Triangulo incestuoso.

Jugodevida

Estrella Porno
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TRIANGULO INCESTUOSO


Mi hermana, Leo y yo habíamos sucumbido al pecado de la carne. Por un lado, yo entregada a la fornicación, Leonardo al adulterio y mi hermana a la perversión absoluta. Ella era todo un personaje. Jamás imaginé descubrir ese lado de libertinaje sexual. Laura era otra mujer, desconocida para mi. Bisexual, dominante, ninfómana, libertina y me estaba contagiando de su comportamiento sexual.

Ya va, ¿Contagiándome o despertando en mi ese carácter nato hasta ese momento sepultado por mis creencias religiosas?

La pasión sexual desenfrenada nos unió a mi hermana y a mi que más que una hermana era la esposa liberal que adoraba compartir a su marido con otra.

Laura me puso condiciones. Sabía que no podía esconderle mi encanto por Leo, que a ella nadie la engañaba, que yo había disfrutado ese momento con ellos, que disfruté sus besos lésbicos y el saberme dominada y entregada a un hombre casado. Que yo disfrutaría de Leo solo cuando ella así lo decidiera.

Leo y yo continuamos teniendo sexo durante la semana (a escondidas de ella) aunque redujimos las veces y los días, pues, yo tenía miedo de que Laura se enterara. Quise detener a Leo en su obsesión de cogerme a escondidas de ella pero no tuve la voluntad, pudo más la atracción sexual que nos unía.

Laura me convenció para que cada domingo la pasara con ellos cogiendo como locos en su dormitorio, nos ingeniábamos para que papá y mamá no sospecharan nuestras andanzas, muchas veces los oíamos pasar por el pasillo hacia la cocina sin que tuvieran la menor idea de que en uno de los dormitorios estaban sus dos hijas y respetado yerno, entregados al sexo pervertido y libertino.

Pronto me vi enrollada en actos lésbicos, mi hermana es bella y sensual además de dominante, tenía un poder de convencimiento terrible, además de saber tocar, manosear y dominar. De los simples besos, el siguiente paso fue permitir que ella me hiciera oral, ya luego de eso vinieron más cosas, masturbar a Leo, hacerle oral, a Laura le fascinaba verme entregada a Leo, se masturbaba viéndonos copular, viéndome chupar el pene de su hombre.

Luego nos compenetramos mucho más, nos bañábamos y copulábamos bajo la ducha, comencé a darle oral a Laura que me decía "sabía que debías ser igual a mi, cuestión de genética, mi amor", "eres bi también".

Jamás imaginé que iba a vivir junto a mi hermana escenas lésbicas tan morbosas como estar en 69 chupándonos el coño mutuamente y a Leo turnándose y disfrutando de ambas.

Días después ya compartíamos el semen que Leo derramaba en la cara de alguna o en ambas, Laura me había pervertido y Leo super contento de tenernos.

Cuando Laura me tocó el tema del sexo anal pensé en inventarme una historia con algún chico ya que con Leo había experimentado anal pero preferí decir que no tenía experiencia, me tocó mentirle de nuevo a mi hermana, ya lo había hecho cuando se interesó por saber cómo perdí la virginidad.

Ella deseaba ver a Leo haciéndome anal así que no iba a parar hasta convencerme, estuvo días explicándome cómo debía limpiarme para disfrutar a plenitud y obviamente yo debía actuar como que no sabía nada, también tuve que actuar como la que no quería la cosa e igual Laura no desistió hasta lograr que un domingo, que ahora era el día en que nos metíamos los tres a coger en su dormitorio, Leo me diera por el culito delante de ella.

Mi hermana parecía una enferma disfrutando de vernos coger, me chupaba el coño, nos besábamos y se tomaba todo el semen cuando Leo ya no aguantaba tanta locura sexual, producto del morbo de tenernos a ambas y hacernos de todo.

A pesar del terror que yo a diario sentía que ella se enterara de que antes de todo lo que estábamos viviendo, ese triángulo pecaminoso, Leo y yo habíamos copulado decenas de veces a sus espaldas, disfruté de esa cercanía que tuve con mi hermana. Ahora sí que íbamos juntas casi para todos lados, en la iglesia nos veían mucho más unidas que antes y en nuestra casa, pues, papá y mamá se dieron cuenta de lo unidas que estábamos, que algo había cambiado y bueno, nos tomábamos la sorpresa de papá y mamá como un chiste.

En poco tiempo llené mi clóset de ropa erótica, de juguetes sexuales y casi siempre Laura y yo nos estábamos comprando cosas nuevas para disfrutar en el sexo.

Cada domingo Leo disfrutaba de nosotras y cuando ya no tenía fuerzas para darnos pene y hacernos gemir y delirar se quedaba viéndonos disfrutar del sexo lésbico, besándonos y estimulándonos con juguetes. Laura era una insaciable y yo intentaba superarla.

Leo no podía tener la vida más perfecta, lo bromeábamos siempre. "Nos tienes a las dos cada semana, eres un afortunado".

