorias. ¿Preparado?
Rosa, quiso subir encima de su abuelo. Tucho la puso en sus rodillas, y le dijo:
-¡Antes de que me mates a polvos te voy a dejar el culo a arder, puta, más que puta!
Le cayeron las de Caín. El brazo derecho de Tucho subía y bajaba y su mano cayó con fuerza sobre las nalgas de Rosa.
-¡¡Plas, plas!
-¡Aaaaaaaaay!
-¡¡Calla, perdida!!
La mano iba de nalga en nalga.
-¡¡Plas, plas, plas, plas...!!
-¡Me estás haciendo dañó!
-¡Y más que te voy a hacer, ramera.
Del coño de Rosa comenzó a salir jugo. Tigre, al verlo, le lamió el coño.
-¡¿Le digo que pare, putona?
Rosa, gimiendo, abrió las piernas, y le respondió:
-No, déjalo.
Tucho siguió nalgueando a su nieta, pero ya más suave.
-¡Plas, plas, plas, plas...!
Rosa. levantó la cabeza y le dijo a su abuelo:
-Dame un beso.
-¿Te vas a correr, zorra?
Rosa, se estaba derritiendo.
-Siiiiiii, Tucho, siiiii.
Tucho la besó. Rosa, levantando el culo, dijo:
-Me cooo, oooooooh. ¡¡Me corro!!
Rosa, se corrió y Tigre aprovechó toda la baba que salió de su coño.
Aún jadeando, le dijo a su abuelo:
-Prepárate. Te voy a castigar por lo que me hiciste.
Tucho, ya no las tenía todas con él.
-No des con mucha fuerza.
Rosa cogió las tetas con las manos, y empezó a darle con ellas en la cara a su abuelo.
-¡Plas, plas, plas, plas...!
Paró de darle y le dijo:
-Ahora chupa.
Estaba Tucho chupando cuando Rosa cogió la polla, la acercó a la entrada del coño, empujó con el culo y la metió hasta el fondo. Tucho, le dijo:
-Ese coño parece un pozo, puerca.
-¡Cómo te atreves a insultarnos a mí coño y a mi!
Le cayeron otra manada de tetazos.
-¡Plas, plas, plas, plas...!
Al acabar...
-¡Chupa y calla!!
La polla no era lo mismo que la espiga de maíz, que el pepino o la zanahoria, era mucho más placentera. Rosa, sintió que estaba a punto de correrse, la sacó y la puso en la entrada del ojete. Tucho se la clavó hasta el fondo. Esta vez entró más apretada pero sin dificultad.
Tucho, le dijo:
-Otro pozo, y este es un pozo negro.
Rosa, jadeando, y moviendo el culo hacia atrás y hacia delante, le respondió:
-Calla, cabronazo, calla y folla mi culo!
-Eres una viciosa, una guarra... ¡Eres lo que no está en los escritos!
Le volvió a dar con las tetas en la cara.
-Plas, plas, plas, plas...!
Después, dándole las tetas, le dijo:
-¡Chupa! Chuuuu. ¡Uuuuuuuuuy que me voy a volver a correr, Tucho!
Rosa, sacudiéndose y chupando la lengua de su abuelo, le llenó las pelotas con las babas de su corrida.
Al acabar de correrse, besó de nuevo a su abuelo. Sacó la polla del culo, la metió en el coño, y le dijo:
-Te voy a dejar los ojos en blanco.
Lo volvió a moler la cara a tetazos.
-¡Plas, plas, plas, plas...!
Esta vez no le mando chupar las tetas. Lo folló a toda pastilla...
Poco después, le decía Tucho a su nieta.
-¡Saca la polla, saca la polla que me corro!
Rosa, no la sacó. Siguió follando a su abuelo. Sus corridas se juntaron dentro del coño. Los dos quisieron mirarse, pero sólo Tucho pudo ver la cara de su nieta, pues Rosa se había quedado con los ojos en blanco.
Cuando Rosa volvió de aquel viaje de placer, le dijo Tucho:
-¿Sabes lo que acabas de hacer, Nena?
-Si, hacer realidad una de mis fantasías.