Laura me decía que debíamos continuar yendo a la iglesia, que le daba mucho morbo llegar de la iglesia y sentirse pecadora, oir predicaciones relacionadas con el pecado le resultaban morbosas, que ella no era cristiana, que solo iba por ir y a mi me dijo que yo tampoco lo era, con todas las perversiones que habíamos hecho no existía el perdón para nosotras, dijo entre risas.

Luego me dijo: ¿y sabes por qué? Porque Dios no existe.

Esos domingos, cuando Leo llegaba al dormitorio ya estábamos nosotras esperándole, vestidas casi siempre con un conjunto o set de lencería diferente y todo era perversión absoluta. Actos lésbicos, sexo anal y Laura haciendo las cosas más locas como hacerle besos negros a Leo mientras me penetraba, también me hacía besos negros a mi, se metía el pene de Leo a la boca luego de sacarlo de mi culito, tomarse el semen. Ella hacía todo lo más loco y más pervertido, yo aun no me animaba a que Laura me viera desinhibirme como sí lo había hecho con Leo en privacidad.

Pero pasaron las semanas y los meses y yo me convertí en una copia fiel de mi hermana, me volví tan pervertida como ella excepto que no me gusta hacer el beso negro.

Se hizo habitual besarnos frente a Leo que adoraba ver a dos mujeres besarse así que nuestros besos lésbicos solían ser casi siempre la introducción a nuestras sesiones de sexo dominguero.

Me di cuenta de que no soy lesbiana pero sí que puedo cometer actos lésbicos y al ser Laura mi hermana y estar en absoluta confianza todo se dio para que yo me abriera a esos modos dentro del sexo.

También nos masturbábamos mutuamente mientras Leo nos observaba. A dedo, con juguetes o haciéndonos oral al mismo tiempo, Leo miraba hasta que no aguantaba más y elegía cuál de nosotras le haría un oral y la que no fuera elegida debía hacerle oral a la otra.

Cuando Leo me hacía anal en cuatro, Laura le hacía a él el anilingus y al sacar el pene de mi culito, Laura de inmediato le chupaba el pene y también lamía mi coño y culito.

Mi hermana era una cerda total.

En cuanto a mi, Laura adoraba darme ordenes como pararme frente a la pared, luego le ordenaba a Leo con palabras obscenas a que fuera y me "rompiera el culo por ser tan puta" y ella se nos quedaba viendo con una cara de enferma y nos insultaba aunque la mayoría de sus vulgaridades iban dirigidas a mi. La música de fondo evitaba que papá y mamá se enteraran de lo que acontecía en el cuarto de mi hermana.

Una tarde Leo nos encontró vestidas como quinceañeras, con colitas a los lados, las uñas pintadas de multicolor, maquillaje y perfume adolescente además de las pijamas. Obviamente le encantó y disfrutó de nosotras un buen rato hasta caer exhausto. Esa vez se corrió en la cara de ambas, Leo es de los hombres que eyacula mucho semen.

Soy el hombre más feliz de este mundo, decía.

Laura y yo nos quedábamos besándonos, relamiéndonos el semen caído en nuestras caras, nos habíamos pervertido tanto en lo sexual que deseábamos sentir la leche de Leo caer en nuestra cara y boca y nos relamíamos con desesperación hasta acabar de tomarnos toda la leche que emanaba del pene.

A Leo le encantó tanto la temática adolescente que el siguiente domingo volvimos a sorprenderlo aunque vestidas un poco diferente, ya no con pijamas sino con shortcitos pero sí con colas a los lados, las uñas de colores llamativos y el típico maquillaje y perfume adolescente. Leo nos cogía duro, como si fuéramos unas muñecas de trapo, a veces tenía mucha energía y aguantaba tres o cuatro rondas, otras veces llegaba cansado de la iglesia y apenas dos rondas nos aguantaba, Laura y yo siempre quedábamos con ganas a pesar de que igual disfrutábamos.

En otra ocasión nos vestimos de putas callejeras, ese día no fuimos a la iglesia pero le dijimos a él que debía ir, que le teníamos sorpresita cuando llegara. Yo me puse un vestido corto, color rojo, mi hermana uno muy parecido pero color negro, de mallitas, sin ropa interior, se nos veían fácilmente los pechos y el coño a través de las mallas. Nos maquillamos con colores fuertes, la boca pintada de rojo, las cejas exageradas y uñas postizas también exageradas, yo me teñí el cabello de rubio.

Cuando Leo llegó de la iglesia no se aguantó y nos cogió a ambas antes de que almorzáramos en familia. Papá y mamá se cansaron de llamarnos para que fuéramos a comer sin saber que estábamos pecando. Diego nos trató como unas putas de la calle diciéndonos que en realidad eso éramos, "par de putas". Luego fue a almorzar y nos llevó la comida a la habitación y nos dejó encerradas poniéndole seguro a la puerta, le inventó una historia a mis padres y al rato volvió para continuar cogiéndonos, nos dijo que éramos unas putas cualquiera, unas perras, unas zorras y nosotras satisfechas del buen hombre que era Leo en la cama y su carácter dominante.

Y obviamente que repetimos la vestimenta en otra ocasión, a Leo le puso muy cachondo vernos vestidas de putas.

El sexo anal se hizo casi ley, a Leo le fascinaba rompernos el culito y a nosotras nos fascinaba chillar siendo embestidas por él a todos los ritmos, definitivamente Leo fue un afortunado de tenernos a ambas y disfrutar tantas tardes de nosotras, nos hizo de todo y sin contar las cogidas que nos daba a cada una en particular.

Aunque no todo sucedió en el dormitorio de Laura y Leo, algunas veces en mi dormitorio. Bastaba con hacerle creer a papá y mamá (en caso de que se acercaran a mi puerta a preguntar), que Laura y Leo habían salido a visitar amistades, era más que suficiente.

También hubo domingos en los que aprovechando la ausencia de papá y mamá cogimos en la sala, la cocina y otras partes de la casa.

En cuanto a las corridas, a Leo le encantaba que al momento de venirse nosotras nos pusiéramos de rodillas a chuparle el pene, turnándonos o succionando sus bolas mientras la otra chupaba, luego se corría en nuestras caras o bocas asegurándose de llenarnos a ambas y luego nos ordenaba a limpiarnos y besarnos, llamándonos perras.

A veces se corría en el coño de Laura y me ordenaba a mi chupar a Laura sin que quedara rastro de su semen.

Nos mandaba a pasarnos su leche de boca en boca en modo de escupir, varias veces y que lo miráramos a los ojos, a veces se volvía a masturbar para llenarnos más de su semen.

A veces acababa en la boca de una y ordenaba que escupiéramos todo el semen en la cara de la otra.

A mi me acabó varias veces en la entrada del culito y le decía a Laura "ven acá, puta" y la hacía tragarse el semen desde ahí.

De los finales épicos que más recuerdo:

◼ Laura y yo nos besábamos acostadas en la cama, ella encima de mi. Leo se subió para darnos su pene y yo quedé lamiendo sus bolas mientras Laura chupaba su pene. Leo se vino sobre su boca y luego Laura me escupió la leche en mi boca para luego besarme, mi hermana ya me había pervertido tanto como para hacer esas cochinadas y que disfrutáramos de hacerlas. Qué puta eres, me decía mirándome a los ojos y parecía decirlo muy en serio.

◼Leo me penetraba en cuatro y ya estaba que se corría, Laura le dijo échasela entre la rajita pero como Leo eyacula mucho no solo me llenó la rajita de leche sino las nalgas y Laura se lamía todo como si estuviera sedienta, luego me buscaba para besarme y terminábamos masturbándonos y alcanzando un nuevo orgasmo mientras Leo se desaparecía metiéndose a la ducha.

◼Leo se corrió en mi boca por orden de Laura, luego Laura me decía "escúpeme la leche en la cara".

◼Papá y mamá acababan de levantarse de comer y se fueron a su dormitorio, Laura, Leo y yo continuábamos en la mesa pero Leo se levantó por un momento y se fue hasta el dormitorio de ellos, luego volvió al comedor y se sacó el pene y empezó a masturbarse y nos decía: rápido, rápido, estén viendo televisión, dijo. Mi hermana me terminó convenciendo, me jaló del brazo y terminamos arrodilladas frente al pene de Leo que apuraba para eyacularnos en la cara. Ya con la cara llena de leche y confiando en que Leo se daría cuenta si acaso mamá o papá salían del dormitorio, nos quedamos un poquito más frente a él, tomándonos su leche y besándonos. Perdí la cuenta de las veces que Leo se corrió en nuestra cara y disfrutó de vernos besar con la boca llena de su semen.

A pesar de mi intensa vida sexual, que por un lado me cogía al esposo de mi hermana a escondidas y luego me metía con ellos dos a hacer tríos, mi envidia por ella nunca menguó. Envidié a mi hermana durante mucho tiempo y cada día deseaba superarla sexualmente en todo, fantaseaba con quedarme con Leo, con robárselo y quedármelo para mi solita.

El relato se queda corto. Hicimos tantas cosas que resulta complicado detallarlas, me extendería demasiado y no es el objetivo. Solo quiero contar mis aventuras sin entrar en tantos detalles. Si de repente imagináis a Leo cogiéndome en cuatro, anal, bajo la ducha mientras le chupo el coño a mi hermana, pues, eso sucedió. A Laura sentada en la sala vestida, viéndome chupar el pene de Leo hasta provocarle la corrida. En la cama chupándole el coño a mi hermana mientras Leo me hacía anal. Sentada desnuda en la boca de Laura, asfixiándola con mi coño mientras Leo la penetraba con dureza. En la ducha cogiendo como locos de todas las formas posibles que se pueda tener sexo en un baño, entre tres personas. Acostadas en la cama una al lado de la otra y a Leo turnándose nuestros coños y culitos. Leo haciéndome anal en cuatro y Laura abajo chupándome el coño haciéndome estallar en placer desesperante.

Casi cualquier acto que imaginéis en tríos, lo hicimos.

Laura notó no solamente que me encantaba que Leo me hiciera suya sino también mi actitud sumisa y obediente tanto hacia ella como hacía él que poco a poco me iría conduciendo hacia el mundo de la sumisión.

Relato de Daniela.
 
